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La Institucionalización Sociocultural y Jurídica de la Desigualdad: EL TRABAJO DOMÉSTICO REMUNERADO RESÚMENES DE ESTUDIOS DE LA REGIÓN CENTROAMERICAN AY REPÚBLICA DOMINICANA gica: Línea Estraté mica conó Autonomía E s Mujeres de la La Instituciona Sociocultural y lización Juríd de la desiguald ica ad: EL TRABAJO DOMÉSTICO REMUNERAD O RESÚMENES D LA REGIÓN CE E ESTUDIOS DE NTR Y REPÚBLICA D OAMERICANA OMINICANA Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo ica: stratég ica E a e Lín onóm mía Ec Mujeres o n o t Au de las 640.4 I59 sv La Institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad: el trabajo doméstico remunerado: resúmenes de estudios de la región de Centroamérica y República Dominicana / asesora técnica Olimpia Torres; ed. Consejo Ministral de la Mujer de Centroamérica del Sistema de Integración Centroamericana (COMMCA/SICA). – 1ª. ed. – San Salvador, El Salv. : Secretaría Jurídica del Sistema de la Integración Centroamericana (SG-SICA), 2010. 222 p. : il. ; 28 cm. ISBN: 978-99923-898-4-3 La Institucionalización sociocultural… 2010 1. Economía doméstica. 2. Trabajo no remunerado. 3. Ama de casa. 4. Violación de derecho humanos-América Central. 5. Conflicto Social-República Dominicana. I. Torres, Olimpia, 1965-, asesora técnica. II. Título. CRÉDITOS Coordinación: Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, (UNIFEM) Oficina Regional para México, Centro América, Cuba y República Dominicana Agenda Económica de las Mujeres (AGEM) www.unifem.org.mx Elabotado por: UNIFEM Institución Colaboradora: CONSEJO DE MINISTRAS DE LA MUJER DE CENTROAMERICA (COMMCA) Edición de texto y corrección de estilo: Iván Larreynaga Pacas Concepto, diseño gráfico e ilustración de portada: Paola Lorenzana y Celina Hernández Diagramación: Eunice Abigail Hernández Publicación realizada por el Consejo de Ministras de la Mujer de Centro América del Sistema de Integración Centroamericana (COMMCA/SICA), gracias al apoyo financiero del Fondo España/SICA de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Marzo, 2010. www.sica.int/fes/ ©2009 Consejo de Ministras de la Mujer de Centro América del Sistema de Integración Centroamericana. www.sica.int/commca/ Se permite la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre y cuando no sean alterados en su contenido y diseño gráfico, se asignen los créditos correspondientes y se haya autorizado por el COMMCA/SICA. Se prohíbe la reproducción con fines lucrativos. índice Índice General Presentación Pág. 9 El trabajo doméstico remunerado en Costa Rica. Entre ocupación y pilar de los cuidados 11 Introducción I. Punto de Partida II. Cambios en la Economía y en el Mercado Laboral III. Dos Décadas de Evolución del TDR, 1987-2007 IV. Marco Legal y Políticas Públicas Bibliografía 13 14 15 17 25 35 El trabajo doméstico remunerado en El Salvador. Realidades y desafíos 39 Resumen Introducción I. Experiencias y Resultados I.1 Evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado I.2 Los derechos laborales de las y los trabajadores domésticos y su tutela I.3 Implicaciones del trabajo doméstico remunerado sobre las personas que lo realizan, a nivel personal y familiar Conclusiones 41 43 45 45 50 53 El trabajo doméstico remunerado en Guatemala 59 Introducción I. Objetivos del Estudio II. Marco Conceptual III. Aspectos Metodológicos IV. Resultados del Estudio Conclusiones Recomendaciones Bibliografía Anexos 61 63 63 64 65 77 79 81 85 57 El trabajo doméstico remunerado en Honduras. A dos aguas entre ocupación remunerada y pilar del cuidado 89 Resumen Ejecutivo I. Algunos Rasgos del Comportamiento del Trabajo Doméstico Remunerado (TDR) en Honduras, entre 2001 y 2007 II. Oferta de TDR en Honduras III. Resultados del Estudio en Relación a la Demanda de TDR IV. Condiciones Laborales y Derechos de las y los TDRs V. Elementos del Marco Legal Vigente VI. Impactos del TDR en la Vida de las Empleadas Domésticas y sus Familias VII. Principales Hallazgos y Recomendaciones para la Política Pública Siglas 91 92 92 93 95 96 97 98 105 El trabajo doméstico remunerado en Nicaragua. La institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad 107 Introducción I. Objetivos II. Abordaje Teórico III. Metodología IV. Principales Resultados Conclusiones Recomendaciones Bibliografía básica Abreviaturas y siglas 109 111 111 113 114 123 127 133 135 El trabajo doméstico remunerado en Panamá. A dos aguas entre ocupación y pilar de los cuidados 137 Introducción I. Objetivos del Estudio II. Marco Conceptual III. Aspectos Metodológicos IV. Resultados del Estudio V. Recomendaciones de Políticas Públicas Bibliografía 139 142 142 145 146 156 161 El trabajo doméstico en República Dominicana. Entre su casa y la mía 165 Resumen ejecutivo I. Antecedentes II. Objetivos del Estudio III. Principales Aspectos Metodológicos IV. El Marco Legal Vigente 167 167 167 168 170 Resumen Regional 185 Introducción I. Objetivos II. Marco Conceptual III. Aspectos Metodológicos IV. Principales Hallazgos Conclusiones y recomendaciones Bibliografía 187 189 189 192 193 213 221 9 Presentación El Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica del Sistema de la Integración Centroamérica (COMMCA/SICA), es consciente del rol que desempeñan las mujeres en el desarrollo económico y social de los países que integran el SICA, así como de la crudeza con la que se está sintiendo en la región la crisis económica mundial. El contexto actual requiere de acciones de política pública de forma urgente a fin de reducir los factores de vulnerabilidad, falta de opciones laborales y de seguridad que enfrenta la población más pobre de la región dada la brusca pérdida de puestos en la económica formal y la mayor precarización de la economía informal. Esta población es eminentemente femenina, una vez más son las mujeres quienes cargan con el mayor peso de las crisis socioeconómicas, agravándose la situación de inequidad en cuanto al goce de sus derechos humanos y por ende de su calidad de vida y la de sus familias. Viven día a día la fragmentada y heterogénea realidad centroamericana que entre otras, genera dramáticas brechas de género, obligando, sin más dilación, a construir un espacio socioeconómico regional como medio para mejorar el desarrollo de sus países y la región. La creciente integración de las mujeres en el mercado laboral y el incremento de hogares con jefatura femenina, son factores que están provocando cambios en la composición de los hogares y al mismo tiempo en la distribución del las tareas del cuidado de los personas. El trabajo doméstico remunerado suele ser una solución para este dilema pero la pregunta que no debemos dejar de hacernos es ¿hasta qué punto esta ocupación está aportando a la equidad de género? Por otra parte, la falta de oportunidades de empleo y la agudización de la situación económica de los hogares ha conllevado también a lo que se conoce como la feminización de la migración. Una gran parte de las mujeres que emigran se ubican en el trabajo doméstico remunerado en los países receptores de esa migración siendo éstos, en su gran mayoría, países con mayor desarrollo que el país de origen. Los análisis sobre los flujos migratorios están motivando la reflexión sobre la falta de políticas de cuidado en los países de destino así como en los impactos para las familias de las mujeres en sus países de origen. Entonces aquí nos surge otra interrogante- ¿hasta qué punto está siendo útil para la sociedad el crecimiento en trabajo doméstico remunerado? La presente publicación busca ser un insumo para promover un mayor conocimiento sobre el trabajo doméstico remunerado, ampliando así la conciencia sobre las brechas entre los derechos de las personas 10 trabajadoras en el sector y sobre la necesidad de que se considere como un sector económico que requiere de políticas específicas que lo dignifique como un tipo de trabajo en el mercado laboral. Esta fuente de empleo a la que miles de familias recurren como un mecanismo de conciliación entre el trabajo doméstico, y de mercado, y una estrategia de sobrevivencia para miles de familias pobres merece gozar de las normas laborales globales, evitando la violación de los derechos humanos de las personas trabajadoras. Mayra Díaz Méndez Presidenta Pro Tempore COMMCA Julio-Diciembre 2009 Resumen Ejecutivo: El Trabajo Doméstico Remunerado en Costa Rica Entre ocupación y pilar de los cuidados 13 Introducción Este estudio primero aborda quiénes son, en qué condiciones trabajan y cuáles son los retos que enfrentan las más de ciento treinta mil personas, principalmente mujeres, que en Costa Rica son actualmente contratadas para cuidar y “hacer oficio”. Para ello, se presentan las características sociodemográficas de quienes desempeñan este trabajo, las condiciones sociales y laborales en que lo hacen, y las principales características de los hogares que las contratan. Contrariamente a la idea más extendida, el trabajo doméstico en Costa Rica es principalmente realizado por costarricenses y no por nicaragüenses. Segundo, el estudio documenta el camino seguido para corregir la discriminación laboral contra las trabajadoras domésticas, así como el papel de actores institucionales y sociales en promover o en vetar los necesarios cambios. Los retos que enfrenta el país con quienes desempeñan el trabajo doméstico remunerado son múltiples pero están claros. De enfrentarse, se corregirían seis décadas de discriminación legalmente establecida, pero también se reconocería la importancia social de estas tareas en el marco de las nuevas tensiones existentes entre vida laboral y vida familiar. 14 I. El punto de partida Hace más de 15 años, un estudio pionero realizado por Chaney y García (1993) mostró que en toda América Latina el trabajo doméstico estaba principalmente a cargo de mujeres jóvenes, con un bajo nivel educativo, frecuentemente inmigrantes de países vecinos o del interior de sus propios países. Al migrar, estas mujeres usualmente dejan hijos e hijas en sus países o ciudades de origen, a cargo de redes familiares, principalmente femeninas, frecuentemente de abuelas, hermanas e hijas. A cambio, las trabajadoras domésticas utilizan su salario para enviar “ayudas” o remesas a sus madres u otros familiares. Si bien las trabajadoras domésticas realizan un trabajo remunerado, este trabajo se diferencia de otros porque no es completamente reconocido como tal. Primero, se considera una extensión de tareas “naturalmente” femeninas, carentes de calificación, y por lo tanto, desvalorizadas. Segundo, se superpone parcialmente con relaciones familiares basadas en el afecto, en particular femenino, de las cuales se espera entrega y lealtad. Tercero, refleja resabios de relaciones de servidumbre, como se expresa en que en ocasiones se pague, no con salario, sino en especie, con comida o habitación. Para complicar aún más las cosas, el aislamiento en que estas mujeres se encuentran, conlleva enormes y diversas dificultades para su organización. Al mismo tiempo, el servicio doméstico es una actividad heterogénea: algunas mujeres viven en los hogares que las contratan (“cama dentro”); otras no. Algunas trabajan jornada completa, otras medio tiempo o por horas. Por estas razones, el trabajo doméstico remunerado (en adelante TDR) se ubica en la frontera entre el trabajo y el afecto – supuesto “no trabajo” –, entre lo público y lo privado, entre una mera ocupación y una estrategia para “conciliar” vida familiar y laboral. En otras palabras, constituye un eslabón crítico entre mercados laborales, familias, responsabilidades femeninas y políticas públicas (o su ausencia). En Costa Rica la preocupación por el trabajo doméstico no es nueva. Contamos con estudios que caracterizan la legislación y su evolución (Castillo y otros, 1994) o que abordan el perfil de quienes trabajan en el servicio doméstico a partir de encuestas de hogares (Menjívar, 1997). También disponemos de un abordaje detallado, aunque no estadísticamente representativo, de la vulnerabilidad laboral de muchas de estas mujeres, costarricenses e inmigrantes (ASTRADOMES, 2004; MTSS, 2008; Rojas, 2008)2. Además, Paniagua (2007) caracteriza las condiciones sociolaborales de las trabajadoras domésticas, en el marco de un análisis de tres ocupaciones (construcción, agroexportación y servicio doméstico), en las que tiende a insertarse la población inmigrante. Finalmente, Lerussi (2007) caracteriza las condiciones laborales de las trabajadoras migrantes, sus propias responsabilidades familiares como proveedoras de ingresos, y las “cadenas de cuidados” de las cuales ellas también dependen para poder generar un ingreso fuera de su propio país. A lo largo de este estudio, hacemos referencia a los principales hallazgos e interrogantes que estos análisis plantean. A la vez, este estudio llena un vacío. Primero, porque la caracterización disponible del trabajo doméstico realizada por Menjívar (1997) tiene ya una década, corresponde exclusivamente a quienes trabajaban “cama dentro” y se enfoca sólo en algunas características principales. Además, desde entonces, ha ocurrido una transformación profunda de la economía costarricense, 2 Aunque el trabajo no presenta una ficha técnica pareciera que se trata de encuesta aplicada en siete países (Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala, República Dominicana, Perú y México). Fueron las mismas trabajadoras domésticas vinculadas a las organizaciones de mujeres las que realizaron las encuestas 15 con consecuencias importantes para el mercado laboral en general, y de servicios en particular. Segundo, este estudio aborda el trabajo doméstico, no sólo en tanto ocupación sino también en tanto estrategia para lidiar con tensiones entre vida familiar y vida laboral. Tercero, en términos metodológicos, a diferencia de otros análisis, éste consolida fuentes y técnicas diversas, tanto estadísticas como cualitativas, propias y ajenas. En cuarto lugar, este estudio reúne dos intenciones que en los previos aparecen separadas: la generación de conocimiento y las recomendaciones de política. II. Cambios en la economía y en el mercado laboral El TDR debe ubicarse en el marco de las tendencias de cambio de los mercados laborales de la región centroamericana en general, y de Costa Rica en particular. La crisis económica de los años ochenta tuvo su máxima expresión en Costa Rica en 1982, dando en los siguientes años lugar a una profunda reorganización de las economías y de los mercados laborales. De economías agroexportadoras que giraban en torno a dos principales productos, el café y el banano, los países pasaron a economías de servicios, altamente feminizadas; al surgimiento de la maquila, especialmente textil; y al desplazamiento de fuerza de trabajo fuera de la región (Segovia, 2004). Como en toda América Latina, estos cambios estuvieron acompañados de apertura comercial y liberalización económica. En este escenario, y en términos de empleo, aumentó considerablemente la proporción de personas ubicadas en el sector servicios. Uno de los cambios más importantes que primero trajo aparejado la crisis económica y luego consolidó el nuevo modelo, fue la alta incorporación de mano de obra femenina (Gráfico 1). Esta incorporación ha sido además reflejo y motor de profundos cambios culturales relacionados con las expectativas y prácticas de género en el ámbito público: en tanto sólo dos décadas, la mujer proveedora de ingresos se ha generalizado (Flórez-Estrada, 2007). Por eso, aunque a inicio de los 80 la mayor inserción laboral femenina fue una manera de hacer frente a la caída de las remuneraciones, desde entonces, esta incorporación ha sido sostenida. Más aún, desde 16 1995, la PEA femenina ha crecido más rápidamente que la masculina: desde 1980, la tasa de participación se ha mantenido constante entre los hombres pero se duplicó entre las mujeres, pasando del 24,4% en 1980 al 40,7% en el 2007 (Estado de la Nación, 2007). Este aumento fue tanto urbano como rural, aunque más pronunciado en el primer caso que en el segundo. El aumento cuantitativo de las mujeres en el mercado laboral ha estado aparejado de serios problemas de calidad, reflejados en una sobre representación femenina en la informalidad, el desempleo y el subempleo3. En el 2006 el desempleo femenino era 3 Hay subempleo cuando se trabaja pocas horas (subempleo visible) o las remuneraciones son inferiores a las horas que se trabajan (subempleo invisible)” (Nowalski, 2003:72). Por eso, subempleo visible y subutilización son utilizados como sinónimos. del 8,7% mientras que el masculino era del 4,4% (Gráfico 2). En materia de generación de puestos de trabajo, el sector informal ha sido el más dinámico de la economía (Trejos en Castro y Martínez, en prensa), caracterizado por alta precariedad laboral y escasas remuneraciones, y ha absorbido una gran cantidad de mujeres: representa el 43% del empleo femenino pero sólo el 30% del masculino (Nowalski, 2002; Sauma, 2006). Paralelamente a esta revolución laboral, con trasfondo estructural y cultural (Flórez-Estrada, 2007), en lo que respecta al cuido y la reproducción, la organización de las familias y de las políticas públicas ha permanecido básicamente inmutable. En el primer caso, las encuestas de uso del tiempo muestran que las cargas de trabajo de ellas (combinando lo remunerado con lo no 17 remunerado) son en promedio 16 horas más que las de ellos. Las políticas públicas, por su parte, han cambiado muy lentamente, tanto en el tipo de oferta como en la cobertura (INAMU, 2007). III. Dos décadas de evolución del TDR, 1987-2007 La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) permite reconstruir la evolución del trabajo doméstico remunerado desde 1987 y el 2007, considerando no sólo a las servidoras domésticas propiamente dichas, sino también a un conjunto más amplio de ocupaciones como jardinería, seguridad y cocina. Bajo “trabajo o servicio doméstico” las encuestas registran mensajeros/ as; jardineros/as; choferes; seguridad; cocineros/as, criados/as, sirvientes y niñera; mayordomos y amas de llaves; lavanderos/as, planchadoras/as a domicilio y por cuenta propia; y misceláneos de limpieza4. Más del 90% del TDR corresponde, sin embargo, a “cocineros, criados, sirvientes, niñeras del servicio doméstico” (Gráfico 3). La concentración de personal en esta categoría podría indicar la falta de especialización que se le atribuye a este trabajo, el cual, generalmente, se considera como capaz de hacer “de todo un poco” (Torres, 2008). Cuando la categoría se desagrega, la EHPM del 2007 muestra que alrededor del 90% de todo el TDR corresponde a “servicio doméstico o niñera” (Gráfico 4 en página siguiente). El trabajo doméstico remunerado es, básicamente, trabajo femenino. Sin embargo, entre 1987 y el 2007 la proporción de mujeres pasó de ser el 98% a ser 4 Se tomaron como ocupados en servicio doméstico a aquellas personas que tenían asignada la categoría ocupacional número 5 correspondiente a “servicio doméstico” y que además tenían como rama de actividad el “servicio doméstico de los hogares”. Antes del 2001 los datos generados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) impedían desagregar la categoría “cocineros, criados, sirvientes, niñeras del servicio doméstico” según la rama de actividad. Desde el 2001, tal desagregación es posible y permite distinguir entre niñeras, cocineras, servicio doméstico, enfermeros/as y auxiliares, así como personal de mantenimiento. 18 90% (y por lo tanto los hombres del 2% en 1987 al 10% en el 2007). Dado que las EHPM sólo registran servicio doméstico con “cama dentro” (línea roja en el Gráfico 5), se realiza una estimación del TDR que no es “cama dentro” basada en el número de personas que trabajan en TDR (línea azul en el mismo Gráfico). El supuesto – incorrecto pero adecuado para la estimación en tanto es sistemático para todo el período- es que cada persona trabaja sólo en un hogar, y que cada hogar contrata sólo una persona en TDR. Aunque es un mejor acercamiento, la estimación es todavía insuficiente y recurrimos a las dos Encuestas Nacionales de Ingresos y Gasto (ENIG), realizadas en 1988 y en el 2004. A diferencia de las EHPM, la ENIG registra todo el TDR, y muestra que la proporción de hogares con trabajo doméstico aumentó del 13% al 19%. Es decir que los hogares con TDR son más del doble de los que se registran en la EHPM. El trabajo doméstico remunerado es, básicamente, trabajo femenino. III.1. Otras características del TDR: • En el 2007 el 58% de las mujeres en TDR tenían entre 25 y 49 años. Sin embargo, la composición por edades ha experimentado el mismo cambio que la PEA en general: han disminuido las mujeres entre 15 y 24 y aumentado las de más de 50 años. • El TDR es mayor en zonas urbanas: un 56% en comparación a un 37% de TDR rural (EHPM, 2007). Hay, sin embargo, una diferencia significativa en la importancia relativa del TDR para mujeres y para los pocos hombres que se desempeñan en esta ocupación. Entre ellas el 57% se encuentra en zonas urbanas mientras que, entre ellos, sólo un 35%. En otras palabras, el empleo doméstico rural es más importante para los hombres (65%) que para las mujeres (42%). 19 • La gran mayoría de las personas ocupadas en TDR tiene escasa educación formal. Sin embargo, ésta ha mejorado a lo largo del tiempo: la proporción de personas con primaria completa o menos, era del 80% en 1987 pero había descendido al 70% en el 2007. Esta situación podría estar indicando incapacidad del mercado laboral para absorber a personas costarricenses mejor calificadas, así como la presencia de migrantes nicaragüenses calificadas (por ejemplo con educación secundaria completa e incluso universitaria) que sólo encuentran trabajo en el servicio doméstico 5 . • Una proporción similar de personas se reparte entre ser las jefas del hogar (39.9%) y ser esposas o compañeras del jefe (36.6%), lo que indica que la jefatura femenina en hogares con personas en 5 Dado que durante la década de los 80 la revolución nicaragüense puso énfasis en la expansión de la educación formal, sería de esperar una mayor calificación de personas que llegaron a Costa Rica durante los años noventa. TDR es mucho mayor que el 26.1% que según la ENIG tiene lugar en la población en general. • Entre los hogares con jefatura masculina la casi totalidad (94.3%) es biparental en comparación a sólo el 15.4% cuando las jefas son mujeres. También, entre los hogares monoparentales, son importantes los hogares extensos o compuestos que tiene jefatura femenina. Al menos un tercio de los hogares está compuesto por 5 o más integrantes, situación similar a la población en general (29%). • En el 87% de los hogares donde hay personas ocupadas en TDR hay presencia de por lo menos un hijo en el hogar. Para ambos sexos, un tercio de los hogares tienen más de 3 hijos/as, aunque esto es más claro para mujeres (34.7%) que para hombres (28.1%). Es decir que, como es de esperar, las mujeres tienden a ser parte de hogares con mayor número de cuidado-dependientes que 20 los hombres. Son además pocos los hogares sin hijos/as (14.1%), aunque los hombres forman más frecuentemente parte de hogares sin hijos que las mujeres (27.9% y 11.9%, respectivamente). • La gran mayoría de los hogares donde viven las mujeres que trabajan en TDR (85.4%) tienen personas de 12 años o menos, mientras que una proporción muy alta (66.9%) tienen presencia de personas de 65 años o más. Si bien estas últimas posiblemente estén cuidando a los primeros, son también personas que requieren o requerirán cuidados. • Finalmente, encontramos presencia de personas de 75 años y más –es decir, de personas con mayores y más especializadas demandas de cuidados– en un 4.3% de los hogares donde viven las personas ocupadas en TDR, un porcentaje aún pequeño. En resumen, estamos ante mujeres con una importante demanda de cuidados. De hecho, entre la población en general la situación es diferente: sólo en el 48% de los hogares hay personas de 12 años o menos, y en el 16% personas de 65 o más. III.2 La importancia de la población nicaragüense en el TDR Uno de los pilares del nuevo modelo económico centroamericano es la emigración. Además de fuente de divisas, mecanismo para superar la restricción externa al crecimiento y forma de preservar la estabilidad financiera y cambiaria, la emigración actúa como estrategia de sobrevivencia y de distribución de los recursos, y le quita presión al mercado laboral local (Segovia, 2004). Estas migraciones se dirigen a los Estados Unidos pero también ocurren entre países centroamericanos. Las cifras de inmigrantes nicaragüenses que se manejan en el país han oscilado entre 200.000 y 1 millón de personas. El censo del 2000 arrojó una cifra de 226.000, aunque persistieron interrogantes dado lo difícil que es estimar el total de población inmigrante6 (Rosero, 2002). Cálculos posteriores, a partir de un método indirecto, estimaron el subregistro de personas nicaragüenses en el censo en un 12%, con lo cual alcanzaría las 258.489 (INEC y CCP, 2002). En todo caso, el manejo de las cifras tiende a hacerse de manera especulativa y sin fundamento empírico. De acuerdo a la ENIG, primero, sólo 17 de cada 100 personas ocupadas en el trabajo doméstico remunerado provienen de Nicaragua. Se trata de una proporción alta, mayor que para la población ocupada en su conjunto. Es probable, además, que esta proporción esté subestimada debido al subregistro de personas que tienen una situación migratoria irregular o no califican como residentes habituales. El no contar con permiso de trabajo, por ejemplo, es un factor decisivo entre las trabajadoras domésticas, dado que periódicamente se suspenden debido a estimaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) de cifras de desempleo y subempleo por encima de la media nacional. Sin embargo, aunque el subregistro fuera del 100% (y por lo tanto, las trabajadoras nicaragüenses fueran el 34% del total), contrario al sentido común imperante, la enorme mayoría de las trabajadoras domésticas es de todos modos, costarricense7. Si bien estos datos contradicen estudios previos (ver, por ejemplo, MTSS, 2008; Rojas, 2008), a diferencia de dichos estudios, se basan en una muestra representativa de la población. Segundo, entre trabajadores/as nicaragüenses, la proporción de mujeres es similar a la que existe para el conjunto de las trabajadoras domésticas: 9 de cada 10 son mujeres (Cuadro 1). Aún cuando el dato 6 La EHPM sólo incluye a personas residentes en los hogares y a residentes con al menos 6 meses de vivir en el país (o que piensan hacerlo (Castro, 2002). Una de las limitaciones más destacadas es el no empadronamiento de los migrantes que según el concepto en uso no califican como residentes habituales (Castro, 2002). 7 Consideramos que el margen de error máximo podría ser del doble (Cortés, 2008b). 21 estuviera sobre representado, la importancia relativa de nicaragüenses en el TDR es mucho menor a la esperada de acuerdo al sentido común costarricense. Tercero, las trabajadoras nicaragüenses estarían sobre representadas en el trabajo “cama dentro”: prefieren trabajos donde puedan contar con alojamiento y alimentación, tanto porque sus salarios no les permitirían pagar el alquiler de una habitación, como para enviar remesas a sus hijos e hijas residentes en Nicaragua (MTSS, 2008). Según el INEC, en el 2004 había alrededor de 218.000 hogares en Costa Rica que contrataron trabajo doméstico, es decir, 19 de cada 100 hogares. Los factores que aumentan la probabilidad de que un hogar cuente con TDR se explican a partir de los resultados del siguiente análisis multivariado y datos de la ENIG8. La variable dependiente es si el hogar contrata (1) o no (0) a alguien para el trabajo doméstico (TDR). El modelo parte de que la probabilidad de que un hogar contrate TDR es una función de las siguientes variables independientes: ingreso disponible del hogar; ocupación del/a jefe/a; características personales del/la jefe/a del hogar; características del hogar; y demanda de cuido en el hogar. El Cuadro 2 de la siguiente página resume los resultados, y una explicación que relacione las variables independientes utilizadas con la dependiente. El modelo obtenido tiene un buen desempeño: da cuenta del 86% de la variación entre hogares con y hogares sin TDR. Concretamente, encontramos que: • Entre las características asociadas a la ocupación, importan los ingresos. El análisis muestra lo evidente: todo lo demás constante, a mayores ingresos, mayor probabilidad de contar con TDR. Las otras características asociadas a la ocupación no aparecen significativas, excepto si la persona jefa del hogar tiene acceso a seguro, aunque con un impacto pequeño. La ocupación de la persona jefa, el número de horas que trabaja y el tipo de trabajo que realiza, no son significativos para la decisión de contratar trabajo doméstico. 8 Dado que la relación entre las variables independientes y dependiente no es lineal, el análisis probit convierte la variable dependiente “dummy” (0-1), en una probabilidad. El análisis mide la probabilidad de que un hogar contrate TDR a partir de un conjunto de variables independientes que impactan (positiva o negativamente) dicha probabilidad. El programa estadístico que usamos, Stata 9.2., reporta efectos marginales, es decir, el cambio en la probabilidad de que el hogar contrata TDR para un cambio infinitesimal en cada variable independiente continua, y reporta el cambio discreto en la probabilidad para variables dummy en puntos porcentuales. Hay que considerar que no se trata de un porcentaje, dado que no estamos trabajando con una base o con un punto de referencia. 22 • Las características de la persona jefa del hogar son muy importantes. La presencia de TDR es más alta en hogares encabezados por mujeres que por hombres. A mayor edad, mayor presencia de TDR (presumiblemente asociado a la presencia de cuidado-dependientes). A mayor nivel educativo, mayor probabilidad de contar con TDR. La nacionalidad del/a jefe/a no aparece significativa en la regresión. • Las características y organización de hogar son determinantes. El tamaño tiene un efecto negativo en la probabilidad de contar con TDR. Este resultado es muy relevante porque indica que en la familia hay una división de trabajo y que, a mayor cantidad de integrantes, menor contratación de TDR salvo que se trate de integrantes perceptores de ingreso. Si este es el caso, a mayor cantidad de perceptores de ingreso, mayor probabilidad de que haya TDR. 23 III.3. Condiciones laborales: jornadas, protección social y remuneraciones Al analizar la duración de las jornadas, 6 de cada 10 personas ocupadas en TDR realizan jornadas parciales. Esta proporción aumenta levemente entre las mujeres y se reduce considerablemente entre los hombres. En cambio, entre los hombres, lo relevante son las sobrejornadas y no la jornada parcial. La importancia de las jornadas parciales para las mujeres y de las sobrejornadas para los hombres refleja al menos tres factores: la informalización de la demanda de servicio doméstico propiamente dicho (hacia el trabajo por horas); las demandas familiares que experimentan las mujeres por parte de sus propias familias (lo cual no ocurre entre los hombres), y las dificultades de registro del trabajo por horas. Aunque este último factor podría incidir tanto en hombres como en mujeres, en el caso de las mujeres se combina con sesgos de género que afectan las estadísticas, tanto entre quienes reportan como entre quienes registran. En cuanto a la remuneración del TDR es importante señalar la existencia de brechas a favor de los hombres. En el 2007, por ejemplo, las mujeres obtuvieron en promedio 100 dólares (US$ 96.7) mensuales menos que los hombres. Medido en términos de líneas de pobreza, en el 2007 la brecha entre hombres y mujeres era de una línea de pobreza (los hombres recibían remuneraciones equivalentes a 2,6 líneas y las mujeres a 1,5 líneas). El Cuadro 3 de la siguiente página presenta las remuneraciones por hora en US dólares9 y muestra tres características destacables: 9 El tipo de cambio corresponde al promedio del tipo de cambio de compra y venta establecido por el Banco Central de Costa Rica, durante el periodo de la encuesta ENIG del INEC (abril 2004 - abril 2005). • Para las mujeres, los salarios son menores entre las personas más jóvenes, aumenta entre los 25 y 49 años, se reduce a partir de los 50 años y a partir de los 65 cae a la mitad. • En relación con el salario mínimo legalmente estipulado, es importante señalar que en Costa Rica, el Consejo Nacional de Salarios define salario mínimo para la categoría “servidoras domésticas” como una de las categorías especiales de trabajo (junto con estibadores, taxistas, recolectores de café y 24 periodistas, entre otros). Este salario mínimo es distinto e inferior al que tiene el “trabajo no calificado”. En el segundo semestre del 2008, por ejemplo, de acuerdo al decreto ejecutivo de fijación de salarios, el del TDR correspondió a un 60% del salario del trabajo no calificado (179.799 y 107.883 colones mensuales, respectivamente) (Poder Ejecutivo, 2008). Aún así, poco más de la mitad de las personas reciben un salario menor al mínimo, mientras poco menos de la mitad, reciben un ingreso superior. • Las remuneraciones de las mujeres siempre son menores que las de los hombres. En promedio, la diferencia es de 0.31 dólares por hora, con lo cual las mujeres ganan el 78% que lo que ganan los hombres. Estas brechas parecen estar directamente asociadas a la valoración social de las tareas que desempeñan mujeres y hombres: ellas realizan el oficio mientras ellos hacen el jardín. Es interesante agregar que entre las mujeres de menos de 25 años el salario es menor que para las mujeres entre 25 y 49 años, aunque la brecha con los hombres es menor. Dado que en Costa Rica el aseguramiento es obligatorio para toda la población ocupada, deberíamos encontrar niveles similares de aseguramiento propio en hombres y mujeres. El aseguramiento propio o directo es el que obtiene la persona que cotiza. En cambio, el aseguramiento familiar, es el que obtienen hijos/as, esposas y otras personas de la familia, que son económicamente dependientes de la persona que contribuye. En principio, toda persona que recibe ingresos por su trabajo, sea asalariada o trabajadora por cuenta propia, debería contribuir y tener un seguro propio. La realidad es sin embargo distinta, en particular para las mujeres. No sólo los hombres se encuentran más frecuentemente asegurados (72.5%) que las mujeres (69.7%), sino que, al igual que en la PEA en general, entre ellos predomina el aseguramiento directo (65.5) y entre ellas el familiar (43.9%) (Cuadro 3). A la vez, encontramos una alta proporción de personas sin aseguramiento alguno, más mujeres (32.1%) que hombres (27.5%). Mientras que para los hombres esta situación es similar al de la PEA en general, para las mujeres es de mayor vulnerabilidad que para la PEA en general. Entre estas últimas hay mucho más mujeres (80.3%) que cuentan con seguro y un porcentaje mayor con seguro directo (52.6%). 25 Una situación que afecta muy fuertemente al TDR es el tener varias “patronas”. Como reiteradamente le ha manifestado la CCSS (Subdirector Dirección Actuarial) a las autoridades y técnicas del INAMU, las TDR tienen problemas para que el costo de ese aseguramiento se reparta entre varias “patronas”. Usualmente la que decide asegurarla se le recarga el costo de las otras pues a ella le corresponde pagar como patrona sobre un salario que supone jornada completa. Además, para mostrar que existe otra relación laboral en cuyo marco se está evadiendo la seguridad social, quien debe probarlo es la “patrona” que está al día con la CCSS. en especie, mediante la habitación y la alimentación brindada por el hogar contratante. Esta regulación diferencia el TDR del resto de trabajadoras/es, que sólo reciben salario. Igual distinción se hizo en materia de jornadas laborales: mientras la población trabajadora obtuvo las 8 horas diarias, para el TDR se mantuvo un descanso mínimo de 10 horas diarias, permitiendo así jornadas de hasta 14 horas. Adicionalmente, se definió un descanso semanal para la población trabajadora en general, pero no para las trabajadoras domésticas en particular, a quienes tampoco se incluyó en el disfrute de los días feriados. IV. Marco legal y de políticas públicas En 1964 se aprobaron reformas al Código de Trabajo que fueron promovidas por un sindicato de servidoras domésticas10. El período de prueba, que hasta entonces era de15 días, aumentó a 30. La jornada laboral ordinaria dejó de ser de 14 horas y se estableció en 12 horas11. La jornada extraordinaria se estableció en 4 horas. Además se definieron medio día de descanso semanal y 15 días de vacaciones anuales remuneradas. Adicionalmente, se prohibió el trabajo de más de 12 horas entre menores de 18 años. A junio del 2009, las trabajadoras domésticas tienen los derechos laborales establecidos en la reforma de 1964. Sin embargo, acaban de aprobarse transformaciones muy significativas que entrarán en vigencia una vez publicadas en el diario oficial. El Cuadro 4 sintetiza estas tres principales olas de transformación legal: la creación del Código de Trabajo de 1943, las reformas de 1964, y la reforma recién aprobada12, según ocho dimensiones clave de la condición laboral a las que haya aludido: contrato, período de prueba, jornada, salario, descanso semanal, vacaciones, días feriados y derecho a despido. Desde inicios del siglo veinte se crearon en Costa Rica instrumentos jurídicos para la regulación de los derechos de las trabajadoras domésticas. A partir de 1902, la Ley de Servicios Agrícolas, Domésticos o Industriales reguló el trabajo agrícola y doméstico como formas de pago de una deuda de dinero (Castillo et al, 1994: 29). Además, en 1933 la Ley de Salario Mínimo Nº 14 estableció que ningún trabajador adulto podía tener un salario inferior a 1 colón. Dado que no se excluía ninguna actividad laboral de la normativa, esta legislación aplicó al TDR. Recién en 1943 se aprobó el Código de Trabajo, vigente con reformas desde entonces. Este Código reguló las condiciones laborales del TDR mediante un capítulo especial vigente hasta hoy. El capítulo VIII del Código de Trabajo estableció en su artículo 101 que trabajadores domésticos “son los que se dedican en forma habitual y continua a las labores de aseo, asistencia y demás propias de un hogar o de otro sitio de residencia o habitación particular, o de instituciones de beneficencia pública que no importen lucro o negocio para el patrono” (Castillo y otros, 1994: 36). En materia de remuneraciones, el artículo 102 del Código de Trabajo estableció que podía hacerse en dinero y 10 Las reformas fueron aprobadas el 20 de noviembre de 1964. En las fuentes consultadas no se especifica el nombre de esta organización. 11 La jornada laboral diaria se estableció explícitamente en 12 horas (antes que inferirse de las horas establecidas de descanso, como era previamente en Costa Rica y como continúa siendo en otros países centroamericanos). 12 Como veremos más abajo, esta última es parte de una ola de reformas que comenzó a mediados de los 90 y que aún no ha finalizado exitosamente. 26 27 En 1982 se reformó el Código de Trabajo (título IV) que aborda la salud ocupacional y el seguro de riesgos del trabajo. Esta reforma extendió y universalizó este seguro a todas las personas trabajadoras asalariadas, incluyendo a las trabajadoras domésticas (Asamblea Legislativa, 1982). Aunque no contamos con datos sobre este tipo de aseguramiento para el TDR, sabemos que alcanza alrededor de la mitad de la población ocupada en general (INAMU, 2003). horas que las trabajadas), ha generado mayores grados de evasión (es decir, trabajadores/as que no contribuyen a la seguridad social y que, de necesitarlo, tienen acceso no contributivo, sea familiar o por el Estado). Así, desde mayo del 2006, para el trabajo doméstico, “si los salarios mínimos que se dicten por decreto ejecutivo, son inferiores al ingreso de referencia mínimo considerado en la escala contributiva del seguro voluntario, la cotización se establecerá dentro de este último” (CCSS, 1996). En 1986 se reguló la licencia por maternidad pre y post parto, y se creó un régimen de estabilidad en el empleo para las trabajadoras asalariadas embarazadas y lactantes, incluyendo a las trabajadoras domésticas. Hasta 1996, se interrumpían las cotizaciones a la seguridad social, dado que durante las licencias por maternidad lo que se devengaba era un subsidio y no un salario. Por ejemplo, una mujer que hubiera tenido tres hijos/as, a lo largo de su vida laboral perdía un año entero de cotización, afectándole sus derechos en materia de pensiones por invalidez, vejez, y muerte. Además, dicho subsidio equivalía a un porcentaje menor al salario de la trabajadora. En 1996, una reforma del Código de Trabajo introdujo dos nuevas modificaciones. Primero, estableció que la remuneración durante las licencias fuera equivalente al total del salario de la trabajadora, en parte a cargo del patrono y en parte a cargo de la seguridad social. Segundo, la reforma estableció que durante ese período la cotización a la seguridad social fuera obligatoria. Durante los años 90 se introdujeron en el país medidas para el avance en el reconocimiento de los derechos de las mujeres. La promulgación de la Ley de Promoción de la Igualdad Real de la Mujer fue fundamental en el reconocimiento de estos derechos. Le siguió la aprobación de la ley Contra el Hostigamiento Sexual en el Empleo y la Docencia, y la Ley de Unión de Hecho, ambas de 1995. Un año después fueron aprobadas la ley Contra la Violencia Doméstica y la Ley de Pensiones Alimentarias (INAMU, 2007). Sin embargo, como lo señala la Política Nacional de Igualdad y Equidad de Género (PIEG), aprobada en el 2007 para el período 2007-2017, a pesar de los avances significativos en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, el país enfrenta actualmente un estancamiento en la aprobación de leyes muy importantes. Así lo evidencian los esfuerzos, hasta el momento infructuosos, para reformar el Código de Trabajo en lo relacionado con el TDR (INAMU, 2007) y que se detallan en la siguiente sección. Aún así, no todas son malas noticias. En materia de aseguramiento, la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) recientemente definió un ingreso mínimo de referencia. Ninguna persona puede cotizar por debajo de este salario mínimo de referencia, aún cuando sus ingresos efectivos estén por debajo de dicho ingreso (CCSS, 1996 y reformas). Esta regulación, establecida para reducir la subdeclaración (es decir, situaciones en las que patronos/as cotizaban por menos En materia de tutela efectiva de derechos, primero una sentencia de la Sala Constitucional (1993) estableció que las personas trabajadoras pueden reclamar todos los derechos que les hayan sido violentados durante toda su relación laboral, a partir de la fecha en que esta relación termina y hasta seis meses después. Luego, una reforma legal poco divulgada y poco conocida, amplió ese plazo a un año a partir de la terminación de 28 la relación laboral. Se trata de una herramienta legal cuya importancia aumenta a medida que aumenta la debilidad a la que se enfrenta la persona trabajadora en relación con su empleador. De hecho, la primera persona que logró el reconocimiento de los derechos no pagados durante más de veinte años fue una servidora doméstica (ver Recuadro 2). En este caso de extrema violación de derechos, esta trabajadora entró a trabajar y nunca se le pagó un salario; sólo se le dio alimentación y dormida: “ I.- Doña Carmen Villegas Mena solicitó el pago de los salarios, de las horas extra laboradas (36 por semana), de los aguinaldos y de las vacaciones de toda su relación de trabajo; así como la cesantía, los intereses y, en caso de oposición, las costas. Adujo que, desde el 2 de enero de 1950, es empleada doméstica en la finca del hoy causante Miguel Ángel Rodríguez Miranda y que, a cambio, sólo ha recibido la alimentación y el hospedaje...” (Sala Constitucional, 1993). En 1993, como se resume en el Recuadro 2, esta trabajadora recibió todos los derechos sociales y laborales que su patrono no le había reconocido. En la mayoría de los casos en que se violentan derechos, las empleadas en TDR enfrentan enormes dificultades para reclamar sus derechos en el marco de la relación laboral. Sin embargo, la divulgación de la herramienta legal arriba mencionada es doble. Primero, las trabajadoras deben comprender que los empleadores cuentan un “pasivo laboral” que puede ser cobrado retroactivamente por ellas a partir del momentosonas contratantes deben saber que esta posibilidad existe y que les conviene más respetar la legislación vigente hoy, que tener que hacer frente a las consecuencias mañana (Castro Méndez, 2008). 29 IV.1. La reforma legal aprobada en junio del 2009 La reforma recientemente aprobada responde a demandas laborales impulsadas por las trabajadoras domésticas organizadas durante más de quince años. Los principales cambios contemplados son los siguientes. Primero, sobre la definición de TDR, las trabajadoras domésticas son las que brindan asistencia y bienestar a una familia o persona, en forma remunerada, y que se dedican a las labores de limpieza, cocina, lavado, planchado y demás labores propias de una residencia o habitación, sin que generen lucro para las personas empleadoras (artículo 101). Las trabajadoras domésticas pueden asumir dentro de sus labores el cuido de personas, siempre y cuando se acuerde entre las partes (artículo 101). Al igual que en el proyecto inicial, el proyecto dictaminado constituye un avance con respecto a la definición actual dado que el cuidado no se entiende como inherente al TDR. Por el contrario, debe pactarse entre las partes. Se trata de un aspecto clave para avanzar hacia una delimitación de las labores comprendidas en el TDR. Actualmente “no hay límites para las y los patronos respecto a las tareas que le asignan a la trabajadora doméstica, lo cual se ve favorecido por el hecho de que las mismas empleadas tampoco conocen la existencia de la clasificación existente para que puedan establecer esos límites. Aún así, señalan que de hacerlo, probablemente, muchas podrían ser despedidas.” (MTSS, 2008:33). Adicionalmente, todas las labores que deben realizar las trabajadoras deben estipularse en un contrato por escrito (artículo 101). Esto debería ser igual para todos/as los trabajadores/as, aunque normalmente no se cumple. En tercer lugar, llamativamente, y a diferencia del proyecto inicial que mantenía el período de prueba en 1 mes, el dictaminado lo amplía a 3 meses (artículo 102). La ampliación del período de prueba vulnera antes que proteger derechos, dado que durante este lapso de tiempo el despido se realiza sin previo aviso (Castro Méndez, 2008). El cuarto lugar, el proyecto establece que las personas contratantes deben inscribir a las trabajadoras domésticas en la CCSS y otorgarle un seguro de riesgo de trabajo (artículo 104). Esta norma recalca una obligación legal que ya está establecida en la Ley Constitutiva de la CCSS y en el Código de Trabajo (Castro Méndez, 2008). En quinto lugar, en cuanto al salario, el proyecto corresponde íntegramente a la propuesta inicial. Corrige el actual artículo 105, estableciendo que “Percibirán su salario en efectivo, el cual deberá corresponder, al menos, al salario mínimo de la ley correspondiente a la categoría establecida por el Consejo Nacional de Salarios. Además, salvo pacto o práctica en contrario, recibirán alojamiento y alimentación adecuados, que se reputarán como salario en especie para los efectos legales correspondientes, lo que deberá estipularse expresamente en el contrato de trabajo, acorde con el artículo 166 de este Código. En ninguna circunstancia el salario en especie formará parte del rubro del salario mínimo de ley.” (inciso a) proyecto del ley). Esta norma es prácticamente la misma que la actual, sólo que redactada de manera más clara y con un agregado conveniente: que el pacto en contrario, relacionado con el salario en especie, se debe hacer dentro del contrato de trabajo (Castro Méndez, 2008). En sexto lugar, el proyecto establece que la jornada laboral será de 8 horas diurnas y 6 horas nocturnas; puede ser de 10 horas diarias siempre y cuando no se exceda las 48 horas semanales (artículo 105). Esta norma equipara las jornadas del TDR al que tienen el resto de las personas trabajadoras. 30 En séptimo lugar, se establece que las trabajadoras domésticas podrán disfrutar de 1 día de descanso semanal y 15 días de vacaciones anuales remuneradas (artículo 105). Del proyecto inicial se eliminó 1 hora de descanso mínimo por jornada y cuando se tratara de jornadas menores a 8 pero mayores a 3 horas, un descanso proporcional. Las vacaciones se mantienen como están en la actualidad, y el pago y disfrute de días feriados quedó resuelto con fallo de la Sala del 2007 que se discutió más arriba. Finalmente, la reforma establece que no se podrá contratar personas menores de 15 años (artículo 108). Esta reforma es acorde al Código de Niñez y Adolescencia, que ya había derogado, tácitamente, el inciso que permitía el trabajo de menores de 15 años (Castro Méndez, 2008). IV.2. Principales retos para la política pública y la organización social El TDR es un tipo de trabajo ubicado en la intersección de relaciones de poder, tanto de género como de clase. Los retos para corregir las condiciones discriminatorias contra el TDR en el plano legal están claramente identificados. Han sido además ampliamente debatidos aunque, generalmente, quienes se oponen a las reformas tienden a posponer antes que a vetar abiertamente las reformas. Aunque la aprobación de reformas legales no modificará automáticamente el mundo laboral en el que se desenvuelven el TDR, la reforma del Código de Trabajo permitiría corregir, en el plano legal, la discriminación social y laboral de la que son sujetas las personas que se desempeñan en TDR. Adicionalmente, hay varias medidas de política que son necesarias, fuera del ámbito legislativo, que requerirían del trabajo concertado entre varias instituciones del Estado. Del análisis previo se desprenden que estas serían, al menos, las siguientes. Primero, se deben crear mejores condiciones para que las entidades públicas responsables por la tutela efectiva de estos derechos, tengan las condiciones institucionales y técnicas necesarias para hacerlas cumplir. Un caso es el del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), cuyas capacidades de inspección y supervisión de las condiciones laborales de las trabajadoras domésticas, debe mejorarse. Ello requiere, por ejemplo, de una mejor relación entre la cantidad de inspectores y el número de lugares de trabajo a su cargo, y de la dotación de equipamiento como vehículos o computadoras. Pero para ser efectiva, en segundo lugar, la tutela de derechos no puede demandarse sólo desde el Estado. Las propias trabajadoras deben conocer sus derechos y quienes las contratan deben, además, idealmente, sentirse en falta si irrespetan la legislación vigente. Una manera de promoverlo es mediante campañas masivas en medios de prensa que divulguen los derechos y deberes que afectan a estas personas. En tercer lugar, aunque sea efectiva, la sanción, por sí sola, es insuficiente para lograr una adecuada tutela de derechos. También es necesario que los mecanismos de protección se adecuen a la realidad laboral de las personas. Este es el caso del aseguramiento de las trabajadoras domésticas por horas, quienes actualmente carecen de un mecanismo adecuado para su aseguramiento. Distintos estudios y autores comprometidos con los principios de solidaridad que deben animar a la seguridad social, consideran que estas trabajadoras, al igual que quienes trabajan en la 31 agricultura, deben tener mecanismos de aseguramiento que reconozcan la particularidad de estos trabajos (Mesa-Lago, 2001). Entre todos los problemas asociados a las condiciones laborales, uno central es el relativo al aseguramiento. Si bien la legislación establece su obligatoriedad, una cobertura efectiva requiere pensar en mecanismos de aseguramiento apropiados para el trabajo parcial y, sobre todo, por horas. Los mecanismos específicos deberían construirse junto con la institución responsable de la seguridad social, la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS). Un mecanismo ya existente y que podría aumentar el aseguramiento de las trabajadoras domésticas es el acuerdo colectivo que actualmente existe para trabajadores/as independientes, por ejemplo, agricultores. Este tipo de acuerdos se firma entre organizaciones sociales, en este caso la Asociación de Trabajadoras Domésticas (ASTRADOMES), y la CCSS y, por lo tanto, tendría el doble efecto de aumentar el aseguramiento y fortalecer la representación colectiva de intereses. En cuarto lugar, una política pública que atienda las demandas actuales de las personas en el TDR, en su gran mayoría mujeres, debe abordar las tensiones existentes entre vida laboral y responsabilidades familiares. Estas son actualmente manejadas privadamente por estas mujeres. Y si bien es una tensión que afecta a todas las mujeres, las afecta particularmente a las trabajadoras domésticas por la propia vulnerabilidad laboral en que se encuentran. Es necesario promover una “conciliación” entre vida laboral y familiar, basada en el principio de corresponsabilidad de los cuidados. Para ello, el Estado debe crear y expandir servicios de cuidado, en principio infantiles; mejorar la retención escolar a nivel secundario; y adecuar los horarios de los servicios públicos para personas trabajadoras, para mencionar sólo tres medidas que son esenciales. A partir del análisis previo y del aporte del Área de Políticas Públicas del INAMU, un desglose de medidas indispensables a llevarse a cabo desde el Estado para mejorar las condiciones sociales y laborales de las trabajadoras domésticas remuneradas, serían las siguientes: En materia de educación formal: • Creación de modalidades alternativas de educación para trabajadoras domésticas que les permita completar la educación secundaria y acceder a algún tipo de formación técnica. En materia de formación ocupacional: • Establecimiento de programas y proyectos de capacitación técnica en ocupaciones no tradicionales, tanto en el sector privado como en el sector público. • Creación de un programa en el Instituto Nacional de Aprendizaje, (INA), que impulse a las mujeres que trabajan en TDR a certificar sus conocimientos y experiencia (con énfasis en cuido de menores o personas adultas mayores). • Creación de la Certificación Ocupacional (por parte del INA) para trabajos que han sido considerados no calificados y donde se han desempeñado las mujeres, especialmente quienes trabajan en TDR. • Establecimiento de cuotas, becas, transporte y horarios de fines de semana para las trabajadoras domésticas que se matriculen en cursos de Formación Ocupacional del INA. • Realización de campañas de divulgación permanentes, especialmente dirigidas a trabajadoras domésticas, sobre los servicios del INA y de otras organizaciones gubernamentales que brindan Formación Ocupacional. 32 • Realización de campañas por parte del INAMU y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para que informen a las trabajadoras sobre los derechos que adquieren a partir de la aprobación de la Ley No 15.417 (reforma al Capítulo III del Código de trabajo doméstico remunerado). • Promoción de proyectos y programas en organizaciones privadas no gubernamentales para que informen y capaciten a las trabajadoras domésticas sobre sus nuevos derechos laborales. Seguridad Social: • Reconocimiento de la jornada parcial en las contribuciones que realiza el patrono y la trabajadora a la Seguridad Social. Dar a conocer a través distintos medios y de manera permanente esta posibilidad a trabajadoras y patronos. • Reconocimiento del tiempo completo por parte del Estado a las contribuciones de jornadas parciales que realizan patronos y trabajadoras a la Seguridad Social. • Reconocimiento de pago de la Seguridad Social por parte de dos o más patronos de una misma trabajadora. • Creación de estímulos para que las mujeres que laboran en TDR se inscriban en el Seguro Independiente. Plataforma institucional de apoyo al cumplimiento de los derechos de las trabajadoras domésticas: • Fortalecimiento del Centro de Información y Orientación de las Mujeres (CIO) del INAMU para brindar una atención oportuna (presencial o telefónicamente) a las trabajadoras domésticas que acudan a ese servicio. • Fortalecimiento de los Departamentos de Inspección del Trabajo y Relaciones Laborales para que las trabajadoras consulten y denuncien situaciones relativas a sus derechos laborales (El Plan de Implementación de las recomendaciones del Libro Blanco 2007-2010 trae algunas acciones en este sentido). • Fortalecimiento y ampliación de la línea 800 Trabajo para que brinde información a las personas empleadoras de trabajo doméstico sobre los derechos de estas trabajadoras. Plataforma institucional de cuido para las trabajadoras con responsabilidades familiares: • Implementación de las acciones de cuido planteadas en la Política Nacional para la Igualdad y Equidad de Género, (PIEG), especialmente para el cuido de menores. • Implementación de opciones de cuido de personas adultas mayores, especialmente para personas que trabajan en las ocupaciones catalogadas como no calificadas, quienes reportan los ingresos más bajos. Finalmente, para que el conocimiento de derechos se traduzca en su demanda efectiva, las trabajadoras domésticas deben contar con una efectiva representación colectiva de sus intereses. Si esto es fundamental en general, más lo es para quienes trabajan de forma aislada, en el marco de profundas asimetrías de poder, y con el agravante de la vulnerabilidad que les da, en muchos casos, el ser inmigrantes y frecuentemente con un estatus migratorio irregular. Una mayor y mejor representación colectiva de intereses, requiere que ASTRADOMES se fortalezca, tanto en su membresía como en su capacidad de incidencia gremial y política. Esto último podría requerir fortalecer las alianzas con otras organizaciones dedicadas a la representación 33 de intereses gremiales, en particular sindicales. Además, dicha representación se vería beneficiada por la eliminación de la prohibición de que personas trabajadoras extranjeras ejerzan cargos de dirección sindical13. La OIT ha señalado reiteradamente que esta prohibición es contraria a convenios internacionales ratificados por Costa Rica y que por lo tanto debe eliminarse (CEAR, 2008). En síntesis, los retos que enfrenta el país con quienes desempeñan el trabajo doméstico remunerado son múltiples pero están claros. De enfrentarse, se corregirían seis décadas de discriminación legalmente establecida, pero también se daría un paso hacia reconocer la importancia social de estas tareas en el marco de las nuevas tensiones existentes entre vida laboral y vida familiar. 13 Artículo 60, párrafo segundo de la Constitución y artículo 345, e), del Código del Trabajo. 34 35 BIBLIOGRAFÍA AGEM-BIMSA. Estudio sobre el trabajo doméstico remunerado. Encuesta BIMSA para La Agenda Económica de las Mujeres, 2008. Asamblea Legislativa. Proyecto de ley de Reforma del capítulo VIII del código de Trabajo, Ley Nº 2, del 26 de agosto de 1943. Ley de trabajo doméstico remunerado. Expediente Nº 15.417. Asamblea Legislativa, San José, Costa Rica, 2003. Asamblea Legislativa. Ley sobre riesgos del trabajo Nº 6727 del 9 de marzo. Colección de leyes y decretos, año 1982, tomo 1, semestre 1, p. 108. San José, Costa Rica, 1982. Asamblea Legislativa. Código de Trabajo. 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Revista Centroamericana de Ciencias Sociales, N.o 2, Vol. 1, diciembre, 2004. 