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Trabajos y
ensayos
Número 1 (enero de 2005)
Publicación de los alumnos del programa de doctorado
Cooperación, Integración y Conflicto en la Sociedad
Internacional Contemporánea
El integrismo islámico en Marruecos
María López Belloso
1.
INTRODUCCIÓN
El proceso globalizador que ha experimentado la sociedad mundial ha tenido múltiples
manifestaciones, que han trascendido el ámbito meramente económico y se ha hecho presente en
el día a día de las sociedades. Uno de estos aspectos ha sido lo que se ha venido a denominar
terrorismo o violencia global, con una escalada progresiva en importancia y en presencia mundial
y con su máximo exponente, hasta el momento, en los atentados del 11-S. Toda esta corriente de
violencia terrorista ha estado encabezada por movimientos radicales islámicos, aunque tras los
atentados de Nueva York se hayan sumado a la lista “del mal” otros grupos terroristas por la
presión de dirigentes, especialmente, europeos. El fenómeno terrorista internacional, sin
embargo, sigue estando estrecha y peligrosamente vinculado al fenómeno islámico que de forma
paralela ha vivido una radicalización generalizada.
Frente a todo este movimiento del resurgir islámico y su fundamentalismo, Marruecos
había defendido siempre su postura moderada y pro-occidental, lo que le ha servido para ganar
apoyos a nivel internacional y regional. Sin embargo, la situación social y política en Marruecos,
que había permanecido eclipsada por la aparente imagen de modernidad y moderación que la
dinastía alauí quería trasmitir, no era muy distinta a la del resto de países islámicos. Pero, por el
contrario, toda esa apariencia e imagen se ha ido deteriorando con la creciente presencia marroquí
en el fenómeno terrorista global.
Hassan II basó su política exterior en su imagen de baluarte contra el integrismo. Cuando
en 1994 murieron dos españoles en un atentado en Marrakech, el régimen marroquí recurrió
enseguida a una conexión exterior con los integristas argelinos. Obviamente, el régimen no podía
dejar pasar esa oportunidad sin intentar relacionar los atentados con los saharauis, a los que
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El integrismo islámico en Marruecos
acusaron de haber cobijado a los terroristas en los campamentos de Tinduf. A raíz de este hecho,
se impuso el visado a los ciudadanos argelinos y el cierre de fronteras entre los dos países
magrebíes. En investigaciones posteriores se probó que toda aquella versión era falsa, que los
terroristas eran marroquíes y habían operado desde dentro. Sin embargo, dado que estas
investigaciones se produjeron bastante tiempo después de los hechos, tuvieron escasa repercusión
en los medios y la imagen de Marruecos apenas se vio deteriorada.
Hasta después del 11-S no ha empezado a deteriorarse la imagen exterior marroquí por la
implicación de marroquíes en dichos atentados y en la red Al Qaeda, ya que algunos de los
ministros de Asuntos islámicos nombrados por M’Dagri defendieron la legitimidad de los
atentados de Bin Laden.
Marruecos intentó restaurar su imagen en mayo del 2002 cuando detuvo a un grupo de
marroquíes y saudíes que planeaban atentar contra buques de la OTAN a su paso por el estrecho.
Marruecos pretendía reforzar su imagen de guardián del estrecho en detrimento de la posición de
España. Enseguida saltaron las voces que relacionaban a los detenidos con Al Qaeda, cosa que
nunca ha llegado a probarse. Parece claro que es muy poco probable que esos individuos fueran a
mandar sus barcas cargadas de explosivos contra los barcos de la Alianza Atlántica teniendo que
traspasar, previamente, por el férreo control de las fronteras de Ceuta y Melilla. Hoy por hoy, no
se han encontrado esos explosivos, y, por contra, este incidente fue un argumento que Marruecos
alegó tras su invasión del islote Perejil por la necesidad de defender el Estrecho.
