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BLOQUE B
El compromiso
sostenibilista
desde la
rehabilitación
DOCUMENTO MARCO
El impacto ambiental de los edificios es muy
importante, y los grandes retos medioambientales
exigen una mejora en el comportamiento del parque
existente. La rehabilitación sostenible, desde la
perspectiva urbana y de los edificios, dará respuesta
al reto medioambiental y, al mismo tiempo, a los
aspectos económicos y sociales de la ciudad. Se
trata de marcar las líneas maestras del camino
sostenibilista desde la rehabilitación urbana integral.
Este documento es una síntesis del trabajo conjunto de un grupo
pluridisciplinar de profesionales, que desde la administración, la
universidad o su actividad profesional trabajan en el campo del
urbanismo, la vivienda, la rehabilitación y la ciudad. Agradecer a Ramon
Arjona, Manuel Clivillé, Toni Floriach, Gloria Gomez, Pilar Martorell, Núria
Pedrals, Salvador Rueda y Toni Solanas sus aportaciones y debates.
Ha coordinado el grupo de trabajo:
Albert Cuchí
BLOQUE B / El compromiso sostenibilista desde la rehabilitación
DOCUMENTO MARCO
BLOQUE B.
El compromiso sostenibilista
desde la rehabilitación
DOCUMENTO MARCO
0.Introducción
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1.
Un impacto ambiental elevado 130
2.
La necesidad de un nuevo sector
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3.
Un concepto de habitabilidad diferente
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4.
La rehabilitación como la estrategia sostenibilista del sector
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5.
El sector de la edificación y el cambio climático
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6.
La rehabilitación y la eficiencia en emisiones 137
7.
La escala de la rehabilitación hacia la sostenibilidad
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8.
La gestión en la intervención hacia la eficiencia
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9.Compromiso para la reconversión del sector. Retos y oportunidades
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0. Introducción
Nuestro modelo productivo se apoya en el consumo de recursos y en la
generación de un flujo de residuos en el medio. Consciente de la relación
entre nuestro sistema productivo y la degradación del medio, la sociedad
ha comenzado a limitar la capacidad de consumo y las emisiones de ese
sistema, a través del control de los vectores usados para difundirlos o
protegiendo la calidad del medio natural receptor.
El reto de la sostenibilidad, comporta restricciones a los impactos del
sistema productivo y debe conducir al sector de la edificación hacia la
baja emisividad y hacia la eficiencia en el uso de recursos. Si no se afronta
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adecuadamente, supondrá limitaciones cada vez mayores a la creación y
mantenimiento de la habitabilidad socialmente necesaria.
Obtener la habitabilidad socialmente necesaria para cobijar las actividades
humanas es la utilidad de la edificación, una utilidad cuya obtención
genera hoy consumo de recursos y emisión de residuos, y los consiguientes
impactos ambientales. Un consumo de recursos y una emisión de residuos
que han ido en continuo aumento a medida que los procesos para construir
y mantener esa habitabilidad han ido siendo asumidos por nuestro sistema
productivo industrial.
Actualmente, y como ejemplo de un impacto crítico y sometido a control
social a través del Protocolo de Kioto, las emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) generadas por los procesos necesarios para disponer los
materiales con los que se construye un metro cuadrado estándar de nuestra
edificación supone no menos de 500 kgCO2 equivalente, y las emisiones
anuales debidas al uso de energía en una vivienda habitual pueden alcanzar
fácilmente los 30 kgCO2 por metro cuadrado. Unos valores inadmisibles para
una economía que debe ajustar la producción de utilidades a un marco muy
restrictivo a causa de la lucha contra el cambio climático.
