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JUNIO 09
CAMPO DE IDEAS
EL BRONCEADO: CUANDO LA MODA AFECTA A LA SALUD
En esta época del año, coincidiendo con la llegada del verano y los planes de vacaciones de la
mayoría de los que vivimos en el hemisferio norte, proliferan en los medios consejos, recetas y
advertencias médicas sobre las medidas de protección que debemos tomar a la hora de
exponernos al sol. A pesar de conocer (e incluso padecer) los riesgos, no sabemos
sustraernos a los efectos de la moda y en nuestro ideal de belleza se incluye la piel morena por
el sol, motivo por el que no tomamos las medidas de protección adecuadas.
En Inspira hemos querido indagar sobre cuándo y cómo aparece esta cultura del bronceado,
qué efectos positivos o negativos tiene en nuestra salud, cómo afecta a nuestra piel, hasta qué
punto es responsable de enfermedades graves como el cáncer y cómo podemos evitar los
efectos nocivos de esta moda.
Símbolo de vida, el sol ha ejercido
a lo largo de la historia una
fascinación extraordinaria en el
hombre. Muchas civilizaciones de
la antigüedad profesaban culto al
astro rey venerándolo como a un
dios que adquirió multitud de
nombres como Ra en el antiguo
Egipto, Inti según la cultura inca o
Helios en la Grecia antigua.
En la historia reciente, en un
intervalo de menos de un siglo, la
cultura occidental ha pasado de
veinte siglos en los que los
Foto: alvimann en morguefile
cánones de belleza se asociaban
con una piel blanca y sin
manchas, a un ideal de belleza que considera atractiva la piel tostada por el sol.
¿De dónde procede esta fascinación moderna por el sol y por el bronceado? La mayoría de
nosotros puede recordar a sus abuelas horrorizadas ante el espectáculo de nuestra piel
morena después de largas exposiciones en la playa o la montaña. En sólo unas cuantas
generaciones la cultura occidental ha pasado de huir de los rayos solares a exponerse a ellos
sin medida.
“Jamás se medirá suficientemente la importancia de esta costumbre para nuestra época”,
afirmaba Albert Camus elogiando al bronceado como reivindicación de esta conquista popular
contraria a las normas establecidas durante veinte siglos. Porque así fue como se empezó a
popularizar el bronceado durante los años treinta: como ruptura con la práctica higiénica de los
baños de mar con finalidad médica. Se pusieron de moda en la Riviera Francesa los baños de
sol en los buques de lujo, mientras Gabrielle “Coco” Chanel escandalizaba en 1927
disfrutando del sol de la Riviera. El bronceado se asoció también al desnudo progresivo que
trastornaba a los higienistas y burgueses contrarios al moreno, aunque poco después era
imitado por los más vanguardistas.
Sin embargo, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando se impuso la moda
de los baños de sol, coincidiendo con una época de inversión de valores en la que el
bronceado perdió su connotación proletaria.
Desde entonces, el bronceado es
una práctica social extendida en
gran parte del mundo que participa
en la elaboración de la identidad y
nos somete a juicio por parte de los
demás, del mismo modo que lo
hace nuestra forma de vestir o el
cuidado de nuestro aspecto.
Foto: Patrimonio público de Flickr
Sin embargo, y a pesar de que el
sol es la principal fuente de energía
para nuestro planeta y que
proporciona múltiples beneficios,
como el aumento de vitamina D al
tomarlo de forma moderada, está
más que demostrado que la
exposición en exceso es dañina para la salud.
Pero, ¿cuándo es excesiva una exposición al sol? La composición cualitativa y cuantitativa de
la radiación solar que recibe nuestra piel varía en función de numerosos factores, como la hora
del día, la estación del año, la latitud, la altitud, la presencia de nubes o contaminación
atmosférica, la reverberación producida por el suelo, etc. Esto significa que es muy complejo
establecer una cantidad de horas de sol a partir de las cuales la exposición se considera
excesiva. Además, en los últimos años, debido a que la capa de ozono esta disminuyendo de
tamaño y espesor, la cantidad de radiación solar que llega al planeta está aumentando y en
particular la radiación ultravioleta, responsable de los efectos nocivos del sol en la piel. Por ese
motivo, en los últimos años, los riesgos asociados con tiempos de exposición al sol excesivos
han aumentado. Dicho esto, parece razonable que los expertos nos aconsejen ser muy
cuidadosos con la protección durante todas las exposiciones y que nos den unas cuantas
pautas sencillas para evitar los riesgos de tomar el sol a determinadas horas o en
determinados lugares.
