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ONG de desarrollo y sindicatos: reglas para el diálogo
Editado por Deborah Eade y Alan Leather
_________________________________________________________________________
Prólogo
Deborah Eade
ONG de desarrollo y sindicatos se basa en un número especial de la revista Development in
Practice, (1) cuyas raíces se encuentran en lo más profundo de la vida del redactor invitado
Alan Leather y de la mía. Nuestro desarrollo profesional y político nos ha llevado en
direcciones distintas, pero compartimos la experiencia que surge de haber llevado nuestro
compromiso con el sindicalismo a nuestro trabajo en ONG de desarrollo, y de haber
trabajado a lado de sindicatos en materia de desarrollo, con un enfoque a favor de los
pobres y de los derechos. Hemos tenido infortunios ante la incapacidad o la falta de
voluntad de algunas agencias de desarrollo de relacionarse con trabajadores organizados, y
ante la misma reticencia de algunos sindicatos de reconocer las contribuciones positivas de
las ONG de desarrollo para mejorar la situación de los pobres y los marginados. A menudo
las discusiones y debates entre los dos sectores han fracasado por el antagonismo y la
arrogancia, dando lugar a un diálogo de sordos en lugar de una conversación madura. Pero
también hemos trabajado a lado de personas, en ambos sectores, cuya dedicación,, voluntad
de lucha ante la adversidad y compromiso con la justicia social y económica para todos nos
ha inspirado. En su ensayo introductorio, Alan relata su experiencia personal al trabajar por
estos principios a lo largo de cuatro décadas, primero en el movimiento sindical del Reino
Unido (RU), cambiándose después al mundo de las agencias internacionales de desarrollo,
regresando nuevamente al trabajo de desarrollo-educación sindical y ahora en las
federaciones de sindicatos globales. Esta experiencia, de por sí una inspiración, nos brinda
un entendimiento único de cada sector y le permite al autor obtener lecciones críticas para
ambos al acompañar a los débiles en la lucha contra la injusticia. Si bien hay amplios
espacios para que sindicatos y ONG se apoyen mutuamente en sus objetivos—existen casos
ejemplares de ello—las relaciones entre los dos sectores se caracterizan muchas veces por
ignorancia y suspicacia y a menudo por rivalidades u hostilidades abiertamente. Esto es
apenas sorprendente. El extraordinario crecimiento de las ONG a nivel mundial y su
creciente influencia internacional se da en un contexto político y económico neoliberal (y
bien puede ser síntoma del mismo), en donde los sindicatos han padecido una disminución
general de afiliados y de incidencia política.(2) Además, si bien luchan por causas similares
y comparten muchas opiniones, los sindicatos y las ONG conciben y realizan su trabajo de
forma muy distinta. Los sindicatos trabajan con el mandato que sus afiliados les confieren,
pero con el riesgo de burocratizarse y no poder responder con agilidad ante nuevas
situaciones. En cambio, las ONG tienen mayor flexibilidad y pueden actuar rápidamente,
en parte porque casi nunca tienen a un solo representado ante el cual se rindan cuentas, pero
puede que no consulten ni coordinen eficazmente con otras organizaciones de la sociedad
civil.
Los sindicatos y las ONG también han tenido discrepancias por sus desacuerdos
ideológicos . Por ejemplo, las ONG argumentan que los sindicatos no representan ni
luchan por las necesidades de los más pobres, la mayoría de los cuales sobreviven en la
economía informal; que sus prácticas de reclutamiento y movilización son obsoletas hoy en
día en la economía globalizada; y que tienen poco avance en materia de equidad de género
y de etnia y de la problemática de las trabajadoras. Por su parte, los sindicatos reclaman
con razón la tendencia entre las ONG de trabajar por la disminución de la pobreza a través
de mecanismos de economía informal, tales como microempresas o proyectos para la
generación de ingresos, los cuales a menudo no toman en cuenta los derechos laborales.
