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Año de la fe
(2012-2013)
Comentarios
al
Credo
Selección de textos del
Beato Manuel Lozano Garrido
"Lolo"
Comentario al Credo.
Selección de textos del Beato Manuel Lozano Garrido “Lolo”
CREO
Fe
Te suplicamos, al par, la fe; una fe colosal, como de
incendio cósmico ¡Sálvanos, Señor, que perecemos en la sin
razón que te niega! ¡Que nos asfixia la angustia existencial!
¡Cómo no han de derruirse tantas obras, si están sobre el fatuo
castillo de las quimeras egoístas!
(Revista Linares, diciembre. 1954)
EN DIOS PADRE…
¡Qué misterio el de la ternura que hasta en los pájaros la
ha puesto! Porque es Padre, a cada hombre le llena de amor la
vasija de su corazón. Y aún le sobra para repartirla a las aves y
pincelar el cielo.
(Bien venido, amor, nº 62)
-“¿Cómo es Dios?”
-“Dime primero que Padre, y ya después lo que quieras”.
(Bien venido, amor, nº 71)
No estaremos muy lejos del secreto de Dios si le
pensamos mirándonos con ojos empañados por la ternura.
(Bien venido, amor, nº 72)
1
Nuestro Dios es un padre con fiebre de amor, que es la
más hermosa calentura.
(Bien venido, amor, nº 74)
No hay ni un cabello nuestro que no tenga encima el
temblor de una caricia de Padre.
(Bien venido, amor, nº 75)
CREADOR…
Las estrellas no arden con el intenso fuego que el espíritu
amoroso del Creador.
(Bien venido, amor, nº 54)
La Creación y la Redención son dos fuentes de vida y de
sangre, los dos más grandes y hermosos frutos del amor de Dios.
(Bien venido, amor, nº68)
Las estrellas tiemblan porque todavía guardan la profunda
emoción de Dios cuando las iba creando.
(Bien venido, amor, nº 95)
El soplo de Dios era el hidrógeno
Hay hombres que se pasan la vida combinando cifras y
sólo les queda una leve paga de jubilado. A Einstein, un número,
tres letras y apenas un signo le llevaron a esa fórmula maestra E=mc2- que se sitúa en la médula de la ciencia actual. El fruto
del gran judío melenudo hay que ponerlo, a su vez, como espina
dorsal de las teorías que dan consistencia al desarrollo
sistemático del mundo. Energía, masa y aceleración se
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confabulan misteriosamente en aras de ese portento que es la
vida humana ambiente.
Que la Ciencia y la Religión se complementan como dos
gemelos, lo confirman las hipótesis y los descubrimientos que
dan pie al comienzo del mundo. Todas las suposiciones y logros
de los sabios tienen antepuesta "la nada" como un valladar
infranqueable. La sabiduría especula por fuerza desde una
evidencia posterior, dejando a la Fe la piedra angular de un
Universo cuya puesta en marcha sólo encaja en el plano de lo
Superior. Y es curioso cómo el mundo arcaico y científicamente
nulo de los profetas y ese otro actual y preciso de los laboratorios
ensamblan sus puntos de vista sobre el origen del mundo.
Las Sagradas Escrituras nos hablan de unas aguas o
abismos primitivos que fueron fecundados por el Espíritu de Dios.
Moisés concreta el primer gesto del Ser Supremo en un poderoso
aliento al hilo de su "hágase la luz" generador. Esta visión poética
se corresponde con la arquitectura que da la Ciencia. Su
especulación parte ya de un principio inexplicable. El mundo
marcha desde una colosal nube de hidrógeno -el átomo más
simple- preexistente, desperdigada por el espacio. En ella había
de contenerse la materia de la que derivarían las otras cosas.
Parte de esta masa gaseosa empezó a contraerse en otros
volúmenes, dando ocasión a grandes cantidades de calor. Cada
uno de estos volúmenes se correspondería con una galaxia,
germen a su vez de una tremenda agrupación de estrellas
posterior. El tamaño de estas galaxias podría ser el de cien
billones de estrellas.
Durante este proceso, la energía de gravitación
consiguiente estaba libre de ser aplicada al calentamiento de
otras masas más reducidas, que se apuntan como raíces de las
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estrellas. La nueva congestión de astros sólo alcanzó a una cuarta
parte del gas de galaxia. Posteriormente seguirían -y aún siguen otras contracciones que habrían de motivar las edades de los
astros.
(Cruzada, enero-febrero 1960)
CREO EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO… QUE POR NOSOTROS
LOS HOMBRES…
NACIÓ DE SANTA MARÍA, VIRGEN…
¡UN BELÉN ATÓMICO!
A mí, que siempre he sido un entusiasta de la precisión
histórica, me sentó mal el día en que mi hermano menor colocó
en el portal un vendedor de globitos de feria. Si no le hubiese
detenido también habría encajado su tanque oruga, la pistola
interplanetaria y hasta las vías del tren eléctrico. Sin embargo,
confieso que ahora mismo he pensado con cariño en un
Nacimiento con repartidores de periódicos, mecánicos y hombres
de hatillo y carburo. Porque Cristo nace, vive y muere cada día y
siempre, unas veces entre túnicas hebreas y ahora mismo junto
al obrero que trabaja en el “ciclotón” o el que golpea el remache
de una lavadora. Entre tantas cosas bellas, cuenta también en la
Redención el eterno sentido vigente que gravita sobre ti, sobre
mí y sobre ese chaval que mendiguea en una noche de nieve.
