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MENSAPIENS
Nº 30 - DICIEMBRE 2009
Índice
Notas
Mal agudo de montaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Fuego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Acerca de la economía, los abrelatas y el desafío de entender . . . . . . . . 6
La ilusión de la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
El antro de los videojuegos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
Escritos
La forma de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Soledades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Desde el sofá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Una pelota envuelta para regalo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Poesía
Yosé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Dama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Interior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
The Tlaxcaltec Warrior Lies in Repose
Yace el guerrero tlaxcalteca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Entretenimientos
Así jugaba Fefuric . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
MENSAPIENS
Escritos y redacción
A75
Carlos Lazzarino
Chapu
Cristian Maier
Francchio
Jorge Royan
Juan Raúl Rossano
Luz
Majo
Matías Pérez Artuso
Meca
Ricardo Liso
Santiago Bilinkis
Tom Haley
Virginia Gastiazoro
Arte
(EN SECCIÓN NOTAS)
Agustín Gomila
http://gomilaagustin.blogspot.com
(EN RETIRACIONES)
Composiciones de Bembo´s Zoo
www.bemboszoo.com
Traducción
Julio Banfi
Corrección
Hernán Trigo Mogro
Julio Banfi
María Luz Ghezzi
Noemí Brenta
Paula Gómez
Roxana Díaz Conte
Diseño y cubierta
Gisel Helouani
Edición
María José Rubin
Las opiniones publicadas en esta revista son
exclusiva responsabilidad de los autores de
cada nota, y no necesariamente representan las
opiniones de Mensa Argentina.
Fue Augusto quien dijo que sat celeriter fieri quidquid fiat satis bene.
Lástima que lo dijo en latín, pero por suerte siempre ha habido gente interesada en traducir a personajes históricos particularmente famosos, y entonces se
sabe que lo que quiso decir Augusto en realidad fue: “suficientemente rápido
se hace aquello que se hace bien”.
Otros ilustres vinieron después y se pronunciaron a favor, parafraseando
la idea sutilmente. “Vísteme despacio que estoy apurado”, dijo Napoleón
en un francés medio italiano, y “todo tiene que ver con todo” dijo Pancho
Ibáñez, a quien siempre recordamos por tan elevada muestra del pensamiento
contemporáneo.
Pero lo interesante de esta idea, creo, es que los oxímoron a veces parecen
irresolubles, y no siempre lo son. Tal es el caso de Festina lente, la frase en
latín a la que finalmente quería llegar.
Festina lente, traducida a menudo como “apresúrate lentamente”, es una
figura retórica muy utilizada en la antigüedad, que Augusto tomó casi como
un lema. Y no fue él la única persona atraída por la fuerza de esta imagen.
Aldo Manucio, conocido como el primer editor para quienes estudian edición, el primer diseñador para quienes estudian diseño, e così via, hizo de
una de las ilustraciones asociadas con la frase su sello personal. El delfín
nadando en derredor de un ancla representa la velocidad y la lentitud, la
agilidad y la firmeza.
Puestos a continuar con el legado, Mensapiens bien podría hacerse partícipe de esta línea sucesoria de gente que hace las cosas bien (ignoren Waterloo)
a la velocidad que resulta óptima. Tal vez no sea en verdad la velocidad óptima, pero sí la más adecuada. O tal vez no sea la más adecuada, pero sí la que
podemos ofrecer. O tal vez deba dejar de aclarar esto.
Felizmente, nuestra tarea no es expandir el imperio, de modo que los
tiempos nos corren tanto como los dejamos. Esta edición es la tercera del año,
lo cual significa que hemos logrado publicar una más que en 2008, cuando
dimos a luz dos números. Las promesas de fin de año son poco confiables,
en líneas generales, pero todo indica que para 2010 nuestro objetivo sería
la publicación de cuatro Mensapiens. Y ojalá lo logremos, aunque… Festina
lente. Si podemos ofrecer una buena revista, nadie se va a soltar contando
cuántas fueron.
Muchas gracias a los que –siempre o con intermitencia– están presentes,
por la colaboración y el trabajo que han puesto para dar forma y contenido a
estas criaturas que trajimos al mundo; gracias a quienes disfrutan leyéndonos;
a los que se animan a enviar un pedacito de su obra y con ella de su alma; y
un muy feliz cambio de calendario para todos.
Comentarios, sugerencias y colaboraciones a:
[email protected]
María José Rubin
editorial • Mensapiens 30 I 3
Revista Oficial de Mensa Argentina
Año 9 — Número 30
Especial Literario
Diciembre de 2009
Editorial
Mal Agudo de Montaña
NOTAS • Mensapiens 30 I 4
por Carlos Lazzarino
La dificultad de adaptación del
organismo a la altitud produce el Mal
Agudo de Montaña. Con la altura, la
caída de la presión atmosférica reduce la presión parcial de oxígeno,
y el organismo sufre de hipoxia. Por
otro lado, los gases almacenados en
las cavidades corporales (senos paranasales, oído medio, árbol pulmonar,
aparato digestivo) se distienden, y
aumentan su volumen.
La aparición de esta afección depende de la altura alcanzada, la velocidad de ascenso, el tiempo de aclimatación y, en buena medida, de la
fisiología de cada individuo y su susceptibilidad (edad, género, patologías
cardiopulmonares preexistentes, existencia de anemia, entre otros).
El mal agudo de montaña suele
instalarse progresivamente, a partir
de las 6 horas de exposición a la hipoxia, pero su manifestación puede
demorar hasta 72 horas luego del
ascenso. Los síntomas clásicos incluyen aumento de la frecuencia
respiratoria y cardíaca, dolor de cabeza, obstrucción de las fosas nasales, vértigo, cansancio, lentitud
de movimientos, nauseas, vómitos,
falta de apetito, insomnio y disminución del ritmo diurético. En ocasiones los síntomas pueden resultar
incapacitantes.
El mal puede presentar uno o más
de estos síntomas, en su forma leve,
o bien todos ellos, en su forma típica.
El dolor de cabeza y los malestares
gastrointestinales preludian la mayoría de los casos.
En su forma más severa, el mal
de montaña se expresa con tromboembolismos, edema pulmonar
de altitud –luego de una latencia
de 24 a 48 horas, generalmente en
alturas cercanas a los 4000 metros
sobre el nivel del mar (msnm)– y
edema cerebral de altitud –en al-
turas mayores a 5000 msnm–. Estos
cuadros son graves y pueden resultar fatales.
Aunque siguiendo normas precisas
es posible la aclimatación, el mal típico aparece normalmente a partir de
los 2500 msnm. No obstante, sobre
todo quienes residen habitualmente
a menos de 900 msnm pueden experimentarlo a alturas menores. Una de
cada cuatro personas que ascienden
a más de 2000 msnm sin aclimatación previa presenta síntomas leves.
El ascenso sin aclimatamiento a más
de 4000 msnm produce síntomas en
prácticamente todos los individuos
(en mayor o menor grado). A más de
5000 msnm, aun la adecuada aclimatación no siempre previene el mal
agudo de montaña.
Normalmente, la estadía por
unos días a alturas intermedias previene la aparición de síntomas en las
personas que van a ascender hasta
Cuesta de Lipán, Provincia de Jujuy, 4170 msnm.
Cima del Aconcagua, 6962 msnm. Su nombre derivaría del quechua “centinela de piedra”.
(Foto por Mario Roberto Duran Ortiz, extraída de Commons Wikimedia.)
Reconocer los síntomas y detener
el ascenso es el principal tratamiento. Si no hay mejoras, se recomienda
descender lo antes posible, al menos
hasta niveles donde los síntomas no se
presentaban. La oxigenoterapia puede
ser fundamental. Nunca se debe continuar el ascenso con síntomas.
