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ESPIRITUALIDAD AL ATARDECER DE LA VIDA
ESPIRITUALIDAD AL ATARDECER DE LA VIDA
La espiritualidad cristiana es vivir toda la vida desde Cristo. Cuando llega la
vejez, cuando vamos haciéndonos mayores, el Señor nos tiene mucho que decir
siempre, pero en estos momentos de la vida, podemos y debemos vivirla desde una
fe viva y sencilla, una esperanza cierta y una vida de caridad, de amor y de entrega.
La vida espiritual, al atardecer de la vida, es una espiritualidad que debe
centrarse en las virtudes teologales, en la fe, la esperanza y la caridad.
En estos momentos de la vida, la palabra de Dios nos tiene que iluminar para
vivirlo todo con una paz inmensa. Son los momentos de aceptación. Al atardecer de
la vida, estamos más sensibles, pero también desde la pobreza de tantas
limitaciones, el corazón se abre más a la esperanza. Ahora, como decían los padres
del desierto: «Cuando era joven, creía que tenía virtudes y lo que tenía era fuerza;
ahora que soy mayor, tengo menos fuerzas, pero creo que tengo un poco más de
virtudes».
En todos los momentos la inteligencia se evangeliza poniéndose en manos
de Dios con una confianza ilimitada. ¡Qué difícil es una teología arrodillada! No es
fácil que la inteligencia se someta a la fe. Por eso, es tan difícil a muchos aceptar lo
que dice Jesús en el evangelio, lo que dice la Iglesia. Es verdad lo que decía
Cherteston: «Al entrar en la Iglesia me quité el sombrero pero no la cabeza». La
inteligencia tiene que convertirse para vivirlo todo a la luz del Corazón del Señor.
Siempre recuerdo cuando, encontrándome en el Centro de Espiritualidad de
Valladolid, me buscó una chica para que fuese a administrar el sacramento de la
Unción de Enfermos, a su hermano pequeño que estaba muy grave. Fue una
experiencia impresionante. Aquellos padres jóvenes y tres hermanos del enfermo,
junto a la cama, lloraban con un inmenso dolor, ante aquel muchacho que se moría.
Al terminar de administrarle el Sacramento, me acompañó su padre hasta la puerta
de entrada. Aquel hombre se desahogó conmigo. ¿Por qué no lo entiende mi inteligencia? Como siempre, me callé, y más que con palabras, traté de acompañar a
aquel pobre padre que sufría tanto al ver que su hijo se moría.
Recuerdo que le miré y sólo le dije: Es verdad, con Dios hay cosas que no
entendemos, pero es que sin Dios, no entendemos nada.
¡Lo que cuesta a la inteligencia ponerse al servicio de la fe! ¡Lo que les cuesta
a los teólogos, una teología arrodillada! Después de la inteligencia, lo más difícil es
evangelizar el poder. Todos los poderes se resisten a ser evangelizados, a ponerse
al servicio de los más humildes. El poder se resiste a vivir sirviendo, a no
aprovecharse.
En los momentos en que nos hacemos mayores, vamos perdiendo poder. A
veces vienen las tentaciones y las enfermedades. Aprender a ser humildes no es
fácil, porque no es fácil dejar las riendas de la vida en manos de Dios. No es fácil
abandonarse en sus manos y confiar en Él en los momentos difíciles de la vida que
todos, antes o después, tenemos que pasar. Ya lo dijo Jesús a san Pedro: «Cuando
seas mayor, otros te vestirán y te llevarán por donde no quieras» (Jn 21,18). Cuando
uno se va haciendo mayor, experimenta la experiencia de pobreza e impotencia, de
pasividad, de que fallan las fuerzas físicas y no se pueden hacer muchas cosas que,
siendo joven, resultan fáciles. Ese es el momento de descansar confiado en manos
de Dios. Entonces es clave la humildad. El mayor poder es el amor, y que siempre
podemos amar, a pesar de haber vivido muchos años y haber llegado a la vejez.
