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TITULO: Las vías del Noroeste: hacia una perspectiva sistémica de una
macrorregión indígena americana.
OBJETIVO: El principal propósito de este proyecto es impulsar, desde una
perspectiva sistémica e interdisciplinaria la investigación y la reflexión históricoantropológica sobre distintos sistemas simbólicos de un macrocomplejo cultural
que abarca a distintos grupos étnicos, la mayor parte de los cuales se encuentran
distribuidos en ese antiguo corredor de interconexión comercial y cultural que,
pasando por el Noroeste mexicano, va desde el Suroeste de Estados Unidos al
Occidente y Altiplano Central de México.
ANTECEDENTES Y JUSTIFICACIÓN
Como parte del título elegido para nuestro proyecto, el término “vía” es doblemente
evocativo. Por un lado, en los planos lingüístico, etnohistórico o arqueológico,
recuerda unas “vías concretas”, es decir, las antiguas rutas --"la ruta yuto-nahua";
"la ruta del maíz"; "la ruta de Cíbola"-- que al enlazarse entre determinados
territorios favorecieron de distintas maneras e intensidad el enlace directo o
indirecto entre las culturas que lo habitaron. Por otra parte, evoca unas “vías
analíticas” planteadas por distintos antropólogos. Al respecto, pensamos que
aquéllas forjadas en La vía de las máscaras (Lévi-Strauss, 1981), constituyen uno
de los referentes teórico-metodológicos más importantes para quienes
presentamos este proyecto y para quienes pretenden analizar la difusión de ciertas
temáticas en términos de "perspectiva sistémica". Sobre ambos puntos
regresaremos en breve.
Cuál "Noroeste"
En los estudios etnológicos, lingüísticos, etnohistóricos y arqueológicos el
denominado Noroeste coincide, en la mayoría de los casos, con los estados
mexicanos de Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Durango; en otros casos, este
territorio incluye al denominado Suroeste de Estados Unidos (principalmente
Nuevo México y Arizona). En el proyecto que presentamos no nos interesa
delimitar confines –aspecto considerado problemático para muchos autores—sino
todo lo contrario. Para nosotros este territorio sólo viene a ser un referente
geográfico y cultural que carece de fronteras claramente definidas y que se
caracteriza, sobre todo, por sus conexiones con otros territorios. En este sentido
debemos considerar al Noroeste mexicano como una región puente entre puentes
o bien un corredor entre otros corredores que en distintas épocas y con diferentes
grados e impacto ha mantenido un permanente diálogo con otras regiones, en
particular aquéllas comúnmente denominadas como Gran Nayar y Suroeste de
Estados Unidos. Visto en esta perspectiva, el Noroeste –en cualquiera de sus
denominaciones-- deja de ser así un ecosistema o un área cultural determinado
para convertirse en uno o varios sistemas culturales cuyas fronteras se expanden
y contraen no sólo en virtud de los movimientos de la historia sino, y sobre todo,
en relación a las temáticas consideradas.
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La perspectiva sistémica
Según Starobinski (apud Caruso, 1969: 10): “En su formulación más general el
estructuralismo no es otra cosa que una atenta disposición a tener en cuenta la
interdependencia y la interacción de las partes dentro del todo. De ahí viene su
validez universal, que lo hace aplicable a la lingüística, a la economía, a la estética,
etcétera; de ahí viene también la necesidad de precisar el programa del análisis
estructural, mediante la definición, para cada disciplina cuando no para cada objeto
particular, de un método específico y de una hermenéutica eficaz”. Pensamos que
en esta definición, donde el término “sistema” viene a ser el “todo” dentro del cual
se relacionan las partes, a Starobinski le faltó precisar el carácter de pertinencia de
este todo y de las relaciones que allí operan dado que el todo entendido como
"totalidad", por ser una mera tautología, en los análisis científicos lleva a todas
partes y a la vez a ningún lado. Por el contrario, aquí hablamos de un todo
antropológico e histórico complejo, multifacético, que alterna fases de turbulencia y
estabilidad, que se diferencia en el tiempo y en el espacio, y cuyo análisis puede
abordarse desde distintas perspectivas. En etnología y sobre todo en lingüística,
ciencia en la que la primera encontró el estímulo para renovarse de manera
consistente, lo que se privilegia es el análisis sincrónico. Una propuesta importante
en este sentido es la que propuso la lingüística estructural al reducir la variedad del
habla al conjunto limitado y estable de reglas que caracteriza a toda lengua. Al
respecto, es conocida la relación jerarquizada planteada por Saussure (1985) y
retomada por Barthes (1971) entre estos dos aspectos del lenguaje humano: la
langue es la que manda, la parole obedece; la langue es estructurante; la parole
estructurada; la langue es la expresión inconsciente y a largo plazo de un contrato
social entre los hablantes; la parole es su expresión consciente y momentánea.
Análogamente, la etnología trabaja estos conceptos con el análisis de las culturas,
al indagar con las herramientas metodológicas que le son propias, campos como la
economía, la política, la religión, la estética, el parentesco buscan reducir la amplia
variedad de sus manifestaciones a un número restringido de modelos y normas
estructurantes que operan al interior de los sistemas analizados.
Una de las enseñanzas de La vía de las máscaras apunta justamente en esta
dirección al afirmar que una máscara, al igual que un mito u otros objetos de
análisis, no puede ser interpretada en sí mismo sino por lo que representa dentro
del grupo de transformaciones –cultural e intercultural—del que forma parte.
Estamos inclinados a pensar que ocurre algo muy parecido, y en larga escala, con
lo que nos proponemos investigar en este proyecto. Cada mito, danza, rito,
práctica terapéutica y otros objetos analizados son, en algún nivel de la
interpretación, la transformación paradigmática de otros mitos, danzas, ritos,
vecinos o lejanos, pasados o presentes, actuales o virtuales. No cabe duda que
este planteamiento, legítimo desde nuestra perspectiva, en el plano teórico,
presenta no pocas dificultades de conceptualización y de realización en el plano
práctico, por la complejidad y multiplicidad de campos, niveles, rubros y códigos
que conforman nuestro gran objeto de estudio. En términos ideales, un tepalcate,
al igual que un cuerpo pintado o una danza circular, también deben poder
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analizarse en esta perspectiva. La falta de datos, es cierto, puede complicar el
análisis, pero un enfoque orientado hacia este tipo de problemáticas puede
revertirse no sólo sobre el análisis de los datos existentes sino también sobre la
búsqueda de los faltantes. Si asumimos esta premisa, tendremos que asumir otra:
dado que hay pistas para plantear comparaciones y afinidades entre zonas
alejadas debemos considerar que los contextos más conocidos pueden ayudarnos
a conocer aspectos –más que totalidades—de aquéllos menos conocidos de los
cuales se supone que son una transformación con mayor grado de coherencia
sistémica. Diremos, en términos generales, que el tipo de metalenguaje que tratan
de evidenciar los análisis de esta clase nos remite a un campo de posibles
permutaciones y combinaciones de formas expresivas y contenidos temáticos
básicos que, por supuesto, pueden complejizarse o simplificarse de acuerdo al
nivel en que llevamos el análisis.