Belén puede tener una actualidad de cuatro cifras y los niños la
misma necesidad de Dios bajo una trenca o la leve camisilla
deshilachada.
(Cruzada, octubre-noviembre 1958)
Si Cristo naciera hoy…
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Cristo, es verdad, nace todos los días. Desde la Cruz del
Sur a la Siberia no hay coordenada, ni minuto, en que no se haga
exacto su natalicio en una misa. Más que venir cada día, Cristo,
con su carne y su sangre en los sagrarios, tiene una permanente
natividad de veinte siglos. Si aun andamos entre la vida y la
muerte, si no se dio todavía el “hombre nuevo” necesario, es
porque voluntariamente trabamos nuestros pies en ese paso de
comer su carne para hallar la Vida. Y es que, en el fondo,
tenemos bien hipotecada la fe. “Si no viereis milagros y prodigios,
no creeréis”.
(Cruzada, diciembre 1955)
Santa María de las Cosas sin Brillo,
La cadera dolorida por el cántaro,
el equilibrio de los jornales,
la ropa vieja, siempre zurcida y limpia;
-crécenos el gozo de los pasos sin nombre;
que gustemos el vino dorado de la copa de los Juan Nadie,
con el eco circunscrito a un espacio de cristal,
saludados con normalidad, sin recargos de intereses o fama
Reina de las Horas Gemelas;
a las doce, el cocido;
a la tarde, la cartilla de Jesús;
a la noche, el salterio con José y el Niño;
-ven, rasca una cerilla de Fe y enciende la hora justa de la medicina,
el cliché ya gastado de las criaturas habituales,
los minutos sin ilusión, con un futuro de nubes arracimadas.
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Elegida para las Misiones con Sordina,
Madre sin canastilla,
Maestra con un abecedario de silencios,
Redentora sin Evangelios;
-te pedimos nos acerques la lima de las humildades,
que nos desbastes nuestra hueca vanidad de elegidos;
que sintamos la cosecha de fango y de soberbia
como un martillo pilón sobre los hombros
y a Dios escanciando su sangre de oro sobre las palmas vacías
Dama de Honor de los “Inútiles”,
la que SOLO “estaba” al pie de la Cruz, sin milicias,
ni abogados ni recomendaciones a jueces;
sin más trinchera que el palmo de las sandalias;
-ruega por los que nunca recibirán el sobre de fin de mes,
los condenados a no ganar un duro con el sudor de llevar una maleta,
los hombres de “carga”, sin tarea de ladrillos o folios a máquina.
Corazón de acero,
“Recordman” del sufrimiento, con el dolor sin estrenar de todos los nacidos
y la pena como una badana de hierro que se contrae sobre las palpitaciones;
-te pido que nos consigas la mansedumbre en berbiquí,
metida en la pulpa de los lamentos, en el desgarrón que nos cuaja
en anuncio de analgésico,
en el martirologio de las ideas fantasmas.
Madre de la Cruz sin tiempo,
Con Niños Perdidos en Hiroshima y Agadir;
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con hijos en camas de esmalte, crucificados entre hidrácidas,
o en Vía-Crucis de productividad y semáforos;
-te digo que deseamos vivir en ascua nuestra evidencia de hermanos;
que rebatiñes todos los dolores del mundo
y, con tu ayuda, nosotros los sorberemos necesariamente
como el vaso de leche o la pócima,
para que se agote la especie de la queja y la angustia.
Llave Maestra
Señora sin Misterios, con fórmulas:
en la aguja el hilo de una vida y bordando bien al derecho y al revés;
con la clave de Dios en todos los rompecabezas;
-mira este grandullón que se acerca como un niño en estropicio,
con su crucigrama en blanco y las palabras dolor, silencio, tristeza y amor
para llenar con gracia los cuadros horizontales y verticales;
-haz que palpemos la cara redonda de Dios
en las culebrinas de las articulaciones, en el desahucio de los médicos,
en la fortuna de espaldas, como un colegial enfurruñado.
Virgen del Mosto en las Pupilas,
La maternidad, lagar; la Cruz, lagar; la soledad, lagar…
las lágrimas cuajadas en dulzura, como las gotas de un fruto recién partido,
-engrásanos de ternura las palabras que chirrían,
la puerta mohosa del corazón,
las vidas estupendamente envaradas como palos de cucaña.
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Santa María de los Nombres Brillantes
como un cielo bruñido,
Cascabel que late,
palmas hacia arriba, abiertas con lluvia, con sol, con esperanza,
cristal bañado y pulido, gota de sangre con sonajero,
desierto con puentes y rumores, lengua de lira en salmo,
miga y gozo de cada día, multicopista de todas las maravillas;
ante Ti se derrumban los vasos de arcilla del mundo.
-Oye, pues, el S.O.S. de las criaturas sin celo,
con lacra, con cicatrices.
