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Nos vamos a volver… Sobre el eterno retorno de los procesos de liberación y la democracia. Ramón Torres Galarza -Cuadro El Quijote de Carlos Rosero, artista plástico ecuatoriano- Existe un maravilloso ecuatorianismo o más precisamente, un modo del habla popular en nuestra serranía, que se usa para definir el hecho de que me voy por un rato, pero volveré a mi lugar, a mí tiempo, a mi circunstancia “me voy a volver”. Hoy, algunos de nuestros procesos políticos, entre sus logros y dificultades, transitan en la necesidad de reinventar siempre su caminar, su ritmo, su intensidad, su energía, su lugar, sus compañeros de ruta, para lograr su continuidad y permanencia en la disputa del poder del capital y el capitalismo. Intentemos definir algunas hipótesis sobre el camino y el laberinto: 1. Ganamos elecciones, ampliamos la cantidad y calidad del Estado para los más pobres, pero al coexistir en disputa o convivencia con el poder del capital y el capitalismo, nuestros logros se tornan frágiles o se revierten. 1 Los gobiernos de izquierda, democráticos, progresistas, populares, nacionalistas o revolucionarios que durante más de una década, ganaron elecciones en Argentina (2003-2007)(2007-20015), Bolivia(2006-2020), Brasil(2003-2010)(2011-2019), Ecuador(2007-2017), El Salvador(2009-2014)(2014-2019) Paraguay(2008-2012), Nicaragua(2007-, Uruguay(2005-2010) (2010-2015)(2015-2020)y Venezuela (19992013)(2013-2019). Sus triunfos y logros se gestaron en el contexto y sentido de la democracia. Coexistieron, unos en disputa y otros en convivencia con el imperio del capital. Llegaron a la administración del gobierno, generaron cambios, reformas, transformaciones y hechos revolucionarios, factores de inclusión, formas de economía plural, pero no lograron, no alcanzaron o no se propusieron la creación de un nuevo poder. Estos proyectos políticos comprendieron la importancia del retorno del estado y la ampliación y profundización de la democracia, fueron capaces de articular y dar sentido contemporáneo a un conjunto de reivindicaciones nacionales o populares representados por liderazgos -históricos, emancipadores, integradores -desataron una energía social y un imaginario esperanzado de millones de latinoamericanos, que alcanzaron a ser parte de la política, el estado, la sociedad y el mercado En algunos de ellos se generaron importantes iniciativas, herramientas y políticas para disputar el sentido de la comunicación. Algunos logros de nuestros gobiernos, con distintas particularidades, o diferencias, ampliaron la cantidad y la calidad del estado y la democracia, generaron factores de inclusión, participación y representación. El acceso a la educación, la salud, la vivienda, el trabajo, fueron derechos ejercidos por los más pobres, al ser diseñados e implementados como políticas públicas. Han realizado la mayor inversión pública de toda nuestra historia y han implementado mecanismos de distribución y redistribución de la riqueza, que hoy generan factores de inclusión económica notables. 2 2. Organizamos con acierto el retorno del estado, para representar el interés común, planificar, regular, invertir, distribuir, pero en algunos casos, la administración y gestión pública sobre-representó a la sociedad. El poder burocrático no puede ni debe reemplazar o cooptar al poder popular. Se desarrollaron embrionaria o germinalmente partidos y movimientos políticos y sociales que buscaron organizar esta compleja novedad. Nacieron formas de pensamiento acerca de su pluralidad y heterogeneidad determinadas por su singularidad y diversidad policlasista y su maravillosa condición multicultural. Surgió desde nosotros, el interés de nuevas formas de relación entre el capital y el trabajo, entre los seres humanos y la naturaleza. Se organizó el optimismo frente al desencanto. Por esto, debemos consolidar una profunda, transformación y democratización del Estado para representar los intereses y necesidades económicas, sociales, ambientales, territoriales y culturales de nuestros pueblos. Nuestros gobiernos representan el interés público, ya no el de uno, o el de algunos, sino el de todas y todos. De la tragedia de los comunes al poder de los comunes. El interés público definido no por una entelequia teórica, sino por la opción por los más pobres, nuestros pueblos, nuestros mandantes. 3 El estado democrático se define en su capacidad de representar intereses. La sociedad, las comunidades, los ciudadanos, los pueblos, requieren formas y niveles de autonomía imprescindibles para preservar su carácter y naturaleza. El pensar y el hacer del estado desde la sociedad, constituye un principio de relación esencial para significar su interacción y dependencia. 