La prevención farmacológica y el
tratamiento de las complicaciones
deben ser instaurados por un profesional médico.
El tema tuvo gran difusión mediática hace unos meses debido a la polémica por el fallecimiento de un andinista cerca de la cima del Aconcagua.
Aun con conocimiento y preparación,
nadie está exento del mal agudo de
montaña, que puede afectar al andinista más experimentado.
Para más información: Sociedad
Argentina de Medicina de Montaña
http://www.samm.org.ar J
Fuego
Se sentó en la orilla. Justo donde la voz del río más lo abrazaba.
El día era especialmente vulgar.
Ella estaba a su lado. Como siempre.
No, no a su lado; era en él donde ella estaba.
Como todos. Como todo.
Abrió su libro verde en la página que más disfrutaba; pero por primera vez la leyó.
Miró hacia arriba por instinto, miró hacia adentro por amor; mientras tanto una estrella soñaba detrás del sol...
¡Quería saltar! ¡Quería gritar!
Pero el amor por la vida lo obligó a simular.
Su corazón, furioso e indignado, a los golpes exigía libertad. Cada latido traía un mensaje, apenas podía respirar.
Añoraba la mentira, ¡sofocaba la verdad!... aunque adentro bien sabía que no había vuelta atrás.
¿Fue la sonrisa honesta de aquellas niñas en la playa o fue aquel tábano atrevido que no paraba de picar?
¿Fue ella, acaso? ¡Ni con todo dicho dejaba de preguntar!
Forzó la paz; o su corazón iba a terminar ganándose la libertad.
Tomó su mano tragando un millón de llantos felices.
Miró hacia arriba por instinto, miró hacia adentro por amor; mientras tanto una estrella soñaba detrás del sol.
A75
NOTAS • Mensapiens 30 I 5
3500 msnm. La aclimatación permite al organismo adaptarse a la
baja presión de oxígeno. Para ascensos mayores la aclimatación es más
larga e incluye medidas adicionales.
La adecuada hidratación, la dieta
rica en hidratos de carbono (evitando comidas abundantes), escasa
actividad física, y evitar el consumo
de tóxicos como alcohol y tabaco,
y de medicaciones no prescriptas,
son puntos básicos. Debe evitarse
la oxigenoterapia durante el ascenso
normal, ya que retarda la aclimatación, pero resulta fundamental en
caso de insomnio o ante cualquier
proceso intercurrente. El consumo
de bebidas que contengan cafeína
puede resultar beneficioso. Mascar
hojas de coca, práctica habitual entre los residentes de la puna, también disminuye los efectos de la baja
presión de oxígeno.
El ascenso siempre debe ser paulatino y gradual, aunque de todas formas esto no garantiza del todo estar a
salvo del mal agudo de montaña.
Acerca de la economía,
los abrelatas y el desafío de entender
por Santiago Bilinkis
NOTAS • Mensapiens 30 I 6
«La tragedia del espíritu moderno consiste en que “resolvió el enigma del universo”
pero sólo para reemplazarlo por el enigma de sí mismo.»
Existen un par de chistes, bastante conocidos, que expresan cómo nos sentimos frecuentemente aquellos que
hemos estudiado economía. El primero cuenta que iban
dos hombres viajando en un globo y el viento los desvió
de su rumbo. Totalmente desorientados, ven un hombre
abajo y le gritan: «¡Señor! ¡¡¿Podría decirnos donde estamos?» A lo que él responde: «¡En un globo!». Enseguida,
uno de los hombres en el globo dice: «Evidentemente, se
trataba de un economista…». «¿Por qué lo dices?» pregunta el otro. «Bueno, verás… es sencillo: su respuesta es
rigurosamente lógica, evidentemente verdadera y no sirve
absolutamente para nada.»
El segundo chiste es de un economista náufrago
en una isla, cuyo único alimento es una lata de sardinas, y que, desesperado, resuelve el problema diciendo:
«Supongamos que tengo un abrelatas…».
Es en este estrecho campo limitado entre la obviedad
del sentido común y la arbitrariedad e inverosimilitud de
nuestros supuestos que los economistas (tanto profesionales como estudiantes) nos movemos.
Por esta razón, cuando hace algunos años escribí
mi tesis de graduación, sentí que debía enfrentar uno
de esos límites. Mi tesis empezó como una investigación sobre si los estudiantes de economía son o no más
egoístas que el resto, pero terminó convirtiéndose en
una reflexión sobre los “abrelatas” que más me perturbaron durante mi carrera, aquellos supuestos arbitrarios
que había asumido una y otra vez diciendo por dentro:
«Esto no lo cree nadie».
Especialmente, me quedó grabado cuando, en una
clase del último año de la carrera, abstrayéndose del mar
de integrales, derivadas, letras griegas, “y” con puntito y
demás, un compañero preguntó desconcertado: «¡Pero,
profesor!… ¿y qué tiene que ver esto con la realidad? ».
A lo que éste respondió, mitad en serio, mitad en broma: «¿La realidad? ¿A quién le importa la realidad?». Yo
estaba convencido de que la realidad era lo que más importaba. Y lo que siempre me había molestado más era
eso de ver a las personas como “agentes”, cuya conducta
es totalmente racional y maximizadora, exclusivamente
motivada por un irrefrenable afán egoísta. Porque esto
Alexandre Koyré1
implica pensar al ser humano más como una “cosa” que
como una persona.
Sin embargo, considerar que la conducta humana se
rige exclusivamente por la persecución de intereses egoístas es algo así como la piedra fundamental sobre la cual
se yergue el edificio de la teoría económica neoclásica. En
su libro “Mathematical Psychics”, Edgeworth afirmó: «El
primer principio de la Economía es que cada agente actúa
únicamente movido por su propio interés».2 Por eso, el
hecho de que en la carrera nos la pasemos rindiendo culto a la optimización restringida y a los hessianos orlados
oculta, tras una fachada matemática, la profunda convicción de que las mejores soluciones a los problemas se
obtienen a través de la persecución de un fin netamente
definido, personal y cuantificable, expresado a través de
una función objetivo para ser maximizada.
De hecho, la cuestión se remonta más atrás; el interés
individual ocupó un lugar importante en la teoría económica clásica ya desde sus orígenes: Adam Smith atribuía
al capitalismo la curiosa característica de consistir en un
sistema en el que cada uno, persiguiendo su interés individual, obtenía resultados que eran óptimos para todos
en el agregado. La metafórica “mano invisible” era la encargada de que, en definitiva, al procurar exclusivamente
sus fines personales, cada hombre estuviera actuando en
pos del bien común, en una suerte de “egoísmo constructivo”. Esta visión del hombre es representativa de la
economía clásica y neoclásica.3
Sin embargo, el propio Edgeworth era consciente de
que el así llamado “primer principio de la economía” no
era demasiado realista. Observaba que, en el mejor de
los casos, el hombre real de su época no era más que
un “egoísta impuro”. La aparente contradicción llevó a
Amartya Sen, Premio Nobel en 1998, a formular la siguiente reflexión: «Esto genera la interesante pregunta de
por qué Edgeworth dedicó tanto de su talento y su tiempo a desarrollar una línea de investigación cuyo primer
principio él mismo pensaba que era falso. La pregunta
no es por qué las abstracciones deben ser usadas al tratar
de entender cuestiones económicas – la naturaleza del
asunto lo hace inevitable- sino por qué uno elegiría un
supuesto que considera, no meramente impreciso en detalle, sino fundamentalmente equivocado...».4
Esta pregunta es bastante perturbadora. ¿Por qué tanta construcción teórica sobre supuestos que ni el propio
autor creía razonables? Un economista neoclásico dogmático daría seguramente dos tipos de respuestas:
1) Porque el hombre no es 100% egoísta, pero sí lo es
en un 99%, y entonces es un supuesto muy parsimonioso
y que describe bien el comportamiento del agente.
