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Transcript
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El neoinstitucionalismo de Douglass C. North: una exposición crítica.
Por Eliézer Tijerina G., Profesor Titular C, Departamento de Economía,
Área de Economía Política,
Universidad Autónoma Metropolitana- Unidad Iztapalapa. Octubre 3,
2008.
Resumen.
Esta investigación consta de tres partes. En la primera, se resumen las ideas
principales del neoinstitucionalismo. En la segunda, se continúa con una
exposición detallada de los principales componentes de esta escuela.
Finalmente, en la parte tercera, para facilitar la comprensión de lo
expuesto, se destacan las partes complementarias y las críticas, tanto de la
ortodoxia como de parte importante de la heterodoxia. En efecto, se
exponen estos aspectos en conexión con la economía neoclásica, del
estructuralismo latinoamericano y del marxismo. El contenido crítico de la
exposición se circunscribe a destacar la impugnación de pilares de la teoría
neoclásica, como la existencia de equilibrio único y eficiente y, en
consecuencia, sin improductividad ni explotación; la conclusión de la
convergencia económica entre países; la información y racionalidad
perfectas; los ajustes flexibles, incluso en el largo plazo; la estática sin
instituciones, sin historia, ni complejidades empíricas como la existencia de
economías de escala, costos de transacción y los poderes de negociación
desiguales. Con el propósito de una interpretación que no deforme las
aportaciones de North, sólo se incluyen algunas críticas al enfoque de
North que se ampliarán en una investigación futura (críticas adicionales se
presentan en Tijerina, 2007ª y 2007b).
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I.
Introducción al neoinstitucionalismo de Douglass C. North.
La nueva escuela económica fundada por North es un impulso renovador
de la investigación económica. Enriquece el contenido empírico de la
economía al incorporar complejidades reales ignoradas por el discurso
económico principal, como la información y racionalidad limitadas, los
equilibrios ineficientes, múltiples e indeterminados, las instituciones y las
organizaciones en un contexto histórico dinámico. De esta manera, amplía
el entendimiento de la economía, considerando la importancia de las
especificidades institucionales de cada país para determinar las
consecuencias de la aplicación de políticas generales como la apertura de
mercados tan en boga en los últimos 25 años.
Concibe a la innovación de manera amplia, como un determinante principal
de la eficiencia dinámica que genera creaciones productivas y crecimiento
económico. En consecuencia, por la importancia que North atribuye a la
información y cognición limitadas y a la innovación, su contribución es
en términos de incertidumbre.
Encuentra que las instituciones son fruto de individuos emprendedores que
trabajan dentro de organizaciones, brindando las reglas generales para los
intercambios humanos y definiendo las oportunidades en unión con las
preferencias y posibilidades de producción, así como los incentivos.
Vincula las instituciones con las decisiones bajo incertidumbre, recalcando
que las instituciones proveen normas culturales (informales) y legales
(formales), que ayudan a reducir las deficiencias en la información y
comprensión de la realidad.
Introduce así factores amplios, como la ideología, la religión, los valores,
principios y convenciones que funcionan como un filtro cultural para la
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interpretación de la información. Al agregar las normas legales, considera
que éstas emanan del Estado y que son primordiales para reducir los costos
de las transacciones y definir los incentivos, así como garantizar el
cumplimiento obligatorio de las leyes y los contratos.
A diferencia de los dogmas aún comunes que atribuyen todos los males al
Estado y todas las virtudes al mercado, sostiene que el Estado tiene un
papel principal en el desempeño económico de los países porque el
crecimiento económico depende esencialmente de un Estado imparcial que
combata a las actividades improductivas y fomente la creatividad e
innovación productivas, definiendo y cumpliendo derechos de propiedad
dinámicamente eficientes.
Como reconoce que los agentes actúan bajo condiciones de información,
cognición, participación y poderes de negociación desiguales, ni las
organizaciones ni el Estado ni las instituciones en su conjunto operan para
el beneficio social ni son necesariamente eficientes. Introduce así la
ambivalencia institucionalizada, particularmente del Estado. En
consecuencia, sugiere el equilibrio de poderes del Estado par aproximarlo a
la imparcialidad, en un contexto cultural de participación descentralizada,
y de libre discusión racional de las ideas, que reduzcan la inmovilidad
cultural, organizacional e institucional y las actividades simplemente
distributivas.
