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El islam, entre la tradición y la modernidad
La imagen que, a mi modo de ver, mejor corresponde a la situación de violencia vivida
en los países musulmanes desde Túnez hasta Bangladesh, como reacción a un video
sobre Mahoma, es la imagen de una explosión de proporciones colosales. Pero llama la
atención la desproporción entre la causa que lo originó y las catastróficas consecuencias
del mismo.
La chispa inicial fue un video de muy poca categoría artística, “la Inocencia de los
Musulmanes”, obra probablemente de un cristiano copto, traumatizado por la situación
de los suyos en Egipto. De hecho, las primeras imágenes son una crítica contra la
persecución de que son víctimas los cristianos coptos en Egipto, por parte de unos
extremistas islámicos, con la connivencia de las fuerzas de seguridad del Estado. El
resto del video muestra al profeta Mahoma en su versión más denigrante. Se entiende
que la difusión del video haya encolerizado a los musulmanes. La película de una
duración de 14 minutos es una porquería desde el punto de vista cinematográfico, pero
ha bastado para provocar el incendio en una zona peligrosamente combustible.
Las llamas comenzaron a tomar proporciones colosales en Bengasi, con el ataque al
consulado americano, en el que murió el embajador de los Estados Unidos, Chris Steven
y otros tres miembros del consulado americano. La fecha del atentado, un 11 de
septiembre, 11º aniversario del atentado de Al-Qaida a las Torres Gemelas, no puede
interpretarse sino como un símbolo, una señal fuerte para marcar la hostilidad de los
grupos extremistas musulmanes hacia Israël, los Estados Unidos y Occidente en
general. La destrucción del consulado y la muerte del embajador americano fueron el
punto de arranque las manifestaciones y violencias que tuvieron lugar en varios países
islámicos: Túnez, Egipto, Yemen, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán y Bengladesh.. Todas
ellas envíaban un idéntico mensaje: no a la mofa pública del Islam y de sus símbolos
más queridos, no a la política de Estados Unidos y Occidente con respecto a Israel y los
países musulmanes.
A río revuelto ganancia de pescadores, dice el refranero español. En este contexto de
violencia, el semanario francés Charlie Hebdo, añadía más leña al fuego, cuando, al
amparo de la libertad de expresión, publicaba una serie de viñetas humorísticas,
haciendo burla del profeta Mahoma. Las viñetas, como era de esperar, no hicieron más
que añadir grados de exasperación al ya existente. Pero, en este caso, se puede
sospechar que, además del derecho a la libertad de expresión, reivindicado por el
seminario, para publicar las caricaturas, se escondía una fructífera inversión económica.
El caso es que durante tres semanas, el mundo ha vivido una vez más una situación de
histeria, comparable a la que tuvo lugar en 1989, cuando el imán Jomeini, pronunció la
famosa fatwua contra el escritor Salman Rusdie, que le condenaba a muerte por
blasfemia. Aquella fatwa incendiaria fue para el escritor, según cuenta en su reciente
libro “Joseph Anton”, el comienzo de una vida ocultada de la sociedad. Pero, todo el
mundo sabe que aquella fatwa, que parecía tener visos de religiosidad, sirvió a
Khomeini para redorar su prestigio político y retomar el liderazgo que estaba perdiendo
en el mundo islámico. Describir la historia es relativamente fácil. Otra cosa entenderla y
explicarla. Las simplificaciones no valen.
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Para entender algo no sólo de los últimos acontecimientos sino también de lo que está
pasando en Oriente Medio y el Magreb, hay que situarse en el contexto global de estas
sociedades, todas ellas sometidas a cambios culturales, religiosos, políticos y sociales de
mucha envergadura. El Islam, que es la religión y la cultura dominante de estos países,
no escapa a los desafíos de la modernidad. Detrás de las imágenes dramáticas que nos
ofrecen los medios de comunicación se esconden las aspiraciones de estos pubelos a un
mundo nuevo. Las primaveras árabes fueron el icono de esas aspiraciones a la
modernidad, a la democracia y a la libertad. Pero, como dice el sociólogo y politólogo
francés Olivier Roy, no hay que echarles la culpa de no haber alcanzado sus objetivos,
confiscados en última instancia por los Hermanos Musulmanes y los salafistas. Las
impresiones que nos dejan son amargas y sugieren un mundo caótico y dividido, un
campo de batalla, un polvorin que puede esplotar en cualquier momento. Pero, las
Primaveras árabes nos envían el mensaje de un Islam convulso y en crisis, entre una
tradición que no acepta morir y una modernidad que no acierta a nacer.
