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“In Corde Matris”
In Corde Matris:
“Hacer creíble nuestra profecía”
ORACIÓN DE LA MAÑANA
INTRODUCCIÓN (cf. EMP 19- 20. 24)
Realizamos este Día de Retiro para avanzar en el proceso de “hacer nuestro el
modo de vida de Jesús”, para fortalecer nuestro estilo profético de vida, para renovar
en nosotros el don vocacional que nos fue transmitido.
“Elegidos por Jesús y ungidos por el Espíritu, nos sentimos llamados a dar
continuidad “hoy” a nuestra admirable tradición misionera y profética”. Sintiéndonos
misioneros y profetas, siguiendo a Jesús en su ministerio por Galilea, Samaria y Judea;
también le imitamos en su búsqueda de espacios solitarios donde se retiraba a orar a
su Padre y renovaba su consagración a la misión.
Acudimos a las fuentes de nuestra vida y misión carisma, donde brota el gran
manantial de nuestra espiritualidad cordimariana. Aquí nos encontramos con la certeza
de que “nuestro estilo profético de vida recibe del Corazón Inmaculado de María,
madre de la Congregación, una impronta peculiar”, y por eso acudimos a este gran
Corazón para revisar nuestra autenticidad, para preguntarnos hoy cómo quiere Dios
que vivamos y actuemos, para concretar nuestra “profecía de la vida ordinaria”.
En este Retiro recibimos la gran lección de la ternura, pues María, nuestra Madre,
“nos enseña que, sin corazón, sin ternura, sin amor, no hay profecía creíble”. Nuestra
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Maestra nos recuerda que “la profecía de la vida ordinaria se muestra en las relaciones
en las que prima la ternura”.
Como misioneros y profetas, “para que el mundo crea”, para hacer creíble
nuestra profecía, hoy nos proponemos meditar esta virtud de la ternura, actitud
carismática, rasgo que nos define como Hijos del Corazón de María.
Empezamos con un himno que nos recuerda la vida de María, una vida unida a los
pobres y a los que confían en Dios, una vida transida por la ternura de Dios.
HIMNO
Madre de los pobres
los humildes y los sencillos,
de los tristes y de los niños
que confían siempre en Dios.
Tú la más pobre porque nada ambicionaste,
Tú perseguida vas huyendo de Belén.
Tú que un pesebre ofreciste al Rey del cielo,
toda tu riqueza fue tenerlo sólo a Él.
Tú que en sus manos sin temor te abandonaste,
Tú que aceptaste ser la esclava del Señor,
vas entonando un poema de alegría
canta alma mía porque Dios me engrandeció.
Tú que has vivido el dolor y la pobreza,
Tú que has sufrido la noche larga sin hogar,
Tú que eres Madre de los pobres y olvidados,
eres el consuelo del que reza en su llorar.
SALMODIA
Rezamos con la oración inspirada de los Salmos, y meditamos en ellos la ternura
de Dios para con su pueblo; ternura que se extiende sobre su Congregación
misionera, sobre cada uno de nosotros.
Antífona 1: El Señor es muy bueno y justo, nuestro Dios es compasivo
Salmo 116 (114-115)
Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y
angustia.
Invoqué el nombre del Señor: "¡Señor, salva mi vida!"
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó.
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Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.
Tenía fe, aun cuando dije: "¡Qué desgraciado soy!".
Yo decía en mi apuro: "Los hombres son unos mentirosos."
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.
Gloria al Padre...
Antífona 2: El Señor salva a los humildes
Salmo 149
Monición introductoria:
«La oración que este salmo inspira es la acción de gracias de un corazón lleno de
júbilo religioso.
«En el original hebreo del himno, a los protagonistas del salmo se les llama con
dos términos característicos: ante todo como hasidim, es decir, "los piadosos, los
fieles", los que responden con fidelidad y amor (hesed) al amor paternal del Señor.
«El salmo fue compuesto para "fieles" que militaban en una guerra de liberación;
combatían para librar a su pueblo oprimido y devolverle la posibilidad de servir a Dios.
A los que combatían por la libertad y por la fe, se les llamaban precisamente hasidim,
"los fieles" a la palabra de Dios y a las tradiciones de los padres.
«Es una imagen de nuestro compromiso de creyentes que, después de cantar a
Dios la alabanza matutina, andamos por los caminos del mundo, en medio del mal y de
la injusticia. A pesar de todo, mantiene la confianza, porque sabe que a su lado está el
Señor
«Hay un segundo vocablo con el que se definen los orantes de este salmo: son los
anawim, es decir, "los pobres, los humildes". Esta expresión no sólo indica a los
oprimidos, a los pobres y a los perseguidos por la justicia, sino también a los que,
siendo fieles a los compromisos morales de la alianza con Dios, son marginados por los
que escogen la violencia, la riqueza y la prepotencia. Constituye también una opción
espiritual.
