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Informe 887
Política
20/07/2011
El legado económico de Keynes:
Comparando Bretton Woods con el Consenso de
Washington
Sergio Micco Aguayo (1)
20/07/2011
Política
El legado económico de
Keynes:
Comparando Bretton
Woods con el Consenso
de Washington
15/07/2011
Economía
El caso de "La Polar",
debilidades por todos
lados, ... y delitos
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Concesiones para
avanzar en equilibrio y
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Desigualdad y Política
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La concentración
productiva, la otra cara
de la desigualdad
06/07/2011
Política
John Maynard Keynes:
un humanista como
pocos
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Este informe ha sido preparado
por el Consejo Editorial de
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Todos los derechos reservados.
Se autoriza la reproducción, total
o parcial, de lo publicado en
este informe con sólo indicar la
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En Asuntos Públicos número 882, junto con Oscar Landerretche,
elogiamos las ideas económicas y el talante humanista de John Maynard
Keynes. Como vimos, éstas gobernaron parcialmente el mundo bajo
Bretton Woods (1950-1973). Sin embargo, muchos creen que durante
su influencia la economía mundial experimentó un débil crecimiento y
graves desequilibrios macroeconómicos. El culpable sería el exceso
keynesiano de regulación e intervención estatal. Según estos críticos
el auge del neoliberalismo habría desatado, por el contrario, las fuerzas
dinámicas del mercado y generado un enorme impulso económico.
Robert Skidelsky aborda la tarea de comparar el mundo antes y después
de la hegemonía keynesiana. Sus conclusiones son claras: bajo las ideas
neoliberales del Consenso de Washington si bien la inflación fue un poco
menor, la economía creció menos, el desempleo fue más alto y las
recesiones se sucedieron una tras otra. Para tenerlo presente cuando,
tras el 2008, debemos pensar en una nueva etapa del compromiso
entre democracia y capitalismo.
Antecedentes del pragmático consenso keynesiano post
1945
El compromiso pragmático entre capitalismo y paz social lo había
esbozado tempranamente el Canciller de Hierro de Prusia Von Bismark.
La grandeza de Alemania pasaba por derrotar a sus enemigos internos
y externos. Para alcanzar la paz interna afirmó a los terratenientes e
industriales alemanes que se “debería cultivar entre los desposeídos,
quienes conforman el estrato social a la vez más numeroso y menos
instruido, la opinión de que el Estado no representa solamente una
institución de necesidad imperativa, sino también una institución de
carácter asistencial. Haciéndolos objeto de ventajas claramente
perceptibles, hay que inducirlos a que vean al Estado no como un
organismo dedicado únicamente a velar por las clases pudientes de la
sociedad, sino también a dar respuesta a sus propios intereses y
necesidades” (2). De ahí que promoviera la Ley de seguros sociales y
de enfermedad en 1883; la Ley de accidentes del trabajo en 1884 y la
Ley de seguros por invalidez y vejez de 1889.
Informe N° 887 Política
27/05/2008
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Lamentablemente fueron necesarios el ascenso del comunismo de Lenin, la Gran Depresión del 1929,
el triunfo del fascismo de Mussolini e Hitler y los desastrosos efectos de la Gran Guerra europea, para
que los políticos conservadores que habían abrazado el liberalismo económico, entendieran la sabiduría
del líder prusiano. No había más alternativa para conciliar democracia con capitalismo que el Estado
asumiera la responsabilidad de mantener niveles altos y estables de empleo y de protección social. Este
consenso político-pragmático arraigó con fuerza en Canadá, el Reino Unido, las socialdemocracias del
norte de Europa y en los estados sociales de Alemania y Francia.
Seamos claros que no se trató de un consenso en torno a los valores de la justicia social y muchos menos
de la igualdad. Tampoco fue un acuerdo teórico en torno a la concepción económica de Keynes. Se trató
muchas veces de una adaptación pragmática. Los empresarios sabían que la paz social y el control de
la agitación sindical suponían pagar el precio de impuestos altos y políticas sociales activas. Los políticos
de ultra derecha ya no podían recurrir al fascismo para detener al comunismo y los que aún seguían
creyendo en eso fueron reemplazados por agrupaciones más centristas, particularmente los demócratas
cristianos europeos. El consenso conservador y reformista coincidió en que para detener al comunismo
en el mundo había que recurrir al Estado y sus políticas fiscales y monetarias activas. Los políticos de
ultra izquierda sabían bien que Stalin conocía donde detenerse y que en el lado occidental del Muro de
Berlín no promovería ni apoyaría revoluciones bolcheviques. La izquierda socialdemócrata era enemiga
de los comunistas en la lucha sindical y amiga de la democracia parlamentaria lo que la hacía doblemente
enemiga de la URSS que había sacrificado la democracia liberal en aras del comunismo estatal. Los
conservadores norteamericanos apoyaron el keynesianismo de John Kennedy que no dudaba en bajar
los impuestos de la posguerra para favorecer el crecimiento económico. Los republicanos Eisenhower o
Nixon no dudaron en promover la industria militar y sus activadores efectos en la economía nacional.
