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Reflexiones en torno a la tensión “teoría central” / “realidad periférica” en la obra de Roger Bastide1 Alejandra Mailhe (UNLP / CONICET) ¿Qué matices se hallan implícitos en el concepto de mediación intelectual? ¿En qué medida es posible pensar la mediación como una experiencia de interpenetración cultural? En especial, ¿de qué modo el contacto con las culturas populares periféricas es capaz de desencadenar una reformulación crítica de las teorías centrales? Y por último, ¿hasta qué punto una teoría de la dinámica cultural puede ofrecerse como modelo válido para comprender mejor la circulación internacional de las ideas? Este trabajo explora estos interrogantes a partir del análisis de la mediación intelectual ejercida por el antropólogo francés Roger Bastide en Brasil. Más que reconstruir circuitos concretos de recepción y circulación de ideas, apunta a pensar el modo en que la experiencia brasileña (marcada tanto por el análisis de las religiosidades populares, como por el diálogo con los autores locales) conduce a Bastide a elaborar una refinada teoría de la dinámica cultural, superadora de los resabios etnocéntricos presentes en la tradición de pensamiento previa. Asimismo, busca reflexionar sobre el modo en que este autor produce ciertas torsiones teóricas, respondiendo –entre otros factores– a las peculiaridades de las culturas populares que forman su objeto, convirtiéndose así en un mediador “aculturado” por esas culturas de base. “Um mestre na periferia do capitalismo” 1 Una versión más breve de este trabajo fue presentada como conferencia en las “IIIras. Jornadas de intercambio académico en el área de docencia e investigación de la literatura y la cultura latinoamericanas”, celebradas en Valle Hermoso (Córdoba), entre el 4 y el 6 de diciembre de 2009 Página 1 Bastide permanece en Brasil entre 1938 y 1954. Esa experiencia –como docente, investigador, viajero e iniciado en los ritos de candomblé– le permite madurar su teorización sobre los contactos culturales en situación de dominación, repensando –entre otros conceptos– la relación entre arcaísmo y modernidad, y entre estructura y superestructura, especialmente a partir del estudio de las religiosidades afrobrasileñas. La fascinación de Bastide por el África en Brasil se concreta especialmente a partir del viaje al nordeste que emprende en 1944, y del que resulta la escritura de Imagens do nordeste místico em preto e branco (1945). Allí se organizan los principales ejes de su análisis: el papel central de la religión en las supervivencias africanas en Brasil y la estructura de la mística africana, entre otros aspectos.2 Desde una posición ambigua (interior y exterior con respecto al campo intelectual local, por su condición de profesional europeo y blanco), Bastide pone en juego una activa recepción-reelaboración de teorías tanto de los centros hegemónicos (especialmente de la sociología durkheiminiana francesa, del marxismo y del funcionalismo norteamericano) como locales (atendiendo a la incipiente tradición de estudios afrobrasileños, gestada por Raimundo Nina Rodrigues, Arthur Ramos, Gilberto Freyre y Edison Carneiro). Bastide asume una perspectiva relativista, historizante y desesencializadora para pensar las prácticas de la cultura negra y especialmente de la religión. En especial el éxtasis místico del candomblé (foco privilegiado por la mirada exotizante de los intelectuales previos, y en general concebido desde una perspectiva fuertemente patologizante) adquiere ahora la connotación de una fiesta: en O candomblé da Bahia: rito nagô (1958) define el rito como una forma primaria del psicodrama; lejos de ser una manifestación patológica, constituye una práctica fuertemente regulada por la tradición, en el seno de la cual es posible canalizar saludablemente la personalidad reprimida. En As religiões africanas no Brasil (1971), Bastide destaca además la función sociológica vital que cumplen los ritos de candomblé, no solo al canalizar necesidades estéticas y recreativas del grupo, sino también al mantener un equilibrio entre la satisfacción de deseos personales de prestigio y el refuerzo de la solidaridad social (ya que fuertes normas de cohesión regulan la comunitas 2 Sobre este aspecto ver especialmente Arêas Peixoto (2000). Alejandra Mailhe Página 2 del terreiro impidiendo que las rivalidades individuales disuelvan la cohesión grupal). Y si perdura tanto en África como en Brasil, resistiendo la catequización, no es por el retorno de un inconsciente transhistórico, sino por su renovada utilidad psíquica. La utopía del margen El progresismo de Bastide es más sutil que sus escasos pronunciamientos políticos, y debe buscarse en el interior de su propia práctica intelectual, tal como gravita en su crítica al etnocentrismo implícito en la antropología (producida tanto en los centros hegemónicos como en la periferia local) y en su valoración de formas de conocimiento del mundo alternativas con respecto a la razón cartesiana. Eligiendo temas que ponen en crisis el control racional (pero abordándolos desde una perspectiva racional), realiza una crítica a la modernidad desde dentro mismo de la concepción moderna. Así en su obra, aunque asuma una posición de izquierda tibia, 3 el éxtasis místico, la imaginación, el arte y la locura se constituyen subrepticiamente en parte de un polo utópico y desalienante del sujeto moderno, en sintonía con principios generales presentes tanto en el surrealismo y en el primitivismo de los años veinte, como en el mayo del 68. 4 De allí el valor dado al “otro” (Brasil, el nordeste, el mundo del candomblé, África), concebidos –en contraste con la mirada preconceptuosa de Lévi-Strauss, su predecesor en la USP– bajo un fondo neoromántico que conduce a idealizar los espacios culturales que resisten su plena integración al orden occidental.5 No es casual en este sentido la proximidad de Bastide respecto de la vanguardia modernista: la misma pulsión primitivista sesga la fascinación de su discurso antropológico y el más temprano del arte (recuérdese, en este sentido, el modo en que se exalta la experiencia lúdica y metamórfica de la macumba en Macunaíma de Mário de Andrade, cuando se exploran nuevas configuraciones rizomáticas de la identidad del sujeto y nuevos modelos para pensar la dinámica cultural). Retomando en el campo del ensayo la estela primitivista abierta por la vanguardia, O candomblé na Bahia no sólo concibe la posesión 3 Al respecto ver Ortiz (1994). Sigo en el desarrollo de este ítem el planteo general de este autor. En el “Prefacio” a Les sciences de la folie, Bastide se refiere positivamente al pensamiento utópico del mayo francés. 4 5 Tal como advierte Ortiz (1994), la postura de Bastide contrasta con respecto al romanticismo exotista del siglo XIX: aquí lo lejano se vuelve próximo e incluso se integra al yo, gracias a que éste permanece receptivo a ser modificado por la realidad. Página 3 como un rito teatral liberador:6 además, basándose en Marcel Griaule, demuestra la existencia de un pensamiento filosófico africano, de una “metafísica” cuya riqueza y complejidad lógica lo vuelven comparable –aunque diverso– con respecto al occidental. 7 Así, para Bastide (desde un punto de vista sociológico y psicoanalítico), las prácticas del mundo negro se presentan como una utopía de catarsis, de liberación de la represión. Prácticamente por primera vez en el ensayo, como algunos años antes en la estética de la vanguardia brasileña, en la obra de Bastide la concepción dinámica de la cultura evita recaer en el esencialismo, al tiempo que la nostalgia primitivista (que, como veremos, convierte los ritos afro en un polo de crítica respecto de la modernidad) conduce al abandono de toda jerarquización etnocéntrica. En efecto, la nostalgia romántica en Bastide juega un papel importante como vía de crítica al capitalismo moderno;8 no como resistencia conservadora sino como defensa política de modos de organización social menos alienantes, y de formas de conocimiento del mundo alternativas respecto del racionalismo occidental. En esta dirección, la propia sociedad brasileña (y el mundo latinoamericano en su conjunto) se presentan para Bastide como universos particularmente ricos por su heterogeneidad cultural y por los complejos dualismos que los sesgan. Esta línea tendiente al elogio del margen se proyecta sobre la propia subjetividad del marginal cultural. Contra las perspectivas miserabilistas (que subrayan la condición alienada de los subalternos aculturados), Bastide destaca la capacidad de adaptación y resistencia activas practicadas “desde abajo” por tales sujetos, para reducir el carácter traumático y empobrecedor de la aculturación. Para ello, Bastide elabora algunas categorías conceptuales específicas que permiten dar cuenta de la 6 En la línea de M. Herkovits y M. Leiris. Si bien dialoga con varios africanistas “nacionales” –Nina Rodrigues, Manuel Querino, Arthur Ramos, Edison Carneiro y Pierre Verger–, O candomblé na Bahia retoma sobre todo los análisis de Marcel Griaule sobre la metafísica de los dogons. En el “Prólogo” a Estudos afro-brasileiros (Bastide, 1973a), desde un abierto relativismo que contradice el evolucionismo etnocéntrico, insiste en que los llamados “primitivos” elaboraron complejos sistemas de conocimiento del mundo. Sobre O candomblé na Bahia ver Arêas Peixoto (2001). 