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ASOCIACIÓN ARGENTINA DE HISTORIA ECONÓMICA UNIVERSIDAD NACIONAL DE RÍO CUARTO XXII JORNADAS DE HISTORIA ECONÓMICA Río Cuarto (Córdoba) 21-24 de septiembre de 2010 ISSN 1853-2543 Intervención económica estatal entre 1966-1973: orientación calidad y resultados. Ana Castellani1 IDAES-UNSAM/CONICET Hacia mediados de la década de 1960, la Argentina presentaba cuatro rasgos sobresalientes: a) un crecimiento económico trabado, propio de una estructura productiva desequilibrada que no lograba superar sus restricciones externas; b) una exacerbada conflictividad social que reconocía uno de sus orígenes principales en la constante puja por la distribución del ingreso entre los diferentes sectores sociales (asalariados/no asalariados, productores agropecuarios/productores industriales, etc.); c) la existencia de una profunda crisis política que se manifestaba en la imposibilidad de los sectores económicamente dominantes para construir un orden político legítimo y duradero; y d) una crisis estatal cada vez más pronunciada, producto del deterioro de su capacidad de gestión y de las dificultades para procesar las constantes demandas de los distintos actores sociales.2 La combinación de estas crisis fue definiendo un escenario de confrontación cada vez más exasperado y complejo que la dictadura militar que tomó el poder en 1966 se propuso modificar radicalmente a través de un “proyecto modernizador” de signo autoritario, sostenido en una alianza entre el sector paternalista de las Fuerzas Armadas 3 y las diversas fracciones que conformaban la gran burguesía industrial. A partir de entonces se produjo la implantación de lo que Guillermo O'Donell (1982) denominó Estado burocrático autoritario, esto es la progresiva ocupación de los sectores claves del aparato estatal por parte de los grupos de tecnócratas vinculados a las fracciones más modernizantes del empresariado local, en el marco de un régimen político dictatorial. 1 Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora Adjunta CONICET con sede en el IDAES-UNSAM. Profesora UBA y UNSAM. 2 Para una presentación de esta dinámica tan particular, véase Pucciarelli (1999), Portantiero (1977) y O’Donnell (1977). 3 O’Donnell identifica tres fracciones en las Fuerzas Armadas argentinas de ese período: los liberales, los nacionalistas y los paternalistas. Al respecto, consultar O’Donnell (1982), capítulo II. 1 La mayor complejidad que había adquirido el modelo de acumulación durante los primeros años de la “segunda” ISI4 y la preponderancia de la burguesía industrial extranjera sobre las restantes fracciones de la clase dominante, posibilitaron que a mediados de los años sesenta se realizara un intento de proyectar este predominio económico sobre el ámbito político. La base de sustentación social del nuevo gobierno se constituyó por medio de una alianza entre la gran burguesía industrial, los sectores tecnoburocráticos y la fracción paternalista de las Fuerzas Armadas. En sus comienzos, esta alianza contó con el apoyo de la llamada burocracia sindical, liderada, en ese entonces, por el dirigente metalúrgico Augusto Vandor. El objetivo central del gobierno dictatorial fue la "normalización" de la sociedad en tres períodos sucesivos, conocidos vulgarmente como los "tres tiempos": el económico, el social y el político. En líneas generales, la “normalización” comprendía el reordenamiento de la sociedad por medio de la supresión de la actividad política; el fomento estatal a la actividad económica a través de un aumento importante de la inversión pública; y la modernización y racionalización de la función administrativa del Estado, mediante una capa tecnoburocrática que asumiera este nuevo rol de “agente modernizador” con un amplio grado de autonomía en el manejo de las reparticiones encargadas de la regulación económica y de la gestión y control de la inversión pública. Indudablemente, en este proyecto el Estado tenía reservado un papel crucial, y es por eso que el nuevo gobierno intentó modificar sustantivamente la orientación y la calidad de la intervención estatal. Más allá de esta coincidencia que signó todo el período, se pueden distinguir claramente dos etapas en la gestión económica estatal llevada adelante entre 1966 y los primeros meses de 1973: entre 1967 y 1969, tras el fracaso de la breve gestión del ministro Salimei, se llevó a cabo un plan de corte liberal eficientista, conducido por el ministro Krieger Vasena, un hombre estrechamente vinculado al gran capital nacional y extranjero, y a los círculos financieros internacionales. Luego de una primera etapa de éxitos macroeconómicos, el programa entró en crisis por deficiencias propias, pero especialmente por la agudización del conflicto social y político que erosionó las bases de sustentación de la alianza gobernante. Sin embargo, a pesar del alejamiento forzado del ministro producido inmediatamente después del “Cordobazo”, los lineamientos generales de su politica se mantuvieron durante las gestiones de sus sucesores inmediatos: Dagnino Pastore y Moyano Llerena. Entre 1970 y 1971, con Levingston en la presidencia, se produjo un giro nacionalista en materia económica, llevado a cabo por el ministro Ferrer, mediante el cual se reorientó la 4 En una muy interesante y reciente reinterpretación del proceso sustitutivo, Basualdo señala el alto grado de heterogeneidad que caracteriza a la segunda fase de la ISI. En efecto, en base a un análisis estilizado del modelo concluye que esa segunda etapa puede dividirse en dos subperíodos, el primero, se extiende desde 1956 hasta 1963, y el segundo, desde 1964 hasta 1974. Al respecto, véase Basualdo (2006), página 95 y siguientes. 2 actividad productiva favoreciendo a las empresas nacionales a través de una serie de intervenciones estratégicas realizadas desde el aparato estatal. Sin embargo, la gestión duró muy poco. El golpe interno que reemplazó al general Levingston por el general Lanusse a comienzos de 1971, produjo un cambio en el rumbo económico iniciado por Ferrer, dando origen a un periodo de crisis recurrentes que se extendió hasta comienzos de 1973. El objetivo de este trabajo es analizar a partir de diversos tipos de fuentes, la intervención económica estatal5 entre 1966 y 1973 desde dos dimensiones: la orientación (definida por el contenido de las principales políticas económicas) y la calidad (entendida como la conjugación de capacidades y nivel de coherencia intraestatal y grado de autonomía con respecto a las fracciones sociales) y evaluar sus resultados a los efectos de demostrar el incremento de la distancia entre la calidad y la cantidad de la intervención estatal durante esos años y sus implicancias sobre el desarrollo económico.6 Los vaivenes en la orientación de la intervención económica: de la gestión liberal eficientista a la gestión nacionalista A diferencia de otros planes de orientación liberal aplicados hasta ese entonces, el elaborado por el equipo de Krieger Vasena tuvo la originalidad de considerar que la inflación argentina obedecía a problemas originados en la estructura de costos y no en el incremento de la demanda agregada, diagnóstico que contradecía la explicación tradicional del pensamiento económico ortodoxo. Partiendo de esta base, el programa estuvo orientado a contener los costos de producción y aumentar los ingresos fiscales, para lo cual se implementaron una serie de 5 Entendida como un conjunto de indicadores que dan cuenta del accionar del Estado en materia económica en cada momento histórico que permiten determinar el alcance de las funciones productivas y regulatorias del Estado y el tipo y orientación de las transferencias de recursos públicos hacia el capital; y a su vez, del nivel de autonomía y de las capacidades administrativas y financieras del sector público a la hora de diseñar y poner en marcha estas acciones. Para una preentación más detallada de la operacionalización de esta variable, consultar Castellani (2008). 