Con esta imagen que pretendía dar, Marruecos deseaba diferenciarse, principalmente, de la
vecina Argelia, y además colocaba al Polisario en el punto de mira, ya que dada la negativa de
Marruecos a las negociaciones del conflicto y, posteriormente, al Plan Baker, y ante las
insinuaciones saharauis de volver a las armas, Marruecos sabía que le resultaría muy fácil llevar
la pelota a su terreno relacionando al Polisario con las organizaciones terroristas islámicas, el eje
del mal y Bin Laden. Toda esta estrategia le era muy útil a Marruecos por varias razones: porque
su imagen ante EE UU se vio dañada al negarse a aceptar el Plan Baker y porque la histórica
vinculación que Marruecos hacía (y que realmente no existía en esos términos desde hacía mucho
tiempo) de los saharauis con países como Libia, que hasta ahora habían estado vetados y
marginados en las Relaciones Internacionales por sus antecedentes terroristas, se le ha venido
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El integrismo islámico en Marruecos
abajo con la reciente incorporación de Gadaffi al panorama internacional de la mano de José
María Aznar.
El 16 de mayo de 2003, 41 personas, entre las que se encontraban cuatro españoles,
fallecieron en Casablanca a raíz de una ola de atentados simultáneos dirigidos contra intereses
españoles y judíos. Entre las víctimas no había ningún ciudadano judío, a pesar de que en el
Hotel Farra se encontraban en el momento del atentado más de 40 israelíes que se habían
desplazado hasta Marruecos para asistir el día 19 de mayo en la ciudad de Uezzan a la romería de
la Hallula, a la tumba del Rabino Amran Ben Diwan que vivió y murió en Marruecos en el s.
XVIII, junto con otros más de 1000 judíos provenientes de todas las partes del mundo.
Los atentados fueron llevados a cabo con cierta sofisticación para haber sido perpetrados
por jóvenes desheredados de las chabolas de Sidi Mumen, como fueron descritos por la prensa, lo
que hacía poco creíble, por otra parte, su relación internacional con Al Qaeda. Sin embargo, dado
el desarrollo que el Islamismo ha tendido en Marruecos, no será sorprendente que de los barrios
más marginales surgieran jóvenes vinculados con movimientos islamistas de carácter radical.
Los atentados de Casablanca sorprendieron a toda la opinión pública. Sorprendieron por su
proximidad y por los intereses contra los que atentaban, y enseguida se destacó el miedo a la
amenaza del terrorismo internacional y Al Qaeda.
Desde el primer momento las fuentes oficiales marroquíes apuntaron a las redes del
terrorismo internacional como autoras de los atentados y aprovecharon la coyuntura para
relacionarlo con hechos acaecidos en Marruecos poco tiempo antes.
Hay que situar los atentados de Casablanca del 16 de mayo de 2003 en un contexto
internacional de tensión y alerta provocados por los atentados de Riad, y por las alertas continuas
de los servicios de inteligencia estadounidenses que avisaban de la inminencia de nuevos ataques.
Dando por cierto que los atentados fueran perpetrados por células internacionales de Al Qaeda,
estos atentados entrarán dentro de acciones totalmente coherentes dentro de la gran estrategia de
la organización terrorista. El objetivo final de la Red consiste en instaurar regímenes islamistas en
los países musulmanes, derrotando a un Occidente encabezado por EEUU. Estos atentados siguen
la misma línea que los realizados después del 11 de septiembre en Pakistán, Túnez, Kenia,
Yemen o Bali.
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Siguiendo esta hipótesis de la autoría de los atentados, se revalidaría, así, el alto nivel de
sofisticación y el potencial de la red terrorista. Después de la ausencia de actividad durante la
Guerra de Irak, los atentados de Riad y de Casablanca son una llamada de atención al mundo
occidental y a EEUU de que Al Qaeda sigue en activo con capacidad para organizar y orquestar
acciones terroristas en la esfera internacional.