Este tipo de enfoque permite a los etnólogos encontrar un orden estructural
subyacente a la extrema variedad de los estudios de caso. De manera análoga, las
ciencias históricas pueden también buscar la existencia de órdenes y estructuras
profundas en el amplio marco del acontecer episódico. El beneficio resultante de la
colaboración entre estos dos campos científicos es que los modelos construidos
por la etnología y la lingüística a partir del estudio de contextos contemporáneos se
enriquecerán si se extienden al tiempo histórico de forma regresiva. Otra ventaja,
para las ciencias históricas, es que pueden utilizar estos modelos para plantear
hipótesis pertinentes en contextos dónde la carencia de datos vuelve difícil
cualquier intento interpretativo.
Por otra parte, es evidente que la diferencia entre las estructuras, por un lado, la
vida cotidiana y los acontecimientos históricos, por otro, requiere un tipo de
respuestas que, a primera vista, el análisis estructural no parece abordar. Nos
referimos al análisis de los procesos, para cuya comprensión no sólo es necesario
preguntarse “cuáles rasgos estructurales perduran (y en virtud de qué
propiedades)” sino y sobre todo “qué es lo que cambia y por qué”. En nuestra
opinión estos planteamientos más que irreconciliables son complementarios ya
que la relación entre las partes que conforman el sistema pueden caracterizarse,
por una parte, en virtud de las propiedades lógicas de su estructura, y por otra, por
los “juegos de fuerza”, rupturas y transformaciones genealógicas que también le
son inherentes. Dicho con palabras de Wachtel (1973 [1966]: 58): “Para definir un
acontecimiento no es suficiente la descripción [de las causas que lo hacen]
comprensible [e irrepetible]; es preciso relacionarlo con las estructuras y para
darles a éstas su sentido último es preciso volverlas a sumergir en el flujo
histórico”. En ambos casos, se trata de deambular, analítica y
complementariamente, entre dos polos y con diferentes niveles intermedios de
complejidad y abstracción.
Lo que estamos planteando pues, para nuestro proyecto, es un terreno de
colaboración en el que –inspirados en autores como Lévi-Strauss (1964[1962]),
Braudel (1958), Wachtel (1976), Zuidema (1964), Preuss (1955) y otros—se
sugiere a las ciencias históricas y antropológicas del Noroeste analizar el pasado a
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partir de aquellas premisas sincrónica que conducen a la elaboración de modelos
compartidos, y el presente como resultado de procesos particulares en el que
siempre se combinan el orden de la estructura con la impredictibilidad del
acontecimiento. La perspectiva sistémica e interdisciplinaria a la que hacemos
referencia encuentra en este punto un planteamiento importante que implica,
además, la comparación intercultural, ya que, sin ella, ni la construcción del
modelo alcanzaría su plenitud ni la explicación de los procesos mostraría cuál es
el grado de especificidad que los caracteriza.
Las vías de la arqueología, de la historia del arte, de la historia y de la
lingüística
Sabemos, gracias a la arqueología, la historia del arte y la lingüística, que en la
época prehispánica los caminos del Noroeste fueron largamente transitados
permitiendo intercambios de bienes entre sociedades diferentemente organizadas
en torno al cultivo y otras formas de subsistencia. Los contactos entre estos
pueblos generaron también movimientos, en gran escala de símbolos, ideas y
esquemas conceptuales sobre los cuales sustentaron su ideología y cosmovisión.
Hacer comparaciones entre grupos del Noroeste y Occidente mexicano y aquéllos
del Suroeste de Estados Unidos en una perspectiva sistémica implica investigar no
sólo las conexiones político-económicas que mantuvieron estos pueblos y las
rutas por las que se comunicaron, sino también los procesos de reelaboración de
las ideas que viajaban por estos caminos. Pero al emprender estas
investigaciones debemos estar conscientes, como también lo indicaban Kirchhoff y
Kroeber en un artículo (y una respuesta) importante de 1954, que las ideas
disponen de una libertad que les permite trascender la constricciones de un medio
ambiente específico o de una determinada organización social. Dicho con otras
palabras, las estructuras simbólicas no pueden analizarse como un mero reflejo de
estructuras sociales y económicas. Claro, dialogan con ellas, pero también las
trascienden.
La arqueología ha indicado la existencia de dos vías de contacto o, si se prefiere,
dos corredores culturales. El llamado “camino a Cíbola” unía el Valle de México y
la región pueblo pasando por la cuenca del Lerma-Santiago y luego la región
costera de Nayarit, Sinaloa y Sonora. Se fue consolidando a partir del siglo noveno
y seguía vigente a la llegada de los españoles. El otro, anterior, pasaba por la
Sierra Madre Occidental y tuvo su auge durante el primer milenio. Así durante
siglos, se fue generando, con distintas dinámicas, intensidad e impacto, una
relación continua entre vastas regiones a lo largo de estos dos corredores. Los
varios centros de integración y difusión regional que allí florecieron, pasaron por
procesos de simbiosis social y cultural, los que son objeto de un debate que ha
venido creciendo desde los años cuarenta. Apuntamos, dentro del marco de
nuestro proyecto, que son varias las representaciones materiales encontradas en
estos corredores que permiten apreciar una difusión de elementos simbólicos a
nivel panrregional, no obstante, la arqueología ha preferido concentrarse en el
análisis de lo que hace distinto el Gran Noroeste o la Gran Chichimeca que en un
análisis de la continuidad con Mesoamérica. Sin restarle importancia a las
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diferencias, pensamos que es precisamente en este ámbito que se pueden
encontrar espacios abiertos para nuevas reflexiones.
Gracias a las aportaciones de la arqueología y la Historia del Arte nos es permitido
inferir desplazamientos de poblaciones y de cosmovisiones entre regiones. Las
dudas surgen cuando nos preguntamos cuáles fueron los grupos que se
desplazaron y con qué impacto. Estas dudas son despejadas, en parte, por la
historia (o la etnohistoria). En los primeros tiempos los españoles prestaron
particular interés a una de las dos vías –la de Cíbola— mencionadas arriba. Varios
exploradores, frailes y militares notificaron que, diseminados por esta ruta, existía
un rosario de pueblos agrícolas que mantenían contactos comerciales por medio
de una red de caminos que interconectaban vastas regiones. Algunos de estos
exploradores dejaron documentos importantes sobre la ritualidad y la cosmovisión
de estos grupos étnicos. El conocimiento de algunos elementos que conformaban
este corpus simbólico nos lleva a reflexionar sobre la existencia de “estructuras de
larga duración” en los campos temáticos mencionados. Para la lingüística
deberían resultar significativas las partes en que aparecen traducciones de lengua
indígena al latín. Gracias a éstas podrían rastrearse quizás aquellos conceptos
que permanecen, por ejemplo, en la lexicología ceremonial de las lenguas
actuales. Por otra parte, es muy importante subrayar que justamente la historia
nos informa sobre los procesos de evangelización de estos pueblos, lo cual
implicó una reelaboración constante y masiva tanto de los elementos
prehispánicos como de los mismos elementos católicos en el contexto social y
cultural de la Conquista así como en la época colonial. La manera en que las dos
órdenes misioneras --franciscanos y jesuitas-- operaron en el Noroeste han sido
abordadas por muchos autores (véase, por ejemplo, Spicer (1962), Gerhard
(1982), González (1993), Merrill (1993, 1995). Estos estudios nos han mostrado,
entre otras cosas, cómo, en los distintos procesos de imposición y resistencia
cultural, se fueron generando formas sincréticas específicas y a la vez
compartidas entre varios grupos étnicos de esta región. Un análisis detenido de
estas formas nos podrá revelar, en primer lugar, cuáles son las propiedades por
medio de las cuales operó la refuncionalización simbólica de los elementos
hispánicos y prehispánicos y, en segundo lugar, cuál ha sido la preponderancia de
unos y otros en términos regionales ya que ésta varía, por ejemplo, entre coras,
huicholes, tarahumaras, yaquis, mayos, hopis y pueblos. Sin embargo, este
acercamiento al “sincretismo” no debe entenderse como si se tratara de dos
sistemas diferentes –el cristiano y el autóctono—sino, al contrario, la asimilación
de una estructura por otra generó otro resultado, las religiones indígenas tal y
como se conocen.
