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INFORME-DEBATE SOBRE CUBA, SU PRESENTE Y SU FUTURO
Contenido:
1. Alocución de Raúl castro, presidente de Cuba el 17/12/14
2. Raúl castro ante el Parlamento de Cuba dic. 2014
3. La epopeya cubana, por Claudio Katz
4. NOTAS A “LA EPOPEYA CUBANA”, DE CLAUDIO KATZ, Por Guillermo Almeyra
5. El tren alemán y el Teorema de la Revolución Por Atilio Borón
6. Sobre Atilio Boron. Breve respuesta a una respuesta desaforada. Por G. Almeyra
7. Un triunfo del pueblo cubano, Por Pedro Fuentes
8. Un triunfo de Cuba, una perspectiva incierta. Por Direccción Nacional del MST de
Argentina
9. China, un socio para no imitar. por Claudio Katz
----------------------------------------------------------------------------------Alocución del Presidente de la República de Cuba, General de Ejercito Raúl Castro el 17 de
Diciembre de 2014
Compatriotas:
Desde mi elección como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, he reiterado en
múltiples ocasiones, nuestra disposición a sostener con el gobierno de los Estados Unidos un
diálogo respetuoso, basado en la igualdad soberana, para tratar los más diversos temas de forma
recíproca, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo.
Esta es una posición que fue expresada al Gobierno de Estados Unidos, de forma pública y privada,
por el compañero Fidel en diferentes momentos de nuestra larga lucha, con el planteamiento de
discutir y resolver las diferencias mediante negociaciones, sin renunciar a uno solo de nuestros
principios.
El heroico pueblo cubano ha demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y
sacrificios, que es y será fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social. Estrechamente
unidos en estos 56 años de Revolución, hemos guardado profunda lealtad a los que cayeron
defendiendo esos principios desde el inicio de nuestras guerras de independencia en 1868.
Ahora, llevamos adelante, pese a las dificultades, la actualización de nuestro modelo económico
para construir un socialismo próspero e sostenible.
Resultado de un diálogo al más alto nivel, que incluyó una conversación telefónica que sostuve ayer
con el Presidente Barack Obama, se ha podido avanzar en la solución de algunos temas de interés
para ambas naciones.
1
Como prometió Fidel, en junio del 2001, cuando dijo: ¡Volverán!, arribaron hoy a nuestra Patria,
Gerardo, Ramón y Antonio.
La enorme alegría de sus familiares y de todo nuestro pueblo, que se movilizó infatigablemente con
ese objetivo, se extiende entre los cientos de comités y grupos de solidaridad; los gobiernos,
parlamentos, organizaciones, instituciones y personalidades que durante estos 16 años reclamaron e
hicieron denodados esfuerzos por su liberación. A todos ellos expresamos la más profunda gratitud
y compromiso.
Esta decisión del Presidente Obama, merece el respeto y reconocimiento de nuestro pueblo.
Quiero agradecer y reconocer el apoyo del Vaticano, y especialmente, del Papa Francisco, al
mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Igualmente, al Gobierno de Canadá
por las facilidades creadas para la realización del diálogo de alto nivel entre los dos países.
A su vez, decidimos excarcelar y enviar a Estados Unidos a un espía de origen cubano que estuvo al
servicio de esa nación.
Por otra parte, basados en razones humanitarias, hoy también fue devuelto a su país el ciudadano
norteamericano Alan Gross.
De manera unilateral, como es nuestra práctica y en estricto apego a nuestro ordenamiento legal,
han recibido beneficios penales los reclusos correspondientes, incluida la excarcelación de personas
sobre las que el Gobierno de los Estados Unidos había mostrado interés.
Igualmente, hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto. El bloqueo económico, comercial y
financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe cesar.
Aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en Ley, el Presidente de los Estados Unidos
puede modificar su aplicación en uso de sus facultades ejecutivas.
Proponemos al Gobierno de los Estados Unidos adoptar medidas mutuas para mejorar el clima
bilateral y avanzar hacia la normalización de los vínculos entre nuestros países, basados en los
principios del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas.
Cuba reitera su disposición a sostener cooperación en los organismos multilaterales, como la
Organización de Naciones Unidas.
Al reconocer que tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía
nacional, democracia, derechos humanos y política exterior, reafirmo nuestra voluntad de dialogar
sobre todos esos temas.
Exhorto al Gobierno de los Estados Unidos a remover los obstáculos que impiden o restringen los
vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los ciudadanos de ambos países, en particular los
relativos a los viajes, el correo postal directo y las telecomunicaciones.
2
Los progresos alcanzados en los intercambios sostenidos demuestran que es posible encontrar
solución a muchos problemas.
Como hemos repetido, debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras
diferencias.
Sobre estos importantes temas volveremos a hablar más adelante.
Muchas gracias.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------"Raúl Castro ante el Parlamento de Cuba: "se ha dado un paso importante, pero queda por
resolver lo esencial, que es el cese del bloqueo económico, comercial..."
Nadie en el mundo puede negar la destacada ejecutoria internacional de Cuba en el año que
culmina. El reto que tenemos por delante los cubanos es muy grande: Hay que situar la economía a
la altura del prestigio político que esta pequeña isla del Caribe ha conquistado gracias a la
Revolución, al heroísmo y a la capacidad de resistencia de nuestro pueblo. La economía es la
principal asignatura pendiente y tenemos el deber de encarrilarla definitivamente hacia el desarrollo
sostenible e irreversible del socialismo en Cuba.
Como dije al principio, los diputados y todo el pueblo sentimos la enorme emoción y alegría de
compartir la presencia en la Patria de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, convirtiendo en
realidad la promesa del compañero Fidel hace trece años. El extraordinario ejemplo de firmeza,
sacrificio y dignidad de los Cinco enorgullece a la Nación, que batalló incansablemente por su
liberación y ahora los acoge como verdaderos héroes.
Debo reiterar la profunda y sincera gratitud a todos los movimientos y comités de solidaridad que
lucharon para conseguir su libertad y a innumerables gobiernos, parlamentos, organizaciones,
instituciones y personalidades que aportaron su valiosa contribución.
El pueblo cubano agradece esta justa decisión del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Con ello se ha eliminado un obstáculo en las relaciones entre nuestros países.
El mundo entero ha reaccionado positivamente ante los anuncios que se hicieron el pasado
miércoles, valorando su importancia en las relaciones internacionales y especialmente para los
vínculos de Estados Unidos con la región, lo que ha suscitado declaraciones favorables de
gobiernos, presidentes y reconocidas personalidades, las cuales agradecemos sinceramente.
Ha sido fruto de conversaciones al más alto nivel, sostenidas en estricta discreción y que contaron
con la contribución del Papa Francisco y facilidades ofrecidas por el Gobierno de Canadá.
Este resultado ha sido posible, además, gracias a los profundos cambios ocurridos en América
3
Latina y el Caribe cuyos gobiernos y pueblos comparten el reclamo de una nueva política de
Estados Unidos hacia Cuba.
Saludamos el planteamiento del Presidente Obama de abrir un nuevo capítulo en los vínculos entre
ambas naciones y de introducir los más significativos cambios en la política estadounidense de los
últimos 50 años.
Igualmente, reconocemos la disposición expresada por él de sostener con el Congreso
norteamericano un debate sobre el levantamiento del bloqueo, así como su anhelo de lograr un
futuro mejor para ambos pueblos, nuestro hemisferio y el mundo.
Compartimos la idea de que puede abrirse una nueva etapa entre los Estados Unidos y Cuba, que se
inicia con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, las cuales deberán estar basadas en las
Convenciones sobre Relaciones Diplomáticas y Consulares que regulan la conducta de las Misiones
Diplomáticas y Consulares y de sus funcionarios.
A los contactos de alto nivel entre ambos gobiernos, acudiremos con espíritu constructivo, de
respeto y reciprocidad, con el propósito de avanzar hacia la normalización de las relaciones
bilaterales.
Como expresé el pasado 17 de diciembre, se ha dado un paso importante, pero queda por resolver lo
esencial, que es el cese del bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, recrudecido en
los últimos años, en particular en el ámbito de las transacciones financieras, con la aplicación de
enormes e ilegítimas multas contra bancos de diversos países.
Nuestro pueblo debe comprender que, en las condiciones anunciadas, esta será una lucha larga y
difícil que requerirá que la movilización internacional y de la sociedad norteamericana continúe
reclamando el levantamiento del bloqueo.
Todos los datos indican que una mayoría de los ciudadanos norteamericanos, y aun más amplia de
la emigración cubana, favorece la normalización de las relaciones bilaterales. En el Congreso de los
Estados Unidos, que convirtió en Ley las disposiciones del bloqueo, también crece la oposición a
esta política.
Esperamos que el Presidente de los Estados Unidos utilice con determinación sus prerrogativas
ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo, en aquellos aspectos que no
requiera la aprobación del Congreso.
Al propio tiempo, estudiaremos el alcance y forma de aplicación de las positivas medidas ejecutivas
anunciadas por el Presidente Obama.
Es alentadora su instrucción de revisar la injustificable inclusión de Cuba en la Lista de Estados
Patrocinadores del Terrorismo Internacional. Los hechos demuestran que Cuba ha sido víctima de
4
múltiples ataques terroristas, muchos de cuyos responsables gozan hoy de impunidad, como todos
sabemos, nos han costado miles de muertos y mutilados.
Los pretextos esgrimidos con ese fin carecen absolutamente de base, como todo el planeta conoce.
Solo sirven a intereses políticos como falso argumento para justificar el endurecimiento del
bloqueo, especialmente en el sector financiero.
Desde Cuba jamás se ha organizado, financiado ni ejecutado un acto terrorista contra personas,
intereses o territorio alguno de los Estados Unidos, ni se permitirá. Cada vez que hemos conocido
cualquier información sobre planes terroristas contra Estados Unidos, se lo informamos a su
Gobierno, al cual desde hace años hemos propuesto establecer un acuerdo de cooperación en esa
materia.
Siempre estuvimos dispuestos al diálogo respetuoso, sobre la base de la igualdad para tratar los más
diversos temas de forma recíproca, sin sombra a nuestra independencia nacional y
autodeterminación y, como Fidel señalara, sin renunciar a uno solo de nuestros principios.
Reitero que solo es posible avanzar a partir del respeto mutuo, que implica la observancia de los
principios del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas, entre ellos, la igualdad
soberana de los Estados, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, el arreglo
de las controversias internacionales por medios pacíficos, abstenerse de recurrir a la amenaza o al
uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de cualquier Estado, y la
obligación de no intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, lo que
implica que cualquier forma de injerencia o de amenaza a los elementos políticos, económicos y
culturales de un Estado constituye una violación del Derecho Internacional.
En consonancia con la Proclama de América Latina y el Caribe como Región de Paz, firmada por
los Jefes de Estado y Gobierno el pasado 29 de enero, en La Habana, durante la Cumbre de la
CELAC, todo Estado tiene el derecho inalienable a elegir su sistema político, económico, social y
cultural, sin injerencia en ninguna forma por parte de otro Estado, lo que constituye un principio de
Derecho Internacional. Este documento fue firmado aquí en LaÂáHabana por todos los Jefes de
Estado y de Gobierno de este continente, con excepción de los Estados Unidos y de Canadá, que no
fueron invitados a la misma.
Entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba hay profundas diferencias que incluyen, entre
otras, distintas concepciones sobre el ejercicio de la soberanía nacional, la democracia, los modelos
políticos y las relaciones internacionales.
Reiteramos la disposición al diálogo respetuoso y recíproco sobre las discrepancias. Tenemos
firmes convicciones y muchas preocupaciones sobre lo que ocurre en los Estados Unidos en materia
de democracia y derechos humanos y aceptamos conversar, sobre las bases enunciadas, acerca de
cualquier tema, de todo lo que quieran discutir, de aquí, pero también de los Estados Unidos.
No debe pretenderse que para mejorar las relaciones con los Estados Unidos, Cuba renuncie a las
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ideas por las que ha luchado durante más de un siglo, por las que su pueblo ha derramado mucha
sangre y ha corrido los mayores riesgos.
Es necesario comprender que Cuba es un Estado soberano cuyo pueblo, en libre referendo para
aprobar la Constitución, decidió su rumbo socialista y sistema político, económico y social.
De la misma forma que nunca nos hemos propuesto que los Estados Unidos cambien su sistema
político, exigiremos respeto al nuestro.
Ambos gobiernos debemos adoptar medidas mutuas para prevenir y evitar hechos que puedan
afectar los progresos en la relación bilateral, basados en el respeto a las leyes y el ordenamiento
constitucional de las partes.
No ignoramos las virulentas críticas que ha debido soportar el Presidente Obama, a causa de los
citados anuncios, por parte de fuerzas que se oponen a la normalización de las relaciones con Cuba,
incluyendo legisladores de origen cubano y cabecillas de grupúsculos contrarrevolucionarios que se
resisten a perder el sustento que les han proporcionado décadas de confrontación entre nuestros
países. Harán todo lo posible por sabotear este proceso, sin descartar acciones provocativas de toda
índole. Por nuestra parte primará una conducta prudente, moderada y reflexiva, pero firme.
En Cuba existen numerosas y diversas organizaciones de masas, sindicales, campesinas, femeninas,
estudiantiles, de escritores y artistas, sociales, incluso representados en el Consejo de Estado, y no
gubernamentales, muchas de ellas representadas por diputados a esta Asamblea, a las que ofendería
que se les confundiera con unos pocos cientos de individuos que reciben dinero, instrucciones y
oxígeno del exterior.
En los organismos multilaterales, como la Organización de Naciones Unidas continuaremos nuestra
defensa de la paz, del Derecho Internacional y de las causas justas, así como la denuncia de las
amenazas a la supervivencia de la especie humana que implican el cambio climático y los arsenales
nucleares.
Continuaremos promoviendo el ejercicio de los derechos humanos, incluidos los derechos
económicos, sociales y culturales, por parte de todas las personas y del derecho a la paz y al
desarrollo de los pueblos.
La Revolución Cubana debe profunda gratitud a los pueblos, partidos y gobiernos de quienes ha
recibido invariable y permanente solidaridad y seguirá orientando su política exterior sobre bases
inamovibles de fidelidad a los principios.
Símbolo de lo anterior son las especiales relaciones que mantenemos con la República Bolivariana
de Venezuela a la que seguiremos brindando apoyo frente a los intentos de desestabilizar al
gobierno legítimo que encabeza el compañero presidente Nicolás Maduro Moros y rechazamos las
pretensiones de imponer sanciones a esa hermana nación.
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Como señalé días atrás tenemos la disposición a cooperar con Estados Unidos en el ámbito multi y
bilateral ante peligros que requieren respuestas humanitarias colectivas y eficaces, que no debieran
nunca politizarse.
Este es el caso del enfrentamiento al Ébola en África Occidental y la prevención en las Américas,
tal como proclamó la reciente Cumbre Extraordinaria del ALBA que sostuvimos en La Habana
sobre el tema el pasado mes de octubre.
Como he declarado en las recientes Cumbres de CARICOM y del ALBA, agradezco la invitación
del presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, a participar en la VII Cumbre de las Américas y
confirmo que asistiré para expresar nuestras posiciones, con sinceridad y respeto por todos los Jefes
de Estado y Gobierno, sin excepción.
La participación de Cuba es resultado del sólido y unánime consenso de la América Latina y el
Caribe, que vive una nueva época y se ha unido, dentro de su diversidad, en la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que Cuba se honró en presidir el pasado año.
No olvidamos que el ALBA, con su permanente reclamo y el apoyo de todos los países de la región,
logró la eliminación de aquellas viejas y oprobiosas sanciones a Cuba establecidas en 1962 por la
Organización de Estados Americanos, en la República de Honduras, donde apenas un mes después
derrocaron, por un golpe de Estado, al presidente de dicho país, el compañero Zelaya.
Compañeras y compañeros:
Dentro de pocas jornadas estaremos celebrando el nuevo año y el aniversario 56 del Triunfo de la
Revolución, y hace solo dos días, el 18 de diciembre, se cumplieron 58 años del reencuentro con
Fidel en Cinco Palmas de Vicana en la Sierra Maestra (Aplausos), en el corazón de la Sierra
Maestra, y de su histórica exclamación al conocer que en total contábamos con siete fusiles para
reiniciar la lucha ÂíAhora sí ganamos la guerra!.
La inquebrantable fe en la victoria que nos inculcó Fidel continuará conduciendo a todo nuestro
pueblo en la defensa y perfeccionamiento de la obra de su Revolución.
íFelicidades en el nuevo año!
íSaludamos el nuevo Año 57 de la Revolución Cubana!
Muchas gracias."
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La epopeya cubana
Claudio Katz (especial para ARGENPRESS.info)
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Cuba aportó un ideario de transformación social y un ejemplo de resistencia que contribuyeron a
cambiar el escenario latinoamericano. Su esquema igualitario le permite mantener indicadores
sociales muy superiores a cualquier país equivalente. Pero afronta adversidades geopolíticas que
la obligan a introducir un cambio significativo.
Una economía moldeada para apuntalar la extensión del socialismo debió adaptarse al escenario
opuesto, modificando su estructura de elevada estatización. Las reformas en curso están
concebidas para ampliar la gravitación del mercado, sin permitir el retorno al capitalismo.
Mientras que la extensión del cooperativismo contrapesa el riesgo de enriquecimiento privado, las
propuestas de mayor estatismo agravarían el estancamiento. Muchas denuncias de restauración
capitalista se formulan sin caracterizaciones ni alternativas viables. Mayores grados de
democracia son necesarios, pero no generan milagros. Hay que valorar la revolución y postular
caminos para renovarla.
Cuba aportó el mayor ideario de transformación social a varias generaciones de latinoamericanos.
Su revolución conmovió a la juventud, convulsionó a las organizaciones políticas y sacudió a la
izquierda.
En los años 60 el castrismo rompió todos los dogmas al demostrar que un proceso socialista era
posible en el continente. A 90 millas de Miami introdujo generalizadas nacionalizaciones para
responder a las conspiraciones del imperialismo. Posteriormente intentó una heroica extensión
regional de la revolución.