Estos atentados se produjeron en un país caracterizado por unas fuerzas de seguridad con
una gran capacidad para ejercer control social. Desde poco después de los atentados las fuentes
oficiales marroquíes relacionaron las acciones terroristas con las detenciones realizadas poco
tiempo antes de grupos radicales, algunos incluso acusados, de estar relacionadas con Al Qaeda.
Estos atentados dañaron gravemente la imagen de tranquilidad y moderación que había
caracterizado al régimen alauí, y tuvieron consecuencias directas en el turismo, fuente primordial
de ingresos de Marruecos, pero sobre todo las acciones terroristas demuestran la implantación de
Al Qaeda en los círculos más radicales marroquíes.
Todo esto se ha visto acrecentado con los atentados del 11 de marzo en Madrid, en los que
el llamado Grupo Combatiente Marroquí (Salafiya al Islamiya) ha reivindicado la autoría,
afirmando, además, estar dentro del entramado de Al Qaeda. Estos atentados, ideados y
ejecutados por ciudadanos marroquíes, han consolidado las hipótesis de la existencia del germen
terrorista en el país vecino, así como la conexión de estos grupos con el terrorismo global de Al
Qaeda, al haber alegado los autores y los detenidos por los atentados (todos ellos marroquíes)1.
Esta presencia del terrorismo en Marruecos ha sido fruto de una evolución en el tiempo y en la
sociedad marroquí alentada desde el Mazjen, y fiel reflejo de la precaria situación social y
política del país.
2.
ANTECEDENTES DEL INTEGRISMO ISLÁMICO EN MARRUECOS
2.1. Concepto de integrismo islámico
1
Días después de los atentados, junto con los primeros detenidos marroquíes fueron detenidos dos ciudadanos
pakistaníes acusados de colaborar en la organización de los atentados, pero posteriormente fueron puestos en libertad
por falta de pruebas. Lo único que les vinculaba a los atentados era la venta de las tarjetas telefónicas empleadas en
los móviles.
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El integrismo islámico en Marruecos
Para entender el alcance del integrismo islámico en Marruecos hay que tener claro, en
primer lugar, lo que supone ese concepto, para después analizar las causas que han motivado ese
sentimiento religioso en un país caracterizado, principalmente, por la moderación y que
aparentemente quedaba fuera del resurgimiento islámico generalizado que estamos viviendo a
raíz de los últimos acontecimientos internacionales.
Es complejo describir este fenómeno que están viviendo los países musulmanes. Se utilizan
múltiples denominaciones y nombres tanto en los ámbitos académicos como en los medios de
comunicación, y esta terminología múltiple no contribuye precisamente a clarificar el fenómeno.
Se usan términos como fundamentalismo, integrismo o islamismo, pero ¿son todos los términos
equivalentes? o, por el contrario, ¿existen matices que los diferencian?, y si es así, ¿cuál de estos
términos sería aplicable a la situación que vive Marruecos?
El término fundamentalismo “tiene origen anglosajón y viene de la denominación que se
daba a las iglesias y organizaciones protestantes que insistían en el origen divino de la Biblia”2.
Se ha utilizado, tradicionalmente, para referirse a los movimientos que abogan por un retorno a
los postulados básicos y fundamentos de una religión. Por analogía se aplicó este término al
Islam para designar a los que querían una religión vuelta al sistema político del Islam instaurado
en los orígenes, en la Meca y en Medina, por el Profeta. Lo que diferencia el “fundamentalismo”
de otros términos en su legalismo, ya que los fundamentalistas pretenden prescindir de cualquier
otro código jurídico que no sea la Sharia establecida en el Corán.
En contraposición al “fundamentalismo” el término de “integrismo” es “de origen francés
de principios del s. XX surgido a raíz de los enfrentamientos entre los católicos intransigentes y
los modernistas. En su aplicación al Islam este término hace referencia a los musulmanes que
hacen una rígida interpretación del Corán y son reacios a cualquier interpretación o
modificación”3. Este término se ha convertido, con las acciones de los que lo hacen suyo, en un
equivalente de un fascismo religioso, en una radicalización dogmática y autoritaria, y ha sido
alegado por aquellos que matan indiscriminadamente y de forma arbitraria a aquellos que se
alejan de sus postulados, su idea del Islam y del modo de vida que es compatible con él.
