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CONSIDERACIONES ETICAS SOBRE LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL A LA LUZ DE LA ENSEÑANZA SOCIAL DE LA IGLESIA (Ponencia en la sala Regino Maders de la legislatura de Córdoba, para una mesa redonda conmemorando el aniversario de la Rerum novarum) A MODO DE INTRODUCCIÓN I - Nos hemos reunido aquí con ocasión de un aniversario más de la RERUM NOVARUM (de las cosas nuevas) con la que el Papa León XIII ofreció luz sobre la llamada crisis de la industrialización y sus desafíos frente al mundo del trabajo. Hoy recordamos este acontecimiento frente a una nueva crisis (recurrentes) La crisis financiera internacional que desde finales del 2007 se hace sentir en el mundo y que todavía no deja vislumbrar sus consecuencias en la economía real de la economía global y regional. Al hablar de economía nos introducimos en mundo muy complejo: W. Chruchil decía que cada vez que se reunía con los economistas salía confundido, que si eran cuatro cada uno afirmaba cosas distintas. (De hecho al terminar la II Guerra mundial buscó caminos para reconstruir Europa y coincidió con los pedagogos que había que empezar a reconstruir reconstruyendo la familia). II - También el Papa Benedicto, aunque todavía no ha entregado una Encíclica social prevista para este año, nos ha advertido que cada generación debe hacer una nueva síntesis y reaprender la esperanza: Así en Spe Salvi del 30 de noviembre de 2007 dice: “25. Una consecuencia de lo dicho es que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación; nunca es una tarea que se pueda dar simplemente por concluida. No obstante, cada generación tiene que ofrecer también su propia aportación para establecer ordenamientos convincentes de libertad y de bien, que ayuden a la generación sucesiva, como orientación al recto uso de la libertad humana y den también así, siempre dentro de los límites humanos, una cierta garantía también para el futuro. Con otras palabras: las buenas estructuras ayudan, pero por sí solas no bastan. El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior. Francis Bacon y los seguidores de la corriente de pensamiento de la edad moderna inspirada en él, se equivocaban al considerar que el hombre sería redimido por medio de la ciencia. Con semejante expectativa se pide demasiado a la ciencia; esta especie de esperanza es falaz. La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma. Por otra parte, debemos constatar también que el cristianismo moderno, ante los éxitos de la ciencia en la progresiva estructuración del mundo, se ha concentrado en gran parte sólo sobre el individuo y su salvación. Con esto ha reducido el horizonte de su esperanza y no ha reconocido tampoco suficientemente la grandeza de su cometido, si bien es importante lo que ha seguido haciendo para la formación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren.” III - El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004), retraduce la expresión de “las cosas nuevas” del León XIII y pasando más allá del desafío de la automatización y el trabajo que planteaba Juan Pablo II al comienzo de su pontificado, presenta los desafíos de la globalización a la economía y al mundo financiero (368-376). IV - En realidad, aunque para muchos economistas una crisis como la que nos toca vivir era más que improbable, Juan Pablo II, en más de una oportunidad advirtió que la caída del sistema comunista representada en la caída del muro de Berlín no era signo del triunfo definitivo del capitalismo, como les dijo a los empresarios en su visita a México de 1990. Es sus Encíclicas (cfr. CA 36, E Vitae 91) y frecuentes viajes hablo de la esperanza en una economía de la solidaridad, en una economía de comunión y devolverle un rostro humano a la economía Global: La globalización debe estar al servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien común, Discurso del Santo Padre a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, Viernes 27 de abril de 2001. V - Podríamos decir entonces que así como hay que reaprender la esperanza, después de pasar por el sueño o la pesadilla de las privatizaciones, de la idolatrización del mercado, de la llamada flexibilización laboral, de “las bellezas” de una macroeconomía donde todo iba bien mientras crecía la pobreza de los pueblos, y ahora por la socialización de las pérdidas de un sistema financiero que se dejó ganar por la codicia, deberíamos reaprender el sentido del trabajo, la administración de los recursos no renovables del planeta, la equitativa distribución de la riquezas, la austeridad y la solidaridad desde la rehabilitación de la dignidad de todo hombre y de todo el hombre. Es decir deberíamos redescubrir un marco ético que regule el mundo de la política y la economía, incluso a nivel global. (Es notable que se ha pasado de un lenguaje técnico a un lenguaje ético. Se escucha decir: recuperar la confianza, codicia, avaricia, sobriedad, responsabilidad. etc). RECORRIDO POR LOS PRONUNCIAMIENTOS ECLESIALES SOBRE LA CRISIS VI - El Episcopado Latinoamericano siguiendo lo afirmado en aparecida ha tenido varios pronunciamientos. El del CELAM afirma en el: Mensaje del CELAM ante la crisis actual 1. La Presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), reunida en Bogotá los días 5 y 6 de febrero con los Obispos Directivos de los Departamentos y Centros, y en el espíritu de la Misión Continental, manifiesta su preocupación y solidaridad ante la grave crisis actual. Al mismo tiempo, llama la atención sobre la responsabilidad que tenemos todos: gobernantes, políticos, empresarios, obreros, asociaciones civiles y comunidades religiosas de los diversos credos, en promover la humanización de las estructuras políticas, económicas y de desarrollo, para que estén al servicio del bien común, de la prioridad del trabajo sobre el capital y de la producción sobre las finanzas. Queremos recorrer juntos este camino de amenazas y oportunidades, apostando a los valores de la democracia, la participación y el diálogo. 2. “Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el vestido y el daño se hará mayor” (Mt 9, 16), palabras del Evangelio que recordó Benedicto XVI en su bendición de Año Nuevo. La referencia hace clara alusión a las medidas que hay que tomar ante la actual crisis económica global. Para el Pontífice, esta crisis pone a prueba el futuro de la globalización. En realidad, la crisis actual no es el resultado de dificultades financieras inmediatas, sino que es una consecuencia del estado de salud ecológica del planeta y, sobre todo, de la crisis cultural y moral que vivimos, cuyos síntomas son evidentes desde hace tiempo en todo el mundo. (Cf. Benedicto XVI, Homilía del 1 enero de 2009). 3. A la luz de la llamada del Papa, esta situación alarmante nos interpela doblemente: de una parte, nos compromete a expresar nuestra solidaridad en acciones y obras concretas, que facilite la búsqueda de soluciones a los problemas del desempleo, el hambre, la migración forzosa, el deterioro de la salud y la pérdida de calidad de vida de los pobres, que como siempre son las víctimas más afectadas de las crisis; por otra parte, nos estimula a empeñar los mejores esfuerzos de las universidades e institutos católicos, y de investigadores y agentes de pastoral social, para contribuir a la formulación de un nuevo modelo de desarrollo para América Latina y El Caribe, y de un sistema económico mundial mejor regulado, que elimine la pobreza y promueva la justicia y la solidaridad en nuestro Continente, tristemente el más inequitativo del planeta. 