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CONSIDERACIONES ETICAS SOBRE
LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL
A LA LUZ DE LA ENSEÑANZA SOCIAL DE LA IGLESIA
(Ponencia en la sala Regino Maders de la legislatura de Córdoba, para una mesa
redonda conmemorando el aniversario de la Rerum novarum)
A MODO DE INTRODUCCIÓN
I - Nos hemos reunido aquí con ocasión de un aniversario más de la RERUM NOVARUM (de las
cosas nuevas) con la que el Papa León XIII ofreció luz sobre la llamada crisis de la industrialización
y sus desafíos frente al mundo del trabajo. Hoy recordamos este acontecimiento frente a una nueva
crisis (recurrentes) La crisis financiera internacional que desde finales del 2007 se hace sentir en el
mundo y que todavía no deja vislumbrar sus consecuencias en la economía real de la economía global
y regional. Al hablar de economía nos introducimos en mundo muy complejo: W. Chruchil decía que
cada vez que se reunía con los economistas salía confundido, que si eran cuatro cada uno afirmaba
cosas distintas. (De hecho al terminar la II Guerra mundial buscó caminos para reconstruir Europa y
coincidió con los pedagogos que había que empezar a reconstruir reconstruyendo la familia).
II - También el Papa Benedicto, aunque todavía no ha entregado una Encíclica social prevista para
este año, nos ha advertido que cada generación debe hacer una nueva síntesis y reaprender la
esperanza: Así en Spe Salvi del 30 de noviembre de 2007 dice: “25. Una consecuencia de lo dicho es
que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es
una tarea de cada generación; nunca es una tarea que se pueda dar simplemente por concluida. No
obstante, cada generación tiene que ofrecer también su propia aportación para establecer
ordenamientos convincentes de libertad y de bien, que ayuden a la generación sucesiva, como
orientación al recto uso de la libertad humana y den también así, siempre dentro de los límites
humanos, una cierta garantía también para el futuro. Con otras palabras: las buenas estructuras
ayudan, pero por sí solas no bastan. El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el
exterior. Francis Bacon y los seguidores de la corriente de pensamiento de la edad moderna
inspirada en él, se equivocaban al considerar que el hombre sería redimido por medio de la ciencia.
Con semejante expectativa se pide demasiado a la ciencia; esta especie de esperanza es falaz. La
ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también
puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma. Por otra
parte, debemos constatar también que el cristianismo moderno, ante los éxitos de la ciencia en la
progresiva estructuración del mundo, se ha concentrado en gran parte sólo sobre el individuo y su
salvación. Con esto ha reducido el horizonte de su esperanza y no ha reconocido tampoco
suficientemente la grandeza de su cometido, si bien es importante lo que ha seguido haciendo para la
formación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren.”
III - El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004), retraduce la expresión de “las cosas
nuevas” del León XIII y pasando más allá del desafío de la automatización y el trabajo que planteaba
Juan Pablo II al comienzo de su pontificado, presenta los desafíos de la globalización a la economía y
al mundo financiero (368-376).
IV - En realidad, aunque para muchos economistas una crisis como la que nos toca vivir era más que
improbable, Juan Pablo II, en más de una oportunidad advirtió que la caída del sistema comunista
representada en la caída del muro de Berlín no era signo del triunfo definitivo del capitalismo, como
les dijo a los empresarios en su visita a México de 1990. Es sus Encíclicas (cfr. CA 36, E Vitae 91) y
frecuentes viajes hablo de la esperanza en una economía de la solidaridad, en una economía de
comunión y devolverle un rostro humano a la economía Global: La globalización debe estar al
servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien común, Discurso del Santo Padre a la
Academia Pontificia de Ciencias Sociales, Viernes 27 de abril de 2001.
V - Podríamos decir entonces que así como hay que reaprender la esperanza, después de pasar por el
sueño o la pesadilla de las privatizaciones, de la idolatrización del mercado, de la llamada
flexibilización laboral, de “las bellezas” de una macroeconomía donde todo iba bien mientras crecía la
pobreza de los pueblos, y ahora por la socialización de las pérdidas de un sistema financiero que se
dejó ganar por la codicia, deberíamos reaprender el sentido del trabajo, la administración de los
recursos no renovables del planeta, la equitativa distribución de la riquezas, la austeridad y la
solidaridad desde la rehabilitación de la dignidad de todo hombre y de todo el hombre. Es decir
deberíamos redescubrir un marco ético que regule el mundo de la política y la economía, incluso a
nivel global. (Es notable que se ha pasado de un lenguaje técnico a un lenguaje ético. Se escucha
decir: recuperar la confianza, codicia, avaricia, sobriedad, responsabilidad. etc).
RECORRIDO POR LOS PRONUNCIAMIENTOS ECLESIALES SOBRE LA CRISIS
VI - El Episcopado Latinoamericano siguiendo lo afirmado en aparecida ha tenido varios
pronunciamientos. El del CELAM afirma en el: Mensaje del CELAM ante la crisis actual
1. La Presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), reunida en Bogotá los
días 5 y 6 de febrero con los Obispos Directivos de los Departamentos y Centros, y en el
espíritu de la Misión Continental, manifiesta su preocupación y solidaridad ante la grave crisis
actual. Al mismo tiempo, llama la atención sobre la responsabilidad que tenemos todos:
gobernantes, políticos, empresarios, obreros, asociaciones civiles y comunidades religiosas de
los diversos credos, en promover la humanización de las estructuras políticas, económicas y
de desarrollo, para que estén al servicio del bien común, de la prioridad del trabajo sobre el
capital y de la producción sobre las finanzas. Queremos recorrer juntos este camino de
amenazas y oportunidades, apostando a los valores de la democracia, la participación y el
diálogo.
2. “Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger
el vestido y el daño se hará mayor” (Mt 9, 16), palabras del Evangelio que recordó Benedicto
XVI en su bendición de Año Nuevo. La referencia hace clara alusión a las medidas que hay
que tomar ante la actual crisis económica global. Para el Pontífice, esta crisis pone a prueba el
futuro de la globalización. En realidad, la crisis actual no es el resultado de dificultades
financieras inmediatas, sino que es una consecuencia del estado de salud ecológica del planeta
y, sobre todo, de la crisis cultural y moral que vivimos, cuyos síntomas son evidentes desde
hace tiempo en todo el mundo. (Cf. Benedicto XVI, Homilía del 1 enero de 2009).
3. A la luz de la llamada del Papa, esta situación alarmante nos interpela doblemente: de una
parte, nos compromete a expresar nuestra solidaridad en acciones y obras concretas, que
facilite la búsqueda de soluciones a los problemas del desempleo, el hambre, la migración
forzosa, el deterioro de la salud y la pérdida de calidad de vida de los pobres, que como
siempre son las víctimas más afectadas de las crisis; por otra parte, nos estimula a empeñar los
mejores esfuerzos de las universidades e institutos católicos, y de investigadores y agentes de
pastoral social, para contribuir a la formulación de un nuevo modelo de desarrollo para
América Latina y El Caribe, y de un sistema económico mundial mejor regulado, que elimine
la pobreza y promueva la justicia y la solidaridad en nuestro Continente, tristemente el más
inequitativo del planeta.