Los políticos de izquierda apoyaban el keynesianismo europeo cuando aumentaba impuestos para gastos
sociales y generaba empleo y crecimiento económico.
Surgió un extendido consenso en torno a las bondades del Estado de Bienestar como una determinada
forma de intervención social y económica que realizaban la mayoría de los Estados liberal-democráticos
posteriores a 1945. Sus objetivos fueron promover la acumulación capitalista, interviniendo en la demanda
agregada para generar crecimiento económico y paz social (pleno empleo); y garantizar derechos sociales
en salud, educación, vivienda, seguridad social y trabajo. Sus éxitos parecieron ser tan grandes que
Seymour Martin Lipset escribió en 1963: “Los problemas políticos fundamentales de la revolución han
sido solventados: los trabajadores han llegado a la ciudadanía social y política; los conservadores han
aceptado el estado de bienestar y la izquierda democrática ha reconocido que un incremento del poder
global del estado comporta más riesgos para la libertad que soluciones para los problemas económicos”(3).
Eran tiempos del fin de las ideologías y del triunfo de las ideas de Keynes. Sin embargo, sus cimientos
no eran todo lo firme que sus partidarios creían.
Las ambigüedades económicas del compromiso entre capitalismo y democracia
Se trataba de un consenso basado en los resultados que ofrecía y en la inexistencia de un modelo
económico alternativo dentro de las democracias alternativas. Pero la coherencia política y la razón teórica
de este consenso eran débiles. Los políticos norteamericanos sabían que bajar impuestos y mantener
un ejército poderoso generaba un costo que ha sido hasta hoy un abultado déficit fiscal. Los políticos
europeos saben que su Estado de Bienestar suponía impuestos altos y regulaciones laborales estrictas
que podían restar dinamismos a la economía (4). Poco importaba que John Maynard Keynes hubiera
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apoyado presupuestos equilibrados a lo largo del ciclo económico; que dudaba si sería bueno que un
gobierno concentrara más del 25% de la renta nacional o que promoviera precios estables y no inflación(5).
Por eso, cuando llegaron los problemas tras la crisis del petróleo de 1973 y aparecieron las discrepancias
teóricas, el consenso keynesiano se fracturó. Ya sabemos que se llegó a ver al gobierno como el problema
y no la solución. El saber convencional volvía al hegemónico el año 1929: comercio libre, privatización,
desregulación, presupuestos equilibrados, inflación controlada y tipos de cambios flotantes (6). Es así
como pasamos de un mundo keynesiano a otro neoliberal; de un sistema que Skidelsky llama de Bretton
Woods a otro gobernado por el Consenso de Washington.
Dos sistemas económicos en el mundo capitalista: antes y después de 1973
El historiador económico nos propone los siguientes esquemas de pensamiento, instrumentos y autoridades
hegemónicos en cada era (7).
Sistema de Bretton Woods
Sistema del consenso de Washington
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Los problemas de la comparación
¿Qué podemos decir acerca del rendimiento económico de estos dos modelos? ¿Podemos compararlos y
determinar cuál fue el mejor? Ciertamente aquí aparecen todos los problemas del método comparado.
Partamos por el normativo: ¿qué significa que un sistema económico sea mejor: más crecimiento económico,
más cohesión social, más preservación ambiental? Sigamos con los sistemas a comparar ¿qué países
aplicaron las ideas de Keynes? Continuemos con el problema del tiempo a comparar ¿Cuándo los países
dejaron de aplicar las ideas keynesianas y se pasaron al otro bando? Finalmente, aunque aceptásemos
el supuesto simplista que un conjunto de países adoptaron al unísono y totalmente un sistema, digamos
entre 1950 y 1973, para luego pasarse igualmente en bloque y al mismo tiempo a otro, especulemos entre
1980 y el 2008, nos queda el evidente problema que partiremos del supuesto que los rendimientos de la
economía sólo están determinados por las decisiones basadas en ideas e intereses de ese orden, y los
procesos políticos, socio-demográficos, militares, científico-tecnológicos, etc., no influyen en nada. Este
último supuesto debiera encender las alarmas a todo aquel que algo haya leído de la historia del siglo
XX.