También es muy difícil, evangelizar el éxito. La clave es que, cuando una vida
ha estado repleta de éxitos, de trabajo, de salud..., es muy difícil aceptar el vivir en la
sombra. Dejar que la vida continúe. Amar desde lo pequeño. Cuando llega el
atardecer de la vida, es necesario descubrir que es más importante ser que hacer. Es
la hora de crecer por dentro. Saber que la vida continúa. El mayor éxito de la vida es
vivir ahora, en la vejez, en el interior, con un corazón habitado por Dios y en paz. La
paz en el alma, es el mayor éxito de la vida.
Descubrir, cuando nos hacemos mayores, que la vida siempre continúa y que
es necesario crecer. Son momentos, al caer la tarde, para abrirse a una mayor
esperanza. Frecuentar más la Eucaristía, no sólo los domingos, como día del Señor,
sino entre la semana. Participar en la alegría de un encuentro con Cristo vivo que
nos entrega su cuerpo partido y su sangre derramada. Es muy importante también,
potenciar la vida de oración. Orar para vivir a tope, también en estos momentos de
la vida. A través de la Eucaristía y de muchos ratos de oración junto al Sagrario,
vamos evangelizando, convirtiendo nuestra inteligencia para que sea humilde y se
convenza que no lo sabe todo y que tiene que aceptar el misterio de la vida.
Evangelizar el poder, todos los poderes, que siempre es complicado porque
nos gusta vencer siempre. El poder a veces, nos hace perder la cabeza. Evangelizar
el éxito, aceptando humildemente en estos momento de la vida, caminar despacio,
quizá con el bastón de la esperanza y siempre, con el apoyo de aquellos a quien
queremos y nos quieren.
Cuando Dios nos ha concedido una vida larga, es para que la aprovechemos,
para vivirla con serenidad. Son los momentos de prepararse a vivir definitivamente.
Nacemos para morir y morimos para vivir. La espiritualidad al atardecer de la vida,
es para evangelizar aquellas zonas del corazón que todavía no están convertidas del
todo. Aquellas partes de nuestra alma en las que todavía no han entrado los rayos
de la gracia del Corazón de Cristo.
La espiritualidad de hacerse mayor con paz, de crecer hacia adentro. De
crecer en paz. De saber que ya estamos siendo examinados en el amor y que se
puede vivir con esperanza.
En recuerdo de la inolvidable Mercedes Riobó,
que fue presidenta de Vida Ascendente
y colaboradora del Centro de Espiritualidad
del Corazón de Jesús de Valladolid.
1
Saber envejecer es la sabiduría
más importante de la vida
Saber envejecer, debe ser como el buen vino,
que gana en todo, en olor, en sabor,
en alegría..., con el tiempo.
La vida aumenta en calidad, cuando pasan los años.
Es cuestión de saber mirar.
TEXTO EVANGÉLICO (Lectio divina)
«Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas
en el arca del tesoro. Muchos ricos echaban mucho. Llegó también una pobre y
echó dos monedas; o sea, una cuarta parte del as. Entonces llamando a sus
discípulos, les dijo: Os digo de verdad, esta viuda pobre ha echado más que todos
los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba;
ésta en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que
tenía para vivir» (Mt 12,41-44).
CANCIÓN
Danos un corazón, grande para amar.
Danos un corazón, fuerte para luchar.
DIÁLOGO ENTRE AMIGOS
1 Relación entre este texto del Evangelio y la verdadera sabiduría de saber envejecer.
2 ¿Qué es para ti lo más importante de la vida?
3 Relación entre pobreza como algo positivo y envejecimiento.
MEDITACIÓN (meditatio)
Aquella viuda, es expresión de muchas de las limitaciones que tienen los que van
envejeciendo. Vive la generosidad desde su pobreza.
Da todo lo que tiene, se entrega. Se da y da desde sus propias limitaciones. Puede
amar, a pesar de su extrema limitación.
Envejecer en paz y con serenidad, tiene mucho que ver con la aceptación de esta viuda
que vive con esperanza. Da lo que tiene y esto es expresión de auténtica felicidad.