Toma nota y fíjate;
pedimos la alegría, la esperanza, la pureza y el sacrificio;
queremos la soledad fecunda, adorar y ser reconocidos.
Y, como cumbre del ansia, arráncanos la bondad
hasta llegar a una perfección “Standard”;
santos a manojillos: los municipales, las mujeres que van a la compra,
las mecanógrafas, las telefonistas y los pobres hombres en sillón de ruedas.
(El sillón de ruedas, p. 311-315)
Las 12 y diez. Estoy junto al pesebre; y María también. Te
miro a los ojos, mi Pequeño divino, y siento que una ola muy
dulce y caliente me sube hasta la garganta y se derrama por los
míos. ¿Qué has visto Tú, manecitas de nácar y de rosas, mejillas
de serafín, tintín de sonajero, pupilas de azul de mediodía; qué
has visto Tú, te digo, en este hombre de garlopa para haberle
encaramado a este clima de predestinación y de gloria? ¿Qué
pude hacer en la vida para merecer ver esa fuente clara de
elaboramiento que María, desde su ánfora virgen, derrama sobre
mi cabeza? ¡Ay, mi Niño, de qué manera me has hecho un loquito
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de Ti y cómo te voy a tener de cerca en la carpintería hasta que
sea un hombre y te nos vayas luego para construirle a todos en el
alma el alero de la salvación…!
(Del “Diario de S, José”, Prensa asociada 21-XII-1962)
FUE CRUCIFICADO, MUERTO…
Las palmas de Cristo están consumidas por los dos
boquetes de la donación redentora. Por un cuenco con agujeros,
ya se sabe, no queda nada, se derrama todo, la riqueza de Dios,
el amor, la gracia, la felicidad y la gloria se vierten por esos dos
manantiales de titán, con Cristo, lo que triunfa es la puerta
abierta sobre el cerrojo, las sandalias sobre el borceguí, la
caricia sobre el mordisco. Con el amor hecho lluvia, con el paso
leve, con el brazo sobre los hombros está asegurada la
fecundidad, el camino adelante, la hermosa fraternización de las
criaturas.
(Prensa asociados 17-IV-1962
Viernes Santo
Estoy en la terraza, casi a las doce, a una hora en que,
Señor, pienso debiera ser también aquella otra de tu despojo. Ya,
Cristo, estás casi desnudo del todo para que no queden
equivocaciones. Sangre y costillas al viento, nada más. No te
queda otra cosa que el corazón y dentro de un rato te harán una
raja, que ha de ponerlo a mano de cualquier raterillo.
Hoy, Señor, yo también ante Ti, con una mano de rapiña.
Estás solo, tremendamente abandonado, como Tú mismo lo
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dices en la palabra del día, sin guardaespaldas, y, lo que yo te
haga, sea lo que sea, ha de quedar también impune. Seguro que,
si me acerco, y te robo, nadie me lleva a la comisaría. Y mira lo
primero que hago es aprovechar la oportunidad y hacerme de
tu corazón. Noto, por eso, que la mano se me escapa hacia las
costillas. Bueno, pero si resulta que estoy temblando, ¿Que para
qué quiero el corazón de alguien que entra en agonía? Es que,
mira, te ve uno así por nosotros... Y el nuestro sí que se siente
muerto… ¡Te venimos pidiendo siempre tantas cosas...! Pero Tú,
Señor, no atiendas otra petición que la de agrandarnos el pecho.
Fíjate en la civilización de nuestra hora; la de los hombres con
cabeza de elefante y corazón de tortuga. Y, en realidad, lo que
únicamente vale es el Amor.
(Cuatro días en rojo, Enfermos misioneros, marzo 1967)
Verónica…
Hoy, Verónica está morena de río, tostada por un sol que
huele a azahares. De madrugada oyó un tumulto y se fue tirando
del lecho, para ver por las rendijas del balcón la blanca figura del
Hombre acorralado. Cuando se alejaron, allí, en las tinieblas, se
puso a recordarle de antes y le vio dulce y serenamente erguido
en el monte, como un nardo que se toca de gotas de rocío.
Pensando en lo que dijera, se le iba quedando en el corazón una
espuma de palomas torcaces, violetas y lirios.
La almohada le hería como la piel de un erizo. No pudo
más y sus pies fueron saltando entre las tinieblas como un pichón
que anda de primeras. Levantó la tapa del arca y un cálido vaho
de manzanas le dio en las mejillas. Palpó bien poco, porque se
sabía la esquina de la sábana novial.
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Al salir, el cielo estaba reventando de estrellas nacaradas
y la brisa traía una dulce humedad de acequias evaporadas.
El alba, blanca, le acarició la cabeza, doblada sobre el río.
Sus manos y su lienzo de misión se tiñeron de espuma. Sol sobre
ella, llevando sobre la sábana puesta a secar encima de una
alfombra de amapolas y margaritas. Blanca, blanca, la mañana.
Lentamente, casi con unción de un rito, la fue plegando y, con
ella sobre su corazón, volvió por un camino excitado de
sicomoros, de cara a la ciudad, extendida como un manto.