7 8 Para ejemplicar la presencia de este polo aurático, Ortiz (1994) recuerda la escritura de un breve texto de los años cuarenta donde Bastide recrea ficcionalmente un sueño de Macunaíma en París: frente a las máquinas modernas que le enumera Bastide, el personaje huye al campo, refugiándose en la Francia del pasado (del folclore, la tradición, la mitología, confirmando el enfoque neoromántico del propio Mário de Andrade). Ese texto abre una pregunta interesante sobre las correspondencias en el modo de pensar críticamente la tensión tradición / modernidad en las obras de Bastide y de Mário de Andrade. Una aproximación al vínculo intelectual entre ambos autores se encuentra en Arêas Peixoto (2000, especialmente en el capítulo “Roger Bastide e o modernismo”). Alejandra Mailhe Página 4 desalienación subjetiva del marginal. Por ejemplo, en As religiões africanas... advierte que la doble pertenencia de los negros tanto al polo arcaico del candomblé como al de la sociedad moderna sólo adquiere un cariz negativo si se la observa desde un punto de vista occidental, como el sostenido hasta el presente por numerosas teorías de la aculturación. De hecho –al menos para el caso de los practicantes de candomblé estudiados por Bastide–, esa doble pertenencia es saludablemente resuelta a través del “principio de corte”: lejos de vivenciarse como una experiencia traumática –donde las contradicciones irresolubles podrían desencadenar un desequilibrio psíquico–, los practicantes no sólo toleran la contradicción, sino que alcanzan incluso una mejor adaptación en la medida en que preservan su participación en ambos mundos.9 Bastide elabora la categoría de “principio de corte” (junto con la de “principio de participación”) a partir del estudio de las religiones afrobrasileñas: así, es la observación participante en los candomblés la que conduce a Bastide a revisar las tesis que insertan la valoración negativa del margen en la tradición de un pensamiento dualista, sesgado por la construcción de binomios inconciliables (como las oposiciones “modernidad / tradición”, “ciudad / campo” o “blancos / negros”), pensados históricamente como causas del atraso económico. Ese enfoque esquemático es rechazado por Bastide quien, sin disolver las dicotomías, plantea que éstas son resueltas en el plano de la subjetividad individual a través de los principios arriba mencionados.10 En particular el “principio de corte” (que le permitiría al marginal cultural vivir simultáneamente –y de forma no contradictoria– en mundos culturales divergentes) puede operar tanto en el plano horizontal como en el vertical (y tanto en el orden de la propia subjetividad como en el de la 9 Autocrítico, poniendo en evidencia la desarticulación de los propios preconceptos, Bastide señala que “Dediquei quase toda uma de minhas viagens para a Bahia e para o Recife à resolução desse problema; contudo, à medida que prosseguia em minha pesquisa, percebia que o problema proposto não existia em relação ao negro: era um falso problema. Eu tinha pensado através da lógica do pensamento ocidental, baseado no princípio de identidade e de não-contradição [...], quando o negro não percebia as contradições que eu via” (Bastide, 1971: 374). También en Antropología aplicada (Bastide, 1977) insiste en que los estudios sobre la aculturación han subrayado sólo una concepción negativa sobre la condición marginal de quien participa de dos culturas, al subrayar el desgarramiento de la personalidad tensionada entre la reasimilación al grupo minoritario (vivenciada como autodesvalorización) y la asimilación al grupo dominante (vivenciada como traición a los propios antepasados). Contra esta perspectiva, basándose en la diferenciación entre marginalidad “estructural” y “cultural”, Bastide advierte que, en este último caso, el principio de corte constituye una estrategia de adaptación y resistencia que permite optimizar la integración a ambos mundos (por ejemplo, el de las cofradías afrobrasileñas y el de las instituciones occidentales). 10 Sobre la evolución del “principio de corte” en Bastide ver Cuche (1994). Página 5 estructura social): así, el individuo puede conservar una afectividad fiel al patrón cultural africano, aunque su inteligencia se encuentre moldeada por patrones occidentales; del mismo modo, pueden registrarse asimetrías entre las estructuras sociales y las superestructuras, combinando de manera inestable y no-sintética, elementos modernos y tradicionales. 11 Al suspender la exigencia de coherencia (como condición para pensar positivamente tanto la subjetividad individual como los lazos sociales), Bastide clausura la concepción del margen como “desvío” respecto de la “norma”. 12 Por su parte, el “principio de participación” permitiría establecer correspondencias entre elementos de distintos planos de la realidad, religando por analogía órdenes del mundo diversos, sin generar identificación y, por ende, resistiendo la formulación de síntesis dialécticas (el ejemplo paradigmático en este sentido es el de las vinculaciones, creadas “desde abajo”, entre orixás y santos católicos en el pensamiento de los practicantes de candomblé). Oponiéndose a la desvalorización etnocéntrica implícita en la concepción del mestizaje como manifestación definida (solo) negativamente por la dominación, para Bastide, corte y participación demuestran la existencia de una lógica compleja, aunque divergente respecto del dualismo propio del pensamiento dialéctico occidental. Como veremos, esta lógica (según Bastide, estructuradora de la cosmovisión del “otro”) se vuelve un modelo vertebrador de la propia teoría intelectual, tanto de la dinámica cultural como del dualismo en su conjunto. Ahora bien; revisemos las aporías implícitas en el elogio bastidiano del “marginalismo”. Contra la concepción de la antropología cultural previa (centrada en pensar 11 Al respecto, ver por ejemplo “La aculturación formal” en Bastide (1973b). Adviértase además que, para Bastide, la “aculturación” no implica una mera imitación conciente, sino la introyección psíquica de los valores dominantes en el plano del superyo y, al mismo tiempo, la elaboración de resistencias en las que se actualizan aspectos inconscientes de la identidad individual y colectiva. La religión, así como también el arte (incluyendo las manifestaciones del folclore y del mito), tienen la particularidad de suscitar la activación de ese sustrato inconsciente de la “memoria colectiva”. Así por ejemplo, en “A poesia afro-brasileira” (1943) Bastide sugiere que ese nivel inconsciente es homologable a las “cavernas sombrias” de los santuarios, asociando así el espacio del culto afrobrasileño con el pasado individual, el inconsciente y la “memoria colectiva”: si en la profundidad del sujeto habitan “potencias interiores”, “o consciente não exorciza com facilidade estas multidões de ancestrais” (Bastide, 1973a: 4); por eso el terreiro de candomblé recrea la cosmogonía propia de otra base social, con efectos además en la estructura del presente. Aunque el tema debería ser desarrollado con mayor detalle, vale la pena al menos señalar que ese concepto de “memoria colectiva” es definido por Bastide a partir de Halbwachs (al respecto, ver por ejemplo Bastide, 1971, vol. II: 344), aunque en diálogo con otras teorías (como la noción de memoria “corporal” en Bergson). 12 Alejandra Mailhe Página 6 en clave “miserabilista” la migración como una experiencia típica de aculturación traumática, generadora de desajustes anómicos), Bastide retoma abiertamente el análisis freyreano previo (sobre los efectos de la modernización de entresiglos que, al retensar la distancia interclase, engendra una reafricanización de los sectores populares urbanos). 13 Asume así una elogiosa valorización del margen, por ejemplo al subrayar el papel activo de las favelas en la recomposición de los lazos comunitarios, constituyéndose en instancias de mediación para la integración “aculturadora” de los migrantes en la vida de las grandes ciudades. El ejemplo de las favelas exaspera el contenido paradójico de esa “defensa e ilustración del marginalismo”, que en Bastide enraiza tan abiertamente con el relativismo cultural de Freyre, y que empalma indirectamente con enfoques teóricos contemporáneos y posteriores como los de Antonio Cândido, Roberto Schwartz o Silviano Santiago. 14 El mismo gesto que permite subrayar los mecanismos activos de adecuación y resistencia “desde abajo” (evitando identificar el margen –a priori y/o exclusivamente– con la carencia y la alienación) corre el riesgo precisamente de perder de vista la carencia y la alienación implícitos en la condición del marginal, además de confiar excesivamente en la diferenciación entre las marginalidades estructural y cultural. Asimismo, el elogio del margen puede implicar el borramiento de las diferencias existentes entre la exclusión material (por explotación) y la marginalidad simbólica del intelectual (por elección), con el consecuente riesgo de recrear el típico elitismo exotista de los letrados modernos (dominante en la aproximación al “otro” al menos desde el decadentismo finisecular). 15 Tensionado por la interferencia de ese resabio neo-romántico (que sin embargo produce una valiosa ruptura con respecto a la tradición del pensamiento etnocéntrico, 13 Ver Bastide (1977: 101). 14 Ver Cândido (2000), Schwarz (2000) y Santiago (2000). 