Skidelsky reconoce estas dificultades. Por cierto no todas las ideas de Keynes se aplicaron en la edad de
oro. A él le hubiese gustado un comercio mundial más libre y un gobierno económico del mundo más
fuerte(8). Lo mismo podríamos decir de los neoclásicos que nunca vieron la liberalización que pregonaban,
ni siquiera en los buenos tiempos de Thatcher y Reagan (9). Lo ideal sería tener una comparación
contrafactual, entre lo que sucedió y podía haber sucedido en condiciones diferentes. Sin embargo aborda
la tarea. Parte de la base que comparará la economía mundial entre 1950 y 1973, pues antes de eso no
había tenido tiempo de recuperarse de la guerra y dura hasta el shock petrolero de la OPEP que todo lo
cambió (10). El año 1980 se elige pues es posterior al Consenso de Washington y coincide con la llegada
al poder de Ronald Reagan. Alcanza hasta el 2008 apostando quizás a que el futuro dirá que el crash de
Wall Street, de septiembre y octubre de ese año, marcarán el fin de esa era (de hecho las intervenciones
keynesianas se apoderaron de los gobiernos de Bush y Obama, Brown y Cameron, presidentes de los
países donde más raíces echaron las ideas neoclásicas).
Por fin, atrevámonos a realizar la comparación
Skidelsky se propone comparar resultados en áreas especialmente críticas teniendo en cuenta el debate
ideológico dentro del capitalismo occidental. En efecto, para un neoclásico es obvio que en los tiempos
de Bretton Woods debiera haber menos crecimiento económico y más inflación. Por otro lado, para el
partidario del keynesianismo en los tiempos del Consenso de Washington hubo más desempleo e incertidumbre
económica. Skidelsky aborda estas comparaciones de resultados que nosotros nos permitimos resumir
en el siguiente cuadro.
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Se utilizan cifras estimadas para el 2008.
Por recesión mundial el FMI entiende un año en que el PIB real tuvo una tasa de crecimiento menor
al 3 por ciento
Tasas de inflación de Alemania, Francia, Estados Unidos, Japón y Reino Unido.
Las conclusiones son claras:
1.- Bajo el sistema de Bretton Woods la economía creció más (12). Anotemos que Alemania creció bajo
Bretton Woods un 4,9% y Estados Unidos un 2,2%. Bajo el consenso de Washington Skidelsky señala
que estas cifras bajaron respectivamente a 1,8% y 1,9%;
2.- Bajo el sistema de Bretton Woods el desempleo fue menor. Anotemos que la tesis que el capitalismo
norteamericano combate el desempleo mejor que el europeo, aunque generando trabajos más inestable,
de menor calidad y débil protección social, es cierta solo bajo el consenso de Washington;
3.- Bajo el sistema de Bretton Woods no hubo recesiones mundiales. Durante la edad de oro, entre 1950
y 1970 no hubo ningún año en que la economía creciera a menos de un tres por ciento;
4.- Bajo el sistema de Bretton Woods la inflación fue mayor aunque sólo un 0,7 por ciento. Esto resulta
sorprendente para un lector latinoamericano conocedor de los fenómenos inflacionarios antes de los ajustes
económicos promovidos por el Consenso de Washington (13); y
5.- Bajo Bretton Woods la ausencia de recesiones, hay alguna evidencia para afirmarlo, generó menos
incertidumbre y más seguridad a la hora de invertir y pagar un menor peaje para crecer económicamente(14).
La inestabilidad de los tipos de cambio obviamente aumentó bajo el Consenso de Washington, en que
las monedas estaban ligadas al dólar. Esto junto al enorme aumento de transacciones financieras globales
ha traído grandes movimientos de los tipos de cambio, con efectos económicos y políticos devastadores
para los supuestos básicos que hicieron posible el Estado de Bienestar (15).
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Robert Skidelsky sostiene que “en resumen, la comparación entre los años de Bretton Woods y los del
consenso de Washington muestra que en el primer período hubo menos desempleo, más crecimiento,
menos inestabilidad de los tipos de cambio y menos desigualdad. La era del consenso de Washington
no fue, como a menudo se supone, más inestable en términos de crecimiento del PIB, aunque padeció
cinco recesiones mundiales. Ahora ha dado lugar a una sexta, la mayor y más profunda desde la Gran
depresión”. Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Crítica; Barcelona; España; 2009; pp. 147Para
tenerlo en cuenta ahora que debemos pensar en una nueva etapa de compromiso entre democracia y
capitalismo tras el crash del 2.