Los reyes visten de púrpura; de blanco, las gentes
sencillas. Las ciudades, como los hombres: rojo, morado o
blanco. Lo mejor, el blanco. Si tenemos siempre puro el corazón,
serán también dulces y cándidas nuestras sensaciones. ¡Oh,
Jerusalén! ¿Por qué tienes tinieblas bajo el sol, si te han encalado
las casas en la mañana de fiesta? ¡Jerusalén oscuro, torcido,
sinuoso, vestido de almagra en la maravillosa mañana de un
único domingo infinito!
Verónica está sobre el borde de una acera y mirándose a
las manos blancas, dulcemente semiabiertas. Los hombres que
pasan tienen sus rasgos propios, pero el odio le pone a todos una
mascarilla de colores tenebrosos. Sean como sean, sólo dan la
cara sus oscuras bajezas: Unos están lívidos de rencor; otros,
negros de corrupción. Verónica lo nota y le gustaría punzarles el
cuello y acarrearlos al río, para que se vieran y se lavaran la
suciedad en la corriente del agua; mas calla. Pasa un gavilán; otro
con cara de lobo; ése croqueando como una corneja.
Y, de pronto, el Hombre sin rincones, el Nardo tan gigante
que tiene la cintura abrochada de estrellas. Viste de un rojo
líquido; le visten, porque su carne sigue oliendo a nardos.
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-“A ver sus ojos, quiero verle sus ojos”.
La cara de Jesús… ¿Dónde está el tibio rubor de sus mejillas y
la serena amplitud de su frente, o el dulce murmullo de sus labios?
¡Mañana ésta de Viernes, de tan contradictorias mascarillas!
Nosotros…, bueno; pero ¡Él…! Ahora lo recuerda: “no es lo que viene de
fuera lo que nos ensucia, sino lo que sale del corazón”, le escuchó un
día. Dolerán los latigazos, pero ¿qué herida no tendrá Él que tanto
hablaba de la mirada limpia y hasta exigía arrancarse los ojos turbios?
Ayudarle, se le ayudaría quitándole la Cruz de los hombros, pero la
única y verdadera compasión sería aquí romper el sello de su cara
mancillada y que estallase su gracia abierta en las mejillas, como un
amanecer.
Ahíto de sol, el lienzo de Verónica se agita y se abre con
apresuramiento de palomas alborotadas.
Pero ¿a dónde vas, mujer, entre tantos hombres con manos de
cuervo?
Se acerca, se acerca y, de pronto, la cara de Jesús se esponja a
la caricia del lienzo, y todo se hace momentáneo.
Por la calle, ahora, se aleja el tambor, el ulular de la
muchedumbre y los cascos del caballo. Sólo Verónica permanece sobre
la acera, como la gaviota que tiembla en húmeda ternura al prodigio de
las manos que se le convierten en relicario. Aunque no viese la imagen
en las fibras del lino, su latido está allí mismo, cálido, dulce, doloroso.
Con este lienzo lo que Verónica va hacer es una bandera.
Cortará una rama de pino o lo que sea y se subirá al terrado más
alto, para que los hombres la vean escandalosamente limpia,
como un recordatorio de lo que deben y tienen que ser los
hombres, los pueblos y la vida. Te pongas el traje que te pongas,
actúen o no los barrenderos, tú, hombre, mira transparente al
empleado de una ventanilla, al cobrador del sastre, a la mujer
con que te cruzas por la acera o al vecino que te “carga”, y piensa
o decide con la misma virginidad. El corazón, sencillo; tu ojo,
humilde; tu palabra, leve y rumorosa como un arroyo; tus manos,
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como una rosaleda oreada por el viento. Irás así por la calle y
notarás semáforos o anuncios luminosos, pero la plaza del
pueblo, la gran avenida, los hombres que firman en el libro de
registro y los que montan los ascensores sentirás que, a lo largo
del día, se te arman iluminados, para que veas siempre en ellos el
hermoso perfil estampado en el lienzo de Verónica.
(Diario Jaén, 19 marzo 1967)
Tres actitudes ante la presencia del dolor:
-La de aquél que aún no ha ido más allá del escozor de su herida:
“Dios me ha quitado…”.
-La del que acepta, sin entrar en su espíritu de actividad
santificante:
“Dios me ha pedido…”.
-Y la de aquél que, comprendiendo el valor comunitario del
sufrimiento, se da de lleno al ideal de redención:
“Señor, te ofrezco…”.
(Las estrellas se ven de noche, p. 110)
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“Mujer: he aquí a tu Hijo”
Quiero que vayáis por la vida con los brazos por los
hombros los unos de los otros; que tengáis siempre en las yemas
de los dedos una cordial sensación de paso por la frente de un
niño; y que el corazón lo sintáis siempre fresco, holgado, flexible
y dulce. Mi deseo es que la ternura, la pura, hermosa y fragante
ternura humana, la vistáis todos desde la mañana a la noche
como se pone uno la chaqueta o los calcetines. Cuando llora el
hijo de mantillas, vuestra mujer le toma en brazos y se le esponja
el corazón. Y es que una madre es una cosa de la que sale como
fuego, como azúcar, como serenidad, como dicha y como alegría.
