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LA “NUEVA
ECONOMÍA”:
ANTECEDENTES,
PERSPECTIVA
HISTÓRICA,
INTERROGANTES Y
ESPECULACIONES
J. Bradford DeLong y
Lawrence H. Summers2
1 El artículo original en inglés, The ‘New Economy’: Background, Historical Perspective, Questions, and Speculations, se publicó en el Economic Review del Banco de la
Reserva Federal de Kansas City, cuarto trimestre de
2001. Traducción de Armando Ibarra por encargo de la
Universidad Javeriana de Cali
2 J. Bradford DeLong es profesor de economía en la Universidad de California, Berkeley.
Lawrence H. Summers es el presidente de la Universidad
de Harvard. Esté artículo se presentó en el simposio del
Banco de la Reserva de Kansas City: “Política económica para la economía de la información”en Jackson Hole, Wyoming, el 30 de agosto de 2001. Los autores
agradecen a Martin Baily, Francois Barr, Stephen Cohen, Robert Hall, Chad Jones, Dale Jorgenson, Tom Kalil,
Alice Rivlin, David Romer, Andrei Shleifer, Dan Sichel y
John Zysman, entre otros, por sus valiosas opiniones y comentarios. La versión de este artículo en inglés se puede
encontrar en la página web del banco: www.kc.frb.org.
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RESUMEN
En una presentación en el simposio "Política económica para la economía de la información" organizado por el Banco de la Reserva de Kansa City el profesor J. Bradford DeLong de la Universidad de California-Berkeley, y el presidente de la Universidad de
Harvard, Lawrence H. Summers, sugirieron que
cualquier intento por analizar el significado y la importancia de la "nueva economía" debe tratar de resolver cuatro interrogantes:
Primero, en el largo plazo, ¿qué tan significativa
resultará la actual revolución en el procesamiento
y comunicación de información? Segundo, ¿qué
nos enseña el desplome del índice NASDAQ sobre el porvenir de la "nueva economía"? Tercero,
¿qué modificaciones debería introducir el gobierno en la regulación de la actividad económica para que los agentes económicos puedan maximizar
sus ganancias en la revolución tecnológica en curso? Y cuarto, ¿cómo reaccionará la economía de
los Estados Unidos al golpe a la confianza del público y la destrucción ocasionados por los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001?
En la exploración de respuestas a estos interrogantes, los autores encontraron lo siguiente: Con
toda seguridad, los efectos de largo plazo de la revolución tecnológica en curso sobre el procesamiento y comunicación de información serán muy
significativos. Además, el desplome del índice
NASDAQ no es un buen indicador de los alcances
de la transformación económica por la que atravesamos; sin embargo, es un buen indicio de las posibilidades que tiene la nueva economía de volverse una fuente de presiones para disminuir los
márgenes y no una fuente de cuantiosas y perdurables cuasi rentas. También, las repercusiones
más importantes de la “nueva economía” serán
“microeconómicas” antes que “macroeconómicas”
y producirán intensas transformaciones (aunque
aún no son muy evidentes) en la forma en que el
gobierno debe proceder para fijar los derechos de
propiedad, los marcos institucionales y “las reglas
del juego” acordes con las bases de la economía
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de mercado. Y finalmente, los sucesos de septiembre 11 desacelerarán la inversión privada en nuevas tecnologías; sin embargo, es probable que el
gasto militar de los Estados Unidos se incremente,
y sea absorbido por los productos de alta tecnología para el procesamiento y comunicación de información. Por lo tanto, es muy probable que las
transformaciones de la estructura económica que
se pueden clasificar en la categoría de “nueva economía” no se afecten significativamente.
ABSTRACT
In a presentation at the Federal Reserve Bank of
Kansas City’s 2001 symposium, “Economic Policy
for the Information Economy,” Professor J. Bradford DeLong of the University of California-Berkeley, and Harvard President Lawrence H. Summers
suggested that any attempt to analyze the meaning
and importance of the "new economy" must
grapple with four questions:
First, in the long run, how important will ongoing
technological revolutions in data processing and
data communications turn out to be? Second, what
does the crash of the Nasdaq tell us about the
future of the new economy? Third, how should
government regulation of the economy change so
as to maximize the benefits we reap from these
ongoing technological revolutions? And fourth,
how will the American economy respond to the
shock to public confidence and the destruction
caused by the terror attacks of September 11?
In exploring answers to these questions, the authors found the following: The long-run economic
impact of the ongoing technological revolutions in
data processing and data communications will be
very large indeed. The crash of the Nasdaq tells us
next to nothing about the dimensions of the
economic transformation that we are undergoing.
It does, however, tell us that the new economy is
more likely to be a source of downward pressure
on margins than of large durable quasi-rents. The
principal effects of the "new economy" are more
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likely to be "microeconomic" than "macroeconomic," and they will lead to profound—if at present
unclear—changes in how the government should
act to provide the property rights, institutional frameworks, and "rules of the game" that underpin
the market economy. And finally, the events of
September 11 will slow private investment in new
technologies, but U.S. military spending is likely
to increase, and the increase in military spending
will be concentrated on high-technology data-processing and data-communications products. On
balance, therefore, the changes in economic structure that fall under the category “new economy”
are not likely to be much affected.
INTRODUCCIÓN
muy significativos.
• El desplome del índice NASDAQ no es
un buen indicador de los alcances de
la transformación económica por la
que atravesamos. Sin embargo, se
puede aseverar que es un buen indicio de las posibilidades que tiene la
nueva economía para convertirse en
una fuente de presiones que disminuya los márgenes; lo que no se puede
asegurar es que vaya a generar cuasi
rentas significativas y perdurables.
• Es probable que las repercusiones
más importantes de la “nueva economía” sean “microeconómicas” antes que “macroeconómicas” y produzcan intensas transformaciones
(aunque aún no son muy evidentes)
en la forma en que el gobierno debe proceder para fijar los derechos
de propiedad, los marcos institucionales y “las reglas del juego” acordes
con los fundamentos de la economía
de mercado.
• El atentado terrorista contra las Torres
Gemelas desacelerará las inversiones
privadas en nuevas tecnologías; sin
embargo, es muy probable que el
gasto militar de los Estados Unidos se
incremente y sea absorbido por los
productos de alta tecnología para el
procesamiento y comunicación de información. Por lo tanto, es muy probable que las transformaciones de la
estructura económica clasificadas en
la categoría de “nueva economía” no
se afecten significativamente.
Cualquier intento por analizar el significado y la importancia de la “nueva economía” debe tratar de resolver cuatro interrogantes:
• ¿Qué tan significativa resultará en el
largo plazo la actual revolución en el
procesamiento y comunicación de información?
• ¿Qué nos enseña el desplome del índice NASDAQ sobre el porvenir de la
“nueva economía”?
• ¿Qué modificaciones debería introducir el gobierno en la regulación de la
actividad económica para que los
agentes económicos puedan maximizar sus ganancias en la actual revolución tecnológica?
• ¿Cuál será el efecto que el golpe a la
confianza del público y la destrucción
ocasionados por los atentados terroristas contra las Torres Gemelas, el 11
de septiembre de 2001, tendrán sobre
la economía de los Estados Unidos?
No tenemos las respuestas a estos interrogantes; sin embargo, para intentar
responderlos podemos ofrecer algunas
conjeturas bien documentadas. En nuestro parecer:
• Con toda seguridad, los efectos de
largo plazo de la actual revolución
tecnológica sobre el procesamiento y
comunicación de información serán
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A continuación se analiza cada punto
con más detalle:
La primera de las conclusiones se refiere
a las repercusiones económicas de la
“nueva economía” en el largo plazo.
Pronosticar una tasa de crecimiento económico siempre es aventurado, pero
nunca tan arriesgado como en este caso.
La tasa de crecimiento anual de la productividad en los Estados Unidos fue de
1 por ciento a finales de los ochenta y
principios de los noventa, el 2 por ciento a mediados de los noventa y el 3 por
ciento a finales de los noventa. Si consideramos la secuencia 1, 2, 3, ¿cuál es la
cifra siguiente? ¿Será 3, la última observación? ¿Será 2, la tasa de crecimiento
promedio del período? ¿O será 4, la extrapolación simple?
La predicción correcta está lejos de ser
evidente porque esta secuencia puede
servir de base para cualquiera de los tres
pronósticos.
Sin embargo, se puede concluir que de
los valores posibles, los mayores tienen
mayor probabilidad de ser correctos.
Hay dos razones que apoyan esta conclusión. En primer lugar, el ritmo del
progreso tecnológico en los sectores que
jalonan la “nueva economía” es definitivamente bastante dinámico y así seguirá
en el futuro previsible. Por otra parte,
los computadores, interruptores, cables
y programas que estos sectores producen en la actualidad forman parte de una
tecnología multiuso; por lo tanto, es
muy probable que su demanda sea sumamente elástica y el avance tecnológico acelerado provoque la caída rápida
de los precios.
Cuando los precios caen rápidamente en
un entorno de demanda muy elástica se
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produce un aumento acelerado en los
componentes del gasto. La importancia
para la actividad económica de un sector
que jalona la economía (su contribución
al crecimiento de la productividad) se
puede expresar como el producto de la
tasa de disminución de sus costos de producción por la participación de sus productos en la demanda total. Así que, a
menos que la ley de Moore deje de cumplirse o los beneficios marginales que
prestan los computadores y los equipos
de comunicación disminuyan aceleradamente, la importancia que los sectores de
procesamiento y comunicación de información tienen para la actividad económica va a aumentar en lugar de disminuir.
La opinión de que el efecto de largo plazo de la revolución de la tecnología de
la información sobre la productividad
será gigantesco va un poco en contravía
del saber tradicional, especialmente después del desplome del índice NASDAQ
y el atentado terrorista contra las Torres
Gemelas. La disposición para invertir en
equipos e infraestructura de alta tecnología se afectó profundamente por el ataque terrorista, además, el desplome del
índice NASDAQ diluyó el optimismo
exagerado de otros tiempos por el porvenir del sector.
