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TERAPIA PSICOLÓGICA
2003, Vol.21, Nº 1, 55-60
Copyright 2003 by Sociedad Chilena de Psicología Clínica
ISSN 0716-6184
Influencia del Estado Emocional en la Salud Física
Influence of Emotional State on Physical Health
Enrique Barra Almagiá
Universidad de Concepción, Chile
(Rec: 28-abril-2003 Acep: 22-mayo-2003)
Para examinar la influencia que tiene el estado emocional en la salud física es necesario considerar un amplio rango de
factores, de tipo fisiológico, cognitivo, social y conductual. En este artículo se revisan las diversas formas directas e
indirectas en que las emociones de un individuo pueden influir en su estado de salud, mediante sus efectos en el funcionamiento fisiológico y sistema inmune, en la percepción y el reconocimiento de síntomas, en la búsqueda de atención
médica oportuna, en la involucración del individuo en conductas saludables y no saludables como estrategias de regulación emocional, y en la compleja relación entre apoyo social y salud. Además se analizan los efectos benéficos que tiene
en la salud la revelación emocional, incluyendo el escribir acerca de eventos estresantes y traumáticos.
Palabras Clave: Emociones, salud, revelación emocional.
In order to examine the influence of emotional state on physical health it is neccesary to consider a wide range of physiological,
cognitive, social, and behavioral factors. This article reviews the direct and indirect links between emotions and health,
examining the effects of emotional experiences on physiological and inmunological functioning, on the perception and
reporting of symptoms, on the decision to seek care for a health problem, on the motivation for healthy and unhealthy
behaviors as mood regulatory strategies, and on the complex relationship between social support and health. It is also
analyzed the positive health effects of emotional disclosure, including the written disclosure of stressful or traumatic events.
Keywords: Emotions, health, emotional disclosure.
Aunque tal vez desde siempre se ha tenido la noción de
que nuestras emociones y la forma en que las expresamos
pueden relacionarse con nuestro estado de salud, hasta hace
poco no se tenía una comprensión suficiente de cuáles son
los mecanismos específicos que permiten vincular los estados emocionales con la salud física. Para mejorar tal comprensión se ha hecho necesario considerar un rango amplio de factores fisiológicos, cognitivos, sociales y
conductuales que pueden ayudar a explicar la influencia
de las emociones en la salud. Algunas de las formas en que
las experiencias emocionales pueden influir en la salud son
mediante sus efectos directos en el funcionamiento fisiológico, en el reconocimiento de síntomas y búsqueda de
atención médica, en la involucración en conductas saludables y no saludables como estrategias de regulación emocional, y en la compleja relación entre apoyo social y salud. A continuación revisaremos someramente las principales evidencias disponibles acerca de tales influencias y
examinaremos la importante relación existente entre salud
y expresión emocional.
Estado Emocional y Funcionamiento Fisiológico
Las experiencias emocionales pueden influir en la salud física mediante sus consecuencias fisiológicas, existiendo ya muchas evidencias de que los estados emocionaCorrespondencia: Departamento de Psicología, Universidad de
Concepción, Casilla 160-C, Concepción, Chile. E-mail :
[email protected]
les negativos pueden prolongar las infecciones y retardar
la cicatrización de heridas (Kiecolt-Glaser, McGuire, Robles & Glaser, 2002), así como hacer al individuo más vulnerable a diversas enfermedades (Salovey, Rothman,
Detweiler & Steward, 2000).
El estado anímico parece relacionarse con la liberación
de inmunoglobulina secretora A, el anticuerpo considerado la primera línea de defensa contra el resfrío común, existiendo evidencias de que el ánimo positivo reforzaría la
respuesta inmune mientras que el ánimo negativo la reduce. Así, el nivel de inmunoglobulina secretora A en estudiantes decae durante los exámenes finales y aumenta nuevamente después de que los exámenes han terminado, y
cuando las personas experimentan varios eventos negativos en un determinado período, aumenta no solamente su
estrés percibido sino que también su susceptibilidad al resfrío común (Cohen, Tyrrell & Smith, 1993).