Critica las conductas de la economía neoclásica por estrechas y por ignorar
que tienen dos aspectos: las motivaciones y el desciframiento del medio.
Por lo que respecta a las motivaciones, es imposible desconocer el
altruismo ni el precio que se está dispuesto a pagar por defender
convicciones e ideologías. En cuanto al desciframiento del medio, se
efectúa con base en las habilidades innatas y adquiridas y de la cultura
prevaleciente. Se refuta así la soberanía del individuo.
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El interés central de North es entender porqué no hay convergencia
económica entre países en largos periodos históricos conocidos y las
tendencias al auge, el estancamiento o la declinación del desempeño
económico en el mundo. Plantea un marco teórico con interacciones entre
las organizaciones y las instituciones en el que la estructura de incentivos
determina de manera fundamental aquellas tendencias, integrando una
teoría de la conducta humana y una teoría de los costos de transacción.
Se entiende así el papel de las instituciones, al que es necesario agregar una
teoría de la producción para poder entender las interacciones determinantes
del desempeño económico. Fuera de reconocer la importancia de la
tecnología y las innovaciones, North no ofrece realmente una teoría que
articule la tecnología con la producción capitalista y el dinero, como si
propusieron Marx y Keynes- tradición defendida por los poskeyenesianos
actuales.
Como resumen y ayuda de memoria visual se puede consultar el diagrama
adjunto.
El Neoinstitucionalismo de DC North
Cultura, Historia
Estado
Normas
culturales
Poder Ejecutivo
Poder Legislativo
Poder Judicial
Normas legales
Estructura Institucional
Incentivos
(incluidos los derechos de
propiedad)
Desempeño de los
organismos estatales
Costos de transacción
Tecnología
Contratos
Resultados económicos
Fuente: Banco Mundial, Informe sobre el desarrollo mundial 1997. El Estado en un mundo en transformación, Washington
1997, pág. 34.
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II.
Una exposición más detallada del neoinstitucionalismo de
Douglass C. North.
El neoinstitucionalismo de Douglass C. North es una de las propuestas
teóricas económicas más atractivas de los últimos tres decenios (de sus
escritos en más de tres décadas, destacan: North, 1973, 1981 y 1993). En
efecto, se llama neoinstitucionalismo porque pone en el corazón del análisis
económico a las instituciones, como lo hizo el viejo institucionalismo.
También es conocido como cliometría (clío, la musa de la historia, y
metría, medición), esencial en la nueva historia económica. Es decir, esta
otra denominación se aplica porque el neoinstitucionalismo emplea los
supuestos neoclásicos de una forma de maximización, competencia y
escasez, formulando hipótesis refutables y recurriendo a sofisticadas
técnicas cuantitativas de estimación y confutación (North, 1993, p.168).
Por el papel central de las instituciones y las organizaciones en interacción,
es conveniente definirlas. “Las instituciones son las reglas del juego en una
sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre
que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente, estructuran
incentivos en el intercambio humano, sea político, social o económico. El
cambio institucional conforma el modo en que las sociedades evolucionan
a lo largo del tiempo, por lo cual es la clave para entender el cambio
histórico” (ibídem, p. 13).
Las organizaciones son concebidas como grupos de individuos con
identidades y objetivos comunes. Las organizaciones abarcan múltiples
campos del interés humano, incluyen no sólo a las empresas de negocios
con fines de lucro, sino también a los cuerpos políticos (los partidos, el
senado, la cámara de diputados, los ayuntamientos y las agencias
reguladoras); los cuerpos económicos (las empresas, los sindicatos y las
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cooperativas); los cuerpos sociales (las iglesias, las asociaciones
deportivas, los clubes sociales); los órganos educativos (escuelas,
universidades, centros de capacitación) (ibídem, p. 15).
Otro concepto central es el de los costos de transacción, que se definen por
el costo de adquirir información, de medición, de definición de los términos
de las transacciones y de su cumplimiento obligatorio (ibídem, p.49). Son
determinados conjuntamente por los incentivos, el comportamiento de los
organismos estatales y la tecnología. Los costos de transacción de añaden a
los de transformación para fijar los costos totales de producción.
La influencia conjunta anterior define las oportunidades para efectuar
contratos, que a su vez son determinantes para los resultados económicos
en intercambios complejos e impersonales.