Os voy a hacer un seguro de ternura para siempre. Porque quiero
que, con canas o barba cerrada, tengáis junto a vosotros un
corazón que se esponje cuando os tire de los párpados un ansia
de llanto.
Estaréis pensando que lo que digo es bonito, pero difícil. Y
no; ea, os doy a mi Madre, que tiene el corazón como un
montaña, y… se acabó. A ver si no llevo razón. Y como os la doy a
todos, todos sois hermanos y, hala, a amaros como hermanos.
¿Estáis contentos?
(Vida nueva 14 de abril 1962)
No es que a la pasión de Jesús le falte algo, pero estar
sufriendo y mereciendo personalmente, no estuvimos en las
horas del Viernes Santo. Y eso es la Iglesia.
(Bien venido, amor, nº 1000)
14
“Muerto…”
No te mueras, Cristo de la Misericordia. Quédate así y
nosotros contigo.
Vive para siempre de este modo, con tu dulce aire
compasivo, con tu doble mirada acariciante. No abras tanto el
costado, que da escalofrío verte tanta ternura palpitando. Si
aceptas, te quedarías siempre amando y redimiendo, y nosotros
apagaríamos la luz de las calles y encenderíamos sólo las
antorchas para que se vieran bien tus pupilas; llenas de gracia y
de compasión, el prodigio de tu inocencia. Queremos vestir de
saco en la noche, andar descalzos por los adoquines, llevar
ásperos maderos sobre los hombros para descargar de tu alma la
tremenda agonía de la Pasión. Quédate, aquí Cristo, nuestro
hermano grande, que nosotros repartiremos entre todos, con
alegría, tu dolor de esta hora.
(Cuatro instantáneas de la Pasión, Diario Jaén, 1964)
La Redención es el más abnegado acto de caridad de la
justicia del Padre.
(Bien venido, amor, nº 69)
15
RESUCITÓ
No hay notario que pueda dar tanta fe de una promesa
como Cristo, con su vuelta a la vida.
(Bien venido, amor, nº 985)
CREO EN EL ESPIRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR DE VIDA
Un préstamo: déjame tu corazón por los tres, nueve o
quince años que pueda vivir todavía.
Tu corazón, no para el egoísmo de hacerlo todo fácil, sin
esfuerzo, sino para hacer bueno ese deber que es amarte a tu
medida; que me da pena ver lo gigante que eres en eso el amor y
el corazón de ratoncito que tenemos nosotros a la hora de
corresponder.
(Prensa asociada 27-XII-1965)
En la Creación Dios nos da nuestra vida, en la Redención,
la Suya; y en la Santificación, la nuestra y la Suya a la vez.
(Bien venido, amor, nº 986)
Los milagros que no se ven son Espíritu Santo.
(Bien venido, amor, nº 890)
El Sagrario del Espíritu Santo está en los corazones.
(Bien venido, amor, nº 993)
16
El origen del fuego
Los hombres, ahora, nos sentamos en las sillas metálicas
de las Agencias y minuto a minuto vamos copiando, con
machaconería, los nombres de Eisenhower, Jruschef, Adenauer y
Macmillan. Todo el ancho ritmo vital de pulsos, sirenas, hoces y
martillos parece que no tiene otro cauce que ese embudo
estrangulado que se llama “política”.
Y, sin embargo, si permaneciéramos fieles a la misión de
sincronizar el nervio de los acontecimientos, la cinta acusaría
este cundir palpable y enorme del fuego de Dios, que va
arraigando en los desiertos, las selvas, las grandes cumbres y las
factorías como un ansia del amor de Dios por enriquecer el
espíritu del hombre. Con más verdad que la constitución de un
“cartel” o el anuncio de una conferencia de alto nivel se podría
hablar de la actuación espectacular del Espíritu Santo y sus
portentosas realizaciones. Un día es un pobre sacerdote que
arranca miles de vivencias a la muerte fría de un niño, u otro que
restaura el clima de hogar de unos desplazados; los más, en
silencio, es una monja que se contamina investigando la lepra, el
obrero que al doblegarse sobre la laminadora contagia un fulgor
desconocido o el que tapia dolorosamente en los lagrimales la
petición hambrienta de sus siete hijos. Y así, cada segundo, sin
que caigamos en su categoría de portento, el hálito fuerte de
Dios va pasando como un meteoro dejando un rastro de almas
incandescentes.
(Cruzada, febrero 1960)
17
CREO EN LA SANTA IGLESIA
Fortaleza.
El dolor tremente y la tortura de los mártires se dilata hoy
en la Iglesia aherrojada. El mundo es ya como un inmenso clamor
de tormento. ¡Señor, que los del silencio sean fuertes en la
confesión de la fe! Para nosotros, esa no menos necesaria
fortaleza para vencer la tentación en acecho.
(‘Linares’, diciembre 1954)
La Iglesia es la gran locomotora que administra la fuerza
motriz de la redención de Cristo. La energía de la Pasión se
escancia por todo el convoy de nuestra fraternidad en Él, y el
dolor es la gran acequia de gracia de nuestras circunstancias
personales.
Con la gran palanca del sacrificio y la plegaría se puede
estar, y se está, en el quehacer apostólico de todos los hombres.