No obstante, no es muy claro cuáles serán los efectos de mediano y largo plazo
del ataque terrorista contra las Torres
Gemelas. Es muy probable que la demanda privada por productos de alta
tecnología de la información se debilite
y la demanda militar por dichos productos se fortalezca. Es muy probable que la
pronta solución de la crisis produzca un
resurgimiento de la inversión privada
cuando las empresas que han esperado
el fin de la incertidumbre retomen los
planes de inversión. Una guerra prolon-
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gada, desastrosa, violenta y costosa, que
genere una movilización considerable,
podría propiciar una aceleración de las
transformaciones, en la medida en que
la defensa militar y civil requiera un aumento importante en la demanda por
productos de la tecnología de la información. Los cambios tecnológicos y estructurales se aceleran durante las guerras. Así mismo, los efectos del ataque
terrorista podrían producir un atraso de
las transformaciones mencionadas, si se
diera el caso de un escenario intermedio en el cual la incertidumbre no cediera y la demanda por defensa militar y civil continuara baja.
Por otra parte (y ésta es la segunda de
las tres conclusiones) el desplome del
índice NASDAQ no se debió al debilitamiento del ritmo del progreso tecnológico en la industria de los computadores,
o porque los otros sectores de la economía, de un momento a otro, se hubieran
dado cuenta de que se habían saturado
de equipos de computación. El NASDAQ se desplomó porque a los inversionistas eufóricos del pasado les quedó
claro que la reserva de ingenuos dispuestos a comprar acciones sobrevaluadas se había agotado; además, que una
posición dominante en el mercado de alta tecnología no constituía una fuente de
ganancias, a no ser que estuviera acompañada de sustanciales impedimentos a
la entrada, y que tales impedimentos se
estaban convirtiendo en algo extremadamente difícil de lograr. En un sentido
amplio, la principal repercusión de la
“nueva economía” no ha sido la creación
de ventajas de costos relacionadas con la
escala sino el logro de una competencia
más eficaz.
La tercera conclusión es la gran probabilidad de que las principales repercusioEcon. Gest. Desarro.
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nes de la “nueva economía” sean “microeconómicas” en vez de “macroeconómicas”. La nueva economía crea la posibilidad de bajas tasas promedio de desempleo porque facilita el contacto entre
los empleadores y las aspiraciones salariales de los trabajadores en un nivel
más alto de ocupación. La nueva economía brinda la posibilidad de lograr un
mejor control sobre los inventarios, lo
que disminuirá el componente del ciclo
económico originado en éstos. No obstante, a pesar de que ha sido difícil demostrar el vínculo entre los cambios estructurales en la actividad económica y
los cambios en el ciclo económico, el siglo pasado fue testigo de gran cantidad
de dichos cambios.
Sin embargo, las repercusiones microeconómicas con seguridad serán más intensas. Lo más probable es que los efectos sobre la forma en que operan los
mercados y el modo en que los gobiernos deben proceder para lograr que la
economía de mercado funcione adecuadamente sean muy marcados. Hay temas
muy importantes y complejos como son
las ganancias que se pueden obtener como consecuencia de participar en grandes mercados; la discriminación de precios y la distribución de la prosperidad
económica; el monopolio; y la acción recíproca entre la propiedad intelectual y
la investigación y comunicación científicas. Este tipo de temática es más difícil
de sintetizar, por lo cual las conclusiones
son más imprecisas.
No obstante, es importante que aquí se
mencionen varios puntos. El primero es
que la construcción del conocimiento es
una empresa acumulativa; como dijo
Isaac Newton: la única razón por la cual
había sido capaz de ver más lejos que
otros, fue porque se había parado sobre
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los hombros de gigantes. Aunque al tener en cuenta el concepto de otorgar incentivos a las compañías para la realización de investigación y desarrollo, nos
parezcan importantes los derechos de
propiedad, también tenemos que darle
importancia al libre intercambio y uso
de información por parte de los investigadores como una forma de contribuir a
que realicen su trabajo con eficacia.
En segundo lugar, en la mayor parte del
siglo pasado la discriminación de precios —cobrarle un precio diferente a un
consumidor por una mercancía que básicamente es igual— ha sido considerada la forma en que los monopolios pueden extender aún más sus ganancias; sin
embargo, la hipótesis de fondo en la era
de la información podría ser diferente y
la discriminación de precios podría llegar a aceptarse como un mecanismo
fundamental para lograr la eficacia económica y el bienestar social. En esta
época, el ejemplo más evidente y decisivo se encuentra en la industria farmacéutica: ¿existe en este momento alguna
duda de que una política pública virtuosa es la que se concentra en ofrecer importantes incentivos y herramientas a las
compañías que fabrican medicamentos
para que cobren precios significativamente más altos a los consumidores en
los países ricos que en los pobres?
Tercero, si bien es cierto que en la nueva economía es más probable el surgimiento del dominio monopólico en sectores con economías de escala crecientes en los que la empresa dominante
arrasa, también es probable que el ciclo
de los productos en estos sectores sea
más breve. Para una empresa, poseer el
dominio monopólico de la fotografía
instantánea no es de mucho provecho
en momentos en que la cámara Polaroid
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de revelado instantáneo se enfrenta con
las cámaras digitales que son más baratas, multifacéticas e instantáneas.
En cuarto lugar, si se dice que la economía de los dos últimos siglos fue básicamente "eficiente en la asignación" (smithiana), es muy probable que la economía
del porvenir sea en esencia "eficiente en
la innovación" (schumpeteriana). En
una economía “smithiana”, la economía
de mercado descentralizada realiza una
espléndida labor (si la distribución de riqueza inicial es adecuada) en la obtención del bienestar económico. Debido a
que las mercancías son “rivales”, (pasar
la noche en la habitación de un hotel excluye a otros de hacerlo) el uso o el consumo de las personas tiene un costo social. Los sistemas económicos virtuosos
confrontan los incentivos que se presentan a los individuos con las consecuencias de sus acciones sobre el bienestar
social, esto justifica que la distribución
de los bienes se realice asignándoles un
precio igual al costo social marginal. Debido a que las mercancías son “excluyentes” (tenemos instituciones sociales
para garantizar los derechos de propiedad, que en el caso del cuarto de hotel
son la gerencia, la policía y los tribunales) es fácil descentralizar la toma de decisiones y el control, forzando a que la
responsabilidad de las asignaciones vaya
del centro hacia la más emprendedora
periferia donde la información sobre las
circunstancias en el terreno es probablemente mucho mejor (DeLong y Froomkin); entonces, el paradigma competitivo
es adecuado para la reflexión en un
marco conceptual donde se ventilen temas de política microeconómica y regulación.
En una economía “schumpeteriana”, la
labor que realiza la economía descentra-
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lizada no es tan provechosa. Las mercancías se producen en un entorno de significativos rendimientos a escala. Esto
significa que no se puede esperar el
equilibrio competitivo porque es más
probable llegar a una situación ortodoxa
de monopolio natural, pero éste no
cumple la más básica de las condiciones
de la eficacia económica de que el precio sea igual al costo marginal; sin embargo, forzar los precios para que se
igualen al costo marginal no es sostenible debido a que los costos fijos de
montaje no quedan cubiertos. Recurrir al
gobierno para que por medio de subsidios cubra los costos de montaje tiene
sus propios inconvenientes: destruye el
empuje empresarial de los mercados y
los reemplaza por el razonamiento colectivo y la tramitomanía de la burocracia administrativa. Por otra parte, en una
economía schumpeteriana, la innovación es la principal fuente de riqueza;
además, el dominio monopólico temporal y los réditos, constituyen la recompensa necesaria para incentivar a la empresa privada en su compromiso con tales innovaciones. No es evidente cuál es
la mejor forma de reflexionar sobre esta
gama de problemas; sin embargo, es claro que el paradigma competitivo no se
ajusta por completo a la nueva situación.
1. LOS EFECTOS DE LA “NUEVA
ECONOMÍA” EN EL LARGO PLAZO
1.1. La esencia de la “nueva economía”
La esencia de la “nueva economía” se
pone de manifiesto de inmediato. Comparemos el uso actual de la tecnología
de la información con el de nuestros antecesores hace medio siglo. La década
de los cincuenta fue testigo, en el universo de los aparatos de automatización
de cálculos, de la sustitución de los claEcon. Gest. Desarro.
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sificadores y las calculadoras mecánicas
y electromecánicas por grandes cantidades de computadores electrónicos. A finales de 1950, había aproximadamente
2.000 computadores instalados en el
mundo, entre los que se encontraban el
UNIVAC de Remington Rand, el IBM
702 o el PDP-1 de DEC. La capacidad de
procesamiento de estas máquinas se
acercaba a 10.000 instrucciones por segundo en promedio.
Hoy día, hablando en magnitudes muy
burdas, tal vez existan en el mundo 300
millones de computadores activos, con
una capacidad de procesamiento cercana a varios cientos de millones de instrucciones por segundo. Dos mil computadores por 10.000 instrucciones por segundo equivalen a 20 millones. Trescientos millones de computadores por,
digamos, 300 millones de instrucciones
por segundo equivale a 90 cuatrillones:
un aumento de 4.000 millones de veces
en la capacidad de automatización computarizada bruta en el mundo en 40
años, lo que equivale a una tasa de crecimiento anual de 56 por ciento.
Existen gran cantidad de motivos para
pensar que este ritmo de crecimiento de
la productividad en los sectores que jalonan la economía continuará durante
décadas. Hace ya más de una generación, uno de los fundadores de la Corporación Intel, Gordon Moore, hizo caer
en cuenta de lo que se conoce como la
ley de Moore: los avances en la elaboración de semiconductores permite a los
fabricantes duplicar cada 18 meses la
densidad de los transistores en una tarjeta. El grado de inversión necesario para
lograr que la ley de Moore se cumpla, ha
crecido exponencialmente aparejado
con la densidad de los transistores y los
circuitos; pero la ley de Moore se sigue
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cumpliendo y los ingenieros no creen
que haya impedimentos en el futuro inmediato que puedan detener este proceso de avance.
Este singular despliegue de tecnología
ha tenido un profundo efecto en la forma en que se organiza la producción,
porque influye sobre la clase de bienes
que consideramos valiosos. Vivíamos en
una economía donde la fuente ortodoxa
de valor era un lingote de hierro, un barril de petróleo o un saco de trigo. Tal
economía se basaba en los conocimientos de la misma forma en que lo hace la
nuestra, pero dichos conocimientos se
utilizaban para crear un bien útil con
una manifestación física. Ahora, en cambio, avanzamos hacia una economía en
la cual la fuente ortodoxa de valor es
una cadena de genes, una línea de código de computador o un logotipo. Como
ha enfatizado el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, es un mundo en el que los bienes, cada vez más,
no se valoran por su masa u otras propiedades físicas sino por ideas sin peso
(Coyle). En este tipo de economía, los
conocimientos importan más que lo que
se puede pesar.
