Download MISIONEROS CLARETIANOS

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
ENCUENTRO INTERPROVINCIAL DE
MISIONEROS
CLARETIANOS
MADRID. 18-19
DE
ABRIL
MISIONEROS CLARETIANOS.
DE
Preparando nuestros
colegios para el futuro
COLEGIOS EN MISIÓN
PROFÉTICA
36
111
1
COLEGIOS EN MISIÓN PROFÉTICA
2
353535
35
A la vista de las conclusiones del encuentro de representantes
de Colegios Claretianos de España (Madrid, abril, 1997) y del
programa de este Encuentro que estáis celebrando veo que os
movéis entre la inquietud y la esperanza; entre el realismo ante las
limitaciones que os envuelven y la confiada voluntad de seguir
empeñando la vida por la educación cristiana a través de la
enseñanza en los colegios.
Mi primera palabra quiere ser de reconocimiento y gratitud
por vuestro servicio misionero a través de la “palabra enseñada”1.
En vuestras personas quiero agradecer a los demás miembros de las
comunidades claretianas, a los profesores, al personal no docente, a
los padres y a los alumnos de nuestros Colegios la colaboración que
prestan en ellos. Siento una gran satisfacción por hallarme entre
vosotros y poder confirmaros que la Congregación tiene la
educación cristiana como un gran servicio de evangelización
integral. Cuando hablamos de la educación cristiana de “re nostra
agitur”; es algo que nos afecta como claretianos. La Congregación
mantiene sus Colegios por exigencia intrínseca de su vocación
misionera en el Pueblo de Dios. Y me alegra comprobar que
vosotros os sentís serenos en ellos, a pesar de que no faltan
contrariedades y problemas difíciles de resolver.
Hace unos años, no tantos, el lema de un Encuentro como este
hubiera sido: “¿Qué futuro les espera a nuestros Colegios?”. Tan
obsesionados estábamos todos con la pervivencia de los centros que
casi nos olvidábamos de cómo debíamos trabajar en ellos. Vosotros,
sin embargo, sin dejar de considerar la preocupación que puede
generar esa pregunta, dados los contextos y condicionamientos
familiares, sociales, eclesiales y congregacionales, habéis preferido
mirar hacia adelante con el decidido empeño de tener los Colegios
preparados para afrontar los desafíos que tiene la educación cristiana
en el umbral del tercer milenio. Por eso, con acierto, habéis puesto
como lema: “Preparando nuestros colegios para el futuro”. La
34
333
3
seguridad en la propia vocación, la confianza en la misión recibida y
el reconocimiento de los logros alcanzados en estos últimos años en
la enseñanza, son señales de vida inequívocas para mirar el futuro
con esperanza. Todos sabemos que es preciso ser lúcidos en el
discernimiento de los hechos y de las situaciones por las que
atravesamos y que es imprescindible tener muy claros los objetivos
que queremos conseguir en la enseñanza, pero es mucho más
importante tener educadores habilitados para responder a los
desafíos que se nos presentan.
43
EN 80.
En torno a los Colegios, la Congregación ha pasado, desde el
Concilio, por estas tres etapas: 1) La necesidad de legitimar nuestra
presencia en ellos. Tuvimos que justificar ante quienes, de dentro y
de fuera de la Iglesia, ponían bajo sospecha nuestro servicio
misionero en la educación y, más concretamente, en los colegios. 2)
Posteriormente fue necesario verificar que, efectivamente, esas
instituciones eran evangelizadoras. 3) Hoy la pregunta clave gira en
torno al talante o modo de llevar nuestros Colegios como escuelas
católicas, que ya, por su naturaleza, han de ser evangelizadoras.
Sobre este tercer punto es sobre el que quisiera compartir con
vosotros algunas reflexiones, tratando de responder a esta pregunta:
¿Cuándo podemos decir que preparamos nuestros colegios para el
futuro?
La respuesta a esta pregunta puede darse desde muchos
puntos de vista. Depende donde nos situemos. Si miramos los
Colegios desde la vertiente estructural, técnica, pedagógica,
pastoral, económica, prestigio social, tendremos una u otra
respuesta. Claro que la pregunta sobre el bienestar de un Colegio en
el futuro requiere una respuesta complexiva. Sabemos muy bien que
los Colegios son realidades muy complejas y en su funcionamiento
se implican muchos factores. Por eso, quiero insistir en la
preparación de los educadores, punto que, a todas luces, es el
nuclear. El futuro de los centros educativos no dependen tanto de las
leyes y reglamentos estatales, ni de los muchos medios o recursos
materiales, cuanto de los buenos “educadores”. Digo educadores y
4
333333
33
la pobreza evangélica como voz profética (n.90). El adverbio proféticamente es
usado dos veces (nn.23 y 57).
23
VC 73.
VC 84.
25
Esta referencia es importante desde el punto de vista de que si la
Congregación apuesta por abrir colegios en Africa quiere decir que aprecia el
valor del ministerio de la enseñanza.
26
EMP 66.
27
EMP 3.
28
Todo lo que es verdad, justicia, belleza, bondad, altura de miras, tiene el
contrapunto del sufrimiento porque no es moneda corriente entre los hombres
hoy. Afirmar estos valores conlleva el sufrimiento proprio de quien va
contracorriente y supone aceptar la contradicción.
29
EMP 20.
30
Cf EMP 4.
31
Cf “Hacia una escuela misionera y profética en la nueva sociedad”,
Publicaciones Claretianas, Madrid, 1987, y “Claretianos educadores en la
misión educativa de la Iglesia”, Texto para el Encuentro de Educadores
claretianos en Poio (Pontevedra, 1990.
32
Cf Aut 233.
33
Dir 111-117.
34
Cf AC, 63 (1997) 240.
35
“La utopía es como el horizonte; está allá lejos. Y yo camino dos pasos y
ella se aleja dos pasos: el horizonte se aleja. Y yo camino diez pasos y ella se
aleja diez pasos. ¿para qué sirve? Sirve para eso: para caminar” (Eduardo
Galeano).
36
VC 110.
37
ChL 62.
38
Cf VC 73.
39
VC 63. De este tema se había ocupado el documento de la CIVCSVA: “La
vida fraterna en comunidad”, (1994), nn 62-63. El Capítulo General de 1985
dijo: “tenemos que dar un nuevo rostro a nuestro ser misionero frente a la
increencia, a los alejados de la Iglesia, al mundo de la marginación y de la
droga y en solidaridad con los movimientos de la defensa de la vida, de los
derechos humanos, de la paz, etc. Para ello promoveremos la educación de la
fe en los diferentes niveles y ámbitos con iniciativas apostólicas adecuadas, o
cooperando con aquellas que mejor a nuestras opciones. Esto nos va a exigir
concentración de fuerzas, seria preparación y creación de nuevos proyectos
misioneros (Dir. 118: MCH 182, 197, 198, 207, 208)” (CPR 81).
40
EMP 24.
41
Lc.n.21. La cita del Concilio es del GE 8.
42
VC 37. 73.
24
32
no “profesores”. Don L. Milani, a quien le pedían escribiera su
método y precisara los programas, las materias, la técnica y la
didáctica, respondió: “Equivocan la pregunta. No deberían
preocuparse de cómo hay que hacer para dar escuela, sino de cómo
ser para poder darla”2.
