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"TRAUMA, MEMORIA Y SILENCIO"
Lazos familiares y transmisión: hijos y nietos de sobrevivientes como
testigos indirectos de la Shoá...
Diana Naymark
El tema que nos convoca, tiene que ver con la memoria y también con el
silencio. La idea es intentar un recorrido interrogando distintas cuestiones que
tienen resonancias singulares…
¿Qué podemos decir acerca de la transmisión de lo acontecido en la Shoá a
través de aquellos testigos indirectos, que son los hijos y nietos de
sobrevivientes?
¿Qué tiene el Psicoanálisis para aportar acerca de la reconstrucción de estos
hechos y testimonios sobre las heridas individuales?
¿El horror vivido por los padres afectó la subjetividad de la segunda y tercera
generación?
Entiendo que la palabra de los sobrevivientes directos y de sus hijos y nietos
constituye un acto de resistencia; una resistencia encarnada en los testimonios,
patrimonio de los que vivieron directamente las experiencias del pasado pero
también de sus sucesores…
Así, es posible pensar en dos usos de la expresión testimonio “el testimoniopartícipe” y el “testimonio- delegativo”; podríamos decir que en ambos se
ha “presenciado” la situación.
Se considera en la actualidad como sobreviviente de la Shoá a todo judío que
haya vivido en Alemania o en los territorios ocupados por los nazis desde 1935
hasta 1945.
Las voces del pasado nos llegan de distintos modos, nacidas en distintos
contextos: la simple transmisión oral, el ensayo, la entrevista, la investigación
histórica, la creación literaria; la creación artística…
La memoria adopta diferentes formas: crónicas, ficciones, evocaciones; y es el
modo que tienen las nuevas generaciones de incorporar el pasado…
Las situaciones traumáticas tienen ecos y consecuencias especiales en cada
sujeto que hacen que las marcas de lo vivido estén presentes, actúen
expresadas o silenciadas y vuelvan en diferentes formas y multipliquen sus
efectos.
El lugar del testimonio de hijos y nietos de sobrevivientes de la Shoá; el
problema de indagar y la cuestión de la imposibilidad de representar el
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horror; de dar palabras que logren captar la realidad del acontecimiento, nos
convoca a hablar sobre el tema.
¿Qué dice, entonces, el Psicoanálisis sobre estas cuestiones?
Las representaciones, el material testimonial, la relación entre “la verdad” y “el
testimonio” que analiza la fidelidad de los recuerdos, conducen a cierta
paradoja: el testimonio, como el sueño, es inapelable. Es lo que es. Pero al
igual que el sueño, está constituido por desplazamientos, inversiones, olvidos y
falsos recuerdos.
Todo eso configura lo que Freud llamaba una verdad, y su valor referencial
podrá ser confrontado con algún documento o no.
Sin embargo, el testimonio, en este caso, de hijos y nietos de sobrevivientes no
se define por su valor de referencia; es el modo cómo se lo trata lo que lo
convierte en historia.
La idea será entonces, considerar este aporte: lo traumático y sus
consecuencias; esto es: sus experiencias individuales; lo dicho como lo
silenciado…
Propongo que consideremos a la segunda y tercera generación como
receptora y como transmisora a la vez de la experiencia vivida por sus
padres y abuelos, de manera que estos testimonios en la actualidad, con los
dilemas intergeneracionales de hijos y nietos en relación a la memoria y a la
transmisión, nos lleven a plantear algunas conceptualizaciones.
Las investigaciones realizadas a partir de ellos, probablemente podrán
permitirnos reconstruir las formas de vida en la administración de la muerte
atravesada por sus padres y abuelos.
Las diferentes formas del sufrimiento de las víctimas directas y de quienes las
rodean, interpelan acerca de la transmisión en relación a la lucha por la
reconstrucción de la memoria: ¿quiénes son las víctimas para los demás y qué
representan?
