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La Institucionalización
Sociocultural y Jurídica
de la Desigualdad:
EL TRABAJO
DOMÉSTICO
REMUNERADO
RESÚMENES DE ESTUDIOS
DE LA
REGIÓN CENTROAMERICAN
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La Institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad:
el trabajo doméstico remunerado: resúmenes de estudios de la
región de Centroamérica y República Dominicana / asesora técnica Olimpia
Torres; ed. Consejo Ministral de la Mujer de
Centroamérica del Sistema de Integración Centroamericana
(COMMCA/SICA). – 1ª. ed. – San Salvador, El Salv. : Secretaría
Jurídica del Sistema de la Integración Centroamericana (SG-SICA),
2010.
222 p. : il. ; 28 cm.
ISBN: 978-99923-898-4-3
La Institucionalización sociocultural… 2010
1. Economía doméstica. 2. Trabajo no remunerado. 3. Ama de casa.
4. Violación de derecho humanos-América Central. 5. Conflicto
Social-República Dominicana. I. Torres, Olimpia, 1965-, asesora
técnica. II. Título.
CRÉDITOS
Coordinación:
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, (UNIFEM)
Oficina Regional para México, Centro América, Cuba y República Dominicana
Agenda Económica de las Mujeres (AGEM) www.unifem.org.mx
Elabotado por:
UNIFEM
Institución Colaboradora:
CONSEJO DE MINISTRAS DE LA MUJER DE CENTROAMERICA (COMMCA)
Edición de texto y corrección de estilo:
Iván Larreynaga Pacas
Concepto, diseño gráfico e ilustración de portada:
Paola Lorenzana y Celina Hernández
Diagramación:
Eunice Abigail Hernández
Publicación realizada por el Consejo de Ministras de la Mujer de Centro América del Sistema de Integración Centroamericana (COMMCA/SICA), gracias al apoyo financiero del Fondo España/SICA de la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Marzo, 2010. www.sica.int/fes/
©2009 Consejo de Ministras de la Mujer de Centro América del Sistema de Integración Centroamericana.
www.sica.int/commca/
Se permite la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre y cuando no sean alterados en
su contenido y diseño gráfico, se asignen los créditos correspondientes y se haya autorizado por el COMMCA/SICA.
Se prohíbe la reproducción con fines lucrativos.
índice
Índice General
Presentación
Pág.
9
El trabajo doméstico remunerado en Costa Rica. Entre ocupación y
pilar de los cuidados
11
Introducción
I. Punto de Partida
II. Cambios en la Economía y en el Mercado Laboral
III. Dos Décadas de Evolución del TDR, 1987-2007
IV. Marco Legal y Políticas Públicas
Bibliografía
13
14
15
17
25
35
El trabajo doméstico remunerado en El Salvador. Realidades y
desafíos
39
Resumen
Introducción
I. Experiencias y Resultados
I.1 Evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado
I.2 Los derechos laborales de las y los trabajadores domésticos y su tutela
I.3 Implicaciones del trabajo doméstico remunerado sobre las personas que lo realizan, a
nivel personal y familiar
Conclusiones
41
43
45
45
50
53
El trabajo doméstico remunerado en Guatemala
59
Introducción
I. Objetivos del Estudio
II. Marco Conceptual
III. Aspectos Metodológicos
IV. Resultados del Estudio
Conclusiones
Recomendaciones
Bibliografía
Anexos
61
63
63
64
65
77
79
81
85
57
El trabajo doméstico remunerado en Honduras. A dos aguas
entre ocupación remunerada y pilar del cuidado
89
Resumen Ejecutivo
I. Algunos Rasgos del Comportamiento del Trabajo Doméstico Remunerado (TDR) en
Honduras, entre 2001 y 2007
II. Oferta de TDR en Honduras
III. Resultados del Estudio en Relación a la Demanda de TDR
IV. Condiciones Laborales y Derechos de las y los TDRs
V. Elementos del Marco Legal Vigente
VI. Impactos del TDR en la Vida de las Empleadas Domésticas y sus Familias
VII. Principales Hallazgos y Recomendaciones para la Política Pública
Siglas
91
92
92
93
95
96
97
98
105
El trabajo doméstico remunerado en Nicaragua.
La institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad
107
Introducción
I. Objetivos
II. Abordaje Teórico
III. Metodología
IV. Principales Resultados
Conclusiones
Recomendaciones
Bibliografía básica
Abreviaturas y siglas
109
111
111
113
114
123
127
133
135
El trabajo doméstico remunerado en Panamá. A dos aguas entre
ocupación y pilar de los cuidados
137
Introducción
I. Objetivos del Estudio
II. Marco Conceptual
III. Aspectos Metodológicos
IV. Resultados del Estudio
V. Recomendaciones de Políticas Públicas
Bibliografía
139
142
142
145
146
156
161
El trabajo doméstico en República Dominicana. Entre su casa
y la mía
165
Resumen ejecutivo
I. Antecedentes
II. Objetivos del Estudio
III. Principales Aspectos Metodológicos
IV. El Marco Legal Vigente
167
167
167
168
170
Resumen Regional
185
Introducción
I. Objetivos
II. Marco Conceptual
III. Aspectos Metodológicos
IV. Principales Hallazgos
Conclusiones y recomendaciones
Bibliografía
187
189
189
192
193
213
221
9
Presentación
El Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica
del Sistema de la Integración Centroamérica
(COMMCA/SICA), es consciente del rol que
desempeñan las mujeres en el desarrollo económico y
social de los países que integran el SICA, así como de
la crudeza con la que se está sintiendo en la región la
crisis económica mundial. El contexto actual requiere
de acciones de política pública de forma urgente a
fin de reducir los factores de vulnerabilidad, falta de
opciones laborales y de seguridad que enfrenta la
población más pobre de la región dada la brusca
pérdida de puestos en la económica formal y la mayor
precarización de la economía informal.
Esta población es eminentemente femenina, una vez
más son las mujeres quienes cargan con el mayor
peso de las crisis socioeconómicas, agravándose
la situación de inequidad en cuanto al goce de sus
derechos humanos y por ende de su calidad de vida
y la de sus familias. Viven día a día la fragmentada y
heterogénea realidad centroamericana que entre otras,
genera dramáticas brechas de género, obligando, sin
más dilación, a construir un espacio socioeconómico
regional como medio para mejorar el desarrollo de
sus países y la región.
La creciente integración de las mujeres en el mercado
laboral y el incremento de hogares con jefatura
femenina, son factores que están provocando cambios
en la composición de los hogares y al mismo tiempo
en la distribución del las tareas del cuidado de los
personas. El trabajo doméstico remunerado suele ser
una solución para este dilema pero la pregunta que no
debemos dejar de hacernos es ¿hasta qué punto esta
ocupación está aportando a la equidad de género?
Por otra parte, la falta de oportunidades de empleo
y la agudización de la situación económica de los
hogares ha conllevado también a lo que se conoce
como la feminización de la migración. Una gran parte
de las mujeres que emigran se ubican en el trabajo
doméstico remunerado en los países receptores de
esa migración siendo éstos, en su gran mayoría,
países con mayor desarrollo que el país de origen. Los
análisis sobre los flujos migratorios están motivando
la reflexión sobre la falta de políticas de cuidado en
los países de destino así como en los impactos para
las familias de las mujeres en sus países de origen.
Entonces aquí nos surge otra interrogante- ¿hasta qué
punto está siendo útil para la sociedad el crecimiento
en trabajo doméstico remunerado?
La presente publicación busca ser un insumo para
promover un mayor conocimiento sobre el trabajo
doméstico remunerado, ampliando así la conciencia
sobre las brechas entre los derechos de las personas
10
trabajadoras en el sector y sobre la necesidad de que
se considere como un sector económico que requiere
de políticas específicas que lo dignifique como un
tipo de trabajo en el mercado laboral. Esta fuente de
empleo a la que miles de familias recurren como un
mecanismo de conciliación entre el trabajo doméstico,
y de mercado, y una estrategia de sobrevivencia para
miles de familias pobres merece gozar de las normas
laborales globales, evitando la violación de los
derechos humanos de las personas trabajadoras.
Mayra Díaz Méndez
Presidenta Pro Tempore COMMCA
Julio-Diciembre 2009
Resumen
Ejecutivo:
El Trabajo
Doméstico
Remunerado en
Costa Rica
Entre ocupación y
pilar de los
cuidados
13
Introducción
Este estudio primero aborda quiénes son, en qué
condiciones trabajan y cuáles son los retos que
enfrentan las más de ciento treinta mil personas,
principalmente mujeres, que en Costa Rica son
actualmente contratadas para cuidar y “hacer
oficio”. Para ello, se presentan las características
sociodemográficas de quienes desempeñan este
trabajo, las condiciones sociales y laborales en que
lo hacen, y las principales características de los
hogares que las contratan. Contrariamente a la idea
más extendida, el trabajo doméstico en Costa Rica
es principalmente realizado por costarricenses y no
por nicaragüenses. Segundo, el estudio documenta
el camino seguido para corregir la discriminación
laboral contra las trabajadoras domésticas, así
como el papel de actores institucionales y sociales
en promover o en vetar los necesarios cambios. Los
retos que enfrenta el país con quienes desempeñan
el trabajo doméstico remunerado son múltiples
pero están claros. De enfrentarse, se corregirían seis
décadas de discriminación legalmente establecida,
pero también se reconocería la importancia social
de estas tareas en el marco de las nuevas tensiones
existentes entre vida laboral y vida familiar.
14
I. El punto de partida
Hace más de 15 años, un estudio pionero realizado
por Chaney y García (1993) mostró que en
toda América Latina el trabajo doméstico estaba
principalmente a cargo de mujeres jóvenes, con un
bajo nivel educativo, frecuentemente inmigrantes de
países vecinos o del interior de sus propios países. Al
migrar, estas mujeres usualmente dejan hijos e hijas
en sus países o ciudades de origen, a cargo de redes
familiares, principalmente femeninas, frecuentemente
de abuelas, hermanas e hijas. A cambio, las
trabajadoras domésticas utilizan su salario para enviar
“ayudas” o remesas a sus madres u otros familiares.
Si bien las trabajadoras domésticas realizan un trabajo
remunerado, este trabajo se diferencia de otros porque
no es completamente reconocido como tal. Primero,
se considera una extensión de tareas “naturalmente”
femeninas, carentes de calificación, y por lo tanto,
desvalorizadas. Segundo, se superpone parcialmente
con relaciones familiares basadas en el afecto, en
particular femenino, de las cuales se espera entrega
y lealtad. Tercero, refleja resabios de relaciones de
servidumbre, como se expresa en que en ocasiones se
pague, no con salario, sino en especie, con comida
o habitación. Para complicar aún más las cosas,
el aislamiento en que estas mujeres se encuentran,
conlleva enormes y diversas dificultades para su
organización. Al mismo tiempo, el servicio doméstico
es una actividad heterogénea: algunas mujeres viven
en los hogares que las contratan (“cama dentro”);
otras no. Algunas trabajan jornada completa, otras
medio tiempo o por horas.
Por estas razones, el trabajo doméstico remunerado (en
adelante TDR) se ubica en la frontera entre el trabajo y
el afecto – supuesto “no trabajo” –, entre lo público y
lo privado, entre una mera ocupación y una estrategia
para “conciliar” vida familiar y laboral. En otras palabras,
constituye un eslabón crítico entre mercados laborales,
familias, responsabilidades femeninas y políticas públicas
(o su ausencia).
En Costa Rica la preocupación por el trabajo doméstico
no es nueva. Contamos con estudios que caracterizan
la legislación y su evolución (Castillo y otros, 1994)
o que abordan el perfil de quienes trabajan en el
servicio doméstico a partir de encuestas de hogares
(Menjívar, 1997). También disponemos de un abordaje
detallado, aunque no estadísticamente representativo,
de la vulnerabilidad laboral de muchas de estas
mujeres, costarricenses e inmigrantes (ASTRADOMES,
2004; MTSS, 2008; Rojas, 2008)2. Además, Paniagua
(2007) caracteriza las condiciones sociolaborales de las
trabajadoras domésticas, en el marco de un análisis de
tres ocupaciones (construcción, agroexportación y servicio
doméstico), en las que tiende a insertarse la población
inmigrante. Finalmente, Lerussi (2007) caracteriza las
condiciones laborales de las trabajadoras migrantes, sus
propias responsabilidades familiares como proveedoras
de ingresos, y las “cadenas de cuidados” de las cuales ellas
también dependen para poder generar un ingreso fuera
de su propio país. A lo largo de este estudio, hacemos
referencia a los principales hallazgos e interrogantes que
estos análisis plantean.
A la vez, este estudio llena un vacío. Primero, porque
la caracterización disponible del trabajo doméstico
realizada por Menjívar (1997) tiene ya una década,
corresponde exclusivamente a quienes trabajaban
“cama dentro” y se enfoca sólo en algunas características
principales. Además, desde entonces, ha ocurrido una
transformación profunda de la economía costarricense,
2 Aunque el trabajo no presenta una ficha técnica pareciera que se trata de
encuesta aplicada en siete países (Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala,
República Dominicana, Perú y México). Fueron las mismas trabajadoras
domésticas vinculadas a las organizaciones de mujeres las que realizaron las
encuestas
15
con consecuencias importantes para el mercado laboral
en general, y de servicios en particular. Segundo, este
estudio aborda el trabajo doméstico, no sólo en tanto
ocupación sino también en tanto estrategia para
lidiar con tensiones entre vida familiar y vida laboral.
Tercero, en términos metodológicos, a diferencia de
otros análisis, éste consolida fuentes y técnicas diversas,
tanto estadísticas como cualitativas, propias y ajenas.
En cuarto lugar, este estudio reúne dos intenciones que
en los previos aparecen separadas: la generación de
conocimiento y las recomendaciones de política.
II. Cambios en la economía y en el
mercado laboral
El TDR debe ubicarse en el marco de las tendencias
de cambio de los mercados laborales de la región
centroamericana en general, y de Costa Rica en
particular. La crisis económica de los años ochenta
tuvo su máxima expresión en Costa Rica en 1982,
dando en los siguientes años lugar a una profunda
reorganización de las economías y de los mercados
laborales. De economías agroexportadoras que
giraban en torno a dos principales productos, el café
y el banano, los países pasaron a economías de
servicios, altamente feminizadas; al surgimiento de
la maquila, especialmente textil; y al desplazamiento
de fuerza de trabajo fuera de la región (Segovia,
2004). Como en toda América Latina, estos cambios
estuvieron acompañados de apertura comercial y
liberalización económica.
En este escenario, y en términos de empleo, aumentó
considerablemente la proporción de personas
ubicadas en el sector servicios. Uno de los cambios
más importantes que primero trajo aparejado la crisis
económica y luego consolidó el nuevo modelo, fue la
alta incorporación de mano de obra femenina (Gráfico
1). Esta incorporación ha sido además reflejo y motor
de profundos cambios culturales relacionados con las
expectativas y prácticas de género en el ámbito público:
en tanto sólo dos décadas, la mujer proveedora de
ingresos se ha generalizado (Flórez-Estrada, 2007).
Por eso, aunque a inicio de los 80 la mayor inserción
laboral femenina fue una manera de hacer frente a
la caída de las remuneraciones, desde entonces, esta
incorporación ha sido sostenida. Más aún, desde
16
1995, la PEA femenina ha crecido más rápidamente
que la masculina: desde 1980, la tasa de participación
se ha mantenido constante entre los hombres pero se
duplicó entre las mujeres, pasando del 24,4% en 1980
al 40,7% en el 2007 (Estado de la Nación, 2007). Este
aumento fue tanto urbano como rural, aunque más
pronunciado en el primer caso que en el segundo.
El aumento cuantitativo de las mujeres en el mercado
laboral ha estado aparejado de serios problemas
de calidad, reflejados en una sobre representación
femenina en la informalidad, el desempleo y el
subempleo3. En el 2006 el desempleo femenino era
3 Hay subempleo cuando se trabaja pocas horas (subempleo visible) o las
remuneraciones son inferiores a las horas que se trabajan (subempleo invisible)”
(Nowalski, 2003:72). Por eso, subempleo visible y subutilización son utilizados
como sinónimos.
del 8,7% mientras que el masculino era del 4,4%
(Gráfico 2). En materia de generación de puestos de
trabajo, el sector informal ha sido el más dinámico de
la economía (Trejos en Castro y Martínez, en prensa),
caracterizado por alta precariedad laboral y escasas
remuneraciones, y ha absorbido una gran cantidad
de mujeres: representa el 43% del empleo femenino
pero sólo el 30% del masculino (Nowalski, 2002;
Sauma, 2006).
Paralelamente a esta revolución laboral, con trasfondo
estructural y cultural (Flórez-Estrada, 2007), en lo que
respecta al cuido y la reproducción, la organización de
las familias y de las políticas públicas ha permanecido
básicamente inmutable. En el primer caso, las encuestas
de uso del tiempo muestran que las cargas de trabajo
de ellas (combinando lo remunerado con lo no
17
remunerado) son en promedio 16 horas más que las de
ellos. Las políticas públicas, por su parte, han cambiado
muy lentamente, tanto en el tipo de oferta como en la
cobertura (INAMU, 2007).
III. Dos décadas de evolución del TDR,
1987-2007
La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM)
permite reconstruir la evolución del trabajo doméstico
remunerado desde 1987 y el 2007, considerando no
sólo a las servidoras domésticas propiamente dichas,
sino también a un conjunto más amplio de ocupaciones
como jardinería, seguridad y cocina. Bajo “trabajo o
servicio doméstico” las encuestas registran mensajeros/
as; jardineros/as; choferes; seguridad; cocineros/as,
criados/as, sirvientes y niñera; mayordomos y amas de
llaves; lavanderos/as, planchadoras/as a domicilio y por
cuenta propia; y misceláneos de limpieza4. Más del 90%
del TDR corresponde, sin embargo, a “cocineros, criados,
sirvientes, niñeras del servicio doméstico” (Gráfico 3).
La concentración de personal en esta categoría podría
indicar la falta de especialización que se le atribuye a
este trabajo, el cual, generalmente, se considera como
capaz de hacer “de todo un poco” (Torres, 2008).
Cuando la categoría se desagrega, la EHPM del
2007 muestra que alrededor del 90% de todo el TDR
corresponde a “servicio doméstico o niñera” (Gráfico 4
en página siguiente).
El trabajo doméstico remunerado es, básicamente,
trabajo femenino. Sin embargo, entre 1987 y el 2007
la proporción de mujeres pasó de ser el 98% a ser
4 Se tomaron como ocupados en servicio doméstico a aquellas personas que
tenían asignada la categoría ocupacional número 5 correspondiente a “servicio
doméstico” y que además tenían como rama de actividad el “servicio doméstico
de los hogares”. Antes del 2001 los datos generados por el Instituto Nacional
de Estadística y Censos (INEC) impedían desagregar la categoría “cocineros,
criados, sirvientes, niñeras del servicio doméstico” según la rama de actividad.
Desde el 2001, tal desagregación es posible y permite distinguir entre niñeras,
cocineras, servicio doméstico, enfermeros/as y auxiliares, así como personal de
mantenimiento.
18
90% (y por lo tanto los hombres del 2% en 1987 al
10% en el 2007).
Dado que las EHPM sólo registran servicio doméstico con
“cama dentro” (línea roja en el Gráfico 5), se realiza una
estimación del TDR que no es “cama dentro” basada
en el número de personas que trabajan en TDR (línea
azul en el mismo Gráfico). El supuesto – incorrecto pero
adecuado para la estimación en tanto es sistemático para
todo el período- es que cada persona trabaja sólo en un
hogar, y que cada hogar contrata sólo una persona en
TDR. Aunque es un mejor acercamiento, la estimación
es todavía insuficiente y recurrimos a las dos Encuestas
Nacionales de Ingresos y Gasto (ENIG), realizadas en
1988 y en el 2004. A diferencia de las EHPM, la ENIG
registra todo el TDR, y muestra que la proporción de
hogares con trabajo doméstico aumentó del 13% al 19%.
Es decir que los hogares con TDR son más del doble de
los que se registran en la EHPM. El trabajo doméstico
remunerado es, básicamente, trabajo femenino.
III.1. Otras características del TDR:
• En el 2007 el 58% de las mujeres en TDR tenían
entre 25 y 49 años. Sin embargo, la composición
por edades ha experimentado el mismo cambio
que la PEA en general: han disminuido las mujeres
entre 15 y 24 y aumentado las de más de 50 años.
• El TDR es mayor en zonas urbanas: un 56% en
comparación a un 37% de TDR rural (EHPM, 2007).
Hay, sin embargo, una diferencia significativa en
la importancia relativa del TDR para mujeres y
para los pocos hombres que se desempeñan en
esta ocupación. Entre ellas el 57% se encuentra
en zonas urbanas mientras que, entre ellos, sólo
un 35%. En otras palabras, el empleo doméstico
rural es más importante para los hombres (65%)
que para las mujeres (42%).
19
• La gran mayoría de las personas ocupadas en TDR
tiene escasa educación formal. Sin embargo, ésta
ha mejorado a lo largo del tiempo: la proporción
de personas con primaria completa o menos, era
del 80% en 1987 pero había descendido al 70%
en el 2007. Esta situación podría estar indicando
incapacidad del mercado laboral para absorber a
personas costarricenses mejor calificadas, así como
la presencia de migrantes nicaragüenses calificadas
(por ejemplo con educación secundaria completa
e incluso universitaria) que sólo encuentran trabajo
en el servicio doméstico 5 .
• Una proporción similar de personas se reparte
entre ser las jefas del hogar (39.9%) y ser esposas
o compañeras del jefe (36.6%), lo que indica que
la jefatura femenina en hogares con personas en
5 Dado que durante la década de los 80 la revolución nicaragüense puso
énfasis en la expansión de la educación formal, sería de esperar una mayor
calificación de personas que llegaron a Costa Rica durante los años noventa.
TDR es mucho mayor que el 26.1% que según la
ENIG tiene lugar en la población en general.
• Entre los hogares con jefatura masculina la casi
totalidad (94.3%) es biparental en comparación
a sólo el 15.4% cuando las jefas son mujeres.
También, entre los hogares monoparentales, son
importantes los hogares extensos o compuestos que
tiene jefatura femenina. Al menos un tercio de los
hogares está compuesto por 5 o más integrantes,
situación similar a la población en general (29%).
• En el 87% de los hogares donde hay personas
ocupadas en TDR hay presencia de por lo menos
un hijo en el hogar. Para ambos sexos, un tercio
de los hogares tienen más de 3 hijos/as, aunque
esto es más claro para mujeres (34.7%) que
para hombres (28.1%). Es decir que, como es de
esperar, las mujeres tienden a ser parte de hogares
con mayor número de cuidado-dependientes que
20
los hombres. Son además pocos los hogares sin
hijos/as (14.1%), aunque los hombres forman más
frecuentemente parte de hogares sin hijos que las
mujeres (27.9% y 11.9%, respectivamente).
• La gran mayoría de los hogares donde viven las
mujeres que trabajan en TDR (85.4%) tienen personas
de 12 años o menos, mientras que una proporción
muy alta (66.9%) tienen presencia de personas de 65
años o más. Si bien estas últimas posiblemente estén
cuidando a los primeros, son también personas que
requieren o requerirán cuidados.
• Finalmente, encontramos presencia de personas de
75 años y más –es decir, de personas con mayores
y más especializadas demandas de cuidados– en
un 4.3% de los hogares donde viven las personas
ocupadas en TDR, un porcentaje aún pequeño.
En resumen, estamos ante mujeres con una
importante demanda de cuidados. De hecho, entre
la población en general la situación es diferente:
sólo en el 48% de los hogares hay personas de 12
años o menos, y en el 16% personas de 65 o más.
III.2 La importancia de la población
nicaragüense en el TDR
Uno de los pilares del nuevo modelo económico
centroamericano es la emigración. Además de fuente de
divisas, mecanismo para superar la restricción externa al
crecimiento y forma de preservar la estabilidad financiera
y cambiaria, la emigración actúa como estrategia de
sobrevivencia y de distribución de los recursos, y le
quita presión al mercado laboral local (Segovia, 2004).
Estas migraciones se dirigen a los Estados Unidos pero
también ocurren entre países centroamericanos.
Las cifras de inmigrantes nicaragüenses que se manejan
en el país han oscilado entre 200.000 y 1 millón de
personas. El censo del 2000 arrojó una cifra de 226.000,
aunque persistieron interrogantes dado lo difícil que es
estimar el total de población inmigrante6 (Rosero, 2002).
Cálculos posteriores, a partir de un método indirecto,
estimaron el subregistro de personas nicaragüenses en
el censo en un 12%, con lo cual alcanzaría las 258.489
(INEC y CCP, 2002). En todo caso, el manejo de las
cifras tiende a hacerse de manera especulativa y sin
fundamento empírico.
De acuerdo a la ENIG, primero, sólo 17 de cada 100
personas ocupadas en el trabajo doméstico remunerado
provienen de Nicaragua. Se trata de una proporción
alta, mayor que para la población ocupada en su
conjunto. Es probable, además, que esta proporción
esté subestimada debido al subregistro de personas que
tienen una situación migratoria irregular o no califican
como residentes habituales. El no contar con permiso
de trabajo, por ejemplo, es un factor decisivo entre las
trabajadoras domésticas, dado que periódicamente
se suspenden debido a estimaciones del Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social (MTSS) de cifras de desempleo
y subempleo por encima de la media nacional.
Sin embargo, aunque el subregistro fuera del 100% (y
por lo tanto, las trabajadoras nicaragüenses fueran el
34% del total), contrario al sentido común imperante,
la enorme mayoría de las trabajadoras domésticas es
de todos modos, costarricense7. Si bien estos datos
contradicen estudios previos (ver, por ejemplo, MTSS,
2008; Rojas, 2008), a diferencia de dichos estudios, se
basan en una muestra representativa de la población.
Segundo, entre trabajadores/as nicaragüenses, la
proporción de mujeres es similar a la que existe para
el conjunto de las trabajadoras domésticas: 9 de
cada 10 son mujeres (Cuadro 1). Aún cuando el dato
6 La EHPM sólo incluye a personas residentes en los hogares y a residentes con al
menos 6 meses de vivir en el país (o que piensan hacerlo (Castro, 2002). Una de
las limitaciones más destacadas es el no empadronamiento de los migrantes que
según el concepto en uso no califican como residentes habituales (Castro, 2002).
7 Consideramos que el margen de error máximo podría ser del doble (Cortés,
2008b).
21
estuviera sobre representado, la importancia relativa
de nicaragüenses en el TDR es mucho menor a la
esperada de acuerdo al sentido común costarricense.
Tercero, las trabajadoras nicaragüenses estarían sobre
representadas en el trabajo “cama dentro”: prefieren
trabajos donde puedan contar con alojamiento
y alimentación, tanto porque sus salarios no les
permitirían pagar el alquiler de una habitación, como
para enviar remesas a sus hijos e hijas residentes en
Nicaragua (MTSS, 2008).
Según el INEC, en el 2004 había alrededor de 218.000
hogares en Costa Rica que contrataron trabajo doméstico,
es decir, 19 de cada 100 hogares. Los factores que
aumentan la probabilidad de que un hogar cuente con
TDR se explican a partir de los resultados del siguiente
análisis multivariado y datos de la ENIG8.
La variable dependiente es si el hogar contrata (1) o
no (0) a alguien para el trabajo doméstico (TDR). El
modelo parte de que la probabilidad de que un hogar
contrate TDR es una función de las siguientes variables
independientes: ingreso disponible del hogar; ocupación
del/a jefe/a; características personales del/la jefe/a del
hogar; características del hogar; y demanda de cuido en
el hogar. El Cuadro 2 de la siguiente página resume
los resultados, y una explicación que relacione las
variables independientes utilizadas con la dependiente.
El modelo obtenido tiene un buen desempeño: da
cuenta del 86% de la variación entre hogares con y
hogares sin TDR. Concretamente, encontramos que:
• Entre las características asociadas a la ocupación,
importan los ingresos. El análisis muestra lo evidente:
todo lo demás constante, a mayores ingresos, mayor
probabilidad de contar con TDR. Las otras características
asociadas a la ocupación no aparecen significativas,
excepto si la persona jefa del hogar tiene acceso a
seguro, aunque con un impacto pequeño. La ocupación
de la persona jefa, el número de horas que trabaja y el
tipo de trabajo que realiza, no son significativos para la
decisión de contratar trabajo doméstico.
8 Dado que la relación entre las variables independientes y dependiente no es
lineal, el análisis probit convierte la variable dependiente “dummy” (0-1), en una
probabilidad. El análisis mide la probabilidad de que un hogar contrate TDR
a partir de un conjunto de variables independientes que impactan (positiva o
negativamente) dicha probabilidad. El programa estadístico que usamos, Stata
9.2., reporta efectos marginales, es decir, el cambio en la probabilidad de que el
hogar contrata TDR para un cambio infinitesimal en cada variable independiente
continua, y reporta el cambio discreto en la probabilidad para variables dummy
en puntos porcentuales. Hay que considerar que no se trata de un porcentaje,
dado que no estamos trabajando con una base o con un punto de referencia.
22
• Las características de la persona jefa del hogar son muy
importantes. La presencia de TDR es más alta en hogares
encabezados por mujeres que por hombres. A mayor
edad, mayor presencia de TDR (presumiblemente
asociado a la presencia de cuidado-dependientes). A
mayor nivel educativo, mayor probabilidad de contar
con TDR. La nacionalidad del/a jefe/a no aparece
significativa en la regresión.
• Las características y organización de hogar son
determinantes. El tamaño tiene un efecto negativo
en la probabilidad de contar con TDR. Este resultado
es muy relevante porque indica que en la familia hay
una división de trabajo y que, a mayor cantidad de
integrantes, menor contratación de TDR salvo que se
trate de integrantes perceptores de ingreso. Si este es
el caso, a mayor cantidad de perceptores de ingreso,
mayor probabilidad de que haya TDR.
23
III.3. Condiciones laborales: jornadas,
protección social y remuneraciones
Al analizar la duración de las jornadas, 6 de cada 10
personas ocupadas en TDR realizan jornadas parciales.
Esta proporción aumenta levemente entre las mujeres
y se reduce considerablemente entre los hombres.
En cambio, entre los hombres, lo relevante son las
sobrejornadas y no la jornada parcial.
La importancia de las jornadas parciales para las
mujeres y de las sobrejornadas para los hombres
refleja al menos tres factores: la informalización de la
demanda de servicio doméstico propiamente dicho
(hacia el trabajo por horas); las demandas familiares
que experimentan las mujeres por parte de sus propias
familias (lo cual no ocurre entre los hombres), y las
dificultades de registro del trabajo por horas. Aunque
este último factor podría incidir tanto en hombres como
en mujeres, en el caso de las mujeres se combina con
sesgos de género que afectan las estadísticas, tanto
entre quienes reportan como entre quienes registran.
En cuanto a la remuneración del TDR es importante
señalar la existencia de brechas a favor de los hombres.
En el 2007, por ejemplo, las mujeres obtuvieron en
promedio 100 dólares (US$ 96.7) mensuales menos
que los hombres. Medido en términos de líneas
de pobreza, en el 2007 la brecha entre hombres y
mujeres era de una línea de pobreza (los hombres
recibían remuneraciones equivalentes a 2,6 líneas y
las mujeres a 1,5 líneas).
El Cuadro 3 de la siguiente página presenta las
remuneraciones por hora en US dólares9 y muestra tres
características destacables:
9 El tipo de cambio corresponde al promedio del tipo de cambio de compra y
venta establecido por el Banco Central de Costa Rica, durante el periodo de la
encuesta ENIG del INEC (abril 2004 - abril 2005).
• Para las mujeres, los salarios son menores entre las
personas más jóvenes, aumenta entre los 25 y 49
años, se reduce a partir de los 50 años y a partir de
los 65 cae a la mitad.
• En relación con el salario mínimo legalmente
estipulado, es importante señalar que en Costa
Rica, el Consejo Nacional de Salarios define salario
mínimo para la categoría “servidoras domésticas”
como una de las categorías especiales de trabajo
(junto con estibadores, taxistas, recolectores de café y
24
periodistas, entre otros). Este salario mínimo es distinto
e inferior al que tiene el “trabajo no calificado”. En el
segundo semestre del 2008, por ejemplo, de acuerdo
al decreto ejecutivo de fijación de salarios, el del TDR
correspondió a un 60% del salario del trabajo no
calificado (179.799 y 107.883 colones mensuales,
respectivamente) (Poder Ejecutivo, 2008). Aún así,
poco más de la mitad de las personas reciben un
salario menor al mínimo, mientras poco menos de la
mitad, reciben un ingreso superior.
• Las remuneraciones de las mujeres siempre son
menores que las de los hombres. En promedio, la
diferencia es de 0.31 dólares por hora, con lo cual
las mujeres ganan el 78% que lo que ganan los
hombres. Estas brechas parecen estar directamente
asociadas a la valoración social de las tareas que
desempeñan mujeres y hombres: ellas realizan el
oficio mientras ellos hacen el jardín. Es interesante
agregar que entre las mujeres de menos de 25
años el salario es menor que para las mujeres entre
25 y 49 años, aunque la brecha con los hombres
es menor.
Dado que en Costa Rica el aseguramiento es obligatorio
para toda la población ocupada, deberíamos encontrar
niveles similares de aseguramiento propio en hombres y
mujeres. El aseguramiento propio o directo es el que obtiene
la persona que cotiza. En cambio, el aseguramiento familiar,
es el que obtienen hijos/as, esposas y otras personas de
la familia, que son económicamente dependientes de la
persona que contribuye. En principio, toda persona que
recibe ingresos por su trabajo, sea asalariada o trabajadora
por cuenta propia, debería contribuir y tener un seguro
propio. La realidad es sin embargo distinta, en particular
para las mujeres. No sólo los hombres se encuentran
más frecuentemente asegurados (72.5%) que las mujeres
(69.7%), sino que, al igual que en la PEA en general, entre
ellos predomina el aseguramiento directo (65.5) y entre
ellas el familiar (43.9%) (Cuadro 3). A la vez, encontramos
una alta proporción de personas sin aseguramiento alguno,
más mujeres (32.1%) que hombres (27.5%). Mientras que
para los hombres esta situación es similar al de la PEA en
general, para las mujeres es de mayor vulnerabilidad que
para la PEA en general. Entre estas últimas hay mucho más
mujeres (80.3%) que cuentan con seguro y un porcentaje
mayor con seguro directo (52.6%).
25
Una situación que afecta muy fuertemente al TDR es
el tener varias “patronas”. Como reiteradamente le ha
manifestado la CCSS (Subdirector Dirección Actuarial)
a las autoridades y técnicas del INAMU, las TDR tienen
problemas para que el costo de ese aseguramiento
se reparta entre varias “patronas”. Usualmente la que
decide asegurarla se le recarga el costo de las otras
pues a ella le corresponde pagar como patrona sobre
un salario que supone jornada completa. Además, para
mostrar que existe otra relación laboral en cuyo marco se
está evadiendo la seguridad social, quien debe probarlo
es la “patrona” que está al día con la CCSS.
en especie, mediante la habitación y la alimentación
brindada por el hogar contratante. Esta regulación
diferencia el TDR del resto de trabajadoras/es, que sólo
reciben salario. Igual distinción se hizo en materia de
jornadas laborales: mientras la población trabajadora
obtuvo las 8 horas diarias, para el TDR se mantuvo un
descanso mínimo de 10 horas diarias, permitiendo así
jornadas de hasta 14 horas. Adicionalmente, se definió
un descanso semanal para la población trabajadora en
general, pero no para las trabajadoras domésticas en
particular, a quienes tampoco se incluyó en el disfrute
de los días feriados.
IV. Marco legal y de políticas públicas
En 1964 se aprobaron reformas al Código de Trabajo
que fueron promovidas por un sindicato de servidoras
domésticas10. El período de prueba, que hasta entonces
era de15 días, aumentó a 30. La jornada laboral
ordinaria dejó de ser de 14 horas y se estableció en
12 horas11. La jornada extraordinaria se estableció en
4 horas. Además se definieron medio día de descanso
semanal y 15 días de vacaciones anuales remuneradas.
Adicionalmente, se prohibió el trabajo de más de 12
horas entre menores de 18 años. A junio del 2009, las
trabajadoras domésticas tienen los derechos laborales
establecidos en la reforma de 1964. Sin embargo,
acaban de aprobarse transformaciones muy significativas
que entrarán en vigencia una vez publicadas en el diario
oficial. El Cuadro 4 sintetiza estas tres principales olas
de transformación legal: la creación del Código de
Trabajo de 1943, las reformas de 1964, y la reforma
recién aprobada12, según ocho dimensiones clave de
la condición laboral a las que haya aludido: contrato,
período de prueba, jornada, salario, descanso semanal,
vacaciones, días feriados y derecho a despido.
Desde inicios del siglo veinte se crearon en Costa Rica
instrumentos jurídicos para la regulación de los derechos
de las trabajadoras domésticas. A partir de 1902, la Ley
de Servicios Agrícolas, Domésticos o Industriales reguló
el trabajo agrícola y doméstico como formas de pago de
una deuda de dinero (Castillo et al, 1994: 29). Además,
en 1933 la Ley de Salario Mínimo Nº 14 estableció que
ningún trabajador adulto podía tener un salario inferior
a 1 colón. Dado que no se excluía ninguna actividad
laboral de la normativa, esta legislación aplicó al TDR.
Recién en 1943 se aprobó el Código de Trabajo, vigente
con reformas desde entonces. Este Código reguló las
condiciones laborales del TDR mediante un capítulo
especial vigente hasta hoy. El capítulo VIII del Código de
Trabajo estableció en su artículo 101 que trabajadores
domésticos “son los que se dedican en forma habitual
y continua a las labores de aseo, asistencia y demás
propias de un hogar o de otro sitio de residencia o
habitación particular, o de instituciones de beneficencia
pública que no importen lucro o negocio para el
patrono” (Castillo y otros, 1994: 36).
En materia de remuneraciones, el artículo 102 del Código
de Trabajo estableció que podía hacerse en dinero y
10 Las reformas fueron aprobadas el 20 de noviembre de 1964. En las fuentes
consultadas no se especifica el nombre de esta organización.
11 La jornada laboral diaria se estableció explícitamente en 12 horas (antes que
inferirse de las horas establecidas de descanso, como era previamente en Costa
Rica y como continúa siendo en otros países centroamericanos).
12 Como veremos más abajo, esta última es parte de una ola de reformas
que comenzó a mediados de los 90 y que aún no ha finalizado exitosamente.
26
27
En 1982 se reformó el Código de Trabajo (título IV)
que aborda la salud ocupacional y el seguro de riesgos
del trabajo. Esta reforma extendió y universalizó este
seguro a todas las personas trabajadoras asalariadas,
incluyendo a las trabajadoras domésticas (Asamblea
Legislativa, 1982). Aunque no contamos con datos
sobre este tipo de aseguramiento para el TDR, sabemos
que alcanza alrededor de la mitad de la población
ocupada en general (INAMU, 2003).
horas que las trabajadas), ha generado mayores grados
de evasión (es decir, trabajadores/as que no contribuyen
a la seguridad social y que, de necesitarlo, tienen acceso
no contributivo, sea familiar o por el Estado). Así, desde
mayo del 2006, para el trabajo doméstico, “si los
salarios mínimos que se dicten por decreto ejecutivo, son
inferiores al ingreso de referencia mínimo considerado en
la escala contributiva del seguro voluntario, la cotización
se establecerá dentro de este último” (CCSS, 1996).
En 1986 se reguló la licencia por maternidad pre y post
parto, y se creó un régimen de estabilidad en el empleo
para las trabajadoras asalariadas embarazadas y
lactantes, incluyendo a las trabajadoras domésticas.
Hasta 1996, se interrumpían las cotizaciones a la
seguridad social, dado que durante las licencias por
maternidad lo que se devengaba era un subsidio y
no un salario. Por ejemplo, una mujer que hubiera
tenido tres hijos/as, a lo largo de su vida laboral
perdía un año entero de cotización, afectándole
sus derechos en materia de pensiones por invalidez,
vejez, y muerte. Además, dicho subsidio equivalía a
un porcentaje menor al salario de la trabajadora. En
1996, una reforma del Código de Trabajo introdujo
dos nuevas modificaciones. Primero, estableció que la
remuneración durante las licencias fuera equivalente al
total del salario de la trabajadora, en parte a cargo
del patrono y en parte a cargo de la seguridad social.
Segundo, la reforma estableció que durante ese período
la cotización a la seguridad social fuera obligatoria.
Durante los años 90 se introdujeron en el país medidas
para el avance en el reconocimiento de los derechos de
las mujeres. La promulgación de la Ley de Promoción
de la Igualdad Real de la Mujer fue fundamental en
el reconocimiento de estos derechos. Le siguió la
aprobación de la ley Contra el Hostigamiento Sexual en
el Empleo y la Docencia, y la Ley de Unión de Hecho,
ambas de 1995. Un año después fueron aprobadas la
ley Contra la Violencia Doméstica y la Ley de Pensiones
Alimentarias (INAMU, 2007). Sin embargo, como lo
señala la Política Nacional de Igualdad y Equidad de
Género (PIEG), aprobada en el 2007 para el período
2007-2017, a pesar de los avances significativos en
el reconocimiento de los derechos de las mujeres,
el país enfrenta actualmente un estancamiento en la
aprobación de leyes muy importantes. Así lo evidencian
los esfuerzos, hasta el momento infructuosos, para
reformar el Código de Trabajo en lo relacionado con
el TDR (INAMU, 2007) y que se detallan en la siguiente
sección. Aún así, no todas son malas noticias.
En materia de aseguramiento, la Caja Costarricense del
Seguro Social (CCSS) recientemente definió un ingreso
mínimo de referencia. Ninguna persona puede cotizar
por debajo de este salario mínimo de referencia, aún
cuando sus ingresos efectivos estén por debajo de dicho
ingreso (CCSS, 1996 y reformas). Esta regulación,
establecida para reducir la subdeclaración (es decir,
situaciones en las que patronos/as cotizaban por menos
En materia de tutela efectiva de derechos, primero una
sentencia de la Sala Constitucional (1993) estableció
que las personas trabajadoras pueden reclamar todos
los derechos que les hayan sido violentados durante
toda su relación laboral, a partir de la fecha en que esta
relación termina y hasta seis meses después. Luego,
una reforma legal poco divulgada y poco conocida,
amplió ese plazo a un año a partir de la terminación de
28
la relación laboral. Se trata de una herramienta legal
cuya importancia aumenta a medida que aumenta la
debilidad a la que se enfrenta la persona trabajadora
en relación con su empleador. De hecho, la primera
persona que logró el reconocimiento de los derechos
no pagados durante más de veinte años fue una
servidora doméstica (ver Recuadro 2). En este caso de
extrema violación de derechos, esta trabajadora entró
a trabajar y nunca se le pagó un salario; sólo se le dio
alimentación y dormida: “ I.- Doña Carmen Villegas
Mena solicitó el pago de los salarios, de las horas extra
laboradas (36 por semana), de los aguinaldos y de las
vacaciones de toda su relación de trabajo; así como la
cesantía, los intereses y, en caso de oposición, las costas.
Adujo que, desde el 2 de enero de 1950, es empleada
doméstica en la finca del hoy causante Miguel Ángel
Rodríguez Miranda y que, a cambio, sólo ha recibido
la alimentación y el hospedaje...” (Sala Constitucional,
1993). En 1993, como se resume en el Recuadro 2,
esta trabajadora recibió todos los derechos sociales y
laborales que su patrono no le había reconocido.
En la mayoría de los casos en que se violentan
derechos, las empleadas en TDR enfrentan enormes
dificultades para reclamar sus derechos en el marco
de la relación laboral. Sin embargo, la divulgación
de la herramienta legal arriba mencionada es doble.
Primero, las trabajadoras deben comprender que los
empleadores cuentan un “pasivo laboral” que puede
ser cobrado retroactivamente por ellas a partir del
momentosonas contratantes deben saber que esta
posibilidad existe y que les conviene más respetar la
legislación vigente hoy, que tener que hacer frente a las
consecuencias mañana (Castro Méndez, 2008).
29
IV.1. La reforma legal aprobada en junio del
2009
La reforma recientemente aprobada responde a
demandas laborales impulsadas por las trabajadoras
domésticas organizadas durante más de quince años.
Los principales cambios contemplados son los siguientes.
Primero, sobre la definición de TDR, las trabajadoras
domésticas son las que brindan asistencia y bienestar
a una familia o persona, en forma remunerada, y
que se dedican a las labores de limpieza, cocina,
lavado, planchado y demás labores propias de una
residencia o habitación, sin que generen lucro para las
personas empleadoras (artículo 101). Las trabajadoras
domésticas pueden asumir dentro de sus labores el
cuido de personas, siempre y cuando se acuerde entre
las partes (artículo 101). Al igual que en el proyecto
inicial, el proyecto dictaminado constituye un avance
con respecto a la definición actual dado que el cuidado
no se entiende como inherente al TDR. Por el contrario,
debe pactarse entre las partes. Se trata de un aspecto
clave para avanzar hacia una delimitación de las
labores comprendidas en el TDR. Actualmente “no hay
límites para las y los patronos respecto a las tareas que
le asignan a la trabajadora doméstica, lo cual se ve
favorecido por el hecho de que las mismas empleadas
tampoco conocen la existencia de la clasificación
existente para que puedan establecer esos límites. Aún
así, señalan que de hacerlo, probablemente, muchas
podrían ser despedidas.” (MTSS, 2008:33).
Adicionalmente, todas las labores que deben realizar las
trabajadoras deben estipularse en un contrato por escrito
(artículo 101). Esto debería ser igual para todos/as los
trabajadores/as, aunque normalmente no se cumple.
En tercer lugar, llamativamente, y a diferencia del
proyecto inicial que mantenía el período de prueba en
1 mes, el dictaminado lo amplía a 3 meses (artículo
102). La ampliación del período de prueba vulnera
antes que proteger derechos, dado que durante este
lapso de tiempo el despido se realiza sin previo aviso
(Castro Méndez, 2008).
El cuarto lugar, el proyecto establece que las personas
contratantes deben inscribir a las trabajadoras domésticas
en la CCSS y otorgarle un seguro de riesgo de trabajo
(artículo 104). Esta norma recalca una obligación legal
que ya está establecida en la Ley Constitutiva de la CCSS
y en el Código de Trabajo (Castro Méndez, 2008).
En quinto lugar, en cuanto al salario, el proyecto
corresponde íntegramente a la propuesta inicial. Corrige
el actual artículo 105, estableciendo que “Percibirán
su salario en efectivo, el cual deberá corresponder, al
menos, al salario mínimo de la ley correspondiente a
la categoría establecida por el Consejo Nacional de
Salarios. Además, salvo pacto o práctica en contrario,
recibirán alojamiento y alimentación adecuados, que
se reputarán como salario en especie para los efectos
legales correspondientes, lo que deberá estipularse
expresamente en el contrato de trabajo, acorde con el
artículo 166 de este Código. En ninguna circunstancia
el salario en especie formará parte del rubro del salario
mínimo de ley.” (inciso a) proyecto del ley). Esta norma
es prácticamente la misma que la actual, sólo que
redactada de manera más clara y con un agregado
conveniente: que el pacto en contrario, relacionado
con el salario en especie, se debe hacer dentro del
contrato de trabajo (Castro Méndez, 2008).
En sexto lugar, el proyecto establece que la jornada
laboral será de 8 horas diurnas y 6 horas nocturnas;
puede ser de 10 horas diarias siempre y cuando no
se exceda las 48 horas semanales (artículo 105). Esta
norma equipara las jornadas del TDR al que tienen el
resto de las personas trabajadoras.
30
En séptimo lugar, se establece que las trabajadoras
domésticas podrán disfrutar de 1 día de descanso
semanal y 15 días de vacaciones anuales remuneradas
(artículo 105). Del proyecto inicial se eliminó 1 hora
de descanso mínimo por jornada y cuando se tratara
de jornadas menores a 8 pero mayores a 3 horas, un
descanso proporcional.
Las vacaciones se mantienen como están en la
actualidad, y el pago y disfrute de días feriados quedó
resuelto con fallo de la Sala del 2007 que se discutió
más arriba.
Finalmente, la reforma establece que no se podrá
contratar personas menores de 15 años (artículo
108). Esta reforma es acorde al Código de Niñez y
Adolescencia, que ya había derogado, tácitamente,
el inciso que permitía el trabajo de menores de 15
años (Castro Méndez, 2008).
IV.2. Principales retos para la política pública
y la organización social
El TDR es un tipo de trabajo ubicado en la intersección
de relaciones de poder, tanto de género como
de clase. Los retos para corregir las condiciones
discriminatorias contra el TDR en el plano legal
están claramente identificados. Han sido además
ampliamente debatidos aunque, generalmente,
quienes se oponen a las reformas tienden a posponer
antes que a vetar abiertamente las reformas.
Aunque la aprobación de reformas legales no
modificará automáticamente el mundo laboral en el
que se desenvuelven el TDR, la reforma del Código
de Trabajo permitiría corregir, en el plano legal, la
discriminación social y laboral de la que son sujetas
las personas que se desempeñan en TDR.
Adicionalmente, hay varias medidas de política que son
necesarias, fuera del ámbito legislativo, que requerirían
del trabajo concertado entre varias instituciones del
Estado. Del análisis previo se desprenden que estas
serían, al menos, las siguientes.
Primero, se deben crear mejores condiciones para
que las entidades públicas responsables por la tutela
efectiva de estos derechos, tengan las condiciones
institucionales y técnicas necesarias para hacerlas
cumplir. Un caso es el del Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social (MTSS), cuyas capacidades de
inspección y supervisión de las condiciones laborales
de las trabajadoras domésticas, debe mejorarse. Ello
requiere, por ejemplo, de una mejor relación entre
la cantidad de inspectores y el número de lugares de
trabajo a su cargo, y de la dotación de equipamiento
como vehículos o computadoras.
Pero para ser efectiva, en segundo lugar, la tutela de
derechos no puede demandarse sólo desde el Estado.
Las propias trabajadoras deben conocer sus derechos
y quienes las contratan deben, además, idealmente,
sentirse en falta si irrespetan la legislación vigente. Una
manera de promoverlo es mediante campañas masivas
en medios de prensa que divulguen los derechos y
deberes que afectan a estas personas.
En tercer lugar, aunque sea efectiva, la sanción, por sí
sola, es insuficiente para lograr una adecuada tutela de
derechos. También es necesario que los mecanismos
de protección se adecuen a la realidad laboral de
las personas. Este es el caso del aseguramiento
de las trabajadoras domésticas por horas, quienes
actualmente carecen de un mecanismo adecuado
para su aseguramiento. Distintos estudios y autores
comprometidos con los principios de solidaridad que
deben animar a la seguridad social, consideran que
estas trabajadoras, al igual que quienes trabajan en la
31
agricultura, deben tener mecanismos de aseguramiento
que reconozcan la particularidad de estos trabajos
(Mesa-Lago, 2001).
Entre todos los problemas asociados a las condiciones
laborales, uno central es el relativo al aseguramiento.
Si bien la legislación establece su obligatoriedad, una
cobertura efectiva requiere pensar en mecanismos
de aseguramiento apropiados para el trabajo parcial
y, sobre todo, por horas. Los mecanismos específicos
deberían construirse junto con la institución responsable
de la seguridad social, la Caja Costarricense del
Seguro Social (CCSS). Un mecanismo ya existente
y que podría aumentar el aseguramiento de las
trabajadoras domésticas es el acuerdo colectivo
que actualmente existe para trabajadores/as
independientes, por ejemplo, agricultores. Este tipo de
acuerdos se firma entre organizaciones sociales, en
este caso la Asociación de Trabajadoras Domésticas
(ASTRADOMES), y la CCSS y, por lo tanto, tendría el
doble efecto de aumentar el aseguramiento y fortalecer
la representación colectiva de intereses.
En cuarto lugar, una política pública que atienda las
demandas actuales de las personas en el TDR, en su gran
mayoría mujeres, debe abordar las tensiones existentes
entre vida laboral y responsabilidades familiares. Estas
son actualmente manejadas privadamente por estas
mujeres. Y si bien es una tensión que afecta a todas las
mujeres, las afecta particularmente a las trabajadoras
domésticas por la propia vulnerabilidad laboral en que
se encuentran. Es necesario promover una “conciliación”
entre vida laboral y familiar, basada en el principio
de corresponsabilidad de los cuidados. Para ello, el
Estado debe crear y expandir servicios de cuidado, en
principio infantiles; mejorar la retención escolar a nivel
secundario; y adecuar los horarios de los servicios
públicos para personas trabajadoras, para mencionar
sólo tres medidas que son esenciales.
A partir del análisis previo y del aporte del Área de
Políticas Públicas del INAMU, un desglose de medidas
indispensables a llevarse a cabo desde el Estado para
mejorar las condiciones sociales y laborales de las
trabajadoras domésticas remuneradas, serían las
siguientes:
En materia de educación formal:
• Creación de modalidades alternativas de educación
para trabajadoras domésticas que les permita completar
la educación secundaria y acceder a algún tipo de
formación técnica.
En materia de formación ocupacional:
• Establecimiento de programas y proyectos de
capacitación técnica en ocupaciones no tradicionales,
tanto en el sector privado como en el sector público.
• Creación de un programa en el Instituto Nacional
de Aprendizaje, (INA), que impulse a las mujeres
que trabajan en TDR a certificar sus conocimientos
y experiencia (con énfasis en cuido de menores o
personas adultas mayores).
• Creación de la Certificación Ocupacional (por parte
del INA) para trabajos que han sido considerados
no calificados y donde se han desempeñado las
mujeres, especialmente quienes trabajan en TDR.
• Establecimiento de cuotas, becas, transporte y
horarios de fines de semana para las trabajadoras
domésticas que se matriculen en cursos de
Formación Ocupacional del INA.
• Realización de campañas de divulgación permanentes,
especialmente dirigidas a trabajadoras domésticas,
sobre los servicios del INA y de otras organizaciones
gubernamentales que brindan Formación Ocupacional.
32
• Realización de campañas por parte del INAMU
y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
para que informen a las trabajadoras sobre los
derechos que adquieren a partir de la aprobación
de la Ley No 15.417 (reforma al Capítulo III del
Código de trabajo doméstico remunerado).
• Promoción de proyectos y programas en
organizaciones privadas no gubernamentales
para que informen y capaciten a las trabajadoras
domésticas sobre sus nuevos derechos laborales.
Seguridad Social:
• Reconocimiento de la jornada parcial en las
contribuciones que realiza el patrono y la
trabajadora a la Seguridad Social. Dar a conocer
a través distintos medios y de manera permanente
esta posibilidad a trabajadoras y patronos.
• Reconocimiento del tiempo completo por parte
del Estado a las contribuciones de jornadas
parciales que realizan patronos y trabajadoras a
la Seguridad Social.
• Reconocimiento de pago de la Seguridad Social
por parte de dos o más patronos de una misma
trabajadora.
• Creación de estímulos para que las mujeres
que laboran en TDR se inscriban en el Seguro
Independiente.
Plataforma institucional de apoyo al
cumplimiento de los derechos de las
trabajadoras domésticas:
• Fortalecimiento del Centro de Información y
Orientación de las Mujeres (CIO) del INAMU
para brindar una atención oportuna (presencial
o telefónicamente) a las trabajadoras domésticas
que acudan a ese servicio.
• Fortalecimiento de los Departamentos de
Inspección del Trabajo y Relaciones Laborales
para que las trabajadoras consulten y denuncien
situaciones relativas a sus derechos laborales (El
Plan de Implementación de las recomendaciones
del Libro Blanco 2007-2010 trae algunas acciones
en este sentido).
• Fortalecimiento y ampliación de la línea 800
Trabajo para que brinde información a las
personas empleadoras de trabajo doméstico
sobre los derechos de estas trabajadoras.
Plataforma institucional de cuido para las
trabajadoras con responsabilidades familiares:
• Implementación de las acciones de cuido
planteadas en la Política Nacional para la Igualdad
y Equidad de Género, (PIEG), especialmente para
el cuido de menores.
• Implementación de opciones de cuido de personas
adultas mayores, especialmente para personas
que trabajan en las ocupaciones catalogadas
como no calificadas, quienes reportan los ingresos
más bajos.
Finalmente, para que el conocimiento de derechos
se traduzca en su demanda efectiva, las trabajadoras
domésticas deben contar con una efectiva representación
colectiva de sus intereses. Si esto es fundamental en
general, más lo es para quienes trabajan de forma
aislada, en el marco de profundas asimetrías de poder,
y con el agravante de la vulnerabilidad que les da, en
muchos casos, el ser inmigrantes y frecuentemente con
un estatus migratorio irregular. Una mayor y mejor
representación colectiva de intereses, requiere que
ASTRADOMES se fortalezca, tanto en su membresía
como en su capacidad de incidencia gremial y política.
Esto último podría requerir fortalecer las alianzas con
otras organizaciones dedicadas a la representación
33
de intereses gremiales, en particular sindicales.
Además, dicha representación se vería beneficiada
por la eliminación de la prohibición de que personas
trabajadoras extranjeras ejerzan cargos de dirección
sindical13. La OIT ha señalado reiteradamente que esta
prohibición es contraria a convenios internacionales
ratificados por Costa Rica y que por lo tanto debe
eliminarse (CEAR, 2008).
En síntesis, los retos que enfrenta el país con quienes
desempeñan el trabajo doméstico remunerado
son múltiples pero están claros. De enfrentarse, se
corregirían seis décadas de discriminación legalmente
establecida, pero también se daría un paso hacia
reconocer la importancia social de estas tareas en el
marco de las nuevas tensiones existentes entre vida
laboral y vida familiar.
13 Artículo 60, párrafo segundo de la Constitución y artículo 345, e), del
Código del Trabajo.
34
35
BIBLIOGRAFÍA
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de las Mujeres, 2008.