1. Un impacto ambiental elevado
Una edificación que ha aumentado su superficie en un 50% en los últimos
20 años antes de la llegada del Código Técnico y de las normativas dirigidas
a considerar y reducir el impacto ambiental de los edificios, y que ha sido
el factor determinante en la evolución de la superficie artificializada en
España (zonas urbanas, industriales, mineras, vertederos y escombreras y
zonas verdes artificiales no agrarias) que ha aumentado de algo más de
800.000 Ha. en 1987 a una previsión de 1.200.000 Ha. en 2010, la mayoría
sobre suelos agrícolas y forestales y, en muchos casos, sobre zonas de gran
valor ambiental como es la franja costera. Una artificialización que debe
ser reinterpretada para que el territorio vuelva asumir de nuevo funciones
ambientales ligándolo al metabolismo social para que vuelva a ser de
nuevo productivo.
Una edificación que moviliza gran cantidad de recursos materiales puesto
que se emplean directamente unos 2.500 kg. de materiales por cada nuevo
metro cuadrado construido —a los que deben añadirse otros 5.000 kg. en
los residuos generados en su producción— que se extraen de la corteza
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terrestre o de la biosfera con el consiguiente impacto ambiental asociado,
y que generan 120 kg de residuos en la construcción de cada nuevo metro
cuadrado. Una edificación que supuso un flujo de 3,77 Tm de materiales
de construcción por habitante y año en 2004. Una situación insostenible
y un parque edificado que supone un estoc de materiales que deben ser
adecuadamente usados para obtener la máxima eficiencia de los impactos
que su obtención produjo.
Una edificación que generó una emisión debida al uso de la energía
en viviendas de 1,14 Tn.CO2 por habitante y año en 2004, aumentando
considerablemente desde las 0,71 de 1990 en un cambio de modelo de uso
energético en los hogares —y también en otros edificios— absolutamente
opuesto a la sostenibilidad.
Una edificación donde se consumió el 11% del agua utilizada socialmente en
España en 2006. Agua extraída, tratada, bombeada, distribuida y depurada
mediante el uso de energía (entre 1 y 2 kWh de energía por cada m3), y cuyo
uso altera el ciclo hidrológico natural y el medio biológico que lo usa. Un
agua de la que se desaprovechó la potencialidad de uso de sus diferentes
calidades al obviar el adecuado reciclado y su captación en las zonas
urbanizadas. Un uso doméstico del agua que ascendió de 158 litros por
persona y día en 1998 a 174 litros por persona y día en 2006.
Una edificación en la que —además y en muchos casos— los sistemas
constructivos han estado por debajo de los mínimos de calidad exigibles,
lo que ha supuesto, entre otras cosas, que dispongamos de un parque
de viviendas con una calidad constructiva deficiente que las ha hecho
convertirse en auténticas depredadoras de energía que lastran la eficiencia
energética de nuestro país.
Una edificación asentada, además, sobre un modelo urbanístico que genera
demandas de energía para satisfacer la necesidad de movilidad hacia los
servicios de una sociedad moderna –educación, sanidad, asistencia social,
abastecimiento, cultura, etc.— que triplican y cuadruplican las del modelo de
la ciudad densa tradicional.
Un sector de la edificación basado en el consumo sistemático de recursos
y el compulsivo vertido de residuos de uso y de construcción, o sea en la
externalización de costos que supone la degradación ambiental. Un negocio
acostumbrado a especular –a ganar enormes sumas de dinero— con el
consumo de un bien ambiental tan crítico y claramente limitado como es el
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suelo, y que ha conseguido hacer de toda la población los cómplices de su
interés en el incremento continuado del valor del suelo, convenciéndonos
que la vivienda en propiedad es un bien social y consiguiendo que el
alquiler sea hoy un negocio marginal por el riesgo que implica tanto para el
propietario como para el inquilino.
Un negocio que se basa en el convencimiento general que el modelo
de movilidad que alimenta y permite ese consumo de suelo es un
factor determinante de nuestra libertad, y que las infraestructuras de
nuestras ciudades y de nuestro territorio requieren de un incremento
continuado para garantizar el progreso, aunque sea un modelo de movilidad
altamente consumidor de territorio y de recursos. Un modelo de progreso
–de habitabilidad— que desgraciadamente se basa en la destrucción
sistemática de los recursos ambientales del país.