Es el testimonio de hijos y nietos, una manera de transmitir, actualizar,
relacionar tiempos y experiencias recreando un nuevo espacio entre quien
relata y quien escucha; esto es: una forma de vincular el testimonio a la
construcción y transmisión de la memoria.
El Psicoanálisis concibe aquello de la singularidad de cada sujeto; hablamos del
“uno por uno”; la responsabilidad subjetiva como un asunto particular que
implica que cada sujeto atraviesa una situación traumática de un modo
absolutamente propio y esto tiene que ver con una serie de vivencias a lo largo
de su existencia, que lo hacen único e irrepetible…Un hijo o nieto de
sobrevivientes de la Shoá no transita la experiencia del mismo modo que un
hermano, en una misma familia…Esto es el “uno por uno”…
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Es en ésta cuestión, cuando el Psicoanálisis se aparta de la Psicología Social que
está más ligada a pesquisar lógicas y razones colectivas.
Sin embargo hay aspectos que hacen a lo compartido en lo estructural.
¿Será posible distinguir algo característico en los hijos de sobrevivientes
diferente a lo que le pasa a cualquier hijo? ¿Acaso no todos los sujetos reciben
mandatos de su familia? ¿En qué se diferencian estos mandatos recibidos por la
segunda generación de los que reciben otros sujetos?
Desde esta perspectiva, Diana Wang, escritora, hija de sobrevivientes, autora
de varios libros sobre el tema, Presidenta de la asociación “Generaciones de la
Shoá en Argentina”, asociación que reúne al grupo “Niños de la Shoá en la
Argentina” y “Segunda Generación de sobrevivientes”, escribe:
“Somos parte de aquella devastación sin precedentes en la historia del siglo XX.
Hombres comunes construyeron fábricas para asesinar a otros hombres. De
estas victimas y de los que han podido sobrevivir a este horror venimos
nosotros…La Shoá…la hemos incorporado con la primera inhalación de aire, con
el lenguaje corporal de los silencios, los vacíos, los llantos, los temores, las
angustias, las prevenciones, los arrebatos, climas para o pre verbales preñados
de pesos y signos amenazantes y oscuros…Una ausencia corporizada como
vacío innombrable:”
La naturaleza de lo subjetivo lleva a rememorar, a silenciar, a desplazar, a
recuperar lo que se ha vivido y a construir de este modo, la historia personal.
La memoria es un proceso complejo, hecho de recuerdos y silencios que, al
tomar nuevas formas, le da sentido a lo vivido… El silencio es también
presencia, marca o huella de algún registro de la psiquis.
En Psicoanálisis, la palabra, lo simbólico, goza de cierta virtud pacificadora; los
psicoanalistas nos la vemos con palabras y contamos con palabras. Qué sucede
cuando no hay palabras o éstas nada dicen?...En el trabajo analítico llegamos a
un punto imposible; digamos que llegamos a un punto de indecibilidad; y luego
de trabajar con lo que sí se puede nombrar; luego de descamar partes
superpuestas de sentido; nos encontramos indefectiblemente con lo
“innombrable”…
Cuando nombramos Auschwitz nos referimos a lo indecible que adquirirá el
triste privilegio de ser la metáfora del horror…
Auschwitz marca un punto de quiebre en la civilización occidental.
Auschwitz no fue una explosión de masas enardecidas, un pogrom
generalizado, sino una gigantesca operación de destrucción que surgió de una
de las naciones más cultas del planeta y en la que se aplicó la tecnología
industrial de su tiempo. No fue obra de algunos psicópatas, sino que por
acción u omisión, millones de personas colaboraron para que ello sucediera.
Auschwitz fue un producto de la modernidad.
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En todo proceso de exterminio del otro, se cumplen una serie de pasos
tendientes a ir disolviendo la humanidad presente en la persona. Se comienza
matando a la persona jurídica que hay en el hombre, luego se le niega carácter
moral, para finalmente hacer superflua su condición humana.
Cuanto más deshumanizado sea ese otro a exterminar más fácil es el proceso.
