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DECÁLOGO
PARA UNA VIDA PIADOSA
1. Al levantarte, persígnate, besa la cruz, y agradece a Dios el paso
de la noche y su misericordia para contigo.
2. Antes de comenzar la jornada y el trabajo, dedica aunque sea un
cuarto de hora a la oración. Ora con la lectio divina. Lee un texto
de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento, medita y ora
a Dios con la Palabra revelada. Inclina con humildad tu corazón a
Dios y pídele que te aumente la fe, la esperanza y la caridad,
además de las fuerzas para recibir serenamente las
complicaciones que te traerá el nuevo día y que bendiga tus
trabajos y sacrificios.
3. Que todas tus tareas o trabajos los hagas para glorificar a Dios. Si
tus esfuerzos se realizan con éxito, agradécelo a Dios; si no son
satisfactorios, entrégate a la voluntad de Dios y Él los
encaminará hacia lo mejor. Él no te asignará una cruz superior a
tus fuerzas y te ayudará a llevarla (cfr. Mt 16, 24)
4. Reza antes de comer, para que Dios bendiga la comida y la
bebida que tomarás; después de comer, agradécele y ruega no
perder los bienes espirituales. Ayuna, a ejemplo de los primeros
cristianos, todos los viernes.
5. Sé generoso y desprendido, no acumulando bienes materiales
sino riquezas en el cielo, pues –dice el Señor Jesús– donde esté
tu riqueza, allí estará también tu corazón (cfr. Mt 6, 19-21).
6. Trata de ser agradable a Dios en todo y amable con tus
hermanos, los hombres, para que tu conciencia no te haga
padecer remordimientos. No juzgues a nadie y piensa que el
juicio sobre la vida corresponde solamente a Dios. Reza por la
conversión de los pecadores y, ante Dios, solamente dile: “Señor
Jesús, ten piedad de mí pecador.” (cfr. Lc 18,38)
7. No esperes recompensa ni compensaciones por el bien que
hagas. No alimentes el amor propio, aunque sea para ti amargo.
Con humildad recibe las órdenes de otros, aunque tú seas más
inteligente y tengas mayor experiencia. Dice el Señor que “el que
se humilla, será engrandecido” (Mt 23, 12).
8. Rechaza con firmeza cualquier tentación, a fin de que el pecado
no anide en tu corazón pues te alejará de Dios. Confiesa
frecuentemente con sincero arrepentimiento todos tus pecados
y experimentarás el amor misericordioso de Dios. No confesar es
estar muerto. Dice el apóstol san Pablo: “Dios prueba que nos
ama en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por
nosotros” (Rom. 5, 8).
9. Asiste a la Iglesia frecuentemente, especialmente el domingo.
Participa de la Santa Misa y, en el sagrario de tu alma, acoge a
Jesús Sacramentado en la comunión. Consagra el Día del Señor a
la caridad y a la misericordia, como expresión del mandato del
amor (cfr. Jn 13, 34; 15,12).
10. Antes de acostarte y dormir, no olvides hacer examen de
conciencia y da gracias a Dios por las bendiciones recibidas en el
día, y arrepiéntete con dolor de corazón por el mal realizado o el
bien omitido. Persígnate, besa la cruz, y encomiéndate a Dios, tu
Buen Pastor, como si esa noche debieras presentarte ante Él.
ORACIÓN
DE ENTREGA DE LA VIDA A DIOS
«Pastoral de Espiritualidad»
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Beato Charles de Foucauld
«DECÁLOGO
PARA UNA VIDA PIADOSA»
PARROQUIA DE SANTA ANA
Arciprestazgo de Cádiz-Puerta Tierra Este
Diócesis de Cádiz y Ceuta
Cádiz