Un solo ladrillo puede ser el punto de apoyo para hacer rodar el
mundo por la ruta de la fe.
(Todos somos elegidos, p. 28)
Iglesia: emocionante “marathón” que portea, en relevos,
el corazón viviente de Cristo.
(Bien venido, amor, nº 997)
Pedro-piedra ¿un “duro” al frente de la Iglesia? Todo lo
contrario: la ternura del “¡Tú sabes, Señor, lo que te amo”, como
roca angular de la Comunidad del Amor.
(Bien venido, amor, nº 998)
18
Habla siempre, madre Iglesia, y aun con energías, que tú
nunca hieres, porque tu voz es dulce e inocente como la de un
niño.
(Bien venido, amor, nº 1003)
“-¿Qué necesitas, hombre?”.
“-Saber darme y elevarme”.
“El pan y el agua de tu hambre y de tu sed se llaman Iglesia”.
(Bien venido, amor, nº 1004)
Vistes túnica de sol y te ciñes el cabello de azucenas;
tienes un ascua en la frente, un manantial en la boca y un pájaro
en el corazón; y eres una doncella virgen y madre, a la vez, de
casi infinitas gentes: te llamas -te llamamos- gloriosamente
Iglesia.
(Bien venido, amor, nº 1005)
CONFIESO QUE HAY UN SOLO BAUTISMO
La Santificación es un Evangelio que se escribe con
testimonio de vidas ardientes.
(Bien venido, amor, nº 989)
CREO EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
CREDO DEL SUFRIMIENTO
CREO en el sufrimiento como una elección
y quiero hacer de cada latido
un sí de correspondencia al amor.
19
CREO que el sacrificio es un telegrama a Dios
con respuesta segura de Gracia.
CREO en la misión redentora del sufrimiento.
me acercaré a quien sufre
como al relicario que guarda
el “Lignum-crucis” de la Pasión.
DOY un margen de fe al dolor
en lo que tiene de poda necesaria
y viviré en silencio mi hora de germinación,
con la esperanza a punto.
CREO en la función útil de la soledad.
Los pantanos se hacen en las afueras,
para recoger la fuerza del agua
y luego devolverla en luces y energía.
CREO que la acción y el sacrificio cristiano
se traban como la cera y la lumbre de un cirio.
Cuanto más pura es una inmolación
tanto más resplandece su testimonio.
CREO que la inutilidad física
revierte en provecho espiritual de todos.
El arco iris de la Redención
se tensa desde la inmovilidad de un niño
hasta la invalidez que dan los clavos de una Cruz.
DARÉ a Dios los panes y los peces de mi corazón
para que Él los convierta
en milagro de Salvación para todos.
ÁRBOL de Dios, con raíces y ramas,
viviré con las rodillas atornilladas
y las manos metidas en las estrellas,
encaramando nuestra savia
y porteando hacia abajo la cosecha de la Gracia.
(Cartas con la señal de la Cruz, p.202)
20
EL CAPITAL SE CRECE
En esto consiste el tesoro del dolor santificado. Cada cruz
sobrellevada con espíritu sobrenatural, un filón. Y claro, lo que
tiene su valor, tiene sus posibilidades adquisitivas. De aquí la
riqueza apostólica del sufrimiento. Dios es como un gigantesco
portamonedas, que va recogiendo la perra chica que cada uno le
aúpa esforzadamente. Como tiene un corazón de fuego, todas las
ganancias humanas las pasa por el crisol de su cariño y de su
sangre y resulta que quedan convertidas en piezas de dieciocho
quilates; como sus grandes, hermosos y dulces ojos todo lo ven
desde allá arriba, a lo mejor nota que un misionero camina
fatigosamente por la selva, que la ignorancia o la superstición
amurallan la palabra, o que cualquier criatura vive una hora de
pesadumbre, y ¡hala!, saca una monedita, y la deja caer sobre su
alma y el misionero nota un viento leve que le empuja los pies
con ansia, las cabezas crepitan de luz, y los hombres viven la
esperanza.
Las rodillas en suelo además, las lágrimas o las quejas
acopiadas en Chile o Portugal se comban sobre el cielo y, a través
del prisma de Cristo, abren o derrochan su arco iris de colores
sobre el Japón, Tailandia, Mozambique o Guinea. El “hágase tu
voluntad” de una pulmonía, una artritis o una lesión pulmonar,
son granos de trigo que se clavan y se pudren sobre los surcos del
alma de las ciudades para hacerse espigas gallardas en los
corazones de seres con piel de ébano amarillas o cobrizas. Una
mujer, un hombre o un niño han de vivir inmóviles aquí con la
cabeza entre las almohadas, o sentado detrás de los cristales, y
su quietud se hace fuerza y turbina de pantano que fluye por el
21
espíritu de las gentes. Esta es la colosal potencia de la oración y
del sufrimiento, la escalofriante realidad del Cuerpo Uno, que se
nutre y se vitaliza entre sí. De aquí la gran riqueza de Pentecostés
y la importancia de esta contabilidad espiritual que la Iglesia
cumple en esta fecha con toda puntualidad. Ni el Ave María de
una monjita, ni el gesto contenido de una niña que toma jarabe
ni la gota de sudor que arrancan a la frente las dudas del médico,
quedan sin la floración misionera que le corresponde.