15 Sobre la identificación entre marginalidad social y marginalidad simbólica entre los intelectuales brasileños de entresiglos, especialmente en el caso paradigmático de João do Rio, ver Mailhe (2005). Bastide no solo elige trabajar un tema marginal –el misticismo– en la periferia brasileña: además se aboca a una religiosidad hasta entonces marginal en el campo de la antropología francesa, visible tanto en el desinterés de Lévi-Strauss por el objeto afro en Brasil, como en la centralidad de África entre los antropólogos primitivistas, frente a lo cual el nordeste brasileño se presenta como un caso periférico y espurio. Además de identificarse con ese margen múltiple, Bastide regresa a Francia para ocupar una posición relativamente marginal en el campo intelectual francés, sellando su múltiple identificación con el margen. Esa marginalidad se consolida también en el campo de los estudios culturales latinoamericanos, en donde la reflexión sobre el mestizaje afroamericano ha consagrado otras afiliaciones (especialmente el vínculo entre las obras y las figuras de Gilberto Freyre y de Fernando Ortiz), opacando la profundidad teórica y la ruptura ideológica implícitas en los textos de Bastide. Página 7 incluido el etnocentrismo romántico), no es casual que Bastide presente ciertas dificultades para entender las manifestaciones religiosas de la macumba y la umbanda, surgidas ambas como desprendimientos modernos de los núcleos tradicionales relativamente idealizados en sus obras: para Bastide, ambas experiencias modernas son el resultado de la degradación de la “memoria colectiva” que, al religar con África y con la cohesión comunitaria premoderna, constituyen no sólo una garantía de mayor “autenticidad” cultural (por la preservación de una “puerza originaria”), sino también una forma activa de resistencia a la atomización social y la explotación “salvaje” del capitalismo moderno. Sin embargo, como compensación teórica, esa idealización (del arcaismo precapitalista implícito en el candomblé) no conduce a una condena purista de los mestizajes modernos. Por el contrario, a pesar de (o junto con) esa puntuación auratizadora del pasado, Bastide se esfuerza por desplegar una mirada analítica muy prolífica sobre la dinámica cultural suscitada, en los sustratos populares, a partir de la industrialización. 16 Así por ejemplo, el segundo volumen de As religiões africanas... (centrado en las repercusiones de la experiencia moderna en el campo de la religión) traza un complejo programa de investigación sobre las hibridaciones contemporáneas.17 A la vez, Bastide crea categorías de análisis específicas para pensar la tensión arcaísmo / modernidad en el campo de la 16 Ese equilibrio compensatorio condice con las dos motivaciones claves en su obra: el interés por el análisis de las “islas africanas” en Brasil, y la obsesión por complejizar la dinámica de los intercambios culturales bajo situaciones de dominación social. Bastide articula estos dos planos, analizando alternativamente los universos africanos por separado y/o en el interior de la sociedad brasileña. En la construcción de ese doble punto de vista, resulta particularmente estratégico el contraste entre las obras de Bastide y de Freyre, pues el primero señala constantemente la necesidad de retomar el problema del sincretismo en Brasil examinándolo “pelo outro lado da luneta” (es decir, atendiendo a sus bases africanas, a los fragmentos “arcaicos” que perduran en el seno de una sociedad en proceso de modernización, contraponiéndose y/o complementando el enfoque freyreano centrado en las relaciones sociales desde la óptica de la “casa-grande”). Ver Bastide (1971: 103). A esta preocupación responden sobre todo O candomblé na Bahia y As religiões africanas… centrándose en la religión, así como otros textos como Sociologia do folklore brasileiro, de 1959. La mirada de Bastide alterna así entre la interpenetración cultural y la focalización de los nichos africanos, contrastando con el enfoque freyreano exclusivamente valorizador del mestizaje. De hecho, tal como advierte Arêas Peixoto (2000), en los cincuenta Bastide produce al mismo tiempo la investigación sobre las relaciones de raza (con Florestán Fernandes) para la UNESCO, un ensayo abiertamente freyreano (como Brasil, terra de contrastes), una investigación sobre la pervivencia del África nagô (O candomblé na Bahia) y un análisis sobre la resistencia africana y la perduración del sincretismo (As religiões africanas…). 17 Parte de este programa será desarrollado por algunos de sus discípulos. En este sentido, pienso especialmente en la tesis de Renato Ortiz, A morte branca do feiticeiro negro, cuya primera edición es de 1978. Ver Ortiz (1991). Alejandra Mailhe Página 8 religión (por ejemplo, al contraponer “religiones vivas” y “en conserva” 18: mientras en el primer caso la religión está en continuo proceso de evolución, creando nuevas respuestas adaptativas ante diversas formas de interpenetración cultural y de modernización, en el segundo resiste defensivamente las presiones de la sociedad, congelándose a través de la valoración de su “autenticidad tradicional”). 19 De este modo, Bastide evita ontologizar las prácticas, evidenciando en cambio que se trata de respuestas estratégicas divergentes frente a las transformaciones sociales. Ahora bien; si la tensión arcaísmo / modernidad atraviesa el campo de las religiosidades populares es porque en éste se refracta el más amplio desgarramiento de Brasil en los dualismos estructurales propios de una “terra de contrastes”. En efecto, retomando abiertamente una larga tradición de pensamiento dualista, y afiliándose explícitamente a los enfoques de Freyre y J. Lambert (al menos en As religiões africanas...), para Bastide los contrastes (entre blancos y negros, entre litoral e interior, entre modernidad y tradición, o entre sociedad y comunidad)20 se exasperan cuando la migración disloca a los sujetos del polo arcaico, arrojándolos al seno del capitalismo que no sólo dificulta la recreación de los espacios comunitarios previos, sino que además destruye los “deshechos sociales”. En este sentido, las transformaciones modernizadoras se conciben como perturbaciones “funestas” de los núcleos residuales. Cambios bruscos como las migraciones internas hacia Río de Janeiro (y más aun hacia San Pablo, donde no hay una base religiosa africana previa) desencadenan una “atomização dessas comunidades numa poeira de relações interindividuais”. 21 Es aquí donde los recursos subjetivos (basados en los principios de participación y de corte) son insuficientes para preservar la integridad psíquica del sujeto y los lazos sociales. En algunos pasajes se hace evidente el carácter anticapitalista de ese neoromanticismo, que sin embargo debe ser cuidadosamente contrastado con otros relativismos teóricos, de consecuencias políticamente conservadoras (pienso por ejemplo en la defensa freyreana de la mítica “democracia racial” –supuestamente surgida en la 18 Ver Bastide (1969, especialmente el capítulo “Religiones en conserva y religiones vivas”). 19 En este caso juega un papel importante la autolegitimación de los ritos en base a la fidelidad al origen africano. Bajo este esquema la umbanda y la macumba en Brasil, así como el vudú en Haití constituirían prácticas de religiones “vivas”, mientras que el candomblé bahiano ejemplificaría la resistencia defensiva al cambio. 20 Ver las numerosas referencias a Freyre en Brasil, terra de contrastes, y la mención de los dualismos conceptualizados por J. Lambert en Le Brésil, structure sociale et institutions politiques, citados por Bastide en el vol. II de As religiões africanas.... 21 Bastide (1971, vol. II: 298). Página 9 sociabilidad colonial–, en desmedro de la democracia política, o en el relativismo radical – de ribetes reaccionarios– en el pensamiento del ensayista argentino Rodolfo Kusch).22 A pesar de la vigilancia autocrítica y del esfuerzo por desjerarquizar las manifestaciones culturales, la escritura deja entrever contrastes valorativos. Si la macumba y la umbanda son comparativamente devaluadas, esto no responde a una postura políticamente conservadora, sino a la denuncia por la pérdida de la solidaridad comunitaria, desplazada por el individualismo y la atomización social “no caos social das cidades tentaculares onde a industrialização e a proletarização dos negros apresentam novos problemas”, pues As migrações internas jogam os homens do Brasil mais arcaico no Brasil mais moderno. [...]. Ora, o candomblé está baseado no espírito comunitário e não no individualismo [...], no sucesso material como conseqüencia do cumprimento regular dos deveres religiosos e não como fruto [...] da vontade de subir. As seitas africanas não podem, pois, se reconstituir num meio tão hostil, mesmo nas zonas intersticiais da plebe abandonada dos subúrbios ou apenas tomando a forma do espiritismo de Umbanda [...], a única forma possível de adaptação religiosa da comunidade à urbanização (Bastide, 1971, vol. II: 324). Así, las religiones “arcaicas” constituyen los últimos bastiones de resistencia a la alienación anómica de la explotación moderna.23 Además, advirtiendo que en el candomblé hay valores económicos diversos respecto del capitalismo (que alcanzan incluso al carácter comunitario del terreiro como propiedad colectiva), Bastide idealiza la consagración espiritual, de los jefes de secta, a principios tradicionales “puros” como el prestigio simbólico, contra el interés económico (concebido como “contaminación” del capitalismo). 24 22 Sobre este tema en Freyre ver Mailhe (2009a); para el caso de Kusch ver Mailhe (2009b). 