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Un once intenso, de efectos pasajeros
Patricio Navia La Tercera 09.09.13
Aunque la discusión sobre las responsabilidades políticas y el perdón -el debate anual del 11 de septiembre- se
ha apoderado de la arena política, sus efectos sobre la campaña presidencial serán pasajeros. Pasado el día
que se conmemora el cuadragésimo aniversario del Golpe, los chilenos recibirán las Fiestas Patrias -un fin de
semana de cinco días- y volverán a fijar su vista en las promesas de oportunidades e inclusión que hagan
los candidatos presidenciales. Como esta elección está siendo sobre quién guiará el timón del país en los
próximos años más que sobre la hoja de ruta de una economía social de mercado, el contraste entre los matices
de los candidatos hoy y las polarizadas opciones políticas de 1973 hacen que al mirar atrás, los chilenos vean un
país muy distinto al de hoy.
Si bien estar del lado de las víctimas genera simpatía en el electorado, nadie gana una elección porque
estuvo contra el Golpe o fue víctima de la dictadura. Es verdad que haber estado abiertamente a favor del
gobierno de Pinochet representa un pasivo electoral. En buena medida, Sebastián Piñera logró atraer votos
moderados por su oposición pública a Pinochet desde mucho antes del plebiscito de 1988.
Pero todos los candidatos tienen pasivos, desde Bachelet, que debe explicar por qué se quiere repetir el plato
(y que además carga con los éxitos y fracasos de su gobierno), hasta los candidatos independientes y
alternativos que deben convencer que tienen capacidad de dar gobernabilidad.
La “onceización” de la campaña ha tenido costos para Evelyn Matthei, pero no por su apoyo al Sí en
1988. Como su campaña presidencial partió tarde y ella necesita aprovechar al máximo el tiempo para
reducir la distancia que la separa de Bachelet, estas tres semanas de reflexión retrospectiva -en la que ella
misma participó de forma poco efectiva- han sido malas para la candidata de la Alianza.
Al discutir historia, Matthei ha mostrado incapacidad para lograr que la discusión se centre en las
diferencias que existen entre ella y Bachelet sobre la hoja de ruta que ha de seguir Chile en los próximos
años.
La iteración del debate sobre responsabilidades y culpas por el quiebre de la democracia ha evidenciado
distintas lecturas sobre el pasado. Pero la desaparición del debate después que se conmemore el 11 confirmará
que los chilenos están más preocupados del futuro que del pasado. Ansiosos por entrar a la clase media -y otros
temerosos de la precariedad de su condición de clase media- la mayoría de los chilenos quiere gobiernos que
avancen más rápido por la senda del desarrollo y expandan la estructura de oportunidades, las vías de inclusión
social y la protección ante los abusos. En un país que se ha desarrollado vertiginosamente desde el retorno
de la democracia, los momentos de conmemoración que nos hacen mirar hacia el pasado confirman lo mucho
que hemos avanzado y alimentan la ansiedad sobre los sueños incumplidos y las nuevas expectativas creadas.
Más que llevarlos a definir su voto a partir de quién estuvo dónde en 1973, las conmemoraciones del Golpe
Militar renuevan la preocupación de los chilenos por construir un mejor futuro para sus familias. El dramático
contraste entre el país dividido por la dictadura y el Chile de hoy, con millones que aspiran a consolidarse en
la clase media, constituye un llamado de atención para los que aspiran a gobernar en el cuatrienio 2014-2018.