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El Camino hacia el Crecimiento Sostenible: La Perspectiva del Asia Oriental
Yun-han Chu1
La resistente Asia oriental
Las economías asiáticas no han sido invulnerables frente a las consecuencias de la crisis
financiera mundial. Su dependencia del comercio a través de redes mundiales de
producción y estrategias basadas en la exportación hizo a estas economías vulnerables
frente a la fuerte disminución de la demanda de la economía norteamericana y europea. Sin
embargo, la región ha demostrado ser más resistente que el resto del mundo y se ha
posicionado para dirigir la recuperación económica mundial.
Para finales de septiembre del 2009, el Banco Asiático de Desarrollo ha incrementado su
previsión de crecimiento económico de Asia oriental de un 3,6 por ciento hasta un 4,4 por
ciento. Se prevé ahora que sólo China tenga un crecimiento de un 8,2 por ciento en 2009 y
de un 8,9 por ciento en 2010, subiendo la previsión de marzo que era de un 7 por ciento y
de un 8 por ciento, respectivamente. Las previsiones de Asia meridional también han
mejorado, calculándose que el crecimiento alcance este año el 5,6 por ciento, superando la
previsión inicial de un 4,8 por ciento. Las nuevas señales de recuperación en la confianza de
la empresa privada, junto con el mantenimiento del enorme estímulo fiscal anunciado en el
presupuesto de julio de 2009, han servido para reforzar la esperada expansión económica
de la India hasta alcanzar un 6 por ciento este año, superando así el 5 por ciento. Se había
previsto que el crecimiento conjunto de Asia Oriental se reduciría a un 0,1 por ciento en
2009, lo que aún mejoraba ligeramente las previsiones iniciales de un crecimiento negativo
del 0,7 por ciento. El crecimiento en auge en Indonesia y Vietnam ha compensado
Yun-han Chu es Distinguished Research Fellow del Instituto de Ciencias Políticas de la Academia
Sinica y Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Taiwán. También ejerce
actualmente como Presidente de la Chiang Ching-Kuo Foundation for International Scholarly
Exchange. Fue Profesor colaborador en la Universidad de Columbia durante los años 1990-1991 y
ha colaborado como Profesor en la Universidad de Pekín desde el año 2007. El Profesor Chu se
especializa en estudios políticos sobre la Gran China, economía política del Asia oriental,
economía política internacional y democratización. Es el Coordinador del Asian Barometer Survey,
una red regional de investigación sobre la democracia, la gobernanza y el desarrollo, que abarca a
más de diecisiete países asiáticos. Actualmente trabaja en el consejo editorial de Pacific Affairs,
International Studies Perspective, China Review, Journal of Contemporary China, Journal of East Asian Studies y
Journal of Democracy.
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parcialmente las caídas que se han producido en otras economías sudorientales más
expuestas al comercio internacional, como Malasia, Singapur y Tailandia.
Cuatro factores han contribuido a este repunte económico de la región más fuerte de lo
esperado. En primer lugar, la región estaba relativamente bien protegida frente al
desplome financiero mundial ya que había heredado unos sistemas financieros en
situación relativamente saludable antes de la crisis de los préstamos “sub-prime” de alto
riesgo, y había constituido una enorme reserva de moneda extranjera como cobertura ante
una repetición de la crisis financiera regional de 1997. Las burbujas de activos no eran
alarmantemente amenazantes o se había logrado controlarlas debidamente antes de la crisis
actual, como era el caso de China. En segundo lugar, la mayoría de las economías del Asia
oriental han demostrado ser considerablemente resistentes debido, en parte, a la elevada
capacidad de ahorro de las familias durante los tiempos de prosperidad, en la que se han
podido apoyar durante las épocas de vacas flacas sin necesidad de realizar grandes recortes
en el consumo privado. En tercer lugar, las bases macroeconómicas eran bastante sólidas en
la mayoría de las economías del Asia oriental. Con la excepción de Japón, la mayoría de los
gobiernos no estaba fuertemente endeudada y gozaba aún de suficiente capacidad
financiera sin utilizar para el gasto y el préstamo. Por ello, la mayoría de los gobiernos y
bancos centrales del Asia oriental respondieron a la crisis financiera global con firmes y
decisivas acciones fiscales y monetarias. Por último lugar y no menos importante, cabe
atribuir la resistencia de la región a la rápida recuperación de sus economías más
importantes, con menor dependencia de la exportación. Aún viéndose afectadas
negativamente, China e India no se encuentran en recesión: sus enormes sectores
domésticos han ayudado a amortiguar el impacto. La exportación solamente representa el
35 por ciento del PIB de China y el 22 por ciento del de la India.
