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La Regeneración
6º capítulo del libro “Nudos Desatados”
De J.C.Ryle
1º Obispo de la Diócesis de la Iglesia de Inglaterra en Liverpool
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo,
no puede ver el reino de Dios.”. (Juan 3:3)
La regeneración es uno de los asuntos más importantes de todos
los tiempos. Las siguientes palabras de nuestro Señor Jesucristo a
Nicodemo son muy serias. “De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”. (Juan 3: 3.) El
mundo ha pasado por muchos cambios desde que estas palabras
fueran pronunciadas. Mil ochocientos años han pasado. Imperios y
reinados han surgido y han caído. Grandes y sabios hombres han
nacido, trabajado, escrito y muerto. Pero ahí está la ley del Señor Jesús,
que permanece inalterada. Y así continuará, aunque cielos y tierra
pasen: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios.”.
Pero el asunto de hoy es de importancia peculiar para los
miembros de la Iglesia de Inglaterra [1]. Muchas cosas han sucedido
en los últimos años, las cuales han llamado para sí una atención
especial. La mente de los hombres está llena de ella y sus ojos la fijan.
La regeneración ha sido discutida en los periódicos. La regeneración ha
sido hablada en sociedades privadas. La regeneración ha sido debatida
en las cortes de la ley. Ciertamente este es el tiempo en que todo
verdadero clérigo debe examinarse a sí mismo en esta cuestión, y tener
la certeza de que sus opiniones son sólidas. Ha llegado el tiempo en que
no podemos balancearnos entre dos opiniones. Debemos conocer lo que
defendemos. Debemos estar preparados para explicar nuestras
creencias. Cuando la verdad es atacada, aquellos que la aman deben
agarrarla más firmemente que nunca.
Propongo en este papel atender a tres cuestiones:
I. Primero, explicar lo que es La Regeneración, o lo que nacer de
nuevo significa.
II. Segundo, mostrar la necesidad de la Regeneración.
III. Tercero, exponer las señales y
Regeneración.
3
las evidencias de
la
Si consigo esclarecer estos tres puntos, tendré prestado un gran
servicio a mis lectores.
I. Primero, explicaré lo que es la Regeneración, o lo que nacer de
nuevo significa.
Regeneración es el cambio en el corazón y en la naturaleza
humana por el cual un hombre pasa cuando él se convierte en un
verdadero cristiano.
No hay duda alguna de que existe una inmensa diferencia entre
aquellos que profesan y los que se auto-intitulan cristianos. Por detrás
de toda disputa, existen siempre dos clases de cristianos aparentes: los
que son cristianos apenas en el nombre y en la forma y los que son
cristianos en obras y en verdad. No todos los judíos eran realmente
judíos, así como no todos los cristianos son realmente cristianos. “En la
iglesia visible”, afirma un artículo de la Iglesia de Inglaterra, “lo malo
siempre estará entremezclado con lo bueno”.
Algunos, como el Artículo 29 declara, son “ruines y están exentos
de una fe viva”, otros, aún conforme a lo que el artículo dice, son
hechos conforme a la imagen del único hijo de Dios, Jesucristo, y
caminan correctamente en buenas obras. Algunos adoran a Dios de
forma vil, otros lo hacen en espíritu y en verdad. Algunos dan su
corazón a Dios, otros lo dan al mundo. Algunos creen en la Biblia y
viven conforme a sus ordenanzas, otros, no. Algunos pecan y se
conduelen por eso, otros, no. Algunos aman a Cristo, confían en él y lo
sirven, otros, no. Resumiendo, como dicen las Escrituras, algunos
andan por el camino angosto, otros, por el espacioso; algunos son los
buenos peces de la red del Evangelio, otros, los malos; algunos son el
trigo en el campo de Cristo, otros, la cizaña.[2]
Creo que ningún hombre, estando él con los ojos bien abiertos,
dejará de ver esto, tanto en la Biblia como en el mundo que lo rodea.
Sin importar lo que él pueda pensar sobre el asunto que escribo, él
simplemente no puede negar que existe una diferencia.
Ahora, ¿cuál es la explicación de esta diferencia? Respondo sin
vacilar: la regeneración o nacer de nuevo. Respondo que verdaderos
cristianos son como son porque son regenerados, y cristianos formales
son como son porque no son regenerados. El corazón del cristiano ha
sido verdaderamente cambiado. El corazón del cristiano apenas en el
nombre, no ha sufrido alteraciones. El cambio del corazón hace toda la
diferencia.[3]
Tal cambio de corazón es continuamente relatado en la Biblia,
bajo varios emblemas y figuras.
4
Ezequiel lo identifica por “quitaré el corazón de piedra de en medio
de su carne, y les daré un corazón de carne” y “les daré un corazón, y
un espíritu nuevo pondré dentro de ellos” (Ezequiel 11:19; 36:26.).
El apóstol Juan algunas veces llama a esto siendo “nacido de
Dios”, otras veces, “nacido de nuevo” e, incluso “nacido por el Espíritu”
(Jo 1:13, 3:3,6.).
El apóstol Pedro, en Hechos, habla de “arrepentíos y convertíos.”
(At 3:19.).
La epístola a los Romanos habla sobre ello como siendo “vivos de
entre los muertos.” (Rm 6: 13.).
La segunda epístola a los Corintios lo llama de “nueva criatura:
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Co 5:
17.).
La epístola a los Efesios habla sobre ello como la resurrección
juntamente con Cristo: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais
muertos en vuestros delitos y pecados,” (Ef 2: 1); como “despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,
creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Ef. 4: 22, 24.).
La epístola a los Colosenses lo llama por “habiéndoos despojado
del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme
a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,”
(Cl 3: 9, 10.).
La epístola de Tito lo llama “el lavamiento de la regeneración y la
renovación por el Espíritu Santo” (Tit 3: 5.).
La primera epístola de Pedro habla sobre esto como “de aquel que
os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (I Pe 2: 9.).
Y la segunda epístola, como “participantes de la naturaleza divina”
(II Pe 1: 4.).
La primera epístola de Juan lo llama “hemos pasado de muerte a
vida” (I Jn 3: 14.).