Asamblea Legislativa. Proyecto de ley de Reforma del capítulo VIII del código de Trabajo, Ley Nº 2, del 26 de agosto
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38
Resumen
Ejecutivo:
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
El Salvador
Realidades
y Desafíos
41
Resumen
Históricamente se ha observado cómo el patriarcado
ha ido transcendiendo a los diversos modos de
producción; logrando no sólo adaptarse a ellos, sino
también ha tenido la capacidad de utilizarlos para
generar sociedades en las cuales el hombre pueda
gozar de privilegios, tanto en la esfera pública como
privada. Esto a su vez ha ido determinando el tipo
de trabajo que hombres y mujeres deben realizar en
la sociedad, ubicando a estas últimas, en general,
en una relación de subordinación respecto de los
hombres, obstaculizando su libertad y autonomía.
Por otro lado, no se puede ocultar el papel fundamental
de las mujeres en la reproducción de la sociedad, ya
que se encuentran desempeñando trabajo productivo
dentro del mercado laboral y trabajo reproductivo
dentro del hogar; esferas en las cuales no sólo producen
y reproducen para ellas mismas, sino para todo un
contexto familiar, en donde la mujer, en general, no se
identifica como mujer (persona humana), sino como
mujer en función de la familia, estableciendo sus
prioridades en función de los demás.
De tal forma que dadas las necesidades
imprescindibles de reproducción, unidas a las
necesidades de las mujeres de salir (o entrar) a
los espacios privados y públicos, se han generado
situaciones en las cuales necesita de una persona
que realice las actividades de reproducción dentro
del hogar, ya que socialmente la encargada de
hacerlo está trabajando fuera de casa. En las
situaciones en que la o las mujeres del hogar no
asumen las labores del trabajo reproductivo, se
crean condiciones para que exista lo que se llama
trabajo domestico remunerado.
Realidades y Desafíos del trabajo doméstico remunerado
en El Salvador, muestra información sobre la evolución
y situación actual del trabajo doméstico remunerado,
enfatizando los factores principales que influyen en él,
destaca la preponderancia de las mujeres, quienes
componen principalmente este sector laboral en El
Salvador. Así también, se busca generar recomendaciones
y propuestas que puedan aportar a la formulación de
políticas públicas.
Este esfuerzo nace a iniciativa del Consejo de
Ministras de la Mujer de Centroamérica (COMMCA)
quienes decidieron elaborar un estudio regional
sobre la situación del trabajo doméstico remunerado.
Este esfuerzo incluye siete estudios nacionales: Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá y República Dominicana; para efectos de su
realización, se contó con el apoyo financiero de la
Línea de Género del Programa de Cooperación con
Centroamérica (SICA – AECID), en colaboración
42
con el Programa Regional “La Agenda Económica
de las Mujeres – Fase II” (AGEM), iniciativa conjunta
del PNUD y UNIFEM, esta última además asumió la
coordinación técnica del proceso.
Por lo tanto, la presente investigación ofrece un análisis
contextualizado del tema del TDR (oferta, demanda
y condiciones), considerando sus vinculaciones con:
La situación y dinámicas de cambios económicos y
sociales de los países (tanto los de origen interno
como externo); el marco legal y las políticas públicas
vigentes más relevantes para el objeto de estudio;
la creciente participación en actividades económicas
de otras mujeres (que hacen o podrían hacer uso
de las/os trabajadores domésticos); las condiciones
de vida personal y familiar de las trabajadoras
domésticas y de las mujeres que las contratan.
43
Introducción
Cuando se trata de regímenes patriarcales, basados
en el mercado, parece existir un consenso implícito
de reservar a los hogares una cuota importante
de actividades del cuidado que usualmente deben
ser asumidas y realizadas directamente por sus
miembros, fundamentalmente por las mujeres, a
raíz de la división sexual del trabajo promovida a
través de los hábitos, patrones culturales y procesos
de socialización.
Así pues, dentro de estas sociedades patriarcales,
destaca que el hombre debe desempeñar el rol de
jefe y proveedor del hogar, mientras la mujer es
considerada como parte dependiente del jefe del
hogar, e idealmente debe desempeñar tareas del
cuidado sin esperar una retribución económica.
Sin embargo, dadas las condiciones económicas y
sociales del país, es frecuente encontrar familias en
donde al ser insuficiente los ingresos provistos por
los hombres, las mujeres salen del espacio privado
hacia el espacio público para complementar con
sus ingresos la necesidad del hogar, sin olvidar
sus responsabilidades dentro del espacio privado,
para con su familia. Esto puede presentar dos
situaciones, la primera es que ellas asuman una
doble jornada de trabajo (actividad económica
remunerada, más las tareas de cuidado de la familia)
y la segunda contratar a una empleada doméstica
para solventar la mayoría de tareas de cuido, o bien
apoyarse en una persona que posee algún grado
de consanguineidad (usualmente mujeres) para los
quehaceres domésticos, remunerándole con dinero
o especies, sin que medie remuneración.
A efectos de la investigación entendemos por trabajo
doméstico remunerado (TDR), a “la actividad
económica” reportada en las estadísticas oficiales.
Su definición es un trabajo que se realiza dentro de
los hogares, vinculado a las tareas del cuidado de
las personas, pero que está a cargo de personas que
generalmente no son miembros de dichos hogares.
Esto permite considerar como parte del TDR a
aquellas personas que reciben una remuneración,
no necesariamente financiera, sino en especie (casa,
comida, atención a necesidades personales, granos
básicos, etc.)
En este documento el TDR será abordado desde un
marco conceptual constituido, fundamentalmente,
por tres grandes componentes: La economía desde la
perspectiva de género; la división sexual del trabajo
y algunas de sus implicaciones en el ordenamiento
social y económico; y la “economía del cuidado” y
los sistemas de bienestar.
44
La percepción feminista de lo “económico” ha
llevado a la concepción de definir el bienestar
social como: “un proceso de reproducción social
que requiere de bienes y productos materiales y
servicios personales remunerados (provistos por el
estado o por el mercado) y trabajo no remunerado
(en el hogar o en la comunidad). Este proceso tiene
lugar dentro de un contexto institucional que incluye
familias, organismos estatales, empresas, mercados
y comunidades” (Benería 2005)
A partir de lo anterior, se entiende que la base de
la economía en su conjunto está integrada, no sólo
por lo productivo o por el mercado laboral, sino por
todas aquellas actividades reproductivas, que tienen
que ver con el bienestar del hogar y que ayudan al
desarrollo de los miembros de la familia.
Así también, en cuanto a la “economía del cuidado”,
el trabajo doméstico puede ser provisto a una familia
por el mercado, el Estado, las familias u hogares y
en algunos casos por la comunidad. La demanda de
cuido es resuelta por alguna combinación de oferta
en los ámbitos comentados, incluyendo la ausencia
de oferta en alguno de ellos.
En esta línea de argumentación, el trabajo doméstico
remunerado, constituye una estrategia de las familias
para la atención de las demandas del cuidado en la
que se recurre al mercado (servicios privados) como
sustitutos o complemento del trabajo doméstico
no remunerado que realizan sus miembros,
fundamentalmente mujeres.
Se debe tener en cuenta que las relaciones y conflictos
antes mencionados no son estáticos, más bien son
continuamente afectados por cambios y dinámicas
en el ámbito económico que pueden derivarse de
decisiones de política pública, condiciones sociales y
de vida de la población, fenómenos internacionales,
etc. Por lo que es importante un estudio contextualizado
en el tiempo y el funcionamiento económico-social
del país en cuestión.
45
I. Experiencias y resultados
I.1 Evolución y situación actual del trabajo
doméstico remunerado
Aún tomando en cuenta hechos históricos fundamentales
del país como el conflicto armado, cualquier sector
laboral (el TDR no es la excepción para examinar un
sector laboral dentro del territorio de El Salvador) requiere
reformas económicas y estructurales, y más actualmente
los procesos de flexibilización del mercado laboral . Así
también, para poder entender las implicaciones de
la evolución y situación actual del TDR, es necesario
conocer la situación laboral salvadoreña antes de los
parámetros de lo que se conoce como trabajo decente,
de acuerdo al Informe de Desarrollo Humano 20072008, una situación de la que gozan menos del 20%
de la población económicamente activa. El resto de
personas que ofrecen su fuerza de trabajo presenta
déficit, ya sea porque no encuentra empleo, porque las
condiciones del trabajo son precarias o bien su trabajo
carece de cobertura social o de remuneración justa. Así,
el 7% están desempleados, 43% están subempleados1 y
el 31%, pese a que reciben ingresos superiores al salario
mínimo, no cubren el costo de la canasta básica y no
gozan la cobertura de las redes de seguridad social.
Adicional a esta realidad, al interior del se
presentan diferencias entre hombres y mujeres, un
ejemplo claro que permite observar las condiciones
del mercado laboral es comparar los ingresos
mensuales promedios por sexo, con las canastas
de mercado2. Así al comparar encontramos que
para el 2004 el precio de la canasta de mercado
mensual fue de $267.65, mientras que para 2006
fue de $294.12. Así también, los ingresos mensuales
promedio total correspondientes a esos años fueron
de $249.79 y $271.19. Lo que permite observar
que los ingresos son insuficientes para la adquisición
de la canasta básica a precios de mercado, en
términos de la equidad de género, la brecha en el
caso de las mujeres es aun más grande, ya que ellas
se encuentran con un ingreso mensual promedio
por debajo del total, mientras que los hombres se
encuentran por encima del total, lo que lleva a que el
ingreso mensuales promedios (2006) de las mujeres
sea 7.5% menor que el ingreso mensual promedio
de los hombres.
El Salvador opera un modo de producción capitalista
patriarcal, el cual permite la explotación del Ser Humano
(que no posee más que su fuerza de trabajo) por el
Ser Humano (que posee los medios de producción).
A esto habrá que agregar: división sexual del trabajo,
que se encarga de presentar la realidad en dos esferas
distintas: por una parte el masculino referido al imperio
de la producción material y actividades remuneradas,
y el femenino referido a la reproducción humana
y actividades domésticas no remuneradas, donde
hombres y mujeres reciben roles distintos que están
alineados, en general, hacia la supremacía de unos
(hombres) y a la subordinación de las otras (mujeres).
Esta situación se refleja en diferencias en el mercado
de trabajo (en los ingresos, sector informal, en la carga
global de trabajo), diferencias y subordinación que
previamente podían observarse casi exclusivamente en
lo privado, lo cual ha transcendido a la esfera pública.
1 Subempleo ha sido la forma de inserción laboral dominante (lo que ha
producido una actitud de tolerancia social hacia este fenómeno) en la historia
de El Salvador. Se refiere a aquellas personas que trabajan menos horas que la
jornada laboral normal (44 horas semanales) o, trabajado esta jornada, ganan
menos del salario mínimo establecido o ambos, produciendo una actitud de
tolerancia social hacia este fenómeno.
2 Dato obtenido de la Dirección General de Estadísticas y Censos (DIGESTYC)
46
I.1.1. Evolución del trabajo doméstico
remunerado: 1998 – 2006.
El TDR representa entre un 4.34% y 4.92% entre 1998
y 2006 respectivamente, mostrando una evolución
lenta pero creciente con respecto al total de ocupados.
que se inserten en ocupaciones de TDR, mientras que
en el caso de las mujeres el porcentaje se reduce a
medida que incrementa su edad; esto lleva a reflexionar
sobre las escasas posibilidades para que una mujer
mayor pueda insertarse en algún otro sector.
Dadas las implicaciones del sistema patriarcal y
la división sexual del trabajo, el realizar tareas de
reproducción debería ser “trabajo propio de la mujer
dentro del hogar”; situación que se proyecta en la
esfera pública. Así muestran las estadísticas nacionales
que el TDR es desempeñado en un 90% por mujeres,
(Gráfico 1). Por otro lado la mayor demanda de ellas
es entre las edades de 15 a 49 años, mientras que en
el caso de los hombres la mayor demanda es a partir
de los 50 años.
Es interesante observar que el porcentaje que
dedican los hogares (que contratan TDR) a servicio
doméstico es de 10.90% en 1998 y ha pasado a ser
a 11.88% en 2006. Situación que puede deberse a
las necesidades propias de reproducción, lo que lleva
a una evolucuón lentamente crecientes en el tiempo y
podría estar confirmando un creciente porcentaje de
mujeres dentro de los hogares que necesitan incertarse
en el mercado laboral, y requieren de alguien que
realice las tareas de cuido dentro del hogar, que ellas
desempeñaban previamente de forma gratuita.
De tal forma que pareciera que para los hombres a
medida que envejecen incrementa la posibilidad de
Este aumento en el TDR es desempeñado, principalmente,
por mujeres que trabajan en casa pero que no duermen
47
dentro de ellas, esto nos lleva a clasificar a las trabajadoras
domésticas remunerasdas de acuerdo al tipo de jornada
laboral como: tiempo completo con dormida dentro
(puertas dentro), tiempo completo sin dormida dentro
(puertas fuera) y tiempo parcial para uno o más hogares.
Resalta el hecho que las trabajadoras domésticas
remuneradas que duermen dentro del hogar han
disminuido de 1.05% en 1999 a 0.26% en 2006. De
tal forma que el crecimiento de TDR ha sido con TDR
puertas fuera y/o tiempo parcial.
I.1.2 La Oferta de trabajo doméstico
remunerado.
Cuando se habla de oferta se refiere, específicamente, a
las características de las personas que “ofrecen” este tipo
de trabajo, pero habrá que recordar que estas personas
vienen de hogares que también poseen rasgos relevantes.
Se puede establecer el perfil de origen de las personas
en TDR, más de la mitad de las mujeres empleadas en
trabajo doméstico (65.42%) han nacido en un caserío,
pueblo o el campo, lo que implica que han tenido
que movilizarse a la ciudad para poder encontrar un
empleo como domésticas, quizá mejor remunerado
que en su lugar de origen. Para más de la mitad de las
mujeres en trabajo doméstico (68.41%), sus madres
han nacido en el campo, caserío o pueblo. Esto puede
llevarnos a pensar que el resto (31.59%) proviene de
una migración anterior “de las madres”.
El TDR es desempeñado, principalmente, por mujeres
jóvenes, más del 80% entre las edades de 15 a 44
años. Esto evidencia que hay menos oportunidad
de empleo para aquellas mujeres de 45 años en
adelante en relación al resto de ocupadas. Mientras
que para los hombres la opción de incorporarse
al TDR parece aumentar si pasan de los 44 años.
La investigación muestra que la edad en que las
trabajadoras domésticas inician como tales (más
del 75%) fue antes de los 24 años.
En cuanto al perfil educativo de las personas en
TDR, se ha mantenido un nivel de educación baja:
primaria incompleta, de hecho se presenta como
una característica histórica principal de quienes
han ofrecido y ofrecen su fuerza en TDR.
Sin embargo, se presentan cambios positivos entre
1998 y 2006: se ha reducido el porcentaje de
trabajadores/as con ningún nivel educativo, y han
pasado de encontrarse casi exclusivamente en primaria
incompleta a distribuirse entre: primaria incompleta y
secundaria incompleta; aun así los niveles de mejora
en educación no se corresponden con un perfil de
ocupaciones específicas (no son requeridos por los
demandantes), porque a las trabajadoras domesticas
remuneradas se les requieren para ser “limpiadoras”,
“lavanderas y planchadoras manuales”, justamente
el tipo de ocupaciones que no requieren ninguna
calificación. Esto limita las posibilidades de mejorar
laboralmente, así como su desarrollo personal como
ciudadanas y sujetas de su propia vida.
Predomina la jefatura monoparental femenina para
los hogares de las personas en TDR, tanto para 1999
(91.42%) como para 2006 (89.35%). Lo contrario
sucede cuando hablamos de casos de familias
biparentales en donde el predominio lo tienen los
hombres con más del 90% de los casos.
En cuanto a los tipos de familia, las familias extendidas
son, fundamentalmente, de jefatura femenina, mientras
que las familias nucleares son fundamentalmente de
jefatura masculina. Situación que no cambia para los
siete años de estudio.
48
En cuanto al perfil de condición de pobreza de las
personas en TDR, en 2001, la mayoría de los hogares
de las/os TDRs se ubicaban en el quintil 3; sin embargo,
es destacable que había una mayor proporción en
el caso de las jefaturas masculinas (30.4%) que en
las femeninas (27.75%). Para el 2006, los hogares
se encontraban principalmente en el quintil 4, pero
en menores proporciones que en 2001 en el quintil 3
hubo una leve mejoría.
quintil superior, el porcentaje de los hogares que sí
tienen servicio doméstico va aumentando al igual
que para el 2006; lo que nos muestra que la mayor
cantidad de hogares que efectivamente contratan
servicio doméstico se concentran en el quintil 5.
I.1.3 La Demanda de trabajo doméstico
remunerado.
En este apartado la demanda definirá las características
de los hogares que hacen uso del TDR. La hipótesis es
que poseen características particulares. Se destina a
mostrar dichas características.
Se puede establecer una estrecha relación entre mujeres
empleadas (familias contratantes) y la contratación de
TDR. Dada la asignación social de este trabajo a las
mujeres es comprensible que éstas que salen de su
casa (ámbito privado) a trabajar fuera (ámbito público)
se sientan obligadas a distribuir parte de su salario al
pago de TDR.
En cuanto al perfil de ingreso se observa para 1998
que, en general, a medida que se va pasando a un
Se observa con claridad que en los hogares en donde
la esposa trabaja, la frecuencia del uso de TDRs es
El mayor porcentaje de hogares que contratan TDR
corresponde a aquellos en los que las Jefas de Hogar
o cónyuges están ocupadas (Gráfico 2).
49
mayor que la promedio, tanto para el 2000 como
para el 2006. (Gráfico 3).
Así también se busca conocer el perfil del hogar con
miembro migrante y remesas, específicamente, si tienen
o no miembros en el extranjero y además cuenta con
servicio doméstico.
Para el 2006 se presenta una diferencia de 1.86%,
mostrando que aquellos hogares en donde hay un
miembro en el exterior es superior el porcentaje que
cuenta con servicio doméstico.
La edad de los miembros de las familias contratantes
es una variable fundamental porque evidencia qué
tipo de actividades se desarrollan por las trabajadoras
domésticas. Se presenta que los hogares que tienen un
mayor peso, dentro del total de hogares que cuentan con
servicio doméstico, son aquellos que tienen miembros
menores de 6 años y mayores de 65 años. Demostrando
que las trabajadoras domésticas son utilizadas para
cuidados especiales. Así pues, el Gráfico 4 de la siguiente
página nos ilustra que la gran mayoría (43.08%) de
requerimientos de cuidados especiales es por niños que
van a la escuela, seguido de aquellos hogares en donde
hay niños pequeños que no van a la escuela (17.30%).
I.1.4 La transnacionalización del trabajo del
cuidado.
Según el Informe de Desarrollo Humano 2005, la ley ha
dificultado que los hombres consigan trabajo cuando
no tienen autorización legal para laborar. Aunque se
emplean como jardineros, son pocos casos. En cuanto
a las mujeres, generalmente, se ocupan en empleos
domésticos que no siempre requieren de documentos
legales para trabajar; por su parte Zamudio Grave
explica que en general las mujeres en el mercado
laboral se dividen principalmente en dos grupos:
Nivel más alto del espectro de ocupaciones: que son
las mujeres migrantes que manejan corporaciones
multinacionales, enseñanza en universidades, proveen
50
a la industria y a la academia. Su participación es escasa
y muy inferior a la de los hombres migrantes. Nivel
más bajo del espectro de ocupaciones: las mujeres
migrantes participan en cosechas de frutas y vegetales,
manufacturan ropa y otros productos, procesan carne y
aves, trabajan como ayudantes en asilos de ancianos,
hospitales, limpian restaurantes, hoteles y proveen
otros servicios como trabajo doméstico remunerado,
niñeras, prostitutas. En estos casos, muchas de ellas
aún tienen un estatus migratorio irregular.
I.2 Los derechos laborales de las y los
trabajadores domésticos y su tutela
I.2.1 Trabajo doméstico remunerado en el
marco legal que tutela los derechos laborales
de El Salvador.
El orden constitucional vigente en El Salvador reconoce
los derechos laborales del
trabajo doméstico
remunerado, pero al mismo tiempo establece un
régimen de “protección” especial para este tipo de
trabajo, de acuerdo a la Constitución de la República y
Código de Trabajo, tal como se expresa en el artículo
45: “Los trabajadores agrícolas y domésticos tienen
derecho a protección en materia de salarios, jornada
de trabajo, descansos, vacaciones, seguridad social,
indemnizaciones por despido y, en general, a las
prestaciones sociales. La extensión y naturaleza de los
derechos antes mencionados serán determinadas por
la ley de acuerdo con las condiciones y peculiaridades
del trabajo. Quienes presten servicios de carácter
doméstico en empresas industriales, comerciales,
entidades sociales y demás equiparables, serán
considerados como trabajadores manuales y tendrán
los derechos reconocidos a éstos”.
En cuanto a las disposiciones especiales sobre el
trabajo de servicio doméstico según el Código de
Trabajo, específicamente el “régimen de protección
especial”, se observa un régimen discriminatorio ya
que reduce cuantitativamente y cualitativamente el
ejercicio y tutela de sus derechos.
Dentro del Código de Trabajo vigente se establecen,
como norma general, una serie de excepciones a las
51
normas establecidas para el resto de trabajadores,
y que se traducen en una menor protección a los
trabajadores/as domésticos/as y en una mayor ventaja
de los empleadores de este tipo de trabajadores/
as. Tales como: los contratos de las personas que se
dedican al TDR no tienen que estar por escrito. La
jornada de trabajo diaria puede extenderse legalmente
hasta 12 horas diarias y más de 44 horas a la
semana sin obligación para el patrono de pago de
horas extras. No se reconocen los mismos derechos
de compensación por días de asueto y por horas de
trabajo extraordinarias. Se aplica al trabajo doméstico
“causales especiales de despido” sin previo aviso y sin
responsabilidad para el patrono por una amplia variedad
de razones, no siempre demostrables objetivamente y
que en general favorecen a los patronos, tales como
“cometer infidelidades e insubordinación”.
Entre las iniciativas de reformas para fortalecer el
sistema jurídico de protección de los derechos laborales
en el sector del servicio doméstico, se presentan dos:
una de estas iniciativas corresponde a reformas al
régimen del TDR contemplado en el actual Código
de Trabajo, concretamente reformulando los artículos
78, 79, 80 y 83; mientras que la segunda consiste
en la supresión del artículo 2 del Reglamento para
la Aplicación del Régimen del Seguro Social, para
eliminar la exclusión que actualmente se contempla
en esta normativa y para gozar de protección social a
las personas empleadas en el sector TDR.
Por otra parte, el TDR en la Ley y Reglamentos del
Instituto Salvadoreño del Seguro Social se presenta
(dentro la Ley ISSS), en el artículo 3 que el régimen
del Seguro Social es obligatorio y que se aplicará
originalmente a todos los trabajadores que dependan
de un patrono, sea cual fuere el tipo de relación
laboral que los vincule, y la forma que se haya
establecido la remuneración. Sin embargo, el artículo
2 del Reglamento para la Aplicación del Régimen del
Seguro Social elimina el artículo 3 de la Ley para:
Art. 2.- El régimen del Seguro Social no será todavía
aplicable: a) A los trabajadores domésticos; b) A
los trabajadores eventuales; y c) A los trabajadores
agrícolas. Es importante notar que la exclusión de
los TDR del régimen de seguridad social se establece
en una normativa de tercer nivel (reglamento de
aplicación de Ley) y que ello constituye una violación
de los derechos laborales de estos trabajadores/as que
están tutelados no sólo en la legislación secundaria
(Ley del ISSS) sino además en la legislación primaria
(Constitución de la República).
Entre los principales hallazgos de la encuesta sobre
respeto a derechos laborales se presentó que existe
una baja incidencia de abusos laborales declarados.
Para el 2008 en promedio para los distintos tipos de
contratación de TDR, solamente declararon haber
sido víctimas de abuso el 15.5%, mientras que el 84.5
% señaló no haber sufrido ningún abuso laboral.
I.2.2 El respeto a los derechos laborales
de las personas trabajadoras domésticas
remuneradas en El Salvador: Situación actual
y el rol de las políticas públicas.
Los principales reportes de abuso laboral de las personas
trabajadoras domésticas a tiempo completo con dormida
dentro son: el pago de salarios inferiores al acordado
y agresiones físicas. Para las trabajadoras de tiempo
completo sin dormida dentro se presentan tres situaciones
principales de violaciones a sus derechos laborales:
retención del sueldo cuando se ha renunciado, no
concesión de días de descanso o negativa a cancelar días
de descanso laborados, y no cancelación de monto total
adeudado en liquidación. Finalmente para las personas
bajo contrato de tiempo parcial, la violación más
destacada a sus derechos laborales lo constituye la práctica
de pagarles un salario inferior al pactado originalmente
(31% del total), seguida de agresiones físicas (18.75%).
52
Asimismo, se presentan en menor proporción violaciones
en días de descanso y anomalías en la cancelación de
liquidaciones por terminación de contrato.
coordina el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social, y
la Política Nacional de la Mujer, que coordina el Instituto
Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU).
De acuerdos a las estadísticas laborales del Ministerio de
Trabajo, la proporción de trabajadores y trabajadoras del
servicio doméstico que acuden a interponer demandas
por violaciones a derechos laborales es mínima.
Solamente en el año 2007 se registraron apenas 19
demandas de este sector versus 5,557 recibidas de
trabajadores y trabajadoras de otros sectores, lo que
representó apenas el 0.3% del total.3
En cuanto al Ministerio de Trabajo se puede establecer
que , a partir de la información encontrada, el tema
del trabajo doméstico remunerado únicamente es
abordado en el Plan Nacional para la Erradicación de las
Peores Formas de Trabajo Infantil 2006-2009 (incluido
como producto del Plan de Implementación del Libro
Blanco) que ejecuta el Ministerio de Trabajo a través de
la Unidad de Trabajo Infantil; la no consideración de
la problemática del trabajo doméstico remunerado en
el Plan de Implementación del Libro Blanco responde,
a su vez, al diagnóstico de la problemática laboral
en cada país, el cual sirvió de fundamento para las
recomendaciones del Libro Blanco para los Gobiernos
que suscribieron este documento. En efecto, en este
diagnóstico, la temática del TDR no es consignado de
manera específica como un tema prioritario para la
agenda de problemas nacionales, que debe abordarse
estratégicamente en El Salvador en los próximos años
desde las políticas públicas.
Esto puede suceder por falta de conocimiento, ya
que menos de la tercera parte de los trabajadores y
trabajadoras encuestadas identifica al Ministerio de
Trabajo como la instancia pública a la que deben acudir
para solicitar ayuda en situaciones de incumplimiento a
sus derechos laborales. Es destacable que en el proceso
de identificación de las instituciones a las que acudirían
las personas entrevistadas, las dos terceras partes
restantes visualizan como entidades de apoyo en esta
situación a Instituciones Públicas (PNC, Procuraduría
de Defensa de los Derechos Humanos, Procuraduría
General de la República, ISDEMU, Fiscalía) y a no
gubernamentales (Casa Morada de la Mujer) que no
tienen una relación directa con la temática laboral, sino
más bien con la atención de casos de violencia y/o de
casos de violación a derechos humanos individuales.
Entre los principales hallazgos del proceso de revisión
de políticas públicas: la Política Laboral y la Política
Nacional de la Mujer buscan hacer una revisión
general del abordaje específico que, desde las políticas
públicas, se hace a la situación laboral del sector del
trabajo doméstico remunerado, desde dos políticas
relacionadas con esta actividad: la política laboral que
3 Ministerio de Trabajo y Asistencia Social. “Estadísticas Laborales 2007”, San
Salvador, página 59
Es por ello que, en la práctica, la tutela de derechos
laborales en este sector, por parte del Ministerio de Trabajo,
se limita a atender consultas personales o telefónicas de
trabajadores y trabajadoras del servicio doméstico sobre
sus derechos, principalmente en casos de despidos; y a
gestionar la resolución de demandas presentadas contra
empleadores por la vía de la conciliación.
Por su parte, el Instituto Salvadoreño de Desarrollo de
la Mujer, en el actual Plan de Acción (2005-2009),
considera en el Eje de Desarrollo Económico un
área de trabajo denominada “Trabajo e Inserción
Productiva”. Ésta plantea como objetivo específico
contribuir a lograr la igualdad de oportunidades en la
participación de mujeres y hombres en el mercado de
53
trabajo, a través de la eliminación de la discriminación
que por motivos de género inducen a la desigualdad
salarial, acceso de las mujeres a los puestos laborales
de decisión e incrementar la preparación de las
mujeres en las distintas ramas y grupos ocupacionales
de la producción económica.
En opinión del representante del ISDEMU, entrevistado en
el transcurso de la presente investigación, el poco interés
en esta temática dentro del mecanismo nacional para
promover los derechos de las mujeres, es el producto de
una serie de factores, entre los que destacan la limitación
de recursos presupuestarios para realizar estudios y
propuestas de reformas legales sobre este tema, la
poca visibilidad política que se le da a la problemática
laboral de este sector (no existe, por ejemplo, ningún
convenio de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) específico a las condiciones de empleo del trabajo
doméstico ), y a la falta de consenso que prevalece entre
los actores involucrados en el diseño de políticas públicas
sobre cómo debería conceptualizarse las actividades
que terceras personas realizan de manera remunerada
en los hogares.
trabajadores domésticos remunerados realizan su trabajo
(salarios, jornadas, contratos, etc.), y además que sean
distintas a las condiciones establecidas para otras ramas u
ocupaciones económicas “fuera de lo doméstico”.
I.3 Implicaciones del trabajo doméstico
remunerado sobre las personas que lo
realizan, a nivel personal y familiar
Con respecto a los impactos personales que permiten
explicar de una manera más clara el entorno en
que se desarrolla, podemos distinguir, a partir de la
encuesta propia realizada por AGEM-BIMSA, que:
las trabajadoras domésticas remuneradas usualmente
no consideran que se les trate mal, pese a que
se les grite o se les abuse de una manera verbal,
aceptan la discriminación por considerarse inferiores
educativamente; están en disposición de aceptar
las condiciones en que se encuentran dentro de los
hogares contratantes porque se les dificulta encontrar
un nuevo empleo; manifiestan que con quien más han
tenido problemas es con la señora de la casa y luego
con el señor de la casa.
En la tradición cultural salvadoreña –que muchas veces
sirve de punto de referencia para las personas que
diseñan la legislación y las políticas públicas- el término
“trabajo doméstico” está asociado con el trabajo que
realizan los miembros de una familia para cuidarse a sí
mismos y a los demás integrantes del grupo familiar, y
como una actividad de “menor categoría” que realizan
personas fuera de los hogares.
En tanto a lo impactos sobre el nivel de vida de
las familias habrá que destacar que las jefaturas
masculinas tienen mayor peso en los quintiles 3 al 5,
mientras que las jefaturas femeninas tienen mayor peso
en los quintiles 1 y 2, lo que claramente indica, que al
interior del TDR, son sustancialmente más pobres los
hogares con jefaturas femeninas que los hogares con
jefaturas masculinas.
Los factores culturales podrían ejercer influencia en el
hecho que en El Salvador socialmente (y jurídicamente)
no se considere un trabajo (en sentido productivo) a
las actividades del cuidado de la familia realizadas por
personas externas a la misma y, por lo tanto, que se
considere aceptable las condiciones en las que las y los
Sin embargo, es preciso destacar que en cuanto a
las jefaturas y aportes al hogar, cuando el jefe del
hogar TDR es hombre, el cónyuge (mujer) aporta más
al presupuesto del hogar que el jefe del hogar. Es
decir, la mujer contribuye en mayor proporción de su
presupuesto que el hombre; esto es interesante, porque
usualmente se considera el salario de las mujeres como
54
un complemento de los salarios de los hombres, pero
se observa que es ella quien aporta más al presupuesto
que el hombre, incluso, cuando él es el jefe del hogar.
De tal forma que no importa si la mujer es jefa de
hogar o no, las mujeres dentro del TDR siempre están
aportando más de su presupuesto que sus compañeros
de vida. De tal forma que su salario no debe ser visto
como un complemento, sino más bien como parte
importante de las entradas económicas al hogar, sin las
cuales la reproducción material de las vidas de estas
familias sería muy difícil y en algunos casos imposible.
De igual manera es importante observar cómo se resuelve
en los hogares con TDR la atención a las demandas
de cuido de sus hogares; claramente se evidencia que
las mujeres ocupan un papel importante en el ingreso
de los hogares TDR, sin embargo, muy pocas de ellas
(3.20%) pagan servicio público de atención de cuidado
de sus hogares (redes familiares u otros), el resto
(96.8%) no lo hace; ya sea porque madres, suegras,
abuelas, hermanas, cuñadas o hijas le ayuda a realizar
las tareas del hogar lo que implica que el trabajo no
remunerado dentro del hogar realizado generalmente
por mujeres, esta subsidiando al trabajo remunerado
y está permitiendo sistemáticamente que el salario sea
bajo y que no este acorde a las necesidad reales de las
familias salvadoreñas. La otra opción es que sean ellas
quienes realicen dobles jornadas: una fuera de casa y
otra dentro de casa, realizando las tareas de su propio
hogar después de trabajar fuera. (Gráfico 5)
Entre los conflictos que las mujeres en TDR deben
afrontar se encuentra primeramente en buscar manejar
su tiempo entre el trabajo doméstico remunerado con
el trabajo doméstico no remunerado. Existen pues, una
serie de aspectos que contribuyen de manera directa a
sus conflictos, tales como la falta de tiempo, reclamos
de sus familiares y los sentimientos de culpa (estos
sentimientos, muchas veces basados en la concepción
cultural que la mujer debe estar en casa cuidando
de los suyos y no saliendo a trabajar, mientras que el
hombre debe salir y ser el proveedor de su hogar). La
55
mayoría de ellas concuerda en que lo más complicado,
tanto aquellas que tienen hijos/as viviendo con ellas
(80.30%) como las que no (69.68%), es el cuidado de
sus hijos/as y el cumplimento de las tareas domésticas,
y para ellas quienes salen más perjudicados son sus
hijos/as (86.30%), pero además existe un porcentaje
pequeño (8.09%) que reconoce que ellas mismas son
también las más afectadas.
En cuanto al uso de su tiempo, éste es utilizado
principalmente en sus empleos y luego se dedican a
las tareas de su propio hogar; pocas de ellas dedican
tiempo para divertirse, pero cuando lo hacen, aclaran
que lo hacen con su familia o con sus hijos/as, otro
elemento muy interiorizado dentro del sistema patriarcal,
en donde la mujer es concebida como parte de una
familia y no como mujer-persona.
Finalmente, en cuanto a su Nivel de organización
gremial, el estudio presentó, a través de la encuesta
con BIMSA y las entrevistas a profundidad, que las
trabajadoras domésticas en general no tienen ningún tipo
de organización gremial, no se encontró ningún tipo de
asociado por trabajadores domésticas remuneradas. Sin
embargo, ellas manifestaron pertenecer a organizaciones
religiosas, pero únicamente lo hacen entre un 15% y 23%
del total de entrevistadas.
56
57
Conclusiones
Conclusiones principales: Recomendaciones para la política
pública y estrategias para su cabildeo
En términos generales es preciso destacar que el
trabajo doméstico remunerado es un claro ejemplo
de la profunda división sexual del trabajo. La
mayoría de las trabajadoras domésticas inician su
vida laboral, principalmente, entre los 15 y 20 años,
para todas las modalidades de trabajo doméstico y
en general esa ha sido su experiencia de trabajo a
lo largo de sus vidas. Esto implica una especie de
círculo del TDR, del cual es difícil salir, e incluso, a
veces, se transmite de generación en generación.
Las mujeres en TDR son las principales responsables
(económicamente hablando) de los hogares donde
viven, y que en general hacen dobles jornadas (una
fuera de casa y otra dentro de casa), realizando las
tareas de su propio hogar posteriores a las realizadas
en el espacio público. Algunas de ellas tienen ayuda
de sus madres, suegras o hijas quienes colaboran
durante la semana a realizar las actividades que
ellas no pueden realizar.
Las trabajadoras domésticas, en su mayoría, se
consideran a sí mismas inferiores al resto de mujeres
dentro del mercado laboral, lo cual es especialmente
preocupante cuando esta percepción de sí mismas
se encuentra presente, incluso, en quienes han
logrado un mayor grado de escolaridad que ellas,
y mayores salarios.
El nivel de organización gremial del TDR es nulo,
únicamente aparece entre un 15 y 23% que pertenecen a
organizaciones religiosas.
En cuanto a las implicaciones para las políticas
públicas, se destaca: la necesidad de crear
condiciones apropiadas para que las personas en
TDR logren un efectivo acceso a las oportunidades,
tanto para la educación formal como no formal;
crear las condiciones materiales que permitan
niveles de remuneración equitativos entre hombres
y mujeres dentro del TDR; fomentar y difundir, entre
las mujeres en TDR, su derechos tanto en el espacio
público como privado.
Por otra parte, es necesario fortalecer la capacidad
del Estado de proveer servicios del cuidado a
las familias en las zonas urbanas y rurales, tales
como centros de atención infantil, escuelas,
seguridad social, comedores comunitarios, centros
de atención a adultos mayores y personas con
discapacidad, etcétera.
58
Así mismo, es necesario avanzar hacia un proceso
de reforma legal y de política pública que se oriente
a visibilizar la dimensión del trabajo del cuidado
al desarrollo humano y valorar la contribución del
trabajo doméstico remunerado y no remunerado.
Promover, a partir de las políticas públicas, la
revalorización cultural del trabajo doméstico,
fortaleciendo el sistema público responsable de la
inspección de condiciones laborales de las mujeres
salvadoreñas.
Entre las Estrategias para el Cabildeo podemos destacar
la necesidad de una alianza entre el ISDEMU, las
organizaciones de mujeres, organizaciones laborales,
grupos parlamentarios de mujeres y cooperación
internacional para impulsar un conjunto de estrategias
orientadas a mejorar la condición y posición de
los hombres y mujeres que se desempeñan en esta
actividad laboral.
Se deben buscar estrategias de organización de las
personas en TDR para lograr una mayor incidencia
y capacidad de negociación; también establecer una
estrategia de incidencia política para impulsar las
reformas legales y administrativas que se requieren
para eliminar las discriminaciones que sufren las
trabajadoras domésticas, así como para asegurar una
mejor tutela de sus derechos y mejores oportunidades.
Por último, determinar una estrategia de monitoreo
social para ejercer, desde la sociedad civil, una labor
permanente de contraloría social.
Resumen
Ejecutivo:
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
guatemala
61
INTRODUCCIÓN
En abril de 2007, en la XV Reunión Ordinaria del
Consejo de Ministras de la Mujer -COMMCA-, se
planteó que el Programa Agenda Económica de
las Mujeres -AGEM- del Fondo de Desarrollo de las
Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer –
UNIFEM- coordinara la realización de un estudio
regional sobre la situación de las mujeres trabajadoras
domésticas remuneradas, cuyo sustrato pondría
el énfasis en: jornada laboral, ingresos, seguridad
social y organización; con la finalidad de contar con
elementos válidos para el diseño de políticas públicas
coherentes, bajo el componente del fortalecimiento
institucional del COMMCA, en concordancia con
el plan estratégico 2006-2009 del programa de
Cooperación Regional con Centroamérica, financiado
por la Agencia Española de Cooperación Internacional
para el Desarrollo -AECID-.
Esta investigación estaría enfocada a cumplir con
el compromiso de trabajar por la eliminación de
la discriminación hacia las mujeres, en avance al
respeto de sus derechos y a la equidad. El mismo
surge como una propuesta de acciones definidas por
los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de
Quito, resultado de la X Conferencia Regional sobre
la Mujer de América Latina y El Caribe, realizada en
Quito, Ecuador, en agosto de 2007; así como la
estrategia de investigación propuesta en el documento
preparado por el Consejo Económico para América
Latina –CEPAL- para la Conferencia, “El aporte de las
mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”.
La Secretaría Presidencial de la Mujer -SEPREM- tuvo
un papel protagónico en el seguimiento y coordinación
de la investigación, en paralelo con la Coordinación
Técnica de la AGEM. El Instituto Nacional de Estadística
-INE- tuvo bajo su responsabilidad la elaboración del
procesamiento de las estadísticas oficiales. Asimismo
cabe resaltar la colaboración de las entidades
vinculadas al tema, tales como: el Centro De Atención
de la Trabajadora de Casa Particular –CENTRACAP-,
la Asociación de Trabajadoras del Hogar, a Domicilio y
Maquila -ATRAHDOM-, la Asociación de Trabajadoras
de casa Particular –ASOCASA-.
Un estudio de esta naturaleza contribuye al conocimiento
de las características socio demográficas de quienes
desempeñan este trabajo, ya que el reto a futuro se
orienta a fortalecer las instancias de los Organismos
Ejecutivo y Legislativo en el proceso de visibilización
y sensibilización sobre las brechas de género y a
reconocer el aporte económico de las mujeres, a fin
de incorporar los cambios necesarios en el diseño,
ejecución y evaluación de políticas públicas.
62
La dinámica socioeconómica y la crisis mundial que
afecta actualmente a los países requiere que, en el ámbito
de la investigación y la generación del conocimiento, se
aporten elementos que contribuyan a que las instancias
de toma de decisión los consideren como insumos en su
accionar, toda vez que éstas parten de una realidad en
que se visibilizan situaciones a veces desconocidas o mal
comprendidas.
de éstas, no solamente desde la desventaja en los
salarios sino también en el tipo de trabajo que realizan
y en el ambiente laboral, así como otros aspectos
relacionados con los mismos. El trabajo doméstico
es considerado como parte del sector informal por
sus características: bajo nivel de ingresos, facilidad de
entrar y salir del empleo y la falta de regulación y de
prestaciones laborales.
El análisis del trabajo doméstico remunerado en
Guatemala no se considera agotado, especialmente
porque el mismo podría relacionarse con las preferencias
de los hogares, así como con otras áreas específicas
de la legislación laboral, seguridad social, seguridad
nacional, la educación y la salud principalmente, por
lo que el presente estudio se considera innovador pero
a la vez introductorio al tema.
Los resultados de la investigación necesitan amplia
difusión para impulsar el debate del trabajo doméstico
remunerado con sectores de interés, entre éstos las(os)
tomadores de decisión del sector público, tales como:
SEPREM, Ministerio de Trabajo y Previsión Social,
Ministerio de Educación, Instituto Guatemalteco de
Seguridad Social; la academia; Comisión de la Mujer
del Congreso de la República y la sociedad civil, a
fin de aunar esfuerzos en la búsqueda de avanzar en
las políticas públicas que se enfoquen en la familia, el
mercado y la sociedad en general.
Los aspectos que intervienen en el desarrollo de las
trabajadoras domésticas remuneradas, bien sea como
limitantes o como posibilidades de crecimiento, no se
pretende agotar a través de este estudio, más bien, es
un reto el continuar estudiando y ahondando en el tema.
Se trata también de reconocer similitudes, interacciones
y diferencias entre las dos esferas de la economía
remunerada y no remunerada, como el trabajo
doméstico remunerado que aparece como la
solución del conflicto entre el empleo femenino y
las responsabilidades del hogar, pero no resuelve la
responsabilidad compartida que debe prevalecer entre
los propios miembros del hogar. Es decir que solamente
se transfiere de una mujer a otra, requiriendo de políticas
de igualdad de género y de corresponsabilidad entre
familias, Estado y mercado.
Trabajos de este tipo contribuyen a la comprensión
de la situación de las mujeres en la estructura social y
económica, a la inequidad en la cuestión del empleo
Del resultado del debate deben surgir políticas que
incluyan servicios públicos de cuidado de niñas y niños,
y de personas que no puedan valerse por sí mismas;
y que estas políticas contengan el tema del cuidado
como un problema social y no como un problema
individual de exclusiva responsabilidad para las mujeres.
También deben surgir propuestas para mejorar la
legislación, tratando de armonizar la legislación a nivel
Centroamericano, tomando en cuenta las similitudes y
diferencias encontradas en los estudios.
El presente estudio trata de despertar el interés en el
tema, y sobre todo, hacer notar que su situación laboral
no es un fenómeno aislado, sino debe estudiarse y
analizarse en la integralidad de los distintos sectores
de la economía nacional, y desde el punto de vista de
los derechos humanos y laborales.
63
I. Objetivos del estudio
II. Marco conceptual:
I.1 Objetivo general:
Para fines del estudio, se consideró el trabajo doméstico
remunerado como una actividad económica, cuyas
características se basan en que éste se realiza en y
para los hogares, vinculado a las tareas de cuidado
de la casa y de las/os integrantes del hogar. El mismo
adopta diversas modalidades: trabajo a tiempo
completo con y sin dormida dentro, trabajo parcial en
uno o varios hogares.
Generar información sobre el trabajo doméstico
remunerado y su relación con el trabajo doméstico no
remunerado, tomando en cuenta las condiciones de
vida de las mujeres en la Región Centroamericana; en
el caso de Guatemala identificar cambios legislativos
y líneas de política pública prioritarios, tomando en
cuenta la diversidad sociocultural.
I.2 Objetivos específicos:
I.2.2
Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
remunerado y sus implicaciones en la vida y
autonomía de las mujeres, en general; y sobre
las mujeres ocupadas en esta actividad, en
particular.
I.2.2
Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
no remunerado y el relacionamiento entre ambos
(trabajo doméstico remunerado y no remunerado)
en cuanto a categorías como autonomía, relaciones
de poder, etc.
I.2.3
Determinar la relevancia del trabajo doméstico
remunerado no sólo como alternativa de
empleo para mujeres sino en el marco más
amplio de contextos nacionales caracterizados
de una creciente participación femenina en el
mercado de trabajo, una creciente feminización
de los flujos migratorios.
La investigación del trabajo doméstico remunerado
tomó en cuenta los enfoques metodológicos que
contribuyeron a interpretar la complejidad que presenta
el comportamiento de este tipo de trabajo, tanto desde
la perspectiva de las trabajadoras involucradas y de los
hogares que las contratan, como del conjunto de la
sociedad que se encuentra inmersa dentro de procesos
macro, meso y microeconómicos. Desde ese punto de
vista, se consideró la Economía desde la perspectiva
de género, la “economía del cuidado” y los sistemas
de bienestar y, en términos generales, la división sexual
del trabajo como factor de construcción histórica que
tiene profundas implicaciones en el ordenamiento
económico social.
La división sexual del trabajo demuestra que en la
economía remunerada la participación masculina sigue
siendo mayoritaria mientras que la de las mujeres es
menor. En la no remunerada la participación femenina
sigue siendo altamente mayoritaria mientras que la
masculina es todavía débil.
El análisis del trabajo doméstico remunerado se realizó
con una visión holística como factor determinante
del marco teórico, en donde la teoría económica
feminista considera a la economía remunerada como
“la economía” de la teoría Económica, en la cual
se realiza el valor de uso y el valor de cambio de las
64
mercancías y a la economía no remunerada como el
ámbito en el que se produce el valor de uso y constituye
la base de la reproducción de la fuerza de trabajo.
Universalmente el concepto de trabajo doméstico
remunerado ha sido utilizado para calificar, en forma
particular, la esfera en la cual se realizan las labores
propias de un hogar que no es el suyo. De esta forma,
este concepto se diferencia, por el ámbito privado en
el que se efectúa, de otras modalidades de prestación
de servicios personales subordinados como el trabajo
agrícola, industrial, comercial y de servicios.
Para las mujeres ubicadas en el trabajo doméstico
remunerado no existen fronteras entre la economía
remunerada y la no remunerada, es decir, la doble
condición de este trabajo, en tanto generalmente media
remuneración, que puede ser en dinero o en especie
o en forma combinada, corresponde a un empleo que
forma parte de la economía remunerada; pero, debido
al tipo de tareas que lo conforman y al hecho de que
se desempeña dentro de los hogares, las percepciones
culturales lo ubican, explícita o implícitamente, como
parte del trabajo doméstico en general. Por otra
parte, la responsabilidad de las mujeres en el hogar,
concebida socialmente, constituye trabajo doméstico no
remunerado. El hecho mismo de que en éste predominen
más mujeres que hombres, ratifica esta concepción.
La economía del cuidado abarca elementos de la
economía remunerada (ofertas de servicios de cuidado
privados, uno de los cuales es el trabajo doméstico
remunerado, y ofertas de servicios públicos) y elementos
de la economía no remunerada, en ambos la
participación de las mujeres es mayoritaria.
Desde esta perspectiva teórica, se analiza el mercado
laboral que funciona de acuerdo a las leyes de la
oferta y demanda del trabajo doméstico remunerado y
donde se implementan las políticas públicas en cuanto
a lo laboral, social y económico, el marco legal que
las protege, y los cambios económicos que amplían o
restringen la demanda-oferta del empleo.
El rasgo particular de este tipo de trabajo es que aunque
exista un Código Laboral, es una legislación incompleta
que no regula horario, salario, prestaciones, entre otros,
que permite la arbitrariedad de quienes las emplean.
Tiene relevancia el status económico de las familias
contratantes y la procedencia de las contratadas, en
este punto se tomó en cuenta la transnacionalización
de la economía del cuidado, determinando la amplitud
del mercado que rebasa las fronteras nacionales.
La investigación tomó en cuenta las relaciones y
conflictos entre empleadoras y empleadas, entre estas
últimas y sus hogares, entre los tiempos laborales y el
que dedican a su hogar. Desde ese punto de vista
también se generan conflictos con los compañeros
de hogar que agregan una nueva dinámica a estos
fenómenos, coadyuvando a este entramado social la
extracción social de las trabajadoras y la conformación
de sus hogares.
III. Aspectos metodológicos
Para el desarrollo del estudio se realizó una revisión
y análisis documental disponible, así como de los
cuestionarios y publicaciones de encuestas y censos
del ente oficial de las estadísticas, y también el
reprocesamiento de las bases de datos.
La delimitación temporal del estudio fue partir del año
2000, no obstante, por la poca disponibilidad de las
estadísticas oficiales, el énfasis se hizo en el año 2000
y 2006, fecha de las últimas Encuestas de Condiciones
de Vida que incluyen el Módulo del Uso del Tiempo,
65
habiéndose tomado el año 2008 como el referente
de la situación actual, a partir de la encuesta propia1.
Entre las limitaciones enfrentadas en el desarrollo
del estudio se presentó la dificultad de obtener
información estadística actualizada para responder
a los requerimientos del mismo, sin embargo el
Instituto Nacional de Estadística-INE, proporcionó la
información que hubo necesidad de reprocesar.
La investigación se realizó desde dos perspectivas de
análisis a) cuantitativa, que consistió en el análisis de
los datos estadísticos de censos y encuestas así como
la elaboración de una encuesta propia que consistió
en la construcción de instrumentos: boleta y cuadros
de vaciado y, b) cualitativa, que consistió en entrevistas
individuales y colectivas con mujeres ubicadas en este
tipo de actividad y otras retiradas, que participan con
organizaciones que velan por los derechos de las
trabajadoras domésticas.
En la investigación cuantitativa propia, se realizó una
encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas, a fin
de obtener información actualizada, se seleccionaron
las ciudades de Guatemala y Quetzaltenango, por
ser las de mayor población y actividad económica.
Para las entrevistas se visitó hogares de dos niveles
socioeconómicos: Alto y Medio, para identificar los
hogares del primer nivel, se ubicaron colonias exclusivas;
y el segundo nivel consideró barrios y colonias populares.
En cuanto a la edad de las trabajadoras se contemplaron
las menores de 35 años y las mayores de 35 años.
IV. Resultados del estudio
Guatemala es el país de Centroamérica que
geográficamente colinda al occidente con la República
de México, al sur oriente con El Salvador y Honduras,
y al nororiente con Belice. Cuenta con una población
al año 2007 de 13.3 millones, de la cual las mujeres
alcanzan 6.8 millones de habitantes que representan
el 52.0% de la población, y los hombres 6.5 millones
que representan el 48.0%. La tasa de crecimiento de
la misma es de 2.4% anual, lo que significa que la
población se duplica cada 29 años.
Característica importante de la población guatemalteca
es que una proporción considerable de los/as
guatemaltecas pertenecen a alguno de los pueblos
indígenas existentes en el país, considerándose que son 23
las comunidades indígenas de origen Maya, se agregan
el grupo Xinca y los Garífunas (afro descendientes)2, por
lo que resultó importante tomar en cuenta la condición
multiétnica, multicultural y multilingüe.
La ENCOVI 2006 muestra que el 51.0% de los
guatemaltecos y guatemaltecas viven en la pobreza,
de los cuales el 35.8% está en condiciones de pobreza
no extrema y el 15.2% en pobreza extrema. Por grupo
étnico de la población indígena, el 74.8% son pobres
incluyendo un 27.2% de pobres extremos, y de los no
indígenas el 36.2% son pobres, y los pobres extremos
representan el 7.7%. En el caso de las mujeres se
encuentran en condiciones de pobreza general el
50.4%, en pobreza extrema el 14.8% y pobres no
extremos el 35.6%, por consiguiente las mujeres no
pobres representan el 49.6%.
En el área rural se ubica el 52.0% de la población, la
cual, de acuerdo a los niveles de pobreza3, todos los
1 Se realizó una encuesta a 447 trabajadoras, 300 en la Ciudad de Guatemala
y 147 en Quetzaltenango.
2 Instituto Nacional de Estadística, Academia de Lenguas Mayas y Dirección
General Bilingüe, Universidad del Valle de Guatemala. Mapa de Localización de
Idiomas Indígenas en Guatemala. 2008. Instituto de Antropología e Historia.
Idiomas Indígenas de Guatemala. 1982.
3 Los niveles de pobreza definidos en la ENCOVI 2006, son: a) pobreza extrema:
Es el nivel de pobreza en el que se encuentran las personas que no alcanzan
a cubrir el costo de consumo mínimo de alimentos, esto es Q.3,206.00 por
persona al año; b) pobreza no extrema: Es el nivel en el que se clasifican a las
personas que alcanzan a cubrir el costo del consumo mínimo de alimentos pero
no el costo mínimo adicional calculado para otros bienes y servicios básicos,
esto es Q.6,574.00 por persona al año, c) pobreza total: sumatoria de la
pobreza extrema más la pobreza no extrema.
66
pobres de la población rural representan el 70.5%
(pobres extremos 34.6% y pobres no extremos 65.4%) y
los no pobres 29.5%; a diferencia que en el área urbana,
el 48.0% de la población estratificada en los mismos
niveles se integra por un 30.0% pobres (pobres extremos
17.7% y pobres no extremos 82.3%), y el restante 70.0%
corresponde a los no pobres.
esas condiciones las trabajadoras domésticas remuneradas,
como alternativa de empleo, se incorporan al sector informal
urbano o bien a la maquila, sin embargo, debido a que
han bajado las exportaciones como consecuencia de la
afectación en el consumo, se han despedido mujeres en este
sector de la producción, lo que hace que esta alternativa de
trabajo temporal ya no sea atractiva como en años anteriores.
Según el Informe Estado de la Región, la economía de
Guatemala se considera dentro de las más importantes
de los países de Centroamérica ya que en términos
absolutos es la economía más grande de la región,
incluso su participación relativa pasó de 1996 al 2006,
de 28.4% a 32.4% del Producto Interno Bruto -PIB-.
No obstante que la economía creció, el PIB per cápita
se situó en 2,000 dólares anuales al igual que en El
Salvador, comportamiento asociado al crecimiento de
la población. Se estimó que uno de cada tres dólares
producidos en el istmo se originó en Guatemala.
La población ocupada en trabajo doméstico remunerado,
según los datos del Censo de Población y Vivienda 2002,
fue de 122,399 personas, luego en 2006, la Encuesta
Nacional de Condiciones de Vida -ENCOVI- del Instituto
Nacional de Estadística -INE-, mostró que de 159,283
trabajadores domésticos mayores de 15 años, el 97.9%
eran mujeres y el 2.1% hombres, lo que denota que
además de haberse incrementado el número de personas,
también resulta mayoritaria la participación de las mujeres.
Es importante destacar que los efectos de la crisis mundial
se hacen sentir en todos los sectores de la economía y
el mercado laboral es uno de ellos, en consecuencia, la
población es golpeada con mayores niveles de desempleo. En
En la población económicamente inactiva, una parte
importante de mujeres se constituye en un ejército de
reserva dispuesto a incorporarse a esta actividad en la
medida que los ingresos familiares son afectados por los
niveles inflacionarios y la demanda de trabajadoras en la
industria, maquila, agricultura, exportación de productos
67
no tradicionales y otros servicios. Estos hechos en particular
hacen relevante entrar a conocer las condiciones de las
trabajadoras domésticas remuneradas, las condiciones
de desigualdad y de desventaja que en forma empírica
se observa y se vive en la sociedad guatemalteca.
En tal sentido, el presente estudio aborda, a partir de los
datos obtenidos en la encuesta propia, aspectos de la
oferta y demanda del trabajo doméstico remunerado, los
derechos laborales de las trabajadoras y las implicaciones
que esta actividad tiene en forma personal y familiar.
Además de fuentes bibliográficas se investigó lo relativo a
la transnacionalización del trabajo de cuidado.
Otro factor determinante en la oferta de empleo doméstico
es el analfabetismo y los bajos niveles educativos de la
población femenina que no pueden aspirar a otro tipo de
empleo. Según los resultados de la encuesta propia, de
las trabajadoras domésticas remuneradas encuestadas,
el 43.2% completaron o alcanzaron parte del nivel
primario, el 15.7% algún grado del nivel secundario,
y un 2.2% educación superior, situación que les limita
para desempeñarse en otra actividad económica que
requiera mayor preparación educativa y técnica, y
consiguientemente, de mayor remuneración.
Dentro de las características de la oferta del trabajo
doméstico remunerado se encontró que el 72% de las
trabajadoras domésticas remuneradas no son indígenas,
(ENCOVI 2006), estos datos refutan la hipótesis de que
las trabajadoras domésticas en su mayoría son indígenas.
Reforzando lo anterior, la encuesta propia reveló que
el 67.6% de la población entrevistada no pertenece a
ningún pueblo indígena.