4. Los obispos de América Latina y El Caribe, reunidos en Aparecida, advirtieron que la globalización comporta el riesgo del fortalecimiento de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo (cfr. Documento de Aparecida, n. 60). De ahí la urgente necesidad de que la globalización deba regirse por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios (Ibíd.). La actual crisis financiera ha puesto de manifiesto el afán excesivo de lucro por encima de la valoración del trabajo y del empleo, convirtiéndolo en un fin en sí mismo. 2 5. Esta inversión de valores pervierte las relaciones humanas sustituyéndolas por las transacciones financieras, que debieran estar al servicio de la producción y de la satisfacción de las necesidades humanas. Se ha hecho evidente que la globalización tal y como está configurada actualmente, no ha sido capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos, que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado (cf. DA, n. 61). La economía internacional ha concentrado el poder y la riqueza en pocas manos, excluyendo a los desfavorecidos e incrementando la desigualdad (cf. DA, n. 62). 6. Esto lleva a considerar seriamente la necesidad de establecer las bases para un nuevo orden internacional, fundado en nuevas reglas de juego, que también tengan en cuenta los valores del Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia, a fin de promover una globalización marcada por la solidaridad y la racionalidad, que haga de este Continente no solo el Continente de la esperanza, sino también del amor (cf. DA, n. 64). Para lograr este propósito, se hace indispensable la presencia y colaboración de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin discriminación religiosa, cultural, política e ideológica. 7. Frente al anhelo de construir la paz, una vida más digna y plena para todos y abrir caminos de esperanza a los pobres y excluidos, queremos concluir, haciendo nuestras las preguntas de Benedicto XVI: “¿Cómo no pensar en tantas personas y familias afectadas por las dificultades y las incertidumbres que la actual crisis financiera y económica ha provocado a escala mundial? ¿Cómo no evocar la crisis alimentaria y el calentamiento climático, que dificultan todavía más el acceso a los alimentos y al agua a los habitantes de las regiones más pobres del planeta?” (Discurso a los Miembros del Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2009). Estos cuestionamientos hacen resonar hoy día con mayor vehemencia la dramática pregunta de Dios a Caín que nos afecta a todos, nos interpela y no nos puede dejar indiferentes: “¿dónde está tu hermano?” (Gen. 4, 9). VII _ Por ejemplo el Observatorio social del CELAM se pregunta ¿CRISIS FINANCIERA O ESPIRITUAL? La actual crisis financiera mundial ha dejado al descubierto la incoherencia y la perversión de las lógicas financieras vigentes, las cuales están desconectadas de la ética económica y se colocan sólo al servicio de unos pocos. El Director del Observatorio Pastoral del CELAM destaca más que la crisis financiera, la crisis espiritual y ética que vive el mundo de hoy. Estamos viendo, “cómo la mala conducta individual burda y sin control en la actividad del mercado afecta la estabilidad de las empresas, pero también de los países y luego de los hombres y mujeres que componen la sociedad en la que vivimos”, como dice Monseñor Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín (Irlanda), a raíz de la crisis financiera global. Los hombres de negocios juegan irresponsablemente con el futuro de las empresas, afectando las vidas de muchas familias en el mundo. El crimen organizado en el campo de la economía, expresado en nuevas formas de especulación irresponsable y en comportamientos deshonestos en la interacción empresarial, se ha aprovechado de las ventajas de la globalización para sacar provecho para unos pocos. “Si me pidieran, continúa diciendo Monseñor Martin, quien durante muchos años trabajó en el Pontificio Consejo Justicia y Paz, una descripción del desarrollo económico descontrolado, volvería mi vista a la Torre de Babel. El relato bíblico habla de personas que sintieron que tenían la capacidad de construir una torre que pudiera unir el cielo y la tierra. Cuando la gente piensa que puede mantener un desarrollo descontrolado, con demasiada frecuencia lo que ocurre es aquello que ocurrió en Babel la torre se colapsa y la gente acaba dividida”. La Conferencia Episcopal Francesa dice, por su parte, que “nuestras sociedades están quebrantadas. Y como siempre, en estos casos, los más pobres son las primeras y más inocentes víctimas”. 3 El Papa Benedicto XVI, hablando sobre la turbulencia de los mercados, decía que el que construye sobre el dinero, está construyendo sobre arena. "Vemos con el colapso de los grandes bancos que el dinero sencillamente desaparece, que no significa nada, y que todas las cosas que nos parecen tan importantes, en realidad son secundarias", afirmó el Papa en el marco del Sínodo de la Palabra Como en estos temas no nos podemos quedar en una descripción de la realidad o en un análisis crítico, en Estas reflexiones surgen varias propuestas: Revisar las actuales formas de buscar el beneficio económico, especialmente las prácticas especulativas a corto plazo. Reformar los sistemas de remuneración y gratificación de los dirigentes de las instituciones financieras, las cuales acumulan beneficios de forma inconsiderada. Promover una reorientación de la economía al servicio de las personas y de los pueblos. Reestructurar, con la cooperación de los Estados, la organización de las instituciones financieras locales y globales. Se hacen necesarias nuevas estructuras financieras internacionales que se pongan al servicio de las personas y de los pueblos; y que combatan el comportamiento irresponsable de quienes se apoderaron del sistema económico vigente. Propiciar un acceso más razonable al crédito, especialmente a los sectores más desprotegidos. Benedicto XVI, en mensaje dirigido ya en 2006, a los participantes en la Conferencia Internacional organizada en el Vaticano por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz sobre “Microcrédito y lucha contra la pobreza” les decía que las formas de microcrédito deben convertirse en una expresión concreta de solidaridad; y los alentaba a un “renovado compromiso por la promoción de la cultura de la solidaridad inspirada en los valores evangélicos. Reorientar las finanzas al servicio de la economía productiva que tenga en cuenta las exigencias medioambientales En conclusión, no podemos desconocer la crisis financiera en que se debate el mundo actual; pero no hay duda que la raíz del problema está en la crisis espiritual, ética y humanística de la sociedad. Si no volvemos a los valores centrales del ser humano, nuestro mundo no saldrá del “capitalismo salvaje” y su destino está signado por el individualismo, el caos y la destrucción. VIII- Mons Bertone. En la carta el "número dos" del Vaticano al G-8 destacó la importancia de discutir sobre problemas laborales en el contexto de la "más grave crisis financiera de la historia": "La iniciativa de poner al trabajo en el centro del debate internacional es como nunca oportuna porque no existen dudas de la dimensión ética de la crisis causada por una gestión globalizada de las finanzas que ha mirado sólo al beneficio y no al bien común", sostuvo. Por tanto aseguró que más allá de las medidas coyunturales necesarias para bloquear las turbulencias financieras y salir de la recesión generalizada, es necesario "hacer todo esfuerzo" por restablecer la dimensión humana a la economía. Según el cardenal las previsiones económicas establecen que millones de trabajadores quienes, antes de la crisis, podían sentirse seguros se encontrarán entre los desocupados y se anexarán a las mil millones de personas que viven en la pobreza extrema en el mundo. Además, apuntó, corren el riesgo de frenarse todos los programas de ayuda internacional a favor de las poblaciones más pobres. "De