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¿Cómo se puede vivir?
Las vacaciones que tenemos por delante son una ocasión preciosa para
responder a esta pregunta. Hemos elegido este tema para que nadie confunda
la experiencia con las propias imágenes o los sueños, o con los comentarios o las
quejas que tenemos. Delante de una pregunta como esta nadie puede hacer
trampas.
Para responder, cada uno de nosotros tiene que contar hechos. Esta pregunta
nos ayuda a entender qué sentido tiene nuestra presencia en el mundo, para qué
sirve la fe. Y esto no nos lo preguntamos para que cada uno ponga a prueba su
actuación, no nos interesa, ya sabemos que no estamos a la altura, hemos
suspendido todos o hemos aprobado todos, como prefiráis, porque es lo mismo.
Porque es Dios, dice el papa Francisco, “es Dios quien transforma el corazón, Él te
cambia el corazón. Si acogemos Su gracia, Él cambia nuestro corazón. Una sola
cosa es necesaria para hacerse santos: acoger la gracia que el Padre nos da en
Jesucristo. Esto es. Esta gracia cambia nuestro corazón” (17 junio 2013). Por lo
tanto no es un problema de qué hacer, sino que es un problema de nuestra
disponibilidad, siendo conscientes de nuestra necesidad, para acoger esta gracia
que está sucediendo ahora.
Por lo que respecta a las vacaciones comunitarias, no las demos por descontado
como si fuesen un ritual que se repite año tras año. Preguntémonos por qué
hacemos las vacaciones. ¿Qué queremos comunicar? ¿Qué es lo que queremos
vivir juntos? ¡Para hacer lo que nos apetece durante unos días no hace falta
hacer vacaciones del movimiento! La cuestión es si aprovechamos este momento
para comunicar algo de la belleza que vivimos. A un amigo nuevo que viene con
nosotros, ¿qué nos gustaría enseñarle? ¿Qué desearíamos para él? Que pudiese
hacer una experiencia. De este modo, las excursiones, los testimonios, la
presentación de un libro, un diálogo sobre algo que nos interese, la Misa, los
Laudes, el Ángelus, se convierten en una ocasión en la que uno puede ver qué
son unas vacaciones como paradigma de la vida, como modelo de lo que
puede ser un día vivido en Cristo, de lo que es la vida para un hombre que se ha
encontrado con Cristo (si en las vacaciones no vemos la belleza de una vida
marcada por la fe ahora, la fe se reducirá a algo del pasado, sin interés). Por eso,
que todos los gestos que hagamos lleven dentro esta promesa: la posibilidad de
una verificación de la fe en la experiencia. Una degustación, una excursión
especialmente difícil, ...
¿esperamos que venga de ahí la respuesta a la pregunta sobre cómo se puede
vivir o lo esperamos de una forma concreta de vivir la comunidad cristiana? Si no
es así, acabamos haciendo unas vacaciones con los mismos criterios que todo el
mundo: esperando que la respuesta venga del yoga, de bajar un río en canoa,
del spa o del hobby que tengamos en la cabeza, pero no de Cristo (con Cristo, si
además se come bien, mejor todavía). Así podremos volver de las vacaciones
con una respuesta adecuada a la pregunta: ¿Cómo se puede vivir? no con una
teoría, sino con una experiencia vivida.
Durante las vacaciones de verano os invito a trabajar sobre la Primera y la
Segunda lección de los Ejercicios de la Fraternidad.