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Indicadores Subjetivos de Bienestar Económico. Construcción de un índice para la Argentina Victoria Giarrizzo (Facultad de Ciencias Económicas/UBA – Centro de Economía Regional y Experimental) Dardo Ferrer (Centro de Economía Regional y Experimental-CERX) 1. Introducción El crecimiento económico, y las mejoras en el ingreso o el empleo no siempre son percibidas por la población como mejoras en el bienestar. Las distintas escuelas económicas suelen asociar el crecimiento económico con aumentos en bienestar social como una relación mecánica y directa. Se suele argumentar que el objetivo último de las políticas económicas y sociales es el aumento del bienestar, y que el crecimiento económico es la herramienta o el camino para conseguir esos objetivos. Sin embargo, las tasas de crecimiento económico no siempre generan mejoras percibibles en el bienestar. Lo mismo sucede con otros indicadores habituales, como la pobreza, el ingreso, o los niveles de consumo. Es usual que los enfoques objetivos relacionen el bienestar directamente con los niveles de pobreza, y ésta se mida a través de los ingresos, que determinan el acceso a una canasta de bienes y servicios. Así, las mediciones giran en torno a un análisis de cantidad de pobres, de gasto de los hogares o de distribución e inequidad de ingresos, como lo expresan el coeficiente de Gini o las mediciones de entropía generalizadas. Pero nada nos dicen estos indicadores sobre cómo perciben los hogares su bienestar. El análisis que se refiere puramente a la distribución de los recursos, no arroja ninguna información acerca de las preferencias y el grado de satisfacción de los individuos, que constituyen axiomas básicos, por ejemplo, de la teoría neoclásica. Lo mismo sucede con la tasa de pobreza: arroja información sobre la cantidad de pobres de acuerdo a una línea de pobreza pre-definida, pero no informa sobre la composición de preferencias y necesidades que tienen quienes se ubican tanto por encima como por debajo de esa línea. Para explicar por qué en países que han logrado tasas de crecimiento elevadas, o mejoras importantes en el empleo o la pobreza, la población no percibe mejoras en su bienestar, en las últimas décadas comenzaron a llevarse adelante una serie de investigaciones subjetivas para indagar más profundamente sobre las percepciones y necesidades de individuos y hogares. Las investigaciones subjetivas, se elaboran como un complemento de las mediciones objetivas y giran en torno a respuestas individuales a preguntas asociadas al grado de satisfacción de necesidades. A partir de estas respuestas se construyen luego indicadores subjetivos de bienestar que representan grados de “satisfacción general” o “felicidad”. La interpretación económica de las mediciones de bienestar subjetivo es que mayores niveles subjetivos de bienestar se corresponden con mayores niveles de utilidad social. Para especialistas de disciplinas diferentes a la economía, la categorización de utilidad no es un concepto económico, sino psicológico, ya que incluye consideraciones no monetarias. Pero el alcance para la economía, sin embargo, es importante porque permite ampliar el análisis y plantear distintos caminos a fin de delinear las políticas económicas y sociales. En este trabajo se planeará por qué es esencial contar con indicadores de bienestar subjetivos como un complemento de análisis a los indicadores objetivos habituales, y se presentará el Indice de Bienestar Económico (IBE) con los resultados obtenidos en diferentes testeos realizados en la Argentina entre 2005 y 2007. 2. Definición de Bienestar Económico El estudio del Bienestar ha sido uno de los grandes temas de análisis filosóficos desde la antigüedad. Los griegos ya debatían sobre su significado y los factores que determinaban el mayor o menor bienestar de la sociedad. En esas primeras discusiones, la felicidad se utilizaba como sinónimo de bienestar. Aristóteles fue uno de los primeros en definir la felicidad al entenderla como el fin último de la vida (‘sumo bien’ o ‘felicidad suma’). Pero como el concepto de felicidad difiere entre las personas, aún elaborando su propia definición Aristóteles consideraba que la felicidad significaba placer para algunos, poder para otros en tanto no faltaban quienes la asociaran con la virtud, los honores o la riqueza. En el siglo XVIII surgió en Inglaterra de la mano de Jeremy Bentham (1748-1832) primero y John Stuart Mill (1806-1973) después, el utilitarismo, que definía al bienestar como aquello que brinda la mayor felicidad para el mayor número de personas. La propuesta teórica de este esquema de pensamiento era evaluar las políticas aplicadas según la utilidad o placer que ellas generaban en la población. El utilitarismo planteado por Bentham y reformulado luego por Mill, sentó las bases a partir de las cuales la ciencia moderna inició un estudio sistemático del bienestar. El estudio del bienestar pasó así a formar parte de las áreas de estudios de disciplinas tan diversas como la psicología, la política, la sociología, y ha constituido el núcleo de debate de la teoría económica desde sus inicios, a partir de las primeras discusiones de economistas clásicos como Mill, Adam Smith o David Ricardo, siguiendo con los marginalistas como Jevons, Pareto, Marshall y Pigou, y pasando por la mirada crítica de Amartya Sen, hasta la actualidad. Si bien el significado de bienestar varía entre las diferentes escuela de pensamiento, y la visión utilitarista1 presenta limitaciones profundas sobre las cuales no se ahondará en este trabajo, es posible encontrar consenso de que al menos un aspecto del bienestar está ligado a la satisfacción que produce el consumo de determinados bienes y servicios (que en la versión neoclásica podríamos decir a la utilidad), y, para acceder a gran parte de ellos, se requiere contar con determinada magnitud de ingresos monetarios. Es incuestionable que al menos un aspecto del bienestar está ligado a los ingresos monetarios, aunque éste no sea el único determinante del bienestar (las relaciones laborales, la salud, los lazos vinculares etc., son aspectos también importantes que hacen al bienestar de una persona como ha sido y es analizado por la literatura económica y social en general). Se puede definir así al bienestar ligado a los ingresos monetarios, como el Bienestar Económico. En 1920, Pigou definió el Bienestar Económico como el conjunto de satisfacciones e insatisfacciones que pueden ser medidas en dinero. El Bienestar Económico, según Pigou es la parte del Bienestar General que puede, directa o indirectamente, ser cuantificada en términos monetarios. Arthur Pigou fue uno de los primeros en sistematizar el concepto de bienestar económico y proponerlo como un barómetro de lo que sucede con el bienestar general. En definitiva, pensaba Pigou, si bien el Bienestar Económico es solo una parte del Bienestar General, modificaciones en el Bienestar Económico