«El día de la cólera del Señor” es precisamente el que se describe en la segunda
parte del salmo, cuando los "pobres" se ponen de parte de Dios para luchar contra el
mal. Por sí mismos, no tienen la fuerza suficiente, ni los medios, ni las estrategias
necesarias para oponerse a la irrupción del mal. Sin embargo, "el Señor ama a su
pueblo, y adorna con la victoria a los anawim".
«Con esta confianza "los hijos de Sión" (v. 2), hasidim y anawim, los fieles y los
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pobres, se disponen a vivir su testimonio en el mundo y en la historia. El canto de
María -el Magníficat- es el eco de los mejores sentimientos de los "hijos de Sión":
alabanza jubilosa a Dios Salvador, acción de gracias por las obras grandes que ha
hecho por ella el Todopoderoso, lucha contra las fuerzas del mal, solidaridad con los
pobres y fidelidad al Dios de la alianza.» (JUAN PABLO II)
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los
fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor
ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en
la boca y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando
a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre...
Antífona 3: El Señor te corona de amor y de ternura
Salmo 103 (102)
Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos y como el águila se renueva tu juventud.
El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro.
Los días del hombre duran lo que la hierba,
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florecen como flor del campo;
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno nunca volverá a verla.
Pero el amor del Señor con los que le temen
es desde siempre y para siempre;
defenderá a los hijos de sus hijos,
a los que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
El Señor ha puesto su trono en los cielos y su realeza todo lo domina.
Bendigan al Señor todos sus ángeles, héroes poderosos,
que ejecutan sus órdenes apenas oyen el sonido de su palabra.
Bendigan al Señor todos sus ejércitos, sus servidores,
para hacer su voluntad.
Bendigan al Señor todas sus obras,
en todos los lugares de su dominio.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
Gloria al Padre...
PALABRA DE DIOS
Oración antes de la lectura (cf. DE p. 138)
Abre. Señor, nuestro corazón y nuestra mente
para que, escuchando tu Palabra, la acojamos con la docilidad
con que la recibió la Virgen María en su corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Lectura (1Cor 4,1-15)
Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los
misterios de Dios. Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea fiel. Para mí
lo de menos es que me pidáis cuenta vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me
pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo
absuelto: mi juez es el Señor.
Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo
que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces
cada uno recibirá de Dios lo que merece.
Aprended de Apolo y de mí a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro.
A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo
has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?
Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin
nosotros. ¿Qué mas quisiera yo? Así reinaríamos juntos.
Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos
condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres.
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Nosotros unos locos por Cristo, vosotros, ¡qué cristianos tan sensatos! Nosotros
débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora
hemos pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos
domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les
deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos; nos calumnian y respondemos
con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la
humanidad; y así hasta el día de hoy.
No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os
quiero como a hijos; ahora que sois cristianos tendréis mil tutores, pero padres no
tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo
Jesús.
Palabra de Dios
Responsorio breve (Lc 11,27; Jn 2,1)
R/ Dichosos los que escuchan la Palabra *y la cumplen
V/ Hace lo que él os diga. *Y la cumplen. Gloria al Padre.
Dichosos los que escuchan la Palabra y la cumplen.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Antífona: La misericordia del Señor es entrañable
PRECES (cf. DE p. 166)
Con la ternura y el amor del Corazón de María presentemos al Señor nuestras
plegarias a favor de la Iglesia y del mundo:
R/ Señor, danos un corazón nuevo
- Te pedimos, Señor, por la Iglesia, para que esté siempre al servicio de la
evangelización de los pueblos.
- Te pedimos Señor, que todos los hombres de buena voluntad sean sensibles a
tus llamadas.
- Te pedimos, Señor, por todos los pobres, los marginados, los que se encuentran
solos, los que están afligidos o son tentados, para que escuchen una palabra de
consuelo y encuentren remedio a sus problemas.
- Te pedimos, Señor, que suscites en la Iglesia y en nuestra Congregación
sacerdotes, misioneros, catequistas, seglares comprometidos que muestren con
su palabra y su vida tu amor y tu bondad a todos los hombres.
- Te pedimos Señor, que a los que nos llamamos y somos hijos del Corazón
Inmaculado de María, nos concedas un corazón semejante al de nuestra Madre,
de modo que nos configuremos cada vez más con Jesucristo y anunciemos con
verdad su Buena Nueva.
- Señor, que, en tu Hijo nos diste a María por Madre, forja nuevas vocaciones en
la fragua de su Corazón para multiplicar entre nosotros los evangelizadores de tu
Hijo.