Un sector de la edificación, en conclusión, inconsciente de los impactos
ambientales que genera su actividad y sus productos y en la que basa buena
parte de los beneficios de su negocio, y sobre la que las restricciones sociales
a su capacidad contaminante –mediante las exigencias normativas vinculadas
con la sostenibilidad— sólo han llegado recientemente y sin una sensibilización
suficiente en sus agentes para asegurar una implantación eficiente.
2. La necesidad de un nuevo sector
El sector de la edificación se ha apoyado en el incremento continuado
de la demanda de vivienda y, por ello, ha sido el soporte de tensiones
especulativas que se nutrían del incremento del valor del suelo, valor avalado
por ese continuado aumento de la demanda. Un sector cuya lenta aunque
progresiva regulación se ha orientado hacia esa actividad principal de nueva
construcción, considerando el uso, el mantenimiento y la rehabilitación de lo
ya construido como actividades subsidiarias de esa actividad principal.
Pero la secular tendencia al continuado aumento de la base de la pirámide
poblacional –unido al proceso de emigración del campo a las ciudades— que
aseguraba el continuado crecimiento de la demanda de vivienda, finalizó a
mediados de los años setenta, produciéndose desde entonces una reducción
y una estabilización de esa base poblacional a pesar de la inmigración desde
otros países. De este modo, la persistente demanda de nueva edificación
para cobijar el continuado aumento de nuevos hogares tocará a su fin en los
próximos años y —de confirmarse las predicciones poblacionales— esa nueva
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situación se mantendrá en los próximos cuarenta años, transformando
decisivamente el sector de la edificación en España.
El actual sector de la construcción precisa así hoy de una profunda
redefinición en la que debemos considerar dos vertientes diferenciadas:
por una parte un sector de la construcción de nuevos edificios dedicado a
la satisfacción de una decreciente demanda futura de vivienda; de otra,
el sector de la rehabilitación, que podríamos definir como el sector que
se encarga del mantenimiento de la habitabilidad, de la utilidad social a
la que da respuesta el sector. Y que deberá hacerlo con unas afectaciones
ambientales –y en primer lugar, con unas emisiones de GEI— cada vez más
reducidas.
3. Un concepto de habitabilidad diferente
Una habitabilidad que debe ser redefinida para adaptarse a las nuevas
demandas ambientales y sociales. Una habitabilidad que no puede ser
enunciada —ya en el futuro inmediato— independientemente de los recursos
necesarios para producirla y para mantenerla en el tiempo. Una habitabilidad
que —para ser eficiente— debe adaptarse a las demandas de las personas,
de las formas de vivir actuales, superando modelos habitacionales ligados a
estándares de vida convencionales —cada vez menos mayoritarios— y cuya
generalización sólo sirve para facilitar la expresión del valor de cambio de la
vivienda por encima de su valor de uso.
Una nueva habitabilidad que debe estar definida desde las necesidades
de las personas y desde su satisfacción integrada, no mediante el
cumplimiento de valores mínimos parciales en un número más o menos
grande de parámetros. Unas necesidades cuya satisfacción debe empezar
por garantizar para todos las condiciones de confort normativamente
establecidas, pero que deben basarse en la configuración de un espacio
habitable sano, desprovisto de amenazas a la salud y al libre desarrollo
de las capacidades de las personas, configurado con materiales libres
de componentes dañinos —como los ya reconocidos amiantos, los COV
(compuestos orgánicos volátiles), los formaldehidos, el benceno, el éter de
glicol— y protegidos de campos y radiaciones electromagnéticas –naturales y
artificiales— que puedan afectar a la salud y al bienestar de los habitantes.