Además, cuando los individuos son expuestos a un virus respiratorio en el laboratorio, se observa que aquellos
que experimentan mayor ánimo negativo desarrollan síntomas más severos que los individuos cuyo estado de ánimo es más positivo (Cohen, Doyle, Skoner, Fireman,
Gwaltney & Newsom, 1995), y las personas que enfrentan
estresores severos por un tiempo prolongado son significativamente más susceptibles al resfrío común inducido experimentalmente (Cohen, Frank, Doyle, Skoner, Rabin &
Gwaltney, 1998).
Aunque la activación emocional tendría efectos inmediatos en algunos aspectos del sistema inmune, no existe
aún total claridad acerca de cuán duraderos serían tales efectos y si las diferencias persistentes en el estado anímico
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producen diferencias significativas en la resistencia de los
individuos a las enfermedades. Sin embargo, hay algunas
evidencias que apuntarían en esa dirección.
En un estudio particularmente interesante por su carácter prospectivo, Siegel y Brown (1988) encontraron que la
acumulación de eventos vitales negativos predecía más
problemas menores de salud, 8 meses después, en mujeres
adolescentes, aun cuando se controlaran las variables estado de salud previa, eventos negativos actuales y depresión
pasada y actual. Pero no sólo existe evidencia de la influencia del estado emocional sobre problemas menores de salud, sino que se ha sugerido que algunas condiciones psicológicas negativas pueden estar relacionadas con la génesis y progresión de enfermedades más serias. Como ilustración de esto, Stone, Mezzacappa, Donatone y Gonder
(1999) encontraron que los niveles de antígeno prostático
tenían una relación directa con el estrés percibido y una
relación inversa con el apoyo social percibido, lo cual sugiere la posibilidad de que algunos factores psicosociales
puedan intervenir en la enfermedad prostática a través de
efectos fisiológicos directos.
También se ha observado una relación entre salud física y ciertos estilos personales, lo cual podría explicarse en
parte por el estado emocional asociado con esos estilos y
su efecto en el funcionamiento fisiológico. Algunos de esos
estilos que muestran una relación positiva significativa con
la salud son el optimismo (Peterson, 2000; Segerstrom,
Taylor, Kemeny & Fahey, 1998) y la llamada dureza psicológica o ‘hardiness’ (Kobasa, Maddi & Kahn, 1982). A
diferencia del efecto positivo que tendrían sobre la salud
esos estilos, la hostilidad sería un patrón que se relaciona
negativamente con la salud (Miller, Smith, Turner, Guijarro & Hallet, 1996; Suinn, 2001).
Estado Emocional y Reporte de Síntomas Físicos
Las experiencias emocionales son una de las fuentes de
información que tienen las personas acerca de sí mismas, y
además el estado emocional es uno de los factores que determina la accesibilidad de una información o pensamiento, por lo cual un estado de ánimo positivo o negativo hará
más accesibles pensamientos positivos o negativos respectivamente. Debido a esto, la evaluación que hace un individuo de su estado de salud puede variar dependiendo de
cuál sea su estado anímico, lo cual lleva a preguntarse si el
estado emocional influye en el reconocimiento o interpretación de síntomas físicos y específicamente si las personas que presentan un estado anímico negativo están más
predispuestas a interpretar un indicio fisiológico como un
posible problema de salud.
En estudios de laboratorio se ha encontrado que las
personas en quienes se induce un sentimiento de tristeza
informan más síntomas y además atribuyen mayor severidad a sus síntomas que aquellas personas en quienes se
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induce un sentimiento de alegría (Salovey & Birnbaum,
1989), lo cual sugiere que habría condiciones en que el
estado anímico persistente y generado por el propio individuo podría modificar sistemáticamente su percepción de
síntomas. Una gran parte de la investigación al respecto se
ha focalizado en una disposición crónica a experimentar
un estado de ánimo negativo, llamada afectividad negativa
o rasgo AN (Watson & Pennebaker, 1989).