23 Bastide tiende a descartar que la desagregación social sea la contrapartida necesaria de una mejor integración social y cultural de los sectores populares al resto de la sociedad. Para sostener esta hipótesis, al menos en As religiões africanas... ofrece una argumentación históricamente ambigua, pues advierte que, gracias al principio de corte, el candomblé permitía una excelente integración social a pesar de (o más bien junto con) su enquistamiento conservador. Sin embargo, evita especificar cuándo esa comunión cooperativa es (o fue) un refugio compensatorio ante las coerciones del sistema: en la medida en que el candomblé se revela –al menos por momentos– como un rito prácticamente sustraído de la historia, su función compensatoria puede extenderse tanto al pasado esclavócrata como a la reafricanización suscitada bajo la primera modernización de entresiglos, e incluso a la industrialización en el presente de escritura. Ver Bastide (1971, vol. II: 415416). 24 El interés material, cuando ingresa en el mundo del candomblé, es pensado por Bastide como una interferencia que rebaja el rito, volviéndolo una mera teatralización espuria para turistas. Ver por ejemplo Bastide (1971, vol II: 317-318). Alejandra Mailhe Página 10 En un movimiento pendular, Bastide por un lado abre extensamente el concepto de religión “africana” (para abarcar todas las religiones populares, tradicionales y de masas, en el extenso mapa global del territorio brasileño), o reconoce la transformación inevitable de ciertas pautas capitalistas y/o de vínculos con el sistema (como la penetración de la política –por ejemplo, a través de la infiltración del partido comunista en los candomblés de Bahía–); por otro lado, proyecta sobre el polo arcaico la utopía de un insularismo autónomo en el que se alcanza una integración espiritual y comunitaria, valiosa como resistencia a la desarticulación anómica,25 pues O candomblé surge [...] como uma aldéia africana, conservando o comportamento de ajuda mútua e de trabalho clânico [...]. Trabalham para a coletividade [...]. Mesmo quando a propriedade é jurídicamente individual, o que as vezes acontece, é considerada pelos membros do grupo como propriedade coletiva. [...]. A solidariedade religiosa é, portanto, fortalecida pela solidariedade socioeconômica. E essa solidariedade socioeconômica, por seu turno, tem sua base na comunhão espiritual que une todos os membros numa mesma fé (Bastide, 1971, vol. II: 319). Y agrega que esa fuerza integradora del candomblé logra incluso invertir la jerarquía racial, debilitando los preconceptos y generando una compensación contra el resentimiento, ya que los blancos que participan del rito se someten a la autoridad de los negros. En el presente “apocalíptico”, la modernización destruye tanto la cohesión interna de los subgrupos tradicionales como la cohesión entre esos subgrupos y el resto de la sociedad, generando una desagregación que expulsa hacia fuera a los marginales del sistema. En esta dirección, aunque tanto la macumba como la umbanda refractan, en el campo religioso, la desarticulación de la cohesión grupal, Bastide se esfuerza por rejerarquizar internamente ambos fenómenos modernos. Para ello, advierte que la macumba carioca corresponde a una primera etapa de proletarización e individualización negativas, consistente en una mera degradación de las prácticas tradicionales, al punto de perder su carácter religioso y colectivo para devenir “magia negra” individual, asociada con la decadente exhibición turística de un espectáculo exótico, alejado de sus bases africanas por la penetración de los valores occidentales (que provocan incluso la introyección de una 25 En esta dirección, se extasía especialmente con algunas sectas panteístas actuales del nordeste, que apelarían deliberadamente al polo africano para resistir los aspectos negativos de la “civilização da máquina”. Ver por ejemplo Bastide (1971, vol. II: 430). Página 11 fuerte desvalorización de la cultura negra). 26 En el climax de esta condena, al desaparecer el control regulador del grupo y de la tradición, la macumba permitiría un potencial crecimiento del delito. Evidenciando un límite en su desjerarquización de la dinámica cultural, Bastide proyecta sobre la macumba tanto la histórica desvalorización de las manifestaciones mestizas (generalmente reducidas a absurdos collages espurios de fragmentos culturales inconexos) como la histórica criminalización de las religiosidades negras. Evocando “sin querer” tópicos del positivismo lombrosiano de principios del siglo XX (visibles en O animismo fetichista dos negros baianos de Nina Rodrigues, o en Los negros brujos del cubano Fernando Ortiz), advierte categórico: O candomblé era e permanece um meio de controle social, um instrumento de solidariedade e de comunhão; a macumba resulta no parasitismo social, na exploração desavergonhada da credulidade das classes baixas ou no afrouxamento das tendências imorais, desde o estupro até, frequëntemente, o assassinato (Bastide, 1971, vol. II: 414). Diferenciándose de la macumba, el espiritismo de umbanda implica para Bastide un momento positivo de reorganización cultural, que se corresponde con una lenta recomposición de la cohesión social en base a la consolidación de los sectores populares como clase trabajadora. En ese límite rejerarquizador del pensamiento bastidiano, la tradición heredada todavía interfiere en la desarticulación autocrítica. Retomando metafórica (y lúdicamente) las categorías del objeto analizado, podría decirse que el propio Bastide como intelectual, en su papel de mediador (esto es, de medium), es hablado por el pasado (por las tradiciones discursivas heredadas), así como en el candomblé el iniciado es poseído por el dios arcaico, o en el espiritismo de umbanda lo es por los subalternos muertos. En este sentido, cabría la posibilidad de pensar que la posesión supone, entre otros sentidos 26 Ver por ejemplo Bastide (1971, vol. II: 410). Alejandra Mailhe Página 12 implicados (desde la óptica letrada), una puesta en acto de la relación inconsciente del sujeto con el pasado y/o con la ideología.27 Contradiciendo en parte la resistencia al esencialismo presente en sus análisis, en la obra de Bastide también perdura cierta búsqueda de una pureza africana “originaria”, focalizada especialmente en la religión más que en otras manifestaciones culturales, y asociada principalmente a los ritos nagô, ya convertidos por la tradición nacional previa en garantía de “autenticidad”.28 Al pensar que en las manifestaciones religiosas de Bahia es posible captar el África en Brasil casi sin mediaciones, Bastide recrea en parte la ficción genealogista de Arthur Ramos, de Edison Carneiro y de su precursor de entresiglos, Raimundo Nina Rodrigues. Con modulaciones diferentes, en todo África tiende a ser fabulada como el margen, el “otro”, el no-lugar, el fondo remoto, desconocido, hundido en la memoria colectiva, sobre el que puede recortarse (por fusión o por contraste) la identidad de los sectores populares, de la nación e incluso de los propios intelectuales. Sin embargo, desde nuestro punto de vista esta rejerarquización de las culturas en la obra de Bastide – muy insistentemente señalada por la crítica–29 tiende a perder de vista las diferencias entre los enfoques esencialistas de ese linaje previo y la mayor complejidad de la teoría bastidiana sobre la dinámica cultural. Detengámonos entonces en considerar con más detalle este último aspecto. Definiciones del mestizaje 27 Al menos en esos términos parece estar siendo pensado el rito de posesión, por parte de algunos intelectuales contemporáneos a Bastide. Ver por ejemplo la lúdica interferencia de Martí en la escena del espiritismo popular en la novela Ecué-Yamba-Ó de Alejo Carpentier. 28 Por ejemplo, en As religiões africanas... las diversas áreas culturales se evalúan, implícitamente, a partir de la comparación jerarquizadora con respecto al Recóncavo bahiano, pensado como garantía de mayor pureza africana/nagô. Así, Bastide se mantiene fiel a la pregunta por los lazos de correspondencia entre las religiones africanas en África y en Brasil, en base a los análisis de Verger, Herkovits y Freyre, demostrando la perduración –al menos en algunos casos– de un “fondo africano” inalterable, donde los cambios no implican “perda da substância africana” (Bastide, 1971, vol. II: 280). El propio Verger, recreando sus experiencias inciáticas (como iniciado por Bastide en el conocimiento de África en Brasil, y como iniciandor de Bastide en el conocimiento de Brasil en África) subraya la preocupación de Bastide por pensar el candomblé como una instancia de mediación privilegiada entre África y Brasil. Al respecto ver Verger (1994). 