2) Porque siempre puede definirse la función de utilidad de modo tal que toda conducta sea resultado lógico
de dicha función. Esto es: si Sócrates tomó cicuta entonces le daba más utilidad morirse que intentar otra cosa
(teoría de las preferencias reveladas).
NOTAS • Mensapiens 30 I 7
La economía usa las matemáticas, pero no es una
ciencia exacta. Perder esto de vista no sólo es miope sino
también peligroso. Porque, como decía antes, convierte
a los hombres en cosas. Y desde el momento en que el
énfasis se coloca en la relación entre las personas y las
cosas en vez de en las relaciones entre hombres, se pierde
el límite a nuestro pensamiento que significa la moral que
rige las relaciones humanas. No existe un vínculo ético
con las cosas. Así, la sociedad pierde su función primordial de medio para las múltiples interacciones entre los
hombres, y queda reducida a un instrumento para satisfacer las necesidades materiales.
La omnipresencia de los supuestos de racionalidad
egoísta maximizadora afectó significativamente el desarrollo de la “ideología económica”: en general, los vínculos económicos se restringen a relaciones entre hombres y
cosas, aún cuando esas “cosas” sean otros hombres “cosificados”. Esto crea condiciones para que la economía se
vea a sí misma como emancipada de la ética. O, en definitiva, ¿para la economía no es más o menos lo mismo el L
(trabajo = ser humano) que el K (capital = cosa)?
Hoy nos encontramos con que el homo sapiens se ha
transformado en un “homo oeconomicus consumens”, «para
quien el mundo entero, las riquezas del mundo, se han convertido en artículos de consumo».5 Esto sugeriría que los
hombres son efectivamente seres egoístas, sólo motivados
por maximizar sus riquezas, hombres que se relacionan con
otros hombres como con objetos. ¿Así que finalmente la
teoría económica tenía razón? Más bien podemos pensar
que el énfasis en modelos de relaciones humanas cosificadas
que caracteriza a la economía no es inocente respecto de lo
que ocurre. Precisamente porque la economía es la ciencia
hegemónica de nuestro tiempo, e impregna profundamente
la ideología de todos.
Daría la sensación de que lo que ocurre es que la
NOTAS • Mensapiens 30 I 8
economía se ha consolidado como una moral alternativa, más permisiva en algunos aspectos y menos en otros.
Este es un cambio que deja ganadores y perdedores, en
la medida en que justifica los actos de unos y relega a
otros a la marginalidad. Un buen ejemplo resulta el modo
en que tuvieron cabida en el seno de la economía ideas
descentradas como las de Spencer, que sostenía que la
mortalidad de los pobres
no sólo no debía ser evitada sino además debía
ser apoyada para que
sólo sobrevivieran los
más capaces. O el argumento malthusiano por
el cual sólo los pobres
eran responsables de su
pobreza por su irrefrenable ímpetu procreador, de modo que todo
esfuerzo paliativo se vería diluido por una nueva ola engendradora. La
afirmación y la creencia
en estos postulados de quienes detentan poder tienen
consecuencias materiales claras.
Alguien me objetó una vez diciendo que no es responsabilidad de la economía velar por la deseabilidad
de sus resultados. Ironiza Galbraith: «La última defensa
de la fe [clásica] en nuestros días [...]. no se refiere a
las ideas de los economistas, sino que suprime en ellas
todo sentido de obligación social o moral. Las cosas
pueden andar menos que bien, menos que equitativamente, hasta menos que tolerablemente, pero esta no
es cuestión que interese al economista como tal. Si,
como pretenden los economistas, la economía ha de
ser considerada como una ciencia, hay que olvidarse
de la justicia o la injusticia, del dolor y de las penalidades del sistema. La misión del economista es hacerse
a un lado, analizar, describir, y en lo posible reducir a
fórmulas matemáticas los hechos que estudia, pero no
pronunciar juicios morales…».6
Considero que esa línea de argumentación es inaceptable. Mientras en el mundo muchas investigaciones, como las manipulaciones genéticas, los desarrollos nucleares, etc., se detienen para esclarecer los
aspectos éticos y materiales de sus resultados, y sus
posibles efectos sobre los seres vivos y su ambiente,
sobre la vida misma, el economista no puede mantenerse al margen e ignorar cuánto contribuye a hacer
del mundo de hoy lo que es, en pos de un supuesto
espíritu científico “objetivo”. Renegar de las consecuencias prácticas del propio pensamiento es señal de
una ciencia inmadura, incapaz de salir de la órbita del
primer positivismo.
Toda esta argumentación pareciera dejar poca salida. Pero no es la intención de este artículo llenar a
los futuros economistas de pesimismo y a los viejos de
remordimiento. Más bien, es una patada al tablero que
intenta de forma algo cruel con nuestra pobre economía al poner el foco muy
para un lado hacer notar
que el foco se ha ido muy
para el otro. El epígrafe
que acompaña al título
habla de la dificultad del
hombre moderno ante el
enigma de sí mismo. « El
enigma del universo (léase mercados, firmas, etc.)
ya ha sido resuelto» y sin
embargo del enigma de
nosotros mismos aún no
sabemos nada.
La economía es uno
más de los terrenos donde
el posmodernismo nos ha dejado perdidos. La salida no es
atrincherarse en lo conocido sino lanzarse en búsqueda de
lo nuevo. ¿Qué queda por hacer? Justamente, todo: repensar
una economía de y para el hombre, consciente de sus propias
consecuencias materiales y de que no sólo describe una realidad sino que también la transforma. Abandonar el vicio de
la parsimonia para enfrentar el desafío de la complejidad. El
esfuerzo de integrar a la economía a los nuevos paradigmas
científicos asoma como un reto que hace de nuestro tiempo
una época privilegiada para ser economistas. J
Notas:
1
Koyré, Alexandre, Estudios Newtonianos, pág. 43.
2
Edgeworth, F. Y. (1881) Mathematical Psychics: An Essay on the
Application of Mathematics to the Moral Sciences. London: C.K. Paul
and Co, pág. 16. Traducción mía.
3
No obstante, es necesario aclarar que limitar la descripción de la conducta
humana es injusto con algunos grandes economistas, especialmente con
Adam Smith, cuya visión sobre el tema era sustancialmente más amplia
de lo que sus principales seguidores difundieron.
4
Amartya K. Sen. (1990) « Rational Fools: A Critique of the Behavioral
Foundations of Economic Theory», incluido en Mansbridge, Jane J., Beyond
Self-Interest. Chicago: University of Chicago Press, pág. 25. Traducción mía.
5
Fromm, Erich, (1967) «Conciencia y Sociedad Industrial», incluido en
La Sociedad Industrial Contemporánea. México: Siglo XXI, pág. 14.
6
Galbraith, John Kenneth. (1989) Historia de la Economía. Buenos
Aires: Editorial Ariel, pág. 139.
La Ilusión de la Realidad
por Matías Pérez Artuso
distancia que es cubierta por el nervio óptico, al cual nos referiremos
luego. Esta túnica, por así decirlo,
reviste la superficie interna de los
globos oculares y está constituida
por una serie de células neuronales
especializadas, que se distribuyen
en una serie de once capas superpuestas que constituye el sustrato
arquitectónico de la percepción de
la luz (y un motivo de insomnio por
parte de los estudiantes de medicina que comienzan su formación).