6 En efecto, existe un consenso generalizado entre los investigadores de los procesos del desarrollo en los países de industrialización tardía sobre la relevancia que adquiere la intervención estatal. En parte, esta importancia se deriva del rol fundamental que juega el Estado en el proceso de acumulación de capital de las firmas privadas. Por un lado, porque se encarga de establecer las “reglas del juego” fijando marcos normativos que regulan el funcionamiento de los diversos mercados en los que operan las firmas. De esta forma, por ejemplo, puede avalar el establecimiento de posiciones monopólicas, proteger ciertos mercados de la competencia externa, flexibilizar las condiciones de contratación de la mano de obra, etc. Por otro lado, el Estado interviene en la orientación general del modelo de acumulación (tanto por acción como por omisión) diseñando y aplicando diversas políticas económicas que promueven la realización de ciertos objetivos/intereses sectoriales por sobre otros. Muchas veces estas políticas implican transferencias prácticamente directas hacia las firmas privadas (subsidios a la exportación, promoción a ramas industriales, estatización de pasivos externos, programas de capitalización de deudas, etc.) y otras veces, generan condiciones propicias para la acumulación de algunas empresas (por ejemplo, mediante la fijación del tipo de cambio, las tasas de interés, la masa monetaria, la política impositiva, tarifaria, comercial y financiera, etc.). Finalmente, las propias actividades económicas que realiza el Estado a través de sus múltiples reparticiones y empresas productoras de bienes y/o servicios generan transferencias de recursos públicos hacia el sector privado, ya que las firmas estatales suelen operar con precios y tarifas diferenciales que benefician a sus proveedores y/o consumidores. 3 medidas, varias de ellas bastante novedosas, como la devaluación de la moneda nacional compensada con retenciones a la exportación agropecuaria con el fin de evitar la traslación de ingresos y recuperar para el fisco esos recursos, que, a su vez, se utilizaron para promover las exportaciones industriales y para desarrollar un vasto plan de inversión pública. 7 Si bien el plan tuvo un efecto positivo en el corto plazo (aumento de las reservas internacionales, disminución brusca de la tasa de inflación anual y crecimiento sostenido del producto) estos avances se deterioraron profundamente a partir de 1970. En líneas generales, la política económica profundizó el proceso de concentración industrial y la participación del capital extranjero en los circuitos financieros locales y provocó la crisis terminal de muchos de los sectores productivos considerados "ineficientes", como por ejemplo, los ingenios azucareros en la provincia de Tucumán. Ahora bien, en mayo de 1969 se produjeron acontecimientos políticos de inusitada gravedad que modificaron sustancialmente la situación de aparente estabilidad del régimen militar, y en consecuencia, el contexto de implementación del programa económico. A partir de las protestas generalizadas en su contra, el equipo liderado por Krieger Vasena tuvo que renunciar. Fue entonces cuando salieron a la superficie las principales inconsistencias del plan. La inversión del ciclo ganadero contribuyó notablemente en el aumento de los índices de precios debido a la restricción en la oferta de un bien clave en la canasta familiar. Por otro lado, el congelamiento salarial acompañado por aumentos en la productividad, agudizaron las tensiones sociales a tal punto que la central obrera (CGT) pudo paralizar al país con una huelga general, a fines de 1970. Finalmente, el sector externo volvió a presentar signos de deterioro (leve déficit en el balance comercial y aumento del endeudamiento). 8 Por primera vez desde 1962 se registró un déficit sustancial en la cuenta corriente del balance de pagos. La expansión de las importaciones 7 Otras medidas comprendidas en el plan fueron: • Aumentos en las tarifas de los servicios públicos y posterior congelamiento para incrementar rápidamente los ingresos del fisco. • Estímulos a la construcción privada de viviendas que se sumó al amplio proyecto de inversión en construcción desarrollado por el Estado. • Aumentos en los impuestos indirectos y en las cargas sociales; esta medida obedeció a la necesidad de lograr el equilibrio del presupuesto fiscal, condición imprescindible para sostener un discurso eficientista y para incrementar las capacidades financieras del Estado. Paralelamente, se puso en marcha un proceso de reordenamiento en las empresas estatales con el fin de mejorar su capacidad operativa. • Despidos generalizados en la Administración Pública y congelamiento salarial para los empleados del sector, a los efectos de disminuir el nivel de gasto público corriente. • Disminución de los aranceles de importación y fomento, mediante reembolsos, a las exportaciones de origen industrial • Mantenimiento de elevadas tasas de interés doméstica que se tornaron positivas en términos reales debido a la disminución de los índices de inflación durante los primeros años de vigencia del plan. El objetivo de esta medida fue facilitar el ingreso de capitales extranjeros, que se utilizaron para aumentar las reservas y expandir la oferta monetaria. 8 Un análisis detallado de la crisis del plan de Krieger Vasena se encuentra en O’Donnell (1982) y en Braun (1973). 4 y el estancamiento de las exportaciones, junto con el aumento del endeudamiento externo y de la salida de capitales, fueron los factores decisivos de este proceso.9 A pesar del relevo del presidente Onganía por Levingston, se mantuvieron algunos de los lineamientos básicos de la gestión anterior. En efecto, frente a la crisis que presentaba el sector externo, en junio de 1970 se implementó una devaluación y se redujeron los reintegros a las exportacionas no tradicionales. Paralelamente, se incrementaron las retenciones a las exportaciones tradicionales. Asimismo, se puso en práctica una política monetaria restrictiva para evitar la presión sobre el mercado cambiario. En materia salarial, se otorgaron aumentos paulatinos y moderados que no lograron detener la distribución regresiva del ingreso propia de situaciones inflacionarias y recesivas. Ante el fracaso de las políticas estabilizadoras, el gobierno propuso un giro importante en materia económica. La designación del economista Aldo Ferrer al frente de esta cartera daba cuenta del cambio en la orientación de la intervención estatal. La política implementada durante la gestión de Ferrer, mantuvo como supuesto básico el “carácter nacional del potencial económico del país”, es decir, considerar al capital local como motor del desarrolo económico. Desde este diagnóstico se lanzó un agresivo programa de "argentinización" de la economía con el objetivo de lograr una tasa de crecimiento del producto del orden del 8% anual, a partir del aumento en el ahorro interno y de una política firme de incentivo a las exportaciones. Para lograr esta meta, se implementaron una serie de medidas de corto y mediano plazo que evidencian con claridad el giro nacionalista producido en la gestión económica y el alto grado de intervención que el Estado iba a alcanzar en el funcionamiento de la economía.10 Las medidas adoptadas daban cuenta de la concepción desarrollista-estructuralista del equipo económico por la cual el Estado debía encarar el rol de agente impulsor del crecimiento, promoviendo la creación de “polos de desarrollo”, generando las condiciones necesarias para expandir las industrias de base, y facilitando la financiación de grandes inversiones en capital 9 En palabras de Ferrer (1977) "La experiencia de marzo de 1967, concluía pues, con una nueva crisis del balance de pagos, la reactivación de las presiones inflacionarias y la ruptura de la política de ingresos. Los sectores perjudicados por esa política, incluyendo el laboral y algunos grupos empresarios nacionales, enfrentaron no sólo los aspectos coyunturales de la política sino su diseño de fondo y la concepción de país que llevaba implícita. A esto se sumó más tarde, la oposición del viejo sector tradicionalmente dominante, el agropecuario, consumándose una fractura en el interior del bloque liberal”, página 76. 10 Entre las que se destacan, la implantación de rigurosos controles a la salida de capitales y transferencias financieras; política de inversiones públicas con el doble propósito de aumentar la demanda global y la infraestructura instalada; puesta al día en los pagos a los proveedores del sector público; reapertura de las negociaciones de los convenios colectivos de trabajo; adopción de controles directos de precios; veda al consumo interno de carnes vacunas en semanas alternadas; creación del Banco Nacional de Desarrollo, sobre la base del ex Banco Industrial, a fin de financiar los proyectos de desarrollo de las industrias de base y de reconversión productiva exclusivamente de empresas controladas por el capital nacional; implementación de la llamada "Ley de Compre Nacional", que obligaba al sector público a abastecerse con bienes y servicios producidos internamente siempre que hubiera oferta disponible; y de varios proyectos de emprendimientos promocionados para desarrollar sectores de insumos esenciales como el energético, el siderúrgico y el petroquímico. 