(1)
(2)
(3)
(4)
(5)
(6)
(7)
(8)
(9)
(10)
(11)
(12)
(13)
(14)
(15)
Máster en ciencia Política y Doctor en Filosofía Política. Profesor del Instituto de Asuntos Públicos de la
Universidad de Chile.
Citado en: Sánchez, Jordi; Estado de Bienestar; en: Caminal Badia, Miquel; Manual de Ciencia Política;
Tecnos; Madrid; España; 2000
Citado en: Sánchez, Jordi; Estado de Bienestar; en: Caminal Badia, Miquel; Manual de Ciencia Política;
Tecnos; Madrid; España; 2000
Aunque algunos economistas acusen que ello produce “euroesclerosis” en el término acuñado por Herbert
Giersch para describir una economía sobre regulada y un estado de bienestar hipertrofiado que ahogaban
la eficiencia y la creación de empleo. Ver: Krugman, Paul; El gran resquebrajamiento; Opcit; pp. 80
Aunque obviamente en tiempos que consideraba una estupidez que los gobiernos estuviesen preocupados
de ella cuando los precios y el producto se hallaban en caída libre. Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes;
Opcit; pp. 17
Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp.126
Ibídem; pp.142
Para él el FMI debía ser un banco central mundial que pudiera dar crédito para financiar la expansión del
comercio. El Gatt debió ser una Organización Internacional del Comercio con métodos adecuados, recursos
y autoridad para adoptar normas globales para un sistema de comercio libre. Skidelsky, Robert; El regreso
de Keynes; Opcit; pp. 153
Peor aún si ellos estaban fuera de Downing Street y de la Casa Blanca. Ya el año 2001 Milton Friedman
reclamaba contra la resurrección de un “grosero keynesianismo” de George W. Bush, al presentar éste un
paquete fiscal de 190 000 millones de dólares para recomponer la economía norteamericana tras el ataque
del 11 de septiembre. Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp.38 (asterisco a pie de página)
Los paquetes de estímulos fiscales del 2008 y 2009 alcanzaron sumas que superaron los 400 000 millones
de dólares y los 750 000 millones de dólares.
Este lapso lo toma de historiadores económicos como Alec Cairncross y su obra The legacy of the Golden
Age. Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp.143.
Skidelski dice que el desempleo alemán fue más alto debido a la absorción de doce millones de inmigrantes
después de la guerra. El mismo fenómeno lo experimenta Estados Unidos y Gran Bretaña esos años por su
enorme captación de mano de obra inmigrante que hace más lento su crecimiento económico per cápita.
Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp.145
Hay quienes señalan contra un primer hurra de los keynesiamos, y lo hacen no sin razón, que el hecho que
haya más crecimiento económico no necesariamente es bueno, si éste va acompañado de destrucción de
empleos de buena calidad, más desigualdad social o destrucción del medio ambiente.
La razón que da Skidelsky a la baja inflación son dos: los tipos de cambio fijos que actuaron como verdadera
ancla que impidió el alza sistemática de precios y que progresivamente los Bancos Centrales tuvieron como
objeto contener la inflación. Estados Unidos rompió este consenso por el financiamiento inflacionista de la
Guerra de Vietnam, un desmesurado orgullo keynesiano de creer que se podían bajar los impuestos y además
dinamizar la economía y financiar las políticas sociales a favor de los pobres y la población negra. Luego
vino la decisión unilateral norteamericana de terminar con las regulaciones financieras internacionales. El
shock petrolero agudizó el fenómeno inflacionista y la lucha política de quién debía pagar los costos: subiendo
los impuestos de los empresarios o bajando los salarios de los trabajadores. El consenso keynesiano había
muerto Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp.153-154
Este es un punto central para Skidelsky quien reclama el olvido incluso de los neokeynesianos acerca de la
incertidumbre y su limitación como un aporte central de la teoría y práctica de John Maynard Keynes.
Skidelsky, Robert; El regreso de Keynes; Opcit; pp. 147
Ver: Przeworski, Adam; Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno; Siglo XXI
editores; Buenos Aires; Argentina; 2010; pp. 177 y 178. Ver también: Bhaduri, Amit; Repensar la economía
política; Manantial; Buenos Aires; argentina; 2011; pp. 51-61.
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