El rasgo AN, el cual sería similar a otros constructos
disposicionales tales como neuroticismo, ansiedad de rasgo y pesimismo, refleja diferencias individuales estables
respecto al ánimo negativo y al auto-concepto. Los individuos con una alta AN experimentan consistentemente mayores niveles de tensión e insatisfacción en el tiempo y a
través de diversas situaciones, y tienden a ser negativistas
en el sentido de focalizarse en los aspectos negativos tanto
de sí mismos como de los otros. El rasgo AN se correlaciona
significativamente con diversas medidas de reporte de síntomas en diferentes tipos de muestras, y los individuos con
alta AN informan consistentemente mayor cantidad e intensidad de sensaciones y síntomas físicos que aquellos con
baja AN, aun cuando no existan diferencias entre ambos
grupos en indicadores objetivos del estado de salud
(Pennebaker, 2000).
Como una forma de explicar esta relación se puede
plantear que los individuos con alta AN parecen ser
hipervigilantes respecto a su funcionamiento corporal y
presentarían un menor umbral para percibir y reportar sensaciones corporales sutiles. Y debido a que ellos tienen una
visión general ansiosa y pesimista de la realidad, es más
probable que se preocupen acerca de las implicaciones de
sus síntomas percibidos e interpreten sensaciones menores
como dolorosas o patológicas (Pennebaker, 2000). Se podría argumentar entonces que el estilo perceptivo asociado
con la alta AN (hipervigilancia, atención selectiva y tendencia a interpretar las sensaciones somáticas como
preocupantes) contribuye a la amplificación de los síntomas y sería en gran medida responsable de su alto reporte.
Una implicación práctica de lo anterior sería que cualquier estudio que utilice el auto-informe de síntomas físicos como una medida de resultados debería considerar el
aspecto de la AN. Debido a que los individuos con alta AN
es más probable que reporten síntomas en diversas situaciones y durante largos períodos de tiempo, basarse sólo
en el informe de síntomas sin una medida concurrente de
AN puede llevar a una visión distorsionada del significado
y carácter de esos síntomas.
También se puede apreciar la asociación entre emociones y reporte de síntomas considerando la relación estrecha que parece existir entre tal reporte y las experiencias traumáticas que se han tenido, en especial aquellos
traumas que no han sido revelados a otros. Aquellos individuos que informan haber tenido alguna experiencia
traumática en algún momento de su vida y que no han
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revelado, reportan tener tasas significativamente superiores de problemas menores de salud (cefaleas, taquicardia,
molestias estomacales), así como condiciones más serias
(hipertensión, úlceras) (Pennebaker, 2000).
Esta relación entre experiencias traumáticas no reveladas y reporte de síntomas físicos podría tener varias explicaciones, entre ellas los efectos fisiológicos a largo plazo
del estrés traumático, el posible carácter defensivo y
distractivo de los síntomas, y una rotulación errónea de los
cambios corporales asociados a respuestas emocionales y
autonómicas.
Estado Emocional y Búsqueda de Atención Médica
La percepción de síntomas físicos es sólo uno de los
factores que motivan a las personas a prestar atención a su
salud o a buscar tratamiento. Otros factores que determinan tales decisiones son las percepciones de vulnerabilidad personal, las creencias acerca de la propia capacidad
para involucrarse exitosamente en la conducta requerida
(auto-eficacia), y las expectativas de que tal conducta será
efectiva. Y los estados anímicos pueden influir tanto en las
percepciones de riesgo o vulnerabilidad, como en las expectativas de auto-eficacia y por lo tanto en la búsqueda de
atención médica.
Se podría pensar que en la medida que un estado emocional positivo sería un indicador de ausencia de problemas, cuando las personas se sienten de buen ánimo estarían menos inclinadas a reconocer síntomas físicos y por lo
tanto a buscar atención médica. En cambio un estado emocional negativo produciría mayor vigilancia o preocupación en las personas que experimentan síntomas físicos, lo
cual a su vez facilitaría la búsqueda de ayuda profesional.