modifican el Bienestar Total. Una vez precisado lo que se entiende por Bienestar Económico, es importante para cualquier economía (ya sea una región, un país, una provincia o una ciudad) conocer el estado del bienestar de su población. Sea cual sea el régimen político o económico que se implemente, siempre está presente en ellos un objetivo fundamental (o al meno debería estarlo): mejorar el bienestar de la gente. Mejorar el bienestar de la población es justamente uno de los objetivos finales de la ciencia económica y de las políticas económicas que se 1 John Rawls, un acérrimo crítico del utilitarismo, observaba que una decisión de política económica o social no necesariamente es más o menos justa por los resultados que genera, sino por los medios y mecanismos que ésta utiliza para lograr esos fines. aplican. Al menos aquella porción del bienestar que depende de factores económicos, o en una versión reduccionista, de los ingresos monetarios. Pero para mejorarlo, primero hay que analizarlo y evaluarlo para determinar la situación de bienestar, sus deficiencias, sus beneficios o su potencialidad. Si no se conoce cuál es el nivel de bienestar de un grupo poblacional o se ignora cuáles son los factores que determinan en un momento del tiempo ese bienestar ¿hasta dónde se puede esperar que las medidas implementadas para incidir sobre el bienestar sean exitosas? Si bien la medición del bienestar es una tarea que realizan cotidianamente economistas y gobiernos, y hay un alto consenso sobre la necesidad de cuantificarlo, ese consenso se diluye cuando se indaga sobre cuáles son los indicadores que mejor reflejan el estado y la evolución de ese bienestar. A pesar de ser un objetivo final de las políticas económicas que aplican los gobiernos, y de constituir uno de los temas de estudio y debate más antiguos de la ciencia económica, poco consenso hay sobre cuáles son los indicadores que mejor describen la situación de bienestar de una sociedad y escasa información existe sobre cómo evalúa la población lo que sucede con su propio bienestar. Las percepciones de bienestar, por ejemplo, suelen ser completamente ignoradas al momento de analizar y diagnosticar el estado del bienestar económico de grupos poblacionales y su evolución en el tiempo. Si bien cada vez más la literatura teórica indaga y resalta la importancia de prestarle atención a esas percepciones, poco énfasis ponen sobre ellos las mediciones oficiales que habitualmente realizan los gobiernos a través de sus organismos de estadísticas y censos (ejemplo, INDEC en la Argentina). En algunos países europeos y en EE.UU., en las últimas décadas los gobiernos han iniciado encuestas periódicas de calidad de vida donde se evalúan diversas áreas relacionadas con factores económicos. Estas encuestas suelen elaborarse conjuntamente con las encuestas permanentes de hogares o de gastos de las familias. Pero no existen hasta el momento estándares internacionales de medición que permitan mejorar y consensuar estas mediciones, y en la mayoría de los países del mundo, incluyendo la Argentina, no se le presta ninguna atención a la evaluación que hacen los individuos sobre su calidad de vida y bienestar. Esta situación es contradictoria con el concepto mismo de bienestar: al ser básicamente las personas, quienes experimentan el bienestar, el bienestar se convierte en un concepto de carácter subjetivo, correspondiéndole al individuo, por lo tanto, entender, analizar y evaluar su bienestar. Conociendo las percepciones de la población sobre su bienestar, es posible disponer de una guía para conocer el impacto que tuvieron y pueden tener sobre la población las diferentes medidas económicas que se aplican. En definitiva, la filosofía nos enseña que la realidad es lo que uno percibe de ella. Poco sentido tiene encarar políticas bienestaristas si no se conoce qué es lo que actualmente la gente prioriza como su bienestar y cómo percibió los resultados de esas medidas, independientemente de lo que marquen los indicadores objetivos. 3. Indicadores objetivos y subjetivos de bienestar La evaluación del bienestar económico de un determinado grupo poblacional puede hacerse a través de diferentes indicadores. Los indicadores comúnmente utilizados son los de carácter objetivo, como la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), la evolución del ingreso per cápita, la tasa de pobreza, el nivel de desempleo o indicadores no monetarios como pueden ser los Indices de Desarrollo Humano (IDH). Pero si bien ciertamente estos indicadores nos dan una idea de la evolución agregada de algunas variables ‘claves’ del rumbo socio-económico, nada nos dicen sobre cómo percibe la población su calidad de vida. El ingreso puede subir, el desempleo y la pobreza bajar, pero la gente no percibir una mejora importante en su nivel de bienestar, o bien percibir un nivel de mejora inferior al que se deriva del análisis de los indicadores objetivos. A partir de estas limitaciones, en las últimas décadas los indicadores objetivos comenzaron a ser complementados con un conjunto de indicadores subjetivos de bienestar, que se apoyan en la percepción individual que tiene la gente sobre su calidad de vida. Estos indicadores permiten obtener información adicional sobre cómo percibe la población su bienestar particular independientemente de los que indican las grandes variables macroeconómicas, consideradas como ‘indicadores objetivos de bienestar”. La evaluación del Bienestar Económico puede hacerse a través de diferentes tipos de indicadores, que podríamos dividirlos en dos grandes grupos: • Indicadores objetivos: pueden ser monetarios como las líneas de pobrezas absolutas o relativas, la tasa de crecimiento de la economía (medida por la evolución del Producto Interno Bruto), el ingreso per cápita, o el nivel de consumo de una sociedad. O indicadores no monetarios como son las medidas de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI2), el Índice de Desarrollo Humano (IDH3) o los indicadores antropométricos4. • Indicadores subjetivos: se construyen a través de encuestas que revelan la percepción individual de su bienestar que tiene cada individuo. Los indicadores objetivos son los que comúnmente se utilizan como reflejo del bienestar (crecimiento, desempleo, pobreza, indigencia, informalidad laboral, IDH, etc). El consenso entre economistas y Policy Makers es que el bienestar económico de un grupo poblacional es mejor medido a través de los indicadores objetivos. Sin embargo, es muy común que estos indicadores nos coloquen frente a profundas paradojas entre sus resultados y lo que efectivamente percibe la población. Aumentos en el PIB, o en el consumo, suelen ‘a priori’ interpretarse como incrementos en el bienestar poblacional. Pero eso no necesariamente es así. La economía puede crecer muy fuerte y sostenidamente, pero con el crecimiento concentrado en pocos sectores sin que la población perciba que su bienestar mejoró; la desocupación puede reducirse a niveles