5 fijo. Estas medidas se acompañaban de una política comercial que tendía a “destrabar” los cuellos de botella del sector externo, a través del aumento de las exportaciones industriales. Pero la mayor novedad de la propuesta residía en el “blanqueo” de la apuesta al capital nacional como “socio privilegiado” del Estado en el proceso de acumulación, que permitiría impulsar el desarrollo sostenido de la economía. Esta necesidad de “nacionalizar” la economía quitándole peso a los agentes extranjeros, explicitada desde el propio discurso gubernamental, se venía esbozando más tímidamente desde la caída de Kriger Vasena, pero se convirtió en una política de Estado durante la gestión de Ferrer, y esa tónica se mantuvo a pesar del alejamiento del ministro, y se acrecentó notablemente durante el gobierno peronista iniciado en 1973.11 En el corto plazo, el plan de Ferrer consiguió equilibrar las variables macroeconómicas fundamentales, pero más allá de estos resultados iniciales (que se diluyeron rápidamente) muchas de las medidas de largo plazo que se implementaron en ese corto período de tiempo (como la Ley de Compre Nacional y los proyectos de promoción industrial) persistieron por muchos años, aunque con resultados muy diferentes a los previstos originariamente por sus mentores. La política económica implementada a partir de la disolución del Ministerio de Economía y Trabajo y de la salida de Ferrer del gabinete en mayo de 1971, retomó los carriles tradicionales para frenar la nueva crisis generada en el sector externo. Sin embargo, no se pudo aplicar un programa coherente y sistemático porque el objetivo primordial de la Junta Militar por ese entonces consistía en garantizar la transición hacia un gobierno democrático de la manera más conveniente para las Fuerzas Armadas, en un contexto de profunda radicalización de las ideas y prácticas políticas, que habían llegado hasta el extremo de cuestionar las propias bases de sustentación del régimen social capitalista. Si se observan detenidamente los indicadores macroeconómicos básicos del período 1966-1972, se puede afirmar que la política implementada durante los años de la “Revolución Argentina” tuvo un efecto positivo en relación al control de la tasa de inflación (al menos hasta 1971), al crecimiento del PBI global y per cápita, y al aumento del nivel de empleo de la mano de obra. En efecto, las tasas de crecimiento del PBI (ya sea medido a costo de factores o a precios de mercado) muestran incrementos sustantivos a partir del año 1967 y, si bien las tasas disminuyen desde 1970, el producto sigue creciendo (cuadro 1). Lo mismo se observa al considerar el PBI por habitante (cuadro 2). Este crecimiento constante del PBI se produjo, especialmente, por los incrementos registrados en la inversión (cuadro 3) y se dio en un contexto de relativa estabilización de los precios mayoristas y minoristas, tal como se refleja en la evolución de la tasa de inflación promedio anual, en particular, durante los años 1967 y 1969 11 Al respecto, consultar Rougier (2004) y Rougier y Fiszbein (2006). 6 (cuadros 4 y 5). Además, este comportamiento de la inversión implicó una disminución de la tasa de desempleo, que recién comenzó a incrementarse en 1971 (cuadro 6). Sin embargo, un análisis de la estructura porcentual del PBI muestra que no todos los sectores tuvieron el mismo desempeño a lo largo del período ya que los rubros que más incrementaron su participación fueron la industria manufacturera y la construcción, mientras que otros se mantuvieron estables (como los diferentes tipos de servicios) o directamente dismuniyeron su participación, como en el caso de las actividades agropecuarias (cuadro 7), caída explicable por el desaliento que generaba en este sector, la implementación de las retenciones a las exportaciones. En este sentido, es destacable el desempeño del sector construcciones ya que, a pesar de ser un sector relativamente pequeño en el conjunto de la actividad económica, logró incrementar en más de un 40% su porcentaje de participación en la generación del producto local en un lapso inusitadamente breve. Ahora bien, como contracara del crecimiento registrado en el producto se observa un particular comportamiento de la situación externa. El aumento de la producción industrial trajo como correlato el incremento de las importaciones, que incluso llegaron a superar al monto total de las exportaciones, tornando negativo el saldo del balance comercial a partir de 1971 (cuadro 8). Pero más significativo que este resultado, es el déficit registrado a partir de 1968 en el saldo de la cuenta corriente como consecuencia del deterioro del balance comercial y de los sucesivos saldos negativos en la sub cuenta servicios financieros (cuadro 9). También es llamativo el comportamiento de la cuenta capital del balance de pagos (cuadro 10.), la evolución de la deuda externa total (cuadro 11) y la variación de las reservas monetarias internacionales (cuadro 12). En efecto, al menos en teoría, el aumento de la deuda externa bruta debe asemejarse a la suma del déficit registrado en cuenta corriente y la variación de reservas. 12 Esta congruencia no se observa en los datos presentados, con lo cual es necesario establecer para qué se usó la deuda tomada. Al analizar la evolución de la cuenta capital, se desprende que los principales tomadores de crédito (en términos absolutos) fueron los agentes del sector privado, pero lo más llamativo es el incremento registrado entre 1968 y 1969 en los ingresos del sector público (en particular del gobierno central), situación que se vuelve a repetir en 1971, luego de la crisis gubernamental de 1970. En principio, cabría pensar que el gobierno utilizó esos recursos para financiar algo más que el déficit en la cuenta corriente y la acumulación de reservas. Una parte de esa deuda se usó para financiar la expansión de las actividades desarrolladas por el denominado complejo 12 En este punto cabe aclarar que se trata de una semejanza y no de una igualdad exacta ya que existen discrepancias que pueden surgir por variaciones en los tipos de cambio en los que se registran las distintas operaciones. 7 económico estatal-privado13 entre ellas, el vasto plan de obras públicas que se puso en marcha a partir de 1968 y que se mantuvo vigente durante toda la gestión de la “Revolución Argentina”.14 Ahora bien, para evaluar los resultados del programa económico conviene recordar que el éxito del proyecto encarado durante el gobierno dictatorial dependía en gran medida de la combinación de varios factores: a) la capacidad del Estado para intervenir en la actividad económica a fin de “normalizar” su funcionamiento, b) la posibilidad de generar confianza en los sectores capitalistas más concentrados para lograr un incremento sostenido de la inversión privada, y especialmente, c) la contención de los reclamos de los restantes sectores sociales para impedir la conformación de una alianza defensiva15 que arrasara con las políticas implementadas. Tal como se desprende de los indicadores presentados, el programa económico elaborado por Krieger Vasena logró estabilizar la economía e incrementar considerablemente el producto. Sin embargo, la estabilización y el crecimiento se dieron en un contexto de deterioro del sector externo (en particular, de la cuenta corriente). Al no superar esta histórica limitación, la expansión del producto global quedó condicionada al ingreso de divisas, obtenidas en gran medida, gracias al financiamiento externo. El gobierno tampoco pudo contener por mucho tiempo los reclamos de los sectores sociales excluidos y/o perjudicados por las políticas implementadas, ni evitar que estos conflictos se generalizaran y pusieran en “jaque” al propio gobierno de Onganía; en ese sentido, el Cordobazo constituye una muestra clara y contundente de la exacerbación del conflicto social generada durante esos años, que dio por tierra con el programa de Krieger Vasena y llevó, en el corto plazo, a un giro significativo en la política económica que tampoco pudo generar las condiciones necesarias para revertir la precaria situación de la cuenta corriente. Más allá del “fracaso” de la nueva ortodoxia y de los vaivenes que adquirió la gestión económica durante los últimos los años de la dictadura del ‘66, se produjo un aumento del acervo productivo local a través de un fuerte incremento en el grado de intervención económica estatal. Lo paradójico es que este aumento en las actividades del sector público no tuvo como correlato una mejora en la calidad de su gestión, calidad que se puede evaluar 13 Este concepto fue acuñado por Jorge Schvarzer (1979) y en su formulación original alude a las articulaciones existentes entre el sector público y el privado en torno a un conjunto de actividades económicas de producción muy precisas: siderurgia, petroquímica, construcción de grandes obras de infraestructura, provisión de servicios claves, etc. Para un análisis de las consecuencias que el funcionamiento de este complejo generó sobre el perfil de los grandes agentes económicos, consultar Castellani (2009). 14 Este supuesto se desprende de la lectura de diversas fuentes secundarias: revistas especializadas de la época (Primera Plana, Panorama de la Economía Argentina, Construcciones, y Carreteras) y documentos oficiales (Anuarios de la Dirección Nacional de Vialidad y Boletín Oficial de la República Argentina). 