38 Resumen Ejecutivo: el Trabajo Doméstico Remunerado en El Salvador Realidades y Desafíos 41 Resumen Históricamente se ha observado cómo el patriarcado ha ido transcendiendo a los diversos modos de producción; logrando no sólo adaptarse a ellos, sino también ha tenido la capacidad de utilizarlos para generar sociedades en las cuales el hombre pueda gozar de privilegios, tanto en la esfera pública como privada. Esto a su vez ha ido determinando el tipo de trabajo que hombres y mujeres deben realizar en la sociedad, ubicando a estas últimas, en general, en una relación de subordinación respecto de los hombres, obstaculizando su libertad y autonomía. Por otro lado, no se puede ocultar el papel fundamental de las mujeres en la reproducción de la sociedad, ya que se encuentran desempeñando trabajo productivo dentro del mercado laboral y trabajo reproductivo dentro del hogar; esferas en las cuales no sólo producen y reproducen para ellas mismas, sino para todo un contexto familiar, en donde la mujer, en general, no se identifica como mujer (persona humana), sino como mujer en función de la familia, estableciendo sus prioridades en función de los demás. De tal forma que dadas las necesidades imprescindibles de reproducción, unidas a las necesidades de las mujeres de salir (o entrar) a los espacios privados y públicos, se han generado situaciones en las cuales necesita de una persona que realice las actividades de reproducción dentro del hogar, ya que socialmente la encargada de hacerlo está trabajando fuera de casa. En las situaciones en que la o las mujeres del hogar no asumen las labores del trabajo reproductivo, se crean condiciones para que exista lo que se llama trabajo domestico remunerado. Realidades y Desafíos del trabajo doméstico remunerado en El Salvador, muestra información sobre la evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado, enfatizando los factores principales que influyen en él, destaca la preponderancia de las mujeres, quienes componen principalmente este sector laboral en El Salvador. Así también, se busca generar recomendaciones y propuestas que puedan aportar a la formulación de políticas públicas. Este esfuerzo nace a iniciativa del Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica (COMMCA) quienes decidieron elaborar un estudio regional sobre la situación del trabajo doméstico remunerado. Este esfuerzo incluye siete estudios nacionales: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana; para efectos de su realización, se contó con el apoyo financiero de la Línea de Género del Programa de Cooperación con Centroamérica (SICA – AECID), en colaboración 42 con el Programa Regional “La Agenda Económica de las Mujeres – Fase II” (AGEM), iniciativa conjunta del PNUD y UNIFEM, esta última además asumió la coordinación técnica del proceso. Por lo tanto, la presente investigación ofrece un análisis contextualizado del tema del TDR (oferta, demanda y condiciones), considerando sus vinculaciones con: La situación y dinámicas de cambios económicos y sociales de los países (tanto los de origen interno como externo); el marco legal y las políticas públicas vigentes más relevantes para el objeto de estudio; la creciente participación en actividades económicas de otras mujeres (que hacen o podrían hacer uso de las/os trabajadores domésticos); las condiciones de vida personal y familiar de las trabajadoras domésticas y de las mujeres que las contratan. 43 Introducción Cuando se trata de regímenes patriarcales, basados en el mercado, parece existir un consenso implícito de reservar a los hogares una cuota importante de actividades del cuidado que usualmente deben ser asumidas y realizadas directamente por sus miembros, fundamentalmente por las mujeres, a raíz de la división sexual del trabajo promovida a través de los hábitos, patrones culturales y procesos de socialización. Así pues, dentro de estas sociedades patriarcales, destaca que el hombre debe desempeñar el rol de jefe y proveedor del hogar, mientras la mujer es considerada como parte dependiente del jefe del hogar, e idealmente debe desempeñar tareas del cuidado sin esperar una retribución económica. Sin embargo, dadas las condiciones económicas y sociales del país, es frecuente encontrar familias en donde al ser insuficiente los ingresos provistos por los hombres, las mujeres salen del espacio privado hacia el espacio público para complementar con sus ingresos la necesidad del hogar, sin olvidar sus responsabilidades dentro del espacio privado, para con su familia. Esto puede presentar dos situaciones, la primera es que ellas asuman una doble jornada de trabajo (actividad económica remunerada, más las tareas de cuidado de la familia) y la segunda contratar a una empleada doméstica para solventar la mayoría de tareas de cuido, o bien apoyarse en una persona que posee algún grado de consanguineidad (usualmente mujeres) para los quehaceres domésticos, remunerándole con dinero o especies, sin que medie remuneración. A efectos de la investigación entendemos por trabajo doméstico remunerado (TDR), a “la actividad económica” reportada en las estadísticas oficiales. Su definición es un trabajo que se realiza dentro de los hogares, vinculado a las tareas del cuidado de las personas, pero que está a cargo de personas que generalmente no son miembros de dichos hogares. Esto permite considerar como parte del TDR a aquellas personas que reciben una remuneración, no necesariamente financiera, sino en especie (casa, comida, atención a necesidades personales, granos básicos, etc.) En este documento el TDR será abordado desde un marco conceptual constituido, fundamentalmente, por tres grandes componentes: La economía desde la perspectiva de género; la división sexual del trabajo y algunas de sus implicaciones en el ordenamiento social y económico; y la “economía del cuidado” y los sistemas de bienestar. 44 La percepción feminista de lo “económico” ha llevado a la concepción de definir el bienestar social como: “un proceso de reproducción social que requiere de bienes y productos materiales y servicios personales remunerados (provistos por el estado o por el mercado) y trabajo no remunerado (en el hogar o en la comunidad). Este proceso tiene lugar dentro de un contexto institucional que incluye familias, organismos estatales, empresas, mercados y comunidades” (Benería 2005) A partir de lo anterior, se entiende que la base de la economía en su conjunto está integrada, no sólo por lo productivo o por el mercado laboral, sino por todas aquellas actividades reproductivas, que tienen que ver con el bienestar del hogar y que ayudan al desarrollo de los miembros de la familia. Así también, en cuanto a la “economía del cuidado”, el trabajo doméstico puede ser provisto a una familia por el mercado, el Estado, las familias u hogares y en algunos casos por la comunidad. La demanda de cuido es resuelta por alguna combinación de oferta en los ámbitos comentados, incluyendo la ausencia de oferta en alguno de ellos. En esta línea de argumentación, el trabajo doméstico remunerado, constituye una estrategia de las familias para la atención de las demandas del cuidado en la que se recurre al mercado (servicios privados) como sustitutos o complemento del trabajo doméstico no remunerado que realizan sus miembros, fundamentalmente mujeres. Se debe tener en cuenta que las relaciones y conflictos antes mencionados no son estáticos, más bien son continuamente afectados por cambios y dinámicas en el ámbito económico que pueden derivarse de decisiones de política pública, condiciones sociales y de vida de la población, fenómenos internacionales, etc. Por lo que es importante un estudio contextualizado en el tiempo y el funcionamiento económico-social del país en cuestión. 45 I. Experiencias y resultados I.1 Evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado Aún tomando en cuenta hechos históricos fundamentales del país como el conflicto armado, cualquier sector laboral (el TDR no es la excepción para examinar un sector laboral dentro del territorio de El Salvador) requiere reformas económicas y estructurales, y más actualmente los procesos de flexibilización del mercado laboral . Así también, para poder entender las implicaciones de la evolución y situación actual del TDR, es necesario conocer la situación laboral salvadoreña antes de los parámetros de lo que se conoce como trabajo decente, de acuerdo al Informe de Desarrollo Humano 20072008, una situación de la que gozan menos del 20% de la población económicamente activa. El resto de personas que ofrecen su fuerza de trabajo presenta déficit, ya sea porque no encuentra empleo, porque las condiciones del trabajo son precarias o bien su trabajo carece de cobertura social o de remuneración justa. Así, el 7% están desempleados, 43% están subempleados1 y el 31%, pese a que reciben ingresos superiores al salario mínimo, no cubren el costo de la canasta básica y no gozan la cobertura de las redes de seguridad social. Adicional a esta realidad, al interior del se presentan diferencias entre hombres y mujeres, un ejemplo claro que permite observar las condiciones del mercado laboral es comparar los ingresos mensuales promedios por sexo, con las canastas de mercado2. Así al comparar encontramos que para el 2004 el precio de la canasta de mercado mensual fue de $267.65, mientras que para 2006 fue de $294.12. Así también, los ingresos mensuales promedio total correspondientes a esos años fueron de $249.79 y $271.19. Lo que permite observar que los ingresos son insuficientes para la adquisición de la canasta básica a precios de mercado, en términos de la equidad de género, la brecha en el caso de las mujeres es aun más grande, ya que ellas se encuentran con un ingreso mensual promedio por debajo del total, mientras que los hombres se encuentran por encima del total, lo que lleva a que el ingreso mensuales promedios (2006) de las mujeres sea 7.5% menor que el ingreso mensual promedio de los hombres. El Salvador opera un modo de producción capitalista patriarcal, el cual permite la explotación del Ser Humano (que no posee más que su fuerza de trabajo) por el Ser Humano (que posee los medios de producción). A esto habrá que agregar: división sexual del trabajo, que se encarga de presentar la realidad en dos esferas distintas: por una parte el masculino referido al imperio de la producción material y actividades remuneradas, y el femenino referido a la reproducción humana y actividades domésticas no remuneradas, donde hombres y mujeres reciben roles distintos que están alineados, en general, hacia la supremacía de unos (hombres) y a la subordinación de las otras (mujeres). Esta situación se refleja en diferencias en el mercado de trabajo (en los ingresos, sector informal, en la carga global de trabajo), diferencias y subordinación que previamente podían observarse casi exclusivamente en lo privado, lo cual ha transcendido a la esfera pública. 1 Subempleo ha sido la forma de inserción laboral dominante (lo que ha producido una actitud de tolerancia social hacia este fenómeno) en la historia de El Salvador. Se refiere a aquellas personas que trabajan menos horas que la jornada laboral normal (44 horas semanales) o, trabajado esta jornada, ganan menos del salario mínimo establecido o ambos, produciendo una actitud de tolerancia social hacia este fenómeno. 2 Dato obtenido de la Dirección General de Estadísticas y Censos (DIGESTYC) 46 I.1.1. Evolución del trabajo doméstico remunerado: 1998 – 2006. El TDR representa entre un 4.34% y 4.92% entre 1998 y 2006 respectivamente, mostrando una evolución lenta pero creciente con respecto al total de ocupados. que se inserten en ocupaciones de TDR, mientras que en el caso de las mujeres el porcentaje se reduce a medida que incrementa su edad; esto lleva a reflexionar sobre las escasas posibilidades para que una mujer mayor pueda insertarse en algún otro sector. Dadas las implicaciones del sistema patriarcal y la división sexual del trabajo, el realizar tareas de reproducción debería ser “trabajo propio de la mujer dentro del hogar”; situación que se proyecta en la esfera pública. Así muestran las estadísticas nacionales que el TDR es desempeñado en un 90% por mujeres, (Gráfico 1). Por otro lado la mayor demanda de ellas es entre las edades de 15 a 49 años, mientras que en el caso de los hombres la mayor demanda es a partir de los 50 años. Es interesante observar que el porcentaje que dedican los hogares (que contratan TDR) a servicio doméstico es de 10.90% en 1998 y ha pasado a ser a 11.88% en 2006. Situación que puede deberse a las necesidades propias de reproducción, lo que lleva a una evolucuón lentamente crecientes en el tiempo y podría estar confirmando un creciente porcentaje de mujeres dentro de los hogares que necesitan incertarse en el mercado laboral, y requieren de alguien que realice las tareas de cuido dentro del hogar, que ellas desempeñaban previamente de forma gratuita. De tal forma que pareciera que para los hombres a medida que envejecen incrementa la posibilidad de Este aumento en el TDR es desempeñado, principalmente, por mujeres que trabajan en casa pero que no duermen 47 dentro de ellas, esto nos lleva a clasificar a las trabajadoras domésticas remunerasdas de acuerdo al tipo de jornada laboral como: tiempo completo con dormida dentro (puertas dentro), tiempo completo sin dormida dentro (puertas fuera) y tiempo parcial para uno o más hogares. Resalta el hecho que las trabajadoras domésticas remuneradas que duermen dentro del hogar han disminuido de 1.05% en 1999 a 0.26% en 2006. De tal forma que el crecimiento de TDR ha sido con TDR puertas fuera y/o tiempo parcial. I.1.2 La Oferta de trabajo doméstico remunerado. Cuando se habla de oferta se refiere, específicamente, a las características de las personas que “ofrecen” este tipo de trabajo, pero habrá que recordar que estas personas vienen de hogares que también poseen rasgos relevantes. Se puede establecer el perfil de origen de las personas en TDR, más de la mitad de las mujeres empleadas en trabajo doméstico (65.42%) han nacido en un caserío, pueblo o el campo, lo que implica que han tenido que movilizarse a la ciudad para poder encontrar un empleo como domésticas, quizá mejor remunerado que en su lugar de origen. Para más de la mitad de las mujeres en trabajo doméstico (68.41%), sus madres han nacido en el campo, caserío o pueblo. Esto puede llevarnos a pensar que el resto (31.59%) proviene de una migración anterior “de las madres”. El TDR es desempeñado, principalmente, por mujeres jóvenes, más del 80% entre las edades de 15 a 44 años. Esto evidencia que hay menos oportunidad de empleo para aquellas mujeres de 45 años en adelante en relación al resto de ocupadas. Mientras que para los hombres la opción de incorporarse al TDR parece aumentar si pasan de los 44 años. La investigación muestra que la edad en que las trabajadoras domésticas inician como tales (más del 75%) fue antes de los 24 años. En cuanto al perfil educativo de las personas en TDR, se ha mantenido un nivel de educación baja: primaria incompleta, de hecho se presenta como una característica histórica principal de quienes han ofrecido y ofrecen su fuerza en TDR. Sin embargo, se presentan cambios positivos entre 1998 y 2006: se ha reducido el porcentaje de trabajadores/as con ningún nivel educativo, y han pasado de encontrarse casi exclusivamente en primaria incompleta a distribuirse entre: primaria incompleta y secundaria incompleta; aun así los niveles de mejora en educación no se corresponden con un perfil de ocupaciones específicas (no son requeridos por los demandantes), porque a las trabajadoras domesticas remuneradas se les requieren para ser “limpiadoras”, “lavanderas y planchadoras manuales”, justamente el tipo de ocupaciones que no requieren ninguna calificación. Esto limita las posibilidades de mejorar laboralmente, así como su desarrollo personal como ciudadanas y sujetas de su propia vida. Predomina la jefatura monoparental femenina para los hogares de las personas en TDR, tanto para 1999 (91.42%) como para 2006 (89.35%). Lo contrario sucede cuando hablamos de casos de familias biparentales en donde el predominio lo tienen los hombres con más del 90% de los casos. En cuanto a los tipos de familia, las familias extendidas son, fundamentalmente, de jefatura femenina, mientras que las familias nucleares son fundamentalmente de jefatura masculina. Situación que no cambia para los siete años de estudio. 48 En cuanto al perfil de condición de pobreza de las personas en TDR, en 2001, la mayoría de los hogares de las/os TDRs se ubicaban en el quintil 3; sin embargo, es destacable que había una mayor proporción en el caso de las jefaturas masculinas (30.4%) que en las femeninas (27.75%). Para el 2006, los hogares se encontraban principalmente en el quintil 4, pero en menores proporciones que en 2001 en el quintil 3 hubo una leve mejoría. quintil superior, el porcentaje de los hogares que sí tienen servicio doméstico va aumentando al igual que para el 2006; lo que nos muestra que la mayor cantidad de hogares que efectivamente contratan servicio doméstico se concentran en el quintil 5. I.1.3 La Demanda de trabajo doméstico remunerado. En este apartado la demanda definirá las características de los hogares que hacen uso del TDR. La hipótesis es que poseen características particulares. Se destina a mostrar dichas características. Se puede establecer una estrecha relación entre mujeres empleadas (familias contratantes) y la contratación de TDR. Dada la asignación social de este trabajo a las mujeres es comprensible que éstas que salen de su casa (ámbito privado) a trabajar fuera (ámbito público) se sientan obligadas a distribuir parte de su salario al pago de TDR. En cuanto al perfil de ingreso se observa para 1998 que, en general, a medida que se va pasando a un Se observa con claridad que en los hogares en donde la esposa trabaja, la frecuencia del uso de TDRs es El mayor porcentaje de hogares que contratan TDR corresponde a aquellos en los que las Jefas de Hogar o cónyuges están ocupadas (Gráfico 2). 49 mayor que la promedio, tanto para el 2000 como para el 2006. (Gráfico 3). Así también se busca conocer el perfil del hogar con miembro migrante y remesas, específicamente, si tienen o no miembros en el extranjero y además cuenta con servicio doméstico. Para el 2006 se presenta una diferencia de 1.86%, mostrando que aquellos hogares en donde hay un miembro en el exterior es superior el porcentaje que cuenta con servicio doméstico. La edad de los miembros de las familias contratantes es una variable fundamental porque evidencia qué tipo de actividades se desarrollan por las trabajadoras domésticas. Se presenta que los hogares que tienen un mayor peso, dentro del total de hogares que cuentan con servicio doméstico, son aquellos que tienen miembros menores de 6 años y mayores de 65 años. Demostrando que las trabajadoras domésticas son utilizadas para cuidados especiales. Así pues, el Gráfico 4 de la siguiente página nos ilustra que la gran mayoría (43.08%) de requerimientos de cuidados especiales es por niños que van a la escuela, seguido de aquellos hogares en donde hay niños pequeños que no van a la escuela (17.30%). I.1.4 La transnacionalización del trabajo del cuidado. Según el Informe de Desarrollo Humano 2005, la ley ha dificultado que los hombres consigan trabajo cuando no tienen autorización legal para laborar. Aunque se emplean como jardineros, son pocos casos. En cuanto a las mujeres, generalmente, se ocupan en empleos domésticos que no siempre requieren de documentos legales para trabajar; por su parte Zamudio Grave explica que en general las mujeres en el mercado laboral se dividen principalmente en dos grupos: Nivel más alto del espectro de ocupaciones: que son las mujeres migrantes que manejan corporaciones multinacionales, enseñanza en universidades, proveen 50 a la industria y a la academia. Su participación es escasa y muy inferior a la de los hombres migrantes. Nivel más bajo del espectro de ocupaciones: las mujeres migrantes participan en cosechas de frutas y vegetales, manufacturan ropa y otros productos, procesan carne y aves, trabajan como ayudantes en asilos de ancianos, hospitales, limpian restaurantes, hoteles y proveen otros servicios como trabajo doméstico remunerado, niñeras, prostitutas. En estos casos, muchas de ellas aún tienen un estatus migratorio irregular. I.2 Los derechos laborales de las y los trabajadores domésticos y su tutela I.2.1 Trabajo doméstico remunerado en el marco legal que tutela los derechos laborales de El Salvador. El orden constitucional vigente en El Salvador reconoce los derechos laborales del trabajo doméstico remunerado, pero al mismo tiempo establece un régimen de “protección” especial para este tipo de trabajo, de acuerdo a la Constitución de la República y Código de Trabajo, tal como se expresa en el artículo 45: “Los trabajadores agrícolas y domésticos tienen derecho a protección en materia de salarios, jornada de trabajo, descansos, vacaciones, seguridad social, indemnizaciones por despido y, en general, a las prestaciones sociales. La extensión y naturaleza de los derechos antes mencionados serán determinadas por la ley de acuerdo con las condiciones y peculiaridades del trabajo. Quienes presten servicios de carácter doméstico en empresas industriales, comerciales, entidades sociales y demás equiparables, serán considerados como trabajadores manuales y tendrán los derechos reconocidos a éstos”. En cuanto a las disposiciones especiales sobre el trabajo de servicio doméstico según el Código de Trabajo, específicamente el “régimen de protección especial”, se observa un régimen discriminatorio ya que reduce cuantitativamente y cualitativamente el ejercicio y tutela de sus derechos. Dentro del Código de Trabajo vigente se establecen, como norma general, una serie de excepciones a las 51 normas establecidas para el resto de trabajadores, y que se traducen en una menor protección a los trabajadores/as domésticos/as y en una mayor ventaja de los empleadores de este tipo de trabajadores/ as. Tales como: los contratos de las personas que se dedican al TDR no tienen que estar por escrito. La jornada de trabajo diaria puede extenderse legalmente hasta 12 horas diarias y más de 44 horas a la semana sin obligación para el patrono de pago de horas extras. No se reconocen los mismos derechos de compensación por días de asueto y por horas de trabajo extraordinarias. Se aplica al trabajo doméstico “causales especiales de despido” sin previo aviso y sin responsabilidad para el patrono por una amplia variedad de razones, no siempre demostrables objetivamente y que en general favorecen a los patronos, tales como “cometer infidelidades e insubordinación”. Entre las iniciativas de reformas para fortalecer el sistema jurídico de protección de los derechos laborales en el sector del servicio doméstico, se presentan dos: una de estas iniciativas corresponde a reformas al régimen del TDR contemplado en el actual Código de Trabajo, concretamente reformulando los artículos 78, 79, 80 y 83; mientras que la segunda consiste en la supresión del artículo 2 del Reglamento para la Aplicación del Régimen del Seguro Social, para eliminar la exclusión que actualmente se contempla en esta normativa y para gozar de protección social a las personas empleadas en el sector TDR. Por otra parte, el TDR en la Ley y Reglamentos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social se presenta (dentro la Ley ISSS), en el artículo 3 que el régimen del Seguro Social es obligatorio y que se aplicará originalmente a todos los trabajadores que dependan de un patrono, sea cual fuere el tipo de relación laboral que los vincule, y la forma que se haya establecido la remuneración. Sin embargo, el artículo 2 del Reglamento para la Aplicación del Régimen del Seguro Social elimina el artículo 3 de la Ley para: Art. 2.- El régimen del Seguro Social no será todavía aplicable: a) A los trabajadores domésticos; b) A los trabajadores eventuales; y c) A los trabajadores agrícolas. Es importante notar que la exclusión de los TDR del régimen de seguridad social se establece en una normativa de tercer nivel (reglamento de aplicación de Ley) y que ello constituye una violación de los derechos laborales de estos trabajadores/as que están tutelados no sólo en la legislación secundaria (Ley del ISSS) sino además en la legislación primaria (Constitución de la República). Entre los principales hallazgos de la encuesta sobre respeto a derechos laborales se presentó que existe una baja incidencia de abusos laborales declarados. Para el 2008 en promedio para los distintos tipos de contratación de TDR, solamente declararon haber sido víctimas de abuso el 15.5%, mientras que el 84.5 % señaló no haber sufrido ningún abuso laboral. I.2.2 El respeto a los derechos laborales de las personas trabajadoras domésticas remuneradas en El Salvador: Situación actual y el rol de las políticas públicas. Los principales reportes de abuso laboral de las personas trabajadoras domésticas a tiempo completo con dormida dentro son: el pago de salarios inferiores al acordado y agresiones físicas. Para las trabajadoras de tiempo completo sin dormida dentro se presentan tres situaciones principales de violaciones a sus derechos laborales: retención del sueldo cuando se ha renunciado, no concesión de días de descanso o negativa a cancelar días de descanso laborados, y no cancelación de monto total adeudado en liquidación. Finalmente para las personas bajo contrato de tiempo parcial, la violación más destacada a sus derechos laborales lo constituye la práctica de pagarles un salario inferior al pactado originalmente (31% del total), seguida de agresiones físicas (18.75%). 52 Asimismo, se presentan en menor proporción violaciones en días de descanso y anomalías en la cancelación de liquidaciones por terminación de contrato. coordina el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social, y la Política Nacional de la Mujer, que coordina el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU). De acuerdos a las estadísticas laborales del Ministerio de Trabajo, la proporción de trabajadores y trabajadoras del servicio doméstico que acuden a interponer demandas por violaciones a derechos laborales es mínima. Solamente en el año 2007 se registraron apenas 19 demandas de este sector versus 5,557 recibidas de trabajadores y trabajadoras de otros sectores, lo que representó apenas el 0.3% del total.3 En cuanto al Ministerio de Trabajo se puede establecer que , a partir de la información encontrada, el tema del trabajo doméstico remunerado únicamente es abordado en el Plan Nacional para la Erradicación de las Peores Formas de Trabajo Infantil 2006-2009 (incluido como producto del Plan de Implementación del Libro Blanco) que ejecuta el Ministerio de Trabajo a través de la Unidad de Trabajo Infantil; la no consideración de la problemática del trabajo doméstico remunerado en el Plan de Implementación del Libro Blanco responde, a su vez, al diagnóstico de la problemática laboral en cada país, el cual sirvió de fundamento para las recomendaciones del Libro Blanco para los Gobiernos que suscribieron este documento. En efecto, en este diagnóstico, la temática del TDR no es consignado de manera específica como un tema prioritario para la agenda de problemas nacionales, que debe abordarse estratégicamente en El Salvador en los próximos años desde las políticas públicas. Esto puede suceder por falta de conocimiento, ya que menos de la tercera parte de los trabajadores y trabajadoras encuestadas identifica al Ministerio de Trabajo como la instancia pública a la que deben acudir para solicitar ayuda en situaciones de incumplimiento a sus derechos laborales. Es destacable que en el proceso de identificación de las instituciones a las que acudirían las personas entrevistadas, las dos terceras partes restantes visualizan como entidades de apoyo en esta situación a Instituciones Públicas (PNC, Procuraduría de Defensa de los Derechos Humanos, Procuraduría General de la República, ISDEMU, Fiscalía) y a no gubernamentales (Casa Morada de la Mujer) que no tienen una relación directa con la temática laboral, sino más bien con la atención de casos de violencia y/o de casos de violación a derechos humanos individuales. Entre los principales hallazgos del proceso de revisión de políticas públicas: la Política Laboral y la Política Nacional de la Mujer buscan hacer una revisión general del abordaje específico que, desde las políticas públicas, se hace a la situación laboral del sector del trabajo doméstico remunerado, desde dos políticas relacionadas con esta actividad: la política laboral que 3 Ministerio de Trabajo y Asistencia Social. “Estadísticas Laborales 2007”, San Salvador, página 59 Es por ello que, en la práctica, la tutela de derechos laborales en este sector, por parte del Ministerio de Trabajo, se limita a atender consultas personales o telefónicas de trabajadores y trabajadoras del servicio doméstico sobre sus derechos, principalmente en casos de despidos; y a gestionar la resolución de demandas presentadas contra empleadores por la vía de la conciliación. Por su parte, el Instituto Salvadoreño de Desarrollo de la Mujer, en el actual Plan de Acción (2005-2009), considera en el Eje de Desarrollo Económico un área de trabajo denominada “Trabajo e Inserción Productiva”. Ésta plantea como objetivo específico contribuir a lograr la igualdad de oportunidades en la participación de mujeres y hombres en el mercado de 53 trabajo, a través de la eliminación de la discriminación que por motivos de género inducen a la desigualdad salarial, acceso de las mujeres a los puestos laborales de decisión e incrementar la preparación de las mujeres en las distintas ramas y grupos ocupacionales de la producción económica. En opinión del representante del ISDEMU, entrevistado en el transcurso de la presente investigación, el poco interés en esta temática dentro del mecanismo nacional para promover los derechos de las mujeres, es el producto de una serie de factores, entre los que destacan la limitación de recursos presupuestarios para realizar estudios y propuestas de reformas legales sobre este tema, la poca visibilidad política que se le da a la problemática laboral de este sector (no existe, por ejemplo, ningún convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) específico a las condiciones de empleo del trabajo doméstico ), y a la falta de consenso que prevalece entre los actores involucrados en el diseño de políticas públicas sobre cómo debería conceptualizarse las actividades que terceras personas realizan de manera remunerada en los hogares. trabajadores domésticos remunerados realizan su trabajo (salarios, jornadas, contratos, etc.), y además que sean distintas a las condiciones establecidas para otras ramas u ocupaciones económicas “fuera de lo doméstico”. I.3 Implicaciones del trabajo doméstico remunerado sobre las personas que lo realizan, a nivel personal y familiar Con respecto a los impactos personales que permiten explicar de una manera más clara el entorno en que se desarrolla, podemos distinguir, a partir de la encuesta propia realizada por AGEM-BIMSA, que: las trabajadoras domésticas remuneradas usualmente no consideran que se les trate mal, pese a que se les grite o se les abuse de una manera verbal, aceptan la discriminación por considerarse inferiores educativamente; están en disposición de aceptar las condiciones en que se encuentran dentro de los hogares contratantes porque se les dificulta encontrar un nuevo empleo; manifiestan que con quien más han tenido problemas es con la señora de la casa y luego con el señor de la casa. En la tradición cultural salvadoreña –que muchas veces sirve de punto de referencia para las personas que diseñan la legislación y las políticas públicas- el término “trabajo doméstico” está asociado con el trabajo que realizan los miembros de una familia para cuidarse a sí mismos y a los demás integrantes del grupo familiar, y como una actividad de “menor categoría” que realizan personas fuera de los hogares. En tanto a lo impactos sobre el nivel de vida de las familias habrá que destacar que las jefaturas masculinas tienen mayor peso en los quintiles 3 al 5, mientras que las jefaturas femeninas tienen mayor peso en los quintiles 1 y 2, lo que claramente indica, que al interior del TDR, son sustancialmente más pobres los hogares con jefaturas femeninas que los hogares con jefaturas masculinas. Los factores culturales podrían ejercer influencia en el hecho que en El Salvador socialmente (y jurídicamente) no se considere un trabajo (en sentido productivo) a las actividades del cuidado de la familia realizadas por personas externas a la misma y, por lo tanto, que se considere aceptable las condiciones en las que las y los Sin embargo, es preciso destacar que en cuanto a las jefaturas y aportes al hogar, cuando el jefe del hogar TDR es hombre, el cónyuge (mujer) aporta más al presupuesto del hogar que el jefe del hogar. Es decir, la mujer contribuye en mayor proporción de su presupuesto que el hombre; esto es interesante, porque usualmente se considera el salario de las mujeres como 54 un complemento de los salarios de los hombres, pero se observa que es ella quien aporta más al presupuesto que el hombre, incluso, cuando él es el jefe del hogar. De tal forma que no importa si la mujer es jefa de hogar o no, las mujeres dentro del TDR siempre están aportando más de su presupuesto que sus compañeros de vida. De tal forma que su salario no debe ser visto como un complemento, sino más bien como parte importante de las entradas económicas al hogar, sin las cuales la reproducción material de las vidas de estas familias sería muy difícil y en algunos casos imposible. De igual manera es importante observar cómo se resuelve en los hogares con TDR la atención a las demandas de cuido de sus hogares; claramente se evidencia que las mujeres ocupan un papel importante en el ingreso de los hogares TDR, sin embargo, muy pocas de ellas (3.20%) pagan servicio público de atención de cuidado de sus hogares (redes familiares u otros), el resto (96.8%) no lo hace; ya sea porque madres, suegras, abuelas, hermanas, cuñadas o hijas le ayuda a realizar las tareas del hogar lo que implica que el trabajo no remunerado dentro del hogar realizado generalmente por mujeres, esta subsidiando al trabajo remunerado y está permitiendo sistemáticamente que el salario sea bajo y que no este acorde a las necesidad reales de las familias salvadoreñas. La otra opción es que sean ellas quienes realicen dobles jornadas: una fuera de casa y otra dentro de casa, realizando las tareas de su propio hogar después de trabajar fuera. (Gráfico 5) Entre los conflictos que las mujeres en TDR deben afrontar se encuentra primeramente en buscar manejar su tiempo entre el trabajo doméstico remunerado con el trabajo doméstico no remunerado. Existen pues, una serie de aspectos que contribuyen de manera directa a sus conflictos, tales como la falta de tiempo, reclamos de sus familiares y los sentimientos de culpa (estos sentimientos, muchas veces basados en la concepción cultural que la mujer debe estar en casa cuidando de los suyos y no saliendo a trabajar, mientras que el hombre debe salir y ser el proveedor de su hogar). La 55 mayoría de ellas concuerda en que lo más complicado, tanto aquellas que tienen hijos/as viviendo con ellas (80.30%) como las que no (69.68%), es el cuidado de sus hijos/as y el cumplimento de las tareas domésticas, y para ellas quienes salen más perjudicados son sus hijos/as (86.30%), pero además existe un porcentaje pequeño (8.09%) que reconoce que ellas mismas son también las más afectadas. En cuanto al uso de su tiempo, éste es utilizado principalmente en sus empleos y luego se dedican a las tareas de su propio hogar; pocas de ellas dedican tiempo para divertirse, pero cuando lo hacen, aclaran que lo hacen con su familia o con sus hijos/as, otro elemento muy interiorizado dentro del sistema patriarcal, en donde la mujer es concebida como parte de una familia y no como mujer-persona. Finalmente, en cuanto a su Nivel de organización gremial, el estudio presentó, a través de la encuesta con BIMSA y las entrevistas a profundidad, que las trabajadoras domésticas en general no tienen ningún tipo de organización gremial, no se encontró ningún tipo de asociado por trabajadores domésticas remuneradas. Sin embargo, ellas manifestaron pertenecer a organizaciones religiosas, pero únicamente lo hacen entre un 15% y 23% del total de entrevistadas. 56 57 Conclusiones Conclusiones principales: Recomendaciones para la política pública y estrategias para su cabildeo En términos generales es preciso destacar que el trabajo doméstico remunerado es un claro ejemplo de la profunda división sexual del trabajo. La mayoría de las trabajadoras domésticas inician su vida laboral, principalmente, entre los 15 y 20 años, para todas las modalidades de trabajo doméstico y en general esa ha sido su experiencia de trabajo a lo largo de sus vidas. Esto implica una especie de círculo del TDR, del cual es difícil salir, e incluso, a veces, se transmite de generación en generación. Las mujeres en TDR son las principales responsables (económicamente hablando) de los hogares donde viven, y que en general hacen dobles jornadas (una fuera de casa y otra dentro de casa), realizando las tareas de su propio hogar posteriores a las realizadas en el espacio público. Algunas de ellas tienen ayuda de sus madres, suegras o hijas quienes colaboran durante la semana a realizar las actividades que ellas no pueden realizar. Las trabajadoras domésticas, en su mayoría, se consideran a sí mismas inferiores al resto de mujeres dentro del mercado laboral, lo cual es especialmente preocupante cuando esta percepción de sí mismas se encuentra presente, incluso, en quienes han logrado un mayor grado de escolaridad que ellas, y mayores salarios. El nivel de organización gremial del TDR es nulo, únicamente aparece entre un 15 y 23% que pertenecen a organizaciones religiosas. En cuanto a las implicaciones para las políticas públicas, se destaca: la necesidad de crear condiciones apropiadas para que las personas en TDR logren un efectivo acceso a las oportunidades, tanto para la educación formal como no formal; crear las condiciones materiales que permitan niveles de remuneración equitativos entre hombres y mujeres dentro del TDR; fomentar y difundir, entre las mujeres en TDR, su derechos tanto en el espacio público como privado. Por otra parte, es necesario fortalecer la capacidad del Estado de proveer servicios del cuidado a las familias en las zonas urbanas y rurales, tales como centros de atención infantil, escuelas, seguridad social, comedores comunitarios, centros de atención a adultos mayores y personas con discapacidad, etcétera. 58 Así mismo, es necesario avanzar hacia un proceso de reforma legal y de política pública que se oriente a visibilizar la dimensión del trabajo del cuidado al desarrollo humano y valorar la contribución del trabajo doméstico remunerado y no remunerado. Promover, a partir de las políticas públicas, la revalorización cultural del trabajo doméstico, fortaleciendo el sistema público responsable de la inspección de condiciones laborales de las mujeres salvadoreñas. Entre las Estrategias para el Cabildeo podemos destacar la necesidad de una alianza entre el ISDEMU, las organizaciones de mujeres, organizaciones laborales, grupos parlamentarios de mujeres y cooperación internacional para impulsar un conjunto de estrategias orientadas a mejorar la condición y posición de los hombres y mujeres que se desempeñan en esta actividad laboral. Se deben buscar estrategias de organización de las personas en TDR para lograr una mayor incidencia y capacidad de negociación; también establecer una estrategia de incidencia política para impulsar las reformas legales y administrativas que se requieren para eliminar las discriminaciones que sufren las trabajadoras domésticas, así como para asegurar una mejor tutela de sus derechos y mejores oportunidades. Por último, determinar una estrategia de monitoreo social para ejercer, desde la sociedad civil, una labor permanente de contraloría social. Resumen Ejecutivo: el Trabajo Doméstico Remunerado en guatemala 61 INTRODUCCIÓN En abril de 2007, en la XV Reunión Ordinaria del Consejo de Ministras de la Mujer -COMMCA-, se planteó que el Programa Agenda Económica de las Mujeres -AGEM- del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer – UNIFEM- coordinara la realización de un estudio regional sobre la situación de las mujeres trabajadoras domésticas remuneradas, cuyo sustrato pondría el énfasis en: jornada laboral, ingresos, seguridad social y organización; con la finalidad de contar con elementos válidos para el diseño de políticas públicas coherentes, bajo el componente del fortalecimiento institucional del COMMCA, en concordancia con el plan estratégico 2006-2009 del programa de Cooperación Regional con Centroamérica, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo -AECID-. Esta investigación estaría enfocada a cumplir con el compromiso de trabajar por la eliminación de la discriminación hacia las mujeres, en avance al respeto de sus derechos y a la equidad. El mismo surge como una propuesta de acciones definidas por los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de Quito, resultado de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe, realizada en Quito, Ecuador, en agosto de 2007; así como la estrategia de investigación propuesta en el documento preparado por el Consejo Económico para América Latina –CEPAL- para la Conferencia, “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”. La Secretaría Presidencial de la Mujer -SEPREM- tuvo un papel protagónico en el seguimiento y coordinación de la investigación, en paralelo con la Coordinación Técnica de la AGEM. El Instituto Nacional de Estadística -INE- tuvo bajo su responsabilidad la elaboración del procesamiento de las estadísticas oficiales. Asimismo cabe resaltar la colaboración de las entidades vinculadas al tema, tales como: el Centro De Atención de la Trabajadora de Casa Particular –CENTRACAP-, la Asociación de Trabajadoras del Hogar, a Domicilio y Maquila -ATRAHDOM-, la Asociación de Trabajadoras de casa Particular –ASOCASA-. Un estudio de esta naturaleza contribuye al conocimiento de las características socio demográficas de quienes desempeñan este trabajo, ya que el reto a futuro se orienta a fortalecer las instancias de los Organismos Ejecutivo y Legislativo en el proceso de visibilización y sensibilización sobre las brechas de género y a reconocer el aporte económico de las mujeres, a fin de incorporar los cambios necesarios en el diseño, ejecución y evaluación de políticas públicas. 62 La dinámica socioeconómica y la crisis mundial que afecta actualmente a los países requiere que, en el ámbito de la investigación y la generación del conocimiento, se aporten elementos que contribuyan a que las instancias de toma de decisión los consideren como insumos en su accionar, toda vez que éstas parten de una realidad en que se visibilizan situaciones a veces desconocidas o mal comprendidas. de éstas, no solamente desde la desventaja en los salarios sino también en el tipo de trabajo que realizan y en el ambiente laboral, así como otros aspectos relacionados con los mismos. El trabajo doméstico es considerado como parte del sector informal por sus características: bajo nivel de ingresos, facilidad de entrar y salir del empleo y la falta de regulación y de prestaciones laborales. El análisis del trabajo doméstico remunerado en Guatemala no se considera agotado, especialmente porque el mismo podría relacionarse con las preferencias de los hogares, así como con otras áreas específicas de la legislación laboral, seguridad social, seguridad nacional, la educación y la salud principalmente, por lo que el presente estudio se considera innovador pero a la vez introductorio al tema. Los resultados de la investigación necesitan amplia difusión para impulsar el debate del trabajo doméstico remunerado con sectores de interés, entre éstos las(os) tomadores de decisión del sector público, tales como: SEPREM, Ministerio de Trabajo y Previsión Social, Ministerio de Educación, Instituto Guatemalteco de Seguridad Social; la academia; Comisión de la Mujer del Congreso de la República y la sociedad civil, a fin de aunar esfuerzos en la búsqueda de avanzar en las políticas públicas que se enfoquen en la familia, el mercado y la sociedad en general. Los aspectos que intervienen en el desarrollo de las trabajadoras domésticas remuneradas, bien sea como limitantes o como posibilidades de crecimiento, no se pretende agotar a través de este estudio, más bien, es un reto el continuar estudiando y ahondando en el tema. Se trata también de reconocer similitudes, interacciones y diferencias entre las dos esferas de la economía remunerada y no remunerada, como el trabajo doméstico remunerado que aparece como la solución del conflicto entre el empleo femenino y las responsabilidades del hogar, pero no resuelve la responsabilidad compartida que debe prevalecer entre los propios miembros del hogar. Es decir que solamente se transfiere de una mujer a otra, requiriendo de políticas de igualdad de género y de corresponsabilidad entre familias, Estado y mercado. Trabajos de este tipo contribuyen a la comprensión de la situación de las mujeres en la estructura social y económica, a la inequidad en la cuestión del empleo Del resultado del debate deben surgir políticas que incluyan servicios públicos de cuidado de niñas y niños, y de personas que no puedan valerse por sí mismas; y que estas políticas contengan el tema del cuidado como un problema social y no como un problema individual de exclusiva responsabilidad para las mujeres. También deben surgir propuestas para mejorar la legislación, tratando de armonizar la legislación a nivel Centroamericano, tomando en cuenta las similitudes y diferencias encontradas en los estudios. El presente estudio trata de despertar el interés en el tema, y sobre todo, hacer notar que su situación laboral no es un fenómeno aislado, sino debe estudiarse y analizarse en la integralidad de los distintos sectores de la economía nacional, y desde el punto de vista de los derechos humanos y laborales. 63 I. Objetivos del estudio II. Marco conceptual: I.1 Objetivo general: Para fines del estudio, se consideró el trabajo doméstico remunerado como una actividad económica, cuyas características se basan en que éste se realiza en y para los hogares, vinculado a las tareas de cuidado de la casa y de las/os integrantes del hogar. El mismo adopta diversas modalidades: trabajo a tiempo completo con y sin dormida dentro, trabajo parcial en uno o varios hogares. Generar información sobre el trabajo doméstico remunerado y su relación con el trabajo doméstico no remunerado, tomando en cuenta las condiciones de vida de las mujeres en la Región Centroamericana; en el caso de Guatemala identificar cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios, tomando en cuenta la diversidad sociocultural. I.2 Objetivos específicos: I.2.2 Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico remunerado y sus implicaciones en la vida y autonomía de las mujeres, en general; y sobre las mujeres ocupadas en esta actividad, en particular. I.2.2 Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico no remunerado y el relacionamiento entre ambos (trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en cuanto a categorías como autonomía, relaciones de poder, etc. I.2.3 Determinar la relevancia del trabajo doméstico remunerado no sólo como alternativa de empleo para mujeres sino en el marco más amplio de contextos nacionales caracterizados de una creciente participación femenina en el mercado de trabajo, una creciente feminización de los flujos migratorios. La investigación del trabajo doméstico remunerado tomó en cuenta los enfoques metodológicos que contribuyeron a interpretar la complejidad que presenta el comportamiento de este tipo de trabajo, tanto desde la perspectiva de las trabajadoras involucradas y de los hogares que las contratan, como del conjunto de la sociedad que se encuentra inmersa dentro de procesos macro, meso y microeconómicos. Desde ese punto de vista, se consideró la Economía desde la perspectiva de género, la “economía del cuidado” y los sistemas de bienestar y, en términos generales, la división sexual del trabajo como factor de construcción histórica que tiene profundas implicaciones en el ordenamiento económico social. La división sexual del trabajo demuestra que en la economía remunerada la participación masculina sigue siendo mayoritaria mientras que la de las mujeres es menor. En la no remunerada la participación femenina sigue siendo altamente mayoritaria mientras que la masculina es todavía débil. El análisis del trabajo doméstico remunerado se realizó con una visión holística como factor determinante del marco teórico, en donde la teoría económica feminista considera a la economía remunerada como “la economía” de la teoría Económica, en la cual se realiza el valor de uso y el valor de cambio de las 64 mercancías y a la economía no remunerada como el ámbito en el que se produce el valor de uso y constituye la base de la reproducción de la fuerza de trabajo. Universalmente el concepto de trabajo doméstico remunerado ha sido utilizado para calificar, en forma particular, la esfera en la cual se realizan las labores propias de un hogar que no es el suyo. De esta forma, este concepto se diferencia, por el ámbito privado en el que se efectúa, de otras modalidades de prestación de servicios personales subordinados como el trabajo agrícola, industrial, comercial y de servicios. Para las mujeres ubicadas en el trabajo doméstico remunerado no existen fronteras entre la economía remunerada y la no remunerada, es decir, la doble condición de este trabajo, en tanto generalmente media remuneración, que puede ser en dinero o en especie o en forma combinada, corresponde a un empleo que forma parte de la economía remunerada; pero, debido al tipo de tareas que lo conforman y al hecho de que se desempeña dentro de los hogares, las percepciones culturales lo ubican, explícita o implícitamente, como parte del trabajo doméstico en general. Por otra parte, la responsabilidad de las mujeres en el hogar, concebida socialmente, constituye trabajo doméstico no remunerado. El hecho mismo de que en éste predominen más mujeres que hombres, ratifica esta concepción. La economía del cuidado abarca elementos de la economía remunerada (ofertas de servicios de cuidado privados, uno de los cuales es el trabajo doméstico remunerado, y ofertas de servicios públicos) y elementos de la economía no remunerada, en ambos la participación de las mujeres es mayoritaria. Desde esta perspectiva teórica, se analiza el mercado laboral que funciona de acuerdo a las leyes de la oferta y demanda del trabajo doméstico remunerado y donde se implementan las políticas públicas en cuanto a lo laboral, social y económico, el marco legal que las protege, y los cambios económicos que amplían o restringen la demanda-oferta del empleo. El rasgo particular de este tipo de trabajo es que aunque exista un Código Laboral, es una legislación incompleta que no regula horario, salario, prestaciones, entre otros, que permite la arbitrariedad de quienes las emplean. Tiene relevancia el status económico de las familias contratantes y la procedencia de las contratadas, en este punto se tomó en cuenta la transnacionalización de la economía del cuidado, determinando la amplitud del mercado que rebasa las fronteras nacionales. La investigación tomó en cuenta las relaciones y conflictos entre empleadoras y empleadas, entre estas últimas y sus hogares, entre los tiempos laborales y el que dedican a su hogar. Desde ese punto de vista también se generan conflictos con los compañeros de hogar que agregan una nueva dinámica a estos fenómenos, coadyuvando a este entramado social la extracción social de las trabajadoras y la conformación de sus hogares. III. Aspectos metodológicos Para el desarrollo del estudio se realizó una revisión y análisis documental disponible, así como de los cuestionarios y publicaciones de encuestas y censos del ente oficial de las estadísticas, y también el reprocesamiento de las bases de datos. La delimitación temporal del estudio fue partir del año 2000, no obstante, por la poca disponibilidad de las estadísticas oficiales, el énfasis se hizo en el año 2000 y 2006, fecha de las últimas Encuestas de Condiciones de Vida que incluyen el Módulo del Uso del Tiempo, 65 habiéndose tomado el año 2008 como el referente de la situación actual, a partir de la encuesta propia1. Entre las limitaciones enfrentadas en el desarrollo del estudio se presentó la dificultad de obtener información estadística actualizada para responder a los requerimientos del mismo, sin embargo el Instituto Nacional de Estadística-INE, proporcionó la información que hubo necesidad de reprocesar. La investigación se realizó desde dos perspectivas de análisis a) cuantitativa, que consistió en el análisis de los datos estadísticos de censos y encuestas así como la elaboración de una encuesta propia que consistió en la construcción de instrumentos: boleta y cuadros de vaciado y, b) cualitativa, que consistió en entrevistas individuales y colectivas con mujeres ubicadas en este tipo de actividad y otras retiradas, que participan con organizaciones que velan por los derechos de las trabajadoras domésticas. En la investigación cuantitativa propia, se realizó una encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas, a fin de obtener información actualizada, se seleccionaron las ciudades de Guatemala y Quetzaltenango, por ser las de mayor población y actividad económica. Para las entrevistas se visitó hogares de dos niveles socioeconómicos: Alto y Medio, para identificar los hogares del primer nivel, se ubicaron colonias exclusivas; y el segundo nivel consideró barrios y colonias populares. En cuanto a la edad de las trabajadoras se contemplaron las menores de 35 años y las mayores de 35 años. IV. Resultados del estudio Guatemala es el país de Centroamérica que geográficamente colinda al occidente con la República de México, al sur oriente con El Salvador y Honduras, y al nororiente con Belice. Cuenta con una población al año 2007 de 13.3 millones, de la cual las mujeres alcanzan 6.8 millones de habitantes que representan el 52.0% de la población, y los hombres 6.5 millones que representan el 48.0%. La tasa de crecimiento de la misma es de 2.4% anual, lo que significa que la población se duplica cada 29 años. Característica importante de la población guatemalteca es que una proporción considerable de los/as guatemaltecas pertenecen a alguno de los pueblos indígenas existentes en el país, considerándose que son 23 las comunidades indígenas de origen Maya, se agregan el grupo Xinca y los Garífunas (afro descendientes)2, por lo que resultó importante tomar en cuenta la condición multiétnica, multicultural y multilingüe. La ENCOVI 2006 muestra que el 51.0% de los guatemaltecos y guatemaltecas viven en la pobreza, de los cuales el 35.8% está en condiciones de pobreza no extrema y el 15.2% en pobreza extrema. Por grupo étnico de la población indígena, el 74.8% son pobres incluyendo un 27.2% de pobres extremos, y de los no indígenas el 36.2% son pobres, y los pobres extremos representan el 7.7%. En el caso de las mujeres se encuentran en condiciones de pobreza general el 50.4%, en pobreza extrema el 14.8% y pobres no extremos el 35.6%, por consiguiente las mujeres no pobres representan el 49.6%. En el área rural se ubica el 52.0% de la población, la cual, de acuerdo a los niveles de pobreza3, todos los 1 Se realizó una encuesta a 447 trabajadoras, 300 en la Ciudad de Guatemala y 147 en Quetzaltenango. 2 Instituto Nacional de Estadística, Academia de Lenguas Mayas y Dirección General Bilingüe, Universidad del Valle de Guatemala. Mapa de Localización de Idiomas Indígenas en Guatemala. 2008. Instituto de Antropología e Historia. Idiomas Indígenas de Guatemala. 1982. 3 Los niveles de pobreza definidos en la ENCOVI 2006, son: a) pobreza extrema: Es el nivel de pobreza en el que se encuentran las personas que no alcanzan a cubrir el costo de consumo mínimo de alimentos, esto es Q.3,206.00 por persona al año; b) pobreza no extrema: Es el nivel en el que se clasifican a las personas que alcanzan a cubrir el costo del consumo mínimo de alimentos pero no el costo mínimo adicional calculado para otros bienes y servicios básicos, esto es Q.6,574.00 por persona al año, c) pobreza total: sumatoria de la pobreza extrema más la pobreza no extrema. 