3. El poder popular su identidad y diferencia con la administración del estado. Y la imperativa necesidad de fortalecer los procesos de construcción de nuevos sujetos políticos. Nuestros procesos buscan la expansión de la soberanía popular en una conflictividad que no amenaza sino que fortalece la ampliación y radicalización de la democracia como actividad vibrante de decisión de los pueblos, como ruptura de los consensos naturalizadores del poder y la apertura permanente de la discusión sobre el ser y el hacer en común, presidida por el protagonismo de los muchos. Por eso, para nuestros procesos, la democracia es el método para generar más y mejor democracia liberadora de las fuerzas creadoras e insurgentes de nuestros pueblos, imprescindibles para la revolución. El carácter de la revolución de la democracia aplica como método la ampliación y profundización de todas las formas y niveles de participación, consagra la representación y gestión del interés público como el factor principal del retorno del Estado. Gobernar y mandar obedeciendo al poder popular, al poder ciudadano, para que aquellas formas de organización social puedan superar el clientelismo, el paternalismo, el corporativismo o el gremialismo. Es decir, el poder de nuestros pueblos para ejercer su mandato y desatar los poderes de liberación nacional. Las nuestras no serán revoluciones aparentes, si en la determinación de su identidad y destino, son los movimientos sociales y otras formas de poder ciudadano,-desde lo nacional y popular- quienes ejercen control social del Estado y de manera autónoma, generan identidades trascendentes y diferencias fecundas, en la ejecución de políticas públicas. Es decir una interacción afirmativa que diferencia los actos de gobierno de los de la construcción del poderío social y sus formas de organización y representación. Solo así es posible que los movimientos liberadores de los pueblos, su permanencia y continuidad, existan más allá de los 4 gobiernos. Y los logros de las revoluciones sean irreversibles, al diferenciar el ejercicio del gobierno de la construcción del poder popular. 4. Logramos enfrentar factores de exclusión económica, garantizamos históricamente derechos económicos, generamos inclusión al mercado, sin lograr que la economía popular, comunitaria, solidaria se consolide. A la par y complementariamente de generar factores de inclusión al mercado, se torna imprescindible-si queremos disputar el poder del capital- desarrollar factores de producción, distribución y consumo que provienen de la economía popular. Habilitar económicamente a los sectores históricamente excluidos del comercio y del mercado, generar enclaves comunitarios de desarrollo económico local, desarrollar incentivos, inserción de productos, bienes y servicios, generar capacidades para una oferta a mercados locales, regionales y globales, constituyen retos impostergables. La producción social y cultural de nuevas formas de economía y de comercio son factores esenciales para el poder popular. No puede existir poder social, sino se democratiza el comercio y la economía. 5. La democracia entendida pluralmente, nos obliga no solo a proclamar la diversidad sino a generar factores para vivir una democracia intercultural. La existencia de sujetos plurales que construyen una hegemonía plural. Esos colores, olores y sabores de nuestras democracias. Los antecedentes del origen de nuestras revoluciones y democracias, provienen de distintas fuentes: las luchas de clase y de los movimientos sociales, la actividad de los partidos políticos, las iniciativas ciudadanas y gremiales, etc. Es decir nacen de distintos intereses que logran momentos de convergencia y divergencia notables. En ellos se producen las rupturas que transforman. Por ello el presente y porvenir de nuestros procesos dependen de la capacidad de representación que logren y de la convocatoria, organización y movilización de una pluralidad de sujetos políticos, económicos y sociales para la construcción de la nueva hegemonía emancipadora. 5 Las nuestras serán mayores revoluciones si logran transformar profundamente la herencia colonial y patriarcal presentes en el conjunto de las instituciones del Estado y de la sociedad. Comprender y actuar para eliminar no solamente las formas de explotación y dominio contra las mujeres, sino también las que necesitamos para lograr desde la equidad de género, equidad y justicia para todas y todos. Sólo así es posible valorar el papel de la mujer en la historia, el rol de las mujeres en las revoluciones. Porque son ellas quienes reproducen, con la madre tierra, la fecundidad y fertilidad de todas las formas de vida. La riqueza y vitalidad de nuestras culturas, constituyen los elementos fundamentales de nuestra identidad: su carácter pluricultural, su vocación de complementariedad, el diálogo de saberes y conocimientos, configuran un patrimonio tangible e intangible, para compartirlo de manera soberana, justa, equitativa y solidaria, con toda la humanidad. 6. Hoy, los elementos de la identidad del ser joven, están marcados mayoritariamente no por la transformación de la sociedad capitalista sino para lograr su inclusión en la sociedad de mercado. 