Sin embargo, la evidencia disponible parece apuntar en sentido inverso.
Así, en comparación con las personas con un ánimo
positivo, los individuos que experimentan un estado anímico negativo se perciben a sí mismos como menos capaces de involucrarse en conductas de cuidado de la salud, y
tienen menos confianza en que tales conductas serán eficaces (Salovey & Birnbaum, 1989). Por lo tanto, las personas que se sienten enfermas y que están experimentando
un estado anímico negativo pueden encontrarse en una encrucijada. Por una parte ellas experimentarían sus síntomas como más frecuentes, intensos y molestos, pero por
otra parte ellas creen que es poco lo que pueden hacer para
sentirse mejor, por lo cual es menos probable que adhieran
a las recomendaciones de tratamiento.
El hecho de que sea el ánimo positivo más que el negativo el que se relaciona con la búsqueda de atención médica,
se podría explicar por la combinación de varios factores. Por
una parte, cuando las personas están en un estado emocional
placentero utilizan estrategias de procesamiento cognitivo
menos analíticas, y están más motivadas a involucrarse en
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conductas que les permitan mantener el estado emocional
positivo (Wegener, Petty & Smith, 1995). Y entre esas conductas puede estar el buscar ayuda frente a un problema, con
el fin de preservar su estado de bienestar que podría ser amenazado por la persistencia del problema.
Por otra parte, cuando las personas experimentan síntomas físicos ambiguos y además están experimentando
eventos vitales estresantes, pueden considerar los síntomas
como parte de su reacción emocional frente a los estresores
y por lo tanto estar menos dispuestas a decidir buscar atención médica inmediata (Cameron, Leventhal & Leventhal,
1995). Y otra forma en que los estados emocionales negativos pueden interferir con la búsqueda de atención se relaciona con la disposición a enfrentarse con información potencialmente amenazante. Para que una persona decida acudir al médico o hacerse un examen preventivo debe reconocer la probabilidad de que le detecten algún problema de
salud importante, por lo cual dicha conducta tiene un riesgo psicológico, y muchas veces la reticencia a practicarse
chequeos preventivos puede reflejar un deseo de no enfrentar tal riesgo (Rothman & Salovey, 1997).
En cambio un estado emocional positivo puede facilitar las conductas preventivas o el acudir al médico, debido
a que le proporciona al individuo los recursos psicológicos
necesarios para enfrentar la posibilidad de tener un problema de salud importante. Esto se relaciona con una tendencia más general, consistente en que un ánimo positivo parece capacitar a las personas para afrontar información
personal desfavorable. Así, se ha visto que los individuos
que tienen creencias optimistas acerca de su salud prestan
más atención a información sobre riesgos de salud que a
información neutra o benéfica, y recuerdan más esa información. Además, esa relación entre optimismo y búsqueda
de información es especialmente alta cuando la información es personalmente relevante, y presumiblemente más
amenazante, por lo cual el optimismo parece ser algo muy
distinto a la negación (Aspinwall & Brunhart, 1996).
Estado Emocional y Conductas Relevantes para la
Salud
Ciertas conductas relevantes para la salud -comer, ingerir alcohol, fumar o aun practicar ejercicios- pueden ser
usadas como estrategias de regulación emocional, ya sea
para evitar o aminorar experiencias emocionales negativas, o bien con el fin de inducir sentimientos positivos.
Así por ejemplo, las personas pueden ingerir alcohol por la
expectativa de que el alcohol tendrá influencia en su estado emocional, ayudándolas a escapar de sentimientos negativos o intensificando sentimientos positivos (Cooper,
Frone, Russell & Mudar, 1995).