4. Los obispos de América Latina y El Caribe, reunidos en Aparecida, advirtieron que la
globalización comporta el riesgo del fortalecimiento de los grandes monopolios y de convertir
el lucro en valor supremo (cfr. Documento de Aparecida, n. 60). De ahí la urgente necesidad
de que la globalización deba regirse por la ética, poniendo todo al servicio de la persona
humana creada a imagen y semejanza de Dios (Ibíd.). La actual crisis financiera ha puesto de
manifiesto el afán excesivo de lucro por encima de la valoración del trabajo y del empleo,
convirtiéndolo en un fin en sí mismo.
2
5. Esta inversión de valores pervierte las relaciones humanas sustituyéndolas por las
transacciones financieras, que debieran estar al servicio de la producción y de la satisfacción
de las necesidades humanas. Se ha hecho evidente que la globalización tal y como está
configurada actualmente, no ha sido capaz de interpretar y reaccionar en función de valores
objetivos, que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la
vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos
de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado (cf. DA, n. 61). La
economía internacional ha concentrado el poder y la riqueza en pocas manos, excluyendo a
los desfavorecidos e incrementando la desigualdad (cf. DA, n. 62).
6. Esto lleva a considerar seriamente la necesidad de establecer las bases para un nuevo orden
internacional, fundado en nuevas reglas de juego, que también tengan en cuenta los valores
del Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia, a fin de promover una globalización
marcada por la solidaridad y la racionalidad, que haga de este Continente no solo el
Continente de la esperanza, sino también del amor (cf. DA, n. 64). Para lograr este propósito,
se hace indispensable la presencia y colaboración de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad, sin discriminación religiosa, cultural, política e ideológica.
7. Frente al anhelo de construir la paz, una vida más digna y plena para todos y abrir caminos
de esperanza a los pobres y excluidos, queremos concluir, haciendo nuestras las preguntas de
Benedicto XVI: “¿Cómo no pensar en tantas personas y familias afectadas por las dificultades
y las incertidumbres que la actual crisis financiera y económica ha provocado a escala
mundial? ¿Cómo no evocar la crisis alimentaria y el calentamiento climático, que dificultan
todavía más el acceso a los alimentos y al agua a los habitantes de las regiones más pobres del
planeta?” (Discurso a los Miembros del Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2009). Estos
cuestionamientos hacen resonar hoy día con mayor vehemencia la dramática pregunta de Dios
a Caín que nos afecta a todos, nos interpela y no nos puede dejar indiferentes: “¿dónde está tu
hermano?” (Gen. 4, 9).
VII _ Por ejemplo el Observatorio social del CELAM se pregunta ¿CRISIS FINANCIERA O
ESPIRITUAL?
La actual crisis financiera mundial ha dejado al descubierto la incoherencia y la perversión de las
lógicas financieras vigentes, las cuales están desconectadas de la ética económica y se colocan sólo
al servicio de unos pocos. El Director del Observatorio Pastoral del CELAM destaca más que la
crisis financiera, la crisis espiritual y ética que vive el mundo de hoy.
Estamos viendo, “cómo la mala conducta individual burda y sin control en la actividad del
mercado afecta la estabilidad de las empresas, pero también de los países y luego de los hombres y
mujeres que componen la sociedad en la que vivimos”, como dice Monseñor Diarmuid Martin,
arzobispo de Dublín (Irlanda), a raíz de la crisis financiera global. Los hombres de negocios juegan
irresponsablemente con el futuro de las empresas, afectando las vidas de muchas familias en el
mundo.
El crimen organizado en el campo de la economía, expresado en nuevas formas de especulación
irresponsable y en comportamientos deshonestos en la interacción empresarial, se ha aprovechado de
las ventajas de la globalización para sacar provecho para unos pocos.
“Si me pidieran, continúa diciendo Monseñor Martin, quien durante muchos años trabajó en el
Pontificio Consejo Justicia y Paz, una descripción del desarrollo económico descontrolado, volvería
mi vista a la Torre de Babel. El relato bíblico habla de personas que sintieron que tenían la capacidad
de construir una torre que pudiera unir el cielo y la tierra. Cuando la gente piensa que puede mantener
un desarrollo descontrolado, con demasiada frecuencia lo que ocurre es aquello que ocurrió en Babel la torre se colapsa y la gente acaba dividida”.
La Conferencia Episcopal Francesa dice, por su parte, que “nuestras sociedades están quebrantadas. Y
como siempre, en estos casos, los más pobres son las primeras y más inocentes víctimas”.
3
El Papa Benedicto XVI, hablando sobre la turbulencia de los mercados, decía que el que construye
sobre el dinero, está construyendo sobre arena. "Vemos con el colapso de los grandes bancos que el
dinero sencillamente desaparece, que no significa nada, y que todas las cosas que nos parecen tan
importantes, en realidad son secundarias", afirmó el Papa en el marco del Sínodo de la Palabra
Como en estos temas no nos podemos quedar en una descripción de la realidad o en un análisis
crítico, en
Estas reflexiones surgen varias propuestas:
Revisar las actuales formas de buscar el beneficio económico, especialmente las prácticas
especulativas a corto plazo.
Reformar los sistemas de remuneración y gratificación de los dirigentes de las instituciones
financieras, las cuales acumulan beneficios de forma inconsiderada.
Promover una reorientación de la economía al servicio de las personas y de los pueblos.
Reestructurar, con la cooperación de los Estados, la organización de las instituciones
financieras locales y globales. Se hacen necesarias nuevas estructuras financieras
internacionales que se pongan al servicio de las personas y de los pueblos; y que combatan el
comportamiento irresponsable de quienes se apoderaron del sistema económico vigente.
Propiciar un acceso más razonable al crédito, especialmente a los sectores más desprotegidos.
Benedicto XVI, en mensaje dirigido ya en 2006, a los participantes en la Conferencia
Internacional organizada en el Vaticano por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz
sobre “Microcrédito y lucha contra la pobreza” les decía que las formas de microcrédito
deben convertirse en una expresión concreta de solidaridad; y los alentaba a un “renovado
compromiso por la promoción de la cultura de la solidaridad inspirada en los valores
evangélicos.
Reorientar las finanzas al servicio de la economía productiva que tenga en cuenta las
exigencias medioambientales
En conclusión, no podemos desconocer la crisis financiera en que se debate el mundo actual; pero no
hay duda que la raíz del problema está en la crisis espiritual, ética y humanística de la sociedad. Si no
volvemos a los valores centrales del ser humano, nuestro mundo no saldrá del “capitalismo salvaje” y
su destino está signado por el individualismo, el caos y la destrucción.
VIII- Mons Bertone. En la carta el "número dos" del Vaticano al G-8 destacó la importancia de
discutir sobre problemas laborales en el contexto de la "más grave crisis financiera de la historia":
"La iniciativa de poner al trabajo en el centro del debate internacional es como nunca oportuna porque
no existen dudas de la dimensión ética de la crisis causada por una gestión globalizada de las finanzas
que ha mirado sólo al beneficio y no al bien común", sostuvo.
Por tanto aseguró que más allá de las medidas coyunturales necesarias para bloquear las turbulencias
financieras y salir de la recesión generalizada, es necesario "hacer todo esfuerzo" por restablecer la
dimensión humana a la economía.
Según el cardenal las previsiones económicas establecen que millones de trabajadores quienes, antes
de la crisis, podían sentirse seguros se encontrarán entre los desocupados y se anexarán a las mil
millones de personas que viven en la pobreza extrema en el mundo.
Además, apuntó, corren el riesgo de frenarse todos los programas de ayuda internacional a favor de
las poblaciones más pobres.
