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Poemas
Friedrich Schiller
Amor y apetito
Muy bien dicho, Schlosser: se ama
lo propio; y si no se tiene
se apetece. El alma rica
ama, la pobre apetece.
Éxtasis por Laura
Laura, si tu mirada enternecida
hunde en la mía el fulgurante rayo
mi espíritu feliz, con nueva vida,
en ráfaga encendida
resbala con la luz del sol de mayo.
Y si en tus ojos plácidos me miro
sin sombras y sin velos,
extasiado respiro
las auras de los cielos.
Si el acento sonoro
tu labio al aire da con un suspiro
y la dulce armonía
de las estrellas de oro;
escucho de los ángeles el coro,
y absorta el alma mía
en transparente amoroso se extasía.
Si en la danza armoniosa
tu pie, como ola tímida resbala,
a la tropa de amores misteriosa
miro agitar el ala;
el árbol mueve, tras de ti, sus ramas
cual si de Orfeo oyérase la lira,
y a mis plantas la tierra que pisamos
vertiginosa gira.
Si de tus ojos el destello puro
fuego amoroso inflama,
latido al mármol duro
da y al árido tronco vital llama.
Cuanto goce soñó la fantasía
ya presente contémplolo y seguro,
cuando en tus ojos leo, ¡Laura mía!
La partición de la tierra
-¡Tomad la tierra! -desde su alto asiento
dijo a los hombres quien pobló el vacío-.
-Para cumplir mi soberano intento
habedla en fraternal compartimiento,
que os la doy como herencia y señorío.
Ya más correr, por acudir primero,
cada mortal al llamamiento vino,
y cuanto pudo sometió a su fuero:
los frutos de la tierra, el campesino;
la selva, do cazara el caballero.
Colma la troj el mercader y el arca;
se adueña el monje del viñedo umbrío:
¡y, ya fuerte sintiéndose el monarca
sendas y puentes con barreras marca
diciendo; -¡El diezmo! porque el diezmo es mío.
Años después, cuando por fin completa
la irrevocable partición quedaba,
de remoto confín llegó el poeta.
¡Ay! Todo campo deslindado estaba,
y toda cosa a su señor sujeta.
-¡Tarde y en vano mi poción exijo!
¿Y así, el más fiel en mísero abandono
dejando, ¡oh Dios! desheredaste al hijo?
Tal del señor postrándose ante el trono,
el pobre vate entre sollozos dijo.
-Si absorto en la región de las quimeras,
-contesta Dios- te retardaste, iluso,
no en balde llores ni acusarme quieras:
¿do estabas tú, que confundirme esperas?
-¿Dónde? ¡A tu lado! -el soñador repuso.
Mi vista apacentaba en tu hermosura;
del cielo en los acentos, mis oídos;
si lo terreno desdeñé en la altura,
fue que tu gloria, que sin par fulgura,
¡me embargaba la mente y los sentidos!
Y Dios: -¿Qué hacer? Sobre la tierra nada
me resta ya con qué colmar tu anhelo;
ajeno el bosque, la heredad cercana...
Vente conmigo, si te place, al cielo,
¡que desde hoy libre te daré la entrada!
Reminiscencia inmortal
Dime, amiga, la causa de este ardiente,
puro, inmortal anhelo que hay en mí:
suspenderme a tu labio eternamente,
y abismarme en tu ser, y el grato ambiente
de tu alma inmaculada recibir.
En tiempo que pasó, tiempo distinto,
¿no era de un solo ser nuestro existir?
¿acaso el foco de un planeta extinto
dio nido a nuestro amor en su recinto
en días que vimos para siempre huir?
¿...Tú también como yo? Sí, tú has sentido
en el pecho el dulcísimo latido
con que anuncia su fuego la pasión:
amémonos los dos, y pronto el vuelo
alzaremos felices a ese cielo
en que otra vez seremos como Dios.
Tres palabras de fortaleza
I
Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.
II
Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.
III
Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.
IV
Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.
V
¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.
Un funeral de fantasía
Pálido en su terrible mediodía,
Se detiene sobre el inerte bosque muerto;
El espíritu nocturno suspira agitando el aire;
Las nubes descienden en la lluvia;
Lamentándose, las frágiles estrellas se desvanecen,
Parpadeando como las moribundas lámparas del sepulcro.