Las Raíces de la Crisis
La mayoría de los responsables políticos y analistas económicos del Asia oriental sostienen
que la superabundancia de ahorro (“savings glut”) de las naciones asiáticas con superávit
fue la gran culpable de la crisis mundial. Es cierto que después de la crisis financiera asiática
de finales de los 90, la mayoría de los países en desarrollo de la región buscaron su
seguridad mediante la gestión de los tipos de cambio y la creación de enormes reservas de
divisas. De esta forma quedaban protegidos frente a las tormentas de la especulación de
divisas y nunca más tendrían que recurrir a las líneas de crédito del FMI.
Aunque algunas de estas medidas de protección contribuyeron a los desequilibrios y
tensiones de la economía mundial, más que causas originarias, eran síntomas de las
vulnerabilidades y de los riesgos sistémicos inherentes al sistema monetario internacional
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vigente. La frecuencia y el crecimiento de intensidad de las crisis financieras que siguieron
al colapso del sistema Bretton Woods apuntan a que los costes del sistema actual ha
superado su beneficio. El dólar, como principal moneda de reserva internacional, ya no
constituye un punto de referencia ni se emite con arreglo a una serie clara de reglas.
Además, la puesta en circulación de dólares no está desvinculada de las condiciones
económicas e intereses soberanos de los Estados Unidos. Como consecuencia de ello, la
emisión ordenada de monedas de reserva para garantizar la estabilidad financiera mundial y
para facilitar el crecimiento económico se ha convertido en un objetivo aún más ilusorio.
Hablando en términos más generales, el sistema actual de gobernanza económica mundial
que se forjó a mediados del siglo XX se ha visto superado por el giro económico
fundamental que se viene produciendo durante los últimos veinte años. El desplome de las
economías planificadas de la Unión Soviética y de la Europa Central y Oriental, las
reformas económicas que se han producido en China y la India, y las estrategias de
crecimiento basadas en la exportación de Asia oriental han contribuido al desarrollo de la
economía de mercado mundial a una velocidad de vértigo. El número de los participantes
activos en esta ampliada economía globalizada ha crecido pasando de cerca de 1 billón a
más de 4 billones de personas. Tanto la legitimidad como la efectividad del G8, del FMI y
del Banco Mundial se han visto muy debilitadas a medida que sus normas de
representatividad y de toma de decisiones no conseguían reflejar el peso y las nuevas
responsabilidades de estos poderes económicos emergentes.
Este anticuado sistema mundial de gobernanza económica era además intelectualmente
defectuoso, al haber sido diseñado sobre la base de un dudoso armazón intelectual,
concretamente la teoría del “mercado racional”. El dogma de la desregulación financiera ha
dado lugar a una explosión de actividades bancarias informales o en la sombra sin regular
por parte de instituciones financieras y fondos de cobertura no-bancarios. La complejidad
de sus transacciones extracontables y estrategias de cobertura, así como los riesgos
sistémicos que han creado, estaban simplemente fuera del alcance de los reguladores y
supervisores nacionales e internacionales.
La mayoría de los analistas del Asia oriental coinciden con el diagnóstico de Simon Johnson,
ex economista jefe del FMI, quien señaló que el desgobierno del sistema financiero de
EE.UU. no se limitaba a una serie de accidentes aleatorios, sino que era el resultado de una
regulación gubernamental poco rigurosa y de unos incentivos perversos que vinculaban la
remuneración de los ejecutivos a rendimientos a corto plazo. En definitiva, se trata de la
consecuencia de un proceso político el que los reguladores fueron capturados
intelectualmente por Wall Street.
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Muchos responsables políticos del Asia oriental comparten también la opinión de que los
bancos centrales del mundo desarrollado habían sido demasiado débiles frente a los
enormes riesgos que las burbujas de los precios de activos planteaban a la economía real
del empleo, la productividad, el ahorro y el consumo. Los repetidos esfuerzos de la Reserva
Federal de EE.UU. por controlar el daño a la economía real por el estallido de la burbuja,
mediante la brutal relajación de los tipos de interés, únicamente han servido para retrasar el
necesario ajuste estructural y la corrección del mercado, produciendo posteriormente
mayores burbujas del precio de activos y agravando el problema del “riesgo moral”.