Una nueva habitabilidad que debe comprender el acceso a la satisfacción
de las necesidades que definen una calidad de vida hoy día socialmente
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aceptable, y que supone el acceso a unos servicios –asistenciales, culturales,
educativos, etc.— que superan la escala de la vivienda para abordar una
habitabilidad de escala urbana. Una nueva habitabilidad, pues, enunciada a
escala urbana y consciente y eficiente en los impactos ambientales precisos
para generarla.
4. La rehabilitación como la estrategia sostenibilista del sector
En este entendimiento, el patrimonio edificado —el stock de edificios en
funcionamiento y el espacio urbano que los contiene— es al mismo tiempo
un problema y una oportunidad. Un problema por cuanto es deficitario en
muchas ocasiones en la capacidad de satisfacción de las necesidades y
también fuertemente dependiente de recursos para ofrecer la habitabilidad.
Por ejemplo, es uno de los principales focos de emisiones de GEI de la
economía española, lo que supone uno de los principales problemas para la
competitividad del sector. En lo que se refiere a la oportunidad, el parque
edificado representa unos recursos que pueden ser re-utilizados para
aportar una mayor habitabilidad con menor impacto ambiental y, a menudo,
con menor coste económico y social.
El patrimonio edificado debe ser intervenido para conseguir un aumento de
la habitabilidad en una situación de restricción de emisiones, mediante la
mejora y mantenimiento de sus prestaciones con menor impacto, con menor
emisividad, rescatando esa emisividad tanto para la necesaria reducción
de las emisiones actuales de nuestra economía como para aplicarla a otros
sectores productivos más competitivos: en todos los informes que evalúan
la capacidad de ahorro de emisiones en los diferentes sectores productivos,
las emisiones debidas a la edificación no sólo suponen la mayor cantidad
sino la que puede rescatarse con menor coste de inversión. Ello no es sino un
indicador de la baja eficiencia en emisiones de nuestro parque construido.
Y esa intervención sobre el patrimonio edificado no sólo debe realizarse
mediante intervenciones sobre sus sistemas técnicos –como las mejoras
en la eficiencia energética de los edificios ya construidos— sino también y
prioritariamente mediante la reinterpretación de su capacidad para proveer
una habitabilidad que sea admisible. En ese sentido, la normativa del
sector –claramente orientada y desarrollada pensando tan sólo en la nueva
edificación— descalifica la mayoría de elementos técnicos patrimoniales
al no reconocerles las prestaciones que son capaces de aportar por
no ser homologables con los que demanda a la nueva edificación. Esa
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descalificación debe interpretarse como una pérdida de capital –económico,
pero también ambiental si consideramos las emisiones invertidas en crear
ese patrimonio— que resulta inadmisible bajo las exigencias económicas y
ambientales actuales.
El patrimonio supone un capital que debe ser activado para proveer la
máxima habitabilidad con el mínimo impacto, por lo que intervenir en él
debe hacerse desde la pregunta: ¿cómo puede obtenerse más habitabilidad
con menores emisiones?
Ese doble reto, desde el mantenimiento de la capacidad de producción de
la habitabilidad socialmente necesaria y desde el diseño de una economía
nacional competitiva, implica abordar las claves de la transformación
sostenibilista del sector de la edificación entendiendo que la rehabilitación del
parque construido es un factor determinante. De este modo, las cuestiones
clave a tratar en este bloque vienen marcadas por la necesaria definición del
sector de la rehabilitación como un sector a redefinir –casi a refundar— para
adquirir la escala y el marco de actuación más eficiente como herramienta de
transformación sostenibilista del sector de la edificación.
