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Transcript
1
¿Son los empresarios agentes de cambio institucional? Reflexiones a partir del caso
chileno
Cecilia Montero 1
Sumario
1- Entrando en la conversación. 2- Los empresarios como sujeto social. 3.-Los
ingredientes del modelo empresarial chileno. 4- Liderazgos: la necesidad de distinguir
entre actores y beneficiarios. 5- Figuras individuales modernas, sujetos sociales
arcaicos. 6.- El modelo atrapado: entre el economicismo y los poderes “fácticos”. 7.Referencias
1. Entrando en la conversación
Una pasada fugaz por el sitio web del PNUD bastó para reavivar las cenizas de
la que fuera mi principal preocupación intelectual durante cerca de cuatro años.
Navegando por los mares virtuales llegué al artículo sobre emprendedores y
emprendedoriedad en la Teoría del Desarrollo 2 donde Joan Prats plantea la necesidad de
“penetrar en el dramatis personae de los hacedores de historia”. Artículo novedoso por
su contenido y forma, uno de cuyos principales méritos fue que reactivó en mí algunas
neuronas respecto de un tema que había abandonado hace un par de años. 3 Abandono
nada de trivial pues coincidió con el ocaso de algunos espacios de reflexión que
ejercieron una gran influencia en los cientistas sociales chilenos y latinoamericanos,
víctimas en parte del éxito político y profesional de sus líderes y de la falta de
financiamiento para la investigación académica 4 .
Plantear el tema de la capacidad empresarial desde la perspectiva de la
gobernabilidad y el cambio institucional constituye una innovación importante. Primero,
nos aleja de las visiones maniqueas que no rescatan del “actor” empresarial mas que su
ideología y comportamientos políticos atávicos. Segundo, nos obliga a darle la
importancia que tiene para la praxis económica la escasez/abundancia de esas
“capacidades personales socialmente valiosas” (Prats, op. cit) y Tercero, nos acerca a la
comprensión de una de las cualidades mas requeridas para una trayectoria profesional
exitosa: la capacidad de hacerse a sí mismo.
Como forma de entrar en la conversación, comienzo explicitando desde donde y
por qué me interesé en los empresarios. Luego presento los argumentos que me hicieron
decir que en Chile se había vivido una “revolución empresarial” para luego argumentar
los déficit de la misma y cerrar con las preguntas que suscita la coyuntura electoral
como una oportunidad mas que tienen los chilenos para recuperar la democracia.
1
Doctor en Sociología, investigadora del Centre d’Analyse et d’Interventions Sociologiques (CNRS,
Francia).
2
Instituciones y Desarrollo n°3, 1999.
3
Desde la publicación de mi libro La Revolución Empresarial Chilena (Dolmen Ediciones, Santiago,
l999).
4
Me refiero a la crisis y posterior cierre de algunos centros académicos independientes tales como ILET y
CIEPLAN.
2
2. Los empresarios como sujeto social:
Año 1989, regreso al país después de un exilio de 14 años. La transición avanza
en un clima tenso, mezcla de miedo y esperanza. Se sabe que la sociedad sigue dividida,
que cualquier chispa reavivará la guerra interna. Todos se cuidan. Los partidos políticos
de oposición operan abiertamente. Han preferido jugar el juego y participar en un
plebiscito convocado por la dictadura. Va quedando atrás el fatalismo y la impotencia,
y poco a poco la población va asimilando la seudo legitimidad del evento. La estrategia
de la oposición democrática triunfa afirmando que el prerequisito para ganar es crear la
ilusión de que se ganará (Moulián, l997).
La escena pública sigue dominada por las mismas figuras que dejé en los 70.
Viejos nombres reaparecen en la política. El movimiento sindical, todavía diezmado,
no logra recuperar su capacidad orgánica. En este contexto sobresalen ciertos
individuos: jóvenes, bien vestidos, con portátiles al cinto, atraviesan la ciudad y el país
como territorio conquistado. Son los empresarios. Sus actitudes indican que ellos están
mas allá de esa sensación de miedo y esperanza que recorre a la gran mayoría de sus
compatriotas. Viven otra historia: inician proyectos, toman decisiones, mueven dinero.