"De las numerosas discusiones multilaterales sobre la crisis el mundo se espera propuestas concretas y
eficaces, en capacidad de garantizar a todos, incluidos aquellos que han perdido el trabajo o corren el
riesgo de perderlo, un nivel de rédito y de seguridad esencial", dijo.
4
"Se espera además -indicó- que sean siempre respetado los derechos fundamentales de los
trabajadores y que la coordinación entre los gobiernos incluya el diálogo con los sindicatos sin
prejuicios sobre la cooperación internacional al desarrollo sino buscando potenciarla".
IX – El Papa Benedicto XVI personalmente abordó el tema en numerosas oportunidades, como el en
Sínodo de la palabra (26.10.08)1, en su mensaje COMBATIR LA POBREZA, CONSTRUIR LA
PAZ2 y el Miércoles 22 de abril de 2009 en una de sus catequesis donde expresó un juicio ético de
sus causas: “Auperto observa también que el afán de ganancias de los ricos y los poderosos de la
sociedad de su tiempo existe también en el interior de las almas de los monjes; por ello, escribió un
tratado titulado De cupiditate, en el que, con el apóstol san Pablo, denuncia desde el inicio la codicia
como la raíz de todos los males. Escribe:”Desde el suelo de la tierra diversas espinas agudas brotan
de varias raíces; en el corazón del hombre, en cambio, los piquetes de todos los vicios proceden de
una única raíz, la codicia" (De cupiditate 1: CCCM 27 b, p. 963). Este relieve revela toda su
actualidad a la luz de la presente crisis económica mundial. Vemos que precisamente de esta raíz de
la codicia ha nacido esta crisis. Ambrosio imagina la objeción que los ricos y los poderosos podrían
aducir diciendo: nosotros no somos monjes; para nosotros no valen ciertas exigencias ascéticas. Y
responde:”Es verdad lo que decís, pero también para vosotros vale el camino angosto y estrecho,
según la manera de vuestro estado de vida y en la medida de vuestras fuerzas, porque el Señor sólo
propuso dos puertas y dos caminos (es decir, la puerta estrecha y la ancha, el camino angosto y el
cómodo); no indicó una tercera puerta o un tercer camino" (l.c., p. 978)”
Ve claramente que los estilos de vida son muy distintos. Pero también para el hombre de este mundo,
también para el rico vale el deber de combatir contra la codicia, contra el afán de poseer, de
aparecer, contra el falso concepto de libertad como facultad de disponer de todo según el propio
arbitrio. También el rico debe encontrar el auténtico camino de la verdad, del amor y, así, de la vida
recta. Por eso, Auperto, como prudente pastor de almas, al final de su predicación penitencial, sabe
decir una palabra de consuelo:”No he hablado contra los codiciosos, sino contra la codicia, no
contra la naturaleza, sino contra el vicio"
1
El Papa dijo que "las cosas visibles y tangibles" parecen realidades verdaderas "pero no son nada".
"Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos. El dinero desaparece, no es nada. Las cosas que parecen realidades en
las cuales confiamos, son sólo de segundo orden".
Dijo que hay que cambiar la propia idea de materia, dejar atrás "la identificación de las realidades tangibles como las más
sólidas" y considerar a la "palabra de Dios como fundamento de todo, la verdadera realidad". Este concepto, "al parecer más
pequeño, es el fundamento de todo".
"La casa de nuestra vida se puede construir sobre la arena o la roca", dijo el Papa. "La arena está entre las cosas que se
pueden tocar, como el dinero, el éxito, la carrera. Aparentemente estas son las realidades, pero se puede perderlo todo",
concluyó.
2
Benedicto XVI mensaje para la jornada mundial de la paz “La reciente crisis demuestra también que la actividad
financiera está guiada a veces por criterios meramente autorrefenciales, sin consideración del bien común a largo plazo. La
reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo reduce la capacidad de las
finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas
oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo. Una finanza restringida al corto o cortísimo plazo llega a ser
peligrosa para todos, también para quien logra beneficiarse de ella durante las fases de euforia financiera[12].
11. De todo esto se desprende que la lucha contra la pobreza requiere una cooperación tanto en el plano económico como en
el jurídico que permita a la comunidad internacional, y en particular a los países pobres, descubrir y poner en práctica
soluciones coordinadas para afrontar dichos problemas, estableciendo un marco jurídico eficaz para la economía. Exige
también incentivos para crear instituciones eficientes y participativas, así como ayudas para luchar contra la criminalidad y
promover una cultura de la legalidad. Por otro lado, es innegable que las políticas marcadamente asistencialistas están en el
origen de muchos fracasos en la ayuda a los países pobres. Parece que, actualmente, el verdadero proyecto a medio y largo
plazo sea el invertir en la formación de las personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa. Si bien
las actividades económicas necesitan un contexto favorable para su desarrollo, esto no significa que se deba distraer la
atención de los problemas del beneficio. Aunque se haya subrayado oportunamente que el aumento de la renta per capita no
puede ser el fin absoluto de la acción político-económica, no se ha de olvidar, sin embargo, que ésta representa un
instrumento importante para alcanzar el objetivo de la lucha contra el hambre y la pobreza absoluta. Desde este punto de
vista, no hay que hacerse ilusiones pensando que una política de pura redistribución de la riqueza existente resuelva el
problema de manera definitiva. En efecto, el valor de la riqueza en una economía moderna depende de manera determinante
de la capacidad de crear rédito presente y futuro. Por eso, la creación de valor resulta un vínculo ineludible, que se debe tener
en cuenta si se quiere luchar de modo eficaz y duradero contra la pobreza material.”
5
X - Propone una tributación más justa y la desaparición de los “paraísos fiscales”
Éste es uno de los puntos centrales expresado por la Santa Sede en la Conferencia de Doha (Qatar),
que organizó Naciones Unidas sobre la financiación al desarrollo, y que se celebró a finales de
noviembre.
El documento, fue elaborado por el Consejo Pontificio "Justicia y paz", y aprobado por la Secretaría
de Estado.
Una nueva moral económica
Para la Santa Sede, la solución a la crisis pasa por un pacto internacional en materia financiera y
fiscal,
de
forma
que
se
recupere
la
"confianza"
y
la
"transparencia".
"Los mercados financieros no pueden operar sin confianza; y sin transparencia y sin reglas no puede
haber confianza. El buen funcionamiento del mercado requiere por tanto un importante papel del
Estado y, donde es apropiado, de la comunidad internacional para fijar y hacer respetar reglas de
transparencia y de prudencia".
Sin embargo, en el fondo, no habrá solución mientras no haya una "formación de la conciencia moral
de las personas", ya que las normas por sí solas "no pueden garantizar" la marcha de la economía.
"Ninguna intervención de regulación puede "garantizar" su eficacia prescindiendo de la conciencia
moral bien formada y de la responsabilidad cotidiana de los operadores del mercado, especialmente de
los
empresarios
y
de
los
grandes
operadores
financieros",
advierte.
"El hombre nunca puede ser cambiado o redimido sencillamente desde el exterior", añade el
documento.
Por ello, apunta, "es necesario llegar al ser moral más profundo de las personas, es necesaria una
educación real en el ejercicio de la responsabilidad hacia el bien de todos, de parte de todos los
sujetos, a todos los niveles: operadores financieros, familias, empresas, instituciones financieras,
autoridades públicas, sociedad civil".