66 pobres de la población rural representan el 70.5% (pobres extremos 34.6% y pobres no extremos 65.4%) y los no pobres 29.5%; a diferencia que en el área urbana, el 48.0% de la población estratificada en los mismos niveles se integra por un 30.0% pobres (pobres extremos 17.7% y pobres no extremos 82.3%), y el restante 70.0% corresponde a los no pobres. esas condiciones las trabajadoras domésticas remuneradas, como alternativa de empleo, se incorporan al sector informal urbano o bien a la maquila, sin embargo, debido a que han bajado las exportaciones como consecuencia de la afectación en el consumo, se han despedido mujeres en este sector de la producción, lo que hace que esta alternativa de trabajo temporal ya no sea atractiva como en años anteriores. Según el Informe Estado de la Región, la economía de Guatemala se considera dentro de las más importantes de los países de Centroamérica ya que en términos absolutos es la economía más grande de la región, incluso su participación relativa pasó de 1996 al 2006, de 28.4% a 32.4% del Producto Interno Bruto -PIB-. No obstante que la economía creció, el PIB per cápita se situó en 2,000 dólares anuales al igual que en El Salvador, comportamiento asociado al crecimiento de la población. Se estimó que uno de cada tres dólares producidos en el istmo se originó en Guatemala. La población ocupada en trabajo doméstico remunerado, según los datos del Censo de Población y Vivienda 2002, fue de 122,399 personas, luego en 2006, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida -ENCOVI- del Instituto Nacional de Estadística -INE-, mostró que de 159,283 trabajadores domésticos mayores de 15 años, el 97.9% eran mujeres y el 2.1% hombres, lo que denota que además de haberse incrementado el número de personas, también resulta mayoritaria la participación de las mujeres. Es importante destacar que los efectos de la crisis mundial se hacen sentir en todos los sectores de la economía y el mercado laboral es uno de ellos, en consecuencia, la población es golpeada con mayores niveles de desempleo. En En la población económicamente inactiva, una parte importante de mujeres se constituye en un ejército de reserva dispuesto a incorporarse a esta actividad en la medida que los ingresos familiares son afectados por los niveles inflacionarios y la demanda de trabajadoras en la industria, maquila, agricultura, exportación de productos 67 no tradicionales y otros servicios. Estos hechos en particular hacen relevante entrar a conocer las condiciones de las trabajadoras domésticas remuneradas, las condiciones de desigualdad y de desventaja que en forma empírica se observa y se vive en la sociedad guatemalteca. En tal sentido, el presente estudio aborda, a partir de los datos obtenidos en la encuesta propia, aspectos de la oferta y demanda del trabajo doméstico remunerado, los derechos laborales de las trabajadoras y las implicaciones que esta actividad tiene en forma personal y familiar. Además de fuentes bibliográficas se investigó lo relativo a la transnacionalización del trabajo de cuidado. Otro factor determinante en la oferta de empleo doméstico es el analfabetismo y los bajos niveles educativos de la población femenina que no pueden aspirar a otro tipo de empleo. Según los resultados de la encuesta propia, de las trabajadoras domésticas remuneradas encuestadas, el 43.2% completaron o alcanzaron parte del nivel primario, el 15.7% algún grado del nivel secundario, y un 2.2% educación superior, situación que les limita para desempeñarse en otra actividad económica que requiera mayor preparación educativa y técnica, y consiguientemente, de mayor remuneración. Dentro de las características de la oferta del trabajo doméstico remunerado se encontró que el 72% de las trabajadoras domésticas remuneradas no son indígenas, (ENCOVI 2006), estos datos refutan la hipótesis de que las trabajadoras domésticas en su mayoría son indígenas. Reforzando lo anterior, la encuesta propia reveló que el 67.6% de la población entrevistada no pertenece a ningún pueblo indígena. La pobreza y la desigualdad constituyen parte de los mayores desafíos para que la sociedad guatemalteca alcance el bienestar que postula la Constitución de la República de Guatemala. Es importante avanzar en el conocimiento de la situación, posición y condición de las mujeres guatemaltecas en su diversidad. El estudio sobre trabajo doméstico remunerado da cuenta del conflicto que deriva de la relación del trabajo doméstico remunerado y no remunerado, toda vez que ambos, además de coadyuvar al sostenimiento de la economía del país, se traducen en una sobrecarga de trabajo para las mujeres como resultado de la desigualdad. El área urbana fue más atractiva para que las trabajadoras ofrezcan sus servicios domésticos; según la ENCOVI 2006, el 66.4% de las trabajadoras se emplearon en hogares de esta área y el 33.6% lo hicieron en el área rural en donde existe menor demanda. En la encuesta propia, las trabajadoras domésticas remuneradas se incorporaron a este trabajo desde muy jóvenes, el 70.5% reportó que antes de cumplir 18 años empezaron a trabajar en esta actividad. Vale destacar que en Guatemala el trabajo doméstico remunerado también es realizado por niñas de 10 años en adelante, circunstancia que además de reflejar la realidad de la niñez, también muestra la precariedad en que viven las familias que las obligan a incorporarse a temprana edad en esta actividad económica para que contribuyan al sustento familiar. (Ver Cuadro 2 en la siguiente página) Una de las peculiaridades de este trabajo es la falta de regulación de la jornada de trabajo, evidenciando la encuesta propia que la mayor proporción de trabajadoras, 79.5%, labora más de 40 horas semanales, principalmente quienes trabajan a tiempo completo con dormida. Lo anterior presupone que para desempeñar largas jornadas es necesario que las condiciones físicas de las trabajadoras sean aptas para su realización, y en este aspecto, los resultados mostraron que el 78.5% de las 68 encuestadas son mujeres jóvenes menores de 35 años. (Gráfico 1 a continuación) En la relación laboral establecida entre empleada y empleadora prevaleció que un 74.4% recibe su salario en efectivo de hogares con status medio y superior, y el 25.6% lo percibe en forma mixta, es decir, en dinero y en especie tales como alimentos, un lugar para dormir y objetos varios. Los salarios de las trabajadoras domésticas están por debajo del mínimo (Q. 1,475.00) el mismo es importante ya que el 76.9% de las entrevistadas manifestó aportar, desde la mitad hasta con el total de su salario, al ingreso familiar; siendo importante resaltar que este punto cobra mayor relevancia cuando es una mujer quien tiene la jefatura del hogar. En tal sentido, la magnitud que ha alcanzado la responsabilidad económica de las mujeres se evidenció al observar que del total de encuestadas, el 62.8% asumió la jefatura del hogar y el 41.4% de estos hogares están integrados por 2 a 3 miembros (as), y el 31.9% de los mismos con 4 y 5 integrantes. (Gráfico 2 a continuación). En cuanto a la propiedad de vivienda es importante reconocer que existen varios factores que permiten comprender el por qué de los resultados obtenidos, entre ellos la discriminación, falta de asistencia legal, desempleo, escaso acceso a la tierra y propiedad, de donde el 49.6% manifestó vivir en vivienda “propia”, no obstante la misma, según indicaron, la propiedad está a nombre de otra persona y apenas un 6.9% a nombre de la trabajadora. Las cifras anteriores permiten afirmar que en Guatemala, al relacionar propiedad de vivienda con jefatura de hogar, no existe una correlación directa, sobresaliendo que el 41.3% de las mismas alquilan vivienda, siendo en este aspecto en donde se observa una mayor inequidad entre géneros y una grave violación a los derechos humanos, pues sólo el hombre tiene la propiedad por herencia o por oportunidad que le brinda el sistema económico-social. La ENCOVI 2006 muestra que la Población Económicamente Activa Ocupada mayores de 15 años es de 159, 283 personas, de ellas el 155, 900 son mujeres, lo cual representa un 97.9%. En términos generales, estos datos muestran una marcada diferencia de las actividades asignadas a mujeres y hombres dentro y fuera del hogar, lo que está relacionado con roles históricamente asignados a los mismos. El realizado por los hombres se circunscribe principalmente a tareas de jardinería, construcción y mantenimiento. 69 La relación entre trabajo doméstico remunerado y no remunerado, entre mujeres y hombres, lleva implícito el ámbito público y privado, afectando su significación en el desenvolvimiento de la vida cotidiana de las mujeres, siendo de esta forma como se vinculan ambas esferas. Lo anterior significa que las actividades de la casa incluye, entre otras, las labores de cuidado de niñas (os), personas mayores, cuidado de enfermas (os) que aunque siempre ha sido una tarea asignada a las mujeres, hoy adquiere relevancia ante la reducción de las funciones económicas y sociales del Estado. Asimismo se muestra que la demanda de empleo doméstico se incrementa como consecuencia de la 70 incorporación de mujeres al mercado laboral, quienes a su vez contratan trabajadoras domésticas remuneradas, siendo en el área urbana en donde existe mayor requerimiento de estos servicios, no así en el área rural, en donde repercuten los mayores niveles de pobreza. Es a las trabajadoras domésticas remuneradas a quienes se trasladan las responsabilidades de cuidado de la casa, asociadas con las tareas cotidianas para la atención de una familia, limpieza y organización del hogar, de la ropa, entre otras, y de las personas, entre ellos niñas (os), adultas (os), personas de la tercera edad y discapacitadas (os). La demanda de trabajo doméstico remunerado puede observarse, en parte, desde los hogares. Según la ENCOVI 2006, el total de hogares demandantes en el país en ese año era de 2, 653,000, de los cuales a nivel nacional solamente el 0.8% contaban con servicio doméstico. En el área urbana se reportaron 1, 424,770 hogares de los cuales el 1.2% contrataba este servicio, y en el área rural solamente el 0.2%. Estos porcentajes mínimos contribuyen a sustentar que el “trabajo doméstico no remunerado” es significativo, y reafirma la doble y triple jornada de labores que realizan las mujeres. En consecuencia, estas cifras reflejan ese trabajo invisible que mantiene y reproduce la fuerza de trabajo y que en el imaginario social se califica como que no es trabajo. La oferta de empleo doméstico proviene de los sectores pobres del área rural. Su origen obedece al fenómeno de la migración interna rural-urbana, más de la mitad de las mismas son originarias del área rural, circunstancia que muestra, en parte, la separación de las trabajadoras domésticas remuneradas de sus familias, incluyendo parejas, hijas/os probablemente, y los consiguientes efectos negativos para el núcleo familiar. A nivel de la muestra (447 entrevistadas)4, en el presente estudio, un 42.5% de los hogares contratantes requiere servicios domésticos a tiempo completo con dormida dentro, el 25.6% tiempo completo sin dormida y el 31.9% la modalidad de trabajo parcial. La preferencia por la modalidad tiempo completo con dormida dentro obedece, en parte, a que dentro de las tareas requeridas por los hogares demandantes se encuentran las actividades de cocina, limpieza de la casa, lavado y planchado de ropa, cuidado de niños/as incluyendo llevarles a la escuela, y cuidado de anciano/as, lo que implica asumir la responsabilidad en cada área de trabajo. Vale destacar que de los hogares contratantes, el 51% de la muestra requiere el cuidado de niños/as, y el 8.9% cuidado de ancianos, lo que significa realizar tareas especiales de cuidado, fuera de la esfera del mercado. No obstante, de acuerdo con la información obtenida en la encuesta propia, las trabajadoras entrevistadas en su mayoría, 82.1%, no hacen uso de servicios públicos de cuidado. Quienes indicaron utilizar los servicios hicieron referencia a las guarderías infantiles en un 6.6% y eventualmente también el Hospital en 5.2%, el centro de salud 3.2% y los programas fuera de horario escolar 2.2%; es importante reconocer que el trabajo no remunerado tiene límites, por lo que es necesario que el Estado invierta en brindar servicios públicos en esta línea. Al comparar los datos de la ENCOVI 2000 y 2006 se observa que la oferta de trabajadoras(es) domésticos aumentó un 13.7%, contribuyendo a ello el crecimiento demográfico, la demanda del sector productivo y gubernamental, es más el 65.0% de ésta son mujeres mayores de 25 años y el 7.0% tienen algún grado del nivel primario, siendo el nivel educativo una de las variables determinantes para revertir dicha situación. 4 Las entrevistas se realizaron en hogares que contaban con servicio doméstico remunerado. 71 El proceso de globalización privilegia el movimiento de capitales y mercancías y no el de trabajadoras (es), situación que para las mujeres se traduce en superar serias limitaciones para buscar mejores oportunidades en otro país que no sea su lugar de origen. En el mismo se observa que las mujeres en el exterior, al ingresar al mercado del trabajo doméstico remunerado, establecen redes interregionales y sistemas de interacción e intercambio, estableciendo relaciones con otras migrantes de su país de origen, dependiendo de la sociedad a la que emigren y el ambiente favorable que encuentren, así como con sus lugares natales. Este fenómeno ha llegado incluso a reformular las concepciones de lo local, lo nacional e incluso lo continental. Asociado al mismo proceso de globalización, se observa el incremento de la comunicación que, a través de la tecnología de punta, facilitan tanto las transferencias monetarias como la constante comunicación con las familias. Según la Organización Internacional para las Migraciones -OIM-, las mujeres migrantes suman aproximadamente 350,128, de las cuales el 98% reside en Estados Unidos de Norteamérica y el 31.9% de ellas labora como empleada doméstica remunerada y el 9.1% como niñeras, lo que significa que un 40% se encuentra desarrollando actividades domésticas remuneradas y de cuidado. Se pudo determinar que aproximadamente la mitad de ellas ha cursado el nivel primario. El 43.2% de las migrantes tomó la decisión de abandonar el país para buscar un trabajo, el 34.8% para mejorar sus condiciones salariales y el 11.4% para reunificar a la familia, ya que estos procesos han generado una profunda desintegración de las familias. Por otro lado, se determinó que la migración de mujeres que se vincula al trabajo doméstico remunerado en el país de destino y genera, a su vez, trabajo de cuidado en su país de origen; fenómeno conocido como cadenas internacionales de cuidado. Adicionalmente, las mujeres migrantes contribuyen al presupuesto familiar con el envío de remesas, observando que el 45.7% de las mismas son usadas para cubrir necesidades básicas de sus familias, el 15.2% para la compra venta de mercancías, el 25.4% para inversiones y ahorros y el 11.9% lo utilizan para salud y educación de sus familias. Sin embargo, éstas han trascendido el ámbito económico hacia lo social, observándose en este último aspecto los cambios de cultura, status y hasta la ideología de mujeres y hombres tanto de las receptoras como emisoras de remesas, esto es lo que se conoce como remesas sociales. En cuanto a los receptores de remesas se pudo observar que el 79.2% son mujeres no indígenas y el 20.8% son mujeres indígenas, y del total el 66.3% son recibidas por mujeres. Los datos obtenidos de la encuesta propia reflejan que, de acuerdo al total de trabajadoras domésticas entrevistadas, el 94.8% son originarias de este país, lo que significa que el movimiento migratorio de personas es un rasgo no determinante en este tipo de trabajo, pues tan sólo un 3.0% son originarias de otro país centroamericano. Por otro lado, se observa que el movimiento migratorio interno representa un 25.2% del área rural al área urbana y viceversa, circunstancia que muestra en parte la separación de las trabajadoras domésticas remuneradas de sus familias, incluyendo parejas, hijas(os) probablemente y los consiguientes efectos negativos para el núcleo familiar. Los derechos laborales de las y los trabajadores domésticos remunerados, y su tutela, están definidos en el marco nacional e internacional. El Estado guatemalteco ha asumido el compromiso de legislar, tomando en cuenta lo acordado en: a) La Plataforma de Acción de Beijing que reconoce la importancia de la armonización 72 legislativa; b) La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), c) El Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente mujeres y niños; d) La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la mujer. A pesar de los compromisos internacionales, continúan existiendo leyes discriminatorias y prácticas tradicionales como derecho consuetudinario y estereotipos sobre las mujeres y los hombres y la relación entre ambos. El marco nacional en relación al trabajo doméstico remunerado está contenido en el Código de Trabajo y, adicionalmente, el Código Penal, Código Civil, Ley de Acoso y Hostigamiento Sexual, Ley de Explotación Sexual Comercial; específicamente en el ámbito laboral no hay legislación positiva que proteja a las trabajadoras domésticas remuneradas, quienes son vulneradas en sus derechos laborales. El Código de Trabajo establece que el trabajo doméstico remunerado no está sujeto a las limitaciones de la jornada de trabajo, pero sí estipula que disfrutarán diez horas de descanso cada día, ocho de las cuales serán durante la noche y continuas, y dos para los tres tiempos de comida. Resulta preocupante que se observa la prolongación e intensificación de la jornada de trabajo en relación a la de otras actividades similares. En la práctica trabajan catorce horas al día en una jornada extenuante. Estas disposiciones tienen un impacto discriminatorio sobre las mujeres. Los abusos y violaciones del trabajo doméstico remunerado revelan una situación de desigualdad y discriminación de los derechos de las mujeres, situación que se exacerba por el desconocimiento que tienen en torno a la defensa de los mismos y al logro de su plena ciudadanía. Según resultados de la encuesta propia, se reportaron abusos laborales en los hogares, mostrando que, a medida que se permanece más tiempo, existe mayor posibilidad de ser objeto de ellos. Asimismo, ya sea que trabajen a tiempo completo (con dormida y sin dormida) o tiempo parcial, hay coincidencia en que a las trabajadoras les han limitado principalmente de los pagos, descansos, vacaciones y han recibido agresiones físicas. A diferencia de otros países de Centroamérica, en Guatemala, al iniciar la relación laboral, no media un instrumento legal que respalde la contratación de las trabajadoras domésticas remuneradas, en su mayoría se realiza en forma verbal, en donde no se especifica las condiciones de trabajo, y posteriormente se exige la realización de otras actividades. Lamentablemente esto es aceptado por ambas partes como derecho consuetudinario. (Cuadro 3) Es importante resaltar que las organizaciones de mujeres y, particularmente, las trabajadoras domésticas remuneradas organizadas, conscientes de la problemática que viven, han realizado diversos esfuerzos con el fin de mejorar la legislación vigente e introducir reformas legislativas. En principio se han planteado modificaciones al Código de Trabajo: a) Eliminar el calificativo de “trabajo doméstico o servicio doméstico” por Trabajadoras de Casa Particular debido a que esta connotación reviste un sentido de discriminación hacia ellas, desde una visión androcéntrica y misógina, en que siempre se les ha visto como objetos y no como sujetas; b) En el artículo que prohíbe la discriminación se especifiquen otras formas, ya sea por motivo de sexo, edad, etnia y discapacidad en los centros de trabajo; c) En la iniciativa de Ley 3467, se pretende regular lo relativo a la jornada de trabajo, salario, seguro social, horas extras, licencias para educación, derecho pre y post natal debido a que los empleadores aceptan muy poca o ninguna responsabilidad de las trabajadoras domésticas en relación con la atención a su salud, existe también discriminación por el estado de embarazo, lo que limita el ejercicio de sus derechos reproductivos y 73 autonomía sexual; y d) La iniciativa de Ley 3525 requiere la regulación del trabajo en casa particular y la sanción del acoso en el ámbito laboral y educativo. Actualmente existe una mesa de trabajo5 de organizaciones civiles y gubernamentales encargadas de la revisión al Código de Trabajo y elaborar una propuesta unificada. (Ver Cuadro 4 en página siguiente) En las distintas modalidades de inserción laboral de las trabajadoras domésticas, existen algunas diferencias no muy marcadas en lo que respecta a la valoración que estiman que sus patronos o empleadores les dan a su trabajo; por ejemplo: a tiempo completo con dormida su trabajo lo valoran en un 47.4%, sin dormida 37.5%, las que trabajan a tiempo parcial el 43.1%. El Cuadro 4 contiene la información de poca, ninguna o sin respuesta. El tiempo de laborar en las casas, y de acostumbrarse a las tareas que realizan, desarrolla en ellas cierto aprecio y satisfacción por su trabajo, el que por 5 Asociación de Trabajadoras de Casa Particular-ASOCASA-, Centro de Apoyo de las Trabajadoras de Casa Particular –CENTRACAP-, Asociación de Trabajadoras de Maquila y de Casa Particular –ATHRADOM-, Ministerio de Trabajo y Previsión Social-MINTRAB-, Comisión de la Mujer del Congreso, Oficina Nacional de la Mujer-ONAM- y la Secretaría Presidencial de la Mujer-SEPREM-. considerarlo valioso para las/os demás, hace que algunas manifiesten que “hasta se consideran parte de la familia que las contrata”. Es así que, de acuerdo a los niveles de satisfacción, llegan a considerarse “muy satisfechas” el 41.0% y “algo satisfechas” el 39.0%, es decir que el 80.0% se encuentran en estas dos categorías, mientras que solamente el 16.3% “poco o nada satisfechas”. Es similar en cualquiera de las modalidades de trabajo, a excepción de quienes se encuentran trabajando a tiempo parcial donde el 20% se sienten “poco o nada satisfechas” lo que, de alguna manera, puede deberse al conflicto entre su hogar y el trabajo por la doble jornada que debe realizar. La percepción sobre el trato recibido por sus patronas/es determina que sientan con mayor necesidad el cambio de trabajo, pero en relación a ello, puede observarse que la mayor parte de las entrevistadas, 55.8%, aseguran ser “bien tratadas”, el 36.1% “más o menos bien tratadas”, y solamente el 2.0% considera que “no las tratan bien”. El 6.1% no respondió la pregunta. En síntesis, contrario a lo que se cree, el hecho de que las traten y valoren bien contribuye a que se sientan satisfechas con su trabajo, pero al momento de preguntarles si desean cambiar de trabajo la respuesta 74 es afirmativa en un 65.8% y el 33.4% no lo desea, lo cual denota que esta aspiración se debe a otras razones como podría ser el nivel salarial, la atención a su familia u otra causa. (Cuadro 5) Las que trabajan a tiempo completo con dormida, el 52.9% ha tenido mayores problemas con su patrona, probablemente porque pasan más tiempo dentro del hogar, el 13.8% con el patrón, el 8.1% con otro hombre de la familia y el 3.4%, con otras mujeres. Quienes están a tiempo completo sin dormida dentro, los resultados reflejan que el 42.6% de las trabajadoras tiene problemas con la patrona, el 12.8% con el patrón, el 6.4% con otros hombres y el 8.5% con otras mujeres de la familia. A tiempo parcial el 44.2% presenta problemas con su patrona, el 15.4% con su patrón, el 1.9% con otros hombres de la familia y el 1.9% con otras mujeres de la familia (ver Cuadro 5). La capacidad de reaccionar frente a estos abusos está en mayor relación con la edad, el grado de empoderamiento y la necesidad de no perder el empleo. Si con anterioridad han sido maltratadas por sus padres o sus parejas, su actitud es de sumisión. 75 Según los datos de la encuesta propia, la mayoría opta por quedarse callada, en las mujeres de menos de 35 años la proporción es mayor, de 66.4%, y en las mayores de 35 es de 53.8%. Es de suponer que con la edad se sientan con más derecho de respuesta pero el resultado muestra lo contrario, quizá porque cuidan más su trabajo y no quieren perderlo. En contraposición, las menores de 35 años tienen menos capacidad de reclamo en apenas un 5.2%, en tanto que las mayores de un 13.5%; se atreven a poner queja a las autoridades el 12.7% y el 15.4% respectivamente, y se van de la casa solo el 0.7% de las mujeres de menos de 35 años, esto quizá por la mayor oportunidad de trabajo que pudieran tener las menores de esa edad. Quienes trabajan a tiempo completo con dormida se relacionan menos con su familia y realizan en menor grado las actividades de su hogar y de cuidado ya que únicamente lo hacen los fines de semana y los días de asueto establecidos por la ley. Por el contrario, las de tiempo completo sin dormida y las que están a tiempo parcial en uno o más hogares, son quienes enfrentan mayores cargas de trabajo, lo que crea mayor conflicto entre el trabajo remunerado y el no remunerado. En su día libre el 5.8% dedica de 1 a 3 horas a las tareas de cuidado no remunerado, el 18.5% de 4 a 6 horas, el 6.4% de 7 a 9 horas, el 20.8% le dedica entre 10 y 12 horas, y el 46.5% no le dedica tiempo a la familia, posiblemente sea porque tienen a su familia en el interior y no pueden viajar frecuentemente, ya que ello implica un costo. Quienes trabajan a tiempo completo sin dormida, en un día laboral le dedican más horas a la doble jornada de sus hogares, el 34.6% de 1 a 3 horas y 32.7% de 4 a 6 horas. En su día libre en lugar de descansar trabajan de 1 a 3 horas el 12.5% y de 4 a 6 horas el 33.6%. Las de tiempo parcial en uno o varios hogares, el 30.8% trabaja de 1 a 3 horas con su familia, el 34.6% de 4 a 6 horas, el 6.9% de 7 a 9 horas y en su día libre, en los mismos lapsos de horario el 4.6%, 25.4% y 26.2%, respectivamente. Como se colige, las trabajadoras en un día normal, después de una jornada completa de trabajo, más el tiempo del transporte, aún llegan al hogar a encontrar que tienen que empezar su nueva jornada en actividades de cuidado. Respecto de la carga de trabajo diario se puede inferir que a la semana tienen una fuerte carga. De acuerdo a los datos obtenidos, en promedio, las trabajadoras domésticas remuneradas trabajan 68 horas a la semana, las de tiempo completo con dormida 77 horas, sin dormida 65 horas y las de tiempo parcial en uno o varios hogares 56 horas. Según los datos de la encuesta propia, las trabajadoras domésticas remuneradas a tiempo completo manifestaron en un 87.3% no pertenecer a ningún tipo de organización, las sin dormida 90.4% y las de tiempo parcial 82.3%, lo que hace casi nula la participación en organizaciones sociales. Los datos anteriores denotan que las trabajadoras no cuentan con tiempo para participar en sindicatos u otras organizaciones defensoras de sus derechos, algunas solamente van a los centros de atención para las Trabajadoras de Casa Particular -TCP-6 donde les ofrecen talleres sobre derechos laborales y capacitación. Las posibilidades de tener amistades para este tipo de trabajadoras dependen de la edad, del tiempo que les absorbe el trabajo y las actividades de cuidado 6 Así son denominados en Guatemala, los centros de apoyo a las trabajadoras domésticas, ya que consideran reivindicarlas al llamarlas Trabajadoras de Casa Particular. 76 que realicen. Las más jóvenes hacen más amistades, aprovechan el tiempo en que las envían a hacer compras para reunirse por breves minutos con sus compañeras, vecinas o con algún pretendiente. Además aprovechan el día domingo en el tiempo de salida para concurrir a los lugares donde ellas van de paseo. 77 CONCLUSIONES 1. El trabajo doméstico remunerado forma parte del sector informal de la economía, el cual carece de legislación que lo regule, protección social y todo beneficio para las mujeres, no obstante, es preciso reconocer que el mismo constituye una alternativa para superar los niveles de pobreza, sobre todo de las mujeres. 2. La demanda de empleo doméstico remunerado se incrementó como consecuencia de la incorporación de más mujeres al , lo que implicó que éstas, a su vez, demanden trabajadoras domésticas remuneradas para trasladar sus responsabilidades. 3. La mayor demanda de trabajo doméstico, de acuerdo de la encuesta propia, denota que la misma se ubica, principalmente, en el área urbana, en tanto que en el área rural por existir mayores niveles de pobreza la demanda es menor. 4. Los hogares demandantes de empleo doméstico remunerado responden a ingresos superior y medio. 5. El trabajo doméstico remunerado realizado por los hombres y las mujeres es diferente, ellos realizan tareas de jardinería, construcción y mantenimiento entre otros. 6. La oferta de empleo doméstico remunerado proviene de los sectores pobres del área rural, y si bien significa ingresos para los hogares, también tiene efectos negativos para el núcleo familiar. 7. El proceso de globalización privilegia el movimiento de capitales y mercancías y no el de trabajadoras/ es, situación que para las mujeres se traduce en superar serias limitaciones en la búsqueda de mejores oportunidades en otro país que no sea su lugar de origen. 8. En Guatemala el movimiento migratorio internacional de personas es un rasgo no determinante en este tipo de trabajo, pues tan sólo un 3.0% son originarias de otro país centroamericano, lo más relevante es el movimiento interno. 9. Menos de la mitad de las trabajadoras domésticas remuneradas alcanzan nivel primario que, aunado a los niveles de pobreza, contribuyen a que se dediquen a laborar como trabajadoras domésticas, y además, se encuentren limitadas a pertenecer a una organización, lo que les reduce su desarrollo político y el ejercicio de su ciudadanía. 10.Las trabajadoras domésticas remuneradas, en su mayoría, no son indígenas, lo que refuta la 78 hipótesis que éstas pertenecen, principalmente, a algunos de los pueblos indígenas. 11.Fundamentalmente la forma de contratación es verbal, por lo tanto, las hace vulnerables a los cambios en las condiciones laborales, lo que genera bajos salarios, inestabilidad, despidos, entre otros. 12.En general, las trabajadoras a tiempo completo gozan de descanso del séptimo día y en los hogares de ingreso alto, este beneficio se los proporcionan en un día que no es domingo. 13.Ante la dinámica actual de la actividad económica y la ausencia de centros de cuidado infantil, se observó la tendencia del incremento del trabajo doméstico remunerado a tiempo parcial y a tiempo completo sin dormida, como nuevas modalidades de emplearse. 14.Si bien el universo de estudio lo constituyeron trabajadoras de 15 y más años, se pudo constatar la presencia de niñas menores de esta edad realizando este tipo de trabajo, lo que constituye un obstáculo para su educación, tiempo de juego, esparcimiento, salud física y mental. 15.Los salarios de las trabajadoras domésticas están por debajo del mínimo (Q. 1,475.00), el 76.9% de las entrevistadas manifestó destinar desde la mitad hasta el total de lo devengado, al ingreso familiar, variando en aquellos casos que es jefa de hogar. En algunas ocasiones manifestaron tener control de sus ingresos, lo que favorece, en cierta forma, la autonomía de sus decisiones. 16.En la relación laboral entre empleada y empleadora prevaleció el pago del salario en efectivo, proveniente de hogares con status medio y superior, y una cuarta parte en forma mixta, es decir, en dinero y especie. 17.Se determinó en la encuesta propia que más de la mitad de las encuestadas no reportaron abusos y lo más frecuente es respecto al pago de sus prestaciones (descansos, séptimo día, bono catorce, etc.) situación que varió en los resultados de los grupos focales donde se manifestaron diversas formas de abuso. 18.Las trabajadoras domésticas remuneradas encuestadas consideran que su trabajo es valorado por sus empleadoras y se sienten satisfechas, lo que hace que laboralmente tengan una aceptable autoestima. 19.La concatenación que tiene el trabajo doméstico remunerado y el no remunerado se manifiesta en el que la trabajadora dedica tiempo al hogar contratante y al propio realizando una doble o triple jornada. 20.Las trabajadoras y su familia escasamente hacen uso de servicios públicos, debido a que éstos dejaron de ser gratuitos y al escaso tiempo que tienen para sí mismas. 79 RECOMENDACIONES • Establecer una agenda de trabajo consensuada entre las instancias vinculadas al tema, entre ellas la SEPREM, CENTRACAP, MINTRAB, ATRAHDOM, ASOCASA, Comisión de la Mujer del Congreso de la República, IGSS entre otras; que permita adoptar medidas legislativas y normativas para proteger los derechos de las trabajadoras domésticas remuneradas. • Que la legislación concerniente al trabajo doméstico remunerado tome en cuenta de manera integral los derechos y deberes de las contratadas y contratantes para un mejor resguardo de su relación laboral, incluyendo las trabajadoras a tiempo parcial y a tiempo completo sin dormida. • Que la SEPREM, como mecanismo que vela por el cumplimiento de los derechos humanos de las mujeres, se constituya en el ente que convoque a los distintos sectores de la sociedad, para que exijan la aprobación de las reformas al Código de Trabajo por parte del Congreso de la República. • Que el Congreso de la República elabore y apruebe una ley que dignifique a las trabajadoras domésticas remuneradas. • Que el Estado de Guatemala cumpla con las recomendaciones de los Órganos de Tratados de Naciones Unidas, sobre “Establecer un calendario concreto para la adopción de medidas legislativas y normativas para proteger los derechos de las empleadas domésticas”. • Formular una política salarial que tome en cuenta en igualdad de circunstancias a las trabajadoras domésticas remuneradas, así como proponer una iniciativa de ley que las incorpore al Sistema de Seguridad Social. • Que el Estado de Guatemala cumpla con las recomendaciones de los Órganos de Tratados de Naciones Unidas, sobre “Ampliar la cobertura del Sistema Nacional de la Seguridad Social para que incluya a los trabajadores rurales, domésticos y sus familias” y el “Asegurar que el salario mínimo sea aumentado en proporción al costo de vida y que sus reglas sean respetadas en la práctica, además de garantizar un nivel adecuado de vida para los trabajadores y sus familias”. • Que se valorice el trabajo doméstico no remunerado para que se registre y contabilice en las cuentas nacionales, por lo que se requiere, en principio, levantar una encuesta del uso del 80 tiempo, y posteriormente la construcción de la cuenta satélite de los hogares. • Que la política pública responda a las necesidades de las trabajadoras domésticas remuneradas, que trabajan tiempos parciales, dentro del proceso de flexibilización laboral, que afecta sus salarios y prestaciones. • Que las organizaciones de mujeres realicen auditoria social de las acciones implementadas por el gobierno en beneficio de las trabajadoras domésticas remuneradas y elabore informes alternativos. • Se fomente la investigación en aspectos prioritarios que atañen a las trabajadoras domésticas remuneradas y no remuneradas, en el que las disciplinas de la economía, el derecho, la sociología del trabajo y la de la familia retomen el tema a fin de generar conocimiento desde una perspectiva de género. • Definir como líneas prioritarias de investigación: a) El uso del tiempo para considerar el aporte del trabajo remunerado y no remunerado al Producto Interno Bruto; b) El trabajo doméstico infantil en menores de 18 años; c) Sobre los derechos legales y económicos de las mujeres; c) La transnacionalización del cuidado y el grado de organización de las trabajadoras domésticas remuneradas. • Que el ente rector de las estadísticas oficiales y las instituciones vinculadas mejoren los registros estadísticos con el propósito que se pueda visibilizar la situación, condición y posición de las mujeres empleadas en el trabajo doméstico, dentro de la diversidad étnica. • Que la Agenda Económica de las Mujeres -AGEMcontinué coordinando acciones a nivel regional en torno al avance de las mujeres, con el propósito que las mismas sean elevadas al Consejo de Ministras de la Mujer -COMMCA-. • Que la SEPREM, en coordinación con la Cooperación Internacional, fortalezcan y apoyen a las organizaciones de las trabajadoras doméstica remuneradas. 81 bibliografía Asociación Conrado de la Cruz. “El Trabajo de Casa Particular: una labor deshumanizada”. Guatemala 2000. Agenda Económica de las Mujeres -AGEM- y Secretaría Presidencial de la Mujer -SEPREM-. “Perfil de Género de la economía guatemalteca”. Guatemala, 2006. Banco de Guatemala –BANGUAT-, “Memorias de Labores 2000 – 2007”. Departamento de Estudios Económicos. Canales, Alejandro y Zloniski, Cristian “Comunidades Transnacionales y Migración en la era de la Globalización”, en Notas de Población, N° 73, septiembre, Serie LC/G. 2124 – P, Cepal/Celade. Santiago de Chile, 2001. Castles, Stephen y Miller, Mark J. . “Age of Migration”, Guilford Press, New York, Estados Unidos, 1993. Centro de Apoyo para las Trabajadoras de Casa Particular -CENTRACAP-“Situación Sociopolítica de las Trabajadoras de Casa Particular en Guatemala”. Discriminación Laboral de Género y Etnia, 2004. Centro de Apoyo para las Trabajadoras de Casa Particular (CENTRACAP). “Retos y Desafíos Sociales, Económicos y Políticos”. Guatemala, 2006. Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), “Panorama social de América Latina 2007”. Noviembre, Santiago de Chile, 2007. Congreso de la República de Guatemala, Decreto No. 1441, Código de Trabajo. Edición actualizada, 2007. Constitución Política de la República de Guatemala, 1985. Edición, 2004. 82 El Periódico. Artículo sobre la Equiparación del Salario Mínimo en la Ciudad y el Campo. Diciembre, 2008. Federación Internacional de Universidades Católicas. “¿Pueden las migraciones contribuir al desarrollo?” Estudios locales en Guatemala. Abril, 2008. Held, David, et al. Global Transformations: “Politics, Economics and Culture”. Stanford University Press, Stanford, California, Estados Unidos, 1999. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2007-2008, Volumen I y II. “¿Una Economía al servicio del desarrollo humano? Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD)”. Guatemala, 2009. Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta Nacional de Condiciones de Vida –ENCOVI- 2000 y 2006. Mármora, Lelio. “Las políticas de migraciones internacionales”. Primera edición, Alianza Editorial. Buenos Aires, 1997. Ministerio de Trabajo y Previsión Social –MINTRAB-, “Estudio Actuarial para el impulso de los Centros de Cuidado Infantil en Guatemala”. Departamento de Promoción de la Mujer Trabajadora, 2000-2004. Naciones Unidas, Oficina del Alto Comisionado para los derechos humanos, “Las recomendaciones de los órganos de tratados a Guatemala entre 1994 y 2007”. Guatemala, mayo de 2008. Organización Internacional para las Migraciones -OIM- y el Instituto Internacional de Investigación y Capacitación para el Avance de las Mujeres –INSTRAW-. Cuadernos de Trabajo Sobre Migración No. 24. Encuesta Sobre Remesas 2007 y Perspectiva de Género. Guatemala, septiembre, 2007. Organización Internacional para las Migraciones -OIM-, Cuadernos de Trabajo Sobre Migración No. 26. Encuesta Nacional sobre Remesas y Medio Ambiente 2008. Guatemala, septiembre 2008. Organización Internacional para las Migraciones (OIM). V Encuesta sobre Remesas con Enfoque de Género. Guatemala, 2007. Orozco, Manuel. Transnacionalismo y desarrollo. Tendencias y oportunidades en América Latina”. Julioseptiembre, 2005. Pries, Ludger. “La migración internacional en tiempos de globalización”, Revista Nueva Sociedad Nº 164, noviembre – diciembre, Venezuela, 1999. 83 Secretaría Presidencial de la Mujer –SEPREM-. Política Nacional de Promoción y Desarrollo Integral de las Mujeres 2008-2023 y su Plan de Equidades y Oportunidades. Secretaría Presidencial de la Mujer (SEPREM) e Instituto Nacional de Estadística –INE-. “Indicadores para Análisis de Género”, 2007. Secretaría Presidencial de la Mujer y la Agenda Económica de las Mujeres, seminario taller de Cuenta Satélite de los Hogares. Presentación Dra. Sarah Gammage, consultora CEPAL, sobre Análisis del Módulo del uso del Tiempo, ENCOVI 2000. Guatemala, Junio 2007. Siglo XXI. Artículo sobre la “Equiparación del Salario Mínimo en la Ciudad y el Campo”. Diciembre, 2008. 84 85 anexos I. Sectores de interés Organizaciones de trabajadoras de casa particular • • • • • Centro de Atención de la Trabajadora de Casa Particular CENTRACAPAsociación de Trabajadoras del Hogar a Domicilio y Maquila -ATRHADOMAsociación de Trabajadoras de Casa Particular –ASOCASACasa San Benito Casa María Auxiliadora Instituciones públicas • • • • • • • • • • Instituto Nacional de Estadística –INE Secretaría Presidencial de la Mujer –SEPREMMinisterio de Trabajo y Previsión Social –MINTRABOficina de la Mujer Trabajadora Oficina Nacional de la Mujer –ONAMComisión de la Mujer del Congreso de la República Secretaría de Bienestar Social-SBSDefensoría de la Mujer Indígena –DEMIProcuraduría de los Derechos Humanos –PDHInstituto Guatemalteco de Seguridad Social –IGSS- Instituciones académicas • Universidad de San Carlos de Guatemala –USAC• Instituto Universitario de la Mujer de la USAC –IUMUSAC• Dirección General de Investigación -DIGI–USAC 86 • • • • Universidad del Valle de Guatemala –UVGDirección General Bilingüe Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales – IDIES-URL Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO- Órganos Internacionales • • • • • • • • Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica –COMMCAAgencia Española de Cooperación Internacional –AECISecretaría de Integración Centroamericana –SICAFondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer –UNIFEMAgenda Económica de las Mujeres –AGEMPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUDSecretaría de Integración Centroamericana –SIECA Organización Internacional para las Migraciones –OIM- 87 II. Siglas AECI: AGEM: ATRAHDOM: BANGUAT: CEDAW: CEPAL: COMMCA: ENCOVI: ENEI: FLACSO: INE: IDG: INDH: IVA: MINEDUC: MINTRAB: OEA: OIM: OIT: PAM: PEA: PEI: PIB: PNUD: SEPREM: SICA: SIECA: TCP: TDR: UNIFEM: Agencia Española de Cooperación Internacional Agenda Económica de las Mujeres Asociación de Trabajadoras del Hogar, a Domicilio y Maquila Banco de Guatemala Convención Sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer Comisión Económica para América Latina Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica Encuesta Nacional de Condiciones de Vida Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Instituto Nacional de Estadística Índice de Desarrollo de Género Índice de Desarrollo Humano Impuesto al Valor Agregado Ministerio de Educación Ministerio de Trabajo Organización de Estados Americanos Organización Internacional para las Migraciones Organización Internacional del Trabajo Plataforma de Acción Mundial Población Económicamente Activa Población Económicamente Inactiva Producto Interno Bruto Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Secretaría Presidencial de la Mujer Sistema de Integración Centroamericana Secretaría Económica de Integración Centroamericana Trabajadora de Casa Particular Trabajo Doméstico Remunerado Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer 88 Resumen Ejecutivo: el Trabajo Doméstico Remunerado en honduras A dos aguas entre ocupación remunerada y pilar del cuidado 91 RESUMEN EJECUTIVO1 El estudio sobre trabajo doméstico remunerado se enmarca en el Plan de Acción del Consejo de Ministras de la Mujer en Centroamérica (COMMCA 2006-2009), cuyo interés es contribuir al avance de la región en los temas de igualdad y autonomía económica de las mujeres. Asimismo, se enmarca en los objetivos programáticos del Instituto Nacional de la Mujer, (INAM), en su calidad de organismo rector de la Política Nacional de la Mujer, responsable de implementar la política de igualdad de oportunidades para la mujer. Este documento recoge, desde una perspectiva integral, la evolución del trabajo doméstico remunerado en sus diferentes manifestaciones a lo largo del período 20012007; enfatizada en la situación actual; establece interrelaciones con el comportamiento económico y social; y ofrece un conjunto de recomendaciones de políticas públicas para la incidencia del tema. La iniciativa de desarrollar esta investigación, que tiene un alcance regional, contó con el apoyo brindado por el Programa de Cooperación con Centro América (SICA-AECI) a través de la línea de género y el programa regional de la “Agenda Económica de las Mujeres” (UNIFEM-PNUD). El objetivo del estudio es generar información sobre el trabajo doméstico remunerado, su relación con el trabajo doméstico no remunerado y las condiciones de vida de las mujeres en la región centroamericana, identificando cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios frente a este tema en cada uno de los países del área. 1 El presente resumen ha sido editado por Helen Mudgett, Asistente Técnica de UNIFEM/UNV Honduras, y revisado por Rosibel Gómez, Coordinadora AGEM Honduras. 92 I. Algunos rasgos del comportamiento del trabajo doméstico remunerado (TDR) en Honduras entre 2001 y 2007 • La participación promedio del trabajo doméstico remunerado en la PEA ocupada total, bajo sus distintas modalidades, fue de 3.21% entre los años 2001-2007. • El comportamiento de la PEA ocupada en el trabajo doméstico remunerado durante el período de estudio ha tenido grandes fluctuaciones; en los años 2002 y 2005 tuvo un crecimiento negativo, pero en el año 2007 alcanzó el 4.18%. • En las ciudades de Tegucigalpa y San Pedro Sula se encuentra la mayor concentración de este tipo de trabajo. • Es notable el repunte que ha tenido el trabajo doméstico por cuenta propia. El TDR bajo esta categoría ocupacional pasó de 5.5% del TDR total en 2001 al 37% en 2007. Este crecimiento ha sido significativamente notorio en los últimos dos años (2006 y 2007) y es el que le ha dado mayor dinamismo a este tipo de trabajo. Una posible explicación para esta dinámica es que la jornada de trabajo bajo esta modalidad dura alrededor de 8 horas, lo que permite a las mujeres trabajadoras más libertad de regresar a dormir a sus hogares y ver diariamente a sus familiares, compartir con su pareja, involucrarse en actividades de la crianza de los hijos y ayudarles en las tareas escolares. La modalidad de cuenta propia ayuda a sobrellevar de mejor forma el conflicto que genera la conciliación entre las responsabilidades hogareñas y laborales. II. La oferta de TDR en Honduras • Fundamentalmente se trata de trabajadoras mujeres. En promedio, durante el período estudiado, las mujeres representaban alrededor de 94% de estos trabajadores. La tasa de participación de los hombres en este tipo de trabajo descendió más de 3 puntos en los años 2006 y 2007 para constituir el 2.6% de la ocupación masculina total. Es probable que la decreciente participación de los hombres en este tipo de empleo en los últimos años esté asociada al incremento de empleos en el sector de la construcción, telecomunicaciones y transporte. • Son personas mayoritariamente jóvenes (entre 15 y 24 años). Este rango de edad está probablemente vinculado al hecho de que es el único espacio 93 donde las mujeres pueden trabajar siendo menores de edad y donde no se les exigen documentos. Sin embargo, es notorio el aumento en los últimos años de personas mayores de 50 años dedicadas al trabajo doméstico, el cual se ha duplicado para ambos sexos entre 2001 y 2007. El incremento en la oferta ubicada en este rango de edad se debe sobre todo a la modalidad de contratación por cuenta propia, la cual ofrece la posibilidad de atender responsabilidades en el hogar que las contrata y en sus propios hogares. • Quienes se dedican a este tipo de trabajo son predominantemente de origen rural, así como personas nacidas en las ciudades principales que viven en condición de marginalidad. • Su perfil educativo es relativamente bajo. Del total de personas ocupadas en trabajo doméstico en 2007, el 82.5% manifestó tener algún tipo de estudio y un 17.5% ninguno. El porcentaje de trabajadores domésticos sin ningún tipo de estudio se eleva a casi un 27% en el caso de los hombres. Este porcentaje es más alto entre mujeres y hombres mayores de 50 años (38% y 36%, respectivamente). • Provienen de hogares en condición de pobreza. Del total de personas dedicadas a realizar trabajo doméstico remunerado, casi el 76% vive en condición de pobreza y más del 50% en pobreza extrema. Esta condición es más severa para las mujeres, ya que 76.4% vive en pobreza y 51.5% en pobreza extrema, en tanto que a los hombres la pobreza les afecta en menor porcentaje: 56% en condición de pobreza y 34.6% en pobreza extrema. III. Resultados del estudio en relación a la demanda de TDR Es extremadamente bajo el porcentaje de hogares que tiene servicio doméstico con dormida dentro y, durante el período analizado, se observó una clara tendencia descendente. La demanda de trabajo doméstico a tiempo completo y con dormida dentro fue alrededor del 1.5% del total de hogares en el año 2007, es decir, aproximadamente unos 24,527 hogares hondureños son los que contratan este tipo de trabajo; en tanto que a principios de la década actual, este porcentaje se situaba en el 2.13% del total de hogares. (Véase Gráfico 1 en página siguiente) 94 • El nivel de ingresos de los hogares es el factor con más obvia influencia sobre la demanda de esta modalidad de TDR. Más del 86% de los 24,527 hogares hondureños que contratan este tipo de servicio se ubican en los quintiles más altos de ingresos (Q4 y Q5) y el porcentaje de hogares en cada uno de estos quintiles es superior al promedio: 1.64% y 4.91% respectivamente. Vale la pena anotar que dentro de estos quintiles, la frecuencia de contratación de TDR es mayor entre los hogares dirigidos por mujeres que entre los dirigidos por hombres en el quintil 4 (2.13% vrs. 1.41%) y menor en el quintil 5 (3.35% vrs. 5.61%). • Básicamente esta demanda se constituye alrededor de los hogares donde la mujer forma parte de la PEA. La información disponible, tanto cualitativa como cuantitativa, refleja que en la gran mayoría de los hogares donde se contrata trabajo doméstico, independientemente de su modalidad, las mujeres (jefas o cónyuges) tienen empleo o trabajan (casi nueve de cada diez de estos hogares). Sin embargo, la frecuencia de contratación de TDR en este tipo de hogares es sólo ligeramente superior al promedio: 1.62% de los hogares con jefas/cónyuges económicamente activas que cuenta con TDR. • La presencia de niños y niñas en los hogares también parece tener algún nivel de influencia sobre la contratación de servicio doméstico. El porcentaje de hogares dirigidos por hombres que contratan servicio doméstico con dormida dentro se incrementa de 1.58% a 1.98% entre los hogares que cuentan con miembros entre 13 y 18 años, y entre los hogares que cuentan con miembros de 6 años o menos es de 1.70%. En el caso de los hogares dirigidos por mujeres que contratan este tipo de servicio, el porcentaje se incrementa de 1.35% a 1.74% entre los hogares que cuentan con miembros de 6 años o menos. Los datos de la encuesta propia refuerzan la 95 hipótesis de esta influencia, ya que hay una evidente mayoría de hogares contratantes que tienen niños y niñas: casi 7 de cada 10 trabajadoras encuestadas reportan la presencia de niños y niñas en los hogares contratantes. • Por último, es importante notar que, dada la baja proporción de hogares que hacen uso del TDR, la principal forma de atención de la demanda de servicios de cuidado de las y los miembros de los hogares sigue siendo el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, que también es asumido fundamentalmente por mujeres. IV. Condiciones laborales y derechos de los y las TDRs La presente investigación permitió llegar a algunas conclusiones sobre las condiciones y formas en las que las trabajadoras y trabajadores domésticos realizan su trabajo: • Lo más notorio es que el TDR se realiza bajo condiciones de inequidad social, al estar regulado por un régimen laboral distinto al resto de los ocupados; desde allí ya es excluyente y violatorio, en términos de un tratamiento diferenciado en la misma ley, que debería proteger por igual a todos los trabajadores. Su jornada de trabajo se establece como superior a las 8 horas diarias y no se consideran aspectos como salario, modalidad de contrato y beneficios sociales. Las condiciones de invisibilidad en que se realiza y la discrecionalidad que se le deja al contratante para definir las relaciones de trabajo, contribuyen aún más a las condiciones de inequidad y exclusión. Es característica de este tipo de trabajo la jornada extensa, sobre todo en la modalidad con dormida dentro. (Cuadro 2 en página siguiente) • En caso de conflicto, hay limitaciones en la ley para un tratamiento adecuado. El carácter privado e individual de este tipo de trabajo ofrece limitaciones a la misma autoridad para la aplicación de la justicia, en vista que las autoridades de la Inspectoría de Trabajo no pueden acceder al espacio privado donde éste se realiza para comprobar las denuncias. • Las fuentes consultadas dieron información sobre algunos casos de abuso físico y psicológico, situación que se agrava por el desconocimiento de las personas afectadas tanto de las leyes que 96 pueden invocar para su protección como de las instancias donde acudir. V. Elementos del marco legal vigente Como ya se había anotado anteriormente, en el país los derechos laborales de las personas dedicadas al trabajo doméstico se regulan bajo un régimen especial que marca diferencias en relación al resto de las ocupaciones. • El Código de Trabajo reconoce los siguientes derechos específicamente para las y los trabajadores domésticos: a) Oportunidad para asistir a la escuela nocturna (Artículo 155) b) Vacaciones remuneradas (Artículo 156) c) Derecho de preaviso e indemnización (Artículo 161) d) Derecho a que, en caso de enfermedad u hospitalización, el patrono gestione los gastos y el asilo del o la trabajadora en un hospital o centro de beneficencia y costee los gastos y atenciones de emergencia (Artículo 165). • En otros artículos del Código de Trabajo vigente se establecen exclusiones que afectan negativamente los derechos laborales de las y los trabajadores domésticos remunerados. Entre otros: Artículo 325, en el tema de la regulación de la jornada máxima legal de trabajo; Artículo 154, con disposiciones sobre días de descanso, feriados o de fiesta nacional, horas de descanso diario y en días feriados, si son trabajados; Artículo 139, que autoriza el contrato verbal en el caso de las/os trabajadores domésticos. • Leyes especiales, como la Ley del Séptimo Día y Décimo Tercer Mes en Concepto de Aguinaldo (1982) y el Reglamento del Décimo Cuarto Mes de Salario en Concepto de Compensación Social (1995), aunque no establecen excepciones, en la práctica no se aplican en el caso de las y los trabajadores domésticos. • Las y los trabajadores domésticos remunerados están excluidos de la Ley de Salario Mínimo Entre los principales elementos del marco legal vigente que tutelarían efectivamente los derechos (laborales y otros) de las y los trabajadores domésticos remunerados, podrían destacarse: 97 • La Ley de Igualdad de Oportunidades: este instrumento puede ser el marco que vuelva la mirada al trato igual de las mujeres en el ámbito laboral, tomando en cuenta que el trabajo doméstico remunerado incorpora a más mujeres que hombres. El Artículo 53 de dicha Ley puede inspirar la incorporación del trabajo doméstico a las diversas categorías de la Ley de Salario Mínimo, sobre todo para fijar un salario justo y equitativo. • Otro aspecto a considerar es el Régimen Especial de Afiliación Progresiva del Sector de Trabajadores Domésticos, referido al goce de acceso a los servicios del Instituto Hondureño de Seguridad Social. Este acuerdo está en revisión a fin de que sea de carácter obligatorio (la voluntariedad es su principal limitación actual). • En lo relacionado al acceso de los y las TDR a la justicia, son muy pocos los casos de TDR que se presentan ante instancias administrativas o judiciales, en comparación con el gran número de personas empleadas en este sector, tal como lo ha revelado el presente estudio. Dicha situación podría estar reflejando el desconocimiento de las instancias de protección, mencionado por las TDRs encuestadas y entrevistadas; la falta de autorreconocimiento de los y las trabajadoras domésticas como personas sujetas de derecho; y la efectividad con que instancias como la Inspectoría de Trabajo se desempeñan en la detección, recopilación, seguimiento y resolución efectiva de los casos interpuestos. VI. Impactos del TDR en la vida de las empleadas domésticas y sus familias • Un factor positivo es que el trabajo doméstico ofrece a las mujeres empleadas en este sector, la posibilidad de generar un ingreso para apoyar económicamente a su familia y cubrir gastos personales, contribuyendo de esa forma a obtener un cierto nivel de autonomía económica. Ellas ven en este trabajo una oportunidad para alcanzar a futuro condiciones de vida mejor para ellas y su grupo familiar. Si tiene la oportunidad de estudiar se sienten mucho mejor y manifiestan un nivel aceptable de satisfacción. Sin embargo, la vida de estas mujeres transcurre en un espacio cerrado, sin tener la posibilidad de establecer relaciones sociales con otras personas al exterior del hogar que las contrata. Como consecuencia, la falta de redes sociales de apoyo las convierte en un blanco vulnerable para la discriminación y la explotación laboral. • No obstante, las mujeres TDR, expresan que un tema que les afecta es estar separadas de sus familias, sobre todo para las que tienen hijos/as; ya que el hecho de tener que trabajar lejos de sus lugares de origen, favorece la desintegración familiar producto de la distancia que las separa del resto de su familia y afecta sus relaciones afectivas a través del tiempo y la distancia. Dejar a sus hijos (as) bajo la tutela de sus madres u otros familiares, es algo que les afecta por el temor a perder el cariño de sus hijos/as por el limitado tiempo que permanecen con ellos, y además, manifiestan que están perdiendo momentos importantes en la crianza de sus hijos. Asimismo, las TDRs manifiestan que son sus hijos/as los que pagan las consecuencias del conflicto que viven al tener que atender dos hogares (68.1%). En los casos de las mujeres casadas y sin hijos, éstas manifiestan que es la relación de pareja la que se ve afectada por la distancia que separa a la pareja y la dificultad de poder mantener los vínculos afectivos. 98 • Otro aspecto que expresan las TDRs es sentirse y ser verbalmente discriminadas desde sus hogares de origen por el hecho de ser mujeres; además, la sociedad, la escuela y la organización comunitaria las educa, las ve y las posiciona de manera diferente en relación con los miembros del hogar que son varones. Las mujeres TDRs manifiestan que al interior de sus propios hogares se siguen dando procesos de socialización que reproducen estereotipos de género y que esto es un factor que podría incentivar su inserción al trabajo doméstico. Por otro lado, las cifras revelan que el trabajo doméstico revela un patrón generacional en su práctica, ya que la mitad (49.5%) de las empleadas señaló tener familiares que se dedican o se han dedicado al trabajo doméstico. Así, se encontró que de éstas el 41.6% es su madre, 26.4% su hermana y el 21.8% su tía. Como se puede apreciar este trabajo ha sido desempeñado por familiares cercanos a la empleada y en todos los casos se trata de mujeres del núcleo familiar. • Desde el punto de vista de los hogares contratantes, hay una percepción positiva de contar con una doméstica porque les ayuda a conciliar de mejor forma las responsabilidades familiares y laborales. • Honduras es un país que ha avanzado muy poco en articular redes de apoyo en el tema de la economía de cuidado. Aspectos como cuidado de los infantes y adultos mayores no es concebida como una responsabilidad pública. Bajo esta situación cobra vital importancia el papel de los hogares, son ellos y en su interior, donde las mujeres sustentan el peso de las obligaciones de cuidado. De aquí deriva también la importancia del trabajo doméstico remunerado en la medida que forma parte de la cadena de alternativas a las que recurren los hogares para hacer frente a sus responsabilidades familiares en el tema de cuidado y la búsqueda de ingresos. • No existe una vinculación fuerte entre Estado, sector privado y hogares; los servicios de cuidados básicamente descansan en los hogares. Este es un tema en el que el sector privado ha incursionado muy poco, derivado quizás de la estructura de costos que es alto y la poca capacidad de la población para cubrirlos. Existe un vacío donde el Estado debe trabajar conjuntamente con el sector privado para crear los incentivos necesarios para que los hombres y mujeres puedan cumplir con sus responsabilidades familiares y ayudar a que la carga del cuidado y el mantenimiento del hogar no recaiga solamente sobre las mujeres. Algunas pocas instituciones como las iglesias en sus distintas modalidades y organizaciones sin fines de lucro, contribuyen con algunas acciones para aliviar las labores de cuidado, sobre todo infantiles. VII. Principales hallazgos y recomendaciones para la Política Pública VII.1 Oferta y demanda de TDR • Lo relevante es que la oferta de trabajo doméstico se ha incrementado en la modalidad de cuenta propia. En tanto las modalidades de tiempo completo con dormida dentro y dormida fuera han tenido un comportamiento conservador a lo largo del período de estudio. • La oferta de TDR se concentra en el grupo etáreo entre 15 y 24 años en el sexo femenino. Es notorio el incremento alrededor de un 16.22% de la oferta en población mayor de 50 años con mayor representación de los hombres (30.30%). Sin dejar 99 de recordar que, en términos absolutos, este grupo es significativamente minoritario. • La población dedicada a este tipo de trabajo se ubica mayoritariamente entre el primero y tercer quintil de ingreso. Un 80% de quienes realizan esta labor es pobre y más del 50% no tiene la posibilidad de cubrir la canasta básica de alimentos. Ellos y ellas se ubican en el grupo de población donde más de un 22% vive con ingresos de un dólar o menos por día (INE: 2007). El bajo nivel educativo con poca o nula preparación contribuye a que estén dispuestas (os) a contratarse en el trabajo doméstico como prácticamente su única alternativa de vida y sustento. • Son los hogares con un alto perfil de ingreso económico los que demandan TDR, los mismos están ubicados entre el cuarto y quinto quintil. • En los hogares donde la mujer forma parte de la fuerza laboral es donde la demanda de TDR es más alta (99.16%). • La población menor de 12 años y mayor de 65 años supera el 30% del total de la población. Es este sector el que demanda mayores servicios de cuidado y son los hogares, en su seno las mujeres, los que asumen esta responsabilidad. De aquí se derivan dos efectos: la sobrecarga de trabajo femenina y la necesidad de apoyo para cubrir la demanda. Es aquí en donde se observa la importancia del trabajo doméstico remunerado, ante la escasez de opciones de servicios públicos o privados de bajo costo y la falta de apoyo en el cumplimiento de las responsabilidades de cuidado por parte de los hombres en los hogares. Principales recomendaciones de políticas: • Profesionalizar el trabajo doméstico remunerado en sus diferentes ocupaciones específicas, mediante procesos de capacitación con miras a mejorar el perfil de las personas dedicadas a estas labores y elevar la demanda, reduciendo la precariedad laboral en la que se encuentran. • Estimular la creación de bolsas de empleo donde concurran oferentes y demandantes. • Establecer un observatorio del mercado laboral para darle continuidad a los resultados del estudio y velar por la protección de los derechos de las y los trabajadores domésticos. Estrategias para el cabildeo de las recomendaciones: • El INAM, en una acción coordinada con la STSS y el INFOP, debe celebrar un convenio para institucionalizar cursos de capacitación para este tipo de empleo. • Que las trabajadoras domésticas sean beneficiadas con cursos de capacitación en el marco de programas, como el denominado “Mi Primer Empleo”. • Incluir un componente de trabajo doméstico remunerado en el observatorio de mercado laboral que ya funciona en la STSS. • Abrir el programa de bolsas de empleo a nivel de las oficinas municipales del INAM y de la STSS. 100 VII. 2 Condiciones laborales • El trabajo doméstico remunerado se realiza bajo condiciones de total inequidad social y flagrante violación a los derechos laborales. Es violatorio en la medida que deja por fuera los principios de igualdad de oportunidades y no deja espacios para que las personas tengan vida propia (especialmente la modalidad de cama dentro). Se les visualiza como empleados sin voluntad ni voz. • Existe un relación totalmente asimétrica entre contratante y contratado(a), prevaleciendo relaciones de dominación entre género y clase. En algunas regiones del país se dan incluso relaciones de servidumbre. • Es un trabajo prácticamente invisible en la medida que se desarrolla al interior de los hogares, es decir, a puerta cerrada y al margen de la institucionalidad. • En Honduras el TDR es individualista ya que es un trabajo donde no hay conciencia de gremio, no existe ninguna asociación de TDR, lo que dificultad la toma de conciencia por parte de ellos y ellas de su propia realidad. • En la sociedad hondureña prevalecen arraigados patrones sexistas que influencian y reproducen las relaciones de trabajo estereotipadas, marcando diferencias entre el trabajo realizado por hombres y el realizado por las mujeres (más valorizado el trabajo del hombre). • El trabajo doméstico es un trabajo desvalorizado, en la medida que se considera un trabajo que no exige una calificación laboral de la fuerza de trabajo y se le ve más bien como una extensión natural de las actividades propias del hogar, por lo que cae en la categoría de trabajos de baja remuneración. Por otra parte, su aporte no figura en las cuentas nacionales y, por lo tanto, no se dimensiona su contribución para la realización del trabajo productivo. • Existe inequidad en las modalidades de contratación, tipo de contratos, duración de la jornada, derechos laborales y salario en relación con el resto de los ocupados. • Se confirma que hay una diferenciación significativa en el monto del salario, ya que el salario de la mujeres es menor en comparación a los hombres que desarrollan trabajo doméstico. • Las tareas masculinas para este tipo de trabajo son más específicas y delimitadas (los hombres TDR son jardineros, motoristas, vigilantes) en tanto la mujer hace de todo en el hogar (cocina, cuida niños o personas enfermas o mayores, lava y plancha ropa, limpia casa, etc.). • Hay un alto grado de desconocimiento por parte de los y las empleadas domésticas tanto de sus limitados derechos como de las instituciones responsables de la tutela de los mismos. • Hay una sobrecarga de trabajo para la persona que lo ejecuta, dando lugar a la doble y triple jornada de trabajo femenino. La mujer padece más en su doble condición de madre-empleada por la falta de socialización y división de las responsabilidades del trabajo doméstico al interior de los hogares. • Los conceptos de trabajo decente se ponen en entredicho en la medida que a la empleada doméstica se le paga por hacer todas las tareas del hogar (sin excepción, desde cuidar niños y enfermos hasta bañar y alimentar animales). 