las numerosas discusiones multilaterales sobre la crisis el mundo se espera propuestas concretas y eficaces, en capacidad de garantizar a todos, incluidos aquellos que han perdido el trabajo o corren el riesgo de perderlo, un nivel de rédito y de seguridad esencial", dijo. 4 "Se espera además -indicó- que sean siempre respetado los derechos fundamentales de los trabajadores y que la coordinación entre los gobiernos incluya el diálogo con los sindicatos sin prejuicios sobre la cooperación internacional al desarrollo sino buscando potenciarla". IX – El Papa Benedicto XVI personalmente abordó el tema en numerosas oportunidades, como el en Sínodo de la palabra (26.10.08)1, en su mensaje COMBATIR LA POBREZA, CONSTRUIR LA PAZ2 y el Miércoles 22 de abril de 2009 en una de sus catequesis donde expresó un juicio ético de sus causas: “Auperto observa también que el afán de ganancias de los ricos y los poderosos de la sociedad de su tiempo existe también en el interior de las almas de los monjes; por ello, escribió un tratado titulado De cupiditate, en el que, con el apóstol san Pablo, denuncia desde el inicio la codicia como la raíz de todos los males. Escribe:”Desde el suelo de la tierra diversas espinas agudas brotan de varias raíces; en el corazón del hombre, en cambio, los piquetes de todos los vicios proceden de una única raíz, la codicia" (De cupiditate 1: CCCM 27 b, p. 963). Este relieve revela toda su actualidad a la luz de la presente crisis económica mundial. Vemos que precisamente de esta raíz de la codicia ha nacido esta crisis. Ambrosio imagina la objeción que los ricos y los poderosos podrían aducir diciendo: nosotros no somos monjes; para nosotros no valen ciertas exigencias ascéticas. Y responde:”Es verdad lo que decís, pero también para vosotros vale el camino angosto y estrecho, según la manera de vuestro estado de vida y en la medida de vuestras fuerzas, porque el Señor sólo propuso dos puertas y dos caminos (es decir, la puerta estrecha y la ancha, el camino angosto y el cómodo); no indicó una tercera puerta o un tercer camino" (l.c., p. 978)” Ve claramente que los estilos de vida son muy distintos. Pero también para el hombre de este mundo, también para el rico vale el deber de combatir contra la codicia, contra el afán de poseer, de aparecer, contra el falso concepto de libertad como facultad de disponer de todo según el propio arbitrio. También el rico debe encontrar el auténtico camino de la verdad, del amor y, así, de la vida recta. Por eso, Auperto, como prudente pastor de almas, al final de su predicación penitencial, sabe decir una palabra de consuelo:”No he hablado contra los codiciosos, sino contra la codicia, no contra la naturaleza, sino contra el vicio" 1 El Papa dijo que "las cosas visibles y tangibles" parecen realidades verdaderas "pero no son nada". "Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos. El dinero desaparece, no es nada. Las cosas que parecen realidades en las cuales confiamos, son sólo de segundo orden". Dijo que hay que cambiar la propia idea de materia, dejar atrás "la identificación de las realidades tangibles como las más sólidas" y considerar a la "palabra de Dios como fundamento de todo, la verdadera realidad". Este concepto, "al parecer más pequeño, es el fundamento de todo". "La casa de nuestra vida se puede construir sobre la arena o la roca", dijo el Papa. "La arena está entre las cosas que se pueden tocar, como el dinero, el éxito, la carrera. Aparentemente estas son las realidades, pero se puede perderlo todo", concluyó. 2 Benedicto XVI mensaje para la jornada mundial de la paz “La reciente crisis demuestra también que la actividad financiera está guiada a veces por criterios meramente autorrefenciales, sin consideración del bien común a largo plazo. La reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo reduce la capacidad de las finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo. Una finanza restringida al corto o cortísimo plazo llega a ser peligrosa para todos, también para quien logra beneficiarse de ella durante las fases de euforia financiera[12]. 11. De todo esto se desprende que la lucha contra la pobreza requiere una cooperación tanto en el plano económico como en el jurídico que permita a la comunidad internacional, y en particular a los países pobres, descubrir y poner en práctica soluciones coordinadas para afrontar dichos problemas, estableciendo un marco jurídico eficaz para la economía. Exige también incentivos para crear instituciones eficientes y participativas, así como ayudas para luchar contra la criminalidad y promover una cultura de la legalidad. Por otro lado, es innegable que las políticas marcadamente asistencialistas están en el origen de muchos fracasos en la ayuda a los países pobres. Parece que, actualmente, el verdadero proyecto a medio y largo plazo sea el invertir en la formación de las personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa. Si bien las actividades económicas necesitan un contexto favorable para su desarrollo, esto no significa que se deba distraer la atención de los problemas del beneficio. Aunque se haya subrayado oportunamente que el aumento de la renta per capita no puede ser el fin absoluto de la acción político-económica, no se ha de olvidar, sin embargo, que ésta representa un instrumento importante para alcanzar el objetivo de la lucha contra el hambre y la pobreza absoluta. Desde este punto de vista, no hay que hacerse ilusiones pensando que una política de pura redistribución de la riqueza existente resuelva el problema de manera definitiva. En efecto, el valor de la riqueza en una economía moderna depende de manera determinante de la capacidad de crear rédito presente y futuro. Por eso, la creación de valor resulta un vínculo ineludible, que se debe tener en cuenta si se quiere luchar de modo eficaz y duradero contra la pobreza material.” 5 X - Propone una tributación más justa y la desaparición de los “paraísos fiscales” Éste es uno de los puntos centrales expresado por la Santa Sede en la Conferencia de Doha (Qatar), que organizó Naciones Unidas sobre la financiación al desarrollo, y que se celebró a finales de noviembre. El documento, fue elaborado por el Consejo Pontificio "Justicia y paz", y aprobado por la Secretaría de Estado. Una nueva moral económica Para la Santa Sede, la solución a la crisis pasa por un pacto internacional en materia financiera y fiscal, de forma que se recupere la "confianza" y la "transparencia". "Los mercados financieros no pueden operar sin confianza; y sin transparencia y sin reglas no puede haber confianza. El buen funcionamiento del mercado requiere por tanto un importante papel del Estado y, donde es apropiado, de la comunidad internacional para fijar y hacer respetar reglas de transparencia y de prudencia". Sin embargo, en el fondo, no habrá solución mientras no haya una "formación de la conciencia moral de las personas", ya que las normas por sí solas "no pueden garantizar" la marcha de la economía. "Ninguna intervención de regulación puede "garantizar" su eficacia prescindiendo de la conciencia moral bien formada y de la responsabilidad cotidiana de los operadores del mercado, especialmente de los empresarios y de los grandes operadores financieros", advierte. "El hombre nunca puede ser cambiado o redimido sencillamente desde el exterior", añade el documento. Por ello, apunta, "es necesario llegar al ser moral más profundo de las personas, es necesaria una educación real en el ejercicio de la responsabilidad hacia el bien de todos, de parte de todos los sujetos, a todos los niveles: operadores financieros, familias, empresas, instituciones financieras, autoridades públicas, sociedad civil". Esta educación a la responsabilidad "puede encontrar un fundamento sólido en algunos principios indicados por la doctrina social, que son patrimonio de todos y base de toda la vida social: el bien común universal, el destino universal de los bienes, la prioridad del trabajo sobre el capital". Al respecto, la Iglesia cree también que es necesario repensar el propio trabajo de los operadores financieros, sometidos ellos los primeros a la "absoluta prioridad del capital" sobre las personas, con "horas de trabajo larguísimas y estresantes, y horizonte temporal cortísimo de referencia para las decisiones". Afirmaciones de Giovanni Marseguerra, profesor de Economía Política en la Universidad Católica de Milán y secretario científico de la Fundación vaticana "Centesimus Annus-Pro Pontifice". Es sorprendente entonces, cómo desde un planteo ético pudo llegar a predecir con fundamento, el desenvolvimiento del sector financiero cuyo conflictivo desenlace ha dejado a su vez, estas lecciones: 1. Trasciende los aspectos económico financieros técnicos, pues sus repercusiones ingresan en cuestiones económico-sociales al perder las familias sus trabajos, sus viviendas y sus ahorros. 