También es crucial la cultura. Es el marco conceptual ligado al lenguaje
que interpreta o filtra la información. Está constituido no sólo por los
valores, sino por todo tipo de conocimientos, convenciones y
procedimientos que influyen en la conducta humana y se transmiten de una
generación a otra. La persistencia cultural explica porqué los cambios
revolucionarios generalmente pierden su radicalidad con el transcurso del
tiempo, ante circunstancias cambiantes (ibídem, pp.55y 62-63). Admite que
se sabe muy poco de la cultura social y más de las limitaciones culturales
del individuo (ibídem, p.115), con base en la economía experimental y las
contribuciones de autores como Simon (1986), Akerlof (1970), Winter
(1986), y Margolis (1982).
La matriz o estructura institucional comprende a las normas culturales
(informales) y a las legales (formales). Ella a su vez, estructura los
incentivos. Como se dijo antes, ésta es parte fundamental, conjuntamente
con el Estado y sus agentes, y la tecnología (como abstracción de la
producción o fuerzas productivas) para determinar los costos de
7
transacción, los costos totales, los contratos y, finalmente, el desempeño
económico.
Con base en el marco teórico anterior, comparte con varios economistas y
escuelas disidentes el cuestionamiento de la corriente económica principal
por el abuso de los modelos deductivos con escaso contenido empírico y
pobre relevancia. Propone, en esencia, considerar la importancia
fundamental del Estado en la formulación de un marco legal que proteja los
derechos de propiedad y estimule el trabajo productivo e innovador, a la
vez que reduce los costos de transacción, conminando al cumplimiento
estricto de las leyes y contratos con bajo costo.
Asimismo, el libre mercado no es suficiente ni necesario para el
crecimiento económico de los países, en virtud de que se reconoce la
existencia de mercados imperfectos, información y racionalidad
incompletas, y la influencia de la ideología y de otras normas culturales, a
la vez que los poderes de negociación desiguales de los agentes
económicos, sociales y políticos.
Acepta también la interacción entre organizaciones e instituciones, y que
ambas, como el Estado, generalmente no son ni eficientes ni imparciales,
debido no sólo a la existencia de poderes de negociación, sino también de
información, conocimientos y participaciones desiguales. Además, dado el
interés predominante de los actores de los intercambios en las diferentes
esferas de interés humano en su propio bienestar, y el carácter impersonal
de los intercambios complejos de las sociedades modernas, alejados de la
reciprocidad y del control comunitario, prevalecen las conductas
oportunistas sin interés en el bienestar social. En consecuencia, no es
extraño que haya intervenciones sucias, ineficiencias e improductividad.
Los ajustes están lejos de ser oportunos, incluso en el largo plazo, debido a
la inflexibilidad de las normas culturales y a las ventajas de empezar
primero, a la racionalidad e información limitadas, a los costos de
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transacción, y a que los incentivos no siempre premian la innovación
productiva ni la reducción de los costos de transacción, no sólo en la
economía sino de manera primordial en la política.
Las deficiencias del análisis estático convencional son admitidas y se
propone un marco básico “que integre el análisis institucional en la
economía política y en la historia económica” (ibídem, p.13). De esta
manera, resulta evidente que comparte perspectivas con la escuela histórica
alemana, el viejo institucionalismo y el marxismo.
Al analizar el cambio institucional, enfatiza la “dependencia del sendero”
o “de la vía”, apoyándose en los artículos clásicos de Paul David (David,
1985) sobre la persistencia del teclado tradicional de las máquinas de
escribir, y ahora de las computadoras, sin que haya una razón aparente para
su superioridad sobre teclados ordenados de manera diferente que pudieran
ser más fáciles de operar, y de Brian W. Arthur (Arthur, 1989) sobre la
explicación de vías tecnológicas dominantes, en términos de cuatro
determinantes: 1) rendimientos de escala, al reducirse los costos unitarios
de producción con escalas de producción mayores, 2) reducción de costos
de producción, debido a que se aprende haciendo; 3) efectos de
coordinación por ventajas de adoptar una acción similar a la ya
emprendida, y 4) expectativas adaptivas.
De lo anterior se desprende que hay equilibrios múltiples, debido a que
con rendimientos de escala la curva de posibilidades de producción
presenta varias ondulaciones, de modo que la tangencia con la curva de
preferencias no es única, por lo que el resultado no está determinado
(equilibrios múltiples también se sustentan en conocimientos,
informaciones y participaciones asimétricas, como se deduce de Hahn,
1987, p.324; North, 1993, p.40).