Los estados emocionales negativos y el estrés también
se relacionan con la conducta de fumar, como se puede
apreciar en la asociación significativa que existe entre el
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consumo de cigarrillos y la depresión, no sólo en los adultos sino que también en adolescentes (Windle & Windle,
2001). Esto es concordante con la evidencia experimental
que revela que las personas en quienes se induce un estado
de ánimo negativo informan mayor deseo de fumar y de
hecho fuman más, que las personas en quienes se induce
un ánimo positivo o que están en una condición control
(Brandon, Wetter & Baker, 1996). Las personas informan
que una razón primaria para fumar es regular o mejorar su
estado anímico, y las situaciones que es más probable que
gatillen una recaída luego de un intento de dejar de fumar
son aquellas que involucran una experiencia emocional negativa (Salovey, Rothman, Detweiler & Steward, 2000).
Desde una perspectiva más positiva, las personas también pueden involucrarse en la práctica de ejercicios físicos con el objetivo de incrementar sentimientos positivos
o reducir sentimientos negativos, por lo cual dicha conducta puede actuar como una forma adecuada de regulación emocional. La actividad física regular es benéfica para
el bienestar psicológico, y parece ser útil específicamente
en el manejo de la ansiedad, la depresión, la hostilidad y la
tensión en general, aun cuando existirían diversos factores
que influyen sobre la relación entre ejercicio y estado emocional (Hansen, Stevens & Coast, 2001; McAuley, Talbot
& Martínez, 1999).
Considerando lo anterior, se puede pensar que algunas
conductas estarían motivadas por el deseo de mejorar el
estado emocional, pero aún falta mayor investigación para
clarificar los procesos mediante los cuales la conducta altera el estado anímico. Así por ejemplo, sería necesario diferenciar la influencia relativa de los efectos fisiológicos
directos de determinadas conductas (como practicar ejercicios o ingerir alcohol), de las expectativas acerca de la
influencia de tales conductas sobre el estado emocional.
Además, el examen de los efectos de una conducta sobre el
estado anímico debería considerar un rango amplio de sentimientos, ya que es probable que una conducta (ej. comer
en exceso o ingerir alcohol) motivada por el deseo de mejorar el estado emocional produzca más sentimientos negativos (vergüenza, culpa) que positivos.
Estado Emocional y Relación entre Apoyo Social y
Salud
Considerando la importante relación existente entre apoyo social y salud (Uchino, Cacioppo & Kiecolt-Glaser,
1996), otra vía mediante la cual los estados emocionales
pueden afectar la salud la constituye la interacción que existe entre tales estados emocionales y la disponibilidad de
contactos interpersonales y apoyo social.
Las personas que perciben menos apoyo social están
más predispuestas a experimentar trastornos emocionales
y físicos cuando enfrentan altos niveles de estrés, en comparación con las personas que disponen de ese apoyo. Y
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además el bajo apoyo social se relacionaría con ciertas conductas o factores que afectarían negativamente la salud,
como falta de actividad física, sueño irregular y no usar
cinturón de seguridad (Allgoewer, Wardle & Steptoe, 2001).
En cambio el alto apoyo social se relaciona con mayor resistencia a enfermedades infecciosas, menor incidencia de
enfermedades coronarias, mejor recuperación de cirugía
cardíaca y aun menor mortalidad (Salovey, Rothman,
Detweiler & Steward, 2000).
Se puede plantear una relación recíproca entre estado
emocional y apoyo social. Así como la disponibilidad de
apoyo social influiría en el estado emocional, el estado emocional también influiría en la probabilidad de recibir apoyo social, ya que sería más probable que las personas se
acercaran e interactuaran más con aquellos individuos que
presentan una visión más optimista de la vida. Aunque algunos signos de perturbación emocional pueden inducir a
los otros a ofrecer apoyo, la expresión prolongada de sentimientos negativos puede llevar a los otros a dejar de proporcionar ese apoyo y a evitar al individuo.