2
3
L Escribano, El Fundamentalismo Islámico, Acento Editorial, Madrid, 2001, pág 17
Ibidem
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El integrismo islámico en Marruecos
El único término que hace referencia al Islam, “Islamismo”, es el único que no se deriva de
aplicaciones anteriores, sino que ha sido creado de manera explícita para el caso del Islam.
Igualmente, es el término más amplio de los mencionados, pues no se limita a una vuelta a la
vertiente religiosa del Islam de Mahoma, sino que aboga por la parte de contenido político del
Islam. Está definido pues, por su activismo político y por una visión reformista en todos los
aspectos.
Desde mi punto de vista, en Marruecos se recogerían estos tres conceptos ya que el
resurgimiento del sentimiento religioso no se ha dado de forma uniforme.
2.2. Evolución del resurgimiento islámico en Marruecos
Marruecos ha sido un país que ha vivido el sentimiento religioso de manera diferente a sus
vecinos del Magreb y a los demás países musulmanes en general.
El rey de Marruecos unifica en su persona Islam y política. El monarca alahuí al ser
descendiente del profeta Mahoma representa la legitimidad política y religiosa, y de ahí su
designación como Emir al Mumine (Príncipe de los creyentes), que le garantiza, en cierto modo,
a la ciudadanía marroquí la defensa de los valores del Islam.
El fenómeno del “fanatismo islámico” (que así denominaremos, de momento, para después
encajar cada tendencia en la denominación concreta) surgió a finales de la década de los setenta
impulsado por el propio sistema. Se acudió al sentimiento religioso en ese momento concreto
para combatir la importancia de la izquierda democrática, representada por Ben Barka, que
luchaba por terminar con la sociedad feudal de Marruecos e instaurar un Estado moderno. Para
contrarrestar este movimiento se tomaron dos medidas: Ben Barka fue asesinado por los servicios
secretos marroquíes en París, y el sistema instrumentalizó el Islam a través de las mezquitas y
autorizó la creación de la Shabiba Al Islamiya (Juventud islámica) inspirada en el movimiento de
la Hermandad Musulmana.
Una vez que se puso el “germen” islamista, la evolución se separó en tres caminos
distintos, cada uno con unas características: “Justicia y Caridad”, el “Islamismo Oficial” y el
“Islamismo radical”.
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De estos tres movimientos, el más importante es “Justicia y Caridad” (Al Adl ua al Ihsan),
que fue fundado en 1983 por Abdesalam Yasín. Desde el principio, este movimiento llamaba a
una vuelta a las tradiciones islámicas y al respeto a los preceptos del Corán, incluso su líder llegó
a escribir una carta a Hassan II denunciando la corrupción del régimen. Esta “irreverencia” llevó
a Yasin a ser encerrado en un manicomio, en un primer momento, y a someterlo a arresto
domiciliario después, hasta la muerte de Hassan II y la subida al trono de su hijo Mohamed VI.
“Justicia y Caridad” es un movimiento socio-político que encajaría en la terminología del
“Islamismo” ya que propone una vuelta a los valores religiosos tradicionales y una visión sociopolítica del Islam combatiendo las injusticias sociales y denunciando las irregularidades del
régimen, pero siempre usando métodos pacíficos, lo ha hecho aumentar sus apoyos de forma
espectacular. No es de extrañar que esta tendencia haya ganado adeptos en Marruecos, donde las
injusticias sociales están a la orden del día y se vive bajo la dominación de un régimen policial.
En su maniobra política Hassan II trató de hacer elegir a los marroquíes entre “Él” y el
“islamismo”, pero le traicionó la propia corrupción de Majzen y la miseria social provocada por
su clientelismo político.