Desde esta perspectiva, sabiendo que sois misioneros en la
enseñanza, os hago partícipes de estas reflexiones para las que voy a
tener como puntos de referencia: la Exhortación postsinodal “Vita
Consecrata”(VC), el XXII Capítulo General, sobre todo la
declaración capitular “en Misión Profética” (EMP), y el documento
de la Congregación para la Educación Católica sobre “La escuela
católica en el umbral del tercer milenio”, firmado el 28 diciembre,
de 1997. He escogido esta triple referencia por un dato de
experiencia en el gobierno. Hoy, por suerte, los directivos de los
Colegios saben muy bien cómo dirigirlos profesionalmente, qué
orientación pedagógica se requiere y qué medios pueden ser los más
oportunos para impartir una enseñanza de calidad. Sin embargo, y a
pesar de haber logrado un alto grado de empeño en la vida
misionera, donde revelan mayor grado de insatisfacción es en la
carencia de personas habilitadas espiritual y pastoralmente para
hacer frente a los desafíos de la increencia, del divorcio entre fe y
cultura, de la desintegración familiar, del exitismo y del afán de
bienestar, etc. Como si la pregunta que quedase en el aire fuera: ¿no
estará faltando en nuestros educadores aquella mística y utopía
evangélica adecuada a la altura de nuestra misión?
I. RENOVAR NUESTRO EMPEÑO POR LA EDUCACION
555
5
1. La educación, areópago de la misión
He visto que, desde que apareció la VC, apenas se ha
reparado que, entre los areópagos de la misión, señala el Papa para
los religiosos la educación cristiana. En los comentarios a la
Exhortación este punto ha pasado desapercibido. Se ha hablado
mucho de la inspiración carismática, de la fundamentación trinitaria,
cristológica y eclesiológica; de la espiritualidad de comunión y del
servicio a la misión evangelizadora en general. Pero la Exhortación
baja también a las situaciones concretas y, por ejemplo, los nn 96,
97 y 98 son confortantes y estimulantes para los religiosos
educadores. Os invito a que los leáis con detención, sin olvidar los
presupuestos desde los que se dicen. Estos números responden al
interés que mostraron las Iglesias particulares, los Obispos y los
religiosos por la presencia y servicio de los consagrados en la
educación como un modo de participar en la misión de la Iglesia.
“Las personas consagradas, con este carisma, pueden dar
vida a ambientes educativos impregnados del espíritu evangélico de
libertad y de caridad, en los que se ayude a los jóvenes a crecer en
humanidad bajo la guía del Espíritu. De este modo la comunidad
educativa se convierte en experiencia de comunión y lugar de
gracia, en la que el proyecto pedagógico contribuye a unir en una
síntesis armónica lo divido y lo humano, Evangelio y cultura, fe y
vida”3.
espiritualidad se configura en torno a nuestro modo de seguir a Jesús, el Profeta
poderoso en palabras y obras (SP 13) y nuestra palabra ha de ser profética (SP
20).
20
Quien más ha resaltado este caracter profético de Claret ha sido Atilano Alaiz
en su obra: No puedo callar. San Antonio María Claret. Ed. San Pablo, Madrid,
1995. Antes, Juan María Lozano había escrito unas páginas en su libro. Un
Místico de la acción. San Antonio María Claret. Ed. Claret, Barcelona, 1983.
2.ed., pp 173-176; 293-296. En las Semanas Sacerdotales de Vic: Sacerdotes
misioneros al estilo de Claret (1985). Destaco de esta semana la intervención de
APARICIO, A.: Textos bíblicos en los que se inspira la vocación sacerdotal de
Claret, pp. 107-145. El ministerio de comunión eclesial de los presbíteros, según
el P. Claret (1988) y Servidores de la Palabra (1990) En esta semana tuvo una
valiosa y extensa intervención ORGE,M.: La predicación profética de San
Antonio María Claret. Su inspiración bíblica, pp 91-133. En el volumen dedicado
a PALABRA-MISIÓN: Los Profetas: para que el pueblo viva, véase el cuaderno:
Carácter profético de Claret, Madrid, 1994. Cf BOCOS, A: Actualidad de la
figura profética del Padre Claret. Studia Claretiana, XV (1997) 7-40.
21
Cf CALABRESE, G: (a cura): Chiesa e profezia. Roma, 1996. Véase la amplia
bibliografía de los autores que colaboran y los planteamientos que hacen en este
final del milenio.
22
VC en el n. 84 describe el profetismo de la vida consagrada. En este mismo n. se
dice que los Padres sinodales "han destacado el carácter profético de la vida
consagrada". No deja de ser importante constatar que de profecía, aplicado a la vida
consagrada, habla el documento, además, en los nn.15 y 85. De profeta en general en
los números 84, 85 y 108. Se hace referencia directa a dos profetas, Jeremías (n.19) y
Elías (n.84). El adjetivo profético/a aparece frecuentemente. Se hace referencia a la
"misión profética de todos los bautizados" (n.47) y a las voces proféticas de los fieles
(n.85). La clausura de las monjas es considerada como anticipación profética (n.59).
Se alude al carácter profético de la vida consagrada(n.84); a su función profética
(n.84); a su misión profética (n.73), a su fuerza profética (n.80), a su índole profética
(n.83), a su testimonio profético (nn.84 y 85), a su ministerio profético (n.84), a su
cometido profético (n.87). Se habla también de la vida fraterna como acto profético
(n.85) y de
Después habla la VC de la necesidad de un renovado
compromiso en el campo educativo con estas palabras:
“Con un delicado respeto, pero con arrojo misionero, los
consagrados y consagradas pongan de manifiesto que la fe en
Jesucristo ilumina todo el campo de la educación sin prejuicios
sobre los valores humanos, sino más bien confirmándolos y
elevándolos. De este modo se convierten en testigos e instrumentos
del poder de la Encarnación y de la fuerza del Espíritu. Esta tarea
6
313131
31
6
MCH 142-179.
VC 54 y 55.
8
CC 46.
9
EC, I, 305. Sobre este tema de la colaboración como nota distintiva de nuestro
carisma claretiano, véase lo que escribí en “La colaboración en el ministerio de
la Palabra.”. III Semana Sacerdotal Claretiana, “Servidores de la Palabra”,
Madrid, 1990, pp. 349- 439. Y, aplicado a la educación, cf “Claretianos
educadores en la misión educativa de la Iglesia”, (intervención en el congreso de
claretianos en Poio (Pontevedra), 1990, pp 32 y ss.
10
El n. 46 habla de la participación en la vida eclesial en todas sus dimensiones.
De forma más específica, Cf nn 45. 54, 57.58. 60. 80. 83. 84. 95. 101. 102. 104.
11
Cf CC 46 y 48.
12
Cf Juan Pablo II Carta Apost. Tertio milenio adveniente, n. 58.
CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA: La Escuela Católica
en los umbrales del tercer milenio, Roma, 1997, n. 8.
13
Id. ib. n. 3.
14
Id.ib. n.11.
15
Cf nn. 11-12. Me parecen muy significativas estas palabras: “En este contexto
se recuerda que ella realiza la propia vocación de ser experiencia verdadera de
la Iglesia sólo si se sitúa dentro de una pastoral orgánica de la comunidad
cristiana. (…) No obstante, es preciso señalar que, en ciertos casos, la escuela
católica no es sentida como parte integrante de la realidad pastoral: a veces se la
considera extraña, o casi, a la comunidad. Es urgente, por tanto, promover una
nueva sensibilidad en las comunidades parroquiales y diocesanas para que se
sientan llamadas en primera persona, a responsabilizarse de la educación y de la
escuela”. N. 12.