La decisión cubana de resistir la restauración capitalista luego del colapso de la URSS generó un
nuevo asombro. La población de una pequeña isla lindante con el centro imperial afrontó un
sofocante aislamiento internacional y realizó inconmensurables esfuerzos para mantener su
independencia.
La perdurabilidad de ese proceso fue determinante del cambio que ha registrado el escenario
sudamericano. La reinstalación de una colonia estadounidense en Cuba habría obstruido la
resurrección de los procesos radicales y limitado las victorias logradas contra el neoliberalismo.
Resulta muy difícil imaginar los avances de Venezuela o Bolivia sin el ejemplo de un país que supo
confrontar con el poderío estadounidense. La repetición en la isla de la trayectoria seguida por
Rusia o Europa del Este habría sepultado, por un largo período, todas las tradiciones revolucionarias
transmitidas al continente.
Pero transcurridas más de dos décadas del desplome del desplome de la URSS y su bloque
económico internacional (COMECOM) se han registrado importantes transformaciones en Cuba.
Estos cambios contienen enormes posibilidades e incuestionables peligros.
Logros y desafíos
8
La principal enseñanza reciente de lo ocurrido en Cuba es la enorme capacidad de mejora popular
que ofrece un esquema económico-social no capitalista. En medio de la penuria económica, el
aislamiento diplomático, las provocaciones militares, las presiones financieras y la agresión
mediática se lograron preservar parámetros de esperanza de vida, escolaridad o mortalidad infantil
muy superiores al resto de la región.
Esta extraordinaria realización resulta incomprensible para los apologistas del capitalismo. Como
no pueden presentar ejemplos equiparables, eluden cualquier mención de esos logros. Cuba
demostró de qué forma se puede evitar el hambre, la delincuencia generalizada y la deserción
escolar con escasos recursos.
El país afronta actualmente graves dificultades para mantener la gratuidad de los principales
servicios, pero esas limitaciones son muy diferentes a las adversidades que predominan en los
países semejantes.
Cuba no es Argentina, Brasil o México. Hay que comparar su situación con las economías
latinoamericanas situados por debajo de ese escalón de desarrollo económico. Ninguno de esos
casos puede exhibir el perfil de una isla sin desempleo, indigencia o pobreza masiva.
En la isla están cubiertas las necesidades básicas de la población. Todas las familias tienen acceso a
la alimentación, la educación y la salud. La escasez de abastecimientos o la falta de variedad de los
consumos, no incluyen a los bienes indispensables para garantizar esa cobertura.
Cuba cuenta con un excelente nivel de escolaridad. Un reciente estudio del Banco Mundial estima
que su sistema educativo mantiene parámetros de formación profesional, en muchos planos
semejantes al nivel de Finlandia, Singapur o Canadá (Lamrani, 2014).
También ha logrado un índice de esperanza de vida que supera en cinco años al resto del continente
y cuenta con tasas de mortalidad reducidas en todos los grupos etarios. Consiguió el promedio más
bajo de malnutrición de América Latina y uno de los porcentajes más elevados de conexión de
viviendas a las redes de agua potable (Navarro, 2014).
El país preserva, además, el índice de seguridad alimenticia más elevado de la región y un bajísimo
nivel pobreza (4%), en comparación a la media de Latinoamérica (35%) (Vandepitte, 2011). De
acuerdo a las estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Cuba
es uno de los tres países latinoamericanos que ha logrado ubicarse en el casillero de alto nivel de
desarrollo (PNUD, 2014).
Pero la isla afronta un serio problema para sostener esos avances. El estancamiento y las
privaciones que siguieron al derrumbe de la URSS se atenuaron, pero obligan a implementar un giro
económico. Toda la sociedad reconoce esa impostergable necesidad, puesto que nadie ha podido
recuperar el patrón de ingresos vigente en los años 70-80.
El desplome del sostén soviético fue seguido por un agravamiento del bloqueo estadounidense (ley
Torricelli en 1992 y acta Helms Burton en 1996). Ese cerco obstruye el comercio y genera costos
9
monumentales. Un barco que toca puerto cubano no puede amarrar en Estados Unidos y al principal
mercado del mundo no puede ingresar un producto con componentes cubanos.
La isla ha sufrido periódicas provocaciones que obligan al estado a solventar un gravoso aparato
militar defensivo. El gobierno cubano necesita mantener 600.000 hombres en condiciones de acción
bélica inmediata y debe financiar una estructura armada totalmente desproporcionada para las
dimensiones del país (Isa Conde, 2011).
Además, en los últimos años el país padeció fuertes adversidades comerciales y climáticas. Cayó el
precio de las exportaciones (níquel) y subió el costo de las importaciones (alimentos). Hubo
huracanes, sequías e inundaciones de gran intensidad, especialmente entre 1998 y 2008. Estos
trastornos no provocaron tragedias humanas como habitualmente ocurre en el resto del continente,
pero que implicaron costos millonarios. La crisis internacional generó también una reducción de los
ingresos del turismo, a pesar del moderado aumento de los visitantes.
La economía es gestionada desde hace varios años con cierto déficit presupuestario y el nivel de
actividad es sostenido al filo de la navaja. El equilibrio comercial es tan ajustado como la
financiación externa.
Cuba resistió la restauración del capitalismo con el gran sacrificio que implicó el “período especial”
de los años 90. El impacto económico del desplome de la URSS fue demoledor. Todo el comercio
de la isla estaba asociado con los países del COMECON y las ventas de azúcar a ese bloque
solventaban el conjunto de los gastos externos.
El país se quedó sin nada y tuvo que asegurar su defensa y abastecimiento de bienes básicos, en
condiciones de encierro y colapso del transporte, la electricidad y el combustible. Muy pocos
regímenes políticos han logrado sortear adversidades de esa envergadura.
Un reciente estudio explica la fuerza de esa resistencia por la memoria de las transformaciones
sociales logradas en los años 60-70. También resalta el rechazo a convertir nuevamente a la isla en
un burdel estadounidense. El trabajo traza una aleccionadora comparación con la devastación de
derechos populares padecida por los países del COMECON, que reingresaron al capitalismo
durante el mismo período (Morris, 2014).
Pero al cabo de esa experiencia, Cuba no está en condiciones de continuar el camino precedente al
socialismo. Salta a la vista la imposibilidad de erigir en forma solitaria una sociedad de abundancia
e igualdad, en una pequeña localidad del Caribe. La continuidad de la revolución permitió defender
lo conquistado, pero no asegura el desarrollo productivo y el bienestar material que supondría la
consolidación del socialismo. Si en la URSS se verificaron dificultades para forjar esa sociedad
cortando lazos con el mercado mundial, es obvio que Cuba ni siquiera puede concebir esa
posibilidad.
El importante cambio de contexto latinoamericano ha contribuido a revertir el aislamiento del país.
Se aligeraron las privaciones y se normalizó el funcionamiento de la economía, especialmente a
través de la cooperación con Venezuela. Pero este desahogo sólo ayuda a sostener lo conquistado.
Tres problemas
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Las mutaciones que debe encarar Cuba obedecen a tres cambios de largo plazo. En primer lugar, la
nueva realidad geopolítica que introdujo el colapso de la URSS desajustó toda la estructura
productiva. El país había amoldado su economía a una expectativa de grandes avances poscapitalistas en el mundo o por lo menos en la región.
Siempre se supo que un alcance efectivo del socialismo era imposible en una sola isla y por esta
razón se intentaron altos de niveles de complementación con los socios del Este. Esa conexión fue
combinada con la apuesta a una sucesión de victorias revolucionarias en América Latina.
Esa estrategia política explica la elevada especialización que desarrolló la isla en médicos,
ingenieros, educadores y militares. En torno a esas actividades se construyeron los valores de una
sociedad que ponderaba a los héroes en combate, a los brigadistas y a las misiones
internacionalistas.
El legado de ese período se verifica en muchos planos. Cuba aportó sus métodos de alfabetización,
medicina preventiva y preparación militar a numerosos países de Latinoamérica y África. Este
acervo fue particularmente compartido con Angola y Nicaragua en los años 70-80, con Haití
(durante el terremoto) y actualmente con Venezuela (intercambio de educadores por petrolero) o
con Bolivia (médicos y cirugías de alta complejidad).
Otra prueba reciente de esta especialización cubana en acciones de socorro y solidaridad es el
cuerpo de médicos enviados al África para lidiar con la epidemia de ébola. Nada menos que el New
York Times dedicó un elogioso editorial a esta acción, contrastando los riesgos que asumen esos
profesionales con la reticencia estadounidense a enviar misiones al lugar. Más chocante es la
negativa de las compañías de seguros a cubrir el financiamiento de esas operaciones (New York
Times, 2014).
Los ponderados médicos cubanos son un producto de la educación militante que la revolución
introdujo para apuntalar la expansión internacional del socialismo. Cuando esa meta se frustró, el
país debió afrontar la paradoja de contar con una población educada y con ambiciones del Primer
Mundo, en una frágil economía del Tercer Mundo.
Una masa de trabajadores y profesionales con altos niveles calificación y conciencia laboral se
desempeña en una isla con industrias y sectores agrícolas de baja productividad. Este divorcio entre
el alto desarrollo cultural e intelectual de la sociedad y el estrechísimo basamento económico tiene
incontables manifestaciones. Los receptores del turismo, por ejemplo, cuentan con mayor
preparación profesional que el promedio de los visitantes.
Esta desconexión genera difíciles problemas para quienes no encuentran trabajo con
remuneraciones acordes a su especialidad. Que un taxista o un camarero multipliquen con toda
facilidad el ingreso de un ingeniero o un médico es la mayor evidencia de esa extraña situación
(Padura, 2010, 2012).
En los últimos 20 años Cuba registró cambios radicales en su economía, que generaron un segundo
tipo de problemas estructurales. El país sobrevivió aceptando el turismo, los convenios con
11
empresas extranjeras y un doble mercado de divisas, que segmenta a la población entre receptores y
huérfanos de las remesas.
La aparición de este importante flujo de divisas determinó una transformación económico-social
muy significativa. El grueso de los dólares ingresados no es invertido. Se transfiere al consumo,
produciendo una fractura en el poder de compra entre los sectores favorecidos o privados de esa
moneda.
Algunos analistas describen cómo este doble mercado creó una importante estratificación social.
Los marginados de ese circuito viven con presupuestos ajustados y se alimentan con comidas
austeras. Los que tienen divisas pueden disponer de mejores vestimentas, computadoras o teléfonos
celulares (Vandepitte, 2011).
Esta brecha surgió en 1993 con la implantación de un doble mercado que buscó paliar la falta de
divisas. Ese impacto inequitativo fue atenuado con políticas impositivas. Para adaptar el ideal
igualitario a la adversidad externa, el estado acotó con gravámenes la nueva desigualdad.
Un tercer problema de la economía cubana deriva de la errónea imitación del modelo ruso de
estatización completa. La fascinación acrítica con la URSS condujo en los años 70 a una inoperante
extensión del sector estatal, que impactó en forma muy negativa sobre la productividad agroindustrial. Esa oleada de estatizaciones anuló todos los pequeños comercios y fabricantes privados.
En 1977 se eliminaron los últimos vestigios de las actividades por cuenta propia.
Esas medidas desconocieron que la transición al socialismo sólo es factible mediante un paulatino
avance del plan sobre el mercado, en función de la eficiencia lograda por el sector estatal en
comparación al privado. Cuba repitió la modalidad rusa de estatización integral, sin considerar la
aplicación de las estrategias más moderadas que adoptaron Yugoslavia o Hungría.
Todos los intentos para subsanar los inconvenientes creados por la estatización completa fueron
infructuosos. El trabajo voluntario, la zafra de 10 millones o la rectificación de fines de 80 sólo
aportaron paliativos. Tampoco fueron escuchados los cuestionamientos expuestos en algunos
organismos de la época como el CEA (Centro de Estudios sobre América). El principal efecto
negativo de esa estatización fue el declive de la productividad y la dependencia que mantiene Cuba
de la importación de alimentos.
Seguramente esta equivocación obedeció a problemas teóricos (incomprensión de la transición al
socialismo) y a manejos burocráticos. Pero también es cierto que no resultaba fácil compatibilizar la
prioridad asignada a la estrategia revolucionaria continental, con políticas contemplativas hacia el
mercado. El primer objetivo requiere un nivel de idealismo, heroísmo y equidad que choca con la
vida comercial. Para los revolucionarios nunca fue sencillo equilibrar el romanticismo con el
realismo. Lenin y Trotsky enfrentaron problemas muy semejantes a fines de los años 20. (1)
Las reformas en curso
Para lidiar con este complejo escenario, el gobierno ha decidido ampliar la gravitación económica
del mercado con el objetivo de favorecer la inversión. Después de muchas discusiones, y
12
vacilaciones han comenzado a aplicarse las resoluciones discutidas desde el 2008 y sintetizadas en
los lineamientos del 2011. Se relajan las restricciones vigentes para la pequeña actividad privada, se
autoriza la creación de negocios y la contratación de empleados. También se anulará la libreta,
habrá una paulatina liberalización de los precios y se buscará eliminar la existencia de dos monedas.
Las medidas incluyen una mayor autonomía en la gestión de las empresas estatales. Cada firma
podrá manejar en forma descentralizada su presupuesto, adquirir insumos y vender productos en
función de sus propios cálculos (PCC, 2011).
El objetivo inmediato es el ahorro de divisas. A diferencia de la ex URSS o China, Cuba no puede
sobrevivir en la autarquía. Necesita dólares para adquirir combustibles e importar alimentos. Por
esta razón se ha dispuesto reordenar las cuatro fuentes de ingreso de moneda dura: turismo, níquel,
servicios profesionales y remesas.
Para reanimar la agricultura se entregarán tierras ociosas a la pequeña producción privada y a las
cooperativas, buscando repetir la expansión que logró China en los años 80. Pero la isla no sólo
enfrenta una escasa disponibilidad de tierras fértiles. También carga con un altísimo nivel de
urbanización que dificulta los incentivos para trabajar en el sector rural.
El punto más conflictivo de las reformas es la introducción de un status de trabajadores
“disponibles”, para todos los afectados por la reorganización de las empresas públicas. La falta de
recursos obliga a transparentar la dura realidad de compañías deficitarias, que no pueden ser
solventadas por el estado. Por esta razón se elimina el principio de garantía oficial del empleo. Se
busca crear un nuevo segmento de ocupados en el sector privado y cooperativo, que absorba los
recortes del trabajo estatal (Maiki, 2011).
El gobierno ha pospuesto reiteradamente decisiones que chocan con las aspiraciones de la
revolución y con los valores pregonados durante décadas. Pero entiende que no le queda otro
remedio. Las reformas pro-mercantiles son vistas como el único camino para superar el crítico
estancamiento de la economía.
Estos cambios no implican por sí mismos un retorno al capitalismo. Este sistema presupone
propiedad privada de las grandes empresas y bancos, formación de una clase dominante y
generalización de la explotación. Las reformas no introducen ninguna de estas características.
Amplían la gravitación de la gestión mercantil en el marco precedente. Se otorgan concesiones a la
acumulación privada, con límites tendientes a evitar la restauración burguesa.
En los últimos años comenzaron a implementarse estos cambios. Se han dispuesto numerosas
autorizaciones para la compra-venta de viviendas o automotores y se han distribuido parcelas
cultivables. Aparecieron pequeños negocios (como los “paladares” de comidas) y numerosos
emprendimientos comerciales.
Ya existe un clima de mayor actividad privada y se avizoran inversiones en el mejoramiento de las
viviendas. La flexibilización introducida en este sector incluye restricciones a la propiedad de
extranjeros y a la herencia, para evitar una corriente de compras desde Miami. Los principales
convenios con empresas extranjeras están centrados en la renovación del Puerto de Mariel y en la
construcción de una zona industrial en esa región.
13
Un punto crítico es la emigración de trabajadores calificados. Desde la eliminación de las trabas
para viajar al exterior se ha registrado una fuerte corriente de salidas. Esta expatriación se verifica
especialmente entre los graduados universitarios. Mientras no se genere trabajo para la masa de
ingenieros, sociólogos o médicos será difícil frenar ese drenaje de materia gris.
La reorganización general del empleo ya comenzó con los 350.000 empleados que dieron el salto
hacia los pequeños negocios. Los trabajadores por cuenta propia conforman una porción mínima
(6%) de la fuerza laboral, pero podrían alcanzar un alto número en los próximos años.
El peligro de una gran oleada de corrupción junto a las reformas pro-mercado es una amenaza
conocida. Hay más de 300 funcionarios enjuiciados o encarcelados por este motivo. Todos saben
cómo esa enfermedad desangró a la ex URSS y afecta a China. Pero el principal desafío es acelerar
el ritmo de crecimiento de una economía que no ha logrado expandirse a más del 2 o 3 % anual. Las
inversiones son escasas y el financiamiento internacional no llega (Rodríguez, 2014).
Las reformas se desenvuelven hasta ahora en un marco semejante a la NEP ensayada en la URSS en
los años 20 y en China en la era pre-Deng. No traspasan los límites compatibles con la continuidad
de un proyecto socialista. La experiencia ha demostrado que el salto hacia el capitalismo no se
produce por simple extensión del radio mercantil. Aparece cuando predomina el sector de la
burocracia que favorece la reconversión de las elites en clases dominantes.
Lo ocurrido en la URSS demuestra que esa decisión política es el factor determinante del retorno al
capitalismo. Las divisas para repetir este proceso de restauración no se encuentran en Cuba en
manos de los funcionarios, sino entre los receptores de dólares. Pero los dirigentes definen cómo se
utilizan esos recursos.
Cooperativistas y estatistas
La reforma se debate intensamente en la isla, desmintiendo la imagen de unanimidad o silencio que
existe en el exterior. Todos los mitos sobre la ausencia de discusiones se basan en el
desconocimiento de esas polémicas. Tres corrientes diferentes han cobrado forma en estos debates.