de pleno empleo, pero con mala calidad laboral, reduciendo incluso la percepción de bienestar. El consumo puede aumentar, pero sin que la gente perciba en esos aumentos una mejora en su bienestar económico porque como contrapartida, se ha endeudado considerablemente y anticipa restricciones de ingresos futuras. O simplemente los determinantes del bienestar de una familia pueden modificarse en el tiempo y las políticas que se aplican no estar captando la nueva estructura de necesidades y preferencias del público. Estas posibles situaciones, que se observan con frecuencia en las economías, plantean algunos problemas metodológicos sobre la representatividad pura de los indicadores 2 El NBI se calcula determinando la proporción de individuos cuyos hogares presentan al menos una de las siguientes características: 1. hacinamiento (más de 3 personas por cuarto), 2. vivienda de tipo inconveniente (las paredes son de materiales que no protegen a los individuos de los factores climáticos), 3. condiciones sanitarias deficientes (sin instalación de baño con arrastre de agua); 4. inasistencia escolar (al menos un niño del hogar en edad escolar no concurre a la escuela primaria) o 5. incapacidad de subsistencia (existen más de 4 personas en el hogar por miembro ocupado y que además, el jefe del hogar tiene baja educación). 3 El IDH mide algunas de las dimensiones esenciales del desarrollo humano como 1. Tener una vida larga y sana (se mide a través de la esperanza de vida al nacer); 2. poseer los conocimientos necesarios para comprender y relacionarse con el entorno social (tasa de alfabetización de adultos, tasa bruta de matriculación combinada primaria, secundaria y terciaria) y 3. poseer los ingresos suficientes para acceder a un nivel de vida decente (PIB real per cápita ajustado por la PPA). El IDH es un valor que varía del 0 al 1. A medida que se acerca a 1 el nivel de desarrollo humano se aproxima al óptimo. 4 Los indicadores antropométricos se utilizan como un reflejo aproximado del estado nutricio de niños, jóvenes y adultos. objetivos como medida directa del bienestar, y dejan espacio a mediciones subjetivas complementarias que permitan conocer el impacto que percibe el agente económico en esas mejoras macroeconómicas. Es decir, a la construcción de Indicadores Subjetivos de Bienestar como una herramienta complementaria de los indicadores objetivos que permitan evaluar la correspondencia entre las mejoras objetivas y las subjetivas y las evaluaciones que realiza la gente sobre las mismas. Las mediciones subjetivas, sin embargo, son a menudo rechazadas por los economistas, que ponen en duda al menos dos puntos: 1) la viabilidad de los métodos de recolección de información (generalmente son encuestas) y 2) si realmente las personas pueden definir adecuadamente su situación de bienestar. Muchas de las dificultades que se suelen encontrar en estos indicadores no son muy diferentes a las que se presentan en la construcción de indicadores objetivos. También los indicadores objetivos se basan en métodos de recolección de datos a través de encuestas a familias y empresas (dependiendo de lo que se esté buscando medir) y la veracidad de sus respuestas son a menudo puestas en duda. Por ejemplo: 1) Sobre los métodos de recolección de información: las mediciones subjetivas se apoyan en relevamientos poblacionales donde se le pide al encuestado que defina su situación ubicándose, generalmente, en un punto de una escala cualitativa. Se suele criticar hasta qué punto estas encuestas son representativas y sus respuestas consistentes. Esa es una dificultad común en los métodos de relevamientos a través de encuestas, pero que se presentan también en los indicadores objetivos. Las mediciones, tanto para construir indicadores objetivos como subjetivos, se realizan en base a relevamientos, que en la mayoría de los casos toman forma de encuestas. Los datos para calcular las tasas de crecimiento surgen de relevamientos a empresas o cámaras empresariales (entre otros), los datos para estimar la cifra de desempleo se basa en encuestas a hogares (en la Argentina la Encuesta Permanente de Hogares, EPH). Los datos para estimar los niveles de informalidad también surgen de la EPH y conocidas son las dificultades que tienen muchas veces los trabajadores para darse cuenta si su trabaja es registrado o no registrado. O mismo para estimar indicadores de actividad como son en la Argentina el Estimador Mensual Industrial (EMI) o el Indice Sintético de Actividad de la Construcción (ISAC): buena parte de la información se recoge a partir de cuestionarios a empresas y sobre ellos se determinan los niveles de actividad. Hay indicadores como los índices de precios al consumidor donde los relevamientos son más objetivos, porque los encuestadores relevan precios a la vista, pero no dejan de ser relevamientos que requieren cuidar con mucha atención su representatividad (qué negocios son relevados, cuántos, en qué zonas o si la canasta de consumo que se considera en su confección es representativa de la canasta de consumo familiar). 2) ¿Las personas pueden definir su bienestar?: Una crítica habitual es hasta qué punto la gente puede definir su situación de bienestar. Sin embargo, ¿quién mejor juez sobre lo que sucede con su bienestar que la propia persona? En el caso del bienestar, si de medirlo se trata, qué mejor juez para decir cómo se percibe económicamente y cuáles son sus necesidades insatisfechas, que las propias personas o familias a quienes se están destinando las políticas económicas. Lo importante es definir correctamente las escalas de respuestas, que la pregunta esté bien formulada y que se pregunten adecuadamente. 3) Una crítica habitual a los indicadores subjetivos es que se corre el riesgo de tratar de igual forma a personas que tienen necesidades muy diferentes (por ej. una persona de muy escasos recursos que evalúe negativamente su bienestar puede ser tratada de igual forma que una persona de ingresos altos que también lo evalúe negativamente). Sin embargo, al plantearse los indicadores subjetivos como un complemento de los indicadores objetivos, nos permiten diferenciar prioridades entre rangos de ingresos y conocer el impacto entre cada uno de ellos. Sin un sector de ingresos altos evalúa negativamente su bienestar, es porque un aspecto de su bienestar está siendo afectado. El conocimiento de esa situación es un dato relevante para la economía, independientemente que la prioridades de las políticas de ingresos que aplique el gobierno, continúen orientadas a los estratos bajos cuyas necesidades seguramente sean más urgentes. La literatura económica muestra un interés cada vez mayor en la relación entre el crecimiento económico y el bienestar subjetivo que la gente percibe. Los indicadores subjetivos prometen convertirse en el futuro en un complemento esencial de los indicadores objetivos, aunque a nivel gobiernos, su uso todavía es escaso. En los últimos años, sin embargo, ha habido cierta tendencia a construir indicadores que permitan medir percepciones de los consumidores, como son los índices de confianza del consumidor, que sintetizan en un indicador el humor de las personas frente a sus niveles de ingresos y sus gastos. En países desarrollados, las empresas observan estos indicadores subjetivos para tomar decisiones de consumo, inversión o producción y los gobiernos las utilizan para indagar sobre el grado de satisfacción de la gente con las políticas que se aplican. En países menos desarrollados, las mediciones son más recientes, pero su uso se va expandiendo. Hay otros indicadores comunes, como los Indices de Confianza en el gobierno o los Indices de expectativas de inflación. Detrás de estos indicadores está la importancia que se le asigna a las percepciones y expectativas del público como variables relevantes en el equilibrio del sistema económico. 