1.2. Los sectores que jalonan
la economía y las revoluciones
industriales
Ahora bien, en cierto modo, esta es la
versión actualizada de una vieja historia.
Las “nuevas economías” o “revoluciones” económicas del pasado, también
han sido testigos de un crecimiento sin
precedentes en la tecnología, del surgimiento y consolidación de nuevos sectores industriales y de profundas transformaciones. Los 50 años que siguieron a la
invención de la electricidad, 1880 a
1930, presenciaron un aumento de la
potencia mecánica aplicada a la indus84
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tria de los Estados Unidos tal vez de cien
veces y un inmenso incremento de la
flexibilidad en la organización de las fábricas; lo que equivalió a una tasa de
progreso tecnológico de más del 9 por
ciento anual (David). Los cien años comprendidos entre 1750 y 1850, el corazón
de la misma revolución industrial (tecnológica), fueron testigos de cómo la producción en la industria textil británica se
multiplicó por treinta; a mediados del siglo XVIII a los obreros les tomaba 500
horas hilar a mano una libra de algodón,
pero a principios del siglo XIX, a los
obreros que hilaban a máquina les tomaba sólo tres horas realizar la misma labor; esto significa una tasa de progreso
económico del 10 por ciento anual sostenida durante medio siglo (Freeman y
Louca).
Estas tempranas transformaciones revolucionaron los sectores que jalonaban la
economía y crearon “nuevas economías”; además, cambiaron las fuentes ortodoxas del valor y los procesos de producción. La naturaleza misma de la revolución industrial provocó por primera
vez un aumento sostenido en el nivel
medio de vida; propició un viraje hacia
una estructura económica con una fuerte inclinación primero hacia la industria
y luego a los servicios; cambió la índole
de los trabajos de las personas y la forma en qué los realizaban; y su forma de
vida de un modo más completo que
cualquier otro cambio económico anterior, a excepción de la invención de la
agricultura y el descubrimiento del fuego. Las transformaciones económicas de
la segunda revolución industrial, impulsadas por la electrificación y otras tecnologías multiuso de finales del siglo XIX,
tuvieron alcances tan extendidos como
los de la primera: producción en serie;
grandes empresas industriales; el merca-
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do primero continental y luego mundial
para los bienes básicos manufacturados;
los sindicatos de trabajadores industriales; el Estado de la seguridad social; aumentos aún más sostenidos y acelerados
en el nivel medio de vida; y el advenimiento de la sociedad de clase media.
brado artificial son una bendición y
enorme fuente de valor, (Nordhaus piensa que contribuyó con el 7 por ciento al
crecimiento de los salarios reales durante los siglos XIX y XX) pero su importancia para la actividad económica ha sido
limitada.
Se puede tener en cuenta otra singular
oleada de innovación que no generó
una “nueva economía”. William Nordhaus analizó el precio real del alumbrado (cuánto cuesta desde el punto de
vista de recursos y mano de obra producir una cantidad fija de alumbrado artificial) y encontró que el precio real
del alumbrado ha disminuido mil veces
durante los últimos dos siglos. Un hogar de clase media en los Estados Unidos en 1800 gastaba cerca del 4 por
ciento de sus ingresos en alumbrado
(velas, lámparas, aceite y fósforos). Un
hogar urbano de clase media hoy día
gasta menos del 1 por ciento de sus ingresos en iluminación y consume más
de cien veces la cantidad de iluminación artificial que consumían sus antecesores hace dos siglos.
En la contabilidad estándar del crecimiento, para medir la contribución del
progreso tecnológico en un sector al crecimiento de la productividad total de la
economía, se debe multiplicar la participación de dicho sector en la demanda
total por la tasa a la que los costos de
producción (medidos con relación a un
índice de costos de los factores de producción) disminuyen en el sector. El crecimiento de la productividad total p será
una función de la tasa de caída de los
precios en el sector que jalona la economía, pL; la tasa de caída de los costos en
el resto de la economía, pR; y la participación s que los productos del sector
que jalona la economía tienen en el gasto total:
Sin embargo, no se habla de la “revolución del alumbrado” o de la “nueva economía” generada por la existencia de
alumbrado en las calles y las lámparas
fluorescentes interiores en las oficinas y
en las tiendas. La productividad de la
tecnología generadora de alumbrado ha
tenido un crecimiento inmenso, pero su
impacto sobre la actividad económica y
la sociedad ha sido limitado. La demanda no ha crecido con la rapidez suficiente para compensar el descenso en los
precios. La participación total del alumbrado en el gasto urbano total, y por lo
tanto, la participación de la producción
de alumbrado en la economía urbana se
ha contraído. Las tecnologías de alum-
Con el paso del tiempo, la participación
s del sector que jalona la economía en el
gasto total cambia. Si la elasticidad ingreso de la demanda de los productos
del sector que jalona la economía es menor que uno, entonces el aumento real
de la riqueza hará que s disminuya. Si la
elasticidad precio relativa de la demanda
de los productos del sector que jalona la
economía es menor que uno, entonces,
la caída relativa acelerada de los precios
de dicho sector (porque pL es mayor
que pR) hará que s también se reduzca.
Y en la medida en que la participación
en el gasto total s de los productos del
sector que jalona la economía se reduzca, el crecimiento general de la produc-
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p = s (pL) + (1-s)(pR) (1)
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tividad p también se reducirá, aproximándose a la tasa de crecimiento pR de
los restantes sectores menos dinámicos
de la economía. Este es el contexto de la
"enfermedad de costos" de Baumol y
Bowen en la cual el ritmo de crecimiento económico se desacelera porque la
demanda se reorienta hacia aquellos bienes en los que el progreso tecnológico
es poco intenso.
Sin embargo, si la elasticidad ingreso de
la demanda de los productos del sector
que jalona la economía es mayor que
uno, entonces el aumento real de la riqueza hará que s crezca. Si la elasticidad
precio relativa de la demanda de los
productos del sector que jalona la economía es mayor que uno, entonces la
caída relativa acelerada de los precios de
los productos de dicho sector (porque
pL es mayor que pR) hará también que s
aumente. En la medida en que la participación en el gasto total s de los productos del sector que jalonan la economía
crece, el crecimiento general de la productividad p también se incrementará. Si
esto continúa y la participación en el
gasto total s de los productos del sector
que jalonan la economía se hace igual a
uno, la tasa general de crecimiento de la
productividad aumentará y tenderá a la
tasa de crecimiento pL en el sector dinámico que jalona la economía.
De hecho, tal aceleración en el crecimiento de la productividad es lo que
ocurrió en los ochenta y los noventa,
hasta la desaceleración cíclica del año
pasado. Hace un año en este salón, el
presidente de la Reserva Federal, Alan
Greenspan dijo que era “difícil encontrar
evidencia creíble en los Estados Unidos
de que la tasa estructural de crecimiento
de la productividad haya dejado de aumentar... después de que quedara al
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descubierto el significativo efecto que la
reciente formación del ciclo económico
tuvo sobre la aceleración de la productividad, de tal modo que la segunda derivada de la producción por hora aún parece ser positiva”. Aunque durante la actual desaceleración todavía no se pueden separar los componentes de tendencia y de ciclo en la productividad, ciertamente es posible —si no probable—
que cuando el crecimiento en los Estados Unidos se reinicie, la tendencia de la
productividad crecerá tan rápido o más
rápido de lo que lo hizo a finales de los
noventa. Es probable que la elasticidad
de la demanda por productos de alta
tecnología y la participación del ingreso
imputable al acerbo del capital de la tecnología de información mantengan su
ritmo de crecimiento. Como el crecimiento exponencial tiene la característica de que con el tiempo, los incrementos proporcionales iguales se convierten
en incrementos aritméticos mayores, es
posible que hasta una tasa de crecimiento proporcional más lenta al interior del
sector de productos de alta tecnología se
traduzca en una mayor contribución al
crecimiento general de la economía.
De hecho, esto es lo que ocurrió con la
primera revolución industrial cuando el
crecimiento total de la productividad se
aceleró debido a que los dinámicos sectores modernos crecían para extenderse
al grueso de la economía (Crafts). La
época de crecimientos anuales inmensos
de la productividad (de dos dígitos) al
interior de los sectores de generación de
energía por medio de vapor y de hilanderías textiles, finalizó antes del último
cuarto del siglo XIX. Sin embargo, la
contribución más importante de los sectores de energía térmica y maquinaria
textil al crecimiento agregado de Inglaterra ocurrió a mediados del siglo XIX. Por
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esto los historiadores de la revolución
industrial británica, como Landes, concentran sus estudios en la parte final del
siglo XVIII, mientras que los macroeconomistas y los sociólogos se centran en
la mitad del siglo XIX: es probable que
exista un rezago considerable entre el
momento en que se presentan las grandes innovaciones, con el consiguiente
rápido crecimiento proporcional del sector que jalona la economía, y el momento en el que el grueso de su influencia
se refleja sobre los agregados.
1.3. Las elasticidades de substitución y
las tecnologías multiuso
¿Qué es lo que determina las elasticidades precio e ingreso de la demanda por
productos de alta tecnología? Entre mayor cantidad de productos de alta tecnología se perciban como bienes “de
lujo” y entre mayor cantidad de usos diferentes le encuentren a medida que los
precios bajan, mayores serán las elasticidades precio e ingreso de la demanda; y por lo tanto, más intensas serán
las fuerzas que presionan su participación en el gasto al alza, no a la baja;
siempre y cuando los avances tecnológicos continúen.
El comportamiento del sector de la electrónica siempre ha dado muestras de este tipo de elasticidades altas, no bajas.
En cada sucesiva generación de precios
bajos los agentes económicos le encuentra nuevos usos a los computadores y
los equipos de comunicación, lo que
ocurre a una velocidad asombrosa.