Todas estas expresiones, al final, significan la misma cosa. Ellas
todas son la misma verdad, apenas vistas de lados diferentes. Y todas
tienen el mismo y único significado. Ellas describen en cambio radical
del corazón y de la naturaleza humana – un perfecto cambio y
transformación del interior humano – una participación en la
resucitada vida de Cristo; o, tomando prestadas las palabras del
5
Catecismo de la Iglesia de Inglaterra, “Una muerte para el pecado y un
nuevo nacimiento para la rectitud.”[4]
Este cambio en el corazón del verdadero cristiano es perfecto y
completo, tan completo que ninguna otra palabra se encajaría tan
perfectamente como “regeneración” o “nuevo nacimiento”. Sin duda
alguna no es ninguna alteración corporal, externa, sino,
indudablemente, una alteración por completo en el interior humano.
Ella no añade ninguna otra facultad mental al hombre, sino que
ciertamente da una nueva disposición e inclinación a las capacidades
que él ya posee. Su querer es tan nuevo, su gusto es nuevo, sus
opiniones son nuevas, su forma de ver el pecado, el mundo, la Biblia, a
Cristo es tan nueva, que él se vuelve un nuevo hombre en todas sus
intenciones y propósitos. Tal cambio hace surgir un nuevo ser. Puede
muy bien ser llamado de “nacido de nuevo”.
Este cambio no es siempre dado en los cristianos al mismo tiempo
en que se convierten. Algunos nacen de nuevo aún siendo niños y
parecen, así como Jeremías y Juan Bautista, llenados con el Espírito
Santo ya desde el vientre de sus madres. Algunos nacen de nuevo en
una edad más avanzada. La mayor parte de los cristianos
probablemente nace de nuevo después de que crecen. Una vasta
multitud de personas, y esto es de temer, llega al hoyo sin haber mismo
nacido de nuevo.
Este cambio de corazón no siempre comienza de la misma forma
en aquellos que pasan por el nuevo nacimiento después que crecen. Con
algunos, como el apóstol Pablo y el carcelero en Filipo, fue un cambio
súbito y violento, ocurrido con gran aflicción de espíritu. Con otros,
como Lidia y Tiatira, fue más suave y gradual: sus inviernos se
volvieron primavera de forma casi imperceptible por ellas. Con algunos
el cambio es traído por el Espírito trabajando a través de aflicciones y
visitas providenciales. Con otros, y probablemente aquí se encuentra el
gran número de verdaderos cristianos, la Palabra de Dios, predicada o
escrita, es el medio por el cual son influenciados.[5]
Este cambio solo puede ser conocido y discernido por sus frutos.
Sus comienzos son algo escondido y secreto. No podemos verlos.
Nuestro Señor Jesucristo nos dice de la forma más clara: “El viento
sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene,
ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”(Juan 3:8.)
Sabríamos si estuviésemos regenerados? Debemos intentar responder a
la cuestión examinando lo que sabemos sobre los efectos de la
regeneración. Estos efectos son siempre los mismos. Los caminos por
los que verdaderos cristianos son llevados, pasando por grandes
cambios, ciertamente son varios. Pero el estado del corazón y del alma
para lo cual elles son llevados es siempre el mismo. Pregúnteles lo que
6
ellos opinan sobre el pecado, Cristo, santidad, el mundo, la Biblia y la
oración y los verá como una única mente.
Este cambio ningún hombre lo puede efectuar sobre sí mismo o
sobre otro. Eso sería tan razonable como esperar que los muertos se
levantasen o pedir que un artista diese vida a una estatua de mármol.
Los hijos de Dios “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jua 1:13). Algunas veces
el cambio es designado por Dios, el Padre: “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo
renacer para una esperanza viva” (I Pe 1:3). Algunas veces atribuido a
Dios, el Hijo: “el Hijo a los que quiere da vida.” (Juan 5: 21.) “Si sabéis
que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de
él.” (I Juan 2: 29.) Algunas veces es atribuido al Espírito Santo, y Él es,
verdaderamente, el gran agente por el cual el cambio es siempre
efectuado: “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (Juan 3:6.) Pero el
hombre no tiene poder alguno para trabajar en dicho cambio. Algunas
veces él está lejos, muy lejos de su alcance. “La condición del hombre
después de la caída de Adán,” dice el 10º Artículo de la Iglesia de
Inglaterra, “es tal, que, por su natural fuerza y buenas obras, ni puede
convertirse ni prepararse a sí mismo a la fe e invocación de Dios.”
Ningún ministro en la tierra puede dar gracia a alguien de su
congregación por su propio juicio. Él puede predicar tan verdadera y
fielmente como Pablo y Apolo, pero de Dios “vino el crecimiento” (I Co 3:
6.) Él puede bautizar con agua en el nombre de la Trinidad, pero a no
ser que el Santo Espírito acompañe y bendiga la ordenanza, no habrá
muerte para el pecado, tampoco nacimiento para rectitud. Apenas
Jesús, la Cabeza de la Iglesia, puede bautizar con el Espírito Santo.
Benditos y felices son aquellos que tienen tanto el bautismo interno
como el externo.[6]
Creo que el relato precedente de la Regeneración es bíblico y
correcto. Es este cambio de corazón la marca distintiva de un verdadero
cristiano, la compañía invariable de una fe justificada en Cristo, la
inseparable consecuencia de una unión vital con Él y la raíz y el
principio de una santificación del cuerpo. Pido a mis lectores que
ponderen bien antes de ir más allá. Es de extrema importancia que
nuestras visiones sean claras en este punto, sobre lo que la
regeneración verdaderamente es.
Yo sé bien que muchos no permitirán que la Regeneración sea
aquello que yo acabo de describir. Elles dirán que la sentencia que
acabo de dar es, por definición, muy fuerte. Algunos defienden que
Regeneración significa apenas el acceso a un estado de privilegios
eclesiásticos al convertirse en miembro de la iglesia, pero que no
significa una alteración en el corazón. Algunos nos dicen que un
hombre regenerado tiene cierto poder dentro de él que le permite
arrepentirse y creer si lo considera adecuado, pero que aún necesita de
7
un cambio más amplio a fin de convertirse en un verdadero cristiano.
Algunos dicen que hay diferencia entre regeneración y nacer de nuevo.
Otros dicen que hay diferencia entre nacer de nuevo y conversión.
A todo esto, tengo una simple respuesta, y es esta: no consigo
encontrar tal forma de regeneración descrita en cualquier lugar de la
Biblia. La regeneración que apenas significa admisión a un estado de
privilegio eclesiástico puede ser antigua y primitiva por lo que yo sepa.
Pero, es necesario algo más de lo que eso. Algunos textos claros de la
Escritura son necesarios, y tales textos aún precisan ser encontrados.