Por otro lado, en rehabilitación cobra una gran relevancia los aspectos sociales:
resulta impensable, y sería la pérdida de una oportunidad, plantear un
papel pasivo de los usuarios, de los ciudadanos durante el proceso. Más aún
cuando el principal déficit sostenibilista del actual sector de la edificación es
su incapacidad de satisfacer –aún en los momentos de máxima producción
de edificios- el derecho constitucional a la vivienda. Y cuando –como ahora—
la población actualmente en riesgo de perder su vivienda puede superar
incluso la que demanda el acceso a ella. La rehabilitación de las más de 23
millones de viviendas en España supone el mayor reto en la reconversión de
nuestro modelo productivo hacia un escenario más sostenible, y ofrece una
oportunidad de promover actuaciones basadas en estrategias participativas
que sirvan para recuperar no sólo las edificaciones desde el punto de vista
físico, sino también para regenerar el tejido social y establecer nuevos vínculos
entre la ciudadanía, obligadamente presente, espectadora y paciente de
cualquier actuación que se realice.
5. El sector de la edificación y el cambio climático
El cambio climático es una de las más fuertes exigencias de cambio de
nuestro sistema de producción y consumo hacia la sostenibilidad. La
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crisis del calentamiento global va a implicar acuerdos de reducción de las
emisiones que, si no reorientamos nuestros objetivos y nuestra economía,
supondrán fuertes limitaciones a las actividades productivas y de consumo,
encareciendo las emisiones de GEI y reduciendo las posibilidades de usarlas
para satisfacer nuestras necesidades.
El sector de la construcción ha evolucionado paralelamente al desarrollo
técnico y normativo del país, fuertemente implicado con la industria y con
sus capacidades. Se han transformado viejos procesos y sistemas técnicos
hacia otros nuevos, dependientes de los sectores industriales, de los que
se ha heredado su concepto de calidad y, también, su relación con el medio,
no sólo en los aspectos productivos de los materiales de construcción sino
de los procesos de puesta en obra y de funcionamiento del edificio. Así, el
sector de la construcción ha obtenido de ese entorno un modelo normativo
y técnico poco consciente de su impacto ambiental, del deterioro del medio
que supone el modelo de gestión de los recursos que utiliza y de la capacidad
contaminante de sus procesos. Un modelo que ha ido promoviendo nuevas
exigencias en la edificación sin ser consciente, hasta hace poco, de las
implicaciones ambientales que se generan.
El entorno del sector de la construcción ha cambiado con la crisis actual. Las
restricciones a la emisividad del sistema productivo y, muy especialmente,
de las emisiones de GEI, serán un factor determinante en la competitividad
del sistema productivo, de la economía del país. Sin ser el único problema
ambiental de nuestra sociedad, el calentamiento global supone el principal
reto ambiental reconocido internacionalmente, y sobre el que se están
planteando estrategias globales altamente transformadoras de nuestro
modelo productivo. En ese sentido, disponer de una visión del sector de la
construcción y de una estrategia para afrontar ese decisivo y transformador
reto debe ayudarnos ahora a su redefinición. Más aún cuando las emisiones
debidas al sector de la edificación, en demanda de materiales y uso de
edificios, supusieron –antes de la crisis, en 2007— el equivalente a un
30% del total de emisiones imputables a la economía española según
la contabilidad de Kioto: ¿es posible enfrentarse a la transformación
de nuestro modelo económico hacia una economía baja en carbono sin
intervenir en ese sector de una forma transformadora?
La habitabilidad que aporta la edificación ha ido aumentando
progresivamente su dependencia del consumo de energía –y, con ella, de
emisiones de GEI— en sus estrategias para obtenerla, con lo que es preciso
iniciar un proceso de desacoplamiento de la consecución de la habitabilidad
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de esa emisividad. Un proceso que implica mostrar la dependencia del sector
de esas emisiones, resultando hoy necesario disponer de una valoración,
tanto absoluta como relativa respecto al conjunto de la sociedad, de la
situación del sector de la edificación respecto a su emisividad, de las
presiones que van a producirse en el futuro para reducir la emisividad de
nuestra sociedad y de sus repercusiones sobre el sector, así como de las
posibilidades de mitigación y de adaptación que el sector puede aportar.