Hay numerosos trabajos que desde el Psicoanálisis recogen la experiencia de
Auschwitz y lo hacen desde la vertiente explicativa o desde las vicisitudes
identificatorias en sobrevivientes; por ejemplo; en la transmisión de los ecos
hacia las generaciones sucesivas a la de las víctimas.
Desde otra perspectiva, Mariano Horenstein, plantea que si quisiéramos
articular Psicoanálisis y Shoá podríamos intentar aprehenderlo también desde
una vertiente sociológica; esto es: cómo afectó el nazismo al Psicoanálisis.
Porque la vía a la que más se acude en la bibliografía sobre el tema, es el
interrogante de cómo desde el Psicoanálisis podemos entender algo que parece
destinado a nunca entenderse del todo: las causas y consecuencias de la Shoá.
También se ha abordado esta cuestión, apelando al aparato teórico
psicoanalítico para comprender cómo fue posible un hecho tan aberrante.
Se han estudiado así, la Psicología del verdugo y de la víctima, los procesos
identificatorios, los fenómenos de masas y de sometimiento a un líder; etc.
El Psicoanálisis, nos advierte que en el sujeto humano existen componentes
vinculados al odio o agresión y éstos se desplazan hacia afuera, hacia lo ajeno,
hacia el Otro extraño, diferente...
Freud escribe en su artículo "El malestar en la cultura" de 1930 que no es fácil
para los seres humanos, renunciar a satisfacer su inclinación agresiva. La
insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que ésta controla sus
impulsos agresivos, ya que el hombre tiene una agresividad innata que puede
desintegrar la sociedad. La cultura controlará esta agresividad.
Nos dice textualmente: …”el malestar comporta un aspecto estructural, que
supone un desencuentro inevitable entre lo pulsional y la cultura para todos los
sujetos. Porque hay malestar hay cultura. Porque es la cultura la que viene,
bajo ciertas condiciones a acotar o encausar la incidencia de las pulsiones”.
Esta vía, la conceptualización teórica psicoanalítica para comprender a la Shoá,
legitimada en numerosos trabajos desde Freud mismo, por un lado ha
permitido situar esta perspectiva como uno de los pensamientos más fecundos
para entender los fenómenos humanos, pero a la vez, si no se toman las
debidas precauciones, se puede caer en un reduccionismo: interpretar
los fenómenos abusivamente y fuera de contexto.
En el testimonio de los sobrevivientes siempre se arriba a un punto en el que
cesa cualquier posibilidad de explicación; en el que cualquier interpretación se
revela impotente; quizás imposible...
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Este punto de imposiblidad nos pone en la misma situación en que Auschwitz
pone al pensamiento; parece siempre impotente, siempre fragmentario y
tentativo frente a un horror inconmensurable, difícil de cernir y resistente a la
extracción de sus consecuencias.
Hay una lección en el testimonio de los sobrevivientes: es que para vivir
también es necesario algún grado de silencio...Los recuerdos excesivos o
permanentes pueden conducir a algún grado de patología...Jorge Semprún,
sobreviviente del Campo de concentración de Buchenwald, lo expuso con
claridad desde el título mismo de una de sus obras : « La escritura o la vida » ;
dice textualmente: “…Quien pretenda recordar, ha de entregarse al olvido, a
ese peligro que es el olvido absoluto y a ese hermoso azar en el que se
transforma, entonces, el recuerdo”…; podemos decir que hay una cuota de
olvido imprescindible para la vida.
Sin embargo, afortunadamente, contamos con los testimonios de los
sobrevivientes, pero que constituyen una minoría entre los alegatos
posibles…Hay muchos, que siendo capaces de hacerlo, prefieren no dar cuenta
de lo sucedido y eligen voluntariamente la vía del silencio...