Agotadas como espectros, visiones mudas,
Oscuras con la pompa de la muerte, en lento movimiento,
Custodian aquel campo triste de pálidas procesiones,
Donde las tumbas se cierran detrás de la noche.
Con tenue, profunda y abisal mirada,
Apoyado sobre sus adeptos ¿quién temblará al pasar?
Desgarrando el corazón en pedazos
Un gemido rompe la silenciosa profundidad.
Aplastado por el hierro del destino, él parece reunir
Hasta la última gota de vida para entrar en el sarcófago,
Y escuchad: ¿pueden estos labios fríos murmurar Padre?
La tajante lluvia se demora en aquel sitio de horror,
Penetrando los huesos, los músculos carcomidos por la desesperación,
Y el corazón del terror agita los cabellos de plata.
Sangran violentas las heridas del fuego,
(A través del agonizante corazón deshecho)
Sobre los labios sin voz se oye un: Mi Padre;
Y aún el espectro sin retoños murmura: Mi Hijo.
(Helado, congelado, envuelto en un blanco sudario,
Tu dulce y dorado sueño allí será vaciado)
El nombre del Padre muere en tu maldición.
(Helado, helado, allí reposa)
Muertos, tu alegría y tu esperanza partieron.
Leve, como si de los frescos brazos de la aurora,
Mientras la brisa del Elíseo sonríe en lo alto,
Ahogado por el clamor de las rosas, el cariño de Flora
Derrama sus pétalos sobre sus despojos de amor.
Alegre, sobre las viñas, sus pasos marcharon en dicha;
La ola de plata reflejaba la sonrisa de su rostro;
Satisfecho, como la llama encendida por un beso;
El corazón de la doncella fue su presa.
El valor surgió en él, un deseo por el mundo,
Como un ciervo de la montaña que ha descuidado su arroyo;
Como un águila cuyas plumas han sido consumidas por el sol;
Su esperanza barrió el cielo con alas ilimitadas.
Orgulloso como el corcel que lanza espuma en la batalla,
Que sin temor ruge en la tormenta de los valientes;
Arrojando al viento la furia salvaje de sus crines;
Así se lanzó hacia adelante, por los príncipes y esclavos.
La vida, como un día de primavera, serena y divina,
Pasó como la brisa bajo la estrella matutina;
Sus murmullos se ahogaron en el oro del vino;
Y sus penas fueron agotadas en la ola del baile.
Mundos ocultos habitan en la esperanza de su juventud;
(Cuando en él maduraba la virilidad y la fama)
De las semillas de su juventud
¿Qué cosechas están destinadas a perdurar?
Esa hombría no estaba destinada;
(Tañen las campanas de la muerte,
Las bisagras de la cripta se quejan)
¡Qué triste, Oh Muerte, es el sitio de tu morada!
La hombría no es nuestro destino;
(Fluyan, amargas lágrimas)
Corred, amados, por el sendero del sol,
Subid sobre los mundos a descansar con los perfectos;
Disfrutad la dicha que los espíritus han ganado,
Y escapad de la pena de estos salones benditos.
De nuevo (en aquel pensamiento encontró paz)
Nos veremos en aquél Edén al que has huido;
(Escuchad: el ataúd se hunde con un sordo, hosco sonido,
Mientras las cuerdas se tensan sobre el sueño de los muertos)
¡Oh, tumba, él ya es tuyo!
El ojo le dice a la aflicción lo que los oídos no perciben,
Aferrados unos a otros, nos atrevemos al rencor,
Hasta que el corazón se silencia en la música de las lágrimas.
Pálido en su horrible mediodía,
Se detiene sobre el inerte bosque muerto;
El espíritu nocturno suspira agitando el aire;
Las nubes descienden en la lluvia;
Lamentándose, las frágiles estrellas se desvanecen,
Parpadeando como las moribundas lámparas del sepulcro.
La tierra cae sobre el montículo taciturno;
La tumba se ha cerrado sobre el tesoro que ha encontrado;
Alto, siempre más alto crece el túmulo oscuro,
Y nunca nos devolverá nuestras lágrimas.
Fuente: http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ale/schiller/friedrich_schiller.htm