15 El desarrollo del concepto de alianza defensiva se encuentra extensamente desarrollado en O’Donnell (1977). 8 mediante la observación de dos variables centrales: las capacidades administrativas y el nivel de autonomía relativa alcanzado por el Estado durante ese período. El deterioro cualitativo de la intervención estatal: erosión de las capacidades administrativas y pérdida de la autonomía relativa El diseño de las políticas públicas durante el período 1966-1973 estuvo signado por las profundas contradicciones que atravesaban a las Fuerzas Armadas. Si bien hubo consenso en torno al objetivo de lograr un alto nivel de intervención estatal que permitiera alcanzar la estabilidad económica, la modernización y la integración del país, racionalizar la administración pública, y mejorar la situación presupuestaria, al poco tiempo fueron aflorando las diferencias en el interior de las Fuerzas y entre éstas y sus principales aliados, en especial a la hora de definir cómo lograr los objetivos propuestos. En un contexto como el que presentaba la Argentina de ese entonces, caracterizado por recurrentes crisis externas y alta inflación, los liberales consideraban imprescindible una serie de medidas acordes con los lineamientos de los programas de ajuste ortodoxo propiciados por los organismos internacionales de crédito: la reducción del déficit fiscal, el achicamiento de los costos de producción (principalmente de los salarios), el control de la oferta monetaria, la eliminación de los subsidios al consumo, la apertura comercial y la liberación del mercado de capitales. Desde su óptica, estas medidas resultaban indispensables para cambiar las expectativas de los grandes inversores de los cuales dependía la posibilidad de “normalizar” la economía. Pero además, los liberales pensaban que era necesario generar la sensación de que estos cambios iban a perdurar y que el Estado tenía la capacidad suficiente para frenar cualquier ofensiva encarada por los sectores más perjudicados por una política como la propuesta; por lo tanto, era fundamental que el Estado se transformara sustancialmente.16 Si bien durante la etapa de la industrialización sustitutiva de importaciones se expandieron las funciones económicas estatales, la brecha entre estas nuevas funciones y las tareas que el Estado debía abordar fue significativamente aguda. Para analizar las causas de esta diferencia, de esta incapacidad estatal para realizar las políticas diseñadas, se puede ahondar en el conocimiento de tres dimensiones básicas: a) el tipo de estructuras 16 Como expresa con toda claridad O’Donnell al comparar la forma estatal pretoriana con la forma burocráticoautoritaria: “El Estado pretoriano era un Estado arrasado por alianzas de todos los sectores medianamente organizados de la sociedad, y sus cambiantes políticas eran el termómetro de esas alianzas. Nada casualmente el burocrático-autoritario es un claro contraste a todo esto. La exclusión del sector popular, el control de los sindicatos y la supresión de las organizaciones políticas y de los canales de representación desde los que se invocaban sus intereses, eliminan a varios contendientes y reducen las combinaciones de alianzas posibles, al tiempo que la imposición de orden reduce sus modalidades posibles de acción” (1982:155). 9 administrativas/organizativas, b) las características de las normas y procedimientos que rigen a la burocracia, y c) el origen social y la idoneidad de los funcionarios públicos.17 Con respecto a la primera dimensión analítica, el gobierno dictatorial se propuso encarar una profunda transformación de la estructura administrativa del aparato estatal con el objetivo de dotarlo de mayores niveles de eficiencia en la ejecución de las políticas públicas. Esta decisión se sustentaba en el diagnóstico que los sectores paternalistas de las Fuerzas Armadas habían realizado sobre la relación. Tal como afirma O’Donnell, en la concepción de estos sectores el Estado tenía que ubicarse “por encima” de las múltiples fracciones que componían la “comunidad” para poder imponer así “la integración y solidaridad” que ella no podía darse a sí misma debido a su alto grado de fractura. En esta visión, sólo las Fuerzas Armadas, como representantes de “interés nacional” podían controlar el aparato estatal, aunque para lograr éxito en la empresa propuesta, el Estado debía convertirse en un “aparato fuerte y eficaz” capaz de imponer sus decisiones (1982: 97). Sin embargo, este era un problema bastante difícil de resolver porque la vigencia durante tantos años de una dinámica estatal de tipo pretoriana había “disminuido considerablemente las capacidades estatales”. Por ende, los paternalistas propusieron “la racionalización del aparato estatal para controlar a la comunidad, imponerle decisiones y obtener de ella información para la solución –técnica, por supuesto–, de problemas que ésta no puede encarar porque sus organizaciones se han ido destruyendo en una desenfrenada lucha de intereses sectoriales” (O’Donnell, 1982: 97). Partiendo de este diagnóstico, se encararon las medidas tendientes a lograr la racionalización del aparato estatal. La realización de la política de Reforma de la Administración Pública quedó a cargo del Cnel. Vidueiro, hombre de confianza de Onganía, encuadrado dentro de la corriente paternalista de las Fuerzas Armadas.18 Sin embargo, este plan de racionalización fue duramente resistido en el ámbito del Ministerio de Economía, especialmente desde la Secretaría de Hacienda, que era la encargada de distribuir el presupuesto entre las distintas reparticiones, generando dos importantes consecuencias: por una parte, se incrementaron las profundas divergencias ya existentes entre 17 Esta estrategia de análisis surge de los lineamientos establecidos en Oszlak (1980). 18 El plan diseñado por su equipo incluía seis puntos básicos, a) realización de un censo integral de la Administración Pública, ya que en ese momento no se sabía ni la cantidad de organismos ni la cantidad de empleados que tenía cada uno de ellos; b) liquidación de Comisiones Especiales (existían más de doscientas) y otras dependencias que funcionaban bajo el ámbito de la Secretaría de Presidencia; c) definición conjunta con el presidente, del organigrama ideal de la administración y el personal indicado para cada una de las áreas; d) observación de todas las contrataciones temporarias por parte del Tribunal de Cuentas; e) contratación de nuevo personal sólo por un lapso menor de seis meses. Una vez cumplido el plazo, si se demostraba la necesidad y competencia de las personas contratadas se las podía incluir en la planta permanente, siempre y cuando no se superaran los cupos establecidos previamente en el organigrama ideal; y f) congelamiento del presupuesto en todas aquellas dependencias que no se avinieran a respetar el programa racionalizador. 10 Krieger Vasena, por un lado, y Onganía y su equipo de la Secretaría de Presidencia, por otro, poniendo en riesgo la base de sustentación de la alianza gobernante; pero además, la resistencia de un sector que, como se analizará inmediatamente, era tan importante y poderoso en el interior del aparato estatal, contribuyó a que fracasara la reforma administrativa, debilitando así la capacidad de gestión pública en un momento en el cual ésta era fundamental para llevar adelante con éxito el programa de “normalización y modernización” de la economía. Uno de los testimonios más elocuentes al respecto, lo brinda Roberto Roth, Subsecretario de Legal y Técnica de la Presidencia durante esos años: “El Ministerio de Economía y Trabajo, que significaba más del 50% de la Administración, quedó al margen de la racionalización, que pudo proseguir en los restantes sectores con la colaboración que se encontraba. […] Una consecuencia adicional fue que Vidueiro, para imponer la política racionalizadora del Presidente, tuvo cada vez más que apelar a la autoridad presidencial, con lo cual Onganía terminó dedicado cada vez más tiempo a un aspecto del gobierno que, por importante que fuera en el largo plazo, no tenía entidad más que periférica en lo inmediato. […] La racionalización de la Administración Pública -como se la llamó- en definitiva llegó hasta donde pudo. Su importancia radicó en que por primera vez quedaron al descubierto los problemas, la resistencia a resolverlos fue ubicada y el camino hacia la solución quedó marcado aunque no fue recorrido” (1982: 70 y 71). Efectivamente, tal como se desprende del testimonio brindado por este funcionario, las desavenencias entre liberales y paternalistas generaron una profunda división en el gobierno que minó considerablemente la posibilidad de concretar el plan de racionalización de la Administración Pública. Por ejemplo, una de las medidas más importantes que se habían tomado para hacer que el funcionamiento del aparato estatal fuera más eficiente, fue