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Réception en occasion de l’hommage à Mme Irene Spanier et Mme Elsa Rozin
Discours de l’Ambassadeur de France en Argentine, M. Asvazadourian
Jeudi 25 avril 2013
Chère Irène Spanier,
Chère Elsa Rozin,
Estimada Presidenta de Generaciones de la Shoá,
Señoras y Señores sobrevivientes y descendientes de sobrevivientes,
(estimadas autoridades argentinas),
Estimado Presidente de la DAIA, señor Julio Schlosser,
Estimado Presidente de la AMIA, señor Guillermo Borger,
Estimados colegas embajadores,
Queridos amigos,
Ante todo quiero darles una cálida bienvenida a la Embajada de Francia y agradecerles a todos por su
presencia en esta circunstancia tan especial y conmovedora.
Es un gran privilegio para mí poder brindar un más que merecido homenaje a estas dos personas
extraordinarias, Irène Spanier y Elsa Rozin. Sé que ellas no han olvidado nada del idioma francés pero
quiero pronunciar estas palabras en español para que todos puedan compartir el motivo de este
reconocimiento muy sentido.
Como Embajador de Francia quiero hoy recordar y saludar con emoción el heroísmo y el humanismo de
dos personas que, asumiendo riesgos inconmensurables en medio de la gran precariedad que ya tenían sus
vidas por la persecución general contra los Judíos de Europa, salvaron y cuidaron el destino de decenas de
niños amenazados por la barbarie.
Tuve la posibilidad de conocer su historia gracias a Generaciones de la Shoá, una asociación que dirige
Diana Wang y con la cual hemos pensado este acto, y en particular gracias à Hélène Gutkowski, que trabaja
con un grupo de sobrevivientes de habla francesa. Quiero destacar muy especialmente la valiosísima labor
que Generaciones de la Shoá lleva adelante para salvaguardar la memoria de los sobrevivientes del horror,
documentarla y transmitirla en el tiempo presente y para las generaciones futuras.
En este marco, Hélène, ella misma sobreviviente de la Shoá, ha desarrollado una admirable energía para
buscar y difundir la historia de los sobrevivientes franceses o vinculados con Francia establecidos en
Argentina. Leí con gran emoción los testimonios compilados por Hélène. Mucho de este acto se debe a su
empeño personal y quiero reiterarle mi gratitud y mi amistad.
Ahora quisiera hablarles brevemente de las historias de vida de Irène y Elsa.
Chère Irène Spanier,
Si me permite, voy a empezar con usted, por el privilegio que le otorga la edad. Nacida en Alemania en 1920
en Aix-la-Chapelle, una ciudad que Carlos Magno eligió como capital del imperio de Occidente, se instala a
muy temprana edad con su madre en París, donde tiene sus abuelos. Usted se cría y educa en Francia y
todavía no tiene 20 años cuando empieza la guerra.
Doblemente perseguida por ser alemana en Francia, primero, y también judía cuando Francia está ocupada,
va a padecer una primera detención en el campo de Gurs, en el suroeste de Francia y, después, una segunda
en Drancy, la antesala de la deportación de los Judíos de Francia. Milagrosamente, Usted evita la
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deportación y, escapando de las garras de las autoridades de ocupación, entra en la clandestinidad en 1942.
Comprometida con la resistencia francesa, las Fuerzas Francesas del Interior, y luego con la WIZO, la
organización internacional de mujeres sionistas, Usted se dedica, hasta la liberación, a encontrar familias para
recibir y cuidar niños judíos que quedaron privados de sus padres cuando éstos fueron deportados.
Gracias a usted, decenas de niños, más de cien de hecho, salvaron sus vidas y pudieron superar las terribles
pruebas que, desde tan jóvenes, tuvieron que enfrentar. Creo que Hélène nos brindará más detalles sobre su
valiente y cariñoso desempeño. Después de la guerra, el país al cual le ha brindado tanto no le ofrece las
oportunidades que usted podía esperar. Al no ser francesa, tiene que recurrir a la Cruz Roja que le consigue
un pasaporte y una visa para iniciar una nueva vida en Argentina, donde se establece en el 1947.
Sin nadie para acompañar sus primeros pasos, Usted, a fuerza de voluntad, logra construir su vida en este
país y fundar una familia junto a Franz Bendiner, con quien tuvo dos hijos que hoy están aquí con nosotros
para homenajearla.
Chère Elsa Rozin,
Usted nace cuatro años después de Irène, no tan lejos de hecho, en Bélgica. Vive en Bruselas cuando este
país padece la invasión nazi. En 1942, su hermana Lea y Usted están visitando una amiga cuando los Nazis
vienen a destruir su familia, en su casa, llevándose a su madre y a su hermana mayor. Su padre, un hombre
de edad, se quedó solo, en una conmoción que todos podemos imaginar.
Así que, a los 18 años, el destino ya le robó sus sueños de adolescente y tiene que velar tanto por su padre
como por su hermana menor. Gracias a su novio Georges y a la generosidad de una familia belga, su familia
logra pasar un año más o menos tranquilo. Además de lo que ya le toca asumir, Usted quiere hacer más y se
compromete con una red de resistencia belga que busca localizar niños judíos privados de sus padres para
ponerlos a salvo.
