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CÓMO DEBEMOS USAR
LAS RIQUEZAS INJUSTAS
P. Steven Scherrer, MM, ThD
www.DailyBiblicalSermons.com
Homilía del viernes, 31ª semana del año, 8 de noviembre de 2013
Rom. 15, 14-21, Sal. 97, Lucas 16,1-8
“Yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando
éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más
es injusto” (Lucas 16, 9-10).
Esta es la parábola del mayordomo infiel que se le quitaría la mayordomía. Para
ser sostenido por los deudores de su amo después de su despedida, se hizo
amigo de ellos al bajar sus cuentas, privando su amo de su interés usuario.
Cuando su amo descubrió lo que ha hecho, lo alabó “por haber hecho
sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus
semejantes que los hijos de la luz” (Lucas 16, 8). Entonces el mismo Jesús nos
dice que nosotros debemos imitar no su injusticia en bajar las cuentas, sino su
sagacidad en actuar decisivamente, usando el dinero para ayudar a los demás,
haciéndonos sus amigos. “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las
riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas
eternas” (Lucas 16, 9).
Así debemos hacer: usar las riquezas injustas para ayudar a los necesitados y
ganarlos como amigos que después nos recibirán en las moradas eternas. Las
riquezas injustas son algo muy poco, pero si somos fieles en nuestro uso de
ellas, es decir, usándolas para los necesitados, seremos fieles también en lo
más, es decir, en las riquezas espirituales, que son las verdaderas riquezas.
Pero si no usamos bien las riquezas injustas, ¿quién nos confiará lo verdadero,
es decir, las riquezas espirituales? “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis
fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (Lucas 16, 11).
Tenemos que ser fieles con nuestras riquezas. Esto quiere decir: usarlas para
ayudar a los demás, a los en necesidad, no para nuestros propios placeres.
Esto es porque nuestra vida debe ser orientada hacia Dios y el prójimo en amor
y servicio, no enfocada en aumentar nuestros propios placeres mundanos que
dividen nuestro corazón y nos hacen olvidar a Dios. Por eso un cristiano debe
vivir una vida sencilla, no una vida de lujo. Debe renunciar a un estilo de vida
mundano, y dejar de imitar la cultura secularizada alrededor de él. Debe
renunciar a la mundanalidad y abrazar la simplicidad y la pobreza evangélica.
Un cristiano no debe tener su consuelo en los deleites del mundo, sino sólo en
Dios, para que Jesús no le diga: “¡Ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis
vuestro consuelo” (Lucas 6, 24). Abraham recordó al epulón rico en el infierno
de que ya ha tenido sus bienes en su vida, diciéndole: “Hijo, acuérdate que
recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es
consolado aquí, y tú atormentado” (Lucas 16, 25). Debemos evitar los
consuelos mundanos que dividen nuestro corazón y nos hacen olvidar a Dios.
Porque los ricos están rodeados de tales consuelos, Jesús dijo: “Es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”
(Mat. 19, 24).
Para recibir las riquezas espirituales, que son las riquezas verdaderas, tenemos
que usar correctamente las riquezas injustas, que quiere decir: usarlas para
acercarnos a Dios al ayudar a los en necesitad, más bien que ser alejados de
Dios por ellas al dividir nuestro corazón con los placeres del mundo.
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