Esa noción de regeneración es completamente inconsistente con
lo que Juan nos da en su primera epístola. Ella torna necesaria la
invención de una teoría ineficaz de que existen dos regeneraciones, y es
altamente calculada con el objetivo de confundir las mentes de
personas sin conocimiento e introducir falsas doctrinas. Es un concepto
que parece no corresponder a la solemnidad con la cual nuestro Señor
introduce el asunto a Nicodemo. Cuando Él dijo “En verdad, en verdad
te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.”,
¿Quiso Él referirse a que no puede ver el reino de Dios el que no es
admitido para un estado de privilegio eclesiástico? Ciertamente Él quiso
decir mucho más de lo que eso. Tal especie de regeneración un hombre
puede tener, como Simón el Mago e, incluso así, nunca ser salvo. Esta
regeneración el ladrón arrepentido jamás podría haberla sentido o
experimentado pero, incluso así, se encuentra en el Reino de Dios. Con
certeza Él quiso decir un cambio de corazón. En cuanto a la idea de que
existe alguna distinción entre ser regenerado y ser nacido de nuevo,
esta no tendrá investigación. Es de sentido común entre todos los que
conocen lengua griega que esas dos expresiones significan la misma
cosa.
Para mí, realmente, me parece existir mucha confusión de ideas y
expresiones indistintas en la mente humana en cuanto a esta cuestión
– lo que la regeneración realmente es – y todas surgiendo simplemente
por no adherirse a la Palabra de Dios. Que un hombre es admitido a un
estado de gran privilegio cuando él se convierte en miembro de una
pura Iglesia de Cristo, eso yo no lo niego en momento alguno. Que su
alma está en una posición mucho mejor y bien más ventajosa que si no
perteneciese a la iglesia, eso ni siquiera lo cuestiono. Que una ancha
puerta ha sido abierta ante su alma, la cual no es puesta delante del
pagano, eso yo puedo verlo claramente. Pero en ningún momento veo la
Biblia nombrando ese acontecimiento como Regeneración. Y no
encuentro un único texto en la Escritura que autorice tal suposición. Es
muy importante en teología distinguir las cosas que difieren. Los
privilegios en la Iglesia son una cosa; la Regeneración, otra. En cuanto
a mí, no oso confundirlas. [7]
8
Estoy bien enterado de que grandes y buenos hombres se han
agarrado a esa baja visión de la Regeneración advertida por mí.[8] Pero
cuando la doctrina del eterno Evangelio está en juego, no puedo llamar
a ningún hombre de maestro. Las palabras del viejo filósofo nunca
deben ser olvidadas: “Yo amo a Platón, yo amo a Sócrates, pero amo la
verdad más de lo que a ambos”. Digo sin dudar que aquellos que
defienden la visión de que existen dos regeneraciones, no son capaces
de traer ningún texto claro que compruebe eso. Creo firmemente que
ningún lector de la Biblia jamás encontraría ese punto de vista; y eso
me es suficiente para sospechar que esa es una idea de la cabeza
humana. La única regeneración que veo en las escrituras no es un
cambio de estado, sino de corazón. Esa es la visión, una vez más
afirmo, que el Catecismo de la Iglesia clama cuando habla de “muerte
para el pecado y nuevo nacimiento para la rectitud”, y es en esta visión
que yo creo.
La doctrina delante de nosotros es de vital importancia. No es
problema de los nombres, palabras o formas sobre lo que escribo. Si
seremos salvos, eso es algo que debemos sentir y saber por experiencia,
cada uno por sí sólo. Intentemos familiarizarnos con eso. No dejemos
que el rumor y el humo de la controversia desvíen nuestra atención de
nuestros corazones. ¿Nuestros corazones están cambiados? Es un
trabajo difícil discutir, argumentar y disputar sobre regeneración si, al
final, no sabemos nada sobre ella.
II. Déjeme mostrar, en segundo lugar, la necesidad que tenemos
en ser regenerados o nascidos de nuevo.
Esa necesidad queda más clara a través de las palabras de
nuestro Señor Jesucristo, en el tercer capítulo del evangelio de Juan.
Nada puede ser más claro y positivo que lo que Él habla a Nicodemo:
“En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver
el reino de Dios.”. “No te asombres de que te haya dicho: Os es necesario
nacer de nuevo.” (Jua: 3: 3, 7.)
Las razones para esa necesidad son el pecado y la corrupción
excesiva de nuestros corazones primitivos. Las palabras de Pablo a los
Corintios son perfectas: “Pero el hombre natural no acepta las cosas del
Espíritu de Dios, porque para él son necedad” (I Co 2: 14.) Así como los
ríos corren para la desembocadura, chispas vuelan por el cielo y piedras
caen en el suelo, así el corazón del hombre naturalmente se inclina
para el mal. Amamos los enemigos de nuestras almas y odiamos los
amigos de ellas. Nosotros llamamos a lo bueno malo, y a lo malo,
bueno. Nos regocijamos en el pecado, pero no vemos placer alguno en
Cristo. No apenas cometemos pecado, sino que también lo amamos. No
precisamos solamente limpiarnos de la culpa del pecado, sino también
precisamos ser liberados de su poder. El tono natural, o preconcepto y
la corriente de nuestras mentes deben ser completamente alterados. La
9
imagen de Dios, que ha sido manchada por el pecado, debe ser
restaurada. El desorden y la confusión que reina en nosotros deben ser
puestas de lado. Las primeras cosas ya no deben ser más las últimas,
ni las últimas las primeras. El Espíritu debe dejar entrar la luz en
nuestros corazones, colocar todo en su debido lugar y crear cosas
nuevas.
Siempre debe ser recordado que existen dos cosas distintas que el
Señor Jesucristo hace para todo pecador salvo por Él. Él lo lava de
todos sus pecados con su propia sangre y da el perdón de gracia: eso es
justificación. Él coloca el Espírito Santo en su corazón y hace de él una
persona completamente nueva: eso es regeneración.
Ambas son absolutamente necesarias para la salvación. El
cambio de corazón es tan necesario como el perdón; y el perdón es tan
necesario como el cambio de corazón. Sin el perdón, no tenemos ni el
derecho ni el título para ir al cielo. Sin el cambio, no deberíamos estar
reunidos ni listos para disfrutar del cielo, incluso si llegáramos a él.
Regeneración y justificación nunca andan separadas. Nunca son
encontradas aisladas. Todo hombre justificado también es regenerado, y
todo hombre regenerado es justificado. Cuando el Señor Jesucristo da
hombre remisión de los pecados, Él también da arrepentimiento.