Es en este marco que entra en la clandestinidad y se vuelve un eslabón de la cadena humana que saca a los
niños amenazados de Bélgica hacia Suiza, pasando por Belfort, en Francia. Ubicada en la frontera con Suiza,
Ud organiza el traspaso de los niños hacia este país. Después de unos cuantos viajes muy peligrosos y unos
quince chicos puestos a salvo, la delación viene a interrumpir su labor.
Detenida, Ud empieza su angustiante calvario hacia la deportación. De la prisión de Belfort, la llevan a
Drancy y, de allí, a Auschwitz en Enero de 1944. Separada de su novio, que muere en deportación, Usted
está asignada en Birkenau donde su amistad con compañeras de infortunio francófonas le permite atravesar
viva el infierno. Un año después, cuando las fuerzas rusas se acercan al campo, los nazis la llevan para una
marcha dantesca que durará casi tres meses. Tan sólo algunos de los pocos sobrevivientes saldrán vivos de
esta última prueba.
Dolorosa ironía, es en el hotel Ritz de París que ya, por fin libre, acaba su pesadilla. Pesando 37 kilos, no
tarda en volver a Bruselas para encontrarse con lo que queda de su familia. Sólo estará Lea, su hermana, y
una tía. Lea decide irse para Israel cuando su tía y Usted optan por la Argentina, donde tienen un familiar.
Empieza una vida, marcada por el hierro del recuerdo de la deportación. Sé que Usted se dedicó a transmitir
su experiencia y a destacar que, a pesar de todo y hasta en el horror, los sentimientos de humanidad y
compasión no pueden ser borrados. Saludo a sus familiares aquí presentes.
Estimadas Irène Spanier y Elsa Rozin,
Sus historias de vida nos conmovieron profundamente y quisimos compartirlas con una célebre compañera
de infortunio, que vivió como Usted, Elsa Rozin, la deportación. Simone Veil, presidenta honoraria de la
fundación por la memoria de la Shoá, una autoridad moral en mi país, quiso asociarse a este acto de
homenaje y me será muy grato entregarles, después de los discursos, una carta que le escribió a cada una de
Ustedes.
Estimados amigos de Generaciones de la Shoá, colegas Embajadores, autoridades argentinas, y familiares de
Elsa Rozin e Irene Spanier, este homenaje simbólico que quisimos hacer debe servirnos a todos para
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renovar nuestro compromiso a favor de la memoria y de la lucha para que nunca más el mundo conozca los
horrores cometidos en el corazón de Europa hace 70 años.
La memoria del drama y su transmisión son la clave de esta lucha y tenemos el privilegio de poder acceder a
los testimonios de los sobrevivientes. Sobre nosotros recae la inmensa responsabilidad de mantener viva la
memoria para las próximas generaciones que ya no tendrán el relato directo de lo que pasó.
Por eso quise invitar a un grupo de jóvenes de Menora, una organización dedicada a formar jóvenes Judíos
en lo social y lo espiritual. Conocí a su fundador, el Gran Rabino Isaac Sacca, cuando nos visitó el Padre
Dubois, un sacerdote católico que investigó la persecución de los Judíos de Ucrania y en particular lo que
quedó como la “Shoá por balas”. El rabino Sacca, después de este primer encuentro, me invitó el año
pasado para hablar en Menora luego de la matanza de Toulouse, en la cual murieron tres niños judíos y el
padre de dos de ellos. Frente a un grupo de jóvenes de Menora, pudimos reflexionar juntos sobre la vigencia
de la lucha contra el antisemitismo.
Quisiera también subrayar que el domingo próximo 28 de Abril, en Francia, vamos a celebrar el día nacional
del recuerdo de las víctimas y de los héroes de la deportación. La ley del año 1954 que instituyó esta
conmemoración destaca que “es importante no dejar caer en el olvido los recuerdos y enseñanzas de
semejante experiencia, ni la espantosa y científica aniquilación de millones de inocentes, ni los gestos
heroicos de muchos entre esta masa humana sometida a las torturas del frío, de la miseria, de los trabajos
agotadores y de las sádicas represalias, ni tampoco la crueldad pensada de los verdugos”.
No puedo dejar de mencionar, tal vez de una manera más personal, que ayer, 24 de abril, se recordaba otro
genocidio que cobró cientos de miles de vidas hace ya casi cien años, el de los Armenios.
Finalmente, quiero concluir destacando nuevamente la suerte que tenemos hoy de presenciar este acto y de
participar del homenaje justo que se merecen Irène Spanier y Elsa Rozin. Ojalá su ejemplo nos ayude a
fortalecer los valores de coraje, de solidaridad y de respeto de la dignidad humana que necesita en
abundancia cada generación de hombres y mujeres.
Muchas gracias,
Le doy ahora la palabra a Diana Wang, presidenta de Generaciones de la Shoá.
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