Una vez allí, la energía lumínica
es transformada en energía eléctrica,
que es el lenguaje del que se sirven
las neuronas para comunicarse unas
con otras. Este proceso se denomina
en forma técnica transducción, y es
en efecto el primer paso en la percepción de cualquier estímulo que
provenga del medio exterior. Una
primera conclusión es, entonces, que
la imagen no es luz, sino electricidad, el elemento físico con el cual
está hecha el alma, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos.
Las células responsables de la
transducción son llamadas conos y
bastones. Los bastones son capaces
de percibir la luz con gran sensibilidad, aunque son incapaces de
discernir entre las distintas longitudes de onda del espectro electromagnético que nosotros llamamos
simplemente colores. Son, ergo, la
células que permiten la visión nocturna o escotópica (un ejercicio
consiste en tomar una prenda de
color rojo rutilante y luego, observarla en condiciones de oscuridad:
si esta última no es absoluta, podremos ver la misma prenda, pero
ya no el carmesí de sus moléculas,
sino un gris indistinto e indiscerni-
ble). Los conos, por su parte, son
células mucho más sensibles, capaces de discriminar los tres colores
primarios: el azul, el rojo y el verde.
Estos se distribuyen con dilección
en una zona de la retina llamada
fóvea, centro funcional de nuestra
visión diurna.
Una vez generado el impulso
eléctrico, este viajará por los nervios ópticos, desde la retina hacia una estructura conocida como
quiasma óptico, en la cual se produce el entrecruzamiento de las fibras nerviosas. En efecto, los nervios están constituidos por una
miríada de fibras que provienen de
distintos sectores de la retina, cada
uno de los cuales es responsable
por la recepción de un sector del
campo visual. Lejos de existir una
correlación lineal entre el campo visual y los sectores de la retina, estos
se hallan invertidos de tal manera
que la parte superior del campo es
captada por la retina inferior y viceversa; asimismo, la parte externa
del campo visual es captada por la
retina medial o nasal, y viceversa.
Empero, no todas las imágenes
provienen del mundo que se halla
fuera de los globos oculares. En algunos casos, existen imágenes que
se originan dentro de los mismos
ojos, en cuyo caso hablamos de
imágenes entópticas. Es así que, en
determinadas circunstancias, podemos ver dentro de nuestros propios
ojos, incluso los vasos sanguíneos
de nuestra propia retina (una prueba es evocar el llamado fenómeno
entóptico del campo azul, para lo
cual es menester observar un cielo azul límpido de tal manera que
todo el campo visual quede repleto
NOTAS • Mensapiens 30 I 9
La realidad como nosotros la
concebimos es, en esencia, una ilusión de la mente que percibe.
La epistemología es la rama de
la filosofía que se ocupa de la cuestión del conocimiento y del saber
de los seres humanos. Uno de sus
postulados centrales, en derredor
del cual orbita gran parte de su
teoría, indica la existencia de una
realidad objetiva nouménica en
contraposición a otra realidad, subjetiva, inherente e inescindible del
individuo que percibe. Así, nada
puede ser conocido como tal en su
naturaleza eidética, sino indirectamente a través de la mente y de los
sentidos que elaboran una representación simbólica empero subjetiva de aquello que se percibe, siendo esta última el objeto de nuestra
aprehensión intelectiva.
Un breve paseo por los conocimientos de la neurofisiología nos
brindará a continuación un ejemplo
interesante en el que podremos entrever cómo este principio se materializa en el más relevante de nuestros sentidos, la visión.
Los globos oculares son órganos
destinados a captar la energía lumínica proveniente del mundo exterior y a dirigirla y encauzarla en
condiciones óptimas hacia la retina,
verdadero órgano receptor de la vía
visual. Constituyen así un sistema
de medios trasparentes a través de
los cuales viaja la luz, así como un
conjunto de lentes que van modificando su dirección final.
La retina es una delgada lámina transparente que por sus orígenes es, en realidad, un segmento
del sistema nervioso central que se
halla separado del mismo por una
NOTAS • Mensapiens 30 I 10
por ese color, sin interferencias, y
luego esperar, concentrado…).
Del quiasma óptico nacen las llamadas cintillas ópticas, las cuales se
dirigen ahora hacia una estructura primordial del encéfalo conocida
como tálamo, bilateralmente situado
en medio del encéfalo. En este último
podemos encontrar diversos grupos de neuronas
o núcleos, cada
uno de los cuales
tiene un designio
particular. El núcleo geniculado
lateral es aquel
que se encarga de
recibir las cintillas ópticas, y sus
neuronas hacen
las veces de estación de relevo
de la información
transportada por
las últimas. Lejos
de hacer las veces de receptores
pasivos, en estos
núcleos ya comienza el procesamiento neural
que devendrá en
última
instancia en la génesis
de una imagen, creación subjetiva
de nuestra mente, a través de la cual
interpretamos los objetos de la realidad. En esta instancia, ya se observa
la división de la información en dos
grandes vías paralelas, la vía parvocelular (de las células pequeñas) y la vía
magnocelular (de las células grandes).
De los núcleos geniculados laterales nacen las llamadas estrías
ópticas que llegarán hacia la corteza visual, situada en los lóbulos
occipitales de los hemisferios cerebrales, en el extremo posterior del
encéfalo.
La corteza es una capa neural constituida por neuronas que
disponen de tal manera de poder
cumplir con su función última.
Aquí la información se maneja de
manera escalonada, siguiendo un orden jerárquico ascendente en el cual
una primera zona cortical procesa la
información, para luego pasar este
producto hacia otra corteza, la cual
elaborará un procesamiento un tanto
más complejo, y así consecutivamente hasta la elaboración de la imagen
final, en nuestro occipucio. No en
vano se ha dicho que nuestros ojos
no ven, pero que nosotros vemos a
través de ellos.
Las cortezas visuales van elaborando en forma paralela el color, la
forma, la profundidad y el movimiento de aquello que vemos, para luego
integrarlo todo en una imagen final,
que lejos de ser nítida, está fragmentada y carente de continuidad, en
tanto posee sectores de no imagen,
que son “inventados” por nuestra
mente para suplir estas mismas zonas.
Este producto encefálico virtual llega
luego a las llamadas cortezas asociativas, las cuales toman la imagen, la
integran con nuestros recuerdos y le
asignan un valor intelectual a modo
de clasificar aquello que se ve como
un algo, una entidad nosológica en
nuestro repertorio cognitivo. Cabe
preguntarse que
sucedería si nos
e n c o n t r á ra m o s
con una imagen
absolutamente
nueva, de la cual
no tengamos noción ni semejanza
con nada jamás
visto o pensado.
Todo
esto
acontece en unos
pocos milisegundos, en forma análoga para ambos
globos oculares.
La integración de
estas dos imágenes de un mismo
objeto, generadas
por ojos que se
hallan separados
el uno del otro, y
la comparación de
las diferencias, es
lo que nos permite la sensación de
profundidad, necesaria para percibir el
mundo en tres dimensiones.
Son conocidas las situaciones
en las cuales nuestra mente juega
sucio, completando por ejemplo
aquello que leemos realmente con
aquello que creemos deberíamos
leer. Podemos ver entonces que lejos de haber una relación secuencial
simple objeto–imagen existe una
actividad mental previa que condiciona lo que vemos, en todas las
circunstancias. Simplemente, vemos
aquello que queremos ver. Otro
ejemplo son las alucinaciones visuales, en las cuales se percibe una
imagen sin objeto. J
El antro de los videojuegos locos
por Chapu
LSD (Playstation)
En esta nueva columna,
nuestro corresponsal
especializado
en el mundo del
entretenimiento
electrónico nos acercará
reseñas de algunos
de los videojuegos
más extraños de la
historia del medio.
