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Párrafos de la charla
“Muy buenas noches. Gracias por la presencia de todos ustedes, y muy especialmente agradezco
a los organizadores de este acto, que me permiten conocer este mágico lugar. Voy a hablar sobre
la memoria en la obra de Borges, comenzaré recordando las confesiones de San Agustín.
Después pueden hacerme preguntas.
Hablar de la memoria...qué memoria, la de él, la de Borges, la de él en nosotros, la de él en sus
lectores, en esa otra forma de memoria que es su obra, la de él, en lo más íntimo de mi ser, en
mí, que fui su discípula, su amiga, su mujer...
[...] Mi memoria visual se remonta al día en que mi padre me llevó a una conferencia que él
dictaba. Yo quería estudiar literatura y quería escribir. La memoria de su memoria parte de mi
adolescencia cuando comencé a estudiar con él. Ahí pude comprobar su asombrosa memoria.
Primero, capaz de recordar citas, poemas o casi la exacta página donde estaban los datos que
buscaba para alguna conferencia o algún cuento, luego de años y años de haberlos leído por
primera vez. Desde 1960, mi memoria guarda como un palimpsesto el emocionado testimonio del
nacimiento y desarrollo de su creación literaria. Lo recuerdo, cerrados los ojos, como si la barrera
de su ceguera que lo aislaba de toda distracción no fuera suficiente y necesitara apretar los
párpados para que ni siquiera el pensamiento de tener los ojos abiertos pudiera distraerlo.
Así, sumergido en esa doble oscuridad, permitía que la luz interior, la musa o el espíritu,
emitiendo lentamente una sucesión de imágenes y de ideas como El Aleph, fuese dando forma a
lo que todavía era ignorado por él. Luego, lentamente, se impondría la forma. Eso sería un cuento
o un poema. Cuando su mano se alzaba y marcaba las sílabas en el aire, yo, desde mi silencio,
sabía que comenzaría a dictarme un poema.
¿Cómo transmitirles ese instante? Ese instante que como el proceso anterior, no me era ajeno
emocionalmente. Creo que nadie puede ser mero espectador de un proceso de creación sobre
todo de alguien que, como Borges, emanaba una fuerza tan especial por la que una se sentía
arrastrada. Una parte maravillosa, vital, de la memoria que guardo de Borges, son los viajes. A
veces él me decía: “su padre la educó para mí”; porque gracias a mi padre, tuve una increíble
aproximación al arte desde antes de tener uso de razón. Esta enseñanza fue de una enorme
utilidad a la hora de transmitirle a Borges el ambiente de una ciudad que no conocía, los colores
de un atardecer, impalpable emoción de revivir juntos el instante que era en mí, memoria y en él,
memoria de un relato. Memorias que fluyeron hechas lágrimas, cuando en lo alto de la escalinata
del Louvre, vimos y dejo a propósito este verbo en plural, ya que Borges había tenido en ese
instante la imagen ya modificada por otras, por la distorsión del tiempo y de la memoria, de la
Victoria de Samotracia. Precisamente esa estatua sobre la que mi padre me enseñó la belleza. La
belleza era la memoria materializada. Era haber logrado lo imposible, detener la brisa del mar en
los movimientos de los pliegues de la túnica para la eternidad.
Quizá, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas, viéndolas en las de Borges, intuí que ese
poema, “El Grabado” de Historia de la Noche cuando dice:
.....................................
A veces me da miedo la memoria.
En sus cóncavas grutas y palacios
(Dijo San Agustín) hay tantas cosas.
El infierno y el cielo están en ella.
......................
Sentí, digo, que no eran ciertos estos versos, que nunca nos tocaría el infierno de la memoria.
Estaríamos a salvo mientras atesoráramos en nuestras memorias, el recuerdo o el vestigio del
recuerdo de esa tarde, de nuestro amor, de un poema compartido, de nuestras manos
entrelazadas, como la memoria que atesora una gota de agua. Entonces sería realidad el verso
que Borges escribió:
.............................
Qué importa el tiempo sucesivo si en él
hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde.
.............................
Síntesis de algunas preguntas realizadas por el público
¿Borges tenía memoria selectiva o por detalles cotidianos?
Sí, tenía memoria selectiva. Como en Funes, recordar todo sería una forma de locura. Yo creo
que su memoria era selectiva como la de todos nosotros.