En resumidas cuentas, tanto el sistema actual de gobernanza económica mundial, como sus
herramientas intelectuales, no han estado basados en la “realidad” demasiado tiempo. Este
anticuado sistema exige no sólo unos parches sino una oportuna reforma
El Camino hacia el Crecimiento Sostenible
Quizás con la excepción de Japón, todos los países del Asia oriental han celebrado el
anuncio por parte de Barack Obama en la Cumbre de Pittsburg de que en el futuro el G20
sustituiría el G8 como principal órgano coordinador de asuntos económicos y
posiblemente también de otros retos globales. Aunque la renovación de este principal foro
económico mundial se introdujo de forma ad hoc para gestionar la crisis financiera, marcó el
comienzo de una nueva era para la gobernanza económica mundial. El G20 podría jugar un
papel importante facilitando e incitando a Asia oriental a realizar reformas estructurales
cruciales para el reequilibrio de la economía mundial. También podría servir para fomentar
el debate y la deliberación sobre el desarrollo de una nueva serie de principios y directrices
para la puesta al día de las instituciones económicas mundiales y de los acuerdos existentes
frente a los nuevos retos.
Los países asiáticos en su mayoría estaban convencidos de que debía de haberse efectuado
hacía mucho tiempo una reforma radical de las instituciones financieras internacionales, en
particular del FMI. Muchos líderes asiáticos han venido insistiendo en la necesidad de un
reajuste de la voz y de la representación de los países en desarrollo con objeto de que quede
reflejada su contribución global. Han defendido también una revisión global del marco de
préstamos y de condicionabilidad del Fondo. En este contexto, los países asiáticos apoyan
en términos generales la introducción de las “Líneas de Crédito Flexibles, (FCL)” como
nuevo mecanismo de prevención de crisis para aquellos países con políticas basadas en
sólidos fundamentos y antecedentes positivos de implementación política. También apoyan
la necesidad de que el FMI refuerce su cooperación con el Fondo de Estabilidad Financiera
(FSF) y de la colaboración de ambas instituciones en la promoción de la estabilidad
financiera y el fortalecimiento de la capacidad de respuesta de las autoridades regulatorias
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ante los riesgos, incluyendo el desarrollo de un sistema de alertas rápidas.
La mayoría de los líderes del Asia oriental también apoyaron la necesidad de una reforma
radical de los regímenes nacionales y supranacionales de regulación financiera. Resulta
esencial reformar el régimen regulatorio para poder hacer frente a los conglomerados
globales con una naturaleza demasiado grande como para quebrar que provocan riesgos
sistémicos al sistema financiero. Resulta imprescindible ampliar el ámbito y el mandato de
los reguladores actuales con objeto de que estén debidamente equipados para controlar
sociedades no financieras que hayan superado sus fronteras tradicionales y creado un nuevo
frente de riesgos. Resulta también indispensable la actualización de los estándares
regulatorios financieros locales e internacionales para poder supervisar de forma efectiva
los nuevos productos e innovaciones financieros. Sin embargo, no hay grandes esperanzas
de que se vaya a conseguir un cambio radical ya que hasta ahora hay muy pocas reformas
en marcha o sobre la mesa.
La mayoría de los analistas asiáticos se inclinan por apoyar la recomendación de la
Asamblea General de las Naciones Unidas a través de la Comisión de Expertos sobre
Reforma de las Estructuras Financieras y Económicas Internacionales. Tal como sugirió
Joseph Stiglitz, presidente de la Comisión, la crisis ha aportado el ímpetu necesario para
avanzar hacia un sistema regulatorio general centrado de forma más intensa en grandes
instituciones y países “sistémicamente relevantes”. Las nuevas normas podrían verse
apoyadas mediante incentivos que fomentasen comportamientos y políticas de riesgos
positivos que evitasen que los bancos fuesen demasiado grandes para quebrar.
El informe de la comisión también fomentaba la idea de que los países y los mercados
también podían experimentar con financiaciones compuestas por los denominados
Derechos Especiales de Giro (DEG), que reflejan una cartera de las principales divisas.
Eventualmente los DEG se actualizarían para funcionar como un tipo de moneda de
reserva mundial. Además, un incremento de la asignación de DEG serviría para que el FMI
pudiese abordar su problema de recursos y las dificultades de la reforma del voto y la
representación.