Esa valoración ha de permitir marcar los objetivos de reducción de emisiones
del sector, en consonancia con los retos sociales frente al cambio climático, y
mostrando la profundidad de las acciones necesarias para lograrlo.
6. La rehabilitación y la eficiencia en emisiones
No se podrá reducir la emisividad debida al sector de la edificación actuando
sólo sobre los nuevos edificios: la reducción de emisiones implica intervenir
sobre el parque existente.
Aunque de ahora en adelante construyésemos toda la nueva edificación
sin huella de carbono ni en la fabricación de sus materiales, procesos de
construcción, uso, y deconstrucción y reintegro de los materiales al medio
o al reciclaje, ello no reduciría las actuales emisiones del sector sino muy
lentamente, a medida que los edificios actualmente existentes fueran
siendo progresivamente substituidos por la nueva edificación. Con un
parque construido con una larga esperanza de vida útil como el actual, la
necesaria reducción de emisiones de nuestro país a corto y medio plazo
pasa, indefectiblemente, por la intervención sistemática sobre el estoc de
edificios existentes.
¿Cuál es la situación actual, las experiencias en este ámbito? ¿Qué
posibilidades de intervención se ofrecen a esa reconversión del parque
hacia la baja emisividad? ¿Cuáles son los límites de esas experiencias,
de esas posibilidades de intervención? ¿De qué factores dependen esas
limitaciones?
La rehabilitación actual es, como se ha dicho, un sub-sector del sector de
la construcción de nuevos edificios, subsidiario tecnológica, normativa y
organizativamente de él, lo que limita su capacidad de acción a sus actuales
objetivos de mejorar las características del parque construido en imitación
de las prestaciones de los edificios nuevos. Abordar con los instrumentos
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actuales nuevas tareas –como la reducción de la emisividad, la eficiencia en
el uso de los recursos— implica calibrar hasta qué punto esos instrumentos
son eficaces y eficientes para hacerlo.
Es necesario un diagnóstico crítico de la actual actividad de rehabilitación
desde su capacidad de reconvertir la habitabilidad hacia la sostenibilidad,
para reducir su emisividad, reconociendo los posibles límites en esa tarea y
las causas que los determinan, es una evidente necesidad para adaptar la
actividad de la rehabilitación hacia la baja emisividad.
7. La escala de la rehabilitación hacia la sostenibilidad
Y más allá de la diagnosis del modelo existente de rehabilitación y su
capacidad de hacer frente a las demandas de la sostenibilidad, deben
abordarse cuestiones que ya sabemos que van a ser determinantes en su
replanteamiento. Una de ellas es la escala de la rehabilitación, de la acción
sobre el patrimonio construido.
La escala actual de la rehabilitación es heredera de la escala de la promoción
inmobiliaria, que establece el ámbito de independencia de los sistemas
constructivos. Así, la estructura o las instalaciones se diseñan a escala de
edificio, sea éste de uso individual o colectivo, sin que ello suponga que esa
es la escala a la que son más eficientes. La rehabilitación ‘hereda’ esa escala
de ámbito funcional con el problema adicional de un reparto de la propiedad
aún más reducido en el caso de edificios colectivos.
¿Es esa escala eficiente para la rehabilitación? ¿Es esa escala la óptima, por
ejemplo, para obtener la máxima eficiencia energética agregando demandas
del tamaño adecuado para acudir a las ofertas energéticas eficientes de
las cuales disponemos ahora? ¿Es la escala adecuada para la aplicación de
tecnologías apropiadas? ¿Lo es para que las empresas tengan del tamaño
adecuado para disponer de esas tecnologías y de mano de obra preparada?