(Un Plan Marsahll que se llama Pentecostés,
Pueblos del 3º mundo, mayo 1971)
CONFIDENCIAS DE UNA CAMA MISIONERA
Bien venido. Sí, te esperaba. Desde que llegaste y has
empezado a colocar las cosas en la mesita de noche, ya supe que
nos entenderíamos. Llegar a un hospital es siempre una
circunstancia de preocupación y de tristeza. Aquí estoy yo, tu
cama de enfermo, para ayudarte en estos momentos a dar
sentido a tu vida, a aligerar tus preocupaciones y miedos,
abriéndote un horizonte de esperanza.
Como una familia
Verás. Entre tú y yo habrá desde ahora una relación muy
estrecha. Al fin te alejarás, pero el recuerdo de estos sucesos
quedará grabado siempre en tu memoria. Mucho antes de que
vinieras a la sala, ya me llegaron tus noticias cuando la hermanita
estuvo colocando las nuevas sábanas. Ahora te recibo con la más
sincera cordialidad, porque sé que vienes sufriendo y más aún
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sufrirás en estas fechas. Estoy aquí para hacer tu dolor lo más
leve posible, y mi amistad, por tanto, te la ofrezco como una
ayuda.
Es curioso: los dos nos compenetramos tanto en estos
días que al final me desgarrará la separación. Sucede siempre lo
mismo. Antes que tú, durmió aquí un hombre que padecía de
unos tremendos dolores de nefritis. Él sucedió a un niño al que
tuvieron que operar de apendicitis y éste a un viejo con hernia.
Con anterioridad, estuvieron un muchacho con úlcera, otro con
endocarditis y así sucesivamente. Uno era conductor y trabajaba
en una empresa de transportes de la ciudad. Otro, estudiante de
bachillerato, y hubo uno que vino de cierta aldea, donde se
encargaba de las faenas del campo. Con distintas fisonomías y
enfermedades, con diversas procedencias y ocupaciones, puedo
decirte que un algo muy sincero y emocionado los unió a todos
aunque no se conocieran, como si formaran una sola familia. Me
cabe la alegría de saber que yo fui el lazo de unión y estuve en
esa fraternidad y en esos sentimientos fervorosos que vivieron
todos en su día. Voy al grano y te digo lo que de común hubo
entre aquellas criaturas: todos sufrieron en una cama.
Iguales pero distintas
Mírame despacio y mira, también, a las demás camas de
la sala. Como verás somos todas idénticas, con el mismo metal, la
misma forma, la misma pintura. Salimos juntas de la fábrica,
hicimos el mismo itinerario y aquí estamos, a la vez, alineadas en
esta inmensa habitación. Lo que a mí me da un sentido especial
es que soy una Cama Misionera.
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Una Cama Misionera es una distinción que me honra a mí
y a todos los que conmigo se relacionan. Desde que Cristo sufrió,
el dolor es santo y valioso, salvador y fecundo. La salvación que Él
nos trajo es para todos los hombres y de todos los tiempos, pero
también nosotros tenemos que estar presentes en la ofrenda,
como cuando se quiere hacer un regalo de boda a un compañero
y pagamos a escote la caja de cucharillas.
Aunque los méritos de uno sean escasos, Cristo junta los
suyos y a ver quién puede decir que nuestro dolor no sea ya oro
de catorce quilates. Sobrellevar una prueba, o no rebelarse
contra los sufrimientos del día, supone un mérito del que Dios
dispone para bien de otras criaturas de la tierra. No es de
extrañar, porque todos los hombres estamos misteriosamente
unidos para el bien y para el mal. Uno amasa y cuece el pan y los
otros lo comemos. Explota una bomba de varios megatones y la
radiactividad amenaza a todos los mortales.
Lápiz rojo
En tu vida, hoy ha ocurrido una peripecia dolorosa.
Dentro de cuatro días, una semana o un mes, regresarás a casa
con la hoja de curado en el bolsillo. Desde este momento te doy
la enhorabuena. Sin embargo, tienes que pensar que cualquier
dolor es un tesoro y el tuyo no se debe despilfarrar. Con unos
cuantos días de hospital se puede ayudar a muchos que no te
conocen. Soportando una fiebre, reteniendo una queja,
sorbiendo medicinas y aceptando pacientemente todas las
contrariedades, se puede lograr que alguien alcance la fe, dar
nuevas energías a un misionero, consolar a un triste, transformar
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este mundo... Aunque no veas esto, no por eso deja de ser real,
como la existencia de París o de Estocolmo.
Esto es lo que vengo a recordarte como Cama Misionera.
Muchos sufrieron en mí, con amor y esperanza. Hoy el relevo
está en tus manos.