La recomendación de la comisión reforzó el poder de persuasión de una propuesta anterior
planteada por Zhou Xiao-chuan, el Gobernador del Banco Popular de China. Zhou
defendió abiertamente, con una franqueza excepcional, la creación de una moneda de
reserva super-soberana que sustituyese al dólar estadounidense como moneda oficial de
reserva mundial. Zhou mantuvo que ello no solo eliminaría los riesgos inherentes a una
divisa soberana basada en el crédito, sino que además permitía gestionar la liquidez a nivel
mundial. Una moneda de reserva super-soberana administrada por una institución global
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podría utilizarse tanto para crear, como controlar, la liquidez a nivel mundial. Y cuando la
moneda de un país ya no se utiliza como medida para la evaluación del comercio mundial,
ni como punto de referencia de otras monedas, la política de los tipos de cambio del país
sería mucho más efectiva para reequilibrar los desequilibrios económicos. Esto reducirá
significativamente los riesgos de una futura crisis y mejorará la capacidad de gestión de las
crisis.
Más en concreto, Zhou propuso que debía tenerse especialmente en cuenta la necesidad de
otorgar a los DEG un papel más importante. Los DEG tienen las características y el
potencial para poder servir como moneda de reserva super-soberana. Por lo tanto, la
asignación de DEG debe aumentarse de forma constante, ampliándose su alcance. Como
primer paso, debe establecerse un sistema de liquidación entre DEG y otras monedas.
Esto permitirá que los DEG, que actualmente sólo se utilizan entre gobiernos e
instituciones internacionales, se conviertan en un medio de pago ampliamente aceptado en
el comercio y en las transacciones financieras internacionales. Otra medida para
incrementar su atractivo sería la creación de activos financieros denominados en DEG.
Debería además promocionarse activamente el uso de los DEG en el comercio
internacional, en la fijación de precios de los productos básicos o mercancías, en las
inversiones y en la contabilidad mercantil. Estos pasos permitirían que eventualmente los
DEG satisfagan totalmente la demanda de una moneda de reserva de los estados
miembros.
Sin embargo, la mayoría de los responsables políticos del Asia oriental no creen que sea
inminente una transición del sistema actual hacia el nuevo sistema diseñado alrededor de
una moneda de reserva super-soberana. Tampoco creen que dicha transición, si alguna vez
se produce, vaya a ser suave. Por ello, no se visualiza de momento una solución
fundamental frente a la vulnerabilidad inherente y los riesgos sistémicos del actual régimen
monetario mundial. Los Estados Unidos simplemente no van a renunciar en el futuro
cercano a sus beneficios de señoreaje en la creación de reservas. Como consecuencia de ello,
la mayoría de las economías del Asia oriental aún sienten la necesidad de aumentar su
propia capacidad de amortiguación mediante la gestión del tipo de cambio y la acumulación
de reservas de divisas para protegerse frente a las turbulencias financieras. Las
consecuencias, sin embargo, son directas. Si el dólar se mantiene como principal activo de
reserva; concretamente, si el crecimiento de reservas sigue basándose fundamentalmente en
dólares, entonces los objetivos de reserva de las economías del Asia oriental únicamente se
podrán satisfacer si persisten los desequilibrios globales. Se producirá antes que tarde una
nueva (aunque distinta) crisis, esta vez probablemente debido a un nivel de endeudamiento
inaceptable por parte de los Estados Unidos.
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Con este terrible panorama en mente, los países del Asia oriental tienen motivos para
perseguir con mayor energía asistencia mutua mediante acuerdos bilaterales o regionales.
Primero, las principales economías del Asia oriental han extendido sus mecanismos
bilaterales de swaps de divisas con sus principales socios comerciales para conseguir que
una mayor parte de su comercio bilateral se liquide en moneda local, en vez de en dólares
estadounidenses. Después, bajo los auspicios del Proceso ASEAN+3 , están ya muy
avanzadas dos iniciativas regionales de cooperación financiera, la Multilateralización de la
Iniciativa Chiang Mai (CMIM) y la Iniciativa para el Mercado de Bonos Asiático (ABMI).
La CMIM estableció un marco de asistencia mutua entre los países de la ASEAN+3 para
afrontar sus respectivas dificultades de liquidez a corto plazo. La iniciativa ABMI fue
diseñada para fomentar los mercados de bonos en moneda local y para mejorar el reciclaje
de ahorros regionales hacia mercados de bonos regionales en desarrollo.