Y del lado de los hijos es posible adentrarnos en las búsquedas que pueden
abordar; de aquello que no sabe, o no sabe del todo…Cuánto podría haber de
traumático; a qué se estarían exponiendo si logran ponerse en contacto con lo
que están buscando…
Los silencios:
Frente a los sobrevivientes que deciden contar lo sucedido, encontramos
testigos mudos que no necesariamente testifican menos con su silencio que los
que hablan con sus palabras.
Los sobrevivientes relatan un punto en el que el lenguaje no alcanza…Se
tratará entonces, de respetar ese punto de indecibilidad…
Quizás sean los poetas, los artistas, los mejores posicionados para devolverle al
lenguaje su potencia iluminadora para alcanzar ese punto de difícil acceso…
No se trata de licuar el valor de la memoria ni de la pacificación que puede
brindar el recuerdo de un trauma olvidado…
Los psicoanalistas trabajamos con y sobre el lenguaje; pero esto no implica
abusar del lenguaje al pretender nombrar lo que no se puede nombrar; de lo
que se trata en el testimonio de los sobrevivientes es de cierto “exceso” difícil
de aprehender a través del lenguaje; exceso de memoria o exceso de olvido
frente a los cuales no es sencillo situarse. Hay un lugar, el del silencio, que
parece necesario ser preservado.
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Así como el “memento” es un mandato clave en la oración de los muertos en la
misa cristiana (la expresión viene del latín: “acuérdate”); y el “zajor” en la
tradición judía, muestran el valor de la memoria del trauma en la existencia de
los sobrevivientes, también el silencio ocupa un lugar central allí. No es casual
que el silencio sea un modo elegido para homenajear a los muertos…Pero se
trata de un silencio especial; no es el silencio cómplice ni el silencio inarticulado
ni el silencio de la conveniencia, sino un silencio activo, militante…
De algún modo se trata de dar lugar a ese vacío que el silencio representa
como ninguna otra cosa. Podríamos agregar que no se trata de apelar a
ningún misticismo, sino de rastrear y capturar ese habla que guarda más
afinidad con el silencio que con la multiplicación de palabras.
Y que no se interprete esta postura como un empuje a “no
hablar”…Hay un punto en el que es preciso callar en relación a la Shoá;
entendiendo este acontecimiento como la encarnación de lo irrepresentable. El
punto de imposibilidad para interpretar lo no interpretable…Lejos de inhibir la
palabra, este silencio la propicia…No todo es significable…
Tal vez haya cosas que no se puedan decir; que no se deban decir…
Recién a finales de los 70, Auschwitz cobró importancia en la conciencia
occidental. Hasta ese momento, por muchas razones, la actitud predominante
fue el no hablar y no había oídos dispuestos a escuchar…
Diana Wang, plantea que hay que tener en cuenta que a la lucha interna entre
silenciar y expresar de quien habla de lo vivido y padecido, se suma el impacto
emocional del otro frente al relato que puede sobrepasar los umbrales de la
tolerancia.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los fenómenos de masacres colectivas
han sido tema de investigación de las ciencias sociales en los últimos decenios y
los datos son coincidentes sea donde fuere que el hecho hubiera sucedido: la
mayoría de los sobrevivientes comparten una condición de silencio. No
durante los primeros meses, o siquiera los primeros años. Durante décadas.
Dominique Frischer lo llama “silencio estructurante” porque, dice ella, es el que
ha permitido la continuación de la vida.
Podemos pensarlo de este modo: la sociedad no quería escuchar, los padres no
querían lastimar a los hijos, no existían las palabras… Se consideraba al silencio
como una condición negativa y por ello fue esencial comprenderlo y deconstruirlo; pero a posteriori, el interrogante será si el silencio era una
condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de
Pandora no hacía peligrar alguna condición de vida…
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En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea
de que hablar es siempre bueno, es ésta una proposición ligeramente
subversiva. Pero, redobla la apuesta al plantear que se trata de un silencio
diferente.