la promulgación de la Ley 16.956/66, mediante la cual se redujo a cinco el número de ministerios. Luego de la reforma, la distribución de los ministerios y secretarías importantes entre las distintas fracciones del gobierno quedó establecida de la siguiente forma: los sectores liberales controlaban Economía y Trabajo, Obras y Servicios Públicos, y Relaciones Exteriores; los sectores paternalistas, Interior, Secretaría General de la Presidencia, Secretaría de Educación y Secretaría de Gobierno; y sin una precisa orientación ideológica quedaban el Ministerio de Bienestar Social, la Secretaría de Promoción y Asistencia a la Comunidad, y el Departamentos de Seguridad Social, Salud, y Vivienda (O’Donnell, 1982: capítulo III). Esta reforma permitió que el Ministerio de Economía se convirtiera en el más importante de todos los ministerios debido a la gran concentración de funciones que tuvo, ya que, además de incluir los departamentos económicos y financieros, absorbió al anterior Ministerio de Trabajo. La concentración de poder en el Ministerio de Economía, ocupado por el ala liberal del gobierno iba a constituirse en el corto plazo en uno de los principales escollos del plan de reforma programado, en tanto éste se convirtió en un reducto de la administración estatal habitado por tecnócratas y empresarios de ideología liberal que debían lealtad al 11 ministro y que no perdían de vista en ningún momento los intereses sociales que representaban, comprometidos con las capas más altas de la sociedad. Ahora bien, con relación a las características de los procedimientos que rigen a la burocracia, la situación presentaba serias complicaciones. Según el propio diagnóstico efectuado por los protagonistas del plan, y tal como dejara asentado Roth en su testimonio: “La administración pública, por aquella época, era una anarquía semi controlada. […] Los expedientes tardaban nueve días en llegar desde las varias mesas de entrada a nuestros despachos. Era imposible saber cuánto abarcaba Presidencia como organismo. A través de los años se habían creado comisiones que habían encontrado en la Presidencia el refugio acogedor contra las vicisitudes administrativas y políticas. El Presidente estaba demasiado ocupado para atenderlas y los funcionarios que lo rodeaban también. En consecuencia, estas comisiones, una vez que lograban hacer pie en la Presidencia, pasaban a tener vida independiente, sin tener que rendir cuentas a nadie” (1982: 58 y 59). Para tratar de resolver esta situación, y lograr que el Presidente recuperara, aunque sea parcialmente, el control sobre los actos de gobierno, se instrumentó un sistema por el cual los expedientes debían acompañar a cada uno de los proyectos. Esto implicó que la Secretaría de la Presidencia concentrara un inmenso poder ya que era la encargada de analizar cada uno de los proyectos para, posteriormente, elevarlos al Presidente con una serie de recomendaciones y un dictamen preliminar. Pero también esta situación trajo aparejadas dos importantes consecuencias: por un lado, agudizó los enfrentamientos entre la Secretaría de Presidencia y algunos ministerios (en especial aquellos que estaban controlados por los liberales que no querían condicionar sus decisiones a los dictámenes de los paternalistas); por otra parte, esta forma de procedimiento generó una modalidad de tratamiento engorrosa y lenta para cada uno de los proyectos, lo cual disminuyó la eficiencia en la gestión administrativa. Pero el principal problema que debía enfrentar el plan de racionalización estatal impulsado por el gobierno de Onganía era el del personal que integraba la administración pública, tanto de los altos funcionarios como de los miembros de la planta permanente. Aquí residía la clave del éxito del programa. Si no se lograba dotar a la administración de personal idóneo y comprometido con la búsqueda de la eficiencia administrativa, la reforma no iba a alcanzar más que cambios parciales, reductos aislados de eficiencia, generando dos administraciones paralelas y desfasadas, como efectivamente terminó ocurriendo. Por ejemplo, en cuanto a los mecanismos vigentes para la selección de personal, Roth señala que: “Constitucionalmente el Presidente nombra y remueve a los empleados de la administración. Para reducirle la cantidad de instrumentos que debía firmar se delegó en los ministros esta facultad, por debajo de la jerarquía de director nacional. […] Los gobiernos políticos son sensibles al considerable poderío que emana de la facultad de nombrar y al esquema de lealtades que consolida el poder para castigar o premiar a los agentes de la administración, como al rumbo que se puede imprimir a los negocios públicos con nombramientos oportunos. Este gobierno iba a ser “eficientista” y descartaba estas armas no despreciables. El poder pasó a los ministros, quienes, si lo ejercieron en beneficio de la eficiencia, tampoco desdeñaron su uso con fines más mundanos e inmediatos: los esquemas de lealtades en el nuevo régimen no convergían sobre el Presidente sino sobre sus ministros. […] Esta situación puede carecer de importancia en un gobierno político, 12 cuyos integrantes están unidos por el común origen partidario y las lealtades que la lucha política ha cementado. En el gobierno que se iniciaba, no carecería de importancia” (1982: 46 y 47). En efecto, en cuanto a la orientación ideológica y a las vinculaciones sociales de los funcionarios, todos los que acompañaron al Krieger Vasena en su gestión eran liberales. Salvo cuatro, todos ellos habían sido antes, y volvieron a ser luego de la caída del ministro, asesores y miembros del directorio de grandes empresas, generalmente extranjeras. En el nivel de asesores predominaban técnicos que ya habían asesorado a ese mismo tipo de empresas. Por eso, es posible afirmar que con la llegada de Krieger Vasena, los directivos de las empresas más importantes (o sus representantes) ocuparon buena parte de los cargos del aparato civil del Estado estrechamente relacionado con la gestión económica (O’Donnell, 1982: 122). Por esta razón, aparecieron rápidamente actitudes encontradas en el interior del aparato estatal. Con el fin de evitar que se efectivizara el plan de racionalización se armaron grupos difusos de intereses compuestos por las principales figuras de las empresas extranjeras que “habían descubierto que el manipuleo político discreto era la fórmula más eficaz para promover sus actividades” (Roth, 1982: 284). Estos grupos no se conformaban con que el Estado les garantizara las normas de funcionamiento liberal de la economía, más bien, contrarios a todo discurso ortodoxo, requerían una fuerte intervención del aparato estatal para satisfacer sus intereses sectoriales. Esta cúpula representativa de los intereses empresarios, formada por los dueños de las grandes empresas nacionales y por los miembros del directorio de las empresas extranjeras, se complementaba con una capa gerencial que se ocupaba de formar parte de los elencos de gobierno durante los interregnos militares, y que estaba integrada por ministros, secretarios, subsecretarios, miembros de directorios de bancos y juntas, y embajadores. Sus funciones principales eran expresar la “sana” opinión del país y manejar la administración pública. A diferencia de la anterior, la clase gerencial era mucho más “visible”, ya que era necesario dotar a sus integrantes de las virtudes públicas que allanasen el tránsito hacia los cargos oficiales. De esta forma, se había establecido una especie de “cursus honorum” regular para los cuadros técnicos, que contenía los siguientes pasos: a) asesorar a funcionarios; b) hacerse cargo de alguna subsecretaría; c) integrar algún organismo internacional, fundaciones, cámaras empresarias, institutos de investigación económica, u obtener una cátedra universitaria. Desde allí se convertían en formadores de opinión a través de la publicación de artículos y el dictado de conferencias; d) formar parte del Directorio de alguna de las empresas más importantes del país; e) volver a la Administración Pública ocupando cargos 13 elevados, como por ejemplo, el de ministro.19 Por ejemplo, un hombre clave en los primeros años de la dictadura, Kriger Vasena, formó parte del directorio de cinco empresas luego de finalizar su gestión: Las Carabelas SACI, Los Caldéense SACIFI, La Oxígena SAIC, Dos Amigos SAAGC y Alejandro Llauro e Hijos SAIC.20 Esta clase gerencial tenía perfectamente claro quién la había instalado y para qué. Desde esta premisa definía la dirección de los negocios públicos. Su poder residía “en su capacidad para mover expedientes a través del letargo de la administración pública. El trámite de rutina de un expediente era inacabable, a menos que se tuviera el secreto para mover los engranajes escondidos de la administración que esta clase gerencial custodiaba. […] La aplicación de sus talentos requería entonces una administración