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El programa de la austeridad
*Paul Krugman
"El auge económico, y no la crisis, es el momento adecuado para la
austeridad”. Eso afirmaba John Maynard Keynes hace 75 años, y tenía razón.
Aun cuando se tenga un problema de déficit a largo plazo (¿quién no lo
tiene?), recortar drásticamente el gasto mientras la economía está
profundamente deprimida es una estrategia contraproducente porque no
hace más que agravar la depresión.
¿Y por qué el Reino Unido está haciendo exactamente lo que no debería
hacer? A diferencia de los Gobiernos de, por ejemplo, España o California, el
Gobierno británico puede adquirir préstamos con total libertad a una tasa de
interés más baja que nunca. Así que, ¿por qué el Gobierno está reduciendo
drásticamente la inversión y eliminando cientos de miles de puestos de
trabajo en el sector público en vez de esperar a que la economía sea más fuerte?
En los últimos días he planteado esa pregunta a algunos defensores del Gobierno del primer ministro
David Cameron, unas veces, en privado, y otras, en la televisión. Y todas esas conversaciones han
seguido la misma línea: han empezado con una mala metáfora y han terminado con la revelación de
los motivos ocultos.
La mala metáfora (que seguramente habrán escuchado muchas veces) equipara los problemas de
deuda de una economía nacional con los problemas de deuda de una familia individual. Una familia
que ha asumido una deuda excesiva, cuenta la historia, debe apretarse el cinturón. De modo que si el
Reino Unido en su conjunto ha asumido una deuda excesiva (cosa que ha hecho, aunque es, en su
mayoría, deuda privada, más que pública), ¿no debería hacer lo mismo? ¿Qué tiene de malo esta
comparación?
La respuesta es que una economía no es como una
familia endeudada. Nuestra deuda es en su mayoría
dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún
más
importante,
nuestros
ingresos
provienen
principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Sus
gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos.
¿Y qué pasa si todo el mundo simultáneamente reduce
drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que
debe? La respuesta es que los ingresos de todo el mundo
se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes
están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque
yo estoy gastando menos. Y, a medida que nuestros
ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se
agrava, no mejora.
Y hay una moraleja clara en esta historia: cuando el
sector privado intenta desesperadamente pagar lo que
debe, el sector público debería hacer lo contrario, y gastar cuando el sector privado no puede o no
quiere. Desde luego que debemos equilibrar nuestro presupuesto una vez que la economía se haya
recuperado, pero no ahora. La expansión, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad.
Como ya he dicho, ésto no es nada nuevo. Así que ¿por qué tantos políticos insisten en aplicar
medidas de austeridad durante la crisis?
Bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante. Porque cuando uno presiona a los defensores de
la austeridad haciéndoles ver lo malo de su metáfora, casi siempre se refugian en afirmaciones como:
“Pero es esencial que reduzcamos el tamaño del Estado”.
Ahora bien, estas afirmaciones suelen ir acompañadas de aseveraciones sobre que la propia crisis
económica demuestra la necesidad de reducir el Estado. Pero eso es totalmente falso. Fíjense en los
países europeos que han llevado mejor el temporal y, en lo alto de la lista, encontrarán naciones con
grandes Estados como Suecia o Austria.
Así que la defensa de la austeridad en el Reino Unido no tiene en realidad nada que ver con los
déficits; tiene que ver con usar el pánico al déficit como excusa para desmantelar programas sociales.
Y ésto es, por supuesto, exactamente lo mismo que ha estado pasando en EE UU.
Para ser justos con los conservadores del Reino Unido, no son tan torpes como sus homólogos
estadounidenses. No claman contra los males de los déficits para, acto seguido, exigir enormes
reducciones de impuestos para los ricos (aunque, de hecho, el Gobierno de Cameron ha rebajado
considerablemente los impuestos a los sectores más altos). Y, en general, parecen menos decididos
que la derecha estadounidense a ayudar a los ricos y castigar a los pobres. Aun así, la dirección de la
política es la misma; y también la esencial falta de sinceridad de los llamamientos a favor de la
austeridad.
La gran pregunta aquí es si la evidente incapacidad de la austeridad para producir una recuperación
económica conducirá a un plan B. Es posible. Pero sospecho que, aun cuando se anuncie dicho plan,
no supondrá gran cosa. Porque la recuperación económica nunca ha sido el objetivo; la defensa de la
austeridad siempre ha pretendido utilizar la crisis, no resolverla. Y sigue siendo así.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y Premio Nobel 2008.