101 • Existen reportes de violaciones y abusos de tipo físico, sexual, psicológico y económicos directos o velados del grupo familiar en perjuicio de los y las empleadas. • Hay violación a convenios internacionales donde el país es signatario: como la Convención de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer. • El marco legal vigente es excluyente y discriminatorio al tratar bajo la categoría de régimen especial en el Código de Trabajo, lo relacionado con el trabajo doméstico, dándose un tratamiento diferenciado tanto de hecho como de derecho. • La mayoría de los aspectos laborales, que son derechos reconocidos para otras ocupaciones, en esta caso, son discrecionales (a voluntad) del contratante. en el caso específico de las y los TDR la cobertura es muy limitada. • No hay capacidad de denuncia por parte de ellas y ellos, derivado del desconocimiento de las instancias hacia las cuales acudir, el procedimiento a seguir y nivel de confianza. Otro elemento que resaltaron es la falta de tiempo para dedicar a la gestión y la creencia de que las autoridades no les prestarían atención por ser personas de baja posición social y económica. • Por otra parte, el TDR por cuenta propia abre la posibilidad para que las relaciones laborales sean más abiertas, flexibiliza los horarios, los períodos de remuneración, pero igual da lugar a mayor desprotección social, porque no obliga al contratante a nada. Principales recomendaciones de políticas: • Es un trabajo donde comúnmente no media contrato escrito de trabajo, lo cual afecta la seguridad jurídica y crea vicios de inestabilidad laboral y de ingreso para la contratada, en la medida que puede ser cancelada en cualquier momento. De igual manera afecta al hogar contratante en vista que la empleada no se siente obligada a conservar su trabajo y sucede con frecuencia que abandona el hogar sin previo aviso. • El TDR reviste características de sobreexplotación, en tanto que las jornadas laborales superan los marcos legales establecidos para otro tipo de ocupaciones que son reguladas por el Código de Trabajo (en promedio 12 a 14 horas mínimo, de 5 de la mañana hasta 9 y 10 de la noche, para personas que duermen dentro). • Total desprotección social, en el país es característica la falta de políticas y programas de protección social, • Revisión del marco legal vigente, específicamente, el Código de Trabajo, en lo referido al tratamiento del trabajo doméstico remunerado a fin de hacer una nueva valoración de derechos en el plano legal, económico y social. Lo que implicaría ver aspectos de jornada de trabajo, salario y prestaciones sociales y laborales, derechos humanos. Bajo este marco las recomendaciones específicas abordarían: • Que se elimine “la remisión a la costumbre del lugar” la relación laboral en materia de trabajadores domésticos y se regule únicamente por vía de ley. • Que se elimine el término servidor doméstico por el de trabajador(a) doméstico(a) en el capítulo referido en el Código de Trabajo. 102 • Que se difunda ampliamente el concepto de trabajo doméstico, abarcador de muchas categorías, que fomentan entre los mismos trabajadores la discriminación. • Exigir el cumplimiento del proceso legal al interior de la Secretaría de Trabajo. • Hacer estudios de factibilidad para su incorporación en las políticas nacionales del Salario Mínimo. • Revisar y adaptar la normativa a los principios fundamentales de derechos humanos. Estrategias para el cabildeo de las recomendaciones: • Llegar a las instancias correspondientes a través de propuestas formales (vía Decreto de Ley) por ser más rápido el proceso. Utilizando la iniciativa de Ley que tiene la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social. • Acción Legislativa directa con las comisiones del Congreso Nacional entre ellas: Comisión de la Mujer, Comisión de la Niñez y la Familia, Comisión de la Juventud. • Elaboración de un protocolo para el cumplimiento de los principios en el ámbito laboral. • Alianzas estratégicas entre le INAM, STSS y Comisionado Nacional de Derechos Humanos, organizaciones Gremiales y Sociedad Civil, para impulsar las iniciativas de Ley; divulgar masivamente el resultado de los estudios y hacer campañas de socialización. • Promover la investigación y constatación de las denuncias. VII. 3 Investigación y producción estadística • Que se revise la jornada laboral y la obligatoriedad de incluirlas/os en un régimen educativo. • Las investigaciones sobre el tema son escasas, sólo se cuenta con el estudio de OIT sobre trabajo doméstico infantil, que ofrece una caracterización del problema a nivel nacional. Además, no se disponen de estudios para el abordaje del tema desde una perspectiva integral que permita hacer comparaciones y conocer con más propiedad la evolución del fenómeno. • Afiliación obligatoria al Seguro Social y definición de un salario base. • Obligatoriedad del contrato escrito y registrado en la Secretaría de Trabajo. • Establecer una vinculación fuerte entre Estado, sector privado y hogares donde se crean los mecanismos y servicios necesarios para que no haya una sobrecarga de responsabilidades que caiga sobre las TDR y las mujeres. Se necesita incentivar a los hombres a través de políticas en el Estado y sector privado a que participen más en las responsabilidades del hogar y el cuido. • La academia hasta hace muy pocos años ha incluido en la currícula los estudios de género, alternando algunos semestres diplomados sobre el tema, pero no se enfoca en el tema del trabajo doméstico remunerado y no remunerado como tal, de allí que la perspectiva del mismo es limitada. • En el tema de producción de datos es destacable la información que ofrece el INE a través de los censos 103 y encuestas, especialmente la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples, donde se encuentran datos de la categoría ocupacional “empleada doméstica” y permite elaborar series pero es insuficiente para una apreciación completa del fenómeno que nos permita hacer interrelaciones desde varios contextos. De igual forma en el país se carece de información sistematizada que nos permita aproximarnos a la caracterización del trabajo doméstico no remunerado y trabajo voluntario. Principales recomendaciones de políticas: • Debe elaborarse una encuesta específica sobre el trabajo doméstico remunerado y no remunerado. • Que el INE institucionalice la Encuesta del uso del tiempo. • Incorporar en todas las fuentes de datos (censos, encuestas de hogares, encuestas de ingresos y gastos, encuestas de condiciones de vida, etc.) del INE preguntas relacionadas con el trabajo doméstico remunerado. • Alianzas estratégicas con las diferentes universidades para que se incluyan en las propuestas de tesis temas relacionados con el trabajo doméstico. • Incluir en los pensum académicos de nivel superior el tema de equidad de género. Estrategias para el cabildeo de las recomendaciones: • Utilizar los diferentes convenios que el INE tiene a nivel institucional para hacer posible la incorporación de preguntas en sus respectivas fuentes de datos. • Convenios con las diferentes universidades del país. • Alianzas estratégicas con las instancias correspondientes para la gestión de recursos para realizar la encuesta de uso del tiempo. • Incidencia ante el Banco Central para que visibilicen el aporte de las mujeres trabajadoras. VII. 4 Políticas públicas: En términos de políticas públicas hay que reconocer que el tema de trabajo doméstico remunerado es visto desde la amplia gama de acciones de la política social. No hay un tratamiento específico para abordar su problemática. De igual forma las políticas de empleo no se detienen en acciones para impulsar o establecer marcos legales para este tipo de empleo. Las acciones del Estado de bienestar están enfocadas a apoyar acciones en materia de desarrollo social para los grupos de población viviendo en extrema pobreza, de manera que ellos y ellas son vistos desde de esta perspectiva y no como una categoría tal cual. Aspectos como el cuidado de infantes y personas mayores no se conciben como una responsabilidad pública. Las acciones que se pueden identificar quedan limitadas a grupos de población que son y han sido empleados estatales, a los hijos (as) menores de seis años y compañeras de hogar (en período de embarazo), con la constatación de que tales beneficios son limitados. Hay casos en que decisiones emitidas por el Estado han resultado en incrementos en la demanda de cuidado. Tal es el caso de la medida de repartir la jornada educativa en dos turnos en la escuela pública, decisión tomada con la intención de mejorar la cobertura y evitar la deserción escolar, sobre todo en el área rural, lo que ha multiplicado los problemas de cuidado de niñas y niños al interior de los hogares. 104 Las acciones de las organizaciones de sociedad civil van orientadas a promover la participación de la mujer en los diferentes espacios, pero no se identificaron acciones específicas para las y los trabajadores domésticos. • Campaña nacional de sensibilización en el tema de los aportes del trabajo doméstico al desarrollo nacional, utilizando los medios de comunicación masiva (programas educativos por radio y televisión). Principales recomendaciones de políticas: • Se recomienda una regulación específica que garantice el cumplimiento de los derechos laborales desde el espacio donde se desarrolla la labor (los hogares contratantes, ya que en la actualidad los inspectores no pueden entrar a los mismos para realizar inspecciones). • Reglamentar en el marco de la Ley de Igualdad de Oportunidades para la Mujer. • La STSS deberá hacer gestiones para que se le otorgue a la Inspectoría del Trabajo las facultades para inspeccionar o ejercer su trabajo como ministro de fe pública en el tema de TDR. • El Estado debe crear redes de apoyo (centros de cuidado infantil) para las hijas e hijos de las y los trabajadores domésticos. De igual forma facilitar el acceso de la mujer al mercado laboral. Se debe coordinar acciones con el sector privado para apoyar este tipo de iniciativas y crear en el marco de la proyección social de éstas centros de cuidado y escuelas para sus hijos/as. Estrategias para el cabildeo de las recomendaciones: • Divulgación del contenido del estudio en las instancias de toma de decisiones. Entre otras: Gabinete de Desarrollo Social, Consejo Consultivo de Sociedad Civil para la Estrategia de Reducción de la Pobreza y organizaciones gremiales. • La Secretaría de Trabajo y Seguridad Social, el Programa de Asignación Familiar (PRAF), la Red Solidaria y el Fondo Hondureño de Inversión Social (FHIS) deben focalizar acciones en este grupo de población. • La Secretaría de Educación (a través de su presupuesto) debe apoyar financieramente las instituciones que tienen programas de atención a los y las trabajadoras domésticas • Crear al interior de la STSS una unidad especial para atender la problemática del trabajo doméstico. 105 SIGLAS Siglas Utilizadas AECID AGEM BCH COMMCA INAM INE INFOP OIT PEA PET PROHECO STSS SICA TDR TDRA UNAH Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo Programa Regional “La Agenda Económica de las Mujeres – Fase II” Banco Central de Honduras Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica Instituto Nacional de la Mujer Instituto Nacional de Estadística Instituto Nacional de Formación Profesional Organización Internacional del Trabajo Población Económicamente Activa Población en Edad de Trabajar Programa Hondureño de Educación Comunitaria Secretaría de Trabajo y Seguridad Social Sistema de Integración Centroamericana Trabajo Doméstico Remunerado Trabajadoras domésticas remuneradas activas Universidad Nacional Autónoma de Honduras 106 Resumen Ejecutivo: el Trabajo Doméstico Remunerado en NICARAGUA La Institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad 109 INTRODUCCIóN La Institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad: el trabajo doméstico remunerado en Nicaragua1 En este documento presentamos, de forma sucinta, los resultados de la investigación realizada en Nicaragua sobre trabajo doméstico remunerado. Forma parte de un estudio regional desarrollado en el año 2008, en los países Centroamericanos y en República Dominicana. El estudio surge por iniciativa del Consejo de Ministras de Centroamérica (COMMCA), en el marco de su Plan de Acción 2008-2009, en el que se define como prioridad la autonomía económica de las mujeres. Se enmarca, además, en los convenios que el COMMCA ha establecido con el Programa “La Agenda Económica de las mujeres - AGEM” (UNIFEM - PNUD) y la Línea de Género del Programa de Cooperación Regional con Centroamérica de AECID (Agencia Española para la Cooperación Internacional). Los fondos para la realización de este estudio provienen de ambos programas y agencias. Esta investigación se enmarca también en la propuesta de acciones definidas por los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre 1 El estudio en Nicaragua fue elaborado en el año 2008 por Martha Palacios, Rebeca Centeno y Gilma Tinoco. la Mujer de América Latina y el Caribe realizada en Quito, Ecuador, agosto de 2007); asimismo es parte de la estrategia de investigación sugerida en el documento base preparado por la CEPAL para dicha Conferencia: “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”. La investigación aporta al conocimiento del trabajo doméstico remunerado (TDR) en varias dimensiones no abordadas en indagaciones anteriores. Se centró en el análisis del trabajo doméstico remunerado (oferta, demanda y condiciones socio-laborales) y los factores socioeconómicos y políticos explicativos. Se estableció vínculos con la creciente participación de las mujeres en actividades económicas, con el trabajo doméstico no remunerado y con las condiciones de vida personal y familiar de las trabajadoras domésticas, así como de los hogares y mujeres contratantes. Así también, este estudio contribuye a llenar vacíos de información cualitativa dado que explora cambios en la posición de género de trabajadoras domésticas remuneradas e incluye la perspectiva de las empleadoras. De igual forma, se analizó el tratamiento legal y político del empleo doméstico para derivar recomendaciones en el ámbito de las políticas públicas. Se espera que los resultados del estudio se constituyan en insumos importantes y útiles para el accionar de 110 diversos actores en los procesos de toma de decisiones en el ámbito público: las propias trabajadoras domésticas y sus organizaciones; instituciones públicas (de los diferentes poderes del Estado) con competencia en el tema; organizaciones de la sociedad civil, especialmente las que trabajan en la defensa de los derechos de las mujeres; agencias de cooperación internacional, entre otros. La información generada por este estudio contribuye a decisiones de políticas públicas mejor informadas y más efectivas, así como a la construcción de una agenda y estrategia de incidencia política sobre este tema. 111 I. Objetivos I.1 Objetivos de la investigación • Identificar y priorizar recomendaciones en la normativa legal y en la política pública tendientes a la superación de los problemas detectados. Generar información sobre el trabajo doméstico remunerado, su relación con el trabajo doméstico no remunerado y las condiciones de vida de las mujeres de Nicaragua para identificar cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios. • Diseñar estrategias que viabilicen las recomendaciones del estudio tanto en el ámbito centroamericano como nacional. I.2 Objetivos específicos Los principales planteamientos teóricos que orientaron la investigación parten de considerar al orden social de género y al sistema socioeconómico como imbricados: las relaciones de género sustentan el orden económico social y de manera simultánea los cambios en el sistema económico afectan al sistema de género. Por ello, las categorías analíticas utilizadas provienen de los estudios de género y particularmente de la economía feminista. Se abordaron tres elementos fundamentales que forman parte de la línea de pensamiento relativa a la economía del cuidado como ámbito donde se inscribe el trabajo doméstico remunerado, éstos son: la división sexual del trabajo, la producción y reproducción social, y el abordaje del cuidado desde las políticas sociales2. • Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico remunerado y sus implicancias en la vida y autonomía de las mujeres en general, y sobre las mujeres ocupadas en esta actividad en particular. • Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico no remunerado y el relacionamiento entre ambos (trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en cuanto a categorías como autonomía, relaciones de poder, etc. • Determinar la relevancia del trabajo doméstico remunerado no sólo como alternativa de empleo para mujeres sino en el marco más amplio de contextos nacionales caracterizados por: una creciente participación femenina en el mercado de trabajo; una creciente feminización de los flujos migratorios (identificación de su papel en la reproducción social de los países de origen y destino) y la prevalencia marcada de la subvaloración social del trabajo doméstico. • Identificar las relaciones entre trabajo, estado y familia, mediante el análisis de las principales políticas vigentes, tanto en materia económica como social. II. Abordaje teórico En términos generales, la economía del cuidado se refiere al espacio de actividades, bienes y servicios necesarios para la reproducción cotidiana de las personas. Se trata de aquellos elementos que cuidan o “nutren” a las personas, en el sentido que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad (UNIFEM, 2000). Asociarle el término “cuidado” al concepto de economía, implica concentrarse en aquellos aspectos de este espacio que generan, o contribuyen a generar, valor económico. El objeto de estudio de la economía del cuidado es 2 La línea analítica utilizada en el proceso de investigación se encuentra en el informe final de la investigación. 112 la manera cómo las sociedades organizan el cuidado de sus miembros y el funcionamiento del sistema económico. Desde el paradigma androcéntrico de la economía, sólo se considera trabajo aquellas actividades signadas por relaciones mercantiles (generadoras de ingresos) en el ámbito público y designa el trabajo no remunerado (realizado fundamentalmente por mujeres) que se caracteriza por el cuido y bienestar de las familias como “no trabajo”, porque no está sujeta a relaciones de mercado. Así también, desde esta perspectiva, los hogares importan en tanto son consumidores y productores de fuerza de trabajo útil para el funcionamiento del sistema económico. La economía feminista justamente desvela el paradigma androcéntrico de la economía neoclásica y argumenta que la economía se representa mediante la figura de un iceberg: la parte visible corresponde a la economía remunerada, considerada como sinónimo de la economía –desde la economía neoclásica– y la parte invisible –la base de la economía en su conjunto– corresponde a la economía no remunerada (Pérez, 2005). Es decir, no sólo establece relaciones entre ambas esferas (remunerada y no remunerada) sino que arguye que existe una sola realidad económica la cual ha sido escindida (fragmentada) desde los análisis económicos tradicionales. Justamente la base (invisible) de la economía es la que se pretende relevar y valorizar desde estos planteamientos. En resumen, la propuesta de la economía feminista es lograr que las relaciones de género sean objeto de estudio legítimo del pensamiento económico, romper con los paradigmas androcéntricos y lograr que la preocupación fundamental de la economía no sea el funcionamiento de los mercados, sino la sostenibilidad de la vida. El Trabajo doméstico remunerado3 se inscribe en la economía del cuidado, la cual abarca elementos de la economía remunerada (ofertas de servicios de cuidado privados, uno de los cuales es el trabajo doméstico remunerado, y ofertas de servicios públicos) y elementos de la economía no remunerada. Tanto en el componente remunerado como en el no remunerado de la economía del cuidado, la participación de las mujeres es mayoritaria. El trabajo doméstico remunerado tiene una doble condición: por un lado media remuneración (en dinero o especie), por ello es un empleo que forma parte de la economía remunerada. Por otro lado, debido al tipo de tareas que lo conforman y al hecho de que se desempeña dentro de los hogares, la construcción social de género lo ubica –explícita o implícitamente– como parte del trabajo doméstico asociado a la responsabilidad de las mujeres en el hogar (trabajo no remunerado). El trabajo doméstico remunerado está directamente determinado por el orden social de género. Se encuentra realizado mayormente por mujeres, y es por medio del cuidado que la identidad genérica de las mujeres es construida. (Batthyany, citada en Rodríguez, 2005). En el marco de la economía del cuidado la demanda de trabajo doméstico remunerado puede estar constituida por personas económicamente dependientes –ancianas, enfermas e infantes– y personas ocupadas en el mercado laboral. Los proveedores de los servicios de cuidado están constituidos por cuatro agentes: el Estado (servicios públicos de cuidado), el mercado (servicios privados de cuidado), los hogares y la comunidad (servicios de cuidado no remunerados). Debido al sistema de género imperante, no es del todo correcto afirmar que los hogares o familias son responsables del cuidado de las personas, sino que esta tarea corresponde directamente a las mujeres en tanto trabajadoras no remuneradas (Rico, 2005). 3 Se define como trabajo doméstico remunerado el reconocido como actividad económica en las estadísticas oficiales. Es un trabajo que se realiza dentro de los hogares, vinculado a las tareas del cuidado de las personas, pero que está a cargo de personas que no son miembros de dichos hogares. 113 La relación entre cuidado y feminidad es de larga data, pero se identifica como problema cuando las mujeres ingresan masivamente al mercado laboral y siguen siendo responsables del cuidado no remunerado, lo que hace visible la tensión entre los tiempos del cuidado y los tiempos del trabajo remunerado. “A pesar de dicha tensión y las deficiencias de cuidado en las sociedades latinoamericanas, este problema público no ha ingresado todavía en las agendas, ya que se considera un tema privado que debe ser resuelto en función de las decisiones y opciones individuales” (Arriagada, 2007: 62). Por ello, la estrategia más común para conciliar el trabajo remunerado con el trabajo no remunerado, desde las mismas mujeres, es la delegación de su trabajo no remunerado en otras mujeres, entre ellas las empleadas domésticas. El trabajo doméstico remunerado se ubica como parte de la oferta privada de servicios de cuidado y es definido como una estrategia conciliadora utilizada por las mujeres insertas en el mercado laboral. Martínez y Monge utilizan el término “conciliación” para referir a la conciliación entre trabajo productivo y trabajo reproductivo en una sociedad determinada. Rodríguez (2005: 9) explica: “puede decirse que en América Latina existe una ausencia absoluta de una política pública de cuidado. La premisa pareciera ser que ésta es una responsabilidad fundamentalmente de los hogares, y la provisión pública es simplemente un complemento para aquellos hogares que no pueden resolverlo por sí mismos….Se evidencia en la región latinoamericana un marcado deterioro en la calidad de los servicios públicos de cuidado”. En el mismo sentido argumentan Martínez y Camacho (2007): “A veces equilibristas, a veces malabaristas, no cabe duda que las mujeres concilian. En las últimas décadas las mujeres latinoamericanas han ingresado al mercado laboral sin por ello dejar de ocuparse de los requerimientos cotidianos de la atención a sus familias”. Identifican las autoras -mediante el análisis de políticas conciliatorias4 de 6 países de Latinoamérica- que la infraestructura de cuidados de la región es precaria. Consideramos que en Nicaragua, al igual que en América Latina, las políticas conciliatorias son inexistentes. A las relaciones laborales actuales (empleador/empleado) le corresponde un modelo de género de antaño: hombre proveedor / mujer ama de casa. Por ello, son las mujeres insertas en el mercado laboral, el cual se caracteriza por ser precario (vieja característica del empleo femenino) y por ser flexible (nueva característica, signo de la globalización), las que aplican estrategias conciliatorias fundamentalmente a través de las cadenas de cuido. Aquellas con mejores ingresos, recurren al trabajo doméstico remunerado. El Estado y los hombres siguen siendo los grandes ausentes. III. Metodología Para lograr los objetivos de la investigación y responder a las preguntas orientadoras del estudio, se examinó exhaustivamente la calidad de la información proveniente de las fuentes oficiales donde existen datos relacionados con el trabajo doméstico remunerado. Dicha revisión permitió determinar que las bases de datos válidas y pertinentes eran las provenientes del los Censos Nacionales de Población 1995 y 2005, de la Encuesta de Medición de Nivel de Vida 2005 y de la Encuesta Nacional de Hogares para la Medición del Empleo Urbano y Rural del 2005. Se realizaron 404 encuestas a trabajadoras domésticas que laboran de forma remunerada. El 75% se realizó en Managua y el 25% en Estelí, en la segunda quincena 4 Es un tipo particular de políticas que facilitan la inserción laboral y la atención de la demanda de cuidados, en particular de las mujeres, y más aún de las mujeres madres (Martínez, et. al 2007). 114 del mes de julio y la primera quincena de agosto del 2008. Para ello se utilizó una muestra cualitativa por cuotas. Se efectuaron un total de 9 grupos focales, 5 con trabajadoras domésticas (3 en Managua y 2 en Estelí) y 4 con empleadoras (3 en Managua y 1 en Estelí obedeciendo a criterios socioeconómicos). Así también se efectuaron 13 entrevistas a trabajadoras domésticas (10 en Managua y 3 en Estelí) y 10 a informantes clave de las siguientes instituciones y organizaciones: Ministerio del Trabajo, Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, Movimiento de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas María Elena Cuadra, Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) y la Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinosa (AMNLAE). Una vez concluida la investigación, la comisión de Trabajo y Empleo de la Agenda Económica de las Mujeres (AGEM) en coordinación con el Ministerio del Trabajo (MITRAB), impulsaron un foro debate (el 15 de mayo del 2009) con el objetivo que diversos actores analizaran y expusieran sus comentarios y aportes sobre líneas de acción a seguir para enfrentar las distintas problemáticas que subyacen en el trabajo doméstico remunerado. Como resultado de esta actividad se cuenta con recomendaciones y acciones de política para generar cambios en la situación identificada. IV. Principales resultados IV.1 Evolución y situación actual del trabajo doméstico remunerado Los datos obtenidos del procesamiento de estadísticas nacionales producidas por los Censos de Población de 1995 y 2005, muestran un crecimiento numérico importante de trabajadoras/es domésticos de 15 y más años de edad. Para 1995, se contabilizó un total de 77,346 (7,837 varones y 69,509 mujeres); y en el 2005, la cifra total se elevó a 114,854 (11,365 varones y 103,489 mujeres) para un incremento global de más de un 48.5%. Sin embargo, en términos relativos lo que se observa es un leve incremento en la participación del TDR en la PEA ocupada nacional (0,30%) (Ver Gráfico 1). La participación del TDR masculino creció en un 0,06% y la participación femenina en este tipo de trabajo decreció en prácticamente un 1%. Los factores que podrían estar asociados a esta aparente disminución de PEA femenina ocupada en el trabajo doméstico remunerado son: el incremento de trabajo por cuenta propia, el empleo generado por las empresas de zona franca y la migración internacional, particularmente hacia Costa Rica donde buena parte de las mujeres migrantes laboran como empleadas domésticas. La forma como se presenta y se define el TDR permite palpar la vigencia de la división sexual del trabajo. En el sistema de ocupaciones utilizado para los Censos nacionales se identifica lo siguiente: “mujer de limpieza”, trabajo de lavado y planchado manual, niñeras, son actividades consideradas “propias” de las mujeres dado la utilización explícita del término mujer y la utilización del femenino para el caso de las niñeras. Se deduce que las otras ocupaciones dentro del TDR sean masculinas: chofer, vigilante (CPF) y jardinero. IV.2 Análisis de la oferta: características socio-demográficas de las y los trabajadores domésticos En todos los rangos de edades definidos para el estudio, las mujeres son mayoría absoluta, pues el TDR está conformado fundamentalmente por ocupaciones socialmente asignadas a mujeres. Sin embargo, vale señalar que a medida que se acrecienta la edad la brecha con los hombres es menor, es decir, hay una mayor proporción de varones mayores de 50 años en el TDR que en el resto de rangos de edades, como puede apreciarse en el Gráfico 2. 115 116 Datos de la encuesta propia realizada en el marco de este estudio, y aplicada a un total de 404 mujeres trabajadoras domésticas, mostraron que la cuarta parte (25.3%) de las TDR eran jóvenes de 15 a 24 años. El grupo de edad más frecuente fue el de 35 a 44 años (31.7%). También se identificó a mujeres en edades extremas (75 años), es decir, que han llegado a ser adultas mayores y continúan en el trabajo doméstico remunerado. El análisis de las características de las personas que se desempeñan en el TDR muestra que se trata, en su mayoría, de mujeres de baja escolaridad con respecto al resto de la PEA femenina ocupada y con relación a los hombres que también se encuentran en el trabajo doméstico. Cabe resaltar que las mujeres de mayor edad se caracterizan por una escasa participación en el sistema educativo. La edad de inicio laboral en la ocupación de trabajo doméstico remunerado tiene muchas implicaciones en la vida de las mujeres. Datos de la encuesta propia reflejaron que casi dos de cada diez se integró al TDR con menos de 15 años, el 44%, antes de los 18 años y casi 8 de cada 10 de las encuestadas iniciaron su trabajo con 24 años o menos. La incorporación temprana a este tipo de trabajo se asocia a las tareas que son aprendidas desde niñas, se les paga menos que a una adulta y tienden a ser más sumisas. Esto tiene consecuencias negativas porque se traduce en el abandono de las aulas, deterioro en su salud física y la reducción significativa de optar a otro tipo de trabajo. Las personas que se ubican en el TDR son mayoritariamente asalariados/as, sin embargo, en el caso de las mujeres, su condición en las categorías ocupacionales tiende a cambiar con los años de vida: pasan de ser asalariadas a cuenta propia, por tanto se encuentran en situación de mayor precariedad laboral en relación con los hombres. Si bien los hogares de los y las trabajadoras domésticas no se concentran en los de menor nivel de ingresos, sí hay brechas entre varones y mujeres, éstas últimas se ubican –en una mayor proporción que los primeros– en los dos primeros quintiles de ingresos. Los hogares de las trabajadoras domésticas remuneradas tienen mayor proporción de jefatura femenina al compararlos con el total de hogares a nivel nacional y se encuentran en claras desventajas respecto a los hogares con jefes varones. En la mayoría de los hogares de las mujeres trabajadoras domésticas, ellas mismas asumen la jefatura de sus hogares y se caracterizan por tener un mayor porcentaje de miembros menores de edad; son hogares ampliados monoparentales que requieren de los ingresos de un alto número de personas, lo cual muy probablemente incluye trabajo infantil. En cambio, los hogares de la mayoría de hombres que se desempeñan en el TDR, cuentan con mujeres cónyuges que, desde su integración al mercado de trabajo o la realización de trabajo reproductivo en el hogar, contribuyen a mejorar los ingresos familiares, proveyendo además el apoyo socio emocional asociado a la condición de género. Con relación al tamaño de los hogares de TDRs, la mayor frecuencia identificada es de más de 6 miembros, donde se ubicó un tercio de dichos hogares, lo cual es superior a los porcentajes nacionales como puede observarse en el Gráfico 3. Los hogares de TDRs con jefes masculinos supera ese promedio pues llegan al 35% con ese número de miembros, mientras los hogares de TDRs con jefa mujer rondan el 31%. (Ver Gráfico 3 en página siguiente) 117 IV. 3 Características generales de la demanda: hogares contratantes de trabajo doméstico remunerado Un indicador importante para el estudio de la demanda es el relativo a la evolución de viviendas privadas con servicio doméstico en sus distintas modalidades. Se encontró un incremento en el porcentaje de viviendas que registran este tipo de trabajadores/as, pues entre 1995 y el 2005, subió en un 1,22% (ver Gráfico 4). Esto puede estar relacionado con la mayor participación de las mujeres en la PEA ocupada nacional, que pasó del 29,21% en 1995 al 32,13% en el 2005 según datos de los Censos. Consecuentemente muchas mujeres que laboran fuera de sus hogares demandan este tipo de servicios para enfrentar las tareas de cuido de sus familias. (Ver Gráfico 4 en página siguiente). No obstante lo anterior, hay una baja (0,66%) en el porcentaje de viviendas que cuentan con TDR con dormida dentro (ver Gráfico 5), lo cual puede vincularse con el mayor costo que para los hogares contratantes conlleva este tipo de trabajador (a) a quien debe proveerle habitación, alimentación y algunos artículos de uso personal. La caracterización de los hogares contratantes nos indica que a menores ingresos de estos hogares hay una menor utilización de este tipo de servicios. Por otra parte, muchas mujeres en el TDR prefieren volver a sus casas todos los días por las responsabilidades familiares que tienen, cumpliendo dobles jornadas. ( Ver Gráfico 5 en la página siguiente) En relación con el porcentaje de los ingresos de los hogares destinados al pago del TDR éste puede considerarse bajo. Es proporcionalmente mayor el gasto en que incurren los hogares pobres (5,4%) que los no pobres (4,2%). Aunque en montos absolutos es obvio que los hogares no pobres destinan una mayor cantidad de dinero. (Véase Gráfica 6 en página 119). Otra arista de la demanda de TDR que tienen los hogares es el tipo de tareas que se solicita realizar a las mujeres que laboran en el servicio doméstico. 118 Las encuestadas en Managua y Estelí respondieron, según orden de prioridad: lavar ropa (85.9%); limpiar casa (76,7%); cocinar (69,8%); planchar (68,3%); cuidar niños/as (40,6%) y cuidar ancianos (5,2%). Esto muestra que el lavado de ropa ocupa a la gran mayoría de TDRs, independientemente de que su modalidad de trabajo sea permanente o temporal. En menor proporción las encuestadas señalaron otras labores que les requieren realizar en los hogares contratantes, éstas son: cuidar personas, en particular niños/as con discapacidad, una incluso señaló que cuida un niño autista. Otras manifestaron que les ordenan realizar 119 trabajos vinculados a actividades económicas que se realizan en el hogar de sus patrones como: vender pizza en camioncito, limpiar hospedaje, vender en tienda y limpiar oficina. bienestar tanto de las familias demandantes como de las mujeres que ofrecen sus servicios como TDR. Vale la pena advertir que, según los resultados de la encuesta propia, el recurrir al TDR no libera a las mujeres de la familia de su carga de trabajo doméstico y de cuidado. En el 36% de los hogares contratantes de las trabajadoras encuestadas existe uno o más miembros del hogar que apoyan en la realización del trabajo doméstico y de cuidado. En una abrumadora mayoría se trata de mujeres (95%). El análisis de la oferta y la demanda nos indica que las trabajadoras domésticas funcionan, dentro del orden social de género, a modo de paliativo para enfrentar el problema histórico de la división sexual del trabajo (núcleo del Patriarcado). Es un fenómeno que se experimenta tanto en los hogares contratantes como en los propios hogares de las TDR. Estas últimas experimentan conflictos de mayor magnitud, dado que no pueden pagar por el cuido de su propio hogar: cuidan de hogares ajenos y con muchas dificultades cuidan del suyo. Experimentan afectaciones emocionales al no cumplir con la tarea considerada – dentro de la construcción social de género- como base de feminidad y considerado como el papel social más importante para las mujeres. A partir del análisis de los grupos focales realizados con empleadoras de distinto nivel socioeconómico es posible identificar factores que están incidiendo en la demanda del TDR. Dichos factores guardan relación con dos órdenes sociales que se refuerzan mutuamente: el orden social de género (sociocultural) y el sistema socioeconómico que alejan las posibilidades de lograr Factores condicionantes de la demanda 120 Para las mujeres que se desempeñan en el ámbito laboral, tener una empleada doméstica es prácticamente lo que garantiza su ocupación en actividades económicas consideradas como del ámbito público. Es posible observar desigualdades con respecto a las mujeres contratantes de TDR y las propias trabajadoras domésticas: mientras las primeras tienen posibilidades de pasar del ámbito privado (doméstico) al público (laboral); las segundas continúan en el ámbito privado a pesar que en el TDR permean relaciones mercantiles. Justamente la desvalorización sociocultural y jurídica del TDR se produce por esta dualidad: es un trabajo remunerado pero por las personas que lo realizan (mayoritariamente mujeres), por el espacio en que se hace (hogares) y por las actividades que se realizan (cuido de la familia) forma parte dentro -de la construcción social de género- como del ámbito no remunerado/privado. Así también la demanda de TDR está relacionada con la ausencia de servicios de cuidado (públicos o privados), por tal razón la reproducción social descansa en las mujeres. Las familias, y particularmente las mujeres, son las encargadas de velar por el bienestar de todas las personas que ameriten atención especial por la edad o discapacidad, o bien porque algunos de sus miembros estudian o trabajan fuera del hogar. De igual forma, en el análisis de la información cualitativa nos encontramos que a las relaciones laborales que permean el TDR se le asocian relaciones familiares. Se identificaron situaciones que a las trabajadoras domésticas se les considera como parte de la familia. Este hecho puede tener varias lecturas con implicaciones para los derechos laborales. Por un lado, puede entenderse que no caben los maltratos, dado que se “espera” que en las relaciones familiares no se experimente este tipo de situaciones. Es decir, al ser considerada de la familia, la TDR no va a recibir ofensas/humillaciones de parte de los miembros del hogar contratante, dado que la visualizan como una de las suyos. Desde el punto de vista de algunas TDR, es reconocerlas en un status superior al de doméstica, lo cual es muy valorado desde su perspectiva. Sin embargo, las implicaciones relativas a los derechos laborales son muchas: en principio, existe la posibilidad que a la TDR se le agreguen otras actividades adicionales que guardan relación con el bienestar de la familia en su conjunto. En otras palabras, al ser considerada como parte de la familia, se espera entonces que el bienestar de la familia sea también su preocupación, por ello puede cuidar enfermos, realizar actividades económicas generadora de ingresos (como existe en muchos hogares) y “comprender” cuando la familia no tiene recursos para pagarle. Así también, al ubicar las relaciones laborales como “familiares” existe menos posibilidad de reclamar derechos laborales: horas de descanso, vacaciones, aguinaldo, etc. Es decir, existen pocas posibilidades de poner una demanda ante el MITRAB. Igualmente, la TDR está involucrada además en el mantenimiento de relaciones de la familia, remite directamente al papel derivado de la construcción social de la feminidad como es ser el sostén emocional de la familia. Otro factor que condiciona la demanda de TDR son los ingresos de los hogares. La EMNV 2005 nos indica que solamente el 6,75% de los hogares del país disponen de TDR. Obviamente los hogares del primer quintil de ingresos disponen de menos servicio doméstico y los de mayor ingresos contratan a más personal (0.56 y 20% respectivamente). Los hogares ubicados en el 3 y 4 quintil con jefatura femenina son los más demandantes, dado la participación de las mujeres en el mercado laboral. Las estadísticas oficiales nos indican que la modalidad con dormida dentro va disminuyendo para dar paso a 121 nuevas formas de contratación: tiempo completo con dormida fuera, contratación solamente por horas o para el lavado y planchado. Estas características en la demanda de TDR nos indican que existe un subregistro importante de esta actividad en las encuestas de empleo y en las que miden el nivel de vida. A nivel de los hogares la necesidad de TDR permanece, dado que no se ha quebrantado la lógica de la división sexual del trabajo y la oferta de servicios de cuidos públicos o privados es inexistente. Sin embargo, los recursos familiares para contratar a una TDR cada vez disminuyen, lo que nos lleva a argumentar que serán las mujeres quienes continuarán llevando la sobrecarga de trabajo. Así también, las leyes nicaragüenses establecen un salario –por encima del salario mínimo- a las TDR, pero existen serias dificultades de cumplir con lo establecido si consideramos las características de algunos hogares contratantes. En el caso de hogares de maestros, enfermeras, policías, trabajadores del estado en general, tendrían pocas posibilidades de cumplir con el salario establecido por ley. IV. 4 El Marco Jurídico: sesgos discriminatorios y factores condicionantes de su cumplimiento. En general, la legislación nacional laboral está en correspondencia con los instrumentos jurídicos internacionales que tutelan los derechos humanos y laborales de las (os) trabajadores, lo que no niega la existencia de aspectos que deben ser mejorados. En este sentido es necesario que el Estado ratifique el Protocolo Facultativo de la CEDAW y los convenios de OIT 182, 156 y183 orientados a la promoción de la equidad de género. Las “Condiciones Especiales de Trabajo del Servicio Doméstico”, contenidas en el Código del Trabajo del país, fueron objeto de reformas aprobadas por la Asamblea Nacional en septiembre del 2008. La inclusión de condiciones especiales para el trabajo adolescente en la nueva normativa del Servicio Doméstico es sin duda un paso adelante en plano del derecho formal para la eliminación del trabajo infantil en esta ocupación y la dignificación del trabajo doméstico remunerado adolescente. No obstante, dicha reforma no significó avances en relación al TDR desempeñado por personas adultas. Persiste en la nueva normativa sobre “Condiciones Especiales de Trabajo del Servicio Doméstico”, sesgos discriminatorios en perjuicio de las empleadas domésticas. El sesgo más grave está en el Artículo 147 de la Ley No. 666 (publicada en La Gaceta N° 181 del 22 de Septiembre de 2008), sobre la duración de la jornada laboral. La consulta realizada a informantes clave (juristas funcionarios/as del MITRAB, catedráticos /as, asesores legales de ONGs) nos permite concluir que no hay uniformidad en cuanto a la interpretación de la ley. Dado que solamente se explicita las 12 horas de descanso es posible entonces inferir que la jornada laboral para las y los TDR sea de 12 horas. Por lo tanto -dado lo impreciso de la ley- difícilmente se puede aplicar lo mandatado en las condiciones generales del Código del Trabajo sobre la jornada laboral, la cual no debe exceder más de 8 horas diarias. Independiente de las diferencias de interpretación del artículo 147 -antes mencionado- se valora que legalizar una jornada más extensa para las empleadas domésticas que la establecida legalmente para el resto de trabajadoras y trabajadores es inconstitucional, y violenta los compromisos internacionales del Estado nicaragüense con el Convenio 111 de la OIT sobre “no discriminación en el empleo” y la CEDAW. Cuando se estudia una ocupación económica, generalmente se describe el conjunto de las actividades inherentes a ésta, sobre todo cuando se realizan los 122 contratos laborales. En el caso del TDR no existe acotación alguna que haga referencia a las tareas que caben para este empleo. La misma ley No.666 define en su artículo 145: “Trabajadores y trabajadoras del servicio del hogar son quienes prestan servicios propios del hogar…”. La definición de la ley crea condiciones jurídicas para la desigualdad que experimentan las TDR. En las entrevistas a grupos focales y en la encuesta propia realizada con TDR, así se identifican las distintas tareas adicionales que les asignan (sobre todo a las de tiempo completo con dormida dentro) a pesar que no fueron parte del contrato verbal con la que ha sido contratada la mayoría. El acceso de las trabajadoras domésticas remuneradas a la justicia laboral es extremadamente limitado. Entre los factores que contribuyen a ello se encuentran: limitado acceso a instituciones y mecanismos legales; baja autoestima que les dificulta considerarse titulares de derechos; escaso nivel educativo, y el reducido nivel organizativo en grupos pro defensa de derechos humanos y laborales. Se evidencia en el estudio cómo el TDR se constituye hoy día en un caso emblemático de empleo precario. Las personas informantes indicaron serias y sistemáticas violaciones a los derechos laborales relativas a las remuneraciones, duración de jornada de trabajo, horas extras, seguridad social y prestaciones sociales de ley. En términos comparativos -en casi todos los indicadores relevados para el análisis de la calidad del empleo- hay una clara desventaja de las personas que se desempeñan en el TDR en relación con el resto de la población ocupada. La proporción de cumplimiento de los derechos laborales de los y las TDR está siempre por debajo del correspondiente porcentaje de la población nacional ocupada. Asimismo, se identificó una tendencia sostenida de brechas de género entre mujeres y hombres que se desempeñan en el TDR en detrimento de las primeras: en la gran mayoría de los indicadores sobre condiciones laborales. Así también, en algunos indicadores de condiciones laborales hay diferencias al desagregar por edades formas de trabajo y regiones geográficas: las mujeres adolescentes y jóvenes y las mayores de 50 años tienden a estar en desventaja en relación a los demás grupos de edades. Se evidencia que el trabajo doméstico remunerado experimenta la institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad. Es un trabajo desvalorizado socialmente porque es producto de la construcción social de género femenino y como consecuencia encontramos que se legitima la discriminación en términos jurídicos (dado el carácter impreciso de la ley). No obstante, cabe señalar que la existencia de la Ley de Igualdad de Oportunidades y la Política de Género del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, han abierto algunas opciones para mujeres y hay voluntad de hacer transformaciones jurídicas en consonancia con los instrumentos antes mencionados. 123 CONCLUSIONES Los resultados de la investigación sobre el trabajo doméstico remunerado dejan en evidencia la importancia cuantitativa y cualitativa del fenómeno en el país. Por un lado, es claro que más de medio millón de personas obtienen al menos parte de los ingresos de sus hogares de este tipo de trabajo. El número total de TDRs de 15 y más años rebasa las 114 mil personas. Representa además para el 2005, más del 7% de las personas ocupadas de la PEA y el 20% de la PEA ocupada femenina. Las condiciones estructurales de la sociedad nicaragüense con una débil economía, insuficiente generación de empleo, una mano de obra escasamente calificada, altos porcentajes de su población en situación de pobreza, etc., es el terreno abonado para que el 20% de la PEA femenina ocupada esté en el TDR. Miles de mujeres de diversas edades, con niveles escolares que van desde el analfabetismo hasta los estudios universitarios, provenientes en especial de áreas urbanas y de hogares con bajos ingresos se integran a la que consideran su única opción: realizar labores que por lo general han aprendido desde niña y que socialmente son catalogadas como tareas femeninas y así obtener ingresos para el sostén familiar. La inmensa mayoría de los TDRs son mujeres, concentradas principalmente en el trabajo de limpieza o en la ocupación de “sirvienta” (como aparecen clasificadas en los manuales correspondientes). Otra buena parte se dedica al lavado y planchado manual en hogares privados. Todas son ocupaciones ubicadas entre los trabajadores no calificados. Así, la institución gubernamental responsable de las estadísticas nacionales (INIDE), al retomar los clasificadores internacionales de ocupaciones, valida la consideración que este tipo de trabajo no requiere de ninguna preparación (se ubica dentro de las ocupaciones no calificadas), a pesar de la relevante tarea del cuido de niños(as), personas mayores o enfermas, discapacitadas, etc. Esta es una percepción que también tienen las mujeres que se desempeñan en esta ocupación lo que contribuye a la desvalorización social en su conjunto. La representación de jóvenes (entre 15 y 34 años) en el TDR es importante, pero entre 1995 y 2005 se observa una reducción de éstos/as y un incremento de los porcentajes de mayores de 35 años, inclusive en el rango de edad de los 50 años y más que están ocupados/as en este tipo de labores. Se trata en su mayoría de mujeres de baja escolaridad con respecto al resto de la PEA femenina ocupada y con relación a los hombres que también se encuentran en el TD. Cabe resaltar que las mujeres de mayor edad se caracterizan por una escasa participación en el sistema educativo. 124 El análisis diacrónico de los indicadores referidos al TDR muestra un incremento en el porcentaje de viviendas que, entre 1995 y 2005, contaban con servicio domestico remunerado. Sin embargo la proporción de hogares que hacen uso de este servicio es relativamente baja, lo cual está determinado por los niveles de ingresos de los hogares, como se aprecia al identificar las brechas entre el quintil de mayores ingresos y el resto de hogares de los otros quintiles. La condición de actividad de las mujeres jefas de hogar o cónyuges de los jefes es otro factor que influye en la demanda de trabajo doméstico remunerado. La mujer que se encuentra inserta en el mercado laboral hace uso en mayor proporción del TDR, mientras las mujeres consideradas “inactivas” (desde la perspectiva androcéntrica de la economía) escasamente cuentan con recursos para contratar este tipo de servicio, por lo tanto son ellas quienes realizan el trabajo reproductivo. Se evidencia entonces –una vez más– el sostenimiento de la vida realizada por mujeres, como agente proveedor principal dentro de la economía del cuidado. Se obtuvo información sobre indicadores cualitativos relacionados con factores que están incidiendo en la demanda de este tipo de empleo. Dichos factores guardan relación con dos órdenes sociales que coexisten: género (orden sociocultural) y el socioeconómico que alejan las posibilidades de obtención de bienestar tanto de las familias demandantes, como de las mujeres que ofrecen sus servicios como TDR. La demanda de TDR está estrechamente relacionada con la ausencia de servicios de cuidado públicos y a la escasa oferta de estos servicios de carácter privado. Las familias, y particularmente las mujeres, son las encargadas de velar por el bienestar de todas las personas que ameriten atención especial por la edad o discapacidad, o bien porque algunos de sus miembros estudian o trabajan fuera del hogar. Nicaragua como país expulsor de fuerza de trabajo, “exporta” TDR fundamentalmente hacia Costa Rica y, en menor medida, hacia Estados Unidos. Diversos estudios muestran que la mayoría de mujeres migrantes se ubican en el servicio doméstico. Se observa entonces el fenómeno de la trasnacionalización del cuidado. De igual forma, estas mujeres migrantes desarrollan cadenas de cuido pues recurren fundamentalmente a sus redes familiares, a amistades y a vecinas para el cuido de su familia. La legislación nacional laboral está en correspondencia con los instrumentos jurídicos internacionales que tutelan los derechos humanos y laborales de las /os trabajadoras/es, sin embargo, todavía se observan sesgos discriminatorios referidos a la imprecisión de la jornada laboral y de las actividades que contiene el TDR. El acceso de las TDRs a la justicia es extremadamente limitado. Entre los factores que contribuyen a su limitado acceso a las instituciones y mecanismos legales para la defensa de sus derechos, TDRs e informantes clave coincidieron en señalar la falta de conocimiento de sus derechos. Otros factores señalados por los últimos fueron la baja autoestima que les dificulta considerarse sujetas de ellos, limitada escolaridad y el reducido nivel de organización de las TDR en grupos que promuevan su capacitación en derechos humanos y laborales como sindicatos y organizaciones de mujeres. Los resultados del estudio sobre condiciones laborales de las y los TDR evidencian la precaria calidad de esta ocupación desempeñada mayoritariamente por mujeres. El trabajo doméstico remunerado no ha producido impactos positivos en las condiciones de vida de las mujeres que se desempeñan en esta actividad, ni en sus familias. Las estadísticas indican que es la ocupación que tiene el porcentaje más alto de incidencia de la pobreza, 125 sin mostrar mejoría en los períodos estudiados. Así también, el trabajo doméstico no produce oportunidades de desarrollo en términos de educación profesional o formación laboral. De igual forma se evidencia que esta ocupación no propicia procesos individuales y colectivos necesarios para generar cambios en la posición subalterna de las mujeres y en transformaciones de las relaciones de poder de género. Consideramos que en Nicaragua, al igual que en América Latina, las políticas conciliatorias son inexistentes. A las relaciones laborales actuales (empleador/empleado) le corresponde un modelo de género de antaño: hombre proveedor / mujer ama de casa. Por ello, son las mujeres insertas en el mercado laboral, el cual se caracteriza por ser precario (vieja característica del empleo femenino) y por ser flexible (nueva característica, signo de la globalización) las que aplican estrategias conciliatorias fundamentalmente a través de las cadenas de cuido. Aquellas con mejores ingresos, recurren al trabajo doméstico remunerado. El Estado y los hombres siguen siendo los grandes ausentes. En el caso de las mujeres que se desempeñan en el trabajo doméstico remunerado, ellas experimentan la institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad. Es un trabajo desvalorizado socialmente porque es producto de la construcción social de género femenino y como consecuencia encontramos que se legitima la discriminación en términos jurídicos, a juzgar por los resultados del estudio. No obstante, cabe señalar que la existencia de la Ley de Igualdad de Oportunidades y la Política de Género del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional han abierto algunas opciones para mujeres y hay voluntad de hacer transformaciones jurídicas en consonancia con los instrumentos antes mencionados. 