Cuando Él concede paz con Dios, Él también concede “poder de ser
hecho hijo de Dios”. Existen dos grandes máximas del glorioso
Evangelio que nunca deben ser olvidadas. Una es: “El que creyere y
fuere bautizado, será salvo” (Mc 16: 16.), la otra: “Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Rom 8: 9.)
El hombre que niega la necesidad universal de la regeneración
sabe poquísimo sobre la corrupción del corazón. Aquel que fantasea
que el perdón es todo lo que precisamos para llegar al cielo, y no ve que
el perdón sin el cambio de corazón es un presente inútil, es un ciego.
Bendito sea Dios, pues ambos nos so ofrecidos gratuitamente por el
Evangelio de Cristo y ¡porque Jesús está capacitado y dispuesto a
darnos tanto uno, como otro!
La gran mayoría de las personas en el mundo no ven nada, no
sienten nada y no saben nada de religión como deberían. Cómo y por
qué eso ocurre, no es la presente cuestión. Apenas la coloco en la
consciencia de cada lector de este volumen. ¿No es esto verdad?
Dígales sobre el pecado en muchas acciones que ellos practican
continuamente, y ¿cuál es generalmente la respuesta? “Ellos no ven mal
alguno”.
10
Avíselos sobre el gran peligro por el cual sus almas pasan, el poco
tiempo que tienen, la proximidad de la eternidad, la incertidumbre de la
vida, la realidad del juicio. Ellos no sienten miedo.
Pregúnteles sobre la necesidad de un Salvador poderoso, amoroso
y divino y sobre la imposibilidad de ser salvos del inferno, excepto por la
fe en Él. Todo cae de pesado y muerto en sus oídos. Ellos no ven tal
barrera entre ellos y el cielo.
Hable sobre la santidad y el alto estándar de vida que la Biblia
exige. Ellos no consiguen comprender la necesidad de tal rigor. Ellos
no ven utilidad en ser tan bueno.
Existen millares y millares de personas así en cada uno de los
lugares donde estemos. Ellos escucharán todo esto durante toda su
vida. Ellos irán hasta participar del ministerio de los mejores
predicadores y escuchar las apelaciones más poderosas a sus
consciencias. Y, aún así, cuando usted fuere a visitarlos en su lecho de
muerte, ellos serán como hombres y mujeres que nunca escucharon
estas cosas. Ellos no conocen nada sobre las principales doctrinas del
evangelio por experiencia. Ellos no consiguen presentar razón alguna
para su propia esperanza.
¿Y por qué motivo todo esto? Qué explicación tiene? ¿Cuál es la
causa de tal estado? Todo esto viene del hecho de que, naturalmente, el
hombre no tiene sentido espiritual alguno sobre las cosas. En vano el
sol de la rectitud brilla ante él: los ojos de su mente están ciegos, no
pueden ver. En vano la música de Cristo convidando-lo toca alrededor
de él: los oídos de su alma están sordos, no pueden escuchar. En vano
la ira de Deus contra el pecado es levantada: las percepciones de su
alma están paralizadas, como el viajante que duerme y no percibe la
tempestad llegando. En vano el pan y el agua de vida son ofrecidos a Él:
su alma no está con hambre para el pan ni con sed para el agua. En
vano es advertido a escapar para el Gran Médico: su alma está
inconsciente de esa enfermedad: ¿por qué él debería ir? En vano le da
una cuantía para que compre sabiduría: la mente de su alma vaguea.
Es como un lunático, que llama paja a la corona y escoria a los
diamantes. Él dice “soy rico y tengo propiedades, no necesito de más
nada”. ¡No hay nada más triste de lo que tamaña corrupción de
nuestra naturaleza! No hay nada tan doloroso como la anatomía de un
alma muerta.
Ahora, ¿que necesita un hombre así? Necesita nacer de nuevo y
ser hecho nueva criatura. Necesita dejar completamente de lado el viejo
hombre y transformarse en nuevo. No vivimos nuestra vida terrena
hasta nacer para el mundo y no vivimos nuestra vida espiritual hasta
nascer para el Espíritu.
11
Debemos ser conscientes de que la gran mayoría das personas
están incapacitadas para alegrarse con el cielo en su presente estado.
Yo caracterizo eso como siendo un gran hecho. ¿No lo es? Mire la
cantidad de hombres y mujeres reunida en nuestras ciudades y
obsérvelos. Son todas criaturas muertas, seres inmortales, caminando
en dirección al juicio de Cristo, yendo ciertamente a morar o en el cielo
o en el infierno. ¿Pero dónde está la más insignificante evidencia de que
la mayoría de ellas está mínimamente cualificada para ese encuentro en
el juicio y preparadas para el cielo?
Mire para la mejor parte de aquellos que son llamados cristianos,
en cualquier lugar de la tierra. Coja cualquier parroquia que quisiere,
no importa la ciudad o el país. Escoja aquella que conoce mejor.
¿Cuáles son los gustos y placeres de la mayoría de las personas que
viven allí? ¿Qué es aquello que les gusta más cuando pueden elegir?
¿De qué desfrutan más cuando tienen la posibilidad de optar? Observe
la forma con que ellas viven sus domingos. Dese cuenta del ínfimo
placer que sienten al leer la Biblia o al orar. Dese cuenta de las
nociones bajas y terrenas de placer y alegría que prevalecen en todo
lugar, sea entre jóvenes o ancianos, ricos o pobres. Marque bien eses
puntos y, entonces, reflexione sobre esta cuestión: “¿Que harían esas
personas en el cielo?”
Usted y yo, podríamos decir, sabemos poco sobre el cielo.
Nuestras nociones del cielo pueden ser turbias e indistintas. Pero, de
cualquier forma, creo que concordamos en decir que el cielo es un lugar
santo, porque Dios está allí, Cristo está allí y los santos e los ángeles
están allí, porque el pecado no se hace presente de forma alguna y
porque nada es dicho, pensado o hecho si Dios no lo permite. Tome esto
por cierto, y entonces no habrá dudas de que la gran mayoría de las
personas a nuestro alrededor están tan adecuadas para ir al cielo como
un pájaro lo está para nadar en el océano, o un pez para vivir sobre
tierra seca. [9]
¿Y qué necesitan ellos para estar aptos y regocijarse en el cielo?