16
Id. ib. n. 13, citando la ChL 62.
17
SP 21.
18
CC 48.
19
Lo primero que hay que resaltar es que en el EMP los títulos de los apartados
que hablan del estilo profético de vida y del ministerio profético están tomados de
las Constituciones. Lo cual quiere decir que en éstas se hallan contenidas la
inspiración y formulación de nuestro estilo profético y de nuestra misión
profética. El Capítulo de renovación de1967, en el Patrimonio espiritual de la
Congregación, nn. 1-5.32. hace referencia al carácter profético del Fundador y del
carisma que nos transmite. El decreto sobre el Apostolado, sin citar la palabra
“profético”, hace una descripción del apostolado en la Congregación que se
identifica con el contenido de lo que hoy se entiende por profecía. Fue más
explícito el Capítulo General de 1979, en la MCH. Basta ver los nn 23. 52. 53. 58.
85. 100. 145. 149. 155. 157. 169. 172. 223. 224. 232. El Capítulo de 1985, en el
CPR 85, habla de “nuestro profetismo claretiano”. En el Capítulo de 1991, sin
hacer muchas alusiones, parte del supuesto de nuestro servicio misionero de la
Palabra a imitación de Jesús, el Profeta por excelencia (SP 6). Nuestra
7
30
es una de las expresiones más significativas de la Iglesia que, a
imagen de María, ejerce su maternidad para con todos sus hijos”4.
Un tercer párrafo que quiero citar de estos números se refiere
a la necesidad de renovación que experimentan quienes quieren
evangelizar la cultura:
“Una disminución de la preocupación por el estudio puede
tener graves consecuencias también en el apostolado, generando un
sentido de marginación y de inferioridad, o favoreciendo la
superficialidad y ligereza en las iniciativas.
En la diversidad de los carismas y de las posibilidades reales
de cada instituto, la dedicación al estudio no puede reducirse a la
formación inicial o a la consecución de títulos académicos y de
competencias profesionales. El estudio es más bien manifestación
del insaciable deseo de conocer siempre más profundamente a Dios,
abismo de luz y fuente de toda verdad humana. Por este motivo no
es algo que aísla a la persona consagrada en un intelectualismo
abstracto, ni la aprisiona en las redes de un narcisismo sofocante;
por el contrario, fomenta el diálogo y la participación, educa la
capacidad de juicio, alienta la contemplación y la plegaria en la
búsqueda de Dios y de su actuación en la compleja realidad del
mundo contemporáneo.
La persona consagrada, dejándose transformar por el
Espíritu, se capacita para ampliar el horizonte de los angostos
deseos humanos y para captar, al mismo tiempo, los aspectos más
hondos de cada individuo y de su historia, que van más allá de las
apariencias más vistosas quizás, pero frecuentemente marginales”5.
Los claretianos dedicados a la enseñanza, al releer no sólo
estos párrafos sino toda la VC desde su vocación misionera, tienen
que hacerse cargo de cuanto se dice sobre dar la primacía a Dios y a
no anteponer nada al amor personal por Cristo y por los pobres en
los que El vive; sobre la íntima unión entre consagración y misión
(unidad de vida), el reconocimiento del paso de Dios por la historia,
la fidelidad creativa, el testimonio profético, del que hablaré más
777
7
adelante, la inserción en las iglesias particulares y la colaboración en
una Iglesia en la que se participa desde la diversidad de dones y
ministerios.
Renovar nuestro empeño por la educación, también desde
nuestros colegios, implica continuar asumiendo y dinamizando
todos estos presupuestos. Es verdad que, en estos últimos años,
nuestros Colegios han cambiado de rostro. No sólo en los aspectos
profesionales, sino, sobre todo, en la orientación desde las
exigencias y opciones congregacionales6. Es notorio el avance que
han dado en el dinamismo pastoral, la sensibilidad social, el
compromiso por la justicia, la colaboración con los laicos, la
atención a la familia, la pastoral de conjunto, el espíritu misionero,
etc. Pero, si reflexionamos un poco en estas consideraciones de la
VC, nos daremos cuenta que nos pueden ayudar a implicarnos más y
más en la nueva espiritualidad, el nuevo talante eclesial, el nuevo
modo de pensar, de expresarnos y de actuar que está proponiendo
este documento a los religiosos.
desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del
Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante
todo, en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida
a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en
el mundo”43.
Roma, 1 de abril, 1998.
2. La colaboración desde la “aportación coral de los diversos dones”
Aquilino Bocos Merino, C.M.F.
Superior General
2.1. Una persistente llamada a la colaboración
La escuela es una realidad de la que se parte y a la que se
llega, pero cuya razón de ser es el servicio, la preparación del
hombre del futuro. Es a la vez deudora de una herencia, de unas
condiciones, de unos contextos y de unos agentes, y es resultado de
un esfuerzo compartido en la consecución de un ideal.
Desde el Sínodo sobre los laicos y la publicación de la
exhortación Chritifidelis laici se han sucedido constantemente las
llamadas a la integración de los laicos en la vida y misión de la
Iglesia. La misma Exhortación VC reitera esta llamada, que, para
nosotros, es de capital importancia7. No por la carencia de
claretianos que se puedan dedicar a la enseñanza, sino porque
8
CITAS
______________________
1
Pío XI, en la beatificación, dijo del P. Claret: “Apóstol y maestro de apóstoles,
maestro de la palabra en todas sus formas: hablada, escrita, impresa, enseñada
en las escuelas, predicada en las misiones, suscitando almas de maestros y de
misioneros”. L’Osservatore Romano, 5-6 marzo, 1934.
2
MILANI, L: Experiencias pastorales. Madrid, 1978, 223.
3
VC 96.
4
VC 97.
5
VC 98.
292929
29
empeño innovativo y con creatividad.
El reciente documento sobre “La Escuela Católica en los
umbrales de tercer milenio”, dice en la conclusión: “el empleo de
personas y de medios en la escuela católica llega a ser opción
profética”. Y es porque, como había indicado el Concilio, la
escuela católica, “siendo tan útil para cumplir la misión del pueblo
de Dios y para promover el diálogo entre la Iglesia y la sociedad
humana en beneficio de ambas, conserva su importancia
trascendental también en los momentos actuales”41. Evoco estas
palabras, al concluir estas reflexiones, como apoyo de una
convicción que condividimos y que habremos de seguir
fortaleciendo.
Los religiosos hemos sido invitados a reproducir con valor la
audacia, la creatividad y la santidad de los Fundadores como
respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de
hoy. También, por tanto, en la educación. En esta invitación se
incluye la llamada a buscar la competencia en el proprio trabajo y a
cultivar una fidelidad dinámica a la propia misión, adaptando sus
formas, cuando sea necesario, a las nuevas situaciones y las diversas
necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al
discernimiento eclesial42. Cuando uno tiene una misión que cumplir
y es responsable ante ella no puede por menos de estar
continuamente vigilante para estar a la altura de lo que se le pide.
De ahí, la renovación continua de los educadores.
Para terminar recuerdo las palabras de Pablo VI en la
Evangelii Nuntiandi, que valen para todos los evangelizadores y
diría que, especialmente, para los educadores:
“Conservemos la alegría de evangelizar con un ímpetu
exterior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor
alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual,
que busca a veces con angustia, a veces con esperanza, pueda así
recibir la Buena nueva no a través de evangelizadores tristes y
28
nuestra Congregación nació en la Iglesia para colaborar con otros,
para llevar adelante el ambicioso proyecto de evangelización que la
caridad de Cristo puso en el corazón de Claret y que hemos de
intentar realizar ofreciendo una estrecha colaboración a todos
aquellos que buscan la transformación del mundo según el designio
de Dios8.