que no funcionara, que para la década del 60 se había logrado en todos los órdenes. En la escala superior los engranajes se movían para iniciados, en la inferior, cada organismo había calcado la estructura y estaba rodeado de una nube de gestores, hermanos pobres de los señores que hacían discursos y dictaban cátedra. […]” (Roth, 1982: 284 y 285). En conclusión, la ineptitud, desorganización, lentitud y favoritismo de la administración constituían el mecanismo de defensa de ciertos intereses económicos organizados. La conformación de los llamados anillos burocráticos21 establecidos entre la tecno-burocracia y los representantes del empresariado nacional y extranjero, es decir la trama de complicidad tejida entre la clase gerencial y los representantes de los agentes económicos más influyentes del país, contribuyó decisivamente en el fracaso de la Reforma Administrativa, impidiendo dotar al Estado de uno de los elementos clave a la hora de iniciar un proceso de transformación estructural que condujera al desarrollo económico: la capacidad de gestión. En efecto, el plan de racionalización no pudo hacerse efectivo en aquellos sectores de la burocracia que ejecutaban las políticas claves de intervención económica por la resistencia que presentaron algunos de los propios funcionarios públicos. Esta resistencia permite suponer que las personas que ocupaban cargos importantes en la administración de la “cosa pública” estaban más comprometidas con los intereses de los sectores sociales a los que pertenecían que con los planes elaborados por el propio gobierno del que formaban parte. 19 Estos pasos del “cursus honorum” se desprenden de los testimonios ofrecidos por Roberto Roth (1982: 284). 20 Datos obtenidos en la Guía de Sociedades Anónimas del año 1972. 21 Este concepto fue acuñado por Cardoso para dar cuenta del proceso de personalización de las relaciones entre miembros del aparto estatal y de la sociedad civil. En la mirada del autor, ante la inexistencia de estructuras intermedias eficaces entre el Estado y las clases sociales, la burocracia de los países latinoamericanos fomentó el crecimiento de círculos de interesados en la planificación que penetraron en los intersticios del aparato del Estado como encargados de tomar decisiones económicas (tanto de acción económica directa como de administración), formando las denominadas islas de racionalidad. En muchas ocasiones, estas islas quedaron encerradas entre dos fuegos: los intereses de la política de clientela y la inercia burocrática. Esta última constituye “un mecanismo político por el cual implícitamente se define que la administración es supletoria de los intereses privados; (y por eso) éstos fluyen en sus relaciones con el Estado a través de tramas de complicidades personales” (Cardoso, 1985: 107). 14 Como el personal encargado de ejecutar el plan de racionalización en cada repartición provenía de los sectores empresarios, la resistencia a aplicar el programa de reforma aumentó considerablemente, porque la existencia de un sistema administrativo estatal que fuera sencillo, transparente y eficaz, erosionaba las posibilidades de conseguir y/o mantener prebendas, beneficios sectoriales, transferencias directas e indirectas que facilitaran la obtención de cuasi-rentas de privilegio22 estrategia que resulta central a la hora de comprender los procesos de acumulación de capital que se dan en el interior de la cúpula empresaria (Castellani, 2009, cap.I) Para corroborar la hipótesis de la pérdida de autonomía relativa durante este período, es necesario analizar el origen social del personal que ocupaba cargos en el Poder Ejecutivo Nacional y su distribución en el interior de la Administración Pública. Según el análisis que realiza Jorge Niosi (1974) sobre el período 1955 y 1969, tanto los empresarios como algunos importantes cuadros orgánicos de los sectores más oligopolizados de la economía ocuparon la mayor parte de los cargos públicos durante el período 1966-1969. Si bien los primeros siete meses del gobierno de Onganía estuvieron signados por la puja entre paternalistas y liberales, a partir de enero de 1967 “[…] un equipo liberal de industriales y financistas, directores de grandes empresas extranjeras o nacionales, se hizo cargo del gabinete económico y aplicó una política de estabilización monetaria y de transferencias de ingresos hacia las grandes firmas. […] Este plan consiguió el apoyo casi completo de las asociaciones de grandes empresarios y unificó y radicalizó en su contra a los pequeños y medianos […] Fue durante la Revolución Argentina que los grandes empresarios fueron más numerosos en el Poder Ejecutivo Nacional desde 1955” (Niosi, 1974: 145). Como se puede apreciar en los datos del cuadro 13, hubo un predominio absoluto de los empresarios en los altos cargos ejecutivos (38 de los ministros, secretarios de Estado y presidentes de los grandes bancos oficiales eran empresarios). Además, la gran mayoría estaban afiliados directa o indirectamente a una corporación empresaria (34 de los 38), particularmente a la corporación más representativa de las grandes firmas: la Asociación Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL), tal como se puede apreciar en el cuadro 14. Asimismo, 24 de los empresarios que ocuparon cargos públicos estaban al frente de empresas grandes y 21 de los 38 dirigían, mayoritariamente, firmas de capital nacional (cuadro15). 22 A diferencia de las derivadas de la innovación tecnológica, estas cuasi-rentas se generan por un conjunto de regulaciones estatales que permiten que las empresas fijen posiciones oligopólicas en sus respectivos mercados y tengan la posibilidad de hacer un manejo discrecional de los precios y de la oferta de bienes y/o servicios; de esta forma, el volumen de beneficios obtenidos por las empresas involucradas, y la posibilidad de utilizarlos para expandirse, no se desprende de la optimización de la estructura de costos sino de un incremento de los ingresos originado en diversos mecanismos discrecionales de fijación de precios avalados por el aparato estatal. Por esta razón, el carácter de estas cuasi-rentas no es transitorio, ya que no se erosionan por la competencia como en el caso de las cuasi-rentas tecnológicas, sino que se mantienen tanto tiempo como dure la acción estatal que sostiene el privilegio. Al respecto, consúltese Nochteff (1994). 15 Como se especificó anteriormente, los funcionarios-empresarios controlaban el Ministerio de Economía y el Ministerio de Defensa. Prácticamente la mitad de ellos ocuparon puestos en los directorios de grandes empresas extranjeras o nacionales vinculadas estrechamente con éstas. Este es el caso de los más altos funcionarios del gabinete económico liderado por Krieger Vasena, del Ministro de Relaciones Exteriores, Nicanor Costa Méndez, y de uno de los Ministros de Defensa del período, Antonio Lanusse. El listado de los funcionarios de origen empresario más relevantes, así como su corporación de pertenencia, se puede observar en el cuadro 16. Al integrar las carteras ministeriales más importantes, los funcionarios de origen empresario se aseguraban un amplio control en el diseño, la implementación y el seguimiento de las políticas públicas, situación que les permitía establecer regulaciones específicas con más facilidad que utilizando los tradicionales mecanismos de articulación con el aparato estatal. En efecto, además de realizar acciones de presión sobre los distintos poderes estatales y sectores de la administración públicas, los empresarios se insertaron directamente en las reparticiones estatales, especialmente (aunque no en forma exclusiva) durante los gobiernos militares, tal como demuestra Niosi en su estudio sobre el origen social de los funcionarios públicos entre 1955 y 1969. Si bien esta inserción no estaba exenta de conflictos con otros funcionarios que provenían de diferentes sectores sociales, la inestabilidad de las burocracias que se derivaba de los continuos cambios de gobierno y de la ausencia de una carrera de administradores públicos basada en criterios de promoción meritocráticos, favoreció la formación de círculos de intereses o anillos burocráticos que erosionaron significativamente los niveles de autonomía del aparato estatal. Este deterioro, a su vez, permite entender por qué se pudieron conformar y sostener durante ese período, diversos ámbitos privilegiados de acumulación, en tanto la erosión de la calidad de la intervención estatal generó condiciones favorables para la difusión de los mismos.23 Parece evidente que el intento de reformar la administración pública se vio trabado y terminó fracasando, entre otras razones, por la conformación de estos círculos de interesados en el interior de la burocracia estatal. Como consecuencia de este proceso, se deterioraron progresivamente los niveles de autonomía relativa y las capacidades administrativas del sector público, agudizando así la crisis del Estado. 