Necesitan ser regenerados o nacidos de nuevo. No es una alteración
boba ni una reforma externa lo que se exige. No es meramente limitar
pasiones feroces o aquietar afecciones incontrolables. Eso no es
suficiente. Edad avanzada, deseo por una oportunidad de indulgencia o
el miedo humano pueden causar todo esto. El tigre continúa tigre,
incluso cuando está preso, y la serpiente continúa serpiente, incluso
cuando ella está inmóvil y enrollada. La alteración necesaria está
mucho más distante y es mucho más profunda. Todos deben tener una
nueva naturaleza en su interior, todos deben ser hechos nueva criatura,
la naciente debe ser purificada, la raíz debe ser enderezada, todos
requieren de un nuevo corazón y una nueva voluntad. El cambio
requerido no es el de la culebra, cuando ella deja su piel, incluso así,
permanece un réptil; pero sí la transformación de la larva cuando ella
12
muere y su vida termina, sin embargo de su cuerpo una mariposa se
levanta. Un nuevo animal, una nueva naturaleza.
Todo esto y nada menos es exigido. Bien habla la Homilía de las
Buenas Obras[10]: “Están tan muertos para Dios los que no tienen fe,
como lo están para el mundo los que no tienen alma”.
La verdad es que la vasta cantidad de cristianos profesos en el
mundo no tienen nada de Cristianismo, a no ser el propio nombre. La
realidad del Cristianismo, la gracia, la experiencia, la fe, la esperanza, la
vida, el conflicto, los gustos, la ansia por la rectitud, todo eso son cosas
de las que ellos no tienen un mínimo de conocimiento. Ellos necesitan
ser convertidos tanto como los gentiles a quien Paulo predicó,
disuadidos de los ídolos y renovado el espíritu de sus mentes
verdaderamente, si no literalmente. Y una parte principal del mensaje
que debe ser continuamente hablada a todas las congregaciones de la
tierra es: “Os es necesario nacer de nuevo”. Escribo esto
deliberadamente. Sé que sonará terrible y no caritativo a muchos oídos.
Pero pido a cualquier persona que coja el Nuevo Testamento en sus
manos y vea lo que este afirma sobre el cristianismo. Compare las
formas de cristianos profesos existentes y, ahí, niegue la verdad que
escribo ahora, en caso de que pueda.
Ahora, que todos los que leen estas páginas recuerden el gran
principio de la religión bíblica: “No hay salvación sin regeneración, no
hay vida espiritual sin un nuevo nacimiento y no existe cielo sin un nuevo
corazón”.
No pensemos en ningún momento que el objetivo de este texto es
meramente cuestión de controversia, una cuestión vacía a ser discutida
por hombres sabios, pero nada que nos importe realmente. Ella nos
concierne profundamente, toca nuestros propios intereses eternos, es
algo que necesitamos saber por nosotros mismos, sentir por nosotros
mismos, experimentar por nosotros mismos, si fuéremos realmente
salvos. Ningún alma humana, sea ella de hombre, mujer o niño, entrará
en el cielo sin que sea nacida de nuevo.[11]
Y no pensemos en ningún momento que esta regeneración es un
cambio por el cual las personas pueden pasar después que ya están
muertas, sin ni siquiera haber pasado por él cuando estaban vivas. Tal
idea es un absurdo. Aquí y ahora es el único momento para ser salvo.
Ahora, en este mundo de labor y trabajo, de ganar dinero y negocios. Si
tuviésemos que prepararnos para el cielo, ahora es el momento. Ahora
es el momento para ser justificado, para ser santificado y para ser
nacido de nuevo. Tan cierto como la Biblia es la verdad, el hombre que
muere sin estas tres cosas se erguirá nuevamente en el día final,
cuando será lanzado al fuego por toda la eternidad.
13
Podemos ser salvos y alcanzar el cielo sin muchas cosas que
consideramos de gran importancia: sin riquezas, aprendizaje, libros,
conforts mundanos, salud, casa, tierras y amigos, pero sin la
regeneración, nunca seremos salvos. Sin nuestro nacimiento natural,
nunca habríamos vivido, movido o leído estas páginas: sin el nuevo
nacimiento, jamás viviremos y nos moveremos para el cielo. Quiera Dios
que haya más santos en la gloria de lo que hombre alguno puede
siquiera imaginar. Yo me consuelo con el pensamiento de que, a pesar
de todo, habrá muchas personas en el cielo. Pero de una cosa tengo
certeza, y estoy persuadido por la Palabra de Dios, de que de todos los
que alcanzaren el cielo, no habrá un único ser que no haya nacido de
nuevo.[12]
III. Déjeme, en tercer lugar, indicar las marcas de un regenerado o
nacido de nuevo.
Es muy importante tener visiones claras y distintas sobre el
asunto que tratamos. Hemos visto lo que es la regeneración y el porqué
de su necesidad para la salvación. El próximo paso es encontrar las
señales y evidencias por las cuales un hombre puede saber si él es
nacido de nuevo o no, si su corazón ha sido cambiado por el Espírito
Santo o si su cambio aún está por venir.
Estas señales están claramente expuestas para todos nosotros en
las Escrituras. Dios no nos ha dejado sin poder de conocimiento en
cuanto a esta cuestión. Él previó que muchos se torturarían con dudas
y cuestionamientos y nunca creerían que estaban yendo bien con sus
almas. Él previó que otros tomarían por cierto el hecho de ser
regenerados, pero que no tenían derecho alguno a tal certeza. Él,
entonces, con su infinita misericordia, nos providenció prueba de
contraste de nuestras condiciones espirituales, en la primera epístola
de Juan. Allí él escribió para que aprendiésemos el significado de
hombre regenerado y cuáles son sus acciones, sus caminos, sus
hábitos, su forma de vivir la vida, su fe, sus experiencias. Todos los que
desean poseer la llave para un correcto entendimiento del asunto
deberían estudiar toda la Primera Epístola de Juan.
Yo os invito a prestar una atención particular a las marcas y
evidencias de la regeneración, en cuanto intento exponerlas en orden.
Puedo fácilmente mencionar otras evidencias fuera de estas que estoy a
referir, pero no lo haré. Prefiero contenerme hasta la Primera Epístola
de Juan, por causa de la claridad peculiar de sus sentencias sobre el
hombre que nace en Dios. El que tiene oídos que escuche lo que el
amado apóstol tiene que decir sobre las marcas de la regeneración.
(1) Primero de todo, Juan afirma “Todo aquel que es nacido de
Dios, no practica el pecado,” y, nuevamente, “Todo aquel que ha nacido
de Dios, no practica el pecado” (I Juan 3: 9; 5: 18.)