Hay además, equilibrios ineficientes probables, porque las opciones
tecnológicas dominantes no son necesariamente superiores. Además, una
9
vez adoptada una vía es difícil abandonarla, fenómeno muy común en
diferentes elecciones humanas. Por último, hechos pequeños y casuales
llevan a elegir una vía, que después es difícil abandonar (North, 1993, pp.
123-124).
North precisa acertadamente que la competencia es directa entre
organizaciones y sólo indirectamente entre tecnologías estándar, por lo que
el resultado no sólo depende de la superioridad tecnológica abstracta, como
lo plantea Arthur sino, de manera decisiva, de las aptitudes
organizacionales, que North las relaciona con el conocimiento tácito de los
empresarios (el conocimiento tácito fue explorado por Michael Polanyi,
1967; se refiere a destrezas innatas y al conocimiento adquirido en la
práctica y sólo es parcialmente comunicable) (North, 1993, pp. 100 y 104),
y de aspectos específicos de las tecnologías disponibles ( ibídem, p. 124).
Destaca que es posible que la aptitud empresarial sea la más importante
entre las diferentes aptitudes innatas, afirmación con la que estoy de
acuerdo, pues he conocido personas con pocos estudios formales que han
sido empresarios de gran éxito, líderes políticos destacados, dirigentes
empresariales, responsables de la política económica pública, deportistas y
artistas. Sobre todo, la aptitud empresarial es quizá la más importante, si
tomamos en cuenta como North, precedido por Theodore W. Schultz
(Schultz, 1964; Tijerina, 1999, pp. 93-96), que la capacidad empresarial
está conectada íntimamente con la creatividad innovadora no sólo en los
negocios, como destacaron acertadamente K. Marx (1977) y J. Schumpeter
(1934 y 1939) de manera pionera, ni tampoco sólo en los negocios grandes
y exitosos, como es entendido habitualmente, sino también entre los
campesinos pobres, de interés capital en el examen de Schultz,
aparentemente incapaces de actuar racional y creativamente ( y por
extensión, entre todos los ciudadanos pobres), particularmente en todos los
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órdenes de la vida, como el hogar, la política, las organizaciones civiles y
sin fines de lucro, etcétera.
Por su importancia, conviene establecer que Schultz integró además el
factor humano con la necesidad del financiamiento público a la
investigación y desarrollo, subrayando la capacidad innovadora de los
campesinos pobres, frecuentemente coartada por incentivos incorrectos o
por programas públicos de gabinete, desconocedores de las condiciones
específicas de la agricultura campesina (una exposición concisa de las
contribuciones de Schultz se encuentra en Tijerina, op. cit.). Se confirma
así la precedencia de Schultz en este campo, y la superación de los
planteamientos de Marx y Schumpeter y de la mayoría de los tratamientos
convencionales sobre la innovación tecnológica y empresarial que
desconocen las contribuciones de él.
Para integrar el análisis de las opciones tecnológicas que perduran con el de
las organizaciones que operan dentro de las instituciones, ambas en
interacción, plantea que hay rendimientos crecientes para las instituciones
y mercados imperfectos caracterizados por altos costos de negociación,
como fuerzas que modulan la vía del cambio institucional.
Adviértase que añade los costos de transacción o negociación, en términos
de los costos de información, medición de las características de las
mercancías y de los agentes en el intercambio, especificación de los
términos del éste, así como de la formulación de los contratos y el
cumplimiento de sus términos (ibídem, p.49).
Ronald Coase es el autor que dilucidó el papel de los costos de transacción
para explicar porqué las transacciones se conducen mayormente entre
organizaciones y no entre minúsculos intercambiadores, como supone la
economía neoclásica. Sin introducir características empíricas del mundo
real, como las economías de escala, aptitudes empresariales innatas y
tácitas, economías de producción conjunta (de scope), ventajas de producir
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con administración y organización eficientes, etcétera, Coase concluyó que
la simple existencia de los costos de transacción explica porqué se opta por
una organización sobre las transacciones individuales en el mercado.