Un planteo destaca la conveniencia de preservar la preeminencia del estado, otro promueve mayores
mecanismos mercantiles y un enfoque autogestionario postula expandir las cooperativas.
La propia marcha de las reformas suscita también duros cuestionamientos al alcance previsto para el
trabajo asalariado. Hay reclamos de establecer impuestos compensatorios y límites más precisos
para esa contratación (Piñeiro Harnecker, 2010).
Otros señalamientos polemizan con medidas que ampliarían la desigualdad social (creación de
campos de Golf, residencias exclusivas) y con iniciativas para permitir la adquisición de
propiedades por parte de extranjeros (Campos, 2011).
Muchos cuestionamientos son formulados por los partidarios de reforzar las cooperativas.
Promueven alentar las redes de almacenes en los barrios y reforzar las empresas de autogestión ya
existentes (UBPC). Estiman que reavivará la economía sin fomentar el individualismo (Isa Conde,
2011).
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Este modelo incentiva firmas auto-administradas que aprovechen el conocimiento de cada territorio
y sector. Propone formas de control social por parte de los ciudadanos y los gobiernos locales sobre
esos emprendimientos (Dacal Díaz, 2013).
Este enfoque se inspira en un balance crítico del ahogo burocrático sufrido por esas empresas.
Recuerda que las UBPC enfrentaron trabas y tuvieron poca capacidad de decisión en los esquemas
organizativos verticalistas del pasado (Miranda, 2011).
Con estos planteos se busca acotar el apetito por los beneficios que genera la reintroducción del
mercado. Se defienden los valores socialistas, limitando la apertura a la iniciativa privada (Alonso,
2013).
Pero las cooperativas no resuelven por sí solas los cuellos de botella que afronta la economía.
Aportan un complemento indispensable a las reformas introducidas para transformar las divisas
atesoradas (o consumidas) en inversión. En el escenario actual, la creación de este sector de
pequeña empresa privada es insoslayable. China puede aportar créditos y Venezuela petróleo, pero
Cuba debe reciclar sus propias fuentes de ahorro hacia la actividad productiva.
Algunos cuestionamientos frontales a las reformas desde ópticas puramente estatistas presentan otro
tono. Afirman que las transformaciones actuales abren el paso al capitalismo, repitiendo el giro que
inicio Gorbachov con la Perestroika. Denuncian las “propuestas burguesas” de los documentos
oficiales, atacan su contenido “anti-socialista” e impugnan su proximidad con el neoliberalismo
(Fernández Blanco, 2011; Cobas Avivar, 2010).
Esta mirada retoma los viejos argumentos de la ortodoxia, sin explicar por qué razón la estatización
completa afectó tan seriamente a la economía cubana. Supone que el colapso de la URSS obedeció
a simples conspiraciones reaccionarias, omitiendo el rol asfixiante la burocracia y los privilegios
que acumuló acallando el descontento popular. Con esa visión supone que Cuba puede congelar su
situación actual, reciclando el estancamiento.
Este enfoque alerta contra peligros reales de desempleo y polarización social. Pero no aclara cómo
se podría evitar la pauperización general reforzando un proceso de estatizaciones sin recursos. Es
cierto que existe una posibilidad de gestación de clases dominantes con la malversación de los
fondos estatales. Pero la única forma de contrarrestar ese escenario es ampliando el control popular.
La reintroducción del capitalismo no se consumará con el florecimiento de la pequeña propiedad.
Ese fantasma sirvió en el pasado para reforzar comportamientos burocráticos y sofocar la iniciativa
económica individual. No es cierto que la expansión del comercio derivará en la inmediata creación
de grandes riquezas privadas.
Esa secuencia constituye ciertamente un riesgo, frente a un peligro mayor de colapso por simple
languidecimiento. Cuba enfrenta alternativas de supervivencia que exigen optar por el mal menor.
Es puro fatalismo suponer que toda NEP desembocará en el capitalismo como ocurrió con la
Perestroika. En el periodo que sucedió a muerte de Lenin el resultado fue completamente diferente.
Se afianzó la colectivización forzosa y el estatismo coactivo. El desafío actual es evitar ambos
15
desenlaces.
Los críticos afirman que las reformas son implementadas por una casta burocrática para perpetuar
sus privilegios sacrificando la revolución. Pero no explican por qué razón no consumaron ese
tránsito luego del colapso de la URSS. En ese momento tenían más argumentos que en la actualidad
para abrazar la causa del capitalismo.
En los hechos este enfoque se limita a proponer alguna modalidad de planificación compulsiva, que
en el mejor de los casos conduciría a recrear una situación semejante a la vigente en Corea del
Norte. Cuba ha logrado evitar el encierro militar que padece ese país. El estatismo extremo aporta
más
problemas
que
soluciones
a
las
disyuntivas
que
enfrenta
el
país.
Cuestionamientos dogmáticos
Una visión convergente con las críticas del estatismo extremo postulan los enfoques dogmáticos,
que observan el curso actual de Cuba como una ratificación de la restauración capitalista (Petit,
2011).
Este diagnóstico no explicita los criterios que utiliza para caracterizar esa regresión y tampoco
expone datos sobre ese proceso. Simplemente constata la existencia de ese retorno como un hecho
que no exigiría mayores explicaciones. También sugiere que el imperialismo apuntala este proceso,
como si la isla no padeciera un duro acoso estadounidense.
Esa mirada establece además una analogía con China, suponiendo que el curso capitalista pos-Deng
se reproduce ahora en el Caribe. Con estas afirmaciones despacha el tema y sanciona el entierro de
la revolución.
Otra caracterización inspirada en fundamentos parecidos ensaya argumentos más consistentes,
polemizando con nuestra visión. Acepta distinguir períodos o modelos y evita enunciar la simple
vigencia de un proceso restaurador. Toma en cuenta nuestra comparación con la NEP soviética y
considera que presentamos un diagnóstico realista sobre los objetivos de las reformas pro-mercado.
Sin embargo estima que nuestra mirada es puramente economicista. Considera que introducimos
comparaciones indebidas por la pérdida de una brújula política. Afirma que la NEP de Lenin podría
coincidir con iniciativas semejantes en China o Cuba, pero estuvo inspirada en políticas
revolucionarias ausentes en ambos países (Yunes, 2011).
Este enfoque valida a Lenin y desecha a Castro, a pesar de reconocer la existencia de orientaciones
económicas parecidas. Justifica en el bolchevique lo que objeta en el guerrillero por un simple
presupuesto previo. Una figura es endiosada y la otra descalificada, a pesar del rol equivalente que
tuvieron en dos extraordinarias revoluciones socialistas del siglo XX. No se entiende por qué razón
esa diferenciación invalidaría las semejanzas de programas económicos en coyunturas comparables.
Si la NEP rusa fue sólo meritoria por su bautismo leninista carece de relevancia como modelo para
la transición socialista. Si por el contrario brinda pautas para combinar el plan con el mercado, es un
esquema que puede ser valorado en distintas situaciones. Este segundo criterio permite entender su
16
relativa aplicación en varios momentos de la URSS, China y Europa del Este. Evaluar esa
instrumentación no implica recurrir a ninguna simplificación economicista.
Nuestro objetor denuncia a la burocracia como el principal enemigo de la revolución dentro de
Cuba. Pero con esta genérica denominación no indica quiénes son exactamente esos conspiradores.
Sugiere que la dirección castrista cumple ese rol de manera análoga a Gorbachov, como si la
resistencia del “período especial” hubiera sido liderada por fantasmas.
El crítico denuncia a los funcionarios que acumulan el dinero que se utilizará en la reconversión
capitalista. Nadie niega ese peligro. Pero de esa advertencia no se deduce la existencia de una ley de
repetición histórica, que augura para Cuba el mismo destino seguido por la URSS.
Hay que presentar indicios del cuestionado enriquecimiento para evaluar el alcance de la involución
denunciada. De lo contrario es puro prejuicio. En los últimos veinte años la dirección cubana dio
muestras de ejemplaridad y austeridad y las principales manifestaciones de desigualdad
involucraron más a los receptores de divisas que a los funcionarios.
Pero si todo el problema se redujera a señalar quién se enriquece, los dilemas de la economía
cubana quedarían inmediatamente superados difundiendo ese listado. El mayor problema radica en
definir una agenda: ¿Habría que prohibir el ingreso de divisas desde el exterior? ¿Convendría anular
el turismo? ¿Se deberían cortar las inversiones extranjeras? ¿Habría que impedir el resurgimiento de
la pequeña propiedad?
Frente a estos escabrosos problemas nuestros críticos optan por el silencio. Consideran que
cualquier definición induce al “economicismo” y prefieren transitar por la nebulosa, olvidando que
Cuba enfrenta dramáticas disyuntivas de subsistencia. De sus críticas a las reformas sólo se deduce
la promoción de alguna modalidad de anulación total del mercado (como por ejemplo existió en
Albania).
La otra opción sugerida es la convocatoria a una revolución mundial inmediata, que permitiría
superar todos los dilemas del aislamiento construyendo el socialismo universal. Pero las propias
dificultades que han enfrentado en la última centuria las corrientes dogmáticas para concretar esas
victorias socialistas, ilustran la complejidad de ese camino.
Realismo y escepticismo
Los críticos depositan grandes expectativas en la democracia soviética para resolver las asfixias
económicas cubanas. Resaltan la centralidad que le asignó Trotsky a este mecanismo, para superar
los problemas de la economía rusa en los años 30.
Sin duda este aspecto es importante, pero al sobrevalorarlo se termina esperando resultados mágicos
de su aplicación. La isla afronta embargos comerciales, provocaciones militares, penuria de
aprovisionamientos, carencia de recursos y pérdidas de aliados estratégicos, que no desaparecen (ni
se atenúan automáticamente) con mayores cuotas de democracia interna.
Trotsky era un político realista y nunca apostó al milagro de la democracia. Enfatizaba sus críticas a
la contrarrevolución stalinista, pero enunció propuestas económicas muy precisas para Rusia. Se
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oponía a la estatización forzosa y proponía combinar el plan con el mercado en sintonía con la NEP.
Ese esquema puede servir de antecedente a las reformas en curso en la isla (Trotsky, 1973; 1991:
55-72).
En el tema de la democracia hay que ser muy cuidadoso con las comparaciones. Trotsky
confrontaba con Gulags y fusilamientos de bolcheviques que jamás existieron en Cuba. Al
contrario, ese país fue el epicentro del proceso revolucionario con mayor nivel de democratización
y participación popular del siglo XX. Logró consumar transformaciones sociales ciclópeas con un
número reducido de pérdidas humanas. Además, mantuvo regímenes de excepción muy acotados en
comparación a procesos semejantes, incluido el caso soviético de la era Lenin-Trotsky
Los dogmáticos ubican a las reformas cubanas pro-mercantiles dentro del paradigma ortodoxo
neoliberal. Estiman que introducen un plan de ajuste, contrapuesto a la resistencia desarrollada
durante el período especial (Yunes, 2010).
Lo más curioso de esta caracterización no es la ceguera frente al evidente abismo que separa a la
política económica cubana de Thatcher, Merkel o Cavallo. Se presenta un contrapunto con lo
realizado por el mismo gobierno en la década precedente. Los dirigentes que encabezaron una
proeza de lucha contra el imperialismo, ahora implementarían las recetas de Washington. ¿Cómo se
produjo semejante mutación?
La explicación dogmática habitual señala el “comportamiento bonapartista de Castro” frente a la
“presión de las masas”. Pero resulta muy difícil encontrar alguna evidencia de esa relación, puesto
que sobran los indicios opuestos de liderazgo oficial en la resistencia de los 90. Tampoco es fácil
demostrar la existencia de rechazo popular a la posterior introducción de las reformas.
Los críticos navegan en una maraña de contradicciones. Cuestionan la baja productividad de la
economía, pero sugieren encierros que acentuarían esa adversidad. Rechazan el aislamiento, pero
objetan la alianza de supervivencia que estableció Cuba en el pasado con la URSS. Pronostican el
fracaso de reformas económicas que recién comienzan, sin explicar por qué razón las previsiones de
colapso cubano fallaron en los últimas dos décadas. Con ese tipo de miradas no se puede calibrar la
excepcional epopeya cubana de los últimos 50 años.
En otros sectores del progresismo hay mayor cautela con los pronósticos, escasa preocupación por
la naturaleza social del régimen y gran escepticismo sobre el futuro. Suelen remarcar el peso de la
represión, el declive de la utopía libertaria y la consolidación de un sistema político autoritario
(Stefanoni, 2013).
Pero olvidan que en las terribles condiciones de hostigamiento que ha padecido la isla se pudo
concretar una revolución con inéditos grados de libertad. Este nivel de tolerancia no sólo superó los
precedentes de Rusia o China, sino también al grueso de las experiencias nacionalistas radicales. El
trasfondo del problema es la legitimidad de cualquier revolución y sus protecciones defensivas.
No es muy sensato suponer que los logros en la isla se habrían podido obtener sin sufrimientos,
sacrificios y errores. La valoración de la revolución es particularmente importante en un momento
de tantas presiones para convertir a Cuba en un “un país normal”. Con ese engañoso estandarte se
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puede enterrar todo lo construido en medio siglo y abrir las puertas para recrear la desigualdad y
criminalidad predominantes en América Latina .
Oportunidades y expectativas
Algunos analistas registraron en los últimos años la existencia de un clima de entusiasmo con los
cambios en curso. Destacan que Cuba vive una primavera que rompe con el inmovilismo (Burbach,
2013). Otros partícipes más directos de este proceso resaltan el impacto positivo del curso actual,
pero advierten la necesidad de adoptar iniciativas de mayor democratización, como la reforma del
sistema electoral y el acceso irrestricto a Internet (Campos, 2011).
En esta misma evaluación se inscriben las propuestas de nuevos esquemas de difusión de la
información y control popular sobre la estructura estatal. Se remarca la tardanza en implementar los
cambios y también la insensibilidad frente a las críticas (Dacal, 2013).
Esos desaciertos tuvieron negativas consecuencias en el pasado. El entusiasmo por un cambio no
dura eternamente. Conviene recordar todas las oportunidades de renovación del socialismo que se
perdieron en los países del Este. La frustración que siguió a la Primavera de Praga desmoralizó a
toda una generación y facilitó la posterior restauración del capitalismo.
La apatía es el principal peligro en una sociedad que pasó la prueba del período especial, pero debe
cicatrizar las heridas que dejó ese trauma. En la coyuntura actual hay que lidiar con la desesperanza
que genera la necesidad del cambio y la preocupación por sus consecuencias. El giro hacia el
mercado implica la adopción de medidas que muy pocos desean y todos comprenden (Guanche,
2011).
Involucrar a los ciudadanos en el manejo directo de su futuro es el principal antídoto contra los
peligros de las reformas. Este propósito puede lograrse apuntalando la democracia socialista. La
vitalidad de este sistema es un remedio efectivo contra la apatía. Lo ocurrido en la URSS debe
servir de contra-ejemplo. Como la población se consideraba ajena al régimen político se mantuvo al
margen de los cambios que restauraron el capitalismo.
Cuba cuenta con niveles de democracia real superiores a cualquier plutocracia capitalista. Sus
líderes no son elegidos por una elite de banqueros e industriales, ni surgen de la cosmética
publicitaria que construyen los medios de comunicación. Tampoco rige el terror contra la población
o la intimidación que impera en varios regímenes policíacos de Centroamérica. Pero existen
incontables manifestaciones de insuficiencia de la democracia en el sistema político y la prensa. Las
reformas son la oportunidad para corregir esas deficiencias.
Si los cambios económicos logran combinar acertadamente las cooperativas, la pequeña propiedad
y la primacía estatal, la recuperación de la economía renovará el optimismo. Las transformaciones
productivas y comerciales podrían generar mejoras visibles en el nivel de vida de la población. El
gran desafío es motorizar esos avances con el mercado, impidiendo al mismo tiempo la restauración
del capitalismo.
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La clave inmediata para sortear ese peligro es limitar la desigualdad social, mediante el
mantenimiento de sistemas educativos y sanitarios públicos y únicos. La ejemplaridad de los
dirigentes, junto a este soporte permitirá superar la nueva encrucijada que afronta el país.
El pueblo cubano ha demostrado una extraordinaria capacidad para sobreponerse a las dificultades
retomando la confianza en la revolución. Es el país que exige mayor cautela a la hora de formular
pronósticos. Muchas veces se dijo que no soportarían el bloqueo, las invasiones, las penurias o el
aislamiento y siempre salieron airosos. Seguramente volverán a ganar la partida.
Claudio Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro de
Economistas de Izquierda.
Nota:
1) Nuestra visión sobre este tema en: Katz, (2006: 113-157).
Referencias:
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Academia de Ciencias, La Habana, 13-7.
-Borón, Atilio, (2014), “Padura en Buenos Aires”, Rebelión, 6/05.
-Burbach, Roger, (2013), “Cuba: Una primavera cubana, Punto Final, n 775, enero.
-Campos, Pedro, (2011), “Una batalla estratégica en el seno de la Revolución, por el futuro del
socialismo”, enlacesocialista.org.mx, 06/03.
-Cobas Avivar, Roberto, (2010), “La patria es ara, no pedestal”, kaosenlared.net, 28/9.
-Dacal Díaz, Ariel, (2013), “Apuntes para preguntarle al contexto”, 1er Encuentro de Psicología
Social y Comunitaria, La Habana 4-6.
-Fernández Blanco, Roberto, (2011), “Consideraciones acerca del carácter burgués del Proyecto de
lineamientos”, www.penultimosdias.com, 10/2.
-Guanche, Julio Cesar, (2011), “Cuba: Los distintos grupos sociales se enfrentan a los cambios en
condiciones desiguales”, www.Kaosenlared, 14/6.
-Isa Conde, Narciso, “Transición del socialismo de estado al nuevo socialismo: el caso cubano”,
old.kaosenlared.net,
6-4.
-Katz, Claudio, (2006), El porvenir del socialismo, Edición venezolana: Monte Ávila, Caracas.
-Lamrani, Salim, (2014), “Banco Mundial diz que Cuba tem o melhor sistema educativo”,
www.brasildefato, 4/9.