La pobreza y la desigualdad constituyen parte de los
mayores desafíos para que la sociedad guatemalteca
alcance el bienestar que postula la Constitución de la
República de Guatemala. Es importante avanzar en el
conocimiento de la situación, posición y condición de
las mujeres guatemaltecas en su diversidad. El estudio
sobre trabajo doméstico remunerado da cuenta del
conflicto que deriva de la relación del trabajo doméstico
remunerado y no remunerado, toda vez que ambos,
además de coadyuvar al sostenimiento de la economía
del país, se traducen en una sobrecarga de trabajo para
las mujeres como resultado de la desigualdad.
El área urbana fue más atractiva para que las trabajadoras
ofrezcan sus servicios domésticos; según la ENCOVI
2006, el 66.4% de las trabajadoras se emplearon en
hogares de esta área y el 33.6% lo hicieron en el área
rural en donde existe menor demanda.
En la encuesta propia, las trabajadoras domésticas
remuneradas se incorporaron a este trabajo desde
muy jóvenes, el 70.5% reportó que antes de cumplir
18 años empezaron a trabajar en esta actividad. Vale
destacar que en Guatemala el trabajo doméstico
remunerado también es realizado por niñas de 10
años en adelante, circunstancia que además de
reflejar la realidad de la niñez, también muestra la
precariedad en que viven las familias que las obligan
a incorporarse a temprana edad en esta actividad
económica para que contribuyan al sustento familiar.
(Ver Cuadro 2 en la siguiente página)
Una de las peculiaridades de este trabajo es la falta de
regulación de la jornada de trabajo, evidenciando la
encuesta propia que la mayor proporción de trabajadoras,
79.5%, labora más de 40 horas semanales, principalmente
quienes trabajan a tiempo completo con dormida.
Lo anterior presupone que para desempeñar largas
jornadas es necesario que las condiciones físicas de las
trabajadoras sean aptas para su realización, y en este
aspecto, los resultados mostraron que el 78.5% de las
68
encuestadas son mujeres jóvenes menores de 35 años.
(Gráfico 1 a continuación)
En la relación laboral establecida entre empleada y
empleadora prevaleció que un 74.4% recibe su salario en
efectivo de hogares con status medio y superior, y el 25.6%
lo percibe en forma mixta, es decir, en dinero y en especie
tales como alimentos, un lugar para dormir y objetos varios.
Los salarios de las trabajadoras domésticas están por
debajo del mínimo (Q. 1,475.00) el mismo es importante
ya que el 76.9% de las entrevistadas manifestó aportar,
desde la mitad hasta con el total de su salario, al ingreso
familiar; siendo importante resaltar que este punto cobra
mayor relevancia cuando es una mujer quien tiene la
jefatura del hogar. En tal sentido, la magnitud que ha
alcanzado la responsabilidad económica de las mujeres
se evidenció al observar que del total de encuestadas, el
62.8% asumió la jefatura del hogar y el 41.4% de estos
hogares están integrados por 2 a 3 miembros (as), y el
31.9% de los mismos con 4 y 5 integrantes. (Gráfico 2
a continuación).
En cuanto a la propiedad de vivienda es importante
reconocer que existen varios factores que permiten
comprender el por qué de los resultados obtenidos,
entre ellos la discriminación, falta de asistencia legal,
desempleo, escaso acceso a la tierra y propiedad, de
donde el 49.6% manifestó vivir en vivienda “propia”,
no obstante la misma, según indicaron, la propiedad
está a nombre de otra persona y apenas un 6.9%
a nombre de la trabajadora. Las cifras anteriores
permiten afirmar que en Guatemala, al relacionar
propiedad de vivienda con jefatura de hogar, no existe
una correlación directa, sobresaliendo que el 41.3% de
las mismas alquilan vivienda, siendo en este aspecto en
donde se observa una mayor inequidad entre géneros
y una grave violación a los derechos humanos, pues
sólo el hombre tiene la propiedad por herencia o por
oportunidad que le brinda el sistema económico-social.
La ENCOVI 2006 muestra que la Población
Económicamente Activa Ocupada mayores de 15
años es de 159, 283 personas, de ellas el 155, 900
son mujeres, lo cual representa un 97.9%. En términos
generales, estos datos muestran una marcada diferencia
de las actividades asignadas a mujeres y hombres dentro
y fuera del hogar, lo que está relacionado con roles
históricamente asignados a los mismos. El realizado por
los hombres se circunscribe principalmente a tareas de
jardinería, construcción y mantenimiento.
69
La relación entre trabajo doméstico remunerado y no
remunerado, entre mujeres y hombres, lleva implícito
el ámbito público y privado, afectando su significación
en el desenvolvimiento de la vida cotidiana de las
mujeres, siendo de esta forma como se vinculan ambas
esferas. Lo anterior significa que las actividades de la
casa incluye, entre otras, las labores de cuidado de
niñas (os), personas mayores, cuidado de enfermas (os)
que aunque siempre ha sido una tarea asignada a las
mujeres, hoy adquiere relevancia ante la reducción de
las funciones económicas y sociales del Estado.
Asimismo se muestra que la demanda de empleo
doméstico se incrementa como consecuencia de la
70
incorporación de mujeres al mercado laboral, quienes a
su vez contratan trabajadoras domésticas remuneradas,
siendo en el área urbana en donde existe mayor
requerimiento de estos servicios, no así en el área rural,
en donde repercuten los mayores niveles de pobreza.
Es a las trabajadoras domésticas remuneradas a
quienes se trasladan las responsabilidades de cuidado
de la casa, asociadas con las tareas cotidianas para la
atención de una familia, limpieza y organización del
hogar, de la ropa, entre otras, y de las personas, entre
ellos niñas (os), adultas (os), personas de la tercera
edad y discapacitadas (os).
La demanda de trabajo doméstico remunerado puede
observarse, en parte, desde los hogares. Según la
ENCOVI 2006, el total de hogares demandantes en
el país en ese año era de 2, 653,000, de los cuales
a nivel nacional solamente el 0.8% contaban con
servicio doméstico. En el área urbana se reportaron
1, 424,770 hogares de los cuales el 1.2% contrataba
este servicio, y en el área rural solamente el 0.2%.
Estos porcentajes mínimos contribuyen a sustentar que
el “trabajo doméstico no remunerado” es significativo,
y reafirma la doble y triple jornada de labores que
realizan las mujeres. En consecuencia, estas cifras
reflejan ese trabajo invisible que mantiene y reproduce
la fuerza de trabajo y que en el imaginario social se
califica como que no es trabajo.
La oferta de empleo doméstico proviene de los sectores
pobres del área rural. Su origen obedece al fenómeno
de la migración interna rural-urbana, más de la mitad de
las mismas son originarias del área rural, circunstancia
que muestra, en parte, la separación de las trabajadoras
domésticas remuneradas de sus familias, incluyendo
parejas, hijas/os probablemente, y los consiguientes
efectos negativos para el núcleo familiar.
A nivel de la muestra (447 entrevistadas)4, en el presente
estudio, un 42.5% de los hogares contratantes requiere
servicios domésticos a tiempo completo con dormida
dentro, el 25.6% tiempo completo sin dormida y el
31.9% la modalidad de trabajo parcial. La preferencia
por la modalidad tiempo completo con dormida
dentro obedece, en parte, a que dentro de las tareas
requeridas por los hogares demandantes se encuentran
las actividades de cocina, limpieza de la casa, lavado y
planchado de ropa, cuidado de niños/as incluyendo
llevarles a la escuela, y cuidado de anciano/as, lo que
implica asumir la responsabilidad en cada área de
trabajo. Vale destacar que de los hogares contratantes, el
51% de la muestra requiere el cuidado de niños/as, y el
8.9% cuidado de ancianos, lo que significa realizar tareas
especiales de cuidado, fuera de la esfera del mercado.
No obstante, de acuerdo con la información obtenida
en la encuesta propia, las trabajadoras entrevistadas en
su mayoría, 82.1%, no hacen uso de servicios públicos
de cuidado. Quienes indicaron utilizar los servicios
hicieron referencia a las guarderías infantiles en un
6.6% y eventualmente también el Hospital en 5.2%, el
centro de salud 3.2% y los programas fuera de horario
escolar 2.2%; es importante reconocer que el trabajo no
remunerado tiene límites, por lo que es necesario que el
Estado invierta en brindar servicios públicos en esta línea.
Al comparar los datos de la ENCOVI 2000 y
2006 se observa que la oferta de trabajadoras(es)
domésticos aumentó un 13.7%, contribuyendo a
ello el crecimiento demográfico, la demanda del
sector productivo y gubernamental, es más el 65.0%
de ésta son mujeres mayores de 25 años y el 7.0%
tienen algún grado del nivel primario, siendo el nivel
educativo una de las variables determinantes para
revertir dicha situación.
4 Las entrevistas se realizaron en hogares que contaban con servicio doméstico
remunerado.
71
El proceso de globalización privilegia el movimiento
de capitales y mercancías y no el de trabajadoras (es),
situación que para las mujeres se traduce en superar
serias limitaciones para buscar mejores oportunidades
en otro país que no sea su lugar de origen. En el mismo
se observa que las mujeres en el exterior, al ingresar al
mercado del trabajo doméstico remunerado, establecen
redes interregionales y sistemas de interacción e
intercambio, estableciendo relaciones con otras migrantes
de su país de origen, dependiendo de la sociedad a la
que emigren y el ambiente favorable que encuentren, así
como con sus lugares natales. Este fenómeno ha llegado
incluso a reformular las concepciones de lo local, lo
nacional e incluso lo continental. Asociado al mismo
proceso de globalización, se observa el incremento
de la comunicación que, a través de la tecnología de
punta, facilitan tanto las transferencias monetarias como
la constante comunicación con las familias.
Según la Organización Internacional para las Migraciones
-OIM-, las mujeres migrantes suman aproximadamente
350,128, de las cuales el 98% reside en Estados Unidos
de Norteamérica y el 31.9% de ellas labora como
empleada doméstica remunerada y el 9.1% como niñeras,
lo que significa que un 40% se encuentra desarrollando
actividades domésticas remuneradas y de cuidado. Se
pudo determinar que aproximadamente la mitad de ellas
ha cursado el nivel primario.
El 43.2% de las migrantes tomó la decisión de
abandonar el país para buscar un trabajo, el 34.8%
para mejorar sus condiciones salariales y el 11.4%
para reunificar a la familia, ya que estos procesos han
generado una profunda desintegración de las familias.
Por otro lado, se determinó que la migración de mujeres
que se vincula al trabajo doméstico remunerado en el
país de destino y genera, a su vez, trabajo de cuidado
en su país de origen; fenómeno conocido como
cadenas internacionales de cuidado.
Adicionalmente, las mujeres migrantes contribuyen
al presupuesto familiar con el envío de remesas,
observando que el 45.7% de las mismas son usadas
para cubrir necesidades básicas de sus familias, el
15.2% para la compra venta de mercancías, el 25.4%
para inversiones y ahorros y el 11.9% lo utilizan para
salud y educación de sus familias. Sin embargo, éstas
han trascendido el ámbito económico hacia lo social,
observándose en este último aspecto los cambios
de cultura, status y hasta la ideología de mujeres y
hombres tanto de las receptoras como emisoras de
remesas, esto es lo que se conoce como remesas
sociales. En cuanto a los receptores de remesas se
pudo observar que el 79.2% son mujeres no indígenas
y el 20.8% son mujeres indígenas, y del total el 66.3%
son recibidas por mujeres.
Los datos obtenidos de la encuesta propia reflejan
que, de acuerdo al total de trabajadoras domésticas
entrevistadas, el 94.8% son originarias de este país,
lo que significa que el movimiento migratorio de
personas es un rasgo no determinante en este tipo de
trabajo, pues tan sólo un 3.0% son originarias de otro
país centroamericano.
Por otro lado, se observa que el movimiento migratorio
interno representa un 25.2% del área rural al área
urbana y viceversa, circunstancia que muestra en
parte la separación de las trabajadoras domésticas
remuneradas de sus familias, incluyendo parejas,
hijas(os) probablemente y los consiguientes efectos
negativos para el núcleo familiar.
Los derechos laborales de las y los trabajadores
domésticos remunerados, y su tutela, están definidos en el
marco nacional e internacional. El Estado guatemalteco
ha asumido el compromiso de legislar, tomando en
cuenta lo acordado en: a) La Plataforma de Acción de
Beijing que reconoce la importancia de la armonización
72
legislativa; b) La Convención sobre la Eliminación de
todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer
(CEDAW), c) El Protocolo para Prevenir, Reprimir y
Sancionar la Trata de Personas, especialmente mujeres
y niños; d) La Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la mujer. A
pesar de los compromisos internacionales, continúan
existiendo leyes discriminatorias y prácticas tradicionales
como derecho consuetudinario y estereotipos sobre las
mujeres y los hombres y la relación entre ambos.
El marco nacional en relación al trabajo doméstico
remunerado está contenido en el Código de Trabajo
y, adicionalmente, el Código Penal, Código Civil, Ley
de Acoso y Hostigamiento Sexual, Ley de Explotación
Sexual Comercial; específicamente en el ámbito
laboral no hay legislación positiva que proteja a las
trabajadoras domésticas remuneradas, quienes son
vulneradas en sus derechos laborales.
El Código de Trabajo establece que el trabajo doméstico
remunerado no está sujeto a las limitaciones de la jornada
de trabajo, pero sí estipula que disfrutarán diez horas de
descanso cada día, ocho de las cuales serán durante la
noche y continuas, y dos para los tres tiempos de comida.
Resulta preocupante que se observa la prolongación e
intensificación de la jornada de trabajo en relación a la de
otras actividades similares. En la práctica trabajan catorce
horas al día en una jornada extenuante. Estas disposiciones
tienen un impacto discriminatorio sobre las mujeres.
Los abusos y violaciones del trabajo doméstico
remunerado revelan una situación de desigualdad
y discriminación de los derechos de las mujeres,
situación que se exacerba por el desconocimiento
que tienen en torno a la defensa de los mismos y al
logro de su plena ciudadanía.
Según resultados de la encuesta propia, se reportaron
abusos laborales en los hogares, mostrando que, a
medida que se permanece más tiempo, existe mayor
posibilidad de ser objeto de ellos. Asimismo, ya sea
que trabajen a tiempo completo (con dormida y sin
dormida) o tiempo parcial, hay coincidencia en que
a las trabajadoras les han limitado principalmente
de los pagos, descansos, vacaciones y han recibido
agresiones físicas.
A diferencia de otros países de Centroamérica, en
Guatemala, al iniciar la relación laboral, no media un
instrumento legal que respalde la contratación de las
trabajadoras domésticas remuneradas, en su mayoría
se realiza en forma verbal, en donde no se especifica
las condiciones de trabajo, y posteriormente se exige
la realización de otras actividades. Lamentablemente
esto es aceptado por ambas partes como derecho
consuetudinario. (Cuadro 3)
Es importante resaltar que las organizaciones de mujeres y,
particularmente, las trabajadoras domésticas remuneradas
organizadas, conscientes de la problemática que viven,
han realizado diversos esfuerzos con el fin de mejorar la
legislación vigente e introducir reformas legislativas. En
principio se han planteado modificaciones al Código de
Trabajo: a) Eliminar el calificativo de “trabajo doméstico o
servicio doméstico” por Trabajadoras de Casa Particular
debido a que esta connotación reviste un sentido de
discriminación hacia ellas, desde una visión androcéntrica
y misógina, en que siempre se les ha visto como objetos
y no como sujetas; b) En el artículo que prohíbe la
discriminación se especifiquen otras formas, ya sea por
motivo de sexo, edad, etnia y discapacidad en los centros
de trabajo; c) En la iniciativa de Ley 3467, se pretende
regular lo relativo a la jornada de trabajo, salario, seguro
social, horas extras, licencias para educación, derecho
pre y post natal debido a que los empleadores aceptan
muy poca o ninguna responsabilidad de las trabajadoras
domésticas en relación con la atención a su salud, existe
también discriminación por el estado de embarazo, lo
que limita el ejercicio de sus derechos reproductivos y
73
autonomía sexual; y d) La iniciativa de Ley 3525 requiere
la regulación del trabajo en casa particular y la sanción
del acoso en el ámbito laboral y educativo.
Actualmente existe una mesa de trabajo5 de
organizaciones civiles y gubernamentales encargadas
de la revisión al Código de Trabajo y elaborar una
propuesta unificada. (Ver Cuadro 4 en página siguiente)
En las distintas modalidades de inserción laboral de las
trabajadoras domésticas, existen algunas diferencias
no muy marcadas en lo que respecta a la valoración
que estiman que sus patronos o empleadores les
dan a su trabajo; por ejemplo: a tiempo completo
con dormida su trabajo lo valoran en un 47.4%, sin
dormida 37.5%, las que trabajan a tiempo parcial el
43.1%. El Cuadro 4 contiene la información de poca,
ninguna o sin respuesta.
El tiempo de laborar en las casas, y de acostumbrarse
a las tareas que realizan, desarrolla en ellas cierto
aprecio y satisfacción por su trabajo, el que por
5 Asociación de Trabajadoras de Casa Particular-ASOCASA-, Centro de Apoyo de
las Trabajadoras de Casa Particular –CENTRACAP-, Asociación de Trabajadoras
de Maquila y de Casa Particular –ATHRADOM-, Ministerio de Trabajo y Previsión
Social-MINTRAB-, Comisión de la Mujer del Congreso, Oficina Nacional de la
Mujer-ONAM- y la Secretaría Presidencial de la Mujer-SEPREM-.
considerarlo valioso para las/os demás, hace que
algunas manifiesten que “hasta se consideran parte de
la familia que las contrata”. Es así que, de acuerdo a
los niveles de satisfacción, llegan a considerarse “muy
satisfechas” el 41.0% y “algo satisfechas” el 39.0%,
es decir que el 80.0% se encuentran en estas dos
categorías, mientras que solamente el 16.3% “poco
o nada satisfechas”. Es similar en cualquiera de las
modalidades de trabajo, a excepción de quienes se
encuentran trabajando a tiempo parcial donde el 20%
se sienten “poco o nada satisfechas” lo que, de alguna
manera, puede deberse al conflicto entre su hogar y el
trabajo por la doble jornada que debe realizar.
La percepción sobre el trato recibido por sus patronas/es
determina que sientan con mayor necesidad el cambio
de trabajo, pero en relación a ello, puede observarse que
la mayor parte de las entrevistadas, 55.8%, aseguran ser
“bien tratadas”, el 36.1% “más o menos bien tratadas”,
y solamente el 2.0% considera que “no las tratan bien”.
El 6.1% no respondió la pregunta.
En síntesis, contrario a lo que se cree, el hecho de
que las traten y valoren bien contribuye a que se
sientan satisfechas con su trabajo, pero al momento de
preguntarles si desean cambiar de trabajo la respuesta
74
es afirmativa en un 65.8% y el 33.4% no lo desea,
lo cual denota que esta aspiración se debe a otras
razones como podría ser el nivel salarial, la atención a
su familia u otra causa. (Cuadro 5)
Las que trabajan a tiempo completo con dormida, el
52.9% ha tenido mayores problemas con su patrona,
probablemente porque pasan más tiempo dentro
del hogar, el 13.8% con el patrón, el 8.1% con otro
hombre de la familia y el 3.4%, con otras mujeres.
Quienes están a tiempo completo sin dormida dentro,
los resultados reflejan que el 42.6% de las trabajadoras
tiene problemas con la patrona, el 12.8% con el patrón,
el 6.4% con otros hombres y el 8.5% con otras mujeres
de la familia. A tiempo parcial el 44.2% presenta
problemas con su patrona, el 15.4% con su patrón,
el 1.9% con otros hombres de la familia y el 1.9% con
otras mujeres de la familia (ver Cuadro 5).
La capacidad de reaccionar frente a estos abusos
está en mayor relación con la edad, el grado de
empoderamiento y la necesidad de no perder el
empleo. Si con anterioridad han sido maltratadas por
sus padres o sus parejas, su actitud es de sumisión.
75
Según los datos de la encuesta propia, la mayoría opta
por quedarse callada, en las mujeres de menos de
35 años la proporción es mayor, de 66.4%, y en las
mayores de 35 es de 53.8%. Es de suponer que con
la edad se sientan con más derecho de respuesta pero
el resultado muestra lo contrario, quizá porque cuidan
más su trabajo y no quieren perderlo. En contraposición,
las menores de 35 años tienen menos capacidad de
reclamo en apenas un 5.2%, en tanto que las mayores
de un 13.5%; se atreven a poner queja a las autoridades
el 12.7% y el 15.4% respectivamente, y se van de la casa
solo el 0.7% de las mujeres de menos de 35 años, esto
quizá por la mayor oportunidad de trabajo que pudieran
tener las menores de esa edad.
Quienes trabajan a tiempo completo con dormida se
relacionan menos con su familia y realizan en menor
grado las actividades de su hogar y de cuidado ya que
únicamente lo hacen los fines de semana y los días de
asueto establecidos por la ley. Por el contrario, las de
tiempo completo sin dormida y las que están a tiempo
parcial en uno o más hogares, son quienes enfrentan
mayores cargas de trabajo, lo que crea mayor conflicto
entre el trabajo remunerado y el no remunerado.
En su día libre el 5.8% dedica de 1 a 3 horas a las
tareas de cuidado no remunerado, el 18.5% de 4 a
6 horas, el 6.4% de 7 a 9 horas, el 20.8% le dedica
entre 10 y 12 horas, y el 46.5% no le dedica tiempo a
la familia, posiblemente sea porque tienen a su familia
en el interior y no pueden viajar frecuentemente, ya que
ello implica un costo.
Quienes trabajan a tiempo completo sin dormida, en un
día laboral le dedican más horas a la doble jornada de
sus hogares, el 34.6% de 1 a 3 horas y 32.7% de 4 a 6
horas. En su día libre en lugar de descansar trabajan de
1 a 3 horas el 12.5% y de 4 a 6 horas el 33.6%.
Las de tiempo parcial en uno o varios hogares, el
30.8% trabaja de 1 a 3 horas con su familia, el 34.6%
de 4 a 6 horas, el 6.9% de 7 a 9 horas y en su día
libre, en los mismos lapsos de horario el 4.6%, 25.4%
y 26.2%, respectivamente.
Como se colige, las trabajadoras en un día normal,
después de una jornada completa de trabajo, más
el tiempo del transporte, aún llegan al hogar a
encontrar que tienen que empezar su nueva jornada
en actividades de cuidado.
Respecto de la carga de trabajo diario se puede inferir
que a la semana tienen una fuerte carga. De acuerdo
a los datos obtenidos, en promedio, las trabajadoras
domésticas remuneradas trabajan 68 horas a la
semana, las de tiempo completo con dormida 77
horas, sin dormida 65 horas y las de tiempo parcial en
uno o varios hogares 56 horas.
Según los datos de la encuesta propia, las trabajadoras
domésticas remuneradas a tiempo completo
manifestaron en un 87.3% no pertenecer a ningún tipo
de organización, las sin dormida 90.4% y las de tiempo
parcial 82.3%, lo que hace casi nula la participación
en organizaciones sociales. Los datos anteriores
denotan que las trabajadoras no cuentan con tiempo
para participar en sindicatos u otras organizaciones
defensoras de sus derechos, algunas solamente van
a los centros de atención para las Trabajadoras de
Casa Particular -TCP-6 donde les ofrecen talleres sobre
derechos laborales y capacitación.
Las posibilidades de tener amistades para este tipo de
trabajadoras dependen de la edad, del tiempo que
les absorbe el trabajo y las actividades de cuidado
6 Así son denominados en Guatemala, los centros de apoyo a las trabajadoras
domésticas, ya que consideran reivindicarlas al llamarlas Trabajadoras de Casa
Particular.
76
que realicen. Las más jóvenes hacen más amistades,
aprovechan el tiempo en que las envían a hacer compras
para reunirse por breves minutos con sus compañeras,
vecinas o con algún pretendiente. Además aprovechan
el día domingo en el tiempo de salida para concurrir a
los lugares donde ellas van de paseo.
77
CONCLUSIONES
1. El trabajo doméstico remunerado forma parte del
sector informal de la economía, el cual carece de
legislación que lo regule, protección social y todo
beneficio para las mujeres, no obstante, es preciso
reconocer que el mismo constituye una alternativa
para superar los niveles de pobreza, sobre todo de
las mujeres.
2. La demanda de empleo doméstico remunerado se
incrementó como consecuencia de la incorporación
de más mujeres al , lo que implicó que éstas, a su vez,
demanden trabajadoras domésticas remuneradas
para trasladar sus responsabilidades.
3. La mayor demanda de trabajo doméstico, de
acuerdo de la encuesta propia, denota que la
misma se ubica, principalmente, en el área urbana,
en tanto que en el área rural por existir mayores
niveles de pobreza la demanda es menor.
4. Los hogares demandantes de empleo doméstico
remunerado responden a ingresos superior y medio.
5. El trabajo doméstico remunerado realizado por los
hombres y las mujeres es diferente, ellos realizan
tareas de jardinería, construcción y mantenimiento
entre otros.
6. La oferta de empleo doméstico remunerado
proviene de los sectores pobres del área rural, y si
bien significa ingresos para los hogares, también
tiene efectos negativos para el núcleo familiar.
7. El proceso de globalización privilegia el movimiento
de capitales y mercancías y no el de trabajadoras/
es, situación que para las mujeres se traduce en
superar serias limitaciones en la búsqueda de
mejores oportunidades en otro país que no sea su
lugar de origen.
8. En Guatemala el movimiento migratorio
internacional de personas es un rasgo no
determinante en este tipo de trabajo, pues tan sólo un
3.0% son originarias de otro país centroamericano,
lo más relevante es el movimiento interno.
9. Menos de la mitad de las trabajadoras domésticas
remuneradas alcanzan nivel primario que, aunado
a los niveles de pobreza, contribuyen a que se
dediquen a laborar como trabajadoras domésticas,
y además, se encuentren limitadas a pertenecer a
una organización, lo que les reduce su desarrollo
político y el ejercicio de su ciudadanía.
10.Las trabajadoras domésticas remuneradas, en
su mayoría, no son indígenas, lo que refuta la
78
hipótesis que éstas pertenecen, principalmente, a
algunos de los pueblos indígenas.
11.Fundamentalmente la forma de contratación es
verbal, por lo tanto, las hace vulnerables a los
cambios en las condiciones laborales, lo que genera
bajos salarios, inestabilidad, despidos, entre otros.
12.En general, las trabajadoras a tiempo completo
gozan de descanso del séptimo día y en los hogares
de ingreso alto, este beneficio se los proporcionan
en un día que no es domingo.
13.Ante la dinámica actual de la actividad económica
y la ausencia de centros de cuidado infantil, se
observó la tendencia del incremento del trabajo
doméstico remunerado a tiempo parcial y a tiempo
completo sin dormida, como nuevas modalidades
de emplearse.
14.Si bien el universo de estudio lo constituyeron
trabajadoras de 15 y más años, se pudo constatar la
presencia de niñas menores de esta edad realizando
este tipo de trabajo, lo que constituye un obstáculo
para su educación, tiempo de juego, esparcimiento,
salud física y mental.
15.Los salarios de las trabajadoras domésticas están
por debajo del mínimo (Q. 1,475.00), el 76.9% de
las entrevistadas manifestó destinar desde la mitad
hasta el total de lo devengado, al ingreso familiar,
variando en aquellos casos que es jefa de hogar.
En algunas ocasiones manifestaron tener control
de sus ingresos, lo que favorece, en cierta forma, la
autonomía de sus decisiones.
16.En la relación laboral entre empleada y empleadora
prevaleció el pago del salario en efectivo, proveniente
de hogares con status medio y superior, y una cuarta
parte en forma mixta, es decir, en dinero y especie.
17.Se determinó en la encuesta propia que más de la
mitad de las encuestadas no reportaron abusos y lo
más frecuente es respecto al pago de sus prestaciones
(descansos, séptimo día, bono catorce, etc.) situación
que varió en los resultados de los grupos focales
donde se manifestaron diversas formas de abuso.
18.Las trabajadoras domésticas remuneradas
encuestadas consideran que su trabajo es valorado
por sus empleadoras y se sienten satisfechas, lo
que hace que laboralmente tengan una aceptable
autoestima.
19.La concatenación que tiene el trabajo doméstico
remunerado y el no remunerado se manifiesta
en el que la trabajadora dedica tiempo al hogar
contratante y al propio realizando una doble o
triple jornada.
20.Las trabajadoras y su familia escasamente hacen
uso de servicios públicos, debido a que éstos
dejaron de ser gratuitos y al escaso tiempo que
tienen para sí mismas.
79
RECOMENDACIONES
• Establecer una agenda de trabajo consensuada
entre las instancias vinculadas al tema, entre ellas
la SEPREM, CENTRACAP, MINTRAB, ATRAHDOM,
ASOCASA, Comisión de la Mujer del Congreso
de la República, IGSS entre otras; que permita
adoptar medidas legislativas y normativas para
proteger los derechos de las trabajadoras domésticas
remuneradas.
• Que la legislación concerniente al trabajo doméstico
remunerado tome en cuenta de manera integral los
derechos y deberes de las contratadas y contratantes
para un mejor resguardo de su relación laboral,
incluyendo las trabajadoras a tiempo parcial y a
tiempo completo sin dormida.
• Que la SEPREM, como mecanismo que vela por
el cumplimiento de los derechos humanos de las
mujeres, se constituya en el ente que convoque
a los distintos sectores de la sociedad, para que
exijan la aprobación de las reformas al Código de
Trabajo por parte del Congreso de la República.
• Que el Congreso de la República elabore y apruebe
una ley que dignifique a las trabajadoras domésticas
remuneradas.
• Que el Estado de Guatemala cumpla con las
recomendaciones de los Órganos de Tratados de
Naciones Unidas, sobre “Establecer un calendario
concreto para la adopción de medidas legislativas
y normativas para proteger los derechos de las
empleadas domésticas”.
• Formular una política salarial que tome en cuenta
en igualdad de circunstancias a las trabajadoras
domésticas remuneradas, así como proponer una
iniciativa de ley que las incorpore al Sistema de
Seguridad Social.
• Que el Estado de Guatemala cumpla con las
recomendaciones de los Órganos de Tratados de
Naciones Unidas, sobre “Ampliar la cobertura del
Sistema Nacional de la Seguridad Social para que
incluya a los trabajadores rurales, domésticos y sus
familias” y el “Asegurar que el salario mínimo sea
aumentado en proporción al costo de vida y que
sus reglas sean respetadas en la práctica, además
de garantizar un nivel adecuado de vida para los
trabajadores y sus familias”.
• Que se valorice el trabajo doméstico no
remunerado para que se registre y contabilice en
las cuentas nacionales, por lo que se requiere,
en principio, levantar una encuesta del uso del
80
tiempo, y posteriormente la construcción de la
cuenta satélite de los hogares.
• Que la política pública responda a las necesidades
de las trabajadoras domésticas remuneradas, que
trabajan tiempos parciales, dentro del proceso de
flexibilización laboral, que afecta sus salarios y
prestaciones.
• Que las organizaciones de mujeres realicen auditoria
social de las acciones implementadas por el gobierno
en beneficio de las trabajadoras domésticas
remuneradas y elabore informes alternativos.
• Se fomente la investigación en aspectos
prioritarios que atañen a las trabajadoras
domésticas remuneradas y no remuneradas, en
el que las disciplinas de la economía, el derecho,
la sociología del trabajo y la de la familia retomen
el tema a fin de generar conocimiento desde una
perspectiva de género.
• Definir como líneas prioritarias de investigación:
a) El uso del tiempo para considerar el aporte
del trabajo remunerado y no remunerado al
Producto Interno Bruto; b) El trabajo doméstico
infantil en menores de 18 años; c) Sobre los
derechos legales y económicos de las mujeres;
c) La transnacionalización del cuidado y el grado
de organización de las trabajadoras domésticas
remuneradas.
• Que el ente rector de las estadísticas oficiales y
las instituciones vinculadas mejoren los registros
estadísticos con el propósito que se pueda visibilizar
la situación, condición y posición de las mujeres
empleadas en el trabajo doméstico, dentro de la
diversidad étnica.
• Que la Agenda Económica de las Mujeres -AGEMcontinué coordinando acciones a nivel regional en
torno al avance de las mujeres, con el propósito
que las mismas sean elevadas al Consejo de
Ministras de la Mujer -COMMCA-.
• Que la SEPREM, en coordinación con la Cooperación
Internacional, fortalezcan y apoyen a las organizaciones
de las trabajadoras doméstica remuneradas.
81
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Tiempo, ENCOVI 2000. Guatemala, Junio 2007.
Siglo XXI. Artículo sobre la “Equiparación del Salario Mínimo en la Ciudad y el Campo”. Diciembre, 2008.
84
85
anexos
I. Sectores de interés
Organizaciones de trabajadoras de casa particular
•
•
•
•
•
Centro de Atención de la Trabajadora de Casa Particular CENTRACAPAsociación de Trabajadoras del Hogar a Domicilio y Maquila -ATRHADOMAsociación de Trabajadoras de Casa Particular –ASOCASACasa San Benito
Casa María Auxiliadora
Instituciones públicas
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Instituto Nacional de Estadística –INE
Secretaría Presidencial de la Mujer –SEPREMMinisterio de Trabajo y Previsión Social –MINTRABOficina de la Mujer Trabajadora
Oficina Nacional de la Mujer –ONAMComisión de la Mujer del Congreso de la República
Secretaría de Bienestar Social-SBSDefensoría de la Mujer Indígena –DEMIProcuraduría de los Derechos Humanos –PDHInstituto Guatemalteco de Seguridad Social –IGSS-
Instituciones académicas
• Universidad de San Carlos de Guatemala –USAC• Instituto Universitario de la Mujer de la USAC –IUMUSAC• Dirección General de Investigación -DIGI–USAC
86
•
•
•
•
Universidad del Valle de Guatemala –UVGDirección General Bilingüe
Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales – IDIES-URL
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO-
Órganos Internacionales
•
•
•
•
•
•
•
•
Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica –COMMCAAgencia Española de Cooperación Internacional –AECISecretaría de Integración Centroamericana –SICAFondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer –UNIFEMAgenda Económica de las Mujeres –AGEMPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUDSecretaría de Integración Centroamericana –SIECA
Organización Internacional para las Migraciones –OIM-
87
II. Siglas
AECI:
AGEM:
ATRAHDOM:
BANGUAT:
CEDAW:
CEPAL:
COMMCA:
ENCOVI:
ENEI:
FLACSO:
INE:
IDG:
INDH:
IVA:
MINEDUC:
MINTRAB:
OEA:
OIM:
OIT:
PAM:
PEA:
PEI:
PIB:
PNUD:
SEPREM:
SICA:
SIECA:
TCP:
TDR:
UNIFEM:
Agencia Española de Cooperación Internacional
Agenda Económica de las Mujeres
Asociación de Trabajadoras del Hogar, a Domicilio y Maquila
Banco de Guatemala
Convención Sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer
Comisión Económica para América Latina
Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica
Encuesta Nacional de Condiciones de Vida
Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Instituto Nacional de Estadística
Índice de Desarrollo de Género
Índice de Desarrollo Humano
Impuesto al Valor Agregado
Ministerio de Educación
Ministerio de Trabajo
Organización de Estados Americanos
Organización Internacional para las Migraciones
Organización Internacional del Trabajo
Plataforma de Acción Mundial
Población Económicamente Activa
Población Económicamente Inactiva
Producto Interno Bruto
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
Secretaría Presidencial de la Mujer
Sistema de Integración Centroamericana
Secretaría Económica de Integración Centroamericana
Trabajadora de Casa Particular
Trabajo Doméstico Remunerado
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer
88
Resumen
Ejecutivo:
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
honduras
A dos aguas
entre ocupación
remunerada y
pilar del cuidado
91
RESUMEN EJECUTIVO1
El estudio sobre trabajo doméstico remunerado
se enmarca en el Plan de Acción del Consejo de
Ministras de la Mujer en Centroamérica (COMMCA
2006-2009), cuyo interés es contribuir al avance
de la región en los temas de igualdad y autonomía
económica de las mujeres. Asimismo, se enmarca en
los objetivos programáticos del Instituto Nacional de
la Mujer, (INAM), en su calidad de organismo rector
de la Política Nacional de la Mujer, responsable de
implementar la política de igualdad de oportunidades
para la mujer.
Este documento recoge, desde una perspectiva integral,
la evolución del trabajo doméstico remunerado en sus
diferentes manifestaciones a lo largo del período 20012007; enfatizada en la situación actual; establece
interrelaciones con el comportamiento económico y
social; y ofrece un conjunto de recomendaciones de
políticas públicas para la incidencia del tema.
La iniciativa de desarrollar esta investigación, que
tiene un alcance regional, contó con el apoyo
brindado por el Programa de Cooperación con
Centro América (SICA-AECI) a través de la línea
de género y el programa regional de la “Agenda
Económica de las Mujeres” (UNIFEM-PNUD).
El objetivo del estudio es generar información sobre
el trabajo doméstico remunerado, su relación con el
trabajo doméstico no remunerado y las condiciones
de vida de las mujeres en la región centroamericana,
identificando cambios legislativos y líneas de política
pública prioritarios frente a este tema en cada uno
de los países del área.
1 El presente resumen ha sido editado por Helen Mudgett, Asistente Técnica de
UNIFEM/UNV Honduras, y revisado por Rosibel Gómez, Coordinadora AGEM
Honduras.
92
I. Algunos rasgos del comportamiento
del trabajo doméstico remunerado
(TDR) en Honduras entre 2001 y 2007
• La participación promedio del trabajo doméstico
remunerado en la PEA ocupada total, bajo sus
distintas modalidades, fue de 3.21% entre los años
2001-2007.
• El comportamiento de la PEA ocupada en el
trabajo doméstico remunerado durante el período
de estudio ha tenido grandes fluctuaciones; en los
años 2002 y 2005 tuvo un crecimiento negativo,
pero en el año 2007 alcanzó el 4.18%.
• En las ciudades de Tegucigalpa y San Pedro Sula
se encuentra la mayor concentración de este tipo
de trabajo.
• Es notable el repunte que ha tenido el trabajo
doméstico por cuenta propia. El TDR bajo esta
categoría ocupacional pasó de 5.5% del TDR total
en 2001 al 37% en 2007. Este crecimiento ha
sido significativamente notorio en los últimos dos
años (2006 y 2007) y es el que le ha dado mayor
dinamismo a este tipo de trabajo. Una posible
explicación para esta dinámica es que la jornada
de trabajo bajo esta modalidad dura alrededor de
8 horas, lo que permite a las mujeres trabajadoras
más libertad de regresar a dormir a sus hogares
y ver diariamente a sus familiares, compartir con
su pareja, involucrarse en actividades de la crianza
de los hijos y ayudarles en las tareas escolares. La
modalidad de cuenta propia ayuda a sobrellevar de
mejor forma el conflicto que genera la conciliación
entre las responsabilidades hogareñas y laborales.
II. La oferta de TDR en Honduras
• Fundamentalmente se trata de trabajadoras mujeres.
En promedio, durante el período estudiado, las
mujeres representaban alrededor de 94% de estos
trabajadores. La tasa de participación de los hombres
en este tipo de trabajo descendió más de 3 puntos
en los años 2006 y 2007 para constituir el 2.6%
de la ocupación masculina total. Es probable que
la decreciente participación de los hombres en este
tipo de empleo en los últimos años esté asociada al
incremento de empleos en el sector de la construcción,
telecomunicaciones y transporte.
• Son personas mayoritariamente jóvenes (entre 15 y
24 años). Este rango de edad está probablemente
vinculado al hecho de que es el único espacio
93
donde las mujeres pueden trabajar siendo menores
de edad y donde no se les exigen documentos.
Sin embargo, es notorio el aumento en los últimos
años de personas mayores de 50 años dedicadas
al trabajo doméstico, el cual se ha duplicado para
ambos sexos entre 2001 y 2007. El incremento
en la oferta ubicada en este rango de edad se
debe sobre todo a la modalidad de contratación
por cuenta propia, la cual ofrece la posibilidad
de atender responsabilidades en el hogar que las
contrata y en sus propios hogares.
• Quienes se dedican a este tipo de trabajo son
predominantemente de origen rural, así como
personas nacidas en las ciudades principales que
viven en condición de marginalidad.
• Su perfil educativo es relativamente bajo. Del total de
personas ocupadas en trabajo doméstico en 2007,
el 82.5% manifestó tener algún tipo de estudio y
un 17.5% ninguno. El porcentaje de trabajadores
domésticos sin ningún tipo de estudio se eleva a casi
un 27% en el caso de los hombres. Este porcentaje
es más alto entre mujeres y hombres mayores de 50
años (38% y 36%, respectivamente).
• Provienen de hogares en condición de pobreza.
Del total de personas dedicadas a realizar trabajo
doméstico remunerado, casi el 76% vive en
condición de pobreza y más del 50% en pobreza
extrema. Esta condición es más severa para las
mujeres, ya que 76.4% vive en pobreza y 51.5%
en pobreza extrema, en tanto que a los hombres
la pobreza les afecta en menor porcentaje: 56% en
condición de pobreza y 34.6% en pobreza extrema.
III. Resultados del estudio en relación a
la demanda de TDR
Es extremadamente bajo el porcentaje de hogares que
tiene servicio doméstico con dormida dentro y, durante
el período analizado, se observó una clara tendencia
descendente. La demanda de trabajo doméstico a
tiempo completo y con dormida dentro fue alrededor
del 1.5% del total de hogares en el año 2007, es decir,
aproximadamente unos 24,527 hogares hondureños
son los que contratan este tipo de trabajo; en tanto
que a principios de la década actual, este porcentaje
se situaba en el 2.13% del total de hogares. (Véase
Gráfico 1 en página siguiente)
94
• El nivel de ingresos de los hogares es el factor con
más obvia influencia sobre la demanda de esta
modalidad de TDR. Más del 86% de los 24,527
hogares hondureños que contratan este tipo de
servicio se ubican en los quintiles más altos de
ingresos (Q4 y Q5) y el porcentaje de hogares
en cada uno de estos quintiles es superior al
promedio: 1.64% y 4.91% respectivamente. Vale
la pena anotar que dentro de estos quintiles, la
frecuencia de contratación de TDR es mayor entre
los hogares dirigidos por mujeres que entre los
dirigidos por hombres en el quintil 4 (2.13% vrs.
1.41%) y menor en el quintil 5 (3.35% vrs. 5.61%).
• Básicamente esta demanda se constituye
alrededor de los hogares donde la mujer
forma parte de la PEA. La información disponible,
tanto cualitativa como cuantitativa, refleja que en
la gran mayoría de los hogares donde se contrata
trabajo doméstico, independientemente de su
modalidad, las mujeres (jefas o cónyuges) tienen
empleo o trabajan (casi nueve de cada diez de
estos hogares). Sin embargo, la frecuencia de
contratación de TDR en este tipo de hogares es
sólo ligeramente superior al promedio: 1.62% de
los hogares con jefas/cónyuges económicamente
activas que cuenta con TDR.
• La presencia de niños y niñas en los hogares
también parece tener algún nivel de influencia
sobre la contratación de servicio doméstico.
El porcentaje de hogares dirigidos por hombres
que contratan servicio doméstico con dormida
dentro se incrementa de 1.58% a 1.98% entre
los hogares que cuentan con miembros entre 13
y 18 años, y entre los hogares que cuentan con
miembros de 6 años o menos es de 1.70%. En
el caso de los hogares dirigidos por mujeres que
contratan este tipo de servicio, el porcentaje se
incrementa de 1.35% a 1.74% entre los hogares
que cuentan con miembros de 6 años o menos.
Los datos de la encuesta propia refuerzan la
95
hipótesis de esta influencia, ya que hay una
evidente mayoría de hogares contratantes
que tienen niños y niñas: casi 7 de cada 10
trabajadoras encuestadas reportan la presencia
de niños y niñas en los hogares contratantes.
• Por último, es importante notar que, dada la baja
proporción de hogares que hacen uso del TDR,
la principal forma de atención de la demanda de
servicios de cuidado de las y los miembros de los
hogares sigue siendo el trabajo doméstico y de
cuidado no remunerado, que también es asumido
fundamentalmente por mujeres.
IV. Condiciones laborales y derechos
de los y las TDRs
La presente investigación permitió llegar a algunas
conclusiones sobre las condiciones y formas en las que
las trabajadoras y trabajadores domésticos realizan su
trabajo:
• Lo más notorio es que el TDR se realiza bajo
condiciones de inequidad social, al estar regulado
por un régimen laboral distinto al resto de los
ocupados; desde allí ya es excluyente y violatorio,
en términos de un tratamiento diferenciado en
la misma ley, que debería proteger por igual a
todos los trabajadores. Su jornada de trabajo
se establece como superior a las 8 horas diarias
y no se consideran aspectos como salario,
modalidad de contrato y beneficios sociales. Las
condiciones de invisibilidad en que se realiza y la
discrecionalidad que se le deja al contratante para
definir las relaciones de trabajo, contribuyen aún
más a las condiciones de inequidad y exclusión.
Es característica de este tipo de trabajo la jornada
extensa, sobre todo en la modalidad con dormida
dentro. (Cuadro 2 en página siguiente)
• En caso de conflicto, hay limitaciones en
la ley para un tratamiento adecuado. El
carácter privado e individual de este tipo de
trabajo ofrece limitaciones a la misma autoridad
para la aplicación de la justicia, en vista que
las autoridades de la Inspectoría de Trabajo no
pueden acceder al espacio privado donde éste se
realiza para comprobar las denuncias.
• Las fuentes consultadas dieron información sobre
algunos casos de abuso físico y psicológico,
situación que se agrava por el desconocimiento
de las personas afectadas tanto de las leyes que
96
pueden invocar para su protección como de las
instancias donde acudir.
V. Elementos del marco legal vigente
Como ya se había anotado anteriormente, en el país los
derechos laborales de las personas dedicadas al trabajo
doméstico se regulan bajo un régimen especial que
marca diferencias en relación al resto de las ocupaciones.
• El Código de Trabajo reconoce los siguientes
derechos específicamente para las y los trabajadores
domésticos:
a) Oportunidad para asistir a la escuela nocturna
(Artículo 155)
b) Vacaciones remuneradas (Artículo 156)
c) Derecho de preaviso e indemnización (Artículo 161)
d) Derecho a que, en caso de enfermedad u
hospitalización, el patrono gestione los gastos y el
asilo del o la trabajadora en un hospital o centro
de beneficencia y costee los gastos y atenciones de
emergencia (Artículo 165).
• En otros artículos del Código de Trabajo vigente se
establecen exclusiones que afectan negativamente
los derechos laborales de las y los trabajadores
domésticos remunerados. Entre otros: Artículo 325,
en el tema de la regulación de la jornada máxima
legal de trabajo; Artículo 154, con disposiciones
sobre días de descanso, feriados o de fiesta nacional,
horas de descanso diario y en días feriados, si son
trabajados; Artículo 139, que autoriza el contrato
verbal en el caso de las/os trabajadores domésticos.
• Leyes especiales, como la Ley del Séptimo Día y
Décimo Tercer Mes en Concepto de Aguinaldo
(1982) y el Reglamento del Décimo Cuarto Mes
de Salario en Concepto de Compensación Social
(1995), aunque no establecen excepciones, en
la práctica no se aplican en el caso de las y los
trabajadores domésticos.
• Las y los trabajadores domésticos remunerados
están excluidos de la Ley de Salario Mínimo
Entre los principales elementos del marco legal vigente
que tutelarían efectivamente los derechos (laborales y
otros) de las y los trabajadores domésticos remunerados,
podrían destacarse:
97
• La Ley de Igualdad de Oportunidades: este
instrumento puede ser el marco que vuelva la
mirada al trato igual de las mujeres en el ámbito
laboral, tomando en cuenta que el trabajo
doméstico remunerado incorpora a más mujeres
que hombres. El Artículo 53 de dicha Ley puede
inspirar la incorporación del trabajo doméstico a
las diversas categorías de la Ley de Salario Mínimo,
sobre todo para fijar un salario justo y equitativo.
• Otro aspecto a considerar es el Régimen Especial
de Afiliación Progresiva del Sector de Trabajadores
Domésticos, referido al goce de acceso a los
servicios del Instituto Hondureño de Seguridad
Social. Este acuerdo está en revisión a fin de que
sea de carácter obligatorio (la voluntariedad es su
principal limitación actual).
• En lo relacionado al acceso de los y las TDR a
la justicia, son muy pocos los casos de TDR que
se presentan ante instancias administrativas o
judiciales, en comparación con el gran número
de personas empleadas en este sector, tal como
lo ha revelado el presente estudio. Dicha situación
podría estar reflejando el desconocimiento de
las instancias de protección, mencionado por
las TDRs encuestadas y entrevistadas; la falta de
autorreconocimiento de los y las trabajadoras
domésticas como personas sujetas de derecho; y la
efectividad con que instancias como la Inspectoría
de Trabajo se desempeñan en la detección,
recopilación, seguimiento y resolución efectiva de
los casos interpuestos.
VI. Impactos del TDR en la vida de las
empleadas domésticas y sus familias
• Un factor positivo es que el trabajo doméstico ofrece
a las mujeres empleadas en este sector, la posibilidad
de generar un ingreso para apoyar económicamente
a su familia y cubrir gastos personales, contribuyendo
de esa forma a obtener un cierto nivel de autonomía
económica. Ellas ven en este trabajo una oportunidad
para alcanzar a futuro condiciones de vida mejor para
ellas y su grupo familiar. Si tiene la oportunidad de
estudiar se sienten mucho mejor y manifiestan un nivel
aceptable de satisfacción. Sin embargo, la vida de estas
mujeres transcurre en un espacio cerrado, sin tener
la posibilidad de establecer relaciones sociales con
otras personas al exterior del hogar que las contrata.
Como consecuencia, la falta de redes sociales de
apoyo las convierte en un blanco vulnerable para la
discriminación y la explotación laboral.
• No obstante, las mujeres TDR, expresan que un tema
que les afecta es estar separadas de sus familias, sobre
todo para las que tienen hijos/as; ya que el hecho de
tener que trabajar lejos de sus lugares de origen, favorece
la desintegración familiar producto de la distancia que
las separa del resto de su familia y afecta sus relaciones
afectivas a través del tiempo y la distancia.
Dejar a sus hijos (as) bajo la tutela de sus madres u
otros familiares, es algo que les afecta por el temor a
perder el cariño de sus hijos/as por el limitado tiempo
que permanecen con ellos, y además, manifiestan
que están perdiendo momentos importantes en la
crianza de sus hijos.
Asimismo, las TDRs manifiestan que son sus hijos/as
los que pagan las consecuencias del conflicto que
viven al tener que atender dos hogares (68.1%). En
los casos de las mujeres casadas y sin hijos, éstas
manifiestan que es la relación de pareja la que se ve
afectada por la distancia que separa a la pareja y la
dificultad de poder mantener los vínculos afectivos.
98
• Otro aspecto que expresan las TDRs es sentirse y
ser verbalmente discriminadas desde sus hogares
de origen por el hecho de ser mujeres; además, la
sociedad, la escuela y la organización comunitaria las
educa, las ve y las posiciona de manera diferente en
relación con los miembros del hogar que son varones.
Las mujeres TDRs manifiestan que al interior de
sus propios hogares se siguen dando procesos
de socialización que reproducen estereotipos de
género y que esto es un factor que podría incentivar
su inserción al trabajo doméstico.
Por otro lado, las cifras revelan que el trabajo doméstico
revela un patrón generacional en su práctica, ya
que la mitad (49.5%) de las empleadas señaló tener
familiares que se dedican o se han dedicado al trabajo
doméstico. Así, se encontró que de éstas el 41.6% es
su madre, 26.4% su hermana y el 21.8% su tía. Como
se puede apreciar este trabajo ha sido desempeñado
por familiares cercanos a la empleada y en todos los
casos se trata de mujeres del núcleo familiar.
• Desde el punto de vista de los hogares contratantes,
hay una percepción positiva de contar con una
doméstica porque les ayuda a conciliar de mejor
forma las responsabilidades familiares y laborales.
• Honduras es un país que ha avanzado muy poco
en articular redes de apoyo en el tema de la
economía de cuidado. Aspectos como cuidado
de los infantes y adultos mayores no es concebida
como una responsabilidad pública.
Bajo esta situación cobra vital importancia el papel
de los hogares, son ellos y en su interior, donde las
mujeres sustentan el peso de las obligaciones de
cuidado. De aquí deriva también la importancia
del trabajo doméstico remunerado en la medida
que forma parte de la cadena de alternativas a las
que recurren los hogares para hacer frente a sus
responsabilidades familiares en el tema de cuidado
y la búsqueda de ingresos.
• No existe una vinculación fuerte entre Estado,
sector privado y hogares; los servicios de cuidados
básicamente descansan en los hogares. Este es un
tema en el que el sector privado ha incursionado
muy poco, derivado quizás de la estructura de
costos que es alto y la poca capacidad de la
población para cubrirlos. Existe un vacío donde el
Estado debe trabajar conjuntamente con el sector
privado para crear los incentivos necesarios para
que los hombres y mujeres puedan cumplir con
sus responsabilidades familiares y ayudar a que la
carga del cuidado y el mantenimiento del hogar
no recaiga solamente sobre las mujeres. Algunas
pocas instituciones como las iglesias en sus distintas
modalidades y organizaciones sin fines de lucro,
contribuyen con algunas acciones para aliviar las
labores de cuidado, sobre todo infantiles.
VII. Principales hallazgos y
recomendaciones para la Política
Pública
VII.1 Oferta y demanda de TDR
• Lo relevante es que la oferta de trabajo doméstico se
ha incrementado en la modalidad de cuenta propia.
En tanto las modalidades de tiempo completo con
dormida dentro y dormida fuera han tenido un
comportamiento conservador a lo largo del período
de estudio.
• La oferta de TDR se concentra en el grupo etáreo
entre 15 y 24 años en el sexo femenino. Es notorio
el incremento alrededor de un 16.22% de la
oferta en población mayor de 50 años con mayor
representación de los hombres (30.30%). Sin dejar
99
de recordar que, en términos absolutos, este grupo
es significativamente minoritario.
• La población dedicada a este tipo de trabajo se
ubica mayoritariamente entre el primero y tercer
quintil de ingreso. Un 80% de quienes realizan esta
labor es pobre y más del 50% no tiene la posibilidad
de cubrir la canasta básica de alimentos. Ellos y ellas
se ubican en el grupo de población donde más de
un 22% vive con ingresos de un dólar o menos por
día (INE: 2007). El bajo nivel educativo con poca o
nula preparación contribuye a que estén dispuestas
(os) a contratarse en el trabajo doméstico como
prácticamente su única alternativa de vida y sustento.
• Son los hogares con un alto perfil de ingreso
económico los que demandan TDR, los mismos
están ubicados entre el cuarto y quinto quintil.
• En los hogares donde la mujer forma parte de la
fuerza laboral es donde la demanda de TDR es
más alta (99.16%).
• La población menor de 12 años y mayor de 65
años supera el 30% del total de la población. Es
este sector el que demanda mayores servicios de
cuidado y son los hogares, en su seno las mujeres,
los que asumen esta responsabilidad. De aquí
se derivan dos efectos: la sobrecarga de trabajo
femenina y la necesidad de apoyo para cubrir
la demanda. Es aquí en donde se observa la
importancia del trabajo doméstico remunerado,
ante la escasez de opciones de servicios públicos
o privados de bajo costo y la falta de apoyo en el
cumplimiento de las responsabilidades de cuidado
por parte de los hombres en los hogares.
Principales recomendaciones de políticas:
• Profesionalizar el trabajo doméstico remunerado en
sus diferentes ocupaciones específicas, mediante
procesos de capacitación con miras a mejorar el
perfil de las personas dedicadas a estas labores
y elevar la demanda, reduciendo la precariedad
laboral en la que se encuentran.
• Estimular la creación de bolsas de empleo donde
concurran oferentes y demandantes.
• Establecer un observatorio del mercado laboral
para darle continuidad a los resultados del estudio
y velar por la protección de los derechos de las y los
trabajadores domésticos.
Estrategias para el cabildeo de las
recomendaciones:
• El INAM, en una acción coordinada con la STSS
y el INFOP, debe celebrar un convenio para
institucionalizar cursos de capacitación para este
tipo de empleo.
• Que las trabajadoras domésticas sean beneficiadas
con cursos de capacitación en el marco de
programas, como el denominado “Mi Primer
Empleo”.
• Incluir un componente de trabajo doméstico
remunerado en el observatorio de mercado laboral
que ya funciona en la STSS.
• Abrir el programa de bolsas de empleo a nivel de
las oficinas municipales del INAM y de la STSS.
100
VII. 2 Condiciones laborales
• El trabajo doméstico remunerado se realiza bajo
condiciones de total inequidad social y flagrante
violación a los derechos laborales. Es violatorio
en la medida que deja por fuera los principios de
igualdad de oportunidades y no deja espacios para
que las personas tengan vida propia (especialmente
la modalidad de cama dentro). Se les visualiza
como empleados sin voluntad ni voz.
• Existe un relación totalmente asimétrica entre
contratante y contratado(a), prevaleciendo relaciones
de dominación entre género y clase. En algunas
regiones del país se dan incluso relaciones de
servidumbre.
• Es un trabajo prácticamente invisible en la medida
que se desarrolla al interior de los hogares, es decir,
a puerta cerrada y al margen de la institucionalidad.
• En Honduras el TDR es individualista ya que es un
trabajo donde no hay conciencia de gremio, no
existe ninguna asociación de TDR, lo que dificultad
la toma de conciencia por parte de ellos y ellas de
su propia realidad.
• En la sociedad hondureña prevalecen arraigados
patrones sexistas que influencian y reproducen las
relaciones de trabajo estereotipadas, marcando
diferencias entre el trabajo realizado por hombres
y el realizado por las mujeres (más valorizado el
trabajo del hombre).