Son personajes de una obra de teatro cuya gestación me interesa. Los comparo con los
empresarios pre-dictadura y me parecen de otro planeta. La curiosidad sociológica se
activa: ¿de donde vienen? ¿Son hijos de los antiguos empresarios? ¿Será que estamos
frente al mito americano del self made man made in Chile?
Formulada académicamente mi curiosidad se concreta en dos grandes tesis. En
primer lugar, está la preocupación por el sujeto. Acostumbrados a trabajar con los
actores sociales históricos a los sociólogos nos cuesta trabajar sobre los empresarios y
menos aún considerarlos agentes de cambio. ¿Y si así fuera? Sería una gran novedad en
un país donde los empresarios han sido históricamente parte del bloque reacio al cambio
y en un continente donde las dictaduras militares progresistas han sido la excepción. Es
así como decido ponerme a investigar cuáles fueron las condiciones que hicieron
posible el surgimiento de empresarios dinámicos, cómo se rompió con los
comportamientos anteriores (proteccionismo, corporatismo, etc.). Conociendo la
heterogeneidad interna del empresariado chileno donde han coexistido sectores liberales
y aperturistas con sectores favorables al proteccionismo, era importante conocer cómo
se logró el consenso en torno al proyecto neoliberal. A partir de estas reflexiones me
interesaba llegar a establecer i) en qué medida se puede hablar de los empresarios como
un sujeto social y ii) que elementos de cambio y de continuidad existen en el sistema
empresarial chileno.
Un segundo eje de reflexión, más teórico, fue situar la pregunta por el
dinamismo empresarial con relación a las explicaciones más corrientes acerca del
llamado “espíritu empresarial” o entrepreneurship. La pregunta es si la capacidad
empresarial es una variable económica o cultural, causa o efecto del desarrollo
económico. En economía neoclásica, el postulado es estructuralista: los incentivos y las
señales de mercado hacen al empresario. Basta con que haya condiciones económicas
favorables (mercados libre y competitivos, macroeconomía sana, Estado no
intervencionista) para que florezca un empresariado dinámico. Todo comportamiento
individual y/o social no sería sino el resultado de la operación de ciertos mecanismos
3
externos a los sujetos. Este enfoque forma parte del “sentido común” imperante en
materia económica. En Chile, Los propios empresarios atribuyen su desarrollo reciente
a las condiciones macroeconómicas creadas durante el Gobierno Militar.
El resto de las ciencias sociales (antropología, sociología, psicología) ha
enfatizado, desde Weber en adelante, las variables culturales. Valores religiosos, sentido
de comunidad, estructura familiar y características de personalidad son algunos de los
factores que explican la dotación de entrepreneurs de una sociedad. El mismo enfoque
sirve para fundamentar la carencia de empresarios que sufren ciertas sociedades. El
legado hispánico, la ausencia de valores equivalentes a los de la ética protestante, han
sido argumentos esgrimidos para explicar las tendencias rentistas del empresario en
América Latina.
Pasada ya una década de lo que fuera el boom neoliberal chileno, sería naif
aferrarse tanto a la explicación objetivista (las reformas económicas) como a la
subjetivista (individuos y actitudes especiales). Siguiendo a Hirschman (How policy is
made, 1963) prefiero permanecer en la pregunta y entregar varias miradas posibles. La
movilización de un grupo humano, en una dirección determinada, la adopción de ciertos
comportamientos y decisiones económicas, el diseño de estrategias exportadoras y el
éxito en la guerra comercial desatada en el mercado, son temas que requieren un
enfoque pluridisciplinario. Los “hacedores de historia” precisan un nido fértil desde el
cual operar.
Para reconstituir la historia, identificar factores clave y fundamentar la tesis de
la oportunidad que tuvieron los empresarios chilenos bajo el gobierno del General
Pinochet de convertirse en sujetos sociales la investigación se desplegó en 4 niveles.