Los primeros y muy costosos computadores eran apreciados porque servían
para la realización de gran cantidad de
operaciones aritméticas, complicadas y
dispendiosas. Las primeras aplicaciones
novedosas a gran escala de la capacidad
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de computación electrónica fueron militares: durante la Segunda Guerra Mundial ocurrió una explosión de innovaciones que fueron sostenidas en su totalidad por los propósitos de la guerra y
produjeron los primeros computadores
electrónicos hechos a mano, que eran
únicos en su género. El advenimiento de
la guerra de Corea le dio a la IBM el primer contrato para fabricar un computador de verdad: una calculadora de un
millón de dólares que se utilizaría para
la defensa. La demanda de proyectos militares en los cincuenta y sesenta, tales
como el Whirlwind y el Sistema Semiautomático de Defensa Aérea (SAGE), saturó las líneas de montaje de los fabricantes de computadores y propició la capacitación de la generación de ingenieros
que los diseño y construyó.
La primera aplicación civil y comercial,
de vanguardia, de grandes cantidades de
capacidad de computación (para la época, los cincuenta) llegó por parte de las
oficinas del gobierno tales como la Oficina del Censo de los Estados Unidos y
de sectores como el de las finanzas y los
seguros, en los cuales el procesamiento
de grandes cantidades de documentos
exigía la realización de inmensas secuencias de cálculos. El primer computador UNIVAC fue adquirido por la Oficina del Censo de los Estados Unidos. El
segundo y tercer pedido fueron de una
empresa de investigación de mercados,
A.C. Market Research y de una compañía
de seguros, la Prudential Insurance
Company. Esta segunda generación de
computadores, un poco más baratos, no
se utilizó para realizar cálculos sofisticados, sino para ejecutar los cálculos extremadamente simples de la Oficina del
Censo y los departamentos de recursos
humanos de las grandes empresas. La
Oficina del Censo utilizó los computado77 - 105,
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res para reemplazar las máquinas electromecánicas de tabulación; mientras
que, las otras empresas utilizaron los
computadores para realizar labores de
nómina, generación de informes y análisis de registros que anteriormente realizaban con el apoyo de calculadoras
electromecánicas.
lan el comportamiento del avión, la molécula, la empresa o el documento, si éstos se construyeran de un modo específico. Esto, por lo tanto, brinda la posibilidad de realizar una amplia gama de experimentos en el mundo virtual, los cuales serían excesivamente costosos en el
mundo real en términos de recursos y
tiempo.
Los silenciosos computadores de la siguiente generación (ejemplarizados por
la serie IBM 360) se utilizaron para alimentar y extraer información de bases
de datos en tiempo real, tales como procesos de reservación en aerolíneas, sistemas de seguros y control de inventarios.
Quedó claro que los beneficios del
computador iban mucho más allá de la
realización de cálculos repetitivos a gran
velocidad. El computador tenía muchas
más posibilidades que las calculadoras,
además tenía mayor capacidad y era más
rápido; con la ventaja adicional de que
servía para organizar. American Airlines
utilizó computadores para crear SABRE,
un sistema automatizado de reservas,
que tuvo un costo igual al de diez aeroplanos (Cohen, Delong y Zysman). El
sector asegurador automatizó sus labores de ordenamiento y clasificación en
las oficinas de operaciones.
La importancia de la aplicación de esta
máquina como "simuladora" tomó a la
mayoría de los científicos de la computación y fabricantes de computadores
por sorpresa. Ninguno de los ingenieros que diseñaron programas para la
serie IBM 360, ninguno de los padres
del UNIX de Berkely, nadie antes de
que Dan Bricklin programara Visicalc
tenía la más mínima idea de la utilidad
de un programa de hoja de cálculo. No
obstante, la invención de la hoja de
cálculo significó la propagación del
uso de los computares en las oficinas
como máquinas de "simulación". Ciertamente, la computarización de las oficinas en los Estados Unidos durante los
ochenta se debió en gran parte a las
hojas de cálculo; primero Visicalc, después Lotus 1-2-3 y finalmente Excel de
Microsoft.
Las aplicaciones posteriores permitieron
el diseño de productos asistido por computador, técnica que ha sido aplicada
prácticamente en cualquier campo, desde aviones diseñados sin necesidad de
túneles de viento hasta productos farmacéuticos para usos muy específicos, bosquejados en el nivel molecular. En este
campo y en otras aplicaciones, la principal función del computador no es la de
realizar cálculos, tablas, o administrar
bases de datos, sino la de convertirse en
una máquina de "simulación". En el
computador se crean modelos que simu-
Un ejemplo de la importancia de los
computadores como máquinas de "simulación" hoy día lo constituyen los complejos diseños para los nuevos semiconductores, los cuales simplemente serían
imposibles de realizar sin herramientas
automatizadas de diseño, lo que significa que el círculo del proceso se ha cerrado. Los avances en la computación
dependen de la ley de Moore y el progreso de los semiconductores (para que
la ley de Moore se cumpla) depende de
los avances de los computadores y los
programas.
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Cuando la capacidad de los computadores, siempre en ascenso, permitió la extensión de su uso al control en tiempo
real, su campo de acción se amplió más
aún, ahora que los usuarios de punta inventan nuevas aplicaciones. Las prácticas de producción y distribución están
en un continuo proceso de transformación. Por otra parte, no solamente ha sido posible el ensamblaje o la pintura de
automóviles por medio de robots sino
las ventas al por menor con lectores ópticos, las cadenas de abastecimiento de
alta rotación, así como la cirugía de cadera con ayuda de robots.
En años recientes, la evolución del computador y sus aplicaciones no se ha detenido. Por el contrario, se ha robustecido en dos vertientes completamente
opuestas. En primer lugar, ahora los
computadores se incrustan en los productos convencionales para formar parte de sistemas empotrados; y por otro lado, se han conectado entre sí para conformar lo que conocemos como la
World Wide Web: una base de datos de
información distribuida en todo el mundo con información que se puede acceder por medio de una red mundial única. De igual importancia a la revolución
en la capacidad de procesamiento de información está la revolución que ha ocurrido en la capacidad de comunicación
de la misma y no hay indicios de que el
campo de acción de los usos potenciales
se haya agotado (Cohen, DeLong y Zysman).
Más aún, las cifras acumuladas muestran
que la importancia que tiene el sector de
productos de alta tecnología para la actividad económica ha venido creciendo
con el paso del tiempo. Steven Oliner y
Daniel Sichel, economistas de planta de
la Junta de la Reserva Federal, calcularon
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que en los ochenta el capital de la tecnología de la información —equipos de
cómputo, programas y equipos de comunicación— contribuyeron con 3,3 por
ciento al ingreso generado por la economía, y con 0,5 por ciento anual al crecimiento económico. A finales de los noventa, de acuerdo con Oliner y Sichel, el
capital de la tecnología de la información contribuyó con 7 por ciento al ingreso generado por la economía y participó con 1.4 por ciento anual al crecimiento económico.
Otra forma de decirlo es que las tecnologías modernas basadas en los semiconductores encajan en la definición de
Bresnahan y Trajtenberg de una “tecnología multiuso” que es aquella que es
útil no solamente para una clase limitada de procesos de producción sino para
una muy grande variedad de éstos, que
cada vez que el precio baja parece atraer
nuevas aplicaciones y que puede desencadenar una importante transformación
duradera en la actividad económica.
Hasta ahora, no hay razones valederas
que hagan pensar que la importancia
económica de las industrias de alta tecnología vaya a disminuir o que el ritmo
de innovación muestre síntomas de detenerse; al contrario, hay buenos indicios para pensar que dicha importancia
aumentará. Debido a la naturaleza multiuso de la tecnología, la cantidad de
aplicaciones potenciales es enorme, muchas de las cuales con toda seguridad
aún no se han desarrollado. Es así como,
hay espacio para que la computarización
crezca en el margen intensivo, en la medida en que los computadores terminen
de saciar los mercados potenciales tales
como el trabajo de oficina y el correo
electrónico. Pero, también hay lugar para el crecimiento en el margen extensivo, en la medida en que los microproce77 - 105,
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sadores se utilicen en labores tales como
el control de las puertas de los hoteles o
la variación de la mezcla combustible en
las estufas domésticas, las cuales a muy
pocas personas se les hubieran ocurrido
hace dos décadas.
2. EL DESPLOME DEL ÍNDICE NASDAQ
Y LA “NUEVA ECONOMÍA”
Si el porvenir de la “nueva economía” es
tan brillante como se sugiere en la sección anterior, entonces, ¿por qué han
caído tan abruptamente las cotizaciones
en el mercado de acciones de alta tecnología a finales de 2000 y durante 2001?
Una corriente actual de la sabiduría convencional afirma que el desplome del índice NASDAQ puso al descubierto que
la “nueva economía” no era sino un espejismo, una profusión de absurdos que
con frecuencia aparecen en los picos del
auge económico y que no correspondía
a ningún cambio profundo o perdurable
de la actividad económica. Sin embargo,
es mucho más probable que el desplome del índice NASDAQ fuera consecuencia de que los inversionistas se dieron cuenta de la alta probabilidad de
que la “nueva economía”, en la mayoría
de sectores y empresas, no produjera
cuantiosas cuasi rentas a quienes lograran establecerse en los mercados y por
el contrario, la competencia y los bajos
márgenes se acrecentarían.
El optimismo que empujó al índice NASDAQ tan alto en 1999 y comienzos del
2000 se basaba en la creencia de que el
salto adelante que dio la tecnología en el
procesamiento y comunicación de información había creado un nicho inmenso
de mercados en el que el primero que
llegara se quedaba con todo y en el cual
los rendimientos a escala crecientes
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constituían la característica dominante.
En el caso de las mercancías de la información (programas de computación, el
segmento de un espectáculo en línea o
producción de información) el trabajo se
tiene que hacer sólo una vez, después
de lo cual se puede distribuir a precios
muy bajos a una cantidad ilimitada de
consumidores potenciales; tanto que,
doblar la escala de producción genera
cerca de un 50 por ciento de provecho
en los costos. Adicionalmente, las mercancías de la información producidas a
gran escala son más valoradas por los
consumidores. La versión que obtenga la
mayor participación en el mercado se
convierte en el estándar, la más fácil de
aprender, la que encuentra mejor respaldo y la que funciona mejor con otros
productos (los cuales, por supuesto, se
diseñan pensando en sacarle máximo
provecho).
En aquella parte de la nueva economía
controlada por economías de escala en
la oferta y economías de diversificación
en la demanda, una empresa que fija
una posición dominante en el mercado
termina obteniendo una posición casi
abrumadora, en la que sus productos
son muy apreciados por los consumidores y los costos de producción son mínimos. A menos que los competidores estén dispuestos a dar pasos extraordinarios y costosos —como los que dio Microsoft contra Netscape, invirtiendo una
fortuna para crear un producto competitivo y después distribuir el competidor
Internet Explorer de modo gratuito— la
primera empresa que logre asentar una
posición dominante en el mercado logrará obtener jugosas ganancias, siempre y cuando el sector o la industria a la
que pertenece perdure.