• El trabajo doméstico es un trabajo desvalorizado, en
la medida que se considera un trabajo que no exige
una calificación laboral de la fuerza de trabajo y se
le ve más bien como una extensión natural de las
actividades propias del hogar, por lo que cae en la
categoría de trabajos de baja remuneración. Por otra
parte, su aporte no figura en las cuentas nacionales
y, por lo tanto, no se dimensiona su contribución
para la realización del trabajo productivo.
• Existe inequidad en las modalidades de contratación,
tipo de contratos, duración de la jornada, derechos
laborales y salario en relación con el resto de los
ocupados.
• Se confirma que hay una diferenciación significativa
en el monto del salario, ya que el salario de la
mujeres es menor en comparación a los hombres
que desarrollan trabajo doméstico.
• Las tareas masculinas para este tipo de trabajo son
más específicas y delimitadas (los hombres TDR son
jardineros, motoristas, vigilantes) en tanto la mujer
hace de todo en el hogar (cocina, cuida niños o
personas enfermas o mayores, lava y plancha ropa,
limpia casa, etc.).
• Hay un alto grado de desconocimiento por parte de
los y las empleadas domésticas tanto de sus limitados
derechos como de las instituciones responsables de
la tutela de los mismos.
• Hay una sobrecarga de trabajo para la persona que
lo ejecuta, dando lugar a la doble y triple jornada
de trabajo femenino. La mujer padece más en su
doble condición de madre-empleada por la falta de
socialización y división de las responsabilidades del
trabajo doméstico al interior de los hogares.
• Los conceptos de trabajo decente se ponen en
entredicho en la medida que a la empleada
doméstica se le paga por hacer todas las tareas del
hogar (sin excepción, desde cuidar niños y enfermos
hasta bañar y alimentar animales).
101
• Existen reportes de violaciones y abusos de tipo
físico, sexual, psicológico y económicos directos o
velados del grupo familiar en perjuicio de los y las
empleadas.
• Hay violación a convenios internacionales donde el
país es signatario: como la Convención de Todas las
Formas de Discriminación Contra la Mujer.
• El marco legal vigente es excluyente y discriminatorio
al tratar bajo la categoría de régimen especial en el
Código de Trabajo, lo relacionado con el trabajo
doméstico, dándose un tratamiento diferenciado
tanto de hecho como de derecho.
• La mayoría de los aspectos laborales, que son
derechos reconocidos para otras ocupaciones,
en esta caso, son discrecionales (a voluntad) del
contratante.
en el caso específico de las y los TDR la cobertura
es muy limitada.
• No hay capacidad de denuncia por parte de ellas y
ellos, derivado del desconocimiento de las instancias
hacia las cuales acudir, el procedimiento a seguir y
nivel de confianza. Otro elemento que resaltaron
es la falta de tiempo para dedicar a la gestión y la
creencia de que las autoridades no les prestarían
atención por ser personas de baja posición social y
económica.
• Por otra parte, el TDR por cuenta propia abre
la posibilidad para que las relaciones laborales
sean más abiertas, flexibiliza los horarios, los
períodos de remuneración, pero igual da lugar a
mayor desprotección social, porque no obliga al
contratante a nada.
Principales recomendaciones de políticas:
• Es un trabajo donde comúnmente no media contrato
escrito de trabajo, lo cual afecta la seguridad
jurídica y crea vicios de inestabilidad laboral y de
ingreso para la contratada, en la medida que puede
ser cancelada en cualquier momento. De igual
manera afecta al hogar contratante en vista que
la empleada no se siente obligada a conservar su
trabajo y sucede con frecuencia que abandona el
hogar sin previo aviso.
• El TDR reviste características de sobreexplotación, en
tanto que las jornadas laborales superan los marcos
legales establecidos para otro tipo de ocupaciones
que son reguladas por el Código de Trabajo
(en promedio 12 a 14 horas mínimo, de 5 de la
mañana hasta 9 y 10 de la noche, para personas
que duermen dentro).
• Total desprotección social, en el país es característica
la falta de políticas y programas de protección social,
• Revisión del marco legal vigente, específicamente, el
Código de Trabajo, en lo referido al tratamiento del
trabajo doméstico remunerado a fin de hacer una
nueva valoración de derechos en el plano legal,
económico y social. Lo que implicaría ver aspectos
de jornada de trabajo, salario y prestaciones sociales
y laborales, derechos humanos. Bajo este marco las
recomendaciones específicas abordarían:
• Que se elimine “la remisión a la costumbre
del lugar” la relación laboral en materia de
trabajadores domésticos y se regule únicamente
por vía de ley.
• Que se elimine el término servidor doméstico
por el de trabajador(a) doméstico(a) en el
capítulo referido en el Código de Trabajo.
102
• Que se difunda ampliamente el concepto
de trabajo doméstico, abarcador de muchas
categorías, que fomentan entre los mismos
trabajadores la discriminación.
• Exigir el cumplimiento del proceso legal al
interior de la Secretaría de Trabajo.
• Hacer estudios de factibilidad para su
incorporación en las políticas nacionales del
Salario Mínimo.
• Revisar y adaptar la normativa a los principios
fundamentales de derechos humanos.
Estrategias para el cabildeo de las recomendaciones:
• Llegar a las instancias correspondientes a través de
propuestas formales (vía Decreto de Ley) por ser más
rápido el proceso. Utilizando la iniciativa de Ley que
tiene la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social.
• Acción Legislativa directa con las comisiones del
Congreso Nacional entre ellas: Comisión de la
Mujer, Comisión de la Niñez y la Familia, Comisión
de la Juventud.
• Elaboración de un protocolo para el
cumplimiento de los principios en el ámbito
laboral.
• Alianzas estratégicas entre le INAM, STSS y
Comisionado Nacional de Derechos Humanos,
organizaciones Gremiales y Sociedad Civil, para
impulsar las iniciativas de Ley; divulgar masivamente
el resultado de los estudios y hacer campañas de
socialización.
• Promover la investigación y constatación de las
denuncias.
VII. 3 Investigación y producción
estadística
• Que se revise la jornada laboral y la
obligatoriedad de incluirlas/os en un régimen
educativo.
• Las investigaciones sobre el tema son escasas,
sólo se cuenta con el estudio de OIT sobre trabajo
doméstico infantil, que ofrece una caracterización
del problema a nivel nacional. Además, no se
disponen de estudios para el abordaje del tema
desde una perspectiva integral que permita hacer
comparaciones y conocer con más propiedad la
evolución del fenómeno.
• Afiliación obligatoria al Seguro Social y
definición de un salario base.
• Obligatoriedad del contrato escrito y registrado
en la Secretaría de Trabajo.
• Establecer una vinculación fuerte entre Estado,
sector privado y hogares donde se crean los
mecanismos y servicios necesarios para que no
haya una sobrecarga de responsabilidades que
caiga sobre las TDR y las mujeres. Se necesita
incentivar a los hombres a través de políticas en
el Estado y sector privado a que participen más
en las responsabilidades del hogar y el cuido.
• La academia hasta hace muy pocos años ha incluido
en la currícula los estudios de género, alternando
algunos semestres diplomados sobre el tema, pero
no se enfoca en el tema del trabajo doméstico
remunerado y no remunerado como tal, de allí que
la perspectiva del mismo es limitada.
• En el tema de producción de datos es destacable la
información que ofrece el INE a través de los censos
103
y encuestas, especialmente la Encuesta Permanente
de Hogares de Propósitos Múltiples, donde se
encuentran datos de la categoría ocupacional
“empleada doméstica” y permite elaborar series
pero es insuficiente para una apreciación completa
del fenómeno que nos permita hacer interrelaciones
desde varios contextos. De igual forma en el
país se carece de información sistematizada que
nos permita aproximarnos a la caracterización
del trabajo doméstico no remunerado y trabajo
voluntario.
Principales recomendaciones de políticas:
• Debe elaborarse una encuesta específica sobre el
trabajo doméstico remunerado y no remunerado.
• Que el INE institucionalice la Encuesta del uso del
tiempo.
• Incorporar en todas las fuentes de datos (censos,
encuestas de hogares, encuestas de ingresos y
gastos, encuestas de condiciones de vida, etc.)
del INE preguntas relacionadas con el trabajo
doméstico remunerado.
• Alianzas estratégicas con las diferentes universidades
para que se incluyan en las propuestas de tesis
temas relacionados con el trabajo doméstico.
• Incluir en los pensum académicos de nivel superior
el tema de equidad de género.
Estrategias para el cabildeo de las
recomendaciones:
• Utilizar los diferentes convenios que el INE tiene a
nivel institucional para hacer posible la incorporación
de preguntas en sus respectivas fuentes de datos.
• Convenios con las diferentes universidades del país.
• Alianzas estratégicas con las instancias correspondientes
para la gestión de recursos para realizar la encuesta de
uso del tiempo.
• Incidencia ante el Banco Central para que visibilicen
el aporte de las mujeres trabajadoras.
VII. 4 Políticas públicas:
En términos de políticas públicas hay que reconocer que
el tema de trabajo doméstico remunerado es visto desde
la amplia gama de acciones de la política social. No hay
un tratamiento específico para abordar su problemática.
De igual forma las políticas de empleo no se detienen
en acciones para impulsar o establecer marcos legales
para este tipo de empleo. Las acciones del Estado de
bienestar están enfocadas a apoyar acciones en materia
de desarrollo social para los grupos de población
viviendo en extrema pobreza, de manera que ellos y
ellas son vistos desde de esta perspectiva y no como una
categoría tal cual.
Aspectos como el cuidado de infantes y personas
mayores no se conciben como una responsabilidad
pública. Las acciones que se pueden identificar quedan
limitadas a grupos de población que son y han sido
empleados estatales, a los hijos (as) menores de seis
años y compañeras de hogar (en período de embarazo),
con la constatación de que tales beneficios son limitados.
Hay casos en que decisiones emitidas por el Estado han
resultado en incrementos en la demanda de cuidado.
Tal es el caso de la medida de repartir la jornada
educativa en dos turnos en la escuela pública, decisión
tomada con la intención de mejorar la cobertura y evitar
la deserción escolar, sobre todo en el área rural, lo que
ha multiplicado los problemas de cuidado de niñas y
niños al interior de los hogares.
104
Las acciones de las organizaciones de sociedad civil van
orientadas a promover la participación de la mujer en
los diferentes espacios, pero no se identificaron acciones
específicas para las y los trabajadores domésticos.
• Campaña nacional de sensibilización en el tema
de los aportes del trabajo doméstico al desarrollo
nacional, utilizando los medios de comunicación
masiva (programas educativos por radio y
televisión).
Principales recomendaciones de políticas:
• Se recomienda una regulación específica que
garantice el cumplimiento de los derechos laborales
desde el espacio donde se desarrolla la labor (los
hogares contratantes, ya que en la actualidad los
inspectores no pueden entrar a los mismos para
realizar inspecciones).
• Reglamentar en el marco de la Ley de Igualdad de
Oportunidades para la Mujer.
• La STSS deberá hacer gestiones para que se le
otorgue a la Inspectoría del Trabajo las facultades
para inspeccionar o ejercer su trabajo como ministro
de fe pública en el tema de TDR.
• El Estado debe crear redes de apoyo (centros de
cuidado infantil) para las hijas e hijos de las y los
trabajadores domésticos. De igual forma facilitar
el acceso de la mujer al mercado laboral. Se debe
coordinar acciones con el sector privado para
apoyar este tipo de iniciativas y crear en el marco
de la proyección social de éstas centros de cuidado
y escuelas para sus hijos/as.
Estrategias para el cabildeo de las
recomendaciones:
• Divulgación del contenido del estudio en las
instancias de toma de decisiones. Entre otras:
Gabinete de Desarrollo Social, Consejo Consultivo
de Sociedad Civil para la Estrategia de Reducción
de la Pobreza y organizaciones gremiales.
• La Secretaría de Trabajo y Seguridad Social, el
Programa de Asignación Familiar (PRAF), la Red
Solidaria y el Fondo Hondureño de Inversión Social
(FHIS) deben focalizar acciones en este grupo de
población.
• La Secretaría de Educación (a través de su
presupuesto) debe apoyar financieramente las
instituciones que tienen programas de atención a
los y las trabajadoras domésticas
• Crear al interior de la STSS una unidad especial
para atender la problemática del trabajo doméstico.
105
SIGLAS
Siglas Utilizadas
AECID
AGEM
BCH
COMMCA
INAM
INE
INFOP
OIT
PEA
PET PROHECO
STSS
SICA TDR
TDRA
UNAH
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo
Programa Regional “La Agenda Económica de las Mujeres – Fase II”
Banco Central de Honduras
Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica
Instituto Nacional de la Mujer
Instituto Nacional de Estadística
Instituto Nacional de Formación Profesional
Organización Internacional del Trabajo
Población Económicamente Activa
Población en Edad de Trabajar
Programa Hondureño de Educación Comunitaria
Secretaría de Trabajo y Seguridad Social
Sistema de Integración Centroamericana
Trabajo Doméstico Remunerado
Trabajadoras domésticas remuneradas activas
Universidad Nacional Autónoma de Honduras
106
Resumen
Ejecutivo:
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
NICARAGUA
La Institucionalización
sociocultural
y jurídica
de la desigualdad
109
INTRODUCCIóN
La Institucionalización sociocultural
y jurídica de la desigualdad: el
trabajo doméstico remunerado en
Nicaragua1
En este documento presentamos, de forma sucinta, los
resultados de la investigación realizada en Nicaragua
sobre trabajo doméstico remunerado. Forma parte de
un estudio regional desarrollado en el año 2008, en los
países Centroamericanos y en República Dominicana.
El estudio surge por iniciativa del Consejo de Ministras
de Centroamérica (COMMCA), en el marco de su
Plan de Acción 2008-2009, en el que se define como
prioridad la autonomía económica de las mujeres. Se
enmarca, además, en los convenios que el COMMCA
ha establecido con el Programa “La Agenda Económica
de las mujeres - AGEM” (UNIFEM - PNUD) y la Línea
de Género del Programa de Cooperación Regional
con Centroamérica de AECID (Agencia Española
para la Cooperación Internacional). Los fondos para
la realización de este estudio provienen de ambos
programas y agencias. Esta investigación se enmarca
también en la propuesta de acciones definidas por
los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de
Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre
1 El estudio en Nicaragua fue elaborado en el año 2008 por Martha Palacios,
Rebeca Centeno y Gilma Tinoco.
la Mujer de América Latina y el Caribe realizada
en Quito, Ecuador, agosto de 2007); asimismo es
parte de la estrategia de investigación sugerida en el
documento base preparado por la CEPAL para dicha
Conferencia: “El aporte de las mujeres a la igualdad
en América Latina y el Caribe”.
La investigación aporta al conocimiento del trabajo
doméstico remunerado (TDR) en varias dimensiones
no abordadas en indagaciones anteriores. Se centró en
el análisis del trabajo doméstico remunerado (oferta,
demanda y condiciones socio-laborales) y los factores
socioeconómicos y políticos explicativos. Se estableció
vínculos con la creciente participación de las mujeres
en actividades económicas, con el trabajo doméstico
no remunerado y con las condiciones de vida personal
y familiar de las trabajadoras domésticas, así como
de los hogares y mujeres contratantes. Así también,
este estudio contribuye a llenar vacíos de información
cualitativa dado que explora cambios en la posición
de género de trabajadoras domésticas remuneradas
e incluye la perspectiva de las empleadoras. De igual
forma, se analizó el tratamiento legal y político del
empleo doméstico para derivar recomendaciones en
el ámbito de las políticas públicas.
Se espera que los resultados del estudio se constituyan
en insumos importantes y útiles para el accionar de
110
diversos actores en los procesos de toma de decisiones
en el ámbito público: las propias trabajadoras
domésticas y sus organizaciones; instituciones públicas
(de los diferentes poderes del Estado) con competencia
en el tema; organizaciones de la sociedad civil,
especialmente las que trabajan en la defensa de los
derechos de las mujeres; agencias de cooperación
internacional, entre otros. La información generada
por este estudio contribuye a decisiones de políticas
públicas mejor informadas y más efectivas, así como
a la construcción de una agenda y estrategia de
incidencia política sobre este tema.
111
I. Objetivos
I.1 Objetivos de la investigación
• Identificar y priorizar recomendaciones en la
normativa legal y en la política pública tendientes
a la superación de los problemas detectados.
Generar información sobre el trabajo doméstico
remunerado, su relación con el trabajo doméstico no
remunerado y las condiciones de vida de las mujeres
de Nicaragua para identificar cambios legislativos y
líneas de política pública prioritarios.
• Diseñar estrategias que viabilicen las
recomendaciones del estudio tanto en el
ámbito centroamericano como nacional.
I.2 Objetivos específicos
Los principales planteamientos teóricos que orientaron la investigación parten de considerar al orden social de
género y al sistema socioeconómico como imbricados:
las relaciones de género sustentan el orden económico
social y de manera simultánea los cambios en el
sistema económico afectan al sistema de género. Por
ello, las categorías analíticas utilizadas provienen de los
estudios de género y particularmente de la economía
feminista. Se abordaron tres elementos fundamentales
que forman parte de la línea de pensamiento relativa
a la economía del cuidado como ámbito donde
se inscribe el trabajo doméstico remunerado, éstos
son: la división sexual del trabajo, la producción y
reproducción social, y el abordaje del cuidado desde
las políticas sociales2.
• Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
remunerado y sus implicancias en la vida y
autonomía de las mujeres en general, y sobre las
mujeres ocupadas en esta actividad en particular.
• Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
no remunerado y el relacionamiento entre ambos
(trabajo doméstico remunerado y no remunerado)
en cuanto a categorías como autonomía, relaciones
de poder, etc.
• Determinar la relevancia del trabajo doméstico
remunerado no sólo como alternativa de empleo
para mujeres sino en el marco más amplio de
contextos nacionales caracterizados por: una
creciente participación femenina en el mercado
de trabajo; una creciente feminización de los
flujos migratorios (identificación de su papel en la
reproducción social de los países de origen y destino)
y la prevalencia marcada de la subvaloración social
del trabajo doméstico.
• Identificar las relaciones entre trabajo, estado y
familia, mediante el análisis de las principales políticas
vigentes, tanto en materia económica como social.
II. Abordaje teórico
En términos generales, la economía del cuidado se
refiere al espacio de actividades, bienes y servicios
necesarios para la reproducción cotidiana de las
personas. Se trata de aquellos elementos que cuidan o
“nutren” a las personas, en el sentido que les otorgan
los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para
sobrevivir en sociedad (UNIFEM, 2000). Asociarle el
término “cuidado” al concepto de economía, implica
concentrarse en aquellos aspectos de este espacio que
generan, o contribuyen a generar, valor económico.
El objeto de estudio de la economía del cuidado es
2 La línea analítica utilizada en el proceso de investigación se encuentra en el
informe final de la investigación.
112
la manera cómo las sociedades organizan el cuidado
de sus miembros y el funcionamiento del sistema
económico. Desde el paradigma androcéntrico de la
economía, sólo se considera trabajo aquellas actividades
signadas por relaciones mercantiles (generadoras de
ingresos) en el ámbito público y designa el trabajo
no remunerado (realizado fundamentalmente por
mujeres) que se caracteriza por el cuido y bienestar
de las familias como “no trabajo”, porque no está
sujeta a relaciones de mercado. Así también, desde
esta perspectiva, los hogares importan en tanto son
consumidores y productores de fuerza de trabajo útil
para el funcionamiento del sistema económico.
La economía feminista justamente desvela el paradigma
androcéntrico de la economía neoclásica y argumenta
que la economía se representa mediante la figura de
un iceberg: la parte visible corresponde a la economía
remunerada, considerada como sinónimo de la economía
–desde la economía neoclásica– y la parte invisible –la
base de la economía en su conjunto– corresponde a la
economía no remunerada (Pérez, 2005). Es decir, no sólo
establece relaciones entre ambas esferas (remunerada y no
remunerada) sino que arguye que existe una sola realidad
económica la cual ha sido escindida (fragmentada) desde
los análisis económicos tradicionales. Justamente la base
(invisible) de la economía es la que se pretende relevar y
valorizar desde estos planteamientos.
En resumen, la propuesta de la economía feminista es
lograr que las relaciones de género sean objeto de estudio
legítimo del pensamiento económico, romper con los
paradigmas androcéntricos y lograr que la preocupación
fundamental de la economía no sea el funcionamiento de
los mercados, sino la sostenibilidad de la vida.
El Trabajo doméstico remunerado3 se inscribe en la
economía del cuidado, la cual abarca elementos
de la economía remunerada (ofertas de servicios
de cuidado privados, uno de los cuales es el trabajo
doméstico remunerado, y ofertas de servicios públicos) y
elementos de la economía no remunerada. Tanto en el
componente remunerado como en el no remunerado
de la economía del cuidado, la participación de las
mujeres es mayoritaria.
El trabajo doméstico remunerado tiene una doble
condición: por un lado media remuneración (en dinero
o especie), por ello es un empleo que forma parte de la
economía remunerada. Por otro lado, debido al tipo de
tareas que lo conforman y al hecho de que se desempeña
dentro de los hogares, la construcción social de género
lo ubica –explícita o implícitamente– como parte del
trabajo doméstico asociado a la responsabilidad de las
mujeres en el hogar (trabajo no remunerado). El trabajo
doméstico remunerado está directamente determinado
por el orden social de género. Se encuentra realizado
mayormente por mujeres, y es por medio del cuidado
que la identidad genérica de las mujeres es construida.
(Batthyany, citada en Rodríguez, 2005).
En el marco de la economía del cuidado la demanda de
trabajo doméstico remunerado puede estar constituida
por personas económicamente dependientes –ancianas,
enfermas e infantes– y personas ocupadas en el mercado
laboral. Los proveedores de los servicios de cuidado
están constituidos por cuatro agentes: el Estado (servicios
públicos de cuidado), el mercado (servicios privados
de cuidado), los hogares y la comunidad (servicios de
cuidado no remunerados). Debido al sistema de género
imperante, no es del todo correcto afirmar que los
hogares o familias son responsables del cuidado de las
personas, sino que esta tarea corresponde directamente
a las mujeres en tanto trabajadoras no remuneradas
(Rico, 2005).
3 Se define como trabajo doméstico remunerado el reconocido como actividad
económica en las estadísticas oficiales. Es un trabajo que se realiza dentro de
los hogares, vinculado a las tareas del cuidado de las personas, pero que está a
cargo de personas que no son miembros de dichos hogares.
113
La relación entre cuidado y feminidad es de larga data,
pero se identifica como problema cuando las mujeres
ingresan masivamente al mercado laboral y siguen siendo
responsables del cuidado no remunerado, lo que
hace visible la tensión entre los tiempos del cuidado
y los tiempos del trabajo remunerado. “A pesar de
dicha tensión y las deficiencias de cuidado en las
sociedades latinoamericanas, este problema público
no ha ingresado todavía en las agendas, ya que se
considera un tema privado que debe ser resuelto en
función de las decisiones y opciones individuales”
(Arriagada, 2007: 62). Por ello, la estrategia más
común para conciliar el trabajo remunerado con el
trabajo no remunerado, desde las mismas mujeres, es
la delegación de su trabajo no remunerado en otras
mujeres, entre ellas las empleadas domésticas.
El trabajo doméstico remunerado se ubica como
parte de la oferta privada de servicios de cuidado y es
definido como una estrategia conciliadora utilizada por
las mujeres insertas en el mercado laboral. Martínez
y Monge utilizan el término “conciliación” para referir
a la conciliación entre trabajo productivo y trabajo
reproductivo en una sociedad determinada.
Rodríguez (2005: 9) explica: “puede decirse que en
América Latina existe una ausencia absoluta de una
política pública de cuidado. La premisa pareciera ser
que ésta es una responsabilidad fundamentalmente de
los hogares, y la provisión pública es simplemente un
complemento para aquellos hogares que no pueden
resolverlo por sí mismos….Se evidencia en la región
latinoamericana un marcado deterioro en la calidad de
los servicios públicos de cuidado”. En el mismo sentido
argumentan Martínez y Camacho (2007): “A veces
equilibristas, a veces malabaristas, no cabe duda que
las mujeres concilian. En las últimas décadas las mujeres
latinoamericanas han ingresado al mercado laboral
sin por ello dejar de ocuparse de los requerimientos
cotidianos de la atención a sus familias”. Identifican las
autoras -mediante el análisis de políticas conciliatorias4
de 6 países de Latinoamérica- que la infraestructura de
cuidados de la región es precaria.
Consideramos que en Nicaragua, al igual que en América
Latina, las políticas conciliatorias son inexistentes. A las
relaciones laborales actuales (empleador/empleado) le
corresponde un modelo de género de antaño: hombre
proveedor / mujer ama de casa. Por ello, son las mujeres
insertas en el mercado laboral, el cual se caracteriza por
ser precario (vieja característica del empleo femenino)
y por ser flexible (nueva característica, signo de la
globalización), las que aplican estrategias conciliatorias
fundamentalmente a través de las cadenas de cuido.
Aquellas con mejores ingresos, recurren al trabajo
doméstico remunerado. El Estado y los hombres siguen
siendo los grandes ausentes.
III. Metodología
Para lograr los objetivos de la investigación y
responder a las preguntas orientadoras del estudio, se
examinó exhaustivamente la calidad de la información
proveniente de las fuentes oficiales donde existen datos
relacionados con el trabajo doméstico remunerado.
Dicha revisión permitió determinar que las bases de
datos válidas y pertinentes eran las provenientes del
los Censos Nacionales de Población 1995 y 2005,
de la Encuesta de Medición de Nivel de Vida 2005 y
de la Encuesta Nacional de Hogares para la Medición
del Empleo Urbano y Rural del 2005.
Se realizaron 404 encuestas a trabajadoras domésticas
que laboran de forma remunerada. El 75% se realizó en
Managua y el 25% en Estelí, en la segunda quincena
4 Es un tipo particular de políticas que facilitan la inserción laboral y la atención
de la demanda de cuidados, en particular de las mujeres, y más aún de las
mujeres madres (Martínez, et. al 2007).
114
del mes de julio y la primera quincena de agosto del
2008. Para ello se utilizó una muestra cualitativa por
cuotas. Se efectuaron un total de 9 grupos focales, 5
con trabajadoras domésticas (3 en Managua y 2 en
Estelí) y 4 con empleadoras (3 en Managua y 1 en Estelí
obedeciendo a criterios socioeconómicos). Así también
se efectuaron 13 entrevistas a trabajadoras domésticas
(10 en Managua y 3 en Estelí) y 10 a informantes clave
de las siguientes instituciones y organizaciones: Ministerio
del Trabajo, Instituto Nicaragüense de Seguridad Social,
Movimiento de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas
María Elena Cuadra, Centro Nicaragüense de Derechos
Humanos (CENIDH) y la Asociación de Mujeres Luisa
Amanda Espinosa (AMNLAE).
Una vez concluida la investigación, la comisión de
Trabajo y Empleo de la Agenda Económica de las
Mujeres (AGEM) en coordinación con el Ministerio del
Trabajo (MITRAB), impulsaron un foro debate (el 15
de mayo del 2009) con el objetivo que diversos actores
analizaran y expusieran sus comentarios y aportes sobre
líneas de acción a seguir para enfrentar las distintas
problemáticas que subyacen en el trabajo doméstico
remunerado. Como resultado de esta actividad se
cuenta con recomendaciones y acciones de política
para generar cambios en la situación identificada.
IV. Principales resultados
IV.1 Evolución y situación actual del trabajo
doméstico remunerado
Los datos obtenidos del procesamiento de estadísticas
nacionales producidas por los Censos de Población
de 1995 y 2005, muestran un crecimiento numérico
importante de trabajadoras/es domésticos de 15 y más
años de edad. Para 1995, se contabilizó un total de
77,346 (7,837 varones y 69,509 mujeres); y en el 2005, la
cifra total se elevó a 114,854 (11,365 varones y 103,489
mujeres) para un incremento global de más de un 48.5%.
Sin embargo, en términos relativos lo que se observa
es un leve incremento en la participación del TDR en
la PEA ocupada nacional (0,30%) (Ver Gráfico 1). La
participación del TDR masculino creció en un 0,06% y la
participación femenina en este tipo de trabajo decreció
en prácticamente un 1%. Los factores que podrían estar
asociados a esta aparente disminución de PEA femenina
ocupada en el trabajo doméstico remunerado son: el
incremento de trabajo por cuenta propia, el empleo
generado por las empresas de zona franca y la migración
internacional, particularmente hacia Costa Rica donde
buena parte de las mujeres migrantes laboran como
empleadas domésticas.
La forma como se presenta y se define el TDR permite
palpar la vigencia de la división sexual del trabajo. En
el sistema de ocupaciones utilizado para los Censos
nacionales se identifica lo siguiente: “mujer de limpieza”,
trabajo de lavado y planchado manual, niñeras, son
actividades consideradas “propias” de las mujeres dado
la utilización explícita del término mujer y la utilización
del femenino para el caso de las niñeras. Se deduce que
las otras ocupaciones dentro del TDR sean masculinas:
chofer, vigilante (CPF) y jardinero.
IV.2 Análisis de la oferta: características
socio-demográficas de las y los
trabajadores domésticos
En todos los rangos de edades definidos para el
estudio, las mujeres son mayoría absoluta, pues el TDR
está conformado fundamentalmente por ocupaciones
socialmente asignadas a mujeres. Sin embargo, vale
señalar que a medida que se acrecienta la edad la
brecha con los hombres es menor, es decir, hay una
mayor proporción de varones mayores de 50 años en
el TDR que en el resto de rangos de edades, como
puede apreciarse en el Gráfico 2.
115
116
Datos de la encuesta propia realizada en el marco
de este estudio, y aplicada a un total de 404 mujeres
trabajadoras domésticas, mostraron que la cuarta parte
(25.3%) de las TDR eran jóvenes de 15 a 24 años. El
grupo de edad más frecuente fue el de 35 a 44 años
(31.7%). También se identificó a mujeres en edades
extremas (75 años), es decir, que han llegado a ser
adultas mayores y continúan en el trabajo doméstico
remunerado.
El análisis de las características de las personas que
se desempeñan en el TDR muestra que se trata, en su
mayoría, de mujeres de baja escolaridad con respecto
al resto de la PEA femenina ocupada y con relación a
los hombres que también se encuentran en el trabajo
doméstico. Cabe resaltar que las mujeres de mayor
edad se caracterizan por una escasa participación en
el sistema educativo.
La edad de inicio laboral en la ocupación de trabajo
doméstico remunerado tiene muchas implicaciones
en la vida de las mujeres. Datos de la encuesta propia
reflejaron que casi dos de cada diez se integró al
TDR con menos de 15 años, el 44%, antes de los 18
años y casi 8 de cada 10 de las encuestadas iniciaron
su trabajo con 24 años o menos. La incorporación
temprana a este tipo de trabajo se asocia a las tareas
que son aprendidas desde niñas, se les paga menos
que a una adulta y tienden a ser más sumisas. Esto
tiene consecuencias negativas porque se traduce en el
abandono de las aulas, deterioro en su salud física y la
reducción significativa de optar a otro tipo de trabajo.
Las personas que se ubican en el TDR son mayoritariamente
asalariados/as, sin embargo, en el caso de las mujeres,
su condición en las categorías ocupacionales tiende a
cambiar con los años de vida: pasan de ser asalariadas
a cuenta propia, por tanto se encuentran en situación de
mayor precariedad laboral en relación con los hombres.
Si bien los hogares de los y las trabajadoras domésticas
no se concentran en los de menor nivel de ingresos, sí
hay brechas entre varones y mujeres, éstas últimas se
ubican –en una mayor proporción que los primeros– en
los dos primeros quintiles de ingresos.
Los hogares de las trabajadoras domésticas remuneradas
tienen mayor proporción de jefatura femenina al
compararlos con el total de hogares a nivel nacional y se
encuentran en claras desventajas respecto a los hogares
con jefes varones. En la mayoría de los hogares de las
mujeres trabajadoras domésticas, ellas mismas asumen
la jefatura de sus hogares y se caracterizan por tener un
mayor porcentaje de miembros menores de edad; son
hogares ampliados monoparentales que requieren de
los ingresos de un alto número de personas, lo cual muy
probablemente incluye trabajo infantil. En cambio, los
hogares de la mayoría de hombres que se desempeñan
en el TDR, cuentan con mujeres cónyuges que, desde
su integración al mercado de trabajo o la realización de
trabajo reproductivo en el hogar, contribuyen a mejorar
los ingresos familiares, proveyendo además el apoyo
socio emocional asociado a la condición de género.
Con relación al tamaño de los hogares de TDRs, la
mayor frecuencia identificada es de más de 6 miembros,
donde se ubicó un tercio de dichos hogares, lo cual
es superior a los porcentajes nacionales como puede
observarse en el Gráfico 3. Los hogares de TDRs con
jefes masculinos supera ese promedio pues llegan
al 35% con ese número de miembros, mientras los
hogares de TDRs con jefa mujer rondan el 31%. (Ver
Gráfico 3 en página siguiente)
117
IV. 3 Características generales de la
demanda: hogares contratantes de trabajo
doméstico remunerado
Un indicador importante para el estudio de la demanda
es el relativo a la evolución de viviendas privadas con
servicio doméstico en sus distintas modalidades. Se
encontró un incremento en el porcentaje de viviendas
que registran este tipo de trabajadores/as, pues entre
1995 y el 2005, subió en un 1,22% (ver Gráfico 4). Esto
puede estar relacionado con la mayor participación
de las mujeres en la PEA ocupada nacional, que pasó
del 29,21% en 1995 al 32,13% en el 2005 según
datos de los Censos. Consecuentemente muchas
mujeres que laboran fuera de sus hogares demandan
este tipo de servicios para enfrentar las tareas de cuido
de sus familias. (Ver Gráfico 4 en página siguiente).
No obstante lo anterior, hay una baja (0,66%) en el
porcentaje de viviendas que cuentan con TDR con
dormida dentro (ver Gráfico 5), lo cual puede vincularse
con el mayor costo que para los hogares contratantes
conlleva este tipo de trabajador (a) a quien debe proveerle
habitación, alimentación y algunos artículos de uso
personal. La caracterización de los hogares contratantes
nos indica que a menores ingresos de estos hogares hay
una menor utilización de este tipo de servicios. Por otra
parte, muchas mujeres en el TDR prefieren volver a sus
casas todos los días por las responsabilidades familiares
que tienen, cumpliendo dobles jornadas. ( Ver Gráfico 5
en la página siguiente)
En relación con el porcentaje de los ingresos de
los hogares destinados al pago del TDR éste puede
considerarse bajo. Es proporcionalmente mayor el
gasto en que incurren los hogares pobres (5,4%) que
los no pobres (4,2%). Aunque en montos absolutos
es obvio que los hogares no pobres destinan una
mayor cantidad de dinero. (Véase Gráfica 6 en
página 119).
Otra arista de la demanda de TDR que tienen los
hogares es el tipo de tareas que se solicita realizar a las
mujeres que laboran en el servicio doméstico.
118
Las encuestadas en Managua y Estelí respondieron,
según orden de prioridad: lavar ropa (85.9%); limpiar
casa (76,7%); cocinar (69,8%); planchar (68,3%);
cuidar niños/as (40,6%) y cuidar ancianos (5,2%). Esto
muestra que el lavado de ropa ocupa a la gran mayoría
de TDRs, independientemente de que su modalidad
de trabajo sea permanente o temporal. En menor
proporción las encuestadas señalaron otras labores
que les requieren realizar en los hogares contratantes,
éstas son: cuidar personas, en particular niños/as con
discapacidad, una incluso señaló que cuida un niño
autista. Otras manifestaron que les ordenan realizar
119
trabajos vinculados a actividades económicas que se
realizan en el hogar de sus patrones como: vender pizza
en camioncito, limpiar hospedaje, vender en tienda y
limpiar oficina.
bienestar tanto de las familias demandantes como de las
mujeres que ofrecen sus servicios como TDR.
Vale la pena advertir que, según los resultados de la
encuesta propia, el recurrir al TDR no libera a las mujeres
de la familia de su carga de trabajo doméstico y de
cuidado. En el 36% de los hogares contratantes de las
trabajadoras encuestadas existe uno o más miembros
del hogar que apoyan en la realización del trabajo
doméstico y de cuidado. En una abrumadora mayoría
se trata de mujeres (95%).
El análisis de la oferta y la demanda nos indica que
las trabajadoras domésticas funcionan, dentro del
orden social de género, a modo de paliativo para
enfrentar el problema histórico de la división sexual
del trabajo (núcleo del Patriarcado). Es un fenómeno
que se experimenta tanto en los hogares contratantes
como en los propios hogares de las TDR. Estas últimas
experimentan conflictos de mayor magnitud, dado
que no pueden pagar por el cuido de su propio
hogar: cuidan de hogares ajenos y con muchas
dificultades cuidan del suyo. Experimentan afectaciones
emocionales al no cumplir con la tarea considerada –
dentro de la construcción social de género- como base
de feminidad y considerado como el papel social más
importante para las mujeres.
A partir del análisis de los grupos focales realizados
con empleadoras de distinto nivel socioeconómico es
posible identificar factores que están incidiendo en la
demanda del TDR. Dichos factores guardan relación
con dos órdenes sociales que se refuerzan mutuamente:
el orden social de género (sociocultural) y el sistema
socioeconómico que alejan las posibilidades de lograr
Factores condicionantes de la demanda
120
Para las mujeres que se desempeñan en el ámbito laboral,
tener una empleada doméstica es prácticamente lo
que garantiza su ocupación en actividades económicas
consideradas como del ámbito público.
Es posible observar desigualdades con respecto a las
mujeres contratantes de TDR y las propias trabajadoras
domésticas: mientras las primeras tienen posibilidades de
pasar del ámbito privado (doméstico) al público (laboral);
las segundas continúan en el ámbito privado a pesar que
en el TDR permean relaciones mercantiles. Justamente
la desvalorización sociocultural y jurídica del TDR se
produce por esta dualidad: es un trabajo remunerado
pero por las personas que lo realizan (mayoritariamente
mujeres), por el espacio en que se hace (hogares) y por
las actividades que se realizan (cuido de la familia) forma
parte dentro -de la construcción social de género- como
del ámbito no remunerado/privado.
Así también la demanda de TDR está relacionada con la
ausencia de servicios de cuidado (públicos o privados),
por tal razón la reproducción social descansa en las
mujeres. Las familias, y particularmente las mujeres, son
las encargadas de velar por el bienestar de todas las
personas que ameriten atención especial por la edad o
discapacidad, o bien porque algunos de sus miembros
estudian o trabajan fuera del hogar.
De igual forma, en el análisis de la información cualitativa
nos encontramos que a las relaciones laborales que
permean el TDR se le asocian relaciones familiares.
Se identificaron situaciones que a las trabajadoras
domésticas se les considera como parte de la familia. Este
hecho puede tener varias lecturas con implicaciones para
los derechos laborales. Por un lado, puede entenderse
que no caben los maltratos, dado que se “espera” que
en las relaciones familiares no se experimente este tipo
de situaciones. Es decir, al ser considerada de la familia,
la TDR no va a recibir ofensas/humillaciones de parte
de los miembros del hogar contratante, dado que la
visualizan como una de las suyos. Desde el punto de
vista de algunas TDR, es reconocerlas en un status
superior al de doméstica, lo cual es muy valorado desde
su perspectiva. Sin embargo, las implicaciones relativas
a los derechos laborales son muchas: en principio,
existe la posibilidad que a la TDR se le agreguen otras
actividades adicionales que guardan relación con el
bienestar de la familia en su conjunto.
En otras palabras, al ser considerada como parte de la
familia, se espera entonces que el bienestar de la familia
sea también su preocupación, por ello puede cuidar
enfermos, realizar actividades económicas generadora de
ingresos (como existe en muchos hogares) y “comprender”
cuando la familia no tiene recursos para pagarle.
Así también, al ubicar las relaciones laborales como
“familiares” existe menos posibilidad de reclamar derechos
laborales: horas de descanso, vacaciones, aguinaldo,
etc. Es decir, existen pocas posibilidades de poner una
demanda ante el MITRAB. Igualmente, la TDR está
involucrada además en el mantenimiento de relaciones
de la familia, remite directamente al papel derivado de la
construcción social de la feminidad como es ser el sostén
emocional de la familia.
Otro factor que condiciona la demanda de TDR son los
ingresos de los hogares. La EMNV 2005 nos indica que
solamente el 6,75% de los hogares del país disponen
de TDR. Obviamente los hogares del primer quintil de
ingresos disponen de menos servicio doméstico y los de
mayor ingresos contratan a más personal (0.56 y 20%
respectivamente). Los hogares ubicados en el 3 y 4 quintil
con jefatura femenina son los más demandantes, dado
la participación de las mujeres en el mercado laboral.
Las estadísticas oficiales nos indican que la modalidad
con dormida dentro va disminuyendo para dar paso a
121
nuevas formas de contratación: tiempo completo con
dormida fuera, contratación solamente por horas o
para el lavado y planchado. Estas características en la
demanda de TDR nos indican que existe un subregistro
importante de esta actividad en las encuestas de empleo
y en las que miden el nivel de vida. A nivel de los hogares
la necesidad de TDR permanece, dado que no se ha
quebrantado la lógica de la división sexual del trabajo
y la oferta de servicios de cuidos públicos o privados
es inexistente. Sin embargo, los recursos familiares
para contratar a una TDR cada vez disminuyen, lo que
nos lleva a argumentar que serán las mujeres quienes
continuarán llevando la sobrecarga de trabajo.
Así también, las leyes nicaragüenses establecen un
salario –por encima del salario mínimo- a las TDR,
pero existen serias dificultades de cumplir con lo
establecido si consideramos las características de
algunos hogares contratantes. En el caso de hogares
de maestros, enfermeras, policías, trabajadores del
estado en general, tendrían pocas posibilidades de
cumplir con el salario establecido por ley.
IV. 4 El Marco Jurídico: sesgos
discriminatorios y factores condicionantes
de su cumplimiento.
En general, la legislación nacional laboral está
en correspondencia con los instrumentos jurídicos
internacionales que tutelan los derechos humanos y
laborales de las (os) trabajadores, lo que no niega
la existencia de aspectos que deben ser mejorados.
En este sentido es necesario que el Estado ratifique el
Protocolo Facultativo de la CEDAW y los convenios
de OIT 182, 156 y183 orientados a la promoción
de la equidad de género.
Las “Condiciones Especiales de Trabajo del Servicio
Doméstico”, contenidas en el Código del Trabajo del país,
fueron objeto de reformas aprobadas por la Asamblea
Nacional en septiembre del 2008. La inclusión de
condiciones especiales para el trabajo adolescente en la
nueva normativa del Servicio Doméstico es sin duda un paso
adelante en plano del derecho formal para la eliminación
del trabajo infantil en esta ocupación y la dignificación del
trabajo doméstico remunerado adolescente. No obstante,
dicha reforma no significó avances en relación al TDR
desempeñado por personas adultas. Persiste en la nueva
normativa sobre “Condiciones Especiales de Trabajo del
Servicio Doméstico”, sesgos discriminatorios en perjuicio
de las empleadas domésticas. El sesgo más grave está
en el Artículo 147 de la Ley No. 666 (publicada en La
Gaceta N° 181 del 22 de Septiembre de 2008), sobre la
duración de la jornada laboral.
La consulta realizada a informantes clave (juristas
funcionarios/as del MITRAB, catedráticos /as, asesores
legales de ONGs) nos permite concluir que no hay
uniformidad en cuanto a la interpretación de la ley. Dado
que solamente se explicita las 12 horas de descanso es
posible entonces inferir que la jornada laboral para las y
los TDR sea de 12 horas. Por lo tanto -dado lo impreciso
de la ley- difícilmente se puede aplicar lo mandatado en
las condiciones generales del Código del Trabajo sobre
la jornada laboral, la cual no debe exceder más de 8
horas diarias.
Independiente de las diferencias de interpretación
del artículo 147 -antes mencionado- se valora que
legalizar una jornada más extensa para las empleadas
domésticas que la establecida legalmente para el resto
de trabajadoras y trabajadores es inconstitucional, y
violenta los compromisos internacionales del Estado
nicaragüense con el Convenio 111 de la OIT sobre
“no discriminación en el empleo” y la CEDAW.
Cuando se estudia una ocupación económica,
generalmente se describe el conjunto de las actividades
inherentes a ésta, sobre todo cuando se realizan los
122
contratos laborales. En el caso del TDR no existe
acotación alguna que haga referencia a las tareas que
caben para este empleo. La misma ley No.666 define
en su artículo 145: “Trabajadores y trabajadoras del
servicio del hogar son quienes prestan servicios propios
del hogar…”. La definición de la ley crea condiciones
jurídicas para la desigualdad que experimentan las TDR.
En las entrevistas a grupos focales y en la encuesta
propia realizada con TDR, así se identifican las distintas
tareas adicionales que les asignan (sobre todo a las de
tiempo completo con dormida dentro) a pesar que
no fueron parte del contrato verbal con la que ha sido
contratada la mayoría.
El acceso de las trabajadoras domésticas remuneradas
a la justicia laboral es extremadamente limitado. Entre
los factores que contribuyen a ello se encuentran:
limitado acceso a instituciones y mecanismos legales;
baja autoestima que les dificulta considerarse titulares
de derechos; escaso nivel educativo, y el reducido
nivel organizativo en grupos pro defensa de derechos
humanos y laborales.
Se evidencia en el estudio cómo el TDR se constituye
hoy día en un caso emblemático de empleo precario.
Las personas informantes indicaron serias y sistemáticas
violaciones a los derechos laborales relativas a las
remuneraciones, duración de jornada de trabajo,
horas extras, seguridad social y prestaciones sociales
de ley. En términos comparativos -en casi todos los
indicadores relevados para el análisis de la calidad del
empleo- hay una clara desventaja de las personas que
se desempeñan en el TDR en relación con el resto de
la población ocupada. La proporción de cumplimiento
de los derechos laborales de los y las TDR está siempre
por debajo del correspondiente porcentaje de la
población nacional ocupada.
Asimismo, se identificó una tendencia sostenida de
brechas de género entre mujeres y hombres que se
desempeñan en el TDR en detrimento de las primeras:
en la gran mayoría de los indicadores sobre condiciones
laborales. Así también, en algunos indicadores de
condiciones laborales hay diferencias al desagregar
por edades formas de trabajo y regiones geográficas:
las mujeres adolescentes y jóvenes y las mayores de 50
años tienden a estar en desventaja en relación a los
demás grupos de edades.
Se evidencia que el trabajo doméstico remunerado
experimenta la institucionalización sociocultural y
jurídica de la desigualdad. Es un trabajo desvalorizado
socialmente porque es producto de la construcción
social de género femenino y como consecuencia
encontramos que se legitima la discriminación en
términos jurídicos (dado el carácter impreciso de la
ley). No obstante, cabe señalar que la existencia de
la Ley de Igualdad de Oportunidades y la Política de
Género del Gobierno de Reconciliación y Unidad
Nacional, han abierto algunas opciones para mujeres
y hay voluntad de hacer transformaciones jurídicas en
consonancia con los instrumentos antes mencionados.
123
CONCLUSIONES
Los resultados de la investigación sobre el trabajo
doméstico remunerado dejan en evidencia la
importancia cuantitativa y cualitativa del fenómeno
en el país. Por un lado, es claro que más de medio
millón de personas obtienen al menos parte de los
ingresos de sus hogares de este tipo de trabajo. El
número total de TDRs de 15 y más años rebasa
las 114 mil personas. Representa además para el
2005, más del 7% de las personas ocupadas de la
PEA y el 20% de la PEA ocupada femenina.
Las condiciones estructurales de la sociedad nicaragüense
con una débil economía, insuficiente generación de
empleo, una mano de obra escasamente calificada,
altos porcentajes de su población en situación de
pobreza, etc., es el terreno abonado para que el 20%
de la PEA femenina ocupada esté en el TDR. Miles
de mujeres de diversas edades, con niveles escolares
que van desde el analfabetismo hasta los estudios
universitarios, provenientes en especial de áreas urbanas
y de hogares con bajos ingresos se integran a la que
consideran su única opción: realizar labores que por lo
general han aprendido desde niña y que socialmente
son catalogadas como tareas femeninas y así obtener
ingresos para el sostén familiar.
La inmensa mayoría de los TDRs son mujeres,
concentradas principalmente en el trabajo de limpieza
o en la ocupación de “sirvienta” (como aparecen
clasificadas en los manuales correspondientes). Otra
buena parte se dedica al lavado y planchado manual
en hogares privados. Todas son ocupaciones ubicadas
entre los trabajadores no calificados. Así, la institución
gubernamental responsable de las estadísticas nacionales
(INIDE), al retomar los clasificadores internacionales de
ocupaciones, valida la consideración que este tipo de
trabajo no requiere de ninguna preparación (se ubica
dentro de las ocupaciones no calificadas), a pesar de la
relevante tarea del cuido de niños(as), personas mayores
o enfermas, discapacitadas, etc. Esta es una percepción
que también tienen las mujeres que se desempeñan en
esta ocupación lo que contribuye a la desvalorización
social en su conjunto.
La representación de jóvenes (entre 15 y 34 años)
en el TDR es importante, pero entre 1995 y 2005 se
observa una reducción de éstos/as y un incremento
de los porcentajes de mayores de 35 años, inclusive
en el rango de edad de los 50 años y más que están
ocupados/as en este tipo de labores. Se trata en su
mayoría de mujeres de baja escolaridad con respecto
al resto de la PEA femenina ocupada y con relación a
los hombres que también se encuentran en el TD. Cabe
resaltar que las mujeres de mayor edad se caracterizan
por una escasa participación en el sistema educativo.
124
El análisis diacrónico de los indicadores referidos
al TDR muestra un incremento en el porcentaje de
viviendas que, entre 1995 y 2005, contaban con
servicio domestico remunerado. Sin embargo la
proporción de hogares que hacen uso de este servicio
es relativamente baja, lo cual está determinado por los
niveles de ingresos de los hogares, como se aprecia
al identificar las brechas entre el quintil de mayores
ingresos y el resto de hogares de los otros quintiles.
La condición de actividad de las mujeres jefas
de hogar o cónyuges de los jefes es otro factor
que influye en la demanda de trabajo doméstico
remunerado. La mujer que se encuentra inserta en el
mercado laboral hace uso en mayor proporción del
TDR, mientras las mujeres consideradas “inactivas”
(desde la perspectiva androcéntrica de la economía)
escasamente cuentan con recursos para contratar este
tipo de servicio, por lo tanto son ellas quienes realizan
el trabajo reproductivo. Se evidencia entonces –una
vez más– el sostenimiento de la vida realizada por
mujeres, como agente proveedor principal dentro de
la economía del cuidado.
Se obtuvo información sobre indicadores cualitativos
relacionados con factores que están incidiendo en
la demanda de este tipo de empleo. Dichos factores
guardan relación con dos órdenes sociales que coexisten:
género (orden sociocultural) y el socioeconómico que
alejan las posibilidades de obtención de bienestar tanto
de las familias demandantes, como de las mujeres que
ofrecen sus servicios como TDR. La demanda de TDR está
estrechamente relacionada con la ausencia de servicios
de cuidado públicos y a la escasa oferta de estos servicios
de carácter privado. Las familias, y particularmente las
mujeres, son las encargadas de velar por el bienestar de
todas las personas que ameriten atención especial por
la edad o discapacidad, o bien porque algunos de sus
miembros estudian o trabajan fuera del hogar.
Nicaragua como país expulsor de fuerza de trabajo,
“exporta” TDR fundamentalmente hacia Costa Rica
y, en menor medida, hacia Estados Unidos. Diversos
estudios muestran que la mayoría de mujeres migrantes
se ubican en el servicio doméstico. Se observa entonces
el fenómeno de la trasnacionalización del cuidado.
De igual forma, estas mujeres migrantes desarrollan
cadenas de cuido pues recurren fundamentalmente a
sus redes familiares, a amistades y a vecinas para el
cuido de su familia.
La legislación nacional laboral está en correspondencia
con los instrumentos jurídicos internacionales que
tutelan los derechos humanos y laborales de las /os
trabajadoras/es, sin embargo, todavía se observan
sesgos discriminatorios referidos a la imprecisión de la
jornada laboral y de las actividades que contiene el TDR.
El acceso de las TDRs a la justicia es extremadamente
limitado. Entre los factores que contribuyen a su limitado
acceso a las instituciones y mecanismos legales para
la defensa de sus derechos, TDRs e informantes clave
coincidieron en señalar la falta de conocimiento de
sus derechos. Otros factores señalados por los últimos
fueron la baja autoestima que les dificulta considerarse
sujetas de ellos, limitada escolaridad y el reducido nivel
de organización de las TDR en grupos que promuevan
su capacitación en derechos humanos y laborales como
sindicatos y organizaciones de mujeres.
Los resultados del estudio sobre condiciones laborales
de las y los TDR evidencian la precaria calidad de esta
ocupación desempeñada mayoritariamente por mujeres.
El trabajo doméstico remunerado no ha producido
impactos positivos en las condiciones de vida de las
mujeres que se desempeñan en esta actividad, ni en sus
familias. Las estadísticas indican que es la ocupación que
tiene el porcentaje más alto de incidencia de la pobreza,
125
sin mostrar mejoría en los períodos estudiados. Así
también, el trabajo doméstico no produce oportunidades
de desarrollo en términos de educación profesional o
formación laboral. De igual forma se evidencia que esta
ocupación no propicia procesos individuales y colectivos
necesarios para generar cambios en la posición
subalterna de las mujeres y en transformaciones de las
relaciones de poder de género.
Consideramos que en Nicaragua, al igual que en América
Latina, las políticas conciliatorias son inexistentes. A las
relaciones laborales actuales (empleador/empleado) le
corresponde un modelo de género de antaño: hombre
proveedor / mujer ama de casa. Por ello, son las mujeres
insertas en el mercado laboral, el cual se caracteriza por
ser precario (vieja característica del empleo femenino)
y por ser flexible (nueva característica, signo de la
globalización) las que aplican estrategias conciliatorias
fundamentalmente a través de las cadenas de cuido.
Aquellas con mejores ingresos, recurren al trabajo
doméstico remunerado. El Estado y los hombres siguen
siendo los grandes ausentes.
En el caso de las mujeres que se desempeñan en el
trabajo doméstico remunerado, ellas experimentan
la institucionalización sociocultural y jurídica de la
desigualdad. Es un trabajo desvalorizado socialmente
porque es producto de la construcción social de
género femenino y como consecuencia encontramos
que se legitima la discriminación en términos jurídicos,
a juzgar por los resultados del estudio.
No obstante, cabe señalar que la existencia de la Ley
de Igualdad de Oportunidades y la Política de Género
del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional han
abierto algunas opciones para mujeres y hay voluntad
de hacer transformaciones jurídicas en consonancia con
los instrumentos antes mencionados.
126
127
RECOMENDACIONES
Ser cuidado y cuidarse debe constituirse en un derecho
universal que impregne la lógica de las instituciones
del Estado. Los tratados y pactos internacionales de
Derechos Humanos no lo han incluido, sin embargo,
está incorporado en función de lo normado en cada uno
de los derechos sociales que van desde el derecho a una
alimentación de calidad y en cantidad suficiente hasta el
desarrollo de sistemas de seguridad social amplios que
incluyan a toda la población y no solamente a quienes
están asalariados, pasando por el derecho a la salud, a
la educación, a la vivienda y al trabajo.
A pesar que la flexibilización laboral hace a hombres
y mujeres buscadores de su propia subsistencia, y ha
contribuido a desvalorizar la educación como medio
para lograr un empleo y mejoramiento de sus condiciones
sociales, es innegable el valor de la educación para el
desarrollo humano, por lo que las políticas educativas
no pueden obviar entre sus sujetos de interés priorizado
a las y los TDRs, en sus distintos programas de educación
de adultos y habilitación laboral con alternativas para
la asociatividad y la obtención de recursos para la
inversión inicial. Las experiencias ya existentes en el
Ministerio de Educación en coordinación con INATEC
y la cooperación internacional son antecedentes que
viabilizan una propuesta en esa línea.
El Ministerio de la Familia, el Instituto de Seguridad Social,
el Ministerio de Salud y los gobiernos Municipales de
forma articulada con organismos no gubernamentales
e instituciones religiosas, teniendo como visión nuevas
formas de relaciones entre el Estado, la sociedad civil y las
familias para el establecimiento de un sistema de bienestar,
deben diseñar mecanismos que “desfamiliaricen” y
“desfeminicen” el trabajo del cuidado, creando servicios
para receptores de cuido, especialmente a niños/as,
discapacitados/as, personas mayores, etc.
Los resultados relacionados con los hogares de TDRs
y los contratantes sugiere la elaboración de políticas
conciliatorias propiamente dichas. Son medidas dirigidas
a promover la conciliación entre trabajo remunerado y
el trabajo familiar, independientemente de la condición
socioeconómica de las mujeres o de si éstas son
trabajadoras formales o remuneradas. Se debe de tomar
en cuenta a las mujeres más allá de la maternidad y la
magnitud de las tareas de cuidado relacionadas con la
educación o la salud de hijos e hijas.
Los hogares de las TDRs se ubican dentro de los hogares
nicaragüenses que urgen respuestas del Estado relativas
a que el principio de Equidad –señalado en la Ley de
Igualdad de Oportunidades– responda a la noción de
que el cuidado es responsabilidad de la sociedad y no
un asunto individual. Ello implica no sólo promover una
infraestructura de cuidados, sino también universalizar
la responsabilidad y la obligación así como destinar
recursos necesarios para el cuidado.
128
Se debe promover a la firma de un convenio bi-nacional
que tutele los derechos de los y las emigrantes en Costa
Rica. Dicho convenio no debe limitarse a acuerdos
temporales y excluyentes, que dejan fuera a miles de
mujeres trabajadoras domésticas.