En una reunión extraordinaria celebrada en Phuket en febrero del 2009, los miembros de la
ASEAN+3 han acordado incrementar el tamaño de la CMIM en un 50 por ciento, pasando
de 80.000 millones de dólares estadounidenses a 1.200 millones de dólares estadounidenses,
y desarrollar un mecanismo de vigilancia más robusto y efectivo para apoyar las
operaciones de la CMIM. En su reunión en Bali del mes de mayo del 2009, los ministros de
finanzas de los países de la ASEAN+3 alcanzaron un acuerdo sobre todos los principales
componentes de la CMIM, incluyendo la contribución del país individual, condiciones de
acceso al crédito, y el mecanismo de vigilancia, y decidieron implementar el proyecto antes
de final de año. En la reunión de Bali, los ministros de finanzas también confirmaron su
compromiso de ampliar el papel y las funciones del Banco Asiático de Desarrollo (BAD).
Mediante un plan de mejora de capital, aumentará la base de capital del BAD hasta alcanzar
el nivel apropiado. Se establecerá un Mecanismo de Garantía de Crédito y de Inversión
(CGIM) como fideicomiso del BAD para apoyar la emisión en nuestra región de bonos
corporativos denominados en moneda local.
En privado, la mayoría de los titulares asiáticos de Letras del Tesoro de EE.UU están muy
preocupados que el déficit de gasto y el déficit fiscal récord previsto de Estados Unidos
pueda en su día provocar inflación y una pérdida de confianza en el dólar. Se prevé que el
déficit alcance 1,75 billones de dólares en el ejercicio que finalice el 30 de septiembre,
comparado con el déficit de 455.000 millones de dólares del pasado ejercicio, según la
Oficina de Presupuestos del Congreso. Sin embargo, en público, la mayoría de los países
asiáticos no quieren presionar demasiado en este asunto. Si suenan demasiado alarmistas y
contribuyen sustancialmente a una liquidación o venta generalizada de dólares y títulos del
Tesoro, van a resultar más perjudicados a corto plazo que el resto del mundo.
Colectivamente las economías del Asia oriental poseían en julio de 2009 más de dos tercios
de los 3.428 billones de dólares estadounidenses en las letras del Tesoro de propiedad
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extranjera, representando China y Japón, 800.500 millones de dólares y 724.500 millones de
dólares, respectivamente.
En cualquier caso, los países asiáticos van a estar pendientes de otras opciones distintas del
dólar. Las previsiones demográficas y de crecimiento negativas descartan cada vez más al
Yen japonés. En un futuro próximo, podría aumentar la aceptación del euro. Más a largo
plazo, el renminbi supone el mayor reto frente a la situación del dólar como principal
moneda de reserva, especialmente en Asia. Muy en particular, China está impulsando la
internacionalización gradual de su moneda. China ha introducido una serie de centros
bilaterales de compensación de divisas en las fronteras con Asia Central, Vietnam, Laos,
Tailandia y Myanmar, para que los socios comerciales puedan negociar más fácilmente en
renminbi. China ha anunciado recientemente que las empresas extranjeras podrán cotizar
en la bolsa en China, un paso para conseguir que Shangai se convierta en centro financiero
internacional. Además, como sustituto para la plena conversión de su moneda, en
septiembre de 2009 Beijing emitió por primera vez bonos del Estado denominados en
renminbi a inversores extranjeros a través de Hong Kong. Esto es considerado a todas
luces un movimiento estratégico para acercar su objetivo a largo plazo de desarrollar un
mercado extranjero de bonos en renminbi perfectamente desarrollado con la suficiente
profundidad y liquidez.
En el pasado, las economías asiáticas se han beneficiado intensamente de la liberalización
del comercio y del proceso de globalización económica en general. Están completamente
comprometidas con el principio de regionalismo abierto y mantienen firmemente el sistema
de reglas centrado en la OMC. Acogieron las declaraciones comunes anti-proteccionistas y
a favor de la Ronda de Doha de la Cumbre del G20 celebrada en Londres. Sin embargo,
estas economías están preocupadas con las recientes tendencias políticas que se están
produciendo en el mundo desarrollado. Prácticamente todos los países de la OCDE han
infringido de alguna forma sus compromisos de no adoptar medidas proteccionistas al
formular sus políticas y medidas para combatir la recesión, o prefieren destinar su apoyo
financiero a industrias específicas, pudiendo reducirse con el tiempo los
impedimentos/inhibiciones para que se actúe de esta forma.