La relación entre apoyo social y salud puede ser mediada en parte por el estado emocional. El apoyo social proporciona al individuo un sentido de estabilidad,
predictibilidad y control que lo lleva a sentirse mejor y a
percibir de manera más positiva su ambiente. Esos sentimientos pueden a su vez motivarlo a cuidar de sí mismo, a
interactuar de manera más positiva con las otras personas,
y a utilizar más recursos personales y sociales para afrontar el estrés. La combinación de estos factores tendría efectos positivos en su bienestar emocional y en su salud física, por una parte aumentando su resistencia a las enfermedades, y por otra parte reforzando también sus redes sociales de apoyo. Esto último se debería a que las personas que
tienen un estado emocional positivo encuentran más fácil
desarrollar y reforzar relaciones personales significativas,
en comparación con aquellas personas en quienes predomina un ánimo negativo.
Revelación Emocional y Salud
Dado que los estados emocionales negativos se asocian
con alteraciones del funcionamiento inmunológico y mayor vulnerabilidad a la enfermedad, se podría pensar en la
conveniencia de minimizar o suprimir tales sentimientos
negativos, especialmente cuando no se relacionan con aspectos muy relevantes para el individuo. Sin embargo, aunque de tal manera podrían obtenerse algunos beneficios
emocionales y tal vez inmunológicos inmediatos, la inhibición o supresión de emociones negativas intensas provocadas por eventos significativos puede tener efectos muy
adversos en la salud, produciendo alteraciones fisiológicas
y aumentando la vulnerabilidad del organismo al desarrollo de ciertas enfermedades (Gross & Levenson, 1997), aun
cuando la magnitud de tales efectos puede variar depen-
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diendo de diversos factores moderadores (Consedine, Magai
& Bonanno, 2002).
Para explicar esos efectos, habría que considerar que la
inhibición activa de pensamientos, sentimientos o impulsos asociados con recuerdos dolorosos o traumáticos implica trabajo fisiológico, reflejado en la actividad nerviosa
tanto central como autonómica. Esta labor inhibitoria puede ser considerada como un estresor de baja intensidad pero
de carácter acumulativo o crónico, que puede producir o
exacerbar procesos psicosomáticos, aumentando por tanto
el riesgo de enfermedades y otros problemas relacionados
con el estrés (Petrie, Booth & Pennebaker, 1998).
Así como la inhibición o supresión emocional puede
tener consecuencias negativas para la salud, el hecho de
que las personas procesen y confronten sucesos vitales
traumáticos tendría efectos positivos significativos en su
salud, incluyendo menos problemas de salud, menor uso
de servicios de salud y mejor funcionamiento del sistema
inmune (Greenberg, Wortman & Stone, 1996).
Si consideramos que distintas formas de psicoterapia,
independientemente de su orientación teórica, producen
mejorías en el bienestar psicológico, y nos preguntamos
qué tienen en común las diversas formas de terapia, nos
encontramos que en todas ellas los individuos deben traducir sus experiencias en palabras, rotular los problemas y
analizar sus causas y consecuencias. Y al parecer, el solo
hecho de confrontar y verbalizar emociones y eventos
estresantes o traumáticos sería un agente terapéutico poderoso. ¿Cómo se pueden explicar esos efectos benéficos?
La confrontación o revelación emocional tiene dimensiones cognitivas, fisiológicas y sociales. En primer lugar,
al trasladar las experiencias a palabras los individuos pueden organizar, estructurar y asimilar tanto sus experiencias
emocionales como los eventos que pueden haber provocado las emociones. El hablar acerca de un evento amenazante puede servir dos funciones importantes: por una parte reflejar y reducir la ansiedad asociada, y por otra parte
facilitar la asimilación del evento estresante. En segundo
lugar, cuando los individuos hablan acerca de experiencias
traumáticas se observan cambios fisiológicos importantes,
como reducciones en la presión arterial, la tensión muscular y la conductividad cutánea (Pennebaker, 1995). Y en
tercer lugar, la revelación de pensamientos y sentimientos
personales también es un fenómeno social, ya sea en el
contexto terapéutico o en la vida diaria, que implica un
determinado nivel de confianza entre los participantes y
que puede tener importantes efectos positivos o negativos
en la relación.