Sin embargo, economías crecientes de
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escala y mercados donde el que primero entre se lo lleva todo, no son la única y mucho menos la principal consecuencia de la revolución tecnológica
impulsada por las compañías de alta
tecnología. Al menos, parece que las innovaciones en las tecnologías de computación y comunicación propician la
competencia. A diferencia de las mencionadas fricciones que, en el pasado,
le dieron prácticamente a todos los productores en la economía una porción
de poder monopólico. Estas nuevas tecnologías permiten búsquedas ágiles para encontrar los precios y la calidad de
cualquier productor individual, mientras que en el pasado, tal información
sólo se podía adquirir por medio de un
proceso penoso, lento y costoso. Anteriormente, la única forma posible de
comparar los precios de las tiendas era
por medio de un arduo peregrinaje de
tienda en tienda. En la actualidad, se
puede utilizar la red mundial de computadores (www). Por lo tanto, en la
“nueva economía” más mercados serán
disputables. Las ventajas competitivas
que se basaban en la reputación adquirida en el pasado, la lealtad a las marcas o el posicionamiento publicitario se
esfumarán. A medida que esto ocurra,
los márgenes de utilidad caerán y la
competencia se volverá más ágil, más
fuerte, más extendida y cada vez más
perfecta.
Ganará el consumidor y perderán los tenedores de acciones. Los productos que
se puedan ofrecer de modo competitivo
serán competitivos, pero con muy bajos
márgenes. El futuro de la tecnología es
brillante, mientras que el futuro de los
márgenes de utilidad de las empresas
(salvo para aquellos pocos que de verdad logren el uso de economías de escala para crear inmensas ventajas de
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costos) es oscuro. ¿Es posible que alguien logre realizar economías de escala significativas al escribir una simple
suite de programas (que abarque las heterogéneas exigencias de compra de millones de empresas que buscan modernizar sus operaciones por medio de la
utilización de la Internet)? ¿Es en verdad
posible que alguien pueda lograr significativas economías de escala si utiliza
Internet para distribuir información sobre comestibles? El desplome del índice
NASDAQ fue consecuencia de que los
inversionistas marginales cayeron en
cuenta que las apuestas se volvían contra ellos. Pero es muy poco lo que el
desplome del índice NASDAQ nos
cuenta sobre el futuro de las tecnologías
en las que se basa ni sobre el verdadero valor de dichas tecnologías.
Tal vez, la mejor analogía sea un antiguo
tema que fue un acertijo para los economistas clásicos de hace tres siglos: la diferencia de precio entre el agua y los
diamantes. El agua es absolutamente indispensable para sustentar la vida, y por
lo tanto, es de inmenso valor para todos
los consumidores. Sin embargo, (por lo
menos en el lluvioso Norte de Europa y
los Estados Unidos) el agua es en verdad
muy barata. En cambio, los diamantes
han sido y siguen siendo muy caros. La
diferencia de precio entre el agua y los
diamantes no nos dice que los diamantes sean útiles y valiosos mientras que el
agua no; lo que dice es que hasta ahora
ha sido más fácil mantener el dominio
del mercado y los altos márgenes en el
comercio de diamantes que en el de
agua.
La analogía con la Internet, la “nueva
economía” y el desplome del índice
NASDAQ es inmediata. Aún Internet Explorer, que hoy día tiene la posición do77 - 105,
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minante del mercado que cualquiera desearía, no fue (o no todavía) una fuente
de ganancias; sin embargo, crear alguna
función esencial en el Explorer que los
navegadores de la competencia no puedan realizar, encontraría que la distribución de un producto que le haga competencia es muy fácil debido a las modernas tecnologías de computación y comunicación.
3. LA MACROECONOMÍA Y
LA “NUEVA ECONOMÍA”
¿Cuáles son los efectos macroeconómicos de la “nueva economía”? Por lo menos hay uno que es claro: en la media
década pasada, hemos sido testigos de
los efectos de la revolución de la tecnología de la información sobre la reciente
aceleración en el crecimiento de la productividad en los Estados Unidos. El resto pertenece más al campo de la especulación.
Como Martin Baily discutirá más tarde, un
posible efecto macroeconómico de la aceleración en el crecimiento de la productividad es el perfeccionamiento del mercado del trabajo y la reducción de la NAIRU
(la tasa de desempleo que no acelera la
inflación) que se da en la actualidad. La
fortaleza de la economía, la saturación del
mercado del trabajo y la satisfactoria baja
tasa de desempleo de la pasada media década son difíciles de concebir sin la aceleración de la productividad, que en la mayor parte ha sido impulsada por la revolución tecnológica en el procesamiento y
comunicación de información. Un posible
segundo efecto de la computarización de
las empresas en los Estados Unidos es un
descenso del componente en el ciclo económico que corresponde a los inventarios. La disminución de la relación acumu92
Econ. Gest. Desarro.
lada entre los inventarios y los despachos
en la industria manufacturera ha sido significativa durante las dos últimas décadas.
Y, tal como Michael Woodford discutirá
más adelante, los cambios que ocurrirán
en la macroeconomía también traerán
modificaciones en la conducción de la
política monetaria. Todos los cuales tienen el potencial de convertirse en ayudas
significativas.
No obstante, por lo menos en nuestra
opinión, los cambios macroeconómicos
no serán tan profundos como esperamos. Los últimos 150 años han sido testigos de cómo las economías industriales
avanzadas del mundo pasaron de ser
fundamentalmente economías agrarias a
ser básicamente economías industriales
y en la actualidad son fundamentalmente economías de servicios. Este período
ha sido testigo de reiteradas revoluciones tecnológicas en la medida en que
los sectores que jalona la economía, uno
tras otro, (productos químicos, electricidad, automóviles y aviones) han tomado
la delantera en la aceleración de la productividad. También ha surgido un elaborado sistema de crédito de consumo
que ha permitido que las familias extiendan sus gastos en el tiempo. Además, el
surgimiento del Estado moderno de seguridad social ha constituido un ancla
para la economía debido a la magnitud
relativamente grande de sus programas
de gasto. El nacimiento del sistema de
seguros de depósito ha reducido la probabilidad de cadenas de bancarrotas generalizadas y por lo tanto, el pánico financiero total. Este lapso, además, ha
presenciado cómo el gobierno asume la
responsabilidad de la conducción de la
política macroeconómica.
No obstante, a pesar de estos cambios
estructurales, el ciclo económico en la
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segunda mitad del siglo XX se asemeja
de modo extraordinario al ciclo económico de los últimos veinticinco años del
siglo XIX. Aunque es notablemente difícil establecer los vínculos causales entre
los cambios estructurales en la actividad
económica y las variaciones del ciclo
económico y las políticas macroeconómicas (Romer). Este autor trata de establecer la relación entre los cambios más
importantes en el ciclo económico durante los últimos 10 años, pero en lugar
de relacionarlos con los principales cambios estructurales de la actividad económica trata de vincularlos con los cambios en la concepción que tiene la Reserva Federal sobre la conducción de la
política macroeconómica.
Adicionalmente, hay un aspecto en el
cual la “nueva economía” es una fuente
de riesgos macroeconómicos. Posiblemente, con la excepción de los noventa,
la década en el siglo pasado que experimentó el mayor crecimiento de la productividad y la mayor cantidad de cambios estructurales fue la de los veinte,
pero al auge de los veinte siguieron los
desastrosos treinta.
No es forzoso que una década tan próspera como los veinte tenga que conducir a la Gran Depresión. Como lo expresó John Maynard Keynes al iniciarse la
Depresión, mientras que “una parte de
la inversión en curso en el mundo (en
los veinte) en buena medida se juzga
equivocadamente como improductiva”,
no puede haber ninguna duda de que
“el mundo se enriqueció enormemente
por las realizaciones del quinquenio
comprendido entre 1925 y 1929; la riqueza se incrementó en estos cinco años
tanto como diez o veinte años en la historia anterior. ... No se ven muchos indicios de que deseen alguna estabilidad tal
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como algunas autoridades aseveran. ...
Unos cuantos quinquenios más de un nivel de actividad como ésta, sin duda,
nos habrían acercado al dorado económico en el cual todas nuestras necesidades económicas razonables se hubieran
satisfecho.” Y fue “un desatino extraordinario que este admirable arrebato de
energía productiva fuera la antesala del
empobrecimiento y la depresión”. En
opinión de Keynes, la Gran Depresión
se originó “no en los altos niveles de inversión que antecedieron a la primavera
de 1929, sino en el cese de inversión
que le siguió”.
Algunas de las apreciaciones de Keynes
eran acertadas mientras que en otras se
equivocó. El final de una temporada de
mucho optimismo y prosperidad exorbitante, traerá consigo de modo inevitable
la reducción de la inversión en los sectores que jalonan la economía. Esta reducción no traerá aparejada una Gran
Depresión (a lo más un período de "reajuste") siempre y cuando se encuentren
presentes otros factores de demanda
que tengan la capacidad para amortiguar
los recursos productivos ociosos que deja la terminación del optimismo. Sin embargo, la conducción de la reestructuración del gasto es una labor macroeconómica muy delicada.
Adicionalmente, los auges entusiastas son
períodos en los cuales las personas dejan
de interesarse de modo importante por
los problemas de la conducción de la política macroeconómica y del ciclo económico. De modo irónico, es precisamente
durante el entusiasmo que las medidas
anticíclicas pierden importancia; sin embargo, en el período que sigue a la euforia, las medidas anticíclicas se vuelven
más importantes que en ninguna otra
época. Por ejemplo, nadie en Japón, a fi77 - 105,
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nales de los ochenta, le prestaba atención
a los problemas del control del ciclo económico, y mucho menos, a comienzos de
los noventa; y hoy la economía japonesa
y la economía mundial sufren las consecuencias de ese descuido.
De este modo, el mayor efecto de la
“nueva economía” en el corto plazo podría ser el incremento de las posibilidades de riesgo en la conducción de la política macroeconómica.