La lingüística ha atendido el debate de las interconexiones culturales de manera
distinta a la de la arqueología y la historia brindando importantes alternativas para
conocer los movimientos poblacionales de los grupos indígenas del Noroeste
dentro del denominado corredor lingüístico “yuto-azteca”. Según Valiñas (1988) “el
universo léxico de cada lengua está fuertemente estructurado” y su análisis
permite inferir modelos de interdependencia entre los grupos a lo largo del tiempo.
Dentro de este marco, cabe mencionar la aportación de Hill (1999) según quien, a
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partir del análisis sobre el léxico que acompaña al complejo agrícola de los yutoaztecas, se infiere que, debido a una migración de grupos mesoamericanos hacia
el Noroeste, la agricultura llevó consigo términos lingüísticos para clasificar dichos
productos, (los arqueólogos dirían que estos “préstamos” panrregionales de
productos son generadores de ideología). En otro estudio, esta misma autora
propone que el concepto de “flor del mundo” entre los grupos de lengua yutoazteca puede interpretarse como un símbolo cosmológico asociado con deidades
femeninas, con la tierra, las lluvias, la fertilidad o bien con un polo conceptual
opuesto asociado al fuego y lo masculino. En lo general, Hill plantea un origen
yuto-azteca (de marca proto-sureña) de este sistema lexicológico (una “innovación
compartida” diría Valiñas), que posteriormente se habría ramificado hacia
diferentes “zonas de contacto”. Esta hipótesis, planteada en razón de que el
sistema se presenta con mayor fuerza y coherencia (ya sea en cantos, rezos o
danzas) entre los grupos yuto-aztecanos, puede convalidarse mediante un análisis
combinado de las componentes lexicales con su distribución geográfica.
La vía de la etnología
El primerísimo antecedente del enfoque que, en parte, queremos adoptar remonta
a casi 110 años atrás. En la Exposición Histórico-Americana, celebrada en el
invierno de 1892 en Madrid, Fewkes(1893) presentó una conferencia titulada A
Central American Ceremony Which Suggests the Snake Dance of the Tusayan
Villagers, en la cual proponía comparar la ceremonia Atamalqualiztli, practicada
por los antiguos mexicas, con otra de los moki o hopis denominada Snake Dance.
Fewkes argumentó que los conceptos centrales de las ceremonias consideradas
ayudaban a entender cómo las religiones de estos grupos distantes tanto en el
tiempo como en el espacio pertenecían a un mismo sistema religioso. A Fewkes le
preocupaba no poder encontrar representaciones relacionadas con el simbolismo
de las religiones mencionadas entre otros grupos del Noroeste. Aseguró que el día
en que se contara con las suficientes etnografías sobre los procesos rituales,
seguramente se podría hacer un trabajo comparativo sobre sus religiones.
Pese a estas lagunas, Seler (1901), célebre historiador y fundador de la
americanística antigua, intentó comparar la cosmovisión de los antiguos nahuas
con la de los huicholes contemporáneos. Para sus propósitos se apoyó en códices
mexicas y en los datos etnográficos obtenidos (en 1892) por el explorador noruego
Lumholtz con los huicholes de Jalisco. Sin embargo, en su análisis no pudo ir más
allá de vagas demostraciones, dado que no contaba con el material etnográfico
necesario para reconstruir el sistema.
Un alumno de Seler, Preuss avanzó de manera muy importante en esta dirección
al obtener una etnografía de primera mano sobre coras, huicholes y mexicaneros
que le faltó a sus predecesores. Apoyado en ella analizó la relación entre ciclos
rituales, ciclos de la naturaleza, cambios estacionales y movimientos periódicos de
los astros (cfr, Jáuregui y Neurath, 1998). Sus estudios lo llevarían a un
entendimiento mucho más amplio de las culturas del México antiguo. Su
propuesta, de que el análisis del conjunto de estos grupos es lo que permite la
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comprensión de cada una de las variantes culturales –propuesta aplicada a los
rituales de la siembra, cosecha y del tostado del maíz--, puede considerarse como
precursora de lo que Lévi-Strauss vendría a proponer varias décadas después.
Otra aportación clave de este gran americanista es que para entender las culturas
antiguas se tiene que partir del presente etnográfico y así comprender el pasado
histórico. Guiado por este planteamiento llegó a reformular importantes hipótesis
sobre la concepción mexica del simbolismo lunar integrándolo a un sistema mayor.
Frente a estos trabajos, nos preguntamos por qué no se extendió, por ejemplo, la
comparación a los tarahumaras ya que en ese entonces, Lumholtz había
proporcionado datos etnográficos sobre su cosmología, (aunque no tan buenos
como los de Preuss para los coras) ¿Por qué en trabajos sucesivos (cfr.
Zingg,1939 y Parsons, 1939 y otros) no se avanzó en el campo de los análisis
comparados con la misma relevancia brindada por estos autores? Habrá que
esperar hasta los años ochentas y noventas para que el tema comparativo volviera
a despertar interés. Será López Austin quien, en las obras Los mitos del tlacuache
(1989); Tamoanchan y Tlalocan, (1994), postulará nuevamente la pertinencia de
enlazar los datos históricos del pasado mesoamericano con aquellos
proporcionados por las culturas contemporáneas para apuntar, pese al paso del
catolicismo, la persistencia de “núcleos duros” en el pensamiento cosmogónico de
los pueblos mesoamericanos. Tanto este autor como Graulich (1990) afirman que
la mitología mesoamericana, a pesar de la diversidad de lenguas y pueblos, es
fundamentalmente una y que se refiere siempre a una historia común.
En lo que respecta a los pueblos de lengua cahíta y pimana no existen
investigaciones etnológicas tempranas, no obstante, estudios contemporáneos en
las comunidades mayos, yaquis y pápagos —con una perspectiva afín a la aquí
esbozada— sientan las bases etnográficas que permiten identificar cómo los
sistemas mítico-rituales de estos pueblos responden a una matriz lógica común.
Trabajos representativos son los de Crumrine (1973 y 1974) sobre mitos y ciclo
ceremonial mayo, o bien, el de Olavarría (1989, 1992 y 1999) quien al presentar
una etnografía del ciclo ritual, un análisis mitológico y una interpretación del
sistema cosmológico y de actores rituales llega a afirmar que el caso yaqui “se
situaría como un momento más del conjunto de transformaciones mesoamericano.