2. Un factor clave en el contagio de la crisis obedece a incorrectos y descontrolados comportamientos humanos bajo la forma de especulaciones aventuradas, avaricias e inmoderados deseos de ganancias, prácticas fraudulentas y riesgos inaceptables. 3. Es apreciable que los defectos humanos individuales se concierten en daños sociales, pero también en daños empresariales, en este caso incuantificables. 4. La ausencia del Estado, o de los estados, u organismos internacionales que velen por el bien común internacional, demuestra la necesidad de su presencia, toda vez que los mercados no son eficaces para su autorregulación y control en las actividades que se ejercen en su seno. Pero cada día se siente más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la economía correspondan adecuados órganos internacionales de control y de guía válidos, que 6 orienten la economía misma hacia el bien común, cosa que un Estado solo, aunque fuese el más poderoso de la tierra, no es capaz de lograr . 5. Inexcusablemente el sector financiero debería saber que sus operaciones tienen estrecha vinculación con los valores morales: crédito proviene de creer. Las apreciaciones en los otorgamientos de préstamos no solamente reparan en la capacidad de pago de los clientes, las garantías ofrecidas, las posibilidades económicas personales y el contexto del mercado, sino que hay una ponderación de las características, virtudes y defectos del tomador del crédito y en definitiva una calificación de su comportamiento ético. 6. Precisamente porque el dinero es una representación del valor, es que su falsificación es severamente sancionada en todo el mundo. Igualmente las propias emisiones monetarias sin respaldo son en sí mismas un fraude. Por consiguiente las multiplicaciones de dinero que exceden a las actividades reales, no pueden quedar sujetas al arbitrio de las personas. 7. Técnicamente incluso pueden ofrecerse soluciones, pero quedarán circunscriptas al propio ámbito técnico. El planteo desde la ética es mucho más categórico. Si se hubiesen tenido en cuenta las advertencias, las tareas tecno-financieras hubiesen podido predecir con mejor precisión la gravedad de la crisis. Y posibilitado adoptar medidas oportunas. 8. Las autoridades y organismos de control al haberse limitado a los aspectos formales de la expansión financiera, desatendiendo las cuestiones morales y éticas implícitas en el actuar de los agentes intervinientes, han sido ineficaces para pronosticar y prevenir la crisis... XI - El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Celestino Migliore, señaló que la crisis financiera hunde sus raíces no solo en inadecuado sistema regulatorio sino, especialmente en la falta de ética y conducta moral. En su intervención referida al tema de la crisis financiera global, el Arzobispo resaltó que "el aprovechamiento desmedido y la búsqueda inescrupulosa de ganancia a cualquier costo ha hecho que las personas olviden la ética de los negocios", al tiempo que alentó no solo a solidarizarse con los países más pobres sino a generar los medios para "evitar crisis similares en el futuro". Tras comentar cómo algunos gobiernos no fueron lo suficientemente estrictos para establecer las reglas económicas en los niveles más altos, Mons. Migliore precisó que "el principio de subsidiariedad requiere que los gobiernos y las grandes agencias internacionales aseguren la solidaridad a nivel nacional y global". "No se debe olvidar que en los extremos del sistema financiero hay personas jubiladas, pequeños negocios familiares, industrias sencillas y una cantidad incontable de empleados para quienes los ahorros son una manera esencial de sostenimiento. La actividad financiera necesita ser suficientemente transparente para que los ahorristas individuales, especialmente los pobres y los más desprotegidos, entiendan lo que va a suceder con su dinero. Esto no solo es una llamada para tomar medidas efectivas de seguridad por parte de los gobiernos, sino también para tener un alto estándar de conducta ética por parte de los líderes financieros". El Prelado vaticano destacó también que "un estilo de vida, incluso un modelo económico, basado solamente en el creciente e incontrolable consumo y no en el ahorro ni en la creación de capital productivo, es económicamente insostenible. También es insostenible desde el punto de vista del medio ambiente y, por encima de todo, de la dignidad humana en sí misma; ya que el consumidor irresponsable renuncia a su propia dignidad como criatura racional y ofende la dignidad de los otros". 7 "Por encima de todo –prosiguió– existe una necesidad de invertir en las personas. Una vez que las inevitables operaciones de salvataje terminen, los gobiernos y la comunidad internacional deben invertir su dinero en ayuda a las poblaciones más pobres". Luego de comentar cómo la experiencia demuestra que los que parecen menos "calificados" para devolver préstamos suelen ser, paradójicamente, los más "serios y confiables prestadores", el Arzobispo explicó que "la historia de los países desarrollados demuestra que los préstamos para salud, educación, vivienda y otros servicios básicos que benefician a los más débiles en los niveles socio-económicos; al final prueban que son la inversión que más provecho genera, ya que aseguran el funcionamiento armonioso de la sociedad como un todo". XII - Para recuperarse de la crisis económica, revisar los sistemas de valores Cumbre anual de los representantes de religiones con la Unión Europea BRUSELAS, martes, 12 mayo 2009 (ZENIT.org).