-Maiki, Jorge, (2011), “Los retos de Cuba hoy”, postaportenia.blogspot.com /25/02.
-Miranda, Lorenzo Humberto, (2011), “Revolución, autogestión y cooperativas. Una visión desde la
presente perspectiva cubana”, www.rebelion.org, 30/07.
-Morris, Emily, (2014), “Unexpeted Cuba”, New Left Review, 88,
-Navarro, Vicenç, (2014), “¿Ha fracasado el socialismo?”, www.attac.es, 13/9.
July-
August.
20
-New York Times, (2014), “La impresionante contribución de Cuba en la lucha contra el Ebola”,
www.nytimes, 20-10.
-Padura Leonardo, (2012), “Eppur si mouve en Cuba”, Nueva Sociedad, 242, noviembre-diciembre.
-Padura,
Leonardo,
(2010),
“¿Año
nuevo,
vida
nueva”?,
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-Padura, Leonardo, (2014). “¿Crece o no crece Cuba?”, www.ipsnoticias, 26/3.
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www.cubadebate.cu, 9/5.
-Petit, Mercedes, (2011), “El VI Congreso del PC ratificó la restauración capitalista”,
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economía cubana y recomendaciones para evitarlos”, www.rebelion.org, 11/10.
-PNUD, (2014), Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, www.pagina12, 28/9.
-Rodríguez, José Luis, (2014), “Revisando estadísticas recientes de la economía cubana”,
www.cubacontemporanea.com, 6/10.
-Stefanoni, Pablo, (2013), “Cuba: 54 años”, Página 7, listas.chasque.net, 14/01.
-Trotsky, León, (1973), "The soviet economy in danger", Writings, Pathfinder Press, November,
New York
-Trotsky, León, (1991), La revolución traicionada, Fundación Federico Engels, Madrid.
-Vandepitte, Marc, (2011), “El socialismo, la pobreza y la repartición de la riqueza”, www.rebelion
03/03.
-Yunes, Marcelo, (2010), “El VI Congreso del PCCH y sus lineamientos. Socialismo de mercado
hacia la restauración capitalista”, Socialismo o Barbarie, 13/12.
-Yunes, Marcelo, (2011), “A propósito de observaciones de Claudio Katz sobre Cuba”, Socialismo
o Barbarie, 6/1.
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NOTAS A “LA EPOPEYA CUBANA”, DE CLAUDIO KATZ
Guillermo Almeyra
Claudio Katz es autor de numerosos y excelentes libros y artículos sobre la economía mundial
escritos con un sólido enfoque marxista. Por eso mismo me considero obligado a formular algunas
observaciones sobre su artículo “La epopeya cubana” que circuló por las redes sociales e incluso
fue elogiado por militantes revolucionarios, trabajo que, en cambio, considero un peligroso traspié
histórico, político y teórico - explicable pero no justificable- por el contagioso atilioboronismo que
padece una parte de la izquierda y de los sectores académicos en Argentina.
A mi juicio, Katz identifica revolución cubana y dirección castrista de la misma, revolución,
gobierno y Estado y, por último, Estado y partido. Además, al considerar a Cuba socialista y
considerar socialistas a la Unión Soviética stalinista y los países controlados por el stalinismo
21
confunde indirectamente el socialismo con la estatización de los medios de producción y con el
reforzamiento de un Estado centralizado burocráticamente, al estilo de la Unión Soviética, cuando
el socialismo como lo pensaba Marx sería una “federación de libres comunas asociadas” y la
autogestión social generalizada con plena democracia para los trabajadores libremente organizados.
En el socialismo los consejos de obreros y campesinos construyen desde abajo un Estado
democrático de transición que impida la creación de aparatos burocráticos y vaya debilitándose y
desapareciendo en un período prolongado cuya duración dependerá de la eliminación del poder
burgués en cada vez más regiones del mundo y también del aumento de la cultura y la capacidad de
autoadministración de los productores libres y de la superación gradual de las desigualdades entre el
trabajo manual y el intelectual, la creciente igualdad de género y la eliminación de los valores
burgueses (egoísmo, hedonismo, autoritarismo y un largo etcétera), sustituidos por la solidaridad y
el internacionalismo.
Pero, en mérito a la brevedad, vamos a los que considero principales errores.
En primer lugar, la revolución cubana no fue socialista sino una revolución democrática
antiimperialista con vasto apoyo popular dirigida por jóvenes revolucionarios antibatistianos.
Fidel Castro no era socialista ni marxista sino un dirigente radical del Partido Ortodoxo,
influenciado por el guiterismo y, como dirigente estudiantil, había combatido sin tregua contra el
PSP (el partido Comunista cubano de entonces). Sólo Raúl Castro se había formado en las filas del
PSP. El Che Guevara apenas iniciaba en México sus lecturas marxistas y creía aún que Stalin y la
URSS eran socialistas y un modelo a seguir. Camilo Cienfuegos era anarquista. Las
reivindicaciones de los revolucionarios eran democráticas avanzadas y los obreros y campesinos
que los siguieron lo hicieron exigiendo tierra, justicia, libertad y para poner fin al terror estatal y a la
corrupción. Estados Unidos, que quería desembarazarse del sargento Batista, creyó por eso que
podría utilizar a Fidel Castro (entrevista al NYT) y en la lucha antibatistiana estaban desde los
seguidores del ex presidente Prío Socarrás hasta sectores estudiantiles cristianos democráticos
pasando por diversos políticos liberales y jóvenes militares democráticos. La Unión Soviética y los
partidos comunistas de todo el mundo, supuestamente socialistas, consideraban que el ataque al
Moncada y después las guerrillas en Sierra Maestra eran simplemente acciones de “pequeños
burgueses aventureros” (PC argentino). Cuando en 1957 o sea dos años antes de la entrada en La
Habana creamos en Argentina un Comité de Apoyo a la Revolución cubana con la Juventud
Socialista y grupos estudiantiles (del cual yo era el Secretario General) el PC argentino no participó
en él y Palabra Obrera, órgano del morenismo, entonces integrado ideológicamente en el
peronismo, atacaba a Fidel Castro como “gorila” y defendía a Batista y a Trujillo, amigos de Perón,
frente a lo que creía una acción proimperialista mientras la IV Internacional trotskista, por su parte,
ignoraba el proceso revolucionario en Cuba que le aparecía como indefinido.
Fue la incorporación masiva al M 26 y a la lucha de obreros y campesinos lo que radicalizó y
comenzó a seleccionar los dirigentes, llevó a una ruptura del PSP cubano y a la incorporación a la
guerrilla de un sector comunista y, sobre todo, lo que estableció la relación de fuerzas entre las
clases que, después del triunfo en enero de 1959, respaldó a los revolucionarios antiimperialistas
radicales y mandó a Miami a los dirigentes burgueses de la revolución.
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Fue el ataque del imperialismo lo que llevó a Fidel Castro a responder estatizando las propiedades
estadounidenses y, pocos años después, obligó a la URSS a reconocer con retardo una revolución
que no había deseado ni ayudado a triunfar y que había combatido.
Fue el ataque imperialista pero sobre todo el salto de conciencia de los trabajadores cubanos lo que
profundizó la revolución democrática impulsándola hacia la construcción del socialismo, en Cuba y
en el mundo, y llevó a emigrar a los burgueses y sus seguidores. Después, los partidos
revolucionarios se unificaron y terminaron formando un nuevo Partido Comunista que en sus
comienzos debió depurarse de los stalinistas que querían controlarlo con la ayuda de las embajadas
de los países “socialistas” (proceso contra Escalante y su microfracción).
Este proceso antiimperialista democrático radical sentó las bases para la transformación de la
mayoría del pueblo cubano, que nunca había sido anteriormente socialista, en constructor de
algunas de las bases del socialismo. Las masas de América Latina se reconocieron entonces en esa
revolución y comenzaron también a reconocer la dirección de la misma, que durante un primer e
importante período no confiaba en la URSS ni dependía de ésta. Eso hizo en efecto que se produjera
una radicalización y crisis en los partidos socialistas y comunistas, los cuales se fragmentaron y
entraron en su declinación final así como también una fuerte radicalización socialista en partes
importantes de las juventudes, sobre todo urbanas que cambió toda la situación en nuestro
continente
Pero en Cuba, contrariamente a lo que cree Katz, no hubo ni hay un “proceso socialista” en el
sentido de un proyecto inicial que avanza con altibajos. Sí existe, en cambio, la lucha -aún en curso
y aún no resuelta- de una parte importante del gobierno revolucionario, del PC cubano y del pueblo
de Cuba por construir las bases del socialismo, tarea que todos saben hoy que no se podrá realizar
sin apoyarse en un proceso revolucionario anticapitalista mundial.
Ese sector dominante del gobierno no construyó tampoco desde el comienzo “un esquema
económico-social no capitalista” sino que hizo frente valientemente –y empíricamente- a las
medidas del imperialismo (que buscaban y buscan desarrollar en Cuba, para asfixiar la revolución,
la escasez, la burocracia, el verticalismo en el mando, la militarización de una parte muy grande de
la juventud). A pesar de la dependencia del mercado mundial capitalista, ese grupo trató de
encontrar resquicios, apoyándose en la URSS y en COMECON, para edificar un capitalismo de
Estado y para combatir la reconstrucción de una clase capitalista nacional ligada al imperialismo,
combatiendo burocráticamente a la burocracia y la corrupción que fomenta el bloqueo
estadounidense y el mercado mundial capitalista, en el cual está insertada Cuba.
Una vez derrumbado sin lucha el régimen burocrático del “socialismo real” que imperaba en la
URSS y en los países dirigidos por el stalinismo Cuba resistió, a diferencia de los países de Europa
oriental donde la burocracia “socialista” se hizo inmediatamente burguesa, no porque era
“socialista” sino porque el Estado- y el gobierno- contaban con el consenso que les daba sobre todo
el sentimiento democrático antimperialista, ese hilo rojo presente en toda la historia cubana.
Otra cosa: La URSS no tuvo, como dice Katz, “dificultades para cortar los lazos con el mercado
mundial” sino que estaba integrada en éste de un modo particular y las ideas del “mercado mundial”
23
formaban a la burocracia dirigente: por eso cayó sin resistencia alguna, ni siquiera la de un PC
burocratizado que tenía 18 millones de miembros.
Además ni las reformas de Liebermann en la URSS, ni la política de los dirigentes “comunistas” en
Hungría, ni el funcionamiento de la economía yugoslava, con su autogestión falsa sometida a la
dirección centralizada del Estado-Partido (en la que el Estado, de funcionamiento burgués, dirigía
un Partido burocrático que tenía valores burgueses pero no era burgués), pueden ser un modelo
para Cuba, como lo demuestra, entre otras cosas, el estrepitoso fracaso de todas esas políticas.
Porque el problema principal no son las imposiciones del atraso y lo reducido de la población
cubana ni el bloqueo de años: es la orientación política de la dirección política y económica central.
Ésta siempre identificó el Partido con el Estado y sometió a aquél a las necesidades de éste, que se
ve obligado a actuar en el mercado mundial capitalista y en las relaciones estatales intercapitalistas
y reproduce las relaciones y los valores capitalistas en un proceso revolucionario que evoluciona en
cambio según los vaivenes del enfrentamiento mundial entre los explotados y los explotadores y las
relaciones de fuerzas sociales cambiantes en escala mundial.
Además, el intento voluntarista de lograr una zafra azucarera de 10 millones de toneladas
desordenó toda la economía y, como el trabajo voluntario, de muy baja productividad aunque de
importancia político-moral, no fueron, como sostiene Katz, “paliativos” a una línea verticalmente
centralizada que sustituía con directivas del aparato estatal la libertad de organización y la
autoorganización de los trabajadores. Por el contrario, convertidos ya desde los primeros años de la
revolución los sindicatos en meras correas de transmisión del Partido único el cual estaba orientado
por las necesidades imperiosas de un Estado que sigue siendo burgués y combatida la
autoorganización y la autogestión obreras, impuesta la aberración del partido único de modelo
stalinista todo pasó a depender de la comprensión y hasta de los caprichos de una dirección que sin
duda era revolucionaria pero no era marxista y cuyo internacionalismo era un apoyo de Estado a
Estado, no a procesos revolucionarios salvo en caso excepcionales (el apoyo a Argelia en la guerra
con Marruecos, por ejemplo, o la acción de los médicos cubanos en Africa Occidental contra el
ébola).
Claudio Katz hace también una caricatura de las posiciones fundamentales que se enfrentan hoy en
Cuba. No son tres –la continuista, la de los que aspiran a aspiran a convertirse en capitalistas, como
sucedió con los burócratas stalinistas de los países de Europa oriental y con los chinos, la
dogmático-ortodoxa a la que critica largamente con toda razón, y la que pediría inmediatamente una
revolución socialista mundial que supuestamente resolvería todo pero que, evidentemente, es
imposible en las condiciones actuales.
Existe otra, minoritaria y difusa en la que desde hace decenios me inscribo y con la cual colabora,
que propone una política revolucionaria y autogestionaria que no ignora la realidad de los
problemas y de las imposiciones del mercado y hace críticas propositivas. La primera,
esquematizando, se apoya en el poder, en el aparato del ejército, en la mayoría del partido. La
segunda anida, como en Venezuela, en la burocracia, entre los cínicos y desmoralizados y los
tecnócratas. La tercera es deleznable como fuerza. Pero la última, autogestionaria, que Claudio
calla, no porque aunque pequeña y no muy homogénea, serpentea entre una parte importante de los
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intelectuales revolucionarios comunistas o anarquistas y está atenta a lo que se escribe sobre Cuba
en el exterior.
¿Quién puede negar la necesidad de apoyarse en la entonces Unión Soviética para reducir el costo
del bloqueo estadounidense? ¿Pero era necesario decir que Brezhnev era un gran marxista, apoyar
la invasión a Checoeslovaquia en 1968 o considerar que los consejos obreros húngaros o la
movilización de la clase obrera polaca en 1980 estaba instigada por la CIA? ¿Quién podría oponerse
a la intervención revolucionaria en Africa? ¿Pero era necesario apoyar al sangriento dictador
Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial, declarar gran marxista al somalí Siad Barre, agente de
Estados Unidos, sostener la dictadura etíope de Haile Mariam, que oprimía a los eritreos? ¿La
necesidad de romper el aislamiento en el campo diplomático latinoamericano imponía
necesariamente reconocer el fraude en México y reconocer antes que nadie a Salinas de Gortari en
medio de la movilización popular que lo resistía o apoyar como “antiimperialista “al dictador
argentino Videla? ¿La necesidad de recurrir al turismo debe por fuerza llevar a construir lujosos
campos de golf o marinas exclusivas? ¿No habría que preguntarse sobre los efectos políticos y
morales de esa línea en escala internacional y en la misma Cuba?
Es cierto que la democracia por sí misma no aporta soluciones (aunque facilita la toma de
decisiones justas) y que en Cuba no hubieron ni gulags, ni asesinatos, ni manicomios para los
opositores pero ¿fueron simples “errores” los campos de trabajo forzado para “curar” a los
homosexuales, la prisión sin juicio durante años a los trotskistas, militantes de la revolución en
Sierra Maestra por “estudiar El Capital sin el permiso previo del partido o la aplicación de la pena
de muerte a unos marginales que habían secuestrado un ferry? ¿Discutieron los trabajadores la
política económica, o los despidos de millones y las opciones posibles? ¿No es acaso absolutamente
necesario y conveniente discutir previamente con los interesados directos- los trabajadores- hasta
dónde hacer concesiones, puesto que recurrir al turismo, por ejemplo, aunque muy peligroso, es
inevitable, en el campo financiero, de la propiedad inmobiliaria, de las empresas mixtas, etc.?
Cuba vive una NEP, es decir, decir, la coexistencia entre las imposiciones del mercado mundial, del
cual depende, y del mercado controlado a escala nacional, por una parte, y los lineamientos (no
puede hablarse de plan) del gobierno. La relación de fuerzas es muy favorable a la burguesía
mundial y a sus influencia en la isla y, por consiguiente, el gobierno tiene que tomar medidas que
no querría y que le son impuestas (por ejemplo, ¿qué sucederá en esta situación económica mundial
con el precio del níquel o con el abastecimiento petrolero venezolano? ¿Cuál será el efecto del
levantamiento del bloqueo estadounidense y de la afluencia masiva de viajeros, dólares y
compradores que darán una sólida base a la neo burguesía?¿Qué sucederá ahora cuando se
multiplicarán por mil y potenciarán los blogs contrarrevolucionarios de miles de Yoannas?
Precisamente por eso la construcción de consenso mediante la democracia autogestionaria
estimularía la capacidad de resistencia contra el capitalismo, elevaría la productividad, sería un
arma fundamental para reorganizar la economía y crear una base política mayor al gobierno mismo,
combatiendo la apatía, la desmoralización, la resignación, sobre todo en los medios juveniles.
Las medidas burocráticas son insuficientes y muchas veces erróneas. Las cooperativas no son
anticapitalistas por sí, se basan en el mercado y en la propiedad privada. Pueden tener más personal
y menores costos si son administradas democráticamente por asambleas, pero no reemplazan la
autogestión obrera en las empresas del Estado sino que extienden y fragmentan en miles de
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pequeños dueños la propiedad capitalista y, aunque enseñan a trabajar por el bien colectivo, aíslan y
separan a los socios del resto de la población. Conceder mayor autonomía a las empresas y más
poderes a los administradores, enseña el caso yugoslavo, lleva al egoísmo de la empresa, a la
competencia entre las empresas, a las decisiones autoritarias de los jefes. Si las cooperativas y una
mayor eficiencia y productividad de las empresas resultan hoy inevitables e imprescindibles, más
imprescindible aún es el control obrero y la participación de la base en la adopción de todas las
decisiones.