23 Para ilustrar esta situación, basta presentar el siguiente testimonio brindado por un ejecutivo de IBM en una entrevista periodística, sobre el grado de colonización del aparato estatal alcanzado durante el período de la “Revolución Argentina”: “[…] a fines de los años 60 con una licitación llamada por la Dirección General Impositiva, la relación con el cliente había llegado a un punto tal que, además de colaborar en la redacción del pliego de condiciones técnicas, el vendedor de IBM había logrado tener una oficina en la repartición desde la que, haciéndose pasar por empleado de la DGI, respondía las consultas telefónicas que hacían los otros oferentes (Soriani, 1996: 38 y 39, citado en Sidicaro, 2001:34) 16 Reflexiones finales La trayectoria seguida por la intervención económica estatal entre 1966 y 1973 muestra que el Estado fue considerado por los distintos gobiernos como un actor insoslayable en el nuevo proceso de transformación estructural que se debía encarar. En tanto agente impulsor del desarrollo, el aparato estatal debía garantizar mediante diversas y selectivas intervenciones, el incremento de la acumulación de capital, especialmente en el sector industrial, a los efectos de procurar una expansión de los ingresos y una resolución definitiva para la crisis estructural y recurrente que aquejaba al sector externo, y que se había hecho evidente durante los primeros años de la segunda fase de la ISI. La fuerte ampliación de las funciones económicas del Estado se orientaron en tres direcciones complementarias: el incremento de las actividades que regulan la actividad económica, el control de los principales mecanismos de distribución del ingreso, y el aumento de las actividades estrictamente productivas. Sólo tomando en cuenta sus funciones como empresario, el peso económico del Estado se había acrecentado considerablemente desde 1970 llegando en 1973 a tener bajo su cargo casi 300 empresas de las cuales 50 se ubicaban entre las primeras 200 del país. En ese sentido, gran parte de los avances logrados en el proceso de acumulación durante los últimos años de la ISI se generaron gracias a la dinámica que adquirió la intervención económica estatal, sobre todo si se tiene en cuenta que la inversión privada en activos fijos se mantuvo relativamente estancada a lo largo del período en cuestión, y que año tras año fue creciendo el monto de activos líquidos fugados por los agentes privados al exterior. En efecto, el tan buscado “socio capitalista” necesario para encarar un proceso de desarrollo sostenido no apareció en ningún momento del período considerado. Las empresas privadas extranjeras (a las que apuntaba originalmente el plan ideado por Krieger Vasena) retrajeron sus inversiones a partir de 1970. Por su parte, la “apuesta” al capital nacional orquestada con el “giro nacionalista” que adquirió la gestión económica a partir de ese año, tampoco logró los frutos esperados: la mayoría de las inversiones en activos fijos realizadas por capitalistas nacionales durante los últimos años de la ISI estuvieron fuertemente subsidiadas por el Estado. Ahora bien, al colocar toda la responsabilidad del despegue sobre el accionar estatal, cabría esperar una mejorara sustantiva en sus capacidades de gestión; pero la calidad de la intervención estatal entre 1966 y 1973, se fue deteriorando progresivamente como resultado de tres factores complementarios: 17 • la pérdida de autonomía relativa derivada del proceso de progresiva colonización de ciertos reductos estatales claves para la gestión económica por parte de los empresarios y/o sus representantes orgánicos • la perdida de las capacidades administrativas derivada de la inexistencia de una carrera burocrática y de la incoherencia en la aplicación de los diferentes programas diseñados para impulsar el desarrollo de la economía por la superposición de tareas y competencias entre las diferentes reparticiones públicas; • la pérdida de capacidades financieras, fenómeno que se hizo evidente hacia 1972 poniendo en riesgo la implementación de ciertos proyectos centrales para la reactivación económica. La perversa combinación entre inestabilidad institucional, expansión de la intervención económica del Estado, y deterioro de la calidad estatal, generó importantes trabas para la construcción de un modelo de desarrollo sostenido. Precisamente por eso es necesario encarar nuevas investigaciones que centren su atención en la orientación y calidad de la intervención estatal para otros períodos de la historia argentina. 18 Bibliografía citada Basualdo, E. (2006). Estudios de Historia Económica Argentina desde mediados del siglo XX a la actualidad, Buenos Aires: FLACSO-Siglo XXI. Braun, O. (1973). “Desarrollo del capital monopolista en la Argentina”, en Oscar Braun (comp.) El capitalismo argentino en crisis, Buenos Aires: Siglo XXI. Cardoso, F. (1985). Estado y sociedad en América Latina, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. Castellani, A. (2009). Estado, empresas y empresarios. La difusión de ámbitos privilegiados de acumulación entre 1966 y 1989, Buenos Aires: Prometeo. Castellani, A. (2008). “Ámbitos privilegiados de acumulación. Notas para el análisis del caso argentino (1976-1989)” en revista Apuntes de Investigación del CECYP, nº 14, noviembre. pp. 139 a 147. Ferrer, A. (1977). Crisis y alternativas de la política económica argentina, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Niosi, J. (1974). Los empresarios y el estado argentino (1955-1969), Buenos Aires: Siglo XXI. Notcheff, H. (1994). “Los senderos perdidos del desarrollo. Elite económica y restricciones al desarrollo en la Argentina”, en Daniel Azpiazu y Hugo Nochteff, El desarrollo ausente. Restricciones al desarrollo, neoconservadurismo y elite económica en la Argentina. Ensayos de Economía Política. Buenos Aires: FLACSO. O’Donnell, G. (1977). “Estado y alianza de clases en la Argentina” en Desarrollo Económico (64), Buenos Aires. O’Donnell, G. (1982). El Estado Burocrático Autoritario, Buenos Aires: Editorial de Belgrano. Oszlak, O. (1980). Políticas Públicas y Regímenes Políticos: Reflexiones a partir de algunas experiencias latinoamericanas, Buenos Aires: CEDES. Portantiero, J. C. (1977). "Economía y política en la crisis argentina", en Revista Mexicana de Sociología (2), año 39, México. Pucciarelli, A. (1999). “Introducción” y “Dilemas irresueltos en la historia reciente de la sociedad argentina” en Alfredo Pucciarelli (ed.). La primacía de la política. Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en los tiempos del GAN, Buenos Aires: Eudeba. Roth, R. (1982). Los años de Onganía, Buenos Aires: Ediciones La Campana. Rougier, M. (2004). Industria, finanzas e instituciones en la Argentina. La experiencia del Banco Nacional de Desarrollo, 1967-1976. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmas Editorial. Rougier, M. y F. Fiszbein (2006). El fracaso de un proyecto económico. El gobierno peronista de 1973-1976, Buenos Aires: Manantial. Schvarzer, J. (1979). “Empresas públicas y desarrollo industrial en Argentina”, Economía de América Latina (3), México. Sidicaro, R. (2001) La crisis del Estado y los actores políticos y socio-económicos en la Argentina (1989-2001), Buenos Aires: Libros del Rojas. 19 Fuentes consultadas Anuario del Banco Hipotecario Nacional, años 1966 a 1972, Biblioteca del Banco Hipotecario Nacional Anuario Dirección Nacional de Vialidad, años 1966 a 1972, Biblioteca de la Dirección Nacional de Vialidad Banco Central de la República Argentina: Sistema de cuentas del Producto e Ingreso de la Argentina, varios años, Biblioteca del BCRA Boletín Oficial, años 1967 a 1969, Biblioteca Legal del Ministerio de Economía Carreteras, Revista de la Asociación Argentina de Carreteras, años 1966 a 1973, Biblioteca de la Facultad de Ingeniería de la UBA Construcciones, Revista de la Cámara Argentina de la Construcción, años 1966 a 1973, Biblioteca Técnica del Ministerio de Economía Guía de Sociedades Anónimas, varios números, Biblioteca del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO Informe Anual del Instituto Nacional de Estadística y Censo, varios números, Biblioteca del INDEC Informe Económico, Ministerio de Economía, Biblioteca del Ministerio de Economía. Panorama de la Economía Argentina, años 1966 a 1969, Biblioteca del Ministerio de Economía y Biblioteca Nacional 20 Anexo Cuadros Cuadro 1: Evolución del Producto Bruto Interno a precios de mercado y a costos de factores en millones de $ base 1960. Años 1966-1972 Años P.B.I. a precios Variación P.B.I. a costos Variación de mercado % de factores % 1966 12.625 11.530 1967 12.959 2.6 11.841 2,7 1968 13.516 4.3 12.345 4,3 1969 14.670 8.5 13.404 8,6 1970 15.459 5,4 14.121 5,3 1971 16.198 4,8 14.800 4,8 1972 16.705 3,1 15.263 3,1 Fuente: Elaboración propia en base a Cuentas Nacionales