14
Un hombre regenerado no comete pecado como hábito. Él ya no
peca con su corazón y con el deseo, con inclinación, como un hombre
no regenerado actúa. Hubo probablemente un tiempo en que él no
pensaba si sus acciones eran pecaminosas o no, y nunca se sentía
afligido después de hacer el mal. No hubo ninguna lucha entre él y el
pecado, ellos eran amigos. Ahora él odia el pecado, huye de él y lucha
contra él, lo considera como la peor plaga, gime por la carga de su
presencia, lamenta cuando cae bajo su influencia y tarda para ser
libertado de eso. En una única palabra, el pecado ya no es placentero y
es incluso hasta algo indiferente: se convirtió en la cosa más
abominable odiada por él. Él no puede evitar quede habite en su
interior. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos” (I Jua 1:8), pero puede afirmar cordialmente que lo odia y que
el mayor deseo de su alma es no cometer pecado alguno. Él no puede
prevenir que pensamientos ruines crezcan en él, errores, omisiones y
defectos aparecen tanto en sus palabras como acciones. Él sabe, así
como Santiago afirma, que “todos ofendemos muchas veces”. (Stg 3: 2.)
Pero él puede decir verdaderamente, a vista de Dios, que tales actos lo
entristecen y afligen diariamente y que su naturaleza no consiente con
ellos, como es el caso del hombre no regenerado.
(2) Segundo, Juan afirma, “Todo aquel que cree que Jesús es el
Cristo, es nacido de Dios;”. (I Jua 5: 1.)
Un hombre regenerado cree que Jesucristo es el único Salvador por
el cual su alma puede ser perdonada y justificada, que Él es la Persona
Divina señalada y consagrada por Dios, el Padre para ese propósito, y
que a parte de Él, no existe ningún otro Salvador. En sí mismo, el
hombre no ve nada menos de lo que desmerecimiento, pero en Cristo
mira un terreno para la más completa confianza, y confiando en Él, él
cree que todos sus pecados son perdonados y sus iniquidades son
lanzadas fuera. Él cree que por la gracia del trabajo de Cristo y muerte
en la cruz es considerado recto a los ojos de Dios y puede mirar para la
muerte y el juicio sin miedo. Puede tener sus temores y dudas. Puede
decir algunas veces que se siente como si no tuviese fe alguna. Pero
pregunte si él está dispuesto a confiar en cualquier cosa que no sea
Cristo, y vea lo que dirá. Pregúntele si dejará la esperanza en la vida
eterna a su propia suerte, sus propias enmiendas, sus oraciones, su
ministro, sus obras en la iglesia y fuera de ella, sea en parte o
completamente, y vea lo que le responderá. Pregúntele si desistiría de
Cristo y colocaría su confianza en cualquier otra forma de salvación. Él
diría que a pesar de sentirse débil y pecador, no desistiría de Cristo por
nada en este mundo. Él diría que ha encontrado la preciosidad en
Cristo, una idoneidad para su propia alma en Cristo, que en ningún
otro lugar ha encontrado y, por eso, debe agarrarse a Él.
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(3) Tercero, Juan dice “Si sabéis que él es justo, sabed también
que todo el que hace justicia es nacido de él.” (I Jua 2: 29.)
El hombre regenerado es un hombre santo. Él se esfuerza para
vivir conforme a la voluntad de Dios, a hacer las cosas que le agradan a
Él y evitar las que le desagradan. Su objetivo y deseo es amar a Dios
con todo el corazón, alma, mente y fuerza y amar a su prójimo como a
sí mismo. Su deseo es continuamente mirar para Cristo como ejemplo y
como Salvador, y mostrarse como amigo de Cristo al hacer todo lo que
Él ordena. No hay dudas de que tal hombre es imperfecto. Nadie
hablará eso tan rápidamente como él mismo. Él sufre con la carga da
corrupción que habita en él. Él encuentra en sí mismo constantemente
un principio pecaminoso guerreando contra la gracia e intentando
quitarlo de cerca de Dios. Sin embargo él no consiente con eso, incluso
no pudiendo prevenir su presencia. La media de inclinación e influencia
de su camino es santa, incluso con todos los atajos; sus hechos son
santos, así como sus gustos y hábitos, a pesar de sus desvíos; como un
navío luchando contra un viento contrario, el curso normal de su vida
mira en una dirección apenas: en dirección a Dios y para Dios. Y a
pesar de que algunas veces se sienta tan débil a punto de cuestionar si
es cristiano o no, en sus momentos serenos estará generalmente capaz
para decir con John Newton “Yo no soy lo que debería ser; no soy lo que
quería ser, no soy lo que espero ser en otro mundo, pero aún así no soy
lo que acostumbraba ser, y por la gracia de Dios, soy lo que soy”[13].
(4) Cuarto, Juan afirma “Nosotros sabemos que hemos pasado de
muerte a vida, en que amamos a los hermanos.”. (I Jua 3: 14.)
Un hombre regenerado tiene un amor especial por todos los
verdaderos discípulos de Cristo. Como el Padre en el cielo, él ama a
todos los hombres con amor genuino, pero tiene un amor especial por
aquellos que, junto con él, poseen la misma mente. Como su Señor y
Salvador, él ama al peor de los pecadores y podría llorar por ellos, pero
tiene una forma distinta de amor por aquellos que son cristianos. Él
nunca se siente tanto en casa como cuando está en compañía de estos:
él nunca está tan feliz como cuando está entre los santos y la excelencia
de la tierra. Algunos pueden valorizar el conocimiento o la inteligencia,
la amabilidad, la riqueza o clases en la sociedad que escogieren. El
hombre regenerado valoriza la gracia. Aquellos que tienen más gracia y
aman más a Cristo, son a los que él más ama. Siente como se fuesen
miembros de la misma familia, sus hermanos, hermanas, hijos del
mismo Padre. Siente como se fuesen compañeros de guerra, luchando
bajo el poder del mismo capitán y guerreando contra el mismo enemigo.
Siente como se fuesen compañeros de viaje, andando por la misma
carretera, tentados por las mismas dificultades, y en breve reposarán
juntos en el mismo lar eterno. Ellos se entienden. Existe una especie de
camaradería espiritual entre ellos. Pueden ser muy diferentes uno de
los otros, tanto en clase social, como cargos o riquezas. ¿Qué importa?
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Ellos son los elegidos de Cristo Jesús: ellos son los hijos e hijas de Su
Padre. Por lo tanto, no consiguen no se amar.