4. Metodología del análisis cualitativo La construcción de los índices subjetivos de bienestar, se desarrolla a partir de una teoría básica. Considerando al bienestar subjetivo una medida adecuada y aceptable del bienestar humano, se podría definir una función de bienestar de carácter macroeconómico que estaría representada por: Wit = a + bXit + ei donde, X es una variable conocida que involucra características económicas, demográficas, sociales, psicológicas e institucionales para cada individuo i en el momento t. Así, X = x1, x2, ..., xn son los distintos factores que responden al bienestar subjetivo separadamente. Este es el análisis usual que se expresa en los trabajos sobre bienestar subjetivo5 y permite establecer el punto inicial para determinar los indicadores. La variable dependiente X es genérica, ya que puede referirse tanto a un individuo, como una familia o un grupo social, es decir que de acuerdo a su aplicación puede ser una persona, una familia, un jefe de familia o en forma más general, cualquier grupo. Como cita Winkelman (2004), los términos de error de la función siguen la siguiente forma: eijt = aj +uij +vijt donde aj es un efecto aleatorio que no varía a través de los miembros de la familia y del tiempo, uij es un efecto aleatorio individual que no varía en el tiempo y vijt es el error6. Los dos primeros términos de error capturan los efectos de largo plazo, mientras que el tercero captura los errores de corto plazo. Este modelo tiene una estructura jerárquica, ya que los individuos son parte de una determinada familia, y el supuesto implica que los efectos son interpretados como una Proxy de todos los integrantes de la familia. En esta situación, se 5 Como en Stutzer, Alois, Reported Subjective Well-Being: A Challenge for Economic Theory and Economic Policy, University of Zurich, July 24, 2003. 6 Winkelmann, Rainer, Subjective Well-Being and the Family: Results from an Ordered Probit Model with Multiple Random Effects, February 2004, Forschungsinstitut zur Zukunft der Arbeit Institute for the Study of Labor perciben los efectos individuales como también los cambios en los efectos de la familia, como podrían ser el desempleo de un hijo, o el estado de salud de cualquier integrante. Aquí se señalan tres objeciones prácticas: - No es fácil extender el modelo cuando las variables son ordinales Las consideraciones de largo plazo son por definición inobservables El enfoque es restringido a comparaciones interpersonales, por ejemplo entre padre e hijos o entre hermanos. Básicamente el supuesto que se introduce es que la relación entre las respuestas subjetivas de bienestar y las variables del indicador están normalmente distribuidas. De esta manera el valor de la variable continua W, es una función de un vector de características exógenas X (medidas subjetivas) cuya relación puede tomarse como una interpretación indirecta de la función de utilidad7. Tomando como base esta metodología, presentaremos en la próxima sección un Indice de Bienestar Económico (IBE) donde se busca evaluar la calidad de vida que percibe la población en relación a las principales áreas que influyen en su bienestar económico: salud, educación, ingresos, vivienda, y empleo. Si bien la evaluación positiva o negativa de bienestar personal que realiza un individuo depende de otros factores que son ajenos a los ingresos, en este trabajo solo se analizará el bienestar económico, es decir, el bienestar vinculado a la capacidad de consumo, que a su vez depende de los ingresos monetarios, que, como se demostró en la sección 2, es la forma en que considera el estudio del bienestar económico tanto la escuela clásica como neoclásica. Así, el objetivo del IBE será resumir en una medida la situación de bienestar de la población, tal como la sociedad la percibe. 5. Construcción de un Índice de Bienestar Económico (IBE) Explicada la importancia que tiene conocer la evaluación del bienestar económico que realiza la población como un complemento de las mediciones objetivas tradicionales, presentaremos en esta sección un Indice de Bienestar Económico (IBE), que cuantifique esas percepciones y permita obtener una medida que refleje en qué superficie de bienestar se encuentra un grupo social determinado. Si bien la forma más fácil y directa de elaborar un índice de bienestar sería simplemente preguntarles a las familias cómo evalúan su bienestar económico, entendemos que el concepto de bienestar es muy amplio y no necesariamente es interpretado de la misma forma por cada persona. Lo que entiende por Bienestar un individuo no necesariamente es lo que entiende otro, sobre todo cuando pertenecen a diferentes estratos sociales. Estas dificultades conceptuales son similares a las que observaba Aristóteles con el término ‘felicidad’ al cual consideraba sinónimo de bienestar. Teniendo en cuenta la diversidad conceptual que genera la palabra ‘bienestar’, se desagregará previamente el bienestar económico en cinco grandes áreas: ingresos, vivienda, empleo, educación y salud. Es decir, se considerará que el Bienestar Económico de una persona está determinado por su percepción frente a cinco ítems determinantes de su calidad de vida, evaluándose entonces el nivel de satisfacción de la población con el acceso particular que tiene su hogar a esos ítems. 