Las ONG tampoco son irreprochables en materia de equidad de género en el trabajo, no
obstante sus criterios de apoyo a proyectos en el extranjero. Y pocas ONG han demostrado
avances en la diversidad étnica a todo nivel, ni tampoco contratan personal de todas las
clases sociales. Las tensiones han surgido cuando las ONG se considera que han socavado
a sindicatos locales al entablar diálogos con los empleadores o al monitorear códigos de
conducta. Muchas ONG pasan por alto que los sindicatos son organizaciones de la
sociedad civil, mientras que algunas adoptan internamente políticas antisindicales
desalentando o incluso rechazando la organización laboral de su personal.
A medida que la agenda neoliberal continúe erosionando los derechos de los trabajadores y
de sus familias, consagrados en el Artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 (3) y en varias tratados de la OIT, en particular las normas laborales
básicas, (4) se hace imperativo que las organizaciones de la sociedad civil desmantelen las
barreras entre ellas a fin de mantener presentes los derechos de los pobres o de las personas
vulnerables en la agenda internacional. La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado
enormemente en los últimos 30 años y el empleo y el acceso a servicios sociales básicos
son cada vez más inseguros para la mayor parte de la raza humana. Existe una necesidad
apremiante por una manifestación conjunta que cuestione los valores del mercado, pues ni
los sindicatos ni las ONG pueden darse el lujo de actuar solos.
Para reunir los artículos de este número especial, hicimos una convocatoria para ensayos
que ayudaran a elucidar algunas de las tensiones subyacentes entre sindicatos y ONG, a fin
de lograr un mayor entendimiento de las posibles fuentes de conflicto y desacuerdo que a
menudo inciden en las relaciones entre organizaciones y, además, para ampliar
posibilidades de un diálogo constructivo y respetuoso—y de alianzas eventuales—entre los
dos sectores. Los ensayos en este libro están organizados alrededor de cinco amplios temas
que coinciden:
• alianzas y tensiones entre sindicatos y ONG
• experiencias de ONG con base sindical
• trabajadores de la economía informal y de la maquila
• códigos de conducta laborales
• casos de estudio
Alianzas y tensiones
Los sindicatos y las ONG de desarrollo pueden caracterizarse en términos generales como
organizaciones de la sociedad civil impulsadas por valores que defienden los derechos de
aquellos que son—o pueden ser—explotados, oprimidos, excluidos, o de otra manera
marginados. Si bien las ONG y los sindicatos no son sectores homogéneos, un objetivo que
podrían compartir es que todo individuo o comunidad debería participar activamente en la
promoción del desarrollo económico equitativo y en decisiones sobre su sociedad y cultura.
Los debates recientes sobre la globalización, las normas laborales básicas de la OIT, los
códigos de conducta y el papel de la OMC han situado a las organizaciones de la sociedad
civil en el centro de temas relacionados con la gobernabilidad mundial. Es lógico que las
ONG y los sindicatos tengan estrategias diversas, y métodos diferentes para lograrlas, pero
es importante que eviten, para lograr su cometido, debilitar al otro. Existe una urgente
necesidad de entablar diálogos constructivos y trabajar juntos por una causa común.
Los ensayos de la sección 1 investigan algunas de las tensiones comunes que impactan en
las alianzas ente sindicatos y ONG de desarrollo y que tendrán que resolverse para que
prospere la colaboración. Por ejemplo, Dave Spooner examina la distinta composición de
clase de los dos tipos de organización, las consiguientes diferencias en las culturas políticas
y de organización y la resultante falta de entendimiento de los papeles y objetivos del otro.
Estas tensiones surgieron en las discusiones recientes de la OIT sobre la organización de
trabajadores de la economía informal, con algunas ONG que cuestionaron el derecho o la
pertinencia de los sindicatos a defender este sector. Mark Anner y Peter Evans examinan
los intentos recientes de construir puentes entre las dos brechas que dividen a sindicatos y
ONG: la separación Norte-Sur y la fisura socioeconómica. La promoción primero del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y ahora del Area de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) ha impulsado una mayor organización en el continente,
tanto entre sectores específicos (notablemente la industria de ropa de exportación), como en
relación a los temas macro de la gobernabilidad democrática.