No es arbitrario el hecho de que los expertos aconsejen cuidar al máximo la protección en el
caso de los niños. Podríamos pensar que es debido a que la piel del niño no está
suficientemente desarrollada y, al ser más delicada, también es más sensible. Pues bien, no es
ese el único motivo por el que debemos cuidar y proteger a nuestros niños y niñas del
contacto con el sol. Se ha comprobado que el efecto de los rayos solares es acumulativo. La
piel recuerda cada uno de los bronceados y quemaduras. El haber tenido dos o más
quemaduras solares, que produjeron ampollamiento, durante la niñez, aumenta el riesgo de
tener cáncer de piel en la edad adulta.
Esta memoria genética es clave en el caso de cáncer de piel. Se ha comprobado que entre el
50 y el 80% de la exposición solar que un individuo recibe a lo largo de toda la vida se realiza
en los 18 primeros años de vida. De hecho, se estima que reduciendo la exposición a dicha
radiación ultravioleta durante esos primeros 18 años de vida podría reducirse el riesgo de
padecer cáncer de piel no melanoma en un 75%, así como la incidencia global del melanoma.
Por todo esto, es muy importante proteger a nuestros hijos de la exposición excesiva al sol.
Hemos visto que es nuestra obligación proteger a nuestros niños y niñas de las radiaciones
solares, pero igualmente importante es enseñarles a hacerlo, de manera que se forme un
hábito y que aprendan a proteger su piel en el futuro.
Foto: Patrimonio público de Flickr
Volviendo a la cultura del bronceado y a
los
cánones
de
belleza
que
comentábamos al principio, de la
misma forma que enseñamos a
nuestros niños y niñas a abrigarse
cuando hace frío, a no ponerse bajo la
lluvia por miedo a los resfriados o a no
caminar descalzos, también debemos
enseñarles a ponerse gorro, jugar a la
sombra, ponerse cremas protectoras,
hidratarse o bañarse con frecuencia
cuando estamos de vacaciones,
aunque culturalmente nos parezca
menos relevante. Y, por otro lado, en
Inspira nos preguntamos: ¿no merecería la pena revisar nuestra concepción de la belleza y de
la moda en aras de proteger nuestra salud?
Por último, recordando que tenemos lectores del hemisferio sur del planeta y, quizás, de
culturas en cuyos ideales de belleza la piel bronceada no sea sinónimo de atractiva, los
invitamos a ellos y también a todos vosotros a expresar vuestra opinión enviándola por email al
correo [email protected]. Nos gustaría mucho saber qué piensas sobre el tema, qué
reflexiones te ha provocado este artículo o simplemente explicarnos tu experiencia. En Inspira
nos comprometemos a publicar en nuestro próximo número las opiniones que nos hagáis
llegar.
Fuentes:
AVRIL, M.F: Sol y piel: Beneficios, riesgos y prevención. España: Masson, S.A., 2004. 300 p. ISBN 978-84-458-14116
GILABERTE, Yolanda; TERUEL, Pilar; FAJÓ, Jesús: «Estudio sobre cómo perciben los niños de enseñanza primaria
los efectos del sol en la piel». Actualidad Dermatológica 2000; 1: 29-36.
AYALA, Héctor; MARTÍN, Ramón; MACIQUES, Jorge: El turismo de sol y playa en el siglo XXI. Convención de
Turismo Cuba 2003.
CÁRDENAS, Nicolás: El sol y la piel, ¿amigos o enemigos?
http://www.dynabizvenezuela.com/images/dynabiz/ID3749/siteinfo/EL%20SOL%20Y%20LA%20PIEL.pdf
Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Dios_del_sol#Dioses_solares_por_Culturas
Bronceado.com: http://www.bronceado.com/historia_del_bronceado_2.php