Esto requiere de la intervención del Ministerio del Exterior
para que, a través de su embajada y su consulado, se
realicen estudios diagnósticos que arrojen información
de primera mano sobre las condiciones socio-laborales
de estas trabajadoras. Asimismo el Ministerio de Trabajo
debe aportar a la formulación de propuestas a ser
incorporadas en el convenio. Es fundamental el papel que
en esto pueden jugar distintas organizaciones sociales,
como la Red Nicaragüense de la Sociedad Civil por las
Migraciones, la Asociación de Trabajadoras Domésticas
(ASTRADOMES) con sede en Costa Rica, etc.
Los bajos salarios de las/os TDRs están asociados a
factores estructurales del modelo de desarrollo del
país (modesto crecimiento económico, altos índices de
pobreza y desigualdad, mala calidad del empleo, baja
competitividad de la fuerza laboral, alta informalidad
de la economía y la prevalencia de un orden social
de género con dominación masculina que recrea la
desvalorización del trabajo femenino a través de las
instituciones sociales, incluyendo el mercado laboral).
En consecuencia, su mejoría requiere de políticas de
empleo activas, fiscales distributivas y políticas sociales
universales de salud, educación y previsión social.
El cumplimiento de otros derechos laborales pasa
por la voluntad política de Estado de hacer cumplir la
legislación del trabajo, mejorando el desempeño del
Ministerio del Trabajo en el tutelaje y defensa de los
derechos laborales de las/os TDRs., para lo cual tendrá
que dotarle de los recursos humanos y materiales
necesarios para el cumplimiento de su misión.
En el marco del Convenio del INIM-MITRAB para
impulsar el trabajo decente de las mujeres, se sugiere
invitar a sindicatos, organizaciones de derechos
humanos y de mujeres que dan acompañamiento
jurídico y psico-social a empleadas domésticas, para
establecer sinergias orientadas a ampliar la cobertura
y calidad de sus servicios.
Convendría que la cooperación internacional y el
Estado, a través del INIM, apoyen el trabajo de
capacitación y organización de las TDR impulsados
por centros de derechos humanos, sindicatos y
organizaciones de mujeres tales como el programa de
alfabetización económica y jurídica del Movimiento de
Mujeres Trabajadoras María Elena Cuadra (MEC).
Respecto a políticas de seguridad social deben de
tomar en consideración la tendencia de los mercados
laborales a una mayor desregulación e informalización.
En este sentido, se sugiere que el INSS y el INIM estudien
alternativas a ser impulsadas desde el Estado para
incrementar la afiliación de las/os TDRs, no sólo para
aquellas con una relación laboral de dependencia de
un empleador/a, sino también para las mujeres TDRs
que están trabajando en forma independiente en el
sector informal.
En un primer momento es recomendable utilizar acciones
afirmativas encaminadas al logro de la igualdad. En este
sentido, debe equipararse la normativa laboral referida al
servicio doméstico remunerado al resto de trabajadores/
as, superando el tratamiento discriminatorio que se da a
las empleadas domésticas en relación a la duración de
la jornada laboral, sin renunciar a derechos adquiridos,
pero buscando eliminar los vacios e inconsistencias con
efectos discriminatorios para estas trabajadoras/es.
Mejorar el acceso de las TDR a la justicia requiere de
acciones conjuntas tanto de capacitación en derechos
129
impulsada por el Estado y la sociedad civil organizada,
como de la mejoría en cobertura y calidad de la
inspectoría del Ministerio del Trabajo. Asimismo, debe
mejorarse la calidad de la atención que se brinda a las
/os TDR que llegan a poner denuncias en esta instancia
gubernamental, a fin de incentivar la utilización de los
mecanismos de defensoría establecidos por ley.
El reconocimiento de la dimensión e importancia que
tiene el TDR para el funcionamiento de la sociedad,
que fundamentalmente descansa en las mujeres, debe
comenzar por una exhaustiva revisión de los conceptos
utilizados para denominar una de las ocupaciones
desarrollada por una alta proporción de mujeres TDRs, y
es el término “sirvienta”. Este término denota la persistencia
de una visión de servidumbre, la idea de quien realiza
ese trabajo es un/a “sierva”, sin la connotación de que
se trata de la prestación de un servicio que tiene que ser
justamente remunerado y sujeto de derecho laborales.
Igualmente tiene que reconsiderarse la clasificación
de ésta y otras ocupaciones de TDR como trabajo no
calificado, dada la experiencia, sensibilidad y dominio
de ciertos conocimientos y habilidades que requiere el
cuido de un hogar y sus miembros.
No resulta tan sencillo capturar los datos relacionados
con el TDR en bases de datos oficiales. La información
específica es muy escasa por lo que para este estudio
fue necesario recurrir a la definición de una serie de
algoritmos. Superar esto demanda la inclusión en las
boletas del Censo, la EMNV y la Encuesta de Empleos
de preguntas concretas sobre la contratación o no
de este tipo de servicios por los hogares privados e
identificar de una manera precisa las ocupaciones y
rama de actividad de los contratantes. Un último vacío
que es necesario atender es el de estadísticas sobre
uso de tiempo. Es necesario, por lo menos, retomar la
elaboración de los módulos de medición del uso del
tiempo en las encuestas de medición y nivel de vida.
I. Resultados del foro debate
En general las personas participantes en el foro debate
(realizado el 15 de mayo 2009, en el MITRAB) validaron
las recomendaciones elaboradas por las investigadoras,
pero abundaron en ideas en torno a quiénes deben ser
los actores involucrados en el desarrollo de alternativas
de acción, cómo éstos deben articularse y de qué
manera puede irse conformando un tejido social que
facilite cambios en torno a las condiciones en que se
produce el TDR en el país.
En el marco de la presentación de los resultados
de la investigación que despertaron una honda
preocupación entre el público asistente, al resaltarse
la importancia del TDR en la economía del cuidado
y por tanto para el funcionamiento de la sociedad,
así como la precariedad de las condiciones en que
el mismo se desarrolla, se llegó a expresar que la casi
totalidad de acciones propuestas, incluso las de nivel
macro, deben iniciarse en el corto plazo (un año), varias
de ellas ejecutarse permanentemente.
I.1 Línea de acción educativa
Distintas intervenciones individuales y/o en representación
de su grupo de trabajo señalaron la conveniencia de
hacer efectivo el acceso de las TDRs a diversas opciones
educativas, que de acuerdo a las características
diferenciadas identificadas, les permita a algunas elevar
sus niveles de escolaridad (educación de adultos y otras
modalidades educativas); a otras profesionalizarse en el
trabajo doméstico a través de programas de habilitación
que les especialice como cocineras, niñeras, trabajadoras
del lavado y planchado y quienes tienen expectativas
de cambiar de ocupación tengan la oportunidad de
formarse técnica y/o profesionalmente.
130
Se precisó que las instituciones llamadas a asumir la
responsabilidad en esta línea educativa-formativa sea
el INATEC (que debe certificar), en coordinación con
el MITRAB y MINED, más organismos comunitarios.
Además se señaló que otros actores involucrados son: el
Instituto Nicaragüense de la Mujer (INIM), la Asociación
de Mujeres Nicaragüense Luisa Amanda Espinoza
(AMNLAE), organizaciones de mujeres y otros.
Las principales tareas que, a juicio de las y los asistentes
al Foro, pueden impulsarse para lograr los propósitos
señalados son: Acuerdos, convenios u otros entre
gobierno, sector privado, sociedad civil (organizaciones
de mujeres como parte de ésta); proceso de divulgación
de acciones; considerar las diferencias existentes entre
las TDR en cuanto a su nivel educativo; capacitación a
medios de comunicación y a alcaldías sobre el tema.
En cuanto al tiempo de ejecución de estas acciones
se manifestó que esto debe desarrollarse de forma
inmediata para lograrse en un corto plazo.
I.2 Gestión de acuerdos Bi-nacionales
Nicaragua – Costa Rica
Valorando las dimensiones que ha adquirido la
migración femenina hacia Costa Rica y el porcentaje de
mujeres nicaragüenses que en ese país se desempeñan
en el TDR, se reconoció la relevancia de impulsar un
convenio binacional que protejan los derechos de
esas trabajadoras. Aunque se valoró que en ese país
se ha avanzado en materia legislativa, en cuanto al
reconocimiento de los derechos de estas trabajadoras
en igualdad de condiciones al resto de trabajadores de
ese país, subsiste la discriminación para los inmigrantes
de Nicaragua, en particular las TDRs.
Las acciones a desarrollar para avanzar en un acuerdo
como el arriba anotado son de diversa naturaleza y
alcance que de lograrse significarían un salto cualitativo
en las condiciones para abordar esta problemática,
éstas son: Encuentros de Consejos de Ministros (as)
del Trabajo; consejos de procuradores de derechos
humanos; legislación binacional; alianzas en la sociedad
civil de ambos países; establecer coordinaciones y
generar convenios; formación de sindicatos en otros
países; foros debates, videos conferencias.
El Ministerio de Relaciones Exteriores se identificó
como la institución que, por sus atribuciones, debe
encabezar la gestión de un acuerdo binacional sobre
el TDR. En igual nivel de compromiso se señaló a
las Centrales Sindicales. También se considera que
deben actuar instituciones y organizaciones como:
Asamblea Nacional, INIM, MITRAB, Organizaciones
de Mujeres, la Organización Internacional de las
Migraciones, el PARLACEN y la Procuraduría de la
Defensa de Derechos Humanos (PDDH).
I.3 Ratificación de convenios laborales
internacionales
A fin de formalizar el estatus jurídico de algunas
normativas que pueden fortalecer los instrumentos
orientados a hacer efectivos los derechos de las mujeres
trabajadoras en general y las TDRs en particular se
consideró clave que Nicaragua ratifique el protocolo
Facultativo de la CEDAW y los convenios de OIT
183,156 y 183 que promueven la equidad de género.
El papel del MITRAB, de la Asamblea Nacional, las
centrales sindicales, el INIM y los organismos de
mujeres para hacer factible dicha ratificación debe
ser notable. No obstante, hay otros actores a quienes
incumbe esta tarea, éstos son: la Cancillería, el
PARLACEN, la PDDH y otros.
El accionar a llevar a cabo a partir de ideas de las
y los participantes en el Foro, es el siguiente: INIM
131
debe colocar el TDR en la agenda nacional como
tema prioritario; utilizar medios de comunicación para
promocionar la ratificación del Protocolo de la CEDAW
y los Convenios OIT; alianzas entre actores; ratificar
convenios con organismos de mujeres.
políticas adecuadas en el tema; agilizar los procesos
de tramitación para asegurar a las TDRs; supervisión
del MITRAB para la aplicación efectiva de las leyes;
redes de apoyo para crear servicios para receptores
de cuido; promover asociación sindicatos y gremios.
I.4 Cumplimiento de la legislación laboral
El gobierno central, a través de sus instancias
administrativas como MITRAB, INIM, PDDH. INSS,
MIFAMILIA, tienen un rol estratégico para conseguir
lo aquí propuesto, que apunta a crear condiciones
para conciliar el trabajo productivo y el reproductivo.
Pero en el Foro se reconoció que esto demanda de la
convergencia de Organismos de Mujeres, sindicatos
y sector privado.
Se deben de desarrollar esfuerzos encaminados a lograr
el cumplimiento de la legislación laboral, en particular lo
relativo al número de horas que diariamente laboran las
mujeres insertas en el mercado de trabajo en este tipo de
ocupaciones (mucho mayor que las 8 hrs. establecidas
en el Código del Trabajo). Para ello se demanda el
mejoramiento del desempeño del MITRAB, en tutelaje
y defensa de los derechos laborales de las/os TDRs.
Esto requiere que se mejoren las capacidades físicas y
técnicas de dicha institución para lo cual el Ministerio de
Hacienda debe mejorar su presupuesto. Así mismo, es
necesario que tanto el MITRAB como las organizaciones
sindicales asuman con voluntad política esta tarea. Sin
embargo, se reconoció que los(as) empleadores (as) son
actores importantes.
Las actividades priorizadas son las siguientes: cabildeo
en la Asamblea Nacional para mayor asignación
presupuestaria al MITRAB; capacitar y sensibilizar a los
inspectores del MITRAB; capacitaciones a las TDRs
sobre derechos laborales; sindicalización de las TDRs.
I.5 Establecimiento de un sistema de
bienestar
Esta es una meta de largo plazo, pero el inicio de
su construcción debe ser inmediato desde distintas
instancias y con múltiples tareas a diferentes niveles
(toda la sociedad, instituciones y organizaciones,
comunidades, hogares), como puede observarse en
las actividades sugeridas: definición y ejecución de
I.6 Creación de organizaciones gremiales
Se requiere un proceso educativo que conduzca a
que las TDRs se vean a sí mismas como sujetas de
derecho, capaces para luchar por hacer efectivas
las leyes. Las acciones sugeridas son: incrementar la
afiliación de las TDRs en organizaciones gremiales y
de mujeres; organizar acciones de promoción en los
distintos sectores que conforman el TDR; acciones de
promoción y organización de los sindicatos; definir
políticas de capacitación consensuada y continua
sobre derechos humanos y laborales; capacitaciones
sobre derechos y deberes laborales.
Al igual que en las otras acciones no se identificó una
sola institución o actor responsable, sino que a varias,
éstas fueron: INATEC, MITRAB, PDDH, MIFAMILIA,
INIM, sindicatos y organismos de Mujeres.
I.7 Adecuaciones del sistema estadístico
nacional
Se necesita mejorar las conceptualizaciones y formas
de recoger información que permita obtener una mayor
132
aproximación sobre el trabajo doméstico remunerado
y no remunerado en las estadísticas nacionales. Para
ello se requiere impulsar: revisión y readecuación del
concepto de TDR, otros términos peyorativos y sustituirlos
por uno más dignos; análisis, foros y debates sobre el
tema; revisión de las Boletas y adecuación de las mismas
a los nuevos conceptos y formas de clasificar; retomar
la elaboración de los módulos de medición del uso del
tiempo en las encuestas de medición y nivel de vida.
I.8 Impulsar reforma tributaria en
beneficio de las TDRs y de los hogares
Tomando en cuenta la alta frecuencia con que se
incumple con el salario mínimo y el pago de prestaciones
a las TDR, surgió entre los participantes al foro una
propuesta en la que el Ministerio de Hacienda, la
Dirección General de Ingresos y la Asamblea Nacional,
pueden ser agentes claves, ya que implicaría decisiones
que significan cambios importantes en materia
contributiva. De acuerdo a la idea planteada, el sistema
fiscal disminuiría de la carga impositiva de toda persona
contribuyente el pago por los servicios domésticos. Esto
podría incrementar su recaudación por el interés de los
ciudadanos de beneficiarse con dicha disposición. Para
ello se requiere de las siguientes acciones: cabildeo
político de divulgación pública de la idea; impulsar
debates en la Asamblea Nacional; descontar de las
declaraciones de impuesto que hace el (la) trabajador
(a) el salario de las TDRs; supervisar el cumplimiento del
pago del salario mínimo y prestaciones sociales a TDRs.
133
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135
ABREVIATURAS
Y SIGLAS
AECID:
AGEM:
AMNLAE:
ASTRADOMES:
CEDAW:
CENEPTI:
CENIDH:
COMMCA:
CUAEN:
UONIC:
CST:
EMNV:
FIDEG:
INATEC:
INEC/INIDE:
INIM:
MEC:
MINED:
MITRAB:
MIFAMILIA:
OEA:
OIT:
ONU:
PEA:
PEI:
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo
Agenda Económica de las Mujeres
Asociación de Mujeres de Nicaragua “Luisa Amanda Espinoza”
Asociación de Trabajadoras Domésticas
Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women (Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer).
Comisión Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Adolescente
Trabajador
Centro Nicaragüense de Derechos Humanos
Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica
Clasificador Uniforme de Actividades Económicas Nicaragua
Clasificador Uniforme de Ocupaciones Nicaragua
Central Sandinista de Trabajadores
Encuesta de Medición de Nivel de Vida
Fundación Internacional para el Desafío Económico Global
Instituto Nacional Tecnológico
Instituto Nicaragüense de Estadísticas y Censos/ Instituto Nacional de Información de
Desarrollo
Instituto Nicaragüense de la Mujer
Movimiento de Mujeres Empleadas y Desempleadas “María Elena Cuadra”
Ministerio de Educación
Ministerio del Trabajo
Ministerio de la Familia
Organización de Estados Americanos
Organización Internacional del Trabajo
Organización de las Naciones Unidas
Población Económicamente Activa
Población Económicamente Inactiva
136
PNUD:
PPDH:
TDR:
TDRs:
UCA:
UNIFEM:
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos
Trabajo Doméstico Remunerado
Trabajadoras y trabajadores domésticos remunerados
Universidad Centroamericana
United Nations Development Found for Women (Fondo de las Naciones Unidas para la
Mujer)
Resumen
Ejecutivo
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
PANAMá
A dos aguas entre
ocupación y pilar de
los cuidados
139
INTRODUCCIóN
Antecedentes y justificación
Este estudio nacional sobre el trabajo doméstico
remunerado ha sido impulsado por el Ministerio
de Desarrollo Social de Panamá (MIDES), a través
de la Dirección Nacional de la Mujer, mecanismo
nacional responsable de las políticas de igualdad de
oportunidades. El Consejo de Ministras de la Mujer
de Centroamérica (COMMCA), en su XV Reunión
Ordinaria en abril de 2007 en Guatemala, decidió
realizar un estudio nacional sobre trabajo doméstico
remunerado en cada uno de los países miembros: Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá y República Dominicana, como insumos para
la posterior elaboración de un consolidado regional,
y se procedió a su realización a través del Sistema de
Integración Social de Centroamérica (SISCA).
Varias instituciones colaboraron en la realización del
proyecto: el COMMCA (Plan de Acción 2006-2009),
el Programa la Agenda Económica de las Mujeres
(AGEM) y el Programa de Cooperación Regional con
Centroamérica: Línea Género. La investigación se llevó
a cabo con fondos de UNIFEM-PNUD y de la Agencia
Española de Cooperación Internacional (AECI).
El Plan de Acción del COMMCA para el período
2006-2009 recoge una serie de prioridades, entre las
cuales se encuentra la Autonomía Económica de las
Mujeres. Las iniciativas del COMMCA en esta área
han sido apoyadas principalmente por el Programa la
Agenda Económica de las Mujeres (UNIFEM-PNUD).
El apoyo al COMMCA por el Programa AGEM está
orientado a desarrollar y aprovechar el conocimiento
y datos sobre “género y economía” para incidir e
informar sobre las negociaciones de comercio y las
políticas públicas en general.
Por otra parte, desde el Programa de Cooperación
Regional con Centroamérica financiado por AECI,
se previó, dentro del componente de fortalecimiento
institucional del COMMCA, la realización de
diversos estudios sobre oportunidades económicas
de las mujeres en el proceso de integración (en
colaboración con UNIFEM), con el objetivo de
apoyar al COMMCA a lograr un mejor marco
conceptual y un mejor diagnóstico en torno a la
equidad de género a nivel regional.
El estudio se enmarca también en la propuesta de
acciones definidas por los gobiernos latinoamericanos
en el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia
Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe
realizada en Quito, Ecuador, en 2007); así como con la
estrategia de investigación propuesta en el documento
preparado por la CEPAL para la conferencia titulado
140
“El aporte de las mujeres a la igualdad en América
Latina y el Caribe”.
El trabajo doméstico remunerado en Panamá ha
sido objeto de menciones y de preocupación en
leyes y políticas del Estado, y también ha suscitado
el interés de investigadores/as, pero hasta ahora no
se había realizado ningún estudio específico sobre
él. Comparativamente, ha habido más interés en la
investigación sobre el Trabajo Infantil Doméstico.
Con anterioridad a esta investigación, el programa la
Agenda Económica de las Mujeres en Panamá (AGEM)
se ha preocupado del trabajo doméstico remunerado
(TDR1), aunque no haya realizado ningún estudio
enfocado especialmente al tema. El TDR aparece
mencionado en estudios promovidos por la AGEM
como Economía y género en Panamá. Visibilizando
la participación de las mujeres (De León, 2005a),
“Legislación laboral, género y economía: la Convención
Colectiva de Trabajo y la equidad de género” (Ríos y
Atencio, 2006), “La segregación sectorial y ocupación
por razón de género en la economía panameña,
1991-2004” (Arrocha, 2006), en los que se destaca la
discriminación, desvalorización y ocultamiento con que
se trata el TDR y se reivindica la necesidad de estudiarlo,
así como al trabajo doméstico no remunerado.
Se ocuparon del tema también Nayeli Canto y Yayseline
Moscote en una investigación titulada Relaciones
sociales implicadas en el trabajo doméstico remunerado
en la ciudad de Panamá. Año 2007, donde abordaron
el tema del TDR a través del análisis de las relaciones
sociales de un grupo de trabajadoras domésticas
de la ciudad de Panamá, utilizando como estrategia
1 En adelante, en este trabajo, se utilizarán las siglas TDR precedidas por el artículo
el (el TDR) para referirse al trabajo doméstico remunerado. Cuando estas siglas
estén precedidas por el artículo la/s se referirán a la/s trabajadora/s doméstica/s
remunerada/s (la/s TDR), o a los trabajadores domésticos remunerados cuando
el artículo sea masculino (los TDR). Las siglas TDNR precedidas por el artículo
“el” se referirán al trabajo doméstico no remunerado (el TDNR).
metodológica la aplicación de entrevistas a una
muestra intencional de personal directivo de agencias
de colocación y a empleadas domésticas. Estudiaron
el perfil socio-económico de las TDR, sus relaciones
familiares, las relaciones con sus empleadores, las
relaciones con el Ministerio de Trabajo y Desarrollo
Laboral (MITRADEL), y las relaciones laborales. El
estudio incluye también un análisis de la normativa
legal que ordena este tipo de trabajo. Constituye un
aporte interesante al estudio del TDR, al perfil de las
mujeres que trabajan en él y a las relaciones laborales y
sociales con sus familias y con los patronos/as, y pone
en evidencia algunos de los principales problemas
del TDR: bajos salarios; desprotección ante la ley
por el desconocimiento, la falta de organización y la
discriminación legal de las trabajadoras; su relación
con los hogares en pobreza; la percepción social
minusvaloradora que existe sobre el TDR; y la relación
que todo esto tiene con la discriminación de género.
En el trabajo titulado Mujeres Trabajadoras en Panamá,
Aracelly De León y Nicolasa Terreros (2005) analizan
el trabajo de las mujeres en el mercado de trabajo
productivo y en el ámbito del trabajo reproductivo.
Se trata de un estudio realizado para el MITRADEL,
basado en las estadísticas oficiales y en exploraciones
realizadas mediante grupos focales con mujeres
trabajadoras domésticas no remuneradas y mujeres
en el trabajo informal. En él se define como trabajo
no solo las actividades que producen plusvalía (trabajo
productivo), realizadas en el ámbito de la formalidad
o de la informalidad, sino también las actividades que
garantizan la reproducción de la vida, de las relaciones
sociales y de la fuerza de trabajo (es decir, el trabajo
doméstico no remunerado).
El Foro Nacional “Trabajo Doméstico, valorizar y
remunerar”, celebrado en agosto de 2007, patrocinado
por la Agenda Económica de las Mujeres, el Ministerio de
141
Desarrollo Social y el Ministerio de Trabajo y Desarrollo
Laboral, ha constituido una de las pocas actividades
dedicadas a mostrar la importancia del trabajo doméstico
remunerado y del trabajo doméstico no remunerado. Se
puede considerar un antecedente del presente estudio
porque mostró el interés institucional por valorizar el TDR
y por mejorar las condiciones laborales de las/os TDRs.
Ha habido, en cambio, más interés en el Trabajo
Infantil Doméstico en hogares de terceros (TID), que
se ha estudiado con el apoyo de organizaciones
internacionales. En 2001, con el apoyo de OITIPEC y con la Metodología de Evaluación Rápida,
la investigación titulada Trabajo infantil doméstico en
Panamá (OIT-IPEC, 2003) sirvió para entender la
realidad de este trabajo y para caracterizar el TID en
Panamá por primera vez. En el año 2000 fue realizada
una Encuesta de Trabajo Infantil (ETI) por la Dirección
de Estadística y Censo de la Contraloría General de
la República, y sus resultados fueron publicados en el
2003. Entre el 2003 y el 2004 se suscitaron otros
trabajos que analizaban los resultados de la ETI. En
esta encuesta se recolectaba información sobre “las
actividades escolares, domésticas, económicas y
recreativas de niños, niñas, y adolescentes entre 5 y
17 años en el país” (OIT-IPEC, 2004:3). Esta encuesta
permitió identificar a las/los trabajadoras/es infantiles,
en ese momento, en el hogar propio y en hogares de
terceros; entre quienes se identificó un grupo de más
del 40% de trabajadores/as infantiles y adolescentes
en trabajos considerados por la OIT como trabajo
por abolir dado el riesgo que los caracteriza y, dentro
de ese grupo, el 44.2% correspondía a la rama de
servicios (en Trabajo Infantil Doméstico, en el que las
niñas son mayoría), seguida de la agricultura (38.3%),
comercio (33.4%) y manufactura (20.2%).
Los estudios mencionados son aproximaciones a
un tratamiento más completo del trabajo doméstico
remunerado. Pero hay que resaltar que en ellos ya se
evidencia la importancia que tiene el estudio del TDR
para obtener la información cuantitativa y cualitativa
que permita sustentar debidamente las políticas públicas
(económicas y sociales) necesarias para abordar
exitosamente la promoción de la equidad de género y
los derechos económicos de las mujeres en los procesos
de desarrollo nacional. Políticas que requieren para su
implementación información sobre el perfil de las mujeres
que trabajan en él, de sus hogares y de la relación de éstos
con la pobreza, de las relaciones con los patronos/as, de
las demandas de servicios de los hogares, del estudio
de la legislación sobre el TDR, entre otras cuestiones. Se
muestra también en todos estos estudios la necesidad de
transformar la escasa valorización que la sociedad tiene
del trabajo doméstico, remunerado o no, y todos ellos,
implícita o explícitamente, abogan por la necesidad de
realizar estudios en profundidad sobre el tema.
El Estado panameño ha adquirido algunos
compromisos a nivel internacional cuyo cumplimiento
exige el estudio del TDR y del TDNR, tales como los
Objetivos de Desarrollo del Milenio de NN.UU.
(Objetivo 3: Promover la igualdad entre los sexos y
el empoderamiento de la mujer) o el Consenso de
Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre
la Mujer de América Latina y El Caribe de la CEPAL),
así como la estrategia de investigación propuesta
en el documento de la CEPAL para esta conferencia
titulado El aporte de las mujeres a la igualdad en
América Latina y el Caribe.
La investigación que presentamos es, pues, oportuna
y necesaria: para que se puedan orientar mejor
las políticas hacia las trabajadoras domésticas
remuneradas en orden a equiparar sus derechos
a los de los trabajadores de otras ramas, y para
142
integrar a las políticas de equidad de género la
perspectiva que da conocer mejor la situación de
las mujeres en el trabajo doméstico no remunerado,
y para diseñar políticas que tiendan a armonizar el
ámbito del trabajo remunerado con el del trabajo no
remunerado.
I. Objetivos del estudio
I.1 El objetivo general de la investigación fue:
Generar información sobre el trabajo doméstico
remunerado, su relación con el trabajo doméstico no
remunerado y las condiciones de vida de las mujeres
en el país, para identificar cambios legislativos y líneas
de política pública prioritarios frente a este tema, con
el propósito de contribuir a un estudio de la región
centroamericana de similares características.
I.2 Los objetivos específicos que se plantea
el trabajo son:
1. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
remunerado y sus implicaciones en la vida y
autonomía de las mujeres, en general, y sobre las
mujeres ocupadas en esta actividad, en particular.
2. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
no remunerado y la relación entre ambos (trabajo
doméstico remunerado y no remunerado) en
cuanto a categorías como autonomía, relaciones
de poder, etc.
3. Determinar la relevancia del trabajo doméstico
remunerado no sólo como alternativa de empleo
para mujeres sino en el marco más amplio
de contextos nacionales con una creciente
participación femenina en el mercado de trabajo;
una creciente feminización de los flujos migratorios;
y la prevalencia marcada de la subvaloración social
del trabajo doméstico.
4. Identificar las relaciones entre trabajo, Estado y
familia, mediante el análisis de las principales
políticas vigentes, tanto en materia económica
como social.
5. Identificar y priorizar recomendaciones en la
normativa y en la política pública para la superación
de los problemas detectados, en particular las
políticas relacionadas con los ámbitos priorizados
por el COMMCA: jornada laboral, ingresos,
seguridad social y organización.
6. Diseñar
estrategias
que
viabilicen
las
recomendaciones del estudio.
II. Marco conceptual
Se considera el trabajo doméstico remunerado
en el marco teórico constituido por los siguientes
componentes.
a. La división sexual del trabajo y sus
implicaciones en el ordenamiento social y
económico
Es un hecho indiscutible que, pese a los avances que se
han producido en la situación de las mujeres, persiste
la brecha entre el aporte que realizan a la sociedad y
el escaso reconocimiento de que son objeto. Uno de
los ejemplos de esto es que, aunque han pasado a
ocupar espacios cada vez más importantes en la toma
de decisiones y son un factor clave en el mercado de
trabajo, siguen sobrerrepresentadas entre los pobres
y en el trabajo reproductivo y subrepresentadas en
la política. Estos dos hechos son interdependientes y
muestran las dos caras de una misma moneda: por
una parte, el mandato cultural que impone el trabajo
doméstico y las tareas de cuidado a las mujeres en
exclusividad que restringe, por el otro, sus posibilidades
de tener una participación similar a la de los hombres
en los ámbitos del poder político y económico, donde
están subrepresentadas.
143
Esta situación va acompañada de la falta de
reconocimiento del valor del trabajo reproductivo,
realizado casi exclusivamente por las mujeres, que
es otro factor fundamental de la desigualdad entre
los sexos (CEPAL, 2007a). La división sexual del
trabajo es uno de los fundamentos de nuestras
sociedades y establece dos esferas separadas como
componentes del todo social: lo público (ámbito de lo
masculino, del poder y del trabajo remunerado) y lo
privado, donde se sitúa el trabajo doméstico nada o
escasamente remunerado, asignado a las mujeres. Tal
como afirma Flórez-Estrada, “la especialización de los
seres humanos en los productos culturales conocidos
como ‘hombre’ y ‘mujer’, ordenados jerarquizada
y espacialmente, constituye la primera forma de
violencia simbólica y de organización económica, la
primera división del trabajo, sí, pero ya no sólo de las
tareas de la producción y de la reproducción (…), sino
también el primer reparto de disposiciones, esquemas
de percepción, posibilidades y destinos: es el orden
simbólico, la cultura, produciendo la economía”
(2007: 10). Por esa división sexual del trabajo se ha
asignado a las mujeres el trabajo en el ámbito privado,
ligado al cuidado de las personas y la reproducción
de la especie humana, un trabajo que se realiza sin
remuneración alguna y que no es reconocido como
tal. Las valoraciones sociales desiguales del trabajo
de hombres y mujeres, en perjuicio de estas últimas,
son parte de esta organización genérica básica de
nuestras sociedades.
Diversos estudios realizados en la región identifican estas
percepciones o concepciones culturales como uno de
los factores explicativos del alto nivel de discriminación
que enfrentan las trabajadoras domésticas: salarios
promedio inferiores a los de otras ocupaciones
similares, leyes discriminatorias con relación a la
jornada laboral, ausencia de seguridad social y de otras
prestaciones laborales, por ejemplo. Como se observa,
la subvaloración del trabajo reproductivo tiene su raíz
en la situación de subordinación de las mujeres (y del
ámbito de lo femenino) en la sociedad que, a su vez,
retroalimenta la minusvaloración social del trabajo
doméstico remunerado o no.
b. La economía desde la perspectiva de género
Aunque generalmente en las políticas económicas no
se considera, la relación entre género y economía
es multidimensional. Se ha demostrado, por ejemplo,
cómo las políticas macroeconómicas conllevan sesgos
de género en sus efectos; es decir, su impacto es
desigual para hombres y para mujeres como resultado
del lugar específico que a unos y a otras se les asigna en
la sociedad. También las desigualdades en los niveles
micro y meso tienen implicaciones macroeconómicas.
Por otro lado, los estudios efectuados han puesto en
evidencia la importancia de relacionar en el análisis
los niveles macro, meso y micro, para descubrir las
complejas interacciones que se entrelazan entre ellos
y que afectan de forma diferente a hombres y mujeres
(Renzi, 2007).
En Panamá, al igual que en otros países de la región,
no se han realizado esfuerzos para cuantificar el aporte
del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres
al producto interno bruto. Tampoco se ha medido
el aporte de las mujeres a la creación de la riqueza
y al crecimiento de la economía nacional a través de
la reposición que su trabajo realiza de la fuerza de
trabajo, tanto masculina como femenina, así como su
contribución a través de la economía del cuidado (de
los enfermos, los niños, los ancianos, etc.).
Con relación al trabajo reproductivo, la economía
no reconoce que éste es el sustento de la economía
productiva (trabajo remunerado en el mercado), por el
papel que juega en el cuidado de las personas (activa
144
recursos para el funcionamiento de la economía de
mercado). Se le puede considerar, en realidad, parte
de los “costos” de las economías nacionales y elemento
necesario para valorar la eficiencia del funcionamiento
económico (Torres, 2008).
Esta revisión del funcionamiento de la sociedad
traduce la importancia del trabajo no remunerado
para el bienestar familiar y social y para el mismo
funcionamiento económico, e implica también “[...]
que el trabajo no remunerado tiene que integrarse
plenamente dentro del contexto macroeconómico y del
mercado de trabajo” (Torres, 2008). Algunos estudios
realizados en la región sobre la inserción de las mujeres
a la actividad remunerada confirman la importancia de
considerar ambas esferas de acción para comprender
las características y trayectorias de esta inserción laboral
(Martínez Franzoni, 2006).
c. La “economía del cuidado” y los sistemas de
bienestar
El cuidado es la actividad básica para la supervivencia,
no sólo física sino cultural, de las personas y de las
sociedades. Por ello se han organizado las actividades
de cuidado dentro de la familia y fuera de ella.
Estas labores han estado asociadas a las mujeres de
acuerdo con el supuesto cultural de que ellas “saben
naturalmente” realizarlas mejor y tienden a crear
redes. También las labores de cuidado se traducen
en cada sociedad en las políticas de cuidado infantil,
nutrición, salud y educación, entre otras, “cuyo éxito
ha dependido históricamente del esfuerzo activo de las
mujeres” (CEPAL, 2007b: 58). Se sabe que las mujeres,
además de trabajar en el ámbito privado, han jugado
el papel de intermediarias entre las políticas sociales
y los servicios y programas que las implementaban.
Nunca, sin embargo, se ha contemplado el tiempo
invertido en estas actividades por las mujeres como un
valor económico.
En lo que se ha denominado la economía del
cuidado, el trabajo doméstico no remunerado ya no se
considera una responsabilidad exclusiva de las familias
u hogares, que supone, en realidad, la responsabilidad
casi exclusiva de las mujeres. Hay que recordar que
la provisión de servicios de cuidado para las personas
proviene de tres fuentes: el mercado (servicios privados),
el Estado (servicios públicos) y las familias u hogares
(el trabajo no remunerado, principalmente realizado
por mujeres). Lo importante a resaltar aquí es la
interdependencia y complementariedad entre estas tres
fuentes: la contracción y/o cambios en las características
de la oferta de alguna de ellas implica, necesariamente,
que las otras deben responder a la demanda de cuidado
existente. Es precisamente, “la interacción e intersección
entre estas esferas [lo que] da lugar a [los diferentes]
“regímenes” de bienestar” (Torres, 2008).
El trabajo doméstico remunerado constituye una
estrategia de las familias para la atención a las demandas
de cuidado en la que se recurre al “mercado” (servicios
privados) como sustituto o complemento del trabajo
doméstico no remunerado que realizan sus miembros,
fundamentalmente las mujeres. El fenómeno de la
migración creciente de mujeres cuya ocupación principal
es la de trabajadora doméstica constituye un elemento
nuevo, generador de una especie de “globalización”
del trabajo del cuidado, que se incorpora a la situación
actual. En definitiva, desde esta perspectiva se entiende
el trabajo doméstico como el principal proveedor de los
servicios de cuidados para las personas y las familias, y su
condición, como se afirmaba antes, es interdependiente
de las políticas del Estado (servicios públicos) y del
mercado (servicios privados), pero sigue constituyendo
el pilar de los cuidados en nuestras sociedades.
145
III. Aspectos metodológicos
Por razones económicas y de tiempo el estudio realizado
es de carácter exploratorio. Se planteó una cobertura
nacional a partir de las fuentes estadísticas secundarias
que comprendía el período de 2001 a 2007 (dada la
disponibilidad de la información estadística), mientras
que la investigación de campo o primaria se realizó en
los distritos de Panamá y San Miguelito entre los meses
de junio a septiembre de 2008.
La investigación se efectuó utilizando el paradigma
cuantitativo y cualitativo. El análisis cuantitativo contó
con el concurso de una profesional de la estadística y
otra de economía que examinaron profundamente las
fuentes de datos estadísticos sobre trabajo doméstico
remunerado. El análisis cualitativo se realizó a
través de entrevistas a profundidad (a trabajadoras
domésticas remuneradas, a empleadoras, a expertas/
os en políticas públicas y en derecho, a directivos/as
de bolsas y agencias empleadoras, y a funcionarias/
os del MITRADEL), historias de vida, un grupo focal
y una encuesta a 400 empleadas domésticas que se
realizó en la ciudad de Panamá (300 encuestas) y en
San Miguelito (100).
Se realizaron entrevistas a profundidad a 33 empleadas
domésticas, 8 historias de vida y 20 entrevistas a
profundidad a empleadoras. Se hizo un grupo focal
con 20 empleadas domésticas y otro con 5 expertas
sobre políticas públicas. Además se efectuaron diversas
entrevistas a funcionarios del MITRADEL, agencias de
empleo y a abogadas.
Los indicadores en su gran mayoría se obtuvieron de las
bases de datos de las Encuestas de Hogares del 2001
y 2007 de la Contraloría General de la República. En
virtud de lo anterior se seleccionaron como trabajadores/
as domésticos remunerados aquellos que en la categoría
ocupacional corresponde a servicio doméstico y las/os
cuenta propia correspondientes a la rama ocupacional
hogares privados con servicios domésticos, que brindan
servicios domésticos en hogares privados.
Para la construcción de los indicadores de las mujeres
y hombres trabajadores domésticos remunerados, se
consideró la muestra que corresponde a 1022 y 1060, para
el 2001 y 2007 respectivamente. En la caracterización de
los hogares, esta muestra se reduce dado que en algunos
hogares de las trabajadoras domésticas trabajan 2 o más
en servicio doméstico quedando 780 y 977 para ambos
años. Se excluyeron las que declararon que dormían en
el empleo ya que en ese momento la información forma
parte del hogar contratante.
La encuesta de hogares es una muestra expandible para
el empleo, en nuestro estudio utilizamos la caracterización
de los hombres y mujeres que se desempeñan en labores
de servicio doméstico, los hogares de las domésticas,
los hogares contratantes y las trabajadoras del hogar.
Como la encuesta no tiene este objetivo, los indicadores
se construyeron a partir de la muestra sin expandir en la
mayoría de los casos. El reprocesamiento se realizó con
los programa Stata 9.0 y SPSS.
Delimitación del objeto de estudio:
La investigación se propuso el análisis contextualizado
del TDR (oferta, demanda y condiciones de trabajo),
considerando sus vinculaciones con:
• La situación y dinámicas de cambios económicos
y sociales de los países (tanto los de origen interno
como externo)
• El marco legal y las políticas públicas vigentes más
relevantes para el objeto de estudio
146
• La creciente participación en actividades económicas
de otras mujeres (que hacen o podrían hacer uso de
las/os trabajadores domésticos)
• El trabajo doméstico no remunerado
• Las condiciones de vida personal y familiar de las
trabajadoras domésticas y de las mujeres que las
contratan.
La investigación pretendía desembocar en un conjunto
de recomendaciones de política que pudieran ayudar
a superar los problemas detectados. También tenía un
interés prioritario en el análisis de los procesos y resultados
de la producción estadística que aporta datos relevantes
para el seguimiento de este tema, con el fin de formular
recomendaciones para su mejoramiento y para poder
construir un conjunto de indicadores necesarios para el
seguimiento adecuado a la situación en el tiempo.
En el proceso de diseño de la investigación se identificaron
cuatro aspectos generales que se consideró necesario
analizar para una valoración adecuada del objeto de
estudio. Cada uno de ellos supone la consideración
de varios elementos: Aspecto relevado # 1: Oferta del
trabajo doméstico remunerado y su dinámica reciente;
Aspecto relevado # 2: Demanda del trabajo doméstico
remunerado y su dinámica reciente; Aspecto relevado #
3: El tratamiento legal y político del empleo doméstico
remunerado; y Aspecto relevado # 4: Otras Políticas
públicas, sociales y económicas relacionadas.
IV. Resultados del estudio
La entrada al siglo XXI representó para Panamá un
notable crecimiento económico. En medio de una
coyuntura económica internacional de expansión de
capital y del comercio, diversos factores han incidido en
el desarrollo de la economía panameña de los últimos
años, entre los principales está la reversión del Canal de
Panamá, que ha generado condiciones propicias para
atraer inversiones extranjeras, expandir la producción
y el sector de los servicios; el ensanche del Canal; el
auge de la industria de la construcción; y el desarrollo
de la industria turística, entre otros. Esta expansión
económica ha permitido a los gobiernos aumentar los
recursos destinados a atender las necesidades sociales, e
igualmente a lograr avances significativos en el mercado
de trabajo (crecimiento de la oferta de empleo y de la
cantidad de personas empleadas).
La economía de Panamá en el período 2001-2007
ha mantenido un alto nivel de crecimiento: el Producto
Interno Bruto ha pasado de 0,6% en el 2001 a 11.5%
en el 2007, cabe indicar que ha sido la de mayor
crecimiento entre todos los países de América Latina y
el Caribe. Las previsiones siguen siendo optimistas: “Se
espera que en el 2008 el incremento de la actividad
económica panameña continúe y que la expansión del
PIB vuelva a sobrepasar el promedio regional” (CEPAL,
2007). A pesar de la crisis financiera y la recesión
internacional, los efectos en Panamá, según el Ministerio
de Economía y Finanzas, serán mínimos (se pronosticaba
un crecimiento del PIB para el 2008 de un 9%). No
obstante, desde otras perspectivas se concluye que la
crisis global afectará a algunos sectores fundamentales
de la economía, a saber: el Canal de Panamá, la
Zona Libre de Colón y el sector de la construcción, las
exportaciones y el sector turismo, aunque sus efectos se
percibirán para el 2009 (Jované, 2008).
La expansión de la actividad económica tiene efectos
positivos en el mercado de trabajo, en particular el que se
refiere a la tendencia a la baja de la tasa de desempleo,
que ha disminuido sostenidamente: por quinto año
consecutivo se redujo la tasa de desocupación en
2007 al 6.4% de la población económicamente
activa (PEA), esto significó una reducción de más de
147
7 puntos porcentuales en la tasa de desocupación (de
14% a 6.4%), aunque sigue siendo más alto para las
mujeres (8.6%) que para los hombres (5.0%). La tasa
de desempleo abierto desciende persistentemente (de
11,2% en 2001 a 4,7% en 2007). Para la mujeres
disminuye del 14,6% a 6.3%, manteniéndose 2.6%
por encima de la tasa de desempleo de los hombres
en el mismo periodo (Contraloría General de la
República, Encuesta de Hogares, 2001 y 2007). Como
se observa, todavía persisten fuertes desigualdades
entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo.
En cuanto a los ingresos, los salarios medianos para
las mujeres revelan un aumento relativo de 8.28%
mensual, superior al incremento en el salario mediano
de los hombres que fue de 6.92%, en la población
total de 15 años y más del 2007/2001.
Pese al crecimiento económico, perduran importantes
desafíos estructurales derivados del hecho, por ejemplo,
de que el 16,5% de los ocupados se ve afectado por
el subempleo por jornada laboral restringida o por
ingresos insuficientes, o bien que el 44.1% de los
empleos son de carácter informal (lo que afecta más
a las mujeres, un 3.1% por encima de los hombres
para 2007). La actividad económica que concentra
mayoritariamente las ocupaciones de carácter informal
es el sector servicios, seguido del comercio y la industria
manufacturera.
El trabajo doméstico remunerado es considerado una
categoría de ocupación en las Encuestas de Hogares
realizadas por la Contraloría General de la República de
Panamá a partir de 1991. Es definido como empleado de
servicio doméstico la persona que trabaja o ha trabajado
para un solo hogar diferente al propio, realizando
actividades propias del mismo y que recibe por su labor
un salario en dinero y/o en especie (Contraloría General
del la República, Encuesta de Hogares, 2007, 7). Para el
período 2001–2007, la definición se amplió tomando
en consideración otros aspectos:
• Empleada de servicio doméstico: persona
que trabaja en forma fija en varias casas
(planchando, limpiando, cocinando etc.)
• Por cuenta propia: persona que ofrece sus
servicios de casa en casa sin una periodicidad
(planchando, limpiando, cocinando, etc.).
Sin embargo, y de acuerdo con la perspectiva de
la economía tradicional, el trabajo doméstico no
remunerado no es considerado objeto de estudio
y, en consecuencia, no aparece registrado en las
cuentas nacionales, ni es considerado en las políticas
públicas. Al dejar por fuera de las estadísticas y de los
estudios económicos el trabajo doméstico se pierde la
magnitud y la visión real de la economía del país, se
deja de considerar esta parte “sumergida” de la realidad
económica sin la cual no podría funcionar el país.
En las estadísticas nacionales, las amas de casa,
que constituyen el grupo más numeroso (56.64%,
censo del 2000) entre la población femenina “no
económicamente activa”, aparecen como población
inactiva, desvirtuando su aporte económico. Por otro
lado, el trabajo doméstico remunerado, aunque es
reconocido como trabajo, no goza de igual estatus que
los otros trabajos, de forma tal que ni en las estadísticas
está suficientemente reflejado (lo que hace muy difícil
su estudio), ni es considerado adecuadamente en las
políticas públicas. (CGR. Volumen II, 324).
El trabajo doméstico remunerado involucra a una
considerable parte de la población, ya sea como
trabajadoras/es, como familia de estas/os trabajadoras/
es, o como familia que se beneficia de este trabajo. Para
el año 2007, la Encuesta de Hogares registró 62,747
TDR mujeres y 7,869 hombres, es decir, un total de
70,616. Este número de TDR debe acercarse bastante al
número de familias que utilizan el TDR, y, por supuesto,
al de familias que tienen algún miembro en este trabajo,
y, por lo tanto, algún nivel de dependencia de él.
148
A continuación se reseñan los principales hallazgos
de la investigación, agrupados según los principales
aspectos relevados:
12.42%. Las trabajadoras domésticas jefas de hogar
mayores de 30 años aumentaron en este período del
88.78% al 92.4%.
Con relación al trabajo doméstico remunerado
y al perfil de las trabajadoras domésticas
remuneradas
El porcentaje de familias monoparentales de hogares
de TDR aumentó en el período del 2001 al 2007 en
un 5.44%. Para el 2007, el mayor porcentaje de estos
hogares tenían familias extendidas (48.52%), seguidos
de familias nucleares (47.84%), y se encuentran con
un menor porcentaje las familias compuestas (3.64%).
Las familias biparentales, para el mismo año, muestran
un descenso y se componen por el 64.31% de familias
nucleares, el 33.46% de familias compuestas y el
2.23% de familias extendidas. Los datos presentan una
tendencia al crecimiento de las familias monoparentales
y de las familias extendidas en los hogares de las y los
trabajadores domésticos remunerados. Los hogares
jefaturados por la mujer muestra una expansión de
36.39% a 42.78% en el período de referencia.
Los datos de la Encuesta de Hogares 2007 indican que
el 12.45% de las mujeres ocupadas son TDR, y de los
hombres empleados sólo el 0.92% es TDR. Con respecto
al 2001, hubo una disminución de 2.97% de mujeres,
manteniéndose aproximadamente el mismo porcentaje
en los hombres (Tabla 1). Con respecto a la edad, se
muestra una tendencia a la reducción de la participación
de las mujeres jóvenes en este tipo de trabajo. Se constata
que el trabajo doméstico remunerado es efectuado casi
en su totalidad por mujeres.
En la mayor cantidad de los hogares estudiados de las
TDR, el jefe o jefa es la persona que mayor ingreso tiene
en el hogar y, en segundo lugar, son los hijos/as, esto se
evidencia tanto en los hogares jefaturados por hombres
como por mujeres. De las mujeres que se dedican al
trabajo doméstico remunerado, el 38% son cónyuges
del jefe de hogar, para ambos años analizados (2001
y 2007). El porcentaje de hombres que se dedican al
trabajo doméstico remunerado y que son jefes de hogar
duplica al porcentaje de mujeres que son jefas de
hogar y que también son TDR. El porcentaje de hogares
jefaturados por mujeres disminuyó en el período en
Los hogares de las TDR con uno y dos miembros con
ingresos laborales disminuyeron del 2001 al 2007,
y se incrementaron los hogares con 3 miembros con
ingresos laborales en un 5%. La distribución de los
hogares según el número de miembros menores de
edad se ha mantenido en el período analizado. Para
el 2007, el 89.26% de los hogares de las TDR tenían
miembros en edades de 19 a 44 años, un 60.92% de
0 a 12 años y 46.99% de 13 a 18 años. La transición
demográfica que atraviesa el país está influyendo en
los datos anteriores.
149
Aunque el Código del Trabajo y la Ley del Seguro Social
reconocen el derecho de las TDR a la seguridad social,
el porcentaje que tiene seguro social ha disminuído tanto
en los hombres como en las mujeres. En las mujeres el
porcentaje con seguro social se redujo a la mitad del
2001 al 2007 (de 28.84% a 14.05%), lo que ha influido
en el aumento de la brecha entre las mujeres ocupadas
que tiene seguro social y las TDR que tienen seguro
social. El no tener un seguro social tiene doble efecto
negativo: limita el acceso a la atención de servicios de
salud para ella y su familia, y la posibilidad de tener una
pensión de vejez para gozar de una jubilación.
Los porcentajes de TDR que no tienen contrato son
superiores al 35.00%, tanto para hombres como para
mujeres. Existe un alto porcentaje de TDR sin contrato
en el 2007, que asciende a un 75.75%. Las brechas
entre el porcentaje de mujeres ocupadas por tipo de
contratación se han profundizado en el período, en el
caso de los/as que no tienen ningún tipo de contrato
las brechas han variado de -39.92% a -58.06%.
En la encuesta realizada, el porcentaje mayor (36.5%)
laboraba tiempo completo y no dormía en el trabajo,
seguido de las que laboraban tiempo completo y
dormían en el trabajo (32.25%); y el 31.25% laboraban
tiempo parcial para uno o más hogares.
En lo que concierne a la edad de las TDR, el 51.75% era
menor de 35 años y el 48.25% tenía 35 o más. La menor
edad registrada fue de 18 y la mayor de 67. En el grupo
focal y en las entrevistas a profundidad participaron
jóvenes menores de 18 años, se sabe que en las
provincias del interior del país existe mayor porcentaje
de trabajo doméstico infantil que en la ciudad.
La muestra se dividió en tres estratos atendiendo a la
modalidad de la jornada de trabajo: en el estrato de las
TDR de tiempo completo con dormida obtuvieron mayor
porcentaje (34.30%) las menores de 35 años, en las de
tiempo completo sin dormida el porcentaje más alto
(39.40) lo alcanzaron las de 35 años y más.
El nivel educativo de las TDR para el año 2007
ascendió en promedio a 7.6 años para las mujeres
y 6.9 años para los hombres. La relación entre el
porcentaje de mujeres con estudios de más que
secundaria del año 2007/2001 en el grupo de 15 a
34 años es de 2.48%, y en el grupo de 35 años o más
fue de 3.56%, esto indica un mejoramiento en el nivel
educativo de la población femenina. El porcentaje de
mujeres y hombres que son estudiantes activos para
el 2007 asciende a 5.74% y 7.35% respectivamente.
Esto refleja la tendencia nacional de aumento del
promedio de años aprobados como consecuencia de
la ampliación de la cobertura educativa.
Las TDR de la muestra superan ligeramente el promedio
de años aprobados a nivel nacional que es de 7.5. En
este grupo estudiado una gran mayoría ha cursado
estudios secundarios (completos o incompletos) con
una representación del 81.00%, seguida del 10.00%
que realizó solamente estudios primarios. Hay que
tener en cuenta que esta muestra corresponde al área
urbana metropolitana donde existen mayores ofertas
educativas, escuelas especiales nocturnas (estudios por
módulos y/o algunos días de la semana), y una escuela
para empleadas domésticas (María Auxiliadora).
La procedencia de las mujeres que se ocupan del
trabajo doméstico remunerado es mayoritariamente
el área urbana para el año 2007. Esto se vincula con
la participación en la tasa de actividad económica
femenina en esta área, que es el 50.40%, mucho
mayor que la del área rural que es de 39.10%. La
muestra estudiada confirma los datos anteriores, el
67.30% de todas las TDR nacieron en una ciudad, lo
cual parece desmitificar la extendida creencia de que
150
las TDR provienen principalmente del área rural. El
8.00% pertenece a una etnia indígena y sólo el 3.00%
nació en otro país (Colombia, Perú y Nicaragua).
Con relación a las características de los hogares
de las TDR
En la muestra estudiada la mayoría de las TDR tienen
relación de pareja (casadas 26.00% y unidas 25.00%),
una quinta parte son separadas, divorciadas y viudas
(probablemente con hijos/as), y más de una cuarta
parte son solteras (quizá con menos carga de hijos/as
y de familia). Pareciera que el estado civil no determina
la inserción al TDR, sino que es más determinante la
condición mayoritaria de madre de familia (66.50%
tiene hijos/as), ser jefa del hogar (30.80%), tener ingresos
familiares insuficientes para cubrir las necesidades de la
familia o la condición de pobreza.
Más de la mitad de las familias de las TDR tienen entre
3 y 4 miembros (63.00%), y un porcentaje similar de
familias tienen entre 1 y 2 personas (13.50%) y 5 y más
(13.10%). El promedio de miembros de las familias de
las TDR es de 3.33 personas. La tercera parte (33.50%)
de las estudiadas no tiene hijos/as. Entre las que tienen
hijos/as que viven con ella, el 59.60% tiene uno o
dos hijos/as, el 9.40% tiene 3 ó 4, y el 0.50% convive
con 5 hijos/as. Más de la mitad de los/as hijos/as
tienen de 1 a 15 años, lo cual implica que un alto
porcentaje de los/as hijos/as dependen económica y
emocionalmente de manera casi total de su madre.
Casi la mitad (44.70%) de los miembros del hogar de
las TDR dependen económicamente de ella, una quinta
parte (20.20%) depende parcialmente de ellas y sólo
el 34.60% no tiene ningún tipo de dependencia de la
TDR. La dependencia total es ligeramente superior en
las familias de las TDR que trabajan a tiempo completo
con dormida. Estos datos, junto a los salarios, nos
llevan a pensar que por lo menos en el 44.70% de los
hogares de las TDR existe pobreza extrema.
El tiempo mínimo que dedican las TDR que trabajan
tiempo completo y no duermen en el trabajo a los
quehaceres domésticos de su propio hogar es de 1 hora
(4.10%), y el máximo es 6 horas (4.80%) diarias. Casi
todas desarrollan una segunda jornada laboral en su
hogar atendiendo a los hijos e hijas, al cónyuge, y a los
adultos mayores. En los días libres emplean casi todo el
tiempo en el trabajo doméstico del hogar (78.50%), al
cuidado y atención de sus hijos/as y la pareja.
El 3.00% de las TDR de la muestra eran extranjeras, entre
éstas la mitad tenía nacionalidad colombiana, otras eran
peruanas y nicaragüenses. Existen evidencias de que en
los últimos años ha aumentado considerablemente el
número de mujeres que ingresan al país como turistas
con el objetivo de insertarse en el trabajo doméstico, lo
que significa una competencia para la mano de obra de
obra nacional. Esta circunstancia ha influido en el hecho
de que la recientemente aprobada ley de migración
haga más difícil su inserción en el mercado laboral.
Con relación a la calidad del trabajo
Los salarios devengados para la mayoría de las TDR
tiempo completo están entre 101 y 150 dólares
mensuales, sólo una pequeña parte (0.8%) recibe más
de 200 dólares (Ver Tabla 2).
En Panamá la media de ingreso mensual de la población
ocupada es de 270.9 dólares y la mediana de ingreso
mensual del hogar es de 380.3 dólares mensuales. Es
evidente la desventaja de las TDR y la brecha salarial con
respecto a la media nacional. Si tenemos en cuenta que
el costo de la canasta básica de alimentos es de 266.37
dólares mensuales, casi ninguna TDR podría cubrir con
su salario el costo de la misma. Estos datos empeoran
151
si se tiene en cuenta que la inflación del último año se
ha calculado en un 11.10% y en un 16.6% para los
productos de la canasta básica de alimentos. Este
impacto negativo de los precios de la comida es todavía
mayor entre los hogares más pobres y con menores
ingresos, ya que ellos destinan al menos el 60% de sus
ingresos al gasto en comida.
El salario medio para el 2007 que perciben los y las TDR
por categoría de actividad económica es menor al de
todas las otras categorías. Además las mujeres ganan en
promedio el 70% del salario que perciben los hombres,
lo que refleja la discriminación de género. Se observa
también que el salario de los hombres está por encima
del salario mínimo, al contrario de lo que ocurre con la
mayoría de las mujeres.
Al analizar el promedio de salario por hora de los/
las TDR se contrastó la hipótesis de que el promedio
de salario por hora del año 2007 es mayor que el
promedio de salario por hora del año 2001 con un nivel
de significancia del 5%, y se encontraron evidencias
estadísticas que apoyan la hipótesis planteada, tanto
para las mujeres como para los hombres.