7 Martin R.avallion, Michael Lokshin, Identifying Welfare Effects In subjective questions, The World Bank Development Research Group, Poverty and Human Resources , March 2000 Gráfico 1: Áreas determinantes del Bienestar Económico Salud Vivienda Educacion Bienestar Económico Trabajo Ingresos Si bien la elección inicial de las cinco áreas determinantes del bienestar familiar mencionadas fue arbitraria, las mediciones que se han ido realizando desde diciembre de 2005 demuestran que engloban aspectos de alta ponderación en la vida familiar. La medición de Bienestar Económico se realiza a partir de encuestas directas a jefes y/o jefas de hogares utilizando un cuestionario estructurado. La población objetivo son hogares, tanto unipersonales como colectivos y el método de relevamiento es aleatorio, mediante ‘random walk’. Para captar en forma homogénea la satisfacción de las familias en cada una de las cinco áreas integrantes del bienestar económico, y cómo esa satisfacción evoluciona en el tiempo, se utilizan escalas cualitativas. El encuestado debe responder a preguntas del estilo: ¿cómo evalúa su acceso al sistema de salud? con opciones del tipo ‘muy bueno’, ‘bueno’, ‘regular’, ‘malo’ o ‘muy malo’. En la tabla se pueden observar algunas de las preguntas del cuestionario que se utiliza para la construcción del IBE y las opciones de respuestas (en total el cuestionario está compuesto por 20 preguntas, se reproducen acá las más relevantes para la construcción del indicador): Tabla 1: Cuestionario utilizado para medir el Bienestar Económico ZONA: Cantidad de miembros del hogar ¿A cuánto ascienden los ingresos mensuales de su hogar? Instrucción máxima (de quien responde): 1-Ninguna 2-Primaria 3- Secundaria 4- Terciaria 5- Universitaria 6- Posgrado o mas Ocupación del principal ingreso: 1 Empleado 2- Empleado -profesional 3-Profesional 4- Cuentapropista 5-Jubilado 6- Desempleado ¿Cómo evalúa su acceso a sistema de salud? 1-Muy malo 2- Malo 3-Regular 4- Bueno 5-Muy bueno ¿Cómo evalúa su acceso a sistema de educación? 1-Muy malo 2- Malo 3-Regular 4- Bueno 5-Muy bueno En función de los gastos de su hogar, ¿cómo evalúa sus niveles niveles de ingreso? 1-Muy malo 2- Malo 3Regular 4- Bueno 5-Muy bueno ¿Cómo evalúa su nivel de bienestar económico? 1-Muy malo 2- Malo 3-Regular 4- Bueno 5-Muy bueno ¿Trabaja las horas que desea? 1-Mas 2-Si 3-Menos ¿Está conforme con la calidad de su trabajo? 1- No 2- + o - 3- Si ¿Se siente capacitado para el trabajo que realiza? 1- Más 2-adecuadamente 3- menos ¿Su vivienda cumple con sus necesidades? 1- No 2-+ o - 3-Si Cómo evalúa la calidad de su vivienda 1-Muy mala 2- Mala 3-Regular 4- Buena 5-Muy buena Si su ingreso aumentara 40% ¿en qué lo gastaría? El cuestionario induce a las familias a evaluar su acceso a las cinco áreas que componen el Bienestar Económico mediante escalas cualitativas. La utilización de estas escalas permite homogeneizar las respuestas y obtener luego saldos de respuestas negativas y positivas. A partir de estos saldos de respuestas se puede construir un subíndice para cada uno de los sub-ítem mencionados (ingresos, salud, educación, empleo, y vivienda). Así, cada uno de estos cinco grupos será valorado a través de un sub-indicador. Efectivamente, para elaborar el IBE se siguió una metodología simple, utilizada mayormente para la construcción de indicadores cualitativos de confianza. Este tipo de indicadores son muy utilizados para medir tendencias de la demanda, expectativas, y, específicamente permiten llevar a un índice información obtenida sobre escalas cualitativas. La esencia de estos indicadores es trabajar con saldos de respuestas. Así, en el caso de la encuesta de Bienestar Económico, como se puede observar en la tabla 1, las respuestas tienen las opciones de contestar, dependiendo del caso en las siguientes escalas: 1) “sí”, “no”, “mas o menos”; 2) “muy bueno”, “bueno”, “regular”, “malo” o “muy malo”; 3) “más”, “menos” o ‘si’. 5.1. Estructura del IBE La estructura que sigue el armado del índice es la siguiente: según cada pregunta del cuestionario se consideran como respuestas "positivas" a las opciones “si”, “bueno” o “muy bueno”. A su vez, se consideran respuestas "negativas" cuando el respondente contesta las opciones “menos”, ‘más’, “no”, “malo” o “muy malo”, según cuál sea la pregunta. De esta manera se desechan las respuestas “neutras”, que es cuando el encuestado responde las opciones “igual” o “regular”, obteniéndose así un valor relativo del indicador. Respuestas positivas = ‘sí’ / ‘muy bueno’, ‘bueno’ / Respuestas negativas = ‘no’ / ‘muy malo’, ‘malo’ / ‘menos’, ‘mas’ Siguiendo este esquema, se elaboran cinco subíndices: el subíndice salud (IBE salud), el subíndice educación (IBE educación), el subíndice vivienda (IBE vivienda), el subíndice ingresos (IBE ingresos) y el subíndice empleo (IBE empleo). El subíndice correspondiente a cada área que se evalúa, se construye de acuerdo a las proporciones de respuestas "positivas" (p) sobre la suma de las respuestas “positivas” (p) y "negativas" (q). La fórmula sería la siguiente: Subíndice IBE = p/(p+q)*100 Donde, p= proporción de respuestas positivas sobre el total de encuestados q= proporción de respuestas negativas sobre el total de encuestados Por ejemplo, si en el item salud, todos los encuestados respondieran positivamente a la pregunta (es decir, si todos consideraran que su acceso al sistema de salud es ‘bueno’ o ‘muy bueno’) entonces la proporción de respuestas positivas sería 100% y la de respuestas negativas sería cero. Es decir, p = 1; q = 0. En ese caso, el índice tomaría un valor = 100, reflejando que el Bienestar que percibe la población en esa área es sumamente óptima. En el caso opuesto, donde el valor de p = 0 y q = 1, el valor del Índice sería igual a 0 y estaría indicando que la percepción de Bienestar de la población en ese área es nula. Cada subíndice puede entonces tomar un valor de 0 a 100, donde 0 indica ausencia total de bienestar y 100 bienestar total, que se da en el caso que todos los encuestados evaluaran positivamente su satisfacción con el sub-área relevada (ejemplo, si todos evaluaran positivamente su acceso al sistema de salud entonces el valor del IBE salud sería 100). 5.2. Ponderaciones y agregación Una vez calculados cada uno de los subíndices, el IBE se obtiene como un promedio ponderado de estos indicadores parciales. Teniendo en cuenta que el concepto de Bienestar Económico difiere a través de los distintos segmentos de ingreso, que implícitamente determinan distintos patrones socio culturales de consumo, el primer paso antes de estimar el IBE general, es considerar cual es la importancia que cada grupo socio económico otorga a cada uno de los aspectos considerados anteriormente. El resultado final del IBE dependerá entonces, en buena medida, del grado de importancia (ponderación), asignada a cada uno de estos cinco aspectos del Bienestar Económico. Las ponderaciones son estimadas permanentemente en cada medición, de acuerdo con las valoraciones sobre las prioridades que los encuestados le otorgan a cada una de las cinco áreas que integran su Bienestar Económico. Para eso se utiliza la última pregunta de la tabla, donde se le da la opción al encuestado de valorar a qué gasto asignaría un aumento en el ingreso. Si en una medición se incrementan las respuestas donde los gastos se destinan a la vivienda, entonces la ponderación del subíndice vivienda aumentará. Esta metodología de ponderadores variables permite definir en el tiempo cuáles son los aspectos que la sociedad considera más importantes para su bienestar y captar al mismo tiempo el cambio que se puede producir en el bienestar a través de las mejoras percibidas en esos aspectos particulares. Es lógico esperar que si una sociedad tiene