De manera tal que existen diversos caminos en la transmisión: aquello callado
puede encontrar otros canales de transmisión generacional. Cuando no existen
palabras o relatos, puede haber otras formas para legar experiencias pasadas
inhibidas, silenciadas o guardadas como secretos.
Lo que no se dice, lo silenciado, no es sólo un intervalo en la comunicación;
porta figuras cargadas de sentido…Y sus significantes van más allá de las
palabras; de manera que propongo interrogarnos sobre las maneras en que se
transmite lo acontecido en la Shoá; preguntarnos sobre las formas que los
relatos toman en el eslabonamiento generacional y en sus quiebres; sobre las
repercusiones de silencios e imposibilidad de recordar…
Jack Fuks, sobreviviente de Auschwitz, dice textualmente:…”La gente que no
pudo dejar ese dolor se muere…El dolor se convierte en nostalgia y a veces hay
pudor en los sobrevivientes que no pueden admitir que olvidaron…Eso no
quiere decir que no recuerdan…Pero no se puede revivir y nadie lo debe
reprochar…”
Lazos familiares y transmisión de la memoria:
Dice Diana Wang: “Hay un trabajo que tienen que hacer los hijos de
sobrevivientes; un trabajo a la inversa para no quedar con esa etiqueta pegada,
etiqueta que tiene el peligro de producir una cierta fascinación en los
otros…Hay que reconocerse para después dejarlo caer porque uno no es sólo
hijo de sobrevivientes…”
“Sobre vivir” a la Shoá… “Vivir sobre”…quienes reciben este legado tan
particular, ¿de que manera atraviesan la cuestión?: Siempre, de manera
diferente, según sus propias singularidades…
Para algunos hijos y para algunos nietos, los silencios de sus historias familiares
se convierten en la necesidad de una búsqueda activa y persistente; para otros
no.
La manera en que cada uno de ellos lo elabora es distinta; aún entre hermanos
de una misma familia de sobrevivientes, con memorias personales y memorias
compartidas. Esta particularidad en cada uno indica cómo cada cual le dio
sentido a lo que le tocó transitar.
Así, la memoria familiar es un capital de relatos y recuerdos que actualizan en
significaciones tanto para quienes transmiten; en nuestro tema: (los
sobrevivientes) como para quienes los reciben (hijos y nietos de sobrevivientes)
y éstos lo harán con una nueva óptica que surge de su propia experiencia.
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El ámbito familiar remite a lo íntimo, a lo privado; la historia familiar con sus
mitos y con sus imaginarios…Y cada sujeto construye narrativas sobre su
infancia, sobre sus vínculos determinantes, lugares, anécdotas y versiones.
Freud plantea en su trabajo de 1909 “La novela familiar” que hay un modelo
centrado en un relato construido sobre un sentido de verdad a la medida de la
experiencia de cada sujeto. Y que existen núcleos que ligan a hijos con padres
en los deseos de la infancia. Sobre ellos construyen versiones y verdades
narrativas.
En una red generacional se transmiten y reciben historias, contingencias vitales
o silencios que encontrarán eco o multiplicarán enigmas y secretos.
Las historias familiares, los secretos, los silencios pactados o vivencias límite
que dejaron sin palabras, son experiencias humanas de memorias
fragmentadas, tal como se evidencia en los sobrevivientes.
Dentro de una familia, cuidar puede ser callar; cuidar puede ser hablar y
compartir; en todos los casos la transmisión está presente en forma de
memoria reconocida o ausente.
Para cada uno, la historia que ha recibido es LA historia y tiene el peso de
verdad de lo que ha sido transmitido desde la infancia y adquiere un peso
mítico, no siempre consistente con lo que pasó en realidad…
He tenido oportunidad de entrevistar a hijos y nietos de sobrevivientes de la
Shoá y en los vínculos familiares, las versiones de las historias pueden
permanecer intocadas e inabordables; a veces por no remover el pasado, a
veces porque pertenecen a lo que nunca se ha dicho…Hasta la curiosidad entra
en pactos acerca de lo que se puede preguntar o no…Sentimientos de culpa y
de protección hacia los mayores que han callado suelen multiplicar silencios y
síntomas…
¿Qué escuché de los hijos de sobrevivientes?