La remuneración promedio por horas para la mayoría
de las TDR estudiadas es de un dólar con veintiocho
centavos (1.28). Este salario es superior solamente
al de los trabajadores y trabajadoras agrícolas, con
relación a los cuales, según la Encuesta Continua de
Hogares, existía una brecha de 0.32 para las mujeres
y de 0.01 para los hombres en el 2001. En el 2007
la relación se modificó: los salarios de las mujeres
agricultoras superaron al de las empleadas domésticas
que muestran una diferencia negativa de -0.44 y para
los hombres de -0.08. Se observa que, incluso entre
rubros tan mal remunerados, los hombres superan a las
mujeres en los salarios. Comparándolo con todas las
demás ocupaciones, el salario del TDR es mucho menor.
En la muestra estudiada un alto porcentaje trabaja de
10 a 12 horas diarias. El 51.30% de las TDR tiempo
completo con dormida trabajan de 49 a 84 horas
semanales seguidas del 31.80% que trabaja de 42 a
48 horas y el 17.10% que trabaja de 36 a 40 horas.
Entre las de tiempo completo sin dormida, el porcentaje
mayor (41.10%) trabaja de 42 a 48 horas. Las de tiempo
parcial en uno o varios hogares por lo general (93.60%)
laboran de 36 a 40 horas semanales (Ver Gráfica 1 en
la siguiente página).
Para el pago de las horas extras no existe una
cuantificación que sea similar en los tipos de hogares
de la muestra. A la mayoría (69.2%) de las que
152
duermen en los hogares no les pagan las horas extras,
a un 33.3% se las pagan dobles y al resto se las pagan
sencillas. A las de tiempo completo que no duermen
en el trabajo en la mayoría de los casos (53.3%) se
las pagan doble, a un 28% se las pagan sencillas y al
30.8% no se las pagan. La razón pudiera estar en que
por lo general las mujeres que duermen en los hogares
no tienen una hora fija para terminar la jornada, es muy
frecuente que se trabaje hasta altas horas de la noche
o que la jornada termine después de la cena o cuando
se acuesten los niños/as en el caso en que además se
cuide niños/as, adultos/as mayores o enfermos/as.
La quinta parte de las TDR ha recibido abusos en el trabajo:
no le han pagado o dado descansadas las vacaciones;
le han pagado un sueldo menor que el acordado;
no le han pagado lo que debían en su liquidación; le
han retenido el sueldo por haber renunciado; la han
despedido sin pagarle su liquidación a tiempo; la han
obligado o presionado a tener relaciones sexuales. El
80.00% dice no haber recibido abusos en el trabajo,
sin embargo, dado que las entrevistas fueron en el
hogar contratante, es posible que existan sesgos en la
información. En muy pocos casos se realiza la denuncia
de abuso a las autoridades competentes. Evalúan el
proceso muy complicado (62.50%), muy difícil por
los documentos solicitados (62.50%), muy costoso en
dinero (12.50%) y tiempo (25.00%), y desagradable
por el trato recibido (12.50%). El 50.00% consideró las
respuestas y decisiones de las autoridades frente a las
denuncias de injustas.
Casi la mitad de las empleadoras entrevistadas tenían
un desconocimiento muy profundo sobre los aspectos
del Código del Trabajo que regulan el trabajo doméstico
remunerado, a excepción de las empleadoras abogadas.
Se percibió también intranquilidad frente a la idea de ser
llevadas al Ministerio de Trabajo por alguna denuncia en
relación con la falta de pago de sus prestaciones laborales.
Las TDR tienen un desconocimiento casi total de las leyes
que regulan el trabajo doméstico, lo que les impide la
comprensión y defensa de sus derechos. Sin embargo,
se observa avidez por conocer y estar informadas al
respecto, indicativo de ello fueron sus deseos manifiestos
de contar con una organización que salvaguarde sus
153
intereses, por ejemplo, dijo una de ellas: “pienso que
sería muy bueno si logran hacerla”.
No existe en la actualidad ninguna iniciativa para una
organización de TDR. Hubo un intento en los años 90 e
inicios de 2000, cuando las religiosas de la congregación
de María Auxiliadora combinaron la asesoría jurídica con
la formación para el empleo de muchachas empleadas
en el servicio doméstico (modistería, belleza, cursos de
mecanografía y computadora, y otros). Sin embargo,
no hubo resonancia suficiente entre las TDR para lograr
pensar en serio la posibilidad de crear una asociación.
La dificultad de sus horarios y el poco tiempo disponible
hicieron languidecer la iniciativa.
Casi la mitad de las encuestadas (44.00%) prefirió no
hablar sobre problemas en el trabajo, el hecho de haber
realizado la encuesta en el hogar donde trabaja pudo
haber interferido en la sinceridad de las respuestas. El
19.00% aceptó haber tenido problemas con la patrona,
el 14.00% con otros hombres de la familia, el 12.00%
con el patrón y el resto con otras mujeres de la familia.
La reacción ante los problemas ha sido poner las quejas
(30.80%), quedarse callada (19.20%) o reclamarle a la
misma persona (5.80%). El 44.20% no respondió.
Los problemas pueden ser desde gritos u ofensas (13.80%),
golpes (12.30%), amenazas (11.80%), presiones para
forzarlas a tener sexo (1.00%), comer cosas diferentes
(0.30%), no tener habitaciones propias adecuadas (dormir
en el suelo), no recibir ni hacer llamadas telefónicas
(0.30%); hasta no recibir visitas (0.30%). No obstante la
gran mayoría (88.80%) siente que la tratan bien.
En las entrevistas a profundidad, en las historias de vida
y en el grupo focal se evidenciaron casos de maltrato
y discriminación por etnia y procedencia rural (“por
ser morena”, “por ser india” o “chola”). Se habló de
situaciones como: dormir en lugares inadecuados (en el
piso o con otras personas); comer parada en la cocina
y comer diferente al resto de la familia; referirse a ellas
como “la chola esa”, “la bruta esa”, “tiene los palos
encima”, “tiene la cabeza para sombrero”.
Con relación a las características de los hogares
contratantes
Los factores que más inciden para que una familia
contrate trabajadoras domésticas son: que la mujer jefa
de familia o cónyuge del jefe de familia trabaje fuera
del hogar, tener un salario familiar medio o alto, y / o
tener hijo/as pequeño/as o adultos/as dependientes.
En estos hogares, la jornada laboral de la TDR está
entre 8 y 12 horas (75%) y entre 13 y 16 hors (25%).
El salario que se le paga a la empleada está entre 100
y 200 dólares (65%). El 60% no le da permiso para
estudiar aunque se reconoce la importancia de los
estudios, pero prefieren tomar a sus servicio personas
que no tengan estas obligaciones.
Para muchas empleadoras el pago del seguro les resulta
engorroso por los trámites iniciales, por el pago de las
cuotas mensuales y porque cuando se retiran deben
hacer gestiones para darles de baja. En este aspecto se
notó poca sensibilidad de las empleadoras.
Valoración social del TDR
Existe ambivalencia en la valoración social de la TDR.
La mayoría de las mujeres contratantes considera que el
servicio doméstico es necesario porque le permite trabajar
fuera de la casa y atender el hogar y la familia (75.00%),
aunque algunas lo consideran un “mal necesario”. Las
cualidades que buscan las empleadoras en la TDR son:
responsabilidad, puntualidad, obediencia, discreción,
fidelidad, actitud de servicio, honradez, que sea limpia,
que sea joven, que sea del interior, y, en algunos casos,
se aprecia el racismo que subyace en la preferencia
porque sea “blanca”.
154
Las ventajas de tener TDR son: tranquilidad para trabajar
fuera de la casa, hacer menos quehaceres domésticos
y atender a la familia. Entre las desventajas está la falta
de privacidad, el aumento de los gastos de la casa, el
entrenamiento que hay que darle y la falta de honradez.
El marco legal vigente y el acceso de las/os
trabajadores domésticos remunerados a
la justicia
El actual Código del Trabajo (1972) reformó las
disposiciones existentes desde 1948 sobre el trabajo
doméstico remunerado. El reconocimiento del TDR como
trabajo existe desde la década de los años 40, pero ya
desde entonces prevalecía la idea de que era un trabajo
poco importante, que cualquier persona sin educación
ni conocimientos podía realizar, y que, en definitiva, era
menos importante que los otros trabajos cualificados,
además de que era un trabajo “de mujeres”. Las
reformas del 72 básicamente añadieron a lo existente
una Tabla que especificaba las indemnizaciones que les
corresponderían a las/los TDR en caso de ruptura de la
relación laboral.
Las principales discriminaciones existentes para el TDR
se refieren al contrato (que puede ser escrito u oral), a la
jornada de trabajo (que no se limita a las 8 horas sino
que hace posible que pueda ser de hasta 15 horas), la
discrecionalidad para despedir a la TDR por parte del/
la patrono/a, y al salario mínimo, que es inferior a los
demás (Ver Tabla 3); y la no obligatoriedad de registrar
el contrato de trabajo en el MITRADEL.
Por lo demás, las TDR gozan de todos los derechos
conferidos por la ley a los otros trabajadores y
trabajadoras: fuero de maternidad, derecho a la
seguridad social, vacaciones, días de descanso, etc. Sin
embargo, según expertas en el tema, en Panamá, al igual
que en muchos países de la región, el contrato de servicio
doméstico presenta lagunas legales; las normativas
existentes presentan deficiencias que muchas veces
deben ser resueltas a través de la interpretación judicial
en instancias judiciales o ante la junta de conciliación.
Entre estas lagunas se encuentran: si se aplica a los/las
trabajadores domésticos las disposiciones legales de
carácter general que regulan las relaciones laborales,
que cuestiona en ocasiones los derechos reconocidos,
como por ejemplo, si existe fuero maternal en el trabajo
doméstico, cuáles son los límites de la jornada laboral,
límites de la subordinación jurídica hacia el empleador,
el pago de las horas extras en el servicio doméstico, etc.
Por otra parte, hay que considerar que el marco legal
vigente no ha supuesto grandes cambios porque el
avance y tutela de los derechos está mediado por las
prácticas culturales arraigadas en las que se asocian
las labores domésticas a tareas rutinarias, de poca
especialización, supeditadas a órdenes expresas. De
igual forma, el desconocimiento de los derechos que
tienen las trabajadoras/es, y de los deberes que tienen
los empleadores/as y las características del contrato
de trabajo (jornada de trabajo, discrecionalidad)
son factores poco alentadores para el avance de la
normativa.
155
Algunas medidas recientes inciden en la situación legal
del trabajo doméstico: la prohibición total del trabajo
doméstico infantil bajo la consideración de que se trata
de un trabajo peligroso (Decreto 19 de 12 de junio
de 2006), en concordancia con el Convenio Nº 182
de la OIT del que Panamá es signataria. Incide sobre
esta visión del trabajo infantil el hecho de que Panamá
también es signataria del Convenio 138 de la OIT (sobre
edad mínima de admisión al trabajo) y el Código de la
Niñez y Adolescencia (que también prohíbe el trabajo a
menores de 14 años).
El acceso de las TDR a la justicia se ve obstaculizado
por varios factores, aunque el punto crítico se encuentra
en el primer paso, la denuncia: el hecho de vivir en
el lugar de trabajo es una gran limitante y aumenta
el temor y las dificultades que tienen para denunciar;
la denuncia no puede ser anónima, y muchas TDR
tienen miedo de hacerla; y, por otro lado, el MITRADEL
no puede actuar de oficio y necesita el permiso de la
familia contratante o de la corregiduría para entrar al
domicilio. Las reclamaciones se refieren al irrespeto
de derechos salariales, no pago de vacaciones,
sobreexplotación y maltrato.
Las políticas públicas sobre trabajo
doméstico remunerado
El análisis de las políticas públicas sobre el trabajo
doméstico remunerado permite entender mejor las
dificultades que existen para la superación de los
problemas que se dan en la aplicación de la ley y también
en la transformación de las leyes. Concuerdan las
expertas consultadas en que en la sociedad panameña
falta conciencia sobre los derechos de las trabajadoras
domésticas, debido a que al trabajo doméstico no se
le considera trabajo (“Todavía no hemos cruzado esa
frontera de considerarla una trabajadora”). Por eso se
produce maltrato y discriminación contra quienes lo
realizan. La discriminación es peor si se trata de mujeres
indígenas, las relaciones de trabajo son entonces de
sobreexplotación porque se suman la discriminación
de género, de etnia y de raza.
En opinión de las expertas consultadas, las políticas
públicas en los años 70 fueron las que por primera vez
consideraron el TDR y lo reglamentaron, aunque de
forma discriminatoria en relación con otros trabajos.
Para el Estado no existe el Trabajo Doméstico como
una actividad digna de ser considerado en las políticas
públicas. Cuando en los años 70 se promovieron
acciones de política que beneficiaban a las mujeres,
responsables únicas hasta entonces del trabajo
reproductivo, tales como la obligatoriedad de que las
instituciones y organismos gubernamentales tuvieran
Centros de Orientación Infantil (COIFs) para atender
a los hijos/as de sus empleados/as y las escuelas
nocturnas para amas de casa y adultos/as, el impulso de
estas acciones era la lucha contra la pobreza y el intento
de incorporar a las mujeres al desarrollo (entendido
como acceso de las mujeres al trabajo remunerado).
Sin embargo, no se puede considerar que esto implicase
la existencia de una política pública que tuviera como
objetivo el reconocimiento del trabajo doméstico, del
trabajo reproductivo, como una actividad fundamental
para la sociedad. Estas acciones se detuvieron después,
de modo que hoy apenas subsisten los COIFs en
algunos lugares o instituciones aislados.
Ha habido algunos cambios, sin embargo, a lo largo de
los últimos años con relación al TDR, como prueba por
ejemplo la existencia, aunque mínima, de estadísticas
sobre TDR, que en los años 80 no existían. Pero las
anacrónicas leyes sobre TDR no se han modificado.
Las políticas neoliberales, que redujeron el Estado, en
Panamá han influenciado el nivel y condiciones de la
oferta y la demanda de trabajo doméstico remunerado.
156
Una de las razones es porque las mujeres que quedaron
sin empleo al ser expulsadas del trabajo en instituciones
estatales pasaron a engrosar el trabajo doméstico
remunerado y el trabajo informal. La apertura comercial
que ha acompañado a estas políticas ha promovido
movimientos migratorios en los que las mujeres tienen
un importante protagonismo: mujeres que emigran por
falta de trabajo o por los bajos salarios en los países
de origen que quedan finalmente incluidas en el mismo
trabajo doméstico remunerado en los países receptores.
También ha incentivado la aparición de nuevas fuentes
de trabajo en sectores no tradicionales como por
ejemplo el turismo y la agricultura de exportación,
pero estos trabajos generalmente siguen siendo
prolongaciones de su trabajo doméstico, y se mantiene
en ellos la sobreexplotación y la discriminación, sigue
la desvalorización de este trabajo en el mercado, que
acompaña a las mujeres. Una consecuencia indeseada
del crecimiento económico producto de estas políticas
es la inflación, que reduce, de hecho, los salarios de
estas mujeres, ya de por sí bajos.
Para el diseño de políticas públicas habrá que tener
en cuenta que se han producido transformaciones
importantes en el perfil de las mujeres que trabajan
en el servicio doméstico: las indígenas que mantienen
su identidad (mantienen sus vestimentas en la ciudad,
recrean sus comunidades en las ciudades), en cambio
las campesinas se desarraigan, o el hecho de que
muchas de las muchachas que trabajan tienen una
mejor educación que en décadas anteriores. Por otro
lado también hay que considerar que el mismo trabajo
se ha modificado, en las ciudades sobre todo, con la
generalización del uso de servicios comerciales que
antes no existían (restaurantes, lavamáticos, etc.) o de
trabajos efectuados por hombres (como el cuidado de
enfermos/as, jardinería, lavado de ventanas, etc.), de
tal forma que la empleada doméstica se ha convertido
en muchos casos en una especie de intermediaria
entre el TD y comercio. Otra dimensión a considerar
es el cambio o permanencia de patrones culturales y
de género, por ejemplo, parece que las mujeres han
cambiado a un ritmo más acelerado que los varones,
o las relaciones entre patronos/as y empleados/as.
V. Recomendaciones de políticas
públicas
El trabajo doméstico remunerado debería ser
considerado en las políticas públicas desde varias
perspectivas. Una de ellas es la del mismo trabajo
doméstico, remunerado y no remunerado, que es un
trabajo sobre el que se fundamenta y se construye el
crecimiento económico, y que, sin embargo, no es
reconocido, ni valorado y permanece invisibilizado
en las cuentas y en las estadísticas nacionales. La otra
perspectiva es que se trata de un elemento esencial en
la construcción, mantenimiento y reproducción de las
familias y de la sociedad, lo que hace más necesario
su reconocimiento, su revalorización, el cambio del
imaginario social sobre él. Por todo ello, debe ser
considerado en las políticas estatales.
Es fundamental que el trabajo doméstico remunerado
se iguale en derechos a los otros trabajos, y para
equiparar las condiciones de las/os TDR a las del resto
de trabajadores/as.
Por otra parte, el reconocimiento del valor social del
TDR implica que el Estado implemente políticas que
atiendan las necesidades de las personas y de las
familias, tanto de las de los TDR como de las familias
que contratan este trabajo.
Esto significa, en síntesis, políticas para: visibilizar el TD
y el TDR, modificar la concepción que se tiene sobre él
y valorizarlo, eliminar las discriminaciones que existen
para el TDR, crear políticas sociales para ofrecer los
servicios necesarios a las familias que beneficien a la
157
población en general, y, de manera particular, a las
familias más necesitadas de estos servicios.
• Invisibilidad del aporte económico del TDR y del
TDNR a las cuentas nacionales.
Pero no se pueden olvidar las políticas públicas de
la necesidad de eliminar las inequidades de género,
y para ello es necesario que incidan sobre la actual
situación del trabajo doméstico. La división sexual del
trabajo hace recaer sobre las mujeres casi de manera
exclusiva el trabajo doméstico, ya sea el remunerado
(en condiciones de discriminación, como se evidencia
en esta investigación), o el no remunerado, y condiciona
en gran medida la desigualdad entre los géneros en
nuestra sociedad. Por ello son necesarias políticas
públicas que lo valoricen y que ofrezcan la posibilidad
de los servicios que la población requiere.
• Desvalorización social del trabajo doméstico no
remunerado y del trabajo doméstico remunerado.
A continuación se enuncian los principales problemas
relacionados con el trabajo doméstico remunerado,
los recursos de que dispone el Estado y la sociedad
panameña en la actualidad para enfrentarlos (leyes
y políticas existentes), o aquellas que se podrían
desarrollar, y las acciones de políticas públicas que
se podrían ejecutar y que constituyen los principales
desafíos a superar.
• Discriminación laboral del trabajo doméstico
remunerado con respecto al resto de los trabajos:
largas jornadas, salarios inferiores al resto de los
y las trabajadoras, etc.
• Imposibilidad para efectuar inspecciones de
trabajo en el caso del TDR.
• Dificultad para el respeto de los derechos
humanos de las/os inmigrantes, muchas de las
cuales se dedican al TDR.
• Necesidades de las familias de las trabajo
doméstico no remunerado y de las Trabajadoras
Domésticas Remuneradas.
V.2 Recursos: leyes/políticas existentes o que
se deberían implementar mediante acciones
y políticas adecuadas
V. 1 Problemas que enfrenta el trabajo
doméstico remunerado
Apoyar los recursos existentes:
• Debilidad o inexistencia de políticas públicas que
revaloricen el trabajo doméstico no remunerado
y el trabajo doméstico remunerado.
•
•
•
•
• Invisibilidad entre las organizaciones sindicales y
de mujeres frente a la problemática del TDR.
• Invisibilidad/Debilidad en las estadísticas del TDR.
• Desconocimiento del aporte económico del
trabajo doméstico no remunerado a las cuentas
nacionales.
Mecanismo de la Mujer del MITRADEL.
Instituto de la Mujer.
Consejo Nacional de la Mujer.
Comisión de Asuntos de la Mujer de la
Asamblea Legislativa.
• Centro de Capacitación María Auxiliadora.
Sensibilizar y promover, a través de
MITRADEL y del Instituto de la Mujer, la
asociación, motivando a:
• Sindicatos.
• Organizaciones de mujeres.
158
Fortalecer las estadísticas nacionales:
• El Sistema de Información de Estadística con
Enfoque de Género de la Contraloría General de
la República (SIEGPA). Tal como prevé el Artículo
12, Numeral 4, del Decreto Nº 53 de 25 de junio
de 2002, por el cual se reglamenta la Ley 4, de
29 de enero de 1999. Por la cual se instituye la
Igualdad de Oportunidades para las Mujeres.
• La Red de Entidades Públicas y Civiles Productoras
y Usuarias de Información Estadística para la
Incorporación del Enfoque de Género en la
Estadística Nacional, que existe en la Dirección
Nacional de la Mujer del Ministerio de Desarrollo
Social.
• Aplicar lo dispuesto en el Artículo 56 del Decreto
Nº 53 de 25 de junio de 2002, por el cual se
reglamenta la Ley 4.
• Establecer un sistema de recogida de
información de las TDR más eficiente en el
Ministerio del Trabajo, con el objetivo de contar
con datos que permitan el fortalecimiento de la
formulación de políticas públicas.
• Con la finalidad de obtener mayor precisión
en la información concerniente al trabajo
doméstico remunerado, se debería introducir
cambios en la Encuesta de Hogares.
• Mejorar los sistemas de estadísticas para
obtener los datos de las TDR afiliadas a la
Caja de Seguro Social.
Aporte económico del TDNR a las cuentas
nacionales.
• Cumplir el compromiso adquirido por el Estado
panameño en la X Conferencia sobre la Mujer de
América Latina y el Caribe de la CEPAL (agosto de
2007) de efectuar una encuesta de uso del tiempo
para relevar la realidad del trabajo doméstico.
• Realizar lo dispuesto en el Capítulo V, sobre
Trabajo, Artículo 40 del Decreto Nº 53, de 25 de
junio de 2002, por el cual se reglamenta la Ley 4,
y que trata sobre la medición del TDNR.
Visibilizar el aporte económico del TD a las
cuentas nacionales:
• Medición del aporte del TDNR y del TDR a las cuentas
nacionales. Para lo cual deberían interrelacionarse
las estadísticas de las diferentes entidades públicas
involucradas con el TD (Contraloría General de
la República, Ministerio de Economía y Finanzas,
Ministerio de Salud, Ministerio de Educación, etc.).
Promover el cambio cultural y la igualdad
entre los géneros:
• Aplicar lo dispuesto por el Artículo 5 del
Decreto Nº 53 que reglamenta la Ley 4,
que dispone “la realización de acciones de
capacitación y sensibilización de los organismos
gubernamentales en materia de género”, a través
del Sistema Nacional de Capacitación en Género
(SNCG), adscrito al MIDES.
• Impulsar el cumplimiento del Objetivo 3 de los
Objetivos del Milenio, que se propone “Promover
la igualdad entre los géneros y lograr la autonomía
de la mujer”.
159
Realizar las modificaciones de los Artículos 230
y 231 del Código del Trabajo, relacionados
con el TDR, para que se adecúen al:
• Capítulo V, Artículo 11, Numeral 17, del Decreto
53 que reglamenta la Ley 4, que plantea
“promover acciones para que a las trabajadoras
domésticas les sean reconocidos sus derechos,
deberes y responsabilidades dentro del marco de
la justicia social”.
Aplicación del Código del Trabajo a las
condiciones laborales del TDR
• Equiparar las medidas de inspección de las
condiciones laborales del TDR a las de los otros
trabajos.
• Revisar la Ley de Migración para adecuar las
disposiciones para las TDR inmigrantes con el
estatus socioeconómico de estas personas.
Desarrollar políticas públicas para
desarrollo humano y económico:
el
• Tal como se establece en el Título II, “De los derechos
que contiene la Igualdad de Oportunidades”,
Capítulo I, Desarrollo Humano y Económico, de
la Ley 4.
• El Objetivo 1 de los Objetivos del Milenio pretende
erradicar la pobreza extrema y el hambre, uno de
los grupos vulnerables es el de trabajadores/as
domésticos/as.
Algunas recomendaciones para el cabildeo
de las políticas pública
Para conseguir las transformaciones propuestas es
esencial modificar el concepto que se tiene sobre el
trabajo doméstico remunerado, y también sobre el
trabajo doméstico no remunerado. Por lo tanto, la
primera acción que se sugiere es la sensibilización y
la formación.
Esto puede iniciarse utilizando este estudio, difundiéndolo
en forma de publicación, foros, debates, etc., para
presentarlo a la sociedad en su conjunto. Se sugiere
como primera acción la realización de un foro al que se
invitaría a expertas/os en el tema y se daría también a
conocer el estudio regional. El debate de las propuestas
con actores sociales clave: el movimiento de mujeres,
los sindicatos (especialmente las mujeres sindicalistas)
y el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral sería la
acción inmediata. Estas actividades podría coordinarlas
el Instituto Nacional de la Mujer (INAMU).
En segunda instancia, es muy importante conseguir el
apoyo a las propuestas de parte del movimiento de
mujeres organizadas y de los sindicatos. En especial,
la Alianza de Mujeres de Panamá debería ser el
apoyo fundamental en este proceso. Para conseguir el
consenso de los principales agentes sociales implicados
en el tema (organizaciones de mujeres y sindicatos) es
necesario llevar a cabo una discusión profunda sobre el
significado e importancia social del trabajo doméstico
remunerado y No Remunerado, acerca de la relación
que guarda con la inequidad entre los géneros y la
necesidad de elaborar políticas orientadas a valorizarlo y
a que las instituciones de gobierno lo asuman como una
cuestión de Estado. El trabajo doméstico remunerado
debe verse como un tema de interés social para que se
tomen medidas orientadas no sólo a mejorar la calidad
del TDR sino la calidad de vida de las familias y de todas
las mujeres, especialmente de las de clases populares y
medias. Para ello hay que enfatizar también las medidas
que se proponen para el fomento de los servicios de
cuidado de parte del Estado.
160
La tercera acción sería la labor de sensibilización y
cabildeo en la Asamblea Nacional, para lo que habría
que dirigirse a las diputadas de forma especial y a la
Comisión de la Familia de la Asamblea. En esta etapa
habría que emprender una campaña de sensibilización
y cabildeo hacia el ejecutivo con el apoyo del INAMU.
161
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Resumen
Ejecutivo
el Trabajo
Doméstico
Remunerado en
REPÚBLICA DOMINICANA
ENTRE SU CASA
Y LA MíA
167
resumen ejecutivo
I. Antecedentes
En la República Dominicana las dos principales fuentes
secundarias de datos estadísticos acerca del trabajo
doméstico remunerado son los censos de población y
vivienda y la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo
(ENFT) levantada por el Banco Central, que se viene
realizando en el país desde 1991.
El último Censo Nacional de Población y Vivienda
(2002) revela que, para el total país, 120,146
personas estaban ocupadas en “Hogares privados con
servicio doméstico”, de las cuales 105,542 (87.8%)
eran mujeres y sólo 14,604 hombres (12.2%). Según
esta fuente, el trabajo doméstico remunerado sólo
representa un 3.8% del total de la población ocupada
del país, pero en el caso de las mujeres ocupadas
esta proporción se eleva a 8.1% del total.
La Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT),
que a partir del año 2000 realiza el Banco Central
semestralmente, contiene en su cuestionario variables
sociodemográficas y del mercado de trabajo que
podrían ser analizadas por categorías ocupacionales,
una de las cuales se refiere exclusivamente a los servicios
domésticos remunerados. A partir de esta categoría
ocupacional, desagregada por sexo, se pueden obtener
las informaciones relativas a las trabajadoras domésticas
en casas de familias. En efecto, los datos expandidos
suministrados por la ENFT indican que, en octubre del
año 2007, se estimaron 230,667 (90.15%) mujeres
laborando en el servicio doméstico remunerado.
II. Objetivos del Estudio
II.1 Objetivo general:
Generar información sobre el trabajo doméstico
remunerado, su relación con el trabajo doméstico no
remunerado y las condiciones de vida de las mujeres
en la República Dominicana para identificar cambios
legislativos y líneas de política pública prioritarios
frente a este tema.
II. 2 Objetivos específicos:
1. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
remunerado y sus implicancias en la vida y
autonomía de las mujeres en general, y sobre las
mujeres ocupadas en esta actividad, en particular.
2. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
no remunerado y la relación entre ambos (trabajo
doméstico remunerado y no remunerado) en
cuanto a categorías como autonomía, relaciones
de poder, etc.
168
3. Determinar la relevancia del trabajo doméstico
remunerado no sólo como alternativa de empleo
para mujeres sino en el marco más amplio de
contextos nacionales caracterizados por una creciente
participación femenina en el mercado de trabajo;
una creciente feminización de los flujos migratorios;
y la prevalencia marcada de la sub-valoración social
del trabajo doméstico.
4. Identificar las relaciones entre trabajo, Estado
y familia mediante el análisis de las principales
políticas vigentes, tanto en materia económica
como social.
5. Identificar y priorizar recomendaciones en la
normativa y en la política pública tendientes
a la superación de los problemas detectados.
En particular, las políticas relacionadas con
los ámbitos priorizados por el COMMCA:
jornada laboral, ingresos, seguridad social y
organización.
6. Diseñar estrategias que viabilicen las
recomendaciones del estudio tanto en el
ámbito centroamericano como nacional.
de la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT)
correspondiente al mes de octubre de los años 2003,
2005 y 2007. Luego de obtener la base de datos
original, gracias a la colaboración del Banco Central
y la gestión de la Secretaria de Estado de la Mujer
(SEM), para cada año se elaboraron dos nuevas
bases de datos: una de personas, donde se registra la
información correspondiente a los y las trabajadoras
domésticas remuneradas y la otra de los hogares donde
residen los y las trabajadoras domésticas remuneradas,
que permite identificar las características de cada uno de
sus integrantes. Los análisis pertinentes a estas fuentes se
ubican al final del resumen.
III. 2 La Encuesta a trabajadoras domésticas
remuneradas.
El propósito de la Encuesta a Trabajadoras Domésticas
Remuneradas fue generar información actualizada y/o
diferente a las obtenidas mediante fuentes secundarias
sobre las condiciones de vida de estas trabajadoras
dominicanas, así como examinar la relación entre trabajo
doméstico remunerado y no remunerado. También, los
datos aportados permiten identificar las características,
experiencias, percepciones y valoraciones de este
importante sector de la fuerza laboral femenina.
III. Principales aspectos metodológicos
La estrategia metodológica de esta investigación se
apoya en el uso y análisis de información cuantitativa y
cualitativa, recopiladas a través de las siguientes fuentes:
III. 1 El uso de fuentes secundarias: la
retabulación de la base de datos de la ENFT.
Con la finalidad de obtener información de fuentes
secundarias que permitiera examinar las características
y la evolución de las personas que se dedican al trabajo
doméstico remunerado (TDR), así como de los hogares
donde viven, se decidió procesar los datos muestrales
La encuesta se realizó en las dos ciudades más grandes
de la República Dominicana y con mayor concentración
de trabajadoras domésticas remuneradas: Santo
Domingo de Guzmán, capital del país, y Santiago
de los Caballeros, segunda ciudad en importancia.
El tamaño de la muestra diseñada abarca un total
de 352 casos, seleccionados mediante muestreo
racional por cuotas, de los cuales 202 se realizaron
en Santo Domingo y 150 en Santiago.
El contenido del cuestionario fue el resultado de un
esfuerzo colectivo de todos y todas las integrantes del
equipo de investigación regional del proyecto que
169
abarca 7 países de Centro América y El Caribe (Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá y República Dominicana). Las principales
dimensiones incluidas en este instrumento son: perfil
socio-demográfico de las trabajadoras domésticas
remuneradas, condiciones laborales, impacto sobre
las condiciones/nivel de vida de sus hogares y de ellas
mismas, y las demandas de trabajo de cuidado de la
descendencia.
La encuesta se aplicó a 4 categorías de mujeres que
laboraban en esta actividad, diferenciadas según el
tiempo dedicado al trabajo, las condiciones en que
trabajan y la situación etno-cultural. El levantamiento
de la información se hizo de modo simultáneo en las
dos ciudades durante el mes de agosto del 2008. Todas
las encuestadoras fueron previamente entrenadas
para la aplicación del cuestionario y en el caso de
las trabajadoras haitianas y dominico-haitianas, la
entrevista se hizo con personal bilingüe que hablaba
español y creole para mayor comprensión por parte
de las entrevistadas.
La mayoría de las encuestas se realizaron en los
hogares en que laboraban las trabajadoras domésticas
sin la presencia de las patronas o algún miembro de la
familia. Todas las encuestas fueron anónimas y se les
hacía hincapié en este aspecto a todas las encuestadas.
Con las trabajadoras domésticas remuneradas de
nacionalidad haitiana, las entrevistas se hicieron en sus
hogares en los fines de semana.
III. 3 La dimensión cualitativa del estudio.
Para aquellos indicadores del estudio que precisaban
de técnicas cualitativas que facilitaran descripciones
de procesos y que profundizaran en percepciones y
sentimientos, se crearon guías específicas para las
diferentes poblaciones y técnicas a aplicar.
De esta forma se creó una guía para informantes
claves en los temas de normas y legislación que
fue utilizada en entrevistas semi-estructuradas con
autoridades pertinentes. Otra de las guías que fue
utilizada en entrevistas en profundidad estaba dirigida
a las trabajadoras domésticas remuneradas para
profundizar en descripciones de las labores realizadas
en sus trabajos, percepciones, valores y expectativas
y sus conocimientos de defensoría de sus derechos
laborales. Otra guía se destinó para las sesiones
focales grupales que se realizaron con las patronas
de las trabajadoras domésticas remuneradas. En esta
guía se distinguió entre aquellas que trabajaban fuera
y en su hogar y las que tenían algunas trabajadoras
domésticas remuneradas de nacionalidad haitiana.
Por último, también se creó una guía para entrevistas
semi-estructuradas con personal doméstico masculino
que laboraba en condominios. Se realizaron cuatro
sesiones focales grupales y 19 entrevistas individuales
con trabajadoras domésticas remuneradas y con sus
patronas en las dos ciudades en que se aplicó el
estudio cuantitativo.
Las técnicas cualitativas fueron grabadas en su
mayoría en casetes, previa autorización de la persona
entrevistada. En tres de las entrevistas no se grabó para
garantizar mayor seguridad a las TDR entrevistadas, las
cuales estaban nerviosas ante la posibilidad de que sus
patronas se enteraran del contenido de las entrevistas.
Aunque se les dieron todas las garantías, se decidió no
grabar en determinados casos para mayor comodidad
de las entrevistadas. En la mayoría de los casos se
les comunicó a las patronas que sus TDR iban a ser
entrevistadas, aunque no se les explicó el contenido de
la entrevista. Se procedió de esta forma para lograr el
permiso de que sus trabajadoras pudieran salir de las
casas para ser entrevistadas o para poder acceder a la
casa. Las entrevistas se hicieron mayormente fuera de
los hogares de trabajo, y en aquellos casos en que las
170
patronas no se encontraban en su casa, se consiguió el
permiso para entrar en los hogares y hacer la entrevista
sin mayores problemas.
Para las sesiones focales se contrató personal en las dos
ciudades del estudio que convocara a patronas de TDR.
De esta forma se entrevistaron personas desconocidas
para las investigadoras y viceversa, procedimiento que
evita cualquier criterio de selección acomodaticio para
las investigadoras.
iv. El marco legal vigente
Durante los 31 años de la dictadura de Rafael L. Trujillo
Molina, la denominada Era de Trujillo, se dictaron leyes
aisladas, enmarcadas en la Constitución de la República,
intencionadas a la protección de los trabajadores
dominicanos. Inclusive en 1942 se dictó la Ley 68 que
concedió el derecho al descanso y las vacaciones a los
servidores domésticos.
Sin embargo, no es sino hasta el año 1951 que se dicta
el Código Trujillo del Trabajo que fue el marco legal
que unificó y modernizó todas las leyes decretadas con
anterioridad, cuyo contenido estaba relacionado con el
escenario laboral vigente en la República Dominicana.
En los artículos 279 al 288 de dicho Código se
estipulaba que las trabajadoras domésticas tenían una
jornada de trabajo indeterminada, sin goce de salario
mínimo ni de la mayoría de las prestaciones sociales a
que sí tenía derecho el resto de los(as) trabajadores(as).
En el año 1992 se conoce oficialmente el Nuevo
Código de Trabajo a través de la Ley No.16-92 en
donde se refuerzan los derechos laborales en general.
En el artículo 258 de este código se definía como
trabajadores domésticos a aquellas personas “que
se dedican de modo exclusivo y en forma habitual
y continua a labores de cocina, aseo, asistencia
y demás, propias de un hogar o de otro sitio de
residencia o habitación particular, que no importen
lucro o negocio para el empleador o sus parientes”.
Dicho artículo añadía “que no son empleados
domésticos los trabajadores al servicio del consorcio
de propietarios de un condominio”.
El artículo 260 estipula la modalidad de retribución
de los y las trabajadoras domésticas mediante pagos
en dinero, alojamiento y comida, estableciendo que
los alimentos y el alojamiento son equivalentes al
50% del salario del o la trabajadora.
En lo que respecta a los períodos de descanso, la jornada
de trabajo siguió siendo indeterminada pero agregaba
que las personas ocupadas en TDR debían gozar entre
dos jornadas de trabajo de un reposo mínimo de 9
horas (artículo 261). El descanso semanal se igualó al
de los demás trabajadores contemplados en el artículo
163 del Código.
Es en el año 1999 cuando se realiza una modificación
al código laboral que incluyó elementos más favorables
a los y las trabajadoras del servicio doméstico. En
el artículo 263 se estipuló que tenían derecho a dos
semanas de vacaciones remuneradas cada vez que
cumplieran un año de servicios. En este sentido, se
diferencian del resto de los y las trabajadoras quienes
tienen derecho a vacaciones por períodos de servicios
menores de 12 meses y quienes también disfrutan por
ley de un incremento de hasta 18 días de vacaciones
cuando llevan laborando 5 años o más. Al igual que
a los demás trabajadores, el mismo artículo 263
protege al TDR indicando que antes de sus vacaciones
les deben ser pagados sus salarios correspondientes.
Y por último, en el artículo 264 se consigna el derecho
del trabajador doméstico a obtener permisos de su
empleador para asistir a una escuela, al médico o
centro de salud “siempre y cuando sea compatible con
171
su jornada de trabajo o en los días acordados con el
empleador”. Anteriormente, este artículo sólo concedía
el derecho a permisos para asistir a la escuela.
Según el Código de Trabajo de la República Dominicana
vigente, los y las trabajadoras domésticas no sólo
tienen una “jornada de trabajo indefinida” sino que las
mujeres que ejercen esta labor no están incluidas en la
Protección a la Maternidad, que sí disfrutan las demás
trabajadoras. Efectivamente, el Código Laboral en sus
artículos 232 y 233 excluye al servicio doméstico de
la declaración de nulidad de todo desahucio ejercido
por los empleadores durante el período de gestación
de la trabajadora y hasta 3 meses después de la fecha
del parto, e impide el despido de la trabajadora por
el simple hecho de estar embarazada. Por último, el
código laboral excluye también a las trabajadoras
domésticas remuneradas del derecho a licencia o
descanso pre y postnatal que rige para todas las otras
trabajadoras dominicanas, y que les permite disfrutar de
descanso de doce semanas que podrán ser repartidas
entre el antes y después al parto.
de vida debidamente registrado, a los(as) hijos(as) e
hijastros(as) menores de 18 años o menores de 21 años
en caso de que estudien y sin límite de edad para los y las
hijas con alguna discapacidad; también los padres de la
persona asegurada son incluidos si son dependientes y
no están afiliados al sistema por sí mismos.
En conclusión, el marco legal laboral de la República
Dominicana en lo que atañe al TDR muestra una
marcada apatía en lo concerniente al reconocimiento de
los derechos de las personas ocupadas en el TDR. No
sólo ignora el principio de igualdad de las personas ante
la ley sino que amplía las desigualdades. El hecho de que
el TDR sea parte de un sistema privado individual en uno
o varios hogares ha complejizado su situación. Mientras
que la normativa legal avanza a medida que lo hace la
industrialización y la inserción laboral femenina en este
proceso, las categorías de trabajadores(as) que no están
incluidos(as) directamente en la industrialización o en el
sector formal de la economía, quedan a expensas de
marcos legales rezagados y discriminantes como sucede
con el TDR.
Fuera del Código Laboral se cuenta también con la
legislación e instituciones de Seguridad Social que se
rige mediante la Ley 87-01 y cuyo objetivo es “regular y
desarrollar los derechos y deberes recíprocos del Estado
y de los ciudadanos en lo concerniente al financiamiento
para la protección de la población contra los riesgos de
vejez, discapacidad, cesantía por edad avanzada (mayor
a 57 años), sobrevivencia, enfermedad, maternidad,
infancia y riesgos laborales”.
En la Encuesta a Trabajadoras Domésticas Remuneradas
aplicada en dos ciudades del país se incluyeron un
conjunto de indicadores dirigidos a medir la calidad del
trabajo que realizan estas mujeres y las condiciones en
que laboran. A continuación presentamos los principales
hallazgos sobre esta temática.
En su artículo 5 dicha Ley establece que todos los
ciudadanos dominicanos y los residentes legales en el
territorio nacional tienen derechos a ser afiliados. Esta
Ley, por lo tanto, no excluye a los y las trabajadoras
domésticas de sus beneficios y protecciones. En tal
sentido, por definición, incluye al cónyuge o compañero
La encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas
registró datos de interés según condición etno-cultural:
en promedio, las trabajadoras haitianas y dominicas
haitianas son más jóvenes y tienen un grado de
escolaridad mayor que las dominicanas. En lo que
atañe a la edad, el promedio general de edad de las
IV.1 Edad, escolaridad y condición etnocultural de la TDR
172
trabajadoras dominicanas fue de 35 años mientras
las nacionales haitianas son significativamente más
jóvenes, tienen 26 años en promedio. Con respecto a la
escolaridad, las trabajadoras domésticas dominicanas
reportaron un promedio de 3.79, mientras que las
haitianas las aventajan con un 4.24.
IV. 2 Condición migratoria de las trabajadoras
domésticas dominicanas
El examen del área geográfica de nacimiento de las
trabajadoras domésticas remuneradas dominicanas
entrevistadas en dos ciudades de la RD revela una
escasa incidencia de población nativa de zonas rurales
en la composición de esta fuerza laboral, ya que sólo
un 10% había emigrado desde la zona rural. Tampoco
la mayoría de estas trabajadoras eran nativas de la
ciudad donde laboraban, ya que menos de la quinta
parte (19%) había nacido en Santo Domingo y Santiago,
es decir, en las dos principales urbes del país donde se
aplicó la encuesta. La mayoría de estas trabajadoras
domésticas (siete de cada diez) son originarias de otras
ciudades de menor tamaño (21%) o emigraron de
caseríos y pueblos limítrofes (49.2%). En síntesis, estos
hallazgos evidencian que si bien la migración es un factor
que incide en la composición de esta fuerza de trabajo,
ya que el 81% no había nacido en la ciudad donde se
efectúo la entrevista, sólo una minoría de estas mujeres
proviene de zonas rurales. República Dominicana.
IV. 3 Jornadas de trabajo semanales y diarias
El total de la muestra reportó que trabajaba cinco
días y medio por semana, observándose poca
diferenciación por rango de edad. Las trabajadoras
domésticas remuneradas más y menos jóvenes
registraron promedios muy similares, aunque las de
mayor edad (35 y más años) señalaron un número
de días ligeramente menor a las de menor edad
(5.38 contra 5.50).
El cálculo del promedio de horas trabajadas al día,
para el total de muestra entrevistada, fue de nueve
horas observándose un ligero incremento en el número
de horas en el grupo de TDR con menor edad (15 a
34 años). En las trabajadoras domésticas remuneradas
a tiempo parcial, el promedio de número de horas
trabajadas por semana fue de 31 horas reportando
las más jóvenes una cantidad más elevada de horas
trabajadas (33).
El salario mensual reportado fue de RD$4,830 y fueron
las mujeres menos jóvenes quienes reportaron percibir
un salario mayor (RD$5, 218 contra RD$4,563 pesos).
Las trabajadoras domésticas remuneradas a tiempo
parcial señalaron que en la última semana habían
trabajado un promedio de dos días más de lo normal
(es decir, jornada más larga) y ese mismo promedio de
días fue reportado en días en que trabajaron menos
de lo normal. Esto significa que a la semana pueden
trabajar dos días de forma más intensa y también dos
días en forma menos intensa.
IV. 4 Acceso a seguros médicos y pago de
gastos médicos
En cuanto al acceso a seguros y tipos de seguro, el 94%
del total de la muestra de TDR indicó que no poseía
seguro médico ni público ni privado. Apenas un 5%
reportó tener un seguro privado y un 1% seguro público.
En las entrevistas cualitativas, la mayoría de las
trabajadoras domésticas remuneradas entrevistadas
estuvieron de acuerdo en afirmar que el seguro médico
“es muy difícil que te lo den”. Como que uno no se
enferma y que si te enfermas tienes dinero para pagar
un médico y todas las pruebas que mandan a hacer”.
En la encuesta, un 23% de las trabajadoras domésticas
remuneradas contestó que sus patrones le pagaban
las consultas médicas, reportando las TDR de mayor
173
edad una mayor proporción (27% contra 20%). Se
observó mayor porcentaje de respuestas positivas en
el pago de los medicamentos por parte de los patrones
(29%), de nuevo siendo las trabajadoras domésticas
remuneradas de mayor edad las que contestaron más
positivamente (41% contra 22%).
En las entrevistas en profundidad realizadas, las
informantes trabajadoras domésticas remuneradas
percibían que no eran todos los patrones los que
se preocupaban por pagarle una consulta a su
trabajadora. “Los patrones que lo hacen es porque
aprecian mucho a la trabajadora, porque es buena
o porque tiene muchos años con ellos. Pero eso no
es normal”. En cuanto a cubrirles los medicamentes,
concordaron con los resultados de la encuesta en que
era más frecuente, “siempre y cuando las medicinas
no fueran muy caras”.
En dos aspectos se observaron diferencias significativas
en función del rango de edad: sobre el acuerdo en la
recepción de regalía o doble sueldo (treceavo sueldo),
que resultó más reportado como acordado por las
trabajadoras domésticas remuneradas de mayor edad
(55% contra 30%), y con respecto al número de días
de vacaciones, también siendo el grupo de mayor edad
quien reportó mayor acuerdo en este sentido (27%
contra 18%). De estos acuerdos tratados desde el inicio,
la gran mayoría de la muestra (92%) señaló que se
cumplieron todos y un 8% contestó que sólo algunos.
En su mayoría, los acuerdos tratados y no cumplidos
reportados por las trabajadoras domésticas remuneradas
fueron: aumento de los oficios o labores (38%) que
debía realizar, incumplimiento de la promesa de pagarle
el transporte (21%) y violación de acuerdo de los días
libres que le correspondían (17.2%).
IV. 5 Contratos y acuerdos de contratación
IV. 6 Salidas de empleos anteriores
Casi la totalidad de los contratos de las trabajadoras
domésticas remuneradas son verbales: el 99%. Sólo
un 1% reportó tener contrato por escrito.
Con respecto a la modalidad de salida de empleos
anteriores, más de la mitad de la muestra reportó que
había renunciado (64%), un 18% señaló que se marchó
sin decir nada, un 10% fue despedido y un 9% a veces
renunció y a veces fue despedido. Las trabajadoras
domésticas remuneradas de mayor edad reportaron más
que las de menor edad haber renunciado (71% contra
58%). Las más jóvenes a su vez reportaron más que las
mayores que se fueron sin decir nada (23% contra 10%).
En el contrato verbal, o en la entrevista de trabajo, los
aspectos que más se acuerdan entre la empleadora
y la trabajadora doméstica remunerada son: el
trabajo que tendría que realizar (98% de los casos),
cuánto le pagarían (98%), cuáles días de la semana
debía trabajar (97%), cada qué tiempo le pagarían
(95%) y cuáles serían sus días libres con un 92%. Los
acuerdos menos mencionados en la modalidad de
contrato verbal son los siguientes: la inscripción en el
seguro social (4%), el número de días de vacaciones
(22%) y la regalía o doble sueldo (40%), es decir, los
aspectos relacionados con el acceso a la seguridad
social y a las prestaciones que la legislación laboral
garantiza a este tipo de trabajadora.
El 83% de las trabajadoras domésticas remuneradas
que renunciaron reportaron que le pagaron hasta el
último día. Sólo a un 23% le pagaron el doble sueldo
que le tocaba hasta la fecha y un 10% indicó que le
pagaron sus días de vacaciones que les tocaba. El
grupo de mujeres de mayor edad reportó más que el
de menor edad que les pagaron el doble sueldo que
les tocaba (29% contra 18%).
174
Las trabajadoras domésticas remuneradas que
fueron despedidas reportaron que en un 60% de
los casos el despido fue injustificado y en un 40%
justificado. Son las más jóvenes quienes reportan
más que las mayores que el despido fue injustificado
(64% contra 54%).
Al 77% de las trabajadoras domésticas remuneradas
despedidas le pagaron hasta el último día trabajado,
a un 23% le pagaron las vacaciones y la regalía que
le tocaba y sólo a un 14% le dieron liquidación (que
no está contemplada dentro de sus derechos por las
leyes dominicanas). De nuevo son las mujeres de
mayor edad quienes reportan con mayor frecuencia
que le pagaron hasta su último día de trabajo (85%
contra 71%), las vacaciones (30% contra 17%) y la
regalía (30% contra 17%).
En síntesis, los hallazgos anteriores relativos a las
modalidades y notificación de salidas de empleos
anteriores muestran que mientras más joven la
trabajadora doméstica más frecuente es que los
empleadores no cumplan con los compromisos
adquiridos con ellas. Son también las más jóvenes
quienes perciben que han sido objeto de un
tratamiento injusto.
IV. 7 Días semanales de descanso y
vacaciones
Casi todas las trabajadoras domésticas remuneradas
tenían días libres semanales (93%). Un 5% lo tenía
quincenal y un 1.5% mensual. No se observó
diferenciación significativa según los rangos de edad.
Un 75% de la muestra tenía un día libre semanal, un
22% tenía dos días libres y un 4% más de dos días
libres. Tampoco se observó diferenciación significativa
en función de los grupos de edad.
En cuanto a las vacaciones, un 31% reportó que no
se las otorgaban, siendo las más jóvenes quienes
registran mayor violación a este derecho (38% contra
20%). Un 23% de la muestra señaló que se las dan
anualmente y un 39% contestó que no sabe porque
probablemente aún no las habían tomado o no
habían conversado al respecto.
Los datos relativos a las trabajadoras domésticas
remuneradas que le dieron vacaciones revelan que más
de la mitad (54%) disfrutó de 14 días de vacaciones
(que es el rango legal de las vacaciones según las leyes
dominicanas), un 31% de 6 a 10 días, un 10% de uno
a cinco días y un 5% de 11 a 14 días. El promedio
general fue 12.46 días.
En las entrevistas en profundidad con trabajadoras
domésticas remuneradas, éstas relataron las dificultades
que pasan para tomar vacaciones.
“No les gusta que uno coja los 14 días. Uno tiene que
coger una semana en una ocasión y el resto en otra”.
(Trabajadora doméstica con dormida de 23 años)
“Cuando uno vive lejos, en un campo, es que te dan
las vacaciones seguidas, porque tú tienes que pagar
un pasaje que es caro, y tú lo puedes hacer una vez
al año. Pero no es común que les digan a uno que
está bien tomar todas sus vacaciones. Es más, a uno le
gusta irse para diciembre a pasar las navidad con su
familia. Esas fechas son las que más te niegan, porque
hay fiestas, hay que cocinar, hay visitas y no quieren
estar sin ayuda en la casa”. (Trabajadora doméstica
con dormida de 45 años)
Las vacaciones pagadas fueron otorgadas a
aproximadamente tres cuartos de la muestra (74%)
de la encuesta y no le fueron pagadas a casi un tercio
de la muestra (23%). Son las más jóvenes quienes
175
reportaron más que no les fueron pagadas (29%
contra 17%).
IV. 8 El acceso de los y las trabajadoras
domésticas remuneradas a la justicia.
que buscaban orientaciones acerca de sus derechos
ante despidos y renuncias. Según los reportes de
dos inspectores entrevistados, la mayoría de estas
trabajadoras no conocía exactamente en qué
aspectos la Ley las respaldaba.
En la encuesta realizada para este estudio se les
preguntó a las trabajadoras domésticas si sabían a
quién o dónde recurrir cuando sus derechos como
trabajadora no eran respetados, y menos de la mitad
(45%) contestó positivamente. Es decir, que un 55%
de la muestra no sabía dónde o a quién acudir para
protegerse laboralmente. Las que sabían dónde acudir,
en su mayoría (95%), señalaron que la institución
apropiada para estos fines era la Secretaría de Estado
de Trabajo que, efectivamente, es el organismo rector y
designado para dirimir este tipo de denuncias laborales.
Durante las entrevistas cualitativas realizadas a
trabajadoras domésticas se profundizó acerca de
cuáles eran los agentes y vehículos informativos con
que contaban en su oficio para conocer cuáles eran
sus derechos laborales. Las respuestas apuntan hacia
una red informal compuesta por amigas o compañeras
de trabajo (domésticas vecinas) que cuando se reúnen,
ya sea en momentos libres o acompañando a niños(as)
a quienes cuidan, discuten el tema, siempre priorizando
la opinión de aquellas que hayan acudido realmente a
la Secretaría de Trabajo con alguna denuncia:
Por otra parte, menos de un 1% de la muestra reportó
conocer la existencia de algún sindicato u otra
organización que ayude en la defensoría de los derechos
del TDR. Esta percepción parece coincidir con la realidad
ya que las indagaciones realizadas para identificar la
existencia de tales organizaciones específicas del TDR en
el país fueron infructuosas.
“Muchas de nosotras no sabemos leer, entonces no
podemos buscar escritos que expliquen. Lo que uno
hace es oír las experiencias de algunas que sí han ido a
la Secretaría. Ellas nos cuentan. Pero realmente, es tan
poquito lo que podemos conseguir ahí que mejor uno
ni va y no pierde su tiempo”. (Trabajadora doméstica
de 45 años)
En la encuesta actual, sólo el 5% de las TDR que habían
tenido alguna situación que ameritara el acceso al
sistema de justicia laboral denunció los hechos ante las
autoridades pertinentes. Es una proporción realmente
baja que más adelante, con las técnicas cualitativas,
podrá ser explicada.
Al preguntarles cuáles de sus derechos eran los que
más les respetaban, todas coincidieron en que era su
descanso semanal, saliendo de su trabajo el sábado
después de comida y regresando el lunes temprano en
la mañana. Algunas inclusive reportaron que habían
acordado salir el viernes por la tarde por la lejanía de
sus hogares.
En las entrevistas cualitativas realizadas se constató
que en la Secretaría de Estado de Trabajo no tenían
estadísticas disponibles del número de casos de
trabajadoras(es) domésticas(os) que habían accedido
al sistema de protección laboral y seguridad social.
Reconocían que atendían a trabajadoras domésticas
Un factor común en estas entrevistas cualitativas con
trabajadoras fue identificar una especie de tipología
de empleadores basada en la edad.
176
“Si tu patrona tiene más de 60 años, te jodiste,
porque esa ni sabe ni le interesa saber a qué tú
tienes derecho. Los viejos son más abusadores.
No les cabe en la cabeza que un día de fiesta es
no laborable para todo el mundo y quieres que te
quedes y trabajes. Son más tacaños, no quieren
que tú comas lo mismo que ellos. Si hay tres muslos
de pollo (empaque más habitual) y ellos son tres
tú te quedas sin comer pollo. Si tú le botas algo
que se dañó en la nevera te arman un escándalo”.
(Trabajadora doméstica de 48 años). Perciben que
los hogares con patrones más jóvenes son los más
informados acerca de los derechos del TDR.
Respecto a los datos cualitativos obtenidos por las
cuatro sesiones focales que se realizaron con patronas,
todas conocían el derecho de la trabajadora a un doble
sueldo en el mes de diciembre, a darle dos semanas
de vacaciones, pero no así de pagarle su quincena
correspondiente antes de que la trabajadora saliera de
vacaciones. Quienes conocían más este último aspecto
eran patronas que a su vez eran empleadas en alguna
empresa y por tal motivo estaban informadas.
Todas las patronas participantes en las sesiones focales
creían que la Ley protegía a las trabajadoras domésticas
en caso de embarazo, prohibiendo su despido. Algunas
relataron anécdotas de cómo habían evadido la Ley
(que no existe como se analizó anteriormente):
prenatal no definido (variaba según los casos), y algunas
aceptaban a los bebés en la casa después del parto.
Otros casos reportados fueron buscar un reemplazo por
un tiempo, en su mayoría con disfrute de sueldo o de
alguna proporción de su sueldo para la embarazada, o
de que la trabajadora doméstica se marchaba de la casa
a tener a su hijo(a) en su hogar y sólo volvía de manera
esporádica para visitar, porque trataba de contar con la
ayuda económica del padre de la criatura.
En conclusión, las patronas conocen en gran medida
los derechos estipulados por la legislación laboral que
aplica a las trabajadoras domésticas, aunque crean
que no puede haber despido en embarazadas. La
percepción general fue que trataban de evitar dañar a
sus trabajadoras embrazadas, más por humanidad que
por respeto al supuesto artículo que las respaldaba. Se
observó mucha incertidumbre ante cuáles conductas
adoptar con el embarazo de sus empleadas. Y también
sentimientos de culpa en algunos casos.
IV. 9 Uso del tiempo libre
El uso que le dan las trabajadoras domésticas
remuneradas a su tiempo libre fue medido en la
encuesta en dos vertientes: a) lo que hacen en días
laborables en sus horas libres y b) lo que hacen en
sus días libres.