Esta educación a la responsabilidad "puede encontrar un fundamento sólido en algunos principios
indicados por la doctrina social, que son patrimonio de todos y base de toda la vida social: el bien
común universal, el destino universal de los bienes, la prioridad del trabajo sobre el capital".
Al respecto, la Iglesia cree también que es necesario repensar el propio trabajo de los operadores
financieros, sometidos ellos los primeros a la "absoluta prioridad del capital" sobre las personas, con
"horas de trabajo larguísimas y estresantes, y horizonte temporal cortísimo de referencia para las
decisiones". Afirmaciones de Giovanni Marseguerra, profesor de Economía Política en la Universidad
Católica de Milán y secretario científico de la Fundación vaticana "Centesimus Annus-Pro Pontifice".
Es sorprendente entonces, cómo desde un planteo ético pudo llegar a predecir con fundamento, el
desenvolvimiento del sector financiero cuyo conflictivo desenlace ha dejado a su vez, estas
lecciones:
1. Trasciende los aspectos económico financieros técnicos, pues sus repercusiones ingresan en
cuestiones económico-sociales al perder las familias sus trabajos, sus viviendas y sus ahorros.
2. Un factor clave en el contagio de la crisis obedece a incorrectos y descontrolados
comportamientos humanos bajo la forma de especulaciones aventuradas, avaricias e
inmoderados deseos de ganancias, prácticas fraudulentas y riesgos inaceptables.
3. Es apreciable que los defectos humanos individuales se concierten en daños sociales, pero
también en daños empresariales, en este caso incuantificables.
4. La ausencia del Estado, o de los estados, u organismos internacionales que velen por el bien
común internacional, demuestra la necesidad de su presencia, toda vez que los mercados no
son eficaces para su autorregulación y control en las actividades que se ejercen en su seno.
Pero cada día se siente más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la
economía correspondan adecuados órganos internacionales de control y de guía válidos, que
6
orienten la economía misma hacia el bien común, cosa que un Estado solo, aunque fuese el
más poderoso de la tierra, no es capaz de lograr .
5. Inexcusablemente el sector financiero debería saber que sus operaciones tienen estrecha
vinculación con los valores morales: crédito proviene de creer. Las apreciaciones en los
otorgamientos de préstamos no solamente reparan en la capacidad de pago de los clientes, las
garantías ofrecidas, las posibilidades económicas personales y el contexto del mercado, sino
que hay una ponderación de las características, virtudes y defectos del tomador del crédito y
en definitiva una calificación de su comportamiento ético.
6. Precisamente porque el dinero es una representación del valor, es que su falsificación es
severamente sancionada en todo el mundo. Igualmente las propias emisiones monetarias sin
respaldo son en sí mismas un fraude. Por consiguiente las multiplicaciones de dinero que
exceden a las actividades reales, no pueden quedar sujetas al arbitrio de las personas.
7. Técnicamente incluso pueden ofrecerse soluciones, pero quedarán circunscriptas al propio
ámbito técnico. El planteo desde la ética es mucho más categórico. Si se hubiesen tenido en
cuenta las advertencias, las tareas tecno-financieras hubiesen podido predecir con mejor
precisión la gravedad de la crisis. Y posibilitado adoptar medidas oportunas.
8. Las autoridades y organismos de control al haberse limitado a los aspectos formales de la
expansión financiera, desatendiendo las cuestiones morales y éticas implícitas en el actuar de
los agentes intervinientes, han sido ineficaces para pronosticar y prevenir la crisis...
XI - El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Celestino Migliore, señaló
que la crisis financiera hunde sus raíces no solo en inadecuado sistema regulatorio sino,
especialmente en la falta de ética y conducta moral.
En su intervención referida al tema de la crisis financiera global, el Arzobispo resaltó que "el
aprovechamiento desmedido y la búsqueda inescrupulosa de ganancia a cualquier costo ha
hecho que las personas olviden la ética de los negocios", al tiempo que alentó no solo a
solidarizarse con los países más pobres sino a generar los medios para "evitar crisis similares en el
futuro".
Tras comentar cómo algunos gobiernos no fueron lo suficientemente estrictos para establecer las
reglas económicas en los niveles más altos, Mons. Migliore precisó que "el principio de
subsidiariedad requiere que los gobiernos y las grandes agencias internacionales aseguren la
solidaridad a nivel nacional y global".
"No se debe olvidar que en los extremos del sistema financiero hay personas jubiladas, pequeños
negocios familiares, industrias sencillas y una cantidad incontable de empleados para quienes los
ahorros son una manera esencial de sostenimiento. La actividad financiera necesita ser
suficientemente transparente para que los ahorristas individuales, especialmente los pobres y los
más desprotegidos, entiendan lo que va a suceder con su dinero. Esto no solo es una llamada para
tomar medidas efectivas de seguridad por parte de los gobiernos, sino también para tener un alto
estándar de conducta ética por parte de los líderes financieros".
El Prelado vaticano destacó también que "un estilo de vida, incluso un modelo económico, basado
solamente en el creciente e incontrolable consumo y no en el ahorro ni en la creación de capital
productivo, es económicamente insostenible. También es insostenible desde el punto de vista del
medio ambiente y, por encima de todo, de la dignidad humana en sí misma; ya que el consumidor
irresponsable renuncia a su propia dignidad como criatura racional y ofende la dignidad de los
otros".
7
"Por encima de todo –prosiguió– existe una necesidad de invertir en las personas. Una vez que
las inevitables operaciones de salvataje terminen, los gobiernos y la comunidad internacional
deben invertir su dinero en ayuda a las poblaciones más pobres".
Luego de comentar cómo la experiencia demuestra que los que parecen menos "calificados" para
devolver préstamos suelen ser, paradójicamente, los más "serios y confiables prestadores", el
Arzobispo explicó que "la historia de los países desarrollados demuestra que los préstamos para
salud, educación, vivienda y otros servicios básicos que benefician a los más débiles en los niveles
socio-económicos; al final prueban que son la inversión que más provecho genera, ya que
aseguran el funcionamiento armonioso de la sociedad como un todo".
XII - Para recuperarse de la crisis económica, revisar los sistemas de valores
Cumbre anual de los representantes de religiones con la Unión Europea BRUSELAS, martes, 12
mayo 2009 (ZENIT.org).- "La crisis económica actual revela una crisis espiritual y una falsa jerarquía
de valores". Este es el análisis que monseñor Van Luyn, presidente de la Comisión de Conferencias
Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), comunicó a los presidentes de la Comisión
Europea y del Parlamento Europeo con ocasión de la Cumbre anual de los representantes de las
religiones monoteístas con los presidentes de las instituciones de la Unión Europea (UE).
Invitados por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, una veintena de
representantes de la las religiones cristiana, judía y musulmana, procedentes de doce estados
miembros, así como de Rusia se reunieron en el Berlaymont, en Bruselas, para intercambiar sobre la
crisis económica y financiera y hacer una contribución ética al debate sobre la gestión económica
europea y mundial, según informa en una nota de prensa la COMECE.
Monseñor Adrianus van Luyn subrayó que la falta de responsabilidad que ha llevado a la crisis
económica no debía ser únicamente atribuida a los banqueros y a los comerciantes, sino también a
aquellos responsables políticos que hicieron promesas que iban más allá de los compromisos que
querían verdaderamente mantener, siendo un ejemplo los objetivos del milenio en materia de
desarrollo.