graves problemas de empleo, ese item pondere más, pero en la medida que el desempleo cede, comiencen a ponderar otros aspectos de su bienestar económico que, frente al drama de la desocupación, eran de segundo orden. En la tabla 2, se describen las ponderaciones asignadas a cada item en la medición del IBE correspondiente al primer semestre de 2007: Tabla 2: Ponderaciones de cada área del Bienestar Económico Ponderadores Salud Educación Ingresos Trabajo Vivienda 4,0% 6,3% 53,2% 9,5% 27% Como se puede observar en la tabla, el ingreso (ponderación de 53,2%) es la variable que, según define la población relevada, más incide en su nivel de Bienestar Económico, seguida por la vivienda (27% de ponderación) y en tercer lugar el trabajo (9,5%). Los ponderadores no permanecen estancos en futuras mediciones. Variarán de acuerdo a los cambios en las valoraciones que realice la población en el tiempo sobre cuál de esas cinco áreas son más relevantes en su bienestar. Por ejemplo, en la primera medición realizada en diciembre de 2005, el factor ingresos ponderaba 39%, pero el factor laboral tenía una ponderación de casi el doble que la que mostró en el primer semestre de 2007. En la tabla 3, se puede observar la evolución de los ponderadores entre el segundo semestre de 2005 y el primer semestre de 2007: Tabla 3: Evolución de las ponderaciones Subíndice II semestre 2005 I semestre 2007 Ingresos 39,9% 53,2% Vivienda 25,0% 27,0% Trabajo 11,2% 9,5% Educación 13,1% 6,3% Salud 10,8% 4,0% Una vez aplicados los ponderados, los subíndices se promediarán de acuerdo a ellos, y darán lugar al IBE. El IBE mide así la satisfacción de los hogares con sus niveles de ingresos, con su acceso al sistema de salud, educación, infraestructura y trabajo. El valor final del IBE se ubicará en una escala de 0 a 100. ¿Pero cómo saber si el valor obtenido es suficiente, insuficiente, elevado o bajo? 5.3. Superficies Para categorizar el valor obtenido tanto del IBE general como de cualquiera de los subíndices que lo componen, se dividió la escala de 0 a 100 en cinco superficies. Si el valor del IBE (general o parcial) se ubica en un valor entre 0 y 19 puntos, significa que el bienestar económico (general o parcial) se encuentra en una superficie ‘Intolerable’. Por ejemplo, es de esperar que con altos niveles de desempleo, el IBE empleo se ubique en una superficie de estas características, como seguramente sucedió durante los años 2002-20048 (a fines de 2005, el IBE empleo registró un valor de 21,4 puntos, apenas saliendo de una superficie de intolerancia). Con valores del IBE oscilando entre 20 y 49 puntos, puede decirse que el bienestar se ubica en una superficie ‘Vulnerable’. Con valores que corren entre 50 y 59 puntos, el IBE se encontrará en una zona ‘Aceptable’, entre 60 y 79 ingresará en una superficie ‘Buena’ y si supera los 80 puntos, el nivel del bienestar de ese grupo poblacional habrá alcanzado una superficie ‘óptima’. Tabla 4: Superficies Valor del IBE 0 – 19 Superficie Intolerable 20-49 Vulnerable 50-59 Aceptable 60-79 Buena 80-100 Optima La importancia de monitorear en el tiempo indicadores de este tipo, es que permiten indagar permanentemente cómo perciben los hogares la satisfacción de sus necesidades, y cómo valoran su bienestar, no solo a través de sus ingresos, sino de acuerdo al tipo de acceso que tienen al mercado laboral, a la educación, la salud y la vivienda. Aunque pareciera que esta situación depende completamente de los ingresos, las disparidades socio culturales, las diferentes valoraciones y la acción del Estado mediante la provisión de algunos de estos bienes y servicios, hace que el bienestar difiera entre estratos sociales y de ingresos, y por lo tanto, el bienestar de la sociedad difiere en las necesidades que los distintos hogares requieren satisfacer. 6. Resultados empíricos La primera medición de Bienestar Económico se realizó en diciembre de 2005, sobre una encuesta realizada a 650 jefes y jefas de hogares del Gran Buenos Aires. El Índice de Bienestar Económico (IBE) se ubicó en esa oportunidad en 45 puntos (en una escala de 0 a 100), ubicándose sobre una superficie “vulnerable” y marcando una importante distancia por recorrer para mejorar la calidad de vida económica de la sociedad. En términos de bienestar, a pesar que a fines de 2005 la economía registraba su tercer año consecutivo de fuerte crecimiento, la mayor parte de la población percibía que la calidad de su empleo era poco satisfactoria, que su acceso al sistema de salud era ‘malo’ o ‘regular’, que las condiciones de su vivienda eran insuficientes y que sus ingresos no alcanzaban para cubrir sus gastos necesarios. Teniendo en cuenta los principales determinantes del bienestar, los peores resultados del IBE en esa primera medición, se obtuvieron en relación al mercado de trabajo, donde el desempleo, el sobre-empleo y la baja calidad laboral eran una percepción generalizada y 8 La medición del IBE comenzó en el segundo semestre de 2005. contribuyeron a obtener un subíndice empleo (IBE empleo) de solo 21,4 puntos, que lo ubicaba sobre una superficie altamente vulnerable. En cambio, el bienestar de la gente aumentaba impulsado por el subíndice vinculado al sistema educativo (IBE educación), que alcanzó un máximo de 55 puntos (ubicándose sobre lo que sería una ‘superficie aceptable’) y el subíndice vivienda (IBE vivienda), que con un valor de 51,9 puntos, también denotaba un nivel de satisfacción ‘aceptable’, fundamentalmente en cuanto a la vivienda que poseen los diferentes hogares. Gráfico 2: Indice de Bienestar Económico (GBA – II semestre de 2005) Índice de Bienestar Económico 100 Superficie óptima 80 - 100 Superficie buena 60 - 79 Superficie aceptable 50 - 59 Superficie vulnerable 20 - 49 Superficie intolerable 0 - 19 (Diciembre 2005 – Gran Buenos Aires) 80 Subíndices Subíndices 60 51,9 55,0 45,0 47,2 44,2 40 21,4 20 0 IBE Vivienda Educacion Salud Ingresos Trabajo Fuente: CERX (Centro de Economía Regional y Experimental) Subdividiendo el IBE por estrato de ingresos, el menor valor se alcanzó en los sectores de ingresos medios, donde el índice se ubicó en 39,5 puntos, sobre una superficie ‘vulnerable’. En los sectores más bajos, el IBE superó al de los sectores medios, alcanzando un valor de 42,5 puntos mientras que entre los estratos de mayores ingresos alcanzó un máximo de 52,8 puntos, posicionándose sobre una superficie ‘aceptable’. A partir de esta primera medición de Bienestar Económico, se comenzó a construir el IBE inicialmente con frecuencia trimestral para consolidar a partir de 2007 un índice de frecuencia semestral9. Desde 2005 el Bienestar Económico medido a través del IBE evolucionó positivamente. Por ejemplo, al primer trimestre de 2006 este indicador ascendió a 47,8 puntos, mejorando 6,3% frente al cuarto trimestre de 2005, y verificándose un incremento firme en la percepción que tenían los hogares sobre su situación económicosocial. La mejora trimestral del IBE fue posible por el mayor