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EL CICLO POLÍTICO DE LA CONCERTACION Y EL ESCENARIO ACTUAL.
Paulo Hidalgo 1
El triunfo del actual Presidente Sebastian Piñera en las urnas en enero de 2010
cerró un prolongado ciclo político para la Concertación que estuvo nada menos
que 20 años en el Gobierno. Ya el destacado hombre público Don Edgardo
Boeninger en su libro postumo, señalaba, adhiriendo a la candidatura de Frei
que, en cualquier caso, se abría un nuevo ciclo en la política chilena.
En efecto, la dilatada gestión de gobierno de la Concertación evoca de
inmediato parangones históricos que no son comunes en la política
contemporanea. El Gobierno conservador de Margaret Thatcher estuvo en el
poder 11 años ( 1979-1990) y Felipe González a la cabeza del PSOE estuvo en
el gobierno 14 años ( 1982- 1996). Así la Concertación, a pesar de la derrota,
en términos de política comparada debe estar francamente orgullosa no sólo
por el tiempo que le correspondió gobernar sino que por que le cambió
definitivamente la fisonomía a Chile. Hoy el país es más moderno, abierto al
mundo, con una amplia red de protección social, con logros fundamentales en
educación, trabajo, vivienda, con una economía sana, por solo mencionar
algunos ámbitos.
Sin duda que existen muchas deficiencias y asuntos pendientes pero lo central
es destacar el exigente umbral que dejó la centro-izquierda en Chile que fue
reconocido en campaña por la coalición de derecha y que hoy, por momentos,
el gobierno desconoce balbuceando una política “pequeña” de demolición de
los logros anteriores como de intentar desacreditar a los liderazgos más
connotados, entre ellos, sin duda el de la ex-Presidenta Michelle Bachelet
quien goza de un alto respaldo ciudadano.
Pero es fundamental preguntarse, si se quiere, de modo más analítico porqué
razones la Concertación logró mantenerse en el poder al encabezar un
1
Sociólogo.
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extendido ciclo político. Luego de ese examen, es importante
procurar
describir algunos de los factores que inexorablemente explican el fin del ciclo
político concertacionista y con suerte bosquejar los rasgos del nuevo escenario
que se abre para este conglomerado político. Todo lo anterior, que duda cabe,
tiene el propósito de colaborar a un debate necesario que se efectúa desde la
modesta atalaya de un analista porfiadamente convencido de las virtudes de la
opción socialdemócrata y del pacto histórico clave de la política chilena entre el
centro y la izquierda.
La noción de ciclo político se ha conceptualizado de diversas maneras. Por
ahora este no es el lugar para ensayar un largo ex cursus que es parte de una
investigación de más largo aliento. Pero a lo menos se pueden adelantar
algunas pinceladas.
Existe una primera escuela que se refiere a los ciclos políticos-económicos que
examinan las fortunas de los gobiernos en relación a cómo manejan la
economía y tienden a mostrar empíricamente la adopción de parte de las elites
en el poder de políticas económicas expansivas en momentos electorales para
procurar así mantenerse en el gobierno. En este análisis cuando la economía
entra en crisis o se ralentiza seriamente puede gatillar el fin de ciclo del
gobierno de turno.
Una segunda escuela analiza los ciclos más largos de los países a tono con el
oficio de los historiadores cuando establecen cortes vinculados a periodos que,
en general, se refieren al predominio de modelos económicos tales como la
existencia de una economía agrario-exportadora, el paso a una economía
industrial y luego hacia un modelo más actual en donde prima la tecnología, la
globalización y la información. En general, se sostiene, estos son periodos
extensos que pueden durar decadas y que suponen transiciones complejas y
sinuosas entre un modelo y otro.
Una tercera escuela más accidental y ligada a la cotidianeidad de la política es
cuando de modo metafórico se habla de un ciclo político en momentos que un
gobierno, a menudo discursivamente, se propone un “ nuevo comienzo”,
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aunque sea para establecer un claro contraste con la administración anterior. O
mediaticamente- como en el fútbol¡- se postula el “ cierre de un ciclo” en la
ocasión que un gobierno simplemente pierda las elecciones por factores muy
variados.
En contraste con las visiones anteriores y teniendo en mente el caso de Chile
el asunto que interesa examinar se refiere a cuales serían los factores sociopolíticos de fondo que dan cuenta del largo periodo de gobierno de la
Concertación. En este sentido, la apuesta de esta interpretación es centrar el
peso de los argumentos en la formidable capacidad de una elite por capitalizar
habilmente en diversos planos contextos favorables para sentar las bases de lo
que fue, en la practica, un largo ciclo político exitoso y así convertirse en una
de las coaliciones políticas más notables de la vida republicana del país. Como
se percibe, en este caso, la noción de ciclo político alude a las competencias y
recursos que moviliza una elite en distintos aspectos para inaugurar un largo
periodo de gestión gubernamental que comprende más de una administración.