Lo que no vale son las simplificaciones que afirman sin matices que “el Islam y los
musulmanes” son de una manera determinada. Hay que guardar la perspectiva. Las
imágenes de las manifestaciones llenan la pantalla, pero no expresan toda la realidad. La
realidad es multiforme. Las violencias fueron obra de una minoría insignificante
comparada con el conjunto del Islam. ¿Qué representan, por ejemplo, 3.000
manifestantes en una ciudad como El Cairo, que tiene una población de 20 millones de
habitantes?
Busquemos en las posibles causas. En ellas se mezclan razones de todo tipo: político,
cultural religioso… Hace unos pocos días el diario francés Le Monde recordaba el
asesinato hace 20 años, en Siria, del periodista Michel Seurat a manos de la Yihad
Islámica, brazo armado del Hezbollah libanés. Michel Seurat escribió un libro cuya
lectura recuerda las masacres y matanzas de hoy… El libro lleva el título de “Siria, el
estado de la barbarie”. Lo interesante de este libro es ver que las causas que condujeron
a la carnicería de entonces , explicaciones que ya daba en su tiempo el historiador Ibn
Jaldún en el siglo XV, existen todavía hoy. Lo peor es la profecía que revelan: es decir,
que ya sabemos lo que pasará al día siguiente de su desenlace fina. El futuro entrará en
la lógica de la amalgama de lo religiso y de lo político y también, una vez más, en las
consecuencias de un sistema social cuya referencia remonta a catorce siglos.. Creo que
el autor del artículo acierta. Si la visión de la sociedad y las estructuras sociales no
cambian, los resultados continuarán siendo los mismos. No habrá soluciones.
Otra explicación. Tariq Ramadan, el gurú de muchos jóvenes musulmanes hoy día,
interrogado sobre los últimos acontecimientos afirma que la muerte del embajador
americano fue la respuesta de un grupo local de Al-Qaida a la eliminación meses antes
de uno de sus activistas, Abu Yahia, a manos de los servicios secretos americanos. En
cuanto a las manifestaciones posteriores de violencia en otros países, dice Tariq
Ramadán que éstas reflejan más bien la lucha por el liderazgo religioso entre los chiíes
liderados por Irán y los sunníes liderados por Arabia saudí. Y añade que no se trata de
una lucha entre laicistas progresistas e islamistas, conservadores y reaccionarios, sino
más bien una cuestión de credibilidad religiosa: es decir, saber quién es capaz de dar
una respuesta a lo que se dice sobre el Islam y defenderlo contra los ataques de que es
objeto.
La opinión del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun es parecida, aunque con matices
más sutiles. Pour Ben Jelloun está claro que detrás de los acontecimientos se encuentra
la mano de algunos estados musulmanes que no quieren admitir la entrada del Islam en
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la modernidad. Dice textualmente que « la noción de pertenencia absoluta a la
comunidad musulmana hace que la adhesión a la laicidad se confunde con ateismo y
apostasía. Tocar al dogma equivale a hacer lícito el derramamiento de sangre ”. Tahar
Ben Jelloun denuncia también las « oscuras manipulaciones » de algunos Estados
fanáticos y señala como culpables a los grupos salafistas sostenidos por Arabia saudí.
Su diagnóstico es severo y contundente: « la vulnerabilidad del Islam no está en su
espíritu ni en sus valores, sino en la manipulación y el mantenimiento de poblaciones
enteras en sus creencias. Los muertos, los incendios, los gritos de odio, la
incomprensión, la necesidad de venganza no sorprenden sino a aquellos que no quieren
aceptar que algunos Estados islámicos, contrarios a la modernidad y la democracia,
alientan las pasiones de la población, haciéndolas olvidar lo esencial: la instauración de
un Estado de derecho que favorezca la emergencia de los individuos. El reconocimiento
del individuo equivale a romper con el clan, el derecho a la libertad de conciencia, la
puerta abierta a la reflexión crítica”.
Tareq Oubrou, conocido iman de Burdeos (Francia), analiza los excesos que han tenido
lugar en los países islámicos y los atribuye a consideraciones culturales y religiosas de
un mundo diferente del mundo occidental. Dice, sin justificar estos excesos, que “el
resto del mundo no es occidental, ni tampoco demasiado democrático. Muchas
civilizaciones no ven la libertad con los ojos de un Occidente secularizado. Las
libertades individuales incumben a las personas y no a los Gobiernos. Esto no lo saben
muchos de los que se manifiestan en el mundo musulmán. Siguen pensando que el yo
individual se confunde con el nosotros de la comunidad… A pesar de las “primaveras
árabes”, esta mentalidad persiste. La confusión entre el Estado y el ciudadano es total, y
el video difundido por Internet se comprende por lo tanto como una expresión del
Estado americano. Esta lectura del mundo justifica a los ojos de algunos que se pueda
atacar al embajador americano en Libia, a pesar de que éste fuera un gran amigo del
pueblo libio. Según este imán, “el mundo musulmán debe ir más allá de su
susceptibilidad hacia Occidente y romper con un espíritu que ve complots por todas
partes contra ellos”.