Sophia Huyer profundiza en torno a la colaboración entre ONG y sindicatos canadienses y
los problemas que surgieron con el TLCAN, demostrando que existen fuerzas potenciales y
debilidades inherentes de estas alianzas. Una cosa es colaborar en una campaña específica,
pero mantener la colaboración en el tiempo es muy difícil, especialmente si algunos socios
son más fuertes y cuentan con mayores recursos que otros.
Tim Connor investigó a ONG que promovieron los derechos laborales en el contexto del
movimiento contra las maquiladoras. Encontró que la forma flexible de organización
mediante redes que permitió que el movimiento creciera y acogiera a participantes diversos
tendrá que dar paso a una mayor cooperación entre ONG y sindicatos para que el
movimiento mantenga su impulso y logre resultados duraderos. Deborah Eade describe la
colaboración excepcional entre una ONG de desarrollo internacional y sindicatos en
Honduras durante el prolongado periodo de violencia política que asoló a Centroamérica en
la década de los 80. Eade reflexiona sobre el compromiso personal y político que
frecuentemente apuntaló tales relaciones en ese momento y concluye que la asistencia para
el desarrollo y la solidaridad, más que estar peleadas una con la otra, se reforzaban
mutuamente. Refiriéndose a un proyecto entre comunidades de migrantes mexicanos en
California, Paul Johnston propone un mecanismo que permitiría a los sindicatos establecer
una “filial” semiautónoma y sin fines de lucro para realizar actividades que los mismos
sindicatos no pueden emprender por diversos motivos. Joseph Roman argumenta que las
ONG han tendido a enfatizar la inequidad de raza y género y a minimizar a las clases
sociales como el tema principal que tendría que ser abordado por los trabajadores en
general, y en particular en las relaciones entre los trabajadores del Norte y del Sur.
ONG CON BASE SINDICAL
Muchas ONG y fundaciones a nivel mundial fueron establecidas por sindicatos o tienen
vínculos cercanos con estos. Algunas de éstas financian iniciativas sindicales en otros
países; con frecuencia buscan promover vínculos o hermanamientos entre trabajadores en
industrias o sectores similares, sean Norte-Sur o Sur-Sur. Por ejemplo en Europa, Ayuda
Popular Noruega se estableció en 1939 por iniciativa del movimiento laboral noruego y
ahora realiza más de 400 proyectos en 30 países. Un ejemplo pionero más reciente de una
iniciativa sindical para el desarrollo es el del Fondo Humanitario de los Metalúrgicos
(Steelworkers’ Humanity Fund), establecido en 1985 por el Sindicato Metalúrgico de
Canadá, con la base de una contribución semanal de 40 centavos por cada afiliado. A partir
de entonces se han establecido varios fondos similares, por ejemplo el Fondo de Justicia
Social establecido en 1991 por los Trabajadores de Automóviles Canadienses; la Ayuda
Sindical, creada en 1993 por el Sindicato Canadiense de Trabajadores Públicos; y el Fondo
Humanitario, creado en 1996 por la Federación de Maestros de Escuelas Secundarias de
Ontario (Marshall 1997). En Bélgica, Solidar es una alianza de ONG, sindicatos y grupos
activistas de 15 países que mantiene vínculos con los partidos socialdemócratas y
socialistas y con el movimiento sindical. Tiene actividades en las áreas de provisión de
servicios sociales, cooperación internacional, ayuda humanitaria y la capacitación vitalicia.
La Fundación Friedrich Ebert (FFE) en Alemania es quizá una de las organizaciones
laborales mejor conocidas trabajando en el desarrollo. Fundada en 1925 (y proscrita
durante el nazismo), la FFE promueve los valores de la socialdemocracia. Su programa de
desarrollo-cooperación cuenta con la mitad de su presupuesto anual y se enfoca
principalmente, entre otros fines, al fortalecimiento de sindicatos independientes, la
promoción de la democracia, el fomento de medios independientes y la promoción de la
paz y el respeto a los derechos humanos. La FFS también apoya la investigación y la
elaboración de publicaciones, además de tener su propio programa de publicaciones sobre
el sindicalismo.
