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Transcript
Heraldo de Aragón l Domingo 27 de octubre de 2013
ESPAÑA l 35
Sociedad
ALBERTO JIMÉNEZ SCHUHMACHER I INVESTIGADOR I Volvió al CNIO de Madrid
tras ser postdoctorado en Nueva York. Ahora ve publicado su trabajo en ‘Nature Medicine’
«En EE. UU. saben que la investigación
de hoy es la medicina del futuro»
El trabajo postdoctoral de Alberto
Jiménez Schuhmacher (Zaragoza,
1980) en el Memorial Solan Kettering Cancer Center de Nueva York
acaba de ser publicado en la prestigiosa revista científica ‘Nature
Medicine’. Encontró un fármaco
que podría funcionar en el tumor
cerebral más dañino. En marzo
volvió a ser fichado por el Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid.
¿Qué supone para usted el hallazgo de aliados contra las células tumorales en el cerebro?
Estoy muy satisfecho porque creo
que pocas veces más en mi vida me
voy a encontrar con este tipo de resultados y que además tengan tan
rápido una aplicación clínica. Con
estos inhibidores se está ya trabajando en ensayos clínicos. Ha sido
una satisfacción increíble porque
además tenía dos amigos que fallecieron de este tumor hace unos
años, con lo cual es una recompensa personal muy grande.
¿Qué repercusión práctica puede
tener el descubrimiento de esta
vía de ataque a los tumores cerebrales?
Creo que aporta una nueva manera de pensar. Siempre hemos pensado en el tumor como una célula
que crece y hay que ir a matar. Esa
estrategia es correcta, pero el tumor engaña a todos los que tiene
alrededor y los utiliza en su beneficio, por eso creo que combinar
terapias dirigidas contra el microentorno tumoral puede ser más
eficiente en algunos casos. En los
últimos años empiezan a aparecer
ejemplos parecidos a estos. Se pensaba que se podía acabar con el tumor matando los vasos sanguíneos, que es por donde le llega la
comida, pero si conseguimos que
estos vasos estén más fuertes, la
droga que inhibe a la célula tumoral llega antes.
¿Es extrapolable este mecanismo
que ha descubierto a otros tumores que no sean cerebrales?
En principio, en aquellos en los que
haya una correlación entre un aumento de macrófagos con un peor
pronóstico, como el cáncer de ovarios, algunos tipos de tiroides, el
cáncer de páncreas o el cáncer de
mama. Creo que esta terapia por sí
sola no será suficiente, pero combinada con otras puede hacer que
la respuesta sea más fuerte.
¿Comenzarán pronto los ensayos
clínicos?
Para el inhibidor con el que yo trabajé no, pero hay inhibidores de
otras compañías que van contra la
misma diana y están en fase de ensayo clínico. Ya lo hay en fase 2 para leucemia mieloide aguda, gioglastoma y próstata y hay un estudio en fase 1 para mama. La aplicación en cáncer de estos inhibidores es relativamente reciente, por-
Alberto Jiménez Schuhmacher, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). MARTA REMARTÍNEZ
que estaban centrados en otras patologías como la artritis. Pronto, en
cinco o diez años, será cuando sepamos resultados.
¿Qué ve necesario para llegar a
avanzar en este campo? ¿Es todo
una cuestión económica?
Algunos avances surgen de la mano de nuevas tecnologías. Por
ejemplo, secuenciar un gen hace
20 años era una cosa muy complicada, y ahora podemos secuenciar
el genoma de un paciente en dos
días o menos. Se tienen que producir unos avances técnicos que
hacen que todo cambie. Y tiene
que haber una inversión estable,
porque no conduce a nada tener
una inversión que de repente se
pare.
¿Cómo es posible hacer un viaje
de vuelta a España?
Tuve la suerte de hacer la tesis
doctoral con Mariano Barbacid.
Sufrí mucho trabajando porque es
muy duro, pero la recompensa fue
tener buenas publicaciones y eso
me abrió la puerta de muchos laboratorios. Además, pude conseguir una beca de la Fundación Ramón Areces y una beca de la Obra
Social de Ibercaja. En mi carrera lo
normal es salir fuera. Lo ideal es
volver, pero mi caso es excepcional. Recuerdo una cena que organizó el cónsul en Nueva York, que
EN POCAS PALABRAS
«Volver es muy difícil
porque somos muchos,
hay muy pocas ayudas
y la situación es muy
complicada»
«Si esto no mejora,
probablemente tenga
que volver a hacer
las maletas»
quería conocer a los científicos
postdoctorales que estábamos allí.
Nos pidieron que nos pusiéramos
en contacto para quedar. Y contestamos, solo del área biosanitaria de
Nueva York... ¡400!
¿Y cómo lo logró usted?