6 En el pasado reciente, fueron los sueños por conquistar las democracias o las revoluciones los que motivaron la militancia, forjaron la voluntad y desarrollaron la conciencia y organización de millones de seres humanos, se constituyeron en referentes de una época y una visión sobre la totalidad y el sentido de cada experiencia particular e histórica. Los ideales movilizadores se fueron gestando, con algunas virtudes y logros (equidad, igualdad, solidaridad) a la par de algunos límites (dogmatismo, burocratismo, colectivismo) que se tornaron inconclusos, fallidos o en proceso. En contra de esos ideales de transformación, se propagaron como epidemia en los monopolios mediáticos, el descrédito, el desencanto, la anomia individual y colectiva, que representando el interés del capital, logró el engendro de una visión fragmentada, escindida, hipercrítica -sobre la parte y no sobre el todo- para justificar el valor supremo de la experiencia individual escéptica, no politizada y apática. Una clave de interpretación sobre el por qué éstos viejos sueños del capitalismo y en algunos casos, nuevas pesadillas del neoliberalismo-, nos son revelados, por su continuada capacidad para cautivar, seducir, y en algunos casos satisfacer y en otros, enajenar a la mayoría de los jóvenes latinoamericanos, cuando logran de ellos, una conducta cómplice o de cómoda relación de coexistencia con los encantos del mercado. Esa forma de vida, en común acuerdo, se refleja en el privilegio de la autonomía individual, el ensimismamiento, el hedonismo y la búsqueda desenfrenada del placer y del gozo y en la práctica del culto a su cuerpo. Estas formas de inclusión al mercado, se imponen por el uso de sus armas más devastadoras y letales que son: la de propagación de la cultura del narcisismo (Lasch) y la sociología del gusto (Bourdieu), signadas por el consumismo. Desde allí, desarrollamos capacidades adaptativas para ser consumidores, o tenemos conductas desadaptadas cuando no podemos consumir; las dos terribles formas de control de los seres humanos, cuando somos consumidos por el consumo. 7 Desatan así y de modo incontrolado, salvaje, la personalidad individual y colectiva de los nuevos narcisos (Lasch), que como híbridos (García Canclini) existen en medio de un ethos barroco (Echeverría) o de una sociedad abigarrada (Zavaleta), si caracterizamos a los consumidores en las sociedades y las culturas latinoamericanas. Si en el pasado una de las tendencias trascendentes o esenciales de la condición humana se determinó a partir de la revolución del nosotros, parece ser que hoy se definen en la involución al yo. El retorno al yo. De la liberación social a la liberación personal, como antónimos. Por eso, comprender hoy que el capitalismo posee una permanente capacidad de transmutación, nos puede develar el por qué la lógica de rebelión, insurgencia, e indignación, hoy adormecidas, son esenciales para definir la condición del ser joven en Latinoamérica, no desde una consideración a la edad sino a su voluntad y conciencia de transformación. 8 7. El impulso de nuevas formas de integración (ALBA 2014) (UNASUR 2008) (CELAC 2010) constituyeron hitos emblemáticos del sentir y el sentido de región. Hoy amenazados por el interés de desintegrarnos. Las secuelas e impactos que el neoliberalismo nos impuso, generó en la mayoría de nuestros países, la progresiva ausencia del estado en la representación del interés público, y a nivel regional la carencia de una visión e interés común que potencie la voluntad integracionista. La lógica de fragmentación e incluso confrontación de intereses entre países, fue auspiciada por los esquemas de comercio e inversión en clave de mercado internacional, que estableciendo, a cada uno de nuestros países como mercados de provisión de materias primas, anularon las posibilidades de desarrollar productos bienes y servicios que consoliden nuestras economías nacionales y promuevan formas de integración económica regional. La actual fase de desarrollo adaptativo del capitalismo global, busca consolidar la capacidad de dominio y control de la economía mundial, a favor de los países 9 occidentales, ricos, sus corporaciones transnacionales, el poder de los capitales especulativos y los precios de las materias primas. Hasta hace poco tiempo, algunos de nuestros países contaron con precios favorables de los recursos naturales en el mercado mundial, hoy, los poderes que gobiernan el mercado, desde sus intereses monopólicos y de dominio, desatan una geopolítica sobre los recursos naturales, imponen el control político de los precios de los recursos y las materias primas. Desde estos objetivos imperiales, se organizan y promueven formas de boicot comercial y de inversiones, guerras económicas y especulativas, cuyos efectos geoestratégicamente diseñados, buscan afectar los modelos de inclusión social y económica, y los procesos de distribución y redistribución, que al ser sustentados en la renta generada por la extracción de recursos naturales, lograron generar factores de estabilidad económica, política y social, y constituyeron de este modo, el fundamento, la virtud diferenciadora, de algunos de nuestros gobiernos latinoamericanos. En este contexto del sentido contemporáneo del capital y del capitalismo, profundizar la integración latinoamericana, rearticular sus objetivos e instituciones, dotarla de visiones y agendas convergentes, de pragmatismo y eficacia, constituye ya no una opción, sino un imperativo categórico, que nos permita enfrentar las restricciones que la globalización y el neoliberalismo han impuesto a las economías nacionales. 10