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El Tercer Mandamiento Pregunta: ¿Qué significa el tercer Mandamiento? I. Información: a. Primero veamos lo que nos dice el Diccionario Bíblico Adventista. El 3o prohíbe toda irreverencia, en especial la mención innecesaria del nombre de Dios en la conversación ordinaria, el perjurio acompañado por una invocación del nombre divino. b. Ahora veamos algunas Citas Bíblicas. Éxodo 20:7 (Reina-­Valera 1960) 7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Salmos 111:9 (Reina-­Valera 1960) 9 ...Santo y temible es su nombre. Salmos 113:3 (Reina-­Valera 1960) 3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová. Eclesiastés 5:1-­2 (Reina-­Valera 1960) 1 Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. 2 No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Mateo 12:34-­37 (Reina-­Valera 1960) 34 !!Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mateo 12:34 (Reina-­Valera 1960) 34 ...Porque de la abundancia del corazón habla la boca. c. Ahora, veamos lo que nos dice el Comentario Bíblico Adventista. Éxodo 20:7. En vano. La palabra así traducida significa "iniquidad", "falsedad", "vanidad", "vacuidad". Inculcar reverencia es el principal propósito del tercer mandamiento (Sal. 111: 9; Ecl. 5: 1, 2), que es una secuela apropiada de los dos que lo preceden. Los que sólo sirven al verdadero Dios, y le sirven en espíritu y en verdad, evitarán cualquier uso descuidado, irreverente o innecesario del nombre santo. No blasfemarán. La blasfemia, o cualquier lenguaje descuidado por el estilo, no sólo viola el espíritu de la religión sino que indica también falta de educación y caballerosidad. Este mandamiento no sólo se aplica a las palabras que debiéramos evitar sino al cuidado con que debiéramos usar las que son buenas (ver Mat. 12: 34-­‐37). El tercer mandamiento también condena las ceremonias vacuas y el formalismo en el culto (ver 2 Tim. 3: 5) y exalta el culto realizado en el verdadero espíritu de santidad (Juan 4: 24). Muestra que no es suficiente la obediencia a la letra de la ley. Nadie reverenció nunca más estrictamente el nombre de Dios que los judíos, quienes hasta el día de hoy no lo pronuncian. Como resultado, nadie sabe cómo debiera pronunciarse. Pero en su sujeción extrema a la letra de la ley, los judíos rindieron a Dios un homenaje vacío. Ese falso celo no impidió la trágica equivocación cometida por la nación judía hace 2.000 años (Juan 1:11; Hech. 13: 46). El tercer mandamiento también prohíbe el juramento falso, o perjurio, que siempre ha sido considerado como una grave falta social y moral digna del más severo castigo. El uso descuidado del nombre de Dios denota una falta de reverencia para con él. Si nuestro pensamiento se enfoca en un plano espiritualmente elevado, nuestras palabras también serán elevadas y serán dictadas por lo que es honrado y sincero (Fil. 4: 8). d. Por último, veamos lo que nos dice el Espíritu de Profecía. "No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios: porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo." Este mandamiento no sólo prohíbe el jurar en falso y las blasfemias tan comunes, sino también el uso del nombre de Dios de una manera frívola o descuidada, sin considerar su tremendo significado. Deshonramos a Dios cuando mencionamos su nombre en la conversación ordinaria, cuando apelamos a él por asuntos triviales, cuando repetimos su nombre con frecuencia y sin reflexión. "Santo y terrible es su nombre." (Sal. 111:9.) Todos debieran meditar en su majestad, su pureza, y su santidad, para que el corazón comprenda su exaltado carácter; y su santo nombre se pronuncie con respeto y solemnidad. (Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, Pág. 314) II. Resumen: Éxodo 20:7 (Reina-­Valera 1960) 7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. "“Santo