126 127 RECOMENDACIONES Ser cuidado y cuidarse debe constituirse en un derecho universal que impregne la lógica de las instituciones del Estado. Los tratados y pactos internacionales de Derechos Humanos no lo han incluido, sin embargo, está incorporado en función de lo normado en cada uno de los derechos sociales que van desde el derecho a una alimentación de calidad y en cantidad suficiente hasta el desarrollo de sistemas de seguridad social amplios que incluyan a toda la población y no solamente a quienes están asalariados, pasando por el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo. A pesar que la flexibilización laboral hace a hombres y mujeres buscadores de su propia subsistencia, y ha contribuido a desvalorizar la educación como medio para lograr un empleo y mejoramiento de sus condiciones sociales, es innegable el valor de la educación para el desarrollo humano, por lo que las políticas educativas no pueden obviar entre sus sujetos de interés priorizado a las y los TDRs, en sus distintos programas de educación de adultos y habilitación laboral con alternativas para la asociatividad y la obtención de recursos para la inversión inicial. Las experiencias ya existentes en el Ministerio de Educación en coordinación con INATEC y la cooperación internacional son antecedentes que viabilizan una propuesta en esa línea. El Ministerio de la Familia, el Instituto de Seguridad Social, el Ministerio de Salud y los gobiernos Municipales de forma articulada con organismos no gubernamentales e instituciones religiosas, teniendo como visión nuevas formas de relaciones entre el Estado, la sociedad civil y las familias para el establecimiento de un sistema de bienestar, deben diseñar mecanismos que “desfamiliaricen” y “desfeminicen” el trabajo del cuidado, creando servicios para receptores de cuido, especialmente a niños/as, discapacitados/as, personas mayores, etc. Los resultados relacionados con los hogares de TDRs y los contratantes sugiere la elaboración de políticas conciliatorias propiamente dichas. Son medidas dirigidas a promover la conciliación entre trabajo remunerado y el trabajo familiar, independientemente de la condición socioeconómica de las mujeres o de si éstas son trabajadoras formales o remuneradas. Se debe de tomar en cuenta a las mujeres más allá de la maternidad y la magnitud de las tareas de cuidado relacionadas con la educación o la salud de hijos e hijas. Los hogares de las TDRs se ubican dentro de los hogares nicaragüenses que urgen respuestas del Estado relativas a que el principio de Equidad –señalado en la Ley de Igualdad de Oportunidades– responda a la noción de que el cuidado es responsabilidad de la sociedad y no un asunto individual. Ello implica no sólo promover una infraestructura de cuidados, sino también universalizar la responsabilidad y la obligación así como destinar recursos necesarios para el cuidado. 128 Se debe promover a la firma de un convenio bi-nacional que tutele los derechos de los y las emigrantes en Costa Rica. Dicho convenio no debe limitarse a acuerdos temporales y excluyentes, que dejan fuera a miles de mujeres trabajadoras domésticas. Esto requiere de la intervención del Ministerio del Exterior para que, a través de su embajada y su consulado, se realicen estudios diagnósticos que arrojen información de primera mano sobre las condiciones socio-laborales de estas trabajadoras. Asimismo el Ministerio de Trabajo debe aportar a la formulación de propuestas a ser incorporadas en el convenio. Es fundamental el papel que en esto pueden jugar distintas organizaciones sociales, como la Red Nicaragüense de la Sociedad Civil por las Migraciones, la Asociación de Trabajadoras Domésticas (ASTRADOMES) con sede en Costa Rica, etc. Los bajos salarios de las/os TDRs están asociados a factores estructurales del modelo de desarrollo del país (modesto crecimiento económico, altos índices de pobreza y desigualdad, mala calidad del empleo, baja competitividad de la fuerza laboral, alta informalidad de la economía y la prevalencia de un orden social de género con dominación masculina que recrea la desvalorización del trabajo femenino a través de las instituciones sociales, incluyendo el mercado laboral). En consecuencia, su mejoría requiere de políticas de empleo activas, fiscales distributivas y políticas sociales universales de salud, educación y previsión social. El cumplimiento de otros derechos laborales pasa por la voluntad política de Estado de hacer cumplir la legislación del trabajo, mejorando el desempeño del Ministerio del Trabajo en el tutelaje y defensa de los derechos laborales de las/os TDRs., para lo cual tendrá que dotarle de los recursos humanos y materiales necesarios para el cumplimiento de su misión. En el marco del Convenio del INIM-MITRAB para impulsar el trabajo decente de las mujeres, se sugiere invitar a sindicatos, organizaciones de derechos humanos y de mujeres que dan acompañamiento jurídico y psico-social a empleadas domésticas, para establecer sinergias orientadas a ampliar la cobertura y calidad de sus servicios. Convendría que la cooperación internacional y el Estado, a través del INIM, apoyen el trabajo de capacitación y organización de las TDR impulsados por centros de derechos humanos, sindicatos y organizaciones de mujeres tales como el programa de alfabetización económica y jurídica del Movimiento de Mujeres Trabajadoras María Elena Cuadra (MEC). Respecto a políticas de seguridad social deben de tomar en consideración la tendencia de los mercados laborales a una mayor desregulación e informalización. En este sentido, se sugiere que el INSS y el INIM estudien alternativas a ser impulsadas desde el Estado para incrementar la afiliación de las/os TDRs, no sólo para aquellas con una relación laboral de dependencia de un empleador/a, sino también para las mujeres TDRs que están trabajando en forma independiente en el sector informal. En un primer momento es recomendable utilizar acciones afirmativas encaminadas al logro de la igualdad. En este sentido, debe equipararse la normativa laboral referida al servicio doméstico remunerado al resto de trabajadores/ as, superando el tratamiento discriminatorio que se da a las empleadas domésticas en relación a la duración de la jornada laboral, sin renunciar a derechos adquiridos, pero buscando eliminar los vacios e inconsistencias con efectos discriminatorios para estas trabajadoras/es. Mejorar el acceso de las TDR a la justicia requiere de acciones conjuntas tanto de capacitación en derechos 129 impulsada por el Estado y la sociedad civil organizada, como de la mejoría en cobertura y calidad de la inspectoría del Ministerio del Trabajo. Asimismo, debe mejorarse la calidad de la atención que se brinda a las /os TDR que llegan a poner denuncias en esta instancia gubernamental, a fin de incentivar la utilización de los mecanismos de defensoría establecidos por ley. El reconocimiento de la dimensión e importancia que tiene el TDR para el funcionamiento de la sociedad, que fundamentalmente descansa en las mujeres, debe comenzar por una exhaustiva revisión de los conceptos utilizados para denominar una de las ocupaciones desarrollada por una alta proporción de mujeres TDRs, y es el término “sirvienta”. Este término denota la persistencia de una visión de servidumbre, la idea de quien realiza ese trabajo es un/a “sierva”, sin la connotación de que se trata de la prestación de un servicio que tiene que ser justamente remunerado y sujeto de derecho laborales. Igualmente tiene que reconsiderarse la clasificación de ésta y otras ocupaciones de TDR como trabajo no calificado, dada la experiencia, sensibilidad y dominio de ciertos conocimientos y habilidades que requiere el cuido de un hogar y sus miembros. No resulta tan sencillo capturar los datos relacionados con el TDR en bases de datos oficiales. La información específica es muy escasa por lo que para este estudio fue necesario recurrir a la definición de una serie de algoritmos. Superar esto demanda la inclusión en las boletas del Censo, la EMNV y la Encuesta de Empleos de preguntas concretas sobre la contratación o no de este tipo de servicios por los hogares privados e identificar de una manera precisa las ocupaciones y rama de actividad de los contratantes. Un último vacío que es necesario atender es el de estadísticas sobre uso de tiempo. Es necesario, por lo menos, retomar la elaboración de los módulos de medición del uso del tiempo en las encuestas de medición y nivel de vida. I. Resultados del foro debate En general las personas participantes en el foro debate (realizado el 15 de mayo 2009, en el MITRAB) validaron las recomendaciones elaboradas por las investigadoras, pero abundaron en ideas en torno a quiénes deben ser los actores involucrados en el desarrollo de alternativas de acción, cómo éstos deben articularse y de qué manera puede irse conformando un tejido social que facilite cambios en torno a las condiciones en que se produce el TDR en el país. En el marco de la presentación de los resultados de la investigación que despertaron una honda preocupación entre el público asistente, al resaltarse la importancia del TDR en la economía del cuidado y por tanto para el funcionamiento de la sociedad, así como la precariedad de las condiciones en que el mismo se desarrolla, se llegó a expresar que la casi totalidad de acciones propuestas, incluso las de nivel macro, deben iniciarse en el corto plazo (un año), varias de ellas ejecutarse permanentemente. I.1 Línea de acción educativa Distintas intervenciones individuales y/o en representación de su grupo de trabajo señalaron la conveniencia de hacer efectivo el acceso de las TDRs a diversas opciones educativas, que de acuerdo a las características diferenciadas identificadas, les permita a algunas elevar sus niveles de escolaridad (educación de adultos y otras modalidades educativas); a otras profesionalizarse en el trabajo doméstico a través de programas de habilitación que les especialice como cocineras, niñeras, trabajadoras del lavado y planchado y quienes tienen expectativas de cambiar de ocupación tengan la oportunidad de formarse técnica y/o profesionalmente. 130 Se precisó que las instituciones llamadas a asumir la responsabilidad en esta línea educativa-formativa sea el INATEC (que debe certificar), en coordinación con el MITRAB y MINED, más organismos comunitarios. Además se señaló que otros actores involucrados son: el Instituto Nicaragüense de la Mujer (INIM), la Asociación de Mujeres Nicaragüense Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE), organizaciones de mujeres y otros. Las principales tareas que, a juicio de las y los asistentes al Foro, pueden impulsarse para lograr los propósitos señalados son: Acuerdos, convenios u otros entre gobierno, sector privado, sociedad civil (organizaciones de mujeres como parte de ésta); proceso de divulgación de acciones; considerar las diferencias existentes entre las TDR en cuanto a su nivel educativo; capacitación a medios de comunicación y a alcaldías sobre el tema. En cuanto al tiempo de ejecución de estas acciones se manifestó que esto debe desarrollarse de forma inmediata para lograrse en un corto plazo. I.2 Gestión de acuerdos Bi-nacionales Nicaragua – Costa Rica Valorando las dimensiones que ha adquirido la migración femenina hacia Costa Rica y el porcentaje de mujeres nicaragüenses que en ese país se desempeñan en el TDR, se reconoció la relevancia de impulsar un convenio binacional que protejan los derechos de esas trabajadoras. Aunque se valoró que en ese país se ha avanzado en materia legislativa, en cuanto al reconocimiento de los derechos de estas trabajadoras en igualdad de condiciones al resto de trabajadores de ese país, subsiste la discriminación para los inmigrantes de Nicaragua, en particular las TDRs. Las acciones a desarrollar para avanzar en un acuerdo como el arriba anotado son de diversa naturaleza y alcance que de lograrse significarían un salto cualitativo en las condiciones para abordar esta problemática, éstas son: Encuentros de Consejos de Ministros (as) del Trabajo; consejos de procuradores de derechos humanos; legislación binacional; alianzas en la sociedad civil de ambos países; establecer coordinaciones y generar convenios; formación de sindicatos en otros países; foros debates, videos conferencias. El Ministerio de Relaciones Exteriores se identificó como la institución que, por sus atribuciones, debe encabezar la gestión de un acuerdo binacional sobre el TDR. En igual nivel de compromiso se señaló a las Centrales Sindicales. También se considera que deben actuar instituciones y organizaciones como: Asamblea Nacional, INIM, MITRAB, Organizaciones de Mujeres, la Organización Internacional de las Migraciones, el PARLACEN y la Procuraduría de la Defensa de Derechos Humanos (PDDH). I.3 Ratificación de convenios laborales internacionales A fin de formalizar el estatus jurídico de algunas normativas que pueden fortalecer los instrumentos orientados a hacer efectivos los derechos de las mujeres trabajadoras en general y las TDRs en particular se consideró clave que Nicaragua ratifique el protocolo Facultativo de la CEDAW y los convenios de OIT 183,156 y 183 que promueven la equidad de género. El papel del MITRAB, de la Asamblea Nacional, las centrales sindicales, el INIM y los organismos de mujeres para hacer factible dicha ratificación debe ser notable. No obstante, hay otros actores a quienes incumbe esta tarea, éstos son: la Cancillería, el PARLACEN, la PDDH y otros. El accionar a llevar a cabo a partir de ideas de las y los participantes en el Foro, es el siguiente: INIM 131 debe colocar el TDR en la agenda nacional como tema prioritario; utilizar medios de comunicación para promocionar la ratificación del Protocolo de la CEDAW y los Convenios OIT; alianzas entre actores; ratificar convenios con organismos de mujeres. políticas adecuadas en el tema; agilizar los procesos de tramitación para asegurar a las TDRs; supervisión del MITRAB para la aplicación efectiva de las leyes; redes de apoyo para crear servicios para receptores de cuido; promover asociación sindicatos y gremios. I.4 Cumplimiento de la legislación laboral El gobierno central, a través de sus instancias administrativas como MITRAB, INIM, PDDH. INSS, MIFAMILIA, tienen un rol estratégico para conseguir lo aquí propuesto, que apunta a crear condiciones para conciliar el trabajo productivo y el reproductivo. Pero en el Foro se reconoció que esto demanda de la convergencia de Organismos de Mujeres, sindicatos y sector privado. Se deben de desarrollar esfuerzos encaminados a lograr el cumplimiento de la legislación laboral, en particular lo relativo al número de horas que diariamente laboran las mujeres insertas en el mercado de trabajo en este tipo de ocupaciones (mucho mayor que las 8 hrs. establecidas en el Código del Trabajo). Para ello se demanda el mejoramiento del desempeño del MITRAB, en tutelaje y defensa de los derechos laborales de las/os TDRs. Esto requiere que se mejoren las capacidades físicas y técnicas de dicha institución para lo cual el Ministerio de Hacienda debe mejorar su presupuesto. Así mismo, es necesario que tanto el MITRAB como las organizaciones sindicales asuman con voluntad política esta tarea. Sin embargo, se reconoció que los(as) empleadores (as) son actores importantes. Las actividades priorizadas son las siguientes: cabildeo en la Asamblea Nacional para mayor asignación presupuestaria al MITRAB; capacitar y sensibilizar a los inspectores del MITRAB; capacitaciones a las TDRs sobre derechos laborales; sindicalización de las TDRs. I.5 Establecimiento de un sistema de bienestar Esta es una meta de largo plazo, pero el inicio de su construcción debe ser inmediato desde distintas instancias y con múltiples tareas a diferentes niveles (toda la sociedad, instituciones y organizaciones, comunidades, hogares), como puede observarse en las actividades sugeridas: definición y ejecución de I.6 Creación de organizaciones gremiales Se requiere un proceso educativo que conduzca a que las TDRs se vean a sí mismas como sujetas de derecho, capaces para luchar por hacer efectivas las leyes. Las acciones sugeridas son: incrementar la afiliación de las TDRs en organizaciones gremiales y de mujeres; organizar acciones de promoción en los distintos sectores que conforman el TDR; acciones de promoción y organización de los sindicatos; definir políticas de capacitación consensuada y continua sobre derechos humanos y laborales; capacitaciones sobre derechos y deberes laborales. Al igual que en las otras acciones no se identificó una sola institución o actor responsable, sino que a varias, éstas fueron: INATEC, MITRAB, PDDH, MIFAMILIA, INIM, sindicatos y organismos de Mujeres. I.7 Adecuaciones del sistema estadístico nacional Se necesita mejorar las conceptualizaciones y formas de recoger información que permita obtener una mayor 132 aproximación sobre el trabajo doméstico remunerado y no remunerado en las estadísticas nacionales. Para ello se requiere impulsar: revisión y readecuación del concepto de TDR, otros términos peyorativos y sustituirlos por uno más dignos; análisis, foros y debates sobre el tema; revisión de las Boletas y adecuación de las mismas a los nuevos conceptos y formas de clasificar; retomar la elaboración de los módulos de medición del uso del tiempo en las encuestas de medición y nivel de vida. I.8 Impulsar reforma tributaria en beneficio de las TDRs y de los hogares Tomando en cuenta la alta frecuencia con que se incumple con el salario mínimo y el pago de prestaciones a las TDR, surgió entre los participantes al foro una propuesta en la que el Ministerio de Hacienda, la Dirección General de Ingresos y la Asamblea Nacional, pueden ser agentes claves, ya que implicaría decisiones que significan cambios importantes en materia contributiva. De acuerdo a la idea planteada, el sistema fiscal disminuiría de la carga impositiva de toda persona contribuyente el pago por los servicios domésticos. Esto podría incrementar su recaudación por el interés de los ciudadanos de beneficiarse con dicha disposición. Para ello se requiere de las siguientes acciones: cabildeo político de divulgación pública de la idea; impulsar debates en la Asamblea Nacional; descontar de las declaraciones de impuesto que hace el (la) trabajador (a) el salario de las TDRs; supervisar el cumplimiento del pago del salario mínimo y prestaciones sociales a TDRs. 133 bibliografía BáSICA Agurto, Sonia et al. “Mujeres nicaragüenses cimiento económico familiar, Estadísticas e investigación de FIDEG”, 1998-2006. Managua, Nicaragua, 2008. Batthyany, Karina. “Cuidado infantil y trabajo: ¿un desafío exclusivamente femenino? Una mirada desde el género y la ciudadanía social”. CINTERFOR/OIT. Montevideo, Uruguay, 2004. Benería, Lourdes. “Introducción. La mujer y el género en la economía: un panorama general”, Economía y género. Macroeconomía, política fiscal y liberalización. 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Comisión Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Adolescente Trabajador Centro Nicaragüense de Derechos Humanos Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica Clasificador Uniforme de Actividades Económicas Nicaragua Clasificador Uniforme de Ocupaciones Nicaragua Central Sandinista de Trabajadores Encuesta de Medición de Nivel de Vida Fundación Internacional para el Desafío Económico Global Instituto Nacional Tecnológico Instituto Nicaragüense de Estadísticas y Censos/ Instituto Nacional de Información de Desarrollo Instituto Nicaragüense de la Mujer Movimiento de Mujeres Empleadas y Desempleadas “María Elena Cuadra” Ministerio de Educación Ministerio del Trabajo Ministerio de la Familia Organización de Estados Americanos Organización Internacional del Trabajo Organización de las Naciones Unidas Población Económicamente Activa Población Económicamente Inactiva 136 PNUD: PPDH: TDR: TDRs: UCA: UNIFEM: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos Trabajo Doméstico Remunerado Trabajadoras y trabajadores domésticos remunerados Universidad Centroamericana United Nations Development Found for Women (Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer) Resumen Ejecutivo el Trabajo Doméstico Remunerado en PANAMá A dos aguas entre ocupación y pilar de los cuidados 139 INTRODUCCIóN Antecedentes y justificación Este estudio nacional sobre el trabajo doméstico remunerado ha sido impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social de Panamá (MIDES), a través de la Dirección Nacional de la Mujer, mecanismo nacional responsable de las políticas de igualdad de oportunidades. El Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica (COMMCA), en su XV Reunión Ordinaria en abril de 2007 en Guatemala, decidió realizar un estudio nacional sobre trabajo doméstico remunerado en cada uno de los países miembros: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana, como insumos para la posterior elaboración de un consolidado regional, y se procedió a su realización a través del Sistema de Integración Social de Centroamérica (SISCA). Varias instituciones colaboraron en la realización del proyecto: el COMMCA (Plan de Acción 2006-2009), el Programa la Agenda Económica de las Mujeres (AGEM) y el Programa de Cooperación Regional con Centroamérica: Línea Género. La investigación se llevó a cabo con fondos de UNIFEM-PNUD y de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). El Plan de Acción del COMMCA para el período 2006-2009 recoge una serie de prioridades, entre las cuales se encuentra la Autonomía Económica de las Mujeres. Las iniciativas del COMMCA en esta área han sido apoyadas principalmente por el Programa la Agenda Económica de las Mujeres (UNIFEM-PNUD). El apoyo al COMMCA por el Programa AGEM está orientado a desarrollar y aprovechar el conocimiento y datos sobre “género y economía” para incidir e informar sobre las negociaciones de comercio y las políticas públicas en general. Por otra parte, desde el Programa de Cooperación Regional con Centroamérica financiado por AECI, se previó, dentro del componente de fortalecimiento institucional del COMMCA, la realización de diversos estudios sobre oportunidades económicas de las mujeres en el proceso de integración (en colaboración con UNIFEM), con el objetivo de apoyar al COMMCA a lograr un mejor marco conceptual y un mejor diagnóstico en torno a la equidad de género a nivel regional. El estudio se enmarca también en la propuesta de acciones definidas por los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe realizada en Quito, Ecuador, en 2007); así como con la estrategia de investigación propuesta en el documento preparado por la CEPAL para la conferencia titulado 140 “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”. El trabajo doméstico remunerado en Panamá ha sido objeto de menciones y de preocupación en leyes y políticas del Estado, y también ha suscitado el interés de investigadores/as, pero hasta ahora no se había realizado ningún estudio específico sobre él. Comparativamente, ha habido más interés en la investigación sobre el Trabajo Infantil Doméstico. Con anterioridad a esta investigación, el programa la Agenda Económica de las Mujeres en Panamá (AGEM) se ha preocupado del trabajo doméstico remunerado (TDR1), aunque no haya realizado ningún estudio enfocado especialmente al tema. El TDR aparece mencionado en estudios promovidos por la AGEM como Economía y género en Panamá. Visibilizando la participación de las mujeres (De León, 2005a), “Legislación laboral, género y economía: la Convención Colectiva de Trabajo y la equidad de género” (Ríos y Atencio, 2006), “La segregación sectorial y ocupación por razón de género en la economía panameña, 1991-2004” (Arrocha, 2006), en los que se destaca la discriminación, desvalorización y ocultamiento con que se trata el TDR y se reivindica la necesidad de estudiarlo, así como al trabajo doméstico no remunerado. Se ocuparon del tema también Nayeli Canto y Yayseline Moscote en una investigación titulada Relaciones sociales implicadas en el trabajo doméstico remunerado en la ciudad de Panamá. Año 2007, donde abordaron el tema del TDR a través del análisis de las relaciones sociales de un grupo de trabajadoras domésticas de la ciudad de Panamá, utilizando como estrategia 1 En adelante, en este trabajo, se utilizarán las siglas TDR precedidas por el artículo el (el TDR) para referirse al trabajo doméstico remunerado. Cuando estas siglas estén precedidas por el artículo la/s se referirán a la/s trabajadora/s doméstica/s remunerada/s (la/s TDR), o a los trabajadores domésticos remunerados cuando el artículo sea masculino (los TDR). Las siglas TDNR precedidas por el artículo “el” se referirán al trabajo doméstico no remunerado (el TDNR). metodológica la aplicación de entrevistas a una muestra intencional de personal directivo de agencias de colocación y a empleadas domésticas. Estudiaron el perfil socio-económico de las TDR, sus relaciones familiares, las relaciones con sus empleadores, las relaciones con el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (MITRADEL), y las relaciones laborales. El estudio incluye también un análisis de la normativa legal que ordena este tipo de trabajo. Constituye un aporte interesante al estudio del TDR, al perfil de las mujeres que trabajan en él y a las relaciones laborales y sociales con sus familias y con los patronos/as, y pone en evidencia algunos de los principales problemas del TDR: bajos salarios; desprotección ante la ley por el desconocimiento, la falta de organización y la discriminación legal de las trabajadoras; su relación con los hogares en pobreza; la percepción social minusvaloradora que existe sobre el TDR; y la relación que todo esto tiene con la discriminación de género. En el trabajo titulado Mujeres Trabajadoras en Panamá, Aracelly De León y Nicolasa Terreros (2005) analizan el trabajo de las mujeres en el mercado de trabajo productivo y en el ámbito del trabajo reproductivo. Se trata de un estudio realizado para el MITRADEL, basado en las estadísticas oficiales y en exploraciones realizadas mediante grupos focales con mujeres trabajadoras domésticas no remuneradas y mujeres en el trabajo informal. En él se define como trabajo no solo las actividades que producen plusvalía (trabajo productivo), realizadas en el ámbito de la formalidad o de la informalidad, sino también las actividades que garantizan la reproducción de la vida, de las relaciones sociales y de la fuerza de trabajo (es decir, el trabajo doméstico no remunerado). El Foro Nacional “Trabajo Doméstico, valorizar y remunerar”, celebrado en agosto de 2007, patrocinado por la Agenda Económica de las Mujeres, el Ministerio de 141 Desarrollo Social y el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral, ha constituido una de las pocas actividades dedicadas a mostrar la importancia del trabajo doméstico remunerado y del trabajo doméstico no remunerado. Se puede considerar un antecedente del presente estudio porque mostró el interés institucional por valorizar el TDR y por mejorar las condiciones laborales de las/os TDRs. Ha habido, en cambio, más interés en el Trabajo Infantil Doméstico en hogares de terceros (TID), que se ha estudiado con el apoyo de organizaciones internacionales. En 2001, con el apoyo de OITIPEC y con la Metodología de Evaluación Rápida, la investigación titulada Trabajo infantil doméstico en Panamá (OIT-IPEC, 2003) sirvió para entender la realidad de este trabajo y para caracterizar el TID en Panamá por primera vez. En el año 2000 fue realizada una Encuesta de Trabajo Infantil (ETI) por la Dirección de Estadística y Censo de la Contraloría General de la República, y sus resultados fueron publicados en el 2003. Entre el 2003 y el 2004 se suscitaron otros trabajos que analizaban los resultados de la ETI. En esta encuesta se recolectaba información sobre “las actividades escolares, domésticas, económicas y recreativas de niños, niñas, y adolescentes entre 5 y 17 años en el país” (OIT-IPEC, 2004:3). Esta encuesta permitió identificar a las/los trabajadoras/es infantiles, en ese momento, en el hogar propio y en hogares de terceros; entre quienes se identificó un grupo de más del 40% de trabajadores/as infantiles y adolescentes en trabajos considerados por la OIT como trabajo por abolir dado el riesgo que los caracteriza y, dentro de ese grupo, el 44.2% correspondía a la rama de servicios (en Trabajo Infantil Doméstico, en el que las niñas son mayoría), seguida de la agricultura (38.3%), comercio (33.4%) y manufactura (20.2%). Los estudios mencionados son aproximaciones a un tratamiento más completo del trabajo doméstico remunerado. Pero hay que resaltar que en ellos ya se evidencia la importancia que tiene el estudio del TDR para obtener la información cuantitativa y cualitativa que permita sustentar debidamente las políticas públicas (económicas y sociales) necesarias para abordar exitosamente la promoción de la equidad de género y los derechos económicos de las mujeres en los procesos de desarrollo nacional. Políticas que requieren para su implementación información sobre el perfil de las mujeres que trabajan en él, de sus hogares y de la relación de éstos con la pobreza, de las relaciones con los patronos/as, de las demandas de servicios de los hogares, del estudio de la legislación sobre el TDR, entre otras cuestiones. Se muestra también en todos estos estudios la necesidad de transformar la escasa valorización que la sociedad tiene del trabajo doméstico, remunerado o no, y todos ellos, implícita o explícitamente, abogan por la necesidad de realizar estudios en profundidad sobre el tema. El Estado panameño ha adquirido algunos compromisos a nivel internacional cuyo cumplimiento exige el estudio del TDR y del TDNR, tales como los Objetivos de Desarrollo del Milenio de NN.UU. (Objetivo 3: Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer) o el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe de la CEPAL), así como la estrategia de investigación propuesta en el documento de la CEPAL para esta conferencia titulado El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe. La investigación que presentamos es, pues, oportuna y necesaria: para que se puedan orientar mejor las políticas hacia las trabajadoras domésticas remuneradas en orden a equiparar sus derechos a los de los trabajadores de otras ramas, y para 142 integrar a las políticas de equidad de género la perspectiva que da conocer mejor la situación de las mujeres en el trabajo doméstico no remunerado, y para diseñar políticas que tiendan a armonizar el ámbito del trabajo remunerado con el del trabajo no remunerado. I. Objetivos del estudio I.1 El objetivo general de la investigación fue: Generar información sobre el trabajo doméstico remunerado, su relación con el trabajo doméstico no remunerado y las condiciones de vida de las mujeres en el país, para identificar cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios frente a este tema, con el propósito de contribuir a un estudio de la región centroamericana de similares características. I.2 Los objetivos específicos que se plantea el trabajo son: 1. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico remunerado y sus implicaciones en la vida y autonomía de las mujeres, en general, y sobre las mujeres ocupadas en esta actividad, en particular. 2. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico no remunerado y la relación entre ambos (trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en cuanto a categorías como autonomía, relaciones de poder, etc. 3. Determinar la relevancia del trabajo doméstico remunerado no sólo como alternativa de empleo para mujeres sino en el marco más amplio de contextos nacionales con una creciente participación femenina en el mercado de trabajo; una creciente feminización de los flujos migratorios; y la prevalencia marcada de la subvaloración social del trabajo doméstico. 4. Identificar las relaciones entre trabajo, Estado y familia, mediante el análisis de las principales políticas vigentes, tanto en materia económica como social. 5. Identificar y priorizar recomendaciones en la normativa y en la política pública para la superación de los problemas detectados, en particular las políticas relacionadas con los ámbitos priorizados por el COMMCA: jornada laboral, ingresos, seguridad social y organización. 6. Diseñar estrategias que viabilicen las recomendaciones del estudio. II. Marco conceptual Se considera el trabajo doméstico remunerado en el marco teórico constituido por los siguientes componentes. a. La división sexual del trabajo y sus implicaciones en el ordenamiento social y económico Es un hecho indiscutible que, pese a los avances que se han producido en la situación de las mujeres, persiste la brecha entre el aporte que realizan a la sociedad y el escaso reconocimiento de que son objeto. Uno de los ejemplos de esto es que, aunque han pasado a ocupar espacios cada vez más importantes en la toma de decisiones y son un factor clave en el mercado de trabajo, siguen sobrerrepresentadas entre los pobres y en el trabajo reproductivo y subrepresentadas en la política. Estos dos hechos son interdependientes y muestran las dos caras de una misma moneda: por una parte, el mandato cultural que impone el trabajo doméstico y las tareas de cuidado a las mujeres en exclusividad que restringe, por el otro, sus posibilidades de tener una participación similar a la de los hombres en los ámbitos del poder político y económico, donde están subrepresentadas. 143 Esta situación va acompañada de la falta de reconocimiento del valor del trabajo reproductivo, realizado casi exclusivamente por las mujeres, que es otro factor fundamental de la desigualdad entre los sexos (CEPAL, 2007a). La división sexual del trabajo es uno de los fundamentos de nuestras sociedades y establece dos esferas separadas como componentes del todo social: lo público (ámbito de lo masculino, del poder y del trabajo remunerado) y lo privado, donde se sitúa el trabajo doméstico nada o escasamente remunerado, asignado a las mujeres. Tal como afirma Flórez-Estrada, “la especialización de los seres humanos en los productos culturales conocidos como ‘hombre’ y ‘mujer’, ordenados jerarquizada y espacialmente, constituye la primera forma de violencia simbólica y de organización económica, la primera división del trabajo, sí, pero ya no sólo de las tareas de la producción y de la reproducción (…), sino también el primer reparto de disposiciones, esquemas de percepción, posibilidades y destinos: es el orden simbólico, la cultura, produciendo la economía” (2007: 10). Por esa división sexual del trabajo se ha asignado a las mujeres el trabajo en el ámbito privado, ligado al cuidado de las personas y la reproducción de la especie humana, un trabajo que se realiza sin remuneración alguna y que no es reconocido como tal. Las valoraciones sociales desiguales del trabajo de hombres y mujeres, en perjuicio de estas últimas, son parte de esta organización genérica básica de nuestras sociedades. Diversos estudios realizados en la región identifican estas percepciones o concepciones culturales como uno de los factores explicativos del alto nivel de discriminación que enfrentan las trabajadoras domésticas: salarios promedio inferiores a los de otras ocupaciones similares, leyes discriminatorias con relación a la jornada laboral, ausencia de seguridad social y de otras prestaciones laborales, por ejemplo. Como se observa, la subvaloración del trabajo reproductivo tiene su raíz en la situación de subordinación de las mujeres (y del ámbito de lo femenino) en la sociedad que, a su vez, retroalimenta la minusvaloración social del trabajo doméstico remunerado o no. b. La economía desde la perspectiva de género Aunque generalmente en las políticas económicas no se considera, la relación entre género y economía es multidimensional. Se ha demostrado, por ejemplo, cómo las políticas macroeconómicas conllevan sesgos de género en sus efectos; es decir, su impacto es desigual para hombres y para mujeres como resultado del lugar específico que a unos y a otras se les asigna en la sociedad. También las desigualdades en los niveles micro y meso tienen implicaciones macroeconómicas. Por otro lado, los estudios efectuados han puesto en evidencia la importancia de relacionar en el análisis los niveles macro, meso y micro, para descubrir las complejas interacciones que se entrelazan entre ellos y que afectan de forma diferente a hombres y mujeres (Renzi, 2007). En Panamá, al igual que en otros países de la región, no se han realizado esfuerzos para cuantificar el aporte del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres al producto interno bruto. Tampoco se ha medido el aporte de las mujeres a la creación de la riqueza y al crecimiento de la economía nacional a través de la reposición que su trabajo realiza de la fuerza de trabajo, tanto masculina como femenina, así como su contribución a través de la economía del cuidado (de los enfermos, los niños, los ancianos, etc.). Con relación al trabajo reproductivo, la economía no reconoce que éste es el sustento de la economía productiva (trabajo remunerado en el mercado), por el papel que juega en el cuidado de las personas (activa 144 recursos para el funcionamiento de la economía de mercado). Se le puede considerar, en realidad, parte de los “costos” de las economías nacionales y elemento necesario para valorar la eficiencia del funcionamiento económico (Torres, 2008). Esta revisión del funcionamiento de la sociedad traduce la importancia del trabajo no remunerado para el bienestar familiar y social y para el mismo funcionamiento económico, e implica también “[...] que el trabajo no remunerado tiene que integrarse plenamente dentro del contexto macroeconómico y del mercado de trabajo” (Torres, 2008). Algunos estudios realizados en la región sobre la inserción de las mujeres a la actividad remunerada confirman la importancia de considerar ambas esferas de acción para comprender las características y trayectorias de esta inserción laboral (Martínez Franzoni, 2006). c. La “economía del cuidado” y los sistemas de bienestar El cuidado es la actividad básica para la supervivencia, no sólo física sino cultural, de las personas y de las sociedades. Por ello se han organizado las actividades de cuidado dentro de la familia y fuera de ella. Estas labores han estado asociadas a las mujeres de acuerdo con el supuesto cultural de que ellas “saben naturalmente” realizarlas mejor y tienden a crear redes. También las labores de cuidado se traducen en cada sociedad en las políticas de cuidado infantil, nutrición, salud y educación, entre otras, “cuyo éxito ha dependido históricamente del esfuerzo activo de las mujeres” (CEPAL, 2007b: 58). Se sabe que las mujeres, además de trabajar en el ámbito privado, han jugado el papel de intermediarias entre las políticas sociales y los servicios y programas que las implementaban. Nunca, sin embargo, se ha contemplado el tiempo invertido en estas actividades por las mujeres como un valor económico. En lo que se ha denominado la economía del cuidado, el trabajo doméstico no remunerado ya no se considera una responsabilidad exclusiva de las familias u hogares, que supone, en realidad, la responsabilidad casi exclusiva de las mujeres. Hay que recordar que la provisión de servicios de cuidado para las personas proviene de tres fuentes: el mercado (servicios privados), el Estado (servicios públicos) y las familias u hogares (el trabajo no remunerado, principalmente realizado por mujeres). Lo importante a resaltar aquí es la interdependencia y complementariedad entre estas tres fuentes: la contracción y/o cambios en las características de la oferta de alguna de ellas implica, necesariamente, que las otras deben responder a la demanda de cuidado existente. Es precisamente, “la interacción e intersección entre estas esferas [lo que] da lugar a [los diferentes] “regímenes” de bienestar” (Torres, 2008). El trabajo doméstico remunerado constituye una estrategia de las familias para la atención a las demandas de cuidado en la que se recurre al “mercado” (servicios privados) como sustituto o complemento del trabajo doméstico no remunerado que realizan sus miembros, fundamentalmente las mujeres. El fenómeno de la migración creciente de mujeres cuya ocupación principal es la de trabajadora doméstica constituye un elemento nuevo, generador de una especie de “globalización” del trabajo del cuidado, que se incorpora a la situación actual. En definitiva, desde esta perspectiva se entiende el trabajo doméstico como el principal proveedor de los servicios de cuidados para las personas y las familias, y su condición, como se afirmaba antes, es interdependiente de las políticas del Estado (servicios públicos) y del mercado (servicios privados), pero sigue constituyendo el pilar de los cuidados en nuestras sociedades. 145 III. Aspectos metodológicos Por razones económicas y de tiempo el estudio realizado es de carácter exploratorio. Se planteó una cobertura nacional a partir de las fuentes estadísticas secundarias que comprendía el período de 2001 a 2007 (dada la disponibilidad de la información estadística), mientras que la investigación de campo o primaria se realizó en los distritos de Panamá y San Miguelito entre los meses de junio a septiembre de 2008. La investigación se efectuó utilizando el paradigma cuantitativo y cualitativo. El análisis cuantitativo contó con el concurso de una profesional de la estadística y otra de economía que examinaron profundamente las fuentes de datos estadísticos sobre trabajo doméstico remunerado. El análisis cualitativo se realizó a través de entrevistas a profundidad (a trabajadoras domésticas remuneradas, a empleadoras, a expertas/ os en políticas públicas y en derecho, a directivos/as de bolsas y agencias empleadoras, y a funcionarias/ os del MITRADEL), historias de vida, un grupo focal y una encuesta a 400 empleadas domésticas que se realizó en la ciudad de Panamá (300 encuestas) y en San Miguelito (100). Se realizaron entrevistas a profundidad a 33 empleadas domésticas, 8 historias de vida y 20 entrevistas a profundidad a empleadoras. Se hizo un grupo focal con 20 empleadas domésticas y otro con 5 expertas sobre políticas públicas. Además se efectuaron diversas entrevistas a funcionarios del MITRADEL, agencias de empleo y a abogadas. Los indicadores en su gran mayoría se obtuvieron de las bases de datos de las Encuestas de Hogares del 2001 y 2007 de la Contraloría General de la República. En virtud de lo anterior se seleccionaron como trabajadores/ as domésticos remunerados aquellos que en la categoría ocupacional corresponde a servicio doméstico y las/os cuenta propia correspondientes a la rama ocupacional hogares privados con servicios domésticos, que brindan servicios domésticos en hogares privados. Para la construcción de los indicadores de las mujeres y hombres trabajadores domésticos remunerados, se consideró la muestra que corresponde a 1022 y 1060, para el 2001 y 2007 respectivamente. En la caracterización de los hogares, esta muestra se reduce dado que en algunos hogares de las trabajadoras domésticas trabajan 2 o más en servicio doméstico quedando 780 y 977 para ambos años. Se excluyeron las que declararon que dormían en el empleo ya que en ese momento la información forma parte del hogar contratante. La encuesta de hogares es una muestra expandible para el empleo, en nuestro estudio utilizamos la caracterización de los hombres y mujeres que se desempeñan en labores de servicio doméstico, los hogares de las domésticas, los hogares contratantes y las trabajadoras del hogar. Como la encuesta no tiene este objetivo, los indicadores se construyeron a partir de la muestra sin expandir en la mayoría de los casos. El reprocesamiento se realizó con los programa Stata 9.0 y SPSS. Delimitación del objeto de estudio: La investigación se propuso el análisis contextualizado del TDR (oferta, demanda y condiciones de trabajo), considerando sus vinculaciones con: • La situación y dinámicas de cambios económicos y sociales de los países (tanto los de origen interno como externo) • El marco legal y las políticas públicas vigentes más relevantes para el objeto de estudio 146 • La creciente participación en actividades económicas de otras mujeres (que hacen o podrían hacer uso de las/os trabajadores domésticos) • El trabajo doméstico no remunerado • Las condiciones de vida personal y familiar de las trabajadoras domésticas y de las mujeres que las contratan. La investigación pretendía desembocar en un conjunto de recomendaciones de política que pudieran ayudar a superar los problemas detectados. También tenía un interés prioritario en el análisis de los procesos y resultados de la producción estadística que aporta datos relevantes para el seguimiento de este tema, con el fin de formular recomendaciones para su mejoramiento y para poder construir un conjunto de indicadores necesarios para el seguimiento adecuado a la situación en el tiempo. En el proceso de diseño de la investigación se identificaron cuatro aspectos generales que se consideró necesario analizar para una valoración adecuada del objeto de estudio. Cada uno de ellos supone la consideración de varios elementos: Aspecto relevado # 1: Oferta del trabajo doméstico remunerado y su dinámica reciente; Aspecto relevado # 2: Demanda del trabajo doméstico remunerado y su dinámica reciente; Aspecto relevado # 3: El tratamiento legal y político del empleo doméstico remunerado; y Aspecto relevado # 4: Otras Políticas públicas, sociales y económicas relacionadas. IV. Resultados del estudio La entrada al siglo XXI representó para Panamá un notable crecimiento económico. En medio de una coyuntura económica internacional de expansión de capital y del comercio, diversos factores han incidido en el desarrollo de la economía panameña de los últimos años, entre los principales está la reversión del Canal de Panamá, que ha generado condiciones propicias para atraer inversiones extranjeras, expandir la producción y el sector de los servicios; el ensanche del Canal; el auge de la industria de la construcción; y el desarrollo de la industria turística, entre otros. Esta expansión económica ha permitido a los gobiernos aumentar los recursos destinados a atender las necesidades sociales, e igualmente a lograr avances significativos en el mercado de trabajo (crecimiento de la oferta de empleo y de la cantidad de personas empleadas). La economía de Panamá en el período 2001-2007 ha mantenido un alto nivel de crecimiento: el Producto Interno Bruto ha pasado de 0,6% en el 2001 a 11.5% en el 2007, cabe indicar que ha sido la de mayor crecimiento entre todos los países de América Latina y el Caribe. Las previsiones siguen siendo optimistas: “Se espera que en el 2008 el incremento de la actividad económica panameña continúe y que la expansión del PIB vuelva a sobrepasar el promedio regional” (CEPAL, 2007). A pesar de la crisis financiera y la recesión internacional, los efectos en Panamá, según el Ministerio de Economía y Finanzas, serán mínimos (se pronosticaba un crecimiento del PIB para el 2008 de un 9%). No obstante, desde otras perspectivas se concluye que la crisis global afectará a algunos sectores fundamentales de la economía, a saber: el Canal de Panamá, la Zona Libre de Colón y el sector de la construcción, las exportaciones y el sector turismo, aunque sus efectos se percibirán para el 2009 (Jované, 2008). La expansión de la actividad económica tiene efectos positivos en el mercado de trabajo, en particular el que se refiere a la tendencia a la baja de la tasa de desempleo, que ha disminuido sostenidamente: por quinto año consecutivo se redujo la tasa de desocupación en 2007 al 6.4% de la población económicamente activa (PEA), esto significó una reducción de más de 147 7 puntos porcentuales en la tasa de desocupación (de 14% a 6.4%), aunque sigue siendo más alto para las mujeres (8.6%) que para los hombres (5.0%). La tasa de desempleo abierto desciende persistentemente (de 11,2% en 2001 a 4,7% en 2007). Para la mujeres disminuye del 14,6% a 6.3%, manteniéndose 2.6% por encima de la tasa de desempleo de los hombres en el mismo periodo (Contraloría General de la República, Encuesta de Hogares, 2001 y 2007). Como se observa, todavía persisten fuertes desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo. En cuanto a los ingresos, los salarios medianos para las mujeres revelan un aumento relativo de 8.28% mensual, superior al incremento en el salario mediano de los hombres que fue de 6.92%, en la población total de 15 años y más del 2007/2001. Pese al crecimiento económico, perduran importantes desafíos estructurales derivados del hecho, por ejemplo, de que el 16,5% de los ocupados se ve afectado por el subempleo por jornada laboral restringida o por ingresos insuficientes, o bien que el 44.1% de los empleos son de carácter informal (lo que afecta más a las mujeres, un 3.1% por encima de los hombres para 2007). La actividad económica que concentra mayoritariamente las ocupaciones de carácter informal es el sector servicios, seguido del comercio y la industria manufacturera. El trabajo doméstico remunerado es considerado una categoría de ocupación en las Encuestas de Hogares realizadas por la Contraloría General de la República de Panamá a partir de 1991. Es definido como empleado de servicio doméstico la persona que trabaja o ha trabajado para un solo hogar diferente al propio, realizando actividades propias del mismo y que recibe por su labor un salario en dinero y/o en especie (Contraloría General del la República, Encuesta de Hogares, 2007, 7). Para el período 2001–2007, la definición se amplió tomando en consideración otros aspectos: • Empleada de servicio doméstico: persona que trabaja en forma fija en varias casas (planchando, limpiando, cocinando etc.) • Por cuenta propia: persona que ofrece sus servicios de casa en casa sin una periodicidad (planchando, limpiando, cocinando, etc.). Sin embargo, y de acuerdo con la perspectiva de la economía tradicional, el trabajo doméstico no remunerado no es considerado objeto de estudio y, en consecuencia, no aparece registrado en las cuentas nacionales, ni es considerado en las políticas públicas. Al dejar por fuera de las estadísticas y de los estudios económicos el trabajo doméstico se pierde la magnitud y la visión real de la economía del país, se deja de considerar esta parte “sumergida” de la realidad económica sin la cual no podría funcionar el país. En las estadísticas nacionales, las amas de casa, que constituyen el grupo más numeroso (56.64%, censo del 2000) entre la población femenina “no económicamente activa”, aparecen como población inactiva, desvirtuando su aporte económico. Por otro lado, el trabajo doméstico remunerado, aunque es reconocido como trabajo, no goza de igual estatus que los otros trabajos, de forma tal que ni en las estadísticas está suficientemente reflejado (lo que hace muy difícil su estudio), ni es considerado adecuadamente en las políticas públicas. (CGR. Volumen II, 324). El trabajo doméstico remunerado involucra a una considerable parte de la población, ya sea como trabajadoras/es, como familia de estas/os trabajadoras/ es, o como familia que se beneficia de este trabajo. Para el año 2007, la Encuesta de Hogares registró 62,747 TDR mujeres y 7,869 hombres, es decir, un total de 70,616. Este número de TDR debe acercarse bastante al número de familias que utilizan el TDR, y, por supuesto, al de familias que tienen algún miembro en este trabajo, y, por lo tanto, algún nivel de dependencia de él. 148 A continuación se reseñan los principales hallazgos de la investigación, agrupados según los principales aspectos relevados: 12.42%. Las trabajadoras domésticas jefas de hogar mayores de 30 años aumentaron en este período del 88.78% al 92.4%. Con relación al trabajo doméstico remunerado y al perfil de las trabajadoras domésticas remuneradas El porcentaje de familias monoparentales de hogares de TDR aumentó en el período del 2001 al 2007 en un 5.44%. Para el 2007, el mayor porcentaje de estos hogares tenían familias extendidas (48.52%), seguidos de familias nucleares (47.84%), y se encuentran con un menor porcentaje las familias compuestas (3.64%). Las familias biparentales, para el mismo año, muestran un descenso y se componen por el 64.31% de familias nucleares, el 33.46% de familias compuestas y el 2.23% de familias extendidas. Los datos presentan una tendencia al crecimiento de las familias monoparentales y de las familias extendidas en los hogares de las y los trabajadores domésticos remunerados. Los hogares jefaturados por la mujer muestra una expansión de 36.39% a 42.78% en el período de referencia. Los datos de la Encuesta de Hogares 2007 indican que el 12.45% de las mujeres ocupadas son TDR, y de los hombres empleados sólo el 0.92% es TDR. Con respecto al 2001, hubo una disminución de 2.97% de mujeres, manteniéndose aproximadamente el mismo porcentaje en los hombres (Tabla 1). Con respecto a la edad, se muestra una tendencia a la reducción de la participación de las mujeres jóvenes en este tipo de trabajo. Se constata que el trabajo doméstico remunerado es efectuado casi en su totalidad por mujeres. En la mayor cantidad de los hogares estudiados de las TDR, el jefe o jefa es la persona que mayor ingreso tiene en el hogar y, en segundo lugar, son los hijos/as, esto se evidencia tanto en los hogares jefaturados por hombres como por mujeres. De las mujeres que se dedican al trabajo doméstico remunerado, el 38% son cónyuges del jefe de hogar, para ambos años analizados (2001 y 2007). El porcentaje de hombres que se dedican al trabajo doméstico remunerado y que son jefes de hogar duplica al porcentaje de mujeres que son jefas de hogar y que también son TDR. El porcentaje de hogares jefaturados por mujeres disminuyó en el período en Los hogares de las TDR con uno y dos miembros con ingresos laborales disminuyeron del 2001 al 2007, y se incrementaron los hogares con 3 miembros con ingresos laborales en un 5%. La distribución de los hogares según el número de miembros menores de edad se ha mantenido en el período analizado. Para el 2007, el 89.26% de los hogares de las TDR tenían miembros en edades de 19 a 44 años, un 60.92% de 0 a 12 años y 46.99% de 13 a 18 años. La transición demográfica que atraviesa el país está influyendo en los datos anteriores. 