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Atenea · Número 28
c u b a
I B E R O A M É R I C A
Fidel Castro y su
hermano Raúl, que es
ahora presidente de
Cuba, charlan durante el VI Congreso del
Partido Comunista
Cubano, que se celebró en abril de 2011.
por Marín Bello Crespo
el otoño de
los patriarcas
FOTO:REUTERS /Cordon Press - DESMOND BOYLAN
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Número 28 ·
Atenea
Más de cinco décadas después de la revolución, el régimen cubano
ha sobrevivido a todo y ahora reinventa el socialismo, depositando sus moribundas
esperanzas en un octogenario, Raúl Castro, para el que no hay relevo a la vista
E
l régimen castrista , pilotado por un grupo de ancianos surgido de la victoria contra el régimen
corrupto e impopular de Fulgencio Batista, dura
ya más de 52 años, y a pesar de sus esfuerzos, no parece
que vaya a sobrevivir mucho tiempo a la desaparición
física de su fundador y lider máximo, Fidel Castro Ruz,
cuya peripecia personal y política está indisolublemente unida a la historia de su país. Ahora, mientras el sistema se deshace poco a poco sin remedio, el gobierno
sigue afanado tenazmente en su tarea de “construir el
socialismo”, un proceso tan desalentador que muchos
cubanos comentan con ironía que hubiese sido mejor
comprar el socialismo ya construido. El humor amargo
de radio Bemba, la radio macuto cubana -si es que la triste
resignación puede ser contrarrestada por la agudeza- es
uno de los pilares de la supervivencia , como la libreta de
racionamiento, las divisas que proporciona el turismo
y las remesas de los emigrados y exiliados y, en último
término, el recurso a arrostrar los riesgos de una azarosa
travesía y embarcarse en un transporte de circunstancias rumbo a las costas de Estados Unidos. En un país
más desigual que nunca, con dos mercados y dos monedas, el mismo Fidel Castro ha declarado que “el modelo
cubano no funciona ni para nosotros mismos”, lo que
viene a dar la razón a los que reducen la vida cotidiana
en la isla a sobrevivir en la economía subterránea y a
resolver en el mercado negro.
No siempre fue así. La entrada triunfal de los barbudos
en La Habana en enero de 1960 fue saludada por una gran
mayoría de la población como la recuperación de la dignidad nacional y el comienzo de una nueva era de justicia,
democracia e igualdad, ideales de José Martí, héroe de la
independencia, al que Fidel Castro considera su padre espiritual. El fervor popular permitió acometer con entusiasmo una ejemplar campaña de alfabetización, destinada a
cumplir el sueño de convertir a cada cubano en un hombre nuevo, entregado a la causa de lograr una sociedad y un
mundo mejores a través del trabajo duro y del esfuerzo desinteresado. Luego empezaron las confiscaciones de fincas y
empresas, el embargo norteamericano, las primeras decepciones de los líderes de la primera hora -Camilo Cienfuegos
desapareció en un misterioso accidente de avión y Huber
Matos fue condenado a 20 años de cárcel a finales de ese
mismo año- la proclamación del “socialismo de estado” y la
alianza estratégica con la Unión Soviética, que se convirtió
en socio providencial y sostén de la economía a cambio de
contar con el peón caribeño en la lucha por la conquista
ideológica de Africa.
EL MODELO CUBANO
Los años entre 1960 y 1989 fueron, en general, favorables
para la revolución. Con una economía fuertemente subvencionada por el conjunto del mundo comunista, Cuba
se convirtió en un modelo, especialmente en lo referente
a educación y sanidad. Visto desde una perspectiva occidental, el régimen cubano dejaba bastante que desear en
cuanto a derechos y libertades individuales, pero en el ámbito iberoamericano, y especialmente en el área centroamericana y caribeña, sus logros eran contemplados con
admiración y envidia por otros países que, disfrutando
teóricamente de una democracia formal, eran en realidad
feudos de corrupción, despotismo y miseria. Esa imagen se
proyectó con fuerza y consiguió la aceptación de los revolucionarios y de muchos intelectuales en todo el mundo.
