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Jesús y María
han venido a buscar
a Antonia Calmejane,
este 6 de Agosto
en la fiesta de la Transfiguración
de Nuestro Señor.
He aquí el sermón
de Monseñor Jean Marie,
el día del funeral,
8 de agosto
de 2014, en la fiesta
de San Jean Marie
Vianney, Cura de Ars:
+ Muy amados Hermanos, Hermanas, amigos míos
En una pequeña aldea de Francia, en1919, nació una niña que bautizaron Antonia.
Al igual de las niñas de aquel tiempo, hacía tal como Santa Germana de Pibrac, los pequeños
niños de la Salette y de Fatima, con el rosario en la mano, guardaba las ovejas y también, estudió
para ponerse al servicio de la juventud educándola cristianamente.
Durante su adolescencia, Antonia tenía una gran preocupación de guardar la pureza del corazón,
del cuerpo y del espíritu;
Si había una fiesta al pueblo, un matrimonio donde estaba invitada, sólo se quedaba un ratito
y sabía esfumarse para guardar esta pureza como una perla preciosa que Jesús y María habían
depositado en su corazón.
Llegada a ser profesora a los 21 años, Antonia fue enviada por algunos meses en un pueblo muy
pequeño de 300 habitantes, llamado Le Frechou, no mayor que lo del Santo Cura de Ars que
celebramos hoy;
Venida por algunos meses a Le Frechou, se quedará allá toda su vida, educando a todos los niños
de la región con un don particular del Espíritu Santo.
En ese momento, se da a Dios de una manera particular y pronuncia de todo su corazón, de toda
su alma, su voto de virginidad perpetua.
Toda su vida no fue más que un impulso de amor hacia el Corazón Eucarístico de Jesús; animada
de una dedicación sin reserva para el sacerdocio, acogía en su casa a todos los sacerdotes de paso
y a menudo ella les daba el ejemplo de una fe inquebrantable y les ponía de nuevo en el buen
camino.
Se sacrificó por su escuela,
vivía pobremente,
acogía a todos los niños que no podían pagar
les daba de comer
se levantaba muy temprano en la mañana para preparar las comidas con las dos Religiosas que la
acompañaban en su tarea de profesor,
se acostaba tarde la noche porque era necesario corregir todas las copias de sus niños.
Y siempre encontraba tiempo para rezar, hacer la meditación contemplativa a la iglesia del pueblo ante el tabernáculo.
Muchas veces estaba tan unida a su Esposo Divino Jesucristo Nuestro Señor, que le descubría el
velo de la unión mística haciéndole contemplar su Dolorosa Pasión.
En la Fundación de la Fraternité Notre Dame de Frechou; Antonia fue la primera para acogernos, sostenernos y defendernos contra las persecuciones.
¡Ella nos fue fiel a cada minuto, cada día, hasta el último día!
Se podría hablar aún mucho tiempo de Antonia porque respiraba el amor a Dios y al próximo,
una dedicación sin reserva para la educación cristiana en una vida de trabajo, oración, sacrificio,
penitencia y abandono a la Divina providencia.
Hermanos, Hermanas, amigos míos, que el ejemplo de nuestra Hermana Antonia sea para nosotros todos la ocasión de reflexionar sobre nuestra vida y sobre nuestra muerte y de preparar
nuestra eternidad realizando en todo y por todas partes la santa voluntad de Dios como ella lo
hizo a lo largo de su vida.
Hermanos, Hermanas, amigos míos, a menudo cuando hablaba con Antonia, ella me
decía: “Monseñor Jean Marie, nunca he querido dar pena al Buen Dios.”
Entonces, Hermanos, Hermanas, amigos míos, a nosotros nos toca hacer lo mismo: ¡nunca
demos pena al Buen Dios!
Y para eso, hagamos como ella, cada día consagrémonos a Nuestra Señora de Frechou, Madre de
Misericordia y Madre de la Iglesia.
Amen.