29 Ver Teixeira Monteiro (1984). En la misma perspectiva, Peter Fry (1986) advierte que Bastide (quien atravesaría una crisis identitaria como francés y afrobrasileño), apenas confirma una jerarquización que sitúa al candomblé bahiano por encima de otras manifestaciones religiosas más espurias. En la misma línea Motta (1994) insiste en el apego de Bastide al rito nagô como garantía de autenticidad del espíritu comunitario africano, subrayando así el papel de Bastide no sólo como estudioso sino también como “inventor” del candomblé. Un análisis semejante se encuentra en Capone (2004). Página 13 Tal como vimos, resistiendo la abstracción deshistorizante, Bastide subraya las transformaciones dinámicas de la religiosidad y de la cultura popular en la diacronía, evitando –al menos en parte– evaluar jerárquicamente los diversos grados de “africanidad”. Incluso advierte que el valor simbólico de las “islas africanas” muda constantemente, y que lo que perduran son más bien las diferencias irreductibles que resisten toda asimilación sincrética. Por ejemplo, en As religiões… señala que la urbanización del siglo XIX acentúa la división social, rompiendo el antiguo equilibrio “colonial” entre “civilización luso-brasileña” y “civilizaciones populares africanas”. Coincidiendo con la interpretación de Freyre en Sobrados e mucambos (1936),30 advierte que, si la esclavitud desafricaniza al negro (al integrarlo en el sistema de la familia patriarcal) y africaniza al blanco, creando en definitiva un “equilibrio de antagonismos”, en un movimiento inverso la abolición, al desatar la migración masiva de los ex esclavos a las grandes ciudades, acentúa las distancias socioculturales y debilita las antiguas instancias de cohesión social entre clases, generando las condiciones para una reafricanización de los sectores populares.31 En la obra de Bastide, la complejización de la relación entre religión y estructura forma parte de una concepción refinada de la dinámica cultural del mestizaje. A diferencia de los enfoques homogeneizantes que dominan en el pensamiento latinoamericano (incluso en Freyre, tal como puede verse al menos en las obras de su etapa luso-tropicalista),32 Bastide piensa la interpenetración cultural no como un proceso que conduce a una síntesis homogénea en la que se funden y superan las diferencias, sino como la yuxtaposición irreductible de máscaras entre las que se preserva la violencia de la dominación y la heterogeneidad de sus proveniencias de origen. Un ejemplo paradigmático se encuentra en las correspondencias entre orixás y santos católicos en la cosmovisión del candomblé, forjada en el contexto diaspórico de la migración esclava y de la evangelización forzada: tal como prueba Bastide, esas correspondencias (aunque interpretadas de múltiples modos en los diversos períodos y áreas), en ningún caso suponen una identificación sintética. Nuevamente encontramos allí una tolerancia a-problemática de las contradicciones (que, en el orden social, traduce el “principio de corte” en el plano de la subjetividad individual). Así, su noción del mestizaje converge con una particular redefinición de la identidad subjetiva, en sintonía con los principios filosóficos presentes tanto en el surrealismo francés 30 Bastide (1961: 95). 31 Sin embargo, Bastide (siguiendo nuevamente al Freyre de Sobrados e mucambos) también advierte que se generan nuevas formas de cohesión, en base al mestizaje y el ascenso social de los mulatos. 32 Sobre este tema en Freyre ver Mailhe (2008). Alejandra Mailhe Página 14 como en el modernismo paulista (especialmente en los textos de Mário y Oswald de Andrade), en la obra de Bataille e incluso en el Marcuse de Eros y civilización. Esta concepción “política” (que, en definitiva, apunta a cuestionar racionalmente el modelo civilizatorio europeo) coincide con los propios principios metodológicos. De hecho como vimos, el perfil intelectual de Bastide (francés, protestante, simpatizante del socialismo, brasileñista / brasileño e incluso “africano” por su iniciación al candomblé) responde a una valoración positiva tanto de la marginalidad cultural como de la participación simultánea en diversos universos culturales33 (el propio Bastide transita por esas identidades múltiples aceptando la dispersión, aunque preserve la unidad moderna del sujeto como límite). 34 Resolviendo así su relativa extranjería intelectual, cultural y racial, 35 el sujeto puede abrirse a la yuxtaposición de identidades migrantes, estableciendo un vínculo particular (de empatía con el objeto de análisis), basado en la in-corporación del otro, y alejándose provocativamente de los límites de las disciplinas “científicas” (por ejemplo, de la antropología más racionalista de Lévi-Strauss, o de la sociología dura de su propio discípulo Florestán Fernandes).36 Es más: en la medida en que la incorporación y la migración de identidades son elementos claves en los propios ritos religiosos estudiados, es posible pensar que la propia concepción del sujeto implícita en el objeto de análisis deviene una categoría universalizable, asumida por el investigador como definición válida de la subjetividad en general. Esta convergencia conceptual en el modo de concebir la identidad permite pensar la identificación con el “otro” y la mediación intelectual en términos más sutiles que los meros contenidos manifiestos de los textos. Incluso es posible pensar que la interpenetración cultural como objeto de análisis se convierte también en el modelo metodológico válido de la propia tarea intelectual: tal como lo practica Bastide, el asedio del 33 En la apertura de As religiões africanas... Bastide reivindica su capacidad de hablar sobre la religiosidad afrobrasileña “desde dentro”: “africanus sum” sentencia, aludiendo a su iniciación religiosa. 34 Cuche (1994) advierte que este modelo bastidiano de subjetividad múltiple dialoga especialmente con el concepto de “déracinement” en André Gide (pensado como un principio clave para la conquista de la libertad individual, y abiertamente en contra de la ideología del “enracirement” de Maurice Barrès). 35 Describiendo luego la primera etapa de su itinerario intelectual en Brasil (en Estudos afrobrasileiros) Bastide mismo advierte que la experiencia brasileña le produjo una “crise de conciencia” obligándolo a “uma modificaçao total das categorias lógicas” (Bastide, 1973a: 79) para que la comprensión “pudesse emergir de dentro, e não do exterior” (Bastide, 1973a: 11). Una segunda etapa de su descubrimiento de Brasil coincide con su segundo viaje al nordeste y con su iniciación al candomblé. 36 Ver Bastide (1977). Sobre las diferencias entre Bastide y Lévi-Strauss ver Braga (2004); sobre las diferencias con Fernandes, ver Arêas Peixoto (2000). Página 15 objeto desde múltiples puntos de vista (antropológico, psicoanalítico, sociológico, estético, histórico y filosófico), combinando la sincronía y la diacronía y los niveles individual y colectivo, y cruzando teorías centrales y locales diversas, ¿no demuestra el esfuerzo por aprehender fenómenos complejos mediante torsiones teóricas dinámicas, heterodoxas, tan difíciles de estabilizar como las nociones de mestizaje y de sujeto contenidas en el propio objeto...? De hecho, para Bastide, ...o sociólogo que estuda o Brasil não sabe mais que sistema de conceitos utilisar. Todas as noções que aprendeu nos países europeus ou norteamericanos não valem aquí. O antigo mistura-se com o novo. As épocas históricas emaranham-se umas nas outras. Os mesmos termos como “classe social” ou “dialética histórica” não tem o mesmo significado. Seria necessário, em lugar de conceitos rígidos, descobrir noções de certo modo líquidas, capazes de descrever fenomenos de fusão, de ebulição, de interpretação, noções que se modelariam conforme uma realidade viva, em perpétua transformação. O sociólogo que quiser comprender o país não raro precisa transformar-se em poeta (Bastide, 1964: 15). ¿Correcciones del modelo desde la periferia? Entonces, si puede pensarse que la experiencia de campo, llevada a cabo por Bastide en Brasil, colabora en la maduración de sus reflexiones teóricas, ¿en qué medida Brasil corrige las teorías europeas? Consideremos esta pregunta desde un ángulo en particular: a la luz de la discusión sostenida por Bastide con respecto al papel asignado por el marxismo a la religión. Esa discusión, central en As religiões africanas..., es suscitada precisamente a partir del estudio de la religiosidad negra, así como también a partir de su “iniciación” en la lectura de (y discusión con) los intelectuales locales. Veamos. La pregunta por el lugar de la religión en la estructura social es un elemento central en la reflexión de Bastide, incluso desde su primera etapa de producción juvenil en Francia, en la que ya se esfuerza por mostrar que entre esos elementos existe una relación de interdeterminación. Así, apoyándose en Weber (y coincidiendo con Durkheim), en Éléments de sociologie religieuse advierte que la religión no puede leerse como un mero epifenómeno, sino que presenta una relativa autonomía, pudiendo incluso, en ciertas Alejandra Mailhe Página 16 ocasiones, intervenir en la estructura de la vida social. 37 Evidenciando su resistencia a los determinismos rígidos y el respeto por la autonomía relativa de las esferas del arte y la cultura, despliega una perspectiva semejante para pensar la relación de interdeterminación entre arte y sociedad (en convergencia con su propia práctica de una sociología “estética”, que no excluye la intuición poética y/o la empatía emocional como vías de conocimiento). 38 El tema del misticismo, esbozado en los textos juveniles previos al viaje a Brasil, se convierte en el eje vertebrador de sus obras a partir de la experiencia brasileña. Procesado el trabajo de campo, la crítica al marxismo estalla y se sistematiza en As religiões africanas.... Allí Bastide problematiza la concepción de la religión en el marxismo, a partir del análisis puntual de la refuncionalización de las religiones africanas a lo largo de siglos de dominación esclavócrata, y en el paso de este orden al capitalismo moderno. Ese objeto particular es confrontado con el materialismo mecanicista, para poner en evidencia los límites del mismo. Apoyándose en Las formas elementales de la vida religiosa de Durkheim, As religiões… cuestiona la reducción de la religión a una mera expresión ideológica de las relaciones de producción, para concebirla en cambio como parte de la estructura social. 