Eran los tiempos en que el Che Guevara se convertía en un
mito y en un icono universal, en que las tropas cubanas
luchaban con éxito en Angola , en que la voz de Fidel Castro se escuchaba con interés en los foros internacionales,
en que La Habana pasó a estar, con motivo de la crisis de
los misiles, en el epicentro de la Guerra Fría. En 1980, sin
embargo, el éxodo masivo desde el puerto de Mariel puso
en evidencia la situación real de la isla: más de 100.000
personas abandonaron el país rumbo a Estados Unidos,
demostrando que más allá de los discursos y las soflamas,
el ambiente político y económico en el país era irrespirable para muchos de sus ciudadanos. La situación actual es
peor: la cohesión social se desmorona a ojos vistas a pesar
de los grandilocuentes cartelones plagados de consignas
quiméricas que pueblan las calles y las encrucijadas.
Pese a todo, y sin efectuar otro cambio en la cúspide que
la permuta a medias de un hermano por otro -Fidel sigue
siendo el primer secretario del Partido-, el régimen nacido
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en Sierra Maestra ha resistido las presiones de 11 presidentes de Estados Unidos y ha sobrevivido al embargo, a la invasión de Bahía Cochinos, a los intentos de asesinato de su
líder, al derrumbe de la Unión Soviética, al proceso del héroe de Angola, Arnaldo Ochoa, a la pérdida de importantes
segmentos de población debido a convulsas emigraciones
masivas y repentinas -hay dos millones de cubanos en el
exterior- , al creciente acoso de la oposición externa e interna y a las continuas exigencias de la comunidad internacional en lo referente a los derechos y libertades, y todo
ello a pesar de una clase dirigente -en realidad de un solo
dirigente indiscutible e indiscutido- cuyas decisiones han
estado presididas, fundamentalmente en temas económicos, por el voluntarismo y la improvisación. Actualmente,
el papel providencial que asumió la Unión Soviética en
los años 60 ha pasado a manos del presidente venezolano
Hugo Chávez, cuyo petróleo -90.000 barriles diarios- supone otro balón de oxígeno para el depauperado erario cubano. El futuro de una Cuba prácticamente arruinada, tanto
económica como moralmente, constituye un importante
motivo de preocupación para los principales protagonistas
de la comunidad internacional y, naturalmente, para España, principal valedora de la isla en la Unión Europea, que
en su posición común subordina sus relaciones con Cuba
al respeto de los derechos humanos.
En enero de 2000, en una entrevista con Federico Mayor
Zaragoza, Fidel Castro desveló las claves de su personalidad y su particular visión de un futuro de Cuba sin él. ”No
he heredado cargo alguno ni soy rey, por tanto no tengo
que preparar a ningún sucesor y, en todo caso, nunca sería
para evitar el trauma de una transición caótica. No habrá
trauma, ni será necesaria transición alguna”. Estas palabras
del comandante en jefe constituyen sin duda su particular
versión de la célebre frase ”después de mí, el diluvio”. Con
todo, el mayor problema del régimen es que no tiene relevo en sus dirigentes. La vieja guardia que ahora capitanea
Raúl Castro, siempre a la sombra de su hermano, es la de
los comandantes de Sierra Maestra supervivientes, ya octogenarios. Dos posibles delfines como el vicepresidente
Carlos Lage y el canciller Felipe Pérez Roque, considerados
en su momento como las grandes esperanzas del régimen
y hombres de confianza del líder máximo, fueron abruptamente destituidos por Raúl Castro en marzo de 2009. El
problema es tan grave que incluso podría ser que el futuro
de Lage y Pérez Roque, dedicados ahora a tareas más modestas en su ámbito profesional, no estuviera cerrado del
todo; sus contactos internacionales y su condición de re-
presentantes de una generación política que ha asumido
responsabilidades de poder sin pertenecer a la vieja guardia combatiente puede concederles aún una oportunidad de
ser útiles a su país en los duros tiempos políticos y sociales
-los económicos son ya durísimos- que se avecinan.
