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El comportamiento de los ingresos por transferencias Alejandro Castillo Necesario aprovechar el comportamiento de los ingresos por remesas. El siguiente texto se refiere a la importancia de las divisas que ingresan al país, por transferencia de los trabajadores migrantes. Los recursos que envían los compatriotas que trabajan en el exterior han aumentado sexenio a sexenio, conforme crece el número de mexicanos que busca una opción de vida en el exterior. A medida que la migración se convirtió en una opción de sobrevivencia, su importancia en la economía creció de manera significativa. Por ello, en el sexenio de Fox las remesas crecieron 207.8% con respecto al nivel registrado en el gobierno de Zedillo y si comparamos los promedios anuales, tenemos que en el primer trienio de Calderón se registró un crecimiento adicional de 44.1% con respecto al nivel alcanzado con Fox, a pesar de que en 2008 y 2009 los migrantes enfrentaron importantes problemas económicos en el exterior. Ingresos por remesas (miles de dólares) 30,000,000.0 25,000,000.0 20,000,000.0 15,000,000.0 10,000,000.0 5,000,000.0 2008 2006 2004 2002 2000 1998 1996 1994 1992 1990 1988 1986 1984 1982 1980 1978 1976 1974 1972 1970 1968 1966 1964 1962 1960 0.0 Fuente: Elaborado con cifras del Banco de México. Es importante aclarar que no existe capacidad de las autoridades para distinguir cuánto de esos recursos corresponde realmente a remesas y cuánto es producto del narcotráfico. No obstante, lo que aplica para las remesas también vale para los narcodólares, en tanto que son flujos de divisas que favorecen los resultados de las actuales políticas cambiaria, monetaria, social y de seguridad del país. Hasta ahora el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y las dependencias responsables de las políticas sociales –influidas por las instituciones multinacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, promotoras de esas políticas- han tratado de minimizar la importancia de dichos recursos, señalando que sólo son para beneficio de las familias de los migrantes –o de los narcos-, que no repercuten en el conjunto. La realidad es que esos recursos contribuyen en gran medida a prolongar una política económica que sería insostenible sólo con el uso de recursos institucionales. Las divisas de los migrantes –y del narcotráfico- ayudan a mantener bajo control el déficit en cuenta corriente y a reducir el riesgo país, lo que a su vez frena las presiones para alzas de tasas internas. Al final, el uso económico que se da a esos recursos es el de subsidiar importaciones que permiten al banco central cumplir su objetivo de mantener bajos los crecimientos de precios en el país y, por todo ello, aunque no lo reconozcan Banxico, Sedesol –y las instituciones de seguridad pública- y los organismos multinacionales, son recursos que permiten contener las estadísticas de pobreza, independientemente de que en lo inmediato, son ingresos que sí ayudan directamente al ingreso de los familiares de los migrantes -o de los narcos-. Así, aunque no se reconoce, esos recursos han tenido una gran importancia para la estrategia económica de los últimos gobiernos. Por supuesto, la concepción oficial de que las transferencias –y el narcotráficosólo benefician a los familiares de los migrantes –y de los narcos-, permite a las instancias gubernamentales ignorar el costo indirecto que tienen esos flujos en términos humanos y de erosión del tejido familiar -y de seguridad pública-. Hasta ahora, pero en particular en los dos últimos gobiernos, la pérdida de vidas en la frontera y la destrucción de familias, así como sus riesgos y costos, más la pérdida de capital humano, se ha considerado como resultado de una decisión individual. Si los funcionarios reconocieran el impacto general favorable que tiene para su estrategia económica, tendrían que aceptar la necesidad de aplicar políticas publicas, incluyendo medidas de política cambiaria y monetaria, que permitan compensar esos costos que, por cierto, no debemos suponer que ya forman parte del valor nominal de las transferencias en el mercado cambiario, sino que debería establecerse una contabilidad paralela para medir el verdadero valor en bienes y servicios que deberían tener los dólares de los migrantes, para compensar esos costos sociales que se ignoran en la contabilidad formal. Si no se reconocen esos costos implícitos, las divisas que tantos costos representan para el país, seguirán siendo parte de un círculo vicioso: los recursos que ingresan se utilizan para subsidiar importaciones para mantener baja la inflación. Esas importaciones afectan a la planta productiva del país, provocando más desempleo y propiciando una mayor migración, aunque con costos sociales crecientes, como se observa hoy en el deterioro acumulado de las condiciones de vida y de trabajo en la frontera. Por otra parte, aún bajo el supuesto de que existe el interés perverso de las autoridades del Ejecutivo federal, de Banxico y de algunos grandes empresarios, de alimentar ese círculo vicioso –incluso promoviendo por medio del Secretario del Trabajo, Javier Lozano, una reforma laboral que pareciera orientada a promover la informalidad y sus consecuencias de ilegalidad y violencia-, cada vez habrá más dificultades para que se generen los beneficios que buscan. Los costos tienden a crecer más rápido que los beneficios. Uno de los factores limitantes será la política de migración de Estados Unidos, que buscará regular los flujos de migrantes, como un ejército industrial de reserva a su disposición, pero sin los costos colaterales de seguridad, en momentos en los que ese país tiene problemas para reducir su tasa de desempleo. En particular, después de la crisis financiera en aquél país, los problemas del mercado laboral se reflejaron en una disminución en el monto de remesas que se recibieron en México en 2008 y 2009, con respeto al máximo de 26,552 millones de dólares en 2007. De hecho, en 2009 se ubicaron abajo del nivel de 2005. Por ello una de las iniciativas de reforma migratoria que cobran fuerza en Estados Unidos propone la legalización condicionada de quienes ya están de aquel lado, al tiempo que se ponen más restricciones al paso de indocumentados y para el envío de remesas. Eso propiciaría que quienes ya están allá se preocupen cada vez menos por enviar parte de sus ingresos a sus familias en tanto que el paso regulado de los migrantes reducirá las posibilidades de aumentar los flujos de remesas. El otro factor es el costo creciente del círculo vicioso: la destrucción de la capacidad productiva del país aumenta la incapacidad de financiamiento interno, lo que conduce a la aplicación de estrategias para atraer inversiones extranjeras incluso a sectores estratégicos, que al final se convierten en fuente de salida de divisas, todo ello en paralelo con el crecimiento explosivo de necesidades de gasto social y de seguridad pública, que sólo incrementarán el riesgo de déficit y su costo. Por esa razón, se deben establecer esquemas para que, una vez que los dólares de las remesas sean cambiados a pesos por sus beneficiarios, las divisas sean comparadas por el Banco de México mediante subasta, como se ha demostrado que se puede hacer, para fortalecer a las reservas del Banco de México y para darles un mejor uso que el de simplemente financiar las importaciones. Por otra parte, sólo de esa manera se podrá comenzar a compensar el costo social de la migración e incluso a fortalecer a la economía nacional como una opción viable y atractiva.