Cada uno de los títulos
aquí comentados es
una verdadera joya
de su género (aunque
a veces sea difícil
catalogar cada uno en
un género específico)
y son recomendados
para los gamers de
corazón, y para aquellos
que desconfían de
los videogames por
norma general y
quieran adentrarse en
este mundo por una
puerta poco conocida
y radicalmente distinta
de los estándares como
“Super Mario Bros.”. Sin
más preámbulos, los
dejamos entonces con…
NOTAS • Mensapiens 30 I 11
Desarrollado en 1998 por Asmik
Ace Entertainment, una compañía
japonesa resultado de la fusión de
dos empresas preexistentes (y que
ahora se dedica a lanzar juegos
para consolas de la última generación y distribuir películas de cine
arte), LSD está basado en la bitácora de sueños que uno de los programadores llevó durante aproximadamente 10 años.
Nada más arrancar, el juego le da la bienvenida al jugador
con un video de presentación que
podría definirse como “surrealista”. Luego pasa a una pantalla
de inicio que marca “Día 1”, con
un menú de opciones muy básico
(por ejemplo, “Vibración SI/NO”)
y la opción de comenzar el juego.
Ahora, una aclaración: LSD no es
un juego en el sentido estricto de
la palabra. No tiene reglas (aunque sí una mecánica interna bien
definida) y no tiene un final, una
historia o un propósito. Es más
bien como una obra de arte abstracto en forma de videojuego.
Una sesión de juego es un “día”, o
sea, un sueño diferente en el diario. Cada sueño tiene una duración
predeterminada de diez minutos
que no se puede cambiar. Una vez
terminado ese período de tiempo, se regresa automáticamente a
la pantalla de comienzo mediante
un fade to white, como si de un
despertar se tratase. El jugador
experimenta la acción en primera
persona, como en un FPS (First
Person Shooter, juego de disparo
en primera persona, género cuyos
máximos exponentes son el Doom,
el Quake y, más recientemente, el
Half-Life), aunque no se puede
disparar, no hay enemigos, no hay
herramientas para usar, puertas
para abrir, no hay indicadores, no
hay puntaje. Lo único que se puede
hacer es caminar o correr, mirando
en todas direcciones, a través de los
paisajes oníricos que se presentan.
¡Y qué paisajes!... Hechos completamente en 3D, y a pesar de que
la potencia de la Playstation hoy
es obsoleta, los polígonos enormes
y las texturas toscas no hacen sino
sumar a la atmósfera surrealista del
juego. La mecánica es la siguiente:
el paisaje en el que se empieza es
aleatorio, y de ahí en más el jugador puede ir adonde desee, siempre
dentro del límite de 10 minutos.
Los niveles tienen puertas estables,
en el sentido de que dan siempre a
los mismos lugares, pero casi todos
los objetos que podemos encontrar, incluidas las paredes, hacen
las veces de “transportadores” a
otro lugar al azar. Es decir, si el jugador se estrella contra una pared,
es transportado automáticamente a
otro lugar, elegido arbitrariamente.
En cambio, si entra o sale por las
puertas, va a ir siempre a los mismos sitios. En una parte del juego,
incluso, hay una pantalla gigante
que muestra un mapa de todas las
ubicaciones del juego, pero encontrarla es todo un desafío...
Los niveles son absolutamente discordantes entre sí, y lo más
interesante es que varían enormemente. Hay, por ejemplo, una pantalla que es un pequeño edificio
de tres pisos. En la planta baja hay
una barra de bar y un jardincito.
En la terraza no hay nada y está
NOTAS • Mensapiens 30 I 12
cercada por malla de alambre. En
los pisos intermedios, que se pueden recorrer por escalera, hay algunas habitaciones. La primera vez
que se lo visite, probablemente sea
un edificio normal. La segunda
vez que se llegue allí, puede que
el bar de planta baja esté siendo
atendido por una enorme cabeza
con expresión ceñuda, brazos y
piernas. O que en una habitación
del primer piso haya un osito de
peluche mirando un televisor con
imágenes abstractas, y que cuando el jugador se le acerque se de
vuelta e intente apuñalarlo con un
cuchillo. O que, caminando por un
pasillo, de repente le crezcan ojos
a las paredes, ojos que comienzan
a seguir los movimientos del jugador. O que en la terraza ataque
una gárgola de piedra, que aparece volando desde la nada. O que
el jardín de entrada tenga césped
con textura de papel de regalos.
O todo eso, todo junto. Entonces,
cada vez que se visita una nueva área cambian pequeñas cosas,
como las texturas, los colores y algunos objetos que aparecen. Hay
infinidad de paisajes distintos, y si
se multiplican por las variaciones
posibles, las combinaciones totales
son prácticamente infinitas.
Una vez que el sueño termina,
aparece una pantalla con un gráfico sobre un par de ejes cartesianos
que marcan qué “tipo” de sueño se
tuvo, según cuatro variables asignadas a los cuatro semiejes: Upper,
Downer, Static y Dynamic. Como
podrá imaginarse el lector, así como
puede haber “viajes” buenos o interesantes, también los hay malos.
Es en este punto cuando el juego se
pone mucho más interesante: la atmósfera que consigue crear es casi
la de un sueño verdadero. Jugar al
LSD es como tener un sueño lúcido, y cuando se aparece en un área
“fea”, puede resultar considerablemente perturbador.
La música es una parte casi
fundamental de la experiencia. Hay
una sola canción en todo el juego,
que se repite constantemente, pero
siempre con variaciones, como los
escenarios. Variaciones en tonos y
tempo, que van acorde al escenario
en el que estamos y el tipo de sueño que estamos teniendo.
Para resumir: si bien el LSD
no puede ni debe ser considerado,
como se dijo antes, un videojuego,
es una experiencia altamente recomendable. Si algo comparte con la
droga homónima además del nombre y la cualidad surrealista, es el
nivel de adicción que genera: a pesar de que no hay, técnicamente,
nada que hacer, ningún objetivo
que cumplir, el jugador siempre se
encuentra volviendo a jugarlo en
ratos libres, simplemente para ver
un poco más. Siempre se pueden
explorar los niveles un poco más,
descubriendo cuartos secretos y situaciones ocultas. Esa es su gran
virtud: la atmósfera que consigue
crear es tan atrapante que deja con
ganas de volver, siempre, para una
“dosis” más. J
Las formas de la muerte
por Christian Maier
hombre de acción y como tal, no
podía entregarse a los recovecos de
ciertas discrepancias teóricas.
Volvió al presente por un mero
acto de la voluntad. La empresa de
seguridad auguraba un excelente
porvenir custodiando los countries
de la zona más acomodada de Pilar
y podía considerarse un hombre dichoso. Sin dudas, usufructuar el terror de las personas y la inoperancia
del Estado era un buen negocio,
como tantos de sus ex colegas lo
habían comprendido, aun con más
celeridad que él. Aunque, a diferencia de la gran mayoría, él había
escapado de las purgas policiales y
tuvo la suerte de un retiro honroso,
con una honrosa pensión miserable.
Era una noche clara en las que las
epifanías y las anunciaciones desandaban otros rumbos, lejos, muy lejos
de Luján. Esa noche la linealidad del
tiempo era perfecta y no permitía
el descrédito de los
presagios. No porque el
teniente retirado fuera
un hombre de vaticinios,
sino porque estos, más allá de los
ataques del escepticismo, a veces
son necesarios… o útiles.