O más bien, como ilustración de una de las posibilidades que dicho modelo hace
posible” (1999:194). En este sentido, ambas investigaciones parten del
reconocimiento de que los sistemas religiosos cahítas, a pesar de parecer como
los más cristianizados del área, constituyen de facto propuestas originales. La
relación de las religiones cahítas frente al universo al que sirven de entrada –el de
las culturas norteñas—es señalada, además, por Bahr (en prensa) al encontrar en
sus mitologías convergencias construidas sobre la combinación de antiguos
elementos compartidos o secuencias narrativas comunes, y por Galinier (1997),
quien al analizar el discurso ritual y simbólico tohono o’odham, abre nuevas
interrogantes alrededor de la reelaboración sincrética propia de la región a partir
de la figura de Montezuma / San Francisco, central en las cosmovisiones de estos
pueblos septentrionales.
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En lo concerniente a los tarahumaras, Bonfiglioli (1991, 1995, 1996) señaló, en
una investigación sobre dos rituales dancísticos –el “bailar fariseo” y el “bailar
matachín”--, cómo en ellos se combinan cuatro distintos subsistemas, tres de los
cuales (de origen mediterráneo) expresados en el tema de la Pasión de Cristo y en
la armadura de las danzas en cuestión, y otro (de clara procedencia amerindiana),
en la trasgresión cómico-sexual, característica de los Judíos-Fariseos. Según el
autor, la comprensión de la variante tarahumara sólo puede llevarse a cabo con
plenitud si analizada dentro del macrosistema cultural –taracahíta, corachol y
pueblo—del que forma parte.
Aportes fundamentales sobre estos temas, han sido las recientes investigaciones
emprendidas por el “Seminario de Antropología e Historia del Gran Nayar”
(fundado en 1996) a quien le debemos la obtención de abundantes datos
etnográficos y nuevas interpretaciones de corte antropológico e histórico sobre el
Occidente indígena mexicano así como la importante revaloración de la obra de
Preuss. En sus análisis (Alvarado, 1994; Kindl, 1997; Neurath, 1998; Gutiérrez,
1998; Jáuregui, 1999; Magriña, 1999) destaca la importancia de la lucha cósmica
como principio organizador de un corpus ritual y mitológico compartido entre
coras, huicholes, tepehuanes, mexicaneros con otros pueblos mesoamericanos.
En este tenor, Gutiérrez (2000) al analizar de manera sistémica peregrinaciones
en las culturas cora-huichol-hopi, propone que existen, en mayor o menor medida,
elementos asociados a la transgresión cómico-sexual, ejemplificados mediante
símbolos de corte cristiano amalgamados con elementos asociados a la lucha
cósmica creando así un único sistema de representaciones.
De esta manera, se puede destacar que las religiones indígenas contemporáneas
del Noroeste abrevan de un conjunto de corrientes que confluyen en una tradición
más amplia, como la pueblo o la mesoamericana, por lo que un mayor
acercamiento al fenómeno del “sincretismo” (Báez-Jorge 1998) revelará que no
basta entenderlo como una apropiación de elementos readecuados a la situación
de contacto cultural o como mecanismo estabilizador sino como un mecanismo
creativo que refuncionaliza los elementos sobre bases estructurales comunes.
El diálogo que se quiere instaurar entre nuestra propuesta y las anteriores va en
esta dirección (y, en particular, en dirección Noroeste y Suroeste de Estados
Unidos). Uno de los ejes conductores de este proyecto se apoya en la idea de que
el simbolismo de la lucha cósmica cruza a distintos sistemas representativos. El
tema general que lo caracteriza vierte sobre la derrota de los seres del inframundo
por “Nuestro Padre, el Sol”, dando paso a la vida y al universo en tanto entidades
cognoscibles. Cada parte se asocia a ciertas características conceptuales que se
oponen recíprocamente. Por un lado la noche se vincula al oeste, al inframundo, al
agua y a la temporada de lluvias y en algunos casos a la reproducción, al caos y a
la luna; por otro lado, el día se coliga con el este, con lo de arriba, la temporada de
secas, la luz, el sol, el orden. En medio a estas dos entidades, está el centro
vinculado simbólicamente con las características de los dos polos, lugar en donde
habitan los humanos y el fuego, punto de convergencia de las dos fuerzas
creadoras del universo. De ello deriva también un modelo basado en la alternancia
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–unión / disyunción / equilibrio—de los contrarios, donde el infierno, el paraíso y la
vida sin fin, Tamoanchan, Tollan, Tlalocan y Aztlan se funden y articulan en un
único sistema que no es ni cristiano, ni pueblo, ni mesoamericano o, si se prefiere,
las tres cosas al mismo tiempo concretizadas en diferentes variantes culturales.
Las vÍas del Noroeste (proyectos, líneas de investigación)
Dentro del marco que se acaba de exponer se inscriben los 17 subproyectos que
presentamos enseguida organizados por campos temáticos, líneas de
investigación y grupos étnicos.
COSMOVISION, MITOLOGIA Y RITUALIDAD
1. Peregrinación, ritualidad y mitología: un macrosistema de representaciones
entre coras, huicholes y hopis (Arturo Gutiérrez, proyecto de doctorado en
etnología)
2. Representaciones de la fauna y de la sociedad en el sur de la sierra
tarahumara (Eduardo Saucedo, proyecto de maestria en etnología.
3. La construcción del paisaje. Indagaciones de etnobotánica y cosmología
entre huicholes y tarahumaras (Angel Aedo, proyecto de maestría en
etnología)
4. La concepción del viaje de las almas después de la muerte entro los
rarámuri de Norogachi. (Alejandro Fujigaki, proyecto de licenciatura en
etnología)
5. El juego en la cultura tarahumara: el carácter lúdico de la fiesta (Mario
Vázquez, proyecto de licenciatura en etnología)
CUERPO, PERSONA Y PARENTESCO
6. Simbolismo y parentesco en el Noroeste mexicano (Eugenia Olavarría,
proyecto postdoctoral en etnología)
7. El sistema de cargos de los xukurikate: parentesco y poder entre los
huicholes de San Andrés Cohamiata, Jalisco (Alejandra Manzanares,
proyecto de licenciatura en etnología).
8. Concepciones del cuerpo entre los rarámuri de Norogachi, Chihuahua
(Héctor Guillén e Isabel Martínez, proyecto de licenciatura en etnología)
9. El cuerpo y sus representaciones: imagen de la identidad yaqui (Cristina
Aguilar, proyecto de maestría en ciencias antropológicas)
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RITO, DANZA Y MÚSICA
10. El sistema dancístico-ritual en la Tarahumara y el Noroeste mexicano (Carlo
Bonfiglioli, proyecto postdoctoral en etnología)
11. El sistema musical en el noroeste de México (Fernando Nava, proyecto
postdoctoral en etnología)
12. Jahuara II: Mirar a través de... La música y danzas indígenas, pascola y
venado, en el contexto de la creación de un nuevo centro ceremonial mayo
de Sinaloa. Mecanismos de integración étnica. (Patricia Medina, proyecto
de doctorado en etnología)
SISTEMAS DE REPRESENTACIONES ICONOGRAFICOS
13. Las antiguas vías del Noroeste a través del estudio del arte rupestre (MariAreti Hers, proyecto postdoctoral en historia del arte y arqueología)
14. Las relaciones entre Mesoamérica y el Suroeste de los Estados Unidos
desde la perspectiva purépecha. (Patricia Carot, proyecto postdoctoral en
arqueología)
15. Gráfica rupestre en el noroeste de México. Un estudio comparativo entre
huicholes y tarahumaras (Paulina Faba, proyecto de maestría en historia
del arte)
16. Análisis semántico de la relación espacial de las figuras zoomorfas y
antropomorfas de algunos conjuntos rupestres del Norte de México
(Rosario López, proyecto de licenciatura en arqueología)
FRONTERAS Y MIGRACIONES
17. De conquistadores a minoría: los hispanos de Nuevo México y su relación
con los pueblos indígenas después del tratado de Guadalupe Hidalgo
(Danna Levin, proyecto postdoctoral en etnohistoria)
18. La unidad Tepima desde la perspectiva arqueológica (Fernando Berrojálbiz,
proyecto doctoral en arqueología)
19. Los chichimecas y su trayectoria histórica en el altiplano central de
Mesoamérica (Francisco Javier Sansores, proyecto de maestría en
arqueología)
De los 19 proyectos apenas mencionados, que reúnen a 20 investigadores, 12
pertenecen al campo disciplinario de la etnología y 7 a los campos de las
disciplinas históricas (arqueología, historia del arte y etnohistoria). Por otra parte,
6 son de carácter postdoctoral, 8 de postgrado y 6 de licenciatura. Esto nos habla
del alto nivel de los investigadores y del grupo que estos conforman así como del
carácter sistémico, multidisciplinario y macrorregional de la investigación que se
pretende realizar.