Aúpa
En realidad no es nada de extraordinario lo que tienes
que hacer. Cuando te despiertes, procura dar sentido a tu vida
de enfermo, aceptando el cupo de sufrimiento que la bondad y
sabiduría de Dios ha destinado para ti. Notarás una inmensa
alegría. Luego, cuando te lleguen los momentos difíciles, te
cerque el pesimismo o te oprima el dolor, levanta tus ojos al cielo
y haz de ti mismo ofrenda generosa. Ahora y entonces puedes
estar seguro de que todas las criaturas que te antecedieron y las
que te sucederán están presentes en tu oración y que toda esa
entrañable familia se arrodilla contigo a los pies de Dios,
pidiéndole la salvación de todo el mundo. Nadie vive para sí sólo
y nadie muere sólo para sí. La soledad nada tiene que ver con
una Cama Misionera.
¿Me conoces ya? ¿Te negarás a esta maravillosa aventura
de ser misionero por unos días? De una Cama Misionera puedes
desentenderte fácilmente; bastaría con que no aceptaras el
encargo, pero ¿serás tan duro como para negarte a la compasión
cuando tú mismo estás viviendo unos días de enfermedad?
¡Adelante, amigo!
(Enfermos misioneros, mayo 1962)
Cristo está en todo el que sufre. Sépalo este o no, Cristo
ciertamente está. Y está no solo para compartir, elevar y suavizar
los sufrimientos, sino para asociarlos a los suyos, para atribuirles
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la misma virtud de redención que la Cruz, su Cruz, tuvo para el
mundo. San Pablo nos dice también: “Yo realizo en mi carne lo
que falta a la Pasión de Cristo”, que quiere decir, que a nosotros
se nos comunica la virtud redentora de la Pasión de Cristo. Para
esto será preciso un contacto espontáneo, Será preciso querer,
amar; es una realidad que la virtud redentora de la Pasión de
Cristo puede transfundirle a todos los tormentos del hombre.
(Prensa Asociada 4-IV.1966)
CREO EN LA VIDA ETERNA…
Y, sin embargo, felicidad es el concepto más íntimo y vital,
la idea-eje de la existencia, tan trascendente como la misma de
Dios, puesto que él incorpora su realización absoluta. Ser o no ser
feliz es una posibilidad que debía escalofriarnos aún más que la
inminencia de una angina de pecho. No obstante, un miedo
cerval a nosotros mismos, ese pánico que lleva a posiciones
disparatadas, ha creado cierta inversión confusa de medios y fin,
como esas situaciones de moneda provisional que acaban por
olvidar el valor de la divisa.
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La felicidad es, ante todo, un destino espiritual, o mejor,
un estado de perfección del alma, que se ultima sobre ese hecho
que es nuestra dependencia corporal. Pero en la conjunción
humana, la materia es siempre una ordenación que se subordina
al valor absoluto de alma. La felicidad tangible no es recusable
en tanto sirva, y no lastra la más alta gracia de las potencias. Lo
que contabiliza al fin es la liquidación favorable del espíritu, pues
aún a la adversidad sensible, lo que llamamos desgracia, cabe
enrolarla con la simple aceptación, como esas operaciones
negativas de álgebra que al fin quedan resueltas bajo el signo de
la suma. Gide decía que “la felicidad está en la aceptación”, y
Salvaneschi lo justifica en que “todo lo que acepta cambia de
sentido”.
Pero, como decía, hemos aprendido a caminar con truco
por el camino de la felicidad. Un buen día viene alguien con
nuestro cartel de “fin de partida” descolgado, nos lo clava a la
sombra del cuerpo y, claro, economistas del esfuerzo, amigos del
escape y de la componenda, nos sentimos halagados y nos
entregamos al dormir placentero. Es así sólo como nuestra isla
interior queda emparedada por la línea concreta de los cinco
sentidos. Lo que importa es el goce ocasional, aunque ya en la
misma posesión nos sintamos corroídos por las propias
limitaciones del placer.
El deseo de los rasgos físicos, la noche de “Whishy” y el
vértigo de la ruleta están minados por la misma transitoriedad
que las pompitas de jabón de los niños. Así lo reconocemos, y, no
obstante, se ha llegado a crear toda una “mística de la dicha
sensible”. Voces conscientes se aterran ya del fin esquizofrénico
de esas muchedumbres que, ahí en Norteamérica y ya en Europa,
devoran en las farmacias un botín dicho de “píldoras de la
felicidad”.
A la Sagán se la sigue, aún con el empacho, el casco y la
dentera de la carne, porque la vorágine de los cuerpos desnudos
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bajo el sol asordinan lo trágico de la desolación interior.
Margaret y Townsend, Robín, Soraya y lo que usted significa,
están hoy en olor de juventudes en fuga, glorificados por esas
muchedumbres con espíritu de andaderas que suspiran por la
felicidad de saldo, la dicha transferida, aunque ésta desemboque
en el lanzamiento desde el octavo piso o el escape de gas.
Lo que, en resumen, quiero decirle es que difícilmente se
cumple una misión leal apoyándola sobre el egoísmo, la evasión
interior y el deseo ilimitado. La felicidad es una activa, sencilla y
esforzada germinación interior que hay que fructificar con luz y
renuncia, sol, heridas y sobre todo, con la petición humilde del
riego a quien vela por nosotros.
(Carta a Marlene Dietrich. ‘Linares’, nº 90-1958)
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Asociación de Amigos del Beato Manuel Lozano Garrido
c/ Viriato 27, 3º.- 23700 Linares.
Telf. y Fax 953.692408
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