Emplear el mercado tiene un costo de transacción, de modo que se opta por
una organización si ésta reduce el costo de transacción (Coase, 1937). Más
de dos décadas después, Coase extendió su análisis para examinar el costo
social, concluyendo que los costos sociales de los monopolios y de la
contaminación ambiental, por ejemplo, no se eliminan porque los
involucrados enfrentan derechos de propiedad mal especificados y costos
de transacción que lo impiden (Coase, 1960). Estos son los principales
antecedentes intelectuales de la asociación por North de las
imperfecciones en el mercado con los costos de transacción, pero hay que
recordar que él acepta otras características de la realidad omitidas por la
corriente principal ya mencionadas y otras que se examinarán
posteriormente.
Por la importancia que North atribuye a los costos de transacción, es
pertinente destacar que se apoya en las estimaciones empíricas que
muestran que se incrementaron del 25% del ingreso nacional al 45% en los
Estados Unidos en un siglo(Wallis y North, 1986; North, 1993, p.44).
Estima que los costos de transacción dependen fundamentalmente de las
instituciones jurídicas, y de la tecnología. Además, tomando en cuenta la
predominancia de contratos incompletos, por la incertidumbre y los costos
prohibitivos de la especificación completa de los términos contractuales,
incorpora factores culturales, como la reputación, normas convencionales
de conducta y acuerdos fruto de intercambios repetidos en la realización de
las transacciones (ibídem, p.85). Considera asimismo entre los costos de
transacción, a los honorarios legales y de los agentes intermediarios, como
los corredores de bienes raíces, además de los costos de indagación sobre la
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delincuencia, protección de la policía y los sistemas de seguridad (ibídem,
p. 87).
Otra contribución importante de North, consiste en advertir que hay un
costo dentro de la organización del cumplimiento obligatorio de los
contratos y de los términos de las transacciones, derivados del monitoreo,
la supervisión, recompensas y castigos basados en el desempeño, por lo
cual el salario monetario no se iguala al valor del producto marginal del
trabajador como concluye la economía neoclásica, pues es necesario
deducir de éste los costos de monitoreo y vigilancia (ibídem, pp. 49 y 50).
De lo anterior deduzco que es indispensable descontar el conjunto de los
costos de administración y organización del valor del producto marginal
del trabajo y, en consecuencia, como es deseable mejorar las condiciones
de vida de los trabajadores, es primordial innovar la administración y la
organización para disminuir las diferencias abismales, abusivas y con
frecuencia improductivas y desalentadoras en las retribuciones de los
directivos respecto a las de los trabajadores y productores directos de las
mercancías y servicios (diversos autores se han ocupado del abuso de poder
de los directivos empresariales y de las irracionalidades en el ejercicio de la
administración, entre otros: Garfield, 1992; Llano, 1994; Aktouf, 1994;
Tijerina, 2000,p.150).
Aunque acepta los supuestos neoclásicos de alguna forma de
maximización, bajo escasez y competencia, sostiene que en condiciones de
incertidumbre se limita el objetivo maximizador (por ejemplo, Simon se
inclina por objetivos satisfactorios, dadas las capacidades cognitivas
humanas limitadas y las restricciones impuestas por los puntos de vista
personales y sociales: Tijerina, 1999, pp. 87-88). En cuanto a la escasez y
competencia, afirma que sobreviven bastante bien, pero que las anomalías
de la economía neoclásica provienen de los supuestos adicionales de
información y racionalidad completas, ignorando además que la
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información no es gratuita ni los derechos de propiedad perfectos y
gratuitos (North, 1993, pp. 19 y 23). Agrega que se supone erróneamente
que los agentes poseen los modelos cognitivos verdaderos para tomar
decisiones, o que las condiciones permiten la convergencia (ibídem, p.31).
Estas son las razones principales para que el pronóstico neoclásico de
convergencia económica entre países haya sido refutado no sólo en el
último milenio, sino en toda la historia de la civilización humana conocida;
es decir ¡en los últimos 10,000 años! (ibídem, p.121).
Con base en lo anterior, North critica despiadadamente a la economía
neoclásica porque la “tensión persistente en las ciencias sociales entre las
teorías que construimos y la evidencia que compilamos sobre la interacción
humana en el mundo que nos rodea… es más notable en el campo de la
economía, donde el contraste entre las implicaciones lógicas de la teoría
neoclásica y el desempeño de las economías (independientemente de cómo
se definan y midan) es pasmoso” (ibídem, p.23). Añade que la teoría
principal adolece de comprensión sobre la coordinación y cooperación
(ídem). Después de comentar las evidencias disponibles sobre las
posibilidades de cooperación, concluye afirmando que las instituciones
socialmente eficientes-en la apreciación de North, son las instituciones que
promueven la innovación productiva y el crecimiento económico- están
determinadas por los modelos subjetivos de los actores y por instituciones
que reducen los costos de transacción y son adaptables a preferencias y
precios relativos cambiantes (ibídem, pp. 29-30). Dada la riqueza
descriptiva considerada por North, se entiende claramente porqué los
resultados económicos distan mucho del óptimo.