Por lo que se refiere a los campos temáticos la subdivisión presentada no debe
leerse de manera rigurosa ya que la mayor parte de los subproyectos, si no es que
todos, sin perder un foco particular de intereses, tratan o trataran de espaciar en
una totalidad multitemática, interdisciplinaria e intercultural pertinente. El análisis
de las peregrinaciones, de los metalenguajes dancísticos, de la iconografía
rupestre, de la fauna, del concepto de parentesco, del cuerpo y de la persona, se
conjugan intimamente con el análisis de la cosmología, de los mitos que la
alimentan y de los ritos que la condensan. Por otra parte, nos parece fascinante
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que la arqueología buena avanzar hipótesis sobre los posibles movimientos
poblacionales entre grupos y regiones apoyándose no solo en datos materiales
sino también en los ideofactos plasmados en el arte rupestre los cuales dialogan,
a su vez, con la tradición simbólico-religiosa que aun pervive en los ritos, los mitos,
los gestos dancísticos y los sonidos musicales de esta gran región.
El análisis conjunto de varios sistemas o subsistemas representativos (o, si se
prefiere, el interés, central o paralelo, hacia el orden de lo simbólico) en un
contexto interdisciplinario viene a ser un elemento constitutivo básico de la
perspectiva sistémica que venimos planteando a partir del titulo. Este
planteamiento tiene bases sólidas, con 110 años de vida. Con base en los
argumentos anteriores, nos parece pertinente explorar los lazos interculturales a
través de un eje conductor: el de la lucha cósmica. Ver como esta temática se
transforma, tanto sincrónica como diacrónicamente. Explorar como se va
caracterizando el inframundo huichol en comparación con la idea de inframundo
hopi, tarahumara y como estos dialogan con la idea católica de infierno asumida
por otros grupos, cuales seres lo van poblando y cuales otros seres habitan el
mundo de arriba; observar como su actuación ritualizada se desplaza
rítmicamente y circularmente por el calendario; advertir la influencia de ambos
sobre los hombres; conocer la relación micro/macro, cuerpo-persona-cosmos;
núcleo doméstico/espacio comunitario; sondear sus representaciones míticas; sus
formas estéticas (iconograficas, dancisticas, musicales, verbales) y otras
reformulaciones de su universo semántico.
Está claro, para nosotros, que la formación de este grupo de investigación,
integrado por 6 investigadores SIN I y estudiantes de varios niveles, disciplinas e
instituciones, tendrá un impacto sin precedentes en los estudios antropológicos de
la macrorregión mencionada así como sobre la gran temática de las conexiones
introamericanas, en particular la conexión yuto-nahua. Se trata, con esto, de abrir
nuevos espacios de reflexión a partir de nuevos datos y, sobre todo, de un nuevo
enfoque analítico que, como se dijo anteriormente, hará hincapié en la perspectiva
sistémica y la interdisciplinariedad. Los beneficiados no serán sólo los
mesoamericanistas o los especialistas en el Suroeste de Norteamérica sino
también los especialistas en estudios macrorregionales cualesquiera que sean las
disciplinas de procedencia. Nuestras contribuciones se apreciarán pues, tanto en
el ámbito nacional como –y sobre todo—en el ámbito internacional. Los propósitos
iniciales son estos. El tiempo, con toda seguridad, nos permitirá afinarlos y
profundizarlos.
HIPÓTESIS Y PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN
A. En qué medida y por medio de cuáles puentes analíticos podemos hablar de
un sistema de representaciones macrorregional y cuáles son las características
de este modelo sistémico.
Los autores que mencionamos en los antecedentes teóricos y disciplinarios de
este protocolo y nuestras mismas investigaciones, nos han permitido delinear unas
11
vías analíticas que consideramos importantes. Tenemos claro que en el ámbito
cosmológico se logra demostrar la existencia de un sistema de transformaciones
que integra, según nos consta, a los taracahítas, los coracholes, los tepimas y los
hopi-pueblos. Suponemos, y esta es nuestra hipótesis más importante, que al
profundizar el análisis y al extenderlo a distintos sistemas simbólicos se llegará a
elaborar un modelo que nos permita comprender cuáles normas estructurantes
subyacen a la ordenación de los elementos --etnográficamente e históricamente
observables en los corpus míticos, los ciclos rituales, al concepto de persona, a las
representaciones iconográficas y demás campos temáticos—en un sistema
pertinente.
B. Cuáles son los sistemas mítico-rituales presentes en la macrorregión
considerada y cuáles sus transformaciones históricas. Cuáles son las
constantes narrativas y paradigmáticas de estos sistemas y por qué apuntan,
en la larga duración, hacia el modelo de la lucha cósmica. De qué manera se
“sincretizan” las distintas tradiciones que confluyen en los sistemas
cosmológicos de los grupos considerados y de qué modo pueden significarse,
mediante los modelos analíticos propuestos por la etnología, las
representaciones materiales halladas en el horizonte arqueológico. Cómo
dialogan estos modelos, con el flujo de la historia y la cultura.
En los pueblos del macrocomplejo considerado, el modelo de la lucha cósmica se
revela como un sistema capaz de integrar varios subsistemas. Esto se percibe en
la articulación de su calendario agrícola con su calendario ceremonial así como en
su concepción de estados y fuerzas cósmicas (divinas, naturales y humanas).
Pensamos, a manera de hipótesis, que los principios que le subyacen operan de
manera transversal en distintos sistemas simbólicos, cada uno caracterizado por
sus propias modalidades expresivas –oralidad, gestos, formas plásticas, gráficas,
musicales– y de contenido. Los rituales dicen, de forma condensada, lo que las
palabras míticas dicen de manera efímera y lo que el arte y el juego dicen por
medio de formas, ritmos y osadía. En cada subsistema se añaden y restan –se
transforman-- elementos al sistema global y en cada época y cada complejo
cultural también. Las guerras y los intercambios, la evangelización y el mestizaje y,
hoy en día, la globalización, alimentan el crisol de la reelaboración simbólica con
elementos procedentes de distintas tradiciones (judeo-cristiana, árabe, medieval,
mesoamericana, pueblo y otras más). El análisis de los procesos históricos y
semióticos no tiene como propósito principal reconocerlas; este último puede ser,
en todo caso, el punto de partida para llegar a comprender los mecanismos
contextuales de su reelaboración. Las investigaciones emprendidas por algunos
de nosotros, muestran puntos de convergencia interesantes en la macrorregión
considerada, ostensibles, además, a otras regiones y tiempos históricos. Lo que
falta es avanzar en la reconstrucción del macrosistema mediante una “complicidad
interdisciplinaria”.