Esperar el Mesías de la revolución mundial es esperar un milagro salvador sin hacer nada para
cambiar la terrible situación en que se encuentra Cuba, con un abastecimiento incierto en
combustibles en el caso de una crisis en Venezuela, con un aumento de la temperatura que
desertifica las tierras, con huracanes cada vez más fuertes por el cambio climático y en medio de las
dificultades graves de la economía rusa y china. Achatarse sobre el pragmatismo y el burocratismo
oficiales considerando que son realistas y no tienen alternativa, es esperar pasivamente una crisis
política y social profunda que amenazará las conquistas restantes de la revolución. El dogmatismo y
la ortodoxia en el fondo ayudan al mercado capitalista que dicen querer combatir. La autogestión
social generalizada, manteniendo la NEP, lejos de ser una utopía, es la única salida política-social y
económica que permitirá reducir los daños y crear las condiciones para salvar la revolución.
----------------------------------------------------------------------------------------El tren alemán y el Teorema de la Revolución
Atilio Borón
Rebelión
Leo en Rebelión del 19 de Diciembre de 2014, que un conocido “Inspector de Revoluciones”,
Guillermo Almeyra, acusa a Claudio Katz de haber incurrido en “un peligroso traspié histórico,
político y teórico - explicable pero no justificable- por el contagioso ‘atilioboronismo’ que padece
una parte de la izquierda y de los sectores académicos en Argentina.” [1] Ya Katz se encargará de
refutar con su habitual rigurosidad las falacias contenidas en la nota de Almeyra. Concentraré en
cambio mi atención en analizar el nuevo virus descubierto, seguramente que luego de sesudas
investigaciones, por mi crítico.
Lo primero que quiero decir es que me causa gracia la importancia que le atribuye a mi modesta
obra, capaz de “contagiar” a una parte de la izquierda y de la academia en la Argentina. Pese al
empeño puesto en acrecentar el impacto (negativo) de mis ideas su apreciación guarda poca relación
con la realidad. Me preocupa, eso sí, el uso de la palabra “contagio” para calificar la circulación de
ideas. Es un término que usaban los jerarcas, ideólogos y publicistas de la dictadura cívico-militar
argentina (y en general todos los regímenes fascistas de los años setentas) en su cruenta cruzada
anticomunista. Me sorprende y me decepciona que un hombre de su larga experiencia política apele
a esa palabreja para caracterizar la difusión que puedan alcanzar ciertas tesis y propuestas al interior
del campo revolucionario. No entiendo las razones que llevaron a Almeyra a pensar de esa manera,
pero no creo que valga la pena indagar sobre las raíces psicológicas de esta actitud.
26
Lo que sí quiero examinar, en cambio, es la concepción de la revolución que subyace en los
diferentes escritos de Almeyra a lo largo de muchos años y que se manifiesta, de modo hiperbólico,
en el texto objeto de este comentario. Pese a su adhesión al marxismo su teoría de la revolución
nada tiene que ver con él. Es tributaria, en cambio, de una perspectiva “vulgohegeliana” que la
concibe como una proyección de las ideas de algunos sujetos -a los cuales la verdad les ha sido
revelada- sobre el devenir de la historia.
Muy lejos se encuentra esta perspectiva de las tesis de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Mao, Fidel, el
Che y tantos otros, que invariablemente concibieron a la revolución como un proceso histórico y,
por eso mismo, surcado por contradicciones y conflictos que hoy aceleran su marcha, mañana lo
detienen y que jamás sigue un curso linealmente ascendente hacia el cielo prístino de la sociedad
comunista. Bajo el influjo de los vapores embriagantes del “vulgohegelianismo” la teoría
presuntamente marxista de sus mentores se volatiliza hasta convertirse en un teorema, como los de
la geometría, indiferente ante los avatares de la lucha de clases, con sus avances y retrocesos y sus
siempre provisorios y cambiantes resultados; impasible también ante la asfixiante presencia del
imperialismo, elementos ambos que si bien brillan por su ausencia en esta corriente teórica
condicionan de modo decisivo el movimiento de la historia real.
De acuerdo con este teorema la revolución deja de ser el desenlace de un largo proceso histórico
para cristalizarse como una imperturbable esencia ontológica, a la que se arriba en virtud de la
potencia creadora del silogismo. Primera premisa: el capitalismo es explotador, injusto, inhumano y
predatorio; segunda premisa: los explotados y demás víctimas son conscientes de lo que se plantea
en la premisa anterior y arden en deseos de cambiar el sistema; y luego un feliz e inexorable
corolario: la epifanía de la revolución. La secuencia posee una coherencia lógica incuestionable, y si
la revolución no estalla es debido a la maligna intervención de villanos, líderes o partidos, que
sabotean -por cobardía o por mezquinos intereses subalternos- las infalibles leyes de movimiento
establecidas en el teorema y que garantizan el feliz final del proceso.
Es debido a esta concepción metafísica de la revolución como el despliegue de una idea, como un
vuelo libre de fricciones (o como un proceso mental, diría el joven Marx mirando de reojo a Hegel)
que la ardorosa y sangrienta fragua de las revoluciones “realmente existentes” desencanta sin
remedio a los cultores del teorema y los hace víctimas de una lamentable metamorfosis que
requeriría de un nuevo Kafka para describir sus grotescos matices. Producto de esta sorprendente
mutación los profetas de la “Revolución Teoremática” retroceden horrorizados sobre sus pasos ante
la visión de una revolución concreta, de carne y hueso, de sangre y barro, con sus certezas y
desaciertos, y rápidamente se convierten en inapelables censores y acérrimos enemigos de esos
procesos que se desenvuelven en el mundo real. Alguien que jamás pretendió ser un “Inspector de
la Revolución” sino un líder revolucionario dijo una vez que “una revolución verdadera, una
revolución profunda, ‘popular’, según la expresión de Marx, es un proceso increíblemente
complicado y doloroso de agonía de un régimen social caduco y de alumbramiento de un régimen
social nuevo, de un nuevo modo de vida de decena de millones de personas.
La revolución es la lucha de clases y la guerra civil más enconadas, más furiosas, más encarnizadas.
En la historia no ha habido ni una sola gran revolución sin guerra civil.” [2] En ese mismo texto,
escrito en vísperas de la revolución de Octubre, Lenin critica a quienes aceptarían “la revolución
social si la historia nos llevase a ella de una manera tan pacífica, tan serena, tan suave y cuidadosa
como un tren expreso alemán llega al andén de una estación. El mozo de tren, muy digno, va
abriendo las portezuelas del coche y exclama ‘Estación Revolución Social. Todo el mundo debe
apearse’.” [3] Pero las revoluciones reales no son así, no son un tren alemán. Las clases sociales
existen, la lucha de clases es una realidad, tanto como el imperialismo y sus infinitos tentáculos. Es
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en este ambiente “increíblemente complicado” en que las revoluciones se desenvuelven, desafiando
y desmintiendo la pulcritud de los teoremas políticos pergeñados desde la apacible soledad del
pensamiento.
Tal como lo analizáramos en detalle en un trabajo de más largo aliento, existe en el imaginario de
una cierta izquierda la idea de que la revolución es un “acto”, emblematizado en la conquista
violenta del poder político y perdiendo de vista el proceso -prolongado, complejo, lleno de marchas
y contramarchas- que conduce a la victoria. [4] En el célebre discurso pronunciado por Fidel en la
Universidad de Concepción, durante su visita a Chile a fines de 1971, decía que “la revolución tiene
distintas fases. Nuestro programa de lucha contra Batista no era un programa socialista ni podía ser
un programa socialista, realmente, porque los objetivos inmediatos de nuestra lucha no eran todavía,
ni podían ser, objetivos socialistas. Estos habrían rebasado el nivel de conciencia política de la
sociedad cubana en aquella fase; habrían rebasado el nivel de las posibilidades de nuestro pueblo en
aquella fase. Nuestro programa, cuando el Moncada, no era un programa socialista. Pero era el
máximo de programa social y revolucionario que en aquel momento nuestro pueblo podía
plantearse.” [5]
De lo anterior quisiéramos llamar la atención sobre dos cuestiones: primero, que la revolución no es
un acto súbito y único que desciende desde los cielos para incendiar la pradera popular, para usar
una metáfora cara al joven Marx. Se trata de un proceso, que, recordaba Fidel, “tiene fases”
signadas por avances y retrocesos, lo que hace saltar por los aires los teoremas que la conciben
como un acontecimiento sencillo, “químicamente puro”, incontaminado por las circunstancias
históricas concretas que la tornan posible. [6]
Por eso Lenin siempre aconsejaba a los revolucionarios que estuvieran muy atentos para descifrar
los signos premonitorios de un posible comienzo de una revolución, que casi invariablemente se
pone en marcha a partir de circunstancias a primera vista carentes de significación “históricouniversal”, para aludir al Hegel verdadero. Un tumulto por el aumento del precio del pan en un
barrio parisino desencadena una serie de procesos que culmina en la gran Revolución Francesa; la
represión de una pacífica marcha obrera organizada por el cura Gapón en Enero del 1905 en San
Petersburgo termina en el llamado “Domingo Sangriento” y el comienzo de una serie de reformas
políticas que madurarían doce años después con el derrocamiento del zarismo; un desembarco –un
naufragio, diría con sorna el Che- en las costas de Cuba de un grupo de guerrilleros a bordo del
Granma da comienzo a la guerrilla de Sierra Maestra y años más tarde a la instauración del
socialismo en Cuba.
Estos ejemplos bastan para persuadirnos de que la marcha de la revolución es más trabada e incierta
de lo que ansían los “vulgohegelianos”, lo que provoca su impaciencia primero, su ira después y
finalmente su irreconciliable oposición, para beneplácito de la derecha y el imperialismo. Segundo,
que el nivel de conciencia política de las masas y sus posibilidades reales de lucha no son atributos
fijos, deducibles lógicamente de las contradicciones del modo de producción capitalista, sino
resultados contingentes que reflejan el grado de organización del campo popular, el desarrollo de la
conciencia revolucionaria y la eficacia de la estrategia y tácticas empleadas por los partidos y las
organizaciones populares de izquierda para acumular fuerza política y capacidad de movilización.
Ergo, son productos históricos y no abstracciones silogísticas que pueden asumirse como existentes
a partir de supuestos apriorísticos.
Para resumir: los cultores del Teorema de la Revolución padecen de una pertinaz miopía para tomar
nota de la lucha de clases en su convulsionada concreción y de una incurable ceguera para percibir ¡ni digamos explicar!- el fenómeno del imperialismo y su profunda, insoslayable, inserción en la
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dinámica económica, social y política de los países de Nuestra América. Esto hace que estos
modernos Torquemadas descarguen toda su furia contra las revoluciones, pasadas y presentes, que
en sus recorridos y en sus desempeños no guardan relación alguna con lo que ellos imaginaran.
Eso termina convirtiéndolos en implacables enemigos de la revoluciones en Rusia, China, Vietnam,
Cuba, Nicaragua y, más tarde, de los procesos revolucionarios en curso en Bolivia, Ecuador y
Venezuela, llevando agua al molino de la reacción y el imperialismo que por supuesto aprovechan
de sus servicios para escarnecer y atacar, desde posturas supuestamente de izquierda, a quienes
tratan de crear un mundo mejor.
Mientras tanto, a los Inspectores se les escapa la vida en interminables elucubraciones sobre la
coherencia lógica de sus silogismos políticos, lo que origina toda suerte de reyertas doctrinarias y
polémicas interpretativas que precipitan un torrente interminable de cismas y fraccionamientos en
partidos, sindicatos y todo tipo organizaciones, todos causadas, en última instancia, por la rebeldía
de la historia que no se ajusta a sus especulaciones pseudorevolucionarias. Su absoluta esterilidad
en la producción de acontecimientos históricos y su espectacular inasistencia en todos los procesos
revolucionarios desde 1917 hasta la fecha no es óbice -a causa de la soberbia intelectual que suele
acompañar quienes cultivan esta clase de pensamientos- para sentirse con autoridad moral y política
para “enseñarles” a hacer la revolución a quienes la están haciendo, la hicieron o intentaron hacerla.
Pero las revoluciones reales, no las imaginadas, nada tienen que ver con aquel tren expreso alemán
que marcha sobre rieles, no encuentra obstáculos en su trayectoria y la llegada a destino se cumple
tal cual estaba cronometrado. No hay rieles, los obstáculos son interminables y la llegada a destino
está signada por la incertidumbre y la indeterminación.
Es en las revoluciones donde se corrobora la verdad de aquella afirmación de Marx que decía que la
violencia era la partera de la historia. Violencia, porque tanto las clases dominantes como el
imperialismo jamás van a aceptar de brazos cruzados que los “condenados de la tierra” pretendan
cambiar el orden social y como lo prueba hasta la saciedad el registro histórico –especialmente en
América Latina- apelarán a todos los métodos posibles, por más crueles y criminales que sean, para
asegurar la defensa de sus intereses y la preservación de sus privilegios.
Pero quienes viven apresados en las brumas del “vulgohegelianismo” creen que sí, que la
revolución es como ese viaje en un tren alemán y que si ellas no son como fueron imaginadas es por
la traición del maquinista. Por su “doctrinarismo pedante”, como lo llamaba Antonio Gramsci,
creen que desde el Olimpo en el que habitan pueden darles lecciones de revolución a Fidel y a Raúl;
al Che y a Chávez; a Lenin y a Ho Chi Minh; a Mao y a Lumumba; a Evo y a Correa; a los
sandinistas y a Allende, y lo que los habilita también para erigirse en sus inapelables inquisidores.
En su tiempo tanto Marx como Engels tuvieron que vérselas con esta clase de revolucionarios. El
segundo les ofreció varios consejos, entre ellos uno muy importante: “no conviertan su impaciencia
en un argumento teórico.” Nunca lo escucharon. Almeyra tampoco.
Notas
[1] Ver sus “Notas a la¨"Epopeya Cubana" de Claudio Katz” en Rebelión, 19 Diciembre
2014,http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193372
[2] V. I. Lenin, “Se sostendrán los bolcheviques en el poder”, en Obras Escogidas en Doce
Tomos(Moscú: Editorial Progreso, 1973), Tomo VII, pg. 128-129. La referencia a Marx se
encuentra en su Carta a Ludwig Kugelman, del 2 de Abril de 1871.
29
[3] Ibid . Pg. 130.
[4] Ver nuestro largo ensayo introductorio titulado “Rosa Luxemburgo y la crítica al reformismo
socialdemócrata” en la nueva edición de Rosa Luxemburgo, ¿Reforma Social o
Revolución?(Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2010), pp. 9-90.
[5] Cf. Fidel en Chile (Santiago: Editorial Quimantú, 1972), pg. 89.
[6] Una incisiva reflexión actual sobre la dinámica de las revoluciones la ofrece la obra de Álvaro
García Linera en Las tensiones creativas de la revolución. La quinta fase del proceso de cambio
en Bolivia (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012)
---------------------------------------------------------------------------------Sobre Atilio Boron. Breve respuesta a una respuesta desaforada
Guillermo Almeyra |
Una larga y desaforada respuesta de Atilio Boron a mi artículo “Cuba: el cambio que ve Atilio
Boron” me obliga a aclarar algunas cosas. Que el lector no se preocupe: con esta nota, para mí, la
discusión con Boron queda cerrada porque, en realidad, yo no escribí sobre un hombre –con el cual
he tenido siempre un trato cordial- sino sobre una especie particularmente peligrosa en los
momentos en que hay que tener decisiones acertadas que padece lo que llamo “el síndrome del
ómnibus” y acatan el cartelito “No molestar al que conduce” porque son “hombres de orden”.
Es el tipo de gente que no criticaba a los dirigentes soviéticos “para no hacerle el juego al
imperialismo” (el cual, por supuesto, se mantenía y reforzaba gracias a esos líderes) y que no critica
a ningún dirigente revolucionario que se equivoque. Y no porque no vea los errores sino porque ese
tipo de personas no se siente parte consciente de una lucha contra el capitalismo sino que delega el
pensar y el resolver en manos de esos líderes, a los que ve como Jefes y a los que sirve
incondicionalmente, descubriendo eventuales errores sólo cuando el Líder ya los ha denunciando.
Antes de pasar a los insultos y “argumentos” de Boron (en su documento Lo que Almeyra no ve, en
kaosenlared.net del 6 de este mes), quiero recordar dos cosas: 1) fui secretario del Comité
Argentino de Solidaridad con Cuba en 1957, dos años antes del ingreso victorioso de los
revolucionarios en La Habana y desde entonces defiendo permanentemente la Revolución Cubana
(que no identifico sin embargo con cada acto de su gobierno ni con cada gobernante) y el derecho
de autodeterminación de los pueblos, como el cubano, en su lucha contra el criminal estado de
guerra permanente que le impone el imperialismo; 2) fui miembro, enMéxico, del Tribunal
Internacional Benito Juárez que cuantificó los daños directos e indirectos causados a la economía
cubana por el bloqueo y las agresiones imperialistas con la participación decisiva de conocidos
juristas y economistas cubanos, de modo que no ignoro que, cuando hablamos de la economía de la
isla, no nos estamos refiriendo a la de Luxemburgo como boronea Boron.
Pasemos ahora a resumir la respuesta de éste: dice que lo ataco sin razones previaspor mi “visceral
stalinismo” y que lo hago “con tono y estilo stalinista”. Para un militante que desde 1948 combatió
siempre el stalinismo y su violencia eso, independientemente de lo absurdo e infantil que parezca,
30
es un insulto. Sostiene que él siempre criticó al stalinismo en sus cursos, cosa que no dudo. Pero yo
hablé de otra cosa, de la inexistencia de un balance teórico y de una condena escrita al stalinismo
tanto del gobierno cubano como suya, que jamás leí ya que la “explicación” de Fidel Castro sobre el
derrumbe de la URSS y de su Partido Comunista (de 18 millones de miembros) según la cual la
URSS fue “apuñalada por la espalda” y traicionada por pocos dirigentes no explicani condena nada
ni puede ser tomada en serio.