Sin embargo, North se equivoca al considerar que los supuestos neoclásicos
funcionan bastante bien en los mercados financieros, respaldando las
posiciones de Robert Lucas, entre otros (ibídem, p.34). Es suficiente
mencionar a la actual crisis financiera y a las numerosas provocadas por el
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neoliberalismo y el abandono de la economía mixta y su sistema de
regulación en el mundo en los últimos 25 años para refutar la tesis de
mercados financieros óptimos y estables sin regulaciones y acreditar, en
cambio, enseñanzas olvidadas e incomprendidas de Marx (1977), Keynes
(1964), Davidson (1978), Minsky (1975), Kindleberger (1996), entre otros
(una contribución reciente muy notable en esta perspectiva es la de Pérez,
2003). Estos autores permiten comprender las peculiaridades del dinero, el
crédito y las finanzas y sus interacciones con la producción y las
innovaciones tecnológicas, así como, en particular, la existencia de auges,
manías y pánicos. Es muy significativo que la incomprensión de North se
corrobora porque en su obra principal no menciona a ninguno de estos
autores en conexión con la crítica de los mercados financieros y del
capitalismo sin regulación.
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III.
Precisiones adicionales sobre el Neoinstitucionalismo de
Douglass C. North: complementación y crítica de la economía
neoclásica y de parte importante de la economía heterodoxa.
Douglass C. North ha desarrollado una teoría complementaria a la vez
que crítica, tanto de la teoría económica neoclásica como de parte
importante de la heterodoxa.
En efecto, en cuanto a la complementación de la economía neoclásica,
consiste básicamente en emplear los supuestos neoclásicos de alguna forma
de maximización en condiciones de escasez y competencia, pero añadiendo
racionalidad e información limitadas, equilibrios ineficientes,
indeterminados y múltiples, poderes de negociación desiguales, los costos
de transacción y el marco institucional, como antes se expuso.
En términos de la complementación de la economía heterodoxa, consiste
en incorporar propuestas de escuelas y pensadores como el viejo
institucionalismo, la escuela histórica alemana, K. Marx (1977), Alfred
Marshall (1966), J. Schumpeter (1934 y 1939), J.M. Keynes (1964), G.
Myrdal (1962), K. Polanyi (1975), G. Roegen (1960 y 1971) y el
estructuralismo latinoamericano (Rodríguez, 1980), por cuanto comparte
con estas escuelas y pensadores la necesidad de incrementar el contenido
descriptivo de las teorías y su relevancia empírica, adaptando los modelos
abstractos a las especificidades histórico-institucionales de cada país,
cuestionando las nociones neoclásicas del equilibrio estático, único y
eficiente, así como la racionalidad e información perfectas, sin instituciones
y sin historia.
Al mismo tiempo, cuestiona tanto a la economía neoclásica como a buena
parte de la heterodoxa.
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Contradice la propuesta neoliberal de liberación de mercados por carecer
de la adaptación a las condiciones histórico-institucionales específicas de
cada país y porque el equilibrio es indeterminado bajo incertidumbre,
información y racionalidad limitadas si no se especifican las condiciones
institucionales. Justo en la primera página de su obra, en la que expone
integralmente su contribución teórica, North define a las instituciones
como indispensables para articular el análisis institucional con la economía
política y la historia económica y entender la falta de convergencia
económica entre países ( Ibídem, p.13).
Además, las instituciones no garantizan un equilibrio eficiente, ya sea
estático o adaptivo, porque el conjunto de normas formales e informales,
las organizaciones y el cumplimiento de las normas (North denomina
marco institucional a este conjunto de factores: ibídem, p.51), aunados a
los incentivos y los costos de transacción no promueven necesariamente las
actividades productivas óptimas e innovadoras. Explica que las
instituciones socialmente eficientes dependen de los modelos subjetivos de
los actores y de instituciones que reducen los costos de transacción y se
ajustan a preferencias y precios relativos cambiantes, agregando que las
limitaciones informativas y cognitivas determinan modelos erróneos de la
realidad, en tanto que las instituciones, particularmente las normas
formales, son ideadas para beneficiar a los intereses con mayor poder de
negociación (ibídem, pp. 29 y 30). De modo que las instituciones del
mundo real son una mezcla de eficientes e ineficientes, y son en gran
medida diseñadas para satisfacer el bienestar privado, sin consideración del
bienestar social (ibídem, p. 68).