ORACIÓN (oratio)
Padre,
me encuentro en estos momentos de mi vida
con mis cansancios de siempre,
con las heridas
de tantas batallas perdidas.
Me encuentro,
con mis manos llenas de callos,
y mi alma
con tantos dramas
y abiertas de par en par.
Padre,
quiero saber envejecer
con la verdadera sabiduría
de los pobres,
de los que viven con esperanza
y saben que para los que creemos en ti,
la vida no termina,
se transforma
y es el momento de prepararnos
para la vuelta,
al Hogar de tu Corazón. Amén.
CONTEMPLACIÓN (contemplatio)
Déjame en estos momentos
de tu vida,
mirarte a los ojos.
La verdadera sabiduría de la vida, es aceptar con intensidad cada momento y vivirlo
amando. No existe ninguna etapa de la vida, desde la que no podamos amar al Señor, y
dejarnos amar por Él. El gran riesgo que corre el que ama, es que, tarde o temprano,
termina siendo amado. Lo más esencial de la vida, la sabiduría más grande, es vivirlo todo
desde el amor de Dios.
Cuando pasan los años, nuestra vida se tiene que hacer como el buen vino que,
conforme va pasando el tiempo, se va haciendo mejor, tiene más olor y más sabor, es
de mejor calidad. Es cuestión, como decía el Beato Hermano Rafael Arnáiz, de saber
esperar. Y añadió:
«Toda nuestra ciencia consiste en saber esperar... Esperar con fe, con amor, con santa
paz; es la única alegría de vivir, arder en amor a Dios y saber que ese Dios nos espera...
Deja que Dios se apodere de ti y entonces, tu vida será una espera, una espera serena».
Lo que estropea la vida es el egoísmo que cierra nuestro corazón a la esperanza. Sin
esperanza, el paso de los años puede convertirse en amargura. Sin embargo, cuando
pasa el tiempo y se acepta en paz ese paso del tiempo, se llega a saber por experiencia
que el autor de la vida, hizo las cosas con sabiduría. Y que, en esta etapa final de la vida,
se pueden saborear muchas cosas. Ahora la sabiduría, cuando pasan los años, es disfrutar de todo, de aquellas cosas que nos quedan por vivir. Las limitaciones no son para
hacerlas muros, sino para construir puentes. Ahora es el tiempo de dedicarse a lo mejor
de la vida.
Los puentes nos recuerdan que estamos de paso. En esta etapa de la vida hay que
seguir caminando. Es el momento de seguir creciendo, pero de otra manera a como
crecíamos cuando éramos jóvenes. Ahora es un tiempo privilegiado para recuperar la
verdadera sabiduría, que es la sabiduría de los pobres. De aquéllos que, construyendo
puentes, atraviesan estos momentos de la vida disfrutando y, a la vez, se toman las
cosas con la verdadera sabiduría de quien sabe confiar.
Vivir con esperanza es la sabiduría más importante de la vida. Ahora en esta etapa
hay que tomarse la vida con sabiduría, de quien bebe sorbo a sorbo los problemas y
vive en paz. Todo pasa, sólo Dios permanece, sólo Dios basta.
Estamos en estos momentos aprendiendo de quienes, por la experiencia que
tienen, saben que lo más importante de la vida, es disfrutar de ella día a día y paso a
paso. Ahora es la etapa de vivir apoyados sobre el bastón de la sencillez y contemplar la
vida con ojos de esperanza. Caminamos hacia el Hogar, hacia la Casa del Padre. Nuestra
vida no es absurda. Hemos sido creados por amor. La verdadera sabiduría del saber envejecer, es creer que es el amor el que siempre tiene que mover nuestra vida, que no
acaba, que no termina, que se transforma.
Hemos sido creados para vivir. La vida es siempre el regalo de Dios. Acogerla y
entregarla, es la mayor sabiduría. Dios, que es la Vida, nos recuerda que, cuando pasan
los años, nos acercamos a saborear la verdadera vida, que se inicia aquí y tiene su
culminación en la eternidad con el abrazo definitivo con quien es la Vida, con Dios.