Con chicanas boronea pretendiendo hacerme decir nada menos que Cuba habría dejado de combatir
al imperialismo cuando el principal aporte de Cuba a la lucha de liberación colonial reside
precisamente en su heroica lucha antiimperialista por la independencia nacional y cuando la base
principal del consenso político de la mayoría de los cubanos es sobre todo la decisión
inquebrantable de no dejar que Cuba sea una nueva Puerto Rico. Por supuesto yo había escrito que
además de la lucha contra Estados Unidos, en determinado momento Cuba debió pelear también
contra las presiones de la Unión Soviética y de China, y lo había señalado para resaltar las terribles
dificultades que había debido enfrentar y la valentía con que había mantenido un rumbo sin
claudicaciones, cualesquiera hayan sido los errores. Por consiguiente, al boronear de este modo ¿a
quién quiere convencer Boron? .
Boron sostiene que mis críticas sirven al imperialismo, son iguales a las de Vargas Llosa y sus
compinches y son propias de las cuevas de Miami y que lanzo una “catarata de agravios e infundios
sobre la Revolución cubana” a la cual, por supuesto, identifica con el proyecto que critico y, de
modo más general, con cada posición del para él infalible gobierno cubano. Despuésle enmienda la
plana a Fidel Castro, que en su momento se autocriticó no por haber intentado lograr una zafra
récord sino por haber desorganizado la economía para conseguirla y sostiene que no entiendo la
valentía de la lucha de los cubanos por su independencia y por la construcción del socialismo,
aunque precisamente, por entender y sostener esa valentía y esa revoluciónestuve preso en una
cárcel de alta seguridad del “democrático” gobierno de Frondizi .
Sigue diciendo que califico lo que hay en Cuba como seudosocialismo cuando niego que sea
socialismo porque éste no se puede construir en un solo país. Sostiene también que el Proyecto
presentado al VI Congreso del PC cubano es sólo eso. Pero, en realidad, ya fue oficializado en la
Gaceta Oficial en octubre y las discusiones amplias que se realizan actualmente buscan enmendar
detalles y medir el ambiente político, aunque las medidas ya se están aplicando y no fueron
elaboradas con la participación previa de los trabajadores (cosa que Boron olvida). Este se horroriza
igualmente ante mi propuesta de reducir también los privilegios de los altos sectores burocráticos,
incluidos los militares y finalmenteme aconseja imitar a Marx que apoyó a Lincoln y a Trotsky que
apoyó a Cárdenas. Pero Marx nunca dijo que Lincoln era comunista, ni Trotsky se hizo cardenista.
Lo malo al boronear es que al hacerlo se confunde el necesario apoyo a todo proceso progresista y
revolucionario con la necesidad de idealizarlo y de identificarlo con los gobiernos a los que no es
posible criticar…
Sobre Cuba estoy escribiendo desdehace medio siglo Por supuesto, no me considero infalible ni en
las críticas ni en los elogios pero seguiré cumpliendo con mi deber de aportar siempre un
pensamiento crítico, positivo, orientado hacia la revolución yno me parece que deba cambiar de
actitud. Lamento si Boron se siente ofendido, pero lo de Cuba nos afecta a todos de un modo
dramático y no podemos mirar para otro lado mientras otros deciden sobre los cubanos.
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Un triunfo del pueblo cubano
Pedro Fuentes (*)
El acuerdo entre los gobierno cubano y Obama significa que el imperialismo ha cambiado 180
grados la política que tenía para Cuba, retirando a la isla de la lista de países que apoyan al
terrorismo, retomando relaciones diplomática, embajadas, abriendo espacio para que Cuba pueda
tomar financiamientos, suavizar y acabar con las restricciones de remesas de dinero de inmigrantes.
Obama también propone el fin del embargo económico que por más de cincuenta años aisló a Cuba
y que fue endurecido por Bush padre, si bien esta medida tiene que terminar de ser tomada por el
Congreso dominado por los republicanos.
Lo primero que hay que decir que este es un triunfo del pueblo cubano, y de Cuba como país.
Significa que el gobierno imperialista de Obama ha renunciado a la política histórica de derrocar al
gobierno cubano para imponer un régimen pro imperialista en la isla en base a la burguesía y la
clase media de los gusanos de Miami. Es decir la política de la agresión económica y política para
provocar el sometimiento y la vuelta al estatus semi colonial de Cuba sea con una contrarrevolución
o con bases “de reacción democrática” aprovechando el descontento y el ahogo económico y el
propio retraso y pobreza que vive la isla, provocado en parte por esa política.
De parte de la burocracia cubana significa también una mayor liberalización hacia la retomada del
capitalismo, pero no podemos anular el triunfo concreto obtenido por los nuevos peligros que se
abren.
EEUU ha desistido de derrocar su aparato estatal - en términos marxistas trotskistas, a la burocracia
estatal gestora del estado cubano. El triunfo es que es que se ha reafirmado Cuba como un país
políticamente independiente del imperialismo, lo que es una victoria del pueblo cubano y también
de todos los Latinoamericanos. Sigue colocada la tarea de terminar con el embargo, reivindicación
no solo de la izquierda sino incluso de sectores de la burguesía que quieren seguir los pasos que ya
tomaron países europeos.
Hay una nueva situación. Como dice el diario O Globo de Brasil muda la política entre a “pequeña
isla y la superpotencia”.
La conciencia histórica antiimperialista del pueblo cubano
Varias razones explican este triunfo. El más importante es que la pequeña isla sobrevivió al asedio y
agresión de la superpotencia gracias a su conciencia histórica antiimperialista que se formó durante
la dictadura de Batista y la revolución cubana, proceso que está conectado por las históricas luchas
contra las invasiones y por la independencia nacional.
Si Cuba se mantuvo como un país independiente, esto no es un mero éxito del gobierno ni del
aparato burocrático en el poder que no se hizo restauracionista cuando el resto del llamado
“socialismo real” optaba desde la caída del Muro de Berlín por este camino. Sino que lo es también
y en gran grado por el sentimiento de orgullo nacional de país independiente del pueblo cubano. A
32
150 kilómetros de los EEUU – en condiciones económicas más difíciles que ningún otros país, el
pueblo cubano no sucumbió a lo que fue el colapso de la burocracia de los países del Este y la
URSS, la restauración plena y total del capitalismo.
De la revolución del 59 hasta nuestros días
Nuestra corriente no hace un fetiche de la revolución cubana, reivindica su historia de
revolucionaria pero es al mismo tiempo crítica al curso político que terminó tomando especialmente
a partir de la salida del Che Guevara hacia Bolivia.
*La revolución del 59 fue un triunfo histórico que sacudió Latinoamérica y el mundo. Derrotado
Batista jugó en los 60 un papel revolucionario de primer orden expulsando económicamente al
imperialismo con la expropiación de los bancos e grandes empresas e ingenios que eran los dueños
de la isla nacionalizando sus empresas y desarrollando la reforma agraria.
*Jugó también un papel revolucionario de primer orden de impulso de la revolución hacia
Latinoamérica y luego África, impulsando la lucha armada, que había sido enterrada como método
de lucha por la burocracia estalinista bajo el cuento de la coexistencia pacífica con el imperialismo.
Fue un aporte para los revolucionarios aunque de nuestra parte discrepáramos con el método de
hacer del foco rural la estrategia para la toma del poder, proceso que no ocurrió en ningún país y
tampoco en Cuba.
Pero a pesar de ello tiene el mérito histórico de retomar prácticamente la lucha por la extensión de
la revolución a otros países con la consigna de crear un, dos, muchos Vietnam, y construir la OLAS
y la Tricontinental. No por casualidad dijimos y decimos que el Che es héroe y mártir de la
revolución permanente, ya que dio su vida por extender la revolución.
* Al mismo tiempo, la economía cubana pasó a depender exclusivamente de las relaciones
comerciales con la Unión Soviética y la COMECOM, zona comercial de los países del Este con los
cuales comerciaba el azúcar como producto esencial de la isla. En este proceso, el aparato
burocrático de la Unión Soviética fue absorbiendo a la dirección castrista, que a su vez se
consolidaba en el poder en base a él aparato del PC.
En este proceso se consolidó una burocracia en el poder en base al partido único, un aparato
burocrático que administraba y comandaba el estado en su conjunto y por supuesto las empresas
estatales que dominaban toda la economía. De hecho se puede decir que sin ser las propietarias de
las empresas, -en el sentido de tener los títulos de propiedad de las mismas-, el aparato estatal
burocrático funcionaba con un poder propio sobre el conjunto del estado, decidiendo por sí mismo
con una gran centralización política y económica. Es decir que la burocracia se trasformó en una
casta por encima de la sociedad y de los trabajadores anulando la democracia obrera.
* A pesar de la existencia de este aparato burocrático, y de tratarse de un país de escaso desarrollo
de las fuerzas productivas, el triunfo que significó la expropiación de la burguesía permitió a Cuba
tener grandes logros sociales. Comparados con los de los países burgueses de ese y más nivel de
desarrollo fueron muy grandes y reconocidos mundialmente. Además de los servicios gratuitos de
salud, gran nivel en la educación y la formación profesional, mayor índice de escolaridad infantil
del mundo, nivel en la salud, etc. En esa época nuestra corriente utilizaba en Latinoamérica la
33
palabra de orden que nuestro modelo era “Cuba con Democracia”, ya que eran objetivas si las
comparábamos con Argentina, Perú, Brasil, lejos de tener esas conquistas sociales.
* Con la revolución nicaragüense a fines del 79 tiene un gran impulso la revolución
centroamericana especialmente en el Salvador y Guatemala. Ese es el período en el que se abrió una
coyuntura revolucionaria en la región centroamericana a pocos kilómetros de la Cuba caribeña. En
Nicaragua, -repitiéndose en parte con lo que había sucedido en la lucha del movimiento 26 de Julio
contra la dictadura de Batista-, el FSLN derroca a Somoza, destruye sus fuerzas armadas y de hecho
al estado burgués ya que la gran mayoría de la burguesía y el imperialismo abandona el país. La
gran cuestión era que Nicaragua podía convertirse en una nueva Cuba. La revolución
centroamericana se extendió a Guatemala y si Nicaragua podía ser una nueva Cuba, Salvador podría
ser la nueva Nicaragua ya que el Frente Farabundo Martí de El Salvador tuvo en su momento una
coyuntura favorable cuando empalmó con una gran movilización urbana.
Pero el sandinismo eligió el camino de pactar con un sector de la burguesía democrática
nicaragüense. En general en este período la política de Fidel fue la de aconsejar la negociación,
cumpliendo su papel importante en ese sentido cuando comenzó la ofensiva de los contras en
Nicaragua y se negoció Contadora que terminó haciendo que en Nicaragua se retrocediera y se
impusiera por elecciones un gobierno burgués.
* Sin embargo, a pesar de estas políticas erradas Cuba siguió siendo un país independiente. En los
80, cuando en Latinoamérica se abrió la crisis de la deuda externa volvió a jugar un papel
progresivo impulsando reuniones continentales apoyando las moratorias de las deudas.
* Luego –y como ya dijimos- la burocracia y el pueblo cubano pasa estoicamente el proceso de la
restauración del capitalismo en los países del Este y la ex URSS y posteriormente empalma con la
nueva situación continental creada por el bolivarianismo. Venezuela y Chavez juegan un papel de
primer orden para apoyar a Cuba y dar las primeras bases del ALBA al proveer de gasolina a bajos
precios en troca por los médicos cubanos, que junto a las otras misiones permiten un gran avance en
los servicios públicos venezolanos.
* En medio de este proceso, en el cual se da una estrecha relación entre la burocracia cubana y la
venezolana, ocurre el cambio de Fidel por Raúl quien comienza una política de cierta liberalización
de la economía. Entrega de tierras a agricultores, permisión de las pequeñas empresas, posibilidad
de venta de casas y carros, liberalizaciones que tenían el objetivo de reducir el número de
empleados públicos en 350 mil.
En realidad este proceso de liberalización de la economía estatal viene de antes, especialmente con
los acuerdos con las grandes empresas europeas de turismo que se instalan en Cuba. Como dice
Claudio Katz:
“En los últimos 20 años Cuba registró cambios radicales en su economía, que generaron un segundo
tipo de problemas estructurales. El país sobrevivió aceptando el turismo, los convenios con
empresas extranjeras y un doble mercado de divisas, que segmenta a la población entre receptores y
huérfanos de las remesas.
34
La aparición de este importante flujo de divisas determinó una transformación económico-social
muy significativa. El grueso de los dólares ingresados no es invertido. Se transfiere al consumo,
produciendo una fractura en el poder de compra entre los sectores favorecidos o privados de esa
moneda.
Algunos analistas describen cómo este doble mercado creó una importante estratificación social.
Los marginados de ese circuito viven con presupuestos ajustados y se alimentan con comidas
austeras. Los que tienen divisas pueden disponer de mejores vestimentas, computadoras o teléfonos
celulares(Vandepitte, 2011).
Porque ocurre este cambio de parte de los EEUU
Es evidente que esta situación, que por un lado como y dijimos es un triunfo abre también
posiblemente una situación nueva para la isla. Para una gran parte de la izquierda se trata de la
política del “abrazo del oso” conocido así porque cuando el animal lo hace destruye la espina dorsal
del otro. Otros dicen que es para dar un pequeño paso atrás para dar rápidamente dos adelante. No
lo vemos así.
El cambio de la política yankee es parte y se explica por su debilitamiento como potencia
hegemónica mundial. Los EEUU, están declinando en su hegemonía, están debilitados como luego
de Irak, Afganistan, y en general en todo el mundo islámico y árabe. Lo que prima es más desorden
e impotencia para intervenir y es ese un elemento importante para cambiar su política.
Pero a ello también tenemos que sumar la propia situación interna; la gran movilización
democrática contra los crímenes racistas a los negros que parecería ser una continuación de
Occupay Wall Street es la expresión más actual, pero está también el movimiento de los
inmigrantes latinoamericanos indocumentados. e incluso. las luchas por sindicales que se han
abierto en los sectores de servicios que eran los más de Mac Donald, Wall Mart que cuentan con
simpatías de la población.
Hay que ver que el “sueño americano” de quien trabaja progresa y se hace rico ha sido
definitivamente enterrado para un sector importante de la población americana empobrecida para
comprender lo que sucede en los EEUU. Y a la vez hay también que comprender que para grandes
sectores de la población, incluso latinoamericanos y cubanos, crece el descreimiento en el
capitalismo y su ex gran potencia.
Por otra parte -el reconocimiento del fracaso de 54 años de política de agresión- ha hecho que
sectores burgueses presionen por el cambio, ya que se trata de un mercado de 11 millones de
habitantes, con medio millón que y están dentro de la pequeña economía privada y con la necesidad
de cmpetir con los países europeos ya instalados a los que hay que agregar Brasil.
Los problemas que enfrentará Cuba
El curso hacia una política de retomada del capitalismo ocurre controlada y dirigida por un régimen
burocrático. Cuba había quedado más aislada ahora con la situación de Venezuela y busca oxígeno,
un camino de liberalización económica que tiene puntos en común y sus diferencias con el de
China.
35
Las medidas y el acuerdo significan afirmar un curso hacia una economía de capitalismo de estado
con elementos de libre mercado, que va a traer nuevas penurias para las masas que estas tendrán que
enfrentar.
Pero estamos en contra de hacer de centro de nuestra política el problema del restauracionismo, y
considerarlo una derrota del socialismo y de Cuba. Desde el punto de vista teórico y político hay
muchos interrogantes. En una economía mundial globalizada como la que hay en esta fase del
capitalismo, que posibilidades tiene la pequeña isla de desarrollarse autárquicamente por fuera de la
economía mundial? La burocracia es responsable de la corrupción altísima, de la ineptitud para
aprovechar la economía planificada, pero repetimos qué posibilidades tiene un país de bajo nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas de avanzar hacia el socialismo, mas en las condiciones
actuales de la economía mundial dominada por el capitalismo?
Es necesario también hacer la discusión de que es Cuba hoy y que en las últimas dos décadas: si no
es un estado obrero en transición al socialismo que es? No se asemeja más a un capitalismo de
estado cuyo poder como un todo reside en la burocracia, es decir poder político y económico: esa es
en principio nuestra opinión.
El pueblo cubano va a enfrentar nuevas contradicciones y vivirá también la explotación capitalista.
Son nuevas penurias. Su futuro socialista no depende solo de sus propias fuerzas y su conciencia
histórica ganada que seguramente ayudará, sino del desarrollo de la lucha de clases en el mundo, de
los progresos democráticos revolucionarios y anticapitalistas que ocurran –también en países
centrales- y a los que tenemos que apostar.
Es muy probable que el eje de la lucha democrática crezca en la isla. No lo será por “el libre
mercado” como querrán los liberales, pero puede ocurrir por el mayor distensionamiento do "estado
de guerra" que le daba justificativos a las medidas de represión del aparato burocrático estatal y al
partido único. Y esta situación puede ser muy progresivas para que se fomenten nuevas ideas
democráticas revolucionarias y socialistas.
Tendremos que criticar que en esta política no hay ninguna participación popular democrática en las
decisiones que toma el aparato, aunque nuestro ataque fundamental no es al restauracionismo, sino
a la falta de control popular sobre las medidas burocráticas.
A partir de ahora Cuba dependerá más de la lucha de clases mundial y de la latinoamericana.
Seguimos defendiendo a Cuba independiente, y este hecho objetivo de su relativa independencia
frena también al viejo neoliberalismo (encarnado entre otros en el escritor Vargas Llosa) que sueña
en volver a que domine el conjunto de Latinoamerica la vieja burguesía neoliberal privatista agente
del imperialismo en estado puro.
El futuro de Cuba depende de la lucha de clases mundial y es a eso también a lo que apostamos.
(*) Secretario de Relaciones Internacionales del PSOL, dirigente da corrente interna MES.
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Acuerdo Cuba - Estados Unidos:
Un triunfo de Cuba, una perspectiva incierta
El anuncio del acuerdo alcanzado por los gobiernos de Obama y Raúl Castro tras la gestión y
protagonismo del Vaticano, trajo aparejados toda una serie de debates. Antes de referirnos a los
mismos, partimos de compartir con el pueblo cubano y con la militancia antiimperialista del mundo,
la conquista de haber logrado la libertad de los héroes cubanos que estaban presos en las cárceles de
los Estado Unidos. Nuestro partido ha sido parte de la campaña internacional por su libertad,
incluyendo hace pocos meses un viaje de Alejandro Bodart a Cuba reforzando ese reclamo. Por eso
compartimos con toda Cuba y con las familias de los presos, la alegría de su retorno a la isla que es
una victoria concreta ante el enemigo imperialista que durante años privo ilegítimamente la libertad
de estos cubanos.