Monseñor Reinhard Marx, arzobispo de Munich y vicepresidente de la COMECE, subrayó el riesgo
de pérdida de confianza en la economía de mercado liberal, especialmente en los estados miembros de
Europa central y oriental, donde son numerosos quienes habían depositado mucha esperanza en este
modelo estos últimos veinte años.
Por su parte, monseñor Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín, apeló al establecimiento de un marco
ético y jurídico apropiado que permita a la economía funcionar de manera eficaz y realizar su función
social. A fin de preparar un crecimiento renovado, según el arzobispo es esencial centrarse en los más
débiles de nuestra sociedad. Puso en guardia sobre el hecho de que "si no logramos poner en acción
políticas encaminadas a poner en valor los talentos de los más vulnerables, los marginados se
encontrarán, a la llegada de la recesión, todavía más marginados y la sociedad se encontrará todavía
más frágil".
El cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, lanzó un llamamiento en favor de una educación en la
responsabilidad que mire hacia el bien común y que se dirija a todos los niveles: agentes financieros,
familias, empresas, autoridades públicas, sociedad civil. Esta educación en la responsabilidad puede
encontrar un fundamento sólido en los principios de la doctrina social de la Iglesia: el bien común
universal, el destino universal de los bienes, y la prioridad del trabajo sobre el capital.
8
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, así como el presidente del Parlamento
Europeo, Hans-Gert Pöttering, se congratularon de este encuentro y el amplio intercambio de puntos
de vista que permitió.
Subrayaron que la Unión Europea no está basada en el modelo capitalista, fundada sobre el
materialismo, sino más bien sobre el modelo de la economía social de mercado, que sitúa al hombre
en el centro de sus preocupaciones. También reconocieron la importancia fundamental del diálogo de
la UE con las Religiones.
Este diálogo, que depende desde hace cinco años de la buena voluntad de los representantes de la UE,
se convertirá en cambio en obligatorio cuando entre el vigor el Tratado de Lisboa, gracias al artículo
17.
XIII - La crisis financiera es ante todo un problema humano
Declaración final del Seminario de Justicia y Solidaridad del CELAM LIMA, martes, 12 mayo
2009 (ZENIT.org).- El Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM realizó un Seminario
sobre crisis financiera internacional y su impacto en los pobres, del 3 al 7 de mayo en Lima-Perú.
El objetivo de este Seminario era realizar un análisis y reflexión de la situación y causas de la crisis
económico-financiera, el cambio climático y las prioridades de la acción pastoral en la opción
preferencial por los pobres dados los tiempos que vive la región.
Participaron en el Encuentro representantes de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia,
Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, Costa Rica y República Dominicana.
Los asistentes hicieron una declaración final -dividida en tres partes: ver, juzgar y actuar- en la que
afirman que "al enfrentar la crisis actual que afecta a nuestras sociedades, no estamos ante un mero
problema técnico financiero. Se trata de un problema humano y ecológico, en sus causas y en sus
consecuencias, que como tal no resulta en absoluto ajeno a la misión y vida de la Iglesia, sino que, por
el contrario, es parte constitutiva de la tarea evangelizadora".
"Constatamos que vivimos una crisis --dice la declaración--, que impacta en la reducción del
crecimiento económico, el aumento del desempleo, la reducción del comercio e inversiones externas e
internas, la disminución de la liquidez así como de los recursos para el gasto social, el incremento de
los precios de los alimentos y los medicamentos con sus secuelas de profundización de la pobreza y
desigualdad".
"A esta situación nos ha llevado principalmente el actual modelo económico centrado en el
consumismo, en un sistema financiero especulativo y el afán incesante de obtener cada vez mayor
lucro".
"En el contexto actual del cambio climático y la depredación de los bienes naturales, nos preocupa la
velocidad de los cambios producidos en el medio ambiente y la ecología y la lentitud de las respuestas
sociales frente a ellos. Es de resaltar la dependencia de las fuentes de energía fósiles, por sus
consecuencias en el calentamiento global y los cambios climáticos", añade.
Los firmantes de la declaración lamentan que las medidas anti-crisis "no tengan verdadera proyección
de largo alcance, no cuestionen a fondo las bases del modelo económico y estilo de desarrollo que es
el ‘caldo de cultivo' de esta crisis, no incorporan las urgentes respuestas frente al cambio climático ni
las necesidades regionales de integración".
9
Y consideran "más injusto todavía que los pobres no tengan voz ni representación en las discusiones y
toma de decisiones". En este sentido "es clamoroso que hoy se estén discutiendo diversas medidas de
rescate de grandes empresas financieras e industriales sin discutir a fondo el impacto en los
empobrecidos y excluidos, en las razas y culturas de nuestro tiempo así como en las generaciones
futuras".
En el apartado de la declaración dedicado a "juzgar", los firmantes afirman que deben vivir su
vocación profética "cuestionando el estilo de vida consumista y depredador que quiebra la solidaridad
de la familia humana y que nos impide ver el planeta como casa común".
Desde esta perspectiva, subrayan, "es necesario caminar hacia un estilo de vida solidario, austero, que
incluya a empobrecidos y excluidos y se plantee con firmeza el cuidado de la creación".
En el apartado dedicado a "actuar", indican que "urge llevar a cabo capacitaciones y actividades
formativas que profundicen el análisis y prevean nuevas situaciones que puedan darse, a fin de
visualizar las mejores soluciones, transformarlas en propuestas e incidir en políticas públicas".
"Los tiempos actuales nos exigen hacer un serio análisis de estas situaciones con la gente, desde las
parroquias hasta los niveles subnacionales y nacionales", sugieren.
"Es importante exigir a los países industrializados la adhesión y cumplimiento de los protocolos
internacionales suscritos para disminuir los gases de efecto invernadero y el calentamiento global",
afirman.
Indican que "los mayores esfuerzos para salir de la crisis deben realizarlos quienes se enriquecieron
más, acumulando riquezas". "Es necesario para ello que el FMI y el Banco Mundial reorienten sus
objetivos en el marco de una reforma fundamental, convirtiéndose en verdaderas instancias de apoyo
al desarrollo humano integral".
"Corresponde a la Iglesia, dados sus niveles de credibilidad y legitimidad, un rol clave en la
promoción de espacios de diálogo equitativos, bien informados en que participen todos los sectores y
actores involucrados con una actitud de escucha".
Los firmantes piden "urgir a los cristianos y cristianas que tienen liderazgo en lo económico, político
y ambiental, a que contribuyan activamente a la humanización de las estructuras y por el bien común
desde los niveles locales, subnacionales hasta los nacionales y continentales".
Así mismo "exigir que se adopten políticas públicas activas para proteger y promover el trabajo y el
empleo con los consiguientes ingresos dignos; así mismo aumentar la urgente inversión social
especialmente a favor de las poblaciones empobrecidas y excluidas".
"Tenemos que caminar definitivamente hacia sociedades austeras, solidarias en lo económico y
sustentables", sugieren.
Y concluyen afirmando que "es tarea de las Pastorales Sociales-Cáritas implementar las conclusiones
de Aparecida en clave de Misión Continental en la perspectiva que nos plantea DA 474-c, "buscar un
modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la
responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la
justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e
individualista que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos."
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CONCLUSIÓN
1. Un cristiano jamás acepta como una fatalidad la evolución histórica y económica. Afirma la
influencia de las libertades humanas sobre los acontecimientos.
2. Un cristiano se esfuerza por analizar objetivamente las situaciones concretas. Sin embargo, su
centro de perspectiva es el hombre, valor superior a cualquier bien económico.