METODOLOGÍA
12
La especialización, hoy en día imprescindible para avanzar con el conocimiento
antropológico e histórico de determinadas regiones y problemáticas, siempre
conlleva el riesgo de perder el contacto con perspectivas de tipo más general. Nos
parece evidente, por lo que se acaba de exponer, que la propuesta de este
proyecto pretende, por una parte, impulsar estudios muy específicos sin perder de
vista la perspectiva general; por otra parte, quiere romper con las dinámicas de
investigaciones individuales para sustituirlas con una dinámica grupal. La
metodología que proponemos articula así, técnicas tradicionales de registro,
experimentadas por varias generaciones de antropólogos e historiadores --la
observación participante y el trabajo de archivo siguen siendo los pilares de
nuestras investigaciones primarias--, con técnicas especializadas de análisis de
los datos (análisis del simbolismo kinético, análisis de materiales líticos, análisis de
material genético) y una estrategia innovadora de investigación macrorregional.
Nuestra metodología se articula y despliega sobre cinco vertientes:
I. Enfoque de corte sistémico e interdisciplinario (es decir, la guía teóricometodológica del proyecto). De ello hemos hablado en el apartado
“Antecedentes y justificación” por lo que no volveremos a insistir sobre este
punto. Sólo aclaramos que el enfoque propuesto, lejos de ser aplicado de
manera ortodoxa en todos los subproyectos, fungirá como eje articulador entre
los estudios de caso y la perspectiva sistémica; el modelo sincrónico y las
particularidades históricas de este modelo; las peculiaridades de las temáticas
abordadas y el diálogo intercultural e interdisciplinario.
II. Investigaciones de campo y de fuentes documentales. Estas deberán
efectuarse en consonancia con el tipo de problemática planteada por cada
subproyecto y por el proyecto general. De esta manera, la relación dialéctica
entre teoría y campo, deducción e inducción, esta planteada tanto a un nivel
especifico como global. Las investigaciones primarias, de corte eminentemente
cualitativo, serán emprendidas por los mismos responsables de los
subproyectos, coadyuvados, cuando sea necesario, por otros especialistas. Tal
es el caso de las investigaciones sobre metalenguajes dancísticos, para las
cuales será necesario el apoyo de un etnocoreógrafo, un etnomusicólogo, un
camarógrafo y un fotógrafo. Cuando, para extender el análisis a un nivel
sistémico y macrorregional, no sea posible contar con datos de primera mano
nos apoyaremos en fuentes ubicadas en bibliotecas, archivos u otros centros
especializados nacionales y extranjeros. En dos casos (Faba y Aedo), se
plantean como muy necesaria una breve estancia de una semana cada una en
el American Museum of Natural History (New York), en el Field Museum
(Chicago) y en el National Museum of Natural History (Washington) para
conocer las importantes colecciones etnográficas de Lumholtz sobre
tarahumaras, tepehuanes y huicholes. En otros cuatro casos (Bonfiglioli,
Gutierrez, Hers y Carot) se plantea una estancia de dos semanas en los
estados de Nuevo México y Arizona (EE.UU.) para investigar aspectos
etnológicos y arqueológicos del complejo cultural pueblo y establecer contactos
con algunos investigadores de las Universidades de estos estados, además de
realizar un breve trabajo de campo en la región. En un caso más (Levin) se
13
plantea una investigación de tres semanas de importantes fuentes
documentales en la universidad de Nuevo México. En el caso del registro y
análisis de datos arqueológicos en la unidad Tepima (Berrojálbiz) se requiere un
curso de especialización en análisis lítico (de tres meses de duración) en el
Institut de Prehistoire et de Géologie de Quaternarie, Bordeaux, Francia.
III. Constitución de un foro permanente de análisis e discusión interdisciplinaria.
Este foro --de capital importancia para nuestro grupo de trabajo-- ya está
operando desde el mes abril de 2001 como “Seminario de investigación sobre
procesos simbólicos en el Noroeste de México” en el Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la UNAM, bajo la coordinación colegiada del
dr. Carlo Bonfiglioli, de la dra. Eugenia Olavarría y del mtro. Arturo Gutiérrez. En
la primera unidad del programa (abril-julio de 2001), se está abordando el
debate sobre las conexiones macrorregionales desde las perspectivas
arqueológica, etnohistórica, lingüistica y etnológica. Los resultados de este
debate serán en parte presentados en nuestro simposio sobre “Antropología e
historia del Noroeste de México”, dentro del marco de la XXXVI Mesa Redonda
de la Sociedad Mexicana de Antropología (Zacatecas, 29/7-3/8 de 2001). Con el
propósito de familiarizar al grupo sobre las temáticas que conforman el
proyecto, el enfoque general y los enfoques específicos a las que serán
sometidas, abordaremos, en la segunda unidad del programa (septiembrediciembre de 2001), la discusión crítica de los distintos subproyectos de
investigación. A partir de enero de 2002 hasta diciembre de 2004,
comenzaremos la discusión y análisis de los resultados de cada subproyecto
(informes de campos, avances parciales), de ponencias, libros, artículos y
aportaciones de otros grupos de trabajo. Este seminario pretende convertirse en
un referente permanente de alto nivel académico para todos los investigadores
que trabajan en esta macrorregión.
IV. Colaboración interinstitucional. Con el fin de reforzarse en el corto y mediano
plazo, este proyecto pretende enmarcarse dentro de un campo de colaboración
interinstitucional. Este tipo de colaboración está operando, por el momento, a
nivel de personas puesto que en el seminario mencionado participan, de
manera permanente o saltuaria, destacados arqueólogos, etnohistoriadores,
lingüistas y etnólogos del “Gran Noroeste” como lo son la dra. Braniff de la
Universidad de Colima, la dra. Hers del IIE-UNAM, la dra. Carot del CEMCA, la
dra. Deeds de la Northern Arizona University, el dr. Merrill de la Smithsonian
Institution, el dr. Bye, director del Jardín Botánico de la UNAM, el dr.
Moctezuma, director del Departamento de Lingüística del INAH, y el maestro
Leopoldo Valiñas del IIA-UNAM. Contando con el apoyo del Instituto de
Investigaciones Antropológica y, en caso de tener una respuesta afirmativa,
también del CONACYT y de México-Norte --una red de enlaces académicos
recién constituida (con sede en San Antonio, Texas) de la que forma parte
también la UNAM--, esperamos reforzar el intercambio académico entre nuestro
seminario y otros grupos de estudiantes e investigadores (ver los nombres en el
calendario de actividades) por medio de acuerdos con otras instituciones que
operan en el país y en el extranjero. Nos referimos, por ejemplo, al grupo del
14
Gran Nayar, de la ENAH de Chihuahua, del Centro INAH de Sonora y a las
universidades y centros de investigación ubicados en la franja sur de Estados
Unidos, o bien, de otros centros europeos de investigación americanista.