39 En una línea que anticipa tempranamente perspectivas contemporáneas como las de Roger Chartier, Michel de Certeau o Raymond Williams, el ensayo no excluye una mirada materialista, pero le exige al marxismo un refinamiento teórico para volverse capaz de profundizar las mediaciones entre cultura y sociedad, no solo desglosando los grupos sociales en subgrupos (atendiendo al orden simbólico), sino también evitando el reduccionismo etnocéntrico que conduce a universalizar el papel de la religión en la sociedad occidental y a considerar el mismo exclusivamente desde el punto de vista de los 37 El trabajo de Bastide se inscribe inicialmente en el campo de la “Ecole française de Sociologie”, heredera de la teoría de Durkheim. El análisis racional de la irracionalidad religiosa (inspirado en Durkheim y en la etnología de Marcel Mauss, pero al mismo tiempo crítico del vínculo entre lo individual y lo colectivo en Durkheim) está presente desde sus primeras obras juveniles producidas en Francia: Les problèmes de la vie mystique (1931) y Eléments de sociologie religieuse (1935). Sobre la formación durkheiminiana de Bastide ver Simon (1994). Al mismo tiempo, varias críticas al modelo durkheiminiano se encuentran en As religiões africanas... Así por ejemplo, Bastide cuestiona la interpretación de Durkheim sobre el carácter irracional y anárquico del trance, concebido por el fundador de la sociología francesa como una suerte de “orgía dionisíaca”: contra ese resabio etnocéntrico y leboniano, advierte en cambio el carácter individual y privado del éxtasis, así como su fuerte regulación social (ver Bastide, 1971, vol. II: 330-331). Para considerar la relación entre arte y sociedad en este autor ver por ejemplo “Formação e desenvolvimento da estética sociológica” en Bastide (1945). La influencia de Durkheim se enfatiza durante su período “brasileño”, probablemente al distanciarse de los debates teóricos que atraviesan el campo francés. 38 39 En este sentido en el primer tomo de As religiões africanas... polemiza con Tullio Sepelli -entre otros-, quien define la religión como ideología en un sentido marxista tradicional. Página 17 grupos dominantes. En este sentido, Bastide cuestiona tanto el marxismo (que acentúa la importancia de la lucha de clases, pero reduce lo sagrado a una mera ideología), como la antropología funcionalista, que pierde de vista las situaciones concretas de dominación en las que se produce la aculturación. 40 De allí su insistencia por realizar un balance crítico sobre la obra de los afrobrasileñistas previos y contemporáneos: no solo porque esto le permite procesar el carácter disruptivo de su propia obra en el seno de ese linaje, sino también porque allí Bastide entrevé la gravitación de debates teóricos más amplios entre perspectivas paradójicas (por ejemplo, al advertir ventajas y límites del marxismo y el funcionalismo locales) y/o entre enfoques que deberían integrarse para superar conflictos disciplinares (por ejemplo, la tensión entre sociología, historia, antropología y psicoanálisis, que Bastide traduce en clave nacional por medio de la confrontación entre el modelo sociohistórico de Freyre y el antropológico-psicoanalítico de Arthur Ramos). También en este sentido Bastide opera una mediación enriquecedora entre teorías centrales y periféricas, así como también entre teorías y experiencias de campo. Ahora bien; para cuestionar el marxismo Bastide apela a la etnología relativista de Marcel Griaule, atenta a aprehender el pensamiento simbólico que articula estructura social y valores míticos/rituales: para Bastide el relativismo de Griaule permite percibir que el privilegio exclusivo de la economía como factor determinante puede constituir una extrapolación arbitraria.41 Y en una nueva traducción local del debate central, Bastide equipara esa crítica a la que proyecta sobre la obra de Arthur Ramos (quien, de manera etnocéntrica, aplica el psicoanálisis para observar los mismos complejos en todas las culturas, sin atender a su especificidad histórica y social). 42 En sintonía con esta crítica, 40 El funcionalismo norteamericano (especialmente la obra de Georges Gurvitch) le permite a Bastide pensar la complejidad de los niveles que componen la realidad social y el modo en que interactúan entre sí. Gurvitch permanece en Brasil como profesor de sociología de la USP a fines de la década del cuarenta. Bastide piensa con Gurvitch el problema de la relación entre religión y estructura social, pues Gurvitch, en su “sociología en profundidad”, estratifica la realidad social en diversos niveles, superando la causalidad única en favor de una dialéctica más compleja. La recepción de las teorías de la “Escuela de Chicago” desde Brasil coloca a Bastide en una posición de mediación clave en el contexto francés en general (de espaldas al culturalismo norteamericano, al menos hasta el regreso de Bastide a Francia). Al respecto ver Simon (1994). Marcel Griaule incide en el medio académico francés a partir de la publicación de Dieu d’eau (1948). Griaule entrevista al cazador dogon Ogotemmeli, para dar cuenta de una muy compleja cosmogonía africana. El análisis de Griaule sobre el pensamiento africano es seguido en detalle por Bastide, especialmente al analizar la filosofía del candomblé en O candomblé da Bahia (Bastide, 2001). Ver Arêas Peixoto (2000: 123). 41 42 Para mostrar la relatividad de los complejos (que determina que haya tantos tipos de inconscientes como de sociedades), en varios textos Bastide analiza la formación de la personalidad negra bajo la situación de dominación esclavócrata. Así por ejemplo, encuentra que el complejo de Edipo se desarrolla allí de manera “peculiar” pues, desestructurado el modelo familiar africano, la relación entre el señor y el esclavo pasa a reemplazar el vínculo entre el padre y el niño, de modo que el Alejandra Mailhe Página 18 para Bastide es necesario abandonar toda concepción ontológica o transhistórica de la identidad colectiva (así como también de la identidad individual), para pensar cómo la dialéctica entre transformaciones socioeconómicas y culturales cambia continuamente el sentido de las prácticas, impidiendo esencializarlas. Para Bastide, ese papel estructurador de las prácticas religiosas se exacerba cuando la sociedad estudiada es atravesada por procesos de interpenetración cultural como los que se suscitan a partir del tráfico negrero. Veamos. Si en África existen civilizaciones diversas, con religiones ligadas a organizaciones clánicas y familiares específicas, el tráfico esclavo romperá ese orden, obligando a los esclavos a formar parte de un nuevo tipo de sociedad, basada en la familia patriarcal. Subrayando la asimetría de la dominación, Portugal transplanta una sociedad y “civilización” recíprocamente coherentes; por contraste, entre los africanos se produce una devastación social a gran escala por la imposición de la esclavitud. En ese nuevo contexto, los valores se modifican: así por ejemplo, si en África el lazo con los orixás se transmite por línea paterna, en Brasil esa situación –inviable bajo el régimen esclavócrata– es sustituida por un culto integrador más amplio; la especialización de cada sacerdote en una única divinidad – imposible en Brasil– se transforma en un tributo más genérico a todas las divinidades; y el viejo culto a la fertilidad –ahora contraria a los intereses de los explotados– es sustituido por el culto a Ogum (dios de la guerra), de Xango (de la justicia) y de Exu (de la venganza). En definitiva, la cultura africana (integrada originalmente a una sociedad global) deviene una “subcultura” exclusiva de una fracción de la clase dominada. Lo llamativo para Bastide es que, respondiendo a un proceso de selección adaptativa, parte de los valores perduran a pesar de esa desarticulación de la base: la cultura africana permanece, “intactas em grande parte as representações coletivas, os valores e mesmo as palpitações da conciência coletiva” (Bastide, 1971, vol I: 64). Para sobrevivir, estos valores –fragmentados, privados de su base social, transplantados, flotando en el vacío– se adaptan a la nueva estructura y, al mismo tiempo, la modifican: sin los lazos orgánicos con su base original, logran darle cuerpo a nuevas formas de sociabilidad. Ahora bien; ¿por qué resisten en Brasil restos, fragmentos, islas de la civilización africana? La respuesta de Bastide es histórica y sociológica, lo que implica una ruptura con las explicaciones previas y contemporáneas, incluso de intelectuales próximos a Bastide como Herkovits, Pierson o René Ribeiro, quienes señalan como causa la existencia de una señor blanco tiende a ser introyectado por el negro como el padre, y el ama blanca como la madre sobre la que pesa el tabú del incesto. Página 19 “personalidad africana”, prolongando así implícitamente el biologismo de raíz decimonónica. En contraste con esta perspectiva, Bastide atiende a varios factores para mostrar cómo la esclavitud no solo genera fragmentación, sino también unidad, gracias al papel cohesionante –estructurador– de la religión.43 Sin embargo, hasta aquí Bastide no se diferencia de otros autores, previos y contemporáneos (como Edison Carneiro en Brasil o Fernando Ortiz en Cuba) 44 que apelan a la política45 como clave explicativa de la perduración del “África en casa”, descartando toda remisión a una personalidad o inconsciente raciales. Pero Bastide insiste además en señalar que se trata de un proceso de “perpetuación” de valores “sin base”, en el que juega un papel clave la vitalización religiosa lograda por los ritos colectivos.46 Cuestionando el reduccionismo del marxismo clásico, Bastide aborda el dislocamiento inédito que produce la situación de dominación colonial (entre el viejo orden simbólico africano y la nueva estructura lusa y esclavócrata), al subrayar el papel activo de la religión en la producción del orden social. Así, al menos temporariamente, la sociedad es producida por la “superestructura”: no hay un ascenso de la base al orden de las representaciones colectivas, sino un movimiento inverso de las representaciones colectivas hacia los grupos; es el orden simbólico el que busca, en las estructuras que se le imponen, nichos en los que adaptarse y desde donde resistir. 