Los seguidores de “Justicia y Caridad” vienen principalmente de dos estratos sociales: de
las clases sociales más pobres, donde suple el papel que debería realizar el Estado
proporcionando las necesidades básicas que el Estado se niega a dispensar (en un país como
Marruecos donde un quinto de la población vive bajo el umbral de la pobreza supone ganarse
fácilmente la voluntad de los estratos más pobres); y en la Universidad, lo que hace atractivo al
movimiento de Yasin es la denuncia que hace del régimen, el mismo régimen que hará, por su
mala estructuración socio-económica, que la mayoría de esos jóvenes que están estudiando vayan
al paro al acabar la carrera.
Hassan II se sintió amenazado por el éxito de “Justicia y Caridad” y pensó que la táctica
que le daría mejor resultado sería la de dividir a su enemigo generando o potenciando otros
movimientos islamistas. Y para conseguir sus aspiraciones, por un lado alentó un “islamismo
oficial” y, por otro, hizo oídos sordos a la entrada de financiación saudí a grupos islamistas con
tendencias radicales.
El segundo de los movimientos del islamismo marroquí es el denominado “Islamismo
oficial”. El “Islamismo oficial” está representado fundamentalmente por el Ministerio de los
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Habús y Asuntos Islámicos y por el partido “Justicia y Desarrollo” (llama la atención la similitud
terminológica). Este Ministerio propuso la política de la “esfera de la integración”, que apostaba
por, dado el auge de los movimientos islamistas, integrarlos progresivamente. Esto supuso que
“Justicia y Caridad” fuese un movimiento, no legal pero sí tolerado, como otros 25 movimientos
similares. Esto abrió las puertas a estos movimientos para poder celebrar reuniones, difundir
comunicados, y proliferaron las mezquitas incontroladas en los barrios más marginales. En su
momento se acusó al Ministro de los Habús y Asuntos Islámicos, y supuso la destitución del que
había sido hasta entonces ministro Abdelkadir M’Dagri.
Justicia y Desarrollo es el único partido islamista legal de Marruecos y está presidido por
una élite cercana al Majzen. Sin embargo, en el seno de este partido han surgido corrientes
disidentes y más radicalizadas como el “Movimiento de la Unicidad y la Reforma”, que defiende
una política de máximos, tanto desde el parlamento como desde los medios afines como el
periódico Attajdid. Para poner freno a esta corriente dura, y al verse el Majzen otra vez
amenazado, se ha creado recientemente el movimiento “Vigilancia y Virtud”.
En otro ámbito, el tercero de los movimientos del islamismo marroquí es el movimiento
tolerado por el gobierno marroquí e introducido por los wahabitas saudíes y grupos radicales.
Esta corriente se articula en torno a tres grupos: “Separación y Excomunión” (Al Hijra Ua Takfir)
que ha asesinado ya a varias personas trasgresoras de la Sharia y que tiene considerables
seguidores en las grandes ciudades marroquíes, entre ellas, Casablanca. El segundo es “Camino
recto” (Assirat Al Mustakim), una escisión del grupo anterior, formado en la denominada escuela
afgana, formada por aquellos musulmanes que acudieron a la llamada de los muyahidines
afganos para combatir a los soviéticos y tras el final del conflicto regresaron a sus países de
origen con los subsiguientes problemas de adaptación. En tercer lugar, está el grupo “Salafiyia
Yihadihia” cuyo líder Mohamed Fizazi ha apoyado públicamente a Bin Laden. Este tercer sector
entraría dentro del término de Integrismo islámico, ya que ya han cometido asesinatos en nombre
del Islam y se muestran intransigentes con los que no respetan el Coran desde su punto de vista.
Esos movimientos fueron tolerados por la monarquía alauí porque suponían una
competencia directa a “Justicia y Caridad”, y además porque el monarca tenía importantes deudas
con los Saudíes ya que estos habían financiado una parte muy importante del conflicto de
Marruecos con el Sáhara Occidental.