Primero, el proceso histórico de formación de la clase empresarial, su relación con el
Estado, las crisis y rupturas que afectaron esta relación. Segundo, la evolución de la
institucionalidad económica y los cambios en la forma en que se organizan los
mercados (reformas económicas). Tercero, las estrategias sociales de acción (actores,
proyectos y conflictos). Cuarto, la renovación sociológica de la clase empresarial, las
estrategias y los comportamientos individuales.
De los resultados de estas indagaciones, contenidos en un libro publicado en
1997 5 , rescato algunas ideas centrales que responden en parte a la pregunta abierta por
J. Prats: como hacer que sean más y mejores los entrepreneurs y como se convierten en
agentes de cambio institucional. Sostengo que Chile logró lo primero, desarrollar una
base empresarial fuerte, pero no lo segundo.
3. Los ingredientes del modelo empresarial chileno
La preocupación por establecer cuales son los factores claves para activar el rol
de los empresarios en el desarrollo no es un tema reciente. El Journal of Development
Planning le dedicó un número especial al tema bajo el título “Entrepreneurship and
Economic Development” (1988) en cuya introducción se establecen algunos
“ingredientes” básicos para un modelo empresarial. Ellos son:
5
Aparecido simultáneamente en Santiago publicado por Dolmen Ediciones y en París, por Editions
l ‘Harmattan.
4
i)
los empresarios innovadores requieren una compleja infraestructura de la cual
no disponen las economías agrarias o poco industrializadas
ii) la información y el conocimiento son factores importantes que facilitan la
formación y manejo de las empresas
iii) la estratificación social es un impedimento mayor para la formación y manejo
exitoso de las empresas Pyme
iv) la gran empresa y las empresas públicas se vuelven más “empresariales” a
medida que el país se desarrolla.
Se puede probar la validez de estos factores para el caso chileno en tanto
condiciones necesarias que intervinieron en su desarrollo. Pero quedaría pendiente la
pregunta acerca de las condiciones suficientes y de la correcta combinación de las
mismas en una coyuntura determinada. Chile exporta recursos naturales, productos
agroindustriales y también un cierto know how empresarial. Además cuenta hoy en día
con empresas de dimensión internacional que están invirtiendo en otras latitudes.
Parecen lejanos los tiempos del capitalismo patrimonial en el cual un grupo de familias
adineradas y el Estado dominaban un mercado interno cerrado y restringido. ¿Qué
ocurrió en este país austral, alejado de los flujos comerciales mundiales, entre los años
70 y 90?
Descartemos las explicaciones simplistas. La “mano dura” de Pinochet es parte
de la falacia autoritaria. Los militares llegaron al poder como una reacción frente a una
situación de ingobernabilidad y sólo después surgió la necesidad de un programa
económico radical. En otras latitudes el componente autoritario no ha bastado para
llevar a cabo transformaciones radicales. El autoritarismo llegó en un momento
histórico particular en que estaba deteriorada la base económica y el sistema político
extremadamente polarizado. Lo que siguió fue un largo período de experimentaciones
sin orientaciones claras. A lo más se puede decir que el ingrediente autoritario fue una
condición necesaria para romper con el modelo anterior, en la medida en que le permitió
al equipo económico independizarse de la presión política y ejercer un poder
disciplinario sobre la fuerza de trabajo, y en menor medida, sobre los propios
empresarios.
Un tanto más sofisticada es la falacia liberal, que sostiene que las distorsiones
introducidas por el intervencionismo estatal no habrían permitido el desarrollo del
espíritu emprendedor ni el libre juego de las fuerzas del mercado. La ecuación básica de
la economía neoclásica: al retirarse el Estado florece el mercado. Lo ocurrido en
América Latina y en Europa del Este constituye prueba suficiente que no basta con
aplicar recetas neoliberales, algunos países logran salir mejor que otros de la fase de
ajuste e insertarse exitosamente en el comercio mundial. Chile no es una excepción a
juzgar por la lentitud con que se manifestaron los nuevos comportamientos
empresariales 6 . Durante la fase de retiro del Estado (l973-83) hubo dos recesiones y el
producto chileno por persona tuvo un crecimiento cero. En cambio en el período
siguiente (l983-88) la recuperación fue posible gracias a una mayor regulación de
ciertas variables macro-económicas y al aumento de la protección efectiva. Hubo
entonces una presencia mas activa del Estado.
