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11/4/2007
Miércoles
abr. 2007
11
EL VALOR DE LA MEMORIA HISTÓRICA // REYES MATE
Primo Levi, el testigo ejemplar
• Hoy hace 20 años que murió el escritor que como superviviente mejor describió los horrores del nazismo
REYES Mate*
El 11 de abril de 1987, Primo Levi, el testigo templado y ejemplar del horror nazi, se despeñaba
por el hueco del ascensor de su casa en Turín. Murió de una enfermedad contraída 43 años antes
en un campo de exterminio llamado Auschwitz. No había podido superar la vergüenza por los
ultrajes sufridos y no podía soportar la indiferencia de sus contemporá- neos ante el sufrimiento
del ser humano. Se sentía de más en un mundo que no había aprendido nada de lo que gente
como él había vivido en los campos de exterminio.
Hoy es imposible hablar de Auschwitz sin recordar relatos suyos como Si esto es un hombre o La
tregua y las reflexiones contenidas en Los hundidos y los salvados, libros que, por cierto, solo se
tradujeron al castellano después de su muerte.
El nombre de Primo Levi está definitivamente unido a la figura del testigo. Luchó en el lager
para sobrevivir porque quería dar testimonio. "Sin lo vivido en Auschwitz yo no hubiera escrito",
TOÑO VEGA
dice. Y se preparó a conciencia para esta tarea abriendo los ojos, tomando notas precisas, con
riesgo de su vida, para que la memoria no le jugara ninguna mala pasada --por eso nunca se la ha pillado en un renuncio-- y
dedicando toda su vida al rigor del testimonio.
HOY, QUE TANTO se habla en España de memorias, víctimas e historia, convendría grabar con letras de oro estas dos verdades
sobre las que discurre la escritura de Levi: que la memoria del testigo es fuente de conocimiento, porque sin ella la historia es relato
de vencedores. Y, también, que al testigo no le importa contar cómo le fue en la guerra, sino ayudarnos a descifrar señales de
peligro que nos amenazan: "La historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de
peligro".
Dicho en otros términos: la memoria del testigo no es, en primer lugar, un sentimiento, sino fuente de conocimiento. Y, en segundo
lugar, no tiene una finalidad privada, sino política. El afán de algunos historiadores y comentaristas políticos por confinar la memoria
al submundo de los sentimientos y de la privacidad va en la dirección equivocada.
El prestigio del que hoy goza Primo Levi no debe hacernos olvidar su larga travesía por el desierto. Si esto es un hombre, publicado
en 1947, fue recibido con la mayor indiferencia de crítica y público. Hasta 1963 no volvió a intentarlo. Hoy es considerado un clásico
del siglo XX porque su obra sigue siendo elocuente. Esta actualidad se manifiesta particularmente en la interpretación que da de la
víctima. A la vista de la confusión y manipulación que envuelve a todo este mundo, resulta del mayor interés para nosotros repasar
sus reflexiones.
LA VÍCTIMA ES, en primer lugar, inocente. No todo el que sufre es víctima. Los nazis derrotados sufrían "pero esos sufrimientos no
son suficientes para incluirlos entre las víctimas", apostilla. Cuidado, por tanto, con esos discursos que hablan del sufrimiento plural
o de la equidistancia del sufrimiento porque llevan a confundir víctimas con victimarios. No es verdad que todos los sufrimientos sean
iguales, ni intercambiables. Todos merecen respeto, pero no significan moralmente lo mismo: la muerte por un coche bomba no
tiene nada que ver con la muerte de aquel a quien le explota la bomba con la que pretendía matar. La primera muerte es una
injusticia porque la víctima es inocente; la segunda no es injusta porque el causante es culpable de su acto. El dolor de los familiares
de las víctimas del atentado en la T-4 de Barajas nada tiene que ver con el sufrimiento de los presos por actos terroristas.
Lo significativo de las víctimas, en segundo lugar, no son sus ideas o creencias, sino el hecho objetivo de haber sufrido una violencia
injusta. La víctima puede tener ideas de derechas o de izquierdas, estar en un bando o en otro, presentarse como patrón u obrero:
eso es insignificante. Lo significativo es la violencia a que se les somete sin razón. Este apunte tiene muchas consecuencias. Obliga,
por ejemplo, a afinar cuando hablamos de justicia de las víctimas.
No hay que confundir la justicia que se debe a las víctimas con la política dictada por las víctimas. Según Levi, lo significativo no
sería la opinión política de las asociaciones de víctimas, sino el daño objetivo que se hace a las víctimas.
FINALMENTE, hay víctimas y víctimas. Levi, un superviviente, se presenta como una voz subordinada al silencio de los que no
pueden hablar. Los verdaderos testigos son aquellas víctimas que han apurado el cáliz del sufrimiento. Pero esos no han regresado o
han vuelto mudos. Levi les presta la voz a sabiendas de que su palabra debe remitir al silencio de los que no pueden hablar. Él no
puede guardar silencio, pero debe guardar el silencio. Contrasta este rigor con la palabrería de tanto cuñado o pariente lejano cuyo
ruido oculta el silencio de los asesinados.
La pintora Sofía Gandarias, autora de una serie extraordinaria de cuadros sobre Primo Levi, cierra el conjunto de su recorrido con
una pintura que representa a Levi cubierto por una tela de araña, una pesadilla que le atormentó efectivamente en sus últimos
años. Es también una poderosa forma de llamar la atención sobre el olvido que amenaza a pasados peligrosos.
Si eso ocurriera, quedaríamos a merced del panóptico nazi que disputa a la mirada de Primo Levi la iluminación del campo de
visión.
*Filósofo e investigador del CSIC.