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De chacales, jirafas y comunicación compasiva
La verdadera compasión no involucra víctimas ni redentores, tampoco persecutores, sino que comienza con la
identificación de las legítimas necesidades del propio ser. No basta con tratar a alguien más como se quisiera ser
tratado, sino de evitar dejarse engañar por el sufrimiento propio.
El psicólogo Marshall Rosenberg nos dice que la sociedad en la que vivimos ha entrenado a muchos de nosotros
a pensar como chacales, clasificando a los demás con juicios estrictos, distinguiendo entre buenos y malos, superiores e
inferiores, comparando, etiquetando. Como el chacal se encuentra muy cerca de la tierra, se mueve entre arbustos, por
lo que le es difícil ver más allá de su temor, su culpa, o su vergüenza, y en sus relaciones interpersonales termina no solo
dañando a otros, sino lastimándose a sí mismo, aislándose sin desearlo, de sus seres más queridos.
La jirafa, en cambio, tiene el corazón más grande de todos los animales terrestres. Es suficientemente alta para
poder mirar por encima de las circunstancias, avizora el futuro y vive su vida llena de una interesante combinación de
gentileza y fortaleza. Para Rosenberg, la jirafa representa la comunicación compasiva que nace del corazón. Esta surge
primeramente de la autocompasión de lo que uno es, y no es, lo que puede y no puede hacer, que luego deriva en
relaciones interpersonales en las que se evitan los juicios, en las que se invita a los demás a tomar sus propias
decisiones, de acuerdo no a nuestras necesidades, sino a las de ellos, en las que se toman las propias decisiones no en
función de complacer al otro, sino con plena y honesta libertad. La jirafa está consciente de que no puede cambiar a
otros, es más, no le interesa… lo que le interesa es, a partir del respeto de sus propios gustos, anhelos y necesidades,
brindar a otros nuevas oportunidades de crecimiento.
Esta metáfora nos demuestra cómo, estableciendo primeramente contacto con nuestras necesidades y anhelos
más profundos, podemos reaprender el lenguaje original con el que fuimos creados, convertirnos en seres compasivos y
autocompasivos, que logren escuchar con empatía, respeto y comprensión lo que el otro ser experimenta en su interior.
Al practicar esto, nos movemos del mensaje dominante y restrictivo que aprendimos como sociedad, hacia el lenguaje
del corazón… y, comunicarnos con compasión,… ¡sin duda nos beneficia a todos!