6
La tasa de inversión y la orientación exportadora no mejoran sino hacia fines de los 80.
5
Volvemos a North,
quien ve en la interacción entre instituciones y
organizaciones -en un contexto de competencia- la clave del cambio institucional
(North, l998). Dicha interacción se da en el largo plazo y supone actores, sujetos del
cambio. Según el historiador francés Ferdinand Braudel, que el desarrollo del
capitalismo resulta de una mezcla compleja y de largo plazo, de factores demográficos,
políticos, tecnológicos, comerciales y culturales. El modelo empresarial que se
configuró en Chile fue una mezcla virtuosa de todos ellos, lo que hace insuficiente un
análisis puramente económico.
Si hubiera que aislar los factores más relevantes que aseguraron el despliegue
de las capacidades empresariales requeridas para el desarrollo de una economía de
mercado habría que mencionar:
i)
un sistema de incentivos económicos: la liberalización de los mercados, los
incentivos para la inversión privada y las privatizaciones crearon el marco
institucional favorable al funcionamiento competitivo de las empresas.
ii) un proyecto ideológico: un sistema de ideas neoliberales acerca del modelo de
desarrollo, unido a un proyecto cultural neoconservador le dieron contenido,
prestigio y legitimidad social al comportamiento del empresario privado.
iii) un potencial de recursos humanos: la oferta de profesionales y técnicos
altamente calificados aseguró los recursos humanos para los proyectos
empresariales (capital humano, tecnológico y de gestión).
iv) un capital social: las redes sociales de apoyo al alcance de una clase media
profesional ofrecieron las vías de acceso a los medios de financiamiento, a la
tecnología y a los mercados.
4. Liderazgos: la necesidad de distinguir entre actores y beneficiarios
Decimos que en Chile hubo una revolución empresarial, un cambio radical que
colocó a los empresarios en el centro de la escena. Ello no significa en modo alguno que
ellos fueron los líderes del proceso. El desarrollo posterior del país, fuerte crecimiento
económico con alta concentración del ingreso, ha demostrado que ellos sí fueron los
beneficiarios. La distancia que hay entre crecimiento económico y modernización social
se puede atribuir en parte a la falta de participación de los empresarios en un proyecto
de sociedad. Recordemos para ello algunas de las características acerca del proceso
durante el cual se gestó la nueva economía política chilena.
Desde una perspectiva histórica, el proceso de modernización de la economía
chilena aparece como un sucesión de proyectos de transformación económica y social
diseñados por las elites políticas (Meller, P.1997, Muñoz, O. 1995). Los intentos
reformistas se inician en los años 60 y son diseñados y puestos en marcha desde el
Estado (Reforma Agraria, Nacionalizaciones, Participación Popular, Área de Propiedad
Social, Privatizaciones, Apertura Externa). El proyecto neoliberal se inscribe en esta
larga, y a veces opaca, historia de ensayos y errores que son las reformas tecnocráticas.
En materia de liderazgos y protagonismos tampoco se pueden atribuir los logros
económicos de Chile exclusivamente a la política neoliberal. El desmantelamiento de
las bases del capitalismo patrimonia1 comienza antes de la imposición del modelo
neoliberal. Las rupturas y traumatismos sociales de los años 1960-73 removieron las
estructuras del Estado de Compromiso. Las reformas estructurales desestabilizaron el
6
orden anterior (corporativismo, concentración patrimonial) y alteraron la relación entre
el Estado y los empresarios. Lo que sí logró el proyecto neoliberal fue la destrucción del
sistema empresarial anterior basado en el control familiar, consiguió modernizar la
gestión de los negocios y darle una proyección y dimensión internacional. En el paso a
una economía de mercado, el liderazgo no provino de la presión o de un proyecto
empresarial propiamente tal, sino de la iniciativa de una elite tecnocrático-autoritaria
(militares, economistas, ejecutivos de grandes grupos financieros). Los logros
posteriores que consolidan el modelo en democracia también fueron la obra de un
equipo de políticos y expertos ubicados en el Gobierno. Traducido al lenguaje de la
gobernabilidad, esto quiere decir que el desempeño económico supone una cierta
eficacia política. Aunque le pese a los empresarios, la política y el Estado son necesarios
para la organización de los mercados.