¿Hay relación entre saber olvidar y la memoria?
Saber olvidar es una forma de perdón. Si uno sigue recordando no hay posibilidad de libertad.
Quedar prendido de cosas negativas en realidad va produciendo un deterioro en nosotros
mismos. Olvidar es sabio siempre que queramos hacerlo.
A través de la obra de Borges, el mar es importante. Cuando viajaban, ¿preguntaba sobre el
mar o los lugares que visitaban?
El mar fue algo muy importante para Borges, que lo amaba profundamente, como también para
otros poetas comenzando por Homero, padre de la poesía occidental, que no se cansó de
nombrarlo a lo largo de la Ilíada y la Odisea.
Borges decía que la gente que vive en pueblos cercanos al mar tiene una fuerza especial y
diferente a aquellos alejados de él.
¿Recuerda algo del Libro de la Arena? ¿Su proceso creativo?
El proceso creativo en Borges era muy especial. Gran parte de los cuentos y poemas vienen de
sueños que él tenía. Podían ser pesadillas o no. Al despertarse, tomaba baños de inmersión
porque no podía estar de pie y allí recordaba lo que había soñado y se quedaba tratando de
pensar si podía servir para un poema o un cuento. Una vez que tomaba la determinación
comenzaba el proceso de creación. Por supuesto siempre corregía. Con un grupo de profesores,
desde hace varios años, estamos descubriendo todas las variantes de los textos de Borges
publicados. Borges aceptó editar sus obras completas en vida, sabiendo que no iban a ser
totalmente completas, simplemente para poder volver a corregir la totalidad de su obra. Era un
perfeccionista.
Hay un poema muy extraño que se llama Ein Traum. Recuerdo que estábamos en Estados
Unidos cuando él me lo dictó, lo hizo al despertarse. Le pregunté muchas veces por qué no lo
modificaba, dada la obsesión de corrección permanente. ¿Por qué no éste?
Me respondió: - Esas no son mis palabras sino las del Espíritu. Yo soñé estas palabras exactas y
no las quiero corregir porque quizá fueron dictadas por el propio Kafka. .
Es el único poema que, efectivamente, no corrigió nunca.
¿Cómo definiría a Borges?
Un ser ético, un ser que perdió muchas cosas en la vida por no traicionarse a sí mismo, por no
ceder a presiones que podrían haberle convenido.
Era un ser libre por sobre todas las cosas. Lo que más amé y amo en él es la libertad que tenía.
Libertad que yo comparto por otra parte, con él que era como el mar, inabarcable, maravilloso y al
mismo tiempo lleno de matices.
¿Podría compartir con nosotros algunas reflexiones sobre Borges y la música?
Borges tenía un gusto muy especial con respecto a la música y sus opiniones, a veces,
escandalizaban a la gente. Él decía que Beethoven no le gustaba y que la ópera era algo
disparatado. Su preferencia era la música medieval, de cámara, Brahms, Bach, las músicas
folclóricas griegas, japonesas y la milonga y los tangos de la guardia vieja porque consideraba
que esos tangos tenían otro espíritu, otra esencia. A él no le gustaba Gardel porque pensaba que
con Gardel el tango se había hecho llorón y sentimental, dos cosas que él detestaba también en
la literatura.
Sus gustos iban desde los Beatles hasta Pink Floyd, pasando por los Rolling Stones.
Del film The Wall (Pink Floyd) sabía los diálogos de memoria, le encantaba su música y decía que
tenía una fuerza especial y que lo hacía sentir muy bien.
En Madrid, en el Hotel Palace, estábamos esperando que nos pasaran a buscar para cenar y de
pronto veo a Mick Jagger que se arrodilla al lado de Borges y le dice:
- Maestro yo lo admiro y leí toda su obra.
- ¿Quién es usted, señor? Le pregunta Borges.
- Mick Jagger, contesta el músico.
- Ah, uno de los Rolling Stones, dice Borges.
Mick Jagger casi se desmaya y le pregunta:
- ¿Cómo maestro, usted me conoce?
- Sí, lo conozco y conozco lo que usted hace gracias a María que me permitió descubrirlo.
Borges no tocaba música. Decía que era sordo musical. Le gustaba mucho el jazz, el flamenco y
los negros spirituals. Cuando viajábamos a New Orleans, íbamos al Preservation Hall y
escuchábamos jazz.