3. Un cristiano se hace el deber de conciencia de respetar las disposiciones legales, pero sabe que la
moral tiene, a menudo exigencias que las sobrepasa. Discípulo de Cristo, está inspirado por su caridad
que le hace ver más lejos de la estricta justicia: ama a los otros. Su prójimo, son los que le están
próximos por el trabajo común y por la antigüedad en ese trabajo común. El prójimo, los otros, son
también los obreros para los patronos, y los patronos para los obreros.
4. Un cristiano, frente a cualquier dificultad, no se aísla de los otros; se siente solidario de sus
propias situaciones y quiere unir su esfuerzo al de los demás para encontrar una solución.
Pbro. Lic. Pedro Torres 14-05-2009
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ANEXO
I. EXIGENCIAS CRISTIANAS A UN PROGRAMA ECONOMICO 3
San Pablo nos traza el programa al decir que vivamos "sobria, justa y piadosamente".
Programa que se extiende sobre los ricos y los pobres, aunque no con las mismas proporciones.
Todo reajuste económico y financiero exige necesariamente medidas severas. Hay fardos tan
pesados que para levantarlos se necesita el esfuerzo de muchos. Sin duda, para la restauración de un
país se imponen sacrificios a todos. Pero algunos pueden soportarlos sin privarse de lo necesario,
mientras que otros viven con recursos ya tan módicos que cualquier restricción suplementaria los
reducirá a los peores extremos. Hay familias que deben conformarse con semi-salarios muy inferiores
al mínimo vital y son más numerosas de los que se piensa. Hay pequeños rentistas cuyas rentas
disminuyen incesantemente. Viejos cuya miseria es dolorosa. Hogares afectados por la enfermedad
para los cuales el fin de mes es un terrible plazo. Si se imponen restricciones de orden financiero, que
se afecte a aquél que posee lo superfluo, pero que se deje intacto el haber de aquel que no tiene sino lo
necesario.
1. SOBRIEDAD: la primera exigencia cristiana del momento es la sobriedad y la austeridad.
a) Sobriedad y austeridad ante todo en quienes mandan, obligados a predicar con el ejemplo.
Sobriedad en su vida personal y privada. Austeridad en sus actuaciones públicas. Lo cual significa
supresión de gastos inútiles y aún reducción de todo aquello que no sea absolutamente exigido por su
función.
b) Sobriedad y austeridad en los ricos, en los pudientes y particularmente en los empresarios y
propietarios de empresas. No sería justo pedir austeridad a los trabajadores y empleados, mientras
estos tengan una remuneración a todas luces insuficientes, y aquellos, en cambio acumulen sueldos
pingües, no se contentan con márgenes moderados de ganancias y aún descuiden la inversión
conveniente de los beneficios en mejoras de instalaciones y ampliación y solidez de la empresa.
Sobriedad en los gastos personales y familiares; supresión del lujo; moderación en el uso de tantas
diversiones y espectáculos, con mucha frecuencia caros. No llevar un tren de vida reñido con la
modestia cristiana y que incluso puede provocar el escándalo en los de abajo.
c) Sobriedad y austeridad en los funcionarios y empleados de todas clases. Vida ejemplar,
entregada a su trabajo, que es servicio a los hermanos, en el puesto de responsabilidad administrativa
que cada uno ocupa.
d) Sobriedad y austeridad en los sacerdotes, religiosos y religiosas, con la que esparzan alrededor
suyos, de sus iglesias, de sus casas, de sus colegios, de sus clínicas y de todas sus instituciones, ese
buen olor de Cristo-del Cristo pobrísimo de Belén, sobrio en toda su vida, y austero y desnudo en la
Cruz-que invita irresistiblemente a la imitación.
e) Sobriedad también en los obreros evitando que la frivolidad moderna haga gastar en diversiones
y cosas innecesarias los modestos recursos que vendrían bien para alimentos, vestidos, y para adquirir
una sana cultura.
2. JUSTICIA SOCIAL:
a) Y con la sobriedad, la justicia. Y más que nunca la justicia social. Es deber de todos el abrir paso a
una más justa distribución de bienes- de todos los bienes- y a un más equitativo reparto de las cargas,
para acortar las distancias y suprimir irritantes desniveles.
b) Las medidas de estabilización descansan, sin duda en gran parte, sobre la actuación de la
iniciativa privada. Pero exigen de esta una clara conciencia de su responsabilidad para con la sociedad
y directamente para con los hombres que de la empresa dependen.
c) E igualmente los trabajadores, teniendo conciencia de su deber, han de contribuir activamente al
desarrollo y progreso del país, mediante un trabajo honrado y eficaz. Pero es necesario advertir que
los obreros son igualmente conscientes de su derecho al respeto de su dignidad humana y a una
participación mayor en el aumento del bienestar de la nación, proporcionada a sus necesidades reales
3
RICHAUD Y LIÉNART OBISPOS FRANCESES BURDEOS Y LILLE
12
y a su real aportación del bien general. Frecuentemente les ha correspondido una parte excesiva del
sacrificio común, representado para ellos por el nivel de los salarios, la duración de la jornada o el
estado del utilaje.
d) En cuanto a la autoridad varios son los deberes morales que sobre ella pesan en la hora presente.
Para que las medidas de estabilización y la subsiguientes medidas de desarrollo económico, que
exigen sacrificios a todas las clases del país, se acepten sinceramente y se secunden por todos, habrán
de darse varias condiciones: información suficiente que permita orientarse en las decisiones de
acuerdo con los objetivos propuestos, y una cierta participación en la gestión conjunta, que haga
posible el esfuerzo solidario que se reclama de todos.
Para con los obreros, concretamente, toca a la autoridad del Estado una particular responsabilidad
moral. El hombre que trabaja suele tener la sensación de ser pieza fundamental de todo plan o reforma
económica. Y es deber del estado quitar todo fundamento al temor de que las consecuencias
desfavorables que le sigan, han de afectarle a él más que a los ricos y poderosos.
La estabilización ha de producir, sin dudas, efectos morales beneficiosos, tales como el refuerzo de
la disciplina laboral y la mejor del rendimiento; los obreros conscientes son los primeros en desear
que así sea. Pero será necesario actuar con exquisito sentido de justicia social, para que cuando los
planes comiencen a fructificar, sus beneficios lleguen a los obreros en proporción equitativa.
León XIII resumió así la misión del Estado:"Al defender los derechos de los particulares, ha de
tenerse un cuidado especial con los de la clase ínfima y pobre. Porque la clase rica, fuerte ya de por sí,
necesita menos la defensa pública; mientras que las clases inferiores, que no cuentan con propia
defensa, tienen una especial necesidad de encontrarla en el patrocinio del mismo Estado. Por tanto, el
estado debe dirigir sus cuidados y su providencia preferentemente hacia los obreros, que están en el
número de los pobres y necesitados".
Por otro lado, caen dentro de las exigencias estrictas del bien común las medidas tendientes a
suprimir algunas causas institucionales de las que depende la subida de los precios: monopolios e
intermediarios principalmente, pero también ciertos impuestos sobre el consumo, así como toda la
impericia y falta de eficiencia en la gestión de los servicios públicos.
3. PIEDAD:
a) La piedad no puede confundirse con cierta propensión o facilidad para los actos religiosos.
Ni se identifica tampoco con esa especie de dulzura o bondad de carácter que suele adornar a muchas
personas piadosas.
