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25/09/12
¿Patochada o blasfemia? | Sociedad | EL PAÍS
SOCIEDAD
VIDA&ARTES
¿Patochada o blasfemia?
La película de Mahoma es una ofensa para los musulmanales
Las sociedades occidentales apelan a la libertad de expresión
ROSARIO G. GÓMEZ
21 SEP 2012 - 21:52 CET
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Mahoma
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Un (estúpido) vídeo de autoría poco
clara sobre Mahoma y una ristra de
viñetas que caricaturizan al profeta en
una revista satírica francesa han
incendiado a los integristas
musulmanes provocando un reguero
de sangre y violencia en decenas de
países, desde Afganistán y Pakistán
hasta Arabia Saudí e Indonesia. El
conflicto pone de manifiesto la sibilina
barrera entre lo que puede ser
interpretado como una ofensa o lo que
puede considerarse una simple crítica
mordaz. ¿Hasta dónde una película
burlesca o una caricatura puede
Activistas se manifiestan cerca de la embajada de Estados Unidos en Saná (Yemen). / YA HYA A RHA B (EFE)
lesionar los sentimientos religiosos?
¿Es posible hablar de blasfemia en un
Estado laico? ¿Tiene que tener límites la sacrosanta libertad de expresión?
Hay quienes creen que esta es una polémica construida en occidente e interpretada en los
países árabes. Pero lo cierto es que la estrafalaria peliculita La inocencia de los musulmanes,
que nadie parece haber visto, ha desatado una ola de violencia y provocado decenas de
muertos. La cinta, según el resumen que se ha podido ver en Internet, es una parodia sobre
Mahoma. El profeta, figura sagrada para el islam, aparece retratado como un mujeriego, un
lunático y un falso musulmán. Las imágenes han desatado la ira de los radicales. Países como
Afganistán, Arabia Saudí y Sudán han solicitado a YouTube que bloquee el vídeo blasfemo y
han amenazado a Google (compañía propietaria del portal) con cancelar los visados de sus
ejecutivos.
Google asegura que ese material casero, al que se accede de manera fácil en la Red, “está
claramente” dentro de sus principios y por tanto, seguirá en YouTube. “Trabajamos para crear
una comunidad en la que todo el mundo pueda disfrutar y que también permita a las personas
expresar opiniones diferentes. Esto puede ser un reto, porque lo que está bien en un país
puede ser ofensivo en otro”, explica Google. En cualquier caso, el gigante estadounidense de
Internet admite que ha restringido el acceso allí donde es ilegal, como India e Indonesia. Y
también en Libia y Egipto “dada la situación tan delicada”.
Lo que se puede ver en YouTube es un tráiler de 14 minutos de La inocencia de los
musulmanes, una cinta vulgar y anodina atribuida a un ciudadano israelí-estadounidense que
vive en California, Sam Bacile, de 56 años, y al que se le ha relacionado con el pastor Terry
Jones, promotor de la fanática quema de ejemplares del Corán en Florida. A este vídeo se han
unido esta semana las caricaturas de Mahoma publicadas por la revista satírica francesa
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Charlie Hebdo, que han venido a echar más leña al fuego.
¿Son estas viñetas una manera de reivindicar la libertad de expresión Google asegura
o una provocación? El libro sagrado del islam no prohíbe
que el vídeo
expresamente que se reproduzca la imagen del profeta, pero se ha
satírico seguirá
extendido esta creencia para evitar la idolatría. El grupúsculo de
radicales integristas ha encontrado en este material una mecha para
mostrado en
desencadenar una ola de manifestaciones y atentados contra
YouTube
intereses occidentales. “Puede que sea una nueva estrategia de Al
Qaeda, un mecanismo de movilización del antiamericanismo”, apunta
Jordi Moreras, investigador principal del Pluricity, un programa que examina los riesgos de
exclusión social dentro del Centro de Investigación para la Gobernanza del Riesgo (Grisc),
dependiente de la Universidad Autónoma de Barcelona. Moreras opina que el vídeo está
hecho con la clara intención de hacer daño y sostiene que la libertad de expresión no puede
ampararlo todo. “No todo vale. Todo se puede decir, pero no todo se puede aceptar”, apunta.
Y entre las cosas inaceptables está la denigración de la persona. “Difícilmente se puede
defender la libertad de expresión defendiendo patochadas como esta”, dice. Pero para los
radicales, que empezaban a quedarse fuera de juego en países en los que había despertado
la primavera árabe, ha sido la excusa porque “se ha tocado una fibra de fácil sensibilidad”.
Más allá de la ola de violencia aventada por los fundamentalistas, las comunidades islámicas
asentadas en España se sienten ofendidas por el vídeo sobre Mahoma y por las caricaturas
publicadas en la prensa francesa. Amparo Sánchez Rosell, presidenta del Centro Cultural
Islámico de Valencia, justifica el malestar creado. Confiesa que no ha visto el vídeo —“es
perder el tiempo”— y afirma que a nadie que profese una religión le gusta que se difame
acerca de sus creencias. “Pero no lo llevamos a extremos de violencia”, matiza.
Sánchez Rosell se declara musulmana y no duda en calificar la parodia como una verdadera
provocación —“todos los musulmanes dirán que es ofensivo y provocativo”—, si bien reprueba
con firmeza las explosiones de ira que se han extendido por todo el mundo. “Se puede
condenar de palabra, pero nunca caer en la violencia. El islam condena el derramamiento de
sangre”, argumenta.