“Éramos diferentes… me sentía diferente… no éramos una familia tipo…”
“Nunca supe lo que vivió de boca de mi madre…En casa no se
conversaba…algo estaba oculto; algo se tapaba…”
“Por pudor, por cuidado, por respeto, hay muchas cosas sobre las que no
indagué…”
“No tuve la iniciativa de preguntar…fui esquivando las preguntas acerca de lo
que había pasado…”
“Había algo que no me permitía conocer a la familia…Cuando estaba solo
buscaba fotos que me dieran algún indicio…yo sabía que había algo raro…algo
faltaba…”
“No era común que se hablase de la Shoá”
“Yo no preguntaba…quizás no quería saber…”
“Mi madre me contaba pero sólo algunas cosas... Una tía me dijo cuando tenía
13 años: “¿Vos no sabías que tu mamá estuvo en un Campo de
Concentración?”…
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“Yo nunca le pregunté a mi madre…y para mí era acertado; no indagar, abrir
viejas heridas... ¿Yo preguntar? ¡No!”
“El tema Shoá era un tema tabú en mi casa; no pude saber…”
“Tal vez esperaban que yo preguntara, que mostrara interés. Y no. No me
interesaba. No quería saber…”
“Conmigo no hablaban pero siempre conversaban cuando había otros
sobrevivientes, y yo estaba a un costado y escuchaba; no me explicaban…”
“De eso no se hablaba…con los chicos no se hablaba de ese tema…eso no es
para los chicos...” y no me perdono no haber hablado más con mi padre; lo
lamento, porque tengo una parte de mi historia sin conocer…”
“Hay muchas cosas que no sé, nombres de tíos, nombres de mis abuelos;
incluso no estoy seguro de lo que no sé…”
“Por pudor, por cuidado, por respeto, hay muchas cosas sobre las que no
indagué…”
“Hay muchas cosas que no sé, nombres de mis abuelos; de parientes; incluso
no estoy seguro de lo que no sé…”
“Con papá, recibí la firme instrucción de no preguntar más…”
“Me parece que a mí, siempre, me va a acompañar la duda de cómo fueron las
cosas…”
“Hasta hace un tiempo, me resistía a leer sobre la Shoá. No sé. Tal vez
mientras vivía mi mamá, no le podía quitar el protagonismo; la sobreviviente
era ella, no yo…”
“Tal vez esperaban que yo preguntara, que mostrara algún interés. Y no. No
me interesaba…No quería saber…”
“No es fácil una conversación abierta sin sentir miedo o pudor de tocar viejas
heridas”…
“Había cosas sobre las que se podía hablar y otras sobre las que no”…
“Me parece que a mí, siempre, me va a acompañar la duda de cómo fueron las
cosas…”
“Mi mamá me decía: “Qué difícil es contar…”
Fue posible verificar a lo largo de los testimonios de hijos de sobrevivientes,
esta idea: Los nietos indagan más…
“Mi hija sí preguntó; ella tuvo necesidad de preguntar…”
“Yo le pedía a mi hijo que averigüe y que me cuente…”
“Los nietos tienen más necesidad de hablar sobre el tema…”
“A mi hijo, mi padre, sí le contaba…”
“Mi hija hace lo que yo no puedo; le pregunta a mi mamá; las cosas parecen
saltearse una generación y mi hija es la que sigue la historia de mi mamá…”
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¿Qué escuché de los nietos de sobrevivientes?