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Puede comprobarse que el gobierno marroquí tiene una responsabilidad directa en el auge
del movimiento islamista con la consecuente derivación en el integrismo islámico. El argumento
tradicional marroquí para conservar la estabilidad ideológico religiosa del país de la calidad de
“Príncipe de los Creyentes” de Mohamed VI, se ha visto gravemente dañado, principalmente por
las críticas de Yasin al monarca.
También ha contribuido a debilitar la imagen de Majzen el asunto de la reforma de la
Mudawana, o código de estatuto personal, al que, a pesar de haber sido la bandera política de
Mohamed VI, ha costado años conseguir por el rechazo de los Islamistas, e incluso ahora es
dudosa su aplicación.
2.3. El alcance del voto islamista
Las elecciones legislativas en Marruecos del 12 de septiembre de 2003 han puesto de
manifiesto aspectos muy importantes de la situación política interna de Marruecos.
El primer dato significativo de estas elecciones es alto grado de abstención. Según
versiones oficiales, la participación fue del 54,12% y en las ciudades más importantes como
Rabat, Marrakech, Tánger o Casablanca tan sólo llegó al 40%.4
Al alto grado de abstención hay que sumar el gran número de votos nulos, casi 800.000, es
decir, el 10% de los votos emitidos, y en los que según algunos medios de comunicación afines al
partido Justicia y Desarrollo se encontraban anotaciones de los ciudadanos que se quejaban de no
haber encontrado las papeletas para votar a Justicia y Desarrollo.
Este hecho pone de manifiesto el descontento general de los ciudadanos marroquíes con su
sistema de gobierno y con los políticos que integran la denominada “Kutla” (Bloque), que
después de estas elecciones ha quedado seriamente dañada y con grandes fisuras internas que le
han ha hecho perder las alcaldías de ciudades importantes. El único partido islamista que se
presentó, aunque parcialmente, a estas elecciones, fue Justicia y Desarrollo5.
4
P. Hernández Ramos, Elecciones municipales en Marruecos: el alcance del voto islamista, Real Instituto Elcano,
www.realinstitutoelcano.org, 3-11-2003.
5
El otro gran movimiento islamista del país, Justicia y Caridad, que cuenta con más de 30.000 afiliados y dirige un
gran número de organizaciones caritativas, no se ha presentado a las elecciones porque rechaza la Política y no
reconoce la figura del Rey como líder religioso y aboga por una vuelta al califato.
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El PDJ (Partido Justicia y Desarrollo) optó por presentarse tan sólo en el 18% de las
circunscripciones tras un periodo de negociaciones con el Gobierno.6 En algunos medios se
aseguró que esto se debía a que tras los atentados de Casablanca el PJD fue hecho responsable
moral de los atentados, e incluso un antiguo cargo del partido fue condenado en Kenitra a 30 años
de cárcel por su participación en los atentados, y se argumentó que el PJD pretendía asimilar
Marruecos a su vecino Argelia.
Hay que tener en cuenta que este partido no se presentó en ciudades como Tánger, donde es
la primera fuerza política. Tampoco lo hizo en las circunscripciones rurales, sino que se limitó a
las ciudades de tamaño medio, en las que ha sido la fuerza más votada. En Casablanca, donde
participó de forma parcial, como en Rabat, obtuvo las ocho circunscripciones en las que se
presentó.
Esta decisión de participar sólo parcialmente en las elecciones fue justificada por miembros
del partido por intentar reforzar la imagen del Poder en el Partido.
Por tanto, lejos de los análisis estadísticos que pretende defender el Gobierno tiene que ser
interpretado de forma más amplia, en el contexto de un gobierno marroquí en crisis, tanto interna
como internacionalmente, y en el contacto de una sociedad que, por su pobreza, se lanza a los
brazos de organizaciones de carácter religioso que suplen de forma no gubernamental las
prestaciones sociales que el gobierno deja desprovistas.
3.