149 Aunque el Código del Trabajo y la Ley del Seguro Social reconocen el derecho de las TDR a la seguridad social, el porcentaje que tiene seguro social ha disminuído tanto en los hombres como en las mujeres. En las mujeres el porcentaje con seguro social se redujo a la mitad del 2001 al 2007 (de 28.84% a 14.05%), lo que ha influido en el aumento de la brecha entre las mujeres ocupadas que tiene seguro social y las TDR que tienen seguro social. El no tener un seguro social tiene doble efecto negativo: limita el acceso a la atención de servicios de salud para ella y su familia, y la posibilidad de tener una pensión de vejez para gozar de una jubilación. Los porcentajes de TDR que no tienen contrato son superiores al 35.00%, tanto para hombres como para mujeres. Existe un alto porcentaje de TDR sin contrato en el 2007, que asciende a un 75.75%. Las brechas entre el porcentaje de mujeres ocupadas por tipo de contratación se han profundizado en el período, en el caso de los/as que no tienen ningún tipo de contrato las brechas han variado de -39.92% a -58.06%. En la encuesta realizada, el porcentaje mayor (36.5%) laboraba tiempo completo y no dormía en el trabajo, seguido de las que laboraban tiempo completo y dormían en el trabajo (32.25%); y el 31.25% laboraban tiempo parcial para uno o más hogares. En lo que concierne a la edad de las TDR, el 51.75% era menor de 35 años y el 48.25% tenía 35 o más. La menor edad registrada fue de 18 y la mayor de 67. En el grupo focal y en las entrevistas a profundidad participaron jóvenes menores de 18 años, se sabe que en las provincias del interior del país existe mayor porcentaje de trabajo doméstico infantil que en la ciudad. La muestra se dividió en tres estratos atendiendo a la modalidad de la jornada de trabajo: en el estrato de las TDR de tiempo completo con dormida obtuvieron mayor porcentaje (34.30%) las menores de 35 años, en las de tiempo completo sin dormida el porcentaje más alto (39.40) lo alcanzaron las de 35 años y más. El nivel educativo de las TDR para el año 2007 ascendió en promedio a 7.6 años para las mujeres y 6.9 años para los hombres. La relación entre el porcentaje de mujeres con estudios de más que secundaria del año 2007/2001 en el grupo de 15 a 34 años es de 2.48%, y en el grupo de 35 años o más fue de 3.56%, esto indica un mejoramiento en el nivel educativo de la población femenina. El porcentaje de mujeres y hombres que son estudiantes activos para el 2007 asciende a 5.74% y 7.35% respectivamente. Esto refleja la tendencia nacional de aumento del promedio de años aprobados como consecuencia de la ampliación de la cobertura educativa. Las TDR de la muestra superan ligeramente el promedio de años aprobados a nivel nacional que es de 7.5. En este grupo estudiado una gran mayoría ha cursado estudios secundarios (completos o incompletos) con una representación del 81.00%, seguida del 10.00% que realizó solamente estudios primarios. Hay que tener en cuenta que esta muestra corresponde al área urbana metropolitana donde existen mayores ofertas educativas, escuelas especiales nocturnas (estudios por módulos y/o algunos días de la semana), y una escuela para empleadas domésticas (María Auxiliadora). La procedencia de las mujeres que se ocupan del trabajo doméstico remunerado es mayoritariamente el área urbana para el año 2007. Esto se vincula con la participación en la tasa de actividad económica femenina en esta área, que es el 50.40%, mucho mayor que la del área rural que es de 39.10%. La muestra estudiada confirma los datos anteriores, el 67.30% de todas las TDR nacieron en una ciudad, lo cual parece desmitificar la extendida creencia de que 150 las TDR provienen principalmente del área rural. El 8.00% pertenece a una etnia indígena y sólo el 3.00% nació en otro país (Colombia, Perú y Nicaragua). Con relación a las características de los hogares de las TDR En la muestra estudiada la mayoría de las TDR tienen relación de pareja (casadas 26.00% y unidas 25.00%), una quinta parte son separadas, divorciadas y viudas (probablemente con hijos/as), y más de una cuarta parte son solteras (quizá con menos carga de hijos/as y de familia). Pareciera que el estado civil no determina la inserción al TDR, sino que es más determinante la condición mayoritaria de madre de familia (66.50% tiene hijos/as), ser jefa del hogar (30.80%), tener ingresos familiares insuficientes para cubrir las necesidades de la familia o la condición de pobreza. Más de la mitad de las familias de las TDR tienen entre 3 y 4 miembros (63.00%), y un porcentaje similar de familias tienen entre 1 y 2 personas (13.50%) y 5 y más (13.10%). El promedio de miembros de las familias de las TDR es de 3.33 personas. La tercera parte (33.50%) de las estudiadas no tiene hijos/as. Entre las que tienen hijos/as que viven con ella, el 59.60% tiene uno o dos hijos/as, el 9.40% tiene 3 ó 4, y el 0.50% convive con 5 hijos/as. Más de la mitad de los/as hijos/as tienen de 1 a 15 años, lo cual implica que un alto porcentaje de los/as hijos/as dependen económica y emocionalmente de manera casi total de su madre. Casi la mitad (44.70%) de los miembros del hogar de las TDR dependen económicamente de ella, una quinta parte (20.20%) depende parcialmente de ellas y sólo el 34.60% no tiene ningún tipo de dependencia de la TDR. La dependencia total es ligeramente superior en las familias de las TDR que trabajan a tiempo completo con dormida. Estos datos, junto a los salarios, nos llevan a pensar que por lo menos en el 44.70% de los hogares de las TDR existe pobreza extrema. El tiempo mínimo que dedican las TDR que trabajan tiempo completo y no duermen en el trabajo a los quehaceres domésticos de su propio hogar es de 1 hora (4.10%), y el máximo es 6 horas (4.80%) diarias. Casi todas desarrollan una segunda jornada laboral en su hogar atendiendo a los hijos e hijas, al cónyuge, y a los adultos mayores. En los días libres emplean casi todo el tiempo en el trabajo doméstico del hogar (78.50%), al cuidado y atención de sus hijos/as y la pareja. El 3.00% de las TDR de la muestra eran extranjeras, entre éstas la mitad tenía nacionalidad colombiana, otras eran peruanas y nicaragüenses. Existen evidencias de que en los últimos años ha aumentado considerablemente el número de mujeres que ingresan al país como turistas con el objetivo de insertarse en el trabajo doméstico, lo que significa una competencia para la mano de obra de obra nacional. Esta circunstancia ha influido en el hecho de que la recientemente aprobada ley de migración haga más difícil su inserción en el mercado laboral. Con relación a la calidad del trabajo Los salarios devengados para la mayoría de las TDR tiempo completo están entre 101 y 150 dólares mensuales, sólo una pequeña parte (0.8%) recibe más de 200 dólares (Ver Tabla 2). En Panamá la media de ingreso mensual de la población ocupada es de 270.9 dólares y la mediana de ingreso mensual del hogar es de 380.3 dólares mensuales. Es evidente la desventaja de las TDR y la brecha salarial con respecto a la media nacional. Si tenemos en cuenta que el costo de la canasta básica de alimentos es de 266.37 dólares mensuales, casi ninguna TDR podría cubrir con su salario el costo de la misma. Estos datos empeoran 151 si se tiene en cuenta que la inflación del último año se ha calculado en un 11.10% y en un 16.6% para los productos de la canasta básica de alimentos. Este impacto negativo de los precios de la comida es todavía mayor entre los hogares más pobres y con menores ingresos, ya que ellos destinan al menos el 60% de sus ingresos al gasto en comida. El salario medio para el 2007 que perciben los y las TDR por categoría de actividad económica es menor al de todas las otras categorías. Además las mujeres ganan en promedio el 70% del salario que perciben los hombres, lo que refleja la discriminación de género. Se observa también que el salario de los hombres está por encima del salario mínimo, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de las mujeres. Al analizar el promedio de salario por hora de los/ las TDR se contrastó la hipótesis de que el promedio de salario por hora del año 2007 es mayor que el promedio de salario por hora del año 2001 con un nivel de significancia del 5%, y se encontraron evidencias estadísticas que apoyan la hipótesis planteada, tanto para las mujeres como para los hombres. La remuneración promedio por horas para la mayoría de las TDR estudiadas es de un dólar con veintiocho centavos (1.28). Este salario es superior solamente al de los trabajadores y trabajadoras agrícolas, con relación a los cuales, según la Encuesta Continua de Hogares, existía una brecha de 0.32 para las mujeres y de 0.01 para los hombres en el 2001. En el 2007 la relación se modificó: los salarios de las mujeres agricultoras superaron al de las empleadas domésticas que muestran una diferencia negativa de -0.44 y para los hombres de -0.08. Se observa que, incluso entre rubros tan mal remunerados, los hombres superan a las mujeres en los salarios. Comparándolo con todas las demás ocupaciones, el salario del TDR es mucho menor. En la muestra estudiada un alto porcentaje trabaja de 10 a 12 horas diarias. El 51.30% de las TDR tiempo completo con dormida trabajan de 49 a 84 horas semanales seguidas del 31.80% que trabaja de 42 a 48 horas y el 17.10% que trabaja de 36 a 40 horas. Entre las de tiempo completo sin dormida, el porcentaje mayor (41.10%) trabaja de 42 a 48 horas. Las de tiempo parcial en uno o varios hogares por lo general (93.60%) laboran de 36 a 40 horas semanales (Ver Gráfica 1 en la siguiente página). Para el pago de las horas extras no existe una cuantificación que sea similar en los tipos de hogares de la muestra. A la mayoría (69.2%) de las que 152 duermen en los hogares no les pagan las horas extras, a un 33.3% se las pagan dobles y al resto se las pagan sencillas. A las de tiempo completo que no duermen en el trabajo en la mayoría de los casos (53.3%) se las pagan doble, a un 28% se las pagan sencillas y al 30.8% no se las pagan. La razón pudiera estar en que por lo general las mujeres que duermen en los hogares no tienen una hora fija para terminar la jornada, es muy frecuente que se trabaje hasta altas horas de la noche o que la jornada termine después de la cena o cuando se acuesten los niños/as en el caso en que además se cuide niños/as, adultos/as mayores o enfermos/as. La quinta parte de las TDR ha recibido abusos en el trabajo: no le han pagado o dado descansadas las vacaciones; le han pagado un sueldo menor que el acordado; no le han pagado lo que debían en su liquidación; le han retenido el sueldo por haber renunciado; la han despedido sin pagarle su liquidación a tiempo; la han obligado o presionado a tener relaciones sexuales. El 80.00% dice no haber recibido abusos en el trabajo, sin embargo, dado que las entrevistas fueron en el hogar contratante, es posible que existan sesgos en la información. En muy pocos casos se realiza la denuncia de abuso a las autoridades competentes. Evalúan el proceso muy complicado (62.50%), muy difícil por los documentos solicitados (62.50%), muy costoso en dinero (12.50%) y tiempo (25.00%), y desagradable por el trato recibido (12.50%). El 50.00% consideró las respuestas y decisiones de las autoridades frente a las denuncias de injustas. Casi la mitad de las empleadoras entrevistadas tenían un desconocimiento muy profundo sobre los aspectos del Código del Trabajo que regulan el trabajo doméstico remunerado, a excepción de las empleadoras abogadas. Se percibió también intranquilidad frente a la idea de ser llevadas al Ministerio de Trabajo por alguna denuncia en relación con la falta de pago de sus prestaciones laborales. Las TDR tienen un desconocimiento casi total de las leyes que regulan el trabajo doméstico, lo que les impide la comprensión y defensa de sus derechos. Sin embargo, se observa avidez por conocer y estar informadas al respecto, indicativo de ello fueron sus deseos manifiestos de contar con una organización que salvaguarde sus 153 intereses, por ejemplo, dijo una de ellas: “pienso que sería muy bueno si logran hacerla”. No existe en la actualidad ninguna iniciativa para una organización de TDR. Hubo un intento en los años 90 e inicios de 2000, cuando las religiosas de la congregación de María Auxiliadora combinaron la asesoría jurídica con la formación para el empleo de muchachas empleadas en el servicio doméstico (modistería, belleza, cursos de mecanografía y computadora, y otros). Sin embargo, no hubo resonancia suficiente entre las TDR para lograr pensar en serio la posibilidad de crear una asociación. La dificultad de sus horarios y el poco tiempo disponible hicieron languidecer la iniciativa. Casi la mitad de las encuestadas (44.00%) prefirió no hablar sobre problemas en el trabajo, el hecho de haber realizado la encuesta en el hogar donde trabaja pudo haber interferido en la sinceridad de las respuestas. El 19.00% aceptó haber tenido problemas con la patrona, el 14.00% con otros hombres de la familia, el 12.00% con el patrón y el resto con otras mujeres de la familia. La reacción ante los problemas ha sido poner las quejas (30.80%), quedarse callada (19.20%) o reclamarle a la misma persona (5.80%). El 44.20% no respondió. Los problemas pueden ser desde gritos u ofensas (13.80%), golpes (12.30%), amenazas (11.80%), presiones para forzarlas a tener sexo (1.00%), comer cosas diferentes (0.30%), no tener habitaciones propias adecuadas (dormir en el suelo), no recibir ni hacer llamadas telefónicas (0.30%); hasta no recibir visitas (0.30%). No obstante la gran mayoría (88.80%) siente que la tratan bien. En las entrevistas a profundidad, en las historias de vida y en el grupo focal se evidenciaron casos de maltrato y discriminación por etnia y procedencia rural (“por ser morena”, “por ser india” o “chola”). Se habló de situaciones como: dormir en lugares inadecuados (en el piso o con otras personas); comer parada en la cocina y comer diferente al resto de la familia; referirse a ellas como “la chola esa”, “la bruta esa”, “tiene los palos encima”, “tiene la cabeza para sombrero”. Con relación a las características de los hogares contratantes Los factores que más inciden para que una familia contrate trabajadoras domésticas son: que la mujer jefa de familia o cónyuge del jefe de familia trabaje fuera del hogar, tener un salario familiar medio o alto, y / o tener hijo/as pequeño/as o adultos/as dependientes. En estos hogares, la jornada laboral de la TDR está entre 8 y 12 horas (75%) y entre 13 y 16 hors (25%). El salario que se le paga a la empleada está entre 100 y 200 dólares (65%). El 60% no le da permiso para estudiar aunque se reconoce la importancia de los estudios, pero prefieren tomar a sus servicio personas que no tengan estas obligaciones. Para muchas empleadoras el pago del seguro les resulta engorroso por los trámites iniciales, por el pago de las cuotas mensuales y porque cuando se retiran deben hacer gestiones para darles de baja. En este aspecto se notó poca sensibilidad de las empleadoras. Valoración social del TDR Existe ambivalencia en la valoración social de la TDR. La mayoría de las mujeres contratantes considera que el servicio doméstico es necesario porque le permite trabajar fuera de la casa y atender el hogar y la familia (75.00%), aunque algunas lo consideran un “mal necesario”. Las cualidades que buscan las empleadoras en la TDR son: responsabilidad, puntualidad, obediencia, discreción, fidelidad, actitud de servicio, honradez, que sea limpia, que sea joven, que sea del interior, y, en algunos casos, se aprecia el racismo que subyace en la preferencia porque sea “blanca”. 154 Las ventajas de tener TDR son: tranquilidad para trabajar fuera de la casa, hacer menos quehaceres domésticos y atender a la familia. Entre las desventajas está la falta de privacidad, el aumento de los gastos de la casa, el entrenamiento que hay que darle y la falta de honradez. El marco legal vigente y el acceso de las/os trabajadores domésticos remunerados a la justicia El actual Código del Trabajo (1972) reformó las disposiciones existentes desde 1948 sobre el trabajo doméstico remunerado. El reconocimiento del TDR como trabajo existe desde la década de los años 40, pero ya desde entonces prevalecía la idea de que era un trabajo poco importante, que cualquier persona sin educación ni conocimientos podía realizar, y que, en definitiva, era menos importante que los otros trabajos cualificados, además de que era un trabajo “de mujeres”. Las reformas del 72 básicamente añadieron a lo existente una Tabla que especificaba las indemnizaciones que les corresponderían a las/los TDR en caso de ruptura de la relación laboral. Las principales discriminaciones existentes para el TDR se refieren al contrato (que puede ser escrito u oral), a la jornada de trabajo (que no se limita a las 8 horas sino que hace posible que pueda ser de hasta 15 horas), la discrecionalidad para despedir a la TDR por parte del/ la patrono/a, y al salario mínimo, que es inferior a los demás (Ver Tabla 3); y la no obligatoriedad de registrar el contrato de trabajo en el MITRADEL. Por lo demás, las TDR gozan de todos los derechos conferidos por la ley a los otros trabajadores y trabajadoras: fuero de maternidad, derecho a la seguridad social, vacaciones, días de descanso, etc. Sin embargo, según expertas en el tema, en Panamá, al igual que en muchos países de la región, el contrato de servicio doméstico presenta lagunas legales; las normativas existentes presentan deficiencias que muchas veces deben ser resueltas a través de la interpretación judicial en instancias judiciales o ante la junta de conciliación. Entre estas lagunas se encuentran: si se aplica a los/las trabajadores domésticos las disposiciones legales de carácter general que regulan las relaciones laborales, que cuestiona en ocasiones los derechos reconocidos, como por ejemplo, si existe fuero maternal en el trabajo doméstico, cuáles son los límites de la jornada laboral, límites de la subordinación jurídica hacia el empleador, el pago de las horas extras en el servicio doméstico, etc. Por otra parte, hay que considerar que el marco legal vigente no ha supuesto grandes cambios porque el avance y tutela de los derechos está mediado por las prácticas culturales arraigadas en las que se asocian las labores domésticas a tareas rutinarias, de poca especialización, supeditadas a órdenes expresas. De igual forma, el desconocimiento de los derechos que tienen las trabajadoras/es, y de los deberes que tienen los empleadores/as y las características del contrato de trabajo (jornada de trabajo, discrecionalidad) son factores poco alentadores para el avance de la normativa. 155 Algunas medidas recientes inciden en la situación legal del trabajo doméstico: la prohibición total del trabajo doméstico infantil bajo la consideración de que se trata de un trabajo peligroso (Decreto 19 de 12 de junio de 2006), en concordancia con el Convenio Nº 182 de la OIT del que Panamá es signataria. Incide sobre esta visión del trabajo infantil el hecho de que Panamá también es signataria del Convenio 138 de la OIT (sobre edad mínima de admisión al trabajo) y el Código de la Niñez y Adolescencia (que también prohíbe el trabajo a menores de 14 años). El acceso de las TDR a la justicia se ve obstaculizado por varios factores, aunque el punto crítico se encuentra en el primer paso, la denuncia: el hecho de vivir en el lugar de trabajo es una gran limitante y aumenta el temor y las dificultades que tienen para denunciar; la denuncia no puede ser anónima, y muchas TDR tienen miedo de hacerla; y, por otro lado, el MITRADEL no puede actuar de oficio y necesita el permiso de la familia contratante o de la corregiduría para entrar al domicilio. Las reclamaciones se refieren al irrespeto de derechos salariales, no pago de vacaciones, sobreexplotación y maltrato. Las políticas públicas sobre trabajo doméstico remunerado El análisis de las políticas públicas sobre el trabajo doméstico remunerado permite entender mejor las dificultades que existen para la superación de los problemas que se dan en la aplicación de la ley y también en la transformación de las leyes. Concuerdan las expertas consultadas en que en la sociedad panameña falta conciencia sobre los derechos de las trabajadoras domésticas, debido a que al trabajo doméstico no se le considera trabajo (“Todavía no hemos cruzado esa frontera de considerarla una trabajadora”). Por eso se produce maltrato y discriminación contra quienes lo realizan. La discriminación es peor si se trata de mujeres indígenas, las relaciones de trabajo son entonces de sobreexplotación porque se suman la discriminación de género, de etnia y de raza. En opinión de las expertas consultadas, las políticas públicas en los años 70 fueron las que por primera vez consideraron el TDR y lo reglamentaron, aunque de forma discriminatoria en relación con otros trabajos. Para el Estado no existe el Trabajo Doméstico como una actividad digna de ser considerado en las políticas públicas. Cuando en los años 70 se promovieron acciones de política que beneficiaban a las mujeres, responsables únicas hasta entonces del trabajo reproductivo, tales como la obligatoriedad de que las instituciones y organismos gubernamentales tuvieran Centros de Orientación Infantil (COIFs) para atender a los hijos/as de sus empleados/as y las escuelas nocturnas para amas de casa y adultos/as, el impulso de estas acciones era la lucha contra la pobreza y el intento de incorporar a las mujeres al desarrollo (entendido como acceso de las mujeres al trabajo remunerado). Sin embargo, no se puede considerar que esto implicase la existencia de una política pública que tuviera como objetivo el reconocimiento del trabajo doméstico, del trabajo reproductivo, como una actividad fundamental para la sociedad. Estas acciones se detuvieron después, de modo que hoy apenas subsisten los COIFs en algunos lugares o instituciones aislados. Ha habido algunos cambios, sin embargo, a lo largo de los últimos años con relación al TDR, como prueba por ejemplo la existencia, aunque mínima, de estadísticas sobre TDR, que en los años 80 no existían. Pero las anacrónicas leyes sobre TDR no se han modificado. Las políticas neoliberales, que redujeron el Estado, en Panamá han influenciado el nivel y condiciones de la oferta y la demanda de trabajo doméstico remunerado. 156 Una de las razones es porque las mujeres que quedaron sin empleo al ser expulsadas del trabajo en instituciones estatales pasaron a engrosar el trabajo doméstico remunerado y el trabajo informal. La apertura comercial que ha acompañado a estas políticas ha promovido movimientos migratorios en los que las mujeres tienen un importante protagonismo: mujeres que emigran por falta de trabajo o por los bajos salarios en los países de origen que quedan finalmente incluidas en el mismo trabajo doméstico remunerado en los países receptores. También ha incentivado la aparición de nuevas fuentes de trabajo en sectores no tradicionales como por ejemplo el turismo y la agricultura de exportación, pero estos trabajos generalmente siguen siendo prolongaciones de su trabajo doméstico, y se mantiene en ellos la sobreexplotación y la discriminación, sigue la desvalorización de este trabajo en el mercado, que acompaña a las mujeres. Una consecuencia indeseada del crecimiento económico producto de estas políticas es la inflación, que reduce, de hecho, los salarios de estas mujeres, ya de por sí bajos. Para el diseño de políticas públicas habrá que tener en cuenta que se han producido transformaciones importantes en el perfil de las mujeres que trabajan en el servicio doméstico: las indígenas que mantienen su identidad (mantienen sus vestimentas en la ciudad, recrean sus comunidades en las ciudades), en cambio las campesinas se desarraigan, o el hecho de que muchas de las muchachas que trabajan tienen una mejor educación que en décadas anteriores. Por otro lado también hay que considerar que el mismo trabajo se ha modificado, en las ciudades sobre todo, con la generalización del uso de servicios comerciales que antes no existían (restaurantes, lavamáticos, etc.) o de trabajos efectuados por hombres (como el cuidado de enfermos/as, jardinería, lavado de ventanas, etc.), de tal forma que la empleada doméstica se ha convertido en muchos casos en una especie de intermediaria entre el TD y comercio. Otra dimensión a considerar es el cambio o permanencia de patrones culturales y de género, por ejemplo, parece que las mujeres han cambiado a un ritmo más acelerado que los varones, o las relaciones entre patronos/as y empleados/as. V. Recomendaciones de políticas públicas El trabajo doméstico remunerado debería ser considerado en las políticas públicas desde varias perspectivas. Una de ellas es la del mismo trabajo doméstico, remunerado y no remunerado, que es un trabajo sobre el que se fundamenta y se construye el crecimiento económico, y que, sin embargo, no es reconocido, ni valorado y permanece invisibilizado en las cuentas y en las estadísticas nacionales. La otra perspectiva es que se trata de un elemento esencial en la construcción, mantenimiento y reproducción de las familias y de la sociedad, lo que hace más necesario su reconocimiento, su revalorización, el cambio del imaginario social sobre él. Por todo ello, debe ser considerado en las políticas estatales. Es fundamental que el trabajo doméstico remunerado se iguale en derechos a los otros trabajos, y para equiparar las condiciones de las/os TDR a las del resto de trabajadores/as. Por otra parte, el reconocimiento del valor social del TDR implica que el Estado implemente políticas que atiendan las necesidades de las personas y de las familias, tanto de las de los TDR como de las familias que contratan este trabajo. Esto significa, en síntesis, políticas para: visibilizar el TD y el TDR, modificar la concepción que se tiene sobre él y valorizarlo, eliminar las discriminaciones que existen para el TDR, crear políticas sociales para ofrecer los servicios necesarios a las familias que beneficien a la 157 población en general, y, de manera particular, a las familias más necesitadas de estos servicios. • Invisibilidad del aporte económico del TDR y del TDNR a las cuentas nacionales. Pero no se pueden olvidar las políticas públicas de la necesidad de eliminar las inequidades de género, y para ello es necesario que incidan sobre la actual situación del trabajo doméstico. La división sexual del trabajo hace recaer sobre las mujeres casi de manera exclusiva el trabajo doméstico, ya sea el remunerado (en condiciones de discriminación, como se evidencia en esta investigación), o el no remunerado, y condiciona en gran medida la desigualdad entre los géneros en nuestra sociedad. Por ello son necesarias políticas públicas que lo valoricen y que ofrezcan la posibilidad de los servicios que la población requiere. • Desvalorización social del trabajo doméstico no remunerado y del trabajo doméstico remunerado. A continuación se enuncian los principales problemas relacionados con el trabajo doméstico remunerado, los recursos de que dispone el Estado y la sociedad panameña en la actualidad para enfrentarlos (leyes y políticas existentes), o aquellas que se podrían desarrollar, y las acciones de políticas públicas que se podrían ejecutar y que constituyen los principales desafíos a superar. • Discriminación laboral del trabajo doméstico remunerado con respecto al resto de los trabajos: largas jornadas, salarios inferiores al resto de los y las trabajadoras, etc. • Imposibilidad para efectuar inspecciones de trabajo en el caso del TDR. • Dificultad para el respeto de los derechos humanos de las/os inmigrantes, muchas de las cuales se dedican al TDR. • Necesidades de las familias de las trabajo doméstico no remunerado y de las Trabajadoras Domésticas Remuneradas. V.2 Recursos: leyes/políticas existentes o que se deberían implementar mediante acciones y políticas adecuadas V. 1 Problemas que enfrenta el trabajo doméstico remunerado Apoyar los recursos existentes: • Debilidad o inexistencia de políticas públicas que revaloricen el trabajo doméstico no remunerado y el trabajo doméstico remunerado. • • • • • Invisibilidad entre las organizaciones sindicales y de mujeres frente a la problemática del TDR. • Invisibilidad/Debilidad en las estadísticas del TDR. • Desconocimiento del aporte económico del trabajo doméstico no remunerado a las cuentas nacionales. Mecanismo de la Mujer del MITRADEL. Instituto de la Mujer. Consejo Nacional de la Mujer. Comisión de Asuntos de la Mujer de la Asamblea Legislativa. • Centro de Capacitación María Auxiliadora. Sensibilizar y promover, a través de MITRADEL y del Instituto de la Mujer, la asociación, motivando a: • Sindicatos. • Organizaciones de mujeres. 158 Fortalecer las estadísticas nacionales: • El Sistema de Información de Estadística con Enfoque de Género de la Contraloría General de la República (SIEGPA). Tal como prevé el Artículo 12, Numeral 4, del Decreto Nº 53 de 25 de junio de 2002, por el cual se reglamenta la Ley 4, de 29 de enero de 1999. Por la cual se instituye la Igualdad de Oportunidades para las Mujeres. • La Red de Entidades Públicas y Civiles Productoras y Usuarias de Información Estadística para la Incorporación del Enfoque de Género en la Estadística Nacional, que existe en la Dirección Nacional de la Mujer del Ministerio de Desarrollo Social. • Aplicar lo dispuesto en el Artículo 56 del Decreto Nº 53 de 25 de junio de 2002, por el cual se reglamenta la Ley 4. • Establecer un sistema de recogida de información de las TDR más eficiente en el Ministerio del Trabajo, con el objetivo de contar con datos que permitan el fortalecimiento de la formulación de políticas públicas. • Con la finalidad de obtener mayor precisión en la información concerniente al trabajo doméstico remunerado, se debería introducir cambios en la Encuesta de Hogares. • Mejorar los sistemas de estadísticas para obtener los datos de las TDR afiliadas a la Caja de Seguro Social. Aporte económico del TDNR a las cuentas nacionales. • Cumplir el compromiso adquirido por el Estado panameño en la X Conferencia sobre la Mujer de América Latina y el Caribe de la CEPAL (agosto de 2007) de efectuar una encuesta de uso del tiempo para relevar la realidad del trabajo doméstico. • Realizar lo dispuesto en el Capítulo V, sobre Trabajo, Artículo 40 del Decreto Nº 53, de 25 de junio de 2002, por el cual se reglamenta la Ley 4, y que trata sobre la medición del TDNR. Visibilizar el aporte económico del TD a las cuentas nacionales: • Medición del aporte del TDNR y del TDR a las cuentas nacionales. Para lo cual deberían interrelacionarse las estadísticas de las diferentes entidades públicas involucradas con el TD (Contraloría General de la República, Ministerio de Economía y Finanzas, Ministerio de Salud, Ministerio de Educación, etc.). Promover el cambio cultural y la igualdad entre los géneros: • Aplicar lo dispuesto por el Artículo 5 del Decreto Nº 53 que reglamenta la Ley 4, que dispone “la realización de acciones de capacitación y sensibilización de los organismos gubernamentales en materia de género”, a través del Sistema Nacional de Capacitación en Género (SNCG), adscrito al MIDES. • Impulsar el cumplimiento del Objetivo 3 de los Objetivos del Milenio, que se propone “Promover la igualdad entre los géneros y lograr la autonomía de la mujer”. 159 Realizar las modificaciones de los Artículos 230 y 231 del Código del Trabajo, relacionados con el TDR, para que se adecúen al: • Capítulo V, Artículo 11, Numeral 17, del Decreto 53 que reglamenta la Ley 4, que plantea “promover acciones para que a las trabajadoras domésticas les sean reconocidos sus derechos, deberes y responsabilidades dentro del marco de la justicia social”. Aplicación del Código del Trabajo a las condiciones laborales del TDR • Equiparar las medidas de inspección de las condiciones laborales del TDR a las de los otros trabajos. • Revisar la Ley de Migración para adecuar las disposiciones para las TDR inmigrantes con el estatus socioeconómico de estas personas. Desarrollar políticas públicas para desarrollo humano y económico: el • Tal como se establece en el Título II, “De los derechos que contiene la Igualdad de Oportunidades”, Capítulo I, Desarrollo Humano y Económico, de la Ley 4. • El Objetivo 1 de los Objetivos del Milenio pretende erradicar la pobreza extrema y el hambre, uno de los grupos vulnerables es el de trabajadores/as domésticos/as. Algunas recomendaciones para el cabildeo de las políticas pública Para conseguir las transformaciones propuestas es esencial modificar el concepto que se tiene sobre el trabajo doméstico remunerado, y también sobre el trabajo doméstico no remunerado. Por lo tanto, la primera acción que se sugiere es la sensibilización y la formación. Esto puede iniciarse utilizando este estudio, difundiéndolo en forma de publicación, foros, debates, etc., para presentarlo a la sociedad en su conjunto. Se sugiere como primera acción la realización de un foro al que se invitaría a expertas/os en el tema y se daría también a conocer el estudio regional. El debate de las propuestas con actores sociales clave: el movimiento de mujeres, los sindicatos (especialmente las mujeres sindicalistas) y el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral sería la acción inmediata. Estas actividades podría coordinarlas el Instituto Nacional de la Mujer (INAMU). En segunda instancia, es muy importante conseguir el apoyo a las propuestas de parte del movimiento de mujeres organizadas y de los sindicatos. En especial, la Alianza de Mujeres de Panamá debería ser el apoyo fundamental en este proceso. Para conseguir el consenso de los principales agentes sociales implicados en el tema (organizaciones de mujeres y sindicatos) es necesario llevar a cabo una discusión profunda sobre el significado e importancia social del trabajo doméstico remunerado y No Remunerado, acerca de la relación que guarda con la inequidad entre los géneros y la necesidad de elaborar políticas orientadas a valorizarlo y a que las instituciones de gobierno lo asuman como una cuestión de Estado. El trabajo doméstico remunerado debe verse como un tema de interés social para que se tomen medidas orientadas no sólo a mejorar la calidad del TDR sino la calidad de vida de las familias y de todas las mujeres, especialmente de las de clases populares y medias. Para ello hay que enfatizar también las medidas que se proponen para el fomento de los servicios de cuidado de parte del Estado. 160 La tercera acción sería la labor de sensibilización y cabildeo en la Asamblea Nacional, para lo que habría que dirigirse a las diputadas de forma especial y a la Comisión de la Familia de la Asamblea. En esta etapa habría que emprender una campaña de sensibilización y cabildeo hacia el ejecutivo con el apoyo del INAMU. 161 bibliografía Abramo, Laís. Trabajo decente y equidad de género en América Latina. OIT, 2006. Arriaga, Irma. “Cambios y desigualdades en las familias latinoamericanas”. Revista de la CEPAL 77. INSTRAW. Agosto, 2002. Arrocha, Rosa. “La segregación sectorial y ocupación por razón de género en la economía panameña, 19912004”, en Empleo femenino y transformación económica. Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Ministerio de Desarrollo Social. Panamá, 2006. 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Resumen Ejecutivo el Trabajo Doméstico Remunerado en REPÚBLICA DOMINICANA ENTRE SU CASA Y LA MíA 167 resumen ejecutivo I. Antecedentes En la República Dominicana las dos principales fuentes secundarias de datos estadísticos acerca del trabajo doméstico remunerado son los censos de población y vivienda y la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT) levantada por el Banco Central, que se viene realizando en el país desde 1991. El último Censo Nacional de Población y Vivienda (2002) revela que, para el total país, 120,146 personas estaban ocupadas en “Hogares privados con servicio doméstico”, de las cuales 105,542 (87.8%) eran mujeres y sólo 14,604 hombres (12.2%). Según esta fuente, el trabajo doméstico remunerado sólo representa un 3.8% del total de la población ocupada del país, pero en el caso de las mujeres ocupadas esta proporción se eleva a 8.1% del total. La Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT), que a partir del año 2000 realiza el Banco Central semestralmente, contiene en su cuestionario variables sociodemográficas y del mercado de trabajo que podrían ser analizadas por categorías ocupacionales, una de las cuales se refiere exclusivamente a los servicios domésticos remunerados. A partir de esta categoría ocupacional, desagregada por sexo, se pueden obtener las informaciones relativas a las trabajadoras domésticas en casas de familias. En efecto, los datos expandidos suministrados por la ENFT indican que, en octubre del año 2007, se estimaron 230,667 (90.15%) mujeres laborando en el servicio doméstico remunerado. II. Objetivos del Estudio II.1 Objetivo general: Generar información sobre el trabajo doméstico remunerado, su relación con el trabajo doméstico no remunerado y las condiciones de vida de las mujeres en la República Dominicana para identificar cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios frente a este tema. II. 2 Objetivos específicos: 1. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico remunerado y sus implicancias en la vida y autonomía de las mujeres en general, y sobre las mujeres ocupadas en esta actividad, en particular. 2. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico no remunerado y la relación entre ambos (trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en cuanto a categorías como autonomía, relaciones de poder, etc. 168 3. Determinar la relevancia del trabajo doméstico remunerado no sólo como alternativa de empleo para mujeres sino en el marco más amplio de contextos nacionales caracterizados por una creciente participación femenina en el mercado de trabajo; una creciente feminización de los flujos migratorios; y la prevalencia marcada de la sub-valoración social del trabajo doméstico. 4. Identificar las relaciones entre trabajo, Estado y familia mediante el análisis de las principales políticas vigentes, tanto en materia económica como social. 5. Identificar y priorizar recomendaciones en la normativa y en la política pública tendientes a la superación de los problemas detectados. En particular, las políticas relacionadas con los ámbitos priorizados por el COMMCA: jornada laboral, ingresos, seguridad social y organización. 6. Diseñar estrategias que viabilicen las recomendaciones del estudio tanto en el ámbito centroamericano como nacional. de la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT) correspondiente al mes de octubre de los años 2003, 2005 y 2007. Luego de obtener la base de datos original, gracias a la colaboración del Banco Central y la gestión de la Secretaria de Estado de la Mujer (SEM), para cada año se elaboraron dos nuevas bases de datos: una de personas, donde se registra la información correspondiente a los y las trabajadoras domésticas remuneradas y la otra de los hogares donde residen los y las trabajadoras domésticas remuneradas, que permite identificar las características de cada uno de sus integrantes. Los análisis pertinentes a estas fuentes se ubican al final del resumen. III. 2 La Encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas. El propósito de la Encuesta a Trabajadoras Domésticas Remuneradas fue generar información actualizada y/o diferente a las obtenidas mediante fuentes secundarias sobre las condiciones de vida de estas trabajadoras dominicanas, así como examinar la relación entre trabajo doméstico remunerado y no remunerado. También, los datos aportados permiten identificar las características, experiencias, percepciones y valoraciones de este importante sector de la fuerza laboral femenina. III. Principales aspectos metodológicos La estrategia metodológica de esta investigación se apoya en el uso y análisis de información cuantitativa y cualitativa, recopiladas a través de las siguientes fuentes: III. 1 El uso de fuentes secundarias: la retabulación de la base de datos de la ENFT. Con la finalidad de obtener información de fuentes secundarias que permitiera examinar las características y la evolución de las personas que se dedican al trabajo doméstico remunerado (TDR), así como de los hogares donde viven, se decidió procesar los datos muestrales La encuesta se realizó en las dos ciudades más grandes de la República Dominicana y con mayor concentración de trabajadoras domésticas remuneradas: Santo Domingo de Guzmán, capital del país, y Santiago de los Caballeros, segunda ciudad en importancia. El tamaño de la muestra diseñada abarca un total de 352 casos, seleccionados mediante muestreo racional por cuotas, de los cuales 202 se realizaron en Santo Domingo y 150 en Santiago. El contenido del cuestionario fue el resultado de un esfuerzo colectivo de todos y todas las integrantes del equipo de investigación regional del proyecto que 169 abarca 7 países de Centro América y El Caribe (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana). Las principales dimensiones incluidas en este instrumento son: perfil socio-demográfico de las trabajadoras domésticas remuneradas, condiciones laborales, impacto sobre las condiciones/nivel de vida de sus hogares y de ellas mismas, y las demandas de trabajo de cuidado de la descendencia. La encuesta se aplicó a 4 categorías de mujeres que laboraban en esta actividad, diferenciadas según el tiempo dedicado al trabajo, las condiciones en que trabajan y la situación etno-cultural. El levantamiento de la información se hizo de modo simultáneo en las dos ciudades durante el mes de agosto del 2008. Todas las encuestadoras fueron previamente entrenadas para la aplicación del cuestionario y en el caso de las trabajadoras haitianas y dominico-haitianas, la entrevista se hizo con personal bilingüe que hablaba español y creole para mayor comprensión por parte de las entrevistadas. La mayoría de las encuestas se realizaron en los hogares en que laboraban las trabajadoras domésticas sin la presencia de las patronas o algún miembro de la familia. Todas las encuestas fueron anónimas y se les hacía hincapié en este aspecto a todas las encuestadas. Con las trabajadoras domésticas remuneradas de nacionalidad haitiana, las entrevistas se hicieron en sus hogares en los fines de semana. III. 3 La dimensión cualitativa del estudio. Para aquellos indicadores del estudio que precisaban de técnicas cualitativas que facilitaran descripciones de procesos y que profundizaran en percepciones y sentimientos, se crearon guías específicas para las diferentes poblaciones y técnicas a aplicar. De esta forma se creó una guía para informantes claves en los temas de normas y legislación que fue utilizada en entrevistas semi-estructuradas con autoridades pertinentes. Otra de las guías que fue utilizada en entrevistas en profundidad estaba dirigida a las trabajadoras domésticas remuneradas para profundizar en descripciones de las labores realizadas en sus trabajos, percepciones, valores y expectativas y sus conocimientos de defensoría de sus derechos laborales. Otra guía se destinó para las sesiones focales grupales que se realizaron con las patronas de las trabajadoras domésticas remuneradas. En esta guía se distinguió entre aquellas que trabajaban fuera y en su hogar y las que tenían algunas trabajadoras domésticas remuneradas de nacionalidad haitiana. Por último, también se creó una guía para entrevistas semi-estructuradas con personal doméstico masculino que laboraba en condominios. Se realizaron cuatro sesiones focales grupales y 19 entrevistas individuales con trabajadoras domésticas remuneradas y con sus patronas en las dos ciudades en que se aplicó el estudio cuantitativo. Las técnicas cualitativas fueron grabadas en su mayoría en casetes, previa autorización de la persona entrevistada. En tres de las entrevistas no se grabó para garantizar mayor seguridad a las TDR entrevistadas, las cuales estaban nerviosas ante la posibilidad de que sus patronas se enteraran del contenido de las entrevistas. Aunque se les dieron todas las garantías, se decidió no grabar en determinados casos para mayor comodidad de las entrevistadas. En la mayoría de los casos se les comunicó a las patronas que sus TDR iban a ser entrevistadas, aunque no se les explicó el contenido de la entrevista. Se procedió de esta forma para lograr el permiso de que sus trabajadoras pudieran salir de las casas para ser entrevistadas o para poder acceder a la casa. Las entrevistas se hicieron mayormente fuera de los hogares de trabajo, y en aquellos casos en que las 170 patronas no se encontraban en su casa, se consiguió el permiso para entrar en los hogares y hacer la entrevista sin mayores problemas. Para las sesiones focales se contrató personal en las dos ciudades del estudio que convocara a patronas de TDR. De esta forma se entrevistaron personas desconocidas para las investigadoras y viceversa, procedimiento que evita cualquier criterio de selección acomodaticio para las investigadoras. iv. El marco legal vigente Durante los 31 años de la dictadura de Rafael L. Trujillo Molina, la denominada Era de Trujillo, se dictaron leyes aisladas, enmarcadas en la Constitución de la República, intencionadas a la protección de los trabajadores dominicanos. Inclusive en 1942 se dictó la Ley 68 que concedió el derecho al descanso y las vacaciones a los servidores domésticos. Sin embargo, no es sino hasta el año 1951 que se dicta el Código Trujillo del Trabajo que fue el marco legal que unificó y modernizó todas las leyes decretadas con anterioridad, cuyo contenido estaba relacionado con el escenario laboral vigente en la República Dominicana. En los artículos 279 al 288 de dicho Código se estipulaba que las trabajadoras domésticas tenían una jornada de trabajo indeterminada, sin goce de salario mínimo ni de la mayoría de las prestaciones sociales a que sí tenía derecho el resto de los(as) trabajadores(as). En el año 1992 se conoce oficialmente el Nuevo Código de Trabajo a través de la Ley No.16-92 en donde se refuerzan los derechos laborales en general. En el artículo 258 de este código se definía como trabajadores domésticos a aquellas personas “que se dedican de modo exclusivo y en forma habitual y continua a labores de cocina, aseo, asistencia y demás, propias de un hogar o de otro sitio de residencia o habitación particular, que no importen lucro o negocio para el empleador o sus parientes”. Dicho artículo añadía “que no son empleados domésticos los trabajadores al servicio del consorcio de propietarios de un condominio”. El artículo 260 estipula la modalidad de retribución de los y las trabajadoras domésticas mediante pagos en dinero, alojamiento y comida, estableciendo que los alimentos y el alojamiento son equivalentes al 50% del salario del o la trabajadora. En lo que respecta a los períodos de descanso, la jornada de trabajo siguió siendo indeterminada pero agregaba que las personas ocupadas en TDR debían gozar entre dos jornadas de trabajo de un reposo mínimo de 9 horas (artículo 261). El descanso semanal se igualó al de los demás trabajadores contemplados en el artículo 163 del Código. Es en el año 1999 cuando se realiza una modificación al código laboral que incluyó elementos más favorables a los y las trabajadoras del servicio doméstico. En el artículo 263 se estipuló que tenían derecho a dos semanas de vacaciones remuneradas cada vez que cumplieran un año de servicios. En este sentido, se diferencian del resto de los y las trabajadoras quienes tienen derecho a vacaciones por períodos de servicios menores de 12 meses y quienes también disfrutan por ley de un incremento de hasta 18 días de vacaciones cuando llevan laborando 5 años o más. Al igual que a los demás trabajadores, el mismo artículo 263 protege al TDR indicando que antes de sus vacaciones les deben ser pagados sus salarios correspondientes. Y por último, en el artículo 264 se consigna el derecho del trabajador doméstico a obtener permisos de su empleador para asistir a una escuela, al médico o centro de salud “siempre y cuando sea compatible con 171 su jornada de trabajo o en los días acordados con el empleador”. Anteriormente, este artículo sólo concedía el derecho a permisos para asistir a la escuela. Según el Código de Trabajo de la República Dominicana vigente, los y las trabajadoras domésticas no sólo tienen una “jornada de trabajo indefinida” sino que las mujeres que ejercen esta labor no están incluidas en la Protección a la Maternidad, que sí disfrutan las demás trabajadoras. Efectivamente, el Código Laboral en sus artículos 232 y 233 excluye al servicio doméstico de la declaración de nulidad de todo desahucio ejercido por los empleadores durante el período de gestación de la trabajadora y hasta 3 meses después de la fecha del parto, e impide el despido de la trabajadora por el simple hecho de estar embarazada. Por último, el código laboral excluye también a las trabajadoras domésticas remuneradas del derecho a licencia o descanso pre y postnatal que rige para todas las otras trabajadoras dominicanas, y que les permite disfrutar de descanso de doce semanas que podrán ser repartidas entre el antes y después al parto. de vida debidamente registrado, a los(as) hijos(as) e hijastros(as) menores de 18 años o menores de 21 años en caso de que estudien y sin límite de edad para los y las hijas con alguna discapacidad; también los padres de la persona asegurada son incluidos si son dependientes y no están afiliados al sistema por sí mismos. En conclusión, el marco legal laboral de la República Dominicana en lo que atañe al TDR muestra una marcada apatía en lo concerniente al reconocimiento de los derechos de las personas ocupadas en el TDR. No sólo ignora el principio de igualdad de las personas ante la ley sino que amplía las desigualdades. El hecho de que el TDR sea parte de un sistema privado individual en uno o varios hogares ha complejizado su situación. Mientras que la normativa legal avanza a medida que lo hace la industrialización y la inserción laboral femenina en este proceso, las categorías de trabajadores(as) que no están incluidos(as) directamente en la industrialización o en el sector formal de la economía, quedan a expensas de marcos legales rezagados y discriminantes como sucede con el TDR. Fuera del Código Laboral se cuenta también con la legislación e instituciones de Seguridad Social que se rige mediante la Ley 87-01 y cuyo objetivo es “regular y desarrollar los derechos y deberes recíprocos del Estado y de los ciudadanos en lo concerniente al financiamiento para la protección de la población contra los riesgos de vejez, discapacidad, cesantía por edad avanzada (mayor a 57 años), sobrevivencia, enfermedad, maternidad, infancia y riesgos laborales”. En la Encuesta a Trabajadoras Domésticas Remuneradas aplicada en dos ciudades del país se incluyeron un conjunto de indicadores dirigidos a medir la calidad del trabajo que realizan estas mujeres y las condiciones en que laboran. A continuación presentamos los principales hallazgos sobre esta temática. En su artículo 5 dicha Ley establece que todos los ciudadanos dominicanos y los residentes legales en el territorio nacional tienen derechos a ser afiliados. Esta Ley, por lo tanto, no excluye a los y las trabajadoras domésticas de sus beneficios y protecciones. En tal sentido, por definición, incluye al cónyuge o compañero La encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas registró datos de interés según condición etno-cultural: en promedio, las trabajadoras haitianas y dominicas haitianas son más jóvenes y tienen un grado de escolaridad mayor que las dominicanas. En lo que atañe a la edad, el promedio general de edad de las IV.1 Edad, escolaridad y condición etnocultural de la TDR 172 trabajadoras dominicanas fue de 35 años mientras las nacionales haitianas son significativamente más jóvenes, tienen 26 años en promedio. Con respecto a la escolaridad, las trabajadoras domésticas dominicanas reportaron un promedio de 3.79, mientras que las haitianas las aventajan con un 4.24. IV. 2 Condición migratoria de las trabajadoras domésticas dominicanas El examen del área geográfica de nacimiento de las trabajadoras domésticas remuneradas dominicanas entrevistadas en dos ciudades de la RD revela una escasa incidencia de población nativa de zonas rurales en la composición de esta fuerza laboral, ya que sólo un 10% había emigrado desde la zona rural. Tampoco la mayoría de estas trabajadoras eran nativas de la ciudad donde laboraban, ya que menos de la quinta parte (19%) había nacido en Santo Domingo y Santiago, es decir, en las dos principales urbes del país donde se aplicó la encuesta. La mayoría de estas trabajadoras domésticas (siete de cada diez) son originarias de otras ciudades de menor tamaño (21%) o emigraron de caseríos y pueblos limítrofes (49.2%). En síntesis, estos hallazgos evidencian que si bien la migración es un factor que incide en la composición de esta fuerza de trabajo, ya que el 81% no había nacido en la ciudad donde se efectúo la entrevista, sólo una minoría de estas mujeres proviene de zonas rurales. República Dominicana. IV. 3 Jornadas de trabajo semanales y diarias El total de la muestra reportó que trabajaba cinco días y medio por semana, observándose poca diferenciación por rango de edad. Las trabajadoras domésticas remuneradas más y menos jóvenes registraron promedios muy similares, aunque las de mayor edad (35 y más años) señalaron un número de días ligeramente menor a las de menor edad (5.38 contra 5.50). El cálculo del promedio de horas trabajadas al día, para el total de muestra entrevistada, fue de nueve horas observándose un ligero incremento en el número de horas en el grupo de TDR con menor edad (15 a 34 años). En las trabajadoras domésticas remuneradas a tiempo parcial, el promedio de número de horas trabajadas por semana fue de 31 horas reportando las más jóvenes una cantidad más elevada de horas trabajadas (33). El salario mensual reportado fue de RD$4,830 y fueron las mujeres menos jóvenes quienes reportaron percibir un salario mayor (RD$5, 218 contra RD$4,563 pesos). Las trabajadoras domésticas remuneradas a tiempo parcial señalaron que en la última semana habían trabajado un promedio de dos días más de lo normal (es decir, jornada más larga) y ese mismo promedio de días fue reportado en días en que trabajaron menos de lo normal. Esto significa que a la semana pueden trabajar dos días de forma más intensa y también dos días en forma menos intensa. IV. 4 Acceso a seguros médicos y pago de gastos médicos En cuanto al acceso a seguros y tipos de seguro, el 94% del total de la muestra de TDR indicó que no poseía seguro médico ni público ni privado. Apenas un 5% reportó tener un seguro privado y un 1% seguro público. En las entrevistas cualitativas, la mayoría de las trabajadoras domésticas remuneradas entrevistadas estuvieron de acuerdo en afirmar que el seguro médico “es muy difícil que te lo den”. Como que uno no se enferma y que si te enfermas tienes dinero para pagar un médico y todas las pruebas que mandan a hacer”. En la encuesta, un 23% de las trabajadoras domésticas remuneradas contestó que sus patrones le pagaban las consultas médicas, reportando las TDR de mayor 173 edad una mayor proporción (27% contra 20%). Se observó mayor porcentaje de respuestas positivas en el pago de los medicamentos por parte de los patrones (29%), de nuevo siendo las trabajadoras domésticas remuneradas de mayor edad las que contestaron más positivamente (41% contra 22%). En las entrevistas en profundidad realizadas, las informantes trabajadoras domésticas remuneradas percibían que no eran todos los patrones los que se preocupaban por pagarle una consulta a su trabajadora. “Los patrones que lo hacen es porque aprecian mucho a la trabajadora, porque es buena o porque tiene muchos años con ellos. Pero eso no es normal”. En cuanto a cubrirles los medicamentes, concordaron con los resultados de la encuesta en que era más frecuente, “siempre y cuando las medicinas no fueran muy caras”. En dos aspectos se observaron diferencias significativas en función del rango de edad: sobre el acuerdo en la recepción de regalía o doble sueldo (treceavo sueldo), que resultó más reportado como acordado por las trabajadoras domésticas remuneradas de mayor edad (55% contra 30%), y con respecto al número de días de vacaciones, también siendo el grupo de mayor edad quien reportó mayor acuerdo en este sentido (27% contra 18%). De estos acuerdos tratados desde el inicio, la gran mayoría de la muestra (92%) señaló que se cumplieron todos y un 8% contestó que sólo algunos. En su mayoría, los acuerdos tratados y no cumplidos reportados por las trabajadoras domésticas remuneradas fueron: aumento de los oficios o labores (38%) que debía realizar, incumplimiento de la promesa de pagarle el transporte (21%) y violación de acuerdo de los días libres que le correspondían (17.2%). IV. 5 Contratos y acuerdos de contratación IV. 6 Salidas de empleos anteriores Casi la totalidad de los contratos de las trabajadoras domésticas remuneradas son verbales: el 99%. Sólo un 1% reportó tener contrato por escrito. Con respecto a la modalidad de salida de empleos anteriores, más de la mitad de la muestra reportó que había renunciado (64%), un 18% señaló que se marchó sin decir nada, un 10% fue despedido y un 9% a veces renunció y a veces fue despedido. Las trabajadoras domésticas remuneradas de mayor edad reportaron más que las de menor edad haber renunciado (71% contra 58%). Las más jóvenes a su vez reportaron más que las mayores que se fueron sin decir nada (23% contra 10%). En el contrato verbal, o en la entrevista de trabajo, los aspectos que más se acuerdan entre la empleadora y la trabajadora doméstica remunerada son: el trabajo que tendría que realizar (98% de los casos), cuánto le pagarían (98%), cuáles días de la semana debía trabajar (97%), cada qué tiempo le pagarían (95%) y cuáles serían sus días libres con un 92%. Los acuerdos menos mencionados en la modalidad de contrato verbal son los siguientes: la inscripción en el seguro social (4%), el número de días de vacaciones (22%) y la regalía o doble sueldo (40%), es decir, los aspectos relacionados con el acceso a la seguridad social y a las prestaciones que la legislación laboral garantiza a este tipo de trabajadora. El 83% de las trabajadoras domésticas remuneradas que renunciaron reportaron que le pagaron hasta el último día. Sólo a un 23% le pagaron el doble sueldo que le tocaba hasta la fecha y un 10% indicó que le pagaron sus días de vacaciones que les tocaba. El grupo de mujeres de mayor edad reportó más que el de menor edad que les pagaron el doble sueldo que les tocaba (29% contra 18%). 