Un Estado aconfesional o laico no percibe el delito de blasfemia, que al fin y al cabo pertenece
a la esfera de los sentimientos religiosos. El abogado especialista en derechos humanos y
profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Iván Jiménez Aybar sostiene que las
reivindicaciones de movimientos extremistas de diversos países del mundo musulmán,
“usando la sinrazón y la violencia (apartándose con ello de los preceptos básicos de su fe), se
fundamentan en un delito puramente religioso, como es la blasfemia”. Recuerda que muchos
de los países en los que se ha desatado la cólera fundamentalista son confesionalmente
musulmanes y la ley islámica tiñe toda su legislación.
Sin embargo, el buscador lo
ha bloqueado en varios
países
“Por ello”, dice este abogado, “no entienden que en EE UU, por
ejemplo, la libertad de expresión ampare la elaboración y difusión de
una película de esa naturaleza. Lo mismo ocurre en España, con una
salvedad. Nuestro Código Penal tipifica la incitación al odio por
motivos religiosos (artículo 510.1), así como el verter informaciones
injuriosas (a sabiendas de su falsedad) contra los miembros de una religión (artículo 510.2).
Además, el mismo Código Penal, en su artículo 525, tipifica como delito las ofensas a los
sentimientos religiosos. Por tanto, tenemos en España un sentido más restrictivo de la libertad
de expresión, pero más garantista del derecho de libertad religiosa de individuos y
comunidades”.
Los radicales que intentan arruinar los procesos democráticos de la primavera árabe han
identificado la película con EE UU y con el mundo occidental. El catedrático de Derecho
Eclesiástico del Estado de la Universidad de A Coruña, Juan Ferreiro, sostiene que la libertad
de expresión ha de amparar “cualquier tipo de crítica siempre que exista un mínimo de buena
fe, esto es, que lo que se exprese sea eso, una crítica y no un mero deseo de zaherir
gratuitamente a una persona o a un colectivo”.
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Es la misma filosofía que, en su opinión, se aplica en casos sobre los límites de la libertad de
expresión en relación con el honor, intimidad y propia imagen. Y pone como ejemplo la
reciente sentencia del Tribunal Supremo que condena a Federico Jiménez Losantos por
expresiones reiteradas “claramente ofensivas, innecesarias e inútilmente vejatorias” hacia el
exdirector del Abc, José Antonio Zarzalejos.
La religión choca a menudo con la libertad de expresión. El profesor Juan Ferreiro, al frente de
un proyecto de tres años —encargado por el Ministerio de Economía y Competitividad— como
investigador principal sobre la primavera árabe y la integración de los derechos fundamentales
y las relaciones Iglesia-Estado en los procesos constituyentes de las nuevas democracias,
ilustra los límites de la libertad de expresión con el caso de Otto Preminger Institut contra
Austria.
La asociación Otto Preminger había anunciado la proyección en sus
El Corán no
instalaciones de la película Das Liebselinzil (El conflicto del amor).
prohíbe que se
En ella se caracterizaba a la virgen María como una mujer lasciva que
reproduzca la
tiene relaciones sexuales con el diablo y con su hijo Jesucristo,
imagen del profeta
presentado como un cretino. La película fue secuestrada por las
autoridades austríacas argumentando que se había extralimitado la
libertad de expresión porque la película ofendía los sentimientos
religiosos de una buena parte de los ciudadanos austríacos que eran católicos.
El caso llegó hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en una sentencia de 1993
consideró que el secuestro de la película no lesionaba la libertad de expresión porque
contenía imágenes que de una forma neutra podían herir injustificadamente los sentimientos
religiosos de la población. “La libertad de expresión”, explica Ferreiro, “permite el ius jocandi,
la burla de las religiones y sus símbolos, lo que no ampara el denominado hate speech
(lenguaje del odio), esto es, cuando resulta probado que el objetivo de una expresión no es
expresar una crítica sino ser una expresión del odio hacia un grupo religioso o político”.
Por eso entiende que una película que presente a Mahoma como un pedófilo y un delincuente
“sin ninguna base científica (otra cosa es que fuera resultado de una investigación) sino con el
objeto de herir a una colectividad no puede ser amparada por la libertad de expresión, máxime
conociendo que esa persona es sagrada para muchas personas”.
Este experto en Derecho Eclesiástico afirma que no se estaría protegiendo así ninguna
religión sino los sentimientos religiosos de un colectivo. “Pero si se produce, serían los jueces
los que habrían de decidir si se da la extralimitación y las penas nunca deberían ser de cárcel,
ni mucho menos es aceptable que la gente se tome la justicia por su mano y pretenda castigar
con la violencia”.
Dentro del islam, una religión que profesan 1.500 millones de
Se puede personas, lo que para unos es una falta de respeto, para otros es una
ofensa muy grave. “Los esquemas mentales y culturales no
condenar coinciden en todos los países musulmanes”, dice la presidenta del
Centro Islámico de Valencia. Aunque Amparo Sánchez Rosell
pero no
percibe que este caso se ha instrumentalizado, defiende la libertad
de expresión, pero dentro de unos límites: “Que no fomente el odio
caer en la ni discrimine a un grupo”. Y, en su opinión, algunas caricaturas
“conducen al odio y criminalizan a los musulmanes”.
violencia", ¿La defensa de una libertad se garantiza mediante la provocación? El
catedrático Jordi Moreras plantea que estamos ante “la versión
dice una
postmoderna de las antiguas diatribas doctrinales en tiempos
que pretendían mostrar a Mahoma como un falso profeta
musulmana medievales,
(de ahí el uso de términos despectivos como Mafumet). Para
Moreras, la doctrina “ha sido reemplazada por la socarronería, por la
satirización malintencionada, que busca premeditadamente una reacción inmediata, de la que
protegerse con el manto de la libertad de expresión”. Se trata, en su opinión, de alimentar
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fanatismos a través de las emociones: “Soberbia frente a humillación, potencia frente a
impotencia, amenaza frente a miedo”.
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