- "La crisis económica actual revela una crisis espiritual y una falsa jerarquía de valores". Este es el análisis que monseñor Van Luyn, presidente de la Comisión de Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), comunicó a los presidentes de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo con ocasión de la Cumbre anual de los representantes de las religiones monoteístas con los presidentes de las instituciones de la Unión Europea (UE). Invitados por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, una veintena de representantes de la las religiones cristiana, judía y musulmana, procedentes de doce estados miembros, así como de Rusia se reunieron en el Berlaymont, en Bruselas, para intercambiar sobre la crisis económica y financiera y hacer una contribución ética al debate sobre la gestión económica europea y mundial, según informa en una nota de prensa la COMECE. Monseñor Adrianus van Luyn subrayó que la falta de responsabilidad que ha llevado a la crisis económica no debía ser únicamente atribuida a los banqueros y a los comerciantes, sino también a aquellos responsables políticos que hicieron promesas que iban más allá de los compromisos que querían verdaderamente mantener, siendo un ejemplo los objetivos del milenio en materia de desarrollo. Monseñor Reinhard Marx, arzobispo de Munich y vicepresidente de la COMECE, subrayó el riesgo de pérdida de confianza en la economía de mercado liberal, especialmente en los estados miembros de Europa central y oriental, donde son numerosos quienes habían depositado mucha esperanza en este modelo estos últimos veinte años. Por su parte, monseñor Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín, apeló al establecimiento de un marco ético y jurídico apropiado que permita a la economía funcionar de manera eficaz y realizar su función social. A fin de preparar un crecimiento renovado, según el arzobispo es esencial centrarse en los más débiles de nuestra sociedad. Puso en guardia sobre el hecho de que "si no logramos poner en acción políticas encaminadas a poner en valor los talentos de los más vulnerables, los marginados se encontrarán, a la llegada de la recesión, todavía más marginados y la sociedad se encontrará todavía más frágil". El cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, lanzó un llamamiento en favor de una educación en la responsabilidad que mire hacia el bien común y que se dirija a todos los niveles: agentes financieros, familias, empresas, autoridades públicas, sociedad civil. Esta educación en la responsabilidad puede encontrar un fundamento sólido en los principios de la doctrina social de la Iglesia: el bien común universal, el destino universal de los bienes, y la prioridad del trabajo sobre el capital. 8 El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, así como el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Pöttering, se congratularon de este encuentro y el amplio intercambio de puntos de vista que permitió. Subrayaron que la Unión Europea no está basada en el modelo capitalista, fundada sobre el materialismo, sino más bien sobre el modelo de la economía social de mercado, que sitúa al hombre en el centro de sus preocupaciones. También reconocieron la importancia fundamental del diálogo de la UE con las Religiones. Este diálogo, que depende desde hace cinco años de la buena voluntad de los representantes de la UE, se convertirá en cambio en obligatorio cuando entre el vigor el Tratado de Lisboa, gracias al artículo 17. XIII - La crisis financiera es ante todo un problema humano Declaración final del Seminario de Justicia y Solidaridad del CELAM LIMA, martes, 12 mayo 2009 (ZENIT.org).- El Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM realizó un Seminario sobre crisis financiera internacional y su impacto en los pobres, del 3 al 7 de mayo en Lima-Perú. El objetivo de este Seminario era realizar un análisis y reflexión de la situación y causas de la crisis económico-financiera, el cambio climático y las prioridades de la acción pastoral en la opción preferencial por los pobres dados los tiempos que vive la región. Participaron en el Encuentro representantes de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, Costa Rica y República Dominicana. Los asistentes hicieron una declaración final -dividida en tres partes: ver, juzgar y actuar- en la que afirman que "al enfrentar la crisis actual que afecta a nuestras sociedades, no estamos ante un mero problema técnico financiero. Se trata de un problema humano y ecológico, en sus causas y en sus consecuencias, que como tal no resulta en absoluto ajeno a la misión y vida de la Iglesia, sino que, por el contrario, es parte constitutiva de la tarea evangelizadora". "Constatamos que vivimos una crisis --dice la declaración--, que impacta en la reducción del crecimiento económico, el aumento del desempleo, la reducción del comercio e inversiones externas e internas, la disminución de la liquidez así como de los recursos para el gasto social, el incremento de los precios de los alimentos y los medicamentos con sus secuelas de profundización de la pobreza y desigualdad". "A esta situación nos ha llevado principalmente el actual modelo económico centrado en el consumismo, en un sistema financiero especulativo y el afán incesante de obtener cada vez mayor lucro". "En el contexto actual del cambio climático y la depredación de los bienes naturales, nos preocupa la velocidad de los cambios producidos en el medio ambiente y la ecología y la lentitud de las respuestas sociales frente a ellos. Es de resaltar la dependencia de las fuentes de energía fósiles, por sus consecuencias en el calentamiento global y los cambios climáticos", añade. Los firmantes de la declaración lamentan que las medidas anti-crisis "no tengan verdadera proyección de largo alcance, no cuestionen a fondo las bases del modelo económico y estilo de desarrollo que es el ‘caldo de cultivo' de esta crisis, no incorporan las urgentes respuestas frente al cambio climático ni las necesidades regionales de integración". 9 Y consideran "más injusto todavía que los pobres no tengan voz ni representación en las discusiones y toma de decisiones". En este sentido "es clamoroso que hoy se estén discutiendo diversas medidas de rescate de grandes empresas financieras e industriales sin discutir a fondo el impacto en los empobrecidos y excluidos, en las razas y culturas de nuestro tiempo así como en las generaciones futuras". En el apartado de la declaración dedicado a "juzgar", los firmantes afirman que deben vivir su vocación profética "cuestionando el estilo de vida consumista y depredador que quiebra la solidaridad de la familia humana y que nos impide ver el planeta como casa común". Desde esta perspectiva, subrayan, "es necesario caminar hacia un estilo de vida solidario, austero, que incluya a empobrecidos y excluidos y se plantee con firmeza el cuidado de la creación". En el apartado dedicado a "actuar", indican que "urge llevar a cabo capacitaciones y actividades formativas que profundicen el análisis y prevean nuevas situaciones que puedan darse, a fin de visualizar las mejores soluciones, transformarlas en propuestas e incidir en políticas públicas". "Los tiempos actuales nos exigen hacer un serio análisis de estas situaciones con la gente, desde las parroquias hasta los niveles subnacionales y nacionales", sugieren. "Es importante exigir a los países industrializados la adhesión y cumplimiento de los protocolos internacionales suscritos para disminuir los gases de efecto invernadero y el calentamiento global", afirman. Indican que "los mayores esfuerzos para salir de la crisis deben realizarlos quienes se enriquecieron más, acumulando riquezas". "Es necesario para ello que el FMI y el Banco Mundial reorienten sus objetivos en el marco de una reforma fundamental, convirtiéndose en verdaderas instancias de apoyo al desarrollo humano integral". "Corresponde a la Iglesia, dados sus niveles de credibilidad y legitimidad, un rol clave en la promoción de espacios de diálogo equitativos, bien informados en que participen todos los sectores y actores involucrados con una actitud de escucha". Los firmantes piden "urgir a los cristianos y cristianas que tienen liderazgo en lo económico, político y ambiental, a que contribuyan activamente a la humanización de las estructuras y por el bien común desde los niveles locales, subnacionales hasta los nacionales y continentales". Así mismo "exigir que se adopten políticas públicas activas para proteger y promover el trabajo y el empleo con los consiguientes ingresos dignos; así mismo aumentar la urgente inversión social especialmente a favor de las poblaciones empobrecidas y excluidas". "Tenemos que caminar definitivamente hacia sociedades austeras, solidarias en lo económico y sustentables", sugieren. Y concluyen afirmando que "es tarea de las Pastorales Sociales-Cáritas implementar las conclusiones de Aparecida en clave de Misión Continental en la perspectiva que nos plantea DA 474-c, "buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos." 10 CONCLUSIÓN 1. Un cristiano jamás acepta como una fatalidad la evolución histórica y económica. Afirma la influencia de las libertades humanas sobre los acontecimientos. 