Las economías asiáticas están también preocupadas de que Estados Unidos no sea capaz de
ofrecer en algún tiempo el liderazgo internacional que se necesita en el área del comercio.
En las últimas dos elecciones americanas a nivel nacional, en particular las elecciones al
Congreso del 2008, se han elegido un gran número de nuevos congresistas, su mayoría
demócratas, que son muy escépticos de acuerdos más libres de comercio. La retórica de
campaña de Obama, concretamente su llamada a favor de la renegociación del TLC
durante las primarias, aún evitando el proteccionismo directo, dio la impresión de tratarse
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de un planteamiento proteccionista. Las industrias domésticas estadounidenses pueden
sentirse aún más animadas a buscar protección como consecuencia del ambiente político
más favorable hacia el proteccionismo en Estados Unidos. Se ha considerado de forma
muy amplia que uno de los mayores peligros de la decisión fue el otorgamiento de la
cláusula de protección de la Sección 421 frente a los neumáticos chinos en septiembre de
2009.
Los responsables políticos de la región también temen que la Ronda de Desarrollo de Doha
ha sido la negociación más larga de la historia del sistema de negociación del comercio
moderno, y amenaza con ser la primera en fracasar. Los retrasos están impidiendo que se
materialicen las medidas de liberalización del comercio que se habían prometido. Esto ya ha
precipitado la proliferación de acuerdos bilaterales y mini-laterales. Corea del Sur ha sido la
primera en buscar acuerdos preferenciales bilaterales. Firmó el Acuerdo de Libre Comercio
(ALC) con Estados Unidos en 2007 y celebró un acuerdo similar con la UE en octubre de
2009. Más economías asiáticas van a seguir el camino marcado por Coreo del Sur.
Durante las secuelas de la crisis, todos los responsables políticos del Asia oriental
reconocieron que el antiguo modelo de crecimiento basado en la exportación no sería
sostenible en una economía mundial más “equilibrada”, en la que los consumidores de
EE.UU. tienen que ahorrar más y gastar menos. El ajuste estratégico necesario supone
re-equilibrar la dependencia en el crecimiento basado en la exportación con una demanda
más regional y doméstica. La mayoría de las economías emergentes de Asia oriental buscan
poder explotar la enorme demanda potencial de China e India, unido a la superabundancia
de ahorros (“savings glut”) de la región. Esto parece implicar que una mayor parte del
ahorro de la región debería ser intervenida dentro de la región, y que podrían profundizarse
las redes de producción intra-regionales mediante la inversión en infraestructuras regionales
para acelerar los envíos intra-regionales, la promoción del comercio de tecnologías verdes, y
la mayor dependencia en el comercio de servicios. El establecimiento oficial del ALC entre
la ASEAN y China en 2010 será un paso esencial para avanzar hacia este objetivo común.
Todos los líderes de Asia oriental también reconocieron plenamente que sus economías
están iniciando un periodo de post-crisis y de bajo consumo de carbono. Rápidamente han
adoptado la expresión “Poco Carbono, Crecimiento Verde”, ("low-carbon green growth") como
nuevo paradigma de crecimiento sostenible que utiliza menos energía y es más compatible
con la sostenibilidad medioambiental. Japón ya se ha adelantado al resto del mundo en la
tecnología de los coches híbridos. China está emergiendo como líder en coches eléctricos,
energía solar y energía eólica. El gobierno sudcoreano está destinando 31.000 millones de
dólares estadounidenses a financiar la investigación en 27 tecnologías verdes, incluyendo
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células solares no basadas en silicona, combustibles de biomasa, y la captura,
almacenamiento y procesamiento de carbón. Los proyectos verdes representan el 81% de
los programas de incentivos económicos de Corea del Sur, y el 38% de los de China. En la
última Cumbre del Nordeste de Asia que se celebró en Beijing en octubre, los líderes en
concreto de China, Japón y Corea del Sur compartieron un enérgico planteamiento
apoyando la apuesta de liderazgo económico de Asia oriental en la era del bajo consumo de
carbono. Han ultimado tras mucho trabajo no sólo un frente unido para la Conferencia
sobre el Cambio Climático se celebrará en Copenhague en diciembre de 2009, sino además
un plan conjunto para unificar sus recursos y conocimientos para desarrollar y
comercializar las tecnologías verdes emergentes. Muchos observadores consideran que se
trata de una hábil iniciativa práctica para combinar la alta tecnología japonesa y surcoreana
con el dominio en la fabricación, el enorme mercado doméstico y las desbordantes reservas
de divisas de China.