Padre nuestro
ORACIÓN CONCLUSIVA
Enciende, Señor, en nuestros corazones, el fuego que ardió incesantemente en el
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Corazón de María, para que, animados por sus mismos amores, abrasemos por
donde pasemos y todos los hombres te amen y te sirvan por los siglos de los
siglos. Amén
BENDICIÓN FINAL
(inspirada en la dada por Juan Pablo II, en la fiesta del Corazón de
María de 1999)
“Al Corazón Inmaculado de María encomendamos el presente y el futuro de toda
la Congregación, para que Ella, mujer dócil al Espíritu y modelo de íntima
adhesión a Jesús, nos llene de su amor maternal y de celo por las almas”.
Y la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros. Amén.
MEDITACIÓN
(Los textos que se citan están tomados de: “Nuestro proyecto de vida
misionera. Comentario a las Constituciones”; Circular sobre “El Corazón de
María y la Congregación en el momento actual”; Circular sobre “Herencia y
Profecía”; Documento sobre “Nuestra espiritualidad misionera en el camino del
Pueblo de Dios”)
a) Somos y nos llamamos hijos del Inmaculado Corazón de María (CC 8)
“El Padre Fundador tuvo una peculiar experiencia de esta maternidad espiritual
(intercesión, amor materno) de María en el momento trascendental en que comenzó a
compartir con otros, con nosotros, su carisma misionero. Y expresó esta convicción en
la denominación que escogió para nuestra Congregación: Hijos del Inmaculado
Corazón de María. María es fundadora de la Congregación en un acontecimiento de
maternidad espiritual.” (NPVM II, p. 147)
“María, madre de Jesús, madre de nuestra Congregación, es para nosotros una
memoria y presencia permanente.
Nos reconocemos “hijos de su Corazón”; la evocamos como formadora, directora
y ante todo como madre espiritual. Nuestra espiritualidad misionera tiene una
impronta cordimariana insustituible.
Experimentamos que, como en Jesús, nuestra misión tiene que ver con nuestra
condición filial.” (NEM 52).
“La maternidad espiritual de María es actuada sobre nosotros de manera
permanente, cuando nos entregamos a ella como hijos. Es más: es una maternidad
espiritual en la línea de nuestro carisma misionero, es decir, una maternidad que lo
posibilita, lo anima, lo lleva a plenitud. Es una maternidad que envía. Se es Hijo del
Corazón de María siendo enviado. Por eso, la definición del Hijo del Inmaculado
Corazón de María es eminentemente apostólica, misionera. Nosotros, los claretianos,
experimentamos la maternidad espiritual de María en una doble dimensión:
- En cuanto Hijos de María, la Virgen nos conforma interiormente con su persona
y con su vida, según la respuesta de fe, obediencia y amor dada por Ella en el
Evangelio. Esto nos hará vivir en una línea de filiación.
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- En cuanto Misioneros Evangelizadores, la Virgen actúa en nuestra formación
apostólica, en nuestra misión de anunciadores del Evangelio, y actúa también
decisivamente en y sobre la fe de los evangelizados, para que lleguen a la
plenitud de la fe y sean, como Ella, bienaventurados por haber creído.” (CMC
27).
b) Nos entregamos a Ella para ser configurados con el misterio de Cristo
(CC8)
“En el fundador y en nosotros se da una espiritualidad cordimariana. Claret nos
presentó el Corazón de María como la fragua ardiente donde nos forjamos para el
ministerio. La comunidad descubre y aprende en el corazón de María el camino de la
escucha. Habitada por la palabra de Dios no vivirá dividida, ni será insensible a los
clamores de Dios en los hombres.” (NEM 30)
“Dentro de esta espiritualidad de comunión, en la Congregación adquiere relieve
los pequeños rasgos que configuran nuestro camino en común. Abramos los ojos. La
verdad sobre nosotros mismos y sobre el sentido de nuestra fraternidad no se juega,
por lo general, en los grandes proyectos sino en los detalles de cada día. “La profecía
de la vida ordinaria, frecuente entre nosotros, es la que hace posible la gran profecía
de los momentos extraordinarios. Se muestra en la oración, como expresión de
amistad con Dios, en la búsqueda incesante de su voluntad, en las relaciones en las
que prima la ternura, la alegría vital, la compasión, la fe en el otro, el servicio”
(EMP24). Sabemos por experiencia lo importantes que son las cosas pequeñas en la
vida de comunidad: los saludos diarios, las palabras de agradecimiento y perdón, los
pequeños servicios domésticos que nos prestamos: cuidar de los ancianos y enfermos,
acoger a los transeúntes, responder al teléfono, atender la puerta, preparar la mesa...