Abunda en este sentido cuando define el equilibrio institucional como una
situación en la que los actores no consideran aconsejable cambiar las
normas culturales y legales, dado el poder de negociación de los
participantes, las normas y los contratos, así como los costos y beneficios
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de alterar los arreglos institucionales, sin que signifique que éstos sean
totalmente satisfactorios (ibídem, p.114). El equilibrio institucional
imperfecto lo relaciona con la pregunta de porqué diversos países persisten
en senderos de crecimiento económico, de estancamiento o de declinación
aún en el largo plazo. Encuentra que con mercados incompletos,
retroalimentación de información fragmentaria y costos de negociación
altos, los modelos subjetivos de los agentes, ajustados por una
retroalimentación muy incompleta y por la ideología, determinarán la
forma que tome el sendero. La “dependencia del sendero” o “de la vía”
antes mencionada aplica también a las instituciones, sobre todo por la
dificultad de cambiar la cultura, las leyes y el papel del Estado, debido
sobre todo a las limitaciones cognitivas y de información, y a las
asimetrías de los agentes en éstas, en el poder de negociación y de
participación.
Más específicamente, North admite la existencia de la explotación y la
improductividad de las actividades económicas y de los arreglos
institucionales prevalecientes, afirmando que “debido a que gran parte de la
historia económica es un relato de humanos con potencial de negociación
desigual que maximiza su propio bienestar, sería sorprendente que tal
actividad maximizadora no se realizara con frecuencia a expensas de otros
(ibídem, p.172). Impugna así a la economía principal que rechaza la
existencia empírica de la explotación y la improductividad.
Aún más, tomando en cuenta la importancia de las innovaciones, éstas se
realizan bajo incertidumbre y, en estas condiciones, es difícil definir qué es
una decisión racional “y nadie puede, en efecto, maximizar utilidades”
(ibídem, p.108). En consecuencia, rechaza el supuesto de la maximización
de utilidades no sólo por la existencia de información y racionalidad
limitadas, sino también porque las motivaciones humanas no se reducen a
maximizar el ingreso o el bienestar privado, pues constan también de la
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defensa de las convicciones, principios e ideas personales que incluyen el
altruismo, tal como lo han confirmado la economía experimental, el
análisis de las decisiones de los legisladores, el abandono de la esclavitud
en los Estados Unidos, la cooperación que ha evitado el caos social, así
como por su comprensión del Estado que no puede reducirse a simple
redistribuidor de rentas, como lo hacen los hacen los minimizadores del
Estado agrupados en la llamada nueva economía política y en los
estudiosos de la sociedad buscadora de rentas (ibídem, pp.34-35, 36, 37, 59
, 63 y 179).
Dada la importancia empírica de la “dependencia del sendero o de la vía”,
es conveniente subrayar que está puede operar como un círculo virtuoso.
Así, las organizaciones e instituciones eficientemente dinámicas, es decir,
innovadoras, dependen de condiciones muy diferentes a las equivalencias
marginales de las curvas de indiferencia y de iso-producción del equilibrio
eficiente paretiano. Depende de la inclinación social al riesgo, a la
incertidumbre y la creatividad innovadora. En este sentido, factores no
considerados por la economía neoclásica como la descentralización de las
decisiones, la tolerancia a la disidencia, la maximización de experimentos,
los derechos de propiedad bien especificados con bajos costos para su
cumplimiento obligatorio y las leyes de quiebras que permitan desechar
experimentos fracasados, son fundamentales para la eficiencia dinámica
(ibídem, pp.108-109). Un resumen de las recomendaciones para la
eficiencia dinámica derivadas del marco analítico propuesto por North, se
encuentra en la comparación que hace de la declinación de España y del
ascenso de Inglaterra a partir del siglo XVII. Esencialmente, plantea la
importancia del gobierno representativo que evite los abusos del poder que
despoja y obstruye a los agentes, organizaciones e instituciones
dinámicamente eficientes; la seguridad de los derechos de propiedad; el
estímulo a la innovación productiva; un sistema monetario y fiscal que
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procure finanzas sanas, la innovación financiera y el desarrollo del mercado
de capitales, y un marco institucional que permite adaptaciones flexibles
con bajos costos de negociación en todo el sistema económico para
restringir las actividades simplemente distributivas y promover las
actividades socialmente eficientes (ibídem, pp. 177-179; Tijerina, 1999, pp.