El lugar de Asia en el Mundo
Varios destacados analistas asiáticos consideran que la región se encuentra en una
encrucijada. Asia se encuentra posicionada para ocupar un lugar único en el mundo. En
2030m tres de las cuatro economías más importantes del mundo se encontrarán en Asia,
conviviendo las dos poblaciones más grandes del mundo. Para el 2020, China representará
el 44 por ciento de la producción económica de Asia, representando India y Japón el 17 y el
15 por ciento, respectivamente, según las previsiones del Banco Asiático de Desarrollo en
su estudio de 2008 sobre el Regionalismo Asiático Emergente. Unidos, los tres países serán
un 20 por ciento mayor que la economía de EE.UU. A medida que China e India emergen
como superpotencias económicas, competirán con Japón y entre sí por el dominio y
liderazgo de la región – a menos que debido a un serio compromiso de comunidad, se
establezcan objetivos y canales comunes para una cooperación más estrecha.
La ausencia de un líder reconocido, sin embargo, restringe el alcance y la velocidad de una
mayor integración en Asia oriental. Sin la existencia de un campeón reconocido que centre
las prioridades y los enfoques, los gobiernos deben conformarse con la evolución
progresiva. Durante algún tiempo, la ASEAN se ha considerado el núcleo, especialmente
por China que presume que cualquier iniciativa que pueda asumir sería objeto de mucha
desconfianza por parte de los países más pequeños. Las instituciones regionales de
cooperación cumplen el objetivo de China de logar desarrollar mejores relaciones en dicho
entorno, y su deseo de compensar la influencia de EE.UU., aunque la iniciativa debería
asumirse por otros. Actualmente, las instituciones regionales en desarrollo tienen a la
ASEAN como eje central, extendiéndose a otros países dependiendo del objetivo del grupo.
La institucionalización de la Cumbre del Nordeste de Asia puede llegar a ofrecer a la región
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un liderazgo más visionario y colectivo desde el punto de vista de los recursos. Esta
posibilidad parece mucho más factible después del reciente terremoto político en Japón, ya
que el nuevo Primer Ministro japonés Yukio Hatoyama está firmemente comprometido
con el objetivo de establecer una comunidad asiática- oriental.
Aún queda por definir el ámbito geográfico del floreciente regionalismo asiático. La
propuesta japonesa de ampliar la Cumbre del Nordeste de Asia para incluir la adhesión de
Australia, Nueva Zelanda e India introduce la posibilidad de establecer una segunda capa de
integración de la comunidad económica sobre la base del bloque comercial del ASEAN+3
emergente. De forma inesperada, las cumbres de los líderes del G20 organizadas de forma
ad hoc para gestionar la crisis financiera puede terminar sirviendo como catalizador de un
planteamiento más definido sobre la integración regional más profunda a gran nivel. Seis
economías asiáticas son miembros, las tres del Nordeste asiático, además de Australia, India
e Indonesia, y cada una está en situación de igualdad en la mesa global. Esta nueva
“definición” de los seis como iguales en la estrategia global podría servir de fundamento
para un planteamiento más estratégico hacia el comercio, las finanzas, la energía y el
medioambiente en la región. La pertenencia de los “6-países-Asiáticos” también
transmite la expectativa de que pensarán y actuarán pensando en el interés global. Esta
expectativa permitiría su traducción en un sub-grupo que ofrece un liderazgo estratégico en
el escenario mundial.
Asia oriental puede dirigir la crítica reforma estructural de la economía mundial posterior a
la crisis. De momento, el G20 tiene una finalidad de reacción, al estar aún destrozados los
mercados financieros. A corto plazo, habrá otros asuntos de gestión posteriores a la crisis
en los que tendrán que colaborar los miembros del G20. Pero viendo el futuro, el G20
debería pasar de ser reactivo a ser más pro-activo. La pregunta es si los líderes del G20
tienen el aguante y las ganas de afrontar estos asuntos de la próxima generación. Porque
Asia sí los tiene.
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