No insistiremos suficientemente en la honda y amplia
expresión claretiana “hacer con otros”9. Cuando sentimos la
fascinación por el éxito y la eficacia, experimentamos pavor por la
inseguridad de la supervivencia, o nos apremia el deber del
testimonio de unidad, etc, es fácil invocar el principio de
participación y de colaboración. Sin embargo, entre nosotros,
claretianos, no son estas las motivaciones que nos han de mover
para entrar en una seria y bien articulada colaboración. Ni siquiera
debe ser el motivo principal el hecho de que la Iglesia esté pidiendo
a los religiosos intensificarla en su misión universal y en las
Iglesias particulares. Para nosotros, hablar de colaborar o de misión
compartida en la educación, va más allá del oportunismo o de la
estrategia de futuro. Es una forma de ser y de realizar nuestra
vocación en la Iglesia. Nuestra identidad claretiana no se afirma por
la diferencia, sino por la experiencia del don recibido que es vivido
en correlación con los dones de los otros miembros del Pueblo de
Dios. Por haber nacido en la Iglesia para colaborar, esta correlación
vocaciona es algo que debemos cultivar, promover y consolidar. De
todos modos, no deja de ser interesante repasar la VC fijándose en
la cantidad de veces que se pide a los consagrados una profunda y
extensa “participación”, si bien diferenciada, en la vida y misión de
la Iglesia10. En el Pueblo de Dios, comunidad integrada por dones y
ministerios diversos, nosotros aportamos nuestra condición de
misioneros que asocian a su trabajo evangelizador a cuantos
colaboran en la transformación del mundo según el designio de
Dios11.
2.2. La colaboración en los Colegios, lugares de
evangelización
999
9
Este tema de la colaboración adquiere especial relieve en el
conjunto del discurso del documento sobre “La Escuela Católica en
los umbrales del tercer milenio”, pues, aunque aparentemente no es
novedoso en lo que dice, ofrece una visión sintética de la
encrucijada y de la necesidad de afirmar la naturaleza específica de
la Escuela Católica. En él, tras hacer un sereno análisis crítico de la
situación por la que atraviesa la escuela, propone mirar hacia
adelante subrayando que “el futuro del mundo y de la Iglesia
pertenece a las nuevas generaciones que, nacidas en este milenio,
alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo
milenio”12 y, por eso, debe estar preparada. Pero anteriormente
había dicho que la capacidad que la Escuela Católica tiene para
adecuarse sabiamente frente a los grandes desafíos que experimenta,
no es cuestión de simple adaptación, sino de impulso misionero en
el deber fundamental de la evangelización13. En efecto, ella
comparte la misión evangelizadora de la Iglesia y es lugar
privilegiado en el que se realiza la educación cristiana. En este
sentido, “las escuelas católicas son al mismo tiempo lugares de
evangelización, de educación integral, de inculturación y de
aprendizaje de un diálogo vital entre jóvenes de religiones y de
ambientes sociales diferentes”14.
La escuela católica se halla en el corazón de la Iglesia; es el
lugar de experiencia eclesial, de la que la comunidad cristiana es su
matriz15. No es de extrañar que, como consecuencia lógica, el
documento diga que “la presencia contemporánea de religiosas y
religiosos, y también de sacerdotes y de laicos, ofrece a los alumnos
una imagen viva de la Iglesia y hace más fácil el conocimiento de
sus riquezas”16.
Con estos presupuestos es fácil entender que el futuro de un
colegio depende de la imagen que se tenga de la Iglesia y del modo
de reflejarla en la vida de la comunidad educativa. La reflexión
postconciliar en torno a la Iglesia, sobre todo a partir del Sínodo de
1985, ha estado centrada en la Iglesia Misterio, Comunión y Misión.
10
5) Integrar a los Colegios Claretianos en el proyecto
misionero global de la Congregación, que sigue dispuesta a
contribuir en la respuesta a las nuevas necesidades elaborando y
llevando a cabo otros nuevos proyectos de evangelización38. El Papa
es muy consciente de las situaciones críticas por las que atraviesan
los Institutos y, sin embargo, insiste en que los religiosos
“respondan generosamente y con audacia, aunque sea con
intervenciones obligadas exiguas, a las nuevas pobrezas, sobre todo
en los lugares más abandonados”39.
6) No olvidar la necesaria formación continua para tener los
ojos bien abiertos cada día. Sabemos muy bien que la enseñanza
cansa, es monótona, desgasta la originalidad. Pocos educadores han
descubierto el valor del viejo dicho tomado del Zen: “ninguna
semilla llega a ver la flor”. Para mantener viva esta convicción hay
que asumir como programa de vida la profecía de la vida ordinaria,
esa profecía que hace posible la gran profecía de los momentos
extraordinarios. Esta profecía se muestra en la oración, como
expresión de amistad con Dios; en la búsqueda incesante de su
voluntad; en las relaciones en las que prima la ternura, la alegría
vital, la compasión, la fe en el otro, el servicio.40
CONCLUSION
La pregunta clave que podía uno hacerse al llegar a este
Encuentro era ¿Cuándo podemos decir que preparamos el futuro de
nuestros Colegios? La respuesta la habéis venido dando vosotros en
las reflexiones compartidas estos días. Por mi parte subrayo que
nuestros Colegios tienen futuro siempre que cuenten con educadores
capaces de afrontar el paso siguiente a dar con esperanza, con
272727
27
encomienda: “Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu
os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas”36.
Si hubiera de señalar en qué puntos hemos de buscar la
innovación y la creatividad, apuntaría los siguientes:
1) Seleccionar bien los directores y profesores, claretianos y
seglares, pues de ellos depende la orientación y calidad de
enseñanza y de educación que se imparte.
2) Encontrar soluciones para que los Colegios Claretianos
lleguen a funcionar con el menos personal posible de la
Congregación y la máxima participación de laicos bien preparados.
No se trata de cerrar colegios, siempre que podamos llevarlos con
altura y competencia educativa. Pero hay que ir pensando en dejar el
mayor número de competencias en manos de los seglares. Cada
centro verá qué posibilidades tiene y que ritmo pone a su
ensanchamiento en la necesaria colaboración.
3) Formación de los seglares para ejercer, desde la
educación, su específica misión eclesial37. Formación, también, en
el carisma claretiano y en la misión claretiana. Cuando se tienen
personas bien preparadas desaparecen toda clase de dudas y miedos.
Para esta preparación de los seglares habría que establecer a nivel
interprovincial una escuela de formación, donde se dé a conocer el
carisma claretiano en toda su densidad y dinamismo y cómo
aplicarlo a la enseñanza.
4) Solicitud por las familias. Ellas son los responsables
últimos de sus hijos. Hemos de cuidar tanto de ellas como de los
hijos y haríamos bien emplear más tiempo en la escucha de los
problemas que tienen para ir a una en la educación. Por otro lado,
está comprobándose que la integración de las familias en las
comunidades educativas, en las actividades paraescolares da muchos
frutos en la formación integral de los alumnos.
26
Ha acentuado la dimensión sacramental, la comunión orgánica y la
perspectiva evangelizadora. Fruto de esta visión dinámica de la
Iglesia ha sido el acento puesto en la participación y la
complementariedad de los carismas y ministerios dentro de ella.