“Yo me sospeché que una trabajadora que yo tenía
estaba embarazada. Todo le olía mal y dormía más. Pues antes de que me lo dijera, yo busqué un pretexto
para despedirla. Le arreglé sus cuentas y salí de ella”. (Ama de casa de 34 años que no trabaja fuera del hogar)
El 59% de la muestra contestó que realizaba asuntos
personales o necesidades suyas en sus horas libres
de los días laborables, seguido por un 58% que
indicó que descansaba. Un 23% señaló hacer el
trabajo doméstico de su propia casa y un 22% cosas
y necesidades de sus hijos(as).
Pero la mayoría de las patronas entrevistadas compartieron
historias que señalaban que las dejaban trabajando
hasta que pudieran y luego le concedían un descanso
Por otro lado, las trabajadoras domésticas remuneradas
reportaron utilizar sus días libres mayormente para
hacer el trabajo doméstico de su propia casa (88%),
177
seguido por el cuidado y atención de hijos(as) (62%).
Un 44% descansa, siendo las mujeres de mayor edad
quienes reportan más este descanso (50% contra
41%), mientras que las más jóvenes reportan con
mayor frecuencia que las mayores salir a divertirse
(17% contra 6%).
En los días laborables las trabajadoras domésticas
remuneradas reportan un promedio de 15.6 horas
despiertas, mientras que en los días libres señalaron
14.9 horas. Las más jóvenes reportaron estar despiertas
en sus días libres un promedio de 14.67, mientras que
las mayores indicaron 15.21 horas. Es decir, que tanto
las más adultas como las jóvenes utilizan parte de su
tiempo libre para dormir más o reponer sueño.
En los días laborables y para las trabajadoras sin
dormidas se reportó un promedio de 2.21 horas que
son dedicadas a realizar trabajo doméstico de su
hogar. En los días libres las trabajadoras domésticas
remuneradas, en general, utilizan un promedio de
4.82 horas para realizar las faenas domésticas de su
hogar, siendo las mayores quienes señalaron mayor
promedio (5.51 contra 4.36).
En las entrevistas cualitativas, también las entrevistadas
reportaron cumplir con las responsabilidades del trabajo
doméstico de sus casas y el cuidado de los hijos(as).
IV.10 Movilidad laboral
La muestra en general arrojó un promedio de edad de
inicio en el trabajo doméstico remunerado de 23.86
(casi 24 años). Las mujeres de mayor edad reportaron
haberse iniciado a los 18.67 años. Mientras que las de
menor edad a los 20.79. El promedio general de años
laborando como TDR fue de 12.51 años, presentando
el grupo de mayor edad un alto promedio de 18.30
años y el de menor de 7.96, como habría de esperarse.
El 67% de la muestra había trabajado como empleada
doméstica siempre. Un 33% reportó haber tenido otros
trabajos, mayormente como operarias de zona franca
y vendedoras. La razón más reportada para haber
abandonado ese otro trabajo fue por violaciones a
los derechos laborales. Las mujeres de mayor edad
reportaron un poco más que las más jóvenes haber
tenido otros trabajos (38% contra 30%), como podría
esperarse.
IV.11 Reproducción generacional de la
inserción laboral en el trabajo doméstico
remunerado
Varias preguntas del cuestionario de la encuesta se
destinaron a indagar acerca de la posible reproducción
generacional del trabajo doméstico remunerado que
realiza un segmento significativo de las dominicanas.
Los hallazgos obtenidos indican lo siguiente:
• Una proporción importante de la muestra, cifrada
en 68%, había o tenía algún familiar laborando
en el servicio doméstico.
• El familiar más señalado fue una hermana de la
trabajadora doméstica remunerada con un 63%,
seguido de una prima (36%), una tía (28%),
mientras sólo un 21% mencionó a la madre, un
7% a la hija y 2% a una abuela.
• El grupo de menor edad tendió a señalar más a las
tías y a la madre. El grupo de mayor edad reportó
más a una hermana y a una sobrina.
En síntesis, los datos reportados por esta encuesta no
evidencian un patrón de reproducción generacional
del trabajo doméstico en la República Dominicana.
En las entrevistas cualitativas se observó que las TDR
dijeron que sus hijas mayores estudiaban carreras
178
técnicas como enfermería, informática o conseguían
empleos en alguna tienda (como vendedoras). Lo
cual también apunta a la inexistencia de un patrón de
reproducción generacional de la inserción laboral.
de menor edad reportaron más que las mayores
que los hijos sufren más (88% contra 67%), hallazgo
que encontraría también explicación en dificultades
asociadas al ciclo de edad de la descendencia.
IV.12 Impactos sobre el nivel y condiciones
de vida de sus familias
En las técnicas cualitativas este tema se abordó con
mayor profundidad. Para las TDR entrevistadas, el
trabajo remunerado les impedía cuidar de su familia,
forzando a que se dejaran los y las hijas al cuidado de
otro familiar y teniendo que enfrentar las repercusiones
que se derivaban de esta decisión. Varias de las
entrevistadas habían dejado el cuidado de sus hijos y
su hogar a la madre. Otras a hijos(as) más o menos
adultos(as). Y externaron poca conformidad ante la
calidad del cuidado que les daban a sus hijos(as)
sintiendo la impotencia de carecer de opciones que
mejoraran el cuidado de sus hijos(as):
Para un 38% de la muestra es difícil cumplir con el trabajo
remunerado y con las responsabilidades familiares. Un
62% reportó que no era difícil.
Para aquellas que encontraban dicha coordinación
difícil, la falta de tiempo fue señalada como el
factor más contribuyente a las dificultades (59%). Los
reclamos de la familia fueron reportados por un 27%.
Esas mismas mujeres señalaron que lo que les causa
más problemas es el cuidado de hijos(as) (76%)
y los oficios domésticos de su propio hogar (15%).
Son las mujeres más jóvenes quienes reportan mayor
dificultad con el cuidado de los y las hijas (90% contra
58%), mientras que las mayores señalaron los oficios
domésticos del hogar en mayor proporción (27%
contra 6%). Las mayores dificultades que enfrentan las
trabajadoras jóvenes para ocuparse del cuidado de
sus hijos podrían estar relacionadas al ciclo de edad,
ya que los hijos de estas mujeres son más pequeños.
IV.13 Percepciones de quienes
“pagan” más las consecuencias del
conflicto responsabilidades familiares/
responsabilidades laborales.
Las mujeres que señalaron problemas en la
coordinación del trabajo remunerado y el propio de su
hogar, consideran que son las y los hijos quienes más
sufren las dificultades (80%). Un 49% reportó que es
la misma trabajadora doméstica remunerada quien
los sufre y un 27% apuntó a las parejas. Las mujeres
“¿Qué uno hace? Yo no puedo dejar de trabajar. Mi mamá los alimenta y les lava su ropa, pero ese
cariño que yo podría darles no lo tienen. Hay que
enfrentarse a saber que nunca va ser lo mismo”.
(Trabajadora doméstica de 38 años con dormida)
En la encuesta, un 59% reportó contar con ayuda de
alguien para cubrir el trabajo doméstico y cuidado
de la familia en los hogares propios. Un 41% dijo no
tener esa ayuda. De las que contestaron que contaban
con ayuda, el 72% identificó a un familiar que vive
en la casa y que no es pagado. El 80% de las que
cuentan con ayuda señaló que esa ayuda la aportaban
personas todas del sexo femenino.
En síntesis, en la República Dominicana buena parte
de las mujeres ocupadas en trabajo doméstico
remunerado no convive de manera permanente con
sus hijos e hijas, principalmente porque predomina
la modalidad de inserción laboral “con dormida”
y/o a “tiempo completo”, y porque buena parte de
179
estas trabajadoras son inmigrantes cuyas familias
residen en otra localidad del país. Esta separación
es percibida de modo negativo por la trabajadora
y se constituye en un factor que genera conflictos
entre las responsabilidades familiares y laborales,
principalmente en lo que atañe al cuidado de las y
los hijos menores. A partir de esta realidad, y ante
la inexistencia de servicios públicos de guarderías
infantiles y preescolares accesibles a este segmento
de la fuerza laboral, las trabajadoras domésticas
han desarrollado estrategias diferentes para
enfrentar la necesidad de cuidado y socialización
de su descendencia que han sido documentadas en
esta investigación, y que descansan en el aporte no
retribuido de otros familiares del sexo femenino. Si
bien esta estrategia supone la presencia de redes
de solidaridad entre mujeres, en algunos casos este
servicio implica la reproducción del rol maternal que
se impone a las hijas cuando ellas ni siquiera han
escogido desempeñarlo, debiendo asumir de modo
prematuro una tarea que merma sus posibilidades
de desarrollo personal y profesional, y que puede
derivar en fuente de tensiones y rebeldías juveniles
en el seno del hogar.
IV.14 Impacto de la inserción laboral en
la condición y posición de género de las
trabajadoras domésticas remuneradas
La situación sufrida más reportada por las trabajadoras
domésticas de la muestra fue que no les dieran las
vacaciones que les correspondían (38%). Un 26%
señaló que la despidieron sin liquidación (como ya se
pudo analizar anteriormente, las leyes dominicanas no
protegen a las trabajadoras domésticas remuneradas
con el derecho a la liquidación, reivindicación que es
otorgada a los(as) demás trabajadores(as) del sector
formal de la economía). Son las mujeres más jóvenes
quienes reportaron con mayor frecuencia que no le
dieron sus vacaciones (47% contra 24%). Mientras
que, por otro lado, entre las de mayor edad se registra
una proporción más elevada que afirmó haber sido
despedida sin liquidación (27% contra 12%) o no
haber recibido el dinero que le correspondía por este
concepto (20.8% contra 10.5%).
En la encuesta se hicieron preguntas dirigidas a
evaluar la percepción del trato recibido y el grado de
satisfacción de estas trabajadoras con su trabajo. Los
datos obtenidos indican lo siguiente:
Resulta llamativo que la mayoría de las trabajadoras
domésticas tiene una percepción positiva acerca de la
valoración de su trabajo por parte de patronas(es). Un
73% de la muestra afirmó que la patrona valora mucho
su trabajo, mientras un 18% considera que lo valora
poco y solamente un 3% afirma que no lo valora. Son
las mujeres del grupo de mayor edad quienes responden
más que su patrona valora su trabajo mucho (79%
contra 70%). Una mayor proporción de las trabajadoras
domésticas de menor edad percibe que la patrona
valoraba poco su trabajo (25% contra 8%).
Con respecto a la satisfacción, un 68% de las mujeres
encuestadas respondieron estar satisfechas con su
trabajo, un 17% estaban muy satisfechas, un 14%
insatisfechas y tan sólo un 1% muy insatisfechas. Son
las mujeres de mayor edad quienes respondieron
con más frecuencia sentirse muy satisfechas (27%
contra 11%).
En lo que atañe a la percepción del trato que recibe de
los empleadores, para el 70% de la muestra la patrona
la trata bien. Un 26% respondió que la trata muy bien,
siendo las de mayor edad quienes contestan más en este
sentido (35% contra 20%).
En las entrevistas cualitativas realizadas a patronas se
notó una marcada preferencia a contratar TDR menos
180
jóvenes, ya que les inspiraban más confianza y tenían
más experiencia en el trabajo.
“Yo prefiero una TDR de 40 años porque es más
honrada y sabe lo que tiene que hacer. Las más jóvenes
están muy nuevas y hay que entrenarlas a fondo y
vigilarlas con cuatro ojos para que no te comiencen a
registrar tus cosas. Uno pierde la paciencia con esas
jovencitas”. (Ama de casa de 54 años de edad que no
trabaja fuera del hogar)
IV.15 Trato que se les ofrece a las
trabajadoras domésticas remuneradas
En la encuesta se sometieron a consideración
indicadores específicos para medir el trato que
reciben estas trabajadoras y posibles situaciones
de discriminación (véase Tabla 3.23). Los datos
reportan
pocas
situaciones
desagradables
o discriminatorias vividas por las TDR en el
desempeño de sus funciones. De los aspectos
negativos, un 23% indicó que le habían gritado
muchas o algunas veces y sólo un 6% reportó que
comía diferentes alimentos a los de los patrones. Un
2% de la muestra indicó que había sido presionada
para tener sexo y menos de un 1% externó que había
sido víctima de violación sexual. En los aspectos
positivos señalados, un 88% dijo que podía recibir
y hacer llamadas telefónicas y que les permitían oír
música y ver televisión. Igualmente un 77% señaló
que puede recibir visitas en casa de los patrones.
Un 79% reconoció que la persona de su trabajo con
quien ha tenido mayores dificultades es con la patrona.
Un 23% las tuvo con el patrón, hallazgo que tendría
explicación en el hecho de que son fundamentalmente
las patronas quienes se encargan de llevar la relación
con las trabajadoras domésticas.
La reacción más frecuente de la población objeto
de estudio ante las eventualidades mencionadas fue
quedarse callada y no hacer nada (64%). Sólo un
24% dijo reclamar a la persona con la que tuvo la
dificultad o la maltrató.
Con respecto a las expectativas de dedicarse a otro
trabajo, al 85% de la muestra le gustaría cambiar de
actividad laboral mientras que sólo un 14% respondió
negativamente. Son las más jóvenes quienes mostraron
más deseos de cambiar de actividad laboral (94%
contra 73%).
En las técnicas cualitativas se les preguntó a las TDR si
percibían desarrollo personal en el trabajo que hacían. La
mayoría no percibió que estuvieran desarrollándose de
forma alguna. Más bien se percibían como estancadas
en una labor que realizaban porque la sabían hacer y
era más fácil de conseguir trabajo.
“Este trabajo no te ayuda en nada. No te deja
estudiar, barriendo y lavando no se aprende nada.
Yo quisiera poder estudiar algo como enfermería
pero no puedo pagarme los estudios y el horario de
mi trabajo me impide los estudios. En este trabajo
uno aprende a hacer algunos platos, pero después
de ahí, ¿qué más vas a aprender?”.(Trabajadora
doméstica de 23 años)
Las patronas entrevistadas, por su parte, coincidieron
en que era un trabajo agotador, “que no deja espacio
para uno desarrollarse en otra cosa”. También
entendían que las mujeres que hacían este tipo de
trabajo eran las menos escolarizadas, por lo que
la falta de estudios era percibida como un serio
obstáculo en su desarrollo.
Otro aspecto estudiado con las técnicas cualitativas
fue la conformidad de las trabajadoras domésticas
181
remuneradas ante las condiciones de trabajo. Todas
externaron inconformidad con las condiciones de
trabajo y, como se expuso anteriormente, con las
escasas reivindicaciones laborales que tienen.
IV.16 Gastos en los hogares de las
trabajadoras domésticas
En lo que atañe a los gastos, un 27% declaró que invierte
el total de su ingreso en el hogar. Un 26% dice invertir en
su hogar la mitad de su salario y un 25% respondió que
invierte más de la mitad. Sólo un 4% respondió no ser
parte del ingreso familiar.
La persona más mencionada como principal aportante
al hogar fue el cónyuge de la trabajadora doméstica,
quién cubriría un 42% del sostenimiento de la familia,
mientras la TDR aporta un 29%. Con respecto al uso
del dinero devengado, el 92% de las mujeres respondió
que ella misma decide qué hacer con sus ingresos.
El número de miembros que aportan ingresos al
hogar de la trabajadora doméstica más frecuente fue
dos personas, en un 66% de los casos. También este
estudio revela que los hogares con jefatura femenina
enfrenta una situación de mayor precariedad, ya que
un porcentaje menor de sus miembros aporta recursos
para el sostenimiento económico del núcleo familiar. En
efecto, mientras en estos hogares el 71% cuenta con dos
o más miembros que aportan ingresos, en los hogares
con jefatura masculina se reportó un 90%.
Sobre las características y condición de uso de la vivienda
en que vive la trabajadora, un 52% de las trabajadoras
domésticas remuneradas de la encuesta tenían vivienda
propia, un 42% alquilada y un 5% prestada o cedida.
De las que tienen vivienda propia, casi todas (97%)
señalaron que su casa ya estaba pagada. El título de
propiedad de la vivienda estaba en el 30% de los casos
a nombre de la trabajadora doméstica remunerada, un
18% respondió que estaba a nombre de su pareja y un
14% a nombre de ambos.
Entre las mujeres del TDR ubicadas en el grupo de
mayor edad (35 años y más) se observó un perfil
muy característico que indicaba mejores condiciones
de trabajo y logro de mayores reivindicaciones, en
comparación con el grupo más joven. Las de mayor
edad trabajan menos horas al día, devengan mayor
salario, acuerdan más con los patrones en el contrato
verbal sus prestaciones laborales como doble sueldo
y número de días de vacaciones. También son las que
renuncian más y a las cuales cuando renuncian les dan
más su doble sueldo correspondiente, y cuando son
despedidas les respetan más el otorgamiento de sus
salarios hasta el último día trabajado y el equivalente
de sus vacaciones. Igualmente tienen mayor
probabilidad de recibir asistencia de sus patrones en
caso de enfermedad, mediante contribución para el
pago de consulta médica y compra de medicamentos.
Los datos de la encuesta igualmente destacan que es
el grupo de mujeres de mayor edad quien obtiene
más reivindicaciones laborales: les otorgan más las
vacaciones (pagadas) y les pagan su doble sueldo.
Por último, una proporción más elevada de las
trabajadoras domésticas de mayor edad percibe que
las patronas valoran el trabajo que realizan y que les
tratan bien.
IV.17 Los principales hallazgos de las
Encuestas Nacionales de Fuerza de Trabajo
Durante el período analizado en esta investigación
(2003-2007), los resultados de las Encuestas Nacionales
de Fuerza de Trabajo (ENFT) apuntan a un incremento
en la oferta de empleos domésticos remunerados, que
pasa de un 4.6% a un 5.7%. Este incremento de la
182
oferta podría ser explicado por tres factores. Uno de
ellos es la disminución experimentada en el país de la
oferta laboral en el sector industrial de zonas francas.
El segundo identificado es el incremento en los salarios
del TDR mostrando este tipo de trabajo mejores niveles
de remuneración que el sector industrial antes señalado;
y un principal y último factor indica un aumento de la
participación femenina en la población ocupada del
país, que implicó que más mujeres salieron a trabajar
fuera de sus casas, requiriendo de este modo contratar
TDR para realizar las labores domésticas de sus hogares.
Es decir que, por un lado, al aumentar la oferta de
empleo femenino en el país y ser mejor la oferta salarial
en el TDR que en las zonas francas, se produce un
desplazamiento de mujeres de los trabajos industriales
de maquila al TDR.
El TDR es un oficio eminentemente femenino, aunque
se viene produciendo un ligero incremento en la
participación del sexo masculino en este renglón
laboral que, entre 2003 y 2007, pasa de un 7% a un
12% del total.
La misma fuente documental señala que a mayor
edad de la mujer mayor es la participación en el TDR,
concentrándose más en personas mayores de 34 años.
Esto pudiera estar asociado a que las personas más
adultas registran menor escolaridad, y por ende sus
opciones laborales estén seriamente limitadas.
Durante el período estudiado, la tasa de analfabetismo
del TDR disminuyó de 17% a 12%, y ascendió el número
de mujeres con una escolaridad mayor al ciclo básico o
primario que es de 8 años de estudio. No obstante este
incremento en el nivel educativo del TDR, las personas
ocupadas en esta labor muestran significativamente
menor escolaridad que el resto de los(as) trabajadores(as)
remunerados de los demás sectores laborales del país.
En lo que respecta a la condición migratoria, los datos
aportados por la ENFT no son comparables con la
información recopilada por el Encuesta a Trabajadoras
Domésticas Remuneradas en Santo Domingo y Santiago,
ya que en esta última fuente se toma como referencia
haber nacido en una localidad diferente a la encuestada
y en la ENFT se utiliza el municipio. Aún así, los datos
de ambas fuentes revelan una proporción importante
de población migrante y una menor incidencia de
población nativa de zonas rurales en la composición
de las trabajadoras domésticas remuneradas: según
la ENFT sólo el 26.8% de estas mujeres había nacido
en la zona rural del Municipio, mientras el 71.5% era
nativa de zonas urbanas y un 1.7% son inmigrantes
que provienen de otro país, específicamente de Haití.
Igualmente, según esta fuente, la tasa de migración
interna que registran las mujeres que ejercen este oficio
es de un 51% y en los hombres 43%.
Los datos de las ENFT señalan que la mitad de las
personas ocupadas en TDR se ubican en el segmento de
más bajo ingreso, evidenciando situaciones de pobreza
mayores que las predominantes en los demás grupos
ocupacionales. También esta fuente permite demostrar
que el nivel de pobreza es mayor en mujeres que en
hombres ocupados en el TDR (52% de las mujeres
estaban en el quintil más bajo de ingreso y en los
hombres sólo un 32%).
Con respecto a la jornada laboral, la ENFT indica que
el 44% de las personas ocupadas en TDR laboraba
entre 40 a 48 horas semanales (rango de horario
permitido por el marco legal dominicano) y del 2003
al 2007 se observó una significativa disminución de
horas de trabajo semanales, es decir, de sub-empleo
visible, lo que podría estar asociado al incremento del
trabajo a tiempo parcial en este grupo ocupacional.
183
De acuerdo con la ENFT son los cónyuges quienes
aportan mayoritariamente en los gastos del hogar.
Esta situación también se observó en la encuesta a
trabajadoras domésticas remuneradas. Así mismo los
resultados de ambos tipos de fuentes de datos señalan
que en la mayoría de los hogares monoparentales las
mujeres son las jefas del hogar, mientras que en los
biparentales lo hacen los hombres.
IV.18 Sugerencias de políticas públicas.
• Eliminar del Código de Trabajo de la República
Dominicana el artículo que señala que los alimentos
y el alojamiento representan la mitad del salario
de la o el trabajador doméstico. Se debe entender
que los y las trabajadoras domésticas remuneradas
con dormida son contratados de esta manera no
porque necesiten el alojamiento, sino para que estén
disponibles a cualquier hora en su lugar de trabajo. No
es un beneficio o favor que los patrones le hacen a sus
trabajadoras domésticas remuneradas. Es un requisito
que atiende a una necesidad de los empleadores
porque necesitan que permanezcan allí. Cualquier
trabajador con horario extendido tiene derecho a ser
alimentado de acuerdo al horario en que se encuentra
en su lugar de trabajo. En tal sentido, el suministro
de alimento no es una acción exclusiva del TDR, sino
de todos los tipos de empleos que requieran una
presencia continua de empleados. Si el patrón requiere
que su empleada duerma en su casa, ¿por qué pasarle
factura por su propia necesidad?
• Establecer salarios mínimos para el TDR y
especificar bajo cuáles condiciones deben ser
aplicados.
• La protección a la maternidad debe ser incluida en
el TDR como en cualquier otro trabajo. Excluirlas
de este derecho es ofensivo y discriminante. Podría
llegarse inclusive a acuerdos en relación al pago
de salario en licencia médica, como, por ejemplo,
un porcentaje que el empleador debe pagar a la
trabajadora doméstica remunerada y otro porcentaje
a pagar para completar el salario de una posible
sustituta que cubra su licencia por maternidad.
• Trabajadoras(es), domésticas(os), remunera-das(os,)
con menos de un año deben tener derecho a tomar
una proporción de lo que le corresponda de sus
vacaciones, como por ley está garantizado para los
demás trabajadores y trabajadoras del sector formal
de la economía.
• Trabajadoras(es) domésticas(os) remunera-das(os)
con más de cinco años laborando (como estipula
el Código Laboral para los demás trabajadores(as)),
deben tener derecho de tomar hasta 18 días de
vacaciones.
• Se debe flexibilizar el horario del TDR en situaciones
específicas como, por ejemplo, en el caso del TDR
sin dormida: salir más temprano del trabajo cuando
está embrazada o porque continúa asistiendo a la
escuela.
• Debe divulgarse más ampliamente la Ley de
Seguridad Social en la cual está incluido el TDR,
de manera que las trabajadoras domésticas
remuneradas estén en conocimiento de los
beneficios que les corresponde por derecho.
184
Resumen
regional
187
INTRODUCCIóN
El libro “Puertas Adentro: Mitos y Realidades del trabajo
doméstico remunerado en Centroamérica y República
Dominicana” es una investigación sobre un componente
importante de la economía que generalmente queda
casi invisible y que es el trabajo doméstico remunerado.
El estudio analiza las condiciones y elementos
determinantes de la demanda y oferta del TDR. Presenta
un análisis detallado del marco jurídico y de políticas
vigentes en la región y las contradicciones que existen
entre actores clave frente a la necesidad de establecer
un marco jurídico que regule y garantice los derechos
laborales de las personas trabajadoras en el sector.
También el estudio pretende investigar la dinámica
compleja que se da entre los componentes de la oferta y
demanda del TDR y las relaciones de género que se dan
a partir de una relación contractual.
El estudio surge a iniciativa del Consejo de Ministras
de Centroamérica, (COMMCA), en el marco de su
Plan de Acción 2008-2009, en el que se define como
prioridad la autonomía económica de las mujeres. Se
enmarca además, en los convenios que el COMMCA
ha establecido con el Programa “La Agenda Económica
de las mujeres - AGEM” (UNIFEM - PNUD) y la Línea
de género del Programa de Cooperación Regional con
Centroamérica de AECID (Agencia Española para la
Cooperación Internacional). Los fondos para la realización
de este estudio provienen de ambos programas y agencias.
Esta investigación es un paso en el cumplimiento de las
acciones propuestas por los gobiernos latinoamericanos
en el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia
Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe
realizada en Quito, Ecuador, agosto de 2007); asimismo
es parte de la estrategia de investigación sugerida en el
documento base preparado por la CEPAL para dicha
Conferencia: “El aporte de las mujeres a la igualdad en
América Latina y el Caribe”.
Aunque el objeto de la investigación es el trabajo
doméstico remunerado (TDR); también analiza otros
aspectos interrelacionados con las problemáticas y
dinámicas laborales de las mujeres de la región. El
concepto de trabajo remunerado desarrollado en este
trabajo se ajusta según la clasificación internacional de
las cuentas nacionales de servicios domésticos. A pesar
que cualquier persona (hombre o mujer) podría estar
involucrada en las diferentes actividades específicas
que engloban los servicios domésticos, las estadísticas
muestran que posiblemente no haya ninguna
ocupación en la región más segregada por sexo que
ésta. En general, los empleadores en los países de la
región SICA, en su gran mayoría son hombres, sin
embargo, cuando se habla del TDR, la mayoría de los
empleadores son mujeres.
Otra diferencia sustantiva radica en que la mayoría de
las actividades económicas se realizan fuera del hogar
188
pero en el caso de TDR se desempeña el trabajo en las
casas particulares, es decir, en el ámbito privado.
Por la misma naturaleza del trabajo doméstico
remunerado: realizado en condiciones de aislamiento,
mayoritariamente de manera informal y feminizado, en el
ámbito privado, es un sector invisible para las estadísticas
oficiales y los estudios relacionados al trabajo doméstico
remunerado (TDR) han sido un tanto limitados. Por
otra parte, existen estereotipos y supuestos subjetivos
relacionados al trabajo doméstico remunerado que
obstaculizan políticas explícitas así como la existencia
de leyes, movimientos sociales, entre otros elementos,
que podrían contribuir a la defensa y protección de los
derechos de las personas que trabajan en este sector de
la economía.
También, los efectos de la globalización y de la mayor
interdependencia de las economías muestra un
incremento en el número y la frecuencia de este tipo
de servicios que antes era solo un recurso utilizado por
grupos sociales de nivel socioeconómico alto y hoy en
día se ha transformado en la región en un sector más
dinámico y ampliado con otros grupos socioeconómicos.
Por ello, la presente investigación busca responder
la siguiente pregunta: ¿Es el TDR una ocupación que
contribuye al desarrollo de un país? ¿O solo es un
recurso de sobrevivencia económica que mantiene a las
mujeres y su familia en situación de pobreza?
No hay dudas que el TDR es un mecanismo de
mercado que cruza fronteras entre el ámbito productivo
y reproductivo, y por ello es necesario comprender sus
dinámicas para conocer sus implicancias en la vida
de las mujeres, y sus familias, y planificar acciones
que contribuyan a cambiar los efectos no deseados y
convertirlo en un trabajo decente.
La investigación “Puertas dentro: Mitos y Realidades
del trabajo doméstico remunerado en Centroamérica
y República Dominicana” aporta al conocimiento
del trabajo doméstico remunerado (TDR) en varias
dimensiones no abordadas en indagaciones anteriores.
Se centra en el análisis de la oferta, demanda y
condiciones socio-laborales de TDR y los factores
socioeconómicos y políticos explicativos. Mediante
diferentes mecanismos cuantitativos se establece
vínculos con la creciente participación de las mujeres en
actividades económicas, con el trabajo doméstico no
remunerado y con las condiciones de vida personal y
familiar de las trabajadoras domésticas, así como de los
hogares y mujeres contratantes. Así también, este estudio
contribuye a llenar vacíos de información cualitativa
dado que explora cambios en las vidas de trabajadoras
domésticas remuneradas e incluye la perspectiva de las
empleadoras, dimensionando fielmente las implicaciones
que derivan de la realización de esa actividad. De igual
forma, se analiza el tratamiento legal y político del
empleo doméstico para derivar recomendaciones en de
políticas públicas.
Finalmente, cabe mencionar que este estudio es el
resultado de un esfuerzo colectivo. Agradecemos el
trabajo realizado por los equipos de investigación
nacionales; la sistematización regional estuvo a cargo
de Olimpia Torres; a las directoras y equipos técnicos
nacionales de los Mecanismos de la Mujer en cada país.
De igual manera, agradecemos y valoramos el aporte
proporcionado por las mujeres que fueron entrevistadas
en el levantamiento de campo para la encuesta diseñada
para los fines del estudio sobre el trabajo doméstico
remunerado y las personas (empleadoras y trabajadoras
domésticas) que participaron en los diversos grupos
focales que se realizaron para complementar la
investigación.
189
I. Objetivos
I.1 Objetivo general
El objetivo general de esta investigación consiste
en generar información sobre el trabajo doméstico
remunerado, su relación con el trabajo doméstico no
remunerado y las condiciones de vida de las mujeres
en la región centroamericana y República Dominicana,
vía acercamientos por país, para identificar cambios
legislativos y líneas de política pública prioritarios frente
a este tema.
I.2 Objetivos específicos
a. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
remunerado y sus implicancias en la vida y autonomía
de las mujeres en general y sobre las mujeres
ocupadas en esta actividad, en particular;
b. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico
no remunerado y el relacionamiento entre ambos
(trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en
cuanto a categorías como autonomía, relaciones de
poder, entre otras;
c. Determinar la relevancia del trabajo doméstico
remunerado, no solo como alternativa de empleo
para mujeres, sino en el marco más amplio de
contextos nacionales caracterizados por una creciente
participación femenina en el mercado de trabajo; de
los flujos migratorios; y la prevalencia marcada de la
subvaloración social del trabajo doméstico;
d. Identificar las relaciones entre trabajo, estado y
familia, mediante el análisis de las principales políticas
vigentes, tanto en materia económica como social;
e. Identificar y priorizar recomendaciones en la normativa
y en la política pública tendientes a la superación de
los problemas detectados. En particular, las políticas
relacionadas con los ámbitos priorizados por el
COMMCA: jornada laboral, ingresos, Seguridad
Social y organización; y
f. Diseñar
estrategias que viabilicen
las
recomendaciones del estudio tanto en el
ámbito centroamericano como nacional.
II. Marco conceptual
Los conceptos más útiles para una mirada comprensiva
del trabajo doméstico remunerado vienen de los
estudios de género y economía, especialmente del
campo de la economía feminista. La economía feminista
desvela el paradigma androcéntrico de la corriente
principal del pensamiento económico actual y presenta
una visión alternativa de la economía recurriendo a la
figura de un iceberg. La parte visible corresponde a la
economía remunerada, considerada como sinónimo
de la economía, y la parte invisible – la base de la
economía en su conjunto– corresponde a la economía
no remunerada (Pérez 2005). Es decir, existe una sola
realidad económica la cual ha sido fragmentada
desde los análisis económicos tradicionales. Las
formas de distribuir los trabajos remunerados, o no
remunerados, en cada sociedad están dadas no solo
por la racionalidad económica sino también por varios
factores socio-culturales y por las relaciones de género,
clase, edad, raza, etc. Por ello, en la economía feminista
el estudio de estas relaciones forma parte del análisis de
los fenómenos económicos.
Desde el paradigma económico neoclásico, los
hogares han estado recibiendo atención en su papel
de consumidores de bienes y servicios producidos en la
“economía”, la cual se ubica fuera del hogar. Bajo ese
mismo enfoque, las personas dentro del hogar cuentan
por su participación, o no-participación, en el mercado
laboral formal y así en la oferta de trabajo pero no toma
en cuenta las razones de la no participación. Es decir, no
se considera las implicancias que tiene para las personas,
por ejemplo, el trabajo no remunerado dentro del hogar.
Para la economía feminista los hogares constituyen la
forma en cómo las sociedades organizan el cuidado
190
de sus miembros como parte del funcionamiento del
sistema económico y da cuenta de las relaciones y
organización social incluyendo todas las actividades
necesarias para mantener o mejorar la sociedad y su
nivel de vida. Por eso, la unidad de investigación ya no
es el hogar como un ente homogéneo donde existe
un patrón común de bienestar, sino las personas como
individuos que tienen deberes y distintas cargas de
trabajo, acceso a recursos, y por tanto, relaciones de
poder desiguales entre los miembros del hogar.
En resumen, la propuesta de la economía feminista
promueve que las relaciones de género sean objeto
de estudio legítimo del pensamiento económico, busca
romper con los paradigmas androcéntricos y que la
preocupación fundamental de la economía no sea el
funcionamiento de los mercados, sino la sostenibilidad
de la vida.
II.1 Conceptos para discusión sobre trabajo
doméstico remunerado
Partiendo del marco de la economía feminista hay
algunos otros conceptos útiles para analizar el trabajo
doméstico remunerado. Estos son: la economía
de cuidado, la división sexual del trabajo, el ámbito
público, el ámbito privado y conciliación.
En términos generales, la economía del cuidado se
refiere al espacio de bienes, servicios, actividades,
relaciones y valores relativos a las necesidades más
básicas y relevantes para la existencia y reproducción
de las personas en las sociedades en las que viven. En
particular, se trata de “aquellos elementos que cuidan
o ´nutren´ a las personas, en el sentido que les otorgan
los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para
sobrevivir en sociedad” (Rodriguez 2007, citando
a UNIFEM 2000). Dentro de estas actividades se
ubican actividades reconocidas directamente como
“cuidado”: de cuidado de niños, de personas mayores,
enfermos(as), personas con discapacidades. Pero
también otras actividades necesarias para sostener
la vida: cocinar, ir al mercado, limpiar, lavar ropa,
planchar, buscar agua o leña, etc.
Los proveedores de los servicios de cuidado están
constituidos por cuatro agentes: el Estado (servicios
públicos de cuidado); el mercado (servicios privados
de cuidado); los hogares y la comunidad (servicios de
cuidado no remunerados).
La Ilustración 1, ejemplificada en un iceberg, muestra
que la economía del cuidado se encuentra en una
parte de la economía remunerada y otra parte en la
economía no remunerado, siendo esta última la parte
sumergida del iceberg.
El ámbito público se define a todo lo que esta fuera
del hogar: generalmente engloba las acciones y áreas
del Estado, del mercado, de la comunidad. El ámbito
privado se refiere al hogar y la familia. La división de
tareas y la decisión sobre quién provee servicios de
cuidado y en qué ámbito son resultados del orden
social vigente, que incluye componentes de cultura,
legislación, entre otros; los cuales son objeto de estudio
de la economía feminista. Desde el paradigma clásico
de la economía, solo se valora como trabajo aquellas
actividades signadas por relaciones mercantiles
(generadoras de ingresos). Lo que tiene como
consecuencia que solo se reconoce el trabajo en el
ámbito público. Por lo tanto, el trabajo de cuidado no
remunerado es considerado como “no trabajo”.
La división sexual de trabajo es el resultado del
orden social de género, que asigna ciertas tareas y
ocupaciones para “hombres” y otros para “mujeres.”
Entre todas las categorías de trabajo: trabajo remunerado
y trabajo no remunerado, trabajo desempeñado por
191
Ilustración 1: El trabajo doméstico remunerado en el marco de la división sexual del trabajo, la economía
y el cuidado.
E
C
O
N
O
M
í
A
ECONOMÍA DEL
CIUDADANO
Economía Remunerada
Trabajo doméstico
remunerado
Economía
No Remunerada
actores del Estado, mercado, comunidad o familia; en
el ámbito publico y privado hay patrones de segregación
y ocupaciones y tareas consideradas más aceptables
o compatibles para mujeres o para hombres. No
sorprende entonces que sean las mujeres quienes realizan
mayoritariamente el trabajo de cuidado, generalmente
no-remunerado pero que también realizan la mayoría
del trabajo de cuidado remunerado.
En la Ilustración 1 la división sexual del trabajo se
representa con el uso de los símbolos de mujeres y
hombre dentro del mismo iceberg. En la economía
remunerada, la participación masculina sigue siendo
mayoritaria, de ahí el uso de la línea continúa. La
participación de las mujeres en la economía no
remunerada es mayor que la de los hombres, de ahí el
uso de la línea punteada más fuerte para las primeras.
La asignación de trabajo de cuidado para el hogar
y sus miembros a las mujeres es de larga data pero
presenta mayores problemas cuando estas ingresan
masivamente al mercado laboral, ya que esto las
confronta a una real tensión entre los tiempos que
192
le demanda el trabajo de cuidado no remunerado
y los tiempos del trabajo remunerado. Martínez y
Monge utilizan el término “conciliación” para referir al
arreglo de la tensión entre trabajo productivo y trabajo
reproductivo en una sociedad determinada.
Dependiendo del contexto en cada sociedad se puede
recurrir a algunos de los otros proveedores de cuidado:
al Estado, al mercado privado o a la comunidad. En este
sentido, el Estado puede jugar el papel de proveedor
de servicios de cuidado. Pero también el Estado
puede tomar decisiones sobre las responsabilidades
en el trabajo de cuidado de los otros proveedores: la
familia, la comunidad y el mercado. De esta manera,
el Estado puede facilitar o dificultar la “conciliación”
a través de políticas públicas. “A pesar de dicha
tensión y las deficiencias de cuidado en las sociedades
latinoamericanas, este problema público no ha
ingresado todavía en las agendas, ya que se considera
un tema privado que debe ser resuelto en función de las
decisiones y opciones individuales” (CEPAL 2008: 62).
Rodríguez (2005: 9) afirma: “puede decirse que en
América Latina existe una ausencia absoluta de una
política pública de cuidado. La premisa pareciera ser
que ésta es una responsabilidad fundamentalmente de
los hogares y la provisión pública es simplemente un
complemento para aquellos hogares que no pueden
resolverlo por sí mismos. Se evidencia en la región
latinoamericana un marcado deterioro en la calidad
de los servicios públicos de cuidado”. En el mismo
sentido, Martínez y Camacho, 2007, señalan que el
ingreso de las mujeres al mercado laboral las lleva a
multiplicar actividades dentro y fuera del mismo. Las
autoras identifican -mediante el análisis de políticas
conciliatorias1 de seis países de Latinoamérica- que la
infraestructura de cuidados de la región es precaria.
1 Es un tipo particular de políticas que facilitan la inserción laboral y la atención
de la demanda de cuidados, en particular de las mujeres, y más aún de las
mujeres madres (Martínez y Camacho 2007).
Por ello, la estrategia más común para conciliar el
trabajo remunerado con el trabajo no remunerado,
desde las mismas mujeres, es la delegación de su
trabajo no remunerado en otras mujeres, ya sea de la
familia o la comunidad de forma no-remunerada o en
el mercado a través de las empleadas domésticas.
El presente estudio ubica el trabajo doméstico como
parte de la economía remunerada, parte de la oferta del
mercado de servicios y es identificado como una estrategia
conciliadora utilizada mayoritariamente por mujeres
insertas en el mercado laboral. El trabajo doméstico
remunerado tiene una doble condición: por un lado,
media remuneración y, por tanto, es un empleo que forma
parte de la economía remunerada, del mercado y del
ámbito público. Así en la Ilustración 1 se ubica el trabajo
doméstico remunerado en la economía del cuidado, y
en la parte visible del iceberg, el trabajo remunerado. A
pesar de eso, debido al tipo de tareas que lo conforman
y al hecho de que se realiza dentro de los hogares, la
construcción social de género lo ubica como parte del
trabajo doméstico asociado a la responsabilidad de las
mujeres en el hogar, al ámbito privado y así implícitamente
se identifica con el trabajo no remunerado.
Esta doble condición presenta obstáculos para la toma
de medidas que permitan igualar las condiciones y
los derechos laborales del trabajo doméstico al de los
demás trabajos remunerados.
III. Aspectos metodológicos
El informe regional “Puertas Adentro: Mitos y Realidades
del trabajo doméstico remunerado”, cuyo resumen se
presenta en esta publicación, es un análisis de conjunto
de siete investigaciones nacionales que contaron con
una variedad de datos estadísticos oficiales, información
documental secundaria y datos primarios recopilados
específicamente para la investigación.
193
Antes de iniciar los procesos de investigación nacionales
se elaboró un diseño técnico-metodológico que
fue discutido y consensuado con los equipos de
investigación. El diseño incluyó la identificación de
variables e indicadores y estableció los tabulados a
trabajar en el caso de la información cuantitativa, tanto
secundaria como de campo.
Durante la investigación de campo se realizaron
entrevistas individuales y colectivas con informantes
claves, con expertos y expertas en el tema, con
empleadoras de trabajadoras domésticas y con
trabajadoras domésticas remuneradas. Dada la
necesidad de disponer de información más detallada
sobre las condiciones del trabajo de las trabajadoras
domésticas remuneradas se hizo el levantamiento de
2,786 encuestas en los siete países participantes (Costa
Rica, Panamá, Guatemala, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y República Dominicana), sobre la base de
un cuestionario común que fue discutido y consensuado
con los equipos nacionales de investigación. La encuesta
se aplicó en la capital y otra ciudad en cada país.
La investigación definió 34 indicadores cuantitativos
específicos sobre el TDR para estandarizar el análisis
regional. Sin embargo, las dificultades en la disponibilidad
de la información requerida solo permitieron la
construcción de entre 24 y 29 indicadores por país
(con la excepción de Guatemala que solo presentó 13
indicadores y no se especificaron las razones para ello).
La investigación definió cuatro aspectos fundamentales
para el estudio del trabajo doméstico remunerado: i) la
oferta y ii) la demanda de trabajo doméstico remunerado
y su dinámica reciente iii) el tratamiento legal y político
del empleo doméstico remunerado; y iv) otras políticas
públicas, sociales y económicas que, de forma directa
o indirecta, pueden influenciar la oferta, demanda o
condiciones del trabajo doméstico remunerado.
Para el abordaje de estos cuatro aspectos se establecieron
dos temas transversales: el primero referido al enfoque
teórico de género, buscando evidenciar el nivel de vigencia
de los estereotipos, prácticas discriminatorias y relaciones
desiguales de género así como su influencia en el
comportamiento de las variables analizadas. “El segundo
tema transversal tiene que ver con la valoración de la
información disponible. Se planteó que todo del proceso
de relevamiento y análisis de la información secundaria
debía contemplar como un objetivo adicional la medición
de la disponibilidad y calidad de la información para el
seguimiento al trabajo doméstico remunerado.”
Las preguntas orientadoras definidas para el desarrollo
de la investigación fueron: i) ¿Ha variado el nivel y/o
balance de género de la oferta de TDR en los últimos
años?; ii) ¿Cuál es el perfil socio-demográfico actual
de las y los trabajadores domésticos remunerados?; iii)
¿Cuáles son los problemas de calidad que caracterizan
al trabajo doméstico remunerado y los impactos
principales de este tipo de inserción laboral sobre las y los
trabajadores domésticos remunerados y sus familias?; iv)
¿Cuáles son las características principales de los hogares
que pueden estar influenciando su demanda de trabajo
doméstico remunerado?; v) ¿Cuáles son los aportes
principales del marco legal vigente y/o de su aplicación,
a las condiciones o características del trabajo doméstico
remunerado?; y vi) ¿Qué elementos de políticas públicas
sociales y/o económicas que pueden estar influenciando
(o haber influenciado en los últimos años), directa o
indirectamente, el nivel y condiciones de la oferta y/o la
demanda de trabajo doméstico remunerado?
IV. Principales hallazgos
IV.1 La dinámica reciente del trabajo
doméstico remunerado.
Entre 2000 y 20007 el sector de trabajo doméstico
remunerado experimentó un crecimiento de 39% en
194
el número de personas ocupadas. En varios de los
países estudiados, el aumento de mujeres ocupadas
en el servicio doméstico supera al observado en
otras ocupaciones. Mientras la ocupación femenina
total creció en 29,5% entre los años 2000 y 2007,
la ocupación femenina en servicio doméstico lo hizo
en un 42.1%. (Cuadro 1)
En el año 2000 las mujeres trabajadoras domésticas
representaban el 12.85% del total de trabajadoras
ocupadas, mientras en el año 2007 la proporción
se elevó al 14,10%. En el caso de los hombres esa
relación se mantuvo por debajo del 1% en ambos años
y solo en algunos países en el año 2007 reportaron
poco mas del 1% de los hombres ocupados realizando
trabajos domésticos remunerados. (Gráfica 2)
Esto lleva a la conclusión que entre las mujeres el
trabajo doméstico es una alternativa importante de
empleo y en crecimiento.
Al analizar, según los rangos de edades de las personas
que realizan trabajo doméstico, en la mayoría de los
países se registra una disminución en términos relativos
de mujeres menores de 35 años sobre el total de mujeres
ocupadas en el sector y un aumento en la proporción
de trabajadoras domésticas en edades mayores a los
35 años. Una posible explicación de la disminución
de la ocupación en el trabajo doméstico remunerada
de las mujeres jóvenes podría estar asociada a nuevas
oportunidades laborales, como resalta en algunos países
la entrada de inversión extranjera directa y la generación
de empleo en las zonas francas y maquila.
Según los datos oficiales para los países que cuentan
con información para los años 2000 y 2007 se
observa que, con excepción de El Salvador, hay un
aumento en el porcentaje de hogares que cuentan
con servicio doméstico. De los cuatro países que
presentaron datos, tres mostraron incrementos y
solo El Salvador presentó una disminución. Sin
embargo, la relación de hogares que cuentan con
servicio doméstico remunerado bajo alguna de sus
modalidades alcanza solo al 20% del total de hogares
en el mejor de los casos. (Grafica 3 en la página 196)
Cuadro 1: Incremento ocupación femenina total y en servicio
doméstico entre 2000 y 2007
Paises
OFT
OFSD
Costa Rica
46.5
44.1
El Salvador
13.1
26.9
Guatemala
ND
26.4
Honduras
32.1
81.8
Nicaragua
56.3
48.9
Panamá
46.8
18.6
República Dominicana
19.0
39.3
TOTAL
29.5
42.1
OFT: Ocupación femenina total
OFSD: Ocupación femenina en servicio doméstico
Nota: El “TOTAL” no incluye Guatemala
Fuente: Datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en
cada país
195
196
De acuerdo a las diferentes modalidades del trabajo
doméstico remunerado, los datos muestran una
disminución de la categoría de dormida dentro en el
periodo estudiado. Esa situación podría derivarse de la
combinación de dos factores: por un lado, una oferta
limitada de mujeres mayores que no estan dispuestas a
aceptar esa condicion de trabajo pero también podría ser
producto de una reducción de la demanda explicada por
al costo creciente que este tipo de servicio supone para los
hogares en un contexto de salarios o ingresos estancados
y con ofertas de empleo de calidad muy limitada.
Los estudios sobre TDR de la región reflejaron la presencia
de lo que se conoce como “transnacionalización del
cuidado”, en tanto existen mujeres que emigran a otros
países para remplazar el trabajo doméstico no remunerado
antes hecho por mujeres nacionales, con trabajo
doméstico remunerado por mujeres migrantes. Esto está
originando el surgimiento de hogares transnacionales, y
el trabajo de cuidado que hacían las migrantes en sus
propios hogares en el país de origen recae sobre otras
mujeres que se quedan, dando origen a cadenas globales
de cuidado. En algunas situaciones la migración de una
mujer hace surgir una oportunidad de empleo en trabajo
doméstico remunerado para otra mujer, mientras en otras
circunstancias este trabajo de cuidado cae encima de otra
mujer de forma no remunerada.
Entre los países estudiados, los que dan origen a
los flujos migratorios de TDR fuera de la región son:
Guatemala, El Salvador y República Dominicana hacia
los Estados Unidos, España e Italia. La situación de
estas trabajadoras se ubica fuera de esta investigación
pero en el caso de las mujeres migrantes y su inserción
laboral como trabajadoras domésticas entre los países
de la región estudiados (mayoritariamente en República
Dominicana y Costa Rica) sí fue posible abordarlos en
la presente investigación.
197
“Buscamos a la muchacha porque yo trabajo en
empresa, empresa de tabaco,…. la contratamos
para que cuide a los niños, a mis dos nietecitos. La mamá de ellos está en España”.
(Participante de grupo focal de empleadoras de
clase baja, Nicaragua)
IV.2 La oferta y demanda actuales de trabajo
doméstico remunerado.
¿Quiénes son y de dónde provienen las personas
que realizan trabajo doméstico remunerado?
La investigación buscaba averiguar la veracidad del
supuesto que vincula el trabajo de las mujeres rurales,
pobres, indígenas y afro descendientes o inmigrantes
como grupo mayoritario en la ocupación de
trabajadoras domésticas. Aunque se encontró que estos
grupos poblacionales trabajan en el sector, la mayoría
absoluta de las trabajadoras domésticas son nacionales
no indígenas de sus países.
Sin embargo, en la región existen países que son
demandantes netos de trabajo doméstico remunerado.
Así Costa Rica recibe un aporte de trabajo remunerado
de Nicaragua, en donde según datos oficiales del
2004, el 19% de las y los ocupadas/os en esas
tareas corresponden a migrantes. El 57% de las
trabajadoras participantes en la encuesta levantada
para esta investigación, reportaron ser de Nicaragua,
un resultado que puede indicar que la presencia de
nicaragüenses en este tipo de trabajo está focalizada
en algunas ciudades. Para el caso de República
Dominicana, Haití destaca como un proveedor
representativo de trabajo doméstico remunerado.
Sin embargo, los datos del 2007 provenientes de las
estadísticas oficiales reportaron un 1.7% de extranjeras
desempañándose como trabajadoras domésticas
remuneradas, mientras en la encuesta propia en
2008 se captó un 17% del total de las trabajadoras
encuestadas de origen haitiano.
En cuanto a Panamá, el único país donde el número
absoluto de mujeres entre 15 y 34 años en el TDR se
redujo entre 2000 y 2007, se encontró que existe una
demanda creciente de trabajo doméstico remunerado
proveniente del exterior.
En cuanto a la proporción de indígenas o afrodescendientes2 entre las trabajadoras domésticas
remuneradas, pese al imaginario social, parece que las
mujeres pertenecientes a pueblos indígenas no están
representadas más en el sector que las no indígenas.
En Guatemala los datos oficiales muestran que el 72%
de las trabajadoras domésticas remuneradas no son
indígenas y la encuesta para esta investigación captó solo
el 32.4% de encuestadas como personas pertenecientes
a pueblos indígenas. El otro país que registra presencia de
mujeres indígenas y afro-descendientes como empleadas
domésticas es Panamá con 8% de las encuestadas. Los
otros países registran menos del 3% o ninguna.
La mayoría de los países no cuentan con datos oficiales
para determinar flujos desde áreas rurales a urbanas de
trabajadoras domésticas remuneradas. Los resultados de
la encuesta realizada para la investigación en agosto del
2008, muestra que 4 de cada 10 personas encuestadas
dijo haber nacido en áreas rurales pero en El Salvador,
República Dominicana y Guatemala las trabajadoras
encuestadas de origen rural fueron mayoría. Hay un peso
significativo, exceptuando a Panamá, de movimientos
migratorios entre áreas urbanas.
Al analizar los datos oficiales de 2007 sobre las
edades de las trabajadoras domésticas remuneradas
hay diferencias grandes entre los siete países.
2 No se cuenta con datos para Republica Dominicana
198
La Gráfica 4 muestra que es en Guatemala, seguido
por Honduras, El Salvador y Nicaragua donde hay el
mayor porcentaje de mujeres jóvenes (15-24 años)
entre las ocupadas en el servicio doméstico. Esos
mismos países registran la mayor participación de
mujeres hasta los 34 años de edad. Mientras en Costa
Rica y Panamá, y hasta cierto punto en República
Dominicana, hay una mayor representación de
mujeres entre los 35 a 44 años y de 45 años y más.
Buscando diferencias por edad entre las varias
modalidades de trabajo en los resultados de la encuesta
propia, se encontró que las encuestadas con “dormida
dentro” presentan una mayor participación de mujeres
de 15 hasta 24 años aunque con diferencias de nivel
entre los distintos países que las encuestadas en las otras
modalidades (tiempo completo sin “dormida dentro” y
tiempo parcial). (Véase Gráfico 5 en página siguiente)
Considerando el nivel educativo de las trabajadoras
domésticas, con la excepción de Panamá, los países
estudiados presentan 70% o más de las trabajadoras
con educación primaria o menos (datos oficiales
2007). Guatemala y Honduras superan el 90% y el
80% respectivamente mientras que Panamá apenas
supera el 47%. A medida que aumentan las edades
de las trabajadoras se evidencia un menor nivel de
educación. A pesar que la mayoría de estas mujeres
tienen educación primaria o menos, hay un porcentaje
significativo que tienen algún año de educación media
aprobado o más: en Panamá más de la mitad, en El
Salvador y Nicaragua alrededor de un 30% y en el
resto de los países, con la excepción de Guatemala,
alrededor de un 20%. Estos relativamente altos
porcentajes de trabajadoras domésticas remuneradas
con educación media, considerado como no
calificado, evidencian posibles barreras en el mercado
199
laboral para que estas mujeres accedan a otros tipos
de trabajos.
Analizando la relación entre trabajadora doméstica
con la jefatura del hogar, de acuerdo a datos oficiales
de 2007, las mujeres que están ocupadas en trabajo
doméstico son jefas de hogares y cónyuges de sus
hogares, en proporciones similares. Como es de
esperar, las trabajadoras que son hijas del jefe/a de
hogar tienen más representación en los países con
mayor presencia de mujeres jóvenes, como El Salvador
y Guatemala. Según los resultados de la encuesta, las
hijas tienen mayor presencia entre las trabajadoras con
“dormida dentro”; y las jefas, y muy especialmente,
cónyuges entre las trabajadoras a tiempo parcial.
En una relación de 50% y 60% de las personas que
trabajan en este sector provienen de hogares con
jefatura masculina, lo que significa que entre un 40%
y un 50% de las personas ocupadas en el servicio
doméstico provienen de hogares con jefatura femenina.
Esto implica que hay una sobre-representación de la
jefatura femenina en los hogares de las y los trabajadores
domésticos remunerados comparados con el promedio
nacional de esos países. Como era de esperarse, la
encuesta propia aplicada solo en áreas urbanas (que
generalmente presentan mayor proporción de hogares
con jefatura femenina), muestra un porcentaje aún
mayor de hogares con jefatura femenina, a excepción
de Panamá y República Dominicana. La gran mayoría
de las trabajadoras encuestadas son mujeres sin pareja
pero con hijos(as).
En cuanto al nivel de ingresos de los hogares que
cuentan con miembra/o ocupada/o en el trabajo
doméstico, los datos oficiales muestran que son hogares
de relativamente menores ingresos que el resto. No
aparecen como los más pobres pero la peor situación
la enfrentan los hogares jefeados por mujeres.
200
¿Cuáles son las características de los hogares
que demandan el servicio del trabajo doméstico
remunerado?
Con base a la poca información oficial disponible para
Honduras y Nicaragua se observa que la gran mayoría
de hogares con servicio doméstico se encuentran en
el quintil 5 de ingreso, es decir, son hogares de altos
ingresos. Sin embargo, hay una interesante diferencia
en la distribución por quintil de ingreso de los hogares
que contratan servicio doméstico, analizando el sexo
de su jefatura. Los hogares con jefatura masculina que
contratan servicio doméstico se concentran mucho
más en el quintil 5 que los hogares con jefatura
femenina. Por el contrario, hay un mayor porcentaje
de hogares con jefatura femenina correspondientes a
los quintiles 4 y 3 de ingresos que contratan servicio
doméstico. (Cuadro 2)
De acuerdo a los datos oficiales de los países
estudiados se estima un 8.4% de hogares que cuentan
con trabajo doméstico remunerado, es probable que
haya algún nivel de sub-registro. Por ejemplo, en
Costa Rica, los datos de la Encuesta de Hogares con
Propósitos Múltiples para 1988 y 2004, ubicaban
en 8.6% y 8.7%, respectivamente, el porcentaje de
hogares que hacían uso de este servicio. Pero según
la Encuesta de Ingresos y Gastos, en 1988, un 13%
de los hogares costarricenses hacían uso de servicios
domésticos en alguna modalidad; y este porcentaje
se incrementó a un 19% en 2004.
Los datos oficiales para cuatro de los países estudiados
(Costa Rica, Honduras, El Salvador y Nicaragua)
evidencian que en la mayoría de los hogares
contratantes de servicio doméstico la mujer jefa o
cónyuge tiene un trabajo remunerado. La presencia
de niñas-os, con variaciones entre los países, según
las edades de las y los mismos, también surge como
una característica bastante común entre los hogares
contratantes de servicio doméstico.
Independientemente de los problemas que pudieran
estar enfrentando las cifras, aún duplicando las
mismas, solo en Costa Rica, Nicaragua y República
Dominicana (si la estimación resultase apropiada), este
servicio alcanzaría una cobertura de alrededor de 2 de
cada 10 hogares para 2007. Este resultado pone en
cuestión la idea de que en la mayoría de estos países
el trabajo doméstico remunerado es todavía un servicio
fácilmente accesible.