apertura y represión
El 18 de diciembre de 2010, ante la Asamblea Nacional
del Poder Popular, Raúl Castro pronunció un discurso
esclarecedor. ”O rectificamos, o nos hundimos” dijo, y
anunció que en abril de 2011 el VI Congreso del Partido Comunista tendría como único cometido analizar el
plan de reformas económicas contenido en el documento Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social,
que contiene 291 propuestas para intentar sacar al país
del marasmo en que se encuentra . El documento es una
declaración de intenciones que habla de flexibilizar el
trabajo por cuenta propia -autorizando la creación de
hasta 198 nuevas profesiones-, de educar a la población
en el carácter redistribuidor de los impuestos, de levantar la agricultura y de escarmentar a los dirigentes que
no cumplan con sus deberes. Todo ello presidido por la
máxima de que “la planificación y no el libre mercado
será el rasgo distintivo de la economía”. La previsión de
proceder en 2011 al despido de medio millón de empleados públicos y otros 800.000 en los próximos tres años,
en un país de más de doce millones de habitantes, significa para muchos ciudadanos convertirse forzosamente
en trabajadores por cuenta propia sin capacidad de poder invertir un capital que ni tienen ni pueden garantizar si lo piden prestado, ya que no son prácticamente
dueños de nada. Con la ayuda venezolana en declive, el
sistema no tiene otro camino que la apertura política y
una paulatina liberalización económica que provocará,
más pronto o más tarde según muchos analistas, el derrumbe del sistema. No parece probable que se produzca
por graves disturbios internos, como en Túnez o Egipto,
debido al férreo control de la población, tanto por las
fuerzas de seguridad como por los activos Comités de
Defensa de la Revolución y la aparente aversión al caos
de la mayoría.
El papel de las Fuerzas Armadas, que a mediados de
los años 80 recibieron la misión de implantar el EPE
(Sistema de Perfeccionamiento Empresarial) para mejorar la gestión de la alicaída industria cubana, será
crucial. Mientras la cúspide militar ha asumido desde
entonces un rol empresarial dirigente, los mandos in-
FOTO: Jose Goitia/The New York Times/R /Cordon Press
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termedios sufren la depauperación de la economía y la
penuria de medios, que ha disminuido los efectivos y la
operatividad en un 75%. De su cohesión depende una
transición sin traumas y con una mínima seguridad; su
silencio actual hace prever como más probable un tipo
de pacto futuro con sectores moderados de la oposición
para un cambio no violento, favorecido por el hecho de
que el contacto de la cúpula con la alta gestión empresarial le ha permitido constatar la evidencia de la inviabilidad del actual sistema.
En cuanto a la OEA, la UNASUR, Estados Unidos o la
misma Unión Europea, deberían facilitar el cambio favoreciendo los contactos entre cubanos y absteniéndose
de intervenir directamente, salvo en calidad de observadores y garantes. La OEA y la UNASUR, porque probablemente sería imposible articular una posición unánime sobre la cuestión, y Estados Unidos, porque ganaría
prestigio manteniendo la neutralidad, aunque no será
fácil por las presiones de los antiguos expropiados y de
los exiliados de Miami. La Unión Europea tiene las mejores bazas para ofrecer un escenario sosegado, amistoso
e imparcial para que las diferentes partes busquen un
acuerdo, y para convencer a Washington y otros actores
mundiales de la necesidad y conveniencia de participar
en la reconstrucción económica de Cuba. No es descartable que la principal tarea de las organizaciones inter-
Atenea
Manifestaciones en
La Habana para
conmemorar el 50
aniversario de la
invasión de Bahía
Cochinos, celebrada
el 16 de abril. El
sistema ha prometido
regenerarse y dar
paso a una nueva
hornada de líderes
revolucionarios
que sustituyan a
la vieja guardia.
nacionales y de Estados Unidos
sea neutralizar los intentos de
intervención de Hugo Chávez
o de alguno de los países integrantes de ALBA, pues el régimen castrista ha sido y sigue
siendo su principal fuente de
inspiración política y, en cierto
modo, están ligados a su suerte.
En definitiva, el futuro del país no puede estar en
otras manos que en las de los propios cubanos, cuya vitalidad y preocupación son palpables a través de los testimonios de coraje y valor cívico que conocemos cada
día, y de las numerosas publicaciones y portales de internet que hacen llegar sus deseos y esperanzas a todos
los rincones. De ellos saldrán los líderes políticos, posiblemente junto a otros procedentes del actual régimen
y purgados por el mismo, como los Lage o Pérez Roque.
No cabe duda de que, en un contexto negociador,
España puede jugar un papel importante, pues el proceso será complicado y no exento de riesgos y retrocesos; este es un asunto en que los grandes partidos
españoles deberían ir de la mano, consensuando una
política de estado acorde con nuestra responsabilidad
histórica y con los lazos que nos unen a la gran nación
cubana. n
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