47 Y aunque no deja de observar una selección y 43 Si la adaptación a través del mestizaje cultural ya se había iniciado en África, luego el tráfico constante y el número creciente de esclavos renuevan continuamente los lazos con el continente de origen, favoreciendo además el reagrupamiento de las etnias en torno a líderes (en la plantación primero y luego en las ciudades); la condición de explotación común borra las diferencias culturales, suscitando una proliferación caótica de fragmentos de manifestaciones “sem laços orgánicos, de tradições interrompidas e retomadas”; la aculturación incompleta ejercida por la iglesia incentiva la creación de instituciones como las cofradías y las naciones de negros, favoreciendo involuntariamente la solidaridad racial y el sincretismo (Bastide, 1971, vol. I: 70). Finalmente, luego de la abolición, la migración a las ciudades desencadena una re-africanización de los sectores populares, al perderse las viejas instancias de cohesión inter-clase. Esos fragmentos perduran entonces porque son continuamente refuncionalizados “desde abajo”. 44 Pienso especialmente en las obras de Ortiz desde fines de la década del treinta. Al respecto ver Mailhe (2009c). 45 Esto es: a la constante redefinición del carácter estratégico de la cultura afro como instrumento de resistencia en la dinámica de la dominación cultural. 46 En contraste con Freyre (que extiende el modelo de la plantación nordestina al resto del país), Bastide preserva la heterogeneidad de las áreas de explotación, advirtiendo la existencia de condiciones muy diversas para la perduración y/o desintegración de las manifestaciones culturales afro. 47 Bastide (1961: 82). Alejandra Mailhe Página 20 reorientación “desde arriba” del folclore africano (para favorecer la explotación), 48 advierte que las creencias africanas se conservan y reencarnan posteriormente en nuevas instituciones en Brasil (como residuos vivos en la memoria colectiva y en el inconsciente individual) porque generan cohesión y resistencia. De hecho, percibidos en la diacronía, los diversos movimientos de adaptación y/o de reconstrucción del orden africano evidencian una constante intervención de la religión. Ese papel “político” dado a la religiosidad popular implícitamente se aproxima al sorelismo de otros marxistas heterodoxos en el campo latinoamericano, previos y contemporáneos, como José Carlos Mariátegui en los Siete ensayos de interpetación de la realidad peruana, Alejo Carpentier en El reino de este mundo o Ezequiel Martínez Estrada en Mi experiencia cubana.49 Para Bastide, la prueba está en la historia: en los quilombos (que aspiran a la recreación de África) y en los levantamientos que, como el de 1835 en Bahia, anclan en la religiosidad de los esclavos, enraizando en el orden de la pasión –del inconsciente–).50 Hasta el culto católico, impuesto a los negros “desde arriba” como parte del control social, es transformado “desde abajo” en un instrumento de solidaridad étnica y de reivindicación social. Para Bastide, no solo las mismas prácticas asumen sentidos diversos en la diacronía: además, en ese dualismo de cultura, paralelo al dualismo de clase, cada grupo reinterpreta a su modo las representaciones colectivas del otro. Por eso, ...para a classe dos senhores, a religião, sem que ela o confesse a si mesma, foi bem concebida, segundo a expressão de Marx, como um “ópio”, capaz de enfraquecer a resistencia terrestre, de mutilar a vontade de revolta dos oprimidos, de dissolver a oposição em meros sonhos messianicos. Mas –e nossa observação poderia ser, aliás, o ponto de partida também de uma crítica do marxismo– isso era esquecer que o 48 De hecho, Bastide atiende constantemente al efecto paradójico que generan diversas medidas de la clase dominante (que promueven la división y rivalidad entre las naciones negras y, al mismo tiempo, permiten que se perpetúen las tradiciones religiosas o culturales africanas –que, a la vez, impiden la formación de una conciencia de clase–). Al mismo tiempo, Bastide se inclina reiteradamente por hipótesis explicativas de matriz marxista. Por ejemplo, revisa críticamente el “lugar común” de la historiografía que define la esclavitud brasileña como “más benigna” con respecto a la del mundo anglosajón. Contra esa concepción preconceptuosa, subraya los intereses económicos (más que raciales o religiosos) como fundamento de la supuesta “benignidad portuguesa”. Sobre este último autor ver “Los sectores populares y la cultura popular en el ensayismo de Ezequiel Martínez Estrada” en este mismo libro. 49 50 Al abordar la rebelión de 1835, Bastide se opone a la interpretación del historiador marxista Aderbal Jurema, que reduce la religión a un mero reflejo sin incidencia en el movimiento de rebelión en sí. Página 21 negro ia reconsiderar –reinterpretar, diria Herkovits– o cristianismo através de sua própria religião, utilitária e coletiva (Bastide, 1971, vol. I: 201). Esta crítica a la concepción marxista de la cultura se profundiza en particular en su análisis de la aculturación socialista. 51 Para Bastide, la antropología soviética presupone que los cambios superestructurales serán consecuencia a posteriori de los cambios en la estructura económica de producción; negando la existencia de valores de comunión interclase, reprime las manifestaciones de la cultura tradicional, para así acelerar la evolución unilineal de la historia (por ejemplo, persiguiendo la pedagogía de los Lamas, reducida a resabios feudales impuestos “desde arriba” y sin arraigo en la cultura de las clases oprimidas). Para Bastide esa perspectiva (que engendra la resistencia de las culturas locales contra el autoritarismo aculturador que amenaza con su destrucción) constituye un nuevo punto de vista evolucionista y etnocéntrico, incapaz de comprender la extrema complejidad de la dominación cultural, y su participación activa en el plano de la estructura.52 Teoría de la interpenetración cultural y teoría de la circulación de las ideas Repasemos: Bastide define la teoría de la interpenetración entre culturas como un proceso de yuxtaposición de fragmentos culturales de proveniencias heterogéneas, que establecen una convivencia tensa (siempre sesgada por las relaciones de dominación, creando un complejo campo de fuerzas múltiples). 53 Esa yuxtaposición no conduce a una 51 Ver “La aculturación planificada en el contexto socialista” en Bastide (1977). 52 También en su intervención en los países musulmanes, la URSS habría reducido el Islam a una mera superestructura (que se aspiraría a modificar a medida que cambiasen las relaciones de producción). Esa colonización coactiva, que acaba reproduciendo las antiguas jerarquías raciales y reactivando un orden fundado en la exclusión etnocéntrica, fracasa –dice Bastide- por su incapacidad para reconocer que la cultura es un sistema y no una simple superestructura. De este modo, en una dura crítica al evolucionismo etnocéntrico implícito en el marxismo, advierte que los soviets prolongan indirectamente la política imperialista de los Zares, al reactivar la misma lógica mística (ahora secularizada) que confía en la “misión” del propio grupo para la salvación del resto. Ver por ejemplo Bastide (1977: 91-92). Así por ejemplo, el “bajo espiritismo” de umbanda supone un complejo continuum de prácticas que incluye la recepción adaptativa del espiritismo de Allan Kardec, reelaborado entre los sectores populares locales, junto con elementos africanos, indígenas y católicos. En ese universo inestable conviven además fragmentos ideológicos divergentes: desde residuos de ideologías hegemónicas previas, hasta prácticas de resistencia a la dominación, también presentes en la tradición de 53 Alejandra Mailhe Página 22 fusión sintética en la que se disuelven las diferencias, sino a la producción de un mosaico, bricollage o caleidoscopio (las metáforas son varias, y en todo caso aluden a un dinamismo imposible de ontologizar, dado el carácter continuo y multidireccional de los contactos). 