V. Difusión y publicación de resultados. Dentro de este marco, proponemos
participar en distintos congresos nacionales e internacionales y organizar, en
colaboración con otras instituciones y organizaciones, una Mesa Redonda (a
final de 2003) y un congreso internacional (a final de 2004) de corte
interdisciplinario para difundir y discutir los avances de nuestro proyecto y de
otros grupos de trabajo. Presentación de quince ponencias en congresos
internacionales y de cien ponencias en congresos nacionales.
PRODUCTOS ENTREGABLES
SEIS LIBROS CIENTÍFICOS (1 sobre "rituales dancístico de curación en la
Tarahumara y el Noroeste mexicano; 1 sobre el macrosistema de peregrinaciones,
cosmología y ritualidad entre coras, huicholes y hopis; 1 sobre el corredor Tepima
desde la perspectiva arqueológica; 1 sobre La gesta de los tolteca chichimecas y
de los purépechas en las tierras de los Pueblo Ancestrales; 1 antología sobre
“Actualidad de los estudios de parentesco”; 1 colección de ensayos sobre
“Procesos simbólicos en el noroeste mexicano”). TRECE TESIS (tres de
doctorado; cuatro de maestría; seis de licenciatura). 2 CD-ROMS (1 sobre Fiesta,
música y danza en el Noroeste; 1 sobre sistemas de representaciones
iconográficos). CUARENTA ARTÍCULOS de carácter científico sobre las temáticas
mencionadas en el proyecto. Cabe señalar, con respecto a este último rubro, que
la cantidad de artículos publicados puede superar en mucho el número que se
acaba de indicar, no obstante, preferimos sorprender para más que para menos.
OBJETIVOS PARTICULARES
En concordancia con el objetivo general del proyecto y de acuerdo con lo expuesto
anteriormente podemos sintetizar nuestros objetivos particulares –que deben
considerarse, a la vez, como nuestras aportaciones para el conocimiento
antropológico universal-- de la siguiente manera:
I.
Proporcionar datos de primera mano y realizar investigaciones primarias de
corte etnográfico, lingüístico, histórico y arqueológico sobre los campos
temáticos especificados arriba que sirvan de soporte no sólo a la reflexión
que acabamos de proponer sino también a las investigaciones de otros
grupos de investigadores.
II.
Elaborar y llevar a la práctica un modelo de investigación capaz de articular
los estudios de casos con una visión de conjunto, la perspectiva sincrónica
con la diacrónica y la especificidad disciplinaria con la interdisciplinariedad;
capaz, en otras palabras, de romper con la endogamia científica que suele
caracterizar nuestros trabajos de investigación. Probablemente no somos
15
los primeros en plantear este modelo pero si seríamos los primeros en
aplicarlo a la macrorregión considerada.
III.
Brindar nuevos elementos de reflexión y análisis sobre una importante
macrorregión indígena americana hasta ahora estudiada de manera parcial.
De lograr demostrar, en el orden de lo simbólico, una unidad estructural
entre el Noroeste mexicano, el Occidente de México y el Suroeste de
Estados Unidos se abrirán canales en otros campos analíticos para debatir
y replantear el concepto de “frontera mesoamerica” reforzando,
paralelamente, el concepto de “conexión intra-americana”. Tampoco somos
los primeros en plantear esta cuestión pero sí los primeros en plantearlo de
forma grupal y con las características indicadas arriba.
A estos tres objetivos particulares de gran alcance hay que añadir los objetivos
específicos que derivan de los 19 subproyectos.
1. Demostrar que entre huicholes, coras y hopis existe un macrosistema de
representaciones vinculados al tema de las peregrinaciones rituales (Arturo
Gutiérrez, proyecto de doctorado en etnología).
2. El análisis etnohistórico de distintos textos etnográficos sobre fauna, muestran
el orden simbólico de la sociedad tarahumara y tepehuana del norte y las
múltiples ideologías (preceptos morales y otras instancias sociales que remiten
al "deber ser") que se le asocian. Mediante esas metáforas y representaciones,
se pretende determinar la ubicación de los animales dentro de este sistema y,
en particular, en la actual cosmovisión de estas etnias. (Eduardo Saucedo,
proyecto de maestria en etnología)
3. Mostrar como un grupo de elementos diversos de la realidad constituyen
materiales para la reflexión huichola del universo y, en particular, del
inframundo. Demostrar que sobre la base de un grupo de nociones claves se
articula un autentico sistema cognoscitivo que, por exigencias de orden lógico
e ideológico, ordena a los fenómenos del cosmos (Angel Aedo, proyecto de
maestría en etnología)
4. Conocer la concepción de los rarámuri de Norogachi sobre el viaje de las
almas después de la muerte, descubrir si esta concepción funciona como un
marco explicativo que se produce para enfrentar, psicológica y socialmente, la
muerte de una persona. (Alejandro Fujigaki, proyecto de licenciatura en
etnología)
5. Estudiar el simbolismo del juego en la cultura tarahumara con la finalidad de
aportar, desde la etnografía, referencias que contribuyan a enriquecer las
concepciones que hasta ahora se tienen del concepto en cuestión en el grupo
considerado.. (Mario Vázquez, proyecto de licenciatura en etnología).
6. Investigación etnográfica y análisis teórico de los sistemas de parentesco,
parentesco ritual y de representaciones míticas en el contexto de los pueblos
indígenas de lengua yuto-nahua del noroeste mexicano(Eugenia Olavarría,
proyecto postdoctoral en etnología)
7. Analizar el sistema de parentesco y matrimonio huichol y su relación con el
poder, por medio del estudio del sistema de cargos de los peregrinos
16
xukurikate de la comunidad de San Andrés Cohamiata, Jalisco. (Alejandra
Manzanares, proyecto de licenciatura en etnología)
8. Describir, sistematizar y analizar teóricamente el sistema de representaciones
del cuerpo humano a través de sus técnicas corporales y prácticas rituales.
(Héctor Guillén e Isabel Martínez, proyecto de licenciatura en etnología)
9. Analizar: 1) la concepción que la sociedad yaqui tiene sobre el cuerpo como
instrumento universal; 2) su utilización para experimentar y dialogar dentro de
la cultura y en una sociedad; 3) su relación con la cosmovisión y con la
definición de persona (Cristina Aguilar, proyecto de maestría en ciencias
antropológicas).