nivel de empleo, que al mismo tiempo que generó ‘efecto aliento’ permitió aumentar los ingresos familiares, y mejorar levemente el acceso a bienes y servicios determinantes de la calidad de vida, como son alimentación, salud, educación y vivienda. Prácticamente toda la mejora lograda en el Bienestar entre enero y marzo de 2006, se verificó en los estratos de ingresos medios, en cambio el bienestar solo mejoró 3,3% en los estratos bajos y cayó 1,2% en los sectores de ingresos más altos. Las mejoras del IBE continuaron a lo largo de 2006, de la mano del crecimiento económico, los aumentos salariales y la mayor creación de empleo de la economía. Es decir, las mejoras macroeconómicas directa o indirectamente eran percibidas por la población como mejoras en su bienestar. En el segundo trimestre 2006, el IBE aumentó otro 4,5% acumulando un aumento de 11,1% en el primer semestre del año frente a diciembre de 2005. Con esa evolución el IBE alcanzó un valor de 50 puntos y en términos de bienestar, la 9 A lo largo de 2006 la medición del IBE se realizó trimestralmente. A partir de 2007 se consideró que los cambios entre trimestres si bien eran relevantes, quedaban perfectamente capturados en una medición semestral. Argentina habría ingresado en una nueva etapa: el indicador dejó finalmente su ‘superficie vulnerable’ para ubicarse en una superficie ‘aceptable’, donde la fragilidad económica-social quedó contenida en mejores percepciones de ingresos, empleo, infraestructura, y salud. Pero si bien ese incremento en el IBE tuvo que ver con la buena performance de la economía, en líneas generales el indicador de bienestar continuaba marcando ciertas restricciones económicas: por ejemplo, al segundo trimestre de 2006 el 75% de la población no contaba con ingresos suficientes para cubrir sus gastos necesarios (aunque este porcentaje se redujo frente al 81,3% de la medición anterior); la mitad de los asalariados se sentían sobre empleados, y el 85,3% de la gente evaluaba su propio bienestar económico como ‘malo’, ‘muy malo’ o ‘regular’. A partir del segundo semestre de 2006 las mejoras en el bienestar económico comenzaron a desacelerarse. En el tercer trimestre el IBE subió 3,3% frente al segundo y en el cuarto apenas tuvo una mejora trimestral de 1,1%, ubicándose el IBE en 52,2 puntos a fines de 2006. Lo mismo sucedió en 2007. Si bien la economía continuó creciendo y creando empleo, las percepciones de bienestar se mantuvieron prácticamente sin cambios. La primera medición de bienestar en 2007 se hizo en el mes de junio (el IBE comenzó a elaborarse ese año semestralmente) y se obtuvo un valor de 52,3 puntos con una mejora de apenas 0,2% frente al valor de fines de 2006. El Bienestar Económico cortó así el sendero de recuperación que venía mostrando desde que se inició la medición (diciembre 2005), indicando que tras las importantes mejoras logradas en 2005 y 2006, el ciclo de crecimiento y creación de empleo agotaron su posibilidad de mejorar automáticamente el bienestar, que se encontró frente a un techo estructural. La mayor percepción de inflación incidió negativamente en el bienestar del semestre: 62% de las familias manifestaron que los aumentos de precios era el factor que más está reduciendo su nivel de bienestar económico. La inflación durante 2007 mostraba una importante aceleración frente a 2006, y a pesar que las mediciones oficiales no las reflejaban, las percepciones y expectativas de inflación se encontraban en permanente aumento. Si bien en el último año el IBE mostró un aumento de 4,8% (primer semestre de 2007 vs igual periodo de 2006), prácticamente toda esa mejora se logró en 2006. El valor del IBE al primer semestre de 2007 marcaba asimismo restricciones económicas similares a las de un año atrás: 78,1% de la población decía no contar con ingresos suficientes para cubrir sus gastos necesarios (este porcentaje subió frente al 73,4% de fines de 2006 y es el segundo más alto desde que comenzó la medición, en diciembre de 2005) y en términos de bienestar, la mayor parte de la población percibía que la calidad de su empleo era poco satisfactoria, y que las condiciones de su vivienda y el sistema de salud son insuficientes. Gráfico 2: Evolución del IBE 100 90 Superficie Optim a 80 IBE 70 60 50 45,0 50,0 Superficie Buena 52,2 52,3 40 50,0 44,4 Superficie vulnerable 30 20 Superficie intolerable 10 0 Sup. aceptable IBE 62,5 II sem I sem II sem I sem 05 06 06 07 Altos Medios Bajos IBE por estratos de ingresos De las 5 sub-áreas que componen el IBE, la principal mejora lograda en el primer semestre de 2007 se observó en el IBE empleo, que en línea con el sostenido ritmo de creación de puestos de trabajo que mostraba el mercado, tuvo un fuerte salto. A fines de junio este subíndice alcanzó un valor de 38,1 puntos, aunque ubicándose aún en una ‘superficie vulnerable’ vinculada principalmente a la precaria calidad laboral, a salarios insuficientes frente al sostenido aumento de los precios, y las largas jornadas laborales. También subió 1,6% el IBE educación (57,2 puntos) durante el primer semestre (frente al segundo semestre de 2006), a partir de una mejor percepción sobre la calidad del sistema educativo al que acceden las familias. La mejora se originó fundamentalmente de los sectores de ingresos bajos y medios-bajos, en tanto se redujo en los sectores de ingresos altos. En los sectores de ingresos medios-altos y altos, el aumento en los costos de las cuotas en los colegios privados, fue un factor que impactó negativamente sobre la percepción de Bienestar al influir sobre la ecuación calidad-precio. En cambio durante el primer semestre tuvieron un impacto negativo sobre el Bienestar Económico de la población los subíndices relacionados con salud y vivienda. El IBE salud bajó 5,1% en el semestre frente al segundo semestre’06 (se mantuvo sin cambios si se compara contra el primer semestre de 2006), a partir de los mayores costos de las prestaciones que impactó fundamentalmente en la evaluación de la ecuación costo-calidad de los sectores medios y altos. El IBE vivienda en tanto, mostró un retroceso de 4% en el semestre reduciéndose a un valor de 59,1% que desplaza a este item desde una ‘superficie buena’ en que se había logrado posicionar en el segundo semestre del año pasado hacia una ‘superficie aceptable’. El menor bienestar en el área relacionada con la vivienda se vincula, de acuerdo a los distintos niveles de ingresos, con los aumentos de los alquileres, los mayores costos de las propiedades y la imposibilidad de acceder a un crédito, en la mayor parte de la población no propietaria. Un hecho que afectó al IBE vivienda fueron los anuncios de créditos con menores restricciones para las familias, que generó primero grandes expectativas y una fuerte desilusión después, dado que solo muy pocos pudieron acceder a ellos. El subíndice ingresos, en tanto, creció 0,6% en el primer semestre de 2007 frente al segundo semestre de 2006, ubicándose en 50,8 puntos, e indicando