del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Cuadro 2: Evolución del P.B.I. por habitante en millones de $ de 1960. Años 1966-1972. Año P.B.I. p/habitante Variación % 1966 512.7 1967 519.3 1.3 1968 534.1 2.8 1969 572.1 7.1 1970 594.6 3.9 1971 614.9 3.4 1972 625.7 1.8 Fuente: Elaboración propia en base a Cuentas Nacionales del BCRA. Cuadro 3: Inversion Bruta Interna Fija en millones de $ de 1960. Años 1966-1972 IBIF Construcción Año Total 1966 2.238 903 1967 2.350 980 1968 2.641 1.141 1969 3.169 1.380 1970 3.334 1.470 1971 3.649 1.460 1972 3.838 1.500 Fuente: Cuentas Nacionales del BCRA. Privada 618 636 716 822 854 826 779 Equipo durable de producción Pública 285 344 425 558 616 634 721 Cuadro 4: Evolución del índice de precios mayorista y minorista (base 1960 = 100). Años 1966-1972 Año Mayoristas Minoristas 1966 340.8 374.3 1967 428.0 483.7 1968 469.2 562.1 1969 497.6 604.7 1970 567.7 686.9 1971 761.9 925.3 1972 1.401.8 1.466.2 Fuente: Cuentas Nacionales del BCRA. 21 1.335 1.370 1.500 1.789 1.864 2.189 2.338 Cuadro 5: Tasa de inflación medida según la evolución de los precios al consumidor promedio contra promedio. Años 19661972 Año Tasa de inflación % 1967 29.4 1966 31.7 1968 16.1 1969 7.7 1970 13.6 1971 34.8 1972 58.4 Fuente: Cuentas Nacionales del BCRA. Cuadro 6: Tasa de desocupación (% de la población económicamente activa). Años 1966-1972 Año Tasa de desocupación % 1966 6.5 1967 6.4 1968 5.6 1969 4.5 1970 5.0 1971 5.8 1972 7.4 Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos. Cuadro 7: Producto Bruto Interno. Estructura porcentual. Años 1966-1972. Sectores Años 1 2 3 4 5 1966 15.3 1.5 33.9 2 3.4 1967 15.5 1.6 33.5 2.1 3.7 1968 14.1 1.7 34.3 2.1 4.2 1969 13.7 1.7 35.0 2.1 4.6 1970 13.7 1.8 35.2 2.3 4.8 1971 12.5 1.7 36.8 2.4 4.4 1972 11.1 1.7 37.9 2.5 4.5 Fuente: Ministerio de Economía y Trabajo, Informe Económico. Referencias: 1-Agricultura, silvicultura, caza y pesca. 2-Explotación de minas y canteras. 3-Industria manufacturera. 4-Electricidad, agua y gas. 5-Construcción. 6-Comercio al por mayor y menor. 7-Transportes, almacenamientos y comunicaciones. 8-Establec. Financieros, seguros e inmuebles. 9-Servicios comunales, sociales y provinciales. 6 17.8 17.6 17.7 18.1 17.8 18.1 18.2 Cuadro 8: Balanza comercial en millones de U$S. Años 1966-1972 Año Exportaciones Importaciones Saldo 1966 1.593 1.124 469 1967 1.464 1.095 369 1968 1.368 1.169 199 1969 1.612 1.576 36 1970 1.773 1.694 79 1971 1.740 1.868 (128) 1972 1.868 1.840 28 Fuente: Elaboración propia en base al Boletín Estadístico del BCRA, varios años. 22 7 7.7 7.5 7.6 7.5 7.5 7.4 7.3 8 3.7 3.7 3.7 3.6 3.5 3.5 3.5 9 14.7 14.8 14.6 13.7 13.4 13.2 13.3 Cuadro 9: Saldos de la cuenta corriente (y sus diversas subcuentas) en millones de U$S. Años 1966-1972 Año Bienes y Servicios Transferencias Saldo de la servicios reales Financieros unilaterales Cuenta Corriente (1) (2) (3) (1+2+3) 1966 438 (222) (3) 213 1967 329 (194) (3) 132 1968 161 (205) (4) (48) 1969 (3) (219) (4) (226) 1970 67 (222) (3) (158) 1971 (129) (255) (3) (387) 1972 115 (334) (4) (223) Fuente: Elaboración propia en base al Informe Estadístico del INDEC, año 1980. Cuadro 10: Saldo de la cuenta capital (y sub-cuentas seleccionadas) en millones de U$S. Años 1966-1972 Saldo neto de capitales Saldo de la Año De las empresas Del gobierno Cuenta Capital 1966 (181.8) 13.7 (199.1) 1967 272.3 (1.2) 347.9 1968 177.7 64.7 112.1 1969 (0.5) 106 (32) 1970 328.8 82.8 338.8 1971 (331.5) 128.4 (13.7) 1972 44.7 (86.5) 377.3 Nota: El saldo de la cuenta capital incluye el saldo de otras subcuentas además de las de las transacciones de capitales registradas por las empresas y el gobierno, como por ejemplo las del sistema bancario, que a los efectos de esta investigación resultan irrelevantes. Fuente: Elaboración propia en base al Informe Estadístico del INDEC, año 1980. Cuadro 11: Deuda externa total acumulada ( pública y privada ) en millones de U$S. Años 1966-1972 Año Deuda externa Variación % Variación absoluta 1966 3.300 1967 3.200 (3.03) (100) 1968 3.394 6.06 194 1969 3.969 16.94 575 1970 4.765 20.06 796 1971 5.297 11.16 532 1972 6.082 14.82 785 Fuente: Elaboración propia en base al Boletín Estadístico del BCRA, varios años. Cuadro 12: Reservas monetarias en millones de U$S. Años 1966-1972 Año Saldo cuenta Variación de Sumatoria 1+2 Variación absoluta en corriente reservas saldo de la deuda internacionales externa 1966 213 14 227 1967 132 480 612 (100) 1968 (48) 63 15 194 1969 (226) (258) (484) 575 1970 (158) 180 22 796 1971 (387) 403 16 532 1972 (223) 154 (69) 785 Fuente: Elaboración propia en base a Boletín Estadístico del BCRA, varios años. 23 Cuadro 13: Distribución de los funcionarios del PEN por profesión anterior y grupos de ministerios. Años 1966-1969 Profesión Gabinete Gabinete militar2 Otros ministerios3 Totales 1 económico Empresarios 26 2 10 38 Militares 1 3 4 Otras Profesiones 3 5 5 Totales 30 5 15 48 1 Comprende el Ministerio de Economía y Trabajo con sus respectivas secretarías (Finanzas, Agricultura y Ganadería, Industria y Comercio, Energía y Minas, Trabajo, Obras Públicas, Transportes) y las presidencias de los bancos: Central, de la Nación Argentina, Hipotecario Nacional, e Industrial. 2 Comprende el Ministerio de Defensa Nacional con sus secretarías (Guerra, Marina y Aeronáutica). 3 Comprende el Ministerio del Interior con sus secretarías (Gobierno, Cultura y Educación, Justicia y Comunicaciones), el Ministerio de Bienestar Social con sus secretarías (Seguridad Social, Salud Pública, Vivienda, Promoción y Asistencia a la Comunidad). Fuente: Elaboración propia en base a Niosi (1974: 234). Cuadro 14: Distribución de los funcionarios de origen empresario del Gabinete Nacional por corporación empresaria de pertenencia. Años 1966 a 1969 Corporación empresaria Funcionarios Sociedad Rural Argentina (SRA)* 11 Bolsa de Comercio de Buenos Aires * 3 Unión Industrial Argentina (UIA)* 14 Cámara Argentina de Comercio (CAC)* 2 Asociación de Bancos de la República Argentina (ABRA)* 3 Bolsa de Cereales* 2 Confederación General Económica (CGE) 2 Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) 1 Total 38 Sub-Total ACIEL 34 * Corporaciones empresarias que forman parte de ACIEL Fuente: Elaboración propia en base a Niosi (1974: 219). Cuadro 15: Distribución de los funcionarios de origen empresario del Gabinete Nacional por el tamaño y el origen del capital de las empresas que dirigen. Años 1966 a 1969 Empresas Cantidad de funcionarios 24 Grandes Por tamaño Pequeñas 14 38 26 Total Nacionales Por origen del capital Extranjeras Total Fuente: Elaboración propia en base a Niosi (1974: 219 y 220). 24 12 38 Cuadro 16: Empresarios que ocuparon cargos públicos en el PEN entre 1967-1969 (incluye sólo a los que ocuparon cargos importantes) Funcionario L. Raggio R. García Mata S. Llorente A. Lanusse R. San Sebastián J.A. Teglia B. Loitegui L.M. Gotelli J.S. Billorou J. Murúa Cargo Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería Presidente del Banco de la Nación Argentina Secretario de Transporte y Ministro de Defensa Secretario de Estado de Trabajo Secretario de Comunicaciones Secretario de Obras Públicas Secretario de Energía y Minería Secretario de Vivienda Presidente del Banco Hipotecario Nacional A. Krieger Vasena Ministro de Economía R.J. Peyeeré Secretario de Estado de Industria y Comercio Ministro de Bienestar Social Ministro de la Defensa Nacional Presidente del Banco Industrial Secretario de Hacienda R. Petracca E. Van Peborgh C. Bunge S.L. D’Imperio G.M. Gelly y Obes P. Real Secretario de Hacienda Origen social/Sector de actividad Empresario del sector agropecuario y director del Banco Ganadero. Empresario del sector agropecuario Empresario del sector agropecuario Corporación SRA y ABRA SRA Hacendado y empresario de la construcción SRA y Bolsa de Cereales SRA Empresario del sector agropecuario SRA Militar y hacendado SRA Empresario del sector agropecuario SRA y CAC Empresario del sector agropecuario SRA Empresario del sector agropecuario SRA Director de empresas de comercio, industria SRA, UIA, Bolsa de y finanzas Comercio y Bolsa de Cereales Director de empresas industriales UIA extranjeras y nacionales y dirigente de la UIA Industrial UIA Industrial, dirigente de la UIA y socio vitalicio de la Bolsa de Comercio Director de empresas industriales extranjeras y nacionales, director del Banco Tornquist y miembro de la Junta Ejecutiva de la UIA Director de empresas comerciales e industriales extranjeras y director del Banco Tornquist Empresario del sector comercial, rubro seguros y director del Banco del Interior Director del Banco Popular Argentino Secretario de Estado de Cultura y Educación Presidente del banco Director del banco del Sur de Buenos Aires Central Fuente: Elaboración propia en base a los datos presentados en Niosi (1974), capítulo VI. 25 UIA- Bolsa de Comercio UIA y ABRA UIA, CAC y ABRA Bolsa de Comercio y ABRA ABRA ABRA