2. Un cristiano se esfuerza por analizar objetivamente las situaciones concretas. Sin embargo, su centro de perspectiva es el hombre, valor superior a cualquier bien económico. 3. Un cristiano se hace el deber de conciencia de respetar las disposiciones legales, pero sabe que la moral tiene, a menudo exigencias que las sobrepasa. Discípulo de Cristo, está inspirado por su caridad que le hace ver más lejos de la estricta justicia: ama a los otros. Su prójimo, son los que le están próximos por el trabajo común y por la antigüedad en ese trabajo común. El prójimo, los otros, son también los obreros para los patronos, y los patronos para los obreros. 4. Un cristiano, frente a cualquier dificultad, no se aísla de los otros; se siente solidario de sus propias situaciones y quiere unir su esfuerzo al de los demás para encontrar una solución. Pbro. Lic. Pedro Torres 14-05-2009 11 ANEXO I. EXIGENCIAS CRISTIANAS A UN PROGRAMA ECONOMICO 3 San Pablo nos traza el programa al decir que vivamos "sobria, justa y piadosamente". Programa que se extiende sobre los ricos y los pobres, aunque no con las mismas proporciones. Todo reajuste económico y financiero exige necesariamente medidas severas. Hay fardos tan pesados que para levantarlos se necesita el esfuerzo de muchos. Sin duda, para la restauración de un país se imponen sacrificios a todos. Pero algunos pueden soportarlos sin privarse de lo necesario, mientras que otros viven con recursos ya tan módicos que cualquier restricción suplementaria los reducirá a los peores extremos. Hay familias que deben conformarse con semi-salarios muy inferiores al mínimo vital y son más numerosas de los que se piensa. Hay pequeños rentistas cuyas rentas disminuyen incesantemente. Viejos cuya miseria es dolorosa. Hogares afectados por la enfermedad para los cuales el fin de mes es un terrible plazo. Si se imponen restricciones de orden financiero, que se afecte a aquél que posee lo superfluo, pero que se deje intacto el haber de aquel que no tiene sino lo necesario. 1. SOBRIEDAD: la primera exigencia cristiana del momento es la sobriedad y la austeridad. a) Sobriedad y austeridad ante todo en quienes mandan, obligados a predicar con el ejemplo. Sobriedad en su vida personal y privada. Austeridad en sus actuaciones públicas. Lo cual significa supresión de gastos inútiles y aún reducción de todo aquello que no sea absolutamente exigido por su función. b) Sobriedad y austeridad en los ricos, en los pudientes y particularmente en los empresarios y propietarios de empresas. No sería justo pedir austeridad a los trabajadores y empleados, mientras estos tengan una remuneración a todas luces insuficientes, y aquellos, en cambio acumulen sueldos pingües, no se contentan con márgenes moderados de ganancias y aún descuiden la inversión conveniente de los beneficios en mejoras de instalaciones y ampliación y solidez de la empresa. Sobriedad en los gastos personales y familiares; supresión del lujo; moderación en el uso de tantas diversiones y espectáculos, con mucha frecuencia caros. No llevar un tren de vida reñido con la modestia cristiana y que incluso puede provocar el escándalo en los de abajo. c) Sobriedad y austeridad en los funcionarios y empleados de todas clases. Vida ejemplar, entregada a su trabajo, que es servicio a los hermanos, en el puesto de responsabilidad administrativa que cada uno ocupa. d) Sobriedad y austeridad en los sacerdotes, religiosos y religiosas, con la que esparzan alrededor suyos, de sus iglesias, de sus casas, de sus colegios, de sus clínicas y de todas sus instituciones, ese buen olor de Cristo-del Cristo pobrísimo de Belén, sobrio en toda su vida, y austero y desnudo en la Cruz-que invita irresistiblemente a la imitación. e) Sobriedad también en los obreros evitando que la frivolidad moderna haga gastar en diversiones y cosas innecesarias los modestos recursos que vendrían bien para alimentos, vestidos, y para adquirir una sana cultura. 2. JUSTICIA SOCIAL: a) Y con la sobriedad, la justicia. Y más que nunca la justicia social. Es deber de todos el abrir paso a una más justa distribución de bienes- de todos los bienes- y a un más equitativo reparto de las cargas, para acortar las distancias y suprimir irritantes desniveles. b) Las medidas de estabilización descansan, sin duda en gran parte, sobre la actuación de la iniciativa privada. Pero exigen de esta una clara conciencia de su responsabilidad para con la sociedad y directamente para con los hombres que de la empresa dependen. c) E igualmente los trabajadores, teniendo conciencia de su deber, han de contribuir activamente al desarrollo y progreso del país, mediante un trabajo honrado y eficaz. Pero es necesario advertir que los obreros son igualmente conscientes de su derecho al respeto de su dignidad humana y a una participación mayor en el aumento del bienestar de la nación, proporcionada a sus necesidades reales 3 RICHAUD Y LIÉNART OBISPOS FRANCESES BURDEOS Y LILLE 12 y a su real aportación del bien general. Frecuentemente les ha correspondido una parte excesiva del sacrificio común, representado para ellos por el nivel de los salarios, la duración de la jornada o el estado del utilaje. d) En cuanto a la autoridad varios son los deberes morales que sobre ella pesan en la hora presente. Para que las medidas de estabilización y la subsiguientes medidas de desarrollo económico, que exigen sacrificios a todas las clases del país, se acepten sinceramente y se secunden por todos, habrán de darse varias condiciones: información suficiente que permita orientarse en las decisiones de acuerdo con los objetivos propuestos, y una cierta participación en la gestión conjunta, que haga posible el esfuerzo solidario que se reclama de todos. Para con los obreros, concretamente, toca a la autoridad del Estado una particular responsabilidad moral. El hombre que trabaja suele tener la sensación de ser pieza fundamental de todo plan o reforma económica. Y es deber del estado quitar todo fundamento al temor de que las consecuencias desfavorables que le sigan, han de afectarle a él más que a los ricos y poderosos. La estabilización ha de producir, sin dudas, efectos morales beneficiosos, tales como el refuerzo de la disciplina laboral y la mejor del rendimiento; los obreros conscientes son los primeros en desear que así sea. Pero será necesario actuar con exquisito sentido de justicia social, para que cuando los planes comiencen a fructificar, sus beneficios lleguen a los obreros en proporción equitativa. León XIII resumió así la misión del Estado:"Al defender los derechos de los particulares, ha de tenerse un cuidado especial con los de la clase ínfima y pobre. Porque la clase rica, fuerte ya de por sí, necesita menos la defensa pública; mientras que las clases inferiores, que no cuentan con propia defensa, tienen una especial necesidad de encontrarla en el patrocinio del mismo Estado. Por tanto, el estado debe dirigir sus cuidados y su providencia preferentemente hacia los obreros, que están en el número de los pobres y necesitados". Por otro lado, caen dentro de las exigencias estrictas del bien común las medidas tendientes a suprimir algunas causas institucionales de las que depende la subida de los precios: monopolios e intermediarios principalmente, pero también ciertos impuestos sobre el consumo, así como toda la impericia y falta de eficiencia en la gestión de los servicios públicos. 