“Hay que volver siempre sobre el tema para que no se pierda; hay que seguir la
cadena”…
“La gente tiene que conocer lo que pasó”…
“Yo aprendí muchas cosas con lo que me contaba mi abuela”
“Me impresiona las ganas de seguir viviendo…”
“A mi mamá, quien le contaba era su abuelo…el papá, no…”
“Yo tengo una relación muy fluida con mi abuela y es recíproca; ella me cuenta
y yo le pregunto…”
Para concluir, a partir de las entrevistas realizadas, y de lo que de ellas se ha
podido desprender, podríamos preguntarnos acerca de la relación particular que
se establece entre los sobrevivientes y sus nietos que permite una especial
transmisión.
Haciendo la salvedad de la necesidad de contemplar las singularidades de cada
caso, sí podemos preguntarnos por la diferencia en la transmisión que los
sobrevivientes han establecido:
¿Por qué menos con los hijos? …¿Por qué más con los nietos ?...
¿Tiene que ver con los nietos mismos?
¿Tiene que ver con los sobrevivientes mismos?
¿Tiene que ver la proximidad de su muerte la que genera la necesidad de
contar?
¿Tiene que ver con los hijos mismos?
¿Se tratará de una especie de pacto en el que no se remueve demasiado el
pasado; como si hurgar en las historias paternas fuera tabú y no estuviera
permitido?
¿Se tratará en realidad de un límite que los mismos hijos se han autoimpuesto
en la escucha…?
¿Los hijos se han atrevido a preguntar menos que los nietos?
En toda transmisión de lo acontecido hay repetición, pero esta repetición no es
la reproducción de lo mismo o de lo idéntico.
Tiempos pasados y
acontecimientos se resignifican en la singularidad de cada sujeto. Por lo tanto,
los tiempos se combinan en un orden propio y único.
Entiendo que el testimonio de los hijos y nietos de sobrevivientes de la Shoá
resulta de una riqueza extraordinaria en tanto constituye una manera singular
de transmitir, actualizar, relacionar tiempos y experiencias recreando un nuevo
espacio entre quien relata y quien escucha; esto es: una forma de vincular el
testimonio a la construcción de la memoria; a resignificar la experiencia…
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Aún con los vacíos; aún con las preguntas que no fueron respondidas; aún con
las preguntas que no pudieron ser formuladas, existe algo, aunque sea mínimo
de la historia familiar sobre lo vivido, que siempre logra ser “pasado” a las
generaciones posteriores…Y siempre en la singularidad de cada caso; siempre
en lo original de cada historia que hablará también de otras historias…
Que lo traumático quede encapsulado sólo en los sobrevivientes directos,
podría condenar su transmisión…
Lic. Diana Naymark
Septiembre de 2009
12
Bibliografía consultada:
-García Germán.: “La lógica del testimonio”
-Horenstein, Mariano: “Psicoanalizar después de Auschwitz”- Nuestra Memoria
Nro. 30
-Wang, Diana: “Hijos de la guerra: la segunda generación de sobrevivientes de
la Shoá”
-Wang, Diana:”Silencios individuales, silencios colectivos” (septiembre de 2008)
-Wang, Diana:” El silencio de los aparecidos”- Editorial “Generaciones de la
Shoá”- 2008
-Kaufman, Susana Griselda: “Sobre violencia social, trauma y memoria”
-Jelin y Kaufman: “Subjetividad y figuras de la memoria”-Rajczyk, Tamara: “A la sombra de la Shoá: la segunda generación a la luz de
la literatura israelí”
-Carpintero y Vainer: “Las huellas de la memoria”
-Freud, Sigmund: “El malestar en la cultura”, Obras Completas
“Recordar, repetir y reelaborar” Obras completas
“La novela familiar del neurótico” Obras completas
-Lacan, Jacques: El Seminario 7: “La Ética del Psicoanálisis”
El Seminario 3: “Las Psicosis”
Agradecimientos especiales a:
- Roberto Feuer Weiss
-Ernesto Feuer Weiss
-Marta Feuer Weiss
-Noemí Wildao
-Marcela Acker
-Sivia Fiszer de Kobryniec
-Silvia Nossek de Lerer
-Diana Wang
-Matías Gonzalvez Feuer
-Abi Arditti Acker