Acerca de la participación que tuvieron los empresarios en el Gobierno Militar se ha
escrito poco, pero sabemos que el régimen los mantuvo a raya durante mucho tiempo.
Las organizaciones empresariales no surgen como un sujeto de acción colectiva sino
después de la crisis financiera (1982-83) que significó el colapso de las políticas
neoliberales más ortodoxas. A raíz de la derrota de Pinochet en el plebiscito y gracias a
la iniciativa de la Concertación Democrática, renace la interlocución de los gremios
empresariales y del poder político. Las elecciones presidenciales de l989 marcan la
derrota de la elite tecnocrático-autoritaria pero no de los empresarios y abren el camino
para una nueva relación Estado-empresarios. El período autoritario termina con un actor
empresarial actuando en forma organizada, unitaria y convencido del éxito de su
protagonismo (Montero, 1993; Rehren, 1994). En este contexto, puede entenderse la
relación de cooperación que se estableció durante el gobierno de transición de Patricio
Aylwin entre por una parte, un sector privado identificado ideológicamente con la
derecha y el Gobierno y los representantes de los trabajadores por otra. Ello demuestra
que la posición privilegiada de los empresarios puede no terminar en un conflicto con la
clase política, por la mutua percepción que tienen de que son actores públicos en la
medida en que comparten el liderazgo en una democracia capitalista con economía de
mercado (Lindblom, 1977, p.179). En l994 es elegido presidente Eduardo Frei,
ingeniero y empresario, quien inicia su mandato convocando a los empresarios a giras e
iniciativas conjuntas.
Las condiciones de gobernabilidad que hicieron posible la innovación en materia
económica durante el Gobierno Militar permiten explicar el tipo de resultados que se
obtuvo. La clave no estuvo en la fuerza (autoritarismo) ni en el retiro del Estado
(liberalismo) sino en una mezcla de represión, “normalización “ de los actores sociales,
y manejo ideológico. Dado que no funcionaban las instituciones democráticas no había
forma de lograr un consenso social que legitimara las iniciativas gubernamentales. Una
división del trabajo entre el poder militar y los “expertos” de Gobierno consiguió
manejar la situación.
Mientras los militares ejercían un rol disciplinador que mantuvo en calma el
“frente interno” de las empresas, al exterior de ellas se desarrollaba una fuerte campaña
pro-empresarial (iniciativa privada, competencia).
Las ideas neoliberales y el
pensamiento católico conservador fueron el soporte ideológico para la afirmación de
una nueva identidad empresarial. Los valores del sector privado, el exitismo y la
eficiencia pragmática, impregnaron primero el estilo de gobierno con una concepción
empresarial de la cosa pública y se difundieron mas tarde a toda la sociedad. A partir de
7
una posición ideológica de fuerza, los empresarios buscaron presentarse ante la sociedad
como agentes de cambio en el marco de un proceso de modernización iniciado por la
nueva tecnocracia estatal7 .
Fue en esta fase de “normalización” que
la elite tecnocrática logró
autonomizarse progresivamente de los grupos de interés e inducir la cambios deseados
de los comportamientos económicos. Esta capacidad, nunca plenamente lograda, de
separar economía y política en el sistema de decisiones ha sido reconocida como una
ventaja a la hora de formular políticas públicas (Velasco, l993). Ejemplo de ello es la
forma como se gesta el Presupuesto Nacional en el Ejecutivo y su posterior aprobación
en el Legislativo.