174 Las trabajadoras domésticas remuneradas que fueron despedidas reportaron que en un 60% de los casos el despido fue injustificado y en un 40% justificado. Son las más jóvenes quienes reportan más que las mayores que el despido fue injustificado (64% contra 54%). Al 77% de las trabajadoras domésticas remuneradas despedidas le pagaron hasta el último día trabajado, a un 23% le pagaron las vacaciones y la regalía que le tocaba y sólo a un 14% le dieron liquidación (que no está contemplada dentro de sus derechos por las leyes dominicanas). De nuevo son las mujeres de mayor edad quienes reportan con mayor frecuencia que le pagaron hasta su último día de trabajo (85% contra 71%), las vacaciones (30% contra 17%) y la regalía (30% contra 17%). En síntesis, los hallazgos anteriores relativos a las modalidades y notificación de salidas de empleos anteriores muestran que mientras más joven la trabajadora doméstica más frecuente es que los empleadores no cumplan con los compromisos adquiridos con ellas. Son también las más jóvenes quienes perciben que han sido objeto de un tratamiento injusto. IV. 7 Días semanales de descanso y vacaciones Casi todas las trabajadoras domésticas remuneradas tenían días libres semanales (93%). Un 5% lo tenía quincenal y un 1.5% mensual. No se observó diferenciación significativa según los rangos de edad. Un 75% de la muestra tenía un día libre semanal, un 22% tenía dos días libres y un 4% más de dos días libres. Tampoco se observó diferenciación significativa en función de los grupos de edad. En cuanto a las vacaciones, un 31% reportó que no se las otorgaban, siendo las más jóvenes quienes registran mayor violación a este derecho (38% contra 20%). Un 23% de la muestra señaló que se las dan anualmente y un 39% contestó que no sabe porque probablemente aún no las habían tomado o no habían conversado al respecto. Los datos relativos a las trabajadoras domésticas remuneradas que le dieron vacaciones revelan que más de la mitad (54%) disfrutó de 14 días de vacaciones (que es el rango legal de las vacaciones según las leyes dominicanas), un 31% de 6 a 10 días, un 10% de uno a cinco días y un 5% de 11 a 14 días. El promedio general fue 12.46 días. En las entrevistas en profundidad con trabajadoras domésticas remuneradas, éstas relataron las dificultades que pasan para tomar vacaciones. “No les gusta que uno coja los 14 días. Uno tiene que coger una semana en una ocasión y el resto en otra”. (Trabajadora doméstica con dormida de 23 años) “Cuando uno vive lejos, en un campo, es que te dan las vacaciones seguidas, porque tú tienes que pagar un pasaje que es caro, y tú lo puedes hacer una vez al año. Pero no es común que les digan a uno que está bien tomar todas sus vacaciones. Es más, a uno le gusta irse para diciembre a pasar las navidad con su familia. Esas fechas son las que más te niegan, porque hay fiestas, hay que cocinar, hay visitas y no quieren estar sin ayuda en la casa”. (Trabajadora doméstica con dormida de 45 años) Las vacaciones pagadas fueron otorgadas a aproximadamente tres cuartos de la muestra (74%) de la encuesta y no le fueron pagadas a casi un tercio de la muestra (23%). Son las más jóvenes quienes 175 reportaron más que no les fueron pagadas (29% contra 17%). IV. 8 El acceso de los y las trabajadoras domésticas remuneradas a la justicia. que buscaban orientaciones acerca de sus derechos ante despidos y renuncias. Según los reportes de dos inspectores entrevistados, la mayoría de estas trabajadoras no conocía exactamente en qué aspectos la Ley las respaldaba. En la encuesta realizada para este estudio se les preguntó a las trabajadoras domésticas si sabían a quién o dónde recurrir cuando sus derechos como trabajadora no eran respetados, y menos de la mitad (45%) contestó positivamente. Es decir, que un 55% de la muestra no sabía dónde o a quién acudir para protegerse laboralmente. Las que sabían dónde acudir, en su mayoría (95%), señalaron que la institución apropiada para estos fines era la Secretaría de Estado de Trabajo que, efectivamente, es el organismo rector y designado para dirimir este tipo de denuncias laborales. Durante las entrevistas cualitativas realizadas a trabajadoras domésticas se profundizó acerca de cuáles eran los agentes y vehículos informativos con que contaban en su oficio para conocer cuáles eran sus derechos laborales. Las respuestas apuntan hacia una red informal compuesta por amigas o compañeras de trabajo (domésticas vecinas) que cuando se reúnen, ya sea en momentos libres o acompañando a niños(as) a quienes cuidan, discuten el tema, siempre priorizando la opinión de aquellas que hayan acudido realmente a la Secretaría de Trabajo con alguna denuncia: Por otra parte, menos de un 1% de la muestra reportó conocer la existencia de algún sindicato u otra organización que ayude en la defensoría de los derechos del TDR. Esta percepción parece coincidir con la realidad ya que las indagaciones realizadas para identificar la existencia de tales organizaciones específicas del TDR en el país fueron infructuosas. “Muchas de nosotras no sabemos leer, entonces no podemos buscar escritos que expliquen. Lo que uno hace es oír las experiencias de algunas que sí han ido a la Secretaría. Ellas nos cuentan. Pero realmente, es tan poquito lo que podemos conseguir ahí que mejor uno ni va y no pierde su tiempo”. (Trabajadora doméstica de 45 años) En la encuesta actual, sólo el 5% de las TDR que habían tenido alguna situación que ameritara el acceso al sistema de justicia laboral denunció los hechos ante las autoridades pertinentes. Es una proporción realmente baja que más adelante, con las técnicas cualitativas, podrá ser explicada. Al preguntarles cuáles de sus derechos eran los que más les respetaban, todas coincidieron en que era su descanso semanal, saliendo de su trabajo el sábado después de comida y regresando el lunes temprano en la mañana. Algunas inclusive reportaron que habían acordado salir el viernes por la tarde por la lejanía de sus hogares. En las entrevistas cualitativas realizadas se constató que en la Secretaría de Estado de Trabajo no tenían estadísticas disponibles del número de casos de trabajadoras(es) domésticas(os) que habían accedido al sistema de protección laboral y seguridad social. Reconocían que atendían a trabajadoras domésticas Un factor común en estas entrevistas cualitativas con trabajadoras fue identificar una especie de tipología de empleadores basada en la edad. 176 “Si tu patrona tiene más de 60 años, te jodiste, porque esa ni sabe ni le interesa saber a qué tú tienes derecho. Los viejos son más abusadores. No les cabe en la cabeza que un día de fiesta es no laborable para todo el mundo y quieres que te quedes y trabajes. Son más tacaños, no quieren que tú comas lo mismo que ellos. Si hay tres muslos de pollo (empaque más habitual) y ellos son tres tú te quedas sin comer pollo. Si tú le botas algo que se dañó en la nevera te arman un escándalo”. (Trabajadora doméstica de 48 años). Perciben que los hogares con patrones más jóvenes son los más informados acerca de los derechos del TDR. Respecto a los datos cualitativos obtenidos por las cuatro sesiones focales que se realizaron con patronas, todas conocían el derecho de la trabajadora a un doble sueldo en el mes de diciembre, a darle dos semanas de vacaciones, pero no así de pagarle su quincena correspondiente antes de que la trabajadora saliera de vacaciones. Quienes conocían más este último aspecto eran patronas que a su vez eran empleadas en alguna empresa y por tal motivo estaban informadas. Todas las patronas participantes en las sesiones focales creían que la Ley protegía a las trabajadoras domésticas en caso de embarazo, prohibiendo su despido. Algunas relataron anécdotas de cómo habían evadido la Ley (que no existe como se analizó anteriormente): prenatal no definido (variaba según los casos), y algunas aceptaban a los bebés en la casa después del parto. Otros casos reportados fueron buscar un reemplazo por un tiempo, en su mayoría con disfrute de sueldo o de alguna proporción de su sueldo para la embarazada, o de que la trabajadora doméstica se marchaba de la casa a tener a su hijo(a) en su hogar y sólo volvía de manera esporádica para visitar, porque trataba de contar con la ayuda económica del padre de la criatura. En conclusión, las patronas conocen en gran medida los derechos estipulados por la legislación laboral que aplica a las trabajadoras domésticas, aunque crean que no puede haber despido en embarazadas. La percepción general fue que trataban de evitar dañar a sus trabajadoras embrazadas, más por humanidad que por respeto al supuesto artículo que las respaldaba. Se observó mucha incertidumbre ante cuáles conductas adoptar con el embarazo de sus empleadas. Y también sentimientos de culpa en algunos casos. IV. 9 Uso del tiempo libre El uso que le dan las trabajadoras domésticas remuneradas a su tiempo libre fue medido en la encuesta en dos vertientes: a) lo que hacen en días laborables en sus horas libres y b) lo que hacen en sus días libres. “Yo me sospeché que una trabajadora que yo tenía estaba embarazada. Todo le olía mal y dormía más. Pues antes de que me lo dijera, yo busqué un pretexto para despedirla. Le arreglé sus cuentas y salí de ella”. (Ama de casa de 34 años que no trabaja fuera del hogar) El 59% de la muestra contestó que realizaba asuntos personales o necesidades suyas en sus horas libres de los días laborables, seguido por un 58% que indicó que descansaba. Un 23% señaló hacer el trabajo doméstico de su propia casa y un 22% cosas y necesidades de sus hijos(as). Pero la mayoría de las patronas entrevistadas compartieron historias que señalaban que las dejaban trabajando hasta que pudieran y luego le concedían un descanso Por otro lado, las trabajadoras domésticas remuneradas reportaron utilizar sus días libres mayormente para hacer el trabajo doméstico de su propia casa (88%), 177 seguido por el cuidado y atención de hijos(as) (62%). Un 44% descansa, siendo las mujeres de mayor edad quienes reportan más este descanso (50% contra 41%), mientras que las más jóvenes reportan con mayor frecuencia que las mayores salir a divertirse (17% contra 6%). En los días laborables las trabajadoras domésticas remuneradas reportan un promedio de 15.6 horas despiertas, mientras que en los días libres señalaron 14.9 horas. Las más jóvenes reportaron estar despiertas en sus días libres un promedio de 14.67, mientras que las mayores indicaron 15.21 horas. Es decir, que tanto las más adultas como las jóvenes utilizan parte de su tiempo libre para dormir más o reponer sueño. En los días laborables y para las trabajadoras sin dormidas se reportó un promedio de 2.21 horas que son dedicadas a realizar trabajo doméstico de su hogar. En los días libres las trabajadoras domésticas remuneradas, en general, utilizan un promedio de 4.82 horas para realizar las faenas domésticas de su hogar, siendo las mayores quienes señalaron mayor promedio (5.51 contra 4.36). En las entrevistas cualitativas, también las entrevistadas reportaron cumplir con las responsabilidades del trabajo doméstico de sus casas y el cuidado de los hijos(as). IV.10 Movilidad laboral La muestra en general arrojó un promedio de edad de inicio en el trabajo doméstico remunerado de 23.86 (casi 24 años). Las mujeres de mayor edad reportaron haberse iniciado a los 18.67 años. Mientras que las de menor edad a los 20.79. El promedio general de años laborando como TDR fue de 12.51 años, presentando el grupo de mayor edad un alto promedio de 18.30 años y el de menor de 7.96, como habría de esperarse. El 67% de la muestra había trabajado como empleada doméstica siempre. Un 33% reportó haber tenido otros trabajos, mayormente como operarias de zona franca y vendedoras. La razón más reportada para haber abandonado ese otro trabajo fue por violaciones a los derechos laborales. Las mujeres de mayor edad reportaron un poco más que las más jóvenes haber tenido otros trabajos (38% contra 30%), como podría esperarse. IV.11 Reproducción generacional de la inserción laboral en el trabajo doméstico remunerado Varias preguntas del cuestionario de la encuesta se destinaron a indagar acerca de la posible reproducción generacional del trabajo doméstico remunerado que realiza un segmento significativo de las dominicanas. Los hallazgos obtenidos indican lo siguiente: • Una proporción importante de la muestra, cifrada en 68%, había o tenía algún familiar laborando en el servicio doméstico. • El familiar más señalado fue una hermana de la trabajadora doméstica remunerada con un 63%, seguido de una prima (36%), una tía (28%), mientras sólo un 21% mencionó a la madre, un 7% a la hija y 2% a una abuela. • El grupo de menor edad tendió a señalar más a las tías y a la madre. El grupo de mayor edad reportó más a una hermana y a una sobrina. En síntesis, los datos reportados por esta encuesta no evidencian un patrón de reproducción generacional del trabajo doméstico en la República Dominicana. En las entrevistas cualitativas se observó que las TDR dijeron que sus hijas mayores estudiaban carreras 178 técnicas como enfermería, informática o conseguían empleos en alguna tienda (como vendedoras). Lo cual también apunta a la inexistencia de un patrón de reproducción generacional de la inserción laboral. de menor edad reportaron más que las mayores que los hijos sufren más (88% contra 67%), hallazgo que encontraría también explicación en dificultades asociadas al ciclo de edad de la descendencia. IV.12 Impactos sobre el nivel y condiciones de vida de sus familias En las técnicas cualitativas este tema se abordó con mayor profundidad. Para las TDR entrevistadas, el trabajo remunerado les impedía cuidar de su familia, forzando a que se dejaran los y las hijas al cuidado de otro familiar y teniendo que enfrentar las repercusiones que se derivaban de esta decisión. Varias de las entrevistadas habían dejado el cuidado de sus hijos y su hogar a la madre. Otras a hijos(as) más o menos adultos(as). Y externaron poca conformidad ante la calidad del cuidado que les daban a sus hijos(as) sintiendo la impotencia de carecer de opciones que mejoraran el cuidado de sus hijos(as): Para un 38% de la muestra es difícil cumplir con el trabajo remunerado y con las responsabilidades familiares. Un 62% reportó que no era difícil. Para aquellas que encontraban dicha coordinación difícil, la falta de tiempo fue señalada como el factor más contribuyente a las dificultades (59%). Los reclamos de la familia fueron reportados por un 27%. Esas mismas mujeres señalaron que lo que les causa más problemas es el cuidado de hijos(as) (76%) y los oficios domésticos de su propio hogar (15%). Son las mujeres más jóvenes quienes reportan mayor dificultad con el cuidado de los y las hijas (90% contra 58%), mientras que las mayores señalaron los oficios domésticos del hogar en mayor proporción (27% contra 6%). Las mayores dificultades que enfrentan las trabajadoras jóvenes para ocuparse del cuidado de sus hijos podrían estar relacionadas al ciclo de edad, ya que los hijos de estas mujeres son más pequeños. IV.13 Percepciones de quienes “pagan” más las consecuencias del conflicto responsabilidades familiares/ responsabilidades laborales. Las mujeres que señalaron problemas en la coordinación del trabajo remunerado y el propio de su hogar, consideran que son las y los hijos quienes más sufren las dificultades (80%). Un 49% reportó que es la misma trabajadora doméstica remunerada quien los sufre y un 27% apuntó a las parejas. Las mujeres “¿Qué uno hace? Yo no puedo dejar de trabajar. Mi mamá los alimenta y les lava su ropa, pero ese cariño que yo podría darles no lo tienen. Hay que enfrentarse a saber que nunca va ser lo mismo”. (Trabajadora doméstica de 38 años con dormida) En la encuesta, un 59% reportó contar con ayuda de alguien para cubrir el trabajo doméstico y cuidado de la familia en los hogares propios. Un 41% dijo no tener esa ayuda. De las que contestaron que contaban con ayuda, el 72% identificó a un familiar que vive en la casa y que no es pagado. El 80% de las que cuentan con ayuda señaló que esa ayuda la aportaban personas todas del sexo femenino. En síntesis, en la República Dominicana buena parte de las mujeres ocupadas en trabajo doméstico remunerado no convive de manera permanente con sus hijos e hijas, principalmente porque predomina la modalidad de inserción laboral “con dormida” y/o a “tiempo completo”, y porque buena parte de 179 estas trabajadoras son inmigrantes cuyas familias residen en otra localidad del país. Esta separación es percibida de modo negativo por la trabajadora y se constituye en un factor que genera conflictos entre las responsabilidades familiares y laborales, principalmente en lo que atañe al cuidado de las y los hijos menores. A partir de esta realidad, y ante la inexistencia de servicios públicos de guarderías infantiles y preescolares accesibles a este segmento de la fuerza laboral, las trabajadoras domésticas han desarrollado estrategias diferentes para enfrentar la necesidad de cuidado y socialización de su descendencia que han sido documentadas en esta investigación, y que descansan en el aporte no retribuido de otros familiares del sexo femenino. Si bien esta estrategia supone la presencia de redes de solidaridad entre mujeres, en algunos casos este servicio implica la reproducción del rol maternal que se impone a las hijas cuando ellas ni siquiera han escogido desempeñarlo, debiendo asumir de modo prematuro una tarea que merma sus posibilidades de desarrollo personal y profesional, y que puede derivar en fuente de tensiones y rebeldías juveniles en el seno del hogar. IV.14 Impacto de la inserción laboral en la condición y posición de género de las trabajadoras domésticas remuneradas La situación sufrida más reportada por las trabajadoras domésticas de la muestra fue que no les dieran las vacaciones que les correspondían (38%). Un 26% señaló que la despidieron sin liquidación (como ya se pudo analizar anteriormente, las leyes dominicanas no protegen a las trabajadoras domésticas remuneradas con el derecho a la liquidación, reivindicación que es otorgada a los(as) demás trabajadores(as) del sector formal de la economía). Son las mujeres más jóvenes quienes reportaron con mayor frecuencia que no le dieron sus vacaciones (47% contra 24%). Mientras que, por otro lado, entre las de mayor edad se registra una proporción más elevada que afirmó haber sido despedida sin liquidación (27% contra 12%) o no haber recibido el dinero que le correspondía por este concepto (20.8% contra 10.5%). En la encuesta se hicieron preguntas dirigidas a evaluar la percepción del trato recibido y el grado de satisfacción de estas trabajadoras con su trabajo. Los datos obtenidos indican lo siguiente: Resulta llamativo que la mayoría de las trabajadoras domésticas tiene una percepción positiva acerca de la valoración de su trabajo por parte de patronas(es). Un 73% de la muestra afirmó que la patrona valora mucho su trabajo, mientras un 18% considera que lo valora poco y solamente un 3% afirma que no lo valora. Son las mujeres del grupo de mayor edad quienes responden más que su patrona valora su trabajo mucho (79% contra 70%). Una mayor proporción de las trabajadoras domésticas de menor edad percibe que la patrona valoraba poco su trabajo (25% contra 8%). Con respecto a la satisfacción, un 68% de las mujeres encuestadas respondieron estar satisfechas con su trabajo, un 17% estaban muy satisfechas, un 14% insatisfechas y tan sólo un 1% muy insatisfechas. Son las mujeres de mayor edad quienes respondieron con más frecuencia sentirse muy satisfechas (27% contra 11%). En lo que atañe a la percepción del trato que recibe de los empleadores, para el 70% de la muestra la patrona la trata bien. Un 26% respondió que la trata muy bien, siendo las de mayor edad quienes contestan más en este sentido (35% contra 20%). En las entrevistas cualitativas realizadas a patronas se notó una marcada preferencia a contratar TDR menos 180 jóvenes, ya que les inspiraban más confianza y tenían más experiencia en el trabajo. “Yo prefiero una TDR de 40 años porque es más honrada y sabe lo que tiene que hacer. Las más jóvenes están muy nuevas y hay que entrenarlas a fondo y vigilarlas con cuatro ojos para que no te comiencen a registrar tus cosas. Uno pierde la paciencia con esas jovencitas”. (Ama de casa de 54 años de edad que no trabaja fuera del hogar) IV.15 Trato que se les ofrece a las trabajadoras domésticas remuneradas En la encuesta se sometieron a consideración indicadores específicos para medir el trato que reciben estas trabajadoras y posibles situaciones de discriminación (véase Tabla 3.23). Los datos reportan pocas situaciones desagradables o discriminatorias vividas por las TDR en el desempeño de sus funciones. De los aspectos negativos, un 23% indicó que le habían gritado muchas o algunas veces y sólo un 6% reportó que comía diferentes alimentos a los de los patrones. Un 2% de la muestra indicó que había sido presionada para tener sexo y menos de un 1% externó que había sido víctima de violación sexual. En los aspectos positivos señalados, un 88% dijo que podía recibir y hacer llamadas telefónicas y que les permitían oír música y ver televisión. Igualmente un 77% señaló que puede recibir visitas en casa de los patrones. Un 79% reconoció que la persona de su trabajo con quien ha tenido mayores dificultades es con la patrona. Un 23% las tuvo con el patrón, hallazgo que tendría explicación en el hecho de que son fundamentalmente las patronas quienes se encargan de llevar la relación con las trabajadoras domésticas. La reacción más frecuente de la población objeto de estudio ante las eventualidades mencionadas fue quedarse callada y no hacer nada (64%). Sólo un 24% dijo reclamar a la persona con la que tuvo la dificultad o la maltrató. Con respecto a las expectativas de dedicarse a otro trabajo, al 85% de la muestra le gustaría cambiar de actividad laboral mientras que sólo un 14% respondió negativamente. Son las más jóvenes quienes mostraron más deseos de cambiar de actividad laboral (94% contra 73%). En las técnicas cualitativas se les preguntó a las TDR si percibían desarrollo personal en el trabajo que hacían. La mayoría no percibió que estuvieran desarrollándose de forma alguna. Más bien se percibían como estancadas en una labor que realizaban porque la sabían hacer y era más fácil de conseguir trabajo. “Este trabajo no te ayuda en nada. No te deja estudiar, barriendo y lavando no se aprende nada. Yo quisiera poder estudiar algo como enfermería pero no puedo pagarme los estudios y el horario de mi trabajo me impide los estudios. En este trabajo uno aprende a hacer algunos platos, pero después de ahí, ¿qué más vas a aprender?”.(Trabajadora doméstica de 23 años) Las patronas entrevistadas, por su parte, coincidieron en que era un trabajo agotador, “que no deja espacio para uno desarrollarse en otra cosa”. También entendían que las mujeres que hacían este tipo de trabajo eran las menos escolarizadas, por lo que la falta de estudios era percibida como un serio obstáculo en su desarrollo. Otro aspecto estudiado con las técnicas cualitativas fue la conformidad de las trabajadoras domésticas 181 remuneradas ante las condiciones de trabajo. Todas externaron inconformidad con las condiciones de trabajo y, como se expuso anteriormente, con las escasas reivindicaciones laborales que tienen. IV.16 Gastos en los hogares de las trabajadoras domésticas En lo que atañe a los gastos, un 27% declaró que invierte el total de su ingreso en el hogar. Un 26% dice invertir en su hogar la mitad de su salario y un 25% respondió que invierte más de la mitad. Sólo un 4% respondió no ser parte del ingreso familiar. La persona más mencionada como principal aportante al hogar fue el cónyuge de la trabajadora doméstica, quién cubriría un 42% del sostenimiento de la familia, mientras la TDR aporta un 29%. Con respecto al uso del dinero devengado, el 92% de las mujeres respondió que ella misma decide qué hacer con sus ingresos. El número de miembros que aportan ingresos al hogar de la trabajadora doméstica más frecuente fue dos personas, en un 66% de los casos. También este estudio revela que los hogares con jefatura femenina enfrenta una situación de mayor precariedad, ya que un porcentaje menor de sus miembros aporta recursos para el sostenimiento económico del núcleo familiar. En efecto, mientras en estos hogares el 71% cuenta con dos o más miembros que aportan ingresos, en los hogares con jefatura masculina se reportó un 90%. Sobre las características y condición de uso de la vivienda en que vive la trabajadora, un 52% de las trabajadoras domésticas remuneradas de la encuesta tenían vivienda propia, un 42% alquilada y un 5% prestada o cedida. De las que tienen vivienda propia, casi todas (97%) señalaron que su casa ya estaba pagada. El título de propiedad de la vivienda estaba en el 30% de los casos a nombre de la trabajadora doméstica remunerada, un 18% respondió que estaba a nombre de su pareja y un 14% a nombre de ambos. Entre las mujeres del TDR ubicadas en el grupo de mayor edad (35 años y más) se observó un perfil muy característico que indicaba mejores condiciones de trabajo y logro de mayores reivindicaciones, en comparación con el grupo más joven. Las de mayor edad trabajan menos horas al día, devengan mayor salario, acuerdan más con los patrones en el contrato verbal sus prestaciones laborales como doble sueldo y número de días de vacaciones. También son las que renuncian más y a las cuales cuando renuncian les dan más su doble sueldo correspondiente, y cuando son despedidas les respetan más el otorgamiento de sus salarios hasta el último día trabajado y el equivalente de sus vacaciones. Igualmente tienen mayor probabilidad de recibir asistencia de sus patrones en caso de enfermedad, mediante contribución para el pago de consulta médica y compra de medicamentos. Los datos de la encuesta igualmente destacan que es el grupo de mujeres de mayor edad quien obtiene más reivindicaciones laborales: les otorgan más las vacaciones (pagadas) y les pagan su doble sueldo. Por último, una proporción más elevada de las trabajadoras domésticas de mayor edad percibe que las patronas valoran el trabajo que realizan y que les tratan bien. IV.17 Los principales hallazgos de las Encuestas Nacionales de Fuerza de Trabajo Durante el período analizado en esta investigación (2003-2007), los resultados de las Encuestas Nacionales de Fuerza de Trabajo (ENFT) apuntan a un incremento en la oferta de empleos domésticos remunerados, que pasa de un 4.6% a un 5.7%. Este incremento de la 182 oferta podría ser explicado por tres factores. Uno de ellos es la disminución experimentada en el país de la oferta laboral en el sector industrial de zonas francas. El segundo identificado es el incremento en los salarios del TDR mostrando este tipo de trabajo mejores niveles de remuneración que el sector industrial antes señalado; y un principal y último factor indica un aumento de la participación femenina en la población ocupada del país, que implicó que más mujeres salieron a trabajar fuera de sus casas, requiriendo de este modo contratar TDR para realizar las labores domésticas de sus hogares. Es decir que, por un lado, al aumentar la oferta de empleo femenino en el país y ser mejor la oferta salarial en el TDR que en las zonas francas, se produce un desplazamiento de mujeres de los trabajos industriales de maquila al TDR. El TDR es un oficio eminentemente femenino, aunque se viene produciendo un ligero incremento en la participación del sexo masculino en este renglón laboral que, entre 2003 y 2007, pasa de un 7% a un 12% del total. La misma fuente documental señala que a mayor edad de la mujer mayor es la participación en el TDR, concentrándose más en personas mayores de 34 años. Esto pudiera estar asociado a que las personas más adultas registran menor escolaridad, y por ende sus opciones laborales estén seriamente limitadas. Durante el período estudiado, la tasa de analfabetismo del TDR disminuyó de 17% a 12%, y ascendió el número de mujeres con una escolaridad mayor al ciclo básico o primario que es de 8 años de estudio. No obstante este incremento en el nivel educativo del TDR, las personas ocupadas en esta labor muestran significativamente menor escolaridad que el resto de los(as) trabajadores(as) remunerados de los demás sectores laborales del país. En lo que respecta a la condición migratoria, los datos aportados por la ENFT no son comparables con la información recopilada por el Encuesta a Trabajadoras Domésticas Remuneradas en Santo Domingo y Santiago, ya que en esta última fuente se toma como referencia haber nacido en una localidad diferente a la encuestada y en la ENFT se utiliza el municipio. Aún así, los datos de ambas fuentes revelan una proporción importante de población migrante y una menor incidencia de población nativa de zonas rurales en la composición de las trabajadoras domésticas remuneradas: según la ENFT sólo el 26.8% de estas mujeres había nacido en la zona rural del Municipio, mientras el 71.5% era nativa de zonas urbanas y un 1.7% son inmigrantes que provienen de otro país, específicamente de Haití. Igualmente, según esta fuente, la tasa de migración interna que registran las mujeres que ejercen este oficio es de un 51% y en los hombres 43%. Los datos de las ENFT señalan que la mitad de las personas ocupadas en TDR se ubican en el segmento de más bajo ingreso, evidenciando situaciones de pobreza mayores que las predominantes en los demás grupos ocupacionales. También esta fuente permite demostrar que el nivel de pobreza es mayor en mujeres que en hombres ocupados en el TDR (52% de las mujeres estaban en el quintil más bajo de ingreso y en los hombres sólo un 32%). Con respecto a la jornada laboral, la ENFT indica que el 44% de las personas ocupadas en TDR laboraba entre 40 a 48 horas semanales (rango de horario permitido por el marco legal dominicano) y del 2003 al 2007 se observó una significativa disminución de horas de trabajo semanales, es decir, de sub-empleo visible, lo que podría estar asociado al incremento del trabajo a tiempo parcial en este grupo ocupacional. 183 De acuerdo con la ENFT son los cónyuges quienes aportan mayoritariamente en los gastos del hogar. Esta situación también se observó en la encuesta a trabajadoras domésticas remuneradas. Así mismo los resultados de ambos tipos de fuentes de datos señalan que en la mayoría de los hogares monoparentales las mujeres son las jefas del hogar, mientras que en los biparentales lo hacen los hombres. IV.18 Sugerencias de políticas públicas. • Eliminar del Código de Trabajo de la República Dominicana el artículo que señala que los alimentos y el alojamiento representan la mitad del salario de la o el trabajador doméstico. Se debe entender que los y las trabajadoras domésticas remuneradas con dormida son contratados de esta manera no porque necesiten el alojamiento, sino para que estén disponibles a cualquier hora en su lugar de trabajo. No es un beneficio o favor que los patrones le hacen a sus trabajadoras domésticas remuneradas. Es un requisito que atiende a una necesidad de los empleadores porque necesitan que permanezcan allí. Cualquier trabajador con horario extendido tiene derecho a ser alimentado de acuerdo al horario en que se encuentra en su lugar de trabajo. En tal sentido, el suministro de alimento no es una acción exclusiva del TDR, sino de todos los tipos de empleos que requieran una presencia continua de empleados. Si el patrón requiere que su empleada duerma en su casa, ¿por qué pasarle factura por su propia necesidad? • Establecer salarios mínimos para el TDR y especificar bajo cuáles condiciones deben ser aplicados. • La protección a la maternidad debe ser incluida en el TDR como en cualquier otro trabajo. Excluirlas de este derecho es ofensivo y discriminante. Podría llegarse inclusive a acuerdos en relación al pago de salario en licencia médica, como, por ejemplo, un porcentaje que el empleador debe pagar a la trabajadora doméstica remunerada y otro porcentaje a pagar para completar el salario de una posible sustituta que cubra su licencia por maternidad. • Trabajadoras(es), domésticas(os), remunera-das(os,) con menos de un año deben tener derecho a tomar una proporción de lo que le corresponda de sus vacaciones, como por ley está garantizado para los demás trabajadores y trabajadoras del sector formal de la economía. • Trabajadoras(es) domésticas(os) remunera-das(os) con más de cinco años laborando (como estipula el Código Laboral para los demás trabajadores(as)), deben tener derecho de tomar hasta 18 días de vacaciones. • Se debe flexibilizar el horario del TDR en situaciones específicas como, por ejemplo, en el caso del TDR sin dormida: salir más temprano del trabajo cuando está embrazada o porque continúa asistiendo a la escuela. • Debe divulgarse más ampliamente la Ley de Seguridad Social en la cual está incluido el TDR, de manera que las trabajadoras domésticas remuneradas estén en conocimiento de los beneficios que les corresponde por derecho. 184 Resumen regional 187 INTRODUCCIóN El libro “Puertas Adentro: Mitos y Realidades del trabajo doméstico remunerado en Centroamérica y República Dominicana” es una investigación sobre un componente importante de la economía que generalmente queda casi invisible y que es el trabajo doméstico remunerado. El estudio analiza las condiciones y elementos determinantes de la demanda y oferta del TDR. Presenta un análisis detallado del marco jurídico y de políticas vigentes en la región y las contradicciones que existen entre actores clave frente a la necesidad de establecer un marco jurídico que regule y garantice los derechos laborales de las personas trabajadoras en el sector. También el estudio pretende investigar la dinámica compleja que se da entre los componentes de la oferta y demanda del TDR y las relaciones de género que se dan a partir de una relación contractual. El estudio surge a iniciativa del Consejo de Ministras de Centroamérica, (COMMCA), en el marco de su Plan de Acción 2008-2009, en el que se define como prioridad la autonomía económica de las mujeres. Se enmarca además, en los convenios que el COMMCA ha establecido con el Programa “La Agenda Económica de las mujeres - AGEM” (UNIFEM - PNUD) y la Línea de género del Programa de Cooperación Regional con Centroamérica de AECID (Agencia Española para la Cooperación Internacional). Los fondos para la realización de este estudio provienen de ambos programas y agencias. Esta investigación es un paso en el cumplimiento de las acciones propuestas por los gobiernos latinoamericanos en el Consenso de Quito (resultado de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe realizada en Quito, Ecuador, agosto de 2007); asimismo es parte de la estrategia de investigación sugerida en el documento base preparado por la CEPAL para dicha Conferencia: “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”. Aunque el objeto de la investigación es el trabajo doméstico remunerado (TDR); también analiza otros aspectos interrelacionados con las problemáticas y dinámicas laborales de las mujeres de la región. El concepto de trabajo remunerado desarrollado en este trabajo se ajusta según la clasificación internacional de las cuentas nacionales de servicios domésticos. A pesar que cualquier persona (hombre o mujer) podría estar involucrada en las diferentes actividades específicas que engloban los servicios domésticos, las estadísticas muestran que posiblemente no haya ninguna ocupación en la región más segregada por sexo que ésta. En general, los empleadores en los países de la región SICA, en su gran mayoría son hombres, sin embargo, cuando se habla del TDR, la mayoría de los empleadores son mujeres. Otra diferencia sustantiva radica en que la mayoría de las actividades económicas se realizan fuera del hogar 188 pero en el caso de TDR se desempeña el trabajo en las casas particulares, es decir, en el ámbito privado. Por la misma naturaleza del trabajo doméstico remunerado: realizado en condiciones de aislamiento, mayoritariamente de manera informal y feminizado, en el ámbito privado, es un sector invisible para las estadísticas oficiales y los estudios relacionados al trabajo doméstico remunerado (TDR) han sido un tanto limitados. Por otra parte, existen estereotipos y supuestos subjetivos relacionados al trabajo doméstico remunerado que obstaculizan políticas explícitas así como la existencia de leyes, movimientos sociales, entre otros elementos, que podrían contribuir a la defensa y protección de los derechos de las personas que trabajan en este sector de la economía. También, los efectos de la globalización y de la mayor interdependencia de las economías muestra un incremento en el número y la frecuencia de este tipo de servicios que antes era solo un recurso utilizado por grupos sociales de nivel socioeconómico alto y hoy en día se ha transformado en la región en un sector más dinámico y ampliado con otros grupos socioeconómicos. Por ello, la presente investigación busca responder la siguiente pregunta: ¿Es el TDR una ocupación que contribuye al desarrollo de un país? ¿O solo es un recurso de sobrevivencia económica que mantiene a las mujeres y su familia en situación de pobreza? No hay dudas que el TDR es un mecanismo de mercado que cruza fronteras entre el ámbito productivo y reproductivo, y por ello es necesario comprender sus dinámicas para conocer sus implicancias en la vida de las mujeres, y sus familias, y planificar acciones que contribuyan a cambiar los efectos no deseados y convertirlo en un trabajo decente. La investigación “Puertas dentro: Mitos y Realidades del trabajo doméstico remunerado en Centroamérica y República Dominicana” aporta al conocimiento del trabajo doméstico remunerado (TDR) en varias dimensiones no abordadas en indagaciones anteriores. Se centra en el análisis de la oferta, demanda y condiciones socio-laborales de TDR y los factores socioeconómicos y políticos explicativos. Mediante diferentes mecanismos cuantitativos se establece vínculos con la creciente participación de las mujeres en actividades económicas, con el trabajo doméstico no remunerado y con las condiciones de vida personal y familiar de las trabajadoras domésticas, así como de los hogares y mujeres contratantes. Así también, este estudio contribuye a llenar vacíos de información cualitativa dado que explora cambios en las vidas de trabajadoras domésticas remuneradas e incluye la perspectiva de las empleadoras, dimensionando fielmente las implicaciones que derivan de la realización de esa actividad. De igual forma, se analiza el tratamiento legal y político del empleo doméstico para derivar recomendaciones en de políticas públicas. Finalmente, cabe mencionar que este estudio es el resultado de un esfuerzo colectivo. Agradecemos el trabajo realizado por los equipos de investigación nacionales; la sistematización regional estuvo a cargo de Olimpia Torres; a las directoras y equipos técnicos nacionales de los Mecanismos de la Mujer en cada país. De igual manera, agradecemos y valoramos el aporte proporcionado por las mujeres que fueron entrevistadas en el levantamiento de campo para la encuesta diseñada para los fines del estudio sobre el trabajo doméstico remunerado y las personas (empleadoras y trabajadoras domésticas) que participaron en los diversos grupos focales que se realizaron para complementar la investigación. 189 I. Objetivos I.1 Objetivo general El objetivo general de esta investigación consiste en generar información sobre el trabajo doméstico remunerado, su relación con el trabajo doméstico no remunerado y las condiciones de vida de las mujeres en la región centroamericana y República Dominicana, vía acercamientos por país, para identificar cambios legislativos y líneas de política pública prioritarios frente a este tema. I.2 Objetivos específicos a. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico remunerado y sus implicancias en la vida y autonomía de las mujeres en general y sobre las mujeres ocupadas en esta actividad, en particular; b. Dimensionar y caracterizar el trabajo doméstico no remunerado y el relacionamiento entre ambos (trabajo doméstico remunerado y no remunerado) en cuanto a categorías como autonomía, relaciones de poder, entre otras; c. Determinar la relevancia del trabajo doméstico remunerado, no solo como alternativa de empleo para mujeres, sino en el marco más amplio de contextos nacionales caracterizados por una creciente participación femenina en el mercado de trabajo; de los flujos migratorios; y la prevalencia marcada de la subvaloración social del trabajo doméstico; d. Identificar las relaciones entre trabajo, estado y familia, mediante el análisis de las principales políticas vigentes, tanto en materia económica como social; e. Identificar y priorizar recomendaciones en la normativa y en la política pública tendientes a la superación de los problemas detectados. En particular, las políticas relacionadas con los ámbitos priorizados por el COMMCA: jornada laboral, ingresos, Seguridad Social y organización; y f. Diseñar estrategias que viabilicen las recomendaciones del estudio tanto en el ámbito centroamericano como nacional. II. Marco conceptual Los conceptos más útiles para una mirada comprensiva del trabajo doméstico remunerado vienen de los estudios de género y economía, especialmente del campo de la economía feminista. La economía feminista desvela el paradigma androcéntrico de la corriente principal del pensamiento económico actual y presenta una visión alternativa de la economía recurriendo a la figura de un iceberg. La parte visible corresponde a la economía remunerada, considerada como sinónimo de la economía, y la parte invisible – la base de la economía en su conjunto– corresponde a la economía no remunerada (Pérez 2005). Es decir, existe una sola realidad económica la cual ha sido fragmentada desde los análisis económicos tradicionales. Las formas de distribuir los trabajos remunerados, o no remunerados, en cada sociedad están dadas no solo por la racionalidad económica sino también por varios factores socio-culturales y por las relaciones de género, clase, edad, raza, etc. Por ello, en la economía feminista el estudio de estas relaciones forma parte del análisis de los fenómenos económicos. Desde el paradigma económico neoclásico, los hogares han estado recibiendo atención en su papel de consumidores de bienes y servicios producidos en la “economía”, la cual se ubica fuera del hogar. Bajo ese mismo enfoque, las personas dentro del hogar cuentan por su participación, o no-participación, en el mercado laboral formal y así en la oferta de trabajo pero no toma en cuenta las razones de la no participación. Es decir, no se considera las implicancias que tiene para las personas, por ejemplo, el trabajo no remunerado dentro del hogar. Para la economía feminista los hogares constituyen la forma en cómo las sociedades organizan el cuidado 190 de sus miembros como parte del funcionamiento del sistema económico y da cuenta de las relaciones y organización social incluyendo todas las actividades necesarias para mantener o mejorar la sociedad y su nivel de vida. Por eso, la unidad de investigación ya no es el hogar como un ente homogéneo donde existe un patrón común de bienestar, sino las personas como individuos que tienen deberes y distintas cargas de trabajo, acceso a recursos, y por tanto, relaciones de poder desiguales entre los miembros del hogar. En resumen, la propuesta de la economía feminista promueve que las relaciones de género sean objeto de estudio legítimo del pensamiento económico, busca romper con los paradigmas androcéntricos y que la preocupación fundamental de la economía no sea el funcionamiento de los mercados, sino la sostenibilidad de la vida. II.1 Conceptos para discusión sobre trabajo doméstico remunerado Partiendo del marco de la economía feminista hay algunos otros conceptos útiles para analizar el trabajo doméstico remunerado. Estos son: la economía de cuidado, la división sexual del trabajo, el ámbito público, el ámbito privado y conciliación. En términos generales, la economía del cuidado se refiere al espacio de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas en las sociedades en las que viven. En particular, se trata de “aquellos elementos que cuidan o ´nutren´ a las personas, en el sentido que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad” (Rodriguez 2007, citando a UNIFEM 2000). Dentro de estas actividades se ubican actividades reconocidas directamente como “cuidado”: de cuidado de niños, de personas mayores, enfermos(as), personas con discapacidades. Pero también otras actividades necesarias para sostener la vida: cocinar, ir al mercado, limpiar, lavar ropa, planchar, buscar agua o leña, etc. Los proveedores de los servicios de cuidado están constituidos por cuatro agentes: el Estado (servicios públicos de cuidado); el mercado (servicios privados de cuidado); los hogares y la comunidad (servicios de cuidado no remunerados). La Ilustración 1, ejemplificada en un iceberg, muestra que la economía del cuidado se encuentra en una parte de la economía remunerada y otra parte en la economía no remunerado, siendo esta última la parte sumergida del iceberg. El ámbito público se define a todo lo que esta fuera del hogar: generalmente engloba las acciones y áreas del Estado, del mercado, de la comunidad. El ámbito privado se refiere al hogar y la familia. La división de tareas y la decisión sobre quién provee servicios de cuidado y en qué ámbito son resultados del orden social vigente, que incluye componentes de cultura, legislación, entre otros; los cuales son objeto de estudio de la economía feminista. Desde el paradigma clásico de la economía, solo se valora como trabajo aquellas actividades signadas por relaciones mercantiles (generadoras de ingresos). Lo que tiene como consecuencia que solo se reconoce el trabajo en el ámbito público. Por lo tanto, el trabajo de cuidado no remunerado es considerado como “no trabajo”. La división sexual de trabajo es el resultado del orden social de género, que asigna ciertas tareas y ocupaciones para “hombres” y otros para “mujeres.” Entre todas las categorías de trabajo: trabajo remunerado y trabajo no remunerado, trabajo desempeñado por 191 Ilustración 1: El trabajo doméstico remunerado en el marco de la división sexual del trabajo, la economía y el cuidado. E C O N O M í A ECONOMÍA DEL CIUDADANO Economía Remunerada Trabajo doméstico remunerado Economía No Remunerada actores del Estado, mercado, comunidad o familia; en el ámbito publico y privado hay patrones de segregación y ocupaciones y tareas consideradas más aceptables o compatibles para mujeres o para hombres. No sorprende entonces que sean las mujeres quienes realizan mayoritariamente el trabajo de cuidado, generalmente no-remunerado pero que también realizan la mayoría del trabajo de cuidado remunerado. En la Ilustración 1 la división sexual del trabajo se representa con el uso de los símbolos de mujeres y hombre dentro del mismo iceberg. En la economía remunerada, la participación masculina sigue siendo mayoritaria, de ahí el uso de la línea continúa. La participación de las mujeres en la economía no remunerada es mayor que la de los hombres, de ahí el uso de la línea punteada más fuerte para las primeras. La asignación de trabajo de cuidado para el hogar y sus miembros a las mujeres es de larga data pero presenta mayores problemas cuando estas ingresan masivamente al mercado laboral, ya que esto las confronta a una real tensión entre los tiempos que 192 le demanda el trabajo de cuidado no remunerado y los tiempos del trabajo remunerado. Martínez y Monge utilizan el término “conciliación” para referir al arreglo de la tensión entre trabajo productivo y trabajo reproductivo en una sociedad determinada. Dependiendo del contexto en cada sociedad se puede recurrir a algunos de los otros proveedores de cuidado: al Estado, al mercado privado o a la comunidad. En este sentido, el Estado puede jugar el papel de proveedor de servicios de cuidado. Pero también el Estado puede tomar decisiones sobre las responsabilidades en el trabajo de cuidado de los otros proveedores: la familia, la comunidad y el mercado. De esta manera, el Estado puede facilitar o dificultar la “conciliación” a través de políticas públicas. “A pesar de dicha tensión y las deficiencias de cuidado en las sociedades latinoamericanas, este problema público no ha ingresado todavía en las agendas, ya que se considera un tema privado que debe ser resuelto en función de las decisiones y opciones individuales” (CEPAL 2008: 62). Rodríguez (2005: 9) afirma: “puede decirse que en América Latina existe una ausencia absoluta de una política pública de cuidado. La premisa pareciera ser que ésta es una responsabilidad fundamentalmente de los hogares y la provisión pública es simplemente un complemento para aquellos hogares que no pueden resolverlo por sí mismos. Se evidencia en la región latinoamericana un marcado deterioro en la calidad de los servicios públicos de cuidado”. En el mismo sentido, Martínez y Camacho, 2007, señalan que el ingreso de las mujeres al mercado laboral las lleva a multiplicar actividades dentro y fuera del mismo. Las autoras identifican -mediante el análisis de políticas conciliatorias1 de seis países de Latinoamérica- que la infraestructura de cuidados de la región es precaria. 1 Es un tipo particular de políticas que facilitan la inserción laboral y la atención de la demanda de cuidados, en particular de las mujeres, y más aún de las mujeres madres (Martínez y Camacho 2007). Por ello, la estrategia más común para conciliar el trabajo remunerado con el trabajo no remunerado, desde las mismas mujeres, es la delegación de su trabajo no remunerado en otras mujeres, ya sea de la familia o la comunidad de forma no-remunerada o en el mercado a través de las empleadas domésticas. El presente estudio ubica el trabajo doméstico como parte de la economía remunerada, parte de la oferta del mercado de servicios y es identificado como una estrategia conciliadora utilizada mayoritariamente por mujeres insertas en el mercado laboral. El trabajo doméstico remunerado tiene una doble condición: por un lado, media remuneración y, por tanto, es un empleo que forma parte de la economía remunerada, del mercado y del ámbito público. Así en la Ilustración 1 se ubica el trabajo doméstico remunerado en la economía del cuidado, y en la parte visible del iceberg, el trabajo remunerado. A pesar de eso, debido al tipo de tareas que lo conforman y al hecho de que se realiza dentro de los hogares, la construcción social de género lo ubica como parte del trabajo doméstico asociado a la responsabilidad de las mujeres en el hogar, al ámbito privado y así implícitamente se identifica con el trabajo no remunerado. Esta doble condición presenta obstáculos para la toma de medidas que permitan igualar las condiciones y los derechos laborales del trabajo doméstico al de los demás trabajos remunerados. III. Aspectos metodológicos El informe regional “Puertas Adentro: Mitos y Realidades del trabajo doméstico remunerado”, cuyo resumen se presenta en esta publicación, es un análisis de conjunto de siete investigaciones nacionales que contaron con una variedad de datos estadísticos oficiales, información documental secundaria y datos primarios recopilados específicamente para la investigación. 193 Antes de iniciar los procesos de investigación nacionales se elaboró un diseño técnico-metodológico que fue discutido y consensuado con los equipos de investigación. El diseño incluyó la identificación de variables e indicadores y estableció los tabulados a trabajar en el caso de la información cuantitativa, tanto secundaria como de campo. Durante la investigación de campo se realizaron entrevistas individuales y colectivas con informantes claves, con expertos y expertas en el tema, con empleadoras de trabajadoras domésticas y con trabajadoras domésticas remuneradas. Dada la necesidad de disponer de información más detallada sobre las condiciones del trabajo de las trabajadoras domésticas remuneradas se hizo el levantamiento de 2,786 encuestas en los siete países participantes (Costa Rica, Panamá, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y República Dominicana), sobre la base de un cuestionario común que fue discutido y consensuado con los equipos nacionales de investigación. La encuesta se aplicó en la capital y otra ciudad en cada país. La investigación definió 34 indicadores cuantitativos específicos sobre el TDR para estandarizar el análisis regional. Sin embargo, las dificultades en la disponibilidad de la información requerida solo permitieron la construcción de entre 24 y 29 indicadores por país (con la excepción de Guatemala que solo presentó 13 indicadores y no se especificaron las razones para ello). La investigación definió cuatro aspectos fundamentales para el estudio del trabajo doméstico remunerado: i) la oferta y ii) la demanda de trabajo doméstico remunerado y su dinámica reciente iii) el tratamiento legal y político del empleo doméstico remunerado; y iv) otras políticas públicas, sociales y económicas que, de forma directa o indirecta, pueden influenciar la oferta, demanda o condiciones del trabajo doméstico remunerado. Para el abordaje de estos cuatro aspectos se establecieron dos temas transversales: el primero referido al enfoque teórico de género, buscando evidenciar el nivel de vigencia de los estereotipos, prácticas discriminatorias y relaciones desiguales de género así como su influencia en el comportamiento de las variables analizadas. “El segundo tema transversal tiene que ver con la valoración de la información disponible. Se planteó que todo del proceso de relevamiento y análisis de la información secundaria debía contemplar como un objetivo adicional la medición de la disponibilidad y calidad de la información para el seguimiento al trabajo doméstico remunerado.” Las preguntas orientadoras definidas para el desarrollo de la investigación fueron: i) ¿Ha variado el nivel y/o balance de género de la oferta de TDR en los últimos años?; ii) ¿Cuál es el perfil socio-demográfico actual de las y los trabajadores domésticos remunerados?; iii) ¿Cuáles son los problemas de calidad que caracterizan al trabajo doméstico remunerado y los impactos principales de este tipo de inserción laboral sobre las y los trabajadores domésticos remunerados y sus familias?; iv) ¿Cuáles son las características principales de los hogares que pueden estar influenciando su demanda de trabajo doméstico remunerado?; v) ¿Cuáles son los aportes principales del marco legal vigente y/o de su aplicación, a las condiciones o características del trabajo doméstico remunerado?; y vi) ¿Qué elementos de políticas públicas sociales y/o económicas que pueden estar influenciando (o haber influenciado en los últimos años), directa o indirectamente, el nivel y condiciones de la oferta y/o la demanda de trabajo doméstico remunerado? IV. Principales hallazgos IV.1 La dinámica reciente del trabajo doméstico remunerado. Entre 2000 y 20007 el sector de trabajo doméstico remunerado experimentó un crecimiento de 39% en 194 el número de personas ocupadas. En varios de los países estudiados, el aumento de mujeres ocupadas en el servicio doméstico supera al observado en otras ocupaciones. Mientras la ocupación femenina total creció en 29,5% entre los años 2000 y 2007, la ocupación femenina en servicio doméstico lo hizo en un 42.1%. (Cuadro 1) En el año 2000 las mujeres trabajadoras domésticas representaban el 12.85% del total de trabajadoras ocupadas, mientras en el año 2007 la proporción se elevó al 14,10%. En el caso de los hombres esa relación se mantuvo por debajo del 1% en ambos años y solo en algunos países en el año 2007 reportaron poco mas del 1% de los hombres ocupados realizando trabajos domésticos remunerados. (Gráfica 2) Esto lleva a la conclusión que entre las mujeres el trabajo doméstico es una alternativa importante de empleo y en crecimiento. Al analizar, según los rangos de edades de las personas que realizan trabajo doméstico, en la mayoría de los países se registra una disminución en términos relativos de mujeres menores de 35 años sobre el total de mujeres ocupadas en el sector y un aumento en la proporción de trabajadoras domésticas en edades mayores a los 35 años. Una posible explicación de la disminución de la ocupación en el trabajo doméstico remunerada de las mujeres jóvenes podría estar asociada a nuevas oportunidades laborales, como resalta en algunos países la entrada de inversión extranjera directa y la generación de empleo en las zonas francas y maquila. Según los datos oficiales para los países que cuentan con información para los años 2000 y 2007 se observa que, con excepción de El Salvador, hay un aumento en el porcentaje de hogares que cuentan con servicio doméstico. De los cuatro países que presentaron datos, tres mostraron incrementos y solo El Salvador presentó una disminución. Sin embargo, la relación de hogares que cuentan con servicio doméstico remunerado bajo alguna de sus modalidades alcanza solo al 20% del total de hogares en el mejor de los casos. (Grafica 3 en la página 196) Cuadro 1: Incremento ocupación femenina total y en servicio doméstico entre 2000 y 2007 Paises OFT OFSD Costa Rica 46.5 44.1 El Salvador 13.1 26.9 Guatemala ND 26.4 Honduras 32.1 81.8 Nicaragua 56.3 48.9 Panamá 46.8 18.6 República Dominicana 19.0 39.3 TOTAL 29.5 42.1 OFT: Ocupación femenina total OFSD: Ocupación femenina en servicio doméstico Nota: El “TOTAL” no incluye Guatemala Fuente: Datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país 195 196 De acuerdo a las diferentes modalidades del trabajo doméstico remunerado, los datos muestran una disminución de la categoría de dormida dentro en el periodo estudiado. Esa situación podría derivarse de la combinación de dos factores: por un lado, una oferta limitada de mujeres mayores que no estan dispuestas a aceptar esa condicion de trabajo pero también podría ser producto de una reducción de la demanda explicada por al costo creciente que este tipo de servicio supone para los hogares en un contexto de salarios o ingresos estancados y con ofertas de empleo de calidad muy limitada. Los estudios sobre TDR de la región reflejaron la presencia de lo que se conoce como “transnacionalización del cuidado”, en tanto existen mujeres que emigran a otros países para remplazar el trabajo doméstico no remunerado antes hecho por mujeres nacionales, con trabajo doméstico remunerado por mujeres migrantes. Esto está originando el surgimiento de hogares transnacionales, y el trabajo de cuidado que hacían las migrantes en sus propios hogares en el país de origen recae sobre otras mujeres que se quedan, dando origen a cadenas globales de cuidado. En algunas situaciones la migración de una mujer hace surgir una oportunidad de empleo en trabajo doméstico remunerado para otra mujer, mientras en otras circunstancias este trabajo de cuidado cae encima de otra mujer de forma no remunerada. Entre los países estudiados, los que dan origen a los flujos migratorios de TDR fuera de la región son: Guatemala, El Salvador y República Dominicana hacia los Estados Unidos, España e Italia. La situación de estas trabajadoras se ubica fuera de esta investigación pero en el caso de las mujeres migrantes y su inserción laboral como trabajadoras domésticas entre los países de la región estudiados (mayoritariamente en República Dominicana y Costa Rica) sí fue posible abordarlos en la presente investigación. 197 “Buscamos a la muchacha porque yo trabajo en empresa, empresa de tabaco,…. la contratamos para que cuide a los niños, a mis dos nietecitos. La mamá de ellos está en España”. (Participante de grupo focal de empleadoras de clase baja, Nicaragua) IV.2 La oferta y demanda actuales de trabajo doméstico remunerado. ¿Quiénes son y de dónde provienen las personas que realizan trabajo doméstico remunerado? La investigación buscaba averiguar la veracidad del supuesto que vincula el trabajo de las mujeres rurales, pobres, indígenas y afro descendientes o inmigrantes como grupo mayoritario en la ocupación de trabajadoras domésticas. Aunque se encontró que estos grupos poblacionales trabajan en el sector, la mayoría absoluta de las trabajadoras domésticas son nacionales no indígenas de sus países. Sin embargo, en la región existen países que son demandantes netos de trabajo doméstico remunerado. Así Costa Rica recibe un aporte de trabajo remunerado de Nicaragua, en donde según datos oficiales del 2004, el 19% de las y los ocupadas/os en esas tareas corresponden a migrantes. El 57% de las trabajadoras participantes en la encuesta levantada para esta investigación, reportaron ser de Nicaragua, un resultado que puede indicar que la presencia de nicaragüenses en este tipo de trabajo está focalizada en algunas ciudades. Para el caso de República Dominicana, Haití destaca como un proveedor representativo de trabajo doméstico remunerado. Sin embargo, los datos del 2007 provenientes de las estadísticas oficiales reportaron un 1.7% de extranjeras desempañándose como trabajadoras domésticas remuneradas, mientras en la encuesta propia en 2008 se captó un 17% del total de las trabajadoras encuestadas de origen haitiano. En cuanto a Panamá, el único país donde el número absoluto de mujeres entre 15 y 34 años en el TDR se redujo entre 2000 y 2007, se encontró que existe una demanda creciente de trabajo doméstico remunerado proveniente del exterior. En cuanto a la proporción de indígenas o afrodescendientes2 entre las trabajadoras domésticas remuneradas, pese al imaginario social, parece que las mujeres pertenecientes a pueblos indígenas no están representadas más en el sector que las no indígenas. En Guatemala los datos oficiales muestran que el 72% de las trabajadoras domésticas remuneradas no son indígenas y la encuesta para esta investigación captó solo el 32.4% de encuestadas como personas pertenecientes a pueblos indígenas. El otro país que registra presencia de mujeres indígenas y afro-descendientes como empleadas domésticas es Panamá con 8% de las encuestadas. Los otros países registran menos del 3% o ninguna. La mayoría de los países no cuentan con datos oficiales para determinar flujos desde áreas rurales a urbanas de trabajadoras domésticas remuneradas. Los resultados de la encuesta realizada para la investigación en agosto del 2008, muestra que 4 de cada 10 personas encuestadas dijo haber nacido en áreas rurales pero en El Salvador, República Dominicana y Guatemala las trabajadoras encuestadas de origen rural fueron mayoría. Hay un peso significativo, exceptuando a Panamá, de movimientos migratorios entre áreas urbanas. Al analizar los datos oficiales de 2007 sobre las edades de las trabajadoras domésticas remuneradas hay diferencias grandes entre los siete países. 2 No se cuenta con datos para Republica Dominicana 198 La Gráfica 4 muestra que es en Guatemala, seguido por Honduras, El Salvador y Nicaragua donde hay el mayor porcentaje de mujeres jóvenes (15-24 años) entre las ocupadas en el servicio doméstico. Esos mismos países registran la mayor participación de mujeres hasta los 34 años de edad. Mientras en Costa Rica y Panamá, y hasta cierto punto en República Dominicana, hay una mayor representación de mujeres entre los 35 a 44 años y de 45 años y más. Buscando diferencias por edad entre las varias modalidades de trabajo en los resultados de la encuesta propia, se encontró que las encuestadas con “dormida dentro” presentan una mayor participación de mujeres de 15 hasta 24 años aunque con diferencias de nivel entre los distintos países que las encuestadas en las otras modalidades (tiempo completo sin “dormida dentro” y tiempo parcial). (Véase Gráfico 5 en página siguiente) Considerando el nivel educativo de las trabajadoras domésticas, con la excepción de Panamá, los países estudiados presentan 70% o más de las trabajadoras con educación primaria o menos (datos oficiales 2007). Guatemala y Honduras superan el 90% y el 80% respectivamente mientras que Panamá apenas supera el 47%. A medida que aumentan las edades de las trabajadoras se evidencia un menor nivel de educación. A pesar que la mayoría de estas mujeres tienen educación primaria o menos, hay un porcentaje significativo que tienen algún año de educación media aprobado o más: en Panamá más de la mitad, en El Salvador y Nicaragua alrededor de un 30% y en el resto de los países, con la excepción de Guatemala, alrededor de un 20%. Estos relativamente altos porcentajes de trabajadoras domésticas remuneradas con educación media, considerado como no calificado, evidencian posibles barreras en el mercado 199 laboral para que estas mujeres accedan a otros tipos de trabajos. Analizando la relación entre trabajadora doméstica con la jefatura del hogar, de acuerdo a datos oficiales de 2007, las mujeres que están ocupadas en trabajo doméstico son jefas de hogares y cónyuges de sus hogares, en proporciones similares. Como es de esperar, las trabajadoras que son hijas del jefe/a de hogar tienen más representación en los países con mayor presencia de mujeres jóvenes, como El Salvador y Guatemala. Según los resultados de la encuesta, las hijas tienen mayor presencia entre las trabajadoras con “dormida dentro”; y las jefas, y muy especialmente, cónyuges entre las trabajadoras a tiempo parcial. En una relación de 50% y 60% de las personas que trabajan en este sector provienen de hogares con jefatura masculina, lo que significa que entre un 40% y un 50% de las personas ocupadas en el servicio doméstico provienen de hogares con jefatura femenina. Esto implica que hay una sobre-representación de la jefatura femenina en los hogares de las y los trabajadores domésticos remunerados comparados con el promedio nacional de esos países. Como era de esperarse, la encuesta propia aplicada solo en áreas urbanas (que generalmente presentan mayor proporción de hogares con jefatura femenina), muestra un porcentaje aún mayor de hogares con jefatura femenina, a excepción de Panamá y República Dominicana. La gran mayoría de las trabajadoras encuestadas son mujeres sin pareja pero con hijos(as). En cuanto al nivel de ingresos de los hogares que cuentan con miembra/o ocupada/o en el trabajo doméstico, los datos oficiales muestran que son hogares de relativamente menores ingresos que el resto. No aparecen como los más pobres pero la peor situación la enfrentan los hogares jefeados por mujeres. 