Cáceres vislumbró una sombra
que cruzaba la ruta unos metros
adelante, cortándole el camino, y
puteó con fuerza porque sus ojos
ya no eran los que habían sido;
aunque, incluso en el devenir estrepitoso del envejecer, confiaba
en sus instintos y en sus reflejos.
Tal vez sintió el aroma electrizante del peligro que no puede evitarse o el tirón de orejas de una
vendetta macabra. Se estiró con
lentitud y de la guantera sacó su
ESCRITOS • Mensapiens 30 I 13
Carlos Cáceres… o Cáceres a secas –porque tantos años de servicio le habían resumido el nombre y
su misma concepción del nombre–,
se vio a sí mismo en un espejo imposible, en un retazo cristalino de
la memoria. Volvió a sus días de
uniforme y al último enfrentamiento que le acortó los días en
la Fuerza. No por magia o poesía
del destino, sino porque pudo ver
en los ojos de aquel pirata del asfalto desconocido, cómo la vida lo
abandonaba instante por instante
luego de que la explosión del hierro le rompiera la anatomía.
Algo de Cáceres también murió ese día. Sus facciones de hombre recio se aplacaron y comenzó
a preguntarse por la existencia de
dios, no de manera acabada y profunda como en esos desvaríos de
la metafísica y de la teología, sino,
simplemente, a concebir la idea de
que ante la ausencia de dios, de ese
último gran absoluto, todo estaba
permitido. De manera inconsciente,
quizás, parafraseaba a Dostoievski,
pero con las limitaciones rudimentarias de un hombre entrenado para
la violencia y fogueado en ella. Y
aunque la muerte para los hombres
de la Fuerza siempre es eventual o
plausible, aquella otra muerte que
bien podría ser igual a cualquier
otra, marcó su idea complementaria de finitud.
Volvió del ensueño acompasado por el ritmo cansino de la Eco
Sport, con un sabor amargo en
la boca que abreviaba una cólera
postrera e inexplicable y sacudió
la cabeza para despejar aquellos
recuerdos complejos, minados de
ideas inextricables. Cáceres era un
ESCRITOS • Mensapiens 30 I 14
Glock 9 milímetros, la máquina de
muerte que el fárrago duhaldista de
la “maldita policía” le regaló. Pero
también sus reflejos se habían endurecido, casi en la misma medida en
que se le había encogido el nombre,
y antes de su reacción una lluvia de
balas atravesó el parabrisas.
Se recostó sobre el asiento del
acompañante, jadeando, con el latido del corazón percutiéndole en
las sienes. Imaginaba la posibilidad de la muerte como una enorme sombra que todo lo abarcaba,
pero lo peor era entrar en pánico y
precipitarse.
Se asomó por los restos del vidrio, gatilló dos veces, escuchó un
grito y volvió a ocultarse. Sin embargo, los otros eran cuatro y las
arbitrariedades de los números lo
agobiaron como una imposibili-
dad. Por primera vez, vio la muerte
con forma de otro y no como esa
cosa intangible que todo lo cubre. Sacó la pistola de refuerzo, la
Ballester Molina calibre 380, y se
irguió para hacer frente a aquellos
cuatro fantasmas descoloridos que
se amontonaban a la distancia.
El intercambio fue breve, pero
brutal. Un fuego le recorrió el brazo,
el tinte rojo en las ropas certificó la
herida que le encogió la humanidad
a un solo punto indeterminado y
sintió el peso de sus huesos que crujían bajo ese otro peso imposible del
fantasma de saberse morir. Sin embargo no hubo desesperación, sólo
el dolor punzante y reiterativo que
le abrazaba la carne, y la conciencia de que todas las explicaciones
y todas las preguntas eran inútiles.
Tampoco hubo, como pudo com-
probar con una decepción profunda,
el flashback de las películas, ni una
luz blanca que lo iluminara. Lo único que volvió fue aquella vieja inquietud sobre la probabilidad de un
dios y la certeza de que la muerte no
conoce de heroísmos sino que hermana a los hombres.
Cuando aquella sombra con aire
infantil se acercó a rematarlo, sólo
atinó a un último y largo suspiro.
No rezó, sólo se entregó al olvido.
Jamás
pudo
comprender,
Cáceres, por qué en la violencia
la muerte se banaliza. Tampoco
llegaría a saber que su muerte se
transformaría en una apostilla en
el diario posterior, sin más repercusión ni motivo que la noticia,
con la vulgaridad de los cronistas policiales, esos biógrafos de la
muerte ajena.J
Soledades
Curiosa época ésta. Se me acabaron los culpables y no me queda más alternativa que hacerme cargo
del fardo de la desmesurada desesperación que me precipitó sobre los años.
Los científicos debaten e investigan acerca de las dimensiones de la física, que a mí poco me interesan ante las sorpresas de las tantas dimensiones desconocidas de mi propia personalidad. Algunas se
presentan eternamente solitarias, otras sólo aciertan a manifestarse en conjunción parcial con alguna
otra alma errante, oscura, encontrada en alguna encrucijada cualquiera. Soledades que atraen soledades.
¿Para menguarlas o para acentuarlas? Tal vez al final, para algunos, para mí, el resultado sea el mismo.
Las dimensiones solitarias están destinadas a la soledad, y ni toda mi fe en lo contrario pudo revertirlo
más que fugazmente, al fin; acaso imaginariamente. Hasta las huellas del intento desesperado por revertir
su destino terminarán desdibujadas o transfiguradas en el recuerdo. Pero no es contra ello contra lo que
seguiré peleando, éste será sólo otro fallido intento de fosilizar un trozo de su historia. Tal vez la única lucha posible sea aquella que pretenda negar la naturaleza de esta dimensión para volver a confirmarla, con
la resignada sonrisa del que se supo vencido antes de comenzar la partida. Sonrisa dedicada a la siempre
amada y siempre temida enemiga imaginaria: a la maldita predestinación.
Luz
“La razón es la ilusión del orden”.
A75
Desde el sofá
por Majo
***
Nada ha sido igual desde que llegaron ellas, rígidas e individualistas, con
sus pretenciosos almohadoncitos y sus aires de refinamiento; frías, separatistas, utilitarias y terrenales: como todo buen par de sillas nuevas.
ESCRITOS • Mensapiens 30 I 15
Vivir en un sofá es una experiencia capaz de unificar todas las otras
experiencias bajo el yugo de su mullida superficie.
Los días que transcurrieron en aquel sofá, y no digo solamente “sobre”
él, sino también debajo y a su alrededor, porque todo giraba en torno al sofá
por ese entonces… esos días, digo, fueron suaves y blandos, las horas parecían hundir sus agujas en el todo almidonado de su tapicería. El almuerzo se
fundía con la siesta y las barreras entre el juego y el trabajo desaparecieron
en las profundidades de un almohadón.
Unas migas de pan con poco decoro añadieron algo de exaltación a las
noches y unas gotas de salsa aportaron color. Las cosquillas y sus risas se
sumergieron entre cobertores y un relato en vela decidió instalarse allí por
tiempo indefinido.
La vida en el sofá (sobre él, en torno a él, junto a él) era dulce, aunque
no estaba libre de sobresaltos. El paisaje a través de la ventana siempre estaba salpicoteado de palomas que dormían y peleaban y se volvían a amigar,
igual que nosotros, pero con más frecuencia. El gato del vecino repartía su
atención entre uno y otro espectáculo.
Un par de recuerdos llegaron desde bien lejos para unirse a la experiencia, pero tenían poco que hacer ahí, así que se fueron y dejaron apenas unos
ecos con forma de nombres.