Y desde estas referencias hemos de cuidar nuestra
colaboración en la Escuela y por la Escuela con todos los miembros
de la comunidad cristiana. Una colaboración en el interior del
Colegio y una colaboración desde el Colegio en los diversos
ámbitos eclesiales y sociales. Poner a todos en trance de ofrecer lo
mejor de sí mismos (educadores y personal no docente, padres y
alumnos) a fin de que los niños y jóvenes lleguen a ser personas
adultas en la fe y responsables en la vida social y pública.
Cualificarnos para la colaboración es fomentar en nosotros una
mentalidad eclesial, abierta, ecuménica y dialogante, que posibilite
la formación integral de los alumnos. Sin rubor, con sencillez y
gratitud, hemos de ofrecer nuestro modo de ser para que otros
puedan compartir nuestro mismo don y edificar, así, la comunidad
cristiana.
Los laicos pueden y deben participar de nuestra
espiritualidad y de nuestro compromiso misionero. El carisma de
Claret no se nos ha dado en exclusiva ni para nosotros mismos, sino
que puede y debe ser compartido como don eclesial y para la
Iglesia. Así todos juntos podremos hacer lo que solos no podemos ni
debemos. Es una obligación nuestra expandir la fuerza carismática
del espíritu misionero de Claret. Se participa y se colabora de forma
diferenciada a la vez que complementaria. Hay una interacción
mutua en la comunión que ayuda a tomar en serio lo que a todos
corresponde. Para que esto sea fructuoso se requiere mucha y sólida
formación y un mínimo de organización. Es preciso que las
relaciones mutuas estén encauzadas por el diálogo, los encuentros,
los momentos de reflexión compartida, de celebración de la fe. En
esto, la escucha de la Palabra de Dios y la celebración de la
Eucaristía son momentos privilegiados para sostener, animar y
potenciar la colaboración.
111111
11
Sea dicho de paso que la Congregación ha estado muy atenta
a no buscar la participación de los laicos en nuestro carisma un
subterfugio para su instrumentalización en momentos de escasez de
personal. Los laicos tienen su propia identidad y, si aspiramos a que
colaboren en nuestro proyecto educativo-evangelizador, lo hacemos
desde la convicción de han de cumplir su misión evangelizadora y
de que pueden asumir y compartir nuestro espíritu.
Los laicos, desde esta perspectiva, no son meros profesores o
personal contratado. Los alumnos no son meros sujetos pasivos que
modelar. Cada uno ocupa un puesto y una responsabilidad que hay
que promover y fomentar a nivel humano, cristiano y misionero. Un
Colegio claretiano intenta ser una comunidad cristiana viva,
participativa, responsable ante los que padecen necesidad. Se
colabora para que haya hombres que se entreguen a construir un
mundo donde reine la verdad, la libertad, la justicia y el amor
fraterno; para que haya verdaderos cristianos comprometidos en el
anuncio misionero del Reino. Nuestros Colegios no dan la talla si no
están dinamizados por el impulso misionero de Claret. Pensar,
sentir, hacer por los otros que están “más allá”, que no tienen como
nosotros tenemos, que piden y nadie les escucha. Un índice de la
buena formación de nuestros centros habrá de ser la solidaridad
efectiva y no sólo afectiva de los alumnos.
II. LOS COLEGIOS CLARETIANOS “EN MISIÓN PROFÉTICA”
1. Por qué hablamos de misión profética
12
que se conceden para la escucha de la Palbra de Dios y para la
oración. A estas alturas nadie duda de la importancia de los signos
religiosos.
La ubicación de nuestros centros también es significativa. Es
verdad que ahora no está en nuestras manos cambiarlos de lugar.
Pero siempre hemos de estar anhelando estar cerca de quienes
pudieran necesitarnos más.
4. Mirando al futuro: la creatividad como exigencia y con
signa
Al comienzo del último Capítulo General viene a indicar
que, ante una nueva época para el hombre, para la Iglesia y para la
Congregación, todos hemos de implicarnos con sagacidad,
competencia y audacia misioneras en todas las áreas de nuestra vida
y en todos los apostolados que llevamos entremanos. Mirando al
futuro, hemos de ser creativos; estratégicamente creativos ante el
acoso que experimentamos. Pero la creatividad no es una cualidad
que se puede adquirir con fórmulas mágicas. Nadie la logra por sí
solo. Es un don del Espíritu y florece en la comunidad cuando ésta,
dócil al mismo Espíritu y atenta a la realidad histórica, crea un
ambiente en el que se da el estímulo y el afán de superación; en el
que se hacen preguntas incitantes y se exigen respuestas
comprometidas; en el que se cultiva la imaginación y se explora el
futuro con mirada avizora y de largo alcance; en el que se afrontan
los desafíos y se cuidan las estrategias seleccionando los lugares, los
medios y los métodos34.
No preparamos nuestros Colegios para un futuro de mera
subsistencia, sino de calidad en el servicio evangelizador desde la
enseñanza. Esto significa apostar por la utopía35 y la esperanza en
tanto que visión de futuro que queremos se convierta en realidad y
por la que queremos empeñarnos para que así sea. Nuestra
esperanza no es ciega ni mágica, pues nace de una vocación y de
una misión. Vale, pues, la pena aceptar en la educación esta
252525
25
actuar, hacer pequeños gestos, que establezcan lazos de comunión y
de ayuda con comunidades del tercer mundo o con sectores de la
sociedad más desprotegidos.
Y, la pastoral vocacional en los Colegios, ¿no es una
actividad profética? Ciertamente, pues se trata de poner de relieve
que es posible vivir en este mundo consagrados en pobreza,
castidad, obediencia y fraternidad; es posible entregarse a los demás
ofreciendo la propia vida en el servicio ministerial. La pastoral
vocacional es hoy una verdadera diaconía profética.
3) Estructuras significativamente proféticas
También las estructuras pueden ser proféticas. Depende de
quienes las dirijan y con qué criterios y actitudes las dirijan. En la
vida del P. Claret tenemos ejemplos de ello. Recordemos cómo
convirtió El Escorial en centro educativo y pastoral, la utilidad que
dio a la Librería Religiosa, el servicio de las Cajas de Ahorro en
favor de los campesinos. Podemos recoger su herencia
humanizadora y evangelizadora, que son dos notas del profetismo.
En torno a los Colegios existen estructuras meramente
académicas y estructuras de apoyo en la educación. Unas y otras han
de ofrecer signos de que estamos al servicio de una causa superior.
Todas tienen carácter de medio para hacer crecer humana, social y
eclesialmente. Hemos de pensar, pues, en su funcionalidad y en la
facilidad con que los ofrecemos como plataformas de llegar al
mayor número posible de gente. Apenas se entra en un colegio para
uno darse cuenta de qué espíritu le está animando. Entre los signos
que desvelan la preocupación, el dinamismo, el entusiasmo por los
valores superiores pueden señalarse: la apertura, acogida y solicitud
por quienes no cuentan ante la sociedad; la calidad de las relaciones
humanas, la sencillez en la ornamentación, el cuidado de los
mensajes que se transmiten en escritos y comunicaciones, el
aprovechamiento del tiempo libre, la selección de las aficiones que
se fomentan, etc. Especial importancia tienen los tiempos y espacios
24
“Nuestra misión”, la misión de todos los Misioneros Hijos
del Inmaculado Corazón de María, es el servicio misionero de la
Palabra, que es “un modo de ser, de actuar y de significar”17. Para
desempeñar este ministerio nos valemos de todos los medios
posibles, sobre todo de aquellos que fomenten el sentido de la
intuición, de la disponibilidad y de catolicidad18. El XXII Capítulo
General, recientemente celebrado, ha subrayado la dimensión
profética de nuestra vida misionera. No lo ha hecho por snobismo,
ni por oportunismo, sino por estricta fidelidad al carisma claretiano.