3. PIEDAD: a) La piedad no puede confundirse con cierta propensión o facilidad para los actos religiosos. Ni se identifica tampoco con esa especie de dulzura o bondad de carácter que suele adornar a muchas personas piadosas. La piedad es una auténtica virtud, una fuerza, una energía espiritual que opera habitualmente en el hombre piadoso y le hace amar, respetar y venerar, con todas las consecuencias prácticas que ello supone, a quienes ejercen sobre él una verdadera paternidad a saber: Dios, sus progenitores y la Patria. b) Practicar esta virtud es vivir, ante todo, la paternidad divina sobre nosotros. Y como consecuencia, sentirnos hermanos de todos los hombres, verdaderos hijos de Dios como nosotros, por la naturaleza y la gracia. Ajustar nuestra conducta como miembros de la gran familia divina, en la que los sufrimientos, los dolores y las privaciones de los hermanos, así como sus alegrías y triunfos, los consideramos como propios y los compartimos de corazón. c) Practicar la piedad es amar a la Patria, dentro de la gran comunidad humana, ya que en la Patria recibimos el ser y con la cultura, la historia, las grandezas y hasta las miserias y defectos. Vivir, por tanto, piadosamente, equivale a ser auténticos patriotas, sentirnos solidarios con los millones de hombres y mujeres que con nosotros vieron la luz en el solar nacional. d) "La piedad-dice San Pablo- es útil para todo". Bien entendida, bien practicada, será útil también para fortalecer nuestro espíritu de sobriedad, y para estimularnos a practicar mejor la justicia. II. DESOCUPACION Y DESPIDOS 1. El trabajo del hombre es una realidad querida por Dios y santificada por Cristo. La desocupación es por consiguiente, un mal moral antes de ser un mal económico. Sus consecuencias sobre el valor personal del obrero, sobre la condición de vida, en el hogar, en el conjunto de la vida social, son dignas de ser tomadas en cuenta antes de cualquier despido. 13 2. La desocupación es un grave mal moral para los hogares obreros. Mal moral, y no simple hecho económico, como pretenden ciertas teorías de economistas que no vacilarían en proponerlo como una solución útil y aún beneficiosa en ciertas circunstancias para facilitar una restauración. No es aceptable ese materialismo económico que sacrifica la persona humana de los trabajadores al dinero y al provecho. a) La desocupación es un mal moral en primer lugar porque castiga, con su lote de sufrimientos, a seres humanos en su carne y en su corazón. La pérdida del empleo, la privación total y parcial del salario introduce en el hogar obrero la incomodidad y la restricción de las necesidades esenciales para la vida, la inseguridad, la angustia del día siguiente, y a menudo la miseria. Ningún cristiano, ningún hombre puede permanecer indiferente a semejante sufrimiento de sus hermanos. b) La desocupación es un mal moral también, porque atenta contra la dignidad del trabajador. El trabajo no es una mercancía que se pueda separar de la persona del trabajador por una decisión unilateral de la autoridad. El trabajador es un ser humano que ha comprometido en su trabajo toda su personalidad de hombre, no solamente con sus energías físicas y musculares, sino también con su inteligencia, su competencia, su conciencia de hombre honesto. Es un esposo, un padre de familia que, hasta en su trabajo, lleva sus responsabilidades, sus preocupaciones, sus cargas, su intención de retirar de su labor los recursos necesarios para hacer vivir a los que ama, su mujer y sus hijos. Tiene derecho también al respeto de su dignidad, en primer lugar en la fijación de las condiciones de trabajo por convenciones colectivas, y después en las circunstancias exteriores que podrían llevarlo a la ruptura del vínculo moral entre él y la empresa. c) En fin, para los cristianos, la desocupación es un mal moral, porque viola el designio de Dios que quiere que el hombre trabaje y pueda encontrar en los frutos de su trabajo, para él y los suyos, el medio de vivir una vida humana. En una economía humana, en una sociedad más justa y mejor organizada no deberá ya haber lugar para la desocupación. 3.- Así como el paro espectacular, real y visible, plantea graves problemas de orden moral, social y humano, el paro encubierto lleva consigo consecuencias de orden moral suficientes para preocupar a la conciencia cristiana. La supresión o reducción del número de horas extras, así como de ciertos estímulos o incentivos voluntariamente implantados por muchas empresas; el despido de obreros eventuales, expresión equívoca con la que se designa no pocas veces a obreros respaldados tan solo por contratos trimestrales o semestrales, que, por estar sujetos a renovación periódica ofrecen menos resistencia a la rescisión unilateral por parte de la empresa; el despido entre los aprendices ; cierta presión entre los obreros en edad próxima a la jubilación para que la soliciten antes de tiempo y una evidente disminución de las posibilidades de practicar el doble empleo, arrastra consigo una disminución de los ingresos familiares y supone ante todo una restricción del poder de compra de los salarios reales. Plantea en ocasiones la necesidad de emigrar a otras zonas en busca de trabajo, favorece la tendencia de la mujer en trabajar para ayudar al marido y facilita el camino a una psicosis de inestabilidad económica capaz de sembrar la angustia en el hogar de los trabajadores y de crear con este estado de ánimo un grave riesgo moral y una peligrosa amenaza para la paz de la sociedad. 4.- Nadie en conciencia puede acudir al despido, si no es en última instancia, después de agotar honradamente todos los recursos. Y aún entonces no se podría imponer de cualquier modo, sino mediando un cierto período de aviso y ateniéndose a un orden de prelación que tenga en cuenta todas las circunstancias personales y familiares de cada trabajador. 5.- Debe evitarse tener clasificados como eventuales los obreros que debieran ser clasificados como permanentes. Deben tomarse disposiciones para proveer de la mejor manera posible a la reclasificación de los trabajadores despedidos y para asegurar un mínimo de vida conveniente a los trabajadores afectados por la desocupación parcial o total. 6.- La desocupación no puede ser sino "temporaria" y sufrida por los responsables de la ciudad, de la profesión, de la empresa. Todos los medios deben ser puestos en práctica para evitarla o reducirla. Jamás debe ser encarada como un bien para reactivar un negocio o equilibrar una situación. 7.- En momentos de dificultades económicas, el despido no debe ser la primera solución automáticamente encarada. Solución demasiada fácil. El despido no puede, sino llegar en último lugar, cuando se ha hecho imposible recurrir a otras soluciones, examinadas antes en conciencia según 14 las exigencias de la justicia, la equidad y la caridad, así como después de la aplicación leal de las medidas legales acerca de las condiciones de despido. III. RESPONSABILIDAD DE LOS DIRIGENTES 1. El deber de un dirigente es suministrar, en toda la medida de lo posible, un trabajo regular y suficientemente remunerativo a los que emplee. Tiene un deber cierto de previsión económica y de imaginación de modernizar a tiempo su empresa, de hacer las investigaciones y gestiones adecuadas para asegurar a su empresa un funcionamiento durable y mercados para el futuro. 