El sofá goza de un magnífico microclima: caribeño, cálido y húmedo. El
invierno se rendía ante él. Nunca hacía falta abrigarse, y a veces hasta era
necesario un buen vaso de algo frío.
La corriente de aire era inmejorable. El humo se escapaba por la ventana
y los sonidos se hacían envolventes, sobre todo durante charlas y películas.
Una pelota envuelta para regalo
ESCRITOS • Mensapiens 30 I 16
por Jorge Royan
Acabo de darme cuenta de algunas cosas y las quiero compartir:
Cuando era chico imaginaba a la
Tierra similar al planeta del Principito
(aparentemente, el asteroide B612).
Las montañas altas, enormes. Los
mares como pozos.
Y la atmósfera era en mi imaginación como un manto traslúcido
celestito, como una bruma que envolvía a nuestro planeta.
También imaginaba que los hombres habían sobrevivido a los dinosaurios
que los perseguían hasta sus cavernas, y
que más o menos cuando desaparecieron esos bichos quedaron los mamuts,
los tigres esos y los hombres que poco a
poco pasaron a hacerse cargo de todo.
Ahora que soy más grande veo las
cosas de otra manera.
1) La Tierra tiene un diámetro de
12.700 km. El Everest mide casi
9 km de alto, y la relación entre
ambas medidas es de 1430 a 1.
Si la Tierra fuera una pelota de
fútbol, con 22 cm de diámetro, el
Everest mediría 1/10 de mm, algo
así como una textura superficial.
En cambio los Alpes, cuyo pico
más alto es el Monte Blanco con
4,7 km, con una relación de 2700
a 1, no serían en esta pelota mas
que 1/25 de mm y no se sentiría
su textura al tacto.
2) La atmósfera, sorprendentemente,
no es la capa brumosa rodeando
y protegiendo al planeta que yo
imaginaba.
El espesor de la atmósfera varía
desde 17 km en el ecuador a 7 km
en los polos. Digamos 12 km promedio. Una relación de 1 a 1000.
En una pelota de 22 cm, la atmósfera mediría 0,2 mm. El espesor
de dos hojas de papel (una resma
de 500 hojas mide 5 cm). Menos,
en realidad, ya que sólo la primera
mitad es respirable. Por encima de
los 6 km no hay suficiente oxígeno. Podemos quedar entonces en
una sola hoja de 70 gr.
3) El hombre está en la Tierra hace
200.000 años y sus primeros artefactos reconocibles tienen sólo
20.000 años.
En cambio, los primeros mamíferos aparecieron en la Tierra hace
200 millones de años. (Los reptiles hace 300; los insectos, 400;
los animales simples, 600; y las
células simples, hace 3.800; pero
para qué ir tan lejos...)
Si se quiere comparar la presencia del hombre en la Tierra con la
de los mamíferos, esta imagen es
bien gráfica: si la presencia de los
mamíferos mide 100 m (una cuadra), la de los hombres mide 10 cm
(media baldosa). Y los 5.000 años
de historia registrada, 2,5 cm.
Esto me hace revisar la medida de
nuestra importancia en el orden
de las cosas, y dudar un poco del
aserto de que el hombre es el centro del universo.
Si agrego a estas reflexiones la
percepción de que esta bola de piedra
recubierta por una película de aire insignificante no sólo está en un rinconcito de una galaxia lateral, recibiendo
calor de una estrella de poca monta,
sino que es arrastrada por el sol a gran
velocidad y sin previa consulta hacia
un lugar del que no sabemos absolutamente nada, y siendo las 0 horas,
puedo irme a dormir en paz.
-------Un par de días después, y frente a esta visión, aparentemente tan fría y agnóstica, me im-
pongo la tarea de definir mi fe en
150 palabras:
• Aceptar mis límites e incapacidad
para percibir, imaginar, comprender, explicar, nombrar, definir o
demostrar lo que hay fuera de mi
mundo y/o percepción.
• Aceptar la ansiedad y frustración
de esta realidad, sin tratar de cobijarme en ninguna religión, culto
o creencia generada por otros
hombres tan limitados como yo
que capitalizan la incapacidad del
hombre para mirar de frente a su
soledad existencial
• Aceptar el tiempo y espacio que
me toca con gratitud y usar los instrumentos que tengo, que no son
pocos, para vivir de la manera más
noble, creativa y comprometida que
me resulte posible, ya que la acción
es lo único que está en mis manos.
Aprender, enseñar, compartir y
jugar la mejor partida posible con
las cartas que me han tocado.
Si hay algo para descubrir en el
más allá, ya me enteraré.
Las consecuencias de vivir una
vida grande no pueden ser más
que buenas. J
Poemas
Dama
Yo sé de abandonos y miserias,
de sombras y voces perdidas,
de muertes inútiles y nacimientos invisibles.
Yo sé del viento arrasando con todo
y nada.
Del sol quemando miradas y opacando rostros.
Sé de hambre y derroches de sabores.
Yo sé de andar descalza y no dejar huellas.
Del silencio gritándome al oído.
De nichos vacíos y vidas desperdiciadas.
De luces que encandilan y magia negra.
Sé de laberintos y espejos quebrados.
De acertijos, de cabezas nulas.
Yo sé hablar en idioma de muertos
y reír como los vivos.
De dormir con ojos abiertos
y hablar con los labios sellados.
Yo sé de viajes infinitos y de rutas intransitables,
de rosas sin espinas y de plantas caníbales.
Sé de bocanadas de humo y de dientes amarillos.
Sé de despedidas y de “Nunca Mas”.
Yo sé de hierba verde
y de colores deformando mi cabeza,
sé de llantos desgarradores,
de violencias sin fines de lucro,
de perseverancia, de injusticia sobre lo justo,
de miradas vacías y llenas de desoladas apariciones,
de mentiras creíbles y verdades ocultas,
de vidas pasadas que me recuerdan de donde vengo,
yo sé de abandonos y miserias
de mentes retorcidas, yo sé que he muerto en esta vida
y espero, solo espero ser bienvenida.
Perfumada dama de épico pudor
de estirpe sórdida y oscura
¿Cómo es que aún sigue puro
tu implacable corazón?
Virginia Gastiazoro
Fuiste lar de mi lugar
con tu incesante cólera cohesiva
oré y lloré por tu mística alegría
mutando a un tedio adormecido.
En un inmenso océano desértico
mi anegado corazón se ha deshidratado,
mi aliento también se ha escapado
en busca de un lugar mejor.
En vano intento he fracasado
en reencontrarte y he encontrado
tu inexorable convicción de
que nada de esto ha sucedido.
Obnubilado confín aguarda tu piedad,
pues es ella la verdad que a tus ojos se
asemeja,
quebrando mi alma perpleja
sin dejarla descansar.
Francchio
POEMAS • Mensapiens 30 I 17
Yo sé
Interior
¿Te burlas de mi?
sus risas me traspasan
de parte a parte,
con cada dentellada
me quemo por dentro.
¡Querrían verme gritar!
y descoserme y gemir
darles su razón infame
estúpidos hombres.
Una palabra llega,
se abre paso a través de mi dolor
me inquiere, me cuestiona,
sus razones no significan nada
mi comprensión no encuentra sosiego.
POEMAS • Mensapiens 30 I 18
¿Es que estas tan cómodo, mundo?
sin saber lo que te rodea
sin saber lo que me pasa
se niegan a ver a través de los reflejos
de ese maldito sol.
La obscuridad cae ante mi
me rodea imponente
me envuelve, parte de ella me asimila.