Con la privatización de la economía y la apertura externa se abre un complejo
proceso de readecuación y redefinición de las relaciones entre el Estado y el
empresariado en el sentido de una mayor autonomía de las organizaciones empresariales
y de un compromiso mas activo de las esferas de Gobierno con el proyecto del sector
privado. Los empresarios pasan a formar parte del nuevo esquema de organización
social del poder político, no sólo por su mayor peso relativo en la economía, sino
también por su constitución en tanto actor político. Si ello ocurre así es porque se ha
desplazado el terreno de disputa entre los actores sociales y entre estos y el Estado. Por
de pronto, han perdido vigencia los conflictos económicos cuya resolución estaba
radicada en el Estado. Esto es el reflejo del retiro del Estado empresario y de la
emergencia de nuevas formas de regulación de la economía (Muñoz ed.1993). Hecho
que llama la atención en un país como Chile, con una larga tradición de corporativismo
social, donde las organizaciones sectoriales privadas participaron en forma continua y
permanente en la estructuración de las decisiones públicas (Dugan y Rehren,1990).
5. Figuras individuales modernas, sujetos sociales arcaicos
Los escenarios requieren actores. Las economías no se mueven sin empresarios. La
vasta literatura acumulada sobre la competitividad no ha llevado a perder de vista que
los dramas económicos son sostenidos y ejecutados por personas que saben detectar
necesidades, tienen capacidad para organizar, anticipan futuro y juegan su patrimonio
en proyectos con una cierta dosis de riesgo. Son los emprendedores, no los managers
ni los inversionistas. Individuos que poseen al menos una parte del patrimonio de una
empresa y cuya función es la de reunir los recursos humanos, financieros y materiales
para la realización de un producto. El empresario es el que detenta la propiedad de la
empresa y participa en la conducción de la misma.
Según la teoría clásica el calificativo de entrepreneur debiera reservarse al
empresario que posee un ethos del trabajo y del lucro (Weber), al que ha realizado
alguna innovación tecnológica (Schumpeter). Cualidades que, traducidas al lenguaje del
empresario contemporáneo, adquieren otro relieve. Los individuos emprendedores son
los que hacen del cambio una norma, trastocan valores, desplazan recursos hacia áreas
de mayor productividad (Kim, 1988). Verdaderos innovadores culturales con capacidad
para crear nuevas pautas, nuevos modos de ver o hacer las cosas (Flores, l998).
7
Los empresarios chilenos no pasan directamente a la arena política como en el caso de México
(Heredia, 1990).
8
Las cualidades de estos emprendedores suelen variar entre países y regiones. Según
un estudio realizado en un zona industrial altamente competitiva de Boston, los
creadores de empresas de avanzada tenían por lo menos cuatro características en común:
una tradición de tipo empresarial, un alto nivel educacional, una formación técnica
orientada al desarrollo mas que a la investigación y un alto need of achievement o
motivación al logro. Este tipo de individuo provenía principalmente de las
Universidades, las que funcionaban como verdaderas incubadoras de emprendedores
tecnológicos. En cambio, estudios similares realizados en Palo Alto y en Corea
demostraron que los empresarios, si bien tenían muchas de esas cualidades, surgían mas
bien del tejido de pequeñas empresas (Kim,1988).
Los emprendedores chilenos presentan un perfil un tanto diferente. Gracias a las
biografías recogidas en un grupo de empresarios medianos pudimos describir el perfil
sociológico de los nuevos empresarios, segmento emergente en la economía de mercado
chilena a mediados de los 90. No se trata ni de personas de origen humilde que habrían
surgido en la sociedad de oportunidades -estilo self made man americano- ni de los hijos
de los empresarios tradicionales. Son más bien personas de clase media, sin grandes
fortunas, pero cuyas familias los dotaron de capital social y cultural. Muchos eran
profesionales altamente calificados, que en un momento determinado de crisis del
trabajo asalariado y de apertura de nuevos mercados, tomaron la decisión de crear una
empresa.