Compartimos también con el pueblo cubano, la constatación de que la política de embargo y
aislamiento sobre Cuba de más de 50 años, se evidencie hoy derrotada al abrirse paso a una nueva
situación y a relaciones políticas distintas. El heroísmo, la capacidad de resistencia y la enorme
conciencia antiimperialista del pueblo cubano, han logrado que el imperialismo yanqui no haya
podido derrotarlos en tantos años. Todo esto, es un triunfo político muy positivo, EEUU tiene que
renunciar a seguir con su política anterior de hostigamiento, y esto nos motiva a realzar como
conclusión política y social, que los pueblos cuando luchan con todas sus fuerzas, tienen enormes
posibilidades de vencer y evitar que los poderes imperiales quieran aplastarlos. En ese sentido va
nuestro reconocimiento al pueblo cubano y a su rica historia.
Los motivos del cambio de EEUU
Al mismo tiempo, el acuerdo alcanzado por los gobiernos de Cuba y EEUU se transformó en un
hecho de alcance mundial y en motivo de todo tipo de análisis. El cambio en la política de EEUU y
Obama hacia la isla parte, como decimos al inicio, del fracaso de su política anterior por un lado y
se combina con una serie de razones por otro. EEUU hoy está afectado por movilizaciones y
reclamos dentro de su frontera y por un contexto mundial que dinamiza su propia crisis; estamos
ante un imperialismo muy debilitado en su poder hegemónico que necesita nuevas políticas para
intentar seguir actuando para no perder más poder ante otras potencias en ascenso comercial como
China o Rusia. En el contexto de esta crisis global, no casualmente la Iglesia viene actuando más
enérgicamente con política e iniciativas y aquí también lo hizo. Y como sabemos, no es en función
de intereses socialistas que lo hace sino de salvaguardar el capitalismo existente.
A su vez, EEUU necesitaba cambiar de política sobre Cuba para que esto también repercuta sobre
su política en Latinoamérica, donde tiene el objetivo de recuperar algo del terreno perdido esta
última década. No casualmente Obama, en su explicación sobre el acuerdo incluyó la frase “Hoy
vamos a renovar nuestro liderazgo en el continente americano”. Reafirmando que es uno de sus
objetivos con este acuerdo. Al mismo tiempo, no son estos los únicos elementos que hacen posible
el acuerdo. También entra en juego la necesidad de EEUU de ser parte activa del proceso de
apertura económica que se evidencia en la isla. En el plano económico de su relación con Cuba, ya
un sector importante de su propia gran burguesía se manifiesta a favor de ser parte de los negocios
que se abren en la isla, negocios que hasta hoy usufructúan las potencias europeas, China, Rusia y
37
Brasil. Esos sectores quisieran terminar con el bloqueo para facilitar su estrategia. El acuerdo
marca, desde este punto, un cambio a favor de estos intereses económicos yanquis para comenzar a
entrar en los debates comerciales de la isla y como de nuevo dijo Obama frente a la prensa, “quiero
influir en los cambios que vienen en Cuba”. Dejando en claro el peligro de su intencionalidad.
¿Hacia dónde va Cuba?
Junto al acuerdo alcanzado, hay un debate profundo sobre las perspectivas de Cuba. Las medidas
económicas que se vienen tomando desde hace varios años y que dieron un salto este 2014 con la
votación de la nueva Ley de Inversiones extranjeras colocan la incertidumbre sobre el rumbo. Se
han comenzado a abrir las puertas de Cuba a distintos actores económicos europeos, chinos y
brasileros, y al normalizar las relaciones con EEUU esa apertura comenzará a llegar a empresas de
origen estadounidenses.
Esto abre nuevos interrogantes y tenemos que hacernos preguntas importantes ¿Esas medidas
fortalecen a la revolución cubana? ¿O más bien la debilitan por el riesgo que abre en dinámica? En
nuestra opinión, lo más probable es esta última hipótesis; el peso de los capitales extranjeros va a ir
actuando como una presión constante sobre el carácter socialista de la revolución y generando
nuevas desigualdades sociales. Y puede incluso hacer que Cuba vaya cada vez más hacia un modelo
análogo de capitalismo de estado. Esa dinámica ya ha comenzado a palparse y sentirse con el
comienzo de las desigualdades en la isla, aunque todavía sea en el marco de grandes conquistas
sociales como en salud y educación, pero el problema esencial no es ver el glorioso pasado ni el
más contradictorio presente, sino ver la dinámica del proceso general y del acuerdo alcanzado en
particular, eso es lo más preocupante desde el punto de vista socialista.
Otro debate lógico y actual, es si estas medidas de apertura son parciales y tácticas por una
coyuntura nacional e internacional difícil, o si es un rumbo que va a ir consolidando hacia otro
proyecto político-económico. La respuesta a esa pregunta no es menor, ni se soluciona con
declaraciones desde Cuba reafirmando “el socialismo cubano”. Por dar solo un ejemplo, el gobierno
chino aún hoy habla de socialismo y se dice comunista, sin embargo el capitalismo ha entrado por
todos los poros de ese gigante, impulsado y controlado desde el aparato de estado y del PCCH.
Desde ya China y Cuba tienen enormes diferencias, no se trata de pretender igualarlos. Pero al
menos como hipótesis bastante probable hay que ver si en esencia, hay un rumbo similar de modelo
económico-social y si las inversiones chinas en la isla alientan esa unidad de modelo.
Desde ya, la situación internacional que combina una crisis sistémica del capitalismo con falta de
países socialistas en los cuales apoyarse, presenta un horizonte de dificultades que no pueden
minimizarse y eso hacía necesario buscar salidas diversas a situaciones difíciles, salidas que
debieran ser debatidas y decididas democráticamente por el pueblo cubano. Lógicamente, Cuba no
puede derrotar por sí mismo al imperialismo ni avanzar por su cuenta al socialismo, se necesita que
actúe la lucha de clases a nivel internacional y Latinoamericano y el apoyo de otros países. El
debate, es si se está aprovechando en sentido correcto ese contexto o no. Y creemos que esa misma
crisis global y el proceso latinoamericano abren también otras posibilidades que lamentablemente
hasta ahora se han ignorado.
Hay otro camino posible
38
En el contexto de crisis capitalista mundial y en el marco de una Latinoamérica con procesos
nacionalistas y a la izquierda, se abrieron los últimos años las puertas a otro camino Era el camino
que se evidenció en el proyecto ALBA en los momentos de mayor protagonismo de Venezuela y en
vida de Chávez. En esos años se alentó la cooperación Cuba-Venezuela que jugó un rol positivo en
salud, educación y ayuda petrolera para Cuba. Lamentablemente, más allá de que aún existan
elementos de esa cooperación, no se dio el salto que se había insinuado con el proyecto ALBA; que
en esencia era conformar una nueva arquitectura política y económica independiente que contuviera
a países como Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y otros. Este proyecto se ha ido
diluyendo y dando paso a que se prioricen otros ámbitos, como la creación de la CELAC, que es
una comunión de gobiernos de todo tipo, mientras a la par se priorizó el peso económico del
Mercosur como reflejo de la burguesía regional, ganando cada vez más peso variantes como la
brasilera que nada tiene que ver con un verdadero modelo independiente, soberano y
antiimperialista.
¿Es el rumbo actual de Cuba un subproducto víctima de esta situación? Creemos que no,
lamentablemente el propio gobierno cubano alentó este curso, cuando pudo colocarse junto a
Venezuela proponiendo un camino de radicalización anticapitalista sobre el continente
aprovechando la debilidad imperialista. Y aunque esa oportunidad se perdió, todavía hoy podría
intentar retomarse en este nuevo contexto, de ahí la importancia de debatir que mejores medidas
puede tomarse en defensa de la revolución cubana. Nosotros proponemos que sobre la base del
fracaso de la política imperialista, en lugar de centrar en una mayor apertura capitalista se retome el
camino del ALBA, eso ayudaría no solo a Cuba en su difícil situación económica sino también a
Venezuela, Bolivia y a todo país que se anime a romper con el modelo capitalista de expoliación y
de corporaciones transnacionales que nos saquean y centros financieros que nos ahogan. Este
camino es posible, el debate es si se lo quiere tomar apoyado en la fuerza social de los pueblos o no.
Además, creemos que hace falta al interior de la revolución cubana una democratización, no la
democracia falsa e hipócrita que pide el imperialismo al servicio de sus intereses. Sino una
democracia real, que permita que todo trabajador y joven cubano pueda organizarse políticamente
como quiera y no tener solo la opción del PCC, para que desde ese derecho pueda aportar a favor de
la revolución. Una democracia real en el derecho a difundir ideas, en el acceso a los medios de
comunicación y a propagandizar opiniones. Una democracia sindical no atada al estado y al PCC
sino autónoma para que se sienta libremente la opinión de los trabajadores. Creemos que la mejor
manera de defender la revolución cubana es terminando con el monolitismo político y del ejército
sino alentar la mayor democratización, para que toda medida económica y política se debata y
decida a fondo en el seno del pueblo cubano.
Cuba sigue siendo un país independiente y en ese sentido, seguiremos defendiendo ese carácter ante
cualquier amenaza externa, más allá de los debates ante el curso actual. Y exigimos junto a su
pueblo el fin del bloqueo que aún castiga a la economía cubana y que será una pelea lograr que
finalmente se levante. Defendemos ante el imperialismo a Cuba, como defendemos a Venezuela,
Bolivia y Ecuador. Esa defensa no nos impide alertar ante políticas que no consideramos correctas,
el ejemplo de Venezuela es el más claro de esto; hoy navega entre su crisis más profunda fruto de la
falta de cambios anticapitalistas en su estructura económica y los métodos burocráticos y
persecutorios de sus cúpulas oficiales, esto la aleja y no la acerca de un futuro socialista.
39
Por eso mientras seguimos enfrentando los planes imperialistas en nuestro continente, la militancia
de izquierda y todas las organizaciones tenemos que debatir a fondo esta realidad y sus
consecuencias, proponer medidas y campañas antiimperialistas y anticapitalistas, y buscar fortalecer
la construcción de grandes alternativas unitarias de carácter antiimperialista y anticapitalistas que se
jueguen a disputar el poder en nuestros países. Impulsemos en nuestro continente la coordinación de
estas fuerzas políticas y sociales y el apoyo a cada lucha en curso.
Dirección Nacional del MST- Argentina
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------China: un socio para no imitar
Claudio Katz
Rebelión
Las reformas económicas se discuten en Cuba evaluando la transformación mayúscula que ha
registrado China. La nueva potencia asiática no es sólo un socio comercial de primer orden. Por su
envergadura económica y su relevancia internacional se ha convertido en un importante aliado
geopolítico para contrapesar las agresiones estadounidenses. Pero en un análisis desde la
izquierda China interesa por un motivo adicional: ¿su modelo actual mantiene perfiles
socialistas? [2].
Dos etapas diferenciadas
China ocupa en la actualidad un lugar tan significativo como el alcanzado por la URSS en el pasado.
No sólo es una gran economía en ascenso. Su expansión introdujo en las últimas décadas cambios
significativos en el orden internacional.
El país ya integra el club de las economías centrales luego de multiplicar 13 veces su PBI (19782010). Logró prosperar en medio de tres grandes temblores contemporáneos. No fue afectada por
las décadas pérdidas que demolieron a los países subdesarrollados en los años 80-90, se mantuvo
al margen del desplome sufrido por el bloque soviético y actuó como socorrista de los bancos
internacionales en la reciente crisis del 2008 ( Lo, Zhang, 2011).
Su crecimiento no partió de cero, puesto que ya poseía en los años 80 un PBI superior a muchos
emergentes actuales. Pero posteriormente consumó un salto histórico que aproxima, empareja o
sitúa a China por encima de varias potencias.
Es evidente la importancia del acervo acumulado durante las transformaciones anticapitalistas
previas al avance actual. Sin la industrialización, la alfabetización, la superación del hambre, la
modernización productiva y la acumulación extensiva hubiera sido imposible la extraordinaria
expansión posterior. Basta comparar esas mutaciones con el subdesarrollo continuado que por
ejemplo afectó a la India (Amin, 2012).
40
Pero la incógnita radica en lo ocurrido posteriormente. ¿En la nueva trayectoria afianzó o
abandonó el proyecto socialista? La tesis oficial subraya la continuidad. El Partido Comunista
continúa dirigiendo los destinos del país y sus líderes declaran oficialmente la preeminencia de un
modelo de “socialismo de mercado”, compatible con los principios del marxismo. Esta visión
resalta la presencia de elementos pos-capitalistas, junto a las reglas de la acumulación y la
ganancia imperantes en la economía.
El enfoque oficial destaca que los principios socialistas introducidos en los años 50-70 fueron
posteriormente ajustados a las necesidades de la modernización. Considera que esa evolución se
adapta a la tradición milenaria de una civilización, que ha seguido rumbos de desarrollo muy
distintos al patrón occidental.
El diagnóstico opuesto subraya la preeminencia de un proceso de restauración capitalista,
asentado en la explotación del trabajo, la polarización social y la corrupción de las elites (HartLandeberg, 2011). Otros enfoques intermedios caracterizan al proceso en curso como una fase de
acumulación primitiva transitoria, que puede desembocar en la estabilización capitalista o en la
renovación del socialismo (Yi, 2009) . ¿Quién tiene razón?
Para clarificar este complejo problema conviene reconocer la existencia de las dos situaciones
diferenciadas. Entre 1978 y 1992 se reintrodujo limitadamente el mercado dentro de un sistema
de propiedad pública. Se buscaba fomentar el desarrollo agrícola, la expansión del consumo y la
gravitación de la pequeña empresa, en un marco de precios parcialmente libres.
En esa etapa se registró un crecimiento balanceado impulsado por el mercado interno y la
flexibilizaron los precios agrícolas. Este cambio incrementó el poder compra en el sector rural y
generó un desahogo urbano. La tasa de crecimiento repuntó aceleradamente y la inversión fue
incentivada mediante una rigurosa selección estatal de los sectores priorizados .
Ese modelo incluía cierta diferenciación social y zonas francas para las transnacionales, pero
mantenía restricciones compatibles con una construcción socialista. Pero a principios de los 90 se
implementó una orientación distinta. Comenzaron las privatizaciones en gran escala, la
generalización de normas capitalistas de gestión y la formación de una clase de grandes
empresarios con exponentes directos en los organismos dirigentes.
Este nuevo esquema comenzó con inversiones destinadas al mercado interno y se afianzó
privilegiando las exportaciones. En la última década se acrecentó la apropiación privada de las
grandes empresas, en un escenario de creciente desigualdad y precarización del empleo.
La principal transformación social generada por esta reconversión ha sido el surgimiento de una
clase capitalista local, asociada a las empresas transnacionales y promotora de una ideología
neoliberal. La gravitación de este sector en las altas esferas del régimen político se verifica en el
pragmatismo de esta conducción. La tradición maoísta de la revolución cultural es rechazada y los
empresarios son bienvenidos dentro del partido. El pensamiento de Marx y Confucio son
combinados, en función de las necesidades políticas de cada momento (Xie, 2009).
41
En esta segunda etapa varios rasgos clásicos del capitalismo han quedado incorporados a la
economía china. Hay competencia, beneficio, explotación y acumulación. La desigualdad aumenta
a un ritmo más acelerado que en el resto de la región y los niveles de explotación se ubican por
encima de Corea, Taiwán o Singapur.
El alcance de la restauración
Los teóricos del “socialismo de mercado” reivindican la acelerada industrialización y el desarrollo
tecnológico autónomo, que le permitieron a China contar primero con los resguardos defensivos
requeridos para afrontar la presión imperialista. El país construyó una bomba primero atómica
(1964), luego otra de hidrógeno (1970) y finalmente colocó un satélite en el espacio (1970). Sobre
estos pilares negoció la apertura hacia Occidente, a partir del emblemático viaje de Nixon (1972).
También consideran que ese período de economía planificada se agotó y fue sucedido por
mecanismos de gestión mercantil que revitalizaron el socialismo, permitiendo el gran
desenvolvimiento de las últimas décadas (Yang, 2009).
Pero este razonamiento confunde la extensión de la gestión mercantil con la introducción de
normas capitalistas. Desde los años 90 no sólo se flexibilizó el manejo de los precios, sino que
también se afirmó la nueva propiedad de los capitalistas sobre un sector muy significativo de la
economía. Este cambio en la posesión de las empresas estratégicas es incompatible con cualquier
perspectiva de socialismo.
Una transición hacia la sociedad igualitaria puede incluir formas de gestión centralizadas o
descentralizadas, con modalidades más o menos flexibles de planificación. Pero el afianzamiento
de clases propietarias y desposeídas de los medios de producción sólo augura la vigencia del
capitalismo.
Los teóricos de las mixturas entre ambos sistemas afirman que esa combinación se está
consumando en los hechos, a través de modificaciones paralelas en el capitalismo mundial, que
habría incorporado formas del estado de bienestar y valores de igualdad (Yang, 2009).
Pero omiten que la tendencia contemporánea predominante de este sistema ha sido exactamente
la opuesta. El neoliberalismo de las últimas décadas ha sepultado las conquistas sociales de
posguerra, para garantizar las ganancias de los grandes bancos y empresas. En lugar de un
amoldamiento del capitalismo al ímpetu socialista de China se verifica un proceso opuesto:
aumenta la gravitación de los patrones de rentabilidad y explotación en la economía asiática.
Esta incidencia es incluso inocultable para defensores del curso actual. Reconocen la magnitud de
las diferencias de ingreso y esperan que la propia dinámica del mercado achate esas inequidades
(Yang, 2009).