Cuadro 2: Distribución por quintil de ingreso de los hogares que contratan servicio doméstico,
según sexo de su jefatura
Nicaragua
Honduras
Quintiles de ingreso
J’ Mujer
J' Hombre
J’ Mujer
J’ Hombre
Quintil 1
1.0
1.4
0.1
1.7
Quintil 2
1.9
5.1
0.7
3.3
Quintil 3
10.3
7.5
12.1
3.6
Quintil 4
34.1
17.2
14.3
10.7
Quintil 5
52.7
68.8
72.8
80.7
Total
100.0
100.0
100.0
100.0
Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación de cada país
201
Vale la pena mencionar, sin embargo, que los
resultados de la encuesta propia indican que el
35% del total de trabajadoras encuestadas trabaja
para hogares donde no hay ningún miembro de
los comúnmente reconocidos como demandantes
especiales de cuidado (niñas/os; ancianas/os;
discapacitadas/os). Dicho porcentaje es aún más
elevado en Costa Rica (47%); Guatemala (45%);
y El Salvador (40%). Esta situación nos estaría
diciendo que hay una demanda de este servicio
que no está necesariamente vinculada al cuidado
de personas que se presume lo requieren de forma
especial, sino a la atención de personas en plena
edad productiva que requieren el apoyo por su
inserción en el mercado laboral y/o, simplemente,
porque su nivel de ingresos se lo permite.
IV. 3 Características y calidad del trabajo
doméstico remunerado
¿Qué hace una trabajadora doméstica?
¿Cómo son las condiciones y beneficios de
este trabajo?
De acuerdo a los datos oficiales de 2007,
dependiendo del país, en el servicio doméstico
las ocupaciones se dividen en: empleada/o
doméstica/o, niñera, lavandera o planchadora,
jardinero, vigilante, chofer. Con excepción
de Honduras, más de 70% de las mujeres en
servicio doméstico aparecen en las estadísticas
en la ocupación de “empleada doméstica”, con
representación en algunos países también en la
ocupación de “lavandera y/o planchadora”.
La encuesta propia de agosto 2008 abordó las tareas
específicas de las mujeres trabajadoras domésticas.
Las cuatro tareas más reportadas corresponden a los
“oficios del hogar”: cocinar, limpiar, planchar y lavar
ropa. La inmensa mayoría de las encuestadas declaró
realizar más de una tarea, siendo lo más común la
realización de entre 3 y 5 tareas. Entre lo que es cuidado
propiamente de otros personas se encuentra que 39%
de las encuestadas realizan esta tarea, la quinta tarea
más reportada. Las que más reportaron esta tarea son
las que trabajan con la modalidad de dormida dentro,
seguido con modalidad de tiempo completo. Entre las
que realizan una sola tarea se encuentran con más
frecuencia las empleadas contratadas a tiempo parcial.
En términos generales, se observa un nivel considerable
de precariedad salarial, existiendo una alta variación de
la remuneración-hora promedio entre países; siendo
Nicaragua el país que presenta los salarios más bajos;
contrario a República Dominicana y Costa Rica que
reflejan los salarios más altos según los datos oficiales.
(Ver Grafica 6). Entre las mujeres encuestadas el salario
por hora promedio es más alto en la modalidad de
202
tiempo parcial, y en segundo lugar la modalidad
de tiempo completo con dormida fuera. Los peores
salarios por hora fueron reportadas por las personas
que trabajan en el servicio doméstico a tiempo
completo con dormida dentro. (Ver Grafica 7)
Si se comparan los salarios mensuales se evidencia
una situación opuesta. Las trabajadoras a tiempo
completo con dormida dentro presentan una mejor
situación salarial que las que no duermen en los
hogares contratantes en casi todos los países. Pero
eso merece compararse con el número de horas
trabajadas. En efecto las personas encuestadas
con la modalidad de dormida dentro reportaron
trabajar muchas más horas con un promedio de 65
horas a la semana; 50 horas con tiempo completo
y dormida afuera y 30 horas en las personas con la
modalidad de tiempo parcial.
Otros de los hallazgos derivados de la encuesta propia
de agosto 2008 corresponden a las diferencias en los
salarios y horas de trabajo para indígenas y migrantes.
En Costa Rica y República Dominicana las empleadas
extranjeras tienen un promedio de salario por hora menor
que las nacionales y trabajan generalmente 8 horas a
la semana más que las nacionales. Las trabajadoras
indígenas también tienen una remuneración inferior a
la general. En efecto, entre las personas encuestadas, el
salario-hora promedio se desplaza de US$ 0.85 a US$
0.74 y la mediana de US$ 0.70 a US$ 0.55.
Para el total de indígenas encuestadas el promedio de
la jornada laboral se incrementa en más de 4 horas y
la mediana en 10 horas. La mitad de las trabajadoras
indígenas captadas por la encuesta trabajan más de
60 horas semanales. El incremento en el promedio –5
horas– y la mediana –70 horas– es mayor en Guatemala.
203
En los países donde existe salario mínimo oficial para
el servicio doméstico éste es el menor o está entre los
menores de los salarios mínimos establecidos para
las distintas actividades económicas. A pesar de ello,
la mayoría de las trabajadoras domésticas (en datos
oficiales tal como entre las encuestadas) tiene una
remuneración inferior al mínimo establecido por ley en
los países.
En cuanto a pago en especie muy pocas de las
trabajadoras encuestadas reportan recibir salario en
especie, algo sorprendente en el caso de las trabajadoras
con dormida dentro. En muchos casos ellas no perciben
que el disponer de un lugar para dormir y comer es en
beneficio de ellas, sino que es un requisito que muchas
veces ponen las empleadoras debido a la necesidad
de disponer de esa fuerza laboral desde horas muy
tempranas y/o hasta muy tarde diariamente.
‘Nos dicen que nos están dando la comida, pero
a los chóferes y serenos también se los dan. Uno
coge el trabajo con dormida para no gastar en pasaje, no porque uno no tenga en dónde dormir. ¿Y
vienen a decirle a uno que calcule lo que uno se
ahorra viviendo en la casa? A veces son las 10:00
de la noche y yo todavía estoy haciendo cena, y
si hay visitas es cuando se vaya el último que uno
puede acostarse. Es mucho trabajo para tan poco
dinero’
(Trabajadora Dominicana, 45 años de edad)”
s nietecitos. La mamá de ellos está en España”.
Duarte et al: 2009)
Según los resultados de la encuesta propia (agosto
2008) las horas extras no parecen ser muy frecuentes,
apenas un 20% de las encuestadas reportó trabajarlas.
Sin embargo, es importante resaltar que más de la mitad
de ellas no reciben ningún pago por ellas; y que un 90%
de estas trabajadoras no recibe el pago doble. Las más
afectadas son las que laboran con “dormida dentro”.
Irregularidades similares se encontraron en otros
aspectos como los días libres y vacaciones anuales. Si
se considera que una de cada 4 encuestadas reportó no
tener vacaciones (por encima del promedio, se ubican El
Salvador, República Dominicana y Nicaragua); que poco
más de un 20% no las recibe descansadas con goce de
sueldo (superando el 30% en El Salvador y Nicaragua);
y alrededor de un 30% disfruta de menos de 14 días
anuales (superando el 60% en Guatemala y Honduras).
Es importante destacar que entre las encuestadas en
2008, pocas cuentan con un contrato escrito. La mayoría
reportó haber discutido y abordado verbalmente con la
empleadora al inicio de la relación contractual sobre
varios temas como las tareas involucradas en el trabajo
y las condiciones, tales como: salario, días a trabajar,
frecuencia de pago, horario y días libres. Otros temas
como vacaciones, aguinaldo y seguro fueron menos
mencionados como parte del establecimiento de la
relación contractual. (Cuadro 3 en siguiente página)
A la pregunta sobre el cumplimiento de las condiciones
contractuales, el 12% de las mujeres entrevistadas
reportó incumplimiento (es posible que este dato
contenga algún nivel de subregistro por posibles temores
de las encuestadas que fueron entrevistados en los
hogares contratantes). Los incumplimientos reportados
fueron relacionados principalmente con el tiempo de
trabajo y de descanso así como el aumento de tareas
a realizar. El incumplimiento fue reportado con mayor
frecuencia entre mujeres que trabajan en los hogares
bajo la modalidad de tiempo completo con dormida
afuera, seguida con las de dormida dentro.
El acceso a prestaciones de ley es también limitado y
aparentemente responde más a la voluntad de las y
los patrona/es que a la ley. Según los resultados de la
encuesta, el aguinaldo es la prestación anual que más
frecuentemente reciben (la peor situación es la de
204
Cuadro 3: Porcentaje de las trabajadoras encuestadascon contrato escrito
CR
ES
GU
HO
NI
PA
RD
TOT
2.9
2.2
1.7
6.3
2.5
16.0
0.9
4.7
1/ Año más próximo al mencionado
Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país
Guatemala con más de 20 puntos porcentuales menos
que el promedio general). En lo que parece ya una
constante, el acceso a estas prestaciones es menor entre
el grupo de menos de 25 años de edad, con la excepción
de Panamá. La situación es similar en el caso del pago
de prestaciones por renuncia y, peor aún, en el caso de
despido (donde el porcentaje al que no se le pagan ni
siquiera los días trabajados hasta la fecha del despido se
incrementa en comparación con el caso de renuncia).
A pesar de que las trabajadoras con tiempo parcial
ganan más por hora en promedio y enfrentan menos
incumplimiento con lo acordado en los contratos
verbales o escritos, la presencia de modalidades más
informales del servicio doméstico también contribuye
a la inseguridad de este empleo. Según los resultados
de la encuesta para agosto de 2008 casi 6 de cada
10 trabajadoras a tiempo parcial trabajan para más de
un hogar, y dos de cada 10 que trabajan para varios
hogares no tienen días “fijos” o establecidos en todos los
hogares para los que trabajan.
La inestabilidad laboral tiene matices entre los países. Los
resultados de la encuesta propia indican la coexistencia
de la figura de la “nana” que trabaja toda su vida en
un solo hogar, con trabajadoras cuya permanencia
promedio en los empleos es inferior a un año. La
inestabilidad laboral es mayor en Honduras y República
Dominicana que en el resto de los países estudiados. La
renuncia presenta la mayor frecuencia entre las formas
de retiro de empleos anteriores entre las encuestadas.
Aun cuando el derecho al estudio está reconocido
legalmente en la mayoría de los países para estas
trabajadoras, la encuesta propia de agosto 2008 muestra
que tan solo el 9% de las encuestadas se encontraba
estudiando; siendo más preocupante el hecho que solo
el 31% de las mujeres trabajadoras domésticas menores
de 18 años reportaron estar estudiando.
El trabajo infantil doméstico parece estar disminuyendo.
Los resultados de la encuesta muestran una disminución
importante de niñas menores de 18 años, y más
significativa aún, de niñas menores de 15 años, entre
el grupo que tiene hasta 8 años de trabajo en el
servicio doméstico, en comparación con el que tiene
15 años y más en el mismo. Sin embargo, la situación
en Guatemala es todavía muy preocupante, donde el
cambio es menor y el nivel de incorporación al trabajo
doméstico de niñas menores de 15 años es todavía muy
importante. Más aún, el de niñas indígenas.
Las brechas en el trabajo doméstico remunerado
por razones de género
Analizando los datos oficiales para hombres y mujeres
en trabajo doméstico, se ve una clara división sexual
del trabajo. Mientras la mayoría de mujeres están
en la categoría general de “empleada doméstica” y
de acuerdo a la encuesta realizan las tareas “oficios
del hogar”, la mayoría de los hombres en servicio
doméstico trabajan como jardinero, vigilante o chofer.
Los hombres TDRs tienen representación significativa en
la categoría general “empleado doméstico” en solo tres
países. Además de la división sexual del trabajo entre
205
Cuadro 4: Porcentaje de la Ocupación asalariada total y en servicio doméstico que cuenta con contrato
escrito, según sexo - 2007
Quintiles de Ingreso
Honduras
Nicaragua
Panáma
M
H
M
H
M
H
Total
ND
ND
37.3
30.3
73.8
72.0
En servicio doméstico
2.6
7.1
2.9
9.1
17.6
41.3
Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país.
los hombres hay una mayor especialización de trabajo,
es decir, los hombres están más distribuidos entre
ocupaciones específicas y menos representados entre la
ocupación general de empleado doméstico.3
De acuerdo a datos oficiales de 2007, en todos los
países4, los hombres en trabajo doméstico ganan más
por hora que las mujeres, con la menor diferencia en
República Dominicana donde ganan 8% más por hora,
y la mayor en Honduras donde los hombres ganan el
doble por hora que las mujeres.
La misma situación se refleja en las modalidades de
la contratación de las y os trabajadores domésticos
remunerados. En los países con datos oficiales disponibles,
los hombres tienen mucha mayor probabilidad que las
mujeres de encontrar trabajo con un contrato escrito,
aún en el servicio doméstico. (Cuadro No. 4)
En los tres países donde se cuenta con información
sobre acceso a la Seguridad Social, se observan
3 No se cuenta con datos para Guatemala
4 Exceptuando Guatemala, país para el que no se contó con los datos respectivos.
grandes brechas entre el porcentaje de hombres
ocupados en trabajo doméstico con acceso a seguro
y el porcentaje de mujeres. Como muestra el Cuadro
5, mientras que las brechas entre hombres y mujeres
en la población total ocupada no son tan grandes
y están a favor de las mujeres, entre los hombres
trabajadores domésticos en El Salvador, el 17% de
los hombres tiene seguro contrastando con apenas
el 1.1% de las mujeres. En Nicaragua, el 8.3% de
hombres en comparación con 0.9% de mujeres.
Según la encuesta propia, agosto 2008, el acceso a la
Seguridad Social es aún menor entre las trabajadoras
más jóvenes y la mayoría reportó que sus patronas/es
no cubren sus gastos médicos.
Comparando los salarios por hora promedio en el
servicio doméstico con salarios en otras ocupaciones
no calificadas, se observa en tres países (Panamá,
Nicaragua, Honduras) entre sus ingresos en las
actividades clasificadas como trabajo doméstico y
el promedio en otras ocupaciones. Más bien lo que
en Honduras y Costa Rica se observa es que es un
trabajo mejor remunerado.
Cuadro 5: Porcentaje de la ocupación total y en servicio doméstico con seguro, según sexo – 2007
Sexo
El Salvador
Nicaragua
Panáma
Total
En SD
Total
En SD
Total
En SD
Mujeres
30.3
1.1
24.6
0.9
47.9
14.1
Hombres
29.0
17.0
18.9
8.3
44.0
36.6
Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país.
206
Cuadro 6: Brechas salariales entre las/os ocupados en servicio doméstico y otras ocupaciones de similar
calificación – 2007
Países y sexo de las/os
ocupados
Referente utilizado para la
comparación
Salario-hora promedio
Brecha
En el referenEn SD [1] te seleccionado [2]
[1] como
% de [2]
% de [2]
Mujeres
Hombres
Otras ocupaciones no
calificadas
1.13
1.62
69.7
1.44
0.98
146.8
Ocupaciones no calificadas de la
maquila
2,962.32
2,186.97
135.5
5,209.00
4,980.70
104.6
Otras ocupaciones no
calificadas
0.32
0.46
69.8
0.45
0.46
98.5
0.53
0.97
54.6
0.98
1.07
92.1
1.58
0.91
174.7
1.71
1.13
151.8
Honduras [*]
Mujeres
Hombres
Nicaragua
Mujeres
Hombres
Panamá
Mujeres
Hombres
Ocupaciones agrícolas
República Dominicana
Mujeres
Hombres
Ocupaciones no calificadas de la
maquila
[*] Se calculó la brecha sobre salarios mensuales
Fuente: Datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país
En el caso de las mujeres, en Honduras y República
Dominicana, por los diferenciales de salario, es posible
que éstas utilicen el trabajo doméstico remunerado como
estrategia para acceder a un mejor salario relativo. En
Costa Rica, Nicaragua y Panamá la brecha entre ambos
tipos de trabajos es bastante mayor en detrimento de las
trabajadoras domésticas remuneradas.
IV.4 La calidad de vida personal y familiar de
las trabajadoras domésticas remuneradas
En este capítulo se analizan las problemáticas cotidianas
que se encuentran implícitas en la realización de
las actividades domésticas remuneradas y que son
comúnmente desestimadas por los gobiernos y/o
invisibilizadas por la información estadística.
Las trabajadoras domésticas entrevistadas informan
que optaron por esa actividad debido principalmente
a razones económicas. Los resultados de la encuesta
confirman esta aseveración: el ingreso laboral de casi
el 80% de las encuestadas representa la mitad o más
del ingreso familiar total; y más de la mitad de las
encuestadas reportó 3 ó más personas dependientes,
total o parcialmente, de sus ingresos (esta proporción
aumenta a más del 70% de encuestadas en El Salvador
y a casi un 80% en Nicaragua, precisamente el país con
los más bajos ingresos laborales). Eso implica millones
de dependientes de los ingresos de estas trabajadoras
en los siete países estudiados.
En consistencia con la importancia de sus ingresos
para cubrir los gastos de sus hogares, se observa
207
que solo en Honduras y Panamá la mayoría de las
trabajadoras domésticas destinan la mitad o más
de sus ingresos laborales para su uso personal.
La situación es todavía más grave si se consideran
únicamente las trabajadoras que tienen hijos(as)
menores de 18 años.
Aunque entre 8 y 9 de cada 10 encuestadas dijo
decidir autónomamente sobre el uso de sus ingresos,
la influencia de las relaciones de género se deja
sentir al disminuir el porcentaje correspondiente
cuando se trata de mujeres con pareja o que se
declaran cónyuges del jefe de hogar. La situación
más preocupante la presentan Guatemala y
Honduras donde este indicador se reduce a 6 de
cada 10 encuestadas.
El análisis de los discursos de las empleadas y
empleadoras entrevistadas permite identificar la
vigencia de conflictos en las relaciones empleadoratrabajadora. Dichos conflictos están alimentados por
factores de género y de clase social; así como por
la difusa frontera entre la condición de trabajadora y
de miembro de la familia de la empleada doméstica.
Al parecer, el que se considere a la trabajadora
“como parte de la familia” es el estadio máximo del
buen trato, de una relación “exitosa”; pero resulta
legítimo preguntarse hasta dónde esta concepción
va más bien en detrimento de los derechos laborales
y hasta humanos de las trabajadoras domésticas
La violencia en cualquiera de sus manifestaciones
parece ser un riesgo consustancial al trabajo doméstico
remunerado: un 22% del total de encuestadas
reportó haber vivido violencia física, un 11.2% haber
sufrido acoso sexual y 6.3% haber sufrido violación,
y todas estas en el hogar contratante. Las tasas más
altas fueron en Guatemala y Honduras. El 45% dijo
haber sufrido alguna otra situación de maltrato o
discriminación, con especial fuerza el maltrato verbal.
Los datos evidencian el trabajo doméstico como una
ocupación mal remunerada, expuesta en algunos
casos a situaciones de riesgo, con pocos beneficios
y falta de cumplimiento de los derechos laborales.
A pesar de ello, la mayoría de las trabajadoras
encuestadas consideran que su trabajo es muy
valorado por sus patronas/es, están muy satisfechas
con su trabajo y dijeron recibir un buen trato de parte
de sus patronas/es.
La aparente contradicción que encierra el párrafo
anterior solo se puede explicar a la necesidad que tienen
las mujeres de disponer de ingresos para su familia, al
desconocimiento de sus derechos laborales y la falta de
acceso a otros tipos de trabajos. Esta conclusión se basa
en las expresiones de las mismas mujeres entrevistadas
que a pesar de su satisfacción laboral, paradójicamente
la mayoría expresó expectativas por cambiar de trabajo
a otro distinto del servicio doméstico.
“Si…nos ayuda el trabajo doméstico porque las
que no tenemos recursos ni educación, no podemos ir a otro trabajo. Nos ayuda bastante” (Trabajadora hondureña)
“Yo me siento que estoy así de empleada doméstica, no porque no sea un trabajo digno,
sino porque nunca tuve las posibilidades de estudiar, la familia que me crió eran demasiado
pobre”…A mi hija le doy estudio, no quiero que
ella sea lo que yo fui”.
(Trabajadora nicaragüense)
“El trabajo doméstico es lo ultimo, es lo peor,
porque por la misma sociedad así lo ve, nos
dicen las ‘chupa plato’”
(Trabajadora nicaragüense)
Finalmente, se observa que la “pobreza de tiempo”
es una realidad a la que la gran mayoría de las
trabajadoras domésticas se enfrenta. Entre los usos
208
de su tiempo libre más frecuentemente reportados
por las trabajadoras encuestadas destaca el trabajo
de cuidado para sus propios hogares o familias.
La demanda de cuidado en estos hogares parece
importante, dado que casi un 80% de las trabajadoras
encuestadas tienen hogares donde hay niños(as) o
personas mayores.
Eso tiene como resultado que sumando las horas
invertidas en el trabajo remunerado (jornada laboral)
y de las horas invertidas en el trabajo no remunerado
(trabajo de cuidado para su propio hogar o familia),
el 82.5% del total de encuestadas tiene una carga
global semanal mayor de 48 horas. Las trabajadoras
a tiempo completo tienen una carga global semanal
promedio de 76 horas y 59 horas en el caso de las
trabajadoras a tiempo parcial.
Más del 70% de las trabajadoras encuestadas tienen
hogares donde hay niños(as) o personas mayores,
con algunas diferencias entre países pero en ningún
caso las trabajadoras en esta situación dejaron de
ser mayoría absoluta.
A pesar de lo anterior, cuatro de cada diez trabajadoras
domésticas encuestadas reconoció que existía conflicto
entre su vida laboral y familiar (Nicaragua supera el
50%). Estos porcentajes se elevan si se consideran
únicamente las que tienen hijas(os) menores de 18
años pero ningún país alcanza el 70%.
El reconocimiento del conflicto entre la vida laboral
y la familiar solo parece haber surgido con fuerza
en las entrevistas y grupos focales, y no tanto
como era esperado en la encuesta propia. Lo que
muy probablemente está ligado a que es el tipo
de problemas que requieren de “ayuda” para su
reconocimiento, dada su profunda imbricación en
los esquemas sociales de género vigentes.
El aspecto más mencionado por las que identificaron
el conflicto entre vida laboral y familiar es la falta de
tiempo; lo que les resulta más difícil de cumplir, la
atención a sus hijos(as) y los oficios del hogar. Ellas
consideran que los más afectados por el conflicto son
sus hijas(os) aunque en algunos países una proporción
significativa consideró que son ellas las más afectadas
(República Dominicana, Nicaragua y Costa Rica).
Varias trabajadoras expresaron dolor porque sus
hijos/as ya no la llaman “mamá” o porque tenían que
dejar el cuidado de sus hijos/as con una hija de menor
edad, con sus madres u otra/o familiar. La mitad de
las encuestadas reportó la participación de otras
personas en el trabajo doméstico y de cuidado en
sus hogares (Nicaragua con casi un 80% y República
Dominicana con un 60% superan este promedio; y el
resto de países se coloca por debajo).
El mundo del cuidado en los hogares de las trabajadoras
domésticas es, como era de esperarse, fundamentalmente
femenino y no remunerado. Las personas que asumen
parte de la carga de cuidado son, en la gran mayoría
de los casos, familiares que viven con ellas; mujeres
(principalmente la madre, hijas o hermanas de las
trabajadoras encuestadas); y en la mayoría de los casos
no media pago para estas personas.
Analizando las características de los hogares de las
trabajadoras domésticas remuneradas se observa
que las y los jefas/es de sus hogares se concentran
mayoritariamente en edades superiores a los 45
años, especialmente en el caso de las jefas que
son la mayoría. Su nivel educativo es bajo (más de
7 y hasta 9 de cada 10 jefes/as de hogar tienen
primaria completa, incompleta o ningún nivel
educativo). La situación encontrada en términos de
asistencia escolar de los miembros de sus hogares
menores de 18 años indica que el cambio a futuro
209
“…cuando uno tiene hijos es difícil porque uno
piensa que los hijos pueden perder el amor de
la madre, yo por ejemplo, al niño lo dejé cuando él tenía un añito, entonces él le dice mamá
a mi mamá, entonces yo para que me diga
mamá le tengo que prometer algo porque él
dice que no puede decirme mamá y pienso que
en eso a mi me ha afectado bastante porque
yo quiero que el me tenga cariño como madre
pues pero él le tiene más cariño a mi mamá
que a mi...entonces me da tristeza”
(Trabajadora hondureña)
“…Tengo 4 hijos y he tenido dos maridos. Tengo
una hija de 16 años, [3 más pequeños] … tengo
un trabajo con dormida […] quien me cuida a
los niños es mi hija mayor… Mi hija se queja
mucho, […] me dice que esos no son sus hijos,
que ella no tiene por qué atenderlos. Ella estudia en la tanda vespertina, porque por la mañana hace los oficios… Pero ella tiene responsabilidades en la casa. Yo tengo que trabajar.
Si yo no trabajara no comeríamos, porque sus
papás no aportan casi nada… desde que mi hija
cumplió los 14 años, ella es la encargada de cuidar la casa. Yo sé que ella quiere divertirse, pero
cuando se es pobre, las responsabilidades son lo
más importante”
(Trabajadora dominicana)
no irá más allá de contar con más personas con la
primaria o algún año de secundaria aprobado.
De acuerdo a datos oficiales, los hogares con
jefatura femenina tienden a tener menor número de
miembros que los hogares con jefatura masculina.
En general, los primeros presentan un menor
número de miembros perceptores de ingresos que
los segundos, pudiendo explicar en parte que los
hogares con jefatura femenina estén más expuestos
a mayor situación de pobreza de ingresos.
Los datos de la encuesta propia indican una
situación similar para el número de miembros
que efectivamente aportan ingresos a sus hogares
pero además resalta una importancia significativa
de aportantes mujeres (en 9 ó más de cada 10
hogares las mujeres representan la mitad o más
de los miembros aportantes) sin importar si son
hogares con jefatura femenina o masculina.
La “pobreza de tiempo” es un factor explicativo
de primer orden para el alto aislamiento y bajos
niveles de organización que caracterizan a
estas trabajadoras. Según los resultados de la
encuesta, este aislamiento es mucho más agudo
para las trabajadoras extranjeras, indígenas y las
trabajadoras con “dormida dentro”.
VI.5 La tutela de los derechos de las
trabajadoras y trabajadores domésticos
remunerados
Este apartado analiza el marco legal vigente en los
países de la región a fin de establecer una comparación
en cuanto al cumplimento de los derechos laborales,
que desde el deber ser, tendrían que garantizarse.
Las realidades que enfrentan las trabajadoras domésticas
evidencian prácticas discriminatorias, las cuales no
solo se desarrollan en las esferas fácticas como la
contratación y pago sino también están evidentes en los
marcos jurídicos del trabajo doméstico y las discusiones
sobre la falta de reforma del los mismos.
En el análisis de la tutela de derechos se ha encontrado
que en todos los países los códigos laborales
respectivos cuentan con un capítulo especial para
regular este trabajo, considerados “especiales”.
El principal problema que origina este tratamiento es la
tendencia entre los y las mismos/as administradores/as
de la ley a considerar que lo que no está contenido en
el “capítulo especial” no aplica a las y los trabajadores
domésticos remunerados (a excepción de Costa Rica
210
que explícitamente establece la aplicabilidad del resto
de normas en temas no mencionados en el capítulo
especial; y República Dominicana que parece excluir
a estas/os trabajadoras/es de cualquier otra norma
que no esté contenida en el “capítulo especial”).
especie no forma parte del salario en efectivo y que
el mismo no debe ser inferior al mínimo establecido
por ley, a pesar de que en Guatemala, Nicaragua
y Panamá también se establecen salarios mínimos
de referencia para el servicio doméstico).
Las principales discriminaciones en la norma escrita
se observan en los siguientes aspectos:
f. La exclusión de las y los trabajadores domésticos
de la obligatoriedad del contrato escrito (solo en
República Dominicana esta situación es general
para todos los y las trabajadoras).
a. Una definición imprecisa que abre las puertas a
prácticamente cualquier contenido de trabajo que
se realice en el hogar.
b. La regulación implícita, o la no regulación, de
la jornada laboral, a excepción de Costa Rica,
que permite jornadas para las y los trabajadores
domésticos muy superiores al mínimo legal
establecido para el resto de trabajadoras/es.
c. La regulación del día de descanso semanal y
los días de asueto de forma especial para estas/
os trabajadoras/es (El Salvador y Panamá);
la exclusión explícita de éstos de este derecho
(Guatemala y Honduras) o la no regulación en el
caso de los días de asueto en Nicaragua.
g. El derecho a la Seguridad Social de estas/os
trabajadoras/es es normado de forma diferenciada
entre los países estudiados (inclusión explícita,
exclusión explícita y regímenes “especiales”).
Diversos factores administrativos y de la realidad de
estas/os trabajadores determinan que su acceso a
la Seguridad Social sea mínimo en todos los países.
d. Las vacaciones están reguladas de forma distinta al
resto de trabajadores/as en República Dominicana
o no están reguladas en El Salvador, Nicaragua,
Guatemala y Honduras (están reguladas en Costa
Rica y Panamá).
A los tratos desiguales o discriminatorios establecidos
en el marco legal vigente se agregan los problemas
enfrentados por estas/os trabajadoras/es para el ejercicio
efectivo de los derechos oficialmente reconocidos. La
investigación evidencia la existencia de dos grandes
tipos de barreras para el ejercicio efectivo de sus
derechos por parte de las y los trabajadores domésticos:
la propia administración de la ley y las dificultades de su
aplicación, por falta de consideración adecuada de la
realidad en que se encuentran estas/os trabajadores; y
las condiciones, características, percepciones o actitudes
de las propias trabajadoras domésticas.
e. En todos los países se establece al menos la
posibilidad de que la remuneración a las y los
trabajadores domésticos esté conformada por
una parte en efectivo y otra en especie, siendo el
principal problema la imprecisión en términos de
cuánto debe ser, como mínimo, el pago en efectivo
(solo en Costa Rica se específica que el pago en
Las principales barreras detectadas en el caso de
la administración o aplicación de la ley tienen que
ver con normas administrativas, procedimientos o
requisitos (caso del Seguro Social); con resistencia
de las y los empleadores para cumplir la letra de la
ley (caso del derecho al estudio); y/o con la falta de
capacidad para tutelar efectivamente el ejercicio de
211
los derechos establecidos (caso de las limitaciones
que el trabajo de inspección laboral tiene en el caso
de estas/os trabajadores).
En cuanto a las barreras que surgen de las propias
trabajadoras domésticas, destacan: el escaso
conocimiento sobre sus derechos, las leyes que los
tutelan y las instancias responsables de su aplicación;
sus percepciones y actitudes negativas frente al
sistema de administración de la ley que se combinan
con una escasa visión de sí mismas como sujetas de
derecho y de experiencias negativas previas propias
o de terceros; y los problemas de tiempo disponible
para realizar estas gestiones dada las características
de sus jornadas laborales.
En dos de los siete países, Panamá y República
Dominicana, no se identificó ninguna iniciativa orientada
específicamente al mejoramiento del marco legal que
regula el trabajo doméstico remunerado. En el resto de
los países, con la excepción de Costa Rica, el número de
iniciativas en los últimos casi 20 años es muy escaso y el
número de éxitos en estas iniciativas es todavía menor. El
éxito de estas iniciativas es especialmente difícil cuando
lo que se busca es una modificación de la regulación
especial del trabajo doméstico remunerado.
Las iniciativas de cambio
En Panamá y República Dominicana no se identificó
ninguna iniciativa orientada específicamente al
mejoramiento del marco legal que regula el trabajo
doméstico remunerado. En el resto de los países, con
la excepción de Costa Rica, el número de iniciativas en
los últimos casi 20 años es muy escaso y el número de
éxitos en estas iniciativas es todavía menor. Los temas
que se han abordado en las diferentes iniciativas, en
general, son coincidentes con los identificados como
más problemáticos en esta investigación.
El éxito de estas iniciativas es difícil de medir pero
lo es especialmente cuando lo que se busca es una
modificación de la regulación especial del trabajo
doméstico remunerado. A esta situación puede estar
contribuyendo: i) La reducida y hasta nula participación
activa de trabajadoras domésticas remuneradas en
la lucha por mejorar sus condiciones laborales; y ii)
poco interés, si es que hay alguno, en el tema entre
los partidos políticos como tales, o los sindicatos.
Los principales argumentos en contra de las iniciativas
presentadas giran alrededor de:
a. La “excepcionalidad” y/o la “naturaleza” del
trabajo doméstico remunerado, sin explicación
alguna sobre esta “especialidad”;
b. los supuestos beneficios de que gozan las y los
trabajadores domésticos, cuya existencia es
negada por los resultados del esta investigación, al
menos para la gran mayoría de ellas y;
c. las necesidades de las mujeres empleadoras
sin considerar que las trabajadoras domésticas
enfrentan exactamente las mismas necesidades;
d. la defensa del empleo de las trabajadoras
domésticas frente a este tema, la expresión de una
trabajadora activista es inmejorable: “la familia
que no puede pagar un salario digno [o asegurar
condiciones dignas de trabajo] debe repartirse las
responsabilidades de la casa”.
212
213
CONCLUSIONES y
Recomendaciones
La importancia del trabajo doméstico
remunerado en tanto ocupación
Como ocupación este trabajo es una alternativa
significativamente importante para las mujeres a lo
interno de sus países y lo es aún más para las mujeres
migrantes.
Según los datos oficiales, hacia 2007, alrededor de
850,000 mujeres y 77,000 hombres en los siete países
estudiados realizan este tipo de trabajo y todo indica
que la cifra puede estar sub-estimada. El número de
trabajadoras domésticas remuneradas de 15 años y más
se ubica por encima de l00,0005, alcanzando más de
155,000 en Guatemala y más de 181,000 en República
Dominicana; y representando entre un 10 y un 20% del
total nacional de mujeres ocupadas. A estas cifras habría
que agregar la cantidad de niñas menores de 15 años
que también trabajan en el servicio doméstico y son
especialmente importantes en Guatemala (casi 14,000)
lo que elevaría el número de estas/os trabajadoras/es
a prácticamente un millón de personas en este trabajo.
En una estimación conservadora de cuatro personas
dependiendo parcial o totalmente de los ingresos de
cada una/o de estas trabajadoras y trabajadores de 15
3 Panamá fue el único país donde no se alcanzó esta cifra (alrededor de 63,000
mujeres y 8,000 hombres, según los datos de la EHPM 2007, están ocupados en
el servicio doméstico).
años y más, se estaría en presencia de alrededor de 3.7
millones de personas (entre más de 400,000 y 600,000
en cada país, con la excepción de Panamá).
Una disminución de la modalidad más tradicional de
servicio doméstico con “dormida dentro”, junto con un
probable crecimiento de modalidades más informales,
indica que la situación de un número creciente de
trabajadoras domésticas es especialmente vulnerable,
por encima del nivel de vulnerabilidad que caracteriza
al trabajo estable que es el que fundamentalmente es
cubierto, aunque con brechas de garantías y de tutela
efectiva de derechos, por el marco legal vigente.
La cantidad de personas directa o indirectamente
vinculadas a este trabajo, así como su dinámica
creciente en los últimos años, y las condiciones de
vulnerabilidad laboral que caracteriza a las personas
que lo desempeñan, convierten al trabajo doméstico
remunerado en un tema de atención obligada para la
política pública. De cumplir con esta obligación no
solo “se corregirían […] décadas de discriminación
legalmente establecida, [sino que] también se
reconocería la importancia social [y económica]
de estas tareas en el marco de las nuevas tensiones
existentes entre vida laboral y vida familiar” (Martínez
F. et al: 2009).
214
No ha sido posible dimensionar el número de las
trabajadoras domésticas migrantes pero la creciente
migración femenina en los países en los últimos años
junto con la reconocida tendencia a la ubicación
laboral de estas mujeres en ocupaciones de servicio
doméstico en los países de destino, dentro y fuera de
la región, permiten afirmar que su peso es importante.
Según diversos estudios, ellas suelen tener una mayor
propensión que los hombres al envío de remesas a
sus familias de origen, remesas que contribuyen no
solo a la sobrevivencia de sus familias sino también al
mejoramiento de sus comunidades y constituyen un
elemento de importancia significativa para el balance
económico de sus países de origen. Si agregamos a
lo anterior que la migración de estas mujeres no solo
obedece a su necesidad individual sino a la demanda
no satisfecha de cuidado en los países de destino, la
consideración y atención a la situación de estas mujeres
en la política pública de países de origen y de destino es
una exigencia no solo de justicia sino también de política
económica y social.
La importancia del trabajo doméstico
remunerado en tanto oferta de cuidado
Según los resultados de esta investigación el uso del
trabajo doméstico remunerado como alternativa para
atender las demandas de cuidado de los hogares ha
aumentado en los últimos años, aunque con el cambio
ya mencionado en el creciente peso de modalidades
diferentes a la tradicional del servicio doméstico con
“dormida dentro”. Este cambio parece estar vinculado
tanto a razones desde la demanda (principalmente
costos del servicio vs ingresos de los hogares) como
desde la oferta (preferencia de las trabajadoras,
especialmente a medida que aumenta su edad, por
estas otras modalidades y/o nuevas alternativas de
empleo para las mujeres jóvenes). Considerando el
total de hogares como un proxy, aunque no muy bueno,
del total de la demanda de cuidado, la cobertura del
servicio es relativamente baja: si se asume un subregistro de un 50% en las cifras oficiales se ubica en
alrededor de un 20% de los hogares de estos países.
Pero, si se considera que la oferta pública de servicios de
cuidado es, en el mejor de los casos, muy limitada (con
frecuentes problemas de calidad y cobertura), y que la
oferta privada empresarial es también mínima y de costos
mucho más altos, el trabajo doméstico remunerado es
prácticamente la única opción que tienen los hogares
más allá de su propia oferta de cuidado no remunerado.
Resulta más que evidente que el trabajo doméstico y de
cuidado sigue estando fundamentalmente en manos de
las mujeres que lo realizan de forma no remunerada
en sus hogares y comunidades, independientemente
de si, además, tienen o no un trabajo remunerado,
especialmente si consideramos el hecho de que la
división sexual del trabajo ha permanecido inmutable,
a pesar de la creciente participación femenina en el
mercado laboral. Esta afirmación se sustenta en el
franco peso mayoritario de mujeres económicamente
activas entre los hogares contratantes de servicio
doméstico, así como en la presencia mayoritaria de
niños/as o personas de la tercera edad en estos hogares
y cuya atención es tradicionalmente una responsabilidad
femenina. La entrada al mercado laboral de las mujeres
es la que principalmente origina la demanda de trabajo
doméstico remunerado en una suerte de traslado al
menos parcial de sus responsabilidades a otras mujeres.
El tema del cuidado parece ser un vacío común en la
política pública de los países estudiados. Un vacío que
con los cambios demográficos en curso se vuelve aún
más importante y hasta urgente de atender, reconociendo
el cuidado como responsabilidad social y pública y no
solo individual de las mujeres. La misma crisis económica
que ya está afectando a nuestros países aporta a esta
importancia y urgencia por dos vías: la contracción de
215
opciones de empleo de las mujeres (que puede contraer
la demanda pero también incrementar la oferta para el
servicio doméstico); y el agravamiento de condiciones
laborales del trabajo doméstico caracterizado por altos
niveles de vulnerabilidad social y legal, en un mercado
de oferta creciente y demanda restringida.
Resulta imposible pensar en una política pública orientada
a la atención de las demandas de cuidado que no
considere el trabajo doméstico remunerado. Un trabajo
cuyas condiciones son resultado de conflictos de interés,
en un marco de desigualdades sociales y económicas,
cuya resolución es, por definición, una responsabilidad
de los estados. Los resultados de la investigación ofrecen
suficientes indicios de los conflictos de interés que giran
fundamentalmente alrededor del tiempo (de trabajo y de
descanso) y contenidos de trabajo (tareas incluidas como
parte del trabajo doméstico remunerado). Además, del
siempre vigente conflicto entre el trabajo remunerado y
no remunerado para las mujeres en general.
El trabajo doméstico remunerado debe ser, pues, objeto
de la política pública no solo en tanto parte del mercado
laboral sino también en tanto parte de las alternativas de
atención a la demanda de cuidado, buscando asegurar
condiciones de “trabajo decente” pero también su
mejor participación en la atención de demandas de
cuidado actuales así como su adecuación a las nuevas
demandas de cuidado, principalmente en el caso de los
países en franca transición demográfica.
Los caminos del cambio: objetivos,
líneas de política pública y estrategias
para la acción
lo tanto, parte del mercado pero es visto y tratado social
y legalmente como no remunerado. Los resultados han
complejizado bastante este punto de partida original.
“El trabajo doméstico remunerado […] se ubica en
la frontera entre el trabajo y el afecto – supuesto “no
trabajo” –, entre lo público y lo privado, entre una mera
ocupación y una estrategia para “conciliar” vida familiar
y laboral. En otras palabras, constituye un eslabón crítico
entre mercados laborales, familias, responsabilidades
femeninas y políticas públicas (o su ausencia). Esta es
una razón que explica por qué es tan difícil mejorar
las condiciones laborales de estas trabajadoras, así
como obtener los apoyos políticos e institucionales para
hacerlo. Es un tipo de trabajo ubicado en la intersección
de relaciones de poder, tanto de género como de clase.
[…] El reto no es fácil: requiere deconstruir y reconstruir
relaciones de subordinación profundamente arraigadas
y asentadas en las construcciones de género y las
expectativas de clase” (Martínez F. et al: 2009).
Es importante reconocer la complejidad de factores
y actores que interactúan en el mantenimiento del
status quo en lo que respecta al trabajo doméstico
remunerado; así como su profundo basamento cultural.
Si no se trabaja para cambiar las bases culturales de
esta situación, el mejoramiento, difícil pero posible, del
marco legal y de políticas no pasará de ser “letra muerta”
y muy difícilmente devendrá en cambios reales para las
mujeres que fundamentalmente realizan este trabajo.
Para establecer y garantizar los derechos
laborales de las trabajadoras domésticas
remuneradas:
1. Reforma del marco legal vigente:
Esta investigación partió del reconocimiento del trabajo
doméstico remunerado como una especie de híbrido
entre trabajo remunerado y no remunerado, entre trabajo
y “no trabajo”. Una ocupación que es remunerada y, por
El proceso de reforma implica la búsqueda de cambios
en el Código del Trabajo en todos los países, mientras
que otras leyes que también deberían ser modificadas
216
como la del Seguro Social y del salario mínimo, solo
serían objeto de estos esfuerzos en algunos de los países.
La aplicabilidad de las normas laborales generales.La meta mínima de cambio sería la inclusión de un artículo
que establezca la validez de las normas generales para
las personas ubicadas en el servicio doméstico, en todo
lo que no se regula dentro del capítulo o título especial.
La definición de trabajadoras(es) doméstico(s).Como mínimo debería buscarse el establecimiento
de la necesidad de acordar entre las partes trabajo
adicional al doméstico y no considerar cualquier tarea
como parte de éste. También es importante mejorar las
actuales definiciones estableciendo claramente cuáles
son las tareas o responsabilidades que constituyen el
trabajo doméstico.
La jornada laboral y otros aspectos relacionados
con el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso.El trabajo debería estar orientado hacia la equiparación
de las normas “especiales” con las generales vigentes
para el resto de trabajadoras/es.
con el resto de trabajadoras/es, como mínimo. En un
escenario ideal sería importante trabajar la posibilidad
de cobertura para las personas insertas en el mercado
laboral de forma informal, lo que no solo beneficiaría
a las mujeres que trabajan en el servicio doméstico a
tiempos parciales o por tareas y/o para varios hogares,
sino también a la gran cantidad de mujeres insertas en
el sector informal.
Convenio de OIT: Una posible oportunidad para
impulsar el tema es la introducción del trabajo doméstico
remunerado en la agenda de la 99 a. reunión de la
OIT prevista para el 2010, con miras a determinar un
convenio para este tipo de trabajo.
2. Fortalecimiento de capacidades de las
instituciones responsables de tutelar los derechos
laborales:
El contrato.- Se buscaría la equiparación con las
normas generales respectivas vigentes para el resto de
trabajadoras/es.
Un buen sistema de administración de la ley exige
instituciones responsables (ministerios o secretarías
de trabajo, instituciones de la Seguridad Social, por
ejemplo) en capacidad para cumplir sus funciones.
Los procesos de fortalecimiento deben estar orientados
hacia la necesidad de fortalecer las instituciones garantes
del respeto de los derechos de las trabajadoras; las
cuales deberán velar por el cumplimiento efectivo de
la ley por parte de los y las demandantes del trabajo
doméstico remunerado. Una limitante bastante común
entre los países es que el cuerpo de inspectores no
está autorizado para entrar a una casa particular para
hacer una inspección, aunque esta casa particular sea
el sitio de trabajo. Se requiere más recursos humanos
dotados para inspecciones, tal como ajustes en los
procedimientos de atención a denuncias e inscripción y
pago en Seguro Social, para hacer efectivamente viable
el acceso a la justicia y al Seguro Social.
El Seguro Social.- Al igual que con los temas del
contrato y las jornadas se buscaría la equiparación
Promoción del conocimiento adecuado de la ley y de
la forma de usarla en la defensa de los derechos. En
La remuneración.- El trabajo en este tema estaría
orientado hacia tres objetivos complementarios: i) que
el pago en especie sea calificado, en términos de su
calidad, y no forme parte del salario mínimo legal; ii)
que el salario mínimo sea explícitamente incluido en
el articulado correspondiente como referente obligado
para establecer la remuneración; y iii) la inclusión del
trabajo doméstico en la ley de salario mínimo en los
países donde todavía no lo está.
217
visto del bajo conocimiento de las mismas leyes, se
requiere acciones para promover consciencia sobre la
ley, sus mecanismos de aplicación entre trabajadoras
domésticas y entre empleadores para que todos
conozcan los derechos laborales, las obligaciones y
deberes de trabajadoras y empleadoras. Para alcanzar
eso se requiere el fortalecimiento de las organizaciones
sindicales de las trabajadoras domésticas u otras
expresiones colectivas.
3. Promoción activa de la inserción del cuidado
en la política pública
Se trata, básicamente, de la necesidad de impulsar
diversas políticas públicas considerando los siguientes
aspectos:
• La necesidad urgente de aprovechar el denominado
“bono demográfico” para preparar nuestras
sociedades de cara a un cercano futuro en el que
la mayor demanda de cuidado estará generada
por la población mayor de 60 años. Dadas las
limitaciones que enfrentan la mayoría de estos
países en términos de Seguridad Social, la tarea
a realizar para adecuar la respuesta de los países
a sus nuevas estructuras poblacionales. En este
marco, la atención al tema del cuidado en general,
y al trabajo doméstico remunerado en particular, es
una prioridad evidente.
• La importancia y la necesidad de “una ‘conciliación’
entre vida laboral y familiar, basada en el principio
de corresponsabilidad de los cuidados” (Martínez
F. et al: 2009). En esta dirección, se coincide en la
necesidad de que el Estado asuma su rol frente a
la atención el cuidado, tanto como oferente directo
de servicios6 como en calidad de actor impulsor de
otras opciones u ofertas alternativas de cuidado que
impulsen la participación complementaria del sector
privado, las comunidades y los hogares.
• El mejoramiento de la oferta de servicios de cuidado,
adicional a la no remunerada de las mujeres,
podría tener impactos positivos sobre algunas
de las condiciones laborales de las trabajadoras
domésticas remuneradas así como también podría
contribuir a la disminución del conflicto entre
responsabilidades laborales y familiares que ellas,
especialmente, viven.
• Resulta también indispensable trabajar, al nivel que
sea posible, para romper la barrera que se establece
en las medidas “conciliatorias” tradicionales, entre el
empleo formal (de relativo poco peso en la mayoría
de nuestros países) y el empleo informal (mayoritario
en nuestros países, especialmente para las mujeres).
Las políticas públicas orientadas a responder a las
demandas de cuidado no deberían restringirse a las
personas empleadas formalmente.
• La necesidad de “desfamiliarizar” y “desfeminizar”
el trabajo de cuidado. Esto pasa por fortalecer la
aplicación del enfoque de género en el proceso
de formulación, implementación, seguimiento y
evaluación de las políticas públicas relacionadas con
el cuidado (Vega et al: 2009). En esta misma línea es
central que el Estado asuma su responsabilidad en
la promoción activa del cambio en la división sexual
del trabajo todavía vigente y que, aún, asigna a las
mujeres la responsabilidad del trabajo de cuidado.
• La urgencia de visibilizar la importancia del trabajo
de cuidado. La política pública debe promover
activamente la visibilización y revaloración social
del trabajo de cuidado, tanto remunerado como no
remunerado, modificando las concepciones todavía
vigentes al respecto en nuestras sociedades (Marco
et al: 2009 y Vega et al: 2009). “La valorización
6 “El Estado debe crear y expandir servicios de cuidado, en principio infantiles;
mejorar la retención escolar a nivel secundario; y adecuar los horarios de los
servicios públicos para personas trabajadoras, para mencionar solo tres medidas
que son esenciales” (Martínez F. et al: 2009)
218
sociocultural y jurídica del trabajo doméstico
remunerado pasa por considerar a la economía
del cuidado y sus aportes a la reproducción social”
(Palacios et al: 2009). “En el ámbito del trabajo
doméstico remunerado esto implicaría la necesidad
de destacar la contribución de este trabajo a la
economía nacional (y no solo a la economía
familiar) y la eliminación de estereotipos que
degradan socialmente a las personas empleadas en
estas actividades” (Vega et al: 2009).
• En general, “ser cuidado y cuidarse debe constituirse
en un derecho universal que impregne la lógica de
las instituciones del estado” (Palacios et al: 2009).
4. Para ampliar las oportunidades de las
trabajadoras domésticas remuneradas
Certificación y capacitación/formación laboral: Este
componente busca profesionalizar el trabajo doméstico
creando capacidades técnicas que potencien la
revalorización del mismo, así como la ampliación de
opciones para las mujeres que deseen el cambio de
inserción laboral.
Promoción de políticas laborales específicas: En algunos
países se sugiere servicios públicos de intermediación de
empleo que, al menos, incluyan el servicio doméstico;
tal como la promoción de la regulación de las agencias
privadas de empleo doméstico. En visto de la evidencia
de discriminación en los salarios y condiciones de
trabajo entre hombres y mujeres TDRs y entre nacionales
no-indígenas y migrantes e indígenas, es importante
promover la formulación e implementación de leyes
que combatan la discriminación contra la mujer y contra
indígenas, migrantes y afro-descendientes.
5. Para el mejoramiento del conocimiento sobre
el trabajo doméstico remunerado
La disponibilidad de información estadística presentó
limitaciones importantes para el desarrollo apropiado
del planteamiento original de la investigación. Estas
limitaciones necesitan ser atendidas y superadas, tanto
para alimentar el trabajo de cambio como para su
seguimiento y posterior evaluación.
Para la captación apropiada de información sobre el
trabajo doméstico remunerado, en tanto ocupación y en
tanto oferta de servicios de cuidado, sería necesario:
• Revisar la forma en que se registra y procesa
actualmente este trabajo en los instrumentos
estadísticos nacionales oficiales (Encuestas de
Hogares generales o específicas para la medición
del empleo). Esta revisión debería tender a: i)
asegurar que se captan las diferentes modalidades
de trabajo o arreglos laborales existentes; ii)
asegurar que información que ya se capta sea
efectivamente procesada e incluida en las bases de
datos; iii) distinguir las personas que efectivamente
son trabajadoras domésticas de sus familiares iv)
asegurar la inclusión de las trabajadoras domésticas
que viven en el hogar contratante en la aplicación del
resto de preguntas de la encuesta, especialmente las
laborales, lo que permitiría incrementar el número
de trabajadoras/es captados por las encuestas (en
algunos países, al menos, se la identifica como
residente habitual del hogar pero no como miembro
del mismo y, por lo tanto, queda fuera del grueso de
la batería de preguntas de la encuesta); y v) eliminar
las exclusión prevista de las y los trabajadores
domésticas de las preguntas relacionadas con
algunos aspectos, como la contratación, las horas
extras, entre otros, con el fin de contar con mejor
información sobre sus condiciones de trabajo (al
219
menos en algunos países hay instrucciones específica
de “salto” de pregunta cuando la persona se ha
identificado como trabajador/a doméstica).
instancias a futuro, una vez logrado el mejoramiento
de las estadísticas nacionales jugarían un papel vital
para la construcción de panorámicas regionales.
• Para el primer punto planteado, en los países donde
existe la categoría ocupacional de “empleada(o)
doméstica(o) habría que revisar las definiciones
formales y la forma en que efectivamente se aplican
y/o se introducen y procesan los datos, tanto de
esta categoría ocupacional como de la rama
de actividad económica “hogares con servicio
doméstico” y asegurar un manejo adecuado que
permita diferenciar los diferentes arreglos laborales.
• Mejorar los registros administrativos. En la mayoría
de los países, los equipos de investigación tuvieron
muchos problemas para abordar temas como la
inscripción en el Seguro Social o las denuncias de
violación de derechos laborales. Ello obedeció al
hecho de que este grupo de trabajadoras/es no se
diferencia en las estadísticas institucionales.
• Agregar un mínimo de preguntas que permitan
identificar el peso relativo de este servicio en la
atención de las demandas de cuidado de los
hogares.- Este es un vacío actual de las encuestas
de hogares que debiera ser subsanado. La
experiencia del INE, en Honduras, prueba que una
simple pregunta permitió identificar el número de
hogares que hacían uso de servicio doméstico y la
modalidad del mismo. Los resultados confirmaron
además lo lejos de la realidad que estaban los datos
trabajados con la información de 2007.
• Identificar e incorporar preguntas que puedan ser
viables y útiles en otros instrumentos estadísticos
Eso es necesario en instrumentos tanto de carácter
censal como muestral (las encuestas de ingresos y
gastos que probó su utilidad en Costa Rica para
esta investigación) que contribuyan al conocimiento
sobre y el manejo de la realidad del trabajo
doméstico remunerado y su dinámica en el tiempo.
• Promover el relevamiento del trabajo doméstico en
los observatorios laborales existentes (nacionales y/o
regionales).- Esto es una labor más de incidencia
política para la creación de voluntades. Estas
Para alimentar los procesos de política pública en el
tema del cuidado, un aspecto obligado es contar con
información sobre la demanda y oferta de cuidado. Para
tal fin, sería necesario:
• Avanzar en el tema de las encuestas de uso de
tiempo.
• Avanzar en la construcción de la Cuenta Satélite de
Hogares.
Para asegurar información oportuna, más allá de los
datos, hay que realizar esfuerzos investigativos sostenidos
que permitan la valoración y la toma de decisiones
correctivas necesarias en los procesos de política
pública que se implementen. La falta de uso de los
datos estadísticos que se solicitan es una de las razones
comúnmente esgrimidas por las instituciones estadísticas
para el rechazo de estas solicitudes. Para asegurar la
generación de información oportuna, se sugiere:
• El establecimiento, o aprovechamiento, de las
existentes alianzas estratégicas con las diferentes
universidades y centros regionales de investigación.
• Promover el fortalecimiento de capacidades para
la investigación con enfoque de género en las
universidades.
220
Líneas de acción estratégica
• La identificación de potenciales aliados(as) y el
proceso de construcción de alianzas: Parte del
reconocimiento de instancias institucionales que
tengan capacidad de incidencia a nivel de los
gobiernos; así como condiciones financieras
para aportar a la resolución de la problemática
en cuestión; incluyendo la promoción de la
conformación y fortalecimiento de las instancias
articuladoras y de organización de las mujeres,
para que sean ellas las protagonistas de empujar
las iniciativas que mejoren la situación que viven las
trabajadoras domésticas.
• La construcción de un ambiente que valora la
economía de cuidado: Este aspecto está referido
a contrarrestar los mitos y percepciones vigentes en
el imaginario social respecto al trabajo doméstico;
lo cual implica un gran esfuerzo de producción y
difusión de las ideas y propuestas que contribuyan
a contrarrestar el arraigo cultural predominante en
relación al servicio doméstico remunerado.
• Aprovechamiento de iniciativas públicas en curso:
A nivel nacional, al menos, es posible identificar
programas en curso que pudieran atender
demandas y/o necesidades de las trabajadoras
domésticas. Se considera importante identificar
estos programas y promover entre sus responsables
la consideración de las trabajadoras domésticas
dentro de sus grupos-meta y/o la orientación de
fondos a instancias existentes que desarrollan
trabajo en pro de estas trabajadoras.
• Fortalecimiento de la aplicación del enfoque
de género, que incluya el tema del cuidado, en
la formulación, implementación, seguimiento y
evaluación de las políticas públicas: Se considera que
el tema de la economía de cuidado es relativamente
nuevo, como tema de política pública, aún entre las
personas que trabajan el enfoque de género. Por
tal razón se considera importante retomar procesos
de capacitación para la aplicación de este enfoque
dirigidos a instituciones públicas claves y otros actores
involucrados en el ciclo de la política pública. En
la misma línea, se sugiere un fortalecimiento de las
capacidades de los mecanismos nacionales de las
mujeres sobre el tema, así como de las capacidades
políticas para diálogo e incidencia con varios
actores.
221
BIBLIOGRAFÍA
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República Dominicana”. Mimeo. Octubre 2009.
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Vega, Ana Lilian; Martínez Julia Evelin; Amaya, Patricio y Duke, Karen: “Realidades y desafíos del trabajo doméstico
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222
Documentación adicional consultada y/o citada
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223
224
Esta investigación proporciona información relativa a la evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado en
sus vínculos con el trabajo doméstico no remunerado. Se analizan las condiciones de vida de las mujeres que se desempeñan
en esta ocupación y de los hogares contratantes. De igual
forma se examina el marco jurídico regulatorio sobre este tema.
Ofrece recomendaciones para generar cambios legislativos y
lineamientos para las políticas públicas a fin de generar la
construcción de una agenda y estrategia de incidencia política
sobre este tema.
Agencia Española
de Cooperación
Internacional
para el Desarrollo