Se alinearon los astros: había acabado el proyecto en Nueva York y
tenía que decidir si quería quedarme o intentar volver. A la vez en el
CNIO, gracias a la Fundación Severiano Ballesteros (FSB), se pudo
reclutar a Massimo Squatrito, un
investigador de grandísima proyección a quien tuve la suerte de
conocer en Nueva York. Coincidió
todo: como le gustaba lo que yo hacía en el Memorial, me ofreció volver con él a España en una condición muy buena, como científico
del CNIO, donde además el año
pasado se montó un laboratorio de
tumores cerebrales. Y empecé en
marzo pasado.
¿Hubiera sido posible desarrollar
en España la investigación que
ahora ve publicada?
Sí, en el CNIO se hacen descubrimientos iguales o más importantes. El problema es que es un único centro, una isla en el panorama
científico. En Nueva York, enfrente del Memorial está la Universidad de Cornell, al lado la de Rockefeller, unas manzanas más allá la
Columbia University...
Las últimas noticias hablan de un
ERE en el CNIO.
Es un drama y la investigación se
va a resentir y mucho. Sé que se está haciendo lo posible por evitarlo, pero me parece increíble haber
llegado a esta situación. Si esto no
mejora no sé qué va a pasar en
unos años. Probablemente tenga
que volver a hacer las maletas. En
el mundo anglosajón es impensable permitir que un centro como el
CNIO, donde se producen avances
tan importantes, se desestabilice.
Allí los millonarios sueltan cheques de cien en cien millones a la
ciencia. Invierten en salud a futuro porque saben que la investigación de hoy es la medicina del futuro. Aquí los nuestros invierten
en cuadros de pintores muertos y
dicen que contribuyen a la cultura.
Allí las colectas se hacen con cheques y tarjetas de crédito y aquí
con huchas y monedas.
NURIA CASAS
Golpe a los compinches del crimen celular
ZARAGOZA. «El cáncer es un cri-
men celular organizado». Alberto
Jiménez Schuhmacher (Zaragoza,
1980), discípulo de Mariano Barbacid, parte de esta metáfora para
explicar cómo los resultados de
sus investigaciones, que aparecen
en el número de octubre de la prestigiosa revista ‘Nature Medicine’,
pueden aliarse para luchar contra
las células cancerígenas. Este joven aragonés ha logrado probar en
ratones con gioblastoma multiforme (el tumor cerebral más frecuente) que si se incide sobre el
microentorno de las células cancerígenas en vez de centrarse en
atacarlas directamente, el tumor
no solamente no va a más, sino que
disminuye significativamente.
Siguiendo el símil, si las células
cancerígenas buscan compinches,
los denominados macrófagos, pa-
ra perpetrar su acto delictivo, ¿por
qué no buscar aliados, introducir
topos capaces de contrarrestar a
esos ayudantes y así minar la extensión del tumor? El equipo de
Alberto Jiménez comprobó que
para que los macrófagos ayudaran
a las células tumorales era de vital
importancia el factor de crecimiento CSF-1. Sin él, los macrófagos no pueden vivir ni crecer. Pensaron que si anulaban ese factor,
interrumpirían el diálogo molecular. Para ello utilizaron un inhibidor experimental frente al receptor de CSF-1. Ese fármaco fue creado para tratar la artritis atacando a
unos primos de los macrófagos.
Alberto Jiménez y sus colegas
trataron ratones con tumores cerebrales con este inhibidor de
CSF-1 y observaron que los roedores vivían mucho más. «Al final del
ensayo, tras medio año de tratamiento, más de la mitad estaban vivos. Apenas sobrevivieron cuatro
semanas los ratones control, tratados como vehículo, un equivalente al placebo en humanos».
El investigador zaragozano y sus
compañeros quisieron saber al detalle qué estaba ocurriendo para
obtener tales resultados. Antes de
comenzar y al finalizar el tratamiento hicieron una resonancia
magnética para determinar el tamaño del tumor. «¡El resultado era
espectacular! –explica Jiménez–.
Mientras el tumor crecía en los ratones sin tratar hasta en diez veces
su tamaño, en tan solo una semana los tratados presentaban una reducción muy importante de su volumen». Analizaron qué le ocurría
al tumor al microscopio y vieron
que había menos células tumora-
les. Además, esas se multiplicaban
menos y muchas se suicidaban
mediante un mecanismo que se
llama apoptosis.
Para su sorpresa, los macrófagos
seguían ahí, solo que en vez de
ayudar a las células tumorales ahora atacaban al tumor. A partir de
estos análisis genéticos determinaron una firma genética que podría
ayudar a identificar a los pacientes que podrían beneficiarse de esta terapia.
Una beca de la Fundación Ramón Areces y el mecenazgo de la
Obra Social de Ibercaja le permitieron una estancia postdoctoral
de 2009 a 2012 en el Memorial Solan Kettering Cancer Center de
Nueva York, bajo la dirección de
Johanna Joyce. Y ahora los frutos
se plasman en ‘Nature Medicine’.
N. C.