La piedad es una auténtica virtud, una fuerza, una energía espiritual que opera habitualmente en
el hombre piadoso y le hace amar, respetar y venerar, con todas las consecuencias prácticas que ello
supone, a quienes ejercen sobre él una verdadera paternidad a saber: Dios, sus progenitores y la Patria.
b) Practicar esta virtud es vivir, ante todo, la paternidad divina sobre nosotros. Y como
consecuencia, sentirnos hermanos de todos los hombres, verdaderos hijos de Dios como nosotros, por
la naturaleza y la gracia. Ajustar nuestra conducta como miembros de la gran familia divina, en la que
los sufrimientos, los dolores y las privaciones de los hermanos, así como sus alegrías y triunfos, los
consideramos como propios y los compartimos de corazón.
c) Practicar la piedad es amar a la Patria, dentro de la gran comunidad humana, ya que en la Patria
recibimos el ser y con la cultura, la historia, las grandezas y hasta las miserias y defectos. Vivir, por
tanto, piadosamente, equivale a ser auténticos patriotas, sentirnos solidarios con los millones de
hombres y mujeres que con nosotros vieron la luz en el solar nacional.
d) "La piedad-dice San Pablo- es útil para todo". Bien entendida, bien practicada, será útil también
para fortalecer nuestro espíritu de sobriedad, y para estimularnos a practicar mejor la justicia.
II. DESOCUPACION Y DESPIDOS
1. El trabajo del hombre es una realidad querida por Dios y santificada por Cristo. La
desocupación es por consiguiente, un mal moral antes de ser un mal económico. Sus consecuencias
sobre el valor personal del obrero, sobre la condición de vida, en el hogar, en el conjunto de la vida
social, son dignas de ser tomadas en cuenta antes de cualquier despido.
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2. La desocupación es un grave mal moral para los hogares obreros. Mal moral, y no simple hecho
económico, como pretenden ciertas teorías de economistas que no vacilarían en proponerlo como una
solución útil y aún beneficiosa en ciertas circunstancias para facilitar una restauración. No es
aceptable ese materialismo económico que sacrifica la persona humana de los trabajadores al dinero y
al provecho.
a) La desocupación es un mal moral en primer lugar porque castiga, con su lote de sufrimientos, a
seres humanos en su carne y en su corazón. La pérdida del empleo, la privación total y parcial del
salario introduce en el hogar obrero la incomodidad y la restricción de las necesidades esenciales para
la vida, la inseguridad, la angustia del día siguiente, y a menudo la miseria. Ningún cristiano, ningún
hombre puede permanecer indiferente a semejante sufrimiento de sus hermanos.
b) La desocupación es un mal moral también, porque atenta contra la dignidad del trabajador. El
trabajo no es una mercancía que se pueda separar de la persona del trabajador por una decisión
unilateral de la autoridad. El trabajador es un ser humano que ha comprometido en su trabajo toda su
personalidad de hombre, no solamente con sus energías físicas y musculares, sino también con su
inteligencia, su competencia, su conciencia de hombre honesto. Es un esposo, un padre de familia
que, hasta en su trabajo, lleva sus responsabilidades, sus preocupaciones, sus cargas, su intención de
retirar de su labor los recursos necesarios para hacer vivir a los que ama, su mujer y sus hijos. Tiene
derecho también al respeto de su dignidad, en primer lugar en la fijación de las condiciones de trabajo
por convenciones colectivas, y después en las circunstancias exteriores que podrían llevarlo a la
ruptura del vínculo moral entre él y la empresa.
c) En fin, para los cristianos, la desocupación es un mal moral, porque viola el designio de Dios
que quiere que el hombre trabaje y pueda encontrar en los frutos de su trabajo, para él y los suyos, el
medio de vivir una vida humana. En una economía humana, en una sociedad más justa y mejor
organizada no deberá ya haber lugar para la desocupación.
3.- Así como el paro espectacular, real y visible, plantea graves problemas de orden moral, social y
humano, el paro encubierto lleva consigo consecuencias de orden moral suficientes para preocupar a
la conciencia cristiana. La supresión o reducción del número de horas extras, así como de ciertos
estímulos o incentivos voluntariamente implantados por muchas empresas; el despido de obreros
eventuales, expresión equívoca con la que se designa no pocas veces a obreros respaldados tan solo
por contratos trimestrales o semestrales, que, por estar sujetos a renovación periódica ofrecen menos
resistencia a la rescisión unilateral por parte de la empresa; el despido entre los aprendices ; cierta
presión entre los obreros en edad próxima a la jubilación para que la soliciten antes de tiempo y una
evidente disminución de las posibilidades de practicar el doble empleo, arrastra consigo una
disminución de los ingresos familiares y supone ante todo una restricción del poder de compra de los
salarios reales. Plantea en ocasiones la necesidad de emigrar a otras zonas en busca de trabajo,
favorece la tendencia de la mujer en trabajar para ayudar al marido y facilita el camino a una psicosis
de inestabilidad económica capaz de sembrar la angustia en el hogar de los trabajadores y de crear con
este estado de ánimo un grave riesgo moral y una peligrosa amenaza para la paz de la sociedad.
4.- Nadie en conciencia puede acudir al despido, si no es en última instancia, después de agotar
honradamente todos los recursos. Y aún entonces no se podría imponer de cualquier modo, sino
mediando un cierto período de aviso y ateniéndose a un orden de prelación que tenga en cuenta todas
las circunstancias personales y familiares de cada trabajador.
5.- Debe evitarse tener clasificados como eventuales los obreros que debieran ser clasificados como
permanentes.
Deben tomarse disposiciones para proveer de la mejor manera posible a la reclasificación de los
trabajadores despedidos y para asegurar un mínimo de vida conveniente a los trabajadores afectados
por la desocupación parcial o total.
6.- La desocupación no puede ser sino "temporaria" y sufrida por los responsables de la ciudad, de
la profesión, de la empresa. Todos los medios deben ser puestos en práctica para evitarla o reducirla.
Jamás debe ser encarada como un bien para reactivar un negocio o equilibrar una situación.
7.- En momentos de dificultades económicas, el despido no debe ser la primera solución
automáticamente encarada. Solución demasiada fácil. El despido no puede, sino llegar en último
lugar, cuando se ha hecho imposible recurrir a otras soluciones, examinadas antes en conciencia según
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las exigencias de la justicia, la equidad y la caridad, así como después de la aplicación leal de las
medidas legales acerca de las condiciones de despido.
III. RESPONSABILIDAD DE LOS DIRIGENTES
1. El deber de un dirigente es suministrar, en toda la medida de lo posible, un trabajo regular y
suficientemente remunerativo a los que emplee. Tiene un deber cierto de previsión económica y de
imaginación de modernizar a tiempo su empresa, de hacer las investigaciones y gestiones adecuadas
para asegurar a su empresa un funcionamiento durable y mercados para el futuro.
2. Aún frente a las dificultades económicas de una empresa o de un país, los dirigentes deben tener
la preocupación de asegurar una prioridad absoluta a los salarios vitales. Un abandono momentáneo
de la remuneración al capital, una reducción que comience por arriba de la jerarquía de los salarios y
sueldos, un empleo de las reservas de la empresa pueden ser necesarios en un período particularmente
difícil. En este punto la moral evangélica del renunciamiento debe dictar a los que tienen una posición
ventajosa o gozan de mayor seguridad, los gestos que los cristianos deben ser los primeros en hacer y
que servirán de ejemplo a sus colegas y compatriotas.