Pero nunca explican cómo ese mecanismo corregiría el defecto que ha introducido. Su expectativa
es inconsistente y desconoce que las brechas sociales se originan en la existencia de una nueva
clase capitalista interesada en afianzar esas diferencias.
42
Otros enfoques del mismo tipo aceptan la existencia de segmentos patronales pero relativizan su
influencia. Presentan la incorporación de empresarios al Partido Comunista, como un signo de
patriotismo de los enriquecidos y una manifestación de madurez del funcionariado (Ding, 2009).
Pero, en los hechos, los nuevos capitalistas consolidan su posición social al ganar influencia en las
cúpulas del sistema político. Cualquiera sea la veracidad de sus pronunciamientos patrióticos
afianzan una fractura de clases, que contradice los enunciados básicos del socialismo. Se puede
discutir cuál es el grado de intercambio mercantil que debería prevalecer en una sociedad poscapitalista ya avanzada, pero resulta insólito imaginar que ese estadio incluiría explotación,
plusvalía y altos niveles de desigualdad social.
Estas incongruencias han sido resaltadas por muchos críticos del curso actual, que presentan
indicios contundentes del curso de la restauración. Un ejemplo son los cambios en el sistema de
fijación de precios planificados. El declive de esos guarismos a favor de cotizaciones mercantiles ha
sido monumental.
El primer tipo de precios decayó del 97,8% (1978) al 2,6% (2003) en el rubro minoristas y del 100%
(1978) al 10% (2003) en el sector industrial. Otra evidencia de la misma tendencia se verifica en la
pérdida de gravitación de la propiedad estatal en la industria, que declinó del 100% (1978) al
41.9% (2003). El estado sólo mantiene la supremacía en cinco sectores y ha perdido peso en las 23
actividades más dinámicas (Hart-Landeberg, 2011).
Esta misma evolución pro-capitalista se corrobora en la erosión del tejido social generado por el
avance de la precarización y la declinación del empleo tradicional. De los 30 millones de obreros
que fueron despedidos entre 1998 y 2004 quedaron 21,8 millones viviendo con el ingreso mínimo.
En muchas empresas rigen, además, jornadas laborales de 11 horas durante 26 días al mes. Las
super-explotación afecta duramente a los 200 millones de trabajadores rurales que emigraron a
las ciudades en los últimos 25 años, sin lograr el status de residencia (Hart-Landeberg, 2011).
China se ha ubicado al tope de los índices de desigualdad medidos por el coeficiente Gini. En la
región es tan sólo superada por Nepal y luego de Estados Unidos alberga al mayor número del
billonarios del mundo. Por esta razón florecen los negocios del lujo y los clubs de yate. Toda la
generación de ahijados del viejo liderazgo comunista maneja las grandes compañías. Allí se
concentra la nueva elite. Basta observar que un tercio de los 800 individuos más ricos del país son
miembros del PCCH.
Estos datos económicos, sociales y políticos no dejan ningún margen de duda sobre la tendencia a
la restauración del capitalismo que rige en China. Los neoliberales se congratulan de este cambio y
los heterodoxos se limitan a presentarlo como un momento necesario de la acumulación.
Pero muchos teóricos del marxismo enfrentan este escenario con desconcierto. Algunos hacen
malabarismos para presentar los datos de China como signos de modernización del socialismo.
Más allá del desgastado recurso de subrayar las singularidades del país (“socialismo con
43
características chinas”), no logran demostrar cómo se compatibiliza ese sistema con el creciente
poderío de los acaudalados.
El lenguaje diplomático, las abstracciones y el reemplazo del término capitalismo por mercado, no
alcanzan para disfrazar un curso evidente. Es discutible el grado de consolidación alcanzado por la
restauración capitalista, pero no la primacía de esta tendencia (Weil, 2009).
Las nuevas resistencias
Al caracterizar la existencia de dos períodos diferenciados -introducción del mercado en una
economía planificada (1978-92) y giro pro-capitalista (1992-2014)- se puede entender la
naturaleza de la transformación en curso. El pasaje del primer modelo al segundo marca una
ruptura cualitativa, que ha bloqueado (o sepultado) cualquier transición socialista.
Ese cambio no implicó sólo otra política económica (de primacía del consumo a la inversión) o de
entrelazamiento del sector financiero con el productivo. Tampoco se redujo a un pasaje de las
comunas rurales a unidades agro-industriales o a una conformación de zonas francas en la costa
para fabricar bienes exportables mediante inversiones extranjeras.
La modificación central entre ambos períodos ha sido un cambio en la reglas de propiedad, que
facilitó la conversión de una elite de funcionarios en dueños de grandes empresas. Este giro fue
acompañado con el otorgamiento de mayores atribuciones a los gerentes para reorganizar las
unidades de producción. Mientras que el elevado crecimiento económico permitió reducir la
pobreza, el esquema de gran desigualdad instaurado impide actualmente a las familias obreras
afrontar los gastos corrientes de salud y educación (Li, Piovani, 2011).
La segunda etapa económica de China estuvo signada por un explosivo crecimiento económico y
acompañado de agudas manifestaciones de corrupción. Por esa vía la nueva clase privilegiada se
apropia de una gran tajada del desarrollo actual.
Esos grupos de la alta burocracia debieron tolerar -durante el largo período que sucedió a la
revolución- la preeminencia de grandes c onquistas populares, que obstruían su enriquecimiento.
Cuando alcanzaron el poder suficiente para arrebatar esas mejoras, comenzó el salto hacia su
nuevo status capitalista. Actualmente sostienen su poder en el manejo del estado y cuentan con el
apoyo social de una clase media, que ascendió soñando con alcanzar el estilo de vida
norteamericano (Li, 2009).
Entre los autores que resaltan este nítido curso pro-capitalista muchos dejan abierta una
definición sobre la madurez de esta involución. ¿Se ha consumado por completo la restauración,
como ocurrió en Rusia o los países de Europa Oriental?
El carácter irreversible de este giro es puesto en duda por quienes cuestionan la solidez de la
nueva clase capitalista. Afirman que el estado mantiene un gran poder de intervención y una
consiguiente capacidad para introducir cambios de tendencias (Lin, 2009; Lo, Zhang, 2011).
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Otros destacan la persistencia del legado socialista en la vida cotidiana y la sensibilidad (o temor)
de las autoridades ante cualquier expresión de descontento popular. Señalan que la reacción de
estas elites es muy distinta a la conducta de clases opresoras de Occidente, que acumulan siglos
de experiencia en el ejercicio de su dominación (Wang, 2009).
Finalmente, las nuevas resistencias populares que irrumpieron en los últimos años son vistas como
otro síntoma de grandes reservas de oposición al rumbo capitalista, que subyacen en la sociedad
china (Li, Li, Xie, 2012).
Esta variedad de argumentos ilustra cuán complejo es definir el grado de concreción de la
restauración capitalista. Este proceso no supone solamente transformaciones objetivas en la
escala de la propiedad privada vigente, sino también drásticos cambios en el nivel de aceptación
subjetiva del capitalismo. La restauración implica un proceso dual de consolidación de ambos
componentes.
En nuestra caracterización de estos procesos establecimos cinco criterios para mensurar esa
restauración, subrayando tres aspectos económicos (precios libres, planificación reducida, crisis
por acumulación), un pilar político (modalidad institucional) y un elemento social-subjetivo de
resistencia y defensa del ideal socialista (Katz, 2006: 72-76).
En el plano económico las reglas del capitalismo se encuentran muy avanzadas en China, tanto en
la forma que asume el ciclo y la gestión macroeconómica, como en el manejo de las empresas.
Este dato es reconocido por los propios defensores del modelo actual, que describen el
comportamiento de una clase capitalista con influencia preeminente en todas las instituciones y
medios de comunicación. Pero las elites más neoliberales no dominan todo el aparato del estado y
los grandes desequilibrios regionales, sociales y agrarios que desata la acumulación ponen en duda
la consistencia del naciente capitalismo.
El desemboque final de este proceso es incierto, puesto que a diferencia de lo ocurrido en la URSS
la clase obrera está recuperando protagonismo. Hay grandes huelgas que imponen concesiones a
los gobernantes. El número de protestas creció de 58.000 (2003) a 87.000 (2005) y a 94.000
(2006). Desde el 2009 el incremento de estas resistencias determinó un cambio de conducta de los
dirigentes, que optaron por sustituir la reacción represiva inicial por negociaciones y concesiones
(Yu, 2012).
Este cambio converge con la multiplicación de corrientes críticas y planteos anticapitalistas de
tendencias de izquierda, que demandan medidas de renacionalización y reversión de las
privatizaciones. Exigen restaurar la gratuidad de la educación y la salud y confrontan con los
enriquecidos (Zhu, Kotz, 2011).
Estos segmentos militantes son más influyentes que lo supuesto en Occidente. Suelen combinar
reivindicaciones básicas con demandas de cambio en los impuestos y los patrones de crecimiento.
Muchos mixturan la defensa del igualitarismo con propuestas de democratización política. Todas
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las referencias a un “modelo chino al socialismo” deberían ser identificadas con estas vertientes
de resistencia por abajo a la restauración (Choi, 2009).
La politica internacional
Algunos analistas registran líneas de continuidad de China con su pasado antiimperialista.
Consideran que el país retoma los principios de soberanía y cooperación impulsados durante el
emblemático e ncuentro de 1955 con Egipto (Nasser) e India (Nehru) (Revista Bandung, 2011).
Pero resulta muy difícil corroborar algún resabio de esos proyectos. China está embarcada en un
curso radicalmente opuesto de ampliación de las inversiones en el exterior y afianzamiento de los
tratados de libre-comercio.
Otros autores estiman que el país edifica los basamentos del nuevo modelo global, que
reemplazará la decadente hegemonía de Estados Unidos. Suponen que erigirá un esquema de
cooperación favorable al grueso de la periferia. Esta visión fue difundida por Arrighi, al
contraponer el belicismo yanqui en declive, con un ascendente “Consenso de Pekín” basado en el
pacifismo de la potencia asiática (Arrighi, 2007: cap 5-6).
Este mismo enfoque es presentado por quienes suponen que este país orientará la economía
mundial hacia el igualitarismo, liderando el nuevo bloque contra- hegemónico de los BRICS.
Pero no es sensato concebir algún devenir pos-capitalista bajo la dirección de una potencia que
emerge en términos capitalistas y con tanta rivalidad como asociación con Estados Unidos. Los
propios dirigentes chinos enfatizan este perfil en todas las iniciativas que asumen a escala
mundial. Suelen exhibir una ideología más próxima a la idolatría mercantil- liberal que a cualquier
vestigio de mensajes socialistas.
La significativa asociación de las elites chinas con los principales bancos y empresas de Occidente
contradice la esperada formación de un bloque de economía cooperativa global. Ese
entrelazamiento con el capital extranjero se verifica dentro de China en la incidencia de ese sector
en las ventas industriales. También se expresa en la fanática adopción de principios del libre
comercio luego del ingreso a la OMC. El país asciende en el escenario mundial como socio de las
grandes compañías y es un natural custodio del status quo vigente.
Este importante vínculo con la producción, el comercio y las finanzas globalizadas impide a la
nueva potencia cumplir con un papel progresista. Se ha convertido en un pilar de la mundialización
neoliberal y no puede actuar simultáneamente como gestor de modelos pos-capitalistas.
Las propias tendencias generadas por la crisis del 2008 confirman esa imposibilidad. Si China
decide reforzar su posición en el escenario mundial -transformando en propiedades sus enormes
acreencias en dólares- consolidará su asociación con grandes empresas capitalistas. Los bienes
adquiridos a su rival serían reciclados bajo el mismo esquema de la globalización neoliberal,
afectando a todos los perdedores de la reorganización capitalista [3].
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Pero no es necesario evaluar estas hipótesis para verificar cuál es el comportamiento internacional
predominante de las elites chinas. Los acuerdos concertados con sus abastecedores de materias
primas están regulados por estrictos principios de libre-comercio.
La asociación de los capitalistas chinos con sus pares occidentales ha obstruido, además, el
esperado desacople internacional y el consiguiente giro chino hacia el crecimiento interno. Los
efectos de esta limitación ya pesan severamente sobre una economía que ha reducido
significativamente su ritmo de crecimiento. Los vínculos transnacionales recortan los márgenes de
acción autónoma de la nueva potencia.
En la propia dirección china los partidarios de estrechar la relación con Occidente (elite de la
Costa) chocan con los críticos de esa asociación (elite del Interior). Pero ninguna de las dos
vertientes promueve los cursos de ruptura antiimperialista requeridos para gestar un modelo
internacional cooperativo.
En este terreno se verifica una significativa diferencia con la estrategia postulada por los dirigentes
de la vieja URSS. También allí todos los sectores de la burocracia gobernante habían archivado
cualquier perspectiva de estrategia socialista. Pero la coexistencia pacífica que mantenían con el
imperialismo se basaba en un principio de división territorial (“áreas de influencia”), que recreaba
los permanentes conflictos de la guerra fría. Los campos de acción económica estaban totalmente
separados y los vínculos comerciales, financieros o productivos entre los dos contendientes eran
mínimos.
En el curso de las últimas décadas la burocracia china siguió un camino diferente de integración
plena al mercado mundial. Por esta razón el programa de Nuevo Orden Internacional (NOEI) -que
impulsaba la URSS para asociar al Segundo y Tercer Mundo- no tiene continuidad en el liderazgo
chino.
Esta dirección concibe todas sus acciones internacionales partiendo del entrelazamiento que
estableció con las empresas y bancos del Primer Mundo. Por eso desarrolla una política exterior
más cautelosa que los soviéticos, con bajo perfil, alto realismo y convivencia con la economía
estadounidense.
Alianzas sin imitación
En su configuración actual China puede ser vista como un socio de los procesos transformadores
de América Latina, pero nunca como el modelo a seguir para la construcción del socialismo. El
gigante asiático se ha distanciado estructuralmente de ese objetivo.
Al igual que la URSS en el pasado, China es muy importante en la actualidad para Cuba y América
Latina. La región necesita aliados para cualquier batalla contra el imperialismo estadounidense. El
gigante del Norte sigue tratando a las naciones situadas al sur del Río Grande como piezas de su
patio trasero. Nunca abandonó sus pretensiones de anexar Centroamérica y tutelar Sudamérica.
Envió marines, organizó golpes de estado y diseñó todas las masacres requeridas para perpetuar
su dominación.
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Estados Unidos respondió al surgimiento de proyectos socialistas en el hemisferio con sabotajes,
invasiones y conspiraciones. Comandó un estricto monitoreo anticomunista y llevó a cabo
explícitas acciones de intervención contra Chile y Nicaragua. Las décadas de bloqueo que soporta
Cuba o las conspiraciones que afronta Venezuela retratan esta injerencia.
Es totalmente falsa la creencia que Estados Unidos se ha olvidado de América Latina y que ha
renunciado al intervencionismo. Basta registrar el protagonismo yanqui en el golpe de Honduras,
el despliegue general de la IV Flota o las nuevas bases en Colombia para desmentir esas ilusiones.
Hay cambios en el lenguaje (del anticomunismo al antiterrorismo) y mayor delegación de acciones
en militares locales. Pero el Pentágono persiste como la principal barrera para cualquier
perspectiva no sólo de socialismo, sino de efectiva independencia.
El desahogo que se observa en los últimos años (declive de la OEA, surgimiento de la CELAC,
retorno de Cuba a la diplomacia regional) es un resultado provisorio del escenario creado por las
rebeliones populares. Hay gobiernos más autónomos, pero la obstrucción imperial a cualquier
proyecto de emancipación de la América Latina no ha cambiado.
Resulta por lo tanto indispensable apuntalar las alianzas internacionales que permitan proteger los
procesos antiimperialistas en la región del abrumador poderío del Pentágono. Por su peso
geopolítico a escala global, China puede actuar como contrapeso de esa amenaza.
La trayectoria seguida por Cuba desde los años 60 aporta un interesante antecedente de la forma
de implementar una política exterior revolucionaria, sin subordinación a los mandatos de los
grandes jugadores mundiales . E l Che puso en práctica una estrategia de expansión internacional
del socialismo, en contraposición al status quo permanente con el imperialismo que propiciaban
los líderes de la ex URSS. En su discurso de Argelia fue particularmente crítico con la escasa
solidaridad de estos dirigentes hacia las sublevaciones del Tercer Mundo.
Guevara convocó a forjar “uno, dos, tres, muchos Vietnam”, en oposición a la pasividad del
Kremlin. Impulsaba esas sublevaciones frente a la utopía de restringir la edificación del socialismo
a un solo país o región. En el Congo puso el cuerpo y en Bolivia entregó su vida a esos ideales
(Katz, 2008; Sánchez Vázquez, 2007).
Más allá del resultado de esas acciones, la experiencia cubana ilustró cómo la alianza con una
potencia para contrabalancear el peso del imperialismo, no implica sometimiento o imitación del
socio. Ese modelo ofrece un importante punto de partida para concebir las relaciones con China
de los procesos radicales actuales y futuros de América Latina.
21-11-2014
REFERENCIAS
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China: un socio para no imitar
Resumen
China ha transitado por sucesivos períodos de transformación anticapitalista, adaptación mercantil
y formación de una clase dominante. La dinámica de la acumulación, la desigualdad y la
precarización laboral ilustran un avanzado estadio de restauración capitalista. Pero esta regresión
no es definitiva por los desequilibrios que genera y las resistencias sociales que afronta. Este dato
introduce una diferencia con lo ocurrido en la ex URSS.
El entrelazamiento con capitales foráneos y la estrategia de libre-comercio impiden a China forjar
un bloque internacional cooperativo. Pero América Latina necesita el contrapeso de esa potencia
como socio comercial y aliando geopolítico frente a la dominación estadounidense. Cuba aporta
un
importante
antecedente
de
estrategias
revolucionarias
autónomas.
Notas
[1] Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web
es: www.lahaine.org/katz
[2] Este texto continúa el análisis abordado en: Katz (2014).
[3] Esta posibilidad es analizada con otras conclusiones por Dos Santos (2011).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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