Claret, que se había formado en la escuela de los profetas y había
seguido a Jesús, Profeta poderoso en palabras y obras delante de
Dios y de todo el pueblo (Lc 24, 19), nos ha dejado en herencia un
estilo de vida y un modo de ejercer el ministerio en los que queda
subrayada la dimensión profética.
La dimensión profética ha estado presente a lo largo de toda la
historia de la Congregación, al menos en el contenido, en nuestros
documentos19, pero ha cobrado especial relieve o ha crecido nuestra
conciencia últimamente por diversos motivos: 1) Por el estudio más
atento de la figura del P. Fundador, tanto en la espiritualidad como
en el apostolado20. 2) Por el mayor conocimiento de la Sagrada
Escritura y una más asidua escucha de la Palabra de Dios en la
oración, en los acontecimientos de la historia, en las culturas y en la
vida de los pueblos. 3) Por la necesidad sentida en la Iglesia de
recuperar la profecía en orden a reconducir a la humanidad a vivir el
diseño de Dios sobre ella21 y las orientaciones de la Exhortación
postsinodal “Vita Consecrata” que, al hablar de la vida y misión de
los religiosos, resalta el testimonio profético como respuesta a los
retos del mundo contemporáneo22. Estas claves ayudan a entender el
por qué la Congregación decidió que el Capítulo se ocupase de la
dimensión profética de nuestra vida misionera.
Dando
detengámonos
llamada de la
desde nuestra
por supuestas las referencias al Fundador,
un momento en lo que puede ser síntesis de la
Iglesia para nosotros a vivir el don de la profecía,
consagración y misión. La Exhortación VC tiene,
131313
13
efectivamente, varios números dedicados al carácter profético de la
vida consagrada. Recuerdo solamente estos dos textos, que tienen
valor de síntesis.
“La vida consagrada tiene la misión profética de recordar y
servir el designio de Dios sobre los hombres, tal como ha sido
anunciado por las Escrituras, y como se desprende de una atenta
lectura de los signos de la acción providencial de Dios en la
historia. Es el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada
(cf Col 2, 20-22). Para realizar adecuadamente este servicio, las
personas consagradas han de poseer una profunda experiencia de
Dios y tomar conciencia de los retos del propio tiempo, captando su
sentido teológico profundo mediante el discernimiento efectuado
con la ayuda del Espíritu Santo. En realidad, tras los
acontecimientos de la historia se esconde frecuentemente la
llamada de Dios a trabajar según sus planes, con una inserción
activa y fecunda en los acontecimientos de nuestro tiempo” 23.
“La tradición patrística ha visto una figura de la vida
religiosa monástica en Elías, profeta audaz y amigo de Dios. Vivía
en su presencia y contemplaba en silencio su paso, intercedía por el
pueblo y proclamaba con valentía su voluntad, defendía los
derechos de Dios y se erguía en defensa de los pobres contra los
poderosos del mundo (cf. 1 R 18-19). En la historia de la Iglesia,
junto con otros cristianos, no han faltado hombres y mujeres
consagrados a Dios que, por un singular don del Espíritu, han
ejercido un auténtico ministerio profético, hablando a todos en
nombre de Dios, incluso a los pastores de la Iglesia. La verdadera
profecía nace de Dios, de la amistad con él, de la escucha atenta de
su Palabra en las diversas circunstancias de la historia. El profeta
siente arder en su corazón la pasión por la santidad de Dios y, tras
haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la proclama
con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de
Dios contra el mal y contra el pecado. El testimonio profético exige
la búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la
generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del
14
sencillamente de inspirar e impregnar el servicio educativo de un
espíritu misionero y profético. A muchos centros educativos sólo les
importa el rendimiento y el éxito y preparan para el adiestramiento y
para el triunfo en la vida. Los colegios claretianos buscan formar al
hombre verdadero, libre, justo y responsable de hacer partícipes a
los demás de los valores del Reino. No pretenden enseñar a cómo
tener más sino a cómo ser mejores y servir a los más posibles en el
desarrollo integral y en el progreso espiritual. Han de fomentar una
formación para compartir e integrar y no para acumular y excluir. Es
preciso que en la pedagogía claretiana se fomente el sentido crítico
ante la realidad en todas sus esferas y la responsabilidad en el
compromiso por cambiar, por mejorar, por ayudar a quienes se
hallan más desvalidos.
La propuesta pedágogica profética se inspira y alimenta en la
Palabra de Dios, se purifica en el discernimiento y se fortalece en
los sacramentos. Los Colegios Claretianos tienen razón de ser en la
Iglesia y para la Iglesia; de ahí su connatural apertura y cooperación
con las otras formas de vida, sobre todo con los Pastores, y con
quienes llevan distintas actividades pastorales en la Diócesis. Pero el
aporte específico de nuestros centros a la pastoral de conjunto debe
ser su impronta misionera al estilo de Claret, primer misionero Hijo
del Corazón de María. El nos enseñó a tomar a María como Madre y
Maestra y nos introdujo en un modo de anunciar el Evangelio desde
la ternura y misericordia de María para con el mundo. La propuesta
pedagógica del colegio claretiano tiene que inspirarse e integrar
todas las opciones de la Congregaciones33, sin atenuantes y en su
radicalidad. Esta ha de ser la aspiración más fuerte: llegar a hacerlas
realidad en la vida de la comunidad educativa.
Al subrayar la dimensión profética se pretende fomentar en
los alumnos hábitos de pensamiento y actitudes de compromiso con
quienes más puedan necesitarles en la vida, los pobres y
marginados. No basta hablar de solidaridad; hay que ejercerla y,
particularmente con quienes están más allá del propio entorno.
Además de transmitir ideales y de proclamar valores, es preciso
232323
23
individualismo, el testimonio de fe compartida, profesada y
celebrada en común adquiere mayor valor ante los no creyentes. Por
otro lado, cuando aparece el signo de la comunitariedad en la
educación, se adivina facilmente toda la constelación de valores que
están debajo de la buena convivencia y de la corresponsabilidad con
que llevan adelante el proyecto educativo los miembros de la
comunidad educativa.
2) Pedagogía profética
Al hablar de pedagogía hay que hacer referencia al estilo, a los
métodos y a los contenidos. Todo ello, en un Colegio Claretiano,
tiene que estar impregnado de la impronta misionera y profética. Se
educa para que, cada uno según su vocación, sea agente de
transformación según el designio de Dios. En definitiva, para ser
profetas. Nuestros colegios, a una con las instituciones educativas
de Iglesia e incluso con las del Estado, están llamados a ofrecer
todos sus esfuerzos para recrear -y no sólo pensar - nuevas formas
de vida que ilusionen y llenen de esperanza a las nuevas
generaciones. Una primera postura es de apertura, aceptación y
celebración de mucho nuevo y bueno que nos llega. Han de desvelar
la presencia del Señor en lo que adviene. La preocupación
fundamental ha de ser que Dios Padre, el Dios de la Vida y del
Amor, sea conocido, amado y servido32. Como contrapunto, ante la
violencia, la droga, el paro, la explotación del sexo, el consumismo,
la dependencia de la imagen, la corrupción política y administrativa,
el exitismo y tantas otras lacras que repercuten en la educación,
nuestros centros han de promover la dignidad de la persona como
hijo de Dios y hermano universal; la gratuidad, la fraternidad y la
comunión eclesial. Nuestras comunidades educativas han de respirar
un clima de sobriedad y de solidaridad; de reconciliación y de
perdón; de empeño por la paz, la convivencia y el bienestar social de
todos.
discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se
manifiesta en la denuncia de todo aquello que contradice la
voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de actuación
del Evangeliopara la construcción del reino de Dios”24.