Los óptimos que encontramos para responder a cada una de estas
preguntas suelen encontrarse a una escala mayor que la del edificio. Tanto
la escala de la transformación y distribución energética –que encuentra
actualmente en los sistemas de climatización a escala de barrio sus
mayores eficiencias así como la más eficiente integración de energías
renovables— como la escala precisa para el desarrollo y aplicación de
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tecnologías de intervención eficaces, como la escala de las operaciones
de intervención que permita articular recursos normativos, financieros,
de gestión, laborales, etc. adecuados para asegurar que el sector de la
rehabilitación sostenible de la habitabilidad sea económicamente viable,
demandan también articular el sector a una escala de intervención mucho
mayor que el edificio.
El debate de la escala adecuada para intervenir hacia la sostenibilidad
abre la discusión del objeto de la rehabilitación —¿edificio? ¿barrio? ¿quizá
municipio?— y con él se abre la discusión sobre los ámbitos normativos,
financieros, de planificación que deben organizar un sector de la
rehabilitación orientado hacia la sostenibilidad de la edificación.
8. La gestión en la intervención hacia la eficiencia
Intervenir sobre el parque construido implica trabajar con agentes diferentes
de los que se encuentran implicados en el sector de la nueva construcción:
usuarios, administradores de fincas, gestores energéticos, administraciones
públicas, compañías suministradoras, etc., que constituyen ámbitos de
responsabilidad y de gestión muy diferentes a los de la nueva construcción.
El cambio de escala de intervención genera, además, problemas adicionales
al demandar la agrupación de intereses de propietarios particulares en
escalas mayores a la de comunidad de propietarios, demandando nuevos
recursos legales y de gestión para hacerlo.
Ámbitos de gestión y responsabilidades que deben transformarse en
oportunidades para la rehabilitación sostenible. ¿Qué agentes están
implicados? ¿Cuál es su misión y sus responsabilidades actuales? ¿Cómo
pueden implicarse sus intereses con la rehabilitación sostenible, con la
eficiencia en emisiones? ¿Cuáles son las posibles barreras –legales, sociales,
financieras— a esa implicación, y cómo superarlas?
Es necesaria una diagnosis sobre la capacidad del actual modelo de gestión del
parque edificado para adaptarse a una necesaria reconversión de la edificación
hacia la baja emisividad y detectar riesgos y oportunidades, así como crear
visiones de una gestión sostenible del patrimonio edificado que contribuyan
a que la rehabilitación sostenibilista no sea tanto una acción puntual sino un
ejercicio continuado basado en un modelo de gestión adecuado.
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9. Compromiso para la reconversión del sector. Retos y oportunidades
Si el reto de sostenibilidad que se exige a nuestra sociedad –de la que
la lucha contra el cambio climático es un primer ejemplo— es un reto
transformador de nuestras economías y de los procesos sociales de
producción y consumo, el sector de la edificación debe reconvertirse en el
sector de la rehabilitación.
Si consideramos como su objetivo primordial la obtención de la habitabilidad
socialmente necesaria con el mínimo impacto ambiental, y recogemos
la discusión realizada sobre el planteamiento del necesario objetivo
de su baja emisividad, la escala que debe tener la intervención sobre
el parque edificado, y los agentes y los modelos de gestión precisos,
concluiremos que precisamos de un sector nuevo, que supere la
subordinación normativa, tecnológica y de gestión respecto al sector
de la nueva construcción; con su propia ley de ordenación de objetivos y
responsabilidades de los agentes que intervienen en la rehabilitación y a la
escala que deba ser adecuada; con su propio código técnico que reconozca
las capacidades de los edificios construidos sin más referencia que las
exigencia provenientes de la satisfacción de las necesidades sociales de
habitabilidad, y sin más norte que el aprovechamiento de la capacidad de
proveerla de nuestro estoc edificado.
Para ello es necesario asumir compromisos por parte de los agentes
que participan en el sector, compromisos que permitan definir metas y
establecer caminos para alcanzarlos. Compromisos de cambio que deben
incluir la asunción de responsabilidades en los ámbitos que les son propios.