y terrible es su nombre,” declara el salmista. Los ángeles se velan el rostro cuando pronuncian su nombre. ¡Con qué reverencia, pues, deberíamos nosotros, que somos caídos y pecaminosos, tomarlo en los labios!" (EGW, Obreros Evangélicos, Págs. 187-­‐188) En el estudio 9, aprendimos un poquito acerca del Nombre de Dios, y vimos que su Nombre nos revela su identidad, sus características, y la esencia de su Ser. Jehová mismo le reveló su nombre a Moisés al pie del monte Horeb, "YO SOY EL QUE SOY, y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros." (Éxodo 3:14). El Nombre de Dios y su Ser son inseparables; tiene que ver con quien es Él. Jehová (Yahweh, el gran YO SOY) es el que existe en sí mismo; el que fue, es, y por siempre será. El tercer Mandamiento nos dice que no debemos tomar en "vano" el sagrado nombre de nuestro Padre. Esto quiere decir que debemos evitar "cualquier uso descuidado, irreverente, o innecesario del Nombre santo de Dios." (Comentario Bíblico Adventista, Tomo1, Pág. 615) El Nombre de nuestro Dios era considerado tan santo, y tan sagrado, que los Israelitas de antaño lo dejaron de pronunciar por temor a profanar el tercer Mandamiento. Por eso es que terminaron usando la palabra "Señor", en lugar del Tetragrámaton YHWH, para referirse a Dios. Llegamos a transgredir el tercer Mandamiento cuando blasfemamos su Nombre, cuando renegamos de Él, cuando pensamos o decimos palabras de odio hacía Él, cuando lo reprochamos, cuando lo desafiamos. Hoy día, no es raro ver como se transgrede este importante y sagrado Mandamiento, sólo basta prender la televisión o ir al cine para ver de que forma trapean el piso y arrastran por el suelo el sagrado nombre de nuestro Dios. Tristemente ha llegado incluso hasta ser usado como una expresión para maldecir. Pero tomar su Nombre en vano, o profanarlo, no es la única forma de transgredir el tercer Mandamiento. Otra definición de "en vano" de acuerdo con el Comentario Bíblico Adventista es "falsedad". Si usamos el nombre de Dios de una manera falsa o hipócrita, también violamos este Mandamiento. La Biblia no prohíbe jurar en nombre de Dios, "A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás." (Deuteronomio 6:13). El sumo sacerdote puso a Jesús bajo juramento cuando le pidió que testificara si Él era el Cristo, "Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios." (Mateo 26:63). Lo que la Biblia sí prohíbe es jurar en falso, o perjurar. No debemos temer si debemos jurar en el Nombre de Dios ante las autoridades civiles o eclesiásticas, siempre y cuando estemos dispuestos a declarar solamente lo que sepamos que es verdad. Por último, también violamos este Mandamiento si usamos hipócritamente el Nombre de Dios. Cuando adoptamos el Nombre de Dios y nos llamamos cristianos, pero continuamos con la vida que llevábamos antes de conocer a Dios, tomamos su nombre en vano. Es como tomar el nombre de una familia sin pertenecer realmente a ella. Cuando no vivimos a la altura del compromiso cristiano, hacemos quedar mal a nuestro Padre. El Apóstol Pablo reprendió a algunos que hacían esto; les dijo que el nombre de Dios era "blasfemado entre los gentiles" por causa de ellos. (Romanos 2:21-­‐24). Es importante mantener el honor del apellido evitando realizar acciones contrarias a los principios de la familia de la que ahora formamos parte. Si amamos verdaderamente a nuestro Padre, si queremos ser llamados verdaderos hijos de Él, debemos imitarlo y mostrarle la debida reverencia a su santo Nombre cada momento de nuestra vida. "De la abundancia del corazón habla la boca." (Mateo 12:34). Es posible que engañemos a los demás; incluso hasta a nosotros mismos. Pero el Señor que todo lo sabe, y escudriña nuestros corazones, no dará por inocente al que tomare su nombre en vano.