155-156).
Es pertinente precisar qué se entiende por equilibrio eficiente estático y qué
por equilibrio eficiente adaptivo o dinámico. El primero es el equilibrio
tradicional determinado por el cruce de la oferta y la demanda- en el
equilibrio parcial, o de las equivalencias marginales mencionadas antes
desde la perspectiva del equilibrio general-, en ambos casos sin
instituciones y sin tiempo; el segundo se refiere a la adaptación del
equilibrio a la innovación generadora de crecimiento económico bajo
incertidumbre e instituciones dadas (ibídem, pp. 108-109, 121, 129, 139).
En cuanto a refutar a la economía heterodoxa, North limita sus críticas al
marxismo y al estructuralismo latinoamericano (ibídem, pp.130, 140, 169,
170 y 172), ignorando otras corrientes heterodoxas, principalmente al viejo
institucionalismo y al poskeynesianismo (en el libro que presenta su
propuesta teórica no hay ninguna referencia a estas escuelas o algunos de
sus miembros). Sin embargo, aunque no menciona al viejo
institucionalismo ni a sus expositores contemporáneos, como Hodgson
(1988 y 2007; como es conocido, Hodgson ha sobresalido por sus
argumentos inteligentes y actualizados en la exposición del viejo
institucionalismo, véase por ejemplo:2007, en esta obra, que será de gran
utilidad porque facilitará la comprensión de las controversias y el diálogo
crítico, se seleccionan contribuciones del autor de la última década, con
una introducción de Bruno Gandlgruber y Arturo Lara Rivero), su
propuesta es una crítica constructiva implícita a esta escuela, pues integra
propuestas y críticas del viejo institucionalismo, basándose en pensadores
20
ajenos a éste, como F.H. Knight (1921), H. A. Simon (1986), R. Coase
(1937 y 1960), P. David (1985), W. B. Arthur (1989), S. Winter (1986),
F.H. Hahn (1987), G.A. Akerlof (1970), R. Axelrod (1984), y R. Margolis
(1982), entre otros soportes importantes para su síntesis innovadora.
Al poskeynesianismo simplemente lo ignora, a costa de su apología
infundada de los mercados financieros eficientes sin regulaciones. Por otro
lado, es comprensible, dadas nuestras limitaciones racionales y de
información.
Impugna al marxismo porque en su opinión la explotación, aceptándola
como una realidad empírica a lo largo de la historia, debido a la desigual
distribución de poder, información, conocimientos y participación en las
decisiones y a la búsqueda predominante del bienestar privado (North,
1993, p. 172), no se sustenta en el análisis de Marx por no especificar éste
las condiciones institucionales determinantes de los costos de
transformación y de transacción, ni de la explotación (ídem). Además, en
su opinión, si bien Marx tuvo el acierto de de proponer una teoría dinámica
del cambio, subsanando una carencia enorme de la economía principal, lo
hizo muy deficientemente por no formular un modelo del cambio
institucional (ibídem, p. 139). Cuestiona también a Marx en su esfuerzo
pionero de integrar el cambio tecnológico con el cambio institucional por, a
su entender, proponer un final feliz, algo que no está garantizado por la
propuesta institucional de North (ibídem, p. 169). Por último, señala que la
teoría marxista falla porque hace depender sus resultados de un cambio en
la conducta humana, algo que, supone, no se logró en 70 años de
experiencia socialista (ibídem, p. 170).
En el cuestionamiento del estructuralismo latinoamericano, asimila la
propuesta de la Comisión Económica para América Latina con la de la
teoría de la dependencia para señalar que al diagnosticar ambas escuelas los
obstáculos al crecimiento económico de América Latina exclusivamente
21
por los términos del comercio internacional y otras condiciones externas, se
convirtieron en una ideología que racionaliza no sólo la estructura
económica interna vigente sino que implica también una posición política
que refuerza el marco institucional doméstico existente (ibídem, p. 130).
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