(5) Quinto, Juan afirma “Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo” (I Jua 5: 4.)
Un hombre regenerado no hace de la opinión mundial su regla de
cierto o errado. A él no le importa ir al encuentro del mundo, de sus
nociones y costumbres. “¿Qué dirán los hombres?” ya no es una
pregunta importante para él. Él supera el amor del mundo. No
encuentra placer en lo que muchos a su alrededor llaman felicidad. No
disfruta de sus regocijos, lo cansan, aparentan ser vanos, inútiles,
indignos de un ser inmortal. Supera el miedo del mundo. Está contento
de hacer muchas cosas que varios a su alrededor llamarían de
innecesarias, por no decir algo peor. Lo culpan: pero eso no lo mueve.
Lo ridiculizan, pero él no desiste. Ama adorar a Dios más de lo que al
hombre. Teme ofender al Padre más de lo que ofender al hombre.
Conoce el precio. Ya se ha posicionado. Para él no importa más si será
censurado o no. Sus ojos miran para Él, que es invisible. Es a Él que el
hombre regenerado está resuelto a seguir sin importar a dónde Él vaya
Tal vez sea necesario, durante esta caminada, separarnos del mundo.
El hombre regenerado no temerá hacer eso. Dígale que no es como las
otras personas, que sus visiones no son las de la sociedad común, y que
está haciendo de sí mismo alguien singular y peculiar. Usted no lo
abalará. Él ya no es más siervo de la moda y de sus costumbres.
Agradar al mundo es algo secundario para él. Su principal objetivo es
agradar a Dios.
(6) Sexto, Juan afirma “todo aquel que ha nacido de Dios,
practica el pecado” (I Juan 5: 18.)
no
Un hombre regenerado es cuidadoso con su propia alma. Se
esfuerza no apenas en se mantenerse lejos del pecado, sino también en
alejarse de todo lo que puede llevarlo a pecar. Es cuidadoso con sus
compañías. Sabe que conversaciones maliciosas corrompen el corazón y
que el mal es mucho más contagioso de lo que el bien, así como la
enfermedad es más infecciosa que la salud. Es cuidadoso con la
organización de su tiempo: su principal deseo es disfrutar de su tiempo
de forma provechosa. Es cuidadoso con los libros que lee: teme que su
mente se envenene con libros nocivos. Es cuidadoso con sus amistades:
para él, que las personas sean bondadosas, amigables y de buena
índole no es suficiente. Todo esto es muy bueno, ¿pero harán ellos bien
a su alma? Es cuidadoso con sus hábitos diarios y comportamiento:
intenta recordar que su corazón es engañoso, que el mundo está lleno
de maldad, que el diablo está siempre trabajando para causar daño y,
por lo tanto, debe estar siempre vigilando. Desea vivir como un soldado
en el país enemigo, vestir su armadura el tiempo todo y estar preparado
para cuando las tentaciones vinieren. Por experiencia, ve que su alma
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está siempre rodeada de enemigos y aprende a ser atento, humilde y un
hombre de oración.
Tales son las seis grandes marcas da regeneración que Dios nos
ha dado para nuestro aprendizaje. Que todo el que haya llegado hasta
aquí conmigo, lea todo con atención y descanse estas palabras en el
corazón. Creo que han sido escritas con la intención de responder a la
gran cuestión de los días de hoy y prevenir discusiones futuras. Una vez
más, entonces, pido al lector que observe y considere lo que ha sido
escrito.
Sé que existe una gran diferencia en la profundidad y la
distinción de estas observaciones entre aquellos que son “regenerados”.
En algunas personas, son lánguidas, débiles y difíciles de ser
percibidas.
Usted praticamente precisa de un microscópio para
entender. En otras son arrojadas, afiladas, claras, evidentes e
inconfundibles, de forma que hasta el que está apresado y corriendo,
aún así consigue ver. Algunas de estas marcas son más visibles en
ciertas personas, otras son más visibles en otras. Es muy raro cuando
todas las marcas se manifiestan igualmente en una única alma. Pero
todo esto estoy dispuesto a conceder.
Aún así, después de toda concesión, aquí encontramos
audazmente descritas las seis marcas de una persona nacida de nuevo
en Dios. Aquí están características positivas expuestas por Juan como
partes del carácter de un hombre regenerado, tan claramente y
distintamente como los trazos del rostro humano. He aquí un apóstol
inspirado escribiendo una de las últimas epístolas generales de La
Iglesia de Cristo, diciéndonos que un hombre nacido de Dios no comete
pecado, cree que Jesús es el Cristo, practica la rectitud, ama a los
hermanos, supera el mundo y se guarda. Y más de una vez en la misma
Epístola, cuando tales marcas son mencionadas, el apóstol afirma que
los que no poseen estas marcas, no pertenecen a Dios. Yo os pido que
observen esto.
Ahora, ¿qué debemos decir a esas cosas? Lo que ellos dicen para
comprobar lo que creen, los que defienden la regeneración apenas como
una permisión para privilegios en la iglesia, eso yo no lo sé. Entre tanto,
digo audazmente que sólo puedo llegar a una conclusión. Esa
conclusión es la de que tales personas son regeneradas apenas en el
caso de tener estas seis marcas y que hombres y mujeres que no las
poseen, no son regenerados o nacidos de nuevo. Creo firmemente que
esta es la misma conclusión a la que el apóstol le gustaría que todos
nosotros llegásemos.
Recomiendo lo que He dicho y pido que mis lectores consideren
cada palabra. No he dicho nada más de lo que la verdad de Dios.
Vivimos en una época de gran oscuridad cuando el asunto es
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regeneración. Millares turban el consejo de Dios al confundir bautismo
con regeneración. Seamos conscientes de esto. Dejemos los dos asuntos
separados en nuestra mente. Clareemos nuestras visiones sobre
regeneración para que, de esta forma, estemos menos propicios a los
errores sobre el bautismo. Y cuando ya estuviéremos con nuestras
visiones claras, agarrémoslas, para que nunca huyan de nosotros.
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NOTAS
[1] Las referencias de Ryle a la “Iglesia de Inglaterra” se relacionan con la Iglesia
Anglicana (Nota del Revisor)
[2] “Existen dos tipos de hombres. Los que no son justificados, regenerados, ni salvos, o
sea, no son siervos de Dios. Ellos necesitan da renovación y regeneración; ellos aún no
pertenecen a Cristo” – Sermón del Obispo Latimer, 1552.
