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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO/A. 1-XII-13.
El Adviento llama a nuestra puerta. Dios está en camino hacia
nosotros, Dios viene a salvarnos. Comenzamos un Año Litúrgico
nuevo, con el Evangelista san Mateo.
Las tres lecturas de este Domingo están orientadas hacia esta
venida de Dios; pretenden despertarnos del sueño y de la
indiferencia; exhortarnos a esperar al Señor con la cintura ceñida y
las antorchas encendidas. El evangelio nos dice: "estad en vela,
porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".
No es amenaza. Es anuncio de la alegre venida del Señor.
Viene el Hijo del Hombre a sanar y salvar, a curar y a redimir. Viene a
enseñarnos los caminos de Dios. A decir a cada hombre y mujer: Dios
te ama. Sentirse amado por Dios es la mayor alegría. Hacer nacer a
una persona a la esperanza es decirle:”Tú eres amado por Dios”. Esto
hace el Adviento con nosotros.
La liturgia quiere que preparemos el corazón ante la venida del
Se or, que salgamos al encuentro de este Señor que vino, viene y
vendrá:
- Vino: es la venida que commemoramos alegres en Navidad, el
Misterio de la Encarnación, su nacimiento humilde; la Palabra hecha
carne.
- Viene: cada día, constantemente. Jesús viene, está viniendo
siempre; como Resucitado nos acompaña cotidianamente, con su
Espíritu, con su Palabra, con los sacramentos, en la comunidad de los
cristianos, en el transcurso de los acontecimientos, en el hermano en
el que Él se hace el encontradizo día tras día...
- Vendrá: también la venida última del Señor "en gloria y
majestad". Cada año, el evangelio del primer domingo de Adviento
nos recuerda la venida definitiva de Cristo, el horizonte final de
nuestra existencia: El bien vencerá sobre el mal. El final de nuestra
vida y de nuestra historia no es el fracaso y la desaparición en la
nada. Estamos llamados a vivir la vida de Dios.
ACTITUDES:
Hay que estar atentos.”Dejemos las tinieblas, nada de riñas..
Pertrechémonos con las armas de la luz”.
Tenemos el peligro de la indiferencia, la rutina, la frivolidad. "La
gente comía y bebía y se casaba..." (evang. ). Naturalmente, hay que
comer, beber, pero, “nada de comilonas y borracheras”; hay que
casarse, pero “nada de lujuria ni desenfreno”; hay que trabajar, pero
“sin riñas ni pendencias”. Y hay que hacer vida de familia, y
comprometerse para cambiar este mundo, y descansar... Pero “sin
dar lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual: la
Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí. Ese vivir para darse
gloria los unos a otros”, “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la
gloria humana y el bienestar personal”(Papa Francisco). Una
espiritualidad mundana, que sería el intento de espiritualizar (o
justificar) los criterios del mundo.
«Vigilad», «estad preparados, despiertos». Velar es creer,
esperar, amar. Trabajar y rezar. El que ama tiene siempre el
corazón en vela.
El Señor quiere despertarnos con su Palabra. El puede
cambiarnos, darnos "un corazón nuevo y un espíritu nuevo". Está san
Agustín en su huerto de Ostia con un grupo de amigos. Coge en sus
manos el Nuevo Testamento y se sienta para leer bajo la sombra de
un nogal. De repente, sus amigos, sentados junto a un árbol cercano,
le oyen gimotear fuertemente; se acercan preocupados, y Agustín les
explica entre gemidos: "He abierto el Nuevo Testamento al azar, y
Dios me ha sorprendido con estas palabras: Ya es hora de despertar
y empezar una nueva vida" (Rm 13,11).
El Adviento y la Navidad son una nueva oportunidad de gracia
que nos ofrece Jesús. No le dejemos pasar de largo.