4. LA MICROECONOMÍA Y
LA ‘NUEVA ECONOMÍA’
Lo más probable es que las principales
repercusiones de la “nueva economía”
ocurran en la microeconomía y traigan
aparejados importantes cambios en el
apoyo básico (los derechos de propiedad, las instituciones, “las reglas de juego”) que los gobiernos tienen que ofrecer para que la economía de mercado
opere satisfactoriamente.
El rasgo fundamental de la “nueva economía” es que cuando alguien consume
un bien no necesariamente priva a los
otros de su disfrute. Si calzo un zapato,
otra persona no puede calzarlo. Pero si
adquiero información, si puedo usar un
programa de computador; otras personas también pueden estar informadas,
otros también pueden usar dicho programa. Thomas Jefferson lo dijo mejor:
“Aquél que recibe una idea de mí, recibe la enseñanza sin menoscabarme; así
como aquél que prende su vela en la
mía, toma la luz sin dejarme en la oscuridad”. Un mundo en el que el sector de
la tecnología de la información es el predominante, tiene la característica de que
muchos de los bienes producidos involucran costos fijos muy grandes y costos
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marginales mucho más pequeños como
es el caso de los libros, los discos y los
medicamentos. Es un mundo en el cual,
los impactos positivos de la difusión en
cadena serán mucho más extendidos.
Una solitaria máquina de telefax es un
trozo de metal que es muy útil para trancar puertas. Sin embargo, una red de
cien mil máquinas de telefax facilita diez
mil millones de conexiones entre dos
máquinas distintas. Esto se conoce como
la ley de Metcalfe, la cual dice que la
cantidad de conexiones posibles y por
lo tanto, el beneficio de tal red se incrementa no de modo proporcional a la
cantidad de nódulos sino como el cuadrado de dicha cantidad.
Esta ley es de gran trascendencia y de
una importancia vital para las empresas
y la operación del conjunto de la economía. En la nueva economía existen numerosos ejemplos de costos fijos muy altos y costos marginales muy bajos. Esta
peculiaridad tiene el potencial de producir reacciones positivas, ya que con frecuencia el aumento de la demanda producirá una mayor eficiencia, incentivos e
ingresos más altos, y precios más bajos,
lo que origina una demanda aún mayor.
Anteriormente, la economía era dominada por efectos negativos: el incremento
de la demanda producía precios más altos, lo que obligaba a los productores,
cuando los precios se elevaban, a producir más y a los consumidores a comprar menos. Esto restablecía el equilibrio
en un nivel más bajo de demanda. En
cambio, en el entorno de la economía
de la información, si las economías agrícolas y las economías industriales fueron
“smithianas”, la nueva economía es
“schumpeteriana”.
Existe un amplio espectro de potenciales
consecuencias. Por ejemplo, en el caso
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de las finanzas, como discutirá Andrei
Shleifer, la revolución industrial en curso
está disminuyendo dramáticamente los
costos de transacción y aumentando el
volumen de información; mientras que,
al mismo tiempo, están doblegando los
filtros que se utilizan para separar la
buena información del ruido. La cantidad de “información” aumenta, mientras
que la calidad de la misma parece disminuir. Además, como discutirá Hal Varian,
la “nueva economía” plantea la trascendencia y el riesgo de los problemas de
estructura y regulación de mercados, los
que ahora se deben reconsiderar en su
totalidad.
4.1. El alcance del mercado
Los elevados costos fijos iniciales y los
bajos costos marginales, en ocasiones
inexistentes, plantean complejos interrogantes, pero al mismo tiempo abren
inmensas oportunidades para la política
económica. En una “nueva economía”,
la estructura sectorial ortodoxa se volverá muy parecida a la que se aprecia
en los medicamentos, las editoriales o
la industria discográfica, y será muy diferente a la que predomina en la producción de maíz o en la industrial textil o del acero. La perspectiva es que en
la medida en que el crecimiento conduzca a un descenso pronunciado en
los precios, tiene un mayor potencial
para aumentar rápidamente y hacer que
la prosperidad se vuelva autosostenible;
de este modo se logra que los mercados se expandan más y de nuevo se favorece el crecimiento. Algunas de estas
características ya se pueden apreciar:
los medicamentos huérfanos son más
costosos que los medicamentos con
mercados más amplios, y los best-seller
son mucho menos costosos que las monografías académicas que muy pocos
pueden leer.
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Estos hechos apuntan hacia la importancia de asegurar la operación en el mercado más extenso posible. Cuando un
mercado es conducido por efectos positivos, su eficacia es directamente proporcional a su tamaño. Las ganancias en serie se generarán por medio de cadenas
de distribución más grandes y mayores
líneas de producción, sobre las cuales se
puedan amortizar los altos costos fijos
iniciales. Por lo tanto, cualquier política
del gobierno que aumenten la magnitud
de los mercados —por medio de la disminución de los impedimentos al comercio, el mejoramiento de la infraestructura y la eliminación de otras barreras al
acceso a los mercados— se vuelven en
esa misma medida importantes y valiosas. Desde los tiempos de David Ricardo, los economistas han considerado
que las ventajas comparativas son la mejor razón para apoyar el libre comercio;
pero, puede ser que nos estemos moviendo hacia un porvenir en el cual estos beneficios son menos importantes
que el aumento en los rendimientos a
escala y la dimensión del mercado.
Si es así, esto significa que la apertura de
la economía internacional se convertirá
cada vez más en un requisito fundamental para el crecimiento económico, en
especial para las economías relativamente más pequeñas.
4.2. Monopolio
Una industria con altos costos fijos y casi inexistentes costos variables posee
otra característica importante: la tendencia al monopolio. La regla general en el
sector de alta tecnología ha sido que
quien lidera el mercado amasa una gran
fortuna, el que le sigue apenas alcanza a
cubrir los costos y el resto se quiebra rápidamente. En una estructura industrial
de este tipo, la única forma sostenible de
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competencia se convierte en la pugna
por la posición dominante en la siguiente generación del mercado, la que está
arrancando ahora; porque la competencia en los mercados que ya se han establecido, con altos costos fijos y bajos
costos variables, es casi imposible de
sostener.
La política pública virtuosa en este tipo
de situación debe asegurar que las ganancias monopólicas extraídas del suministro de artículos que sean servicios
esenciales no sean muy grandes (aunque deben ser lo suficientemente grandes para recompensar toda la inversión
del pasado, exitosa o no, en ese mercado). Dicha política debe asegurarse de
que en este tipo de situación los productores con una posición cuasi monopólica en una generación del mercado no
utilicen su posición para atrasar la innovación y el crecimiento del mercado de
la siguiente generación, o para garantizar una significativa ventaja inicial en la
carrera por la posición dominante en el
mercado de la siguiente generación. Pero la política pública virtuosa también
debe tener la certeza de que las medidas
que tome no limiten de modo artificial la
participación en el mercado de los productores más eficientes de esta generación, porque las grandes participaciones
en el mercado van aparejadas con costos
bajos y precios (relativamente) bajos para los consumidores.
Debido a que el sistema legal es un instrumento muy tosco, todavía estamos
muy lejos de saber cómo se pueden diseñar tales medidas o qué tanto su diseño puede acercarse al ideal.
4.3. Distribución
La tecnología ha proporcionado a los estadounidenses notables posibilidades
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que no están al alcance de quienes carecen de la capacitación y los conocimientos para aprovecharlas. Se estima que en
los Estados Unidos, hoy día, el hijo de
una madre soltera adolescente que no
haya terminado la secundaria tiene una
probabilidad del 80 por ciento de vivir
en la pobreza al cumplir los diez años.
La expectativa de vida de los varones en
Washington D.C. está por debajo varios
años de la de Mongolia o Bielorrusia.
En la nueva economía, es claro que el
capital humano es un fuerte complemento del capital físico y del capital intelectual. El rendimiento de la inversión
en capital humano ha estado creciendo
de tal modo que es completamente factible que estemos llegando al más alto
jamás registrado (Goldin y Katz). Es, por
lo tanto, doblemente importante asegurar que los niños obtengan la mejor educación posible. Si la inversión en fábricas fue la inversión más importante durante la era industrial, la inversión más
importante en la era de la información
es con toda seguridad la inversión en el
cerebro humano. La inversión en capital
humano también tiene la posibilidad
hoy más que nunca de convertir en realidad la promesa de la igualdad de oportunidades. La sociedad de clase media
de mitad del siglo XX en los Estados
Unidos fue, en gran parte, generada y
sostenida por el compromiso de principios de dicho siglo de universalizar la
educación secundaria. Las medidas para
originar un compromiso similar de universalizar la educación superior en la era
de la información conllevan la promesa
de producir no sólo una sociedad más
próspera sino una que también distribuya más ampliamente las oportunidades.
Adicionalmente, las consecuencias que
la “nueva economía” tendrá sobre la dis-
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tribución por el lado de la demanda, se
perfilan de tanta importancia como los
efectos que por el lado de la oferta tiene la valoración de la educación. Durante la mayor parte del siglo pasado, la
discriminación de precios (el cobro de
un precio a un grupo de consumidores
y un precio muy distinto por un bien casi idéntico a otro grupo) ha sido considerada por muchos como algo absolutamente perverso; también, la consideran
la forma por medio de la cual, aquellos
que tienen dominio monopólico pueden incrementar aún más sus ganancias.
Sin embargo, la discriminación de precios también tiene otra faceta: es la forma en que las empresas pueden ampliar
sus mercados y lograr que su producto
sea más valioso para los consumidores.
Una empresa proveedora de bienes de
información que logre implementar con
éxito la discriminación de precios, no
obstante, puede obtener ganancias si
cobra precios más altos en el mercado
de compradores relativamente más ricos
y puede adicionar a las ganancias y aumentar de modo importante el beneficio
social de su producto, si lo cobra a precios más bajos a aquellos que son relativamente más pobres. Podría ocurrir
que las actitudes frente la discriminación de precios se modifiquen en la era
de la información.
Existen muchos casos (de los cuales el
abastecimiento de medicamentos a las
personas que viven en los países pobres
es el más crucial y evidente) en los cuales las medidas públicas virtuosas deben
preocuparse por facilitar los mecanismos para que las empresas puedan cobrar precios exageradamente distintos a
grupos diferentes de consumidores. Las
razones que tienen las compañías farmacéuticas para cobrar altos precios a
los consumidores en los países pobres
Econ. Gest. Desarro.