Omitirlas puede tener efectos negativos desproporcionados. Por el contrario, la
fidelidad a esta pequeñas cosas puede contribuir a que nuestro caminar juntos no sea
una ficción, sino un verdadero estímulo para la superación y el crecimiento. También
en este caso la comunidad es como una fragua en la que se forja el misionero que
estamos llamados a ser.” (HP 73)
c) Colaboramos con su oficio maternal en la misión apostólica (CC8)
“La unción del Espíritu es una unción profética del misionero. En nosotros es
también una donación del espíritu profético de la Virgen: “el Espíritu de vuestra Madre
es quien hablará en vosotros” (Aut 687). El Espíritu habló por María mejor que por los
profetas, y le hizo decir sí al plan de salvación, proclamar las maravillas de Dios, llevar
a los hombres al Evangelio del Hijo. De manera proporcional el Espíritu de nuestra
Madre nos hace responder afirmativamente a la llamada de Cristo a seguirle en la vida
y en el apostolado.” (CMC 30)
“Nuestro Padre Fundador, y también nosotros como Congregación,
experimentamos la misión como una forma de colaborar con María en su función
materna. Claret entendía su misión y la nuestra tan vinculada a María que se sentía
instrumento suyo, incluso simbólicamente como órgano vital de la maternidad de
María. Esta intuición carismática del Padre Fundador -percibir su misión como
estrechamente vinculada a la maternidad espiritual de María sobre los hombres adquiere una mayor relevancia cuando se comprende eclesiológicamente. María es el
prototipo de la Iglesia. María y la Iglesia son madres. Ambas comparten una misma
maternidad espiritual. Las misiones particulares son formas peculiares de participar
en la única misión de la Iglesia. La misión materna es una desde la cual se puede
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contemplar la misión de la Iglesia. Es la misión bajo el signo de la misericordia, de la
cercanía, de la sencillez humilde, del servicio incansable. ¿No debe ser ese un rasgo
carismático de nuestra misión? ¿No manifiesta esa misma perspectiva el hecho de que
nuestro Padre Fundador y nuestras Constituciones nos inculquen la mansedumbre,
como virtud apostólica por excelencia? Podríamos decir, que la nuestra es una misión
bajo el primado del anima sobre el animus. Con María la Iglesia es madre en plenitud.
Con la Iglesia María prolonga su maternidad en la historia. Los claretianos colaboramos
por la misión apostólica en esa misteriosa función materna.”
“La Congregación siempre ha mirado a María como Madre y Maestra. También es
modelo de profecía. María, mostrando su corazón, no es una imagen decorativa en
nuestras casas, sino la memoria permanente de cómo hemos de evangelizar: con
ternura y misericordia. Efectivamente, nuestra misión claretiana comporta mirar el
mundo del dolor, de la violencia, de la agitación, de la convulsión y del miedo con
ternura y rodear de misericordia el corazón de quien se siente pecador, culpable y
destrozado por sus delitos. Lo nuestros es hacer posible que en el mundo se cante
permanentemente el magníficat porque cada uno de los hombres y mujeres han
descubierto que Dios es más grande y está por encima de nuestra rebeldía ante su
infinito amor.” (HP 69)
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
1. Nos detenemos en primer lugar en las relaciones comunitarias y el “ambiente”
en que se desarrollan. Revisamos si en ella priman las siguientes actitudes, propias del
Hijo del Corazón de María:
- la ternura: relaciones cálidas, cercanas, atentas a los detalles...
- la alegría vital: relaciones llenas de buen humor, de sonrisas y risas, de
jovialidad...
- la compasión: relaciones en las que nos dejamos afectar por los sufrimientos del
hermano; empáticas, donde el sábado ha sido hecho para el hombre; la atención
a los enfermos...
- la fe en el otro: lejos de los recelos y sospechas, valorando los dones y talentos
de los hermanos, potenciando sus cualidades, esperando el momento oportuno
para la realización de cada cosa; las relaciones con los más ancianos...
- el servicio: la realización de tareas domésticas como una labor que facilita y
fortalece las relaciones fraternas...
2. Ahora nos paramos en cómo la ternura y la misericordia impregnan nuestro
ministerio. Revisamos algunas dimensiones apostólicas:
- la pastoral de acogida o la acogida en la pastoral: a todos los que se nos
acercan, especialmente a los “ocasionales”, a los que vienen “de higos a brevas”;
a los de fe sencilla; en la relación directa y en la tramitación de papeles, en la
ayuda al necesitado y en las peticiones de información...
- la evangelización de alejados: el corazón que está atento a los que están más
lejos del hogar; aprovechando cada oportunidad para entablar lazos ...
- el diálogo como opción evangelizadora: en el equipo pastoral, en la misión
compartida con los seglares; en el ejercicio de la corresponsabilidad.
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