Con el trasfondo de la preparación del Capítulo, hice
observar al inicio del mismo, que
la Congregación ha sido
consciente de que estabamos viviendo un verdadero Kairós, un
momento especial de gracia que había que aprovechar para
reconocer el paso de Dios por nuestra historia y discernir su voz,
para reafirmar nuestra identidad y misión y para buscar nuevos
caminos de actuación del Evangelio en orden a construir el Reino al
final de este milenio y comienzo del próximo. Muchos claretianos
han captado que algo nuevo quiere decirnos el Espíritu en las
actuales circunstancias en las que se dilatan, cada vez más, los
horizontes de posibilidades para la vida y para la muerte. Nos
movemos entre enormes riesgos, pero también contamos con
grandes oportunidades para la evangelización. Lo nuevo que está
emergiendo nos desafía tanto o más que lo que mortifica nuestra
vida y neutraliza o distorsiona nuestro trabajo apostólico. Y esto
tiene su incidencia en la educación, como bien deja entrever el
reciente documento sore la Escuela Católica.
Hay muchas razones para hacer de nuestra vida y de nuestro
ministerio un grito profético contra los ídolos del poder, del dinero y
del placer; para empeñarse en desmitificar la cultura del progreso y
del éxito, de la opulencia y del bienestar; y para desenmascar las
continuas ambigüedades de las modernas planificaciones y su
“lógica de las exclusiones”. La profecía viene exigida hoy, sobre
todo, por la necesidad de acoger lo nuevo en la explosión de los
valores humanos, sociales y culturales; por la necesidad de liberar
al hombre de la enmarañada complejidad, que tanto le esclaviza, y
por la necesidad de devolverle la esperanza en Dios, Padre de todos
los hombres.
Al hacer una propuesta pedagógica profética en nuestra
sociedad no se pretende acuñar una pedagogía específica. Se trata
22
151515
15
2. El mensaje del Capítulo General también se aplica a los
Colegios
El mensaje del Capítulo se dirige a todos los claretianos,
tanto para los que se hallan en parroquias, misiones populares,
pastoral indígena, centros bíblicos, dialogo interreligioso, como los
que se hallan en la universidad, los colegios, educación informal, o
los que sirven a las comunidades provinciales o locales en el
gobierno, la formación y la economía. Todos somos herederos de un
estilo de vida y de un ministerio proféticos. Urge ir creando mayor
conciencia de pertenecer a una Comunidad Congregacional que
ejerce el servicio misionero de la Palabra, de forma diferenciada
pero complementaria, en esta dirección que nos marca el Capítulo
General. Entre todos podemos y debemos hacer posible “la gran
obra” de Claret y dotarla de aquella fortaleza y creatividad que
precisa hoy el anuncio del Reino.
No obstante, el documento capitular “En misión
profética” tiene algunas referencias explícitas a la educación
cristiana. En el n. 40 se dice: “Aunque nuestras deficiencias hayan
sido muchas, en nuestros misioneros la Palabra se ha hecho gesto,
servicio, sermón, clase, pentagrama, cuadro, escultura, libro,
poema, liturgia, grito, silencio”. En el n. 58, 6, hablando de la
respuesta que Africa debe dar a los desafíos de la evangelización,
dice: “Procurar y realizar proyectos de formación educacional y
cultural: colegios, alfabetización de adultos, promoción de la
mujer”25. Y en el n. 62 se indica que se continuarán desarrollando
las propuestas del SP 31, donde se indica: “orientaremos, cada vez
más, la educación cristiana como ‘evangelización de la cultura’”.
También el Papa, en el discurso a los Capitulares, dijo: “la Iglesia
tiene en gran estima el servicio de la Palabra que realizáis … en las
tareas educativas…”. Aunque las referencias explícitas sean pocas,
incluso aunque no hubiera habido ninguna, esto no significa que los
Misioneros Claretianos dedicados a la enseñanza no han sido tenido
en cuenta en este Capítulo. Como los demás claretianos, los que se
hallan evangelizando desde los colegios, han de sentir la urgencia de
16
y de su bienestar en la sociedad. Se les pide talante profético, que es
tanto como decir la disposición habitual propia de quien se ha
dejado seducir por Dios y siente pasión por su gloria, que es la vida
del hombre. Por eso ve con sus ojos, siente con su corazón y
proclama con autoridad su Palabra. Quien ha experimentado lo
absoluto y definitivo de Dios, se mueve con especial sensibilidad y
lucidez en los cambios históricos; acepta las nuevas formas de vida
y delata las instituciones caducas; sabe adelantarse y arriesgarse;
está siempre dispuesto a reiniciar nuevos sistemas educativos,
aunque le cueste la renovación y la reestructuración. Quien ha
acertado en la vida a conjugar la experiencia de Dios y el servicio a
los “pequeños”, se expresa con libertad evangélica y busca en todo
la regeneración y la esperanza; sabe enseñar a mirar con serenidad el
futuro.
Es preciso, pues, fomentar una sólida espiritualidad en los
educadores a fin de que sean capaces de leer en profundidad, a la luz
del Evangelio, los acontecimientos y estén siempre dotados de
clarividencia y transparencia, de sensibilidad ante los males del
mundo y de generosidad para empeñarse en seguir ofreciendo una
respuesta alternativa según el plan de Dios. Su coherencia es el
mejor aval de su credibilidad para alumbrar la “civilización de la
verdad y del amor”.
El talante profético habría que pedirlo, ante todo, en los
directivos del Colegio. Sus iniciativas en orden a crear un clima de
diálogo, mutuo interés, preocupación por la formación espiritual,
pedagógica y pastoral, podrá hacer crecer la innovación, la
creatividad, el empuje por la superación y el entusiasmo por
proponer una propuesta educativa que va más allá del cumplimiento
de los mínimos exigidos por los deberes de cada uno.
Pero no aisladamente. Los educadores han de ofrecer el signo
profético de una verdadera comunidad educativa cristiana. En ella
se expresa comunitariamente la fe y no sólo en ocasiones y por
algunas personas.
Hoy, dada la cultura dominante del
212121
21
que esforzarnos por revivir con fidelidad, inventiva y audacia el
carácter profético de nuestra vocación misionera. A quienes estáis
en la enseñanza os es imprescindible la vigilancia sobre la influencia
que tienen los acontecimientos sociales, culturales, políticos,
económicos y religiosos para acertar con la imagen de hombre que
habéis de formar y para seguir entregando la vida en esta noble
misión de ayudar a ser adulto en la fe, en la esperanza y en la
caridad.
La pregunta ¿cuándo se halla un colegio claretiano en misión
profética? habría que responderla tras un atento análisis de la
situación de cada centro y de su contexto a la luz del EMP. Habría
de ser objeto de reflexión compartida tanto en las reuniones
comunitarias como en las reuniones de profesores.