CONCLUSIONES
El integrismo islámico al que se han atribuido los atentados de Madrid, y anteriormente los
de Casablanca, es un fenómeno que hunde sus raíces en Marruecos desde los tiempos de Hassan
II, y está directamente relacionado con un régimen corrupto y policial como el marroquí. El
propio sistema monárquico fomentó y dejó carta blanca a los saudíes para que se extendiera un
sentimiento religioso que hiciese la competencia a los movimientos islámicos que ponían en tela
de juicio al monarca y su régimen. Pero estos movimientos se le fueron de las manos al tiempo
6
P. Hernández Ramos, op. cit.
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que no cumplieron su objetivo de debilitar la imagen de Justicia y Caridad, primer movimiento
islamista en Marruecos.
Este fervor religioso ha tenido caldo de cultivo en las grandes injusticias sociales y la
pobreza en la que está sumida gran parte de la sociedad marroquí, que han encontrado su único
consuelo en la religión y en las organizaciones islámicas que, por su visión política del Islam,
tratan de solventar en la medida de sus posibilidades dichas carencias.
Pero como suele ocurrir con la mayoría de las concepciones o ideologías políticas, y el
Islam en su esencia tiene mucho de ideología, se ha caído en la mala interpretación y la
demagogia y se ha instrumentalizado un movimiento que creaba serias dificultades a las
aspiraciones político económicas de los países occidentales en la zona de Oriente Medio, cuya
importancia en términos de petróleo es de todos conocida. Marruecos debería reflexionar porque
este fenómeno se le ha ido de las manos, incluso el que se ha denominado Islamismo Oficial,
creado directamente por el Majzen.
Los atentados de Casablanca tuvieron una doble lectura para Marruecos, el positivo y el
negativo, o en otras palabras, el que dañaba su imagen, y el que podría dañarle.
En el lado negativo está ese descubrimiento de que el “bastión de la moderación y del
occidentalismo” también era susceptible a movimientos integristas que no quedaban excluidos, ni
siquiera por la condición de Príncipe de los creyentes del Monarca.
En el lado positivo estaría el victimismo que Marruecos supo aprovechar muy bien, y que
le puede servir de mucho todavía como medida de presión en lo que sigue siendo la “piedra en el
zapato” de Mohamed VI, el conflicto del Sáhara Occidental.
Sin embargo, tras los atentados del 11 de Marzo, ya no resulta tan fácil para el régimen
alauí hacer una doble lectura, ya que, en este caso, toda la carga de la autoría de los atentados
recae sobre grupos marroquíes vinculados a Al Qaeda. Frente a esto, la única alternativa que ha
tenido el régimen marroquí ha sido mostrarse firme en su condena al terrorismo global y
colaborar en la investigación policial abierta. Además ha tratado de restaurar su imagen dañada
con actos conjuntos entre las víctimas de Madrid y Casablanca en un intento desesperado de
recordar que ellos también sufrieron el ataque terrorista. Indudablemente, la llegada al poder del
Partido Socialista en España ha sido una gran ayuda para Marruecos que ha visto cómo sus
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relaciones con España, que habían sufrido un gran deterioro durante el periodo de gobierno del
Partido Popular, han sido reanudadas y reforzadas.
Marruecos debería realizar una reflexión interna sobre la evolución sufrida por parte del
Islamismo en el país, sobre las causas estructurales de pobreza, marginación social y represión en
los que se está desarrollando la sociedad marroquí y sobre la permisividad que tanto Hassan II
como Mohamed VI han tenido con las corrientes salafistas saudíes y afganas en el país. Para
mantener su status internacional de aliado, Marruecos debería ponerse al día en políticas sociales,
renovar su régimen feudal obsoleto y resolver sus asuntos pendientes en la órbita internacional
conforme al Derecho Internacional y a los dictados de Naciones Unidas. De no ser así, estos
atentados y la presencia marroquí en el terrorismo global, más allá de desaparecer seguirán su
evolución, ya que se trata de un fenómeno demasiado complicado para resolverlo por caminos
únicamente de represión y control policial.
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