Siempre es una falta grave preferir el dinero al hombre, aunque este sea el último en la escala social, y
sacrificar la persona o la familia del trabajador a intereses económicos personales o colectivos. Si se
imponen sacrificios, no son los salarios vitales los primeros que deben sufrir; son las ganancias. En
una economía humana, la remuneración del capital se hace efectiva después de la remuneración de los
obreros. Conviene garantizar especialmente a los salarios más bajos, horas de trabajo que aseguren un
nivel de vida conveniente.
3. En sus decisiones y en sus previsiones, el dirigente cristiano debe tener conciencia de las
solidaridades que lo atan a las otras empresas, a los otros sectores de la economía. Evitará transferir a
los otros las dificultades que encuentra. Se asociará a ellos para compartirlas.
4. Para evitar una retracción general y más prolongada, pueden ser necesarias ciertas inversiones.
Hay, entonces, para las empresas como para las personas privadas, un deber de hacerlas. La
acumulación se hace egoísmo. La preocupación del bien común es la principal forma de la caridad
social. Hay una obligación de solidaridad que hacer cumplir a los capitales: prestar un servicio
nacional.
5. Es necesario resistir a la tentación de aprovechar de una situación difícil para entregarse a alzas
de precios que, si no son ilegales, serían inmorales y peligrosas para el saneamiento de la economía.
Una conciencia cristiana no puede soportar que ciertas categorías de ciudadanos exploten un período
de crisis para enriquecerse, mientras otros conocen momentos de austeridad.
IV. RESPONSABILIDAD DE LOS EMPLEADOS Y OBREROS
1. Los empleados y obreros no dejarán de tener cuenta en sus reivindicaciones legítimas y los
procedimientos para hacerlas triunfar, las dificultades que puedan experimentar sus empresas, y en la
coyuntura actual, proseguir su consciente esfuerzo profesional sin perder el sentido de su solidaridad
con los otros trabajadores.
2. Los trabajadores afirmarán con tanta mas fuerza y harán tanto más respetar su dignidad cuanto
conserven en las discusiones y las manifestaciones su calma y el domino de sí mismos, prohibiéndose
violencias que lo comprometen todo.
V. PROGRESO SOCIAL
En tiempos de dificultades económicas, es necesario resistir a la tentación de un estancamiento
social. Semejante coyuntura puede al contrario, presentarse como providencial para operar los
reajustes que se imponían desde largo tiempo atrás y para tomar las iniciativas frente a las cuales se
retrocedía.
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1. El progreso social no debe simplemente buscarse en el orden material. Todo progreso social
supone una concepción más moral de las estructuras. Consistirá en hacerlas más humanas y más
comunitarias. No importa progreso el tener una moneda pesada si su aparición entraña un salario
liviano e impone de esa manera nuevas restricciones a hogares que no poseen sino el mínimo vital.
2. Debe tomarse en consideración el papel y la importancia de la estructura sindical. Como todo
hombre el obrero tiene derechos inalienables. No puede renunciarlos: aislado es impotente para
defenderlos y en el estado actual de cosas las asociaciones sindicales son necesarias.
3. Es menester esforzarse por desarrollar las relaciones contractuales, por encontrar puntos
concretos para entablar diálogos constructivos desde el nivel de la empresa y para poner en función
todos los organismos posibles de cooperación.
4. El cuadro profesional parece privilegiado para este diálogo y esta cooperación. Un verdadero
progreso social conforme con las directivas dadas a menudo por los soberanos pontífices, no podrá ser
realizado sino en la medida en que se construya progresivamente una organización profesional. Se ha
hecho necesario y urgente crear en la profesión una organización estable con sus instituciones, sus
servicios, sus contratos colectivos, sus encuentros regulares y sus vínculos orgánicos, entre los
representantes de las fuerzas sindicales, de la dirección y del personal. Por la organización profesional
la justicia social se hará posible y todos los miembros de la profesión, aunque salvaguardando sus
intereses propios y legítimos, buscarán juntos el bien común de la profesión más próspera y los
medios de tomar su parte de responsabilidad en la vida económica y social de la nación.
VI. BIEN CUMUN Y ACCION COLECTIVA
1.- Para remediar los males que nos amenazan, no basta con ser personalmente desinteresados,
ingeniosos para prestar servicios, prontos para multiplicar las iniciativas para "salvar" al prójimo en
dificultades. Es necesario también participar en una acción colectiva en favor del mejoramiento de la
organización social.
2.- Este deber es tan imperioso como los otros, pero es demasiado desconocido. Muchos católicos
creen realizar el ideal de la vida cristiana, primero porque respetan la moral individual, familiar y
profesional, después porque rezan, reciben los sacramentos y no faltan a misa el domingo, luego
porque se muestran caritativos en toda ocasión, y, por último porque participan en ciertas obras
parroquiales. Todavía no han descubierto sus responsabilidades con respeto al medio de vida a que
pertenecen. Allí donde Dios los ha colocado, en lugar de unirse a sus hermanos para trabajar con ellos
por el bien común de su patria y de toda la humanidad, "se retiran bajo su tienda" como decía PIO
XII que calificaba de "deserción" esta abstención mezquina o indiferente y que no vacilaba en
declarar:" frente a la ruina en la cual están cerca de caer vuestros propios hermanos y vuestro pueblo,
esta abstención no es de ninguna manera neutra, como lo pretenden los que en ella se refugian: se lo
quiera o nó, es cómplice".
3. Solo hay dos medios de no ser cómplice: comprometerse al servicio del bien común por una
parte en las organizaciones temporales que buscan procurar a todos una vida más humana más justa,
más fraternal: por otra, en la acción católica especializada, que procura poner al alcance de todos, en
todos los medios, los tesoros de la redención.
4. Sería verdaderamente muy fácil, si cada vez que nos amenaza una crisis bastara con protestar
contra el gobierno. No sospechemos a priori de las intenciones y los actos de nuestros dirigentes de
ayer o de hoy, todos enfrentados con dificultades abrumadoras, y sepamos rendir homenaje a todo el
que merece alabanza por sus decisiones. No consideremos al Estado como la Providencia universal.
No esperemos solamente de los poderes públicos el mejor reajuste de las estructuras sociales. En este
terreno, la familia y la profesión tienen su palabra que decir y el estado debe consultarlas, así como
alentarlas, defenderlas, secundarlas, en lugar de, como sucede a menudo, suplirlas.
5. Un cristiano no puede contentarse solo con ocuparse bien de su propia familia y de su trabajo
profesional. Si verdaderamente quiere hacer la voluntad de Dios y amar eficazmente a su prójimo,
debe comprometerse, ya sea en una asociación familiar, un sindicato, o una acción política. Así
contribuirá a hacer a la sociedad más conforme con el plan divino, esforzándose por promover allí una
justicia más equitativa, una fraternidad mejor vivida, una organización más racional en un espíritu
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cristiano. Para luchar contra la injusticia y el desorden, la competencia de los técnicos no es
suficiente. Es necesaria también la caridad de Cristo. Sólo ésta, porque nos muestra en todo hombre
un hermano de nuestra raza y un Hijo de Dios, puede guiarnos en la búsqueda de las medidas más
acertadas y ayudarnos a realizarlas con decisión. Sólo esta caridad puede dar un sentido a nuestras
pruebas, un impulso a nuestra generosidad, la perseverancia a nuestros valientes esfuerzos.
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