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EDITORIAL
COMPETITIVIDAD DE LA REGION CARIBE COMO EJE
TRANSVERSAL PARA SU CRECIMIENTO
La competitividad de las regiones se constituye en un reto que deben asumir los estamentos
oficiales y privados de un país y/o región. La globalización y el creciente número de tratados
comerciales y diferentes formas de cooperación entre países, obliga a tomar una actitud
proactiva ante las exigencias del entorno. La crisis en la que se encuentran las grandes economías, brinda oportunidades a los países emergentes y, en especial, a sus regiones para
desarrollar acciones y estrategias tendientes al logro de mayores niveles de competitividad.
Pero, la competitividad no puede ser vista como una acción aleatoria, ni mucho menos
tomarla como reacciones ante una contingencia, pues generalmente conllevaría a la improvisación y a la espontaneidad. Debe ir más allá, debido a que no sólo se aprovecharían
las ventajas comparativas, sino crear ventajas competitivas. Cohen (1994. p. sp), considera que “la competitividad es una reconsideración de un gran conjunto de indicadores,
ninguno de los cuales cuenta la historia total, sino que juntos proveen un foco de atención
altamente legítimo”.
Es evidente que la competitividad otorga una serie de instrumentos y mecanismos para alcanzar adecuados niveles de crecimiento y desarrollo en las empresas e instituciones, pero
también es válido para los países y regiones. Al respecto Warner (1999, p.12) afirma que
“los países competitivos son aquellos con una alta capacidad de crecimiento económico en
el mediano plazo, teniendo en cuenta su nivel inicial de ingreso”.
Es importante tener presente que la competitividad es posible lograrla si los agentes económicos tienen mayor compromiso y participación en busca de alcanzar un mejor bienestar
para la sociedad. Además, el papel protagónico de las regiones es tal que aquellas que
aprovechen mejor sus recursos, en especial las que cuenten con mayor capital y tecnología,
podrán desarrollar economías de escala para alcanzar mayores niveles de competitividad.
Sin embargo, la competitividad necesita apoyarse en estrategias y políticas regionales
coherentes y orientadas al aprovechamiento de las ventajas comparativas que ofrecen las
regiones de acuerdo con las características, dotación de factores y condiciones de cada una.
Las regiones, en especial la región Caribe, si quiere ser competitiva debe actuar con criterio
empresarial. La competitividad es un proceso que requiere de planeación estratégica, que
tenga en cuenta la parte interna de la región en la cual deben valorarse y aprovecharse
los recursos disponibles; y la parte externa, que permitiría a la región orientarse al logro de
mayor participación en el mercado nacional e internacional.
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Pero, esta competitividad debe sustentarse en una gestión que cuente con una apropiada
estructura que sirva de estímulo y motivación. Esta gestión parte de las políticas establecidas
por el Estado, que garanticen el desarrollo de las actividades que deben efectuarse para
lograr la tan anhelada competitividad.
La competitividad debe asociarse con productividad, pero también debe incluir la cultura de la
región. Además, considerar la influencia de los principales indicadores macroeconómicos, así
como la disponibilidad de infraestructura, el nivel educativo de la población, la especialización
productiva, el mismo nivel de desarrollo de la región, las políticas existentes en materia de
desarrollo industrial y el nivel de tecnología existente.
Por lo tanto, la competitividad, al establecerse como una cultura, debe constituirse en un
mecanismo de medición de lo que realiza la región y que, de alguna manera, implica hacer
análisis comparativos con otras regiones del país. Al respecto, Dávalos (1996. p. 30) plantea
que “la competitividad es una medida relativa del desempeño de una unidad productiva (sea
esta una empresa, una industria o la economía nacional) que permite comparar su posición
con respecto a la de sus competidores pertinentes, e identificar las fuentes de sus fortalezas y
debilidades”. La medida de competitividad incluye, por lo tanto, aspectos de política y gestión
que suelen ser pasados por alto cuando se utilizan exclusivamente indicadores de desempeño
económico (utilidad), financiero (retorno) o social (satisfacción del cliente o responsabilidad).
Quizás un aspecto significativo es asociar la competitividad de las regiones con crecimiento
económico, en especial provocado por el desarrollo industrial, tal como lo expresa Hamel y
Prahalad (1994. p.10), quienes consideran que “la competitividad es un crecimiento industrial.
Cuando la unidad de análisis es más una compañía que un país, el tema de competitividad
gira alrededor de la posición competitiva relativa y la ventaja competitiva. Desde este punto,
competitividad viene de una posición en el mercado defendible y unas ventajas competitivas
sostenibles”.
Sin embargo, un grave problema es que en nuestro medio se quieren lograr altos niveles de
competitividad de manera inmediata, sin darle una visión de largo plazo. Además, se asocia
más a lo que desarrollen sectores económicos específicos y no la región como un todo. Se
está casi que olvidando la importancia de la estructura que tenga y aquellos sectores que
puedan jalonar el crecimiento y desarrollo de la región. Se hace necesario entonces generar
ventajas competitivas de acuerdo a las condiciones y características de cada región.