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no tienen mucho peso: su preocupación
mayor es la reimportación de las medicinas de bajo precio hacia el primer
mundo. La pérdida de ganancias que
experimentarían al cobrar un precio alto e inadecuado en los países pobres es
una cantidad muy pequeña si se compara con el riesgo que enfrentan de que el
mercado gris los reimporte. Sin embargo, el costo en vidas humanas en los
países pobres es inaceptablemente alto.
Formas eficaces de segmentar el mercado por completo, de tal modo que los
consumidores en los países ricos paguen los costos fijos mientras que los
países pobres paguen aproximadamente
los costos marginales, tienen un enorme
potencial para contribuir al bienestar
mundial.
4.4. La innovación y la propiedad
intelectual
Sin embargo, los problemas cruciales
son aquellos que giran en torno a la propiedad intelectual. Es un hecho que hoy
día simplemente no sabemos aún como
lograr que el sistema de propiedad intelectual opere en favor de la nueva economía. Anteriormente, en la Edad Dorada de la industrialización en los Estados
Unidos, la propiedad intelectual como
tal no constituía un factor tan importante. Los logros industriales se basaron en
el conocimiento, pero un conocimiento
que cristalizó en bienes de capital aplicado. Muchas personas saben química
orgánica; sin embargo, pocas empresas,
sólo aquellas que han realizado cuantiosas inversiones, pueden fabricar compuestos orgánicos.
Hoy día, parece que la propiedad intelectual se está convirtiendo en una fuente de valor muy importante. Una medida
para responder a esta nueva situación
podría ser la de robustecer los derechos
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de los “dueños”. La idea de fondo es que
los mercados funcionan porque todas las
cosas son de propiedad de alguien. Los
derechos de propiedad le ofrecen a los
productores los incentivos apropiados
para producir y a los usuarios los incentivos precisos para que calculen los costos sociales de lo que usan. Queda claro
que sin instrumentos enérgicos para la
protección de los derechos de propiedad, una gran cantidad de productos útiles nunca se desarrollarían. Este principio se aplica con la misma intensidad a
la propiedad intelectual como a cualquier otro tipo de propiedad.
les nunca han tenido la virtud de escoger y calcular el curso que seguirán el
desarrollo y la investigación aplicada.
Durante mucho tiempo, el pensamiento
económico prevaleciente en la academia
ha desestimado la importancia de los
conceptos de Hayek sobre la competencia en el mercado como un mecanismo
de descubrimiento; de las ventajas empresariales de la iniciativa de la empresa
privada; y de las deficiencias administrativas que se derivan del financiamiento
centralizado, el cual utiliza sistemas excesivamente rígidos de control jerárquico (Scott).
Pero cuando se trata de las mercancías
de la información, el costo social marginal de distribución es cercano a cero.
Uno de los principios fundamentales en
economía es que los precios deben ser
iguales al costo social marginal. En este
caso, establecer derechos de propiedad
intelectual muy fuertes tiene el potencial
de disminuir la eficacia económica porque fijaría los precios por encima de los
costos sociales marginales.
Sabemos que los mercados y el estímulo
a la competencia son los mejores productores de conocimientos aplicados.
Pero no sabemos cómo emplear los mercados y la competencia para aplicarlos al
mercado de la información, y por lo tanto, satisfacer el principio económico de
que los consumidores finales no deberían pagar más allá del costo marginal.
Principios económicos diferentes apuntan en direcciones diferentes. Si las mercancías de la información se van a distribuir cobrando el costo marginal de producción (cero), no será la iniciativa empresarial, que usa las ganancias obtenidas de las ventas a los consumidores para cubrir sus costos, la que las va a concebir y producir. Si las empresas que gozan de los incentivos correctos para explorar nuevos caminos las van a concebir y producir, también deben tener la
posibilidad de vender sus productos con
ganancia a alguien. Si el gobierno va a
otorgar subsidios para su creación, necesita mecanismos para determinar en qué
dirección debe otorgar los subsidios; sin
embargo, las burocracias gubernamenta98
Econ. Gest. Desarro.
Al mismo tiempo, también conocemos la
creencia impulsada por Locke de que los
derechos de propiedad son beneficiosos, que la propiedad intelectual es un
tipo de propiedad como cualquier otra,
y por lo tanto, no hay razón para pensar
que favorecer a ultranza los derechos de
propiedad intelectual sea algo beneficioso. En una economía “smithiana”, los
derechos de propiedad son beneficiosos
porque: a) fuerzan a los compradores a
pagar un precio por los bienes, y por lo
tanto, a incluir de modo aproximado en
su proceso de toma de decisiones el resultado que sus acciones tienen sobre la
disponibilidad de bienes rivales y escasos; y b) permite que se tomen decisiones económicas descentralizadas, por lo
tanto, estimula la iniciativa empresarial.
En la “nueva economía”, donde no exis-
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ten bienes rivales, los derechos de propiedad intelectual que obligan a los
compradores a pagar precios por encima
de los muy bajos costos marginales, en
lugar de contribuir con la eficacia económica la frenan y en lugar de conducir a
la descentralización, fuerzan un mayor
grado de concentración de los procesos
de toma de decisiones económicas, el
que ahora realizan los dueños de dichos
derechos.
Para complicar aún más las cosas, las innovaciones más importantes que vemos
hoy día se basan en el progreso de todas
las ciencias básicas: desde la teoría de
grupos hasta la teoría cuántica. Si nos
preguntáramos qué tipo de investigación
ha contribuido de modo más efectivo a
la navegación de barcos desde 1600, una
buena respuesta sería que fueron las matemáticas puras; porque sirvieron para
construir las herramientas que James
Clerk Maxwell utilizó para elaborar las
ecuaciones que describían el comportamiento de los campos electromagnéticos
y de no ser por las ecuaciones de Maxwell, no existirían los radios. Sabemos
por una vasta experiencia que las ciencias básicas se difunden mejor si tienen
amplia divulgación, así que la producción científica debe tener respaldo externo. Esta es la razón del porqué un componente fundamental de las medidas públicas en este momento debe ser un intenso apoyo a la investigación básica.
Además, otra de las razones por las que
la investigación básica debe tener amplia
divulgación se debe a que la investigación básica y la investigación aplicada
son esfuerzos acumulativos. Existe una
buena posibilidad de que la imposición
de fuertes restricciones a la difusión de
la propiedad intelectual no sea tan favorable a la creación de estímulos para la
Econ. Gest. Desarro.
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investigación y el desarrollo; y por el
contrario, contribuya a la destrucción de
los canales de comunicación científica y
técnica que permiten que la investigación y el desarrollo sean eficaces (Gallini y Scotchmer). Isaac Newton dijo que
la única razón por la cual era capaz de
ver más allá que otros era porque estaba
parado sobre los hombros de gigantes.
Bien sea que los derechos de propiedad
nos parezcan más importantes que los
conceptos sobre la forma de otorgar incentivos a las compañías para que financien la investigación y el desarrollo, también tenemos que darle importancia al
libre intercambio y uso de información
para brindarle a los investigadores la facultad de realizar su trabajo con eficacia.
La discusión tradicional en economía se
ha centrado en la duración de las patentes; sin embargo, bien podría ocurrir que
la profundidad y el alcance de éstas sean
de igual importancia para determinar el
avance económico.
Puede que sen necesarias nuevas prácticas y nuevas formas de implementarlas
(tal vez algunas ya probadas, como lo
que hizo el gobierno francés a comienzos del siglo XIX cuando adquirió y convirtió en un bien público las primeras
patentes de la fotografía (Kremer 1998))
para lograr los cuatro objetivos de: a) el
precio igual al costo marginal; b) el dinamismo de la iniciativa empresarial; c)
la aceleración del proceso acumulativo
de investigación; y d) el suministro de
estímulos adecuados para la investigación y el desarrollo. Los trabajos del economista de Harvard Michael Kremer
(1998, 2000): uno sobre la posibilidad de
la adquisición pública de las patentes en
subastas y el otro sobre la redefinición
de parte de la investigación y el desarrollo público, la de los procesos orientados por propósitos hacia procesos orien77 - 105,
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tados por resultados (por ejemplo: la
realización de concursos para que las
compañías privadas desarrollen vacunas
en lugar de financiar directamente la investigación). Ambos trabajos son especialmente interesantes porque son un esfuerzo por desarrollar prácticas que tengan todas las ventajas de la competencia
de mercado, el monopolio natural y la
distribución pública.
No debería sorprendernos que por lo
menos uno de los autores invitados a esta conferencia haya estado reflexionando con mucha intensidad sobre el papel
que las instituciones educativas sin ánimo de lucro y gran disposición de recursos deben jugar en los esfuerzos por solucionar la encrucijada en que se encuentran la innovación y la propiedad
intelectual en la “nueva economía”.
5. CONCLUSIÓN
El resultado de sopesar tantas alternativas permite concluir, por supuesto, que
las modernas tecnologías de procesamiento y comunicación de información
están creando una “nueva economía” y
muy probablemente están produciendo
cambios profundos que tendrán repercusiones intensas y prolongadas. Todas
son innovaciones con connotaciones sísmicas, al igual que ocurrió con la energía eléctrica en el pasado. Aunque no es
muy probable que tengan un profundo
impacto en la reducción de la volatilidad
cíclica, tendrán un amplio impacto microeconómico que todavía no entendemos en su totalidad. Ha quedado claro
que no es muy probable que el paradigma competitivo se ajuste a la nueva situación; sin embargo, todavía no sabemos cuál será el paradigma que cumpli100
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rá los requisitos para reemplazarlo. Sabemos que los derechos de propiedad
se convertirán en una cuestión de fondo.
Sabemos que algunas prácticas del mercado (tal como la discriminación de precios) las cuales hemos mirado tradicionalmente con algún escepticismo deberían replantearse.
No puede ser accidental que el comunismo al estilo soviético, los ministerios
de planificación en todo el mundo en
desarrollo y las grandes empresas manejadas con estrictos controles, encontraran serios obstáculos para su progreso
en la misma década y debieran reorganizarse. De modo creciente, la balanza
de las ventajas económicas se inclinó a
favor de los sistemas en los cuales las
oportunidades y el poder económico
son más descentralizados y dan mayor
peso a los talentos y las ideas de los individuos. En la esfera de las empresas
individuales y las economías nacionales,
la flexibilidad toma la delantera sobre el
control inflexible. Y la capacidad para
reaccionar ante los cambios se sobrepone a la capacidad de fijarlos. Bien sea
que la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER) examine los últimos tres años y concluya o no que el
año pasado la economía de los Estados
Unidos atravesó por una pequeña recesión durante algo así como un año; las
trasformaciones estructurales que hemos dado en llamar la “nueva economía” están en pleno apogeo.