A continuación se fundamentan las características de un ciclo político exitoso
cuyo protagonista es una elite política que emerge luego de un interregno
autoritario y que se ajusta al caso de Chile:
1. En primer lugar, se verifica la existencia de una elite política coherente
que cuenta con un claro “mapa cognitivo” compartido que indica la
existencia de un pacto o acuerdo político de largo aliento, en particular
tras la reinstalación de la democracia y luego de un periodo que puede
ser extenso de la vigencia de un régimen autoritario. En particular, en el
caso de Chile se configura un acuerdo político basal entre la izquierda y
el centro político.
2. En segundo lugar, la elite que se instala en el Gobierno cuenta con una
visión estructurada y comprensiva de las reformas y políticas que deben
ser abordadas en los más variados campos ya sea políticos,
económicos, sociales, culturales. En particular, existe una adecuada y
racional jerarquización de las reformas que se deben emprender a la luz
del contexto político que en ese momento predomina.
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3. En tercer lugar, este cuerpo elitario a la luz de los aprendizajes que
elaboró durante el régimen autoritario anterior, despliega una política
gradual de consensos sociales con un amplio abanico de actores tanto
sindicales como empresariales así como con la oposición política que se
establece.
4. En cuarto lugar, la elite política ya desde las postrimerias del regimen
autoritario, durante la transición e instalación de la democracia cuenta
con buenos equipos técnicos y profesionales que le confieren el
sustento necesario a las políticas y reformas que se emprenden. Se trata
de la configuración de un “círculo virtuoso” entre la razón técnica y
política.
5.
En quinto lugar, la elite política que inaugura la democracia es capaz
no sólo de contar con una clara y nítida solvencia técnica sino que también
tiene la virtud de elaborar un “mito fundacional” que le confiere una amplia
legitimidad social y un sentido de orden a la sociedad que genera
certidumbre y paz social.
6. En sexto lugar, la elite política, en consecuencia, cuenta con una amplia
legitimidad social y una apreciable mayoría socio-política que permite que
este cuerpo elitario y su coalición partidaria se pueda reelegir por varios
periodos presidenciales.
7. En septimo lugar, la elite es portadora de una orientación socio-cultural
de centro-izquierda que tiene como bagaje su lucha en contra de la
dictadura previa. Ello le entrega el apreciable valor de encarnar los valores
de la democracia, la igualdad social y los derechos humanos. Lo referido se
cierne como un capital político de largo aliento, en contraste con la
oposición de derecha que luego se establece que es identificada con el
régimen militar y con el autoritarismo.
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8. En octavo lugar, la elite política que se desenvuelve en un régimen
presidencial cuenta con un decisivo grado de lealtad del Parlamento en
donde existe una coalición de partidos que la sostiene de modo decidido en
las diversas reformas que se llevan a cabo.
Las premisas anteriores constituyen, a nuestro juicio, el marco de
referencia para comprender cabalmente las razones y elementos
fundamentales que rinden cuenta del periodo de 20 años de gestión
gubernamental de la Concertación. Sin duda que cada eje o factor
requiere de un análisis detenido que excede los límites de este ensayo.
Con todo, el punto conceptual que se quiere plantear es que para
adentrarse en la comprensión de un ciclo político extenso de una elite se
ha adoptado la visión de las capacidades que ésta despliega en varios
sentidos para gozar de legitimidad, sustento social y electoral de modo
duradero.
Sin embargo, es menester examinar los aspectos que explican el fin del
ciclo político de la elite de centro-izquierda chilena. A nuestro parecer
ello se revela por el progresivo desgaste y abierto deterioro de los
aspectos “positivos” descritos anteriormente. En otros términos, de
forma inexorable el paso del tiempo va minando la fortaleza y legitimidad
de la elite de centro-izquierda en Chile en cada ámbito indicado, como
por cierto ocurre en otros contextos democráticos de ciclos políticos
largos. Finalmente buena parte de los factores indicados confluyen de
modo complejo para cerrar el ciclo político de la Concertación en el
Gobierno. Sin duda, el punto culmine de lo anterior es la derrota de la
Concertación en las urnas, en segunda vuelta en enero de 2010, que
entroniza a la coalición de derecha en el Gobierno.