Por ejemplo:
—— la administración, a la que corresponde comprometerse a liderar el
cambio, promoviendo el debate social, la definición de objetivos,
el establecimiento de las etapas para alcanzarlos, y arbitrando y
gestionando los recursos y los instrumentos precisos incluyendo,
naturalmente, la progresiva reforma de los ámbitos legislativos,
normativos y organizativos que su acción política y de gestión le permiten
y, especialmente, la difusión de los valores de la sostenibilidad entre el
resto de los agentes y, muy particularmente, priorizándolos dentro de sus
propias instituciones.
—— los técnicos, cuya praxis profesional requiere extenderse para alcanzar
a los nuevos objetivos del sector, lo que incluirá la redefinición de sus
conocimientos, habilidades y actitudes, e implica una extensa acción de
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formación que demanda, necesariamente, el liderazgo de los colegios
profesionales y la implicación de universidades y centros tecnológicos y
de investigación.
los gestores de edificios a cualquier escala, desde los administradores
de fincas a gestores energéticos y responsables de mantenimiento, que
pueden asumir responsabilidades profesionales en la relación entre la
obtención del confort (ilimitado) y los costes ambientales (limitados)
precisos para hacerlo, y expresar esa responsabilidad en las tareas de uso,
gestión, mantenimiento y rehabilitación de los edificios, lo que implica
también una extensa labor de información y de formación.
los promotores, cuyo papel va a transformarse en la reconversión,
cuyo modelo de negocio va a cambiar al no poder estar ya vinculado
a la puesta en marcha de nuevo suelo, tienen la posibilidad de liderar
el cambio aportando la visión empresarial de una nueva actividad,
definiendo para el nuevo sector los horizontes de actuación, la
organización de las empresas adecuadas para afrontarlos, avanzando
más allá de la mera producción de un objeto –como es un edificio—
para considerar e integrar aspectos de su gestión o mantenimiento,
redefiniendo el producto que ofrecen en sus utilidades, en la escala de
actuación y en los clientes a los que se dirige,
los constructores y contratistas, cuyo compromiso al afrontar el cambio
de modelo productivo del sector implica la redefinición del marco técnico,
organizativo y operativo que implica trabajar sobre lo construido y a
escalas más amplias que el edificio, en una auténtica reconversión de
ramos y especialidades que intervienen, posibilitando la apertura de un
nuevo campo de innovación técnica de gran alcance,
los fabricantes de materiales, productos y sistemas que, además de
adecuar sus productos a las demandas del nuevo sector, y como nuevo
marchamo de una calidad ya imprescindible en sus productos, van a
comprometerse de forma radical con la sostenibilidad de los procesos
productivos que ponen en marcha, desde la declaración —pública y
transparente— de sus impactos ambientales y su certificación, y el
establecimiento continuado de procesos de mejora ambiental de la
producción y las prestaciones de sus productos, impulsando y liderando el
ámbito normativo en este aspecto,
los movimientos sociales –ecologistas, vecinales, etc.— cuya actividad
en el terreno ambiental ha sido siempre motor de cambio, deben
comprometerse a protagonizar un liderazgo social necesario e inevitable,
y que debe activarse y comprometerse en este cambio,
los usuarios (que somos todos), cuya sensibilización respecto a los
recursos usados para proveer la habitabilidad que la edificación les
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proporciona, les ha de permitir exigir el derecho a habitar sin que ello
suponga la destrucción sistemática del medio y, en consecuencia, exigir
la formación y la información precisa para conocer —y disminuir con su
acción— los impactos ambientales que ocasiona procurar la habitabilidad
de que disfrutan,
Esos compromisos deben estar dirigidos, finalmente, a permitirnos vivir
mejor de otra manera –una cuestión ya ineludible— y requieren por tanto un
compromiso conjunto de todos los agentes en renovarse, en innovar, en una
innovación que debe comenzar en el mismo planteamiento de los problemas
que afrontamos.