Formados en muchos casos en las facultades de Ingeniería (Civil y Comercial),
estos emprendedores se caracterizan por tener una visión del mundo basada en la idea
del manejo técnico de situaciones complejas. La formación del ingeniero no está
orientada en forma explícita a la actividad empresarial, pero sí les entrega una cierta
lógica de manejo de problemas y de entrenamiento en el diseño y desarrollo de
proyectos. Recursos que ellos supieron utilizar a la hora de realizar sus propios
proyectos. En la historia económica chilena ya existían antecedentes previos. Durante
los años 40 cuando debutan las instituciones del Estado Empresarios y las políticas de
fomento a la industrialización, los ingenieros ocuparon lugares importantes de liderazgo
público (Muñoz,1993). En los años 80 el fenómeno se vuelve a repetir, esta vez desde el
sector privado.
El movimiento de empresarización que se observó en Chile no se inscribe en la
continuidad de una tradición empresarial. El sector empresarial no presenta rasgos de
continuidad ni con el núcleo fundador del ciclo exportador ni con el empresario de la
fase sustitutiva. Los ''pioneros" que protagonizaron los grandes emprendimientos de
principios de siglo quedaron como un referente para los cientistas sociales, no para los
empresarios. La industria protegida de los años 40 y 50 aparece más ligada a la CORFO
que a figuras empresariales sobresalientes. El nuevo orden económico no encuentra en
el pasado arquetipos inspiradores para los empresarios de mercado. En el quehacer
empresarial de hoy no hay historia ni valorización de una tradición.
Los principales atributos de los nuevos empresarios chilenos, esos que surgieron
con la economía de mercado y desarrollaron sus proyectos en forma independiente tanto
del Estado como de los grandes conglomerados financieros, apuntan más a
competencias de tipo comportamental que técnicas. Destacan la creatividad, el sentido
de oportunidad, una baja aversión al riesgo y una clara apertura al mundo. En
9
contrapunto se delinean sus carencias: poco interés en innovaciones tecnológicas, de
proceso y de producto, baja capacidad de negociar con los trabajadores y escaso
compromiso social.
Las condiciones históricas en que surgen estos empresarios explican en parte sus
limitaciones. En la época en que se le dio el impulso a la actividad empresarial no se
requería de grandes innovaciones tecnológicas ya que, a raíz de la apertura externa, la
economía estaba inundada de tecnología y productos importados. Luego vinieron años
de crecimiento sostenido. Las actividades productivas de mayor desarrollo no fueron
los productos industriales sino los recursos naturales y sus derivados (fruta, salmón,
madera). De ahí que los desafíos empresariales no fueran, sino hasta fecha muy
reciente, el aumento de la productividad y la modernización de la gestión interna. El
capital humano acumulado se encuentra mas bien en destrezas comerciales, gestión
financiera y orientación exportadora.
Con la excepción de algunas grandes empresas, no se han desarrollado en Chile
grandes innovaciones en materia de gestión de los recursos humanos. Si evaluamos el
comportamiento empresarial con respecto a las relaciones entre capital y trabajo hay que
reconocer su arcaísmo. Amparados por una legislación laboral que no reconoce sino en
forma limitada los derechos colectivos y apoyándose en la escasa fuerza organizativa de
los sindicatos, las empresas chilenas no han sufrido grandes transformaciones en sus
relaciones laborales. Despidos sin indemnización, jornadas de trabajo iguales o
superiores a 48 horas semanales, prácticas antisindicales, formas precarias de
contratación, poca inversión en capacitación, etc., son prácticas frecuentes. Situación
que se arrastra desde el Gobierno Militar y que no ha podido ser corregida por los
gobiernos democráticos a raíz del bloqueo ejercido por empresarios y partidos políticos
de derecha a las iniciativas de reformas laborales.
6. El modelo atrapado: entre el economicismo y los poderes “fácticos”
La economía chilena se encuentra agobiada por los efectos de la crisis asiática.
Caída del producto, aumento del desempleo, devaluación monetaria. Los empresarios,
acostumbrados a una década con altas tasas de crecimiento, realizan la vulnerabilidad
del modelo. El Gobierno apela al esfuerzo y a la cooperación. La coyuntura electoral
(elecciones en Diciembre l999) no facilita las cosas. Sin embargo ésta aparece como una
oportunidad histórica de superar los intentos de ingeniería social en favor de una real
cooperación público-privada.