Y adentro te encuentro a ti
parte recóndita y marginada
cimientos desconsolantes
imposibles de mirar fijamente.
Cuando estás cerca mio
no puedo combatirte.
Te
regocijas y me asustas
nunca podré reconocerte
semilla marchita,
inquietante porvenir
posible desenlace inapropiado
demasiado cruel para ser verdad
demasiado real para ser mentira
“Oda a la obscuridad,
llanto sagrado”
dulce castigo injusto
dolor que energiza
adictivo, confuso.
Tú lo conoces
me impulsas en su practica
convives con él en la penumbra.
Balanza rota y herrumbrada,
ancla fúnebre
castigo incierto, absurdo
sin razón, pero fatal.
No quiero dejarte ser
fracción terrible de mi esencia,
inútil es resistirme,
inaceptable permitirte.
Cada vez más familiar
pretendes ganar la batalla.
¿Vendrá alguien a rescatarme
de mi propio verdugo mordaz?,
antes que me rinda, y sucumba
hacia el hondo pozo inacabable
de donde has salido tú.
Meca
Chapu
Yace el guerrero
tlaxcalteca*
Resting, he sees the celestial dome passing
Yace, viendo la cúpula celeste pasar
in arcs cowering towards the dark horizon.
en arcos, inclinándose hacia el horizonte oscuro.
Minutes become hours;
Minutos se vuelven horas;
in repose without moving nary a finger.
yace y no mueve ni un dedo.
Eyes gouged and hardly breathing…
Ojos vacíos y aliento cerrado...
Invisible stars flash long
Invisibles estrellas brillan
but the Sacred Tree
mas el Árbol Sagrado
did not blind him.
no le cegó.
The ecliptic crosses Pleiades;
La eclíptica cruza Pléyades;
Priests shout “52 more years!”
sacerdotes gritan “¡52 años más!”
The wind peels back flaccid eye lids;
El viento corre flácidos párpados;
he “sees” the empty space where
“ve” la cavidad donde
once his heart was,
estaba su corazón,
ripped up like a root.
arrancado como una raíz.
Now in flames but it does not burn.
Ahora en llamas mas no se quema.
“I am a hero, taken
“¡Soy héroe atrapado
because of your error…
por vuestro error…
a slave with patriotic fervor;
esclavo enamorado del pueblo
I tried to liberate the people I adore.
que he tratado de ver liberado!
This—my last night of terror!”
Esta— ¡mi última noche de terror!”
Throat slit like a goat’s…
Degollado como una cabra...
Rolling down the grade…
Rodando por la escalera…
Lopped, his arms and legs…
Cercenados brazos y piernas…
Bouncing to and fro’…
Rebotando a los tumbos...
Dying announcing Life.
Muriendo anunciando La Vida.
Arriving at the last step…
Llegando al último escalón…
praying; offering his soul…
Rezando; expirando…
This is the end.
Este es el fin.
Thomas Hally
Thomas Hally
* Este poema representa una leyenda mesoamericana de heroísmo. La leyenda habla de un jefe indio tlaxcalteca, enemigo de la tribu
azteca, que es sacrificado al Dios del Sol, Huitzilopochtli, siempre sediento de sangre. El sacrificio aquí representado corresponde a la última
noche de un ciclo de vida de 52 años, ciclo recurrente para los aztecas —una noche en la que el Dios Sol puede sentirse particularmente
tentado de destruir el mundo.
POEMAS • Mensapiens 30 I 19
The Tlaxcaltec Warrior Lies
in Repose*
Así jugaba Fefuric…
ENTRETENIMIENTOS • Mensapiens 30 I 20
por H. Ricardo Liso
Sigo en este número rememorando las hazañas del Gran Maestro Ildef
Fefuric, “El Grande”. Nos toca en esta
oportunidad disfrutar juntos de una
partida del Torneo de Maestros disputado en Rusia, donde el inigualable croata participó con el nombre de
A. Aleksandrov. Sucedía que si otros
Grandes Maestros veían su nombre
inscripto comenzaban a surgir extrañas excusas y uno tras otro empezaban a justificar su no participación en
la lucha. Cabe aclarar, sin embargo,
que si bien Fefuric era ampliamente respetado por su nombre, nadie
lo conocía en persona, pues siempre
jugaba disfrazado. Para describirlo
correctamente, deberíamos decir que
era “una leyenda andante”.
¿Cuántos maestros lo habrán enfrentado sin saberlo?... Fueron muchos. Algunos de estos duelos aparecen en el Libro Épico de Fefuric,
extrañísima y muy buscada obra,
de la que alguna vez se encontró
algún ejemplar en la ya desaparecida Biblioteca Mundial de Ajedrez,
que funcionaba hacia fines del siglo
pasado en el Local 6 de la Galería
Corrientes Angosta de esta Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Precisamente de esta cuasi incunable obra he extraído este final de
partida, opus 88 del citado volumen.
Su rival de turno era S. Zaitzew, quien
conducía las piezas negras.
Aleksandrov (Fefuric) a esta altura
se había convertido en una verdadera revelación del torneo debido a
que marchaba puntero e invicto. Al
arribarse a la posición que ilustra el
diagrama, los espectadores rodearon
la mesa y parecía que el croata estaba
al borde de la derrota pues aparentemente el jaque mate era inevitable.
Sin embargo Ildef no perdió en absoluto su compostura. Manteniendo
la calma, mientras pensaba y se acomodaba la barba postiza, jugó majestuosamente:
1. ¡NO! Mejor voy a dar a nuestros lectores la posibilidad, muy remota por cierto, de descubrir cómo
se desembarazó Fefuric de esta terrible posición.
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Querido lector: tómese 15 minutos y analice detenidamente. Le
recomiendo no manosear mucho las
piezas y tratar de dilucidar la continuación completa, anotando en un
papel la mayor cantidad de posibles
variantes. Lo espero.
¿Listo? Muy bien, aquí va:
1.Qxc7+! kxc7 (obviamente única
jugada posible) 2. Nb5+ kb8 (única otra vez) 3. Rd8+!! (la jugada
clave de la combinación fefústica)
rxd8 (el negro no hace otra cosa que
jugar jugadas únicas) 4. Bf4+ y recién ahora se descubre el propósito
de la jugada anterior.
4. …. ka8 (esta vez no es única jugada, se puede cubrir el jaque
con el caballo y la torre… pero da
lo mismo y no se pierde nada… ¿o
sí?) 5. Nc7+ kb8 (y empiezan de
nuevo las jugadas únicas) 6. Nxa6+
ka8 7. Nc7+ kb8 (¿estas dos no
son iguales a la jugada 5?) 8. Nd5+
ka8 9. Nb6+ y las negras abando-
naron pues a 9. …. Pxb6 sigue 10.
Ra1++
Amigo lector, espero que haya
dado con la solución correcta y, si
así fue, lo felicito. A quienes la “pifiaron”, ya tendrán otra oportunidad
en la próxima aventura de nuestro
ídolo.
Para terminar, una buena noticia.
He recibido muchas consultas sobre
cómo contactar al Gran Maestro, ya
sea para hacerle preguntas o conocer
más sobre su Teoría Fefústica y así
poder progresar en este tan apasionante juego-ciencia. Estoy en condiciones, en carácter de exclusividad y
primicia mundial, de informarles que
“El Grande” tiene una cuenta especial de correo electrónico. Pueden
escribirle a: [email protected] y
si vuestro e-mail vale la pena, será
respondido; incluso algunos podrán
aparecer en estas humildes páginas.
Sólo me resta decir: ¡¡ASÍ JUGABA
FEFURIC!!