que en términos de ingresos, el bienestar de la población estaría en el límite entre lo que se considera una ‘superficie vulnerable’ y una ‘superficie aceptable’. Frente a un año atrás este subíndice mostró una suba de 12,6% aunque prácticamente todo ese aumento se logró en el segundo semestre de 2006. Lo que se pudo observar en la primera medición de 2007, es que la gente ignoraba completamente el índice de precios oficial (IPC) y en cambio, su elevada percepción de inflación fue un elemento que condicionó las mejoras salariales percibidas por los hogares durante el semestre. Este fenómeno se dio en todos los sectores de ingresos, pero fundamentalmente lo percibieron los estratos medios y altos. El 62% de las familias señalaba que la inflación era el principal factor que reducía su bienestar económico, en tanto otro 19,1% mencionaba sus bajos ingresos. Sub-índice Ingresos (Primer Semestre 2007) Familias 81,3% 75,0% sin ingresos suficientes para cubrir sus gastos necesarios 100 90 80 IBE Ingresos 73,6 75 73,4 78,1 70 60 50 43,4 45,1 50,5 50,8 40 . 30 20 10 0 II I sem II I sem sem 06 sem 07 05 06 II I sem II I sem sem 06 sem 07 05 06 Fuente: Centro de Economía Regional y Experimental (CERX) ¿Cuáles son los factores que afectaban negativamente el bienestar de las familias en el primer semestre de 2007? El 60,6% de las familias señaló a los aumentos constantes en los precios de alimentos, bebidas, indumentaria, alquileres, y salud, que superaban lo que indicaban las estadísticas oficiales. A su vez, el 19,1% mencionó a los bajos niveles de ingresos, 7,4% la precariedad laboral, 6,4% los elevados impuestos y el porcentaje restante se repartía entre temas como la ‘inseguridad’, el ‘desempleo’, ‘cortes energéticos’ y ‘niveles insuficientes de actividad económica’. En líneas generales, el IBE al primer semestre de 2007 marcó una clara situación de estabilización del Bienestar Económico de la población en niveles ‘aceptables’, a pesar que la economía continuaba creciendo a tasas elevadas, creando empleo y reduciendo los niveles de pobreza. Pero analizando los resultados del IBE, podía concluirse que el progresivo avance logrado durante 2006 se enfrentaba con un 2007 donde sería más dificultoso observar mejoras significativas sin instrumentar cambios de fondo en la economía, determinando un agotamiento del ciclo de recuperación post-crisis del Bienestar. Las áreas determinantes del bienestar mostraban que para las familias la situación de ingresos y el estado de la vivienda aún predominaban sobre variables claves como educación y salud, mientras que la situación laboral si bien ha ido mejorando continuaba siendo precaria, pese a la disminución del desempleo. La combinación de prioridades (ingreso-vivienda) frente al desplazamiento de aspectos como la salud, la educación y las condiciones laborales, marcaban que se logró un piso coyuntural en las mejoras del Bienestar pero que al mismo tiempo la población se enfrenta con un techo estructural. En el corto plazo la dinámica de la salida de la recesión marcó una recuperación de empleo, ingresos y acceso a la vivienda, pero que al primer semestre de 2007 las familias continuaban considerando insuficientes. Esta dinámica de subsistencia determinó un desplazamiento de la atención en detrimento de las condiciones de acceso a la salud, la educación y el mercado laboral, que plantean reformas e implementación de mediano y largo plazo. 6. Conclusiones El estudio del bienestar ha sido uno de los temas centrales de la economía desde sus orígenes como ciencia. Y la mayoría de las políticas económicas que aplican los gobiernos tienen como objetivo final mejorar el bienestar de la población. Sin embargo, poco se conoce cómo percibe y define la población su propio bienestar. Esta situación es contradictoria: siendo las personas quienes experimentan el bienestar y hacia quienes se dirigen las políticas que se instrumentan, su evaluación y percepción es minimizada. Cualquier intento por desarrollar teorías o aplicar políticas que lleven a mejoras en el bienestar, debería asegurarse un análisis profundo y consistente sobre cómo es percibido por la población. Las percepciones de las personas constituyen un elemento de análisis indispensable, y frente a esa necesidad, los indicadores subjetivos pueden ser un muy buen complemento de los indicadores objetivos. Las políticas económicas que se implementan deben tener en cuenta las necesidades reales de la población y no solo la lectura que investigadores y analistas, realizan de los indicadores objetivos. Los indicadores objetivos son necesarios pero no suficientes para entender la dinámica de bienestar. El PIB puede subir, los ingresos aumentar, la pobreza bajar, sin que esas mejoras sean percibidas por la sociedad. Y cuando ello ocurre, lo que parece eficiente (por ejemplo, el crecimiento) puede resultar insuficiente. El objetivo de este trabajo fue presentar el Indice de Bienestar Económico (IBE) y los resultados obtenidos en mediciones sistemáticas realizadas en la Argentina desde 2005. La evolución del IBE en el último año y medio ha ido mostrando las limitaciones que presenta el crecimiento económico en la Argentina para traducirse en mejoras de bienestar, y la manifestación de otros problemas profundos vinculados a la calidad laboral, la falta de ingresos o el sobre empleo. De los resultados del IBE se pueden leer asimismo los cambios en las prioridades del público: en la medida que a lo largo de 2005 y 2006 el desempleo fue cediendo, las prioridades en el bienestar de los hogares pasaron a temas vinculados a la calidad laboral, o a los ingresos. Hay que tener en cuenta que este tipo de indicadores pueden ser muy útiles en ciudades chicas, permitiendo evaluar de manera directa el impacto sobre el bienestar antes y después de la aplicación de determinados proyectos de impacto socio-económicos (planes de viviendas, plan de educación, planes de empleo, o políticas de ingresos). La literatura económica muestra un interés cada vez mayor en la relación entre los indicadores objetivos y el bienestar subjetivo que la gente percibe. En los últimos años se han elaborado diversos indicadores subjetivos que buscan objetivizar en un índice diferentes variables subjetivas. Sin embargo, solo en muy pocos países los gobiernos se han involucrado en estas mediciones. En el resto, se mantienen como desarrollos teóricos o mediciones privadas que por razones presupuestarias, difícilmente puedan contar con una cobertura estadística amplia como la que tendrían si fueran elaborados desde organismos oficiales (INDEC en la Argentina). Seguramente en un futuro cercano los indicadores subjetivos serán incorporados como módulos adicionales en las estadísticas gubernamentales permitiendo mejorar la calidad y precisión de las políticas y planes económicos. Sin embargo, desde una perspectiva metodológica, queda mucho por hacer. Bibliografía - Armstrong, W.E. 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