Más allá de las posibles explicaciones que se puedan
ofrecer, es un hecho conocido desde siempre que el hablar
con otras personas acerca de problemas personales en un
clima de confianza tiene efectos positivos en la mayoría de
los individuos. Lo que hasta hace poco tiempo no era tan
conocido es que el escribir acerca de ciertas experiencias
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emocionales puede tener los mismos efectos benéficos que
el hablar con alguien, tanto en el bienestar psicológico como
en la salud física (Pennebaker, 1997; Stone, Smyth, Kaell
& Hurewitz, 2000).
Basado en diversos estudios, Pennebaker (1997) plantea que el escribir acerca de experiencias emocionales produce reducciones significativas en consultas médicas y reporte de síntomas, cambios inmediatos en el funcionamiento
inmune y actividad autonómica y muscular, y mejorías a
largo plazo en el estado anímico y bienestar psicológico.
Por su parte, y basado en una revisión sistemática de 13
estudios experimentales, Smyth (1998) concluye que el hacer que los sujetos escriban acerca de sus emociones produce beneficios significativos en individuos sanos, en un
grado similar al efecto que producen otras intervenciones
psicológicas. Los efectos positivos de la expresión escrita
se expresan en cuatro indicadores, cada uno medido al menos un mes después de la intervención: salud auto-informada, bienestar psicológico, funcionamiento fisiológico y
funcionamiento general.
Aunque de acuerdo a Pennebaker (1997) no existiría
relación entre los efectos del escribir y variables individuales como sexo, edad o nivel de ansiedad, el meta-análisis de Smyth (1998) sugiere que el escribir puede ser más
beneficioso para los hombres que para las mujeres. Esta
posible diferencia podría explicarse por dos factores: por
una parte los hombres en general presentan un nivel inferior de expresión emocional y de revelación de experiencias traumáticas en su vida diaria, y por otra parte, debido
a su mayor tendencia al afrontamiento centrado en el problema, los hombres se focalizarían más en las experiencias
traumáticas al escribir, lo cual podría facilitar sus efectos
benéficos.
Mientras que las explicaciones tradicionales de los beneficios del escribir enfatizan el efecto catártico que podría tener el liberar pensamientos y sentimientos asociados
con las experiencias estresantes, una explicación más reciente se focaliza en los cambios cognitivos producidos por
la expresión emocional escrita. En un estudio muy interesante, Klein y Boals (2001) encontraron que el escribir sobre eventos estresantes reduce los pensamientos intrusivos
y evitadores acerca de tales eventos y mejora la capacidad
de la memoria operativa o de trabajo, sugiriendo que tal
mejoría puede a su vez liberar recursos cognitivos para otras
actividades mentales, incluyendo la habilidad para afrontar más efectivamente el estrés.
Según esto, es posible que los cambios en la memoria
operativa disponible sean responsables al menos en parte
de la ampliamente documentada relación entre escribir y
salud. Los recursos demandados por los pensamientos indeseables pueden interferir con la resolución de problemas
hasta el punto que sean menos probables las respuestas efectivas de afrontamiento a los estresores. Como consecuencia de esto se produciría más estrés, y este estrés continua-
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do produciría decrementos en el bienestar psicológico y en
la salud física.
En otras palabras, la revelación de experiencias
estresantes ya sea frente a otro o por escrito permite atenuar la relación estrés-enfermedad mediante sus efectos en
la memoria operativa, ya que le proporcionaría al individuo más recursos cognitivos para afrontar de manera más
oportuna y eficaz aquellas situaciones que pueden llegar a
afectar negativamente su estado emocional y eventualmente
su estado de salud.
Por lo tanto, se puede plantear con suficientes fundamentos que el hacer que las personas escriban con la mayor libertad y profundidad posibles acerca de sus experiencias estresantes, es una técnica terapéutica con un gran potencial que tienen a su disposición los psicólogos clínicos
y de la salud en sus esfuerzos por mejorar el bienestar de
los individuos y capacitarlos para afrontar en mejores condiciones las situaciones personales conflictivas.
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