La sección 2 describe el trabajo de dos de estas ONG. Jackie Simpkins describe el
programa “Lugar de Trabajo Mundial” establecido por la organización War on Want del
RU. El programa es, en esencia, un paraguas para varias actividades que fomentan
relaciones entre sindicalistas del RU y sus contrapartes del Sur, a fin de que ambos
entiendan mejor cómo la globalización los está afectando, a la vez que promueve la
solidaridad y el trabajo en común como fuerza internacional para defender los derechos de
los trabajadores. Ken Davis describe las tensiones latentes y las negociaciones entre ONG
de desarrollo y Union Aid Abroad (Ayuda Sindical en el Extranjero) (antes llamado
Australian People for Health, Eduction and Development Abroad—Australianos por la
Salud, la Educación y el Desarrollo en el Extranjero), y también entre las actitudes
conservadoras o mal informadas entre sectores del movimiento sindical en torno al
desarrollo internacional. Aunque algunos sindicatos se sitúen a la izquierda del espectro
político, sus afiliados en lo individual pueden no ver los vínculos entre un posicionamiento
a la izquierda y su opinión respecto de la “competencia” de trabajadores en países pobres.
Existe, por tanto, una necesidad de educar a los afiliados y también defender en casa los
derechos laborales.
TRABAJADORES DEL SECTOR INFORMAL Y
ALTERNATIVAS A LA SINDICALIZACION
Un argumento frecuente de las ONG de desarrollo y organizaciones de incidencia del Sur,
tales como, Focus on the Global South de Tailandia o Third World Network de Malasia, es
que si bien millones de trabajadores están sindicalizados, sólo representan una fracción -de
la fuerza de trabajo mundial. Las mujeres u hombres auto empleados o con actividades de
subsistencia, principalmente en el sector agrícola, quienes representan más del 60 por
ciento de la fuerza de trabajo en el Sur—no pueden afiliarse a un sindicato tradicional. Lo
mismo ocurre con los trabajadores que laboran en el hogar, que realizan trabajo a destajo
como engranes en la cadena productiva. Dentro del sector del empleo formal muchos
trabajadores son impedidos de sindicalizarse o eligen no hacerlo. Para algunos analistas, el
crecimiento de la economía informal en todo el mundo revela una decreciente incidencia de
los sindicatos, además de que unos 900 millones de trabajadores están subempleados y
otros 150 millones están desempleados (Bullard 2000,32). Por lo tanto, se argumenta, que
el movimiento sindical formal no puede representar los intereses de la mayoría de los
trabajadores. Otras críticas a la representatividad de los sindicatos destacan que su
liderazgo está dominado por hombres y que las mujeres están subrepresentadas en los
sectores industriales donde se encuentran tradicionalmente los sindicatos y donde
probablemente tengan una mejor protección por la legislación laboral (ibid, véase también
Banco Mundial 2003 y la nota 5 infra). Dejando al lado el contraagrumento de que tal
legislación ha sido en muchos casos resultado de las luchas sindicales y que el movimiento
laboral no tiene afán de avanzar a costa de trabajadores no sindicalizados, el hecho es que
algunos de estos argumentos tienen validez. Sin duda el mundo laboral está cambiando
velozmente, en especial en torno a la “flexibilización” del empleo y al fenómeno del “jefe
virtual” (5) Si los sindicatos no pueden modernizar sus métodos de reclutar, movilizar y
articular sus demandas, entonces los derechos de todos los trabajadores se socavarán aún
más. A la inversa, el Banco Mundial ha concluido que la existencia de sindicatos fuertes y
eficaces no sólo mejora las condiciones de sus afiliados sino también mejora la economía
en su conjunto y la estabilidad social. (6)
Los ensayos de la Sección 3 se enfocan principalmente en las trabajadoras en la economía
informal o semi-informal y de la industria maquiladora. Ruth Pearson informa sobre una
metodología de investigación-acción para dimensionar el empleo en casa mayormente de
mujeres, a fin de indagar sobre la viabilidad de establecer organizaciones de trabajadoras en
el hogar, a nivel nacional e internacional. Dar visibilidad a la cadena productiva que
vincula a mujeres ocultas en distintas etapas de la producción es un paso importante para la
organización. Marina Prieto y Carolina Quinteros investigan el crecimiento exponencial de
las maquiladoras en Centroamérica con el cese de la guerra que destruyó la economía de la
región durante la década de los 80. Dando mayor tratamiento a Honduras y Nicaragua, las
autoras analizan las tensiones entre los sindicatos industriales tradicionales y el nuevo
proletariado, integrado principalmente por mujeres jóvenes, muchas de ellas madres
solteras a cargo de su familia. Los métodos anteriores de lograr la organización son no sólo
inviables dentro de la maquila (dónde los patrones son conocidos por reprimir cualquier
intento de sindicalización), además de no responder a las prioridades de la fuerza de trabajo
femenina. Las organizaciones de mujeres que trabajan por los derechos laborales y se
vinculan con los movimientos en contra de las maquiladoras han tenido más éxito, pero a
costa de las relaciones con los sindicatos locales. Angela Hale de Women Working
Worldwide (Mujeres Laborando Mundialmente) muestra cómo los sindicatos y las ONG
frecuentemente se encuentran alrededor del mismo deseo de mejorar las condiciones en las
cadenas mundiales de producción y distribución. Hale postula que si bien los dos tipos de
organización tienen formas distintas de trabajar, pueden de todas maneras colaborar y,
conforme se fortalece la colaboración, existe la posibilidad de crear lo que la autora llama
nuevas formas de internacionalización del trabajo.
CODIGOS DE CONDUCTA LABORALES
El promover códigos de conducta laborales es una de las principales razones por las que las
ONG se han acercado en años recientes a los temas laborales, sea desde una perspectiva de
la defensa de los derechos o bien como un objetivo para movilizar el apoyo público
mediante campañas. El argumento de que los consumidores tienen algo de responsabilidad
por las malas condiciones de trabajo tiene importantes asideros morales y educativos. Poca
gente se sentiría cómoda al saber que usar ropa producida en condiciones de esclavitud o
explotación, o al comer alimentos producidos por campesinos sin el ingreso suficiente para
alimentar a sus hijos. Resulta obsceno el hecho de que haya niños sin posibilidad de jugar
por tener que trabajar en la producción de equipos deportivos. Enfocándose en casos de
extrema explotación, o donde es claro el vínculo entre las opciones del consumidor y la
opresión de otros seres humanos, las ONG pueden elaborar una campaña tradicional, es
decir, un problema concreto, un “malo” contra el cual movilizar y una solución concreta
mediante un código de conducta.
En realidad ni el panorama ni la solución son tan sencillos. Existen bastantes críticas a los
códigos de conducta. Por ejemplo, de que son mayormente fachadas para el consumo
público y no logran cambios reales en las empresas (Utting 2000), o que ocultan la
necesidad de cambios estructurales, mediante leyes fuertes y el obligado cumplimiento de
las cláusulas sociales. A las ONG se les acusa de tener un compromiso de corto plazo y
que están demasiado preocupadas por el protagonismo, mientras que los sindicatos tienen
papeles de largo plazo y menos vistosos. Quizá la crítica más grave apunta a que la
elaboración y el monitoreo de códigos de conducta han permitido con frecuencia que las
ONG y las empresas lleguen a acuerdos bilaterales, permitiéndoseles a éstas evadir la
negociación con sus empleados o sus representantes. Las ONG responden que ellas se
enfocan en las industrias donde los sindicatos son débiles o simplemente no existen.
Rainer Braun y Judy Gearhart abordan estas tensiones con decisión. Para ellos el tema en
el fondo tiene que ver con las diferencias entre los sindicatos y las ONG en torno al poder
político. Los sindicatos buscan el poder y funcionan en un ambiente de negociaciones y
compromisos políticos; mientras que las ONG buscan alejarse de los ambientes políticos
para preservar su papel de vigilantes. Los éxitos de corto plazo son posibles, pero se
sostendrán en el largo plazo sólo si hay una auto representación de los directamente
afectados, en este caso los trabajadores. Es decir, la prueba del añejo consiste en si las
acciones de las ONG facilitan o inhiben el objetivo de largo plazo. Ronnie D. Lipschutz
postula en forma similar que los impactos logrados en la sociedad más amplia del país
anfitrión son en última instancia más importes que la aplicación en sí de los códigos de
conducta. En opinión del autor, el objetivo real es mejorar las condiciones legales, políticas
y sociales para los trabajadores, más que intentar incidir en la conducta de las empresas
mediante la coerción de consumidores. Lance Compa ha escrito prolíficamente sobre este y
otros temas similares y nos da gusto poder reproducir en esta páginas un ensayo publicado
originalmente en la revista International Union Rights del Centro Internacional para los
Derechos Sindicales (Internacional Centre for Trade Union Rights—o ICTUR en inglés).
El autor reconoce que tanto sindicatos como ONG comparten el deseo de poner fin a
prácticas abusivas empresariales y de restringir el poder corporativo en la economía global.
Reconoce que existen tensiones reales entre ambas organizaciones, respecto a tácticas y al
análisis de la justicia social en la economía globalizada. Sin embargo, los dos tienen más
en común entre ellos que con las corporaciones, el gobierno o con la agenda neoliberal que
establece que el libre comercio elevará las normas laborales. En los casos donde las ONG
pueden responder rápidamente y dada la débil presencia de sindicatos en la fábrica, los
códigos pueden ser una ventaja valiosa. Neil Kearney y Judy Gearhart también investigan
si los códigos de conducta pueden ayudar a los trabajadores a organizarse, en especial en
situaciones donde los sindicatos son reprimidos. Su análisis se enfoca específicamente en
un proyecto conjunto entre la Federación Internacional de Trabajadores de Ropa y Piel y la
ONG Social Accountability International (Transparencia Social Internacional), cuyo
propósito es ayudar a los trabajadores a entender como usar los códigos en su beneficio, en
la construcción de estrategias de organización y educación ya existentes.
ESTUDIOS DE CASO
La sección 5 presenta una serie de estudios de caso contrastantes de varias partes del
mundo. Algunos destacan la colaboración y otros demuestran los caminos paralelos por los
que transitan sindicatos y ONG. Todos apuntan a la imperiosa necesidad de contar con un
marco legal y social para regular las actividades de ambos sectores y de la importancia del
contexto político más amplio. E. Remi Aiyede examina el papel de las ONG de derechos
humanos en la democratización de Nigeria, enfatizando sus alianzas con sindicatos (los
cuales fueron blanco de la represión gubernamental) para ayudar a construir un consenso
amplio por el cambio dentro de la sociedad civil. Jane Lethbridge ofrece dos ejemplos
detallados de la colaboración entre ONG y sindicatos en el sector salud, al unirse en
oposición a la privatización del sector salud en Malasia y, uniéndose nuevamente, para
apoyar políticas y acciones sobre el VIH/SIDA en Sudáfrica. Jonathan Ellis examina una
campaña en el RU que defendió los derechos de los aspirantes al asilo político y que dio
como resultado una alianza única (y a veces incómoda) entre Oxfam GB, el Consejo para
Refugiados y el Sindicato de Transportistas y Generales. La campaña tuvo éxito en
términos de logros inmediatos, pero no condujo a una colaboración de largo plazo, aunque
las partes aprendieron bastante sobre la importancia de transigir para poder construir la
alianza. Elaheh Rostami Povey compara el papel de los sindicatos y el de las ONG de
mujeres en Irán en donde, hasta la fecha, existe poco intercambio entre estos sectores. La
autora establece que las ONG de mujeres tienen mucho que aportar al movimiento laboral
en términos de una mayor sensibilidad hacia temas de género y a las necesidades
específicas de las trabajadoras. En cambio las ONG se verían beneficiadas al concebir sus
proyectos desde una perspectiva de profundos cambios estructurales. Satendra Prasad y
Darryn Snell analizan la problemática sindical en tres países del Pacífico Sur: Papúa Nueva
Guinea, las Islas Fidji y las Islas Salomón. La región ha experimentado bastante
efervescencia política y económica en años recientes y en este contexto los sindicatos han
mantenido una agenda de promoción de la justicia social a la vez que defienden los
intereses de sus agremiados.
Existen mucho otros matices sobre este tema y el presente tomo no pretende abarcar todo.
Tampoco tiene la última palabra. Sin embargo es nuestra esperanza que estos ensayos
contribuyan a una mayor comprensión entre los distintos sectores y tipos de organizaciones
aquí revisados, sindicatos, ONG, organizaciones de derechos laborales y humanos, redes de
trabajadores en casa, académicos-activistas y promotores sindicales. Deseamos también
que los sindicatos y las ONG de desarrollo puedan observarse con la lente del otro y así
deshacerse de sus supuestos, imágenes propias, perspectivas y así ver cómo “el otro” y los
demás los perciben. El respeto mutuo depende del reconocimiento y la incorporación de
diferencias, y no de la imposición de la uniformidad. La colaboración real sólo se da con el
respeto. En cambio, y como lo demuestran los autores aquí reunidos, prácticas que se
interpreten como ajenas a las de las organizaciones progresistas de la sociedad civil sólo
beneficiarán a las fuerzas opositoras a los derechos laborales y a la justicia social y
económica para todos. Existe mucho en riesgo.
NOTAS
1 Development in Practice,14, números 1 y 2 (febrero 2004).
2 El sitio web del Banco Mundial, por ejemplo, establece que existen “entre 6 mil y
30 mil ONG nacionales en países en desarrollo” y que “más del 15% de toda la
ayuda para el desarrollo internacional se canaliza a través de ONG (consultado el 12
3
4
5
6
de diciembre, 2001). La lista de ONG con calidad de consultoras del ECOSOC
contiene 60 páginas de unas 40 organizaciones por hoja—equivalente a una ONG
por día durante seis años y medio o casi una ONG por minuto durante 24 horas. Y
es sólo la punta del iceberg.
El Artículo 23 establece: “(1) Todos tienen el derecho al trabajo, a optar libremente
entre empleos, a condiciones justas y favorables en el trabajo y a la protección
contra el desempleo. (2) Todos, sin discriminación, tienen el derecho a un pago
igual por un trabajo igual. (3) Todos los que trabajan tienen el derecho a una
remuneración justa y favorable para asegurarse a sí mismo y a su familia una
existencia digna y, de ser necesario, a suplementos mediante otras formas de
protección social. (4) Todos tienen el derecho a formar y afiliarse a sindicatos para
la protección de sus intereses.”
Las normas laborales básicas son (1) el derecho a organizarse y realizar
negociaciones colectivas, (2) el derecho a la igualdad en el trabajo, (3) la abolición
del trabajo infantil y (4) la abolición del trabajo forzado. Estas normas sirven de
“derechos facultativos” en tanto crean condiciones que permiten acceder a otros
derechos laborales importantes. Los sindicatos han luchado para que las normas
laborales básicas sean reconocidas a nivel internacional para conseguir un lugar de
trabajo civilizado, digno y sustentable, independientemente de la etapa o naturaleza
del desarrollo nacional.
Uno de los objetivos principales de organizaciones consumidoras, como la
Campaña por una Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign) o la del Trabajo detrás
de la Etiqueta (Labour Behind the Label) es rastrear las fusiones entre empresas
para revelar quién es el dueño de qué. Las empresas con frecuencia son dueñas de
una amplia gama de productos que se venden mediante marcas distintas. Un
consumidor podría boicotear un producto sin saber que una marca rival,
supuestamente sin problemas, pertenece en realidad a la misma empresa. Al mismo
tiempo, la subcontratación transnacional significa que los mismos trabajadores
pueden no saber para quién están trabajando.
Un informe difundido en febrero 2003, basándose en más de mil estudios sobre el
impacto de los sindicatos y la negociación colectiva, encontró que en países
industriales y en desarrollo sin distinción, los sindicalista ganan más, trabajan
menos horas, reciben más capacitación y tienen más antigüedad en el trabajo que
sus similares no sindicalizados. Además, el diferencial en salarios entre
trabajadores cualificados y no cualificados, y entre mujeres y hombres, son menores
en donde existen sindicatos (Banco Mundial 2003). La conclusión evidente es que
el sindicalizarse es bueno para los trabajadores y bueno para la economía—algo que
vienen diciendo los sindicatos desde su fundación hace más de un siglo.