10. Completar el análisis de tipo sistémico realizado en los años 90 sobre las
danzas del “ciclo fariseo” y del “ciclo matachín” con el análisis de otros rituales
dancísticos tarahumaras (yúmari-tuguri; bacanoa/peyote) y extender la
comparación a otros conjuntos dancísticos del Noroeste mexicano y de otras
regiones afines (cahítas, corachol, pueblos) (Carlo Bonfiglioli, proyecto
postdoctoral en etnología)
11. Complementar los estudios antropológicos de los sistemas simbólicos del
noroeste de México y el suroeste de Estados Unidos, desde la perspectiva
musical, con el fin de establecer correlaciones entre este y otros componentes
simbólicos e intentar una mejor comprensión de la significación global de tales
sistemas. (Fernando Nava, proyecto postdoctoral en etnomusicología)
12. Comprender los procesos de configuración de la identidad étnica y de los
mecanismos de integración a través del análisis de los sentidos sociales,
culturales y políticos de la práctica y enseñanza de la música y de las danzas
tradicionales de pascola y venado en el contexto de la creación de un nuevo
Centro Ceremonial –Jahuara II- (Patricia Medina, proyecto de doctorado en
etnología)
13. Analizar el arte rupestre de la cultura chalchihuiteña (600-1250 de la era) con el
fin de compararlo con la información etnográfica relativa a los descendientes
de las culturas indígenas del denominado suroeste de Estados Unidos y
determinar así las persistencias, transformaciones y rupturas que puede haber
sufrido este antiguo legado cultural. (Mari-Areti Hers, proyecto postdoctoral en
estética y arqueología)
14. Definir, a base de comparaciones iconográficas y otras manifestaciones
materiales, una unidad cultural entre las regiones purépecha, chalchihuites y el
Suroeste de los Estados Unidos. (Patricia Carot, proyecto postdoctoral en
arqueología)
15. Demostrar que la iconografía presente en los petrograbados de Occidente y del
Noroeste serrano de México se remiten a una misma concepción similar del
mundo (Paulina Faba, proyecto de maestría en historia del arte).
16. Realizar un análisis semántico de la relación espacial que existe entre figuras
antropomorfas y zoomorfas de distintos conjuntos rupestres del norte de
México (Rosario López, proyecto de licenciatura en arqueología).
17. Analizar las transformaciones identitarias que la comunidad hispana de Nuevo
México ha experimentado a partir de su integración como minoría étnica en los
Estados Unidos de América, después de la Guerra México-Norteamericana de
1847, así como el impacto que dichas transformaciones han tenido en la re17
formulación de las relaciones interétnicas a nivel local. (Danna Levin, proyecto
postdoctoral en etnohistoria)
18. Profundizar en el mundo de la cultura tepima para comprender el origen de ese
grupo, las afinidades de sus modos de vida, sus movimientos migratorios y su
participación en el puente cultural entre las culturas mesoamericanas y las del
suroeste de los EE.UU. además de sus relaciones con los otros pueblos de la
Sierra Madre Occidental. (Fernando Berrojálbiz, proyecto doctoral en
arqueología)
19. Lograr el seguimiento de una reconstrucción histórica de las migraciones
chichimecas en el Altiplano Central y destacar la articulación de estas mismas
con las relaciones de poder. (Francisco Javier Sansores, proyecto de maestría
en arqueología).
FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS
Doctorado:
♦ Arturo Gutiérrez (doctorado en ciencias antropológicas, UAM-Iztapalapa)
♦ Fernando Berrojálbiz (doctorado en arqueología, IIA-UNAM)
♦ Patricia Medina (doctorado en antropología, ENAH)
Maestría:
♦ Francisco Javier Sansores (maestría en arqueología, IIA-UNAM)
♦ Eduardo Saucedo (maestría en antropología, ENAH)
♦ Angel Aedo (maestría en antropología, Universidad Iberoamericana)
♦ Paulina Faba (maestría en antropología Universidad iberoamericana)
♦ Cristina Aguilar (maestría en antropología UAM – Iztapalapa)
Licenciatura:
♦ Héctor Guillén (licenciatura en antropología social, UAEM, Mor.)
♦ Isabel Martínez (licenciatura en antropología social, UAEM, Mor.)
♦ Alejandro Fujigaki (licenciatura en antropología social, UAEM, Mor.)
♦ Mario Vázquez (licenciatura en antropología social, UAEM, Mor.)
♦ Rosario López (licenciatura en arqueología, ENAH)
♦ Alejandra Manzanares (licenciatura en antropología, UAM-I)
Cabe señalar que además de los estudiantes apenas mencionados nuestro
proyecto beneficiará a otras 5 personas (estudiantes e investigadores) que
participarán activa y constantemente en las discusiones del seminario permanente
sobre el Noroeste de México (ver Metodología) con sus propias investigaciones y
aportaciones.
INFRAESTRUCTURA Y APOYO TÉCNICO DISPONIBLE
Las instituciones responsable (UNAM) así como participantes en el proyecto
(UAM-Iztapalapa), UAM-Azcapotzalco, ENAH, Universidad Iberoamericana y
UAEM) a traves de sus dependencias y departamentos de antropologia e historia
18
del arte ponen a disposicion de aquellos participantes adscritos a sus respectivos
programas de posgrado y licenciatura los siguientes recursos de infraestructura:
UNAM-IIA y UNAM-IIE
Para los investigadores de los Institutos de Investigaciones Antropologicas e de
Investigaciones Esteticas, dr. Carlo Bonfiglioli, dra Marie-Areti Hers y mtro.
Fernando Nava, viaticos y transportacion para asistir a tres eventos
internacionales (2003, 2004, 2005); viaticos y transportacion para asistir a tres
eventos nacionales; viaticos y transportacion para tres meses de trabajo de campo
cada año en el noroeste de Mexico; equipo de computo; apoyo para publicaciones;
consulta en archivos de imagen y de audio; apoyo del laboratorio fotografico;
apoyo presupuestal para la compra de videos, cintas, materiales fotograficos;
apoyo presupuestal para la compra de libros y revistas; apoyo presupuestal
complementario para publicaciones; apoyos secretarial, asesoria de computo, uso
de telefono, correo normal y correo electronico.
Para los estudiantes del posgrado de los Instituto de Investigaciones
Antropológicas y de Investigaciones Estéticas, Javier Sansores y Fernando
Berrojálbiz, acceso a la sala de computo del Instituto.
La invitación de Nahtan Wachtel, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales,
Francia y Maurice Bloch, London School of Economics, estarán a cargo del IIAUNAM.
La invitación de Kelley A. Hay-Gilpin, College of Social and Behavior Sciences,
Northern Arizona University estará a cargo del IIE-UNAM.
UAM-IZTAPALAPA y UAM-AZCAPOTZALCO
Para los investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana –unidades
Iztapalapa e Azcapotzalco, la dra. Maria Eugenia Olavarria y la dra. Danna Levin,
habrá viaticos y transportacion para asistir a tres eventos internacionales (2002,
2003, 2004); apoyo presupuestal complementario para la publicacion de libros;
apoyo presupuestal para la compra de libros y revistas pertinentes; apoyo
presupuestal para la compra de videos y cintas, como parte del acervo del
laboratorio de antropologia visual; apoyo de materiales y equipos (camara de
video portatil, e isla de edicion) del laboratorio de antropologia visual; apoyos
secretarial, asesoria de computo, uso de telefono, correo y correo electronico.
Para los estudiantes del posgrado de esta universidad,Arturo Gutierrez, acceso a
la sala de computo del Instituto y contribución de viáticos para participación a
eventos academicos.
La UNAM / UAM / ENAH / UAEM y Universidad Iberoamericana prestaran,
ademas, a todos los integrantes del proyecto el servicio de sus respectivas
bibliotecas cuyos acervos son importantes –salvo para las investigaciones
bibliograficas especializadas mencionadas anteriormente-- para las materias de
interes.
19
En lo referente a las becas otorgadas por la UNAM y por el CONACYT se señala
que, Arturo Gutierrez, Patricia Medina, Javier Sansores, Angel Aedo, Paulina
Faba, Eduardo Saucedo y Alejandra Manzanares gozan ya de este apoyo.
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