Download Las imágenes viven, los sentimientos permanecen. Una

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número dos | nuestro tiempo | imágenes: ferdinand jacquemort
En una entrevista publicada en el diario francés Liberation, Apichatpong
Weerasethakul afirmaba sentirse satisfecho de su trabajo si «las imágenes de mis
películas habitan largamente en el público. Un film no se siente sólo con la
cabeza, sino con todo el cuerpo. Con el corazón». Sin duda, frente a la velocidad
de consumo que reclama la pantalla global, resulta difícil encontrar imágenes que
permanezcan y que nos inviten a vivir en su interior. ¿Quiere decir eso que cada
vez vemos menos cine con el corazón? Tal vez, aunque la obra de Apichatpong
Weerasethakul entraña otra cuestión, si cabe más importante: ¿Cómo dar cuenta de
unas imágenes, de una historia cuyo espíritu parece alejado de nuestras
coordenadas culturales? ¿Acaso no podemos sentir con propiedad, sin fabricar un
complejo aparato teórico, un retrato familiar ambientado en la selva tailandesa?
Durante varias semanas, Carlos Losilla, Manuel Ortega y Vicente Rodrigo
discutieron sobre la obra de Apichatpong, explorando esa idea tan denostada
últimamente de ver más allá de la imagen, en ese off que nos escamotea la
narración, dibujando puertas y umbrales que acerquen Nabua a nuestra cultura, y
viceversa. Porque, aunque la cadencia de sus imágenes y la existencia emocional
que encierran puedan resistirse a una lectura no orientalista, este diálogo
funciona como estupendo vaso comunicante entre el cine y sus posibilidades. O cómo
eludir las barreras y códigos de una comedia coreana, de un western africano o de
un thriller de las antípodas, buscando, investigando en los posos que deja la
imagen en nuestro recuerdo. Por eso, además de sentir su cine con el corazón, este
diálogo sobre los filmes de Apichatpong Weerasethakul supone una herramienta
fundamental para recuperar el valor de lo que vemos, de lo que permanece en
nuestro interior y nos anima a unir los puntos del mapa hasta abolir cualquier
frontera posible entre imágenes. Porque, de una u otra manera, sentimos que nos
pertenecen.