[3] El lector no puede suponer que haya algo nuevo o moderno en esta sentencia. Sería
un trabajo sin fin citar pasajes de padrones divinos de la Iglesia de Inglaterra, en los cuales las
palabras “regenerado” y “no regenerado” son usadas para diferenciar lo que yo he hablado. Los
miembros devotos y cristianos de la Iglesia son llamados “regenerados”, los mundanos y no
creyentes “no regenerados”. Creo que nadie, siendo bien instruido en la teología inglesa, puede
cuestionar esta división en cualquier momento.
[4] “Todas estas expresiones demuestran el mismo trabajo de gracia en el corazón, a
pesar de ser entendidas a través de nociones diferentes” – Obispo Hopkins. 1670
[5] “La predicación de la Palabra es el gran medio por el cual Dios ha designado la
regeneración. ‘Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios’ (Rm 10:17). Cuando
Dios primero creó el hombre, fue dicho que “sopló en su nariz aliento de vida”, pero cuando
recrea al hombre, Él sopla en sus oídos. Esta es la Palabra que levanta los muertos, llamándolos
de sus cuevas; esta es la Palabra que hace al ciego divisar, que conmueve el corazón de los
desobedientes y rebeldes. Y a pesar de que hombres malvados y profanos desdeñen la
predicación, juzguen todas las palabras del ministro y también la palabra de Dios, hagan
innúmeras insinuaciones y fueren tan enroscados, crea: así cómo es posible romper piedras y
mover montañas; si ellos están predestinados a ser salvos, esa tempestad abalará y destruirá los
fundamentos de todas sus convicciones carnales y presunciones. Sean exhortados, por lo tanto,
más al galardón y a la predicación de la Palabra”. – Obispo Hopkins. 1670.
[6] “La Escritura conlleva a esto, así como un niño no puede crearse a sí mismo, ni un
muerto puede vivificarse, ni una persona sin importancia puede inventarse; así ningún hombre
carnal puede regenerarse a sí mismo o efectuar la verdadera gracia salvífica”, 1670.
“Existen dos tipos de bautismo, ambos necesarios: el interior, que es la limpieza del
corazón, el diseño del Padre, la operación del Espíritu Santo; este bautismo ocurre cuando la
persona cree y confía que Cristo es el único medio por el cual puede obtener la salvación” –
Obispo Hooper. 1547.
“Es confesado gustosamente que puede haber, en diversos casos, vida por la virtud del
bautismo interno, cuando el externo no ocurre” – Richard Hooker.
“Existe bautismo del espíritu y del agua” – Obispo Jeremy Taylor. 1660
[7] “La mezcla de ambos en una predicación cuando, por naturaleza, son divididas, es la
madre de todos los errores” – Hooker. 1595.
[8]Por ejemplo, el Obispo Davenant y el Obispo Hopkins frecuentemente hablan de
“Regeneración Sacramental”, cuando lidian con el asunto del bautismo, como algo
completamente distinto de la Regeneración Espiritual. El contenido general de sus textos es
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hablar sobre el cristiano como regenerado y el incrédulo como no regenerado. Pero con todo el
respecto a dos hombres buenos, la pregunta permanece: ¿Qué garantía tenemos en la Escritura
para decir que existen dos tipos de regeneración? Yo respondo sin dudar: no tenemos ninguna.
[9] “Dime tú, que en deberes sagrados resientes cada palabra profesada, que juzgas toda
intimidación para la adoración pública tan desagradable como el sonido de tu campana tocando
a muerto; que pregunta ‘¿Cuándo terminará el Sabbath y cesarán las ordenanzas? ‘ ¡Que harás
tú en el cielo! ¿Qué deberá hacer tal corazón profano en el lugar donde el Sabbath será tan
largo como la propia eternidad, donde habrá apenas deberes sagrados y donde no habrá ni
siquiera un minuto extra para un pensamiento vano o una palabra indolente? ¿Qué harás tú en el
cielo, donde todo lo que oirás, verás o conversarás será santo? Y por ser la santidad del cielo
mucho más perfecta que la de los santos en la tierra, mucho más molesto e intolerable sería para
los hombres pecadores, porque si ellos no pueden soportar la débil luz de una estrella, ¿Cómo
aturarán la deslumbrante luz del sol?”– Obispo Hopkins, 1670
[10] Homilía de las Buenas Obras es una de las 21 homilías que aparecen listadas en el
artículo 35 de los 39 Artículos de la Religión de la Iglesia de Inglaterra, de la época de Eduardo
VI, y que son recomendadas para lectura por los fieles en el artículo citado
(Fuente: http://www.monergismo.com/textos/credos/39artigos.htm )
[11] “Asegúrense de sí mismos en este gran desafío. No ha sido mi idea lo que he
predicado para ustedes. Su naturaleza y vida deben ser cambiadas o, crea, usted se encontrará en
el último día bajo la furia de Dios, porque Dios no cambiará ni alterará la palabra que ha salido
de Su boca. Él ha dicho esto: Cristo, que es la verdad y la palabra de Dios ha afirmado esto, —
que sin un nuevo nacimiento o regeneración, ningún hombre heredará el reino de Dios” –
Obispo Hopkins. 1670.
[12] “La Regeneración o nuevo nacimiento es de absoluta necesidad para la vida eterna.
No hay ninguna otra mudanza necesaria, apenas esta. Si eres pobre, puedes continuar a serlo e,
incluso así, ser salvo. Si eres despreciado, puedes continuar a serlo e, incluso así, ser salvo. Si
eres iletrado, puedes continuar a serlo e, incluso así, ser salvo. Apenas um cambio es necesario.
Si eres malicioso e incrédulo y continuares a serlo, Cristo, que tiene la llave para el cielo, que ha
cerrado y ningún hombre puede abrir, te juzga diciéndote que no deberás entrar en el reino de
Dios” – Obispo Hopkins. 1670.
[13] “Que nadie concluya no tener gracia porque tiene muchas imperfecciones en sus
obediencias. Vuestra gracia tal vez sea débil e imperfecta, pero aún puedes ser un verdadero
nacido de nuevo en Dios y ser un hijo genuino y heredero del cielo”. Hopkins. 1670.
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ORE PARA QUE EL ESPÍRITU SANTO USE ESTE SERM ÓN
PARA EDIFICACIÓN DE M UCHOS Y SALVACIÓN DE PECADORES.
FUENTE
Traducido de http://www.projetoryle.com.br/a-regeneracao/
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