2. Aún frente a las dificultades económicas de una empresa o de un país, los dirigentes deben tener la preocupación de asegurar una prioridad absoluta a los salarios vitales. Un abandono momentáneo de la remuneración al capital, una reducción que comience por arriba de la jerarquía de los salarios y sueldos, un empleo de las reservas de la empresa pueden ser necesarios en un período particularmente difícil. En este punto la moral evangélica del renunciamiento debe dictar a los que tienen una posición ventajosa o gozan de mayor seguridad, los gestos que los cristianos deben ser los primeros en hacer y que servirán de ejemplo a sus colegas y compatriotas. Siempre es una falta grave preferir el dinero al hombre, aunque este sea el último en la escala social, y sacrificar la persona o la familia del trabajador a intereses económicos personales o colectivos. Si se imponen sacrificios, no son los salarios vitales los primeros que deben sufrir; son las ganancias. En una economía humana, la remuneración del capital se hace efectiva después de la remuneración de los obreros. Conviene garantizar especialmente a los salarios más bajos, horas de trabajo que aseguren un nivel de vida conveniente. 3. En sus decisiones y en sus previsiones, el dirigente cristiano debe tener conciencia de las solidaridades que lo atan a las otras empresas, a los otros sectores de la economía. Evitará transferir a los otros las dificultades que encuentra. Se asociará a ellos para compartirlas. 4. Para evitar una retracción general y más prolongada, pueden ser necesarias ciertas inversiones. Hay, entonces, para las empresas como para las personas privadas, un deber de hacerlas. La acumulación se hace egoísmo. La preocupación del bien común es la principal forma de la caridad social. Hay una obligación de solidaridad que hacer cumplir a los capitales: prestar un servicio nacional. 5. Es necesario resistir a la tentación de aprovechar de una situación difícil para entregarse a alzas de precios que, si no son ilegales, serían inmorales y peligrosas para el saneamiento de la economía. Una conciencia cristiana no puede soportar que ciertas categorías de ciudadanos exploten un período de crisis para enriquecerse, mientras otros conocen momentos de austeridad. IV. RESPONSABILIDAD DE LOS EMPLEADOS Y OBREROS 1. Los empleados y obreros no dejarán de tener cuenta en sus reivindicaciones legítimas y los procedimientos para hacerlas triunfar, las dificultades que puedan experimentar sus empresas, y en la coyuntura actual, proseguir su consciente esfuerzo profesional sin perder el sentido de su solidaridad con los otros trabajadores. 2. Los trabajadores afirmarán con tanta mas fuerza y harán tanto más respetar su dignidad cuanto conserven en las discusiones y las manifestaciones su calma y el domino de sí mismos, prohibiéndose violencias que lo comprometen todo. V. PROGRESO SOCIAL En tiempos de dificultades económicas, es necesario resistir a la tentación de un estancamiento social. Semejante coyuntura puede al contrario, presentarse como providencial para operar los reajustes que se imponían desde largo tiempo atrás y para tomar las iniciativas frente a las cuales se retrocedía. 15 1. El progreso social no debe simplemente buscarse en el orden material. Todo progreso social supone una concepción más moral de las estructuras. Consistirá en hacerlas más humanas y más comunitarias. No importa progreso el tener una moneda pesada si su aparición entraña un salario liviano e impone de esa manera nuevas restricciones a hogares que no poseen sino el mínimo vital. 2. Debe tomarse en consideración el papel y la importancia de la estructura sindical. Como todo hombre el obrero tiene derechos inalienables. No puede renunciarlos: aislado es impotente para defenderlos y en el estado actual de cosas las asociaciones sindicales son necesarias. 3. Es menester esforzarse por desarrollar las relaciones contractuales, por encontrar puntos concretos para entablar diálogos constructivos desde el nivel de la empresa y para poner en función todos los organismos posibles de cooperación. 4. El cuadro profesional parece privilegiado para este diálogo y esta cooperación. Un verdadero progreso social conforme con las directivas dadas a menudo por los soberanos pontífices, no podrá ser realizado sino en la medida en que se construya progresivamente una organización profesional. Se ha hecho necesario y urgente crear en la profesión una organización estable con sus instituciones, sus servicios, sus contratos colectivos, sus encuentros regulares y sus vínculos orgánicos, entre los representantes de las fuerzas sindicales, de la dirección y del personal. Por la organización profesional la justicia social se hará posible y todos los miembros de la profesión, aunque salvaguardando sus intereses propios y legítimos, buscarán juntos el bien común de la profesión más próspera y los medios de tomar su parte de responsabilidad en la vida económica y social de la nación. VI. BIEN CUMUN Y ACCION COLECTIVA 1.- Para remediar los males que nos amenazan, no basta con ser personalmente desinteresados, ingeniosos para prestar servicios, prontos para multiplicar las iniciativas para "salvar" al prójimo en dificultades. Es necesario también participar en una acción colectiva en favor del mejoramiento de la organización social. 2.- Este deber es tan imperioso como los otros, pero es demasiado desconocido. Muchos católicos creen realizar el ideal de la vida cristiana, primero porque respetan la moral individual, familiar y profesional, después porque rezan, reciben los sacramentos y no faltan a misa el domingo, luego porque se muestran caritativos en toda ocasión, y, por último porque participan en ciertas obras parroquiales. Todavía no han descubierto sus responsabilidades con respeto al medio de vida a que pertenecen. Allí donde Dios los ha colocado, en lugar de unirse a sus hermanos para trabajar con ellos por el bien común de su patria y de toda la humanidad, "se retiran bajo su tienda" como decía PIO XII que calificaba de "deserción" esta abstención mezquina o indiferente y que no vacilaba en declarar:" frente a la ruina en la cual están cerca de caer vuestros propios hermanos y vuestro pueblo, esta abstención no es de ninguna manera neutra, como lo pretenden los que en ella se refugian: se lo quiera o nó, es cómplice". 3. Solo hay dos medios de no ser cómplice: comprometerse al servicio del bien común por una parte en las organizaciones temporales que buscan procurar a todos una vida más humana más justa, más fraternal: por otra, en la acción católica especializada, que procura poner al alcance de todos, en todos los medios, los tesoros de la redención. 4. Sería verdaderamente muy fácil, si cada vez que nos amenaza una crisis bastara con protestar contra el gobierno. No sospechemos a priori de las intenciones y los actos de nuestros dirigentes de ayer o de hoy, todos enfrentados con dificultades abrumadoras, y sepamos rendir homenaje a todo el que merece alabanza por sus decisiones. No consideremos al Estado como la Providencia universal. No esperemos solamente de los poderes públicos el mejor reajuste de las estructuras sociales. En este terreno, la familia y la profesión tienen su palabra que decir y el estado debe consultarlas, así como alentarlas, defenderlas, secundarlas, en lugar de, como sucede a menudo, suplirlas. 5. Un cristiano no puede contentarse solo con ocuparse bien de su propia familia y de su trabajo profesional. Si verdaderamente quiere hacer la voluntad de Dios y amar eficazmente a su prójimo, debe comprometerse, ya sea en una asociación familiar, un sindicato, o una acción política. Así contribuirá a hacer a la sociedad más conforme con el plan divino, esforzándose por promover allí una justicia más equitativa, una fraternidad mejor vivida, una organización más racional en un espíritu 16 cristiano. Para luchar contra la injusticia y el desorden, la competencia de los técnicos no es suficiente. Es necesaria también la caridad de Cristo. Sólo ésta, porque nos muestra en todo hombre un hermano de nuestra raza y un Hijo de Dios, puede guiarnos en la búsqueda de las medidas más acertadas y ayudarnos a realizarlas con decisión. Sólo esta caridad puede dar un sentido a nuestras pruebas, un impulso a nuestra generosidad, la perseverancia a nuestros valientes esfuerzos. 17