200 ¿Cuáles son las características de los hogares que demandan el servicio del trabajo doméstico remunerado? Con base a la poca información oficial disponible para Honduras y Nicaragua se observa que la gran mayoría de hogares con servicio doméstico se encuentran en el quintil 5 de ingreso, es decir, son hogares de altos ingresos. Sin embargo, hay una interesante diferencia en la distribución por quintil de ingreso de los hogares que contratan servicio doméstico, analizando el sexo de su jefatura. Los hogares con jefatura masculina que contratan servicio doméstico se concentran mucho más en el quintil 5 que los hogares con jefatura femenina. Por el contrario, hay un mayor porcentaje de hogares con jefatura femenina correspondientes a los quintiles 4 y 3 de ingresos que contratan servicio doméstico. (Cuadro 2) De acuerdo a los datos oficiales de los países estudiados se estima un 8.4% de hogares que cuentan con trabajo doméstico remunerado, es probable que haya algún nivel de sub-registro. Por ejemplo, en Costa Rica, los datos de la Encuesta de Hogares con Propósitos Múltiples para 1988 y 2004, ubicaban en 8.6% y 8.7%, respectivamente, el porcentaje de hogares que hacían uso de este servicio. Pero según la Encuesta de Ingresos y Gastos, en 1988, un 13% de los hogares costarricenses hacían uso de servicios domésticos en alguna modalidad; y este porcentaje se incrementó a un 19% en 2004. Los datos oficiales para cuatro de los países estudiados (Costa Rica, Honduras, El Salvador y Nicaragua) evidencian que en la mayoría de los hogares contratantes de servicio doméstico la mujer jefa o cónyuge tiene un trabajo remunerado. La presencia de niñas-os, con variaciones entre los países, según las edades de las y los mismos, también surge como una característica bastante común entre los hogares contratantes de servicio doméstico. Independientemente de los problemas que pudieran estar enfrentando las cifras, aún duplicando las mismas, solo en Costa Rica, Nicaragua y República Dominicana (si la estimación resultase apropiada), este servicio alcanzaría una cobertura de alrededor de 2 de cada 10 hogares para 2007. Este resultado pone en cuestión la idea de que en la mayoría de estos países el trabajo doméstico remunerado es todavía un servicio fácilmente accesible. Cuadro 2: Distribución por quintil de ingreso de los hogares que contratan servicio doméstico, según sexo de su jefatura Nicaragua Honduras Quintiles de ingreso J’ Mujer J' Hombre J’ Mujer J’ Hombre Quintil 1 1.0 1.4 0.1 1.7 Quintil 2 1.9 5.1 0.7 3.3 Quintil 3 10.3 7.5 12.1 3.6 Quintil 4 34.1 17.2 14.3 10.7 Quintil 5 52.7 68.8 72.8 80.7 Total 100.0 100.0 100.0 100.0 Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación de cada país 201 Vale la pena mencionar, sin embargo, que los resultados de la encuesta propia indican que el 35% del total de trabajadoras encuestadas trabaja para hogares donde no hay ningún miembro de los comúnmente reconocidos como demandantes especiales de cuidado (niñas/os; ancianas/os; discapacitadas/os). Dicho porcentaje es aún más elevado en Costa Rica (47%); Guatemala (45%); y El Salvador (40%). Esta situación nos estaría diciendo que hay una demanda de este servicio que no está necesariamente vinculada al cuidado de personas que se presume lo requieren de forma especial, sino a la atención de personas en plena edad productiva que requieren el apoyo por su inserción en el mercado laboral y/o, simplemente, porque su nivel de ingresos se lo permite. IV. 3 Características y calidad del trabajo doméstico remunerado ¿Qué hace una trabajadora doméstica? ¿Cómo son las condiciones y beneficios de este trabajo? De acuerdo a los datos oficiales de 2007, dependiendo del país, en el servicio doméstico las ocupaciones se dividen en: empleada/o doméstica/o, niñera, lavandera o planchadora, jardinero, vigilante, chofer. Con excepción de Honduras, más de 70% de las mujeres en servicio doméstico aparecen en las estadísticas en la ocupación de “empleada doméstica”, con representación en algunos países también en la ocupación de “lavandera y/o planchadora”. La encuesta propia de agosto 2008 abordó las tareas específicas de las mujeres trabajadoras domésticas. Las cuatro tareas más reportadas corresponden a los “oficios del hogar”: cocinar, limpiar, planchar y lavar ropa. La inmensa mayoría de las encuestadas declaró realizar más de una tarea, siendo lo más común la realización de entre 3 y 5 tareas. Entre lo que es cuidado propiamente de otros personas se encuentra que 39% de las encuestadas realizan esta tarea, la quinta tarea más reportada. Las que más reportaron esta tarea son las que trabajan con la modalidad de dormida dentro, seguido con modalidad de tiempo completo. Entre las que realizan una sola tarea se encuentran con más frecuencia las empleadas contratadas a tiempo parcial. En términos generales, se observa un nivel considerable de precariedad salarial, existiendo una alta variación de la remuneración-hora promedio entre países; siendo Nicaragua el país que presenta los salarios más bajos; contrario a República Dominicana y Costa Rica que reflejan los salarios más altos según los datos oficiales. (Ver Grafica 6). Entre las mujeres encuestadas el salario por hora promedio es más alto en la modalidad de 202 tiempo parcial, y en segundo lugar la modalidad de tiempo completo con dormida fuera. Los peores salarios por hora fueron reportadas por las personas que trabajan en el servicio doméstico a tiempo completo con dormida dentro. (Ver Grafica 7) Si se comparan los salarios mensuales se evidencia una situación opuesta. Las trabajadoras a tiempo completo con dormida dentro presentan una mejor situación salarial que las que no duermen en los hogares contratantes en casi todos los países. Pero eso merece compararse con el número de horas trabajadas. En efecto las personas encuestadas con la modalidad de dormida dentro reportaron trabajar muchas más horas con un promedio de 65 horas a la semana; 50 horas con tiempo completo y dormida afuera y 30 horas en las personas con la modalidad de tiempo parcial. Otros de los hallazgos derivados de la encuesta propia de agosto 2008 corresponden a las diferencias en los salarios y horas de trabajo para indígenas y migrantes. En Costa Rica y República Dominicana las empleadas extranjeras tienen un promedio de salario por hora menor que las nacionales y trabajan generalmente 8 horas a la semana más que las nacionales. Las trabajadoras indígenas también tienen una remuneración inferior a la general. En efecto, entre las personas encuestadas, el salario-hora promedio se desplaza de US$ 0.85 a US$ 0.74 y la mediana de US$ 0.70 a US$ 0.55. Para el total de indígenas encuestadas el promedio de la jornada laboral se incrementa en más de 4 horas y la mediana en 10 horas. La mitad de las trabajadoras indígenas captadas por la encuesta trabajan más de 60 horas semanales. El incremento en el promedio –5 horas– y la mediana –70 horas– es mayor en Guatemala. 203 En los países donde existe salario mínimo oficial para el servicio doméstico éste es el menor o está entre los menores de los salarios mínimos establecidos para las distintas actividades económicas. A pesar de ello, la mayoría de las trabajadoras domésticas (en datos oficiales tal como entre las encuestadas) tiene una remuneración inferior al mínimo establecido por ley en los países. En cuanto a pago en especie muy pocas de las trabajadoras encuestadas reportan recibir salario en especie, algo sorprendente en el caso de las trabajadoras con dormida dentro. En muchos casos ellas no perciben que el disponer de un lugar para dormir y comer es en beneficio de ellas, sino que es un requisito que muchas veces ponen las empleadoras debido a la necesidad de disponer de esa fuerza laboral desde horas muy tempranas y/o hasta muy tarde diariamente. ‘Nos dicen que nos están dando la comida, pero a los chóferes y serenos también se los dan. Uno coge el trabajo con dormida para no gastar en pasaje, no porque uno no tenga en dónde dormir. ¿Y vienen a decirle a uno que calcule lo que uno se ahorra viviendo en la casa? A veces son las 10:00 de la noche y yo todavía estoy haciendo cena, y si hay visitas es cuando se vaya el último que uno puede acostarse. Es mucho trabajo para tan poco dinero’ (Trabajadora Dominicana, 45 años de edad)” s nietecitos. La mamá de ellos está en España”. Duarte et al: 2009) Según los resultados de la encuesta propia (agosto 2008) las horas extras no parecen ser muy frecuentes, apenas un 20% de las encuestadas reportó trabajarlas. Sin embargo, es importante resaltar que más de la mitad de ellas no reciben ningún pago por ellas; y que un 90% de estas trabajadoras no recibe el pago doble. Las más afectadas son las que laboran con “dormida dentro”. Irregularidades similares se encontraron en otros aspectos como los días libres y vacaciones anuales. Si se considera que una de cada 4 encuestadas reportó no tener vacaciones (por encima del promedio, se ubican El Salvador, República Dominicana y Nicaragua); que poco más de un 20% no las recibe descansadas con goce de sueldo (superando el 30% en El Salvador y Nicaragua); y alrededor de un 30% disfruta de menos de 14 días anuales (superando el 60% en Guatemala y Honduras). Es importante destacar que entre las encuestadas en 2008, pocas cuentan con un contrato escrito. La mayoría reportó haber discutido y abordado verbalmente con la empleadora al inicio de la relación contractual sobre varios temas como las tareas involucradas en el trabajo y las condiciones, tales como: salario, días a trabajar, frecuencia de pago, horario y días libres. Otros temas como vacaciones, aguinaldo y seguro fueron menos mencionados como parte del establecimiento de la relación contractual. (Cuadro 3 en siguiente página) A la pregunta sobre el cumplimiento de las condiciones contractuales, el 12% de las mujeres entrevistadas reportó incumplimiento (es posible que este dato contenga algún nivel de subregistro por posibles temores de las encuestadas que fueron entrevistados en los hogares contratantes). Los incumplimientos reportados fueron relacionados principalmente con el tiempo de trabajo y de descanso así como el aumento de tareas a realizar. El incumplimiento fue reportado con mayor frecuencia entre mujeres que trabajan en los hogares bajo la modalidad de tiempo completo con dormida afuera, seguida con las de dormida dentro. El acceso a prestaciones de ley es también limitado y aparentemente responde más a la voluntad de las y los patrona/es que a la ley. Según los resultados de la encuesta, el aguinaldo es la prestación anual que más frecuentemente reciben (la peor situación es la de 204 Cuadro 3: Porcentaje de las trabajadoras encuestadascon contrato escrito CR ES GU HO NI PA RD TOT 2.9 2.2 1.7 6.3 2.5 16.0 0.9 4.7 1/ Año más próximo al mencionado Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país Guatemala con más de 20 puntos porcentuales menos que el promedio general). En lo que parece ya una constante, el acceso a estas prestaciones es menor entre el grupo de menos de 25 años de edad, con la excepción de Panamá. La situación es similar en el caso del pago de prestaciones por renuncia y, peor aún, en el caso de despido (donde el porcentaje al que no se le pagan ni siquiera los días trabajados hasta la fecha del despido se incrementa en comparación con el caso de renuncia). A pesar de que las trabajadoras con tiempo parcial ganan más por hora en promedio y enfrentan menos incumplimiento con lo acordado en los contratos verbales o escritos, la presencia de modalidades más informales del servicio doméstico también contribuye a la inseguridad de este empleo. Según los resultados de la encuesta para agosto de 2008 casi 6 de cada 10 trabajadoras a tiempo parcial trabajan para más de un hogar, y dos de cada 10 que trabajan para varios hogares no tienen días “fijos” o establecidos en todos los hogares para los que trabajan. La inestabilidad laboral tiene matices entre los países. Los resultados de la encuesta propia indican la coexistencia de la figura de la “nana” que trabaja toda su vida en un solo hogar, con trabajadoras cuya permanencia promedio en los empleos es inferior a un año. La inestabilidad laboral es mayor en Honduras y República Dominicana que en el resto de los países estudiados. La renuncia presenta la mayor frecuencia entre las formas de retiro de empleos anteriores entre las encuestadas. Aun cuando el derecho al estudio está reconocido legalmente en la mayoría de los países para estas trabajadoras, la encuesta propia de agosto 2008 muestra que tan solo el 9% de las encuestadas se encontraba estudiando; siendo más preocupante el hecho que solo el 31% de las mujeres trabajadoras domésticas menores de 18 años reportaron estar estudiando. El trabajo infantil doméstico parece estar disminuyendo. Los resultados de la encuesta muestran una disminución importante de niñas menores de 18 años, y más significativa aún, de niñas menores de 15 años, entre el grupo que tiene hasta 8 años de trabajo en el servicio doméstico, en comparación con el que tiene 15 años y más en el mismo. Sin embargo, la situación en Guatemala es todavía muy preocupante, donde el cambio es menor y el nivel de incorporación al trabajo doméstico de niñas menores de 15 años es todavía muy importante. Más aún, el de niñas indígenas. Las brechas en el trabajo doméstico remunerado por razones de género Analizando los datos oficiales para hombres y mujeres en trabajo doméstico, se ve una clara división sexual del trabajo. Mientras la mayoría de mujeres están en la categoría general de “empleada doméstica” y de acuerdo a la encuesta realizan las tareas “oficios del hogar”, la mayoría de los hombres en servicio doméstico trabajan como jardinero, vigilante o chofer. Los hombres TDRs tienen representación significativa en la categoría general “empleado doméstico” en solo tres países. Además de la división sexual del trabajo entre 205 Cuadro 4: Porcentaje de la Ocupación asalariada total y en servicio doméstico que cuenta con contrato escrito, según sexo - 2007 Quintiles de Ingreso Honduras Nicaragua Panáma M H M H M H Total ND ND 37.3 30.3 73.8 72.0 En servicio doméstico 2.6 7.1 2.9 9.1 17.6 41.3 Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país. los hombres hay una mayor especialización de trabajo, es decir, los hombres están más distribuidos entre ocupaciones específicas y menos representados entre la ocupación general de empleado doméstico.3 De acuerdo a datos oficiales de 2007, en todos los países4, los hombres en trabajo doméstico ganan más por hora que las mujeres, con la menor diferencia en República Dominicana donde ganan 8% más por hora, y la mayor en Honduras donde los hombres ganan el doble por hora que las mujeres. La misma situación se refleja en las modalidades de la contratación de las y os trabajadores domésticos remunerados. En los países con datos oficiales disponibles, los hombres tienen mucha mayor probabilidad que las mujeres de encontrar trabajo con un contrato escrito, aún en el servicio doméstico. (Cuadro No. 4) En los tres países donde se cuenta con información sobre acceso a la Seguridad Social, se observan 3 No se cuenta con datos para Guatemala 4 Exceptuando Guatemala, país para el que no se contó con los datos respectivos. grandes brechas entre el porcentaje de hombres ocupados en trabajo doméstico con acceso a seguro y el porcentaje de mujeres. Como muestra el Cuadro 5, mientras que las brechas entre hombres y mujeres en la población total ocupada no son tan grandes y están a favor de las mujeres, entre los hombres trabajadores domésticos en El Salvador, el 17% de los hombres tiene seguro contrastando con apenas el 1.1% de las mujeres. En Nicaragua, el 8.3% de hombres en comparación con 0.9% de mujeres. Según la encuesta propia, agosto 2008, el acceso a la Seguridad Social es aún menor entre las trabajadoras más jóvenes y la mayoría reportó que sus patronas/es no cubren sus gastos médicos. Comparando los salarios por hora promedio en el servicio doméstico con salarios en otras ocupaciones no calificadas, se observa en tres países (Panamá, Nicaragua, Honduras) entre sus ingresos en las actividades clasificadas como trabajo doméstico y el promedio en otras ocupaciones. Más bien lo que en Honduras y Costa Rica se observa es que es un trabajo mejor remunerado. Cuadro 5: Porcentaje de la ocupación total y en servicio doméstico con seguro, según sexo – 2007 Sexo El Salvador Nicaragua Panáma Total En SD Total En SD Total En SD Mujeres 30.3 1.1 24.6 0.9 47.9 14.1 Hombres 29.0 17.0 18.9 8.3 44.0 36.6 Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país. 206 Cuadro 6: Brechas salariales entre las/os ocupados en servicio doméstico y otras ocupaciones de similar calificación – 2007 Países y sexo de las/os ocupados Referente utilizado para la comparación Salario-hora promedio Brecha En el referenEn SD [1] te seleccionado [2] [1] como % de [2] % de [2] Mujeres Hombres Otras ocupaciones no calificadas 1.13 1.62 69.7 1.44 0.98 146.8 Ocupaciones no calificadas de la maquila 2,962.32 2,186.97 135.5 5,209.00 4,980.70 104.6 Otras ocupaciones no calificadas 0.32 0.46 69.8 0.45 0.46 98.5 0.53 0.97 54.6 0.98 1.07 92.1 1.58 0.91 174.7 1.71 1.13 151.8 Honduras [*] Mujeres Hombres Nicaragua Mujeres Hombres Panamá Mujeres Hombres Ocupaciones agrícolas República Dominicana Mujeres Hombres Ocupaciones no calificadas de la maquila [*] Se calculó la brecha sobre salarios mensuales Fuente: Datos oficiales trabajados por los equipos de investigación en cada país En el caso de las mujeres, en Honduras y República Dominicana, por los diferenciales de salario, es posible que éstas utilicen el trabajo doméstico remunerado como estrategia para acceder a un mejor salario relativo. En Costa Rica, Nicaragua y Panamá la brecha entre ambos tipos de trabajos es bastante mayor en detrimento de las trabajadoras domésticas remuneradas. IV.4 La calidad de vida personal y familiar de las trabajadoras domésticas remuneradas En este capítulo se analizan las problemáticas cotidianas que se encuentran implícitas en la realización de las actividades domésticas remuneradas y que son comúnmente desestimadas por los gobiernos y/o invisibilizadas por la información estadística. Las trabajadoras domésticas entrevistadas informan que optaron por esa actividad debido principalmente a razones económicas. Los resultados de la encuesta confirman esta aseveración: el ingreso laboral de casi el 80% de las encuestadas representa la mitad o más del ingreso familiar total; y más de la mitad de las encuestadas reportó 3 ó más personas dependientes, total o parcialmente, de sus ingresos (esta proporción aumenta a más del 70% de encuestadas en El Salvador y a casi un 80% en Nicaragua, precisamente el país con los más bajos ingresos laborales). Eso implica millones de dependientes de los ingresos de estas trabajadoras en los siete países estudiados. En consistencia con la importancia de sus ingresos para cubrir los gastos de sus hogares, se observa 207 que solo en Honduras y Panamá la mayoría de las trabajadoras domésticas destinan la mitad o más de sus ingresos laborales para su uso personal. La situación es todavía más grave si se consideran únicamente las trabajadoras que tienen hijos(as) menores de 18 años. Aunque entre 8 y 9 de cada 10 encuestadas dijo decidir autónomamente sobre el uso de sus ingresos, la influencia de las relaciones de género se deja sentir al disminuir el porcentaje correspondiente cuando se trata de mujeres con pareja o que se declaran cónyuges del jefe de hogar. La situación más preocupante la presentan Guatemala y Honduras donde este indicador se reduce a 6 de cada 10 encuestadas. El análisis de los discursos de las empleadas y empleadoras entrevistadas permite identificar la vigencia de conflictos en las relaciones empleadoratrabajadora. Dichos conflictos están alimentados por factores de género y de clase social; así como por la difusa frontera entre la condición de trabajadora y de miembro de la familia de la empleada doméstica. Al parecer, el que se considere a la trabajadora “como parte de la familia” es el estadio máximo del buen trato, de una relación “exitosa”; pero resulta legítimo preguntarse hasta dónde esta concepción va más bien en detrimento de los derechos laborales y hasta humanos de las trabajadoras domésticas La violencia en cualquiera de sus manifestaciones parece ser un riesgo consustancial al trabajo doméstico remunerado: un 22% del total de encuestadas reportó haber vivido violencia física, un 11.2% haber sufrido acoso sexual y 6.3% haber sufrido violación, y todas estas en el hogar contratante. Las tasas más altas fueron en Guatemala y Honduras. El 45% dijo haber sufrido alguna otra situación de maltrato o discriminación, con especial fuerza el maltrato verbal. Los datos evidencian el trabajo doméstico como una ocupación mal remunerada, expuesta en algunos casos a situaciones de riesgo, con pocos beneficios y falta de cumplimiento de los derechos laborales. A pesar de ello, la mayoría de las trabajadoras encuestadas consideran que su trabajo es muy valorado por sus patronas/es, están muy satisfechas con su trabajo y dijeron recibir un buen trato de parte de sus patronas/es. La aparente contradicción que encierra el párrafo anterior solo se puede explicar a la necesidad que tienen las mujeres de disponer de ingresos para su familia, al desconocimiento de sus derechos laborales y la falta de acceso a otros tipos de trabajos. Esta conclusión se basa en las expresiones de las mismas mujeres entrevistadas que a pesar de su satisfacción laboral, paradójicamente la mayoría expresó expectativas por cambiar de trabajo a otro distinto del servicio doméstico. “Si…nos ayuda el trabajo doméstico porque las que no tenemos recursos ni educación, no podemos ir a otro trabajo. Nos ayuda bastante” (Trabajadora hondureña) “Yo me siento que estoy así de empleada doméstica, no porque no sea un trabajo digno, sino porque nunca tuve las posibilidades de estudiar, la familia que me crió eran demasiado pobre”…A mi hija le doy estudio, no quiero que ella sea lo que yo fui”. (Trabajadora nicaragüense) “El trabajo doméstico es lo ultimo, es lo peor, porque por la misma sociedad así lo ve, nos dicen las ‘chupa plato’” (Trabajadora nicaragüense) Finalmente, se observa que la “pobreza de tiempo” es una realidad a la que la gran mayoría de las trabajadoras domésticas se enfrenta. Entre los usos 208 de su tiempo libre más frecuentemente reportados por las trabajadoras encuestadas destaca el trabajo de cuidado para sus propios hogares o familias. La demanda de cuidado en estos hogares parece importante, dado que casi un 80% de las trabajadoras encuestadas tienen hogares donde hay niños(as) o personas mayores. Eso tiene como resultado que sumando las horas invertidas en el trabajo remunerado (jornada laboral) y de las horas invertidas en el trabajo no remunerado (trabajo de cuidado para su propio hogar o familia), el 82.5% del total de encuestadas tiene una carga global semanal mayor de 48 horas. Las trabajadoras a tiempo completo tienen una carga global semanal promedio de 76 horas y 59 horas en el caso de las trabajadoras a tiempo parcial. Más del 70% de las trabajadoras encuestadas tienen hogares donde hay niños(as) o personas mayores, con algunas diferencias entre países pero en ningún caso las trabajadoras en esta situación dejaron de ser mayoría absoluta. A pesar de lo anterior, cuatro de cada diez trabajadoras domésticas encuestadas reconoció que existía conflicto entre su vida laboral y familiar (Nicaragua supera el 50%). Estos porcentajes se elevan si se consideran únicamente las que tienen hijas(os) menores de 18 años pero ningún país alcanza el 70%. El reconocimiento del conflicto entre la vida laboral y la familiar solo parece haber surgido con fuerza en las entrevistas y grupos focales, y no tanto como era esperado en la encuesta propia. Lo que muy probablemente está ligado a que es el tipo de problemas que requieren de “ayuda” para su reconocimiento, dada su profunda imbricación en los esquemas sociales de género vigentes. El aspecto más mencionado por las que identificaron el conflicto entre vida laboral y familiar es la falta de tiempo; lo que les resulta más difícil de cumplir, la atención a sus hijos(as) y los oficios del hogar. Ellas consideran que los más afectados por el conflicto son sus hijas(os) aunque en algunos países una proporción significativa consideró que son ellas las más afectadas (República Dominicana, Nicaragua y Costa Rica). Varias trabajadoras expresaron dolor porque sus hijos/as ya no la llaman “mamá” o porque tenían que dejar el cuidado de sus hijos/as con una hija de menor edad, con sus madres u otra/o familiar. La mitad de las encuestadas reportó la participación de otras personas en el trabajo doméstico y de cuidado en sus hogares (Nicaragua con casi un 80% y República Dominicana con un 60% superan este promedio; y el resto de países se coloca por debajo). El mundo del cuidado en los hogares de las trabajadoras domésticas es, como era de esperarse, fundamentalmente femenino y no remunerado. Las personas que asumen parte de la carga de cuidado son, en la gran mayoría de los casos, familiares que viven con ellas; mujeres (principalmente la madre, hijas o hermanas de las trabajadoras encuestadas); y en la mayoría de los casos no media pago para estas personas. Analizando las características de los hogares de las trabajadoras domésticas remuneradas se observa que las y los jefas/es de sus hogares se concentran mayoritariamente en edades superiores a los 45 años, especialmente en el caso de las jefas que son la mayoría. Su nivel educativo es bajo (más de 7 y hasta 9 de cada 10 jefes/as de hogar tienen primaria completa, incompleta o ningún nivel educativo). La situación encontrada en términos de asistencia escolar de los miembros de sus hogares menores de 18 años indica que el cambio a futuro 209 “…cuando uno tiene hijos es difícil porque uno piensa que los hijos pueden perder el amor de la madre, yo por ejemplo, al niño lo dejé cuando él tenía un añito, entonces él le dice mamá a mi mamá, entonces yo para que me diga mamá le tengo que prometer algo porque él dice que no puede decirme mamá y pienso que en eso a mi me ha afectado bastante porque yo quiero que el me tenga cariño como madre pues pero él le tiene más cariño a mi mamá que a mi...entonces me da tristeza” (Trabajadora hondureña) “…Tengo 4 hijos y he tenido dos maridos. Tengo una hija de 16 años, [3 más pequeños] … tengo un trabajo con dormida […] quien me cuida a los niños es mi hija mayor… Mi hija se queja mucho, […] me dice que esos no son sus hijos, que ella no tiene por qué atenderlos. Ella estudia en la tanda vespertina, porque por la mañana hace los oficios… Pero ella tiene responsabilidades en la casa. Yo tengo que trabajar. Si yo no trabajara no comeríamos, porque sus papás no aportan casi nada… desde que mi hija cumplió los 14 años, ella es la encargada de cuidar la casa. Yo sé que ella quiere divertirse, pero cuando se es pobre, las responsabilidades son lo más importante” (Trabajadora dominicana) no irá más allá de contar con más personas con la primaria o algún año de secundaria aprobado. De acuerdo a datos oficiales, los hogares con jefatura femenina tienden a tener menor número de miembros que los hogares con jefatura masculina. En general, los primeros presentan un menor número de miembros perceptores de ingresos que los segundos, pudiendo explicar en parte que los hogares con jefatura femenina estén más expuestos a mayor situación de pobreza de ingresos. Los datos de la encuesta propia indican una situación similar para el número de miembros que efectivamente aportan ingresos a sus hogares pero además resalta una importancia significativa de aportantes mujeres (en 9 ó más de cada 10 hogares las mujeres representan la mitad o más de los miembros aportantes) sin importar si son hogares con jefatura femenina o masculina. La “pobreza de tiempo” es un factor explicativo de primer orden para el alto aislamiento y bajos niveles de organización que caracterizan a estas trabajadoras. Según los resultados de la encuesta, este aislamiento es mucho más agudo para las trabajadoras extranjeras, indígenas y las trabajadoras con “dormida dentro”. VI.5 La tutela de los derechos de las trabajadoras y trabajadores domésticos remunerados Este apartado analiza el marco legal vigente en los países de la región a fin de establecer una comparación en cuanto al cumplimento de los derechos laborales, que desde el deber ser, tendrían que garantizarse. Las realidades que enfrentan las trabajadoras domésticas evidencian prácticas discriminatorias, las cuales no solo se desarrollan en las esferas fácticas como la contratación y pago sino también están evidentes en los marcos jurídicos del trabajo doméstico y las discusiones sobre la falta de reforma del los mismos. En el análisis de la tutela de derechos se ha encontrado que en todos los países los códigos laborales respectivos cuentan con un capítulo especial para regular este trabajo, considerados “especiales”. El principal problema que origina este tratamiento es la tendencia entre los y las mismos/as administradores/as de la ley a considerar que lo que no está contenido en el “capítulo especial” no aplica a las y los trabajadores domésticos remunerados (a excepción de Costa Rica 210 que explícitamente establece la aplicabilidad del resto de normas en temas no mencionados en el capítulo especial; y República Dominicana que parece excluir a estas/os trabajadoras/es de cualquier otra norma que no esté contenida en el “capítulo especial”). especie no forma parte del salario en efectivo y que el mismo no debe ser inferior al mínimo establecido por ley, a pesar de que en Guatemala, Nicaragua y Panamá también se establecen salarios mínimos de referencia para el servicio doméstico). Las principales discriminaciones en la norma escrita se observan en los siguientes aspectos: f. La exclusión de las y los trabajadores domésticos de la obligatoriedad del contrato escrito (solo en República Dominicana esta situación es general para todos los y las trabajadoras). a. Una definición imprecisa que abre las puertas a prácticamente cualquier contenido de trabajo que se realice en el hogar. b. La regulación implícita, o la no regulación, de la jornada laboral, a excepción de Costa Rica, que permite jornadas para las y los trabajadores domésticos muy superiores al mínimo legal establecido para el resto de trabajadoras/es. c. La regulación del día de descanso semanal y los días de asueto de forma especial para estas/ os trabajadoras/es (El Salvador y Panamá); la exclusión explícita de éstos de este derecho (Guatemala y Honduras) o la no regulación en el caso de los días de asueto en Nicaragua. g. El derecho a la Seguridad Social de estas/os trabajadoras/es es normado de forma diferenciada entre los países estudiados (inclusión explícita, exclusión explícita y regímenes “especiales”). Diversos factores administrativos y de la realidad de estas/os trabajadores determinan que su acceso a la Seguridad Social sea mínimo en todos los países. d. Las vacaciones están reguladas de forma distinta al resto de trabajadores/as en República Dominicana o no están reguladas en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras (están reguladas en Costa Rica y Panamá). A los tratos desiguales o discriminatorios establecidos en el marco legal vigente se agregan los problemas enfrentados por estas/os trabajadoras/es para el ejercicio efectivo de los derechos oficialmente reconocidos. La investigación evidencia la existencia de dos grandes tipos de barreras para el ejercicio efectivo de sus derechos por parte de las y los trabajadores domésticos: la propia administración de la ley y las dificultades de su aplicación, por falta de consideración adecuada de la realidad en que se encuentran estas/os trabajadores; y las condiciones, características, percepciones o actitudes de las propias trabajadoras domésticas. e. En todos los países se establece al menos la posibilidad de que la remuneración a las y los trabajadores domésticos esté conformada por una parte en efectivo y otra en especie, siendo el principal problema la imprecisión en términos de cuánto debe ser, como mínimo, el pago en efectivo (solo en Costa Rica se específica que el pago en Las principales barreras detectadas en el caso de la administración o aplicación de la ley tienen que ver con normas administrativas, procedimientos o requisitos (caso del Seguro Social); con resistencia de las y los empleadores para cumplir la letra de la ley (caso del derecho al estudio); y/o con la falta de capacidad para tutelar efectivamente el ejercicio de 211 los derechos establecidos (caso de las limitaciones que el trabajo de inspección laboral tiene en el caso de estas/os trabajadores). En cuanto a las barreras que surgen de las propias trabajadoras domésticas, destacan: el escaso conocimiento sobre sus derechos, las leyes que los tutelan y las instancias responsables de su aplicación; sus percepciones y actitudes negativas frente al sistema de administración de la ley que se combinan con una escasa visión de sí mismas como sujetas de derecho y de experiencias negativas previas propias o de terceros; y los problemas de tiempo disponible para realizar estas gestiones dada las características de sus jornadas laborales. En dos de los siete países, Panamá y República Dominicana, no se identificó ninguna iniciativa orientada específicamente al mejoramiento del marco legal que regula el trabajo doméstico remunerado. En el resto de los países, con la excepción de Costa Rica, el número de iniciativas en los últimos casi 20 años es muy escaso y el número de éxitos en estas iniciativas es todavía menor. El éxito de estas iniciativas es especialmente difícil cuando lo que se busca es una modificación de la regulación especial del trabajo doméstico remunerado. Las iniciativas de cambio En Panamá y República Dominicana no se identificó ninguna iniciativa orientada específicamente al mejoramiento del marco legal que regula el trabajo doméstico remunerado. En el resto de los países, con la excepción de Costa Rica, el número de iniciativas en los últimos casi 20 años es muy escaso y el número de éxitos en estas iniciativas es todavía menor. Los temas que se han abordado en las diferentes iniciativas, en general, son coincidentes con los identificados como más problemáticos en esta investigación. El éxito de estas iniciativas es difícil de medir pero lo es especialmente cuando lo que se busca es una modificación de la regulación especial del trabajo doméstico remunerado. A esta situación puede estar contribuyendo: i) La reducida y hasta nula participación activa de trabajadoras domésticas remuneradas en la lucha por mejorar sus condiciones laborales; y ii) poco interés, si es que hay alguno, en el tema entre los partidos políticos como tales, o los sindicatos. Los principales argumentos en contra de las iniciativas presentadas giran alrededor de: a. La “excepcionalidad” y/o la “naturaleza” del trabajo doméstico remunerado, sin explicación alguna sobre esta “especialidad”; b. los supuestos beneficios de que gozan las y los trabajadores domésticos, cuya existencia es negada por los resultados del esta investigación, al menos para la gran mayoría de ellas y; c. las necesidades de las mujeres empleadoras sin considerar que las trabajadoras domésticas enfrentan exactamente las mismas necesidades; d. la defensa del empleo de las trabajadoras domésticas frente a este tema, la expresión de una trabajadora activista es inmejorable: “la familia que no puede pagar un salario digno [o asegurar condiciones dignas de trabajo] debe repartirse las responsabilidades de la casa”. 212 213 CONCLUSIONES y Recomendaciones La importancia del trabajo doméstico remunerado en tanto ocupación Como ocupación este trabajo es una alternativa significativamente importante para las mujeres a lo interno de sus países y lo es aún más para las mujeres migrantes. Según los datos oficiales, hacia 2007, alrededor de 850,000 mujeres y 77,000 hombres en los siete países estudiados realizan este tipo de trabajo y todo indica que la cifra puede estar sub-estimada. El número de trabajadoras domésticas remuneradas de 15 años y más se ubica por encima de l00,0005, alcanzando más de 155,000 en Guatemala y más de 181,000 en República Dominicana; y representando entre un 10 y un 20% del total nacional de mujeres ocupadas. A estas cifras habría que agregar la cantidad de niñas menores de 15 años que también trabajan en el servicio doméstico y son especialmente importantes en Guatemala (casi 14,000) lo que elevaría el número de estas/os trabajadoras/es a prácticamente un millón de personas en este trabajo. En una estimación conservadora de cuatro personas dependiendo parcial o totalmente de los ingresos de cada una/o de estas trabajadoras y trabajadores de 15 3 Panamá fue el único país donde no se alcanzó esta cifra (alrededor de 63,000 mujeres y 8,000 hombres, según los datos de la EHPM 2007, están ocupados en el servicio doméstico). años y más, se estaría en presencia de alrededor de 3.7 millones de personas (entre más de 400,000 y 600,000 en cada país, con la excepción de Panamá). Una disminución de la modalidad más tradicional de servicio doméstico con “dormida dentro”, junto con un probable crecimiento de modalidades más informales, indica que la situación de un número creciente de trabajadoras domésticas es especialmente vulnerable, por encima del nivel de vulnerabilidad que caracteriza al trabajo estable que es el que fundamentalmente es cubierto, aunque con brechas de garantías y de tutela efectiva de derechos, por el marco legal vigente. La cantidad de personas directa o indirectamente vinculadas a este trabajo, así como su dinámica creciente en los últimos años, y las condiciones de vulnerabilidad laboral que caracteriza a las personas que lo desempeñan, convierten al trabajo doméstico remunerado en un tema de atención obligada para la política pública. De cumplir con esta obligación no solo “se corregirían […] décadas de discriminación legalmente establecida, [sino que] también se reconocería la importancia social [y económica] de estas tareas en el marco de las nuevas tensiones existentes entre vida laboral y vida familiar” (Martínez F. et al: 2009). 214 No ha sido posible dimensionar el número de las trabajadoras domésticas migrantes pero la creciente migración femenina en los países en los últimos años junto con la reconocida tendencia a la ubicación laboral de estas mujeres en ocupaciones de servicio doméstico en los países de destino, dentro y fuera de la región, permiten afirmar que su peso es importante. Según diversos estudios, ellas suelen tener una mayor propensión que los hombres al envío de remesas a sus familias de origen, remesas que contribuyen no solo a la sobrevivencia de sus familias sino también al mejoramiento de sus comunidades y constituyen un elemento de importancia significativa para el balance económico de sus países de origen. Si agregamos a lo anterior que la migración de estas mujeres no solo obedece a su necesidad individual sino a la demanda no satisfecha de cuidado en los países de destino, la consideración y atención a la situación de estas mujeres en la política pública de países de origen y de destino es una exigencia no solo de justicia sino también de política económica y social. La importancia del trabajo doméstico remunerado en tanto oferta de cuidado Según los resultados de esta investigación el uso del trabajo doméstico remunerado como alternativa para atender las demandas de cuidado de los hogares ha aumentado en los últimos años, aunque con el cambio ya mencionado en el creciente peso de modalidades diferentes a la tradicional del servicio doméstico con “dormida dentro”. Este cambio parece estar vinculado tanto a razones desde la demanda (principalmente costos del servicio vs ingresos de los hogares) como desde la oferta (preferencia de las trabajadoras, especialmente a medida que aumenta su edad, por estas otras modalidades y/o nuevas alternativas de empleo para las mujeres jóvenes). Considerando el total de hogares como un proxy, aunque no muy bueno, del total de la demanda de cuidado, la cobertura del servicio es relativamente baja: si se asume un subregistro de un 50% en las cifras oficiales se ubica en alrededor de un 20% de los hogares de estos países. Pero, si se considera que la oferta pública de servicios de cuidado es, en el mejor de los casos, muy limitada (con frecuentes problemas de calidad y cobertura), y que la oferta privada empresarial es también mínima y de costos mucho más altos, el trabajo doméstico remunerado es prácticamente la única opción que tienen los hogares más allá de su propia oferta de cuidado no remunerado. Resulta más que evidente que el trabajo doméstico y de cuidado sigue estando fundamentalmente en manos de las mujeres que lo realizan de forma no remunerada en sus hogares y comunidades, independientemente de si, además, tienen o no un trabajo remunerado, especialmente si consideramos el hecho de que la división sexual del trabajo ha permanecido inmutable, a pesar de la creciente participación femenina en el mercado laboral. Esta afirmación se sustenta en el franco peso mayoritario de mujeres económicamente activas entre los hogares contratantes de servicio doméstico, así como en la presencia mayoritaria de niños/as o personas de la tercera edad en estos hogares y cuya atención es tradicionalmente una responsabilidad femenina. La entrada al mercado laboral de las mujeres es la que principalmente origina la demanda de trabajo doméstico remunerado en una suerte de traslado al menos parcial de sus responsabilidades a otras mujeres. El tema del cuidado parece ser un vacío común en la política pública de los países estudiados. Un vacío que con los cambios demográficos en curso se vuelve aún más importante y hasta urgente de atender, reconociendo el cuidado como responsabilidad social y pública y no solo individual de las mujeres. La misma crisis económica que ya está afectando a nuestros países aporta a esta importancia y urgencia por dos vías: la contracción de 215 opciones de empleo de las mujeres (que puede contraer la demanda pero también incrementar la oferta para el servicio doméstico); y el agravamiento de condiciones laborales del trabajo doméstico caracterizado por altos niveles de vulnerabilidad social y legal, en un mercado de oferta creciente y demanda restringida. Resulta imposible pensar en una política pública orientada a la atención de las demandas de cuidado que no considere el trabajo doméstico remunerado. Un trabajo cuyas condiciones son resultado de conflictos de interés, en un marco de desigualdades sociales y económicas, cuya resolución es, por definición, una responsabilidad de los estados. Los resultados de la investigación ofrecen suficientes indicios de los conflictos de interés que giran fundamentalmente alrededor del tiempo (de trabajo y de descanso) y contenidos de trabajo (tareas incluidas como parte del trabajo doméstico remunerado). Además, del siempre vigente conflicto entre el trabajo remunerado y no remunerado para las mujeres en general. El trabajo doméstico remunerado debe ser, pues, objeto de la política pública no solo en tanto parte del mercado laboral sino también en tanto parte de las alternativas de atención a la demanda de cuidado, buscando asegurar condiciones de “trabajo decente” pero también su mejor participación en la atención de demandas de cuidado actuales así como su adecuación a las nuevas demandas de cuidado, principalmente en el caso de los países en franca transición demográfica. Los caminos del cambio: objetivos, líneas de política pública y estrategias para la acción lo tanto, parte del mercado pero es visto y tratado social y legalmente como no remunerado. Los resultados han complejizado bastante este punto de partida original. “El trabajo doméstico remunerado […] se ubica en la frontera entre el trabajo y el afecto – supuesto “no trabajo” –, entre lo público y lo privado, entre una mera ocupación y una estrategia para “conciliar” vida familiar y laboral. En otras palabras, constituye un eslabón crítico entre mercados laborales, familias, responsabilidades femeninas y políticas públicas (o su ausencia). Esta es una razón que explica por qué es tan difícil mejorar las condiciones laborales de estas trabajadoras, así como obtener los apoyos políticos e institucionales para hacerlo. Es un tipo de trabajo ubicado en la intersección de relaciones de poder, tanto de género como de clase. […] El reto no es fácil: requiere deconstruir y reconstruir relaciones de subordinación profundamente arraigadas y asentadas en las construcciones de género y las expectativas de clase” (Martínez F. et al: 2009). Es importante reconocer la complejidad de factores y actores que interactúan en el mantenimiento del status quo en lo que respecta al trabajo doméstico remunerado; así como su profundo basamento cultural. Si no se trabaja para cambiar las bases culturales de esta situación, el mejoramiento, difícil pero posible, del marco legal y de políticas no pasará de ser “letra muerta” y muy difícilmente devendrá en cambios reales para las mujeres que fundamentalmente realizan este trabajo. Para establecer y garantizar los derechos laborales de las trabajadoras domésticas remuneradas: 1. Reforma del marco legal vigente: Esta investigación partió del reconocimiento del trabajo doméstico remunerado como una especie de híbrido entre trabajo remunerado y no remunerado, entre trabajo y “no trabajo”. Una ocupación que es remunerada y, por El proceso de reforma implica la búsqueda de cambios en el Código del Trabajo en todos los países, mientras que otras leyes que también deberían ser modificadas 216 como la del Seguro Social y del salario mínimo, solo serían objeto de estos esfuerzos en algunos de los países. La aplicabilidad de las normas laborales generales.La meta mínima de cambio sería la inclusión de un artículo que establezca la validez de las normas generales para las personas ubicadas en el servicio doméstico, en todo lo que no se regula dentro del capítulo o título especial. La definición de trabajadoras(es) doméstico(s).Como mínimo debería buscarse el establecimiento de la necesidad de acordar entre las partes trabajo adicional al doméstico y no considerar cualquier tarea como parte de éste. También es importante mejorar las actuales definiciones estableciendo claramente cuáles son las tareas o responsabilidades que constituyen el trabajo doméstico. La jornada laboral y otros aspectos relacionados con el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso.El trabajo debería estar orientado hacia la equiparación de las normas “especiales” con las generales vigentes para el resto de trabajadoras/es. con el resto de trabajadoras/es, como mínimo. En un escenario ideal sería importante trabajar la posibilidad de cobertura para las personas insertas en el mercado laboral de forma informal, lo que no solo beneficiaría a las mujeres que trabajan en el servicio doméstico a tiempos parciales o por tareas y/o para varios hogares, sino también a la gran cantidad de mujeres insertas en el sector informal. Convenio de OIT: Una posible oportunidad para impulsar el tema es la introducción del trabajo doméstico remunerado en la agenda de la 99 a. reunión de la OIT prevista para el 2010, con miras a determinar un convenio para este tipo de trabajo. 2. Fortalecimiento de capacidades de las instituciones responsables de tutelar los derechos laborales: El contrato.- Se buscaría la equiparación con las normas generales respectivas vigentes para el resto de trabajadoras/es. Un buen sistema de administración de la ley exige instituciones responsables (ministerios o secretarías de trabajo, instituciones de la Seguridad Social, por ejemplo) en capacidad para cumplir sus funciones. Los procesos de fortalecimiento deben estar orientados hacia la necesidad de fortalecer las instituciones garantes del respeto de los derechos de las trabajadoras; las cuales deberán velar por el cumplimiento efectivo de la ley por parte de los y las demandantes del trabajo doméstico remunerado. Una limitante bastante común entre los países es que el cuerpo de inspectores no está autorizado para entrar a una casa particular para hacer una inspección, aunque esta casa particular sea el sitio de trabajo. Se requiere más recursos humanos dotados para inspecciones, tal como ajustes en los procedimientos de atención a denuncias e inscripción y pago en Seguro Social, para hacer efectivamente viable el acceso a la justicia y al Seguro Social. El Seguro Social.- Al igual que con los temas del contrato y las jornadas se buscaría la equiparación Promoción del conocimiento adecuado de la ley y de la forma de usarla en la defensa de los derechos. En La remuneración.- El trabajo en este tema estaría orientado hacia tres objetivos complementarios: i) que el pago en especie sea calificado, en términos de su calidad, y no forme parte del salario mínimo legal; ii) que el salario mínimo sea explícitamente incluido en el articulado correspondiente como referente obligado para establecer la remuneración; y iii) la inclusión del trabajo doméstico en la ley de salario mínimo en los países donde todavía no lo está. 217 visto del bajo conocimiento de las mismas leyes, se requiere acciones para promover consciencia sobre la ley, sus mecanismos de aplicación entre trabajadoras domésticas y entre empleadores para que todos conozcan los derechos laborales, las obligaciones y deberes de trabajadoras y empleadoras. Para alcanzar eso se requiere el fortalecimiento de las organizaciones sindicales de las trabajadoras domésticas u otras expresiones colectivas. 3. Promoción activa de la inserción del cuidado en la política pública Se trata, básicamente, de la necesidad de impulsar diversas políticas públicas considerando los siguientes aspectos: • La necesidad urgente de aprovechar el denominado “bono demográfico” para preparar nuestras sociedades de cara a un cercano futuro en el que la mayor demanda de cuidado estará generada por la población mayor de 60 años. Dadas las limitaciones que enfrentan la mayoría de estos países en términos de Seguridad Social, la tarea a realizar para adecuar la respuesta de los países a sus nuevas estructuras poblacionales. En este marco, la atención al tema del cuidado en general, y al trabajo doméstico remunerado en particular, es una prioridad evidente. • La importancia y la necesidad de “una ‘conciliación’ entre vida laboral y familiar, basada en el principio de corresponsabilidad de los cuidados” (Martínez F. et al: 2009). En esta dirección, se coincide en la necesidad de que el Estado asuma su rol frente a la atención el cuidado, tanto como oferente directo de servicios6 como en calidad de actor impulsor de otras opciones u ofertas alternativas de cuidado que impulsen la participación complementaria del sector privado, las comunidades y los hogares. • El mejoramiento de la oferta de servicios de cuidado, adicional a la no remunerada de las mujeres, podría tener impactos positivos sobre algunas de las condiciones laborales de las trabajadoras domésticas remuneradas así como también podría contribuir a la disminución del conflicto entre responsabilidades laborales y familiares que ellas, especialmente, viven. • Resulta también indispensable trabajar, al nivel que sea posible, para romper la barrera que se establece en las medidas “conciliatorias” tradicionales, entre el empleo formal (de relativo poco peso en la mayoría de nuestros países) y el empleo informal (mayoritario en nuestros países, especialmente para las mujeres). Las políticas públicas orientadas a responder a las demandas de cuidado no deberían restringirse a las personas empleadas formalmente. • La necesidad de “desfamiliarizar” y “desfeminizar” el trabajo de cuidado. Esto pasa por fortalecer la aplicación del enfoque de género en el proceso de formulación, implementación, seguimiento y evaluación de las políticas públicas relacionadas con el cuidado (Vega et al: 2009). En esta misma línea es central que el Estado asuma su responsabilidad en la promoción activa del cambio en la división sexual del trabajo todavía vigente y que, aún, asigna a las mujeres la responsabilidad del trabajo de cuidado. • La urgencia de visibilizar la importancia del trabajo de cuidado. La política pública debe promover activamente la visibilización y revaloración social del trabajo de cuidado, tanto remunerado como no remunerado, modificando las concepciones todavía vigentes al respecto en nuestras sociedades (Marco et al: 2009 y Vega et al: 2009). “La valorización 6 “El Estado debe crear y expandir servicios de cuidado, en principio infantiles; mejorar la retención escolar a nivel secundario; y adecuar los horarios de los servicios públicos para personas trabajadoras, para mencionar solo tres medidas que son esenciales” (Martínez F. et al: 2009) 218 sociocultural y jurídica del trabajo doméstico remunerado pasa por considerar a la economía del cuidado y sus aportes a la reproducción social” (Palacios et al: 2009). “En el ámbito del trabajo doméstico remunerado esto implicaría la necesidad de destacar la contribución de este trabajo a la economía nacional (y no solo a la economía familiar) y la eliminación de estereotipos que degradan socialmente a las personas empleadas en estas actividades” (Vega et al: 2009). • En general, “ser cuidado y cuidarse debe constituirse en un derecho universal que impregne la lógica de las instituciones del estado” (Palacios et al: 2009). 4. Para ampliar las oportunidades de las trabajadoras domésticas remuneradas Certificación y capacitación/formación laboral: Este componente busca profesionalizar el trabajo doméstico creando capacidades técnicas que potencien la revalorización del mismo, así como la ampliación de opciones para las mujeres que deseen el cambio de inserción laboral. Promoción de políticas laborales específicas: En algunos países se sugiere servicios públicos de intermediación de empleo que, al menos, incluyan el servicio doméstico; tal como la promoción de la regulación de las agencias privadas de empleo doméstico. En visto de la evidencia de discriminación en los salarios y condiciones de trabajo entre hombres y mujeres TDRs y entre nacionales no-indígenas y migrantes e indígenas, es importante promover la formulación e implementación de leyes que combatan la discriminación contra la mujer y contra indígenas, migrantes y afro-descendientes. 5. Para el mejoramiento del conocimiento sobre el trabajo doméstico remunerado La disponibilidad de información estadística presentó limitaciones importantes para el desarrollo apropiado del planteamiento original de la investigación. Estas limitaciones necesitan ser atendidas y superadas, tanto para alimentar el trabajo de cambio como para su seguimiento y posterior evaluación. Para la captación apropiada de información sobre el trabajo doméstico remunerado, en tanto ocupación y en tanto oferta de servicios de cuidado, sería necesario: • Revisar la forma en que se registra y procesa actualmente este trabajo en los instrumentos estadísticos nacionales oficiales (Encuestas de Hogares generales o específicas para la medición del empleo). Esta revisión debería tender a: i) asegurar que se captan las diferentes modalidades de trabajo o arreglos laborales existentes; ii) asegurar que información que ya se capta sea efectivamente procesada e incluida en las bases de datos; iii) distinguir las personas que efectivamente son trabajadoras domésticas de sus familiares iv) asegurar la inclusión de las trabajadoras domésticas que viven en el hogar contratante en la aplicación del resto de preguntas de la encuesta, especialmente las laborales, lo que permitiría incrementar el número de trabajadoras/es captados por las encuestas (en algunos países, al menos, se la identifica como residente habitual del hogar pero no como miembro del mismo y, por lo tanto, queda fuera del grueso de la batería de preguntas de la encuesta); y v) eliminar las exclusión prevista de las y los trabajadores domésticas de las preguntas relacionadas con algunos aspectos, como la contratación, las horas extras, entre otros, con el fin de contar con mejor información sobre sus condiciones de trabajo (al 219 menos en algunos países hay instrucciones específica de “salto” de pregunta cuando la persona se ha identificado como trabajador/a doméstica). instancias a futuro, una vez logrado el mejoramiento de las estadísticas nacionales jugarían un papel vital para la construcción de panorámicas regionales. • Para el primer punto planteado, en los países donde existe la categoría ocupacional de “empleada(o) doméstica(o) habría que revisar las definiciones formales y la forma en que efectivamente se aplican y/o se introducen y procesan los datos, tanto de esta categoría ocupacional como de la rama de actividad económica “hogares con servicio doméstico” y asegurar un manejo adecuado que permita diferenciar los diferentes arreglos laborales. • Mejorar los registros administrativos. En la mayoría de los países, los equipos de investigación tuvieron muchos problemas para abordar temas como la inscripción en el Seguro Social o las denuncias de violación de derechos laborales. Ello obedeció al hecho de que este grupo de trabajadoras/es no se diferencia en las estadísticas institucionales. • Agregar un mínimo de preguntas que permitan identificar el peso relativo de este servicio en la atención de las demandas de cuidado de los hogares.- Este es un vacío actual de las encuestas de hogares que debiera ser subsanado. La experiencia del INE, en Honduras, prueba que una simple pregunta permitió identificar el número de hogares que hacían uso de servicio doméstico y la modalidad del mismo. Los resultados confirmaron además lo lejos de la realidad que estaban los datos trabajados con la información de 2007. • Identificar e incorporar preguntas que puedan ser viables y útiles en otros instrumentos estadísticos Eso es necesario en instrumentos tanto de carácter censal como muestral (las encuestas de ingresos y gastos que probó su utilidad en Costa Rica para esta investigación) que contribuyan al conocimiento sobre y el manejo de la realidad del trabajo doméstico remunerado y su dinámica en el tiempo. • Promover el relevamiento del trabajo doméstico en los observatorios laborales existentes (nacionales y/o regionales).- Esto es una labor más de incidencia política para la creación de voluntades. Estas Para alimentar los procesos de política pública en el tema del cuidado, un aspecto obligado es contar con información sobre la demanda y oferta de cuidado. Para tal fin, sería necesario: • Avanzar en el tema de las encuestas de uso de tiempo. • Avanzar en la construcción de la Cuenta Satélite de Hogares. Para asegurar información oportuna, más allá de los datos, hay que realizar esfuerzos investigativos sostenidos que permitan la valoración y la toma de decisiones correctivas necesarias en los procesos de política pública que se implementen. La falta de uso de los datos estadísticos que se solicitan es una de las razones comúnmente esgrimidas por las instituciones estadísticas para el rechazo de estas solicitudes. Para asegurar la generación de información oportuna, se sugiere: • El establecimiento, o aprovechamiento, de las existentes alianzas estratégicas con las diferentes universidades y centros regionales de investigación. • Promover el fortalecimiento de capacidades para la investigación con enfoque de género en las universidades. 220 Líneas de acción estratégica • La identificación de potenciales aliados(as) y el proceso de construcción de alianzas: Parte del reconocimiento de instancias institucionales que tengan capacidad de incidencia a nivel de los gobiernos; así como condiciones financieras para aportar a la resolución de la problemática en cuestión; incluyendo la promoción de la conformación y fortalecimiento de las instancias articuladoras y de organización de las mujeres, para que sean ellas las protagonistas de empujar las iniciativas que mejoren la situación que viven las trabajadoras domésticas. • La construcción de un ambiente que valora la economía de cuidado: Este aspecto está referido a contrarrestar los mitos y percepciones vigentes en el imaginario social respecto al trabajo doméstico; lo cual implica un gran esfuerzo de producción y difusión de las ideas y propuestas que contribuyan a contrarrestar el arraigo cultural predominante en relación al servicio doméstico remunerado. • Aprovechamiento de iniciativas públicas en curso: A nivel nacional, al menos, es posible identificar programas en curso que pudieran atender demandas y/o necesidades de las trabajadoras domésticas. Se considera importante identificar estos programas y promover entre sus responsables la consideración de las trabajadoras domésticas dentro de sus grupos-meta y/o la orientación de fondos a instancias existentes que desarrollan trabajo en pro de estas trabajadoras. • Fortalecimiento de la aplicación del enfoque de género, que incluya el tema del cuidado, en la formulación, implementación, seguimiento y evaluación de las políticas públicas: Se considera que el tema de la economía de cuidado es relativamente nuevo, como tema de política pública, aún entre las personas que trabajan el enfoque de género. Por tal razón se considera importante retomar procesos de capacitación para la aplicación de este enfoque dirigidos a instituciones públicas claves y otros actores involucrados en el ciclo de la política pública. En la misma línea, se sugiere un fortalecimiento de las capacidades de los mecanismos nacionales de las mujeres sobre el tema, así como de las capacidades políticas para diálogo e incidencia con varios actores. 221 BIBLIOGRAFÍA Torres, Olimpia: “Puertas Adentro: Mitos y Realidades del trabajo doméstico remunerado en Centroamérica y República Dominicana”. Mimeo. Octubre 2009. Documentación base (Informe Regional y Resúmenes Ejecutivos de los Informes Nacionales) Cabrera, Norma; Márquez, Silvia; Pellecer, Sonia y Saso, Lucrecia: Resumen Ejecutivo: “El trabajo doméstico remunerado en Guatemala”. Guatemala, julio de 2009. Duarte, Isis; Hasbún, Julia y Vargas, Lalito Ramón: “Entre su casa y la mía: El trabajo doméstico remunerado en la República Dominicana: Informe resumen de investigación”. Santo Domingo, 25 de enero de 2009. 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Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo