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Consumo de energía primaria y crecimiento económico en Chile,
1844-2010
(Primary energy consumption and economic growth in Chile,
1844-2010)
César Yáñez
Universidad de Valparaíso
Universidad de Barcelona
[email protected]
Energy in the Americas: Critical Reflections on Energy and History
October 23 – 24, 2014
Rozsa Centre, University of Calgary
1
Consumo de energía primaria y crecimiento económico en Chile, 1844-2010
César Yáñez
Universidad de Valparaíso
Universidad de Barcelona
Introducción: objetivos
En este texto se presenta una reflexión acerca de la trayectoria de la economía chilena a lo largo
de los siglos XIX y XX, utilizando como indicador principal el consumo de energías primarias
modernas (carbón, petróleo, hidroelectricidad y gas natural). Es posible realizar este esfuerzo,
gracias al trabajo colectivo de un numeroso equipo de investigadores chilenos y españoles, que
reunieron sistemáticamente series de consumo aparente de energías modernas para todos los
países de América Latina.1 Aquí se presentan exclusivamente los resultados para el caso chileno
entre 1844 y 2000.2
La idea principal que subyace a este trabajo, es que el consumo primario de energías fósiles marca
la transición hacia la modernidad económica y que su trayectoria contribuye a explicar las
tendencias económicas de largo plazo. Esta idea fue defendida primero por Vaclav Smil en su
pionero trabajo de 1994 y tuvo continuidad en sus contribuciones de 1985, 2001, 2003, 2005,
2008.3 Nosotros mismos hemos defendido esta idea en nuestros trabajos de 2010, 2011 y 2012. En
síntesis, lo que se dice es que gracias a la contribución de las energías fósiles, carbón mineral
específicamente, fue posible superar siglos de rendimientos económicos decrecientes e iniciar una
1
Este trabajo es deudor de los proyectos de investigación Importaciones y modernización económica en
América Latina, 1890-1960, Ministerio de Ciencia y Tecnología de España (BEC2003-00412) y Energía y
economía en América Latina y el Caribe desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, Ministerio de
Educación y Ciencias (SEJ2007-60445/ECON), que se realizaron entre 2013 y 2010 dirigidos por Albert
Carreras en la Universitat Pompeu Fabra.
2
Las principales publicaciones de los proyectos antes mencionados han sido las de Mar Rubio, César Yáñez,
Mauriocio Folchi y Albert Carreras (2010), “Energy as an indicator of modernization in Latin America, 18901925”, en The Economic History Review, Volume 63, Issue 3, Pag 769–804, August; el conjunto de trabajos
incluidos en el libro editado por César Yáñez y Albert Carreras (2012), The economies of Latin America. New
cliometric data, Londres, Pickering & Chatto; y César Yáñez, Mar Rubio, José Jofré y Albert Carreras, “El
consuno aparente de carbón mineral en América Latina 1841-2000. Una historia de progreso y frustración”,
en en Revista de Historia Industrial, num. 53, XXI, 2013.3, pp. 25-77. La única publicación sobre el caso
chileno es de César Yáñez y José Jofré (2011), “Modernización económica y consumo energético en Chile,
1844-1930”, en Historia 396, 1, 1 (2011), pp.127-156.
3
Vaclav Smil (1994), Energy in World History, Westview Press, Boulder; (2001), Energías. Una guía ilustrada
de la biosfera y la civilización, Crítica, Barcelona; (2003) Energy at the Crossroads. Global Perspectives and
Uncertainties, MIT Press, Massachusetts; (2005), Creating the Twentieth Century.Technical Innovations of
1876-1914 and their Lasting Impact, Oxford U.P., New York; (2008), Energy in Nature and Society. General
Energetics of Complex Systems, MIT Press, Massachusetts.
2
era de incrementos constantes a escala de productividad. La revolución industrial inglesa de
mediados del siglo XVIII, se funda en ese rasgo diferencial (incrementos de productividad apoyado
en la potencialidad técnica de la máquina de vapor movida por el carbón), poniendo las bases de
un sistema económico capaz de generar excedentes muy por encima de la subsistencia, que a su
vez explican la brecha de desigualdad propia de las épocas posteriores.4 En todo caso, es
importante advertir sobre la complejidad de la relación entre el crecimiento económico y el
consumo de energía: la evidencia histórica acumulada señala que existe una estrecha correlación
entre ambas variables (a lo largo del siglo XX, las dos se incrementaron 16 veces a nivel mundial);
sin embargo la cantidad de energía por producto (intensidad energética) y la trayectoria de la
eficiencia energética no es similar en todos los países, ni siquiera entre países de igual nivel de
desarrollo económico. Las características del desarrollo tecnológico, las políticas económicas, la
dotación de recursos naturales energéticos y la dependencia energética, ayudan a explicar las
diferencias entre las trayectorias nacionales.
El objetivo de este trabajo, entonces, es revisar cómo se inserta la economía chilena en esta
trayectoria de modernización. La evidencia reunida sobre el consumo de energías modernas, nos
sugiere que Chile fue tocado por la fortuna al poseer yacimientos carboníferos en la zona de
Arauco y Concepción que se comenzaron a explotar en la década de 1840, periodo que se puede
considerar temprano en el contexto latinoamericano e internacional.5 La introducción creciente de
carbón mineral en el sistema económico chileno desde mediados del siglo XIX, estaría detrás del
impulso económico de la época, que habría sido impulsado por la modernización del sistema
productivo, reflejado en mejoras de productividad. El resultado habría sido que a fines del siglo
XIX, Chile se situaba como un país de renta media y enfrentaba los dilemas de superar lo que hoy
llamamos la “trampa del ingreso medio”.
Alejandro Foxley planteó en 2012 que, Chile y otros países de América Latina, con rentas entre
9.000 y 22.000 US$ a PPP, se encontraban “a medio camino de convertirse en economías
avanzadas”.6 Nuestra contribución, en su primera parte, es afirmar que esto ya era así un siglo
antes y que la causa fue la introducción del carbón mineral en actividades de producción y
transporte, con un componente importante de combustible nacional. Sin embargo, en el breve
siglo XX que va desde 1914 a 1990, el país habría enfrentado restricciones relevantes en el
4
Dos tradiciones de la historia económica confluyen aquí con la historia de la energía de Vaclav Smil. Una es
la que estudia la Revolución Inglesa representada en los estudios de Edward A. Wrigley (2010), Energy and
the English Industrial Revolution, Cambridge U.P., Cambridge y de Robert Allen ( 2009), The British industrial
revolution in global perspective, Cambridge U.P., Cambridge, solo para citar las obras más recientes. Otra es
la historia de las grandes tendencias económicas globales, representadas por la obra seminal de Kenneth
Pomeranz, (2000), The Great divergence: Europe, China, and the making of the modern words economy,
Princeton U.P., Princeton.
5
La alusión a la fortuna, tiene que ver con el debate que suscitó el trabajo Sachs y Werner respecto a la
“maldición” o “bendición” de los recursos naturales para el crecimiento económico de los países en
desarrollo. Véase Jeffrey Sachs y Andrew Werner (2001), “Natural resources and economic development:
the curse of natural resources”, European Economic Review, v. 45, nº 4-6.
6
Alejandro Foxley, La trampa del ingreso medio. El desafío de esta década para América Latina, Cieplan,
Santiago de Chile, 2012.
3
suministro de combustibles, que habría ejercido una influencia negativa sobre la modernización
económica. La alta dependencia externa del petróleo habría dado lugar a una complicada
transición entre las energías fósiles, haciendo que la adopción del petróleo y de los motores
combustión substituyeran con dificultades a las máquinas de vapor. Una matriz energética muy
rígida, a su vez habría estado detrás del retraso que tuvo Chile para electrificarse, lo que habría
también afectado negativamente el proceso de industrialización, necesariamente intensivo en
energías modernas.
Consumo de energía y crecimiento económico en Chile
La relación entre el consumo de energías modernas y el crecimiento económico de Chile en el
largo plazo, coincide en grandes rasgos con las afirmaciones de Smil, a la vez que ponen de
manifiesto las particularidades del caso chileno (véase el cuadro 1). En primer lugar, a lo largo del
siglo XX, la expansión del consumo de energía y del PIB (a paridad de poder de compra) corrieron
tan parejas como lo expresa la experiencia internacional: la energía y el PIB crecieron 29,5 veces
entre 1900 y 2005. En todo caso, la media mundial, tal como la presenta Smil, multiplicó solo por
16 en ambos indicadores; guarismo que Chile alcanza a mediados de la década de 1990. El fuerte
crecimiento económico de la década del cambio del siglo XX al XXI explica la diferencia entre Chile
y la media mundial. Por encima de cualquier especificidad histórica, lo que queda demostrado, es
que la economía chilena ha requerido de cantidades proporcionales de energía para sostener su
crecimiento económico. La economía chilena también sigue la tendencia internacional cuando se
mira evolución de la intensidad energética (unidad de energía por unidad de producto): en 1900,
Chile requería 126 unidades de energía por unidad de producción, idéntica cantidad que en el
2005. Eso sí, a diferencia de las experiencias de los países que analiza Smil, en que observa una
constante declinación de la intensidad energética, en Chile se siguen etapas de contracción y
expansión bastante erráticas después de 1930.
Cuadro 1. Consumo de energía y crecimiento económico
AÑO
1850
1900
1930
1950
1970
2005
Total
25
816
2.047
2.835
7.290
24.151
Energía en TEP
Carbón Petróleo
Gas
Natural
25
800
889
1.848
1.225
2.758
16
981
1.169
4.455
11.300
1.130
7.831
Hidroelectricidad
117
182
480
2.262
Producto y energía
PIB
Intensidad
energética
1.313
6.492
12.195
22.352
49.011
191.954
19
126
168
127
149
126
4
La evidencia empírica señala que los procesos de desarrollo económico tuvieron una fase inicial en
que se consumió cada vez más energía por unidad de producto, para posteriormente cambiar
hacia una tendencia inversa. El cambio técnico fue crucial al respecto. Convertidores energéticos
más eficientes, permitieron que aquellos países que aceleraban el incremento de la producción, lo
hicieran aumentando la productividad con el recurso a maquinaria que a su vez ahorraba energía.
Eso sí, las trayectorias específicas fueron muy disímiles, obedeciendo a aspectos históricos
específicos.
Gráfico 1. Evolución de la intensidad energética de Chile, comparada con USA, RU y Gales,
Argentina y Brasil (TEP por unidad de PIB a ppa)
5
La evolución específica de la intensidad energética de la economía chilena, muestra una expansión
constante en la segunda mitad del siglo XIX hasta 1917. Es el periodo en que el carbón mineral y
las máquinas de vapor asumen todo el protagonismo. La entrada de combustibles derivados del
petróleo durante la Primera Guerra Mundial, que introdujo los motores y las turbinas a
combustión, dio lugar a un brusco cambio en la tendencia hasta 1930. De ahí en adelante, el
comportamiento de la intensidad energética ha marcado una tendencia hacia la estabilidad con
relativamente poco intensas variaciones de corto plazo.
La comparación con el Reino Unido y Gales y sobre todo con Estados Unidos, pone de relieve las
diferencias de nivel en el uso de energías modernas entre los países avanzados y un país
relativamente atrasado como Chile. Tanto Reino Unido como Estados Unidos tenían abundantes
reservas de carbón mineral en su subsuelo y lo pudieron usar extensivamente para sostener sus
procesos de industrialización en el siglo XIX. La disponibilidad de energías fósiles en su territorio,
les habría permitido no tener restricciones energéticas para sostener su desarrollo económico,
incorporando maquinaria a sus procesos productivos. En todo caso, no hay una regla que
relaciones directamente la intensidad energética con los grados de desarrollo alcanzados: el Reino
Unido llegó a consumir 10 veces más energía por producto que Chile, a la vez que Estados Unidos
era 10 veces más intenso energéticamente hablando que el Reino Unido. Las características
estructurales relativas a los sectores económicos en que se basaba la modernización económica,
fueron y siguen siendo factores determinantes del nivel de energía consumido por producto. Lo
anterior parece confirmarse al comparar Chile con dos países de su entorno económico –Argentina
y Brasil-. Los niveles son mucho más cercanos y tienen periodos de clara convergencia.
Lo valioso de comparar las trayectorias de largo plazo de las intensidades energéticas, es mirar sus
tendencias. Inglaterra, que había llegado a su madurez industrial a mediados del siglo XX,7
comienza a reducirla en el momento en que deja de crecer extensivamente sobre sus recursos
fósiles y comienza a buscar mayor eficiencia energética. Estados Unidos, por su parte, que ha
estallado en prosperidad una vez terminada su Guerra Civil en los sesenta del siglo XIX, alcanza su
madurez industrial coincidiendo con la Primera Guerra Mundial. A partir de ese momento gira en
su tendencia hacia mayor eficiencia energética, reduciendo la cantidad de energía por unidad de
producto. En ambos casos la reducción de la intensidad energética es una tendencia histórica de
largo plazo que se proyecta hasta la actualidad. Chile, en cambio, solo tiene cinco años de fuerte
reducción entre 1917 y 1922, seguido un largo periodo de comportamiento errático, con una
pronunciada tendencia al estancamiento, en que la intensidad energética ni crece ni disminuye en
el largo plazo. Esta tendencia contrasta manifiestamente con la que sigue Argentina y Brasil, que
incrementan la energía por unidad de producto.
7
Nicholas Craft, Stephen Leybourn & Terence Mills (1989),” The Climacteric in Late Victorian Britain and France: A
Reappraisal of the Evidence”, Journal of Applied Econometrics, 1989, vol. 4, issue 2, pages 103-117.
6
La causa de este estancamiento, probablemente esté en las características de la transición
energética dentro de las energías fósiles –el paso del carbón mineral al petróleo- y la escasa
importancia de la energía hidroeléctrica dentro de la matriz energética chilena. En 1970, la
hidroelectricidad apenas representaba el 6,5% del consumo primario de energía en Chile y en el
2005 menos del 10%. Y el efecto probable, ha sido una economía con una creciente dependencia
energética y restricciones para aumentar el consumo de energía, sobre todo en momentos en que
las industrias requerían un abastecimiento fluido y barato de electricidad.
El carbón mineral, la clave de la prosperidad chilena del siglo XIX
Cien años antes de que Alejandro Foxley llamara la atención sobre la trampa de las economías de
ingreso medio, Chile enfrentaba una situación similar. Incluso desde finales del siglo XIX, la
economía chilena (como la argentina y uruguaya) mostraba un dinamismo que se traducía en un
PIB por habitante que se podría asimilar a la un país de ingreso medio, un poco por encima de
Italia, España y Suecia, aunque lejos del Reino Unido -véase el cuadro 2-.
Cuadro 2. PIB por habitante a PPA y sus tasas de crecimiento interanual, 1800-1913
AÑO
1800
1820
1850
1870
1890
1900
1913
Chile
626
605
910
1.290
1.966
2.194
2.988
Argentina
Uruguay
América
Latina 8
España
Italia
PIB per Cáp. A PPP US$ de 1990 (Maddison Project)
931
1.036
916
1.363
998
1.165
639
1.511
1.251
1.468
1.079
1.481
1.468
2.181
794
1.207
1.542
2.416
2.174
1.052
1.624
1.690
2.875
2.219
1.181
1.786
1.855
3.797
3.310
1.586
2.056
2.305
Tasa de crecimiento (%) del PIB per Cáp
1800-1820
-0,17
0,35
0,59
0,52
1820-1850
1,37
0,76
0,77
-0,07
1850-1870
1,76
0,80
2,00
0,56
0,20
1870-1990
2,13
2,52
-0,02
1,42
1,49
0,46
1890-1900
1,10
1,75
0,21
1,16
0,96
0,94
1900-1913
2,40
2,16
3,12
2,29
1,09
1,68
Fuente: Maddison Project.
Suecia
Reino
Unido
857
888
1.076
1.345
1.635
2.083
2.874
2.097
2.074
2.330
3.190
4.009
4.492
4.921
0,18
0,64
1,12
0,98
2,45
2,51
-0,06
0,39
1,58
1,15
1,14
0,70
7
La historiografía ha argüido razones institucionales para explicar la prosperidad chilena del siglo
XIX,8 olvidando analizar los cambios en la estructura productiva que están asociados a la
introducción de fuentes de energía fósil en el sistema productivo. ¿Hasta qué punto podemos
explicar la prosperidad económica chilena del siglo XIX, llegando hasta 1913, solo con el consenso
de las elites para imponer el orden social oligárquico? Luis Ortega ha intentado una explicación
diferente, pero no ha llegado a esclarecer cuán importante fue que Chile se incorporara a las
economías con base energética inorgánica a mediados de la década de 1840.9
Chile aceleró su crecimiento económico en la primera mitad del siglo XIX –véanse las tasas de
crecimiento en el Cuadro 2-, lo que se explica sobre todo por la introducción de carbón mineral en
sus actividades económicas. La “ruta al capitalismo” de Chile, parafraseando a Ortega, está
plagada de carbón mineral. Únicamente, se puede abandonar la trampa malthusiana de los
rendimientos decrecientes y crecer a tasas constantes del 1,73% anual acumulado en todo un
siglo, el XIX (nótese que en el siglo XX la tasa anual de crecimiento acumulado fue de solo 1,6%), si
se deja de depender en exclusiva de las fuentes de energía orgánica. El hecho que Chile pusiera en
explotación sus minerales carboníferos de la zona de Concepción en la década de 1840 y que
estuviera en la ruta de los barcos ingleses que usaban máquinas de vapor para acceder a las rutas
del Océano Pacífico, explican las ventaja que tuvo Chile frente a los otros países latinoamericanos,
solo comparable a los esfuerzos hechos por la economía cubana.10
Entre 1844 y 1913 Chile consumió 33.804.440 de toneladas de carbón (TEP), comenzando por
6.314 tep’s hasta alcanzar las 1.731.145 tep’s. La progresión se puede ver en el gráfico 2. Las
constantes fueron que Chile produjo carbón mineral en todo este periodo, siempre exportó una
fracción pequeña hacia los países vecinos (especialmente a Bolivia) y complementó las
necesidades de su economía con importaciones, las que llegaron principalmente del Reino Unido,
Estados Unidos, Alemania, Francia y Bélgica (ocasionalmente también desde Australia). Sin
embargo, el periodo no es homogéneo, hay un cambio importante a partir de 1880. Antes, casi
todo el consumo de carbón era de origen nacional, cubriendo las necesidades de la fundición de
metales, la elaboración de ladrillos refractarios, la molinería y fabricación de alimentos y sobre
todo de los ferrocarriles a partir de 1851, cuando se inicia la escalada más pronunciada.11 La tasa
8
La versión moderna de estas interpretaciones que vienen de la historia política se puede consultar en Ana
María Stuven (2000), La seducción de un orden. Las elites y la construcción de Chile en las polémicas
culturales y políticas del siglo XIX, Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad Católica de Chile. Una visión
matizada de los enfoques institucionalistas, con origen en la historia económica se pueden ver César Yáñez
(2010), “Economic Modernization in Adverse Institutional Environments: The Cases of Cuba and Chile”, en
César Yáñez y Albert Carreras, The Economies of Latin America, Londres, Pickering & Chatto, pp. 105-117; y
en Luis Bértola (2011), “Bolivia (Estado Plurinacional de), Chile y Perú desde la Independencia: Una historia
de conflictos, transformaciones, inercias y desigualdad”, en Luis Bértola y Pablo Gerchunoff,
institucionalidad y desarrollo en América Latina, Santiago de Chile, CEPAL, pp. 227-285.
9
Luis Ortega Martínez (2006), Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880, Santiago
de Chile, DIBAM-LOM-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
10
Yàñez (2010), Yáñez & Jofré (2011) y Yáñez, Rubio, Jofré y Carreras (2013).
11
Yáñez & Jofré (2011).
8
de crecimiento del consumo de carbón mineral de este periodo es del 12% anual acumulado.
Después de 1880, el periodo que se conoce en Chile como el “ciclo salitrero”, la demanda de
carbón por la economía chilena siguió creciendo, multiplicándose más de tres veces, pero a una
tasa anual más moderada que la anterior, 4% anual acumulado (7,5% entre 1903 y 1913 ), y con
una creciente aportación de carbón importado. En los albores de la Primera Guerra Mundial, Chile
consumía más carbón extranjero que nacional. La economía exportadora de salitre dinamizó al
conjunto de la economía: minería, industria y transportes que gradualmente fueron
modernizándose tecnológicamente junto al carbón mineral y las máquinas de vapor.
Gráfico 2. Consumo aparente de carbón 1844-1913
La penetración de los combustibles fósiles en la economía chilena, permite que una parte de las
actividades productivas abandonen el riesgo estructural a los ciclos recurrentes de rendimientos
decrecientes. A partir de la década de 1850, por lo tanto, el crecimiento económico sostenido es
posible y se apoyará en aquellos sectores con capacidad de incorporar tecnología asociada al uso
de carbón mineral como fuente de energía. A la altura de 1860, había en Chile 132 máquinas de
vapor, de las cuales 38 (29%) eran locomotoras para ferrocarriles, en la minería del carbón
(explotación y conducción) había 16 (12%), y 44 (33%) en industrias transformadoras.12 Una parte
de estas máquinas, la mayoría según el Anuario Estadístico de 1860, aún usaban la leña como
fuente de energía. Pero en las décadas siguientes, el carbón mineral tenderá a ocupar todos los
nichos de oportunidad que ofrecía la economía chilena. Llegado los años 1910-1911, el Anuario
12
Yañez & Jofré (2011)
9
Estadístico informa que el 40% de los combustibles fósiles lo consumía la minería (34,5% la del
salitre), el 24% lo consumían los ferrocarriles y la industria y otros servicios (gas y electricidad) se
disputaban el tercio restante.
La economía chilena no solo creció en este periodo, también se transformó. Los 600 US$ a ppa de
inicios del siglo XIX, nos hablan de una economía de subsistencia atrapada en la trampa
malthusiana; los 2.988 US$ a ppa de 1913, lo hacen de una economía en la que ha penetrado el
capitalismo y que es seguidora de las corrientes modernizadoras de la época. Las energías fósiles y
las máquinas que estas movían, han generado un segmento moderno en la economía chilena que
lidera el crecimiento económico.
La sociedad también cambió en ese periodo. Surgieron nuevos grupos empresariales de origen
nacional y extranjeros, nuevos segmentos de clase trabajadora y nuevas relaciones empresariales
que dieron lugar a conflictos laborales y políticos.13 El Estado adquirió nuevas capacidades,
comenzando por incrementar el gasto en infraestructuras e intervenir en los temas sociales.14 Pero
la modernización no llegó a todos los estratos económico-sociales, amplios sectores rurales y
urbanos permanecieron al margen de la modernidad, sobreviviendo con ingresos que bordeaban
la subsistencia.15
Crisis económicas y transiciones energéticas en los últimos cien años
La historia económica chilena de los últimos cien años, se reconoce por 2 ciclos contractivos y dos
expansivos. El periodo de entreguerras, desde 1913 a 1950, que incluye la Gran Depresión, fue de
muy bajo crecimiento; lo mismo que los años que van entre 1973 y 1985, que incluyen gran parte
de la Dictadura Militar, incluyendo la crisis de la Deuda Externa. De signo contrario fueron los años
13
El libro de Mario Matus (2012), Crecimiento sin desarrollo. Precios y salarios reales durante el siclo
salitrero chileno 1880-1930, Santiago de Chile, Editorial Universitaria; es un excelente ejemplo de los
cambios que indujo el capitalismo en la economía chilena.
14
Sobre el gasto en infraestructuras económicas, véase la tesis de Hernán Cerda Toro (2013) “Inversión
Pública, infraestructuras y crecimiento económico chileno, 1853-2010”, presentada en octubre de 2012 en
la Universidad Autónoma de Barcelona. Una síntesis de sus resultados se puede consultar en las ponencias
al II Congreso Chileno de Historia Económica, Hernán Cerda Toro (2013), “Evolución de la inversión pública
en infraestructuras productivas, 1853-2010”, en César Yáñez (ed.), Chile y América en su historia económica,
Valparaíso, Asociación Chilena de Historia Económica y Universidad de Valparaíso, pp. 179-194. Sobre el
papel del Estado en los nuevos conflictos sociales y laborales de inicios del siglo XX, véase a Juan Carlos
Yáñez (2008), La intervención social en Chile, 1907-1932, Santiago de Chile, RIL Editores.
15
La desigualdad de ingresos ha sido estudiada en detalle por Javier Rodríguez Weber, de quien se puede
consultar su tesis de doctorado (2014) “La economía política de la desigualdad del ingreso en Chile, 18502009”, defendida en la Universidad de la República, Montevideo. Una visión resumida de su índice de gini de
la desigualdad de ingreso se puede consultar en Javier Rodríguez Weber (2013), “De Manuel Montt a
Michelle Bachelet. 160 años de distribución del ingreso en Chile”, en César Yáñez (ed.), Chile y América en su
historia económica, Valparaíso, Asociación Chilena de Historia Económica y Universidad de Valparaíso,
pp.455-473.
10
de fuerte intervención pública en la economía, entre 1950 y 1973, con un crecimiento moderado
(afectado por una inusitada expansión demográfica); y los años del cambio de del siglo XX al XXI,
caracterizados por una fuerte expansión en un marco de políticas ultra liberales –véase el cuadro
3-.
Cuadro 3. PIB por habitante a PPA y sus tasas de crecimiento interanual, 1913-2010
Chile
1913
1929
1950
1973
1985
2010
2.988
3.455
3.677
5.034
5.030
13.883
1913-1929
1929-1950
1950-1973
1973-1985
1990-2010
0,56
0,30
1,38
-0,01
4,14
Argentina Uruguay
América
Latina 8
España
Italia
PIB per Cáp. A PPP US$ de 1990 (Maddison Project)
3.797
3.310
1.586
2.056
2.305
4.367
3.847
2.053
2.739
2.778
4.987
4.659
2.696
2.189
3.172
7.962
4.974
4.878
7.661
10.414
6.835
5.560
5.461
9.722
14.010
10.256
11.526
7.770
16.797
18.520
Tasa de crecimiento (%) del PIB per Cáp
0,54
0,58
1,00
1,11
0,63
0,92
1,31
-1,06
2,05
0,28
2,61
5,60
-1,26
0,93
0,95
2,01
1,64
2,96
1,42
2,21
0,72
0,63
5,30
2,50
1,12
Suecia
Estados
Unidos
2.874
4.063
6.739
13.494
16.189
25.306
5.301
6.899
9.561
16.689
20.717
30.491
1,34
2,44
3,06
1,53
1,80
1,02
1,57
2,45
1,82
1,56
Estos cien años, han sido también los de complejización de la matriz energética –véase el gráfico 3y los de transición al interior de las energías fósiles (desde el carbón al petróleo y el gas natural),
con una insuficiente penetración de la hidroelectricidad. Las crisis económicas han afectado la
modernización energética del país, deteniendo las inversiones que permitieran la transformación
de la matriz energética y dando lugar a continuos cuellos de botella energéticos que han
terminado por lastra el crecimiento económico. A diferencia del siglo XIX, durante el que Chile
tuvo recursos energéticos propios (carbón mineral); en el siglo posterior a 1913, se ha ido
acentuando la dependencia energética de combustibles fósiles, postergando la apuesta por la
hidroelectricidad u otras fuentes energéticas alternativos que pudieran haber satisfecho las
exigencias de la demanda con menores tensiones de precios de las que ha habido.
11
Gráfico 3. Evolución de la matriz energética chilena
La crisis económica iniciada con la Primera Guerra Mundial,16 significó una drástica contracción en
el consumo de energías modernas. En 1913, Chile consumía un total de 2.227.000 TEP (0,60 t. por
habitante) y en 1915 solo 1.386.000 (0,36 t. por habitante), dejando en solo 2 años de consumir un
40% de energía. Con altibajos, los años veinte del siglo anterior resistieron una caída peor. Pero la
Gran Depresión provocó un mínimo de consumo energético: 1.055.000 TEP (0,22 t. por habitante),
que significó retrocedes a los niveles del siglo XX. La recuperación de las década de 1930 y 1940
(con la Segunda Guerra Mundial incluida), fue muy lenta, de manera que solamente en 1961 se
recuperaron los niveles de consumo por habitantes de antes de la Primera Guerra Mundial. Fue,
virtualmente hablando, medio siglo de estancamiento en el consumo de energías modernas,
inducido por la contracción de la actividad económica. ¿Cómo se explica lo ocurrido?
Todo hace pensar que la explicación viene de la mano dela comprensión de la transición
energética representada en el Gráfico 4. En la Primera Guerra Mundial se interrumpió la
sustitución de carbón mineral por petróleo. Durante 5 lustros, hasta los peores años de la Gran
Depresión, ésta siguió interrumpida. En el fondo, al colapsar las exportaciones de recursos
naturales (salitre, principalmente), se abandonaron aquellas actividades técnicamente más
16
En Chile la fecha representa un punto de inflexión para las exportaciones de salitre, poniendo fin a un ciclo
expansivo que se había iniciado con la Guerra del Pacífico (1879-1881), en la que el país había obtenido por
la fuerza de los recursos naturales antes pertenecientes a Perú y Bolivia.
12
arcaicas, representadas por las máquinas de vapor más antiguas, que eran también las menos
eficientes en términos energéticos. De allí que la intensidad energética cayera bruscamente, como
se observa en el gráfico 1, hasta justo antes de la Gran Depresión. Asimismo, el país había perdido
la capacidad de compra en el exterior, lo que le impedía importar la parte del carbón que adquiría
en los mercados externos y debía contener la expansión en el consumo de petróleo, que era
íntegramente importado, afectando la expansión de las actividades energéticamente más
modernas y eficientes, con lo que la intensidad energética dejó de reducirse y tendió a
recuperarse en los años treinta del siglo XX.
Para la economía chilena, esta doble crisis, de exportación de y de consumo energético, tuvo por
ende un doble efecto negativo. Por una parte, destruyó actividad económica; probablemente la de
menor productividad, menor eficiencia energética y más intensiva en mano de obra. Y por otra,
impidió que estas actividades que desaparecían fueran reemplazadas por otras más modernas,
productivas y eficientes desde el punto de vista de la energía, debido a que no había recursos para
importar la energía moderna (petróleo) que era indispensable. Reafirma esta idea, el que coincida
el momento de menor consumo total de energía, con el de menor consumo de petróleo, en el
trienio 1932-1935.
Gráfico 4. Consumo de energía per cápita y transición energética
La recuperación económica iniciada en el bienio 1933-1934 fue gradual y lenta. El PIB por
habitante creció a una tasa del 0,30% entre 1929 y 1950, factores externos relacionados con el
cambio de la coyuntura internacional e internos, en los que el cambio de políticas económicas es
13
relevante, están detrás de ese magro desempeño.17 Contribuyó un suministro de energía que se
recuperaba más lento aún que el despertar de la económica y que dilataba casi tres décadas la
transición del carbón mineral al petróleo. En plena Gran Depresión, el país se ve forzado a volver
sobre sus fuentes de carbón originales, potenciando la minería de todas sus cuencas carboneras.
La resistencia del carbón a dejar paso al petróleo, responde en parte a las condiciones externas de
la economía chilena, que no está en condiciones de importar el combustible (acceso a divisas y
oferta mundial menguante) y a la decisión del gobierno de promover la producción nacional hasta
cubrir toda la demanda local.18 El esfuerzo fue enorme y los resultados insatisfactorios. El declive
de la industria carbonera chilena fue imparable desde la década de 1930 a la de 1970.
Complementariamente, el petróleo siguió siendo difícil de importar y el suministro de energía,
principalmente para la industria, fue un obstáculo mal resuelto durante décadas.
Los informes de los ingenieros de la Corfo son concluyentes al respecto.19 El suministro eléctrico
para la industria no se puede asegurar sin una provisión constante de combustibles fósiles para la
producción de energía termoeléctrica. El Plan de Acción Inmediata de 1939, ponía énfasis en que
faltaban 100.000 toneladas de carbón. En 1960, veinte años después, los ingenieros de la Corfo
informaban que la industria eléctrica no podía cubrir la demanda nacional y que se producían
constantes cortes del suministro eléctrico que impedían aumentar la producción industrial del
país. Si la provisión de electricidad seguía dependiendo de los combustibles fósiles, se decía, y la
industria del carbón seguía declinando (como efectivamente ocurría), la dependencia externa del
suministro eléctrico pondría al país en grado de dependencia externa que arriesgaba el éxito de
los planes de industrialización. El camino alternativo, era invertir en la producción de electricidad
hidroeléctrica.
Nuevamente el esfuerzo fue enorme y los resultados insuficientes, repitiéndose el drama de la
producción de carbón. El gráfico 5 deja ver con claridad que mientras se abrían nuevas plantas de
generación hidroeléctrica, su peso sobre la matriz energética del país no avanzaba. Todos los
esfuerzos realizados entre 1945 y fines de la década de 1960, no consiguieron que la electricidad
de fuente hídrica superara la barrera del 7% de la matriz energética de Chile. Realmente el
problema no se estaba resolviendo y la industria nacional lo estaba padeciendo.
17
Patricio Meller (1996), Un siglo de economía política chilena (1890-1990), Santiago, Editorial Andrés Bello;
y Ricardo Ffrench-Davis, Oscar Muñoz, José Miguel Benavente Y Gustavo Crespy, “La industrialización
chiolena durante el proteccionismo (1940-1982)”, en Enrique Cárdenas, José Antonio Ocampo y Rosemary
Thorp (comp.), Industrialización y Estado en la América Latina. La leyenda negra de la posguerra, México DF,
El trimestre Económico, FCE, pp.159-209.
18
Martín Garrido Lepe (2013), “El consumo de carbón en Chile, 1933 a 1960”, en César Yáñez (ed.), Chile y
América en su historia económica, Valparaíso, Asociación Chilena de Historia Económica y Universidad de
Valparaíso, pp.329-452..
19
Corfo (1939), Fomento de la Producción de Energía Eléctrica, Santiago de Chile, Editorial Nacimento; Corfo
(1962, Geografía Económica de Chile, Tomo III, Santiago, Talleres Gráficos “La Nación”.
14
Gráfico 5. Producción hidroeléctrica y porcentaje sobre el total de energía moderna
La crisis económica iniciada en 1973, que a nivel internacional coincide con la primera crisis del
petróleo, volvió a dejar su huella en el consumo total de energía primaria. El consumo de energía
por habitante volvió a caer, llegando a niveles inferiores a los de 1913. A su vez, la intensidad
energética otra vez se redujo, dándonos señales de que las unidades productivas que cierran son
las energéticamente más anticuadas e ineficientes. Chile respondió al incremento de precios del
petróleo, con las dos opciones que tenía mano: el carbón y la hidroelectricidad. Las posibilidades
del carbón eran limitadas: las cuencas carboneras no estaban en condiciones de ofrecer una
solución del alcance de la que había ofrecido en los años treinta del siglo XX. A pesar de todo,
como la hidroelectricidad no compensa la parálisis de la importación de petróleo, hubo una nueva
oportunidad para el carbón, que recuperó una parte pequeña de la cuota perdida en la matriz
energética en las décadas anteriores –véase el gráfico 3-. Estos años malos para la economía,
terminaron siendo los mejores para la hidroelectricidad: su producción aumentó y llegó a
representar el 16% del consumo total de energía primaria. La inversión de las décadas previas
demuestra en este momento sus virtudes, poniendo de relieve que en este terreno de la energía,
la proyección de largo plazo es un factor determinante.
La prosperidad de las décadas del cambio del siglo, del XX al XXI, han impulsado el consumo de
energía por encima de 1 tonelada (TEP) por habitante por primera vez en la historia –véase el
gráfico 4-. La barrera de 1 tonelada por persona es significativa, ya que los países que antes
hicieron el camino hacia el desarrollo económico, lo hicieron con niveles de consumo de energía
primaria de este orden de magnitud. Esta última reflexión, nos permite volver a recordar la
reflexión de Foxley acerca de las trampas de las economías de ingreso medio y los desafíos que ha
enfrentado Chile en su trayectoria hacia el desarrollo. Desde el punto de vista de la relación entre
energía y economía, esta última fase de expansión, no ha dejado de generar riesgos. El principal,
15
es que las actividades económicas vuelvan a sufrir restricciones energéticas, que esta vez se
ajusten vía precios y no vía cortes en el suministro, pero con efectos parecidos en términos de
reducir el potencial de crecimiento de la economía a futuro.
En estos años de prosperidad y de más consumo energético, se han implementado soluciones de
corto plazo para satisfacer la demanda local. En concreto, la solución fue importar gas natural
desde Argentina –véase el gráfico 3-. Frente al colapso de las cuencas carboneras nacionales, las
tensiones de precios del petróleo provocados por las guerras en oriente medio y una
hidroelectricidad que no logra ganar cuota en la matriz energética -gráficos 3 y 5-, el gas natural
importado encontró su oportunidad. Pero con la contrapartida, de aumentar la dependencia
energética. Y con el agravante, de que esa dependencia estaba ligada a países vecinos con los que
no se tienen unas relaciones diplomático-económicas robustas y estables. Cuando en el año 2004,
el gobierno argentino decidió limitar las ventas de gas a Chile, las consecuencias fueron
inmediatas: crisis eléctrica y aumento de precios, con efectos sobre el potencial de crecimiento
económico.20
Algunas lecciones de la historia energética
Sabemos que hay una estrecha relación entre el consumo de energía y el crecimiento económico,
y que esta relación no es simple. Lo que no podemos dejar de reconocer, es que cada trayectoria
nacional ha dejado una huella que enseña las potencialidades y los desafíos que conectan de una
manera original la energía con el crecimiento económico. En el caso de Chile, se ve en primer
lugar, que en el siglo XIX la provisión abundante de energía (con un componente alto de carbón
nacional), contribuyó al crecimiento económico; y que las dos crisis económicas del siglo XX,
perjudicaron la oferta de energía, ya sea por las dificultades para acceder al mercado internacional
y/o por el retraso en las inversiones necesarias para aumentar la producción nacional de energía.
En segundo lugar, aparece con claridad el efecto nefasto de no actuar en contra de la dependencia
energética, lo que en el caso chileno de los últimos cien años es no haber apostado con mayor
convicción en favor de la hidroelectricidad. En tercer lugar, las soluciones energéticas son de largo
plazo y requieren de una planificación previa que no puede quedar solo en manos de los agentes
económicos que privilegian el corto plazo.
20
Vittorio Corbo (ed.) (2014), Growth opportunities for Chile, Santiago, Editorial Universitaria.
16