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Gosho de Año Nuevo
[Fuente: Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, págs.
1183-1184.]
He recibido cien rebanadas de torta de arroz cocido al vapor y una cesta de
frutas. El día de Año Nuevo representa el primer día del primer mes, el
comienzo del año y el inicio de la primavera.1 La persona que celebre esta
fecha acumulará virtudes y será amada por todos, así como la luna va creciendo
de tamaño a medida que avanza de oeste a este,2 y así como el sol
resplandece con más fuerza mientras se desplaza desde el este hacia el
poniente.
El primer lugar, está la cuestión de dónde quedan exactamente el infierno y la
Budeidad. Con respecto a esto, un sutra señala que el infierno se encuentra
bajo tierra, y otro afirma que el Buda reside en el oeste. Sin embargo, un
examen más cuidadoso revela que ambos existen en nuestro cuerpo de un
metro y medio de altura. Y esto ha de ser verdad, porque el infierno está en el
corazón de la persona que, íntimamente, desprecia a su padre e ignora a su
madre. Es como la semilla del loto, que contiene flor y fruto a la vez. Del mismo
modo, el Buda habita en nuestro propio corazón. Por ejemplo, el pedernal tienen
la propiedad de encender el fuego, y las piedras preciosas poseen un alto valor
intrínseco. Las personas comunes no podemos vernos las pestañas, que están
tan cerca de los ojos, ni tampoco alcanzamos a ver el cielo a la distancia. De
manera similar, tampoco vemos que el Buda existe en nuestro corazón. Usted
se preguntará cómo es posible que la Budeidad resida en nosotros, cuando este
cuerpo, gestado por el esperma y la sangre de nuestros padres, es la fuente de
los tres venenos y la morada de los deseos carnales. Pero un análisis reiterado
nos muestra la verdad de esta afirmación. La flor pura del loto abre sus pétalos
en un estanque fangoso; la madera fragante del sándalo crece en la tierra; los
gráciles capullos del cerezo brotan de los árboles; la hermosa Yang Kuei-fei
nació de una mujer de baja estirpe, y la luna se eleva por encima de las
montañas para bañarlas con su luz. La desventura proviene de nuestras
palabras y nos lleva a la ruina, pero la buena fortuna se genera en nuestro
corazón y nos vuelve dignos de respeto.
La sinceridad con que ha enviado ofrendas al Sutra del loto a comienzos de Año
Nuevo es como las flores del cerezo que brotan de los árboles, como el loto que
se abre en el estanque, como las hojas del sándalo que se abre en las
Montañas Nevadas, o como la luna que comienza a ascender. Como el Japón
se ha convertido en un enemigo del Sutra del loto, está provocando la llegada
de infortunios desde una distancia de mil millas. Desde este punto de vista, es
seguro que los que hoy creen en el Sutra del loto acumularán una buena fortuna
proveniente desde diez mil millas. Los objetos proyectan sombras; así como la
sombra siempre sigue al cuerpo, la desventura siempre se cernirá sobre un país
cuyo pueblo sea hostil al Sutra del loto. Por el contrario, los que creen en este
sutra son como el sándalo imbuido de fragancia. Volveré a escribirle.
Nichiren
En el quinto día del primer mes.
Respuesta a la esposa de Omosu
Antecedentes
Esta carta fue enviada a la esposa de Omosu, en agradecimiento a unas
ofrendas que el Daishonin había recibido de ella a comienzos del año. Sin
embargo, se desconoce el año en que fue escrita.
El apelativo Omosu deriva del lugar donde se encontraba su finca, la aldea de
Omosu, en el distrito Fuji, provincia de Suruga. El nombre completa del marido
era Ishikawa Shimbei Yoshisuke, y la destinataria, su esposa, era hermana
mayor de Nanjo Tokimitsu.
En la carta, Nichiren Daishonin explicaba de manera sencilla y poética la forma
en que opera el principio de los diez estados, revelando que la Budeidad y el
infierno existen en la vida de cada ser humano. La persona cuyo corazón
rebosa de odio experimenta el estado de infierno, mientras que aquel que tiene
fe en el Sutra del loto experimenta la Budeidad.
Notas
1
2
De acuerdo con el calendario lunar japonés, la primavera comienza el primer mes, es decir, el
día de Año Nuevo de dicho calendario, que, en el sistema gregoriano, cae aproximadamente
entre el 21 de enero y el 19 de febrero.
Esto alude a que la luna nueva comienza a verse por el oeste, poco antes del crepúsculo. En
las noches sucesivas, a medida que crece su parte visible, da la impresión de ir
desplazándose en forma gradual hacia el este.