La competitividad debe partir del rol básico que cumplen las empresas consideradas claves
en los distintos sectores económicos de la región. Pero, su actuación requiere consenso de
la enorme importancia de lograr niveles adecuados de competitividad. Estos sectores se
identifican con los resultados y el posicionamiento alcanzado en el mercado donde interactúan. Sólo así es posible participar exitosamente tanto en el mercado nacional como en el
internacional.
Lograr la competitividad se constituye en un gran reto para las regiones, debido a problemas,
como el asentamiento de gran parte de la población en zonas urbanas, que exige soluciones
que llevan a un crecimiento económico continuo, pero que debe ir acompañado de un alto
grado de autonomía, sobre todo política, que les permita tomar decisiones sin recurrir tanto a
estamentos centralizados. Aunque, se hacen necesarios ajustes para una mejor aprovechamiento de las capacidades y recursos de las regiones. Al respecto Hamel y Prahalad (1994.
p. 207), establecen que “Si una región quiere ser competitiva, requiere tener a su favor una
gestión macro adecuada y, fundamentalmente, un acuerdo político. El desarrollo económico
local es la tarea de la hora. La unidad de la nación se consolida en su diversidad. Las regiones y ciudades deben ser artífices de su porvenir. Se entiende como región a la unidad
que resulta de la acumulación e interacción de personas y actividades económicas en un
área geográfica (no necesariamente las divisiones administrativas territoriales del Estado”.
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Por lo tanto, lograr la competitividad requiere una labor mancomunada que considere factores
fundamentales. Precisamente, la CEPAL (2002, 2007) distingue varios factores, dentro de
los que se destacan: la economía (a través del comportamiento que tengan las principales
variables económicas), el Gobierno e instituciones (se relaciona con las políticas regionales
y con el manejo de los recursos públicos), las finanzas (en lo que tiene que ver con el funcionamiento del sistema financiero y el mercado de capitales), la infraestructura y tecnologías
de la información y comunicación (mayor y mejor infraestructura que masifica el uso de las
TIC,s), el recurso humano (comportamiento del mercado laboral a través del análisis de sus
indicadores), desarrollo de la ciencia y tecnología (en especial el desarrollo de I+D), la internacional de la economía (que evalúe las relaciones comerciales y el nivel de inversiones) y,
el medio ambiente (considera la regulación para la preservación del medio ambiente).
Estos factores presentan un rezago significativo en la región Caribe, a excepción del departamento del Atlántico, con relación a otras regiones del país, en especial con Bogotá, Antioquia
y Valle, por lo que los distintos gremios, instituciones gubernamentales, población civil, sector
educativo, entre otros, deben asumir un rol protagónico para alcanzar la tan anhelada competitividad regional. Se hace necesario un nivel de crecimiento y desarrollo que se encuentre
acorde con los requerimientos que el entorno regional exige, manteniéndose un adecuado
nivel de equidad y responsabilidad social. La competitividad debe ir acompañada del aprovechamiento de las capacidades de la región, que considere la importancia de encontrarse
a tono con los cambios tecnológicos, información, internacionalización y globalización de la
economía, aunque se constituya en un proceso con cierto grado de complejidad.
En un estudio de Lotero, Posada y Valderrama (2009. p.107), desde la perspectiva de la geografía económica, destacan factores como la aglomeración, la infraestructura de transporte
y comunicación, la infraestructura, el capital humano, la geografía física, el índice global de
competitividad regional y análisis de clústeres. Al considerar todos estos factores se denotan
agrandes diferencias entre Bogotá-Cundinamarca y la demás regiones del país. Es claro
que el reto sigue latente: ¿Podrá la región Caribe alcanzar adecuados niveles de competitividad en el mediano o largo plazo? ¿Se encuentran loa departamentos de la región Caribe
en condiciones de lograrlo? ¿Existe el real compromiso de todos la población para mejor la
productividad y la competitividad? Ojala encontremos pronta solución a estos interrogantes.
Santiago Sarmiento del Valle
Docente
Facultad de Ciencias Administrativas, Económicas y Contables
Programa de Negocios Internacionales
Coeditor de la Revista Dimensión Empresarial
REFERENCIAS
CEPAL (2002). Escalafón de la competitividad de los departamentos colombianos, Informe
final. Disponible en: http://www.bogotacompite.org.co
CEPAL (2007). Escalafón de la competitividad de los departamentos colombianos. Serie Estudios y perspectivas, No. 14. Disponible en: http://www.cepal.org/publicaciones/xml/3/29973/
LCL.2684-P.pdf.(14 de octubre de 2008)
Cohen S. (1994), Speaking Freely. Foreing Affairs, Vol. 73, No 4. Consultado en:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/economia/industrilatina/244.htm
Dávalos, L. (1995-1996); Competitividad Regional, un punto de partida. Debates IESA Vol.
3. p. 30-34.
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Lotero, J., Posada, H. y Valderrama, D. (2009). La competitividad de los departamentos
colombianos desde la perspectiva de la geografía económica. Lecturas de Economía, 71,
pp. 107-140.
Hamel, G. y Prahalad, C.K (1994), Competing for the future. Boston: Harvard Business School
Press, 1994. p. 267.
Warner, A. (2001) Reasons for slow and decelerating growth in the Andean Countries. Unpublished manuscript, ww.cid.harvard.edu/.../competitividadycrecimientoeconomico_sachsvia...‎
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