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rx | visor eureka! El origen del desfibrilador Si bien la invención del desfibrilador –instrumento uti- lizado para restablecer el ritmo cardíaco en caso de paro cardiorrespiratorio– se atribuye a los fisiólogos suizos Jean Louis Prévost y Frédéric Batelli, quienes en 1899 descubrieron que pequeñas descargas eléctricas podían causar alteraciones en los latidos del corazón de los perros, la historia de la Medicina cuenta que ya en 1775 el veterinario danés Peter Christian Abildgaard aplicaba electricidad en el pecho de aves de corral para revivirlas. Entre el siglo XVIII y comienzos del XX se realizaron numerosos experimentos de resucitación de animales mediante descargas eléctricas, pero no fue sino hasta el año 1932 que los investigadores estadounidenses D.R. Hooker, W.B. Kouwenhoven y O.R. Langworthy comprobaron que el uso de corriente alterna actuaba específicamente sobre la arritmia causada por fibrilación ventricular. Años más tarde, en 1947, la técnica se utilizó por primera vez en un ser humano, hecho atribuido al cirujano cardiovascular estadounidense Claude Beck, quien aplicó directamente corriente alterna al corazón de un niño de 14 años, luego de que sufriera un paro cardíaco mientras lo operaban de una malformación congénita en el Hospital de Cleveland (Estados Unidos). A partir de este hecho, Beck desarrolló un aparato que constaba de dos paletas en forma de cucharas, las cuales se colocaban a cada lado del corazón para, a través de ellas, aplicar un impulso eléctrico de alta energía por un corto período. Originalmente, el desfibrilador tenía un peso de 70 kilogramos, pero tras sucesivas modificaciones, llegó a alcanzar los 20 kilogramos. En 1952, el cardiólogo estadounidense Paul Zoll se convirtió en el primero en aplicar descargas eléctricas desde la superficie de la piel para resucitar a un paciente. De ese modo abrió la posibilidad de fabricación de desfibriladores externos: un notable avance para los servicios de emergencia. Hasta 1960, los desfibriladores eran de corriente alterna y tomaban el voltaje del circuito de una pared, lo amplificaban y enviaban la energía al paciente a través de un catéter. Este tipo de corriente resultaba muy intensa y no garantizaba en su totalidad el éxito de la maniobra. De ahí que el cirujano estadounidense Karl William Edmark y el cardiólogo lituano Bernard Lown desarrollaran el primer desfibrilador manual de corriente continua, que proporcionaba choques eléctricos de baja intensidad por medio de un condensador, instrumento más seguro y eficaz. El aparato era portátil, de modo que podía ser utilizado por paramédicos en ambulancias. No fue sino hasta 1979 que se introdujo en el mercado el desfibrilador automático externo, un equipo diseñado para detectar la fibrilación ventricular a través de sensores y actuar en consecuencia. Al año siguiente, el médico polaco Michel Mirowski, junto a su equipo del Hospital de Sinaí (Estados Unidos), implantó en un ser humano el primer desfibrilador automático fabricado para ser fijado dentro del organismo, el cual suministraba la energía mediante cables y electrodos desde el endocardio. Los últimos avances en reanimación han consistido en la reducción del tamaño y el peso de los desfibriladores externos y en el refinamiento de la sensibilidad de los dispositivos implantables para la detección de las arritmias. Hoy, en muchos países, es norma de seguridad la existencia de desfibriladores automáticos externos en lugares públicos como aeropuertos, estadios y centros comerciales. Fuentes • Cardiopulmonary resuscitation. Joseph P. Ornato y Mary Ann Peberdy. Humana Press (2005) • • www.ncbi.nlm.nih.gov / www.emsmuseum.org / www.texasheartinstitute.org / www.alscofirstaid.com.au / www.the-aps.org • 28+SALUD •