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El País, Uruguay, julio 2013
FRANCISCO ROSENDE | DESDE SANTIAGO DE CHILE
Chile ante posibles cambios de modelo
Tras materializarse las elecciones primarias con las que los grandes conglomerados
políticos chilenos resolvieron quién los representará en las próximas elecciones
presidenciales, cabría esperar se produzca una discusión más precisa y serena de los
proyectos de cada candidato, de lo observado durante la campaña previa.
Ello por cuanto en el último tiempo la discusión político-económica chilena ha dado
muestras de contradicciones internas notables, las que debieran justificar sesudas
investigaciones académicas en el futuro, pero que alientan legítimas inquietudes en el
presente.
En efecto, mientras la economía ha mostrado un destacable dinamismo tras la crisis
financiera de las economías industrializadas de fines de la década pasada y del
posterior terremoto de febrero de 2010, en el plano político se ha mantenido un
persistente cuestionamiento al sistema de economía de mercado que ha prevalecido
en las últimas décadas. Por otro lado, han adquirido cierta fuerza los planteamientos a
favor de una reforma a la Constitución, siendo una de las principales justificaciones
esgrimidas para impulsar esta iniciativa el reemplazo del denominado "sistema
binominal", que promueve la conformación de grandes conglomerados para acceder a
cargos de representación en el Parlamento. Como era de esperar, un sistema de esta
naturaleza tiende a desplazar el debate hacia el centro político, en tanto incentiva la
construcción de acuerdos entre sectores relativamente afines, pero diferentes.
Considerando el ambiente de estabilidad política y económica en que se ha
desenvuelto el país en las últimas décadas, resulta tan injustificado como
sorprendente este tipo de propuestas, lo que solo se entiende por una mayor
presencia en el debate público de grupos más extremos, de poca representación
política, dentro de los cuales se incluye al Partido Comunista.
En el plano económico se aprecia un grado de coincidencia significativo entre los
partidos de oposición con el objetivo de introducir ajustes en el modelo económico.
Estos cambios se manifestarían en un aumento importante de la carga tributaria, el
que a juicio de sus impulsores serviría para financiar un mayor gasto fiscal, a través
del cual se promovería una sociedad más igualitaria. En particular, estos grupos han
prometido un aumento significativo del gasto fiscal en educación, donde la idea de
"gratuidad" de la misma se reitera con insistencia.
En lo que se refiere a la iniciativa de reformar la Constitución, a través de una
Asamblea Constituyente, las visiones dentro de la oposición tienen un menor grado de
consenso. De hecho la misma candidata del sector, Michelle Bachelet, ha realizado
planteamientos poco claros con respecto a lo que es su posición al respecto. No deja
de ser curioso el caso chileno. Si utilizamos un ejemplo futbolístico para describirlo, es
como un equipo que va ganando convincentemente sus partidos y que súbitamente
decide cambiar de entrenador y de táctica de juego. Es raro.
A mi juicio, una parte importante de la explicación del tono y enfoque que predomina
en el debate público se origina en un cuadro externo favorable, particularmente en
términos de precio del cobre y el acceso al financiamiento externo, lo que ha
provocado una cierta desaprensión con respecto a los efectos de las diferentes
propuestas de política económica sobre la eficiencia global y con ello, sobre el
dinamismo de la economía. Solo así se puede entender el insistente planteamiento en
demanda de un alza importante de la carga tributaria, soslayando los efectos que esta
puede ocasionar sobre los niveles de ahorro e inversión de la economía.
Con argumentos de microeconomía básica se puede sostener que lo habitual es que
cambios en la carga tributaria impacten en las decisiones de consumo y ahorro del
sector privado, lo que en algún grado resentirá la eficiencia global. Desde luego, una
buena práctica en el ejercicio de las finanzas públicas consiste en contrastar dichas
distorsiones con la rentabilidad social de los proyectos púbicos que se desea
financiar. Sin embargo, esa parte de la información aún no es clara y solo existen
ideas generales. Existe claridad solamente en torno a la idea de elevar la carga
tributaria, ajuste que el equipo económico de Michelle Bachelet ha estimado será del
orden de un 3% del PIB, lo que representa un alza considerable de ésta.
Omisiones.
La búsqueda de una mayor igualdad en la distribución del ingreso sería el objetivo
esencial de esta nueva agenda. No obstante, en su formulación se omiten tres
aspectos esenciales:
i) La principal fuente de ingresos fiscales es el crecimiento, por lo que desestimar los
efectos que sobre este pudieran provocar las intervenciones de la autoridad es un
error importante. En particular, sería muy desafortunado retornar a la lógica de los
"juegos de suma cero" para enfocar las políticas públicas, lo que en distintas latitudes
solo ha servido para impulsar conflictos sociales y políticos.
ii) La distribución del ingreso cambia lentamente. De hecho, los resultados que se
observen en un momento del tiempo estarán en buena medida marcados por los
niveles de educación y entrenamiento de trabajadores que ingresaron al mercado
laboral varias décadas atrás. Así, tiene más sentido pensar una estrategia de
"igualación de oportunidades" como eje de la política social, con un importante apoyo
a los sectores que resulta más complejo reentrenar, porque llevan algún tiempo
considerable en el mercado del trabajo. Aquí juega un papel esencial una política
social bien enfocada, donde por cierto no caben iniciativas como una educación
universitaria gratuita. Este tipo de intervención del gobierno en el sistema educacional
chileno fue en el pasado una causa importante de la desigualdad que ha observado
posteriormente la economía chilena.
iii) Por último, los estudios disponibles muestran una disminución progresiva de la
desigualdad en Chile, proceso que ciertamente se intensificará, en tanto se den las
condiciones para que sigan creciendo el empleo y las remuneraciones.
Clima de negocios.
Durante las últimas semanas se ha registrado un cierto nerviosismo en la economía
con respecto a la posibilidad de una caída importante en el precio del cobre, en
respuesta del menor dinamismo que se aprecia en la economía de China y la
tendencia global al fortalecimiento del dólar en los mercados internacionales. Si bien
sería muy desafortunado para la economía chilena un colapso de los términos de
intercambio, la amenaza de dicho evento o incluso una suave corrección de dicho
precio, tendrán el mérito de recordar la importancia de un buen clima de negocios
para impulsar el progreso. En efecto, la entusiasta discusión de iniciativas tributarias y
regulatorias, a menudo soslaya los efectos de las mismas sobre la capacidad de
crecimiento de la economía, como señalé antes. Por otro lado, parece necesario
recordar que el principal mecanismo para corregir eventuales problemas de abuso de
mercado es la competencia. Perfeccionar los mecanismos de defensa de la
competencia es una tarea permanente de las políticas públicas, la que supone
perfeccionar el modelo de economía de mercado y no abandonarlo.
Tras la verificación de las elecciones primarias, con la consecuente clarificación de
quiénes serán los principales candidatos a la presidencia, es de esperar se moderen
las propuestas y tono del debate público. Sería muy lamentable ignorar las lecciones
de la historia y repetir errores que tuvieron serias consecuencias sobre el nivel de vida
de los chilenos en el pasado.