Desde el Gobierno surgen llamados al esfuerzo nacional para enfrentar el
impacto social de la crisis. Cada vez es mas claro que el futuro depende de la capacidad
de articular las dos agendas. Por un lado la agenda política con las urgencias de la
presión social, por otro lado la agenda económica con la lógica de mantener los altos
grados de eficiencia alcanzados sin sucumbir a la tentación de los déficit fiscales.
El país asiste al espectáculo de la impotencia del poder político frente a las
realidades sociales creadas por el despliegue de la iniciativa privada y cuya
transformación está bloqueada por los bloqueos políticos (los llamados “poderes
fácticos” ejercidos por las Fuerzas Armadas, los empresarios y la derecha). Sublevación
de las comunidades mapuches contra las empresas forestales, deterioro alarmante de la
10
calidad del aire en la ciudad de Santiago, movilización obrera contra los despidos
abusivos, aumento de la delincuencia urbana.
La solidez del modelo chileno está siendo sometida a una dura prueba. Está
quedando claro que el desempeño económico y social no se logra solamente con
políticas económicas “sanas”, con un Estado eficiente y con el dinamismo de los
empresarios sino con capacidad de acción colectiva. La crisis está ayudando a descorrer
el velo: la institucionalidad actual fue funcional mientras había crecimiento. Cuando
llega la hora de las restricciones, de los trade-off negativos, se requiere de sujetos
sociales fuertes capaces de asumir el costo de entrar en nuevos arreglos. La posibilidad
cierta de ver elegido a un socialista como Presidente está acentuando los
comportamientos perversos (freno a la inversión, despidos abusivos, bloqueo a las
iniciativas gubernamentales). En momentos en que se requiere de respuestas colectivas
innovadoras los dirigentes empresariales se aferran al carácter “intocable” del modelo.
Los esfuerzos políticos del sector empresarial están concentrados en mantener el status
quo y secundariamente, en liberar al General Pinochet.
No pondremos en duda el carácter innovador de los empresarios, pero “hacer
historia” es algo más que perseguir intereses individuales. A pesar de todo el camino
recorrido, del sufrimiento compartido de toda una sociedad, no se ve cual ha sido el
aprendizaje empresarial. ¿Será que esas “capacidades personales socialmente valiosas”
de los emprendedores sólo operan en la arena de la competencia individual en
mercados en expansión? ¿Pueden volcarse los mismos atributos hacia compromisos
sociales?
Volvemos así a la política como función privilegiada para provocar cambio
institucional. Las lecciones de la experiencia chilena demuestran que Pinochet desplegó
una estrategia de poder exitosa en cuanto implementó una verdadera revolución en la
economía. Los gobiernos de la Concertación que le sucedieron no lograron el poder
suficiente para operar los cambios institucionales que aseguraran la sustentabilidad del
modelo. Con todo, pasados ya 10 años de terminada la dictadura no se puede seguir
atribuyendo la ineficacia del poder político a las herencia autoritaria. El desafío es
lograr el compromiso empresarial con un proyecto de sociedad que los incluya como
sujetos sociales autónomos pero sometidos a las regulaciones que requiera la calidad de
vida de todo el país.
Referencias
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- Lindblom, Ch. (1977), "Politics and Markets", Basic Books, New York.
- Meller, P. (1997), Un siglo de Economía Política chilena 1890-1990, Cieplan, Santiago.
- Montero, C. (1997), La Revolución Empresarial Chilena, Dolmen Ediciones,Santiago., 364 pp.
- Moulián, T. (1997), Chile Actual, anatomía de un mito, Lom, Santiago.
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11
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- North, D. (1998), Five Propositions about Institutional Change, citado por J. Prats (1999)
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- Rehren, A. (1994), "Empresarios, transición y consolidación democrática en Chile", Instituto de
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- Velasco, A. (1993) “The State and Economic Policy. Chile l952-1992”, ponencia presentada
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