54 De hecho, Bastide resiste la adopción de las expresiones “aculturación”, “mestizaje” e “hibridación”, en base a este rechazo de la síntesis dialéctica (que en general produce una homogeneización invisibilizadora del “otro”). Además, “por primera vez”, esa condición de inestabilidad y dispersión de las manifestaciones culturales “sincréticas” no se percibe como un elemento desvalorizador, lejos tanto de condenar el mestizaje como falencia (gesto clásico en el pensamiento etnocéntrico) como de elogiar exaltativamente el carácter absurdo de la hibridez local.55 En gran medida, es la experiencia de campo en el contexto periférico (y en el margen del margen: en el orden de las religiosidades afrobrasileñas) la que permite producir ese refinamiento teórico. Es más: es posible pensar que esa definición de la interpenetración (como yuxtaposición de elementos contradictorios sin síntesis dialéctica) descansa en el propio pensamiento “no dialéctico” de las religiosidades africanas estudiadas por Bastide. Ahora bien; desde nuestro punto de vista, por un lado esta teorización sobre la dinámica cultural constituye una metodología válida en el campo de las ciencias sociales (gracias al ejemplar asedio del mismo objeto desde múltiples puntos de vista); por otro lado, es pensable como un modelo paradigmático para redefinir teóricamente la circulación y la recepción de las ideas en los campos intelectuales. pensamiento heredada, visibles en la negación del origen africano (“degradante” por su carácter fetichista y primitivo) en favor de raíces míticas más “prestigiosas” (como Egipto, Lemuria o la India), y en la reelaboración del indianismo romántico (subyacente en la representación del estereotipo del “indígena belicoso”), de los estereotipos del negro “bueno” o “malo” (que recrean antiguos clisés de la sociedad esclavócrata) o de la concepción de los espíritus de los negros como próximos a la materia. De este modo, también la umbanda tramita los conflictos de clase en el sustrato de lo sagrado: como respuesta adaptativa ante la modernización, negocia con la ideología hegemónica la construcción de un panteón de estereotipos y, al mismo tiempo, valoriza la intervención de espíritus negros e indígenas como guías (al disputarle a los blancos la hegemonía de los espíritus, responde al sometimiento racial/social). Bastide piensa entonces la umbanda como un espiritismo “à brasileira” que realiza una adecuación crítica y activa, en el campo del espiritismo, de las tensiones que atraviesan la construcción de la identidad nacional. Ver por ejemplo Bastide (1971, vol. II: 437). 54 Al rechazar el mestizaje como síntesis, preservando las contradicciones, el pensamiento bastidiano anticipa la concepción de las contradicciones en el pensamiento posmoderno. Sin embargo, mientras la cultura posmoderna supone una ruptura con respecto a los valores modernos (y en especial el predominio del individualismo narcisista), en la interpretación de Bastide los cultos afrobrasileños apelan a la puesta en crisis del “yo” (por la vía de la experiencia extática) pero para alcanzar la fusión emocional con la comunidad que resiste el individualismo de los valores occidentales. Al respecto ver Mary (1994). 55 Este elemento sería visible en cambio, por ejemplo, en los manifiestos de Oswald de Andrade en los años veinte. Página 23 De hecho, una teoría de la circulación internacional de las ideas, ¿no debería formar parte de un marco de reflexión más amplio sobre la interpenetración cultural? ¿O la dominación cultural que se instaura entre los centros hegemónicos y las periferias obedece a lógicas radicalmente diferentes respecto de las que se establecen entre las elites intelectuales y los sectores populares a nivel local? ¿No es esta segunda “fricción cultural” parte de una cadena más amplia, que redefine el papel de los intelectuales periféricos como mediadores? Y esa mediación intelectual, ¿no implica el ejercicio de una amalgama cultural inestable, a la que puede aplicarse el modelo bastidiano de yuxtaposiciones contradictorias sin síntesis dialécticas? Insistamos a partir de otro caso: Díaz Quiñones (2006) realiza un trabajo iluminador para pensar la mediación intelectual desde la periferia, la formulación de amalgamas teóricas mestizas e incluso la “interferencia” de las culturas populares en la formulación de nuevas categorías conceptuales,56 al advertir que el antropólogo cubano Fernando Ortiz, en su adecuación activa del positivimo lombrosiano, apela al componente “democrático” y antirracista contenido en el espiritismo de Allan Kardec (practicado por parte de la elite dirigente blanca, pero al mismo tiempo en compleja sintonía con los espiritismos populares que absorben elementos europeos, católicos y africanos). 57 Así, piensa la religiosidad afrocubana a partir de una teoría de la cultura en la que se amalgaman, yuxtaponiéndose en tensión, categorías provenientes tanto de las teorías “científicas” centrales como de las culturas de base. Es más: el propio concepto de “transculturación” (que condensa el importante aporte teórico de Ortiz sobre la dinámica de la cultura) supone un deslizamiento conceptual emanado del vocabulario espiritista que puebla los textos previos al clásico Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, pues del trance y transmigración de las almas a la transculturación hay más que una mera apelación al mismo prefijo: en ambos contextos, se trata de un modelo de identidad en tránsito, sometido a un proceso abierto de yuxtaposiciones contradictorias, que resiste toda esencialización, sin acceder a una solución sintética y homogeneizante.58 En el caso de Bastide, el modelo de sujeto implícito en su obra, sesgado por la yuxtaposición de elementos contradictorios, sin interpenetración sincrética (y que el propio autor universaliza al adoptarlo para pensar incluso las prácticas contradictorias de los 56 Ver Díaz Quiñones (2006). 57 Una excelente prueba de la expansión de varios espiritismos extendidos en el campo popular cubano de la época en que escribe Ortiz se encuentra en la ficción Ecué-Yamba-Ó de Alejo Carpentier. 58 Sobre este tema en Ortiz ver Mailhe (2009c). Alejandra Mailhe Página 24 occidentales),59 facilitaría –entre otras cosas– el abandono definitivo de la fe “positivista” en la “intencionalidad” como clave interpretativa de los textos (tal como se actualiza, en el campo de la historia de las ideas, en teorías como la de Quentin Skinner). 60 A la vez, las categorías que formula Bastide para pensar el complejo universo de las religiosidades populares permitirían desterrar definitivamente todo resabio jerarquizador para pensar la recepción de teorías centrales como un “malentendido estructural” que somete la teoría a un “prisma deformante” (según la metáfora empleada por Pierre Bourdieu).61 Incluso la tolerancia de las contradicciones a partir del “principio de corte” permitiría considerar desde otra perspectiva la tensión (central en el debate clásico sobre las “ideas fuera de lugar”) entre “modelo teórico” y “práctica”: así como los sectores populares –dice Bastide– preservan el equilibrio psíquico integrándose a la vida moderna y conservando su participación arcaica en el mundo del candomblé, la elite –podría decir Schwartz– se integra en el mercado internacional asumiendo la máscara del liberalismo moderno, pero conservando “hacia dentro” una posición esclavócrata fuertemente antiliberal. Así, entre la celebración y la denuncia del dislocamiento, el “principio de corte” (entre los subalternos aculturados) complementa y se contrapone a las contradicciones de la elite. Ambos enfoques abandonan la exigencia de coherencia y trabajan las contradicciones (de ambos polos sociales) como síntomas del dualismo estructural de la periferia. Por último, inscripta en el seno de una teoría de la dinámica cultural como la de Bastide, la reflexión sobre la circulación de las ideas adquiriría un nuevo espesor (etnográfico, además de sociológico). Podría entonces repensarse la complejidad de las mediaciones ejercidas por el intelectual, incluyendo las interferencias (y/o las interacciones) que, desde las culturas de base, inciden tanto en la formación del letrado como en su más madura formulación de categorías y conceptos. En Antropología aplicada, Bastide advierte: ...los criterios mismos que los antropólogos se forman acerca de la aculturación, de sus finalidades y de su marcha, no solo dependen de los estudios empíricos que puedan realizar sino también de las situaciones aculturativas en las cuales trabajen, y [...] estas situaciones aculturativas, a 59 Ver por ejemplo Bastide (1971, vol. II: 415). 60 Ver Skinner (2000). 61 Ver Bourdieu (1999). Página 25 su vez, son la herencia de las concepciones étnicas de sus predecesores. Siguiendo en esta dirección se podría encarar la elaboración de toda una “etnología del conocimiento” que complementase a la “sociología del conocimiento” y de la cual incluso podría constituir un capítulo [...], distinguiéndose de ella, pese a todo, en que la sociología del conocimiento estudia los efectos de la posición del científico en una determinada estructura de las relaciones humanas [...], en tanto que una etnología del conocimiento solo se preocuparía por los efectos de los valores, ideales, hábitos o actitudes culturales que gravitan desde fuera sobre el investigador (Bastide, 1977: 92; la bastardilla es nuestra). Esa reflexión bastidiana (sobre el modo en que tanto el contexto geopolítico como las tradiciones discursivas heredadas del pasado condicionan la producción de ideas de los intelectuales) converge con el refinamiento teórico con que piensa el valor meramente posicional y múltiple –social, cultural, psicoanalítico– de las prácticas culturales. El problema radica entonces en determinar cuáles son las múltiples exterioridades que interpelan al intelectual y de qué modo operan en cada caso. El “africanus sum” de Bastide implica toda una serie de problemas teóricos que superan la mera identificación exotista con la alteridad. Desde Domingo F. Sarmiento o Euclides da Cunha hasta Fernando Ortiz, Gilberto Freyre o Roger Bastide, la persistencia con que los intelectuales latinoamericanos suelen apelar al mestizaje para definir su propia mediación intelectual dice algo tanto acerca del carácter mestizo de las mediaciones, como acerca de las mediaciones que ejerce el mestizaje. Bibliografía Arêas Peixoto, Fernanda (2000). Diálogos brasileiros. Uma análise da obra de Roger Bastide, San Pablo, Edusp/Fapesp. ------------------------------ (2001). “A utopia africana de Roger Bastide” en Bastide, Roger. O candomblé na Bahia: rito nagô, San Pablo, Companhia das Letras. 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