El referido fin de ciclo se sustenta en, al menos, ocho observaciones
globales que a puertas abiertas o cerradas se han venido discutiendo en el
último tiempo.
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Primero, que se produjo un agotamiento evidente de la elite gobernante y
partidaria en energía e ímpetus de cambio y crisis de representatividad de los
partidos que componian la coalición de gobierno; segundo, que aquella crisis
fue un claro indicador de la carencia de una batería de ideas-sistemáticas- que
le dieran cuerpo a un renovado programa político de la elite de la Concertación.
En tercer lugar, la desafección que ha mostrado la ciudadanía con el
sistema institucional ilustró, en parte, el cansancio de la sociedad con la elite
gobernante vinculada a la Concertación puesto que no hubo una renovación
sustantiva del personal de gobierno. En cuarto lugar, los crecientes síntomas
de pérdida de eficacia y credibilidad de la elite en la gestión de gobierno es otro
factor gravitante que es necesario tener en cuenta.
En quinto lugar, otra dimensión relevante del cierre de un ciclo se
evidencia hacia el final del periodo de 20 años por las crecientes presiones
sociales “desde abajo” de movimientos sociales variados que dan cuenta de los
límites estructurales de un conjunto de políticas públicas. Tanto la conocida
“revolución pinguina” de los escolares en reclamo de cambios a la educación
que hoy parece tener nuevos espasmos como los focos de tomas de
movimientos indígenas en el sur, por señalar las situaciones más emblemáticas
ilustran lo indicado.
En sexto lugar, también es un elemento, la verdadera “camisa de fuerza”
que constituye el sistema electoral binominal que perfila a los actores políticos
en dos grandes coaliciones y que si bien actuó como aglutinante para el caso
de la Concertación, impidió la entrada de otros actores políticos y estimuló, al
pasar los años, una sostenida fragmentación de esta coalición que vivió fugas y
“salidas” de diversos liderazgos.
En séptimo lugar, todo lo anterior igualmente se vio coronado por el
definitivo desgaste de la fractura política histórica evidente en el eje
dictadura/democracia. En otros términos, la coalición de derecha se vio
beneficiada por el paso del tiempo como por el hecho que efectuó una
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campaña política que perforó el umbral que había construido la centroizquierda en el país, al buscar asumir de modo deliberado importantes
banderas de la Concertación en lo tocante a la dimensión de los derechos
humanos, la protección social, la relativa aceptación de la diversidad de las
opciones
sexuales
y
su
regulación
jurídica,etc.
En
octavo
lugar,
adicionalmente, la Concertación no supo recoger los cambios sociales que ella
misma había promovido cuando se observa que los sectores medios
denominados “aspiracionales” no votaron por la coalición concertacionista—
como había sucedido-- sino que por la opción de derecha. Como se sabe esto
constituye un debate puesto que recientemente Eugenio Tironi demuestra con
datos que la votación presidencial de la Concertación bajó en todos los distritos
en controversia por lo señalado por Gregory Elaqua y Cristobal Aninat, que
ponen el acento precisamente en la acendrada desafección de los
“aspiracionales”.
Vale la pena enfatizar que los procesos anteriores se verifican con
independencia del ciclo económico puesto que con algunas oscilaciones—
crisis asiática 98-99-- durante estos años Chile ha tenido tasas de crecimiento
destacadas y ha podido sortear con éxito las coyunturas externas adversas. En
consecuencia, y coherente con lo que aquí se postula, la elite concertacionista
llegó al término de su capacidad para gobernar por factores, valga la
redundancia, netamente políticos.
Ahora bien, si los argumentos anteriores constituyen gruesamente los procesos
que denotan el fin del periodo de los gobiernos de la Concertación, vale la pena
preguntarse y ahora qué?. No hay duda que cuando se observan otros
procesos políticos existe un tiempo inevitable de introversión de las elites y,
claro, de cierta perplejidad y de estar un tiempo “ sin conducta” procurando
entender lo que siginfica ser oposición luego de 20 años en el Gobierno. Sería
del todo presuntuoso pretender en este ensayo prescribirle a la elite política lo
que debiera hacer. Antes que nada como indica la psicología del aprendizaje
las elites derrotadas tienen que “ vivir la experiencia”. El unico alegato final es
que no se debería “tirar la bañera con la guagua adentro”. Ahora es el tiempo
de conectarse con la sociología de la calle y enrumbar un renovado proyecto
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que abra a los partidos, refresque los acuerdos históricos y persevere en un
proyecto socialdemócrata moderno. No es poca cosa.