Las diferencias de mentalidad entre los musulmanes y los europeos se hizo visible el 26
de septiembre en la sede de la ONU. El debate sobre la libertad de expresión dibujó dos
campos y dos visiones diferentes de las leyes que deben regir la sociedad y la política.
Por un lado los representantes del mundo musulman, que reprochaban a los occidentales
de esconderse detrás de la libertad de exprsión para ignorar las sensibilidades culturales
de los demás. Mohamed Morsi, por ejemplo decía que « esperamos de los los demás, lo
mismo que esperan de nosotros, respetar lo específico de nuestras culturas y de nuestras
referencias religiosas, y no que nos impongan conceptos o culturas que nosotros
juzgamos inaceptables”. Por otro lado los países occidentales defendían la libertad de
expresión por miedo a las consecuencias que puede tener una ley sobre la blasfemia
semejante a la de Pakistan.. Barack Obama, expresó el sentimiento de los occidentales
diciendo “que la mejor arma contra un discurso que ofende, no es la represión sino un
discurso mejor”.
Pero, en los objetivos de este artículo no entra el debate sobre la libertad de expresión.
Por mi parte, pienso que la libertad de expresión no está reñida con una convivencia
sana y respetuosa de los demás. La libertad de expresión es buena. Permite escapar a las
intolerancias y a las dictaduras, tanto religiosas como políticas. Mantenerla es una
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necesidad para garantizar las libertades más fundamentales. Gracias a Dios no han
faltado durante estos días voces autorizadas para defenderla.
Los conflictos existen y existirán siempre. Su solución no es la respuesta airada ni la
violencia física, sino el entendimiento, la búsqueda de las causas, la verdad de los
hechos, la voluntad de querer vivir juntos, el aprecio y el respeto mutuo y una adecuada
educación a la vida en sociedad. Aprender a vivir juntos en sociedades multiculturales y
multireligiosas es una necesidad en el mundo de hoy. Los criterios basados en el
predominio de una religión, raza o cultura no sirven. La democracia, la igualdad de
derechos, la libertad de religión y de conciencia, sin privilegios y exclusiones son la
garantía y la condición de una vida en paz y armonía.
Más allá de las leyes están el respeto a la dignidad de las personas, el aprecio de las
convicciones de los demás por muy diferentes que sean. El biólogo y moralista Jean
Rostand, a pesar de su agnosticismo religioso, dice en su libro “Inquietudes de un
biologista” algo muy importante: « Me importa muy poco cómo será el aspecto de las
ciudades el día de mañana, la arquitectura de las casas y la velocidad de los vehículos.
Me importa, sobre todo, saber el sabor que tendrá la vida, las razones para amar y
actuar. Me pregunto ¿de qué pozo sacaremos el aliento para vivir? Se gana más amando
que entendiendo las cosas… prefiero el amor a la inteligencia”. Bellas palabras que me
sirven para cerrar estas reflexiones. No estaría mal que los medios de comunicación
tomaran nota de ello.
Agustín Arteche Gorostegui. M.Afr.
SALAFISMO
En árabe « Salafiyya », salafismo en castellano. Viene de “salaf”, que quiere decir
“antepasado”. El salafismo es un movimiento iniciado por Mohammed Abdu en
Egipto a mediados del siglo pasado, que reivindica una vuelta al Islam puro de los
orígines, al Islam radical de los primeros tiempos. El salafismo tiene varias vertientes,
pero todas, sean de corte pacífico o violento, se consideran como un movimiento de
vuelta al islam de los orígenes. Rehusan todo lo que pueda considerarse interpretación
humana posterior a la revelación de Mahoma. Se trata por consiguiente de un Islam
reformista que rehusa las prácticas del Islam popular y las innovaciones de toda
índole. Los salafistas desean vivir según la tradición original del Corán y de la Sunna
del Profeta, a quien tratan de imitar en todas sus maneras de vivir, tanto en la manera
de comer como de vestir. De ahí que tengan aversión a las maneras de vivir
occidentales, y no aceptan ni la democracia ni la laicidad.
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