Además, en la medida en que la estructura de la economía se transforma, las
medidas gubernamentales virtuosas también cambian. Al hacer un poco de historia, se puede apreciar que las bases
gubernamentales en que se apoya el sistema de mercado, necesarias para que
opere apropiadamente, no están escritas
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en piedra. En la medida en que la tecnología y la sociedad se han transformado
en el pasado, los acciones que el gobierno tomó para lograr que el mercado funcionara también se transformaron.
Tengamos en cuenta, por ejemplo, la revolución en la agricultura británica en los
150 años anteriores a 1800, la cual fue, a
juicio de muchos historiadores, una condición previa primordial para la misma
revolución industrial. Si no hubiera ocurrido la revolución en la agricultura británica, Inglaterra en 1800 hubiera vivido
en la penuria y la mano de obra hubiera
sido extremadamente barata, debido a
que la baja productividad de la mano de
obra agrícola hubiera disminuido igualmente los salarios urbanos. En un escenario de bajos salarios, ¿de dónde hubiera procedido la demanda de la clase media para comprar los textiles burdos, los
artículos de ferretería y los pasajes de ferrocarril que fueron los productos que
originaron la revolución industrial en Inglaterra? En un escenario de bajos salarios, ¿Qué tanta energía innovadora se
hubiera dirigido a la construcción de fogosa y excéntrica maquinaria, si abundaban los obreros desesperados que por
cualquier cosa estaban dispuestos a realizar labores manuales? Ambos razonamientos, del lado de la oferta y la demanda, que afirman que la revolución en
la agricultura británica constituyó una
condición previa primordial para la revolución industrial británica han parecido
siempre muy verosímiles.
Sin embargo, la revolución en la agricultura británica no habría ocurrido sin
el movimiento del cercamiento, que
consistió en la extinción de los derechos comunales tradicionales del uso
de la tierra, la sustitución del sistema de
campo abierto de tierra de labor en larEcon. Gest. Desarro.
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gas y estrechas franjas sin cercar por
campos que los grandes señores cerraron con cercas. Los efectos distributivos
del cercamiento fueron monstruosos,
aunque, las bondades de eficiencia
agrícola parecen haber sido cuantiosas.
El movimiento de cercados le ofreció a
los agricultores y dueños de tierra progresistas, los estímulos para experimentar con técnicas productivas novedosas
y potencialmente más productivas. Y
dicho movimiento creó las forma de organización necesarias para hacer que
dichos experimentos fueran posibles
porque se opuso al sistema que imponía el consenso unánime de por lo menos 30 jefes de familia en una aldea para poder experimentar con prácticas
agrícolas diferentes a aquellas apoyadas
por costumbres inmemoriales. Bajo el
sistema de campo abierto el consenso
unánime era necesario. Los antiguos
acuerdos institucionales premodernos y
las prácticas de la agricultura británica
eran, a juicio de muchos historiadores,
incompatibles con la revolución agrícola. Si las leyes y las instituciones no hubieran cambiado, se hubiera cometido
la equivocación de retrasar esa transformación económica.
Se hizo evidente a comienzos del siglo
XIX que la revolución industrial británica era una transformación económica
extraordinaria y que cambiaría la política y la sociedad, así como la producción
y la distribución. Durante el segundo
cuarto del siglo XIX, políticos, periodistas, novelistas, tecnólogos y revolucionarios realizaban peregrinaciones a Manchester, Inglaterra, para ser testigos de la
extraordinaria fuerza productiva de las
máquinas de vapor utilizadas en la producción de textiles y para reflexionar sobre la “nueva economía” que estaba surgiendo.
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Sin embargo, muy pocos en Manchester
se dieron cuenta de que el gobierno británico no estaba construyendo escuelas
para los hijos de los obreros que migraban del campo a trabajar en las fábricas.
No obstante, la falta de mano de obra calificada significó que las tecnologías que
siguieron a la máquina de vapor tales como la electricidad, la metalurgia, y la química asentaron mucho mejor en la Alemania de fines del siglo XIX (donde se habían realizado inversiones en instituciones
educativas) que en la Inglaterra de finales
del siglo XIX. El fracaso de Inglaterra para desarrollar sus instituciones (para ofrecer educación, capacitación, salud pública
e infraestructura para apoyar las tecnologías del porvenir) significó que el liderazgo industrial que mantuvo durante la segunda mitad del siglo XIX no podía sostenerse. De este modo, Inglaterra comenzó
el siglo XX y su lucha mortal de medio siglo con los regímenes antidemocráticos
de Alemania, habiendo ya derrochado
una inmensa ventaja inicial en tecnología
y productividad.
• La banca de inversión
• Un mercado de costa a costa
• La existencia de medidas que protegían la competencia
Si se considera la Edad Dorada de la industrialización en los Estados Unidos hacia finales del siglo XIX; se encuentra que
este período fue testigo del advenimiento
de la producción en serie, las grandes empresas, el mercado de costa a costa, y la
energía eléctrica. Se necesitaron más que
mejoras en las tecnologías de producción
para hacer posible las fábricas a gran escala y conseguir una gran estructura industrial, las economías de producción en
serie y una alta productividad. Desde un
punto de vista actual, podemos echar una
mirada atrás y decir que en los Estados
Unidos, esta transformación económica se
apoyó en cinco elementos:
Además, las reformas políticas (la implantación de medidas para proteger la
competencia) eran necesarias por dos
razones. La primera era que había que
tratar de asegurar que las ingentes economías de escala a las que tenían acceso las grandes empresas no se obtuvieran a costa de sustituir la competencia
por el monopolio. La segunda era la función política de confirmarles a los votantes que las grandes empresas en expansión se pondrían al servicio de la economía y no al revés.
• La responsabilidad limitada
• El mercado de acciones
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Las reformas legales e institucionales
(la responsabilidad limitada, el mercado de acciones y el sector de banca de
inversión) eran necesarias para integrar
el capital que construiría las fábricas en
la escala requerida para atender un
mercado de costa a costa. Sin la responsabilidad limitada, los inversionistas individuales habrían sido reacios a
enfrentar el riesgo de pérdidas potenciales ilimitadas que dependían de administradores que no conocían y no
podían controlar. Sin el mercado de acciones y bonos, los inversionistas habrían sido menos propicios a invertir
en grandes empresas por la pérdida de
liquidez que esto significa. Sin la banca
de inversión, la tarea que tienen los inversionistas de clasificar las empresas
que valen la pena habría sido mucho
más ardua.
Por último, los cambios institucionales
eran necesarios para asegurar que las empresas nuevas pudieran atender un mercado de costa a costa. Por ejemplo, piensen en la empresa Swift Meatpacking,
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que ha sido objeto de una disertación en
Berkeley por Gary Fields. El negocio de
Swift se basaba en la estupenda idea de
sacrificar en serie las reses en Chicago,
despacharlas preparadas hacia Boston y
cortarlas en filetes en pequeña escala
por terceros en las carnicerías del área.
Este era un plan de negocios muy bueno. Prometía producir grandes ganancias
a los empresarios e inversionistas y una
mucho mejor alimentación a precios
más bajos para los consumidores. Pero,
¿qué hubiera ocurrido si los legisladores
de Massachusetts hubieran exigido, por
motivos de salubridad y seguridad, que
toda la carne que se vendiera allí fuera
inspeccionada en pie por los inspectores
de carnes de Massachusetts antes del sacrificio?
Sin un sistema adecuado de medidas
gubernamentales (en este caso la preeminencia de los controles federales de
salubridad y seguridad sobre los asuntos locales que afectan el comercio interestatal) no hubiera sido posible la
conformación de la industria procesadora de carnes de Chicago (o la novela
La selva de Upton Sinclair) y esa parte
del mecanismo de la industrialización
de finales del siglo XIX no habría calzado en su lugar.
La Era Dorada de la industrialización le
ofreció a los Estados Unidos algunas
muestras impresionantes de capitalismo
de compinches, “criminales de mucha riqueza” como los calificó el presidente
Teodoro Roosevelt, el que nos dejó como legado la infraestructura básica de
una de las más grandes universidades de
la costa Oeste, producto de tratos amañados, promovidos por el exgobernador
de California Leland, entre el ferrocarril
Central Pacific que él impulsó y la compañía constructora de la que era abiertaEcon. Gest. Desarro.
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mente socio. También permitió que en
la primera mitad del siglo XX el estadounidense medio tuviera el mayor nivel de
vida y la industria más productiva del
mundo.
En Europa, por el contrario, no existió
un mercado continental debido a los
aranceles nacionales. Sin un mercado de
extensión continental, no era posible lograr economías de escala aceptables. En
Inglaterra, con el mínimo desarrollo previo de la banca de inversión antes de la
Primera Guerra Mundial, no se pudieron
reunir los fondos de capital para construir las grandes fábricas en el momento
adecuado. Las empresas británicas se
mantuvieron más pequeñas y mucho
menos eficientes que sus equivalentes
en los Estados Unidos (Chandler). En
Alemania, donde no existieron medidas
significativas para proteger la competencia, no hubo freno a la formación de carteles en la industria moderna. La teoría
política de que los carteles en la industria alemana envenenaron la política en
la primera mitad del siglo XX no tiene
ahora mucho sustento, pero con seguridad que las restricciones que los carteles
imponían a la producción hicieron que
la familia promedio alemana fuera más
pobre y la distribución del ingreso en
Alemania más sesgada.
Debido a que las instituciones en los Estados Unidos se transformaron para apoyar, nutrir y administrar la llegada de la
producción en serie y las empresas comerciales en gran escala como lo ha narrado Alfred Chandler (y debido a que
las instituciones europeas, de manera
general, no lo hicieron) esa nación tomó
la delantera a comienzos del siglo XX y
se convirtió en “el horno donde se estaba forjando el futuro”, como dijo una
vez León Trotsky.
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¿Cuáles reformas serán necesarias en los
fundamentos, por parte del gobierno, a
medida que se consoliden los cambios
generados por los computadores para
que la economía de mercado florezca?
¿Cómo harán los gobiernos para enfrentar los posibles grandes impactos distributivos? ¿Y qué reformas u omisiones en
favor de intereses creados obstaculizarán
las transformaciones que se abren paso?
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