Hace unos años escribí algo en torno al carácter profético de
nuestro servicio en la enseñanza.31. Fue antes del XXI Capítulo
General que centró su atención en la escucha y el servicio de la
Palabra (SP). El tema exige hoy mayor amplitud y profundización
pues existen nuevos desafíos en la sociedad española y nos hallamos
en el umbral de un nuevo milenio y una mayor conciencia eclesial
de que es urgente avivar el don de la profecía. De todos modos, tres
puntos de referencia parece que deberían ser tenidos en cuenta para
verificar que un Colegio se halla en misión profética. Son los tres
puntos correspondientes a los tres verbos con los que conjugamos el
servicio misionero de la Palabra en tanto que modo de ser, de actuar
y de significar. Son tres aspectos que van unidos, tanto por lo que se
refiere a las personas y sus actividades como a las obras1) Con talante educativo profético.
El primer elemento de verificación lo tienen que dar los
claretianos, los profesores y el personal no docente que han de
presentarse en la comunidad educativa como testigos de Dios y
defensores de los niños y de los jóvenes y del futuro de su dignidad
20
vivir la dimensión profética de su vida y ministerio. El último
número del EMP dice: “Queremos que este proyecto de futuro
ilusione a todos los que nos hemos sentido llamados a prolongar la
“grande obra” nacida en Vic hace casi 150 años. Nadie sobra.
Todos tenemos algo que aportar. El futuro puede ser más grande
que el pasado”26.
Pero hablar de profetismo no implica simplemente de usar una
nueva palabra y etiquetar con ella actitudes y comportamientos,
actividades y estructuras. Los más importante de este Capítulo es
haber intentado poner a la Congregación entera en perspectiva
profética y suscitar en las personas un modo de proceder semejante
al de los Profetas, al de Jesús-Profeta, tal y como lo vivió Claret.
Mirando hacia el futuro, la Congregación ha querido inspirar y
motivar su caminar con el Pueblo de Dios el programa profético de
Jesús: Lc 4, 14-30. En él encontró nuestro Fundador inspiración y
razón de ser para su propia misión profética y para la de sus
misioneros (cf Aut 687)27.
¿Qué quiere decir esto? En la introducción del documento se
nos señalan los rasgos propios de los profetas: “Los profetas son
personas seducidas por Dios (cf Jer 20, 7), apasionadas por Él y su
Alianza, partícipes de su compasión por los pobres y el pueblo. Ven
la realidad histórica con los ojos de Dios, sienten con su corazón (cf
1 Sam 12, 7-25) y proclaman un mensaje de renovación con la
autoridad de su Palabra. Ese mensaje es a la vez consolador e
interpelante, por eso crea esperanza y suscita rechazo. Esta
vocación altera sus vidas y las transforma en signo. Los auténticos
profetas son fieles hasta las últimas consecuencias. Ungido con el
poder del Espíritu, Jesús fue el profeta definitivo de Dios y la
plenitud de la profecía veterotestamentaria (Lc 14, 21; Mt 5, 17; CC
3 y 40). La «dimensión profética» de nuestro servicio misionero de
la Palabra debe entenderse a partir de Él”.
Por muy vago que quede el sentido de palabras como
profecía, profético, profetismo, siempre suscitan en nosotros
171717
17
fascinación y desafío. Es obvio, pues, que no se puede hablar de
profetismo sin hacer referencia al don del Espíritu, a la experiencia
de Dios y a la pasión por el Dios de la vida, al radicalismo
evangélico, al misterio pascual, a la solidaridad con quienes sufren
por la injusticia, la pobreza, el dolor y la marginación, a la
capacidad de afrontar las situaciones de conflicto con valentía hasta
el martirio, al testimonio de las palabras en la vida. No hay nada
más contrario al profetismo que la insensibilidad religiosa, la
inhibición ante la cultura de la muerte y el sufrimiento, la
ambigüedad de vida, la incoherencia, la confusión y el
individualismo.
Al proponerse la Congregación estar “en misión profética”,
implícitamente está queriendo evitar cualquier clase de retrasos y
sacudirse todo tipo de ataduras que le impidan avanzar con soltura y
agilidad en el anuncio del Año de gracia del Señor. No hay profecía
sin profetas. El profeta se siente envuelto en una singular
experiencia de lo divino y de lo humano y desde sí mismo ofrece el
signo, el anuncio o la denuncia. Es el hombre del Espíritu y, por lo
mismo, indicador de lo nuevo, promotor de comunión y heraldo del
mensaje de salvación. Guiado por el Espíritu clama por superar el
caos, la rutina y el pecado. El profeta es un creyente, un testigo del
Invisible, y un compasivo y misericordioso. Se halla en permanente
encrucijada entre la escucha del Dios que le llama y envía y el grito
del pueblo que sufre; entre la pasión por la gloria de Dios y la
pasión por el pueblo que clama por su liberación. Por eso no puede
callar. Proclama, contesta, espolea, consuela, sostiene, conforma. Es
una persona incómoda porque contrasta su punto de vista, su estilo
de vida, su mnsaje con lo que no está en conformidad con el
designio de Dios sobre el mundo y sobre el hombre. Llegar a ser
signos proféticos del Reino desde la vida consagrada en comunidad
fraterna, constituirnos en voz autorizada del mensaje de Dios y
alumbrar el futuro con esperanza, son elementos de un programa de
vida bastante exigente. Máxime cuando se sabe que el verdadero
profeta paga con su vida el mensaje y que el Colegio se convierte
para el educador en el altar de su inmolación. Proponer valores
18
supone aceptar sus dolores28. Por eso, sólo educan bien quienes
están dotados de una generosidad y capacidad de sacrificio fuera de
lo común.
La Congregación siempre ha mirado a María como Madre
y Maestra. También es modelo de profecía. El EMP lo expresa así:
“Nuestro estilo profético de vida recibe del Corazón Inmaculado de
María, madre de la Congregación, una impronta peculiar. Ella nos
enseña que, sin corazón, sin ternura, sin amor, no hay profecía
creíble. María profirió la Palabra (cf Lc 1, 38), porque antes la
concibió en su corazón; proclamó un Magnificat profético (cf Lc 1,
46-55) porque antes creyó; estuvo junto a la Cruz y en Pentecostés
porque fue la tierra buena que acogió la Palabra con un corazón
alegre, la hizo fructificar el ciento por uno (cf Lc 8. 8, 15. 21) y
pidió a los demás que lo hicieran (cf Jn 2, 5)”29. María, mostrando
su corazón, no es una imagen decorativa en nuestros Colegios, sino
la memoria permanente de cómo hemos de educar: con ternura y
misericordia. Este es el talante profético de nuestro modo de
enseñar.
3. ¿Cuándo se halla un Colegio Claretiano “en misión
profética”?
El título del documento capitular “En misión profética”
quiso ser la expresión del modo de ejercer el servicio misionero de
la Palabra. Intentaba reflejar el dinamismo y la actitud con la que
debíamos vivir y trabajar. El EMP no es un recetario sobre nuestra
vida y misión en cada actividad o momento. Por debajo de las 109
resoluciones o sugerencias, está un cuestionamiento de fondo sobre
la “alteración” de nuestras costumbres y nuestro modo de proceder.
Nos pone en dirección y nos habla del talante con el que hemos de
evangelizar. La aplicación práctica nos la deja a las personas, a las
comunidades y a los grupos con los que trabajamos